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BOLETIN Nº 1 - AÑO 2016

“M., F. C. vs. C. N.A. - SUMARIO”, Expte. N° EXP - 343740/11.

FALLO

Salta, 04 de Marzo de 2.016

Y VISTOS: Estos autos caratulados “M. F. C. vs. C. N.A. – Sumario: daños y perjuicios.
Embargo Preventivo (conexo a 143.022/05)”; Expte. N° 343.740/11 del Juzgado de 1ra.
Instancia en lo Civil y Comercial 1ra. Nominación; Expte. N° 343.740/11/15 de esta Sala
Tercera; y CONSIDERANDO:
La Dra. Nelda Villada Valdez, dijo: I.- Que contra la sentencia de fs. 156/158 y su acla-
ratoria de fs. 167, interponen recursos de apelación el Dr. Gaspar Javier Solá Usandivaras
en su carácter de apoderado de C. a fs. 163 y el señor F. C. M., por sus propios derechos, a
fs. 168.
1.- A fs. 200/203 expresa agravios el accionante, con el patrocinio letrado de la Dra.
Flavia Calvente Mazzone. Se queja por cuanto la sentencia hace lugar parcialmente a la de-
manda declarando procedente el daño moral, no así el daño material, el que se encuentra
acreditado, gastos que datan desde el año 2.005 y que deben ser soportados por la acciona-
da. Expresa que la denegatoria crediticia no solamente perjudicó su persona, sino también
a la señora M. P. L. al no haber podido retirar un automóvil licitado en fecha 18 de diciem-
bre de 2.006, habiéndosele rechazado también la ampliación de margen de Tarjeta Naranja
por lo que tuvo que realizar un viaje a España sin disponibilidad económica para hacer
frente a cualquier eventualidad. Resalta que la información errónea no fue suprimida a
pesar de contar con dos sentencias y la aplicación de astreintes, habiéndose borrado el dato
por el plazo de cinco años que establece la ley. Considera que yerra el sentenciante “pues
no cabe sostener la inexistencia de una probabilidad suficiente de un beneficio económico
frustrado por la actitud de la demandada para rechazar el rubro, pues esa ventaja probable,
que no por ello deja de ser un daño actual resarcible, ante su frustración, debe ser indemni-
zada en base a un criterio moderado y sensato, en atención a sus especiales características y
para ello deberá tenerse en cuenta las pautas de los artículos 902, 903 y 904 CC” (sic). Sos-
tiene que la demandada la ha dañado moral y económicamente, insistiendo en sus errores
desde que trató de generar la convicción de que su parte estaba afectada por el Veraz por
una deuda de tarjeta Provencred, cuando la entidad financiera debe ser cuidadosa en el
manejo de datos de sus clientes, más cuando no era un ciudadano común al que afectaron,
sino a un miembro de una Junta Calificadora. Manifiesta que el Juez de grado desestima
los gastos del proceso judicial, cuyo costo debe ser resarcido y si bien sus letrados fueron su
hermana y su sobrina, lo que posibilitó no tener erogaciones efectivas por honorarios, ello
obedeció a una condición particular, debiendo pagar gastos por estampillas, oficios, carta

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documento, informes de Veraz, etc., y aún cuando no abonó honorarios, por un favor a su
persona, la contraria no puede verse exenta o beneficiada. Pide se revoque la sentencia y se
acoja el daño material estimado en la suma de $ 30.000. En segundo lugar, se agravia por
cuanto la resolución condena al pago de la suma de $ 20.000 con más los intereses poste-
riores calculados al 24 % anual, estableciendo la resolución aclaratoria que los intereses se
devengarían a partir de la fecha del dictado de dicho pronunciamiento hasta su efectivo
pago, siendo que su parte requirió en la demanda la suma de $ 50.000 hace más de diez
años, con lo que se cercena el legítimo derecho de su parte a percibir intereses, debiendo
la reparación ser plena e integral, por lo que los intereses deben determinarse desde que
se produjo el daño, esto es desde la fecha de cancelación de la deuda, lo que no fue infor-
mado al banco de datos. Por último, se queja de que en la sentencia se impongan las costas
por el orden causado, cuando tuvo que recurrir a la Justicia en busca de una solución a su
problema. Expresa que su parte al iniciar la demanda estimó el monto y expuso “lo que en
más o en menos” se estime conveniente, por lo que resulta aplicable la metodología de la
imposición de costas. Pide se revoque la sentencia y se condene a la demandada al pago de
los daños y perjuicios reclamados, con más sus intereses desde la interposición de la acción
de habeas data hasta la fecha del efectivo pago, con costas.
Corrido traslado, a fs. 207 contesta los agravios el Dr. Gaspar Javier Solá Usandivaras
solicitando el rechazo del recurso de apelación, con costas. Expresa que los argumentos ge-
nerales con que la actora intenta impugnar la sentencia no constituyen la crítica razonada
y concreta que exige la norma de rito por lo que el recurso debe declararse desierto. Ante
el principio de eventualidad procesal afirma que el apelante no logra sortear el obstáculo
que presenta la ausencia de acreditación de un hecho que pueda ser imputado al deman-
dado que tuviera relación causal con un daño cierto que no pudo probar. En cuanto a la
condena del daño moral, destaca que la contraria no cuestiona el monto sino la fecha fijada
para calcular los intereses, los que solo pueden computarse a partir de la sentencia que es
cuando el Juez efectúa la estimación. Y, con relación a la condena en costas, considera que
el fundamento utilizado resulta desafortunado desde que su parte obtuvo un éxito propor-
cionalmente mayor que el del demandante por lo que la imposición de costas favorece al
recurrente y su agravio carece de interés.
