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Moderadora de Traducción:
Katiliz94
Traductoras:
Moderadora de Corrección:
Steffanye
Coordinadora de Corrección:
Ale Rose
Correctoras:
Revisión:
Garazi Katiliz94 Pily
Diseño:
Garazi
Sinopsis
Por supuesto que está obsesionada con Jane Austen...
Había sido alrededor de unos años más pronto cuando Katherine había
hecho algo que nunca jamás hubiese hecho antes. Había escrito una carta
de admiradora y la posteó con cuidado en la editorial de Miss Warwick.
Realmente era una carta tonta, llena de efusión y admiración y nunca
había esperado una respuesta. Sin embargo, en una quincena, un
hermoso sobre crema había caído sobre su felpudo conteniendo una carta
de la famosa escritora.
Atentamente, Lorna.
Con los dedos tan diestros como un concertista de piano, archivó, tiró y
recicló hasta que pudo volver a ver la gloriosa madera de su escritorio.
—¿Mi libro?
Katherine sonrió.
—¿Tu copia?
—De su libro —dijo él, raspando entorno a una vieja bolsa de plástico—
. Lo compré en la ciudad. Tenía encargada una copia.
—No deberías haber pasado por todos esos problemas —dijo Katherine,
sabiendo que la encuadernación era cara, especialmente para el
presupuesto de un estudiante.
Katherine asintió.
—¿No?
—¿A dónde?
—A Hampshire.
—¡Katherine!
Se detuvo. Era la última voz —la más última voz— que quería
escuchar.
—David…
—Háblame, Kitty.
—Iba a decírtelo.
—¿No estoy siendo justa? No soy la que tiene una esposa escondida en
algún lugar del ático —gritó Katherine.
—¡Eso no es verdad!
—¿No? —dijo él—. Así que, ¿a dónde estás dirigiéndote ahora, eh? Al
Sangriento Salón Purley, apuesto.
Katherine suspiró.
—Deberías haber pensado en eso antes de mentirme —dijo, cerrando la
puerta y conduciendo.
Antes de que saliese con David, había tenido unas relaciones a largo
plazo con un arquitecto llamado Callum. Había pensado que era perfecto y
que estarían juntos para siempre, como Elizabeth y Darcy, pero a él le
habían ofrecido un trabajo en San Francisco, y no podía dar vuelta atrás.
Le pidió a Katherine ir con él pero la madre de ella había enfermado y no
podía dejarla.
A diferencia de David.
Si, Katherine se podría sentir muy culpable de vivir una vida que era
más ficción que realidad pero al menos no le mentía a nadie. Si había una
cosa en el mundo que Katherine odiase más que nada, era una mentira.
Capítulo 2
Traducido SOS por Cherry k. Crazy
Corregido por Clau :)
Lorna suspiró.
Nadia se rió.
—Por supuesto.
¿Qué iba a hacer acerca de Purley Hall? Una parte de Lorna estaba
desesperada por ir. Ser una escritora era un trabajo solitario y sería bueno
salir e incluso hablar con personas reales por una vez. Eso podría ser
divertido, ¿no sería para alejarse del estudio y conocer gente?
La vida para ella no era tan buena como lo era en la ficción. Una buena
historia se dijo era siempre preferible a la realidad. Para Robyn, nada
estaba cerca de los máximos históricos que le dieron en sus lecturas. Su
trabajo de recepción en una pequeña universidad en North Yorkshire
cosquilleaba sólo la superficie de ella y no podía esperar a llegar a casa y
meter la cabeza en uno de sus libros favoritos y si por ella fuera, el
pináculo de la perfección literaria era Jane Austen.
Si sólo hubiera escrito más, Robyn solía decir con un suspiro. Los seis
grandes no eran suficientes. Había las historias más cortas también, por
supuesto, pero no eran lo mismo que las grandes novelas, y las letras y
biografías interminables simplemente no le daban la misma satisfacción;
eran comida para llevar en vez de una comida de tres platos. Podrían
llenar un vacío, pero te quedabas insatisfecho y con ganas de más.
Judith se puso las manos en las caderas. —He criado cuatro hijos sin
ayuda de nadie. Creo que puedo manejar unos gallos.
—Tú has dicho eso, desde que la joven Lydia era un huevo.
Por un lado, él todavía vivía con su madre en una casa en las afueras
de Skipton. Era una propiedad encantadora, con tres dormitorios y un
jardín que los pollos de Robyn adorarían, pero un joven de veinticinco años
no debería todavía estar viviendo con su madre, con toda su ropa y comida
cocinada por ella. Simplemente no era natural. No es que Robyn hubiera
sentido alguna vez las ganas de vivir con él, ¡oh, no! Pero si alguna vez iba
a vivir con alguien, entonces sería con alguien que fuera un poco más
independiente que Jace.
—Bueno, no te vas tener que preocuparse por este lote, —dijo Judith,
señalando con la cabeza a los pollos. —Van a estar bien.
Ella suspiró de placer cuando colocó una copia de cada una de las
novelas en su maleta. Bueno, ella no podía ir a una Conferencia de Jane
Austen sin uno de cada uno, ¿Cómo iba a hacerlo? Había elegido sus
versiones más antiguas que no importaba ser sometidos a un poco de
tránsito. Allí estaba la copia de Sentido y sensibilidad con la mancha de
café sobre la escena en la que Willoughby agarra a la señorita Marianne en
sus brazos, y la edición de Emma que había tenido una caída en el baño y
tenia ahora la forma de un acordeón.
Sus copias más recientes de los libros estaban abajo, sus portadas
brillante y cristalinas y las esquinas sólo ligeramente agrietadas. Nada era
más perfecto para Robyn que un nuevo ejemplar de una novela de Austen.
—Hall Purley.
—¡Eso es!"
—Salir de paseo.
—¿Salir a dónde?
Robyn lo miró fijamente. ¿Qué fue eso? Jace nunca había sido del tipo
de sugerir un fin de semana junto antes. Tal vez él había adivinado que
ella quería romper con él. Tal vez esta era su manera de tratar de suavizar
las cosas.
—¿Nueces?
—No —dijo ella, haciendo una mueca cuando él puso su lata de cerveza
en su último ejemplar de Orgullo y Prejuicio. Él vio que ella estaba
mirando.
—Oh, lo siento, chica —dijo —recogiéndolo. Robyn vio el círculo oscuro
en relieve en la cara de Elizabeth Bennet y no pudo evitar notar que los
pies de Jace, que ahora estaban sin calcetines, se acercaban
peligrosamente al DVD de la BBC de la película de persuasión, su película
favorita y personal.
Con tales atrocidades como éstas antes ella, pensó que sería mejor si
ella salía de la habitación
Capítulo 4
Traducido SOS por Princesa de la Luna
Corregido por Keyla Hernández
Ahora estaba navegando alto en las listas de más vendidos y lleva una
doble vida como una mujer. Por un momento, se preguntó lo que su madre
haría. ¿Qué diría ella si sabía que su pequeño hijo era conocido por la
mayoría de la población como Lorna? Probablemente se reiría, que
hermosa, el reír de ella que siempre le había hecho reír a él también.
—Y ahí está el problema —dijo para sí—, ¿qué voy a hacer con el
pequeño secreto?
Se había sentado a leer a través de todas sus cartas una vez más la
noche anterior, y una cosa lo golpeó: era una mujer notable y quería llegar
a conocerla mejor. La forma en que escribió acerca de los libros, la forma
de hablar sobre, bueno, todo, agitada. Ella era apasionada de las cosas y
no tenía miedo de expresar esos sentimientos, a diferencia de muchas de
las mujeres de su pasado que en realidad nunca tuvieron mucho que decir
en absoluto. Tome Fiona, la adicta a las compras: todo lo que ella hablaba
era de sus uñas y sus zapatos. O Lindsay, la diseñadora de interior.
Warwick había aprendido más sobre cojines y cenefas en los cuatro meses
que habían estado juntos de lo que había tenido el deseo de saber.
No, Katherine no era como cualquier otra mujer que había conocido.
Ella era dulce e inteligente, tenía un agudo ingenio que le hacía cosquillas,
y habían compartido tales secretos. Ella confiaba en él.
Ese era el problema que tenía por delante. ¿Qué iba a hacer Katherine?
Me encanta recibir sus cartas. Es tan maravilloso saber que hay alguien
por ahí que te entiende, leyó una de ellas.
Realmente siento que puedo confiar en ti, leyó otra, eres una buena
amiga, Lorna, y eso es justo lo que necesito en este momento.
Mi primer gran amor fue mi vecino de al lado, ¿cuán cliché es eso?, había
escrito Katherine aproximadamente un mes antes, dejé que me besara en
nuestra primera cita y fue horrible. Casi decidí no enamorarme de nuevo.
Pero no me rendí hasta que estuve en la universidad. Me quedé locamente
enamorada de un estudiante de tercer año que me sedujo en la biblioteca
cuando cerró. Nunca me olvidaré mirando todos esos libros, con la
esperanza de que los espíritus de Thomas Hardy y Emily Brontë no se
giraran hacia mí. ¡Dios! Nunca le he contado esto a nadie.
Warwick tragó saliva. Esto no iba a ser fácil. Sin embargo, él se lo jugó,
el hecho de que había estado respondiendo a las cartas de Katherine de
manera fraudulenta y ella había llegado a creer que era una mujer. Su
serie de terribles novias se habían convertido en novios. La obsesión de
Fiona con la moda se había convertido en la obsesión de Tony con las
motos, y los cojines de Lindsay se habían convertido en cojines de Lennie
—Lorna se había horrorizado al descubrir que Lennie era gay. Katherine
había sido comprensiva y solidaria con la desafortunada vida amorosa de
Lorna, ofreciendo consejos cuando fuese necesario.
— Te dije que debería haber llegado en tren —dijo Robyn cuando Jace
le sonó la bocina al conductor de enfrente por no moverse lo
suficientemente rápido en el cambio de luz.
Robyn sonrió para ella misma. Si tenía que decir la verdad, ella más
bien prefería a Mr. Bingley que a Mr. Darcy. Él era, en palabras de Jane
Austen, amable; no había nada complicado en él y a Robyn eso le gustaba.
No tenías que hacer ninguna lucha emocional con Bingley. Le gusta bailar.
Él siempre sonríe. Él no va por ahí insultando a todo el mundo y
haciéndole a una mujer proposiciones confusas. En resumen, era
exactamente el tipo de hombre Robyn estaba buscando.
¡Lo intente!
Robyn echo una mirada de reojo a Jace. Sus ojos se habían reducido a
rendijas enojadas mientras estaba concentrado en la carretera y
gesticulando al carro que lo estaba molestando. Mr. Bingley nunca
gesticularía, Robyn no pudo evitar pensarlo. Él era más como de
pronunciar.
Si, Robyn pensó, Bingley era, como Jane Bennet le dijo a Elizabeth,
justo como un hombre debería ser.
Poco a poco despertó de su fantasía en donde ella usaba un vestido de
corte imperio y bailaba con Mr. Bingley, Robyn vio la señal que decía que
habían entrado a Hampshire. Por fin, llegaron a la ciudad de Jene Austen.
— ¿Qué? — contestó.
Nos tomó solo diez minutos para encontrar la pequeña iglesia y Robyn
jadeó para que Jace detuviera el carro.
— ¡Oh, mira! —dijo, sus los ojos completamente abiertos con completa
adoración.
Saliendo del coche, Robyn estiro sus brazos y dio una gran bocanada
de aire cálido de Octubre. Era el único carro en el camino sin salida y todo
era perfectamente tranquilo y silencioso.
Por fin Robyn se levantó y miro alrededor del resto de la iglesia, se dio
cuenta del memorial al hermano de Jane, James, quien sucedió la rectoría
de su padre. Había también una memoria con movimiento a tres pequeñas
niñas, Mary Agnes, Cecilia y Augusta, quienes murieron de fiebre escarlata
en 1848.
Esa era una de las grandes tragedias acerca de los escritores, tuvo una
vida muy corta, muriendo a los cuarenta y uno. ¿Cuántas otras
maravillosas novelas habrían sido escritas si ella hubiera vivido más
tiempo? Era la pregunta que todo mundo hacía. Fue, en verdad, una de las
más grandes pérdidas literarias y, aunque Robyn no era particularmente
religiosa, no pudo evitar hacer una pequeña oración por Jane.
Katherine acababa de enviar a sus dos amados gatos con una amiga en
el campo y ahora tenía la poca envidiable tarea de despedirse.
Katherine sonrió.
Siempre era difícil dejar a sus chicos detrás pero Katherine tenía que
hacer eso si tenía que llegar a Hampshire a tiempo; así que, despidiéndose,
tomo por última vez a sus amados gatas y se marcho.
Siempre era difícil escoger su libro favorito, pero había algo más
especial en La Infame Lady Fenton. Era del tipo como Orgullo y Prejuicio,
donde Lady Fenton se enfrenta con un espirituoso y pobre caballero antes
de darse cuenta de que esta locamente enamorada de él, defendiéndole
ante su familia y amigos para casarse con él. Isabella Felton tenía que ser
una de las mejores creaciones de Lorna Warwick. Ella era egoísta pero
brillante, orgullosa y apasionada, y tenía el final feliz que todas las grandes
heroínas merecen. Una vez que Katherine encontró asiento en el tren, saco
su adorado libro del bolso y giro hacia el capitulo uno, teniendo la
esperanza de que no sería molestada por alguno de sus compañeros o
estudiantes mientras se permitía introducirse en lo más decadente de la
ficción.
***
Si solo tuviese la confianza que les daba a sus héroes en las novelas,
pensó, entonces cruzaría la habitación, rápidamente sondearía todo ante
él, y llamaría la atención de todos hacia él, antes de singularizar a la mujer
de su elección, quien, por supuesto, estaría palpitando con deseo por
entonces. El se aproximaría, haría una reverencia, silenciosamente
admiraría su escote cuando ella hiciese una reverencia ante él, diría algo
inmensurablemente ingenioso, y después tomaría su mano y la dirigiría al
primer baile.
Como de fácil era entonces, pensó. Los hombres y mujeres tenían roles
claros y eran felices de jugarlos. Hoy todo era confuso. Las mujeres no
querían ser reverenciadas o ser habladas de que eran criaturas
encantadores y que tenían sus ojos admirados.
¿O sí?
Jace miró.
—¿Qué?
—¡Purley!
—¿Dónde?
—Es perfecto —dijo Robyn, contando las tres visibles plantas y las siete
ventanas de guillotina en ellas―. Veintiún —dijo.
—¿Veintiún qué?
—Veintiún ventanas. O más bien veinte. Espero que eso sea una
puerta.
Jace hizo una mueca. Las ventanas y las puertas no le interesaban. Dio
otra curva en el camino y entre en el diminuto campo de Purley. Había una
hilera de imágenes perfectas de casas de campo con oscuros tejados de
paja, un pub llamado El Perro y La Bota, y una pálida iglesia dorada con
un modesto campanario.
—Purley Hall —leyó, y ahí había una hoja A4 escrita a mano clavada
debajo―. ¡Janeites es el camino!
—¡Oh!
Volvió a mirar la casa una vez más, asombrada por el tamaño de las
ventanas, las cuales eran tan largas como la gran puerta, y el frontón
triangular en la parte superior el cual se elevaba sobre el cielo azul.
—Bien —dijo Jace, interrumpiendo sus pensamientos―. Me voy al pub.
Él se encogió de hombros.
