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Garazi
Sinopsis
Por supuesto que está obsesionada con Jane Austen...

Rodeada de terribles exnovios y empalagosos estudiantes, la unica


cosa manteniendo la cordura de la profesora Katherine Roberts es Jane
Austen y su íntimo amor secreto por las picantes novelas romanticas de
Romance. Cree que la conferencia de las Adictas a Jane Austen en el
campo Ingles es la perfecta oportunidad para escapar de su caotica vida y
finalmente relajarse...

Pero entonces encuentra a un endemoniadamente apuesto hombre en


la conferencia que parece determinado a barrerla por los pies. ¿Es él más
ficcion que realidad? ¿O podrias ser el heroe que no sabia que estaba
buscando?
Índice
Capítulo 1 Capítulo 25
Capítulo 2 Capítulo 26
Capítulo 3 Capítulo 27
Capítulo 4 Capítulo 28
Capítulo 5 Capítulo 29
Capítulo 6 Capítulo 30
Capítulo 7 Capítulo 31
Capítulo 8 Capítulo 32
Capítulo 9 Capítulo 33
Capítulo 10 Capítulo 34
Capítulo 11 Capítulo 35
Capítulo 12 Capítulo 36
Capítulo 13 Capítulo 37
Capítulo 14 Capítulo 38
Capítulo 15 Capítulo 39
Capítulo 16 Capítulo 40
Capítulo 17 Capítulo 41
Capítulo 18 Capítulo 42
Capítulo 19 Capítulo 43
Capítulo 20 Capítulo 44
Capítulo 21 Capítulo 45
Capítulo 22 Dreaming Of Mr. Darcy
Capítulo 23 (Austen Addicts Series #2)

Capítulo 24 Sobre La Autora


Capítulo 1
Traducido por Katiliz94
Corregido por sttefanye

La doctora Katherine Roberts no podía evitar pensar en un profesor


universitario en posesión de una pila de papeleo que debía estar en
carencia de unas vacaciones.

Se recostó en la silla e inspeccionó su escritorio. No era una gran


visión. Al exterior, los rayos de sol de octubre eran dorados, gloriosos y
estaba encerrada en una tumba llena de libros en una oficina.

Quitándose las gafas y pellizcándose el puente de la nariz, miró el


folleto que estaba yaciendo al lado de un sándwich de ensalada medio
comida, la cual se había marchitado horas antes. El encabezado era de
una hermosa escritura en negrita que parecía antigua caligrafía a mano.

La Sala Purley, Iglesia Stinton, Hampshire, se leía.

Situado a treinta y cinco acres de gloriosos parques, esa temprana casa


del siglo dieciocho es el lugar perfecto en el cual disfrutar de tu fin de
semana de Jane Austen. Unirse a una variedad especial de invitados
habladores y averiguar más sobre la novelista favorita de Inglaterra.

Katherine miró la fotografía de la hermosa mansión georgiana de


ladrillos rojos tomada desde las famosas fronteras herbáceas. Con su larga
extensión de césped y gran marco de ventanas, era por excelencia la casa
de campo inglesa, y era muy fácil imaginar toda una serie de personajes de
Jane Austen caminando a través de sus cuartos y jardines.

—Y también estaré —se dijo a si misma Katherine. Era el tercer año


que había sido invitada para hablar en el fin de semana de Jane Austen, y
había rumores de que la novelista Lorna Warwick también iba a hacer una
aparición. Katherine se mordió el labio. Lorna Warwick era su autora
favorita, después de Jane Austen, por supuesto. Miss Warwick tenía unos
amplios bestseller, famosos por sus atrevidos romances de la Regencia de
los cuales publicó un libro perfecto el año pasado. Katherine había leído
todos los de la lista —Matrimonio y Magia— para Una Esposa para Lord
Buford, publicado justo un mes antes, y el cual Katherine había devorado
en una tarde ante el costo de una pila de ensayos que debería haber
estado corrigiendo.

Pensó en la estantería secreta en su estudio en casa y como gemían


deliciosamente bajo el peso del trabajo de Miss Warwick. ¡Como sus
amigos fruncirían el ceño y se preocuparían por tales horrores de ficción
popular! ¿Cómo de rápido sería marcada por la oficina de Oxford y
escoltada de la Universidad de St. Bridget si conociesen su malvada
pasión?

—Dra. Roberts —diría el Profesor Compton, con su peluda ceja bajo


sus ojos saltones—, realmente me sorprende.

—¿Por qué, porque elijo leer algunas novelas puramente por


entretenimiento? —le diría Katherine, recordando la propia defensa de
Jane Austen por los placeres de las novelas en Nothanger Abbey—.
Profesor Compton, ¡en realidad es un terrible snob!

Pero eso no sería de ayuda. La ficción de Lorna Warwick era el vicio


secreto de Katherine, y si sus colegas alguna vez lo averiguasen, sería
expulsada de Oxford antes de que pudiese decir Sentido y Sensibilidad.

La mente de Katherine, no estaba de acuerdo en algo que podría darle


demasiado placer como una novela y que podía ser tan denigrada. Lorna
Warwick había confesado estar en el extremo receptor de tal
condescendencia también y le había enviado algunas cartas muy estiradas
a su vez. A lo mejor era porque la propia carta de Katherine había captado
la atención de la autora.

Había sido alrededor de unos años más pronto cuando Katherine había
hecho algo que nunca jamás hubiese hecho antes. Había escrito una carta
de admiradora y la posteó con cuidado en la editorial de Miss Warwick.
Realmente era una carta tonta, llena de efusión y admiración y nunca
había esperado una respuesta. Sin embargo, en una quincena, un
hermoso sobre crema había caído sobre su felpudo conteniendo una carta
de la famosa escritora.

Que agradable recibir tu carta. No tienes idea de lo que significa para mí


ser hablada con tanto entusiasmo de mis novelas. Suelo recibir algunas
cartas muy extrañas de lectores diciéndome que siempre leen mis novelas
¡pero que son una completa basura!
Katherine se había reído y la unión de ambas había sido sellada.
Después de eso, no pudo parar. Cada momento que no estaba dedicada a
la lectura lo pasaba escribiendo a la mujer y cada carta era respondida.
Hablaban sobre películas, relaciones pasadas, sus trabajos, moda, Jane
Austen y si los hombres habían cambiado desde los tiempos de Jane
Austen y si uno realmente podía esperar encontrar a Mr. Darcy fuera de
las páginas de una novela.

Entonces Katherine se había atrevido a preguntar a Lorna si estaba


asistiendo a la conferencia en la Sala Purley y se había quedado en silencio
durante más de dos semanas. ¿Se habría sobrepasado Katherine con sus
límites? ¿Los había llevado demasiado lejos? Quizá era una cosa por
intercambiar cartas con una admiradora, pero otra muy distinta era
conocer a una admiradora en carne.

Para ese entonces Katherine había perdido toda esperanza, sin


embargo, una carta había llegado.

Querida Katherine, lamento no haberte respondido con más anterioridad


pero he estado lejos y todavía no puedo responder a tu pregunta de si estaré
en Purley con un sí o un no. Tendremos que esperar y ver.

Atentamente, Lorna.

Parecía una respuesta rara y muy corta, pensó Katherine. Si Lorna


Warwick iba a estar en Purley, seguramente los organizadores querrían
saber cómo de grande sería el nombre de ella y principalmente porque era
famosamente reclusa. En comparación con la novelista de bestesellers,
Katherine solo era una rancia y polvorienta vieja lectora. Bueno, la lectora
más joven, en realidad; estaba casi en los treinta, pero sabía que las
personas que vendrían y escucharían sus conversaciones solo porque eran
sus verdaderos Janeites. Ante esas conferencias, alguien hablando sobre
Jane Austen era instantáneamente adorado y se consideraba en gran
estima. De hecho, cualquier tipo de actividad incluso la de conexión más
frívola con Jane Austen era seguida y disfrutada, desde el Scrabble de
Jane Austen hasta el Asesino en la Oscuridad el cual, un año, terminó en
escándalo cuando fue descubierto que Anne Elliot de alguna manera se las
había arreglado para asesinar al Capitán Wentworth.

Katherine sonrió mientras recordaba, y entonces, intentando alejar de


su mente los pensamientos de Purley, hizo un comienzo en la pila de
papeles a su izquierda que estaban amenazando con extenderse por el
suelo. La mayor parte era basura que había acumulado mientras el
trimestre había progresado. Era lo que llamaba “su pila para mañana”,
excepto que había acumulado muchos mañanas.

Con los dedos tan diestros como un concertista de piano, archivó, tiró y
recicló hasta que pudo volver a ver la gloriosa madera de su escritorio.

Casi terminó de recoger su bolsa de mano y el maletín cuando hubo un


golpe en la puerta.

—Adelante —dijo, preguntándose quién estaba llamando tan tarde por


el día sin una cita.