2.- A fs. 210 expresa agravios la demandada solicitando que la sentencia sea dejada sin
efecto en la parte que impugna, dictándose un pronunciamiento ajustado a derecho. Ma-
nifiesta que del análisis de la prueba rendida, en especial del informe de la empresa Tarjeta
Naranja de fs. 89,  conduce a una solución contraria a la que adopta el Juzgador por cuanto
ha quedado comprobado que no existió daño alguno que hubiera sufrido el actor con mo-
tivo de su afectación en el Veraz y sin que haya tenido relación alguna con la imposibilidad
de acceder a un crédito Volkswagen S.A. y menos con el rechazo en la ampliación del mar-
gen de la tarjeta. Sostiene que el daño genera la obligación de ser reparado cuando ha sido
causado por el responsable de una acción u omisión, siendo necesario que exista una co-
nexión causal entre el acto y el resultado. Afirma que la actora no ha verificado la relación
causal entre el hecho y daño, no habiendo producido prueba alguna que permita inferir la
existencia del mismo y menos posibilite establecer su monto. Sostiene que el daño moral
no se presume y que los artículos 1.738 a 1.740 del Código Civil y Comercial (artículos
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522 y 1.078 del Código Civil) no consagran una presunción genérica, absoluta o relativa
de la existencia del daño moral por lo que la condena es manifiestamente improcedente,
convirtiéndose en un mero enriquecimiento sin causa desproporcionado e indebido. Con
respecto a las costas expone que el fallo al imponerlas por el orden causado, se aparta del
principio objetivo de la derrota, sin fundamento razonable para llegar a esa conclusión y
considera que de acuerdo a los montos reclamados en la demanda, el porcentaje a favor del
demandado es del 80 % a su favor y el 20 % en contra, por lo que la condena en costas debe
hacerse en la misma proporción. Pide costas.
Corrido traslado, a fs. 220/222 contesta los agravios el accionante y solicita el rechazo
in limine del recurso de apelación, con expresa imposición de costas. Manifiesta que la
presentación carece de idoneidad para ser considerada una concreta y fundada expresión
de agravios en los términos de artículo 255 del Código Procesal Civil. Aclara que el daño
a que hace referencia el apelante fue rechazado por el fallo, siendo errónea la conclusión
de la contraria y del Juez de Primera Instancia desde que se encuentra acreditado el daño
material en distintos puntos. En cuanto al daño moral, sostiene que la entidad bancaria
no sólo lo ha dañado moralmente y económicamente, sino que ha insistido en sus errores
llevando hasta la Corte de Justicia la acción de habeas data y aún con sentencia firme a su
favor, jamás retiró la errónea información de Veraz, la que se borró por la caducidad de
cinco años. Afirma que si la conducta de quien informó el dato fue ilegal y se ha producido
un perjuicio, se puede reclamar daño moral y daño material, siendo el bien jurídico tutela-
do, el honor objetivo de las personas, por lo que hecho reviste la forma de una infracción
de peligro concreto. En cuanto a las costas, menciona montos que no condicen con lo pe-
ticionado del que sólo se puede dilucidar un desacuerdo en su imposición, siendo que la
distribución de aquéllas no debe realizarse a partir de un criterio meramente matemático
sino de un criterio jurídico y teniendo en cuenta que su parte especificó el monto en lo que
en más o en menos se estime conveniente, por lo que no resulta aplicable la metodología de
la imposición de costas como lo hizo el juez de grado ni como lo interpreta el recurrente.
A fs. 241 se llaman autos para sentencia, providencia que se encuentra firme y consenti-
da, pasando los mismos a despacho a fs. 242.
II.- En primer lugar estando cuestionada la suficiencia de la fundamentación de los
recursos de apelación deben meritarse si ambos reúnen las condiciones para ser conside-
rados como tales.
El artículo 255 del Código Procesal Civil y Comercial dispone que el escrito de expre-
sión de agravios “debe contener una crítica concreta y razonada de las partes del fallo que
el apelante considere equivocadas…”. Es decir que el acto procesal debe refutar total o par-
cialmente la apreciación de los hechos o de las pruebas o bien, la aplicación de las normas
jurídicas al caso concreto por parte del Juez de Primera Instancia, debiendo efectuar el
recurrente un análisis de la sentencia exponiendo los motivos por los cuales considera que
el fallo apelado es erróneo. El fundamento de la impugnación “constituirá lo que se ha de-
nominado la personalidad de la apelación, a través de la cual se delimitará el conocimiento
de la Alzada” (Roland Arazi, Jorge Rojas, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”,
Rubinzal-Culzoni Editores, año 2.007, p. 997).
La parte debe leer el fallo adverso, examinar los fundamentos de hecho y derecho que
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contiene y señalar cuáles son los errores que estima ha cometido el sentenciante y que su
corrección concluirá en una solución distinta que es la que se pretende con el recurso (CA-
pel. CC. Salta, Sala V, año 1994, pág. 543; íd. Sala III, año 1996, pág. 1).
Tanto la doctrina como la jurisprudencia son contestes en sostener que debe adoptarse
un criterio amplio en cuanto a su admisibilidad a efectos de no lesionar el derecho de de-
fensa, derecho éste de raigambre constitucional, siendo criterio de ésta Sala que aún cuan-
do el memorial no reúna en forma acabada los recaudos legales, basta que contenga una
motivación mínima para fundar el recurso para que se evalúe el mismo. Además, también
se ha sostenido que en caso de duda sobre los méritos exigidos para la expresión de agra-
vios, debe estarse a favor de su idoneidad (CApel. CC. Salta, Sala III, Fallos año 1993, fl.
901; año 2001, fl. 415; año 2003, fl. 49 y 232/234, entre otros).
Ahora bien, de la lectura de los memoriales, tanto el presentado por el actor como el
del demandado surge que los recurrentes han formulado sus agravios, los que se han tras-
cripto en los considerandos, indicando cuáles son los errores, omisiones, deficiencias o
desaciertos en que consideran que ha incurrido el sentenciante, por lo que deben meritarse
los recursos interpuestos.