—Ven y lo veras.
—Oh, pero no puedo —dijo Robyn―. Hay actividades todos los días, y
vas a estar aburrido por esas estupideces.
Robyn asintió.
***
Warwick había llegado un poco más pronto de lo que predijo pero había
sido recibido por uno de los organizadores del evento y le mostraron un
agradable dormitorio en el piso de arriba en el que se veía por fuera desde
los jardines hasta el río y más allá de los campos. Nadie había hecho
preguntas para conseguirle un dormitorio en la casa en el último minuto, y
él se maravilló ante la hermosura de ello. Ésta lucía una enorme cama en
una rica madera oscura con unas preciosas colchas amarillas. Cuatro
fabulosas almohadas gruesas captaron su atención y le prometieron un
dulce sueño esa noche.
—¿Doris Norris?
Era una de las cosas de ser un escritor, uno siempre permanecía de pie
levemente apartado, escuchando y observando. En ocasiones era difícil
hablar, si uno realmente estaba vivo, porque la vida parecía estar
ocurriendo para alguien más, y sin embargo, mucho en el escritor parecía
estar en una quietud permanente. ¿Jane Austen se había sentido así? Se
preguntó. Sin marido ni hijos, ¿había sentido que su rol había sido
observar a los otros? ¿Y eso la hizo feliz? Sus libros hacían feliz a otras
personas, ese hecho era incuestionable, pero ¿a ella le habían hecho feliz.?
—Mis ruedas parecen estar atascadas —de repente una voz retumbo en
el pasillo.
Los ojos de Warwick se fijaron en la mujer que solo podía ser descrita
como alguien dominante. Tenía enormes senos que los mostraba
indignantemente y un rostro que parecía estar esculpido en un granito
enfadado. Warwick observo cuando ella lucho con su maleta y decidió que
tendría que hacer las cosas de un caballero y ofrecer algo de ayuda.
Estaba entrenándose como un héroe, después de todo, ¿verdad?
Capitulo 8
Traducido por Maddy
Corregido por katiliz94
Una vez que Katherine subió las escaleras y entró en Purley, las
traviesas novelas de Lorna Warwick tendrían que ser olvidadas ya que el
fin de semana prometía sumergirse en Jane Austen. Allí No había lugar
para las imitaciones, las parodias o las secuelas, por buenas que pudieran
ser. Esto era Purley Hall, y nada más que la original Jane Austen era
aceptada.
—Creo que puedo soltarlo aquí, —dijo la voz del hombre—. Sí, eso
debería hacer el truco.
—No, no estoy bien. ¡Acabas de atropellar mi pie con una maleta de dos
toneladas!
***
—He conocido uno extraño, —dijo la chica con una risita, y Robyn se
preguntó a qué se refería—. ¿Tiene un paquete de bienvenida?
—Sí, gracias.
Robyn se volvió y vio a una hermosa mujer con el pelo oscuro recogido
en un severo moño. Estaba llevando una impecable camisa blanca y una
falda negra hasta la rodilla ajustada sobre sus piernas bien torneadas.
—Hola, —dijo la Dra. Roberts a la chica que le entregó una tarjeta. Se
volvió para sonreír a Robyn—. Por favor, llámame Katherine, —dijo, pero
luego hizo una mueca.
Katherine asintió.
—Solo algún idiota que hizo rodar una maleta sobre mi pie. Me temo
que estaré cojeando el resto del día.
Katherine rió.
—Un poco más lejos que yo, entonces. Sólo he venido de Oxford.
—¿Por placer?
Robyn asintió.
—Ojalá hubiera tenido la oportunidad de ir a estudiar. Me hubiera
encantado. Es una de las razones por las que me gusta venir a este tipo de
cosas. Aprendo mucho.
Katherine sonrió.
—Algo así.
***
Vió cómo hablaba con la chica de los rizos y seguía avanzando por las
escaleras. No había querido mirar. Esta no era en absoluto la heroica
postura que había planeado y se sentía como un tonto cuando fue visto.
Miro a la cama doble y se sintió culpable de que era para ella, solo para
ella, y que Jace estaría durmiendo solo, pero que con certeza eso no era su
culpa. ¿No le había pedido que la llevase en coche y a la conferencia,
verdad? Era culpa de él si iba a estar atrapado en una cama y comiendo
un aburrido desayuno durante los siguientes pocos días. Robyn estaba
muy determinada a que él no iba a arruinar su fin de semana. Lo había
esperado durante mucho tiempo.
Robyn tragó cuando volvió a pensar en Jace. Deseó poder detener eso.
—Hey, ahí vuelve a estar ese hombre en traje —dijo Robyn, asintiendo
hacia la puerta cuando el caballero de pelo oscuro entro.
—¡Queridos míos! —anunció, levanto las manos y brillo con los anillos
de diamantes—. ¡Mis increíbles invitados! Bienvenidos a mi hogar el cual,
por este breve espacio de tiempo, es también su casa. No puedo decir cómo
he esperado este fin de semana cada año, y cada año es invariablemente
mejor que el último así que ¡bienvenidos a la mejor conferencia de Jane
Austen!
Cenar en Purley Hall era algo que siempre había esperado con
impaciencia y la primera experiencia de Robyn la estaba haciendo girar de
emoción mientras se apresuraba a su maleta-armario en busca del vestido
que iba a llevar. Fue uno liso azul cielo con sólo un toque de cuentas a lo
largo de la línea del cuello y que era más bien corto para Robyn, justo
rozándole las rodillas en lugar de cubrir sus tobillos.
Se sentía expuesta mientras se abría camino por las escaleras, muy
consciente de la desnudez de sus piernas, pero entonces vio la cara
familiar de Katherine, y su gesto de aprobación tranquilizo a Robyn.
Katherine estaba usando un lindo vestido color borgoña. Se había soltado
el cabello y caía sobre sus hombros en oscuras ondas.
—¡Tú también!
—Casi nunca tengo una razón para arreglarme en casa —dijo Robyn.
Robyn noto que la puerta del comedor estaba abierta, pero las personas
estaban en el pasillo hablando en grupos antes de entrar.
—¿Cuál?
Robyn se río.
***
—¡Oh, dios mío! —dijo Robyn, su boca callo del horror. Era Jace.
—¡Aw, amor! –dijo él, haciendo un intento de abrazarla, pero ella movió
a un lado—. No seas así.
—¿Por qué quieres estar con todos estos estirados cuando puede estar
divirtiendo conmigo?
—¡Jace!
—¿Eres tú, no es así? ¿Es por eso que estas aquí? —pregunto Jace,
mirando alrededor del hombre para mirar Robyn y casi derribándolo en el
proceso.
Katherine asintió.
—Te acompaño.
Katherine sonrió.
—Aprecio eso.
Caminaron por las escalera juntas.
—¿Este asiento está ocupado? —preguntó él, con la voz baja, casi
tímida.
Katherine se permitió una gran pequeña sonrisa. ¡En efecto una joven
Kate Winslet!
***
Era extraño, pero sin importar cuantas veces Katherine leyese la novela
o viese las adaptaciones, la historia de Anne y de Wentworth nunca fallaba
para moverla. Era, quizás, la historia más lenta de Austen en términos de
acción, pero había una hermosura sobre la simple estructura y su
sublimemente gentil narración. Anne era una de las más simpáticas
heroínas en la literatura porque cometió un error cuando era joven que
casi le había costado la felicidad de su vida.
Tal vez eso era por lo que los libros de Austen eran demasiado
populares, meditó Katherine, porque sus heroínas había cometido terribles
errores: todas se enamoraban de los chicos malos o les convirtieron en
buenos desde lejos. Eran reales, imperfectos pero perdonables, chicas que
tenían mucho que hacer para madurar y adorables lectoras que les
perdonaban debido a lo que eran.
—No hay nada agradable como un final feliz, ¿no crees? —dijo él.
—¿De verdad?
¿Qué daño podría haber en hacerse amiga de él? Después de todo, era
solo por el espacio del fin de semana. Si él estaba completamente loco, y
ella todavía no lo había descartado, nunca necesitaría verle o escucharle
otra vez. Extendió la mano, situándola en la de él y la sacudió.
—¿Warwick? —dijo.
Ella sonrió.
—Sí.
***
—Pero era eso —se dijo a sí mismo. ¿Qué había ido mal esta vez?
¿Estaba solo totalmente poco impresionada por él y no quería entablar una
conversación posterior? ¿Le había encontrado aburrido y no divertido?
—Las cartas.
Los hombres de verdad, sin embargo, eran algo que debe evitarse en el
futuro previsible. Mira, pero no toques, pensó. No, siquiera mirar podría
ser muy peligroso. Todos los interludios románticos comenzaban con un
par de ojos ingenuos y no había forma de saber dónde las cosas podían
llevarnos. Basta con mirar a Marianne Dashwood y Willoughby, y
Elizabeth Bennet y Wickham. ¿No habían Willoughby y Wickham sido los
más gallardos, héroes románticos? ¿No habían sido encantadores y
totalmente fuera de toda sospecha? Sin embargo, demostraron ser los más
peligrosos de los hombres.
—Al igual que David —dijo Katherine. Excepto que él no había sido tan
apuesto. Era un profesor universitario de mediana edad cuyo cabello se
aleja un poco y que podrían haberse beneficiado de un par de sesiones a la
semana en el gimnasio. A Katherine no le había importado nada de eso,
sin embargo. Era su ingenio y encanto que la había hecho rodar, su exceso
de adulación descarada y la manera pasada de moda en que la había
cortejado. Publicó cartas de amor bajo la puerta de su oficina, le entregó
sus libros de poesía con sus favoritos marcados por una rosa. La llevó a
los mejores restaurantes y compró sus pequeños regalos bellamente
envueltos.
—Pero no te dijo acerca de su esposa —dijo ella en voz alta. Así era con
los hombres, ¿no? Siempre había algún horror oculto, un terrible secreto
que llegaba a deslizarse de sus mentes, mientras te besaban a un
centímetro de tus sentidos.
Sonrió con satisfacción por esta promesa. Una vez que estuviera en
casa, sin duda tendría mucho que decirle a su querida amiga Lorna. Los
dedos de Katherine estaban casi con ganas de empezar la carta en ese
momento. Lorna se reiría a carcajadas cuando Katherine le hablara de
Warwick y lo genial que había estado en su respuesta.
***
Doris asintió.
—Claro que no —dijo Doris—. Así que hay que elegir sabiamente, en
primer lugar, ¿no?
—No —dijo una mujer de aspecto severo desde el otro lado de la mesa.
Ella tenía una gran pechera en acantilado y le recordó a Robyn a la
aterradora directora que una vez tuvo—. No es el tipo de cosas que
esperamos en Purley. —Dio a Robyn una mirada que sugería que ella
había sido la responsable de todo el asunto. Robyn pensó que era mejor
evitar el contacto visual y comer su desayuno lo más rápido posible.
—No dejes que la Señora Soames te desanime —le dijo Katherine
cuando dejaron el comedor diez minutos más tarde—. A ella no le gusta
nada más que un buen gemido.
—No le dejes sacar lo mejor de ti. Estoy seguro de que ella viene a estos
fines de semana para encontrar fallas, no por placer.
—He visto esto tres veces —dijo Doris con una sonrisa traviesa.
Robyn se rió—. Bueno, es nuevo para mí, aunque he tratado de imaginarlo
unas razonables pocas veces, por lo general después de ver la producción
de Colin Firth.
Robyn asintió.
—No puedo recordar la última vez que experimenté una mirada intensa
—dijo Doris—. Pero tengo una terrible sospecha de que fue de mi oculista
cuando me estaba examinando para mis nuevos lentes bifocales.
Todas se rieron.
Robyn asintió.
—¿Qué?
—Ese debe ser el mejor trabajo del mundo —Doris le susurró a Robyn y
Katherine.
—Ciertamente lo está —dijo una mujer con una sonrisa en la fila detrás
de él—. ¡Es por lo que la mayoría de nosotras hemos venido el fin de
semana!
***
Más allá del jardín formal, los jardines se extendían hasta el lago y los
campos abiertos. Era el tipo de vista que muy pocas personas podían
esperar poseer, y Robyn se sintió privilegiada por estar allí y tener un poco
de ello por espacio de un largo fin de semana.
Siguió una cobertura formal, por la parte trasera de la casa, y fue entonces
cuando vio los establos. Caminando hacia ellos, vio que era un cuadrado
perfecto de edificios de ladrillo rojo con un gran arco de entrada a partir
del cual se encontraba la torre del reloj inclinada. El tiempo en el reloj
estaba mal, pero todo lo demás estaba bien, Robyn pensó mientras
entraba en el patio y miraba las caras amables de la media docena de
caballos que veían hacia ella desde la sombra de sus establos. Había un
gris moteado con ojos claros y un hermoso castaño con una mancha
blanca, y luego había un caballo que era exactamente igual que Belleza
Negra, con una estrella blanca deslumbrante por encima de sus ojos.
—Hola, precioso —dijo, acariciando el hocico gris, que era tan suave y
cálido como el terciopelo vivo—. ¿No eres una belleza? —Él asintió con la
cabeza, lo que la hizo sonreír—. Me entiendes, ¿verdad? —Levantó la mano
para rascarle la oreja derecha.
—Poppin es tan gentil como parece —dijo—. Soy Dan, por cierto —
añadió, dirigiéndose a Robyn—. No tuve la oportunidad de presentarme
anoche.
—¿En serio?
—Sí.
—Harcourt —dijo.
1
Hace referencia al apellido de Robyn
—Como Dame Pamela —dijo, recordando que podría ser el niño juguete
de la actriz, pero era claramente más que eso. ¡Ella se había casado con él!
Así que este era el marido secreto de Dama Pamela, ¿verdad? El cerebro de
Robyn se aceleró. No, eso no podría ser cierto, ¿verdad? Había sido Pamela
Harcourt por más de lo que este hombre había estado vivo.
¡Qué horror! ¿Estaba Dan tan horrorizado con ella como Henry había
estado con Catherine?
Robyn vio como dos perros corrieron al patio. Había un pequeño Jack
Russell Terrier que era una mancha de castaño y blanco, y un Labrador
dorado mucho más antiguo, cuyo modo de andar era decididamente más
lento que el de su compañero.
—Allí están —dijo Dan, inclinándose para acariciar al perro viejo,
mientras que el Terrier más joven saltó violentamente alrededor de sus
piernas.
—¿Moby?
—Perro Moby.
Robyn sonrió.
—Algo así —dijo él, pasando una mano por su cabello rubio cobrizo—.
Tengo una pequeña casa justo aquí.
—¿En la villa?
—En los establos —dijo, asintiendo con la cabeza a la torre del reloj—.
Sólo un par de habitaciones pequeñas, pero es bueno alejarse de Londres.
Robyn inhaló.
—¿Qué es?
—¿Te gusta?
Robyn sonrió.
—¿Qué?
—Creo que eso es algo que me gustaría hacer también —dijo ella.
—¿Trabajas en la ciudad?
—¿Qué me gustaría hacer? Bueno —hizo una pausa. ¿Qué podía decir?
¿Que le gustaría sentarse en su jardín durante todo el día con sus novelas
de Jane Austen, vigilando sus polluelos? No se podía vivir de eso, ¿verdad?
—Supongo que algo maravilloso. Algo inspirador. Algo que signifique no
siempre estar mirando al reloj, preguntándote cuánto tiempo falta antes de
que puedas volver a casa.
Dan asintió.