La puerta se abrió y una despeinada cabeza apareció.

—Stewie —dijo, suspirando interiormente mientras uno de sus


estudiantes tropezaba dentro de la habitación.

Stewie Harper estaba en primer año estudiando literatura Inglesa y


había pasado la mayor parte del tiempo golpeando la puerta de su oficina.

—Dra. Roberts —dijo—. Espero no molestarla.

—No —dijo, resignándose a ayudarle a salir de cualquier enigma


literario en el que ahora se encontraba—. Entra.

Stewie miró la silla opuesta a la de Katherine y le señaló que se


sentara.

—Es la lista de lectura —dijo, sacándolo de su bolsillo—. Dice que


vamos a leer tantos de estos títulos como sea posible durante este año.

—Bueno, tantas como tengas tiempo —dijo Katherine—. No esperamos


que pases todo el tiempo con la cabeza en un libro

—Sí, pero no podía evitar notar que su libro no está aquí.

Los ojos de Katherine se ampliaron.

—¿Mi libro?

—Sí. El Arte de Jane Austen.

Katherine sonrió.

—Me temo que no podemos colocar todos los libros en la lista.


—Pero es su libro, Dra. Roberts. Debería haber estado en lo alto de la
lista.

Katherine no podía evitar estar alagada.

—Bueno, eso es muy dulce de tu parte, Stewie.

—¿Está escribiendo más libros, Dra. Roberts?

—En este momento no —dijo.

—Pero, ¿firmará mi copia, verdad?

—¿Tu copia?

—De su libro —dijo él, raspando entorno a una vieja bolsa de plástico—
. Lo compré en la ciudad. Tenía encargada una copia.

—No deberías haber pasado por todos esos problemas —dijo Katherine,
sabiendo que la encuadernación era cara, especialmente para el
presupuesto de un estudiante.

—No fue ningún problema —dijo Stewie, pasándoselo a través del


escritorio.

Katherine lo abrió en la página del título y agarró su bolígrafo favorito,


consciente de que los ojos de Stewie estaban una vez más en ella mientras
firmaba.

—Ahí lo tienes —dijo, sonriéndole mientras le devolvía el libro.

Giró con entusiasmo la página, con los ojos brillantes.

—Oh —dijo, su sonrisa deslizándose por su rostro—. Grandes deseos


—leyó.

Katherine asintió.

—Mis más mejores deseos —dijo ella.

—¿No quiere añadir un beso?

—No, Stewie —dijo—, porque ambos sabemos que no sería apropiado,


¿verdad?

Katherine se puso de pie y Stewie tomó la indirecta y también se puso


de pie.
—Dra. Roberts —dijo mientras salían juntos de la oficina—, estaba
pensando que podría necesitar algo de tutoría extra. Ya sabe, durante las
semanas, con usted.

Katherine le miró sobre sus gafas, intentando hacerse parecer


demasiado mayor y poco atractiva como fuese posible. No era una mirada
fácil de sacar porque era notablemente atractiva con la piel pálida de
porcelana y el largo cabello oscuro que podría ser una terrible distracción
en clase cuando estaba intentando enganchar a sus estudiantes en las
lecturas de poesía.

—Stewie —dijo—, en realidad no necesitas mi ayuda.

—¿No?

—No, no lo necesitas. Tus notas son consistentemente buenas y has


probado ser un estudiante independiente de libre pensamiento.

Stewie pareció complacido, pero después la consternación lleno su


rostro.

—Pero seguramente un estudiante no puede hacer suficiente


estudiando.

—Absolutamente que puedes —le aseguró Katherine—. Todos


necesitamos un descanso… para eso es que están hechos los fines de
semana. Ve y ten una aventura. Ve a hacer bungee, paracaidismo, o algo.

—Preferiría estar estudiando con usted.

—Pero me voy a ir —le dijo a él.

—¿A dónde?

—A Hampshire.

—No suena muy exótico —dijo él.

—Quizá no pero es una pequeña parte de la perfecta Inglaterra. Adiós,


Stewie —dijo, tomando paso y alargando sus zancadas.

—Adiós, Dra. Roberts —gritó Stewie detrás de ella.

No miró alrededor pero tuvo el sentimiento de que los ojos de él


estaban observando el progreso de sus piernas al bajar toda la longitud del
corredor.
Permitiéndose un suspiro de alivio alcanzó el aparcamiento, pensó en
su pequeño pero perfecto jardín en casa donde podía quitarse los zapatos y
hundir sus desnudos pies en la frescura de seda verde de su césped, con
una copa de vino blanco en la mano mientras brindaba por la finalización
de otra semana de academia.

Casi había llegado al auto y a la libertad cuando una voz gritó:

—¡Katherine!

Se detuvo. Era la última voz —la más última voz— que quería
escuchar.

—¿Qué pasa, David? —preguntó un momento después mientras un


hombre rubio con un ansioso rostro se unía a ella en el auto.

—Eso no es muy amistoso. Eras la única sonriéndome a través del


aparcamiento.

—No estaba sonriéndote. Estaba entrecerrando los ojos por el sol.

—Oh —dijo él, pareciendo desanimado.

—Tengo prisa —dijo ella, abriendo la puerta del auto.

La mano de él instantáneamente se alargó y la agarró, evitándole


cerrarla.

—David…

—Háblame, Kitty.

—No me llames así. Nadie me llama así.

—Oh, vamos, Catkin —dijo, con la voz baja—. No hemos hablado


adecuadamente desde… bueno, ya sabes.

—¿Desde qué te dejé porque averigüé que te habías casado? Eres el


único que no estaba devolviendo mis llamadas, David. Eres el único que
desapareció de la faz del planeta para casarse con alguna ex estudiante.
Nadia sabía dónde estabas. Estaba muy preocupada.

—Iba a decírtelo.

—¿Cuándo? ¿En el bautizo de tu primogénito?


—No estás siendo justa.

—¿No estoy siendo justa? No soy la que tiene una esposa escondida en
algún lugar del ático —gritó Katherine.

—Oh, no seas tan melodramática. Esto no es una novela del siglo


diecinueve —dijo—. Ese es el problema contigo. No puedes existir en el
mundo real. Tienes la cabeza constantemente inmersa en la ficción, y
simplemente no puedes controlar más la realidad.

La boca de Katherine se abrió.

—¡Eso no es verdad!

—¿No? —dijo él—. Así que, ¿a dónde estás dirigiéndote ahora, eh? Al
Sangriento Salón Purley, apuesto.

—Ese es mi trabajo —dijo Katherine en defensa propia.

—¿Trabajo? Es toda tu vida. No haces nada más que trabajar. Toda tu


existencia gira alrededor de un grupo de personas que han sido hechas por
otras personas que han estado muertas durante al menos un siglo. Eso no
es sano.

Katherine estaba a punto de defenderse de nuevo pero tuvo el buen


sentido de morderse la lengua. No quería que David le lanzara su vieja
parrafada sobre como su historia de amor estaba condenada mucho
tiempo antes de la llegada de su esposa. Sabía que él le restregaría todo en
la cara, cómo cuántas noches tempranas había sido rechazada a favor de
la última adaptación en televisión de Jane Austen y como a menudo había
quemado lacena muy esperada con impaciencia a la luz de las velas en
casa porque había tenido su cabeza enterrada en un libro. Le molestaba
cuando tenía que pararse a pensar en ello durante bastante tiempo porque
sabía que estaba enamorada de un mundo ficticio. Mr. Darcy, el Capitán
Wentworth y Henry Tileny eran creaciones de una mente femenina. No
existían. Tal vez su obsesión con tales héroes era porque en la realidad
había pocos héroes, y estaba de pie esperando en la vida real a su no héroe
en ese momento.

—Ve a casa con tu esposa, David —dijo, entrando en el auto.

—Sabes que preferiría ir a casa contigo.

Katherine suspiró.
—Deberías haber pensado en eso antes de mentirme —dijo, cerrando la
puerta y conduciendo.

Sinceramente, cualquier hombre que no estuviese a buen recaudo


entre las portadas de un libro era un pasivo. No podías confiar en
cualquiera de ellos. ¿Era de extrañar que Katherine volviese a la ficción
una y otra vez? Desde que su padre se había marchado de casa cuando
tenía siete años, había estado escondida del mundo a su alrededor,
cayendo en picado en la seguridad de un agradable libro de bolsillo. Los
libros siempre la habían rescatado y mantenido con la única constancia en
su vida.

Antes de que saliese con David, había tenido unas relaciones a largo
plazo con un arquitecto llamado Callum. Había pensado que era perfecto y
que estarían juntos para siempre, como Elizabeth y Darcy, pero a él le
habían ofrecido un trabajo en San Francisco, y no podía dar vuelta atrás.
Le pidió a Katherine ir con él pero la madre de ella había enfermado y no
podía dejarla.