III.- La pretensión deducida es de contenido patrimonial, de carácter resarcitorio atri-
buida a una conducta antijurídica desplegada por la demandada, reclamándose la suma de
$ 30.000 en concepto de daño material y de $ 20.000 por daño moral. La demandada niega
la procedencia del reclamo y la sentencia hace lugar parcialmente a la pretensión, acogien-
do el reclamo por daño moral el que fija en la suma de $ 20.000 y rechaza el daño mate-
rial por no estar probado. La actora se queja por cuanto se ha rechazado el daño material
pretendido, cuestionando además, lo concerniente a los intereses fijados por daño moral;
en tanto que la demandada se agravia por entender que no se encuentra acreditada la exis-
tencia de daño alguno; y ambas partes cuestionan la imposición de las costas. Es dentro de
estos límites que se meritarán los recursos interpuestos por las partes.
1.- La ley 25.326 de Protección de Datos Personales establece en el artículo 4 el principio
de la calidad de los datos, exigiendo que el responsable del archivo almacene una infor-
mación que sea exacta, verdadera y completa; principio que se encuentra consagrado en el
artículo 43 de la Constitución Nacional. Tanto la doctrina como la jurisprudencia son con-
testes en sostener que si las entidades financieras proveen información errónea o inexacta
con respecto a la situación crediticia de una persona, incurren en un obrar antijurídico que
da origen a una atribución de responsabilidad; y en virtud de la actividad profesional que
desarrollan y de acuerdo a lo que disponían los artículos 512, 902 y 909 del Código Civil
de Vélez, deben actuar con mayor diligencia y prudencia, principios éstos que se reiteran
en los artículos 1.724 y 1.725 del Código Civil y Comercial.
2.- Sabido es que para que resulte procedente la responsabilidad, se deben reunir los
siguientes presupuestos: 1) antijuridicidad, entendida como una conducta contraria al or-
denamiento jurídico en su totalidad; 2) factor de atribución, ya sea subjetivo u objetivo; 3)
daño; 4) relación de causalidad entre el hecho del agente y el daño.
En el caso de autos, los recurrentes, en esta instancia, no han objetado la responsabilidad
que le cupo a la entidad bancaria en la información brindada a Organización Veraz S.A.,
por lo que no corresponde pronunciamiento alguno al respecto.
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Como ya lo manifestara en otros precedentes, en el régimen del Código Civil de Vélez


Sarsfield, si bien el concepto de responsabilidad era único en el derecho civil, la fuente de
la responsabilidad podía ser contractual (artículos 506 a 512 y 519 a 522) o extracontrac-
tual (artículos 1.066 a 1.083 y 1.096 a 1.136 del Código Civil), tenía la primera su origen en
una vinculación contractual “cuando hay un deber preexistente que es específico y deter-
minado, tanto en relación al objeto como al sujeto obligado (Bustamante Alsina), cuando
ha sido concretada una obligación de dar, de hacer o de no hacer algo” (Alterini - Ameal
- López Cabana, Derecho de Obligaciones, Abeledo Perrot, Buenos Aires, pág. 152). En
tanto, que la extracontractual emergía de actos ilícitos, “cuando hay un deber preexistente
que es genérico (deber general de no dañar) e indeterminado en cuanto a los sujetos pasi-
vos (Bustamante Alsina) que viene impuesto por la ley y que rige por el mero hecho de la
convivencia social” (Alterini, ob. citada, p. 152).
Conocida es la diferencia que existía entre una y otra fuente de responsabilidad, no so-
lamente en materia de legitimación para reclamar la reparación de los daños originados en
el incumplimiento, como a su extensión, sino también en lo concerniente a la prescripción,
capacidad, mora, carga de la prueba, etc. y aún cuando el artículo 1.107 del Código Civil
establecía una diferencia tajante entre ambos regímenes cuando señalaba que “Los hechos
o las omisiones en el cumplimiento de las obligaciones convencionales, no están compren-
didas en los artículos de este título, si no degeneran en delitos del derecho criminal”, ya
existía una tendencia, tanto doctrinaria como jurisprudencial, a aplicar normativas de uno
y de otro a situaciones concretas, pero en caso de que se hubiere optado por uno, la opción
lo era en bloque, o se aplicaba el sistema de la responsabilidad contractual ó de la extracon-
tractual, sin que sea dable ejercer una acumulación de ambos (Alterini, ob. citada, p. 155).
El Código Civil y Comercial ha unificado el ámbito de responsabilidad, regulando lo
atinente a la responsabilidad civil en el Libro III, Título V, Capítulo 1, a partir del artículo
1.708 y si bien se ha legislado conjuntamente la responsabilidad contractual y extracon-
tractual, perduran algunas distinciones, por ejemplo en materia de antijuridicidad, que en
lo atinente al ámbito obligacional la reglamenta en el artículo 1.749, en tanto que en la vio-
lación del deber general de no dañar a otro, se aplica el artículo 1.716. Asimismo enumera
y regula los cuatro presupuestos de la responsabilidad por daños, poniendo el acento en el
elemento “daño”, que en el supuesto de no existir, no cabe la responsabilidad civil, “pues no
hay que indemnizar” (Vázquez Ferreyra, Roberto A., “Los presupuestos de la responsabili-
dad civil en el nuevo Código”, La Ley Online, Cita Online: AR/DOC/3475/2015).
En el Código de Vélez, el daño era tratado por el artículo 1.068, cuando decía: “Habrá
daño siempre que se causare a otro algún perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria,
o directamente en las cosas de su dominio o posesión, o indirectamente por el mal hecho
a su persona o a sus derechos o facultades”, sin que se haya conceptualizado lo que es un
daño. En el Código Civil y Comercial se define el daño en el artículo 1.737 al disponer que
“Hay daño cuando se lesiona un derecho o un interés no reprobado por el ordenamiento
jurídico, que tenga por objeto la persona, el patrimonio, o un derecho de incidencia colec-
tiva”, acogiendo un criterio amplio, “daño es no solo la lesión de un derecho individual per-
sonalísimo no patrimonial o a un derecho de incidencia colectiva, sino también la lesión
a un “interés no reprobado por el ordenamiento jurídico” o “interés legítimo” (Sabrina M.