Robyn asintió.
—¿Y es tu...?
—Es complicado —dijo al fin—. No debería estar aquí. Las cosas son...
Dan asintió.
—¿Qué hace?
Robyn sonrió. Quería decir que estaría de vuelta tan pronto como fuera
posible, pero eso no habría sido muy similar a una heroína, ¿verdad? Pero
no todos los días un hombre como Dan entraba en su vida.
Y no sólo es que es guapo, sino que ama a los animales también, pensó,
recordando cómo había besado el hocico pálido de Poppin, y su alegría
cuando aparecieron los perros. No iba a hacer chistes acerca de comer a
sus queridos polluelos para el té, ¿verdad?
—Muy bien —le dijo con tanta naturalidad cómo fue posible—. Te veré
más tarde.
Protegiéndose los ojos del sol, salió del establo. Y casi mantuvo su
indiferencia hasta el último momento en que se dio la vuelta para mirarlo
una vez más.
Desnudar el señor Darcy era una sesión difícil de seguir, incluso para
el más carismático de los altavoces, por lo que el reverendo era doblemente
aburrido y monótono y muchos tuvieron que sofocar un bostezo.
—¿Y qué si lo hacía? —dijo ella, colocando las manos en las caderas.
— ¿Qué?
—En absoluto —dijo—. Es honesto. Por lo general, son las mujeres las
que son fervientes seguidoras que declaran abiertamente su amor por los
libros. Los hombres por lo general tienen algún otro tipo de agenda.
—¿En serio?
—Sí. En mi experiencia.
—Lo que daría por un espacio como este para mis libros —dijo
Katherine.
—¿Eres un anticuario?
—¿No sería increíble tener una primera edición? Imagínate ser dueño
de una primera edición de Orgullo y Prejuicio. ¿Cuáles son las
posibilidades de conseguir una? ¿Alguna vez has visto una? ¿Son
terriblemente caros?
Funcionó.
—Pensé que esta sala no podía ser mejor —dijo Katherine, haciendo su
camino a toda prisa hacia la mesa en la que se extendía un gran número
de libros. Además de varias diferentes ediciones de los seis títulos Austen
originales, había biografías, spin-offs, secuelas, libros de cocina, libros
sobre moda, libros sobre Hampshire, Lyme Regis y Bath y Warwick estaba
grandemente aliviado al ver filas y filas de libros de Lorna Warwick.
—¡Desagradable!
—¿De quién fue la idea de vender esto aquí en Purley? ¡Es una
vergüenza! —Se quejó la mujer, su pecho agitado, consternado.
—Bueno, yo...
Warwick asintió.
—Ya me lo imaginaba.
—¿Cómo?
—Sólo por la forma en que estaba ojeando las portadas. Deberías haber
visto tu cara. Apuesto a que tienes estantes de ellos en casa.
Warwick sonrió.
—Estoy de acuerdo.
***
***
—Al menos es un buen augurio para ti. Quiero decir, a menos que seas
tan mala como eso.
La boca de Katherine cayó en un simulacro de consternación, sus
manos apoyadas en las caderas.
***
2
Quiche: es un tipo de tarta salada derivada de la cocina francesa.
Eso era lo que pasaba con los libros de Jane Austen, se sentían
íntimos, como una agradable charla con tu mejor amigo. Los lectores
siempre se sentían excepcionalmente cerca de los personajes, como si
fueran extensiones del lector, de sí mismos o de los miembros de la
familia.
Katherine asintió.
3
Lo que el viento se llevó: es una de las películas más famosas de la historia del cine.
Está basada en la novela del mismo título de Margaret Mitchell
Anne eran demasiado sencillos. Y Fanny era un imposible, y no estoy
segura de qué podría significar Elizabeth.
Ella sonrió.
—No tengo ni idea —dijo al fin—. Creo que a mi madre sólo le gustaba
cómo suena.
Sonrió.
—Lawton.
—¿Qué novela sería más fácil de encajar con Warwick Lawton? ¿Y sería
un coronel, un capitán, o al menos señor? Esto podría hacer las horas
felices en una discusión.
—Pero no hay nada como la cosa real, ¿verdad? No hay nada como una
conversación.
—No —dijo Katherine—. Es por eso que estos fines de semana son tan
sorprendentes. Puedo tratar de hablar con mis estudiantes acerca de Jane
Austen, pero la mitad de ellos estarán ocupados anotando todo lo que digo
y no tienen nada interesante que decirme y la otra mitad está dormida.
—¿Robyn?
Él sonrió.
Estoy mirando, pensó. ¡Pero no debo hacerlo! Pero, ¿dónde más puedo
mirar?
Dan la registró.
—¿Lo es?
Robyn asintió con la cabeza y miró cómo Dan se colgaba la toalla sobre
su hombro izquierdo. Ruborizada, miró hacia otro lado.
—Debo… realmente debería irme.
—¿Robyn?
Robyn sonrió.
—Yo-eh...
El momento que siempre emocionó a Robyn era cuando Darcy dice: “Ya
ha dicho suficiente, señora. Comprendo perfectamente sus sentimientos, y
ahora sólo estoy avergonzado de lo he dicho. Perdóneme por haber asumido
gran parte de su tiempo, y acepte mis mejores deseos para su salud y
felicidad."
Tal vez eso es lo que hizo que Orgullo y Prejuicio fuera tan popular, porque
su héroe y la heroína pasaban por muchas cosas. Ellos sufren y aprenden
unos de otros y de sí mismos.
Robyn saltó. Era Dan, ahora vestido con unos vaqueros desteñidos y
una camiseta gris oscuro, su toalla arrugada en una bola a su lado.
—No. Adelante.
Dan hojeó el primer capítulo y leyó las tres páginas cortas. Robyn lo
miró, preguntándose qué estaría pensando de ellas. Era cierto que en
general Jane Austen era cosa de chicas, pero había un número de
hombres en la conferencia que obviamente se habían convertido en sus
fans. Simplemente no Jace, pensó. Él nunca sería un admirador. Robyn
recordaba el número de veces que trató de hacer que leyera un libro de
Austen. Hubo una vez que dijo:
¿Qué pensaría Dan del fenómeno que fue Jane Austen? Robyn jugueteó
con un mechón de pelo rizado, mientras esperaba su veredicto.
—Me gusta este personaje, el señor Bennet —le dijo—. Creo que tiene
las cosas muy difíciles por un tiempo. Me gusta un poco. Tengo un gran
respeto por sus nervios. Son mis viejos amigos. He oído que los menciona
con estos veinte años por lo menos.
—¿En serio?
—Suenas sorprendida.
Dan se rió.
Robyn asintió.
—Jane Austen es la cura para la mayoría de las cosas en la vida, me
parece.
Robyn suspiró.
—Oh, sí —dijo.
—Creo que sí —dijo ella, y su mirada se cruzó con la suya. Sus ojos
eran de un maravilloso oro marrón y bailaron con la luz y la vida.
Él le sonrió.
—Yo también —dijo—. Me refiero a que te quedaras. —Se rió.
—¿Es esto lo que todas las mujeres quieren, entonces? —preguntó él.
—¿Qué?
Robyn lo miró.
Robyn lo miró por un momento y luego se dio la vuelta, sin saber qué
decirle.
La señora Soames era una de esas personas que te caen mal tan
pronto como se ven. Tenía un gran rostro de piedra con los ojos
atornillados hacia arriba que se fijan en ti y no te sueltan. Fue más
desconcertante que tenerla en una de sus conferencias, y ella siempre
estaba sentada en la primera fila también, moría porque cometieras un
error, que ella siempre detectaba y corregía. Y gemía por todo. “¿No
podemos cambiar las sillas alrededor?, No puedo estar frente a la ventana.
Hace mucho frío aquí dentro. Hace demasiado calor aquí dentro. No hemos
ido, dijeron dónde están los baños”. Una y otra vez era, una diatriba sin fin
contra el mundo y todos en ella.
Katherine hizo todo lo posible para evitar el contacto visual con la vieja
bruja cuando Dame Pamela entró en la habitación para dirigir la
discusión. Como de costumbre, hubo una ronda de aplausos corteses
cuando la actriz se sentó. Llevaba un hermoso vestido vaporoso y el
mantón del color del sorbete de frambuesa, y su cabello plateado brillante
estaba arrastrado y rematado con un profundo rojo rosa. Era en cada
pulgada una estrella glamorosa, y Katherine estaba más satisfecha con su
apariencia, el ceñido vestido, se sintió positivamente poco elegante en
comparación.
—Pero ese es un nuevo ejemplar del libro —alguien dijo, asintiendo con
la copia de Doris de “Northanger Abbey” —. Supongo que has llevado su
última copia.
Doris asintió.
Todos asintieron.
—Una vez dejé una copia de “La Persuasión de la Cobb” en Lyme Regis
—dijo una mujer llamada Rose. Era de unos cincuenta años y Katherine le
había hablado brevemente la noche anterior y se había enterado de que
estaba en la conferencia con su hermana, Roberta.
—Yo sólo soy igual —dijo Roberta, la hermana de Rose—. Sólo “Sentido
y Sensibilidad” viene conmigo a todas partes. He llevado conmigo tres
ejemplares, pero ahora los guardo. Son como si fuéramos viejos amigos.
—Sé lo que quieres decir —dijo Dame Pamela—. Cada vez que estoy en
un set y todo cuelga terriblemente en él, suelo echar mano de un poco de
“Orgullo y Prejuicio”, y el tiempo pasa volando. De hecho, ya casi estoy
triste cuando me digo que me quieren en el set.
—Oh, no —dijo Carla—, pero también los tengo que tener para la
colección. Y aún hay más.
Katherine leía los títulos que iban surgiendo: Diario del Sr. Darcy, Mr
Darcy, Vampyre; Los otros señor Darcy; Pemberley, Darcy y Elizabeth:
Noches y días en Pemberley, El señor Darcy y yo, el señor Darcy se casa,
el Sr. Darcy presenta su novia; Los Darcy y la Bingley; Tentación de Darcy,
una copia de York Notes en Orgullo y Prejuicio, así como una copia de
CliffsNotes, SparkNotes, y una guía de estudio de nivel. Carla incluso
tenía una copia de Orgullo y Prejuicio y zombis que habían sido la causa
de muchos de una acalorada discusión ya entre los fans acérrimos.
—Mi casa está absolutamente llena —dijo Carla—. Los estantes están
doblemente apilados. Compré un estante para libros el año pasado y los
apilé en lo alto, y todo se derrumbó.
—Me gustaba esa escena también —dijo Dame Pamela con un brillo
travieso en los ojos.
—Me gusta la parte en que Mr. Darcy pasó a través del campo en la
madrugada y le propone a Elizabeth otra vez —dijo una señora mayor en el
extremo más alejado de la habitación.
—¿Está segura?
—Muy segura.
—Nunca puedo decidirme por ellos, pero se ve muy tentador —dijo ella,
hojeando un ejemplar del “Mr. Darcy, Vampyre”.
—Pero no son de Austen —dijo la señora Soames.
—Pero ¿cómo es posible que algo tan agradable pueda ser malo? —dijo
Rose— ¿No dijo Jane Austen lo mismo?
Katherine asintió.
—Dijo que una nueva muestra "los grandes poderes de la mente” y "las
efusiones más animadas de ingenio y humor transmitieron al mundo en el
lenguaje mejor elegido”.
—Bueno, yo... eh... Creo que hay espacio en las estanterías para todo
tipo de libros —dijo—. Como dijo Katherine, Austen piensa que la novela
es un gran invento, y ¿quiénes somos nosotros para discutirlo?
—No creo que tuviera en mente todas las novelas de Austen cuando
dijo eso —dijo la señora Soames. —Su cara rígida, con irritación—. Hay
novelas y hay novelas.
—¿Así que usted no lee algo distinto de Jane Austen? —Carla dijo a la
señora Soames.
—¿Colin Firth, quieres decir? —dijo Carla. Ella parecía tener el don de
llevar a todos a la conversación de Orgullo y prejuicio—. Creo que tiene
que ser el Mr. Darcy definitivo, no sé, ¿verdad?
Pensó en llamarle para pedirle que no viniera, pero ella sabía que
estaría desperdiciando su tiempo. No, pensó, que era mejor seguir adelante
con la noche lo mejor que podía y deshacerse de Jace tan pronto como le
fuera posible, durante el tiempo que hiciera su aparición.
—¡Me confunde!
—¡No estaba!
—Estábamos también.
***
Katherine había estado ansiosa por Warwick desde la discusión en
grupo. Se apresuró a salir de la sala antes de que tuviera la oportunidad
de hablar con él, parecía un extraño comportamiento porque se habían
estado llevando tan bien, y ella imaginó que se quedarían juntos un tiempo
más largo en la biblioteca, después de que el grupo se dispersara.
Bueno, no había nada tan extraño como los hombres, pensó mientras
se cepillaba el pelo y se cambiaba a un vestido del color de rosa rubor. Lo
había comprado para su primera cita con David. Lo levantó, le prendió una
rosa roja, y se alejó del restaurante, a una hermosa salida lejos de los
Cotswolds con vistas a la campiña. Katherine pensó que lo había
estropeado, pero mirando hacia atrás, se dio cuenta de que era probable
que sólo estuviera escondido. Él no hubiera querido arriesgarse a ser visto
en un restaurante de Oxford.
—Hola —dijo.
Él le sonrió.
—¿Vamos a ir a cenar?
Ella asintió, pero no quería dejar caer el tema.
—Debe de ser raro ser uno de los pocos hombres aquí —dijo—. ¿Te
pone incómodo?
—Tú tampoco.
Robyn sonrió.
Robyn asintió.
—Ah, sí. Bueno, tal vez nos entretenga a todos nosotros esta noche —
dijo, haciendo un intento de humor.
—¿Ah, sí?
—Sí —dijo—. Cada uno tiene su propia idea de lo que hace a la novela
perfecta y al héroe perfecto.
Katherine asintió.
—Me pregunto de qué se trata una cierta novela que cumple los
requisitos para un lector. Quiero decir, para mí, una historia puede tener
la trama más fascinante del mundo, pero si la voz del narrador es
aburrida, entonces el argumento no cuenta para nada. Para mí, el encanto
del autor es todo.
—No son más que historias, ¿no? —dijo Warwick—. Historias que nadie
podía decir con ninguna habilidad o el encanto de ellos, ¿y quién querría
molestarse con estas historias?
Katherine sonrió con dulzura, pero no dijo nada. Ya era hora de llevar
las cosas aún más lejos, pensó Warwick.
—Siento realmente que puedo hablar contigo y, debo decir, que es una
experiencia nueva para mí.
Ella asintió.
Ella lo miró.
—Entonces tienes una amiga muy sensata —dijo Warwick con una
sonrisa. Era justo lo que él quería oír.
Robyn se volvió para ver lo que había visto, y gimió cuando vio a la
media docena de caras mirándola desde el comedor.
—¿Qué es?
—¡Oh, Jace!
—¿Por mi cuenta?
—¿Qué?
—Jace, no puedo.
—No.
—Sólo quiero estar con mi chica. —Se inclinó sobre ella y tomó su
mano.
—No, Robyn. Querías decir algo con eso. No estoy borracho. ¿Qué
quieres decir?
Ella se bajó del coche y Jace lo hizo también. Fue un momento terrible,
porque en la parte delantera del césped, saliendo de las sombras
alargadas, estaban Dan que traía una yegua gris con Moby y Biscuit
detrás. Robyn miró y parecía que todo estaba sucediendo en cámara lenta
cuando Dan levantó una mano y la agitó hacia ella, con una sonrisa que le
iluminaba el bronceado de la cara.
