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I.- INTRODUCCIÓN GENERAL AL CURSO

1.- Presentación

La revelación, es decir, la reflexión razonada y razonable que hace el creyente


sobre la relación que Dios establece con el hombre, ha sido uno de los tratados de la
teología más afectados por la renovación teológica católica, en la segunda mitad del siglo
XX. El momento de mayor densidad, para esta renovación, ha tenido lugar en la
celebración del Concilio Vaticano II.

El tratado sobre la revelación se expone, en los planes generales de los estudios


teológicos, en la disciplina denominada Teología Fundamental. Esta disciplina es la
parte de la teología que estudia los fundamentos del pensamiento teológico. Los
fundamentos a los que hace referencia, se engloban en dos categorías básicas a toda
teología: la revelación y la fe. Ambas categorías se relacionan entre sí en forma de
diálogo. Dios se manifiesta, habla; el hombre lo busca, responde, desde la su fe.

La Teología Fundamental tendrá como uno de sus principales cometidos


proponer la revelación como creíble y la fe como razonable. Estamos, por tanto, ante una
disciplina que se desarrolla como conciencia crítica y como hermenéutica. Su dimensión
crítica analiza la fe como ‘condición de posibilidad histórica’, para que la revelación
pueda ser acogida. De este modo, la Teología Fundamental pone de manifiesto que la fe
es razonable. Su dimensión hermenéutica, intenta captar ‘el significado de la revelación
partiendo de la inteligencia que el hombre tiene de sí mismo y de su relación con el
mundo’. De este modo, la Teología Fundamental pone también de manifiesto que la
revelación es digna de ser creída.

En el desarrollo de este curso vamos a estudiar una de las dos dimensiones


fundamentales de la Teología y de la fe cristiana: la revelación. El contenido de esta
dimensión intenta verificar el sentido y la referencia de la Palabra de Dios tal y como
aparece en el discurso cristiano. El sentido de esa palabra sólo puede aparecer en el
conjunto y en la dinámica del lenguaje al que pertenece: el lenguaje expresado en la
Sagrada Escritura e interpretado en la Tradición de las comunidades cristianas.

El Dios del que hablamos es el Dios que se revela en Jesucristo. Efectivamente,


en Jesucristo, el cristianismo descubre la manifestación plena de Dios: “en Jesucristo, la
palabra interior de Dios, en la que Dios se expresa totalmente y conoce todo, se hace
hombre y evangelio, palabra de salvación, para llamar al hombre a la salvación. En
Jesucristo, Verbo encarnado, el Hijo está presente entre nosotros y habla, predica,
enseña, atestigua lo que ha visto y oído en el seno paterno en palabras humanas que
nosotros podemos comprender y asimilar. Cristo es la cumbre y la plenitud de la
revelación”. (R. Latourelle. Teología de la revelación. P. 45).

Todos estos enunciados serán creíbles para el hombre contemporáneo en la


medida en que puedan demostrar su relación positiva con nuestra experiencia universal
de la realidad. La historia, lugar donde la revelación tiene lugar, es el marco donde el
mensaje de salvación que Dios nos ofrece tiene sentido. La historia del hombre, en el
pasado, en el presente y en el futuro, es también el marco donde se actualiza la verdad.
El elemento hermenéutico será fundamental para poner en diálogo y en discusión la
existencia humana con el mensaje de la Palabra de Dios.
2.- Contenido y perspectivas
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2.1. Fuentes de las que partimos

El contenido de nuestra exposición tiene en cuenta tres fuentes de


enriquecimiento:

1).- la tradición cristiana plasmada en la experiencia histórica de los


creyentes que nos han precedido y en el legado reflexivo que nos han dejado. Esa
tradición se ve enriquecida con importantes documentos del magisterio al respecto.
Destacamos la constitución ‘Dei Verbum’ del Concilio Vaticano II.

2).- las actuales investigaciones teológicas sobre la revelación. Estas


investigaciones teológicas incorporan, entre otros, los avances exegéticos de la Palabra
de Dios, los estudios de la filosofía del lenguaje y de la hermenéutica.

3).- Las dos anteriores se complementan con la experiencia actual de los


creyentes. El hombre contemporáneo también es sujeto de revelación: Dios se sigue
manifestando y el hombre de hoy lo sigue buscando.

2.2.- Algunas limitaciones

En la presentación del presente curso hemos podido comprobar que las tareas
que tiene encomendadas el estudio de la revelación, dentro de una disciplina más amplia
como es la Teología Fundamental, son complejas por su amplitud, evolución histórica y
constante renovación. La investigación sobre la revelación ha producido multitud de
publicaciones sobre el tema.

No ocultamos, por otro lado, las limitaciones de nuestra exposición. Somos


conscientes de que todas las implicaciones que requiere un estudio de la revelación
sobrepasan los objetivos del presente curso. Algunas implicaciones serán tenidas en
cuenta en el desarrollo de los temas, pero no serán objeto de un estudio más amplio y
sereno. En concreto señalamos dos dimensiones fundamentales de la revelación que no
serán objeto sistemático de estudio en el presente curso:

· la relación que se establece entre revelación y fe. La fe no será objeto de


estudio en el presente curso. Todas las dimensiones que implica la realidad
de la fe serán desarrolladas en un curso monográfico diferente.

· la dimensión de Jesucristo como plenitud de revelación. Esta dimensión tan


importante en un estudio sobre la revelación, tampoco será objeto de
estudio monográfico en el presente curso.

2.3.- Cuatro perspectivas

Estructuramos el curso en cuatro perspectivas:

· En primer lugar, presentamos las dimensiones fundamentales


de la revelación cristiana. Desde un estudio aproximativo al
Perspectiva

Sistemática
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concepto revelación, nos adentramos a las características


fundamentales de la experiencia reveladora de Dios, según
es percibida por el hombre. En estas características
pretendemos exponer, en su conjunto, las líneas básicas
que la teología y la experiencia cristiana expresan en el
concepto revelación.

· En segundo lugar, ofrecemos un estudio exegético sobre la


Perspectiva revelación en la Sagrada Escritura. Dicho estudio
profundiza la exposición de la revelación iniciada en el
Bíblica primer tema, por la riqueza incuestionable que presenta la
exégesis actual en la interpretación de los textos bíblicos
confesados como revelados y por la reactualización
constante que tales estudios refuerzan.

· En tercer lugar, desarrollamos un estudio histórico y


dogmático sobre los diversos intentos sistemáticos de
Perspectiva definir lo que la comunidad cristiana, a través del
magisterio de la iglesia, ha ido definiendo a lo largo de la
Histórica y historia. Algunos concilios, intentando responder a las
diversas problemáticas que van surgiendo a raíz de las
Dogmática complejas experiencias históricas, van delimitando la
experiencia de revelación en razonamientos clarificadores.
La cumbre de todas las exposiciones conciliares la
encontramos en la constitución del Concilio Vaticano II,
‘Dei Verbum’.

· En cuarto lugar, exponemos el panorama actual de la reflexión


Perspectiva teológica sobre la revelación. El Concilio Vaticano II no
cerró las puertas a la reflexión en este tema. Desde las
Hermenéutica nuevas aportaciones de la filosofía del lenguaje y de la
hermenéutica, podemos enriquecer los planteamientos
sobre la revelación expresados y definidos hasta ahora en la
Teología y en la práctica eclesial del magisterio.

Vocabulario elemental:

· Dogmática: es la parte de la teología que trata del conjunto de verdades reveladas


por Dios y propuestas como tales por el magisterio de la iglesia. Cuando
hablamos de perspectiva dogmática de la revelación nos referimos a la exposición
sobre ella que elaboró el Magisterio de la Iglesia.
· Exégesis: explicación o interpretación de textos. Cuando hablamos de exégesis
bíblica nos referimos a la explicación, exposición y comentario crítico de los
textos bíblicos.
· Hermenéutica: ciencia que investiga los métodos de la interpretación. Cuando
aplicamos este término a los estudios de la Biblia queremos indicar la técnica de
la interpretación. La hermenéutica señala la técnica que la exégesis debe tener en
cuenta a la hora de interpretar un pasaje bíblico.
· Sistemático/a: un conjunto de ideas se organizan sistemáticamente cuando
responden a un orden coherente. Cuando hablamos de perspectiva sistemática de
la revelación nos referimos a la organización coherente de todos los elementos
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que tal realidad engloba.

II.- BIBLIOGRAFÍA GENERAL


El panorama bibliográfico sobre la revelación es sumamente amplio. No todos los
estudios tienen el mismo rigor intelectual ni ofrecen los mismos niveles de comprensión
para alguien no excesivamente iniciado en las cuestiones teológicas. A continuación te
señalo algunos diccionarios y enciclopedias, de fácil uso y localización en las bibliotecas
mínimamente especializadas. En ellos puedes encontrar, de modo muy resumido, las
ideas fundamentales sobre la revelación cristiana. También te indico una serie de libros,
brevemente comentados, de fácil acceso. Son obras de fácil comprensión y lectura que
amplían las ideas básicas que desarrollamos en el curso.

1.- Diccionarios y Enciclopedias Teológicas

· Floristán, C. y Tamayo, J.J. (Eds.). Conceptos Fundamentales del cristianismo.


Madrid, Trotta, 1993, 1524 pp. (A. Torres Queiruga desarrolla el concepto
‘Revelación’ en las pp. 1216-32).

· Léon-Dufour, X. Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona, Herder, 1988. 974 pp.


(El término ‘Revelación’ se desarrolla en las páginas 784-92).

2.- Lecturas recomendadas

· Gelabert Ballester, M. La Revelación, acontecimiento con sentido. Madrid, San Pío


X, 1995, 242 pp. [El autor nos ofrece un estudio muy pedagógico y didáctico
sobre la revelación. Merecen especial mención los capítulos III, IV y V. Al inicio
de cada capítulo se nos ofrece un cuadro resumen, sumamente clarificador, de los
contenidos fundamentales a desarrollar].

· Latourelle, R. Teología de la Revelación. Salamanca, Sígueme, 1989, 583 pp. [Esta


es una de las obras más completas sobre la revelación publicada en los últimos
años. Es un estudio sumamente rico en las aportaciones bíblicas y dogmáticas
sobre la revelación. Su estudio, muy sistemático, ofrece un resumen claro de la
teología de la revelación].

· Martínez Díez, F. Teología Fundamental. Dar razón de la fe cristiana. Salamanca, San


Esteban, 1997, 278 pp. [Es un libro de fácil lectura y comprensión. Escrito desde los
retos que tiene el creyente de hoy, intenta mostrar cómo la fe en la revelación, como
opción personal, sigue siendo un don más que una conquista. La segunda parte del
mismo está dedicada a la revelación].