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Berger, “La clasificación de los daños en el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación”,
La Ley Online, Cita Online: AR/DOC/2467/2015).
El daño se diferenciaba entre sus dos grandes categorías, el daño patrimonial o mate-
rial, que afecta lo que la persona tiene; y, el daño moral, que en regla general lesiona lo
que el individuo es. A su vez, el daño patrimonial comprende el daño emergente, que es
la pérdida sufrida y el lucro cesante, o sea la ganancia dejada de percibir (artículos 519 y
1.069, 1° parte del Código Civil). El daño emergente “es la pérdida sufrida por el acreedor
a causa del incumplimiento”, conforme a los artículos 519 y 1.069 del Código Civil (Alteri-
ni - Ameal - López Cabana, Derecho de Obligaciones, Abeledo Perrot, Buenos Aires, pág.
286); en tanto que el lucro cesante “consiste en las ganancias dejadas de percibir (artículo
519 y 1.069 Código Civil)”(Alterini, ob. citada, p. 287). Esta clase de daño repercute en el
patrimonio de manera directa o indirecta.
Por su parte, el artículo 1.738 del Código Civil y Comercial establece lo que debe com-
prender la indemnización, incluyéndose, entre otros, “la pérdida o disminución del patri-
monio de la víctima, el lucro cesante en el beneficio económico esperado de acuerdo a la
probabilidad objetiva de su obtención y la pérdida de chances…” y “las consecuencias de la
violación de “sus afecciones espirituales legítimas” (CApel. CC. Salta, Sala III, tomo 2015,
fl. 611/615).
En lo concerniente al daño moral, este ha sido conceptualizado como toda modificación
disvaliosa del espíritu en el desenvolvimiento de su capacidad de entender, querer o sentir
y que se traduce en un modo de estar de la persona diferente de aquel que se hallaba antes
del hecho, provocando padecimientos físicos o que se perturbe la tranquilidad y el ritmo
normal de la persona (CApel. CC. Salta, Sala III, t. 2.001, f° 482/485). Se caracteriza por su
proyección moral.
En el sistema velezano, en materia contractual y por aplicación del artículo 522 del
Código Civil, la concesión o no de una indemnización por daño moral era una facultad
discrecional del juzgador, de acuerdo a las circunstancias de cada caso concreto (Borda,
“Obligaciones”, Bs. As., Ed. Perrot, año 1.971, t. 1, p. 181), habiéndose señalado que debe
demostrarse su existencia o al menos brindar indicios que permitan llegar a la conclusión
que se ha producido un agravio y ello por cuanto la falta de cumplimiento de las presta-
ciones contractuales resultan en cierto modo previsibles en el mundo de los negocios. En
tanto que en el ámbito extracontractual, el artículo 1.109 sentaba el principio de que todo
el que ejecuta un hecho que por su culpa o negligencia ocasionaba un daño a otro, estaba
obligado a la reparación del perjuicio, por lo que la violación del deber de no dañar a otro
generaba la obligación de reparar el daño causado (cf. artículo 1.068 del Código de Vélez).
Entre el daño emergente y el daño moral existía una diferencia categórica, a punto tal
que en materia de responsabilidad extracontractual el artículo 1.078 del Código Civil al
referirse al agravio moral decía que el Juez debía fijar una indemnización; en tanto que en
materia contractual, por aplicación del artículo 522 del Código Civil, la concesión o no de
una indemnización, era una facultad discrecional del Juez, por lo que no resultaba posible
una confusión entre estas clases de daño, más allá que los daños morales podían dar lugar
a un daño patrimonial, tal por ejemplo, los gastos derivados de atención psicológica.
En el Código Civil y Comercial, son pocos los artículos que mencionan el daño moral,
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pero el artículo 1.738 le otorga una nueva denominación al hacer referencia a las “afeccio-
nes espirituales legítimas” que puedan afectar a una persona (Pascual E. Alferillo, ob. cita-
da, pág. 211) y ha sido conceptualizado como “el menoscabo que sufre una persona en su
bienestar psíquico, sin que ese estado negativo o disvalioso sobreviviente (tristeza, dolor,
amargura, inseguridad, angustia, etc.) llegue a configurar una situación patológica como
consecuencia de la vulneración de un derecho o interés generado por un hecho antijurídi-
co y reprochable” (Pascual E. Alferillo, ob. citada, pág. 217). En el artículo 1.741 lo carac-
teriza como “consecuencias no patrimoniales”, cuando regula lo atinente a la legitimación
para su reclamo.
En ciertos supuestos el daño en cuestión no requiere la producción de una prueba direc-
ta, resultando suficiente la razonable presunción de que el hecho pueda haber conformado
“un sentimiento lastimado” o un “dolor sufrido” (conf. Jorge Joaquín Llambías, Tratado de
Derecho Civil, Obligaciones, t. 1, pág. 331).
No cabe duda que existe una diferencia tajante entre el daño emergente o patrimonial y
el daño moral o extrapatrimonial, tratándose de dos especies de daños absolutamente dife-
rentes, desde que uno tiene incidencia en el patrimonio de la persona y el otro, en su espíri-
tu, en su proyección moral. Así, se ha dicho, “Los daños patrimoniales y los daños morales
constituyen fenómenos totalmente diversos. Por un lado el daño en su sentido económi-
co-material y, por el otro, las perturbaciones del ánimo, los padecimientos afectivos. Son
cuestiones bien diferentes, que poseen una naturaleza propia y característica” (Jorge Mos-
set Iturraspe, Responsabilidad por daños, Rubinzal-Culzoni Editores, año 2.006, t. V, p.