—Dan.
—¿Dan?
—Es ese maldito caballero, ¿no es así? El que casi se estrelló con mi
coche.
—Buenas noches, Jace —dijo y caminó lo más rápido que podía para
volver a la sala antes de que pudiera pensar en besarla—. Adiós.
Capitulo 19
Traducido y corregido por katiliz94
—Creo que ha sido abducida por ese enfermo novio suyo —dijo
Warwick.
—Ah, ahí está, Doctora Roberts —dijo la Señora Soames—. Pensé que se
había aproximado a mí para que ahora formásemos un equipo.
Robyn suspiró.
—Por el momento.
Katherine asintió.
—¿En serio?
Robyn sonrió.
—¡Se esa!
—Sabía que serias buena en esto —dijo Katherine con una sonrisa.
Katherine asintió.
—Seis —susurró, y Robyn escribió la respuesta.
—Dije que sería fácil —dijo Dame Pamela—. Solo para caldearos la
resistencia. Así que aquí está la segunda pregunta —dijo Dame Pamela—
. “La mitad del mundo no puede entender los placeres del otro.”
—La mismísima —dijo Katherine, y una sonrisa pasó entre ellos que se
habían tranquilizado al efecto de desterrar la gran presencia de Robyn.
Robyn asintió.
—Ya os dije que era para los verdaderos Janeites —dijo Dame Pamela
con una plateada risa.
—¿Cómo que eso nunca es una buena cosa, quieres decir? —dijo
Warwick y recibió malas miradas tanto de Katherine como de Robyn.
Unas pocas preguntas más iban y venían y la mano de Robyn
escribiendo estaba empezando a doler, pero luchó por su equipo y por la
oportunidad de ganar esos libros.
—Eeew, eso es realmente extraño —dijo Robyn con una risita—. ¿Qué
hay de las chicas de Darcy?
—Ah, sí lo siento.
—Lo sé. ¿Qué hay de Bennets y Bonnets? —dijo Katherine con una
sonrisa.
Las copas de vino caliente estaban servidas junto a los más bonitos
chocolates cuando el equipo del concurso de Dame Pamela se puso a
trabajar y Robyn se sentó sorbiendo y mordisqueando, con los ojos
tratando de evitar los tortolitos ante ella.
Por fin Dame Pamela asumió su posición de nuevo para leer los
resultados.
—En tercer lugar, con veintidós puntos, están las Chicas de Darcy.
—En segundo lugar, con veintisiete puntos, están las Reinas de Purley
—dijo, y el grupo de miembros -Rose, Roberta y la querida Doris Norris- se
dirigieron a recoger sus propias fotografías firmadas—. Gran nombre de
grupo, señoras —dijo Dame Pamela, saludando a cada una de ellas con un
beso en el aire antes de tenderles sus fotografías firmadas.
Robyn estaba flotando de felicidad por haber sido parte del equipo
ganador del concurso y se llevó sus muy preciados libros nuevos a la
habitación. Al salir de la biblioteca, fue recibida con muchas felicitaciones
y muchos halagos sobre los hermosos libros blancos y dorados, e incluso
la observación de la presumida Señora Soames de que los libros eran
inferiores a un conjunto que había comprado hace poco y que Robyn no
podría tocar.
Se acercó a la ventana y vio una gloriosa luna llena detrás del cedro,
echando enormes sombras sobre el césped delantero. Era como una
escena de un poema del siglo XIX, pensó Robyn, y sabía que tenía que
salir a la calle y ser parte de ella.
Al más puro estilo de Austen, cogió una manta caliente para envolver
alrededor de sus hombros y bajando por las escaleras, salió por la puerta
principal. Cuando rodeó el lado de la casa, sus zapatos blandos crujieron
ligeramente en la grava. Escuchó la charla y la risa de la biblioteca y vio la
escena a través de la ventana mientras pasaba. Eran Doris Norris, con el
rostro maravillosamente rojo del consumo de vino caliente, y el
mayordomo Higgins caminando alrededor de las mesas con una pequeña
bandeja de plata cargada aún de más chocolates. Y allí en su tranquilo
rincón de la sala, estaban Katherine y Warwick. Robyn los vio por un
momento. Era como una película muda, con el héroe y la heroína a punto
de divulgar algo muy importante.
—¿Dan?
—¿Lo hiciste?
Él asintió.
—¿En serio?
Él asintió.
Se sentaron por unos momentos, ambos mirando al otro lado del césped
plateado hacia la lago.
Dan sonrió.
Dan se rio y luego se volvió hacia ella, sus ojos se fijaron en los de ella.
Su rostro tenía una severa expresión que era un poco desconcertante.
—¡Esa es la frase que Darcy utiliza para describir los ojos de Elizabeth!
¡Has estado leyéndolo!
—¿Por qué?
—No te creí —dijo—. Supongo que te estaba juzgando por, bueno, lo que
sé de los hombres.
Ella sonrió.
—Bueno, parece como si hubieras estado con este hombre desde hace
algún tiempo hasta ahora. ¿Estoy en lo cierto?
Él se encogió de hombros.
—¿Por qué? Porque me gustas. Eres una romántica, como yo, y estás
tan enamorada de Purley como yo. No te importaría cubrirte de pelo de
perro, y te gusta el olor de los caballos tanto como a mí. Y me gusta hablar
contigo. Me gusta mucho estar contigo. Se siente... —hizo una pausa—. De
acuerdo. ¿Es una razón suficiente?
***
Tal vez fue la segunda copa de vino caliente que lo hizo, pero Katherine
no lo creía. Ella sabía lo que era. Era Warwick —puro y simple. Su
encanto, sus traviesos ojos, esa malvada sonrisa, y el hecho de que ella
parecía perfectamente adaptada a cada uno. Eran como Marianne y
Willoughby en los embriagadores primeros días.
Sí, pero mira lo que pasó con ellos, le dijo una pequeña voz.
No, no lo hagas, otra pequeña voz, dijo la voz que realmente quería
oír. Sólo tienes que disfrutar.
—Quiero llevarte arriba —dijo con una voz apenas audible en la charla
en torno a ellos, pero no tenía que haber dicho una sola palabra, porque
ella lo entendió perfectamente, y se levantaron para irse.
—¿No quieren unirse a nosotros, querida? —Les preguntó Doris Norris
mientras caminaban por su mesa—. Estamos haciendo un equipo para
jugar a las cartas, al igual que en la época de Jane Austen. No querrán
perderse esto, ¿verdad?
—Katherine tiene que acostarse —dijo Warwick a Doris en una voz firme
que iba a arroyar sin oposición.
—Oh, querida —dijo Doris—. ¿No se siente bien? Demasiado de ese vino
caliente, supongo. ¿No estaba delicioso?
Una vez en las escaleras, Warwick tomó su mano entre las suyas y se
rieron en su camino a la cima, y luego las cosas se pusieron serias.
—Nunca haría eso —dijo él, la más pequeña de las sonrisas jugando
alrededor de su boca—. Bueno, podría —agregó— En las circunstancias
adecuadas.
—No podía apartar mis ojos de ti toda la noche —dijo, sus dedos
acariciando la piel de su cuello tan suave, antes de acariciar el pelo
oscuro—. Me has embrujado.
—Este fin de semana, todo es tan-tan… —se esforzó por encontrar las
palabras adecuadas y fracasó.
Katherine sonrió.
Ella cerró los ojos ante sus palabras. No eran las más originales del
mundo, lo sabía, pero nadie las había dicho antes, por lo que sonaba como
la más exquisita poesía.
***
—¿Quién no?
—No —dijo Dan—, pero no parece muy fácil ser deshonesto o bueno, no
por lo que he visto.
—¿Te ha ocurrido?
—Puedo sentir que las cosas se van a poner aún más complicadas —
dijo él con una voz apenas audible por encima de un susurro.
Al principio sus besos habían sido como una luz suave y plumas, el
tipo de besos que envían un hormigueo a todas partes a la vez. Pero las
cosas se hicieron más intensas, y Katherine y Warwick se arrancaron la
ropa cada uno, más rápido que si hubieran estado en el fuego.
¿Qué haría Jane Austen ante todo esto? Tal vez no era el momento
adecuado para pensar en la querida Jane. Parecía casi un sacrilegio estar
haciendo este tipo de cosas en la Conferencia de Jane Austen. ¿No
deberían los dos adultos jugar abajo con las cartas y discutir si Jane y
Bingley estarían realmente abusando económicamente por cada paso del
comerciante y funcionario?
***
Abajo por el lago, Robyn se sentía deslumbrada y aturdida y aunque no
era una sensación totalmente terrible, era una que no la había previsto.
—No se me ocurre.
Caminaron por la orilla del lago hasta llegar al puente de madera que
cruzaba la isla. Era demasiado tentador y antes de que pudiera pensar en
las consecuencias y las complicaciones, Robyn estaba caminando a través
de él hacia el templo redondo cuyas blancas columnas eran brillantes a la
luz de la luna. Había rosas que subían hasta el templo, pero era imposible
decir si eran de color rosa o blanco. Se olía el aire en la cálida noche.
—Hubo una boda aquí el pasado fin de semana, —dijo Dan—. La novia
quería rosas en todas partes.
—No, —dijo—, pero Pammy los vio alrededor del templo e insistió en
que teníamos algo para este fin de semana también. Creo que ahora
siempre lo querrá aquí. Las flores son una particular debilidad suya.
—Y de todas las mujeres, —dijo Robyn—. Incluso si decimos que no lo
son. Una de mis amigas siempre se queja de que las flores son una pérdida
de dinero, pero debes ver su cara cuando las recibe. Su novio le envió un
ramo enorme al trabajo el mes pasado, por su cumpleaños. No pudo dejar
de sonreír todo el día.
—Ya sabes... lo tranquilo que es. Quiero decir, esto es tan hermoso, y
sin embargo, no hay canto ni baile en ello, ¿no?
Dan se rió.
Dan sonrió.
—Yo también.
—Háblame de él.
—¿Debo hacerlo?
***
Nunca había sido así con David, pensó, y ahora sabía por qué, porque
siempre estaba con prisa por salir de ella.
—Cosas que hacer, —siempre decía él, pero era más por la otra mujer
con la que tenía que regresar. Nunca pasaron una noche entera juntos.
Sonrió. Esa fue una risa, ¿verdad, después de saltar a la cama con él
después de tan corta vez?
Miró a su alrededor y le llamó la atención un gran cuaderno negro en la
tabla del vestidor. Se volvió para mirar a Warwick. Él estaba durmiendo de
frente ahora, con la cabeza absorbida en la almohada. Como la mayoría de
las mujeres, Katherine no pudo resistirse a meter la nariz en las cosas,
especialmente cosas como un cuaderno que se había quedado con la
intención de echar un vistazo a pesar de que era consciente de que estaba
muy mal para ella.
***
Afuera, en el jardín, Robyn y Dan habían dejado el templo en la isla y
fueron caminando poco a poco para volver a la casa. Una sombra nubló
parcialmente la luna en un punto en el que había sido arrojada a las
tinieblas, pero Dan se acercó y tomó la mano de Robyn y no la había
soltado desde entonces.
—¿El instituto?
—Y fue todo.
—Ahora lo soy.
Ella suspiró.
Podía escuchar la ducha en el baño y decidió que podría ser una buena
idea vestirse y volver a su habitación. El Lord solo sabía cómo lucía ella.
No se había quitado el maquillaje la noche anterior. Había una buena
probabilidad de que Warwick lo hubiera besado hasta desaparecerlo, pero
tenía el presentimiento de que sus ojos lucían como moretones gigantes, y
esa nunca era una buena apariencia.
***
Ella sonreía mientras pensaba en Purley. Era un lugar precioso. Tal vez
ella no estaba para nada enamorada de Dan pero se había enamorado de
su casa. ¿Elizabeth no había confesado haberse enamorado de Darcy en el
tiempo en el que lo vio por primera vez en su casa en Pemberley?
Oh, ¿qué está haciendo todo el mundo?, pensaba ella, mirando detrás de
la casa y preguntándose por qué nadie estaba tan ansioso por irse como
ella. ¿Dónde estaban todos? ¿Qué era más importante que ir a
Chawton?Buscó en su bolso la cámara. Ya había revisado tres veces para
ver si estaba allí. Había sido cargada esa misma mañana luego de que
hubiera borrado cada fotografía que ya no necesitaba. Debía haber mucho
espacio para capturar todo, pensaba ella. Aunque, ¿serían 418 imágenes
suficientes? Siempre había un móvil como repuesto, el cual también
tomaba fotos, excepto que no había cargado eso. ¡Oh, querida! ¿Tendría el
suficiente tiempo para devolverse a su habitación y cargarlo? Pero
entonces perdería su lugar en la parte delantera del coche, y podría irse
sin ella. No se podía arriesgar.
—Lo amarás —dijo Doris—. Sabes, he ido cinco veces ahora, y nunca
me canso de ello. Es el lugar más hermoso para mí en el mundo.
La villa estaba bordeada con lindas casas de campo pero Robyn sabía
lo que estaba buscando, y su primer vistazo no decepcionó. Asentada en la
quieta curva de la carretera, la casa de Jane Austen parecía observar
desde arriba toda la villa, y pensó lo perfecta que era la posición para un
escritor. Jane hubiera sido capaz de ver tanto de la villa desde las muchas
ventanas de guillotina. Un muro bajo de ladrillo rodeaba un jardín muy
lindo llenos de flores y árboles, y Robyn no podía esperar a entrar y
caminar en los pasos de su anterior dueña.
—Es tan bella —dijo ella, y Doris asintió.
Entonces allí estaban todos los maravillosos libros sobre los libros:
biografías, títulos sobre vivir en la época de Jane Austen, colecciones de
sus cartas, guías de viaje a Bath, libros de recetas, y más. Los ojos de
Robyn estaban verdaderamente aturdidos mientras tomaba una copia de
cada título de las estanterías y pasaba rápidamente por ellos.
Tengo que tener este, pensaba, espiando un título que era nuevo para
ella. Y este también. No me puedo ir sin este.
Luego vio los diarios, una colección de confesiones ficticias del punto
de vista de los héroes de Austen, y su mano alcanzó sin momentos de
duda El Diario del señor Darcy por Amanda Grange. ¿No había estado
Carla hablando de ese título con ella? Bueno, tenía que tenerlo, ¿no?
Doris rió.
—He visto cada una de ellas. Y si hacen cien más, las veré también.
Robyn asintió. Era lo mismo para todos los fans verdaderos. Podría
haber una nueva versión de Orgullo y Prejuicio cada mes, y los fans
todavía querrían más.
—¡Warwick! —protestó ella, pero era preferible mientras las protestas se iban
porque él la besaba de nuevo inmediatamente y ella no se quejaba. Bueno, no al
principio. No hasta que escucharon pasos atrás de ellos—. En serio —dijo ella—.
¡En casa de Jane Austen! Debe haber una ley contra tales cosas.
Él le sonrió.
—¿Y qué hay de malo con eso? Estoy seguro de que nuestra autora lo hubiera
aprobado. ¿No era el amor la clave de todos sus libros?
—¿Por qué?
—Supongo que pensaba en este lugar un poco más especial. Casi como una
iglesia. —Warwick sonrió—. ¿No piensas que estoy loca?