—Sígueme después —dijo él, pero no habría funcionado. Las semanas


pasaron, las llamadas de teléfono se volvieron menos, las cartas se volvían
más cortas, y después se detuvieron todas a la vez. Ni siquiera la había
llamado cuando le escribió que su madre había muerto.

—Y ese es el gran hombre para ti —se dijo Katherine mientras salía de


la carretera de Oxford que conducía a su pueblo. Pensó de nuevo en las
palabras de David. Él no era justo. No era como si toda su vida hubiese
estado girando en torno a Jane Austen. Era simplemente… bueno, la
mayor parte de eso. Pero tenía otros intereses. Ahí estaba su clase de yoga
en la cual se mantenía en buena forma y los fines de semana de footing
con su mejor amiga, Chrissie. Y tenía muchos amigos que no eran ficticios
y siempre estaba asistiendo a fiestas de cenas y pequeños cafés.
Simplemente prefería pasar su tiempo libre con la cabeza en un libro. No
sería la respetuosa académica si no hubiese trabajado tan duramente
como lo hizo y, tan lejos como podía ver, no había nada malo en eso,
¿verdad? Había hecho una muy buena carrera fuera de los libros, por una
cosa y tan lejos como sabía, no estaba haciendo daño a nadie.

A diferencia de David.
Si, Katherine se podría sentir muy culpable de vivir una vida que era
más ficción que realidad pero al menos no le mentía a nadie. Si había una
cosa en el mundo que Katherine odiase más que nada, era una mentira.
Capítulo 2
Traducido SOS por Cherry k. Crazy
Corregido por Clau :)

Lorna Warwick estaba por darle los toques finales a un capítulo


bastante divertido que envolvía a un muy travieso duque cuando sonó el
teléfono.

—Hola cariño —una voz intervino.

—No es un mal momento, ¿cierto?

—No, para nada —dijo Lorna, guardando el capítulo y apagando el


ordenador por el día.

—Bien, bien. Mira, he tenido unas palabras con el organizador de


Purley Hall y dijo que no te preocuparas, es tu decisión.

—Gracias, Nadia. Aprecio eso.

—Entonces, ¿qué es lo que vas a hacer?

Lorna suspiró.

—Aun no estoy segura pero quiero darle a la escritora un descanso y


solo ser yo misma.

—¿Estás segura que eso es prudente? Sabes que vas a decepcionar a


muchos fans.

—Sí, pero voy a decepcionar a muchos fans si se enteran de quién


realmente soy, ¿no es así?

—¡Debes de estar bromeando! Se volverían locos si supieran la verdad


—dijo Nadia.

—Bueno, no creo estar lista para enfrentar eso.

—Está bien, bebé. Es tu decisión.

—Entonces, ¿vas a venir?

—Tal vez, para el baile el sábado en la noche.


—Cualquier excusa es buena para comprar un nuevo par de zapatos —
dijo Lorna.

—¿Cómo de bien conoces a tu agente?

—Igual de bien que ella me conoce.

Nadia se rió.

—Te veo en Purley, bebé.

—Por supuesto.

Lorna se levantó y caminó a través del estudio hacia la ventana que


daba vista al jardín. Necesitaba atención por un poco de tiempo. Dientes
de león amarillaban el césped, la hierba había surgido en los bordes, y
zarzas caían sobre la pared que daba a los campos más allá. La casa
necesitaba atención también porque Lorna había despedido a la
limpiadora hace dos semanas, después de haber sido atrapada robándose
páginas del último manuscrito. Ahora el escritorio estaba cubierto con una
fina capa de polvo y una planta en el rincón donde se marchitaba
lentamente.

Era siempre igual cuando un libro estaba yendo bien. Trabajos


aburridos como los del hogar o preparar comida eran descuidados. La
única cosa que importaba era el flujo de la historia y, hasta el momento, la
historia fluía perfectamente. Nadia iba a amar esta última, y sin duda el
editor de Lorna también. Tansy Newman de Parnaby y Fox era uno de los
mayores fans de Lorna, y no podía esperar a tener en sus manos el último
manuscrito.

Las ediciones usualmente eran mínimas y Lorna estaba en la


afortunada posición de ser consultada acerca del diseño de la cubierta
hasta la fecha de publicación —los libros de tapa dura se publicaron antes
de navidad y libros de bolsillo estarían disponibles para las vacaciones de
verano. Lorna era afortunada, su avance era legendario y sus regalías
sustanciales. No todos los escritores estaban en tan buena posición. Por
un momento Lorna miró hacia la estantería que ocupaba las paredes del
estudio. Estaba en toda su capacidad con ediciones de tapa dura, libros de
bolsillo, versiones extendidas, audio libros, y ediciones extranjeras que
incluían la versión en almena, español, japonés y ruso. Era una colección
impresionante teniendo en cuenta que la primera novela había sido
recibida muy bien por la prensa.
“Lorna Warwick intenta sacar provecho del hecho de que la época de la
Regencia de Jane Austen es eternamente favorito.” Un crítico escribió, “lo
que tenemos aquí es una copia barata. Es pornografía ligera vestida con un
poco de muselina fina.”

Esas palabras me habían golpeado duramente hasta que el libro se


convirtió en un Bestsller en Estados Unidos y ahora era visto como el
precursor de un género muy popular de la literatura de Jane Austen que
incluía secuelas, actualizado en seis novelas clásicas, y la clase de novela
sexy que Lorna escribe. Era una industria enorme y muy querida. Los
dedos de Lorna rozaron las espinas de las ediciones del Reino Unido. Cada
uno ofreció una heroína suntuosamente vestida. “Todo es pechos y
gorros”, otro critico declaro, después de que las ventas se dispararan. El
público no podía tener suficiente de estas jóvenes heroínas luchadoras y
héroes diabólicamente guapos, y por supuesto, de los finales felices.

Lorna amaba escribir. Nada podía superar el día-a-día de crear nuevas


historias o conocer a un personaje que podría cautivar la imaginación de
los lectores tan fuerte como la de su creador. Pero había más en ser un
escritor que escribir, y Lorna estaba bajo una creciente presión de manejar
la publicidad, por eso, la llamada del agente acerca de la conferencia. Año
con año, los editores trataban de persuadir a su escritor favorito que sería
una idea genial de asistir.

—De incognito, si es necesario —decían ellos, pero Lorna no estaba del


todo segura acerca de eso. La imagen pública de la publicación nunca
había sido atractiva. Escribir era algo privado, ¿no era así? Uno no
necesita de estar eternamente firmando ejemplares y dando conferencias.
De cualquier manera, ¿qué se suponía que iba a decir? Seguro los libros
hablaban por ellos mismos, pero los editores de Lorna hablaban a menudo
de cómo ahora los escritores eran vistos como celebridades.

—La opinión pública tiene que ser capaz de verte.

—Oh no —había dicho Lorna—. No quiero que nadie me vea.

¿Qué iba a hacer acerca de Purley Hall? Una parte de Lorna estaba
desesperada por ir. Ser una escritora era un trabajo solitario y sería bueno
salir e incluso hablar con personas reales por una vez. Eso podría ser
divertido, ¿no sería para alejarse del estudio y conocer gente?

—Katherine —dijo de repente Lorna.


Katherine iba a estar ahí. Su carta había dejado bien claro que le
encantaría conocer a su autora favorita, una parte de Lorna quería mucho
eso también. A través de los meses, se habían hecho muy cercanas,
compartiendo secretos y hablado acerca de nuestras metas para el futuro.
Tal vez es el hecho de que se habían estado escribiendo cartas hermosas
escritas a mano a la antigua que puedes disfrutar y guardar. No era como
recibir un e-mail de leer y borrar. Eran cartas apropiadas en papel de alta
calidad que los escritores se tomaban su tiempo en llenar.

La carta tenia tachaduras y notas en los márgenes y con divertidas


posdatas. Las cartas fueron reídas y atesoradas igual que en el tiempo de
Jane Austen cuando las cartas eran un medio vital para mantenerse en
contacto con los seres queridos. Si había una buena razón para Lorna
para asistir a la conferencia, era Katherine.

De repente sus pies retumbaron por las escaleras hacia su habitación


donde la puerta del armario fue abierta apresuradamente y sacando la
ropa y tirándolo en la cama. ¿Qué llevar? ¿Qué debería llevar Lorna
Warwick a la conferencia de Jane Austen? Esa era una pregunta fácil de
contestar porque a pesar de que Lorna dio muy pocas entrevistas y nunca
dio una foto de autor, era obvio como el público percibía a su amado autor.