91); y que “el daño patrimonial es una modificación disvaliosa del patrimonio, que se tra-
duce en un modo de estar diferente de aquel en que se encontraba antes del hecho, como
consecuencia de este y económicamente perjudicial; el daño moral, por su parte, es una
afectación del espíritu en el desenvolvimiento de su capacidad de entender, querer o sentir,
que se traduce en un modo de estar de la persona diferente de aquel en que se encontraba
antes del hecho como consecuencia de este y anímicamente perjudicial” (Matilde Zavala
de Gonzalez, El concepto de daño moral, J.A. 1985-I-726).
En general predomina el criterio de que “es el daño, el perjuicio, la lesión del interés con-
tractual frustrado el que debe merecer protección. Y esta protección, en Derecho, debe ser
lo suficientemente robusta como para restaurar al máximo el sobredicho interés contrac-
tual. La violación del contrato, el establecimiento del equilibrio, el recomponer o reponer
la ecuación económica del negocio determina, pues, que la tutela se le brinde al acreedor,
como regla, sin retaceos. Plenamente de un modo integral” (Morello, Indemnización del
daño contractual, t. I, p. 187).
También se consagra el principio de que la reparación debe ser plena en el artículo
1.740, es decir que “en aquellas situaciones que un sujeto haya sufrido un menoscabo, ya
sea en su patrimonio o en su persona, debe percibir una indemnización de determinadas
características que permita que el estado de cosas actual sea razonablemente coincidente
con el estado en que se encontraba antes de sufrir el daño. En definitiva lo que se busca es
suprimir los efectos nocivos del suceso dañoso, de la manera más completa posible” (Pas-
cual E. Alferillo, “Código Civil y Comercial Comentado – Tratado Exegético”, Director
Jorge H. Alterini, Thomson Reuters La Ley, año 2015, t. VIII, pág. 231).
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A través de la indemnización se procura reparar los perjuicios sufridos de manera inte-


gral, tratando de borrar el daño, eliminando así todo vestigio de deterioro patrimonial oca-
sionado por el incumplimiento de la obligación, restableciendo en el acreedor la situación
patrimonial que debió tener de no haber obstado a ello el hecho imputado al responsable
(CNPaz, Sala III, LL 143-473). No se trata de una sanción para el deudor, sino el resarci-
miento para el acreedor por el perjuicio que le provoca el incumplimiento.
Ahora bien, para que un daño sea resarcible resulta necesario que el damnificado acre-
dite la existencia del daño. No basta demostrar el hecho generador y su imputación a la co-
misión u omisión de una conducta determinada atribuible a una persona física o jurídica,
sino que para procurar su reparación, debe probarse fehacientemente demostrándose su
existencia real y efectiva. No bastan las simples conjeturas ni las presunciones. Esta Sala,
ha dicho: “Está claro entonces que el daño para que sea resarcible, debe ser cierto, de modo
que la acción de indemnización de daños exige la prueba de la existencia real y concreta de
ellos, no bastando un perjuicio abstracto o una mera posibilidad, no debiéndose acordar
indemnización sobre la base de meras conjeturas (CNCom., Sala C, 1965, ED, 16-885).
Quien intenta la satisfacción de un daño debe probarlo fehacientemente, trayendo al litigio
la información necesaria para su fijación por el juzgador (CNCiv., Sala C, 1970, ED, 32-
126)” (CApel. CC. Salta, Sala III, año 2.005, fl. 1.254).
El artículo 1.739 del Código Civil y Comercial al regular las exigencias que debe cum-
plimentar el daño -tanto patrimonial como extrapatrimonial- para que pueda dar lugar
a una indemnización requiere “para la procedencia de la indemnización debe existir un
perjuicio directo o indirecto, actual o futuro, cierto y subsistente…”, recaudo este último a
partir del cual “el Código pretende que el mismo sea conocido como verdadero, seguro e
indubitable para la jurisdicción al momento de valorar los antecedentes fácticos del caso
que hayan sido debidamente acreditados con prueba suficiente” (Pascual Alferillo, ob. ci-
tada, pág. 223).
Está claro entonces que el daño para que sea resarcible, debe ser cierto, de modo que la
acción de indemnización de daños exige la prueba de la existencia real y concreta de ellos,
no bastando un perjuicio abstracto o una mera posibilidad, no debiéndose acordar indem-
nización sobre la base de meras conjeturas (CNCom., Sala C, 1965, ED, 16-885). Quien
intenta la satisfacción de un daño debe probarlo fehacientemente, trayendo al litigio la
información necesaria para su fijación por el juzgador (CNCiv., Sala C, 1970, ED, 32-126).
El daño hipotético o eventual o la mera posibilidad de que pudiera haber acaecido, no re-
sulta suficiente para fundar el reclamo indemnizatorio. El nuevo Código Civil y Comercial
también consagra el principio general de que el daño debe ser probado por quien lo invoca.
Vázquez Ferreyra, dice: “La regla general es que el daño, cualquiera sea su naturaleza, debe
ser probado por quien lo invoca. La excepción está dada por los supuestos en que la ley o el
contrato lo imputen o presuman o cuando surja notorio de los propios hechos. Son los ca-
sos en que las cosas hablan por si mismas. Una lesión a la integridad psicofísica habla a las
claras de un perjuicio extrapatrimonial…” (ob. citada, Cita Online AR/DOC/3475/2015).