—Me pregunto cómo escribía —dijo Katherine—. Digo, ¿le importaría que la
gente la interrumpiera? ¿Podría ubicarse en el mundo de su libro y dejar todo lo
demás fuera? Hay una hermosa escena en la película de Los Arrepentimientos de
la Señorita Austen cuando Cassandra entra en la habitación mientras Jane está
escribiendo, ella para y su bolígrafo sigue rondando por el papel hasta que su
hermana se va. Amo eso. Creo que sería así si escribiera ficción.
Warwick asintió.
—No. Estoy bastante feliz con la no-ficción. Me gusta investigar los hechos. La
ficción es mi escape al final de un largo día. No creo que quiera escribirlo nunca.
¿Qué hay de ti?
—¿Pero no escribirlos?
—Parece muy extraño para nosotros ahora enviar lejos a uno de nuestros
hijos para ser criado por alguien más, además con su apellido.
—Sí.
—No creo que lo hubiera hecho —dijo Katherine al lo último—. No creo que
fuera para ella. Creo que su escritura lo era todo. Ningún hombre podría ser
amado más que sus queridos libros.
Katherine asintió.
***
Las habitaciones eran pequeñas pero llenas de luz y había mucho que
observar. Era adorable ver todos los pequeños muebles e imaginar las cosas
siendo utilizadas por Jane, especialmente el pequeño escritorio junto a la
ventana.
Moviéndose hacia arriba, entró en la habitación que alguna vez había sido de
Jane y Cassandra. Era una habitación de tamaño regular, del mismo tamaño que
la habitación de Robyn, y se sentía divertido estar parada allí con una réplica de
cama, armario y sillas. Un collar de encaje enmarcado y colgado en la pared.
—“Hecho por Jane Austen” —leyó con una anhelante sonrisa, imaginando las
manos del autor trabajando cada pieza frente a ella.
***
—Pero lo voy a comprar. Quiero que lo firmes para mí. Deberías firmar todos
esos. Tienen... —contó él—. Cinco. —Katherine meneó su cabeza—. Deberían
saber quién está parado en su tienda.
—¡Warwick!
—Claro que estoy orgullosa; sólo que no necesito que todo el mundo sepa de
ello.
—Estoy segura de que serías el mismo. Los escritores son unas personas muy
modestas, lo sabes. Si no lo fuéramos, no seríamos escritores; seríamos actores o
algo por el estilo, lanzando nuestros talentos por cada plataforma.
—Y es una rara excepción a mi regla —le dijo Katherine—. Amo estos fines de
semana. Puedo ser quien realmente soy.
—Una Janeite —dijo ella y luego suspiró con placer—. Es tan maravilloso ser
capaz de decirlo en voz alta. Sabes, si yo diera una pista en un lugar como el St.
Bridget’s, sería azotada. Me persiguieron a través del patio y nunca he estado
autorizada para oscurecer el nombre de la fina literatura de nuevo.
Warwick sonrió.
—Yo también —dijo ella—. Al menos hay un buen rango de ficción aquí
aunque no puedo ver nada de Lorna Warwick.
—No me sorprende.
—¿No? Pero estoy seguro de que venden bien aquí. Tal vez deberíamos
sugerirlo.
—¿Por qué no? Estuviste fastidiando por anunciarme hace un minuto. ¿Por
qué no le hacemos a nuestro amigo Lorna un favor?
—Sólo algunos libros más para la colección —dijo, esperando que no mirara
dentro de su mochila.
—¿Tus libros?
Él asintió.
—Supongo que es más fácil estos días —dijo ella—. Tantas viejas tiendas
están cerrando, pero supongo que la renta está haciendo las cosas más difíciles.
¿Tenías una tienda?
—Eh, no —dijo, parando de leer una noticia en el jardín sobre unas flores en
la foto.
—Bueno —dijo—. No estoy seguro de que sea una buena idea. El lugar es un
asco; realmente lo es.
—Creo que tomaré un paseo por la Iglesia —dijo Warwick—. Antes de que el
entrenador se tenga que ir.
Katherine asintió.
“El misterio de los hombres”, había pensado mientras se iba de los jardines
para tomar una taza de té en Cassandra’s Cup.
***
¿Por qué Katherine siempre traía el tema de los libros a colación? Está bien,
estaban asistiendo a una conferencia sobre libros y la charla sobre ellos estaba
en la agenda, pero las cosas se habían puesto muy cerradas para su comodidad
allí adentro, y sentía que sus ojos estaban buscando en su ser. Ella había estado
sospechosa, se preguntaba, ¿o sólo estaba siendo paranoico? Ella no tenía forma
de saber quién era realmente.
—¡Qué idiota he sido! —se maldijo a sí mismo—. ¿A qué crees que estás
jugando? Esto no es un juego, esto es la vida real, y si ella alguna vez se enterará
de lo que has hecho…
***
Caminando por la carretera, Robyn deseaba poder visitar la casa, pero era a
la Iglesia a quien había venido a ver, y tomó un pequeño camino a la derecha y
entró por la puerta.
Las dos sepulturas que estaba buscando no eran difíciles de encontrar, por el
grupo de personas que estaban paradas frente a ellas con cámaras. Paradas de
lado a lado en la parte de atrás del patio de la Iglesia en un maravilloso puesto
soleado, los marcadores eran de simple madera declarando el fallecimiento de
Cassandra Austen y de Cassandra Elizabeth Austen. La madre de Jane había
vivido hasta los ochenta y siete años y su hermana hasta los setenta y dos.
Cuánto tiempo habría durado Jane, se preguntaba Robyn, y que triste habían
sido separadas las tres por la muerte. Jane y su hermana habían sido cercanas, y
parecía extraño que Jane estaba en Winchester tantos kilómetros lejos de su
amado Chawton.
—Hola —dijo ella—. ¿Estás escribiendo? —Era una pregunta tonta, pero no
sabía qué más decir—. Digo, ¿es un diario?
—Algo así —dijo—. ¿Has visto las tumbas? Estaba a punto de ir a verlas.
Robyn lo miraba irse y luego se dio cuenta de que Katherine no estaba con él,
lo cual le hacía recordar a Dan. El maravilloso y apuesto Dan con besos más
calurosos que el sol y manos que hacían que su piel hormigueara. No había
pensado en él en horas, y eso la sorprendía, pero como todo en su vida, él tenía
que entrar en la fila detrás de Jane Austen.
***
Luego de una buena taza de té, Katherine dejó Cassandra’s Cup e hizo su
camino hasta el autobús. Tenía un pequeño bamboleo en el camino,
preguntándose si tenía tiempo de devolverse a la tienda de Jane Austen y
asegurarse de que no hubiera nada que no haya visto., pero lo pensó mejor y
siguió su camino hasta el autobús.
—No entiendo.
Ella volteó a verlo, y sus ojos estaban tan grandes y oscuros que fácilmente se
podría haber perdido en ellos y olvidar todas sus preocupaciones, pero no lo hizo.
—¿Cuándo?
Él meneó la cabeza.
—No, ¡no es eso para nada! Es sólo que no quería hablar del trabajo, ¿sabes?
—Más te vale —le dijo, sentándose en su asiento, permitió que la besara antes
de que el autobús arrancara.
Capítulo 24
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por Pily
—¿Dan?
—Por aquí.
Él le sonrió.
—¿Cuándo?
Robyn sonrió y vio como puso el cepillo con el cuerpo hacia abajo y se
limpió las manos, en la parte delantera de sus pantalones vaqueros.
Llevaba
una camiseta negra que estaba muy gastada alrededor del cuello, una
manera
particularmente provocadora, pensó Robyn, mirando a su garganta como
si fuera lo más bonito que había visto nunca.
—Así que, ¿qué hay esta tarde? —preguntó, sus manos acariciando su
cabello—. ¿Cuándo tengo que abandonarte de nuevo?
—Dan —reprendió.
—¿Qué?
—¿Qué?
—Pero ¿y si me caigo?
Robyn descubrió que había puesto una enorme sonrisa, era difícil de
rechazar dicha oferta.
—¡Mentiroso!
—No, de verdad.
—Por supuesto que no. Es bueno que hagan ejercicio. Ahora ven aquí y
di hola.
Dan se rió.
—A Perseo.
Dan asintió.
—El héroe de la mitología griega que mató a Medusa. Creo que Pammy
estaba jugando a la diosa Atenea cuando lo compró. Todo tenía que ser
griego.
—Es él. Es un caballo muy especial, pero que necesita una mano firme.
Ahora —dijo —, de pie detrás de Robyn. —Coloca las manos así. —Tomó
las manos de Robyn y las guió.
—Cuando tu pie esté en el estribo, te voy a dar una ventaja, ¿de
acuerdo? Simplemente mueve la silla, asegurándote de que se mueve la
grupa de Poppin. Él tiene una bastante grande.
—De acuerdo —dijo él, agarrando sus dedos—. Las riendas así.
Simplemente daremos un paseo por el jardín mientras llega Perseo. Utiliza
tus rodillas para mantenerte en movimiento.
Esta era una nueva Robyn, Robyn, la jinete que podía galopar por el
campo, despejando todas las puertas a la vista. Bueno, tal vez no hoy.
Como se las arregló para mover a Poppin con un pie, poco a poco
comenzó a construir su confianza.
Robyn hizo lo que le decía. Sí, así estaba mejor. Hizo un poco más de
los circuitos del patio de los establos, acostumbrándose a girar a la
izquierda y
la derecha y mantener el equilibrio a pesar de que hizo una o dos
oscilaciones que casi dan con ella en tierra.
—Vamos, chicos —dijo Dan, dando un silbido para que los perros le
siguieran.
—No vamos a hacer nada más allá del trote —dijo—. No cuando esta es
tu primera vez.
Dan lideró la salida del establo y por el camino. Robyn echó un rápido
vistazo para volver a Purley Hall, se preguntaba si alguien se daría cuenta
de
su paseo a caballo cuando debía asistir a la próxima conferencia.
—Por aquí —dijo Dan, y volvió a los caballos por un camino bordeado
de árboles en un lado y campos abiertos en el otro.
—El río está allí abajo —dijo, dándose la vuelta para mirarla—. Es el
lugar más perfecto del mundo. Te va a encantar.
Le dio una sonrisa que hizo que su corazón diera un salto mortal con
anticipación, y sabía que él estaba en lo cierto, que le iba a encantar.
***
—¿Puedo entrar?
—Adelante.
Ella le miró.
—No estaba segura de qué pensar —dijo—. Pensé que esta podría ser
uno de esas locas aventuras del tipo vacaciones, ¿sabes?
—Yo tampoco.
¡Y las vistas! Podía ver millas a través de los campos, de los setos de
Hampshie y se sentía cerca de los arboles, como si fuese un pájaro
flotando en algún lugar entre la tierra y el cielo.
—Tu turno —dijo él. —No puedes quedarte ahí todo el día.
—Es un pedazo de tarta. Solo pon los pies fuera de los estribos,
mantén sostenidas las riendas y agarra una sujeción de la parte delantera
de la silla. Quieres inclinarte hacia adelante y girar la pierna derecha sobre
la espalda de Poppin y tratar de rebotar cuando golpees el suelo, doblando
las rodillas.
—Eso es mucho para recordar —dijo Robyn, mordiéndose el labio
mientras trataba de poner todo en práctica.
—Ahí vas —dijo Dan un momento después cuando regresó —con las
piernas tambaleantes— hasta el suelo. Sus manos estaban alrededor de su
cintura y ella se volvió hacia él, su cuello extendiéndose hacia atrás
mientras él se inclinaba para besarla. Desafortunadamente todavía
estaban llevando los sombreros de equitación y los picos se chocaron entre
sí, provocando que ambos estallasen en carcajadas.
—¿De verdad?
Él asintió.
—¿Sucio?
—Lo sé. Pero lo soy. ¡Mira! —dijo él, extendiendo los brazos para que
ella inspeccionara. —Permanentemente cubierto en suciedad de caballo y
el pelo.
—Acepto mi error.
Robyn sonrió.
—No puedo —admitió ella con una risa. —No donde concierne a Jane
Austen. Me refiero a que, no soy una experta pero conozco una o dos cosas
y odio cuando las personas hacen las cosas mal. ¿Es eso extraño?
Ella espero pacientemente. ¿Iba a decir algo más o odiaba todo sobre
los libros y la odiaba por preguntarle por eso?
Robyn rio tanto con alivio como placer de que él pareciese estar
disfrutándolo.
—Cualquiera. Ambas.
—Me temo que he tenido una serie de relaciones condenadas —dijo él.
—¿Condenadas?
Asintió.
—Sí. No iba bien con las mujeres en mi vida, pero hubo una chica
especial y juro que realmente hice un esfuerzo por ella. Había dejado el
trabajo solo dos horas, tarde y todo. —Dio una sonrisa irónica.
—Holly.
—Pero casi se lo propuse. Compre el anillo, reserve una mesa para dos
en su restaurante favorito mirando al Támesis, deje el trabajo un tiempo
por una vez, y después esperé.
—¿Qué ocurrió?
—Nunca apareció —dijo él con un suspiro. —No fue hasta un mes
después que averigüe que había dejado la ciudad esa misma noche con un
amigo en común.
Era el turno de ella para responder y no podía, no ahora que Dan había
revelado todo. Robyn sacudió la cabeza.
—No —dijo.
—Creo que no —dijo al menos con un tipo extraño de risa. Podía sentir
los ojos de Dan en ella y miró hacia arriba para encontrarlos.
—Gracias —dijo ella —pero no creo que haya mucho que decir,
realmente.
Moby, quien había estado patrullando por la orilla, vino y se dejo caer
al lado de Robyn. Ella extendió la mano y acarició su pelo dorado.
Fue entonces que su teléfono sonó. Había olvidado que lo transfirió del
bolsillo de su falda al de la camiseta que estaba llevando y maldijo la
acción cuando vio el texto.
Robyn asintió.
—¿Quieres regresar?
-Nunca he hecho nada como esto antes —dijo Katherine desde debajo
de los suaves pliegues del edredón en la cama de Warwick.
Fue un buen trabajo el que ambos hubieran decidido que bien podrían
prescindir de la tarde en el grupo de discusión sobre el carácter de Austen,
más porque nunca habrían bajado las escaleras a tiempo. El cabello de
Katherine fue, una vez más, víctima de la pasión y conectaba en cascada
sobre sus hombros como hermosas zarzas, y la habitación de Warwick era
algo digno de contemplar, también.
—¿Saber qué?
—¿Qué personaje de Jane Austen te pareces más. —Ella podía ver una
pequeña sonrisa levantando los labios de Warwick.
—Bueno, yo soy inteligente. Soy ingeniosa. Soy una buena amiga. Soy
apasionada de los libros y me encanta caminar.
—Te dije que cada mujer piensa que ella es Elizabeth Bennett.
—Porque no lo haces.
—Lo siento —dijo ella sentándose una vez más. —Es sólo que estoy
muy interesada en lo que haces.
—¡Por supuesto!
—¿En serio?
—Con Warwick.
Robyn se quedó sin aliento.
—No puedo decir que te culpo. Quiero decir esta tarde no era la más
fascinante.
—Con Dan.
—¿Qué?
—Ya lo sé.
—Yo tampoco.
—¡Yo también! —dijo Robyn. —Nunca pensé que iba a caer en el amor.
—Yo tampoco.