Nada más que terciopelo y lazos en colores de joyas con lentejuelas y


bordados. Moda antigua pero con un toque peculiar. Un toque con velo no
estaría completamente fuera de lugar o un broche de brillantes en forma
de un pavo real. Chales, pañuelos de cuello, un par de guantes de noche,
tal vez incluso un sombrero de formas. Zapatos que fueran elegantes pero
discretos. La clase de cosas que las personas esperan. Lorna no iba a usar
nada de esas cosas, tampoco. Terciopelos y rasos fueron inmediatamente
rechazados y los chales eran totalmente inadecuados y la razón era simple.

Lorna Warwick era un hombre.


Capítulo 3
Traducido por Julieta
Corregido por Clau :)

Hubiera sido muy lamentable que el amor de Robyn hubiera resultado


ser otra cosa que un romántico. Así las cosas, se ajustaban perfectamente
a su nombre, la elección de leer nada más que romances, vestida sólo con
vestidos femeninos y renunciar a ver cualquier película que no tuviera un
final feliz.

La vida para ella no era tan buena como lo era en la ficción. Una buena
historia se dijo era siempre preferible a la realidad. Para Robyn, nada
estaba cerca de los máximos históricos que le dieron en sus lecturas. Su
trabajo de recepción en una pequeña universidad en North Yorkshire
cosquilleaba sólo la superficie de ella y no podía esperar a llegar a casa y
meter la cabeza en uno de sus libros favoritos y si por ella fuera, el
pináculo de la perfección literaria era Jane Austen.

Algunos tomaron sus placeres en cualquier tipo spin-offs y otros en los


romances regencia contados por los autores modernos, pero Robyn era un
verdadero Janeite que prefería su Austen sin diluir.

Si sólo hubiera escrito más, Robyn solía decir con un suspiro. Los seis
grandes no eran suficientes. Había las historias más cortas también, por
supuesto, pero no eran lo mismo que las grandes novelas, y las letras y
biografías interminables simplemente no le daban la misma satisfacción;
eran comida para llevar en vez de una comida de tres platos. Podrían
llenar un vacío, pero te quedabas insatisfecho y con ganas de más.

Nunca era suficiente. No importa cuántas versiones de Orgullo y


Prejuicio o de persuasión no florecieron, ya sea para el cine, la televisión o
el teatro, ella se absorbería en él. Cada uno era diferente, arrojando alguna
nueva luz sobre el mundo de Austen y sus personajes.

Ya fuera orgullo o prejuicio o Novia y prejuicio, Emma o Clueless,


Robyn desconectaría el teléfono de la casa, apagaría su móvil y se
sintonizaría a su mundo establecido de pura felicidad.
No eran sus favoritos, por supuesto. ¿Quién podría olvidarse de Colin
Firth, el melancólico Sr. Darcy de la versión 1995 BBC? Pero igualmente, a
Matthew Macfady caminando por la pradera en el amanecer podría ser la
receta para muchas noches sin dormir feliz. Con la Jennifer Ehle, la
ingeniosa e inteligente Elizabeth y la exuberancia juvenil de Keira
Knightley. ¿Cómo podría uno posiblemente elegir? Todo dependía del
estado de ánimo que se tuviera. Una cosa era segura, sin embargo: nunca
podría ser suficiente. Robyn a menudo se había preguntado de qué se
trataba Austen que inspiraba tanta devoción.

En estos tiempos modernos de CDs, DVDs, juegos de ordenador, iPod,


e Internet, todavía hay personas que prefieren sentarse en un rincón
tranquilo y leer una novela de Jane Austen.

Tal vez fue la irresistible mezcla de ingenio, la calidez y el romanticismo


lo que hizo que Robyn nunca se detuviera a analizar qué fue lo que le dio
un zumbido. Sólo sabía que cuando su mente se sumerge en el período de
la regencia, sus problemas del siglo XXI se evaporaban. Bueno, la mayoría
de ellos.

Caía la tarde antes de la Conferencia de Jane Austen en Hampshire, y


Robyn estaba de pie en el jardín detrás de la fila de arboles en las terrazas
de Yorkshire que daba a los campos y huertos. Ella se había quitado su
ropa de trabajo, que había consistido en una camisa blanca y una marina
falda y ahora llevaba un vestido largo hasta la rodilla con una tela floral
que flotaba a su alrededor. Su pelo largo estaba suelto y soplando
alrededor de su cara en una maraña de rizos, y sus pies descalzos habían
estado dentro de un par de brillantes sandalias.

Su jardín era muy diferente a todos los demás en la terraza. En su


mayoría estaban rodeados por césped aseados bordeados de camas de
plantas y los patios de las viviendas con tinas de begonias, pero Robyn
criaba en su hogar pollos, y tenía una obsesión por Jane Austen que
extendía a sus amigos emplumados. Sr. Darcy, fue el nombre obvio para
ser elegido por un adicto de Austen para su primer gallo, excepto que no
era un ser terriblemente apropiado cuando de pronto se convirtió en algo
más cercano a un villano, y Robyn tuvo que replantearse su nombre, y con
el tiempo darle el de Wickham, el villano de Orgullo y Prejuicio. El
problema era que a Robyn le gustaba andar sin sandalias, con los pies
descalzos, y Wickham tenían una fascinación con sus dedos de los pies,
picoteando en sus extremos pintadas, con gran vigor.
Ahora era Wickham el pollo, y sus damas también fueron nombradas
después con nombres de Orgullo y Prejuicio. Había una Lizzy, la cosa
joven brillante que era muy consciente de su entorno y siempre el primero
en dar la alarma. Allí estaba la pequeña castaña llamada Lydia porque
siempre estaba huyendo. El gris lavanda arrogante era llamada Lady
Catherine. La gallina moteada era la señora Bennet, por que siempre se
daba mimos alrededor de los otros como una gallina clueca típica, y la oro
pálido era la señorita Bingley que ya tenía un aire a su alrededor, y Robyn
estaba convencida de que ella miraba hacia abajo de su pico a todos los
demás.

Robyn miraba a todos ahora, picoteando por el jardín bajo el sol.


Amaba verlos y podría pasar más de una hora de lectura feliz en su
tumbona, escuchando los pequeños ruidos raros que hacían.

—¿Estás lista, entonces?, —Una voz amiga llamó bajo la valla.

—Hola, Judith, —dijo Robyn, sonriendo a su anciana vecina que


mantenía un ojo en los pollos cuando Robyn estaba en el trabajo y cada
vez que ella se iba.

—¿Estás segura de que esto no va a ser demasiado molesto? —


Preguntó Robyn.

Judith se puso las manos en las caderas. —He criado cuatro hijos sin
ayuda de nadie. Creo que puedo manejar unos gallos.

Robyn se echó a reír. —No puedo agradecerte lo suficiente. Era un


verdadero peso en mi mente. Eres como una tía para estos pollos.

Tía Judith sacudió la cabeza, obviamente, no aprobándolo. —Usted


acabe de disfrutar de su fin de semana. Usted trabaja muy duro, lo haces.
¡Tienes que salir más!

—Eso es lo que Jace siempre está diciendo.

La boca de Judith se enderezó en una línea. —¿Todavía estás con él,


entonces?

Robyn se sonrojó. Sabía cómo se sentía su vecina acerca de su novio


errante. Nunca había conseguido congraciarse con la anciana, no desde el
momento en que él la despertó con su canto de borracho a las tres de la
mañana y luego vomitó todo sobre sus rosas premiadas.
—Pensé que ibas a romper con él.

—Lo haré —dijo Robyn.

—Tú has dicho eso, desde que la joven Lydia era un huevo.

Robyn suspiró. Era cierto. Había tenido la intención de arreglar las


cosas con Jace por algún tiempo. De hecho, había estado a punto de decir
algo la semana pasada pero obviamente se dio cuenta de las cosas y
decidió salvaguardar su posición repentinamente al ser amable con ella y
comprarle el paquete más grande de chocolates que había visto nunca.

Él había comido la mayoría de ellos, pero era el pensamiento lo que


contaba, ¿no? Había estado saliendo con Jace desde la escuela, y era más
una rutina ahora que un romance. Jason Collins o "Jace", como él prefería
ser conocido, durante años insistió en que sus amigos le llamaran “Ace”,
pero nunca había logrado que Robyn se sorprendiera en lo más mínimo.

Por un lado, él todavía vivía con su madre en una casa en las afueras
de Skipton. Era una propiedad encantadora, con tres dormitorios y un
jardín que los pollos de Robyn adorarían, pero un joven de veinticinco años
no debería todavía estar viviendo con su madre, con toda su ropa y comida
cocinada por ella. Simplemente no era natural. No es que Robyn hubiera
sentido alguna vez las ganas de vivir con él, ¡oh, no! Pero si alguna vez iba
a vivir con alguien, entonces sería con alguien que fuera un poco más
independiente que Jace.