Por último, cabe recordar que para establecer la causa de un daño es necesario hacer un
juicio de probabilidad determinando que aquél se halla en conexión causal adecuada por
el acto ilícito. O sea que el efecto dañoso es el que debía resultar normalmente de la acción
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u omisión antijurídica, según el orden natural y ordinario de las cosas (artículo 901 del
Código Civil y artículo 1727 del Código Civil y Comercial). Vale decir que el vínculo de
causalidad exige una relación efectiva y adecuada (normal), entre una acción u omisión y
el daño; éste, debe haber sido causado u ocasionado por aquélla.
IV.- Formuladas estas consideraciones previas, analicemos los agravios expuestos por
las partes.
1.- Con respecto al daño material denegado en la sentencia apelada, el actor al reseñar
los perjuicios sufridos hace referencia: a) a la solicitud de un crédito a Volkswagen S.A. por
parte de su esposa, el que afirma haberle sido denegado por los antecedentes desfavorables
de su cónyuge. b) Aduce que Tarjeta Naranja le rechazó una ampliación del límite de la
tarjeta en fecha 13 de febrero de 2.007, ampliación que fue solicitada por haber ganado
una beca para desarrollar un curso internacional en España en el mes de marzo de 2.007.
c) La necesidad de iniciar acciones judiciales para procurar la supresión de la información
errónea, lo que le ocasionó gastos en abogado, pedidos de informes a Veraz. Reclama la
suma de $ 30.000.
Lo que pretende el actor apelante con relación a los perjuicios que dice haber sufrido por
la denegatoria de un crédito de una firma comercial y de ampliaciones de límites de tar-
jeta, es procurar reclamar la incidencia que tuvo la conducta de la entidad bancaria en su
patrimonio, procurando reparar un daño patrimonial, pero para que sea procedente una
indemnización, resulta necesaria la acreditación de su configuración, que desde ya adelan-
to y conforme a lo resuelto en el fallo apelado, su existencia no se encuentra probada.
Con respecto al crédito denegado por Volkwagen S.A., no solamente dicha solicitud no
fue efectuada por el accionante, sino que si bien se le rechazó a la señora L. una solicitud
de crédito por antecedentes desfavorables, en la misma nota -reservada en Secretaría- se le
informa la necesidad de presentar dos garantes y se le hace conocer que se reserva el plazo
establecido para la entrega de la unidad, prueba documental que fuera desconocida por la
demandada sin que el accionante haya producido prueba alguna tendiente a acreditar su
autenticidad.
Y, en cuanto al rechazo de ampliación de límite por parte de la firma Tarjeta Naranja
S.A., conforme surge del informe obrante a fs. 89 vta., la negativa de ampliación del límite
al que alude en la demanda, se dice: “…c) El día 13/02/07 fue rechazado por figurar en
juicio con C. y afectado por B. HSBC y B. R.. d) el día 16/10/07 fue rechazado por figu-
rar en juicio con C. y afectado por B. HSBC y e) El día 26/05/08 por estar afectado por B.
HSBC…”, con lo cual cabe concluir que no fue únicamente lo informado por la deman-
dada a Veraz lo que incidió en la negativa a ampliar el límite de la tarjeta, sino también su
situación frente a otras entidades bancarias, como bien lo señala la señora Juez de Primera
Instancia. También de la propia prueba documental adjuntada con la demanda y más allá
de que fuera desconocida por la contraria, surge de que en febrero de 2006 se le exigió el
libre deuda por deudas de Volkswagen, además del juicio del C., aunque en el mes de ene-
ro de 2.007 se le incrementó el límite de crédito. Menos aún se ha probado que en su viaje
al extranjero haya padecido alguna eventualidad ante la negativa de las ampliaciones del
límite de la tarjeta.
En ninguno de los invocados perjuicios, se ha producido prueba alguna tendiente a
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CÁMARA DE APELACIÓN EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE LA PROVINCIA DE SALTA

acreditar en forma concreta y cierta cuáles fueron las consecuencias que se produjo en el
patrimonio del señor M..
Ahora bien, para que un daño sea resarcible -reitero- resulta necesario que el damnifi-
cado acredite la existencia del daño, más aún en casos de daño patrimonial, en donde no
puede presumirse su existencia. No basta demostrar el hecho generador y su imputación a
la comisión u omisión de una conducta determinada atribuible a una persona física o jurí-
dica, sino que para procurar su reparación, debe probarse fehacientemente demostrándose
su existencia real y efectiva. No bastan las simples conjeturas ni las presunciones. Esta Sala,
ha dicho: “Está claro entonces que el daño para que sea resarcible, debe ser cierto, de modo
que la acción de indemnización de daños exige la prueba de la existencia real y concreta de
ellos, no bastando un perjuicio abstracto o una mera posibilidad, no debiéndose acordar
indemnización sobre la base de meras conjeturas (CNCom., Sala C, 1965, ED, 16-885).
Quien intenta la satisfacción de un daño debe probarlo fehacientemente, trayendo al litigio
la información necesaria para su fijación por el juzgador (CNCiv., Sala C, 1970, ED, 32-
126)” (CApel. CC. Salta, Sala III, año 2.005, fl. 1.254).
Se queja también el accionante por cuanto no se le han reconocido los gastos que tuvo
que afrontar en el proceso donde tramitara el Habeas Data - Expte. N° 143.022/05, como
los del presente juicio, detallando en la expresión de agravios cada uno de los rubros pre-
tendidos e incluye honorarios devengados a favor de las abogadas que lo asistieron en
aquel juicio, aunque reconoce que en virtud de una relación familiar, no tuvo gastos efec-
tivos por ellos. La sentencia dictada en el Expte. N° 143.022/05, impuso las costas a la enti-
dad bancaria (cf. fs. 173/175), lo que fuera confirmado por la Corte de Justicia de Salta (cf.
fs. 199/201) y si bien a fs. 345, 362 y 374 del expediente de Habeas Data se regularon los
honorarios de las profesionales que intervinieron en dicho proceso, no existe constancia
alguna que tales emolumentos hayan sido abonados por el recurrente, por lo que no existe
perjuicio que de origen a una indemnización.