III.- TEMARIO

Tema 1: Dimensiones fundamentales de la revelación cristiana I: El


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concepto de Revelación

Tema 2: Dimensiones fundamentales de la revelación cristiana II:


Características fundamentales de la Revelación

Tema 3: La Revelación en la historia de la salvación: Antiguo


Testamento.

Tema 4: La Revelación en la historia de la salvación: Nuevo


Testamento.

Tema 5: Consideraciones del magisterio de la Iglesia sobre la


Revelación: La Constitución del Vaticano II ‘Dei Verbum’.

Tema 6: Panorama actual de la reflexión teológica sobre la Revelación.

Tema 7: La credibilidad de la Revelación

Tema 8: Dificultades del creyente contemporáneo en la aceptación de la


Revelación.
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TEMA I
DIMENSIONES FUNDAMENTALES DE LA
REVELACIÓN CRISTIANA
(PRIMERA PARTE)

I.- OBJETIVO DEL TEMA

Conocer el significado de las categorías propias de la revelación cristiana, la


palabra y los hechos, para comprender la economía de dicha revelación y su relación en
la realidad e historia humana.

II.- BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

· Alfaro, J. Revelación cristiana, Fe y Teología. Salamanca, Sígueme, 1985, 197 pp.

· Balthasar, H.U. von. Sólo el amor es digno de fe. Salamanca, Sígueme, 1971,142pp.

· Torres Queiruga, A. La Revelación de Dios en la Historia. Madrid, Fundación Santa


María, 1985. 74 pp.

III.- DESARROLLO:

1.- Introducción
2.- El término ‘Revelación’

2.1.- La Revelación y términos afines


2.2.- Fases de elaboración del concepto teológico revelación
2.3.- Categorías fundamentales del concepto revelación

3.- Características fundamentales de la Revelación cristiana

3.1.- La Revelación como acontecimiento de Palabra

3.1.1.- Palabra y relación interpersonal


3.1.2.- Palabra y testimonio
3.1.3.- Palabra y encuentro

3.2. – La Revelación como acontecimiento en la Historia

3.2.1.- Sentidos del concepto ‘acontecimiento’


3.2.2.- Relación palabra-hechos

3.3.- La historicidad como elemento constitutivo de la Revelación

4.- Conclusión
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1.- Introducción

En esta lección nos vamos a centrar en dos puntos fundamentales:

· En primer lugar, en el concepto revelación. Debemos leer el apartado


correspondiente intentando responder a las preguntas que siguen:

· ¿Qué queremos decir con el término?


· ¿Qué confiesa el creyente cuando afirma que Dios se ha revelado?
· ¿Cómo el hombre razona, desde la comprensión teológica, sobre dicho
concepto?

· En segundo lugar, en las características fundamentales de la revelación cristiana.


Debemos leer el apartado correspondiente intentando responder a las preguntas
que siguen:

· ¿Por qué la revelación es un ‘acontecimiento de palabra’?


· ¿Qué relación establece la palabra con la relación interpersonal?
· ¿Cuándo la palabra se convierte en testimonio?
· ¿Por qué la palabra fomenta el encuentro?
· ¿Por qué la revelación es un ‘acontecimiento en la historia’?

2.- Clarificación terminológica del término ‘revelación’

2.1.- La revelación y términos afines

En el intento de clarificación terminológica que nos proponemos abordar en el


presente epígrafe, debemos ser conscientes de la dificultad que, incluso en nuestros días,
tiene la teología, cuando quiere precisar lo que entiende por el término revelación:

· La primera dificultad surge de la Biblia misma. La Biblia no presenta un único


término para indicar lo que nosotros entendemos por revelación, sino
muchos: gnosis, epifanía, testimonio, palabra, verdad, gloria, alianza, ley,
evangelio, gracia , luz, misterio, profecía, oráculo, predicación,
enseñanza,...

· Por otro lado, segunda dificultad, a lo largo de la historia del cristianismo, no


siempre se ha empleado el término revelación para designar los modos y
las maneras cómo Dios se ha comunicado y se ha hecho perceptible al
hombre. En la evolución del pensamiento teológico nos encontramos con
diversos términos para expresar la comunicación de Dios a los hombres.
Según esta evolución tenemos que:

· en la teología de los primeros siglos más que de revelación se hablaba de


‘economía de la salvación’; es decir, de las diversas obras y acciones
que Dios había llevado a cabo para la salvación del hombre.
Historia
Palabra
Economía
Revelación
Verdad

· en la teología actual se habla asimismo de ‘historia de la salvación’. Con


esta expresión se quiere reflejar el mensaje fundamental de Dios, que
es un mensaje de salvación en la historia del hombre.

· algunos teólogos prefieren la expresión ‘Palabra de Dios’; La palabra es


uno de los rasgos más vivos en la revelación bíblica. Este rasgo se
constata en el siguiente convencimiento de los creyentes: Dios habla
a los hombres. La importancia de su palabra en el Antiguo
Testamento no es sino la preparación del hecho central del Nuevo,
donde esta palabra –el Verbo- se hace carne.

· en el concepto de ‘verdad’ algunos han querido expresar también la


expresión comunicativa de Dios; en nuestro uso corriente afirmamos
que un pensamiento o una palabra es verdadera cuando está conforme
con lo real. La misma realidad es verdadera cuando se desvela, resulta
clara y evidente a nuestros ojos, es decir, no oculta. Pero en la
experiencia bíblica de verdad un nuevo elemento se añade: la noción
bíblica de verdad se fundamenta en la experiencia del contacto con
Dios. En el Antiguo Testamento esto se expresa en la fidelidad a la
Alianza; en el Nuevo Testamento la verdad se expresa en la plenitud
de revelación centrada en Jesucristo.

A pesar de que algunos teólogos comienzan a hablar de un empleo inflacionista del


concepto revelación o de ésta como una ‘categoría desgastada’ y demasiado formal,
nos sigue pareciendo la categoría más adecuada por su amplitud y universalidad.
Efectivamente, podemos convenir, cómo la categoría revelación engloba a todos los
demás conceptos. Permite las diferentes modalidades: la modalidad de los hechos, de
la historia, de la palabra y de la verdad.

2.3.- Fases de elaboración del concepto teológico ‘revelación’

La revelación en toda su amplitud, como acción de Dios que se manifiesta a la


humanidad, siempre ha estado presente en las investigaciones de los teólogos. No
obstante, como tema específico, no ha sido tema de estudio hasta la edad moderna.
Surge fundamentalmente como reacción a las críticas que se hacían desde las diversas
corrientes racionalistas, cuando ponían en cuestión la comunicación entre Dios y el
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hombre. Los racionalistas habían presentado sus reservas poniendo, incluso, en


cuestión la misma posibilidad de una relación entre Dios y el hombre que fuera más
allá de la pura veneración religiosa del hombre a un ser superior al que llama Dios.

Es verdad que la teología medieval no ignora su preocupación por la revelación,


pero se centra más bien en la revelación desde su dimensión profética, sin pretender
afrontar una noción general de la revelación de Dios a los hombres. Después del
Concilio de Trento, los teólogos se preocupan más bien por la transmisión de la
revelación que por la revelación misma. No aspiran a darnos una síntesis global sobre
el fenómeno de la revelación. Finalmente, el iluminismo, desde sus postulados
separando fe y razón, como dos formas radicalmente diferentes de conocimiento,
agudizó la incomprensión racional de una relación íntima entre Dios y el hombre.

Con los preámbulos, anteriormente señalados, llegamos a la conclusión de que el


estudio de la revelación como realidad que englobe toda relación de Dios con el
hombre no fue un proceso improvisado en la teología. Más bien fue un itinerario
histórico que fue madurando poco a poco. Dicho itinerario lo podemos resumir en
dos grandes etapas:

a).- Primera fase de elaboración: del concilio de Trento al Vaticano I

Esta primera etapa se caracteriza por presentar la revelación en términos más bien
instrumentales. Se caracteriza por ver la revelación como un hablar de Dios al
hombre, eseñándole e instruyéndole en los misterios que éste desconoce por su
limitación de conocimiento. Dios habla al hombre, por tanto, por medio de palabras y
signos, fuera del alcance humano.

Estamos ante una perspectiva de la revelación totalmente desde Dios. La


revelación sería el instrumento que Dios tiene para ‘decirnos cosas’. No obstante, en
esta primera etapa de elaboración podemos deducir algunos elementos que ya
marcaron la investigación posterior: en este momento se asegura la especificidad de
la revelación cristiana, mostrando ya su carácter sobrenatural por su origen,
contenido y finalidad. Aún más, la revelación ya aparece como necesaria para la
salvación no siendo sustituída por ninguna otra empresa de carácter filosófico,
científico o cultural.

b).- Segunda fase de elaboración: del concilio Vaticano I al concilio


Vaticano II

Antes de la celebración del concilio Vaticano II nos encontramos con que algunos
teólogos comienzan a desarrollar el elemento histórico de la revelación y a fijarse,
por tanto, en Jesucristo, como el elemento clave de la comunicación de Dios a los
hombres. Desde finales del siglo XIX hasta nuestros días las cuestiones que tanto
habían preocupado a los anteriores, tales como la posibilidad , conveniencia y
necesidad de la revelación, pasan ahora a un segundo plano.

Desde las nuevas consideraciones, histórica y cristocéntrica, los estudios a


propósito de la revelación comienzan a desarrollarse teniendo más en cuenta los
avances exegéticos de la biblia y los estudios de los santos padres. A esta vuelta a lo
1º Etapa

La revelación
en su dimensión
10
Del de
concilio
conciliodeVaticano
instrumental Trento aIVaticano
al concilio
I
Vaticano II
acontecimiento
bíblico y patrístico hay que anadir los nuevos elementos que nos proporciona el
desarrollo cultural: importantes avances de las nuevas ciencias, tales como la
psicología, la sociología, la lingüística, la filología y la hermenéutica, así como de la
antropología en sus variadas vertientes, incluso de lo religioso, impulsan el desarrollo
de una nueva noción de revelación.

En el campo filosófico aparecen nuevas perspectivas nada despreciables para los


teólogos de la revelación: desde el existencialismo de Kierkegaard primero y de
Heidegger y Sartre después, hasta la hermenéutica de Gadamer y de Ricoeur, sin
olvidar las sustanciosas reflexiones filosóficas de E. Lévinas.