Y nunca podría casarse con él, de todos modos, Robyn de repente


pensó. Por un lado, estaría la señora Collins. Ella sonrió con picardía al
pensar en el carácter ridículo del Sr. Collins en Orgullo y Prejuicio. Robyn
Collins. Nunca iba a funcionar, sino que era una más de las tragedias
acerca de su relación, pero la tragedia más grande de todo era el hecho de
que ya no lo amaba.

Trató desesperadamente de pensar en sus tempranos, y embriagadores


días juntos cuando estaban en la escuela secundaria. Tomados de la mano
debajo de la mesa durante las clases, los besos secretos en el corredor en
el camino a clase, y las pequeñas notas de amor que constantemente
estaban siendo confiscadas por enfurecidos maestros. ¿Cuando todo ese
amor, se había ido?

¿Cómo no había sido lo suficientemente fuerte como para saltar el


abismo entre la adolescencia y la edad adulta? ¿Si se hubiera quedado con
la tarea, los cambios de humor adolescente, y la educación física
obligatoria?

—Será mejor que te muevas, —Robyn le dijo a Judith, sacudiendo las


imágenes del pasado de su mente. —Jace estará aquí en una hora, y
quiero hacer las maletas antes de esa hora.

—Bueno, no te vas tener que preocuparse por este lote, —dijo Judith,
señalando con la cabeza a los pollos. —Van a estar bien.

—Gracias —dijo Robyn con una sonrisa antes de entrarse.

La casa adosada era fría y oscura después del brillo de la huerta, y


Robyn subió las escaleras hasta su dormitorio en la parte delantera de la
casa. Empacar era fácil, meter muchos vestidos y los libros que pudieran
caber en su maleta. A ella nunca le gustaba ir a ninguna parte sin una
copia de una de las seis obras grandes de Jane Austen.

Persuasión era generalmente su favorito porque era delgado y se


deslizaba fácilmente en un bolso de mano, pero Orgullo y prejuicio era su
opción preferida si el ambiente se lo permitía, porque siempre le provocaba
una sonrisa, ya fuera que estuviera esperando el tren que llegaba más de
una hora tarde o iba a sentarse en la oficina del dentista sabiendo que el
taladro la estaba esperando.

Ella suspiró de placer cuando colocó una copia de cada una de las
novelas en su maleta. Bueno, ella no podía ir a una Conferencia de Jane
Austen sin uno de cada uno, ¿Cómo iba a hacerlo? Había elegido sus
versiones más antiguas que no importaba ser sometidos a un poco de
tránsito. Allí estaba la copia de Sentido y sensibilidad con la mancha de
café sobre la escena en la que Willoughby agarra a la señorita Marianne en
sus brazos, y la edición de Emma que había tenido una caída en el baño y
tenia ahora la forma de un acordeón.

Sus copias más recientes de los libros estaban abajo, sus portadas
brillante y cristalinas y las esquinas sólo ligeramente agrietadas. Nada era
más perfecto para Robyn que un nuevo ejemplar de una novela de Austen.

—¡Rob! —Gritó una voz desde abajo.

—¿Jace? —Robyn dijo con sorpresa.

—Bueno, ¡por supuesto que soy Jace!


La boca de Robyn se apretó en frustración. Era temprano.

Al salir de su cuarto donde estaba empacando, se aventuró a la planta


baja y se sorprendió al ver que Jace estaba empacando un poco de sus
propias cosas.

—¿Qué es eso? —Preguntó.

—Una maleta, tonta —dijo, dejándola caer al suelo y agitando su


cabello antes de que ella se acercara a su mejilla para darle un beso en su
cara sin afeitar. —Yo voy contigo.

—¿Qué? —Preguntó, siguiéndolo a través de la sala de estar cuando él


se acomodó en el sofá, quitándose los zapatos y colocando los pies sobre la
mesa de café.

—Yo voy contigo —dijo, dando un sonoro resoplido. —Voy a llevarte a


Hereford.

—Hampshire — dijo Robyn.

—No puede coger el tren por su cuenta, ¿verdad?

—Pero yo tengo mi boleto.

—No importa —dijo.

—Pero Jace, es un largo camino, y suena como si no supiera ni por


dónde es Hampshire.

—Estoy haciendo un paseo de fin de semana. Reservamos un B y B en


la misma calle de su lugar, el hall Parley.

—Hall Purley.

—¡Eso es!"

Robyn frunció el ceño. Esto era lo último que se esperaba y lo último


que ella quería. El fin de semana de Jane Austen era su propio santuario
especial, y Jace era la última persona con quien quería compartirlo.

—En realidad no es su tipo de cosas en absoluto —le dijo. —Y dudo


que haya espacio para ti en la conferencia. Todos los lugares están
reservados.
—¡Yo no voy a ir a la conferencia, tonta! ¡No puedo ir!

—Entonces, ¿qué vas a hacer?

Él se encogió de hombros mientras tomaba el mando a distancia y


encendió el televisor.

—Salir de paseo.

—¿Salir a dónde?

—Donde quiera que yo quiera —dijo, dándole un guiño lascivo. —


Nosotros no pasamos suficiente tiempo juntos. Pensé que sería bueno
tener un fin de semana junto.

—Pero no vamos a estar juntos, Jace. Voy a estar en la conferencia, el


fin de semana.

—Todavía habrá tiempo para vernos, ¿no lo hay?

Robyn lo miró fijamente. ¿Qué fue eso? Jace nunca había sido del tipo
de sugerir un fin de semana junto antes. Tal vez él había adivinado que
ella quería romper con él. Tal vez esta era su manera de tratar de suavizar
las cosas.

—¿Quieres una cerveza? —le preguntó.

Robyn se dirigió a la cocina y sacó una lata de cerveza de la nevera.


¿Qué demonios iba a hacer? La idea de Jace de 'salir', en cualquier lugar
cerca del país de Jane Austen era espantosa.

—¿Tienes patatas fritas? —Preguntó mientras entraba en la habitación


con la cerveza.

Ella negó con la cabeza.

—¿Nueces?

Ella regresó a la cocina y regresó con una bolsa de frutas y nueces.


Jace hizo una mueca.

—¿No hay saladas?

—No —dijo ella, haciendo una mueca cuando él puso su lata de cerveza
en su último ejemplar de Orgullo y Prejuicio. Él vio que ella estaba
mirando.
—Oh, lo siento, chica —dijo —recogiéndolo. Robyn vio el círculo oscuro
en relieve en la cara de Elizabeth Bennet y no pudo evitar notar que los
pies de Jace, que ahora estaban sin calcetines, se acercaban
peligrosamente al DVD de la BBC de la película de persuasión, su película
favorita y personal.

Con tales atrocidades como éstas antes ella, pensó que sería mejor si
ella salía de la habitación
Capítulo 4
Traducido SOS por Princesa de la Luna
Corregido por Keyla Hernández

Warwick Lawton recogió la última carta que había recibido de


Katherine Roberts y la leyó de nuevo. La sonrisa se quedó en su cara hasta
el final cuando dio un suspiro de cansancio y se rascó la barbilla. Ella no
lo sabía, ¿verdad? No tenía ni idea de que Lorna Warwick era un hombre.
¿Por qué iba a hacerlo? La biografía en la parte delantera de sus novelas
era tan de ficción como las novelas, y nadie más que su representante y
editor sabía la verdad, porque por lo que su vida profesional era, él era un
hombre solitario, huyendo de los medios de comunicación y dándole la
espalda a la firma de libros. Incluso sus amigos no sabían la verdad. Eran
conscientes de que Warwick solo escribió algunas tonterías, nunca lo
empujaron para saber alguna información, esta era la forma en que a
Warwick le gustaba. No es que él se avergonzara de lo que escribe, desde
luego que no. Amaba a sus libros. Después de todo, si no fuera apasionado
con sus personajes y sus destinos, ¿cómo iba a esperar que sus lectores lo
amen?

Su difunta madre, Lara Lawton, le había enseñado el placer de la


lectura y la escritura. Ella había sido actriz, aunque nunca había llegado a
la gran altura que el nombre y la belleza que siempre habían favorecido al
joven Warwick. Lara Lawton. Este nombre debería haber estado
estampado en miles de cines, un nombre que domine la pantalla de los
cines y fuera salpicado en las portadas de revistas. En su lugar, había
nadado en las aguas poco profundas del mundo del cine y la televisión,
tomando pequeños papeles aquí y papeles de fondo allí.

Y siempre un libro en sus manos, recuerda Warwick. Tenía mucho


tiempo libre y su madre había sido una apasionada lectora, diciéndole las
citas de todas las novelas que leía y animándole cuando se sentó un día,
decidido a reescribir la historia de Wuthering Heights y darle un final feliz
que tenía más que ver con Hollywood de Brontë. Su madre había estado
encantada con el resultado y le persuadió a escribir algunas de sus
propias historias. Al principio lo hizo para complacerla, pero pronto se
encontró que también le gustaba y que había sido el comienzo de su
carrera como escritor. El hecho de que él había elegido para escribir
novelas históricas aún le sorprende y a menudo se preguntó si debía
centrar su atención en los thrillers o el crimen o algo un poco más
masculino, pero las primeras influencias de su madre habían sido
demasiado poderosas y todas esas noches juntos viendo Jane Austen y
Daphne du Maurier, adaptaciones y películas como Dragonwyck y Lo que
el viento se llevó, había dejado su huella.