***
Fue una cena perfecta. El primer plato era ligero y sublime, el principal
por supuesto suntuoso y satisfactorio, y el deslumbrante postre de
chocolate. Robyn estaba doblando la gruesa servilleta de lino en espera de
su taza de café cuando oyó un ruido extraño.
Era Jace, y Robyn sólo podía adivinar lo que estaba haciendo, sin
embargo, no tenía que esperar mucho tiempo para averiguarlo, la puerta
del comedor se abrió de golpe, y en la carga de un caballo.
—Jace.
—Te amo Robyn —dijo. —Sé que no soy lo suficientemente bueno para
ti. Sé que no soy uno de tus héroes de un libro. Sólo soy un tipo normal
que no conoce su Darcy. Pero te amo y quiero casarme contigo. ¿Quieres
ser mi esposa?
—Oh, querido Dios, por favor, debo estar equivocada, pensó Robyn,
temía abrirla, porque sabía lo que estaba allí. Pero ¿qué otra cosa podía
hacer? Un silencio absoluto llenaba la habitación del comedor cuando todo
el mundo miró a Robyn y Jace, la boca y los ojos bien abiertos, no
queriendo perder un solo segundo.
Robyn hizo lo único que podía hacer y abrió la caja con dedos
temblorosos. Poco segura, sentado en un cojín aterciopelado estaba un
anillo de diamantes, tres piedras brillantes que le guiñaron un ojo a la luz
de las velas.
Alguien gritó, y todo el mundo vio con horror como la cola de Perseo
creció un centímetro.
—Oh, Dios mío —dijo alguien con un jadeo, y todos vieron como Perseo
extendió su impresionante equipo y un chorro fuerte de orina salpicó sobre
la alfombra. Aquellos que se habían atrevido a permanecer sentados en la
mesa se movieron tan rápido como era humanamente posible para el otro
lado de la habitación cuando la corriente ámbar continuó.
—¿Qué está pasando ahí abajo? —preguntó Jace desde arriba. —Está
orinando, ¿verdad?
Robyn hizo una mueca, muy segura de que no hay que jurar en una
conferencia Jane Austen. Todo el mundo estaba jadeando y susurrando,
horrorizado y divertido al mismo tiempo. ¿Qué pensaría Dame Pamela?
Todas las miradas se habían apartado de los jóvenes amantes a la gran
dama, que miraba decididamente perpleja, sus ojos dos círculos amplios
en su rostro.
Pero entonces ella se echó a reír, con el cuerpo inclinado hacia adelante
como si no pudiera soportarse. Todo el mundo miró mientras se echaba a
reír, el sonido alegre llenando la habitación.
—Eso —dijo —es la cosa más divertida que he visto en mucho tiempo.
—Porque me lo dijo.
Katherine asintió.
—Es probablemente algo que tiene que ver con este lugar. Tal vez haya
algún tipo de hechizo en él, que hace que todos se enamoran.
Ella le dio el libro de Warwick y dejo hojear y leer las palabras que tan
bien conocía. Recordaba el día en que las había escrito. No había estado
tan seguro de la escena en sí mismo. ¿Fue demasiado gótico? Ojala su
editor le acusara de ir para arriba. Pero no. Tansy, el editor más difícil en
la ciudad, le adoraba, y los lectores de Lorna también. Había sabido por
las cartas que le llegaron en sacos. Y ahora, aquí estaba más querida, más
bella Katherine cantando las alabanzas de la escena también. Era
demasiado. Él sabía que no debía llevar las cosas, pero el escritor en él
quería oír más.
Warwick sonrió.
—¿Te gustó?
—Es una pena que Lorna Warwick no sabe lo mucho que amas los
libros —dijo, observando con atención su respuesta.
—¿Qué?
—Dime —dijo.
—Bueno, tal vez podría decirte, pero tienes que prometerme que no va
más allá.
Katherine asintió.
—No pude evitarlo. Sólo tenía que ponerme en contacto. ¿Eso es tonto
de mi parte?
Katherine sonrió.
—¡Lo hizo!
—¡Oh, vamos!
Fue la noche más larga que Robyn había conocido. Durante la mayor
parte del tiempo se sentó en la ventana, mirando por la ventana hacia el
jardín. La luna estaba en algún lugar detrás del cedro y su sombra se
arrojaba por la hierba, extrañamente hermoso.
—Si, lo amaba.
De repente, cayó en cuenta que Dan pudiera estar dormido. Ella estaba
asumiendo que él estaba tan molesto y no puede dormir sin ella, pero ¿y si
la había borrado de su mente y soñaba con alguien ya? Puede que no
desee que le molesten. Se mordió el labio, pero siguió caminando. Incluso
si él no quería verla, tenía que hablar con él y dejar las cosas claras. Era la
única manera.
Después de entrar en el bloque del establo bajo la torre del reloj, miró a
su alrededor. Todo estaba tranquilo y todo estaba oscuro. Dan no estaba
sentado junto a una ventana iluminada meditando sobre ella. ¿Él estaba
dormido?
—Dan.
—¿Robyn?
Una de las cosas más emocionantes de toda el fin de semana era que
Katherine tenía el placer de vivirlo de nuevo cuando escribiese a Lorna
Warwick. No podía esperar a contarle a Lorna todas las noticias. ¿Qué
diría un gran autor? ¿Aprobaría tales cosas o estaría conmocionada por el
conocimiento de Katherine? ¡No! Posiblemente no podrías conmocionar a
una autora romántica ¿verdad? Volver a pensar en algo de las húmedas
escenas que había escrito ella, la llevaría a una completa conmoción, pensó
Katherine.
Querida Lorna,
—¿Estas escribiendo?
***
En el patio de los establos, Robyn estaba comenzando a desear que no
hubiese dejado el calor de su habitación.
—Es pequeño, pero es una casa —dijo Dan, como si estuviese leyendo
los pensamientos de Robyn.
—Es agradable —dijo ella—. Lo haces agradable. —Agarrió el cuadro de
un caballo en la lejana pared y miro a los dos perros acurrucados en sus
cestos, ahora que la emoción se había disipado. ¿Qué más necesitaba
cualquiera? Robyn se preguntaba cómo se comparaba con el lujoso
apartamento de Londres en el que él había vivido. Habría jurado que ese
lugar no habría olido a caballos. Dan le señaló que tomase asiento y ella se
sentó en el pequeño sofá.
—¿Quieres té o un café?
—¿Funcionó?
—Quería decir que lo siento —dijo ella, su voz apenas audible sobre los
ronquidos proviniendo de los cestos de Galleta y Moby.
—Pero algunas veces hacemos cosas por personas a las que amamos —
dijo Dan—. Una vez me puse un traje y me sentó durante cuatro horas de
opera para complacer a mi novia.
—Es la cosa más estúpida que jamás ha hecho. Podría haber tenido el
cuello roto. Es afortunado de que Perseo estuviese de buen humor —dijo
Dan.
—Lo sé —dijo Robyn—. Estaba preocupada por él, pero parecía feliz.
Creo que es una de las pocas veces que pensó en cualquiera además de él.
—Dijiste sí.
—Hasta hoy, ese anillo es el único regalo real que Jace jamás me ha
comprado.
Dan parecía perplejo.
—Pónmelo —dijo.
Ella miró alrededor hacia él. Con ella en el segundo escalón de las
escaleras y el encima, parecía más alto que antes, y sabía que sería difícil
estar con él pero antes de que pudiese decir algo, él la volvió a subir por
las escaleras y estaba besándola, su boca cubriendo la de ella y
previniendo alguna protesta. Era demasiado fácil. Ella no quería estar en
algún otro lugar más que allí con ese hombre, y no quería estar haciendo
nada más.
Dan fue rápido a seguirla, parando solo para poner un abrigo sobre él,
y Moby y Galleta estaba también en persecución, viendo una escena de
gran emoción.
—¡Robyn!
—Dan… ¡No!
—No vas a irte de esta manera. Viniste a verme esta noche, y nos
habíamos dicho con dificultad una palabra el uno al otro.
Robyn se dio cuenta de que él tenía razón. Había querido darle una
explicación apropiada sobre lo que había ocurrido con Jace, excepto que
no lo hizo.
Dan asintió.
—¿Qué momento?
Ella suspiró. No quería ir con todo eso ahora pero al mirar a Dan y
pensar en el tiempo que habían pasado juntos, se dio cuando de que tenía
derecho a saberlo.
Capítulo 29
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por sttefanye
¿Hace cuánto tiempo que parecía desde que había conocido la felicidad
tranquila que estaba sintiendo?
Sus relaciones del pasado siempre habían sido más de diversión que
cualquier otra cosa. Ellos han pasado el tiempo lo suficientemente bien y
nunca tuvo nada de que quejarse, pero, de nuevo, nunca había sentido lo
que sentía cerca de Katherine. Había habido otra mujer que se acercó.
Alison. Warwick la había conocido en un viaje de investigación en Austria.
Ella había estado sentada en el bar en el hotel y había comprado una
bebida y habían pasado toda la noche hablando. Se habían llevado bien en
realidad y, sin embargo no había sentido la chispa que sintió con
Katherine. Su relación había durado casi un año. Ella vivía en Glasgow,
que era una vieja manera justa de Sussex, pero habían hecho el esfuerzo
de cumplir cuando ella estaba de negocios en Londres, pero todo se había
desvanecido.
Suspiró. Eso era lo más cercano que jamás había llegado a una
relación de larga duración. Fue patética en realidad, teniendo en cuenta el
número de años que había estado en el planeta, pero tal vez las cosas
estaban a punto de cambiar.
—¿Warwick?
—Hola, dormilona.
***
Miró a Dan.
—¿Qué pasó?
—¡Oh!
—Se levantó de una semana de los castigos. Tuvo suerte de que no
fuera suspendido, o expulsado.
—No, no era eso, en realidad, pero sin duda cuenta. Lo conocía desde
antes de eso, por supuesto. Estamos acostumbrados a ir en el mismo
autobús a la escuela, y todos se conocían más, pero fue sólo después, que
realmente nos hicimos amigos.
Ella asintió.
—¿Qué pasó?
Ella asintió.
—No quieres estar con él, ¿verdad, y mucho menos casarte con él? Y
sin embargo, dijiste que sí.
—Está jugando con esa bondad tuya. Él sabe que no eres feliz con él, y
tiene el descaro de proponerte y esperar que digas sí.
—Pero tú tienes más que pagado por esa amabilidad con años en su
cuenta, Robyn. Él no puede esperar más de ti. No se puede establecer una
relación de culpabilidad.
—Robyn. —Dan fue tras ella, los perros le siguen pisando los talones.
—Tienes que dejarme arreglar las cosas por mí misma, Dan. No puedo
pensar en este momento.
—¿Por qué? —dijo Robyn—. ¿Por qué estás tan preocupado por mí y la
decisión que tome?
—Uno tiene que preguntarse eso —le dijo—. ¿No lo sabes? ¡Te amo!
—¿Qué tiene que ver con nada? Has sabido de Jace por años, pero que,
obviamente, no lo quieres —dijo.
—¿Qué estás hablando? —dijo Dan—. Has dicho más o menos lo que
sientes por él, y ¿qué demonios has estado haciendo conmigo si estás
enamorada de Jace? Dime eso.
—¿Danny? —De repente una voz llama a través del césped. Era Dame
Pamela en bata y zapatillas—. Vas a despertar a todo el mundo. Por el
amor al, vengan al interior, los dos.
Robyn se volvió hacia Dan. Estaba desesperada por decir algo,
cualquier cosa, que daría cierto conocimiento de lo que sentía por él, pero
el momento se había escabullido.
—¿Qué les pasa a los dos? —preguntó Dame Pamela.—. ¡Dios mío!
Sintió que las lágrimas calientes escocían sus ojos mientras lo vio
alejarse. ¿Fue realmente así? Tragó saliva y su garganta se sentía apretada
y con bultos. Dama Pamela se apoderó de su brazo y la condujo al interior.
—Ven aquí, mi querida —dijo, y Robyn no tenía más opción que seguir.
Fue obvio que Dan no quería hablar más de la noche, y Robyn estaba
preocupada de que no quisiera hablar con ella de nuevo. ¿Qué había salido
mal? No había tenido intención de que las cosas resultaran de esta
manera, realmente no tenían, y el corazón le dolía al pensar en él
partiendo con esa expresión de su cara.
Cuando las dos mujeres llegaron a una puerta al final del pasillo, Dame
Pamela abrió.
Robyn se acercó y vio que era una biblioteca. Ella frunció el ceño.
Había una biblioteca abajo, ¿no estaba allí?
Robyn vio como Dame Pamela vierte dos medidas generosas en los
vasos.
—Lo siento mucho por todos los problemas que he causado —dijo
Robyn—. Estoy segura de que Jace es demasiado. Es sólo que en realidad
no piensa las cosas. Es una época difícil para nosotros.
—¿Qué quieres decir con que no tiene ninguna respuesta? Usted debe
saber por qué dijo que sí.
—Oh, púdranse.
—Lo es.
Warwick la miró.
—¿Por qué no? Es bastante sexy. Estoy en la cama con una doctora.
—¡Warwick!
—¡Cerebro y belleza!
—Abajo —dijo finalmente, dejando a sus ondas negras colgar sobre sus
hombros. Se puso una capa extra de brillo de labios y luego se sentó junto
a la ventana con vistas al lago y sacó sus notas para su conferencia. Este
era el verdadero propósito por el que había ido a Purley Hall, pero había
sido muy fácil olvidarlo después de haber conocido a Warwick.
Definitivamente el amor había tenido prioridad sobre la literatura este fin
de semana.
***
Pero había algo —alguien— que tenía que poner antes que a Dan esa
mañana, y ese era Jace.
Tomó un cojín del pequeño sillón junto a la ventana, recogió sus libros
premiados, se sentó en el asiento de la ventana y sacó la edición
bellamente encuadernada de Orgullo y Prejuicio. Corrió sus manos sobre la
cubierta roja y dorada, pensó en que había pocas cosas más hermosas que
una nueva edición de su libro favorito.
Robyn suspiró. Era más que eso, ¿no era así? Todavía tenía esa vieja
sensación de malestar al ser atada a Jace. Él era todo lo que conocía. Él
era seguro. Bien, no prendía su corazón en llamas y la molestaba como el
infierno la mayor parte del tiempo, pero ellos se conocían el uno al otro y
ese nivel de conocimiento era una extraña clase de confort.
***
Pero eso no podía ser. Tan pronto se había vestido, su teléfono sonó.
Era un mensaje de Nadia Sparks, su agente.
Warwick tragó saliva. Nadia estaba hablando del baile del domingo en
Purley. Siempre era un evento especial, y la gente del mundo editorial se
moría por asistir. Pero Nadia no sería uno de ellos, pensó, rápidamente
marcando su número. Se fue al correo de voz, colgó, maldiciendo en voz
alta. Esto era la última cosa que esperaba. Por mucho que adorara a su
agente, realmente no la quería aquí. Ella representaba a Lorna Warwick, y
él no era Lorna Waewick este fin de semana —todo lo contrario— y
cualquier cosa que amenazara ese hecho debía de ser evitado a toda costa.
***
Eran las ocho de la mañana cuando Robyn bajó las escaleras. Nadie
estaba alrededor excepto por Higgins el mayordomo, que esta mañana
estaba usando un chaleco color índigo con brillantes botones plateados.
—Oh, gracias —dijo Robyn, notando una bandeja que había sido
colocada en una mesita para ella y para Jace con cereal, pan tostad, té, y
jugo. Era mucho más de lo que merecían, después de todos los problemas
que causaron.