Cuadro resumen

Etapas del concepto teológico ‘revelación’

2.3.- Categorías fundamentales del concepto ‘revelación’

En los diversos intentos de clarificación del término revelación vamos


descubriendo la multitud de implicaciones que conlleva. La revelación, desde el punto de
Respuesta:
Transmisión
Plenitud
Medio:
Lugar:
la
S.lenguaje
en
el
la fe
Escritura
historia
Tradición
Jesucristo
la
del palabra
hombre 11

vista conceptual, está en relación con otros conceptos a los que enriquece y con los que
se complementa.

Efectivamente, la revelación implica una multitud de elementos, tal como el


estudio de su etimología y las fases de elaboración de dicho concepto nos sugieren. La
relación de todos esos elementos pueden quedar como sigue:

1).- Dios se expresa y comunica por medio de nuestro


lenguaje. De no ser así nuestra percepción y comprensión de lo
divino no sería posible. El lenguaje humano será un medio por el
cual Dios se revela. Desde esta perspectiva surge la importancia de
la palabra.

2).- Todo este proceso se realiza en la historia del hombre.


En las experiencias humanas Dios se hace presente, se da a
conocer. Los hechos del hombre adquieren una nueva dimensión.
La historia del hombre se realiza como historia de la salvación.

3).- La teología y el magisterio han afirmado con firmeza la


plenitud de la revelación en Jesucristo. En otras palabras
podríamos añadir que Dios en Jesucristo ha dicho todo lo que
tenía que decir. A partir de Jesucristo la revelación ha llegado a su
plenitud.

4).- El Concilio Vaticano II afirma que la transmisión de l


a revelación tiene lugar por medio de la Sagrada Escritura y de la
Tradición. Al Magisterio, por otra parte, le compete ‘la función
de interpretar auténticamente la palabra de Dios’.

5).- Finalmente, la fe. La respuesta del hombre a Dios que


se comunica en Cristo es la fe. En otras palabras podemos decir
que la fe es el modo por el cual el hombre se apropia del
acontecimiento de la revelación. En la fe, el encuentro con el Dios
que se revela es posible. Ese encuentro fomenta la unidad entre los
dos interlocutores. Revelación de Dios y acto de fe son los dos
aspectos de un mismo acontecimiento.

Resumen: La afirmación más importante del cristianismo es que Dios se ha revelado en


Jesucristo. Esa revelación se realiza en la historia y se expresa por medio de la palabra.
Jesucristo es la palabra por antonomaxia. En El la cercanía de Dios con el hombre es
absoluta. La respuesta del hombre a ese Dios que se comunica es la fe.

Cuadro-resumen:
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES
DEL CONCEPTO REVELACIÓN
4.- La
1.-
a).-
b).-
2.-
3.- ¿Cómo?
La
¿Dónde?
transmisión
inspiración
Jesucristo
interpretación
LALA En el
FE losla
lenguaje
hechos
plenitud
de la revelación:
humano:
o aconteci-
de la la
REVELACIÓN
palabra. la historia
mientos:
revelación:la
Escritura Palabra 12
Tradición
Magisterio

Acontecimiento
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TEMA I:
DIMENSIONES FUNDAMENTALES DE LA REVELACIÓN CRISTIANA
SEGUNDA PARTE

En la primera parte del tema I hemos presentado el término revelación y la relación que
éste tiene con otros términos afines. Hemos afirmado, al mismo tiempo, que el concepto
revelación es el más comúnmente aceptado en la experiencia cristiana, por ser el
catalizador de los diversos elementos que intervienen en el proceso de manifestación de
Dios a la humanidad. Efectivamente, el cristianismo se estructura conforme a la
experiencia de la revelación de Dios; por eso, dicho concepto es el eje fundamental sobre
el que se construye la fe cristiana. El cristiano expresa su fe religiosa en términos de
revelación y constata la experiencia de que Dios se ha manifestado y se manifiesta a los
hombres, en la palabra y en los hechos (las obras), en los acontecimientos de su
historia. Estos acontecimientos son especialmente interpretados en los textos bíblicos
que confesamos como Palabra de Dios.

En la segunda parte del tema exponemos dos dimensiones fundamentales de la revelación


cristiana:

· la revelación de Dios como ‘acontecimiento en la palabra’. Cuando hablamos


de ‘acontecimiento en la palabra’, entendemos ésta como una ‘acción que
tiene lugar’, por eso es un ‘acontecimiento’. La palabra es la ‘acción’ por la
cual alguien se expresa y se dirige a otro, con la finalidad de establecer una
comunicación. De este modo decimos que la palabra es un
‘acontecimiento’, el acontecimiento de la comunicación, del diálogo, del
encuentro, de la relación interpersonal... Veremos la forma por la cual
podemos aplicar a Dios la ‘acción en la palabra’.

· la revelación de Dios como ‘acontecimiento en los hechos, en las obras’. El


cristiano es, igualmente consciente, de que la revelación se expresa también
en los hechos; es más, hay determinados hechos en los que la manifestación
de Dios adquiere un valor singular. Así lo podemos constatar, en primer
lugar, en el pueblo de Israel; posteriormente, en la encarnación de
Jesucristo y en el consiguiente desarrollo de la fe en las primeras
comunidades cristianas. Jesús de Nazaret mismo es un acontecimiento en la
historia del hombre, es un hecho único de Dios en la historia de la
humanidad. Veremos, también, la forma por la cual podemos aplicar a Dios
la ‘acción en los hechos’.

La revelación como ‘acontecimiento en la palabra’ y la revelación como


‘acontecimiento en los hechos’ está presente en la compleja estructura de la Sagrada
Escritura. En ella la revelación es expresada en la palabra y en los hechos. Ambas
realidades aparecen íntimamente unidas. En la unidad de ambas podemos afirmar el
valor de la historicidad de la revelación. Este planteamiento será desarrollado en los
epígrafes que siguen a continuación.
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3.- CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DE LA REVELACIÓN


CRISTIANA

3.1. La Revelación como ‘acontecimiento en la Palabra’

Una de las características fundamentales de la revelación cristiana es la palabra. La


palabra es un medio. Un medio por el cual Dios y el hombre se relacionan. En el
lenguaje humano, expresado en palabras, Dios se manifiesta; el hombre, por medio de
su lenguaje transmite, a su vez, la experiencia religiosa que percibe de esa
manifestación de Dios.

En otros términos, si Dios quiere hacerse comunicable, comprensible, tiene que


entrar en la inmanencia del lenguaje humano, para que el hombre pueda entender
mínimamente su grandeza y bondad; por otra parte, los hombres no tenemos más que
nuestro lenguaje para expresar a Dios; en dicho lenguaje destacamos, especialmente,
la palabra hablada y la palabra escrita. Ahora bien, ni Dios se agota en la expresión
humana ni la experiencia humana de Dios se reduce a su propia expresión hablada o
escrita. Esto permite una comunicación siempre abierta que se ve impulsada a ser
escuchada, profundizada, meditada, interpretada...

¿Dónde afirmamos la palabra como característica fundamental de la revelación


cristiana?: en la Sagrada Escritura. Efectivamente, en la Biblia, los cristianos
confesamos la experiencia religiosa de Israel y de las primeras comunidades cristianas
como palabra de Dios. Dios se dirige al hombre en la experiencia religiosa de
Abrahan, de los profetas y, especialmente, de Jesucristo. Esa experiencia se formula,
se comunica y transmite a los demás en la expresión humana de la palabra. Si Dios
está detrás de todas y cada una de las experiencias humanas que configuran los
diversos relatos bíblicos, afirmamos que sus palabras son palabra de Dios.

Por esta razón, si la palabra es una característica fundamental de la revelación de


Dios, será necesario ver y analizar lo que comporta; es decir, ver el significado que
hay que dar a la palabra como reveladora de Dios.

Uno de los medios que tenemos para comprender mejor el significado de la palabra,
como reveladora, de Dios está en la experiencia que el hombre tiene de su propia
palabra. A partir de la experiencia humana de la palabra podemos comprender, por
analogía, el valor de la palabra de Dios, en la medida en que esta palabra es cercana
a la palabra del hombre, al mismo tiempo que distinta y superior de ella.

Analogía: entendemos por analogía un modo de razonar; un razonamiento que consiste


en atribuir cualidades semejantes a seres diferentes. En otros términos, la analogía es un
razonamiento por comparación en clave de semejanza, pero no de igualdad. En el caso
que nos ocupa aplicamos el valor que damos a las palabras humanas a la Palabra de Dios,
pero siendo conscientes de que la realidad comunicativa de Dios es más grande que
nuestras palabras.

La experiencia que tenemos los hombres de lo que la palabra humana comporta se puede
englobar en tres dimensiones, claves a toda experiencia humana: la palabra nos pone en
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relación con los otros, nos ofrece la posibilidad de una relación interpersonal; la palabra,
si es veraz, nos compromete, dando testimonio de lo que decimos; la palabra fomenta un
diálogo. En el diálogo dos o más personas se encuentran. La palabra provoca el
encuentro.

3.1.1.- Palabra y relación interpersonal

(1).- Dimensiones humanas de la palabra como relación interpersonal

La relación tan estrecha que existe entre palabra y relación interpersonal se comprueba
en la experiencia que todos tenemos de las relaciones humanas. La palabra, en muchos
casos, inicia y mantiene la relación, por ser un medio permanente de comunicación. Las
investigaciones modernas sobre el lenguaje de la comunicación siguen considerando la
palabra como el instrumento más completo. Varias son las razones que así lo acreditan:

· En primer lugar, porque la palabra constituye al hombre como tal; ella hace
que una comunicación sea plenamente humana, en comparación con los
demás seres del universo, entre los que no existe ni es posible un lenguaje
hablado. Somos conscientes de que no necesariamente la pronunciación
de palabras conlleva comunicación. ¡Es verdad! cada vez estamos más
acostumbrados a oír muchas palabras sin contenido o al menos sin un
contenido fácilmente descifrable. Para que la palabra implique una
comunicación será necesario el cumplimiento de las razones que siguen a
continuación.

· En segundo lugar, porque la palabra comporta dos dimensiones que se


complementan:

· La palabra nos ayuda a salir de nosotros mismos. Expresa hacia el


exterior una idea. A esta expresión exterior la denominamos dimensión
objetiva de la palabra. Lo que se dice es formulado en los términos
convencionales de nuestro lenguaje. Pronunciado el mensaje, bien de
forma oral o escrita, el contenido queda fijado fuera de nosotros
mismos. Es un mensaje que ya no nos pertenece del todo, porque los
oyentes o lectores intervienen en el proceso de comunicación que
hemos iniciado.