Ahora estaba navegando alto en las listas de más vendidos y lleva una
doble vida como una mujer. Por un momento, se preguntó lo que su madre
haría. ¿Qué diría ella si sabía que su pequeño hijo era conocido por la
mayoría de la población como Lorna? Probablemente se reiría, que
hermosa, el reír de ella que siempre le había hecho reír a él también.

Sus amigos se reirían también. Temía pensar lo mucho que reirían si


alguna vez le descubrieran. Warwick Lawton escritor, bajo el nombre de
una mujer.

Lawton Warwick escalando en roca y haciendo rappel con sus amigos


los fines de semana, ¿cambiando su teclado por la sensación de un poco
de tierra, arena y piedra, bajo sus dedos? ¡Seguro que no! Pero si era
honesto, le gustaba la dualidad de su naturaleza. Era como un juego. En
un momento era Warwick, la aceleración en la autopista en su último auto
rápido con una maraña de cuerdas y arneses en su bota, y al siguiente era
Lorna investigando la ropa interior de las mujeres en los principios del
siglo XIX.

Por supuesto, la farsa sería aún más divertida si pudiera compartirla


con alguien, y él a menudo se preguntaba si llegaría el día en que podía
decirle a Katherine algo al respecto.

—Y ahí está el problema —dijo para sí—, ¿qué voy a hacer con el
pequeño secreto?

Sus maletas estaban llenas para ir a Purley Hall y su agente había


resuelto una habitación en el último minuto para él y se iba en menos de
una hora, pero aún no había tomado una decisión de lo que hacer con
Katherine.

Por un momento, se sentó inmóvil, escuchando el ruido suave del reloj


del vestíbulo que era de su abuelo. Era el latido del corazón de la casa y
siempre le hacía sentirse tranquilo y en control de las cosas, que no era lo
que estaba sintiendo en ese momento.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó de repente. ¿Podría ser que él se estaba
enamorando?

Dejó la voltereta del pensamiento alrededor de su cerebro antes de


descartarlo. ¿Cómo podría estar, posiblemente, enamorado de ella? Nunca
había conocido a la mujer a pesar de que tuvo que confesar que le
gustaba.

Su búsqueda en Google, el descubrimiento de una fotografía de ella


fuera de la universidad de St Bridget, Oxford, con un grupo de hombres
muy cargada de futuro en tweed. Y ella era hermosa. Cerró los ojos por un
momento al recordar el cabello ondulado de color chocolate largo, los ojos
oscuros en una cara pálida, y una boca pequeña que estaba sonriendo a la
cámara. Muy parecido a la heroína, que había pensado, al instante como
su próximo protagonista vibrante y guardó la fotografía en su disco duro.

Se había sentado a leer a través de todas sus cartas una vez más la
noche anterior, y una cosa lo golpeó: era una mujer notable y quería llegar
a conocerla mejor. La forma en que escribió acerca de los libros, la forma
de hablar sobre, bueno, todo, agitada. Ella era apasionada de las cosas y
no tenía miedo de expresar esos sentimientos, a diferencia de muchas de
las mujeres de su pasado que en realidad nunca tuvieron mucho que decir
en absoluto. Tome Fiona, la adicta a las compras: todo lo que ella hablaba
era de sus uñas y sus zapatos. O Lindsay, la diseñadora de interior.
Warwick había aprendido más sobre cojines y cenefas en los cuatro meses
que habían estado juntos de lo que había tenido el deseo de saber.

No, Katherine no era como cualquier otra mujer que había conocido.
Ella era dulce e inteligente, tenía un agudo ingenio que le hacía cosquillas,
y habían compartido tales secretos. Ella confiaba en él.

Confiaba en Lorna, pensó Warwick, tú no eres la persona que ella


piensa que eres. Ojalá te dijera sobre todos estos secretos si supiera que
eres un hombre. ¿Divulgaría dichos sentimientos, si se da cuenta de que
eres un hombre con una cadena de relaciones desesperadas detrás él?

Ese era el problema que tenía por delante. ¿Qué iba a hacer Katherine?

Se sentó en su silla de la oficina y examinó las cartas delante de él.

Me encanta recibir sus cartas. Es tan maravilloso saber que hay alguien
por ahí que te entiende, leyó una de ellas.
Realmente siento que puedo confiar en ti, leyó otra, eres una buena
amiga, Lorna, y eso es justo lo que necesito en este momento.

Te puedo decir todo y eso es un verdadero confort. Eso significa mucho


para mí, había escrito en otro.

Las cosas pronto se habían vuelto íntimas entre los dos.

Mi primer gran amor fue mi vecino de al lado, ¿cuán cliché es eso?, había
escrito Katherine aproximadamente un mes antes, dejé que me besara en
nuestra primera cita y fue horrible. Casi decidí no enamorarme de nuevo.
Pero no me rendí hasta que estuve en la universidad. Me quedé locamente
enamorada de un estudiante de tercer año que me sedujo en la biblioteca
cuando cerró. Nunca me olvidaré mirando todos esos libros, con la
esperanza de que los espíritus de Thomas Hardy y Emily Brontë no se
giraran hacia mí. ¡Dios! Nunca le he contado esto a nadie.

Warwick sonrió al recordar la confesión, que había sido la primera de


muchas. Tuvo que admitir que las cartas tenían un efecto extraño en él.
Habían pasado de las cartas de una fan a las cartas de una amiga en un
muy corto de tiempo, pero eran más que eso ahora. A pesar de que él
nunca la había conocido, se sentía muy cerca de Katherine y no quería
hacer nada que ponga en peligro eso.

Warwick tragó saliva. Esto no iba a ser fácil. Sin embargo, él se lo jugó,
el hecho de que había estado respondiendo a las cartas de Katherine de
manera fraudulenta y ella había llegado a creer que era una mujer. Su
serie de terribles novias se habían convertido en novios. La obsesión de
Fiona con la moda se había convertido en la obsesión de Tony con las
motos, y los cojines de Lindsay se habían convertido en cojines de Lennie
—Lorna se había horrorizado al descubrir que Lennie era gay. Katherine
había sido comprensiva y solidaria con la desafortunada vida amorosa de
Lorna, ofreciendo consejos cuando fuese necesario.

Había puesto su confianza en él por completo.

Warwick dejó escapar un largo suspiro cansado mientras pensaba en la


extraña situación en la que se había logrado meter. Era como algo de uno
de sus libros, pensó.

En realidad, la idea de una mujer que escribe a un hombre no era muy


buena, pero pensando que ella es una mujer era bastante buena idea para
un libro, pensó con una sonrisa, pero luego se sintió culpable por pensarlo
con su querido amigo de la base de su arte. Sin embargo, él lo anotó en
una libreta antes de que lo olvidase. Un escritor nunca debe obviar una
buena idea sólo porque podría ofender a alguien.
Capítulo 5
Traducido por Cherry k. Crazy
Corregido por Leeconemi

Estar atrapada en un auto por trescientos kilómetros con alguien a


quien amas sería el reto más grande de todos los tiempos, pero estar
atascada con el conductor más impaciente del mundo cuando lo que más
quiere hacer es terminar con él era una misión imposible.

— Te dije que debería haber llegado en tren —dijo Robyn cuando Jace
le sonó la bocina al conductor de enfrente por no moverse lo
suficientemente rápido en el cambio de luz.

— ¿De qué te estás quejando? Llevamos un buen tiempo.

Robyn suspiro e hizo su mejor esfuerzo para relajarse. Ellos habían


dejado el norte de Yorkshire justo antes de las diez de la mañana y el
registro para la conferencia era hasta las cinco, seguido del té y la
bienvenida oficial por la dama Pamela Harcourt la cual Robyn no quería
perderse bajo ninguna circunstancia.

Ella también espera poder tomar un pequeño desvío a Steventon así


ella podría ver la iglesia donde Jane Austen fue bautiza y paso sus
primeros años, pero no estaba segura de cómo Jace respondería a
semejante proposición. Husmear en iglesias que tenían conexiones
literarias no era su clase de pasatiempo en absoluto. Él era más de llegar a
la cama lo antes posible, desayunar y salir al pub más cercano para
tomarse unas cervezas, y después en la noche eructar enfrente del TV.

Robyn abrió su bolsa y saco los folletos de información de la


conferencia.

Antes del té y la bienvenida, estaba la oportunidad de mezclarse antes


de la cena y además de la posibilidad de ver Sense and Sensibility de
Emma Thompson o la versión de Persuasion de Simon Burke.