Además, y como bien se resuelve en la sentencia apelada, los gastos en que pueda haber
incurrido el señor M. para tramitar el proceso de habeas data, deben ser reclamados en ese
juicio por cuanto se encuentran incluidos en la condena en costas, que comprende todas
las erogaciones “que el litigante se vio precisado a realizar para obtener el reconocimiento
de su derecho”, incluyéndose tanto los devengados durante la tramitación del juicio como
aquellos que fueron “efectuados antes con miras a la promoción del pleito o para evitar-
lo”(Roland Arazi - Jorge A. Rojas, Código Civil y Comercial de la Nación, Rubinzal-Cul-
zoni Editores, año 2007, tomo I, pág. 363).
Y, en relación a los gastos a los que alude por la tramitación de este juicio deberán ser
incluidos en la planilla de liquidación que oportunamente se practique y conforme a la
condena en costas que se resuelva.
En conclusión, no se ha producido prueba alguna que permita determinar la existencia
de un perjuicio con un concreto grado de probabilidad de convertirse en cierto, por lo que
procede rechazar los agravios por el daño material o patrimonial pretendido.
2.- Corresponde meritar los agravios formulados por las partes referidos al daño mo-
ral. En la demanda se reclama la suma de $ 20.000, monto este que fuera reconocido en la
sentencia, “con más los intereses posteriores que pudieran corresponder hasta el efectivo
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pago, calculados al 24 % anual” (cf. fs. 158), aclarándose en la resolución de fs. 167, que los
intereses “deberán computarse a partir del dictado de la sentencia y hasta su efectivo pago”.
El actor se queja por cuanto considera que los intereses deben fijarse “desde que se produjo
el daño, es decir desde la fecha de cancelación de la deuda, hecho no informado al banco
de datos”; en tanto que la demandada sostiene que “no se ha logrado verificar la relación
causal entre el hecho y daño, pero fundamentalmente que no se ha producido prueba al-
guna que permita inferir la existencia del daño y menos posibilite establecer su monto”,
sosteniendo la necesidad de la prueba del perjuicio extrapatrimonial.
Por una cuestión de orden, debe meritarse en primer lugar la queja de la demandada.
Teniendo en cuenta que no se encuentra en discusión la atribución de responsabilidad que
le cupo en el hecho a la entidad bancaria y no habiéndose acogido la pretensión resarci-
toria por daño patrimonial o material, cabe preguntarse si en el supuesto de autos resulta
procedente fijar una indemnización por daño moral, al cual ya se hizo referencia ut- supra.
Si bien en autos no se ha producido prueba alguna que acredite de manera fehaciente de
que el accionante haya sufrido un perjuicio concreto que afecte sus sentimientos, no cabe
duda que el hecho de haber estado afectado en la firma Veraz sin que se haya suprimido
la información en tiempo oportuno, le ha producido un daño que debe ser resarcido aún
cuando no se haya probado la extensión del mismo, más si se tiene en cuenta que se trata
de una información que llega a cantidad de personas físicas y jurídicas, quienes toman co-
nocimiento de que la persona aparece en los registros como un deudor.
Aún cuando en autos no se ha producido una prueba psicológica que acredite la exten-
sión del perjuicio sufrido por el accionante, no cabe duda que la situación generó lógicas
incomodidades y angustias, con los naturales padecimientos que ello trae aparejado, ha-
biendo entendido tanto la doctrina como la jurisprudencia, en supuestos como el de autos,
que el perjuicio se presume. En este sentido, esta Sala ha dicho “…se ha resuelto que han
padecido daño moral quienes fueron indebidamente incluidos como deudores morosos de
una tarjeta de crédito en una base de datos (CNCom., Sala D, 30-6-02, J.A. 2003-III-537).
Justifica la reparación del daño moral la sola inclusión injustificada en la base de datos de
cuentacorrentista inhabilitados o como deudor de entidades crediticias (CNCom., Sala C,
J.A. 2003-III-535). Produce daño moral la inclusión, por error del banco, en registros de
deudores morosos (CNCom., Sala B, 12-9-02, J.A. 2003-II-450)” (CApel. CC. Salta, Sala
III, 2-8-05, Aguilar vs. HSBC, expediente n° 121095, tomo año 2005, pág. 759).
Y, en igual sentido se han pronunciado otros tribunales, así se ha resuelto que “Es proce-
dente otorgar una indemnización en concepto de daño moral a quienes aparecieron injus-
tificadamente en un listado de morosos por el obrar negligente de la entidad bancaria de-
mandada, dado que el hecho de encontrarse incluido en los registros de deudores produce
una aflicción, preocupación o alteración en la tranquilidad espiritual que supera el marco
del riesgo normal de la vida cotidiana” (Tribunal Colegiado de Responsabilidad Extra-
contractual N° 2 de Rosario, D.J. y otra c. Banca Nazionale del Lavoro, 06/03/2006, La Ley
Online, Cita Online: AR/JUR/736/2006); y que: “El hecho de estar registrado injustificada-
mente como deudor en una base de acceso generalizado provoca de por sí un descrédito
por la posible sospecha  de terceros sobre la insolvencia o irresponsabilidad patrimonial
del perjudicado y por ello es procedente otorgarle una indemnización por daño moral,
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CÁMARA DE APELACIÓN EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE LA PROVINCIA DE SALTA

pues no cabe sostener que tal descalificación pueda considerarse una molestia normal de
la vida negocial” (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala F, Rodríguez,
Marcelo Eduardo c. Banco de Galicia S.A. y otros s/ ordinario, 21/08/2012, La Ley Online,
Cita Online: AR/JUR/49341/2012).
En virtud de lo expuesto, los agravios formulados por la demandada apelante no pueden
prosperar.
3.- Tampoco tiene andamiento la queja concretada por la actora con respecto a la fecha
desde la cual se deben determinar los intereses.