· La palabra es pronunciada por un sujeto determinado. Alguien expresa la


idea, es un sujeto el que emite las palabras, el que las piensa antes de
pronunciarlas y el que las desarrolla desde su interioridad. La palabra
es manifestación de la interioridad del que habla, transmisión de su
personalidad. Las palabras identifican a los sujetos, porque son
expresión de su individualidad. A esta expresión de la interioridad la
denominamos dimensión subjetiva de la palabra.

· En tercer lugar, porque la palabra tiene una finalidad bien determinada: la de


dirigirse a alguien, a fin de ser acogida. La palabra indica, por tanto, la
exigencia de una relación, de un diálogo, de una respuesta. Cuando esto
se da nuestras palabras se convierten en instrumento de unión o comunión
entre los hombres. Cuando esto no se da las palabras pueden ser
elementos de discordia y división entre nosotros.
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(2).- La analogía: de las palabras humanas a la palabra de Dios

En el apartado anterior hemos señalado algunas razones por las cuales la palabra se
convierte en el instrumento privilegiado de los hombres, cuando quieren establecer
una comunicación entre sí más plena. En este, vamos a aplicar a Dios, de modo
analógico, esas razones. Seguiremos, para ello, los mismos pasos:

· Hemos afirmado, en primer lugar, que la palabra es la comunicación auténtica


o propiamente humana. Por otro lado hemos visto que no tenemos más
que nuestro lenguaje, especialmente el lenguaje hablado, para expresar
nuestra experiencia religiosa. Si hacemos un recorrido breve por la
experiencia religiosa del hombre bíblico, podemos descubrir los elementos
que explican la elección que Dios hace de la palabra humana para
revelarse. Solamente nos vamos a fijar en algunos ejemplos:

· La reflexión que el pueblo de Israel hace a propósito de la creación del


universo y la formulación de Dios como creador, así expresado en los
relatos bíblicos correspondientes, nos clarifican esta cuestión. Dios
por la palabra crea las cosas; cada acto creador de Dios va
acompañado de la expresión ‘y dijo Dios’. Aquí podemos entender el
‘acontecimiento de la palabra’ como una ‘acción’ bien precisa, la
acción creadora y creativa de Dios.

· En estos mismos relatos de la creación también podemos observar la


particularidad del hombre en ese mismo acto creador. De todos los
seres creados Dios solamente aparece dialogando con el hombre. Ya el
hombre bíblico había percibido la cercanía de Dios, la intimidad de
Dios, en las experiencias humanas, en este caso, en la experiencia de
la fragilidad.

· La experiencia de los profetas está cargada de las expresiones de Dios en


primera persona. El profeta habla en nombre de... Su mensaje se
refleja como si Dios mismo hablase directamente a los hombres.

· La experiencia de Jesucristo culmina o perfecciona todo este proceso.


Jesucristo habla directamente a los suyos por medio de parábolas y
por medio de los milagros, en los que la palabra y la acción van
íntimamente unidos.

Mientras que la palabra humana se limita a la expresión, la palabra de Dios es


creativa y eficaz en sí misma, hace lo que dice.

· Hemos señalado, en segundo lugar, la doble dimensión de la palabra: su


dimensión objetiva y su dimensión subjetiva.

· Dimensión objetiva: Dios en las expresiones humanas, cuando estas son


pronunciadas o puestas por escrito ‘salen a la luz’ y por tanto son
objetivadas. Adquieren un valor permanente y universal. La
17

interpretaciones y experiencias concretas de los hombres irán


actualizando su palabra en cada persona y en cada acontecimiento.

· Dimensión subjetiva: En las palabras objetivadas de Dios descubrimos


quién es, cómo actúa, cuál es su voluntad.

· Finalmente hemos indicado, en tercer lugar, la idea de que toda palabra


dirigida a alguien espera una respuesta. En el caso de la palabra de Dios
podemos convenir que, efectivamente, su palabra nos interpela de tal
manera que el hombre se ve involucrado a dar una respuesta.

3.1.2.- Palabra y testimonio

(1).- Aproximación desde la experiencia humana

Desde el punto de vista humano, el testimonio es la palabra por medio de la cual una
persona invita a otra a admitir una ‘cosa’ como verdadera. El que habla garantiza al
oyente que su palabra es veraz. El oyente, desde la confianza que deposita en el
locutor, confía en la palabra escuchada.

Esta garantía, dada por las propias afirmaciones, constituye el elemento específico
del testimonio. El que acoge la palabra y cree en ella, no lo hace por la evidencia de
la verdad, sino en virtud de la seriedad y de la autoridad de aquel que afirma lo dicho.

Por tanto, por un lado el testimonio compromete al que habla, en cuanto que su
persona es garantía de verdad y de honestidad, y, por otro, el testimonio requiere la
fe del que escucha, en cuanto que confía en la sinceridad del testigo al cual se
remite.

(2).- El testimonio de Dios en su Palabra

Podríamos decir que toda la revelación está fundada en el testimonio; la revelación es


una palabra de testificación por parte de Dios, cuya veracidad es absoluta.

En la Sagrada Escritura encontramos, con frecuencia, la noción de testimonio:

· Ya en el Antiguo Testamento, Dios escoge a ciertos hombres, que no son la


verdad ni la luz, pero que dan testimonio de la verdad y de la luz, porque
hablan en nombre de Dios y ponen su vida al servicio de esta palabra.

· En el Nuevo Testamento, Jesucristo mismo se presenta como el testigo del


Padre: ... porque yo no he hablado de mí mismo; el Padre mismo, que me
ha enviado, es quien me mandó lo que he de decir y hablar, y yo se que
su precepto es la vida eterna. Así pues, las cosas que yo hablo, las hablo
según el Padre me ha dicho (Jn 12, 49-50).

· Finalmente, Jesús instituye un grupo de testigos, que son los doce apóstoles.
Ellos dan testimonio de la vida y de la doctrina de Jesús, sobre todo de su
muerte y resurrección; todo lo que han visto, oído, experimentado del
propio Jesús, los convierte en testigos directos de su persona y de los
acontecimientos que han tenido lugar. Las comunidades cristianas acogen
18

este testimonio que, a su vez transmiten, conservándolo e interpretándolo.

Según todo esto, podemos convenir que toda la revelación está fundada en el
testimonio; es una palabra de testificación por parte de Dios cuya veracidad es
absoluta. El testimonio exige una actitud de confianza y un compromiso que implica
no sólo el pensamiento, sinto también la voluntad y el amor. El testimonio, por tanto,
establece una relación profunda que afecta a la interioridad de los dos interlocutores
y que es una verdadera comunión recíproca.

(3).- Diferencias entre el testimonio humano y el testimonio de Dios

Por analogía podemos razonar lo que engloba el testimonio de Dios. No obstante es


importante señalar que el testimonio de Dios presenta algunas características propias,
respecto a la experiencia del testimonio que tiene lugar entre los hombres. Señalamos
la diferencia principal:

· Dios no solamente manifiesta la verdad de lo que dice y de lo que hace, sino


que confirma su revelación en la infalibilidad (en el no error) y en el
carácter absoluto (definitivo) del propio testimonio, en cuanto que éste se
identifica con él mismo, con su ser absoluto, perfectamente bueno y
verdadero; por eso su testimonio tiene una garantía segura. El testimonio
de Dios va acompañado de la fuerza y energía necesarias para llegar al
corazón humano porque es infalible, veraz y definitivo.

· El testimonio humano, por otro lado, no posee esta certeza, porque en el


hombre coexisten la verdad y el error o la mentira; el testimonio humano
no alcanza jamás la plena manifestación; por esta razón las relaciones
humanas, en algunos momentos, se hacen difíciles. El testimonio humano
es limitado, el testimonio de Dios es creativo y eficaz en sí mismo.

El testimonio de Dios va muy unido a su Palabra. Es más, la Palabra de Dios es una


Palabra de testimonio. Dios, como ser personal, garantiza lo que dice con su poder
infinito y con su autoridad. Por esta razón el hombre, en la respuesta a su invitación, se
fía de El, con una actitud de fe. En este proceso se establece una verdadera comunión
interpersonal entre Dios y el hombre.

3.1.3.- Palabra y encuentro

Hasta ahora hemos visto que la revelación, como ‘acontecimiento de palabra’, nos ofrece
dos dimensiones de Dios en la comunicación que establece con el hombre: la posibilidad
de una relación interpersonal y la voluntad de dar testimonio a propósito de lo que se
dice. Ahora vamos a exponer un tercer y último aspecto: el encuentro. La palabra
favorece que las personas se encuentren. Por esta razón también decimos que la
revelación es un encuentro; un encuentro que supone diálogo, comunión, donación y
compromiso recíproco.

Según esto, una de las condiciones indispensables, para realizar un encuentro efectivo
entre dos personas que quieren conocerse y amarse en profundidad está en la
reciprocidad. El encuentro sólo tiene lugar si los interlocutores están dispuestos al
diálogo. El diálogo exige, por naturaleza, la correspondencia del otro. En el momento en
19

que se realiza la unidad entre dos personas, cuando ambas hablan, se escuchan y se
responden, se puede decir que existe realmente un encuentro de comunión y de
entendimiento.

Hemos visto cómo la revelación implica , por parte de Dios, la comunicación plena de su
voluntad, la entrega de su persona en Jesucristo. En la revelación Dios se dirige al
hombre y el hombre responde adhiriéndose con la fe. Cuando ambas partes establecen la
comunicación, oferta y respuesta a lo que se ofrece, es cuando propiamente hablando
podemos decir que la revelación ha tenido lugar. Cuando el diálogo se establece, la
revelación de Dios encuentra su cumplimiento en la respuesta afirmativa del hombre,
porque la comunión entre ambos tiene lugar.

Por esta razón, la respuesta del hombre forma parte esencial de su propia realización.
Cuando el hombre se abre a Dios que le habla, se deja ‘coger’ por su verdad, Dios y el
hombre se encuentran. En ese encuentro, la palabra de Dios y la palabra del hombre son
los dos términos entre los cuales se mueve y vive la revelación, constituyendo juntos su
propia naturaleza. Los dos términos se relacionan el uno con el otro en una tensión vital,
por medio de la cual las dos personas quedan totalmente implicadas y comprometidas,
aunque cada una de modo diverso, en cuanto que las dos conservan la propia identidad,
haciéndolas diferentes entre sí.