— ¡Ooooo! —Robyn suspiró.

— ¿Qué pasa? —preguntó Jace—. Otra parada al baño no.


— No —dijo—. Solo decisiones que se tienen que hacer esta noche. —
No se molestó en entrar en detalles. El no entendería. Como una mujer
podía decidir entre Hug Grant en el torpe Edward Ferrars y el ardiente
capitán Wentworth de Rupert Penry-Jones? Ese era el problema con
Austen— . Había demasiados héroes increíbles. Suficientemente difícil era
decidir cuál libro leer después y de cual héroe enamorarse de nuevo, pero
también hacia la vida real difícil, porque nadie podía ser como los héroes
de Austen, ¿Podrían? ¿Dónde una mujer va a encontrar a un hombre tan
paciente como Coronel Brandon o como el ingeniosos Henry Tilney?¿ Y
como una podría realmente esperar encontrar al más elusivo de todos, Mr.
Darcy?

Robyn sonrió para ella misma. Si tenía que decir la verdad, ella más
bien prefería a Mr. Bingley que a Mr. Darcy. Él era, en palabras de Jane
Austen, amable; no había nada complicado en él y a Robyn eso le gustaba.
No tenías que hacer ninguna lucha emocional con Bingley. Le gusta bailar.
Él siempre sonríe. Él no va por ahí insultando a todo el mundo y
haciéndole a una mujer proposiciones confusas. En resumen, era
exactamente el tipo de hombre Robyn estaba buscando.

Pero tú tienes uno, una pequeña voz dentro de su cabeza dijo.

Pero no lo quiero, contesté.

Entonces deberías decírselo.

¡Lo intente!

Entonces no hiciste un buen trabajo, ¿Lo hiciste?

Robyn echo una mirada de reojo a Jace. Sus ojos se habían reducido a
rendijas enojadas mientras estaba concentrado en la carretera y
gesticulando al carro que lo estaba molestando. Mr. Bingley nunca
gesticularía, Robyn no pudo evitar pensarlo. Él era más como de
pronunciar.

— ¡Por mi Honor! —podría decir—. Nunca había conocido a tantos


conductores desagradables en mi vida. —Él podría sacudir su cabeza y
pensar nada más de lo mismo, probablemente anunciaría que la bola
estaba en orden y que él hizo los arreglos de eso.

Si, Robyn pensó, Bingley era, como Jane Bennet le dijo a Elizabeth,
justo como un hombre debería ser.
Poco a poco despertó de su fantasía en donde ella usaba un vestido de
corte imperio y bailaba con Mr. Bingley, Robyn vio la señal que decía que
habían entrado a Hampshire. Por fin, llegaron a la ciudad de Jene Austen.

Se dio la vuelta para tomar el Mapa de carreteras de la canasta, fue


hasta la página correcta e hizo un estudio del área. Casi de inmediato
encontró Chawton, tal vez porque ella lo circuló con un marcador rojo. Ya
había previsto un viaje Chawton de Purley Hall el sábado y Robyn estaba
muy emocionada acerca de eso que estaba segura que estallaría de
felicidad pero ella quería ver la iglesia en Steventon también.

— ¿Jace? —dijo, con vos suave.

— ¿Qué? — contestó.

— Tengo una idea.

— ¿Qué clase de idea? —preguntó—. ¿Una pervertida?

— No —dijo Robyn—. Una idea de desviarnos.

Jace frunció el ceño.

— No me gustan los desvíos. Me gusta ir de A a B, y de B a A hoy ha


sido un infierno manejar.

— Sé que lo fue —Robyn dijo dulcemente—. Y tú has sido asombros,


pero es solo un pequeño desvió, tu ni siquiera vas a notarlo.

El ceño de Jace no cedió, pero siseo y suspiró.

— Está bien, entonces. ¿Adónde quieres que vaya?

Robyn estaba tentada de decirle algo grosero a esa particular pregunta


pero en su lugar dijo: —Toma la siguiente a la derecha —pronto estuvieron
conduciendo a través de las estrechas calles de Hampshire con altos setos
y campos soleados a cada lado de ellas. El paisaje era mucho menos
dramático del que Robyn estaba acostumbrada en Yorkshire Dales pero
ella amaba su docilidad. Con sus lindos bares, bonitas casas e iglesias de
piedra, era perfecto y justo en que los turistas piensan cuando se
imaginan la Inglaterra de Jane Austen.

Cuando pasaban por una madrea de estilo antiguo al lado de la


carretera, Robyn pudo fácilmente imaginar a Elizabeth Bennet saltando
sobre él en su camino de visitar a su hermana, Jane, en Netherfield. Por
un momento se preguntó si podría pedirle a Jace detener el carro así ella
podría caminar un par de campos hasta que sus ojos brillaran como los de
su heroína favorita, pero una mirada a Jace la hizo cambiar de opinión. Él
no comprendería y era mejor que no presionar su suerte después de lo
amable que fue al aceptar el desvió a Steventon.

Nos tomó solo diez minutos para encontrar la pequeña iglesia y Robyn
jadeó para que Jace detuviera el carro.

— ¡Oh, mira! —dijo, sus los ojos completamente abiertos con completa
adoración.

— Es una iglesia —dijo Jace.

Robyn hizo su mejor esfuerzo de ignorar su tono sarcástico. Estaba


determinada a que nada iba a arruinar este momento.

— ¿Vas a entrar? — preguntó mientras abría la puerta.

— Nah. Voy a esperar aquí. Las iglesias me dan mala espina.

Robyn suspiró, pero estaba secretamente feliz de que él no fuera con


ella. Solo se quejaría.

Saliendo del coche, Robyn estiro sus brazos y dio una gran bocanada
de aire cálido de Octubre. Era el único carro en el camino sin salida y todo
era perfectamente tranquilo y silencioso.

Ella entro en el cementerio de la iglesia, miro el pequeño y modesto


edifico frente ella. Santa Claus no hacia acto de presencia en el paisaje,
pero era muy bonito, con una pequeña torre almenada en una cálida
piedra color beige y una pequeña espiral de plata. Tres ventanas
arqueadas, estaban sobre una fina puerta de madera, y a ambos lados
había dos caras talladas mirando la vereda.

Un gran seto arrojaba una sombra en forma de telaraña en la parte


delantera de la iglesia, Robyn pensó en como Jane Austen debió de haber
caminado muchos veces por ahí y eso la hizo sonreír.

Después de abrir la puerta y caminar dentro, se maravilló de la frialdad


del edificio después de que el cálido sol la calentar y observo hermosos
arcos blancos debajo del cual delicadas flores habían sido pintadas.
Una brillante placa de bronce en la pared izquierda, anunciaba que
¨Jane Austen había adorado a dios aquí”. Robyn miro alrededor hacia la
banca de madera más cercana, camino por el pasillo y se sentó. Donde
Jane se habría sentado, se preguntó, se sentó también en la primera fila
de bancos de y se deslizo por ella solo para cubrir todas las opciones.
¿Estaría ella prestando atención al sermón padre o soñando con un guapo
hombre a caballo? ¿Sería en esta misma iglesia don ella creo a Elizabeth, a
Darcy, a Elinor, a Mariane, a Catherine y a Tilney? ¿Sería donde sus
aventuras del corazón fueron concebidas en este silencioso y humilde
lugar?

Robyn se dejó pasar unos momentos pacíficos.

— Solo doscientos años nos separan —dijo mientras sonreía. Se sentía


extraño estar finalmente en un lugar donde su ídolo alguna vez habitó.
Además de leer las novelas, esto era lo más cercano de ella que alguna vez
iba a llegar, no era así, ¿caminar por los mismos lugares y sentarse en los
mismos asientos?

Por fin Robyn se levantó y miro alrededor del resto de la iglesia, se dio
cuenta del memorial al hermano de Jane, James, quien sucedió la rectoría
de su padre. Había también una memoria con movimiento a tres pequeñas
niñas, Mary Agnes, Cecilia y Augusta, quienes murieron de fiebre escarlata
en 1848.

— Nietas, sobrinas de Jane —Robyn susurró—. A quienes no vivió para


conocer.

Esa era una de las grandes tragedias acerca de los escritores, tuvo una
vida muy corta, muriendo a los cuarenta y uno. ¿Cuántas otras
maravillosas novelas habrían sido escritas si ella hubiera vivido más
tiempo? Era la pregunta que todo mundo hacía. Fue, en verdad, una de las
más grandes pérdidas literarias y, aunque Robyn no era particularmente
religiosa, no pudo evitar hacer una pequeña oración por Jane.

Mientras Robyn caminaba de regreso por el pasillo noto un hermoso


reclinatorio en azul cielo con siluetas de damas de la Regencia. Todos, al
parecer, estaban orgullosos de la conexión con Austen.