—Pensé que podría ser ese extraño hombre que usa un chaleco raro.
Estaba haciendo ruido hace rato, pero pretendí que estaba dormido. Él
seguía aclarándose la garganta.
—¿Qué demonios?
—No deberías de haber venido para nada —dijo Robyn después de una
pausa.
Él se giró.
Robyn suspiró.
—¡Jace!
—¿Qué?
Ella asintió.
—No.
—No quiero el anillo. Es tuyo. Quiero que lo tengas, y ¡quiero que seas
mi esposa! —Se había olvidado de la comida delante de él y se arrodilló al
lado de Robyn, entrelazando sus manos—. No puedes hacerme esto. ¡Te
amo!
Jace suspiró.
—Sé que no soy tan inteligente como tú y sé que no leo todos esos
libros y esas cosas, pero te amo, Robyn. Realmente lo hago.
Robyn miró a Jace. Sus ojos estaban llenos de lágrimas que ya eran
visibles. A Robyn se le habían salido también.
Él miró hacia abajo a sus pies descalzos por un momento, sin decir
nada, pero entonces miró hacia arriba.
Robyn debió haber sabido que esto iba a salir, pero una parte de ella
tenía la esperanza de que Jace no cayera tan bajo en un momento como
este. Cerró sus ojos, preguntándose como manejaría eso, y decidió que la
calma que quedaba era la única manera.
—¡No me estas escuchando Jace! Esto no tiene nada que ver con él o
con nadie más.
Jace se detuvo y se dio la vuelta.
Hubo un momento de silencio terrible y Robyn vio que Jace cerró los
ojos. Por fin parecía estar escuchándola.
Capítulo 31
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por vicsibet
—Estaba esperando para ver un caballo aquí esta mañana —dijo Doris
Norris sonriendo cuando entró en el comedor.
—Apuesto a que tiene esa maravillosa flor del amor joven —dijo Rose
con nostalgia.
—¿No crees que sea feliz nuestra querida Robyn? —El dulce rostro de
Rose se arrugó por la preocupación—. Pero dijo que sí.
—Lo mismo hizo la Princesa Diana —dijo Katherine, y se levantó de la
mesa para poner fin al interrogatorio.
***
—Ya lo sé —dijo.
Hubo un momento incómodo cuando ninguno de los dos sabía qué mas
decir. Habían estado juntos durante muchos años y ahora se estaba
terminando. ¿Qué podía uno decir en una situación así?
—Quédatelo.
—No puedo —dijo él, y ella se dio la vuelta para mirarlo—: No puedo
dejar que te vayas así.
Había unas pocas personas caminando por las escaleras listos para la
charla y algunos más salieron del comedor después del desayuno. Robyn
tuvo que deshacerse de Jace. Ella no podía arriesgarse a otra escena, lo
dejó acercarse.
—Tienes que irte, Jace. Se ha acabado. Por favor, tienes que ver eso.
—¡Por favor!
Ella se estaba dirigiendo hacia las escaleras, pero esta vez, Jace la
empezó a seguir y las personas estaban empezando a mirar. Ellos lo
reconocieron, ¿no? Y ellos estaban, sin duda esperando ser entretenidos
una vez más.
—Jace, tienes que aceptar que las cosas han terminado —dijo ella.
Jace parecía un poco atónito ante sus palabras, como si supiera que él
era el que iba a tener que ceder en este punto.
—Pero puedo cambiar —dijo él, pasándose una mano por el pelo con
desesperación.
—Por favor —dijo ella, y él la miró, sus ojos tan grandes que casi dolía
mirarlos.
—Pero no voy a volver a verte, ¿lo haré? —dijo con una voz que apenas
era audible.
—Por supuesto que lo harás —dijo Robyn.
—No, no lo será.
Robyn soltó las manos de Jace y cerró los ojos por un momento. Al
abrirlos, vio que Jace estaba caminando por las escaleras.
Jace asintió.
Robyn cerró los ojos. Era cierto, ¿no es así? Había pocas personas que
la conocieron como así lo hizo Jace. ¿Era normal que se fijara tanto en las
novelas? ¿Era normal que pasara muchas horas de la propia vida
pensando en personajes de ficción? La conferencia que estaba asistiendo le
dijo que no era la única cabeza que pasó en un libro por una parte
hermosa de la vida de uno, pero ese hecho no fue necesariamente una
comodidad. Tal vez se trataba de un síntoma de algo más siniestro.
Pero lo hizo. Ella tenía su casita. Bueno por lo que estaba alquilada,
pero tendría la suya propia un día, pronto. Ella tenía un trabajo. ¿Y qué si
no era realmente satisfactorio y pasó la mayor parte de su tiempo viendo
las manecillas del reloj pasar? Siempre podía encontrar otro.
—Oh, querida —susurró Robyn. Ella era una solterona con un patio
lleno de gallinas. Quizás no debería haber sido tan orgullosa como Lizzy
Bennet. Tal vez debería haber sido prudente como Charlotte Lucas y se
resignó a convertirse en la señora Collins.
—¿Hay algo más que pueda hacer por usted, señorita? —preguntó
Higgins.
***
Robyn se sorprendió por lo mucho que era capaz de comer y con cada
trago, comenzó a sentirse un poco más humano. Sus lágrimas se habían
secado y esperaba que su rostro hubiese vuelto relativamente a la
normalidad. Esperaba haber llorado todo lo que tenía que llorar por Jace.
No era que ella fuera dura de corazón —ni mucho menos— era sólo que
había sabia que este día llegaría algún día y había estado llevando el peso
de ello con ella. Ahora que todo había terminado, sintió un extraño
sentimiento de ligereza. No tendría que volver a verlo. No tendría que
preocuparse por dejar sus películas reproduciéndose en la televisión y
arriesgarse a que sus pies volaran por el set. Podía dejar a sus preciosos
libros por ahí sin preocuparse de que estuviesen en mal estado. En
resumen, podría ser ella misma.
La curiosidad pudo más que ella, y fue a investigar. Era una de esas
puertas que también era una estantería llena de libros, y lo más
emocionante de todo era a saber a dónde llevaba.
***
Katherine estaba examinando la diferencia entre el matrimonio de los
señores Bennet y de los señores Gardiner en Orgullo y prejuicio, cuando
un teléfono móvil comenzó a vibrar desde la primera fila. Como profesora
universitaria, estaba muy acostumbrada a que los estudiantes la
interrumpieran con sus móviles siempre presentes, y las reprimendas eran
siempre graves. Pero no era móvil de un estudiante el que estaba vibrando.
Era el de Warwick.
***
Warwick se sintió muy mal por tener que salir corriendo de la charla de
Katherine, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Ya que su agente había
dejado ese mensaje amenazando con venir a Purley, había estado
esperando que llamara de nuevo para poder hacer su mejor esfuerzo para
convencerla de que no viniera.
—¿Estás segura de que es una buena idea? —dijo—. Sabes cómo eres,
Nadia, siempre exageras las cosas cuando hay alcohol alrededor. —Hubo
una pausa, y se preguntó si se había pasado de la raya.
—No me pasa nada. No creo que valga la pena que hagas el viaje hasta
aquí. Es gente muy aburrida.
—¡No suena como nada! —Hubo una pausa—. Sé lo que es, ¿conociste
a alguien, no? Bueno, ya era hora, tengo que decir. ¡No tienes suficiente
diversión!
—No, no he conocido a nadie —dijo él, tal vez un poco rápido para que
suene convincente.
—Bueno, me voy esta tarde —dijo ella—. Entonces te veré más tarde,
cariño.
—Me temo que tengo esta horrible compulsión a ordenar las cosas.
Robyn asintió.
***
—Sí —dijo la señora Soames—. Era muy caro. Por suerte me las arreglé
para encontrar una copia en una tienda de caridad, y que tenía una
mancha de vino en la página diecisiete, así que obtuve unos cincuenta de
rebaja. Debes haber sido pagada generosamente por él.
Justo antes que Dame Pamela hubiera dejado a Robyn, al pie de las
escaleras, ella se inclinó hacia adelante y le dio el tipo de abrazo que
normalmente se podría esperar sólo de una madre. Casi había traído las
lágrimas a los ojos de Robyn otra vez.
—¡Oh, tonterías!
—Mi querida niña, has sido una muñequita, y nadie te culpa de nada.
Me alegro de que las cosas finalmente se hayan solucionado por sí
mismas. —Dame Pamela le dio una sonrisa, pero había algo en su mirada
que Robyn no acababa de entender—. Ojalá hubiera algo más que pueda
hacer por ti.
—¿Dan?
—Sí —dijo Robyn—, ¿pero estás segura de que quiere verme? Nosotros
no terminamos exactamente en buenos términos anoche.
—Sí, pero eso fue ayer por la noche y esto es hoy en día, ¿no es así? —
dijo Dame Pamela.
Robyn lo vio tan pronto como ella caminó bajo la torre del reloj en el
establo. Estaba inclinado hacia abajo, de espaldas a ella, limpiando uno de
los cascos traseros de Poppin. Lo miró por un momento, y estaba
completamente absorto en su trabajo, con el pelo cobrizo dejándose caer
sobre su rostro y sus músculos tensos mientras trabajaba. ¿Querría verla?
Su hermana parecía pensar que lo haría, pero Robyn no estaba tan
segura. La expresión de su rostro la noche anterior quemaba
profundamente en su cerebro, y era difícil imaginar que él querría verla
alguna vez.
—Muy bien, Pops, todo hecho —dijo él, dejando de lado el casco y se
enderezó.
—¡Robyn!
—¿En serio?
—¿Por qué?
—¿Cómo tú?
—Dije que sí porque tenía miedo de lo que Jace haría si dijera que no.
—No puedo ver que alguna vez hubiera funcionado —dijo Dan—. Entre
Jane Austen y ese tipo, quiero decir. ¿Te imaginas? ¡Orgullo y prejuicio de
Jane Bigg-Wither!
—Lo sé. Es un nombre terrible para una escritora, pero todo el mundo
piensa que ella no hubiera escrito nada si se hubiese casado. —Robyn
suspiró internamente con alivio ante la facilidad con la que hablaba de
nuevo.
Robyn asintió.
—De todos modos, Jace se ha ido.
—Así lo espero. No creo que pueda soportar otra de sus visitas sorpresa
—dijo.
—Ya lo sé —dijo él, y le dio una pequeña sonrisa—. Mira, quería decir,
lo siento, por lo de anoche.
—Lo sé.
—¿Qué te pareció?
—¡Lo sé! —Dijo Robyn—. Cada vez que lo leo, siempre me siento segura
de que nunca van a estar juntos después de todas las cosas horribles que
se han dicho el uno al otro.
—¿Ah, sí?
—Es sólo que Pammy siempre trata de tirarme la cuerda para bailar
con todas las señoras. Ya sabes cómo son estas cosas, las mujeres siempre
superan en número a los hombres.
—Lo sé —dijo Robyn—, lo cual es porque estoy aquí para pescar una
pareja. —Ella sonrió y él le devolvió la sonrisa.
Robyn dio una última palmada a Poppin y luego salió del bloque de
establo con un verdadero brinco en su paso.
***
—Oh, lo sé —dijo él, lanzándole una rápida sonrisa que parecía toda
superficial y no sustancial. Ella siguió su línea de visión a la entrada
exterior.
—¿Qué?
—Sigues mirando afuera. Me preguntaba si estás esperando a alguien.
—¿Yo? No.
—¿Lucy Steele?
—Oh, sí. Por supuesto —dijo, y luego pareció darse cuenta a lo que
quería llegar—. ¡Por Dios, no! —Dijo—. ¿Por quién me tomas?
—¡No eres un hombre casado, espero! —dijo con una sonrisa, pero
estaba secretamente recordando el horror de haber descubierto la verdad
acerca de David.
***
Al final de la sesión, todo el mundo estaba jadeando por tomar una taza de
té. Puntillas habían sido pisadas y dedos habían sido aplastados en la
búsqueda de la perfección Austensiana, y ahora la mayoría de los
participantes eran capaces de ejecutar las versiones más exactas de varias
danzas del país. Incluso Dan logró sorprenderse a sí mismo, retorciendo
su alta figura en cualquier número de movimientos elegantes, demasiado a
la envidia de todas las mujeres que no tenían la fortuna de ser su pareja.
—Oh, creo qué lo sé —dijo Robyn, apuntando con la cabeza al otro lado
dé la habitación mientras Warwick hacía su entrada.
—¡No puedo creerlo! —dijo Katherine—. Dijo qué sólo iba a usar el
chaleco.
—No sé —dijo.
—¿Qué estás diciendo? ¡Ahí está él! —anunció Doris, y Robyn levantó
la mirada y lo vio.
***
Warwick miró alrededor del Gran Salón sin notar la belleza del salón,
sólo notando la usencia dé cierta persona. ¿En dónde estaba ella? Esto era
horrible. Ella podría aparecer en cualquier momento, y él tenía qué estar
listo pará interceptarla.
—¿Warwick?
—¿Estás bien?
—Estoy bien —dijo—. Perfecto —asintió—. Lo siento, ¿No estoy siendo
una buena compañía, cierto?
—No —dijo—. Quiero decir, sí. Algo por el estilo. —Sacudió su cabeza
en confusión—. Tengo qué hablar con ella. Espera aquí. Vuelvo enseguida.
—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo qué un agente pase tiempo dé
calidad con su autor?
Nadia hipo.
—No quiero que jamás termine esta tarde —dijo ella a medida que
respiraban entre los bailes. Dan agarró la mano dé ella en la suya y la llevo
a sus labios.
—Lo siento —dijo él, pero no quiso moverse porque tenía una muy
buena vista dé Nadia y podía mantener un ojo en ella. Él único problema
era, con toda la bebida qué había estado consumiendo, que estaba en una
desesperada necesidad del baño.
Él asintió.
Katherine sonrió.
***
Katherine había disfrutado todo menos de un baile hasta el momento,
sus compañeros variaban desde mujeres mayores a vicarios locales,
quienes obviamente habían sido invitados pará maquilar él número de
hombres, y no debido a su poder cómo unos bailarines. Era terriblemente
un sediento trabajo, y visualizó los grandes cócteles tentadores a través de
la habitación y se dirigió hacia ellos. Había una mujer en un vestido negro
permaneciendo en la mesa. Tenía el pelo sorprendentemente en punta e
irradio una sonrisa hacía Katherine.
—He estado esperando está tarde —dijo la mujer—. Ha sido una larga y
dura semana.
Katherine la miró y noto qué sus ojos estaban rojos. ¿Era dé mirar a
una pantalla de ordenador todo el día o era del efecto dé uno dé
demasiados cocteles? Sé preguntó.
—Katherine.
Katherine asintió.
Katherine parpadeó. Era una pregunta de que debería ser hecha más
adelante.
Katherine sonrió.
—Habiendo dicho eso —continuó Nadia—, tienen que tener sus usos,
tales como compañeros de baile y hay una terrible escasez de ellos aquí.
—Warwick.
—¿Warwick?
Nadia asintió.
—¿Le conoces?
Entonces recordó qué esa era la mujer con la qué Warwick había
querido hablar antes.
—¡Bien, bien!
—¿Agente literario?
Nadia asintió.
—Nadia —dijo—, tengo qué saber más. ¿Qué tipo de cosas escribe
Warwick?
—¿Es ficción?
—¿Escribe ficción?