3.2. La Revelación como ‘acontecimiento en los hechos’

3.2.1.- Algunas aproximaciones

Cuando, en el desarrollo de nuestro razonamiento, queremos aplicar el concepto


‘acontecimiento en los hechos’ a la revelación, nos encontramos con varias posibilidades
de aproximación. Todas ellas forman parte de la comprensión de la revelación como
acontecimiento en la dimensión temporal de los hombres. Señalamos las aproximaciones
siguientes:

· La primera aproximación se expresa en ésta constatación: los hechos forman


parte de la revelación en cuanto que son el contexto temporal y espacial
en los que se realiza la revelación. En otras palabras, podemos decir, que
la revelación se realiza en tiempos y lugares determinados que la obligan a
insertarse y someterse en los límites de la historia. Podemos ofrecer
muchos ejemplos de la Sagrada Escritura a este respecto: los patriarcas,
los profetas, el propio Jesús de Nazaret,... todos ellos se hallan inmersos
en lugares geográficos determinados y en contextos culturales concretos.

Esta inserción en lo espacio-temporal, constituye un factor determinante


de la revelación. La revelación no se nos presente como un punto cerrado
y absoluto, sino como un camino progresivo de hechos y signos que
alcanzan su plenitud en Jesucristo.

· La segunda aproximación se centra en la idea que sigue: los hechos entran en


la revelación en cuanto que son objeto y contenido de la revelación
misma. Una evidencia de esto la encontramos en el símbolo de la fe. En el
credo, los cristianos afirmamos no sólo doctrinas abstractas, sino también
hechos históricos; de este modo afirmamos que Jesucristo nació, padeció
bajo el poder de Poncio Pilato, murió, fue sepultado y resucitó. De
20

manera semejante se expresa el símbolo de la fe o credo histórico de


Israel; en dicho credo se hacen referencia a hechos significativos, hechos
‘fundacionales’ de la fe del pueblo de Israel; de esta forma se recuerda: la
vocación de un patriarca (Abraham), el acontecimiento salvífico de la
liberación de Egipto, con Moisés a la cabeza y la entrada en la tierra
prometida, entre otros.

· La tercera aproximación nos indica que determinados hechos prueban la


verdad de la revelación. Hay hechos históricos que confirman la veracidad
de la revelación. Ya en el Antiguo Testamento la verdad de las profecías y
la legitimidad del profeta quedaban garantizadas por la realización y la
verificación de la propia profecía.

Un ejemplo, sumamente elocuente, de cómo los hechos son reveladores en sí mismos


lo podemos encontrar en los milagros de Jesús. El milagro, en Jesús de Nazaret, es
una manifestación auténtica de la intervención y de la presencia de Dios, además de
ser una confirmación de la palabra revelada. Los milagros de Cristo manifiestan
claramente la voluntad propia de Dios: la salvación del hombre.

3.2.2.- Relación Palabra-Hechos

Del epígrafe anterior constatamos que los hechos llevan consigo una manifestación
de la voluntad de Dios, que revelan su plan salvífico y su concreta realización. Al
mismo tiempo hemos visto que la palabra adquiere energía y vitalidad por medio de
los hechos. Existe, por tanto, una relación de complementariedad entre la palabra y
los hechos. La palabra sirve para interpretar, esclarecer y profundizar el mensaje que
los hechos contienen en sí mismos.

En la Sagrada Escritura podemos observar el valor que tiene la palabra en relación


con los hechos. Haciendo un repaso a las múltiples funciones de la palabra en el
Antiguo y Nuevo Testamento, podemos señalar los siguientes:

(a).- La palabra anuncia el hecho:

· La palabra aparece como anuncio o profecía del hecho que va a ocurrir, del
acontecimiento en la historia que tendrá lugar. Por medio del profeta,
Dios revela su plan y el modo de realizarlo.
· La palabra puede asumir, también, el valor de un mandato o de una orden,
que da sentido a la acción de quien se adhiere al mandato y lo sigue. De
este modo la acción no es sólo obediencia a una orden, sino realización
del plan salvífico expresado a través de la palabra imperativa.
· La palabra, finalmente, puede ser una exhortación. El profeta o el apóstol, por
medio de promesas o amenazas, invitan al pueblo a la conversión y a la
consolidación de la fidelidad a Dios, restableciendo los compromisos
contenidos en la alianza.

(b).- El hecho confirma la palabra:

· Aquellos que son testigos de los hechos salvíficos de Dios se ven movidos a
proclamarlos. Sus palabras se han acreditado en los hechos que han
experimentado. De esta forma nace el kerigma o anuncio; el kergima
21

recuerda los hechos en los que Dios ha manifestado su poder. Esta


proclamación puede ser seguida por las generaciones siguientes, haciendo
actual y vivo su sentido; de este modo los hechos se prolongan en el
tiempo y son válidos para siempre.
· Los hechos son narrados en las palabras. Los hechos son relatados, contados.
La narración será la forma natural de interpretar la salvación, cuando ésta
se ha realizado en un acontecimiento.
· Los hechos son explicados. De esta forma se convierten en enseñanza para
otros. Pablo, por ejemplo, se esfuerza en comprender y explicar el hecho
de Cristo, desentrañando, motivando y manifiestando el sentido
inagotable de este acontecimiento por antonomaxia. Cuando los hechos
son explicados la acción de Dios, su Palabra se renueva constantemente.

Resumen: la revelación cristiana comprende, por tanto, la palabra y los hechos. En la


palabra y en los hechos la salvación de Dios se manifiesta y se realiza. Ambos elementos
se complementan: el hecho alcanza su plenitud a través de la palabra que lo proclama,
anuncia, explica,... Por otra parte, la palabra se confirma y hace verídica en los hechos.
La expresión perfecta de esta unidad y complementariedad entre palabra y hechos es
Jesucristo. Jesucristo es el Verbo (la Palabra) encarnada (el hecho).

3.3. La historicidad como elemento constitutivo de la Revelación

En los epígrafes anteriores hemos desarrollado la revelación como ‘acontecimiento en


palabra’ y la revelación como ‘acontecimiento en los hechos’. Ambos acontecimientos
forman parte de la esencia misma de la revelación cristiana, siendo sus características
fundamentales. En el ‘acontecimiento en la palabra’ atisbamos que Dios toma la iniciativa
de revelarse y manifestarse; en el ‘acontecimiento en los hechos’ afirmamos que el
hombre puede conocer a Dios desde las obras concretas de su acción.

Según este planteamiento podemos concluir que la revelación cristiana es una revelación
positiva, porque no acontece únicamente en la subjetividad del hombre, sino que se
acredita en acontecimientos históricos (la palabra y los hechos), constatables y
comprobables por cualquier persona que observe. Pero, en estos acontecimientos, el
creyente descubre algo que no se limita a la pura positividad, descubre ‘la verdad
profunda de Dios y de la salvación del hombre’.

Por tanto, si Dios se manifiesta a través de la palabra y de los hechos, ambos, elementos
de la historicidad humana y si Dios se sirve de ellos para llevar adelante su acción
salvadora, podemos concluir que la historicidad es un elemento fundamental y
constitutivo de la revelación cristiana.

Dios ha entrado profundamente en la historia humana y ha dispuesto un camino


progresivo de salvación, hasta el acontecimiento definitivo de Jesucristo. Ante esta
constatación del cristiano nos encontramos con una tensión inevitable, es decir, por un
lado la historicidad del hombre y por otro la eternidad de Dios, la verdad transcendente
de Dios. Sin embargo la revelación asume ambas realidades, ya que es al mismo tiempo,
verdad, transcendencia de Dios, e historia, inmanencia del hombre.

¿Cómo precisar la unidad de los dos momentos Palabra y hechos, verdad e historia, sin
que ninguno de ellos quede absorbido en el otro? La palabra no puede anular el hecho y
el hecho no puede anular la palabra; del mismo modo la verdad, Dios mismo, no puede
22

anular la historia y la historia no puede anular la esencia misma de Dios. Ambos


elementos conservan su propia esencia y singularidad. Esto es lo que permite
relacionarse sin confundirse. En otras palabras, podríamos decir que la revelación se
plantea como una relación ordenada, progresiva, entre Dios y el hombre, de tal modo
que Dios, aun permaneciendo perfectamente él mismo más allá del hombre, entra en la
comunión con el hombre. Y el hombre, aun siendo siempre una criatura condicionada por
el tiempo, participa de la infinita realidad de Dios.

Somos conscientes, finalmente, de que la afirmación ‘Dios se da a conocer o se


manifiesta en la historia del hombre’ plantea algunos problemas de razonamiento que
deben ser abordados. Estos problemas serán tenidos en cuenta a lo largo del curso en
una lección específica para ello.

4.- CONCLUSIÓN

Hemos llegado a la conclusión de esta lección, titulada Dimensiones fundamentales de


la Revelación Cristiana. En ella hemos abordado el término Revelación y las
características fundamentales de la Revelación cristiana. Ahora te ofrezco una conclusión
final, recapitulatoria de lo desarrollado en la lección y que puede servirte de síntesis
aclaratoria.

Cuando el cristianismo expresa su fe en un Dios que se revela está afirmando una


relación específica del hombre con Dios y un modo concreto de entender y vivir a Dios y
de comprenderse, como hombre creyente, a sí mismo. En los cuadros-resumen que
siguen encontrarás algunas ideas fundamentales de la lección, que te pueden servir como
elemento de trabajo y reflexión:

La revelación, tal como la entiende el cristiano, nos aporta una experiencia de Dios
muy concreta que puede ser expresada en los puntos que siguen:

· En la revelación de Dios en la historia descubrimos que su trascendencia o


eternidad no implica la ‘ausencia del tiempo’. La eternidad de Dios,
porque se manifiesta en el tiempo, nos pone de manifiesto ‘la autoridad
sobre el tiempo’. Por eso la historia se convierte en ‘don de Dios’,
expresión de su voluntad. Por eso, también, la historia se convierte en
realidad de salvación.
· En la revelación de Dios en la historia experimentamos el dinamismo de
Dios. Dios adquiere un valor personal, actúa como persona. Es un Dios
cercano, imprevisible en sus acciones, por eso es un Dios siempre nuevo.
· En la revelación de Dios en la historia comprendemos su interpelación. Es
un Dios que nos interpela porque espera de nosotros una respuesta.
· En la revelación de Dios en la historia sabemos que es libre y trascendente,
Señor y creador, liberador. No se confunde, por tanto, con la caducidad
de las cosas ni con la infidelidad del hombre. Su libertad y trascendencia
lo hace superior al hombre, pero no alejado de él.