En efecto y como lo sostiene el apelado, el señor M. no ha cuestionado el monto conde-
nado en concepto de daño moral, esto es la suma de $ 20.000, la que se considera ajustada
a las probanzas obrantes en autos desde que no existe prueba alguna que amerite una con-
dena mayor.
Si bien en la sentencia venida en revisión, al fijar el monto indemnizatorio, la señora
Juez estima “prudente hacer lugar a lo reclamado por este concepto, es decir la suma de $
20.000, con más los intereses posteriores que pudieren corresponder hasta el efectivo pago,
calculados al 24 % anual”, en la resolución aclaratoria se deja establecido que los intereses
deben computarse a partir de la fecha del dictado del pronunciamiento (fs. 167), con lo
cual no cabe duda que la estimación del perjuicio sufrido por daño moral fue realizado en
oportunidad de fijar el monto de la condena, monto este que no fuera impugnado por el
actor.
Además, al deducirse la demanda, el apelante no ha reclamado el cobro de los intereses
por las sumas reclamadas en concepto de daño material y de daño moral, por lo que no co-
rresponde incluirlos en una condena y ello aún cuando se trata de una pretensión accesoria
por no revestir el carácter de implícita (CNCiv, sala D, 1980/02/07, La Ley 1980-B, 219;
CNCiv, sala D, 1979/04/26, La Ley 1979, C, 487; CNCiv., sala F, 1985/11/19, La Ley 1986-B,
433). Así se ha dicho: “Los intereses no proceden de modo automático, con prescindencia
de un pedido expreso, pues si se acepta que puede existir renuncia total a la reclamación
principal, con más razón también puede haberla con relación a un aspecto parcial de la
prestación constituido por los réditos. En consecuencia, cuando no existe petición de par-
te la renuncia a percibir intereses es tácita” (CNCom, sala C, 1995/05/16, La Ley 1995-C,
621). Y, la Corte de Justicia ha dicho: “No corresponde incluir en la condena el pago de
intereses cuando no han sido pedidos en la demanda explícita ni implícitamente y, por ello,
no han integrado los términos de la litis (artículos 34 inciso 4° y 163 inciso 6° del Códi-
go Procesal Civil y Comercial. El juez no puede concederlos de oficio si no hay instancia
oportuna del acreedor, habida cuenta que si bien se trata de una prestación accesoria, no
reviste el carácter de implícita” (CJS: Tomo 96: 999/1008); y que “Es descalificable la sen-
tencia que condenó a la demandada a abonar intereses, cuando éstos no fueron reclamados
en la demanda, ni constituyó siquiera tema de debate en la alzada, pues así se vulneró el
principio procesal de congruencia, al apartarse el a quo de los términos de la litis al con-
ceder más de lo pretendido, excediendo los límites de su jurisdicción, con vulneración de
las garantías de los artículos 17 y 18 de la Constitución Nacional. Los intereses constituyen
una prestación accesoria, que no reviste el carácter de implícita, y debe haber integrado
los términos de la litis para viabilizar su tratamiento. Aunque el crédito origine intereses
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moratorios, deben ser pedidos por el acreedor para que incremente la condena. El juez no
puede concederlos de oficio” (CJS: Tomo 101: 869/876).
4.- Resta por último meritar los agravios referidos a las costas, las que se impusieron por
el orden causado en primera instancia. El accionante sostiene que deben ser impuestas a
la accionada en virtud de que la estimación de los montos reclamados en la demanda los
fueron en lo que “en más o en menos” el juez estime conveniente; en tanto que la accionada
considera que deben imponerse en la proporción en que prosperó la pretensión.
El artículo 67 del Código Procesal Civil y Comercial consagra el principio general que
la parte vencida en el juicio debe pagar las costas, y ello en virtud del hecho objetivo de la
derrota, sin importar las circunstancias subjetivas ni la conducta de las partes, ni su buena
o mala fe (CApel. CC. Salta, Sala IV, t. XIII, fl. 75; id. t. VII-A, año 1985, p. 242; id. t. XIII,
fl. 235/236).
Pero, cuando se trata de una pretensión de daños y perjuicios, las indemnizaciones tien-
den a compensar los daños sufridos por la víctima por lo que las costas integran la in-
demnización y aún cuando no prosperen la totalidad de los rubros reclamados. Así se ha
dicho que “El hecho de que no progrese la demanda en alguno de los rubros resarcitorios
pretendidos, no debe en principio, incidir en el régimen de costas cuando aquélla prospera
en cuanto al fundamento de la condena resistido por el demandado al contestarla” (CNEs-
pecial Civil y Com, sala III, mayo 5-1981).
Siendo que en el caso de autos el accionante se vio obligado a reclamar por los perjui-
cios ocasionados por la conducta desplegada por la demandada, estimo que los agravios
resultan atendibles y en consecuencia las costas de primera instancia deben imponerse a la
entidad bancaria.
IV.- En cuanto a las costas en esta instancia, y dado en la forma en que se resuelven los
recursos interpuestos por las partes se imponen por el orden causado. El Dr. Marcelo Do-
mínguez, dijo:
Que adhiere al voto de la señora Jueza de Cámara preopinante. Por ello LA SALA TER-
CERA DE LA CAMARA DE APELACIONES EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE LA
PROVINCIA DE SALTA,
I.- HACE LUGAR parcialmente al recurso de apelación interpuesto por el señor F. C. M.
a fs. 168 y, en su mérito, MODIFICA la condena en costas impuesta en la sentencia apelada
cargando las mismas a la demandada y CONFIRMA el fallo en lo restante.
II.- NO HACE LUGAR al recurso de apelación interpuesto por C. N.A. a fs. 163.
III.- IMPONE las costas de la segunda instancia por el orden causado.
IV.- CÓPIESE, regístrese, notifíquese y REMITASE.

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