—¿Qué?
—No te dije eso —dijo, con los labios temblorosos—. ¡No puedes decir
que te conté eso!
Los ojos dé Katherine doblaron su tamaño.
La Sra. Soames estaba con su perorata sobre cuán chocante era que
hubiera tan pocos hombres en el baile.
—Lady Pamela puede ser muy persuasiva cuando quiere —dijo la Sra.
Soames—. ¿Por qué no pudo invitar a algunos de esos fulanos actores con
los que trabaja?
***
—Apuesto a que incluso has leído uno o dos de sus libros, ¿eh? —dijo
Nadia, su estado de ánimo repentinamente elevándose.
—Sí —dijo Katherine—. Eso sería muy divertido. Como una especie de
experimento.
***
—¡Katherine… espera!
Katherine asintió.
—¡No!
—¿Qué?
Él la miró y por un momento pensó que también podía ver las lágrimas
en sus ojos.
—¿Por qué?
—Pero todo es verdad. Tenemos todas esas cosas en común; sabes que
sí.
—No había más que pudiese haber hecho. Dime lo que debería haber
hecho.
—No —dijo ella, y había lágrimas en sus ojos otra vez—. Déjame. Sólo
déjame.
Capítulo 38
Traducido por Cataspee
Corregido por nanami27
Robyn había bailado hasta marearse, y su piel era del color de las rosas
de color rojo oscuro. Aun así la música continuó, y Dan le hizo dar vueltas
hasta que se sintió ligera y en peligro de alejarse flotando.
Dan se rió.
―¿Qué?
―No te vayas.
―¡Dan!
―Quédate. Quédate conmigo.
―¿Por qué no? ―dijo, tomando sus manos entre las suyas y
exprimiendo la vida misma de ellas.
Robyn no sabía qué decir. Todo era demasiado para ella. Había
esperado con interés este fin de semana, y este había superado todas sus
expectativas; realmente lo había hecho, pero entonces había estado el
estrés de tener a Jace allí y la terrible propuesta y la ruptura y la
confusión inesperada de enamorarse de Dan, pensó.
―Como la mía estaba en Londres, pero ahora está aquí, y te quiero aquí
conmigo.
Robyn suspiró.
―Es sólo que todo esto es tan inesperado. Quiero decir, yo vine aquí
con Jace.
―Todo ―dijo―. Tú. Yo. Jace. Nunca he estado soltera, ya ves. He estado
con Jace desde la escuela, y va a ser extraño estar sola cuando llegue a
casa. Sé que he sido infeliz con él y que realmente no pasábamos mucho
tiempo juntos, pero él siempre estaba allí.
―Y ahora yo quiero estar ahí, siempre ―dijo Dan, cogiendo sus manos y
haciéndola girar a su alrededor―. Siempre. Siempre. ¡Siempre!
―Tengo que ir a casa ―dijo ella―. Tengo que ser yo por un tiempo.
Tengo que pensar.
―No quiero que te vayas, pero sé que tienes que hacerlo. ―Extendió
una mano y le acarició el cabello―. Te dejaré en la estación.
Robyn sonrió.
―¿Podemos decirnos adiós esta noche? Creo que sería más fácil.
Ella tomó sus manos entre las suyas. Estaban muy cálidas, y sabía que
no quería dejarlas ir.
―Lo siento ―dijo ella―, pero necesito un poco de tiempo para mí.
―Ya lo sé ―dijo él―. ¿Puedo por lo menos darte un beso de despedida?
Ella asintió con la cabeza y cerró los ojos mientras sus labios se
encontraron con los suyos.
Fue el beso más dulce que jamás había tenido, y tomó todo su coraje y
determinación dejarlo, caminar de regreso a la casa sin mirar hacia donde
había dejado a Dan allí de pie en el jardín iluminado por la luna.
***
¿Cómo pudo Warwick haberle hecho algo así a ella? ¿Acaso no tenía
corazón? ¿Cómo pudo coquetear con ella sin piedad y hacer que se
enamorara de él?
Katherine cerró los ojos. No podía creerlo. Había dejado que sucediera
de nuevo. le dio su corazón a un hombre sólo para ser engañada.
―Vete, Warwick ―dijo en voz baja, demasiado baja para que oyera, y
luego se sentó perfectamente inmóvil, cerrando sus ojos y su mente a sus
golpes en la puerta y sus palabras hasta que, finalmente, la dejó.
Aun así, ella permaneció sentada en la cama, sin saber muy bien qué
hacer, pero luego se levantó, encontró su móvil e hizo una llamada rápida
a la compañía de taxis local. Se sentía grosero estar dejando a todos sin
decir adiós, especialmente Dame Pamela y Robyn, pero era lo único que
podía hacer.
Capítulo 39
Traducido por katiliz94
Corregido por Pily
Warwick despertó con un dolor de cabeza que nada tenía que ver con el
alcohol. Gruñó y rodó, deseando que pudiese caer dormido otra vez pero
sería imposible. Había intentado volver a hablar con Katherine.
Caminó hasta la ventana y miró fuera hacia los jardines y abajo hacia
el lago. No había escape de esto —lo había jodido a lo grande. ¿Cómo
diablos iba a solucionar esto? ¿Y era algo que podía ser resuelto? No
estaba del todo seguro de lo que era. Era más complicado que cualquiera
de sus tramas. Al menos si se complicaban demasiado, él podría regresar y
borrar las cosas. No podrías hacer eso con la vida. No había un botón de
Borrar para ayudarte en una situación extraña. No podrías Retroceder hasta
conseguir librarte de todos los pedazos de basura. Tendrías que vivir con las
decisiones que tomaste.
Tenía que arreglarlo. Cómo lo haría era un misterio para él y sin duda
uno que no podía ser resuelto antes de una taza de café así que salió de la
habitación y fue escaleras abajo en busca de una.
—Buenos días —dijo Warwick—. ¿La Señorita Sparks llegó al hotel bien
la noche anterior?
—De hecho sí, señor. Pensamos que era mejor dejarla dormir así que le
preparamos una cama en el West Drawing Room.
—¿Puedo verla?
—¿Nadia? —llamó.
No hubo respuesta.
—¡Nadia!
Le miró confusa.
—¡Nadia!
—¡Sí!
—No me va a escuchar.
—Tal vez lo hará mañana, ahora que ha tenido una noche para
dormir.
—¡Oh, Warwick!
—Y no sé qué hacer.
***
—¿Por qué? —Los ojos de Warwick se abrieron con alarma—. ¿Por qué
no le preguntas a esta mujer?
—¡Oh, por el amor de Dios, no empieces todo de nuevo! ¡Mi cabeza está
palpitando!
—¿Quién?
***
Se acercó al borde de la silla por una taza de café que tanto necesitaba,
que fue colocada en sus manos.
—Nunca quise que esto sucediese —dijo Warwick—. Soy una persona
muy reservada. Realmente no anhelaba la atención de mi trabajo.
—Sí, no te culpo por rehuir la atención del público —dijo Dame Pamela—.
Puede ser fastidioso con la gente pidiendo a gritos todo el tiempo un
autógrafo.
Warwick suspiró.
Cuanto más pensaba en ello, más creía que su tiempo en Purley había
sido tan ficticio como sus libros favoritos. Parecía un mundo de ensueño
para ella, y los sentimientos que experimentó allí no tenían un lugar en el
mundo real.
Tal vez ese es el porqué de que los dedos de Robyn volasen hacia él con
incrementada regularidad. Necesitaba asegurarse de que estaba allí.
—Purley Hall, —dijo una voz. Era Higgins. Y Robyn tuvo que detenerse
de gritar su nombre con emoción al escucharle de nuevo.
***
—¿Dejas Skipton?
—Es una locura —le dijo su vecina Judith—. ¡Una locura total! No me
molestó que finalmente rompieras con ese novio tuyo, pero quieres dejar
Yorkshire, no sé. ¿Qué puedes tener en Hampshire que no tengas aquí?
***
Sabía que debía decirle a Dame Pamela que había llegado bien pero el
establo la llamaba demasiado y caminó impaciente toda la pradera
sintiendo mariposas en el estómago con sólo pensar en volver a ver a Dan.
Quizás Dan estaba dentro. Era tarde y quizás estaba tomando una
ducha antes de la cena.
Cruzó el jardín hasta llegar a la puerta bajo la torre y tocó.
Sí, pero eso había sido hace algunas semanas, una pequeña voz le
recordó. Tal vez había cambiado de opinión. No te has mantenido en
contacto, ¿recuerdas?
Pero le había dicho que necesitaba algo de tiempo para mí. Él lo había
entendido, pensó, desesperadamente tratando de tranquilizarse.
—¿Dan?
Sólo había una cosa que hacer: tenía que hacer este trabajo. Todavía
tenía su nuevo trabajo como asistente personal y la Señora Pamela le
había prometido una casita en la finca donde era un amplio espacio para
sus polluelos. Tenía que sacar lo mejor de las cosas, y tal vez, sólo tal vez,
ella vería a Dan de nuevo cuando él visitara a su hermana y ellos
trabajarían en funcionar.
—Oh, eso es muy bueno, pero creo que será mejor la desempaque. Mis
gallinas…
—Por supuesto —dijo—. Le daré la llave, pero debe venir a la casa más
tarde y tienen que cenar algo.
Al doblar una esquina, vio a un techo de tejas colocado sobre una gran
seto de haya. Horseshoe Cottage. Estaba construido del mismo ladrillo rojo
color de rosa como Purley Hall, pero claro que estaba a gran escala. Había
un pequeño porche, y tres ventanas de guillotina grande que prometían luz
a la casa.
Lo primero que Robyn hizo una vez que salió de la furgoneta fue abrir
una pequeña puerta que llevaba al jardín trasero. Era un hermoso espacio
con vistas a los campos entre la casa de campo y el pueblo. Rápidamente
se puso a trabajar en la creación de su gallinero en un lugar adecuado y
una vez que estaba listo, finalmente fue capaz de liberar sus pájaros
queridos. Con gran inquietud, los seis de ellos dejaron su caja, sus cuellos
tensos mientras se aventuraban al exterior. Lydia fue la primera en
enfrentarse a los nuevos entornos, pero los demás la siguieron y pronto
picoteaban el maíz.
—Pensé que te había perdido —dijo—. Pensé que estaría viviendo aquí
sola, con sólo mis pollos de compañía.
Ella asintió con la cabeza y vio que Dan se acercó al coche y abrió la
puerta trasera. Moby y Biscuit salieron, saltando alrededor de las piernas
de Robyn y ladrando locamente.
—Espero que no molesten a los pollos —dijo Robyn por encima del
ruido.
—No, tú.
Ella sonrió.
—Tienes razón —dijo—. ¡Lo hice! ¿Y sabes qué? Creo que haría una
gran película.
¡Qué rápido pasan los meses cuando uno está escribiendo un libro!
Después de un muy corto tiempo, Warwick finalmente resolvió sus cosas,
ignorando la publicidad y enfocándose en el nuevo libro. Semana tras
semana lo paso entre un loco flujo de palabras, hasta que un día, Warwick
miró por la ventana de su estudio y noto que el césped estaba blanco con
la nieve.
—«A menos que mi héroe consiga su final feliz con ella» —dijo para sí
mismo mirando afuera al jardín hacía un gran seto lleno con rojas bayas.
Trabajaba en terminar su novela, la luz del día cada vez era más corta
hasta el punto que tenía que tener su lámpara de escritorio encendida la
mayor parte de sus horas de trabajo. Un día cuando estaba buscando un
folleto acerca de una mansión, se sintió seguro de haber encontrado la
casa perfecta para uno de sus personajes, se encontró con las cartas dé
Katherine.
Dieciséis de diciembre.
Y ya era Diciembre.
—Lo perseguía hasta fuera con mi escoba —le dijo la señora Rushton
le—. ¡Puedo decirte que no se veía feliz dé verme!
Ella miró por la ventana y vio qué Winchester estaba otoñal. Vivía con
él hecho dé qué no había perdido su amor ese otoño, también perdió a su
mejor amiga. Tenía qué superarlo, pensó, ¿y qué mejor manera de disipar
pensamientos miserables qué con un poco dé compras navideñas?
—Había muchas tiendas buenas aquí… uno podía salir por la puerta y
conseguir algo en cinco minutos —eso era lo que la señora Allen había
dicho acerca de Bath en Northanger Abbey, y Katherine sé sentía dé la
misma forma acerca dé Winchester.
Una vez qué hubiera terminado dé marcar a todos los dé su lista de
regalos, visitaría la catedral. Esa era su costumbre anual y ella no iba a
dejar de hacerla, era él día dé Jane.
Sería fácil pasar por alto a Katherine en un edificio tan grande. Ella
podría haber entrado y salido en el tiempo que le tomo recorrer la nave,
pero tenía una ventaja. Sabía exactamente donde ella iría y había asientos
para aliviar su espera cerca del lugar.
***
***
Estaba solo pensando en lo fácil que sería para él caer bajo el hechizo
de la religión y la superstición en semejante lugar cuando la vio. Llevaba
un sombrero rosa brillante con guantes a juego y una bufanda y el largo y
oscuro cabello suelto. Un poco del helado viento había cortado su nariz
escarlata y sus mejillas estaban de color sonrosado también. Estaba
cargada de bolsas de compras cuando se detuvo frente a la tumba de Jane
Austen.
—¿Qué?
—Oh.
—Hay una gran cantidad de obispos aquí —dijo—. Nunca he visto tan
sorprendentes monumentos. ¿Ha visto todos ellos?
—Sí, ya los he visto todos. Warwick, ¿qué estás haciendo aquí? —dijo
ella en un tono que sugería que la Catedral de Winchester estaba en su
jurisdicción y que no tenía derecho de visita.
—Lo sé, y me odio por ello. Nunca ni una sola vez pensé en hacerte
daño. Las cosas sólo se descontrolaron.
—Entonces salgamos.
—¿Perdón?
—Eso no es gracioso.
—Lo siento.
Ella lo miró.
—Mira —dijo.
A Katherine, perdóname.
A pesar de todo el sentido común, mejor juicio y la fuerza de su
voluntad, Katherine sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¿No me quieres?
—No es que no… —se detuvo. ¿Qué intentaba decir? Miró hacia abajo a
las dos simples palabras que había escrito para ella. Perdóname. Quería,
realmente lo hacía, pero algo la contenía.
—No tienes que hacerlo. Ella está aquí. —Le dedico una pequeña
sonrisa—. ¿Y, Warwick? Te extrañé, Warwick, sólo un poquito también. Es
así, ¿no?
—¿Oh?
—Sí, el mes pasado. Robyn vive ahora con Dan. Incluso se mudó con
sus polluelos de Yorkshire. Se casaran en verano.
—¿En serio?
Lo sé.
—Te voy a dedicar todos mis nuevos libros, Katherine, porque completa
e irrevocablemente me dedicaré a ti. —Su expresión era suave pero
intensa, y no había ninguna duda en la mente de Katherine de que él
quiso decir lo que dijo.
—Dime que me darás otra oportunidad. Di que sabes que soy un idiota,
pero que me perdonas de todos modos. Di que me dejarás sostener su
mano y que podremos comenzar de nuevo.
—¿Qué?
—Está bien —dijo, añadiendo una sonrisa por lo que la palabra tendría
un poco más de sentido.
Katherine asintió con la cabeza y una luz lleno los ojos de Warwick que
le hizo tan hermoso que ella realmente se rio.