La comprensión de la historicidad, como elemento constitutivo de la revelación


nos permite también iluminar la realidad del hombre.

· El hombre, ante un Dios que se revela, se descubre inserto en la historia de la


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salvación. En ella cree poder realizarse y encontrar el sentido a su


existencia de un modo más pleno.
· El hombre, ante un Dios que se revela, se trasciende a sí mismo. La relación
de diálogo que Dios y el hombre establecen, permite a ambas partes
introducirse la una en la otra.
· El hombre, ante un Dios que se revela, se compromete a realizar en la
historia la promesa salvadora de Dios.

Algunas preguntas pueden enmarcar la reflexión y el estudio:

· ¿Por qué la revelación es un ‘acontecimiento en la palabra’?


· ¿Por qué la revelación es un ‘acontecimiento en los hechos?
· Desde la propia experiencia personal: ¿Qué importancia tiene la palabra en la
relación interpersonal?
· Desde una experiencia de Dios: ¿Cómo se explica la acción de Dios en la vida
de los hombres?
· ¿En qué sentido se afirma que la historia es un elemento constitutivo de la
revelación cristiana?
24

TEMA 2:
LA REVELACIÓN EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN: ANTIGUO
TESTAMENTO

1.- INTRODUCCIÓN

En el primer tema hemos presentado las dimensiones fundamentales de la


revelación cristiana. En la presente lección pretendemos mostrar esas dimensiones
fundamentales en la experiencia histórica y religiosa del pueblo de Israel; en los
epígrafes que siguen desarrollaremos algunas experiencias de revelación, relatadas en
los textos del Antiguo Testamento.

Comprendemos la expresión de Dios en el Antiguo Testamento desde el concepto


Historia de la Salvación. Al final del primer tema afirmábamos que el elemento
constitutivo de la Revelación era precisamente la historicidad. Efectivamente, la
historia, nuestra historia, será el lugar donde podamos percibir la presencia de Dios.
La historia del hombre será el lugar donde la acción de Dios, por medio de las
mediaciones humanas, tendrá lugar.

Ahora bien, si nuestra historia se ve ‘santificada’ por la presencia y acción de Dios,


podemos afirmar que es historia de salvación. Pero la historia humana y la historia de
la salvación no son dos historias en paralelo. No existe por un lado la historia de los
hombres y por otro la historia de Dios con los hombres. No son dos historias en
paralelo. Es la misma historia del hombre la que alcanza un valor nuevo; la historia
del hombre pasa a ser comprendida como historia de la salvación cuando Dios es
percibido, experimentado y expresado en las experiencias humanas.

Por lo tanto, la expresión historia de la salvación podría definir lo que es la Biblia o


quizá aún mejor, aquello de lo que habla la Biblia; pero esto no quiere decir, en
absoluto, que la experiencia religiosa de salvación expresada en la Biblia se agote en
su narración, en sus textos relatados. La historia de la salvación no es sólo la historia
narrada en la Biblia, en sus diversos libros; es también, sobre todo, la historia de
nuestros días, la historia que vamos viviendo y que viviremos en el futuro, como así
nos lo recuerdan los profetas.

En el primer tema hemos expresado la revelación como un acontecimiento en la


palabra y un acontecimiento en los hechos. Ahora veremos estas afirmaciones en la
experiencia bíblica. La experiencia bíblica es comprendida desde sus experiencias
concretas e históricas de salvación; por eso hablamos de historia de la salvación.

Desde estos preámbulos podemos afirmar lo siguiente:

· En primer lugar, que el pueblo de Israel formuló la palabra como palabra de Dios;
· en segundo lugar, que este mismo pueblo expresó su vivencia de los hechos
históricos como la acción de Dios en la historia viva del pueblo;
· finalmente: si hablamos de una palabra que es la Palabra de Dios y si hablamos de
unos hechos en los que Dios interviene revelándose, podemos decir que la
historia del pueblo de Israel es historia de salvación y que nuestra historia, en la
medida en que la Palabra y los Hechos vengan de Dios, actualiza y refresca la
experiencia religiosa y salvadora de Israel.
25

2.- La revelación de Dios por medio de la palabra en el Antiguo Testamento

2.1.- La Revelación del nombre de Dios: el ‘vehículo’ de la palabra.

Uno de los frutos que nos aporta el estudio de la revelación en la Sagrada Escritura
es el descubrimiento de Dios como un ser que se expresa en el lenguaje humano; se
expresa por medio de la palabra humana. Aquí nos encontramos con uno de los
logros más importantes del pueblo de Israel: conceder a Dios un carácter personal.
Dios es un ser personal cuya presencia se experimenta con todos los atributos del ser
persona, entre ellos la capacidad de comunicarse, la capacidad de hablar en y por
medio de las mediaciones humanas.

Si bien es verdad que, en muchos pasajes del Antiguo Testamento, Dios se nos
presenta como un ser escondido, misterioso: de cierto que tú eres un dios oculto, el
Dios de Israel, el salvador; no lo es menos, que el pueblo de Israel cuida muy bien
de no confundir al Dios que se revela en el Sinaí con los demás dioses paganos.
Yahvé, al contrario, sin temor a perder ese sentido de transcendencia, nos revela,
incluso, su propio nombre”, tal como se nos relata en el libro del Exodo:

“contestó Moisés a Dios: ‘si voy a los israelitas y les digo: el Dios de vuestros
padres me ha enviado a vosotros; cuando me pregunten: ¿cuál es su nombre? ¿qué
les responderé? Dijo Dios a Moisés: ‘yo soy el que soy’. Y añadió: así dirás a los
israelitas: yo soy me ha enviado a vosotros. Siguió Dios diciendo a Moisés: así
dirás a los israelitas: Yahvé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, el Dios
de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para
siempre, por él seré invocado de generación en generación” (Ex- 3, 13-15). Esta
misma idea la podemos encontrar expresada en la fórmula ‘yo soy’ en Ex 6, 2”.

En estos y otros pasajes del Antiguo Testamento encontramos a un Dios que habla a
su pueblo y transmite sus palabras por medio de sus mensajeros. Este acto de palabra
puesto en la boca de Dios se plasma en la cultura bíblica con el concepto ‘dabar’.
‘dabar’ es la palabra, pero no una palabra cualquiera; es la palabra de Yahvé. De ahí
que la categoría fundamental bajo la que acontece la revelación pueda expresarse con
el concepto ‘dabar’.

Por eso la revelación es la revelación del nombre de Dios. La proclamación del


nombre de Dios equivale a decir que se ha establecido en y sobre el pueblo de Israel
una relación de dominio, de protección y propiedad. Esto es posible debido a que el
nombre ofrece y ,al mismo tiempo, garantiza la presencia y el significado de la
persona que se entrega y se comunica. Por eso puede ponerse el nombre en lugar de
la presencia.

2.2.- Algunos aspectos de término ‘dabar’ = Palabra

Los especialistas en el término hebreo ‘dabar’ = Palabra nos señalan, al menos tres
aspectos que resaltamos a continuación porque enriquecen la noción que nosotros
tenemos del término ‘palabra’, en las lenguas modernas. El hebreo es una lengua muy
pobre en vocabulario, pero muy rica en su expresividad. Con pocos términos
comunica mucho. En un solo término se dicen muchos elementos. Desde esta
apreciación de la lengua hebrea señalamos los aspectos siguientes:
26

· Algunos especialistas dan al término ‘dabar’ el sentido de ‘estar por detrás’, de


‘empujar’. Los profetas hablan de una palabra que no es la suya, sino de Dios;
nosotros somos proclamadores de una palabra que no nos pertenece en su origen
porque viene de Dios. Luego, cuando nosotros hablamos en nuestro lenguaje de
Dios, si realmente es ‘dabar’, ‘alguien está detrás’ de lo que se dice.

· Otros autores dan al término ‘dabar’ el sentido de ‘proyección hacia delante de lo


que está por detrás en el corazón’. Los autores bíblicos anuncian, en cierto
sentido, el futuro. Nos hablan de una promesa que va a cumplirse; por eso
cuando hablan de la Palabra de Dios, expresan, a su vez, convencimiento: ‘hablan
con el corazón’.

· Otros especialistas dan al término ‘dabar’ el sentido de ‘transfondo de una cosa, la


energía que transforma las cosas y a las personas’. En el mensaje profético, por
ejemplo, los profetas constantemente hacen una llamada a la conversión, al
cambio de vida. Su palabra cambia los acontecimientos. Nuestras palabras
cuando son ‘la Palabra de Dios’, deben ser capaces de cambiarnos y de
transformarnos; si en nosotros se produce cambio y transformación, la realidad
se volverá mucho más positiva; todo adquiere un nuevo sentido, el sentido de
Dios.

Desde esta riqueza etimológica del término ‘dabar’ debemos superar una explicación
insuficiente: Dios no dicta materialmente a los autores bíblicos la redacción de sus
experiencias religiosas. La misma forma que tienen los autores para hablarnos nos
dice que ellos mismos no lo entendieron así.

Al referirse a la recepción de la palabra de Dios, hablan de que la han oído, de lo que


han visto, de lo que han recibido en sueños. Son intentos por manifestar una
experiencia que no tiene expresión adecuada en el lenguaje humano. La
comunicación con Dios es inexpresable. Está claramente en la conciencia, pero la
palabra que se intenta proclamar se queda en un puro balbuceo. En todo caso, la
palabra de Dios le llega al oyente en la palabra de los autores bíblicos, que es
perfectamente analizable.

2.2.- Doble valor del término ‘dabar’ = Palabra

El término hebreo ‘Dabar’ tiene múltiples acepciones. Entre las múltiples acepciones
que los exégetas le conceden destacamos aquellas que consideramos de especial
relevancia. Señalamos, ante todo, dos acepciones:

· ‘dabar’ significa el acto mismo de pronunciar una palabra o de hablar. ‘dabar’


expresa un contenido, un mensaje articulado que tiene sentido.
· Pero ‘dabar’ significa también, al mismo tiempo, aquello que denomina,
aquello que nombra. En el orden de los hechos, de los sucesos, ‘dabar’ es
el evento en sí, el suceso histórico en sí. Un suceso histórico revelador de
Dios se convierte él mismo en Palabra.

Analizando estas dos acepciones que concedemos al término ‘dabar’ nos percatamos
de dos categorías o significados de importancia transcendental: la palabra en sentido
propiamente dicho y la acción, de tal manera que una depende de la otra. No hay
palabra sino existe una acción que la respalde y no hay acción o actividad sino brota
27

de la palabra. ‘dabar’ es palabra y acción al mismo tiempo; por eso ‘dabar’ es la


palabra de Dios.

Para Israel, por lo tanto, la palabra posee este doble valor ‘porque es expresión de
pensamientos e intenciones, de proyectos, de decisiones; es un discurso inteligible,
comprensible; ilumina el sentido de los acontecimientos porque ‘nombra’ las cosas.

Por otra parte es una fuerza activa, una energía que cumple lo que significa; realiza lo
que el hombre piensa y decide en su corazón. Palabra de deseo, de promesa o de
intimidación; su acción permanece durante todo el proceso que inicia. Su eficacia es
tanto mayor cuanto más poderosa sea la voluntad que la engendra o más profunda
sea la fuente de donde brota. La palabra libera una energía que ya no puede
recuperarse; su eficacia está especialmente atestiguada en los relatos bíblicos, con los
cambios de nombre en los personajes importantes. Este cambio de nombre determina
una nueva pertenencia, una vocación; del mismo modo podemos atisbar su energía
transformadora en las fórmulas de bendición o de maldición.

El realismo de la palabra está también atestiguada por el hecho de que ‘dabar’


designa no solamente la palabra, sino también la realidad, el acontecimiento que
origina. Brevemente, la palabra es una fuerza activa cuya vitalidad se enraiza en el
dinamismo de la persona que la pronuncia. Apenas se distingue de la persona, de la
que es un modo de ser y de obrar; nadie habla sin revelarse.

Desde este sentido podemos concluir que la palabra de Dios nos es dada como tarea;
es decir, como fuerza histórica, puesto que es en la historia donde se realiza. Así lo
atestiguan varios especialistas del tema cuando afirman que la palabra de Dios, que
nos es dada como tarea, instrucción y guía para los hombres, tiene fuerza histórica,
crea historia y repercute en la historia. El cometido y la acción de los profetas, por
ejemplo, es justamente un expresivo ejemplo de ello.

Esta concepción del término ‘dabar’, es decir, como realidad histórica, hace que en el
Antiguo Testamento el tema de la palabra divina no sea objeto de especulación
abstracta, como sucede en otras corrientes de pensamiento. Es ante todo un hecho de
experiencia. El valor dinámico de ‘dabar’ incluye, inevitablemente, toda la dimensión
de la experiencia. Esto hace que nuestra comprensión de la Escritura sea siempre
actual. Las biblia nos relata experiencias de fe que engendran, a su vez, nuevas
experiencias; es más, ‘aquello que fue para otros ayer, experiencia, es ahora para
nosotros tradición; y aquello que es hoy para nosotros experiencia será en su
momento tradición para otros mañana. Ahora bien lo que ha sido experiencia no
puede transmitirse más que en experiencias renovadas.

Pero desde el momento en que esta proclamación de experiencia se hace por la


palabra, no estamos ante una manifestación que arrase o ante una fuerza bruta; al
contrario, es una manifestación que ofrece, dialoga, anuncia, explica, manifiesta un
designio, una voluntad: el secreto de Dios.

Podríamos concluir este apartado diciendo que en el Antiguo Testamento, la palabra,


‘la palabra de Yahvé’ toma un relieve especial; tan especial que tal expresión recoge
lo más importante en la comunicación divina. Un ejemplo concreto de esto lo
tenemos en los profetas: para ellos la Palabra de Dios, es pues, el hecho primero que
determina el sentido de su vida, y la forma extraordinaria en el que la palabra surge
en ellos hace que atribuyan su origen a la acción del Espíritu de Dios.
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3.- La Revelación en los hechos. La expresión de esta dimensión en el Antiguo


Testamento.

Con Abrahán nace la historia de la salvación propiamente dicha. Esta historia


consiste en la elección de un pueblo, por parte de Dios, como instrumento para la
realización del plan de salvación; una vez que la humanidad era incapaz de
reencontrar por sí sola la comunión con Dios perdida por el pecado.

En esta historia, historia de salvación, podemos distinguir tres momentos principales:

· Los hechos que tuvieron lugar con Abrahán y los patriarcas.


· Los hechos sucedidos con Moisés durante el éxodo.
· La vida de Israel en la tierra de Canaán.

3.1.- Los hechos que tuvieron lugar con Abrahán y los patriarcas.

El pueblo de Israel, antes de descubrir la universalidad de la revelación en la


confesión de fe en un Dios creador, vivió y experimentó una relación íntima,
privilegiada con Yahvé. Dios es percibido en la promesa. La manifestación de la
palabra de Dios en la promesa adquiere especial relevancia para nosotros, dada la
importancia que a esta realidad concede toda la escritura; no en vano consideramos a
la promesa como el motor que mueve y dinamiza la vida y la historia del pueblo
elegido. Podemos decir, a este respecto, que en la promesa hecha por Yahvé al
pueblo de Israel, la revelación se concreta en la historia de un pueblo, en los avatares
de un grupo de personas, de ahí que la revelación que comienza con Abrahán sea
llamada, en relación a su sentido, revelación como promesa.

Pero no podemos hablar de promesa si antes no hacemos referencia a la elección y a


la respuesta a esa elección que es la fe. En otras palabras, podemos decir, que la
promesa sólo tiene sentido en el pueblo de Israel porque previamente ha habido una
elección y porque la respuesta del hombre es afirmativa a esa elección en su fe. No
hay promesa sin elección y sin una respuesta afirmativa, en la fe, por parte del
hombre. Estos tres elementos, elección, promesa y fe, son esenciales para
comprender la figura de Abrahán y para comprender la relación que Dios establece
con su pueblo, tal como Israel la va definiendo a lo largo del Antiguo Testamento.

Con brevedad vamos a ver las implicaciones de estas tres realidades: elección,
promesa y fe. También analizaremos la relación que se establece entre ellas tres en la
experiencia religiosa de Abrahán y de los patriarcas.

(a).- La elección

La elección nos pone de manifiesto una gran convicción de Israel: ‘Yahvé es el único
Señor del universo y el destino humano depende radicalmente de su voluntad’. A lo
largo del Antiguo Testamento algunos personajes se presentan como ‘elegidos’ por
Yahvé para cumplir una misión determinada. Disponemos de muchos ejemplos.
Señalamos algunos:

· Tanto Caín como Abel ofrecen a Yahvé el fruto de su trabajo. Ninguno de


ellos parece tener más mérito que el otro. Sin embargo ‘Yahvé miró
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propicio a Abel y a su oblación, pero no miró propicio a Caín y a su


oblación’ (Gn 4, 1-5).
· El relato del diluvio se abre con el cuadro de la humanidad, que se ha hecho
numerosa y bulliciosa (Gn 6, 1-3). Entonces es cuando estalla la doble
decisión de Dios. ‘Dijo Yahvé: voy a exterminar de sobre la faz de la
tierra al hombre que he creado... Pero Noé halló gracia a los ojos de
Yahvé’ (vv. 7-8).
· Este mismo fenómeno se vuelve a repetir a propósito de la elección de
Abrahán (Gn 12, 1-3), de Isaac (Gn 25, 21-33) y de José (Gn 37, 3-8).
· Desde el punto de vista humano muchas veces nos extraña la elección de
Dios. Es el caso de Moisés, cuando éste pone muchas pegas a su elección;
es el caso de David, el más pequeño e insignificante de una familia
numerosa; es el caso de Salomón, hijo fruto de un adulterio; en otros
casos, la elección particular de Yahvé recae especialmente en la persona
del rey, como en los casos de David, Saúl y Salomón, siendo la voluntad
divina la que les concede el poder.
· El tema de la elección se aplica finalmente a la tierra de Israel y en especial al
templo; éste constituye, con la institución dinástica, el signo mayor de la
elección de Israel como pueblo privilegiado de Yahvé.

(b).- La promesa

La realidad de la promesa no se puede separar del acto de elección; es, en cierto modo
una declaración de favor que encontrará más tarde su realización. El motivo de la
promesa divina aparece, sobre todo, en la época de los patriarcas; pero se encuentra
además en otros muchos escritos. En los textos que preceden al exilio, la promesa puede
tener por objeto el don de la tierra, la asistencia o la protección al elegido o también el
nacimiento de un hijo heredero. En la promesa, al igual que en la elección, no puede
faltar el aspecto de la gratuidad de Dios.

La promesa, el ‘acto de prometer’ es una de las palabras claves del lenguaje del amor, del
lenguaje de Dios. Prometer es empeñar uno a la vez su poder (su capacidad) y su
fidelidad, proclamarse seguro del porvenir y seguro de sí mismo y es al mismo tiempo
suscitar en la otra parte la adhesión del corazón y la generosidad de la fe.

Dios, en su manera de prometer, en la certeza que posee de no decepcionar jamás, revela


su grandeza única: ‘Dios no es hombre para mentir ni hijo de Adán para retractarse’
(Num 23, 19). Para Dios prometer es ya dar. Según esto, en Israel, las promesas son la
clave de una historia de la salvación, que son el cumplimiento de las profecías y de los
juramentos de Dios.

(c).- La fe

La fe surge en Abrahán en el contexto de la promesa. Por esta razón, cuando hablamos


de promesa no podemos olvidar el aspecto de la fe. Israel, cuando desarrolla ‘la teología’
de la promesa, la desarrolla a partir de la experiencia de la fe. Promesa y fe son dos
elementos, dos experiencias que se fusionan. Sólo el que tiene fe espera en las promesas
de Dios; sólo el que espera en las promesas de Dios tiene fe en El.
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3.2.- Los hechos que sucedieron con Moisés durante el Exodo

Cuando hablamos de la Alianza nos estamos refiriendo, fundamentalmente, a la


experiencia religiosa que Moisés tiene en el Sinaí. Esta experiencia religiosa de Moisés,
primero oral y luego escrita, forma un conjunto de narraciones de grandes dimensiones.

La experiencia del pueblo en la Alianza se va plasmando en una legislación concreta. El


pueblo de Israel, cuando se va organizando como pueblo, cuando deja de ser nómada
para pasar a instalarse en una tierra, comienza a organizarse en lo social, en lo político y
en lo económico; toda esta organización se plasma en códigos, leyes y normas. El
aspecto religioso no está ausente en toda esta organización del pueblo como tal. La
dimensión religiosa es tan fuerte que inevitablemente será el factor de unidad,
identificación y organización del pueblo de Israel. Su organización política y social
cuenta con Dios bajo el signo de la Alianza.

(a).- Horizonte geográfico: la teofanía del Sinaí

La Revelación de Dios en el Sinaí hace referencia a un lugar geográfico determinado: la


montaña del Sinaí (Horeb). En la historia de las religiones, las montañas han jugado
frecuentemente un papel relevante. En las religiones antiguas, el espacio se valoraba más
por su calidad que por su cantidad o localización geográfica. Lo que experimentaba un
individuo o una comunidad en un lugar concreto determinaba su valor. El espacio donde
se manifestaba la divinidad adquiría el valor de sagrado.

¿Por qué algunas montañas adquieren un valor sagrado para las culturas antiguas?
Responde a una concepción mítica y cosmológica en la que el centro del mundo lo ocupa
una montaña sagrada, cuya cima ‘toca el cielo’ y cuya base ‘se asienta en las
profundidades del abismo’. La cima de la montaña es el eje del mundo donde se juntan
los tres espacios cósmicos: el cielo, la tierra y el mundo subterráneo.

La religión del antiguo Israel no es ajena a esta mentalidad. En el Antiguo Testamento se


mencionan varias montañas consideradas como sagradas. En estos lugares sagrados
Israel revive acontecimientos históricos de salvación, porque en ellos han tenido lugar
experiencias importantes de liberación.

El monte Sinaí (Horeb) se convierte en lugar sagrado porque en ese lugar Israel
experimentó la presencia viva y cercana de su Dios. Por esta razón Sinaí/Horeb es, ante
todo, el punto de encuentro entre Dios y su pueblo. En esta montaña Dios concertó una
alianza con Israel, la alianza por excelencia. Sinaí/Horeb es el escenario en el que Dios
reveló su ley.

La Teofanía: entendemos por teofanía la manifestación de lo divino. Dada la importancia


que tiene la teofanía=manifestación de Dios en el lenguaje religioso de Israel,
encontramos, en los relatos que engloban la Alianza, el elemento teofánico como ‘la
garantía’ de que la Alianza proviene de Dios y no del hombre.

La representación teofánica sigue los esquemas clásicos en su forma de narración: nubes,


truenos, relámpagos, humo y fuego, temblor de tierra, etc. En realidad, en la narración se
combinan los elementos propios de la tormenta con otros más bien característicos de la
erupción volcánica. Lo real se mezcla con lo simbólico, lo natural con lo sobrenatural, en
una especie de ‘liturgia cósmica’. Los aspectos visuales se funden con los auditivos
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alcanzando su culmen en el diálogo de Dios con Moisés. Un diálogo singular en el que el


trueno aparece como ‘la voz de Yahvé’ que habla a Moisés. El pueblo se mantiene
inmóvil al pie de la montaña, contemplando y escuchando, estremecido. En este marco
solemne y grandioso resuena clara y distinta la voz de Dios: ‘Entonces Dios pronunció
estas palabras’...

(b).- El término Alianza

El término Alianza (en hebreo Berit) no es propiamente religioso, sino profano. Aunque
la etimología del término no está del todo clara los lingüistas señalan que podría
significar ‘compromiso solemne’.

En hebreo, por otra parte, ‘hacer o establecer alianza’ se expresa con una locución que
literalmente habría que traducir por ‘cortar la alianza’ (Karat berit). Esta expresión puede
derivar del ritual antiguo con el que se sellaban los pactos o alianzas, tanto en el mundo
mesopotámico, como en Grecia y Roma: se descuartizaban unos animales y los
contratantes pasaban por medio de las piezas del animal descuartizado; con este gesto
parece que se deseaban mutuamente padecer la suerte de los animales así destrozados, si
quebrantaban el pacto.

Por tanto, la expresión ‘cortar la alianza’ implica, en primer lugar, la idea de compromiso
u obligación. ¿Cuál es el compromiso?: guardar la ley, obedecer la voluntad de Dios y
cumplir lo pactado. En segundo lugar, nos pone de manifiesto cómo el término alianza
antes de referirse a las relaciones de los hombres con Dios pertenece a la experiencia
social de las personas. Estos se ligan entre sí con pactos y contratos. Son acuerdos entre
individuos o grupos sociales que quieren prestarse ayuda. Ejemplos: alianzas de paz,
alianzas entre hermanos, pactos de amistad e incluso el matrimonio.

Por otro lado, las culturas antiguas practicaban corrientemente en sus sociedades pactos
de vasallaje. Estos pactos eran tratados entre desiguales, en el que el poderoso o el más
fuerte promete su protección al débil, mientras que éste se compromete a servirle. En
estos casos el inferior puede solicitar la alianza; pero el más fuerte o poderoso es el que
la otorga, si le place, imponiendo sus condiciones.

(c) .- Historia y ley

La experiencia de la Alianza con Moisés tiene lugar después de un gran acontecimiento


histórico para Israel: la salida de Egipto, el paso de la esclavitud a la libertad. Una vez
que la liberación se ha realizado y cuando el pueblo israelita alcanza la tierra prometida,
tiene lugar la experiencia de la ley.

Por esta razón las leyes del pueblo de Dios, tal como se han conservado y transmitido en
las tradiciones bíblicas, no deben separarse de los acontecimientos históricos-salvíficos.
Los sucesos ocurridos en Egipto preceden a los sucesos del Sinaí. El cumplimiento de la
ley, de lo pactado en la Alianza, garantiza la presencia de Yahvé en el pueblo, su
protección y su salvación.

Israel, con respecto a la ley hace esta reflexión: puesto que hemos sido salvados,
liberados, tenemos que cumplir lo pactado en la Alianza. Tanto es así, que en Dt 6, 20-
24, se nos dice: cuando te pregunte tu hijo el día de mañana: ¿qué significan esas
normas, esas leyes y esos decretos que os mandó el Señor, nuestro Dios?, responderás a
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tu hijo: éramos esclavos del faraón de Egipto y el Señor nos sacó de alli ... y nos
mandó cumplir todos estos mandamientos... para nuestro bien y para que vivamos
como hasta hoy.

La respuesta que el padre da su hijo puede parecer, al menos a primera vista, un tanto
desconcertante. El hijo interroga a su padre acerca de las leyes que Dios le ha mandado
cumplir y el padre le responde con la historia de la liberación de Egipto. Aparentemente
esta respuesta no tiene nada que ver con la pregunta del hijo. Sin embargo, en ella se
encuentra realmente la clave explicativa de la ley. En la afirmación de la liberación de
Egipto, llevada a cabo gracias a la intervención de Yahvé, se encierra el porqué de la
observación de la ley. El mismo Señor, que con su poder salvador ha logrado que Israel
escapara de Egipto, ha mandado a éste las leyes que debía observar. Por ser comunicada
en la historia, la palabra de Dios es algo más que una idea o doctrina moral o religiosa.
Es todo un acontecimiento que no puede disociarse de los demás acontecimientos del
pueblo de Dios.

Ahora bien, del mismo modo que la intervención de Dios en la historia ha sido salvífica,
también las leyes que El les ha ordenado tienen un valor y una dimensión salvífica. La
actuación de Dios, tanto en la liberación de la esclavitud como en la donación de la ley,
persigue una finalidad: ‘Para nuestro bien, para que vivamos como hasta hoy’. La ley
promulgada en un contexto de liberación tiene una meta evidente: para que el pueblo
viva dignamente y en libertad, para que no vuelva a caer en la esclavitud.

3.3.- La vida de Israel en tierra de Canaán

Después de la conquista de la tierra de Canaán, Israel se enfrenta a un gran problema que


implica su misma existencia como pueblo de Dios y ejecutor de la ley otorgada en la
Alianza: debe elegir si permanece fiel a su misión y vocación como pueblo elegido o, por
el contrario, se aleja de Yahvé para iniciar un nuevo camino y una nueva orientación; es
decir, elegir si debe confiar en el poder humano o fiarse únicamente de Dios y tenerle
sólo a él como Señor.

En múltiples ocasiones, el pueblo, juntamente con sus jefes, cae en la tentación de ser
como los demás pueblos, olvidando la propia vocación y la elección de Yahvé.
Efectivamente, el pueblo olvida los grandes acontecimientos de la salvación realizados
por Yahvé y se ha dejado engañar por las apariencias terrenas. Israel, en la traición de la
Alianza, se convierte en un pueblo en medio de los otros pueblos, un pueblo más del
mundo. Ha vuelto las espaldas a Dios, ha abandonado a su Señor, ha faltado a la alianza
de Dios.

En Canaán, los israelitas sufren la tentación de asimilar a la cultura pagana las


costumbres y las expresiones tradicionales del pueblo y de satisfacer su deseo de conocer
y honrar a los dioses extranjeros. Es un tiempo fuerte de prueba. En estos momentos de
prueba, de sufrimiento y de desolación, el pueblo toma conciencia de la realidad
maravillosa de la alianza con Yahvé.

Surge la figura del profeta. El mensaje del profeta denuncia y anuncia. Denuncia la
situación de injusticia, el abandono de Yahvé, la falta de fidelidad a la Alianza: anuncia un
tiempo futuro de salvación, de liberación, una vida nueva en Dios. Llegará un
acontecimiento definitivo de salvación; Israel recibirá una nueva revelación y conocerá
profundamente el misterio de Dios. Ese acontecimiento de salvación será para todos los
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pueblos.

4.- Conclusión

La estructura fundamental de la revelación en el Antiguo Testamento consiste, en


definitiva, en un encuentro de comunión del hombre con Dios. Esta visión de las cosas,
esta experiencia religiosa del pueblo de Israel, hizo posible una nueva comprensión de la
existencia del hombre.

La existencia del hombre se ve constantemente enriquecida en la revelación progresiva


de Yahvé. Esa revelación se va configurando en su Palabra. La Palabra de Yahvé se
acredita en los ‘dichos’ y en los ‘hechos’ de la historia de Israel; en la historia de Israel
Yahvé manifiesta su voluntad de salvación.

Preguntas para la reflexión y el diálogo:

1.- ¿Qué quiere decir la expresión ‘historia de la salvación’?


2.- ¿Por qué la revelación del nombre de Yahvé es importante en la expresión religiosa
del pueblo de Israel?
3.- ¿Cuáles son los aspectos fundamentales de término ‘dabar’=palabra?
4.- ¿Cómo se puede relacionar ‘la palabra que se enuncia, lo dicho’ con la acción, el
suceso o acontecimiento? ¿Cómo están ambas dimensiones en la Palabra de Dios?
5.- ¿Qué hechos históricos son fundamentales en la experiencia de Revelación que tiene
Abrahán?
6.- ¿Qué aporta la experiencia religiosa de la Alianza con Moisés?

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