Después de abrir la gran puerta de madera y salir fuera, Robyn diviso a


un bebe conejo saltando entre las tumbas. Ella camino por la parte
posterior de la iglesia que daba vista a los campos, y pensó que sería mejor
hacer su camino de regreso a Jace.

Cuando salía de la iglesia y entraba al camino, de repente escucho el


sonido de cascos de caballo en el camino. Se dio la vuelta y vio a una
hermoso Chestnut Stallion bajando por la vereda, sus crines y cola se
movían a un lado de él. Pero no era el caballo lo que cautivo Robyn,
sentado a horcajadas del caballo estaba el hombre más guapo que alguna
vez había visto.

Un apuesto hombre a caballo, Robyn paso saliva. ¿No había estado


pensando justo en esa imagen dentro de la iglesia? Era casi como si ella lo
hubiese conjurado con su pensamiento, como si el mágico mundo de Jane
Austen hubiera tomado vida enfrente de sus ojos.

Ella observo al hombre mientras montaba por el camino. Su cabello era


de un oscuro cobrizo dorado debajo de su sombrero de montar, sus brazos
estaban desnudos y curtidos. Robyn podía notar que era alto, sentado con
orgullo y confianza en el Chestnut Stallion . Realmente fue un espectáculo
digno de admirar y mientras pasaba a su lado, la vio y sonrió, y Robyn
pudo sentir el más maravilloso sonrojo coloreando su cara.

— ¡Ese hombre está loco! —gritó Jace cuando el jinete y su caballo se


fueron por un campo adyacente—. ¿Viste lo cerca que paso de mi carro?

— Él no estaba ni siquiera cerca de tu coche.

— Ese caballo pudo patearlo y hacer toda clase de daños. Estaba


totalmente fuera de control.

— Él era totalmente hermoso —dijo Robyn, y se preguntó si seguían


hablando del caballo.
Capítulo 6
Traducido por Katiliz94
Corregido por Leeconemi

Katherine acababa de enviar a sus dos amados gatos con una amiga en
el campo y ahora tenía la poca envidiable tarea de despedirse.

—Mis queridos chicos —dijo, inclinándose para acariciar a ambos.

Su amiga sacudió la cabeza.

—Freddie y Fitz —dijo—. No son nombres comunes para los gatos.

—Son mis dos héroes favoritos —dijo Katherine. —Darcy y Wentworth.

—Oh, debería haberlo imaginado. Si fuesen llamados por el nombre de


mis héroes favoritos, seria Johnny y Brad.

Katherine sonrió.

—Asegúrate de alimentarles con la nueva comida que he dejado. No les


gusta más la antigua.

—Los consientes demasiado —dijo su amiga.

—Por supuesto —dijo Katherine—. Eso es exactamente para lo que


están.

—Y no dudo que yo también les consentiré demasiado para que no te


preocupes por ellos —le dijo su amiga.

Siempre era difícil dejar a sus chicos detrás pero Katherine tenía que
hacer eso si tenía que llegar a Hampshire a tiempo; así que, despidiéndose,
tomo por última vez a sus amados gatas y se marcho.

Katherine estaba yendo en el tren hacia Hampshire y siendo llevado a


la estación por alguien de Purley Hall. Ya había empacado y estaba
esperando relajarse en el tren. Siempre adoraba viajar en tren. Era más
como estar suspendida en el tiempo -no estabas ni en un lugar ni en otro y
era el momento perfecto para sumergir la nariz en un buen libro. ¿Qué
libros iba a elegir para ese viaje en particular? Northanger Abbey y
Persuasión eran las obvias elecciones de libro de bolsillos debido a su
delgadez, pero Emma era su favorito y siempre le divertía entrar y salir de
él, releyendo demasiadas escenas amorosas. Un brillo perverso estaba en
los ojos de Katherine cuando organizo la lectura para el tren. Sabía que
debería estar poniendo en el marco bueno de su mente la lectura ante la
conferencia para estudiar algo en el último minuto de Austen, pero la
tentación de coger una novela de Lorna Warwick en su lugar era
demasiado, así que empaquetando seis libros de Jane Austen en la maleta,
situó uno de su amada Lorna Warwick en su bolso de mano, La Infame
Lady Fenton.

Siempre era difícil escoger su libro favorito, pero había algo más
especial en La Infame Lady Fenton. Era del tipo como Orgullo y Prejuicio,
donde Lady Fenton se enfrenta con un espirituoso y pobre caballero antes
de darse cuenta de que esta locamente enamorada de él, defendiéndole
ante su familia y amigos para casarse con él. Isabella Felton tenía que ser
una de las mejores creaciones de Lorna Warwick. Ella era egoísta pero
brillante, orgullosa y apasionada, y tenía el final feliz que todas las grandes
heroínas merecen. Una vez que Katherine encontró asiento en el tren, saco
su adorado libro del bolso y giro hacia el capitulo uno, teniendo la
esperanza de que no sería molestada por alguno de sus compañeros o
estudiantes mientras se permitía introducirse en lo más decadente de la
ficción.

***

Vivir en West Sussex y no tener ni gallinas ni gatos por los que


preocuparse, Warwick no tenía que dejar su casa hasta la tarde,
conduciendo su Jaguar negro a través de las vías del campo a una
velocidad tranquila. El coche había sido un pequeño regalo para sí mismo
una vez que las ventas de US por sus novelas realmente comenzaron a
dispararse.

Se preguntaba en cuanto tiempo llegaría Katherine y como de rápido la


reconocería. ¿Cómo podía presentarse? ¿A ella incluso le gustaría como un
hombre? ¿Y, usando su autentico nombre, Warwick Lawton? ¿Era
Warwick un poco de regalo? ¿Y qué profesión debería tener ahora?
Todo tipo de preguntas fluyeron por su mente. No se había sentido así
de nervioso desde las citas en la universidad. Perdió la práctica de ese tipo
de cosas y no estaba seguro de su podría lograrlo. Sus relaciones de
cuerdas rotas durante los últimos pocos años apenas eran la evidencia de
lo que para el significar estar solo. Quizás ese era un motivo por el que
fuese escritor: era de lejos más competente en su propia compañía. Pero
había algo sobre Katherine que le hacía querer olvidar los fallos de su
pasado e intentarlo de nuevo. Por ella podría valer la pena arriesgarse a la
vergüenza, humillación y negación.

Si solo tuviese la confianza que les daba a sus héroes en las novelas,
pensó, entonces cruzaría la habitación, rápidamente sondearía todo ante
él, y llamaría la atención de todos hacia él, antes de singularizar a la mujer
de su elección, quien, por supuesto, estaría palpitando con deseo por
entonces. El se aproximaría, haría una reverencia, silenciosamente
admiraría su escote cuando ella hiciese una reverencia ante él, diría algo
inmensurablemente ingenioso, y después tomaría su mano y la dirigiría al
primer baile.

Como de fácil era entonces, pensó. Los hombres y mujeres tenían roles
claros y eran felices de jugarlos. Hoy todo era confuso. Las mujeres no
querían ser reverenciadas o ser habladas de que eran criaturas
encantadores y que tenían sus ojos admirados.

¿O sí?

Por un momento Warwick se lo pregunto.

La mujer que estaba asistiendo a la Conferencia de Jane Austen podría


ser diferente. En realidad podrían querer a un caballero que admirase las
ropas que llevaban, que les hablase sobre los libros que habían leído y les
molestasen para tocar el piano. Había querido al héroe de Jane Austen o
de Lorna Warwick, ¿verdad? ¿No era eso por qué leían los libros? ¿No era
eso precisamente porque había demasiadas adaptaciones de las novelas de
Austen -porque la población femenina no podía conseguir suficiente?

Warwick sonrió ante ese sorprendente descubrimiento. Sabía


exactamente cómo iba a jugar las cosas con Katherine
Capítulo 7
Traducido por katiliz94
Corregido por Ale Rose

Robyn nunca olvidaría su primera visión de Purley Hall. Habían


rodeado esquina tras esquina al girar por un camino rural con setos llenos
de flores rosas de zarzamora. Cuando de repente, allí estaba, un glorioso
rojizo dorado a través de los limpios campos. Establecida en perfecta
simetría, su aspecto se atenuaba por el campo que la rodeaba, extendida
en los campos coloreados de miel y profundizándose en los bosques.

—¡Mira! —exclamó ella, señalando fuera de la ventana como una


pequeña niña pequeña.

Jace miró.

—¿Qué?

—¡Purley!

—¿Dónde?

—¿Dónde? —Hizo eco Robyn―. ¡Ahí!

—¿Eso? Pensé que sería más grande.

—Es perfecto —dijo Robyn, contando las tres visibles plantas y las siete
ventanas de guillotina en ellas―. Veintiún —dijo.

—¿Veintiún qué?

—Veintiún ventanas. O más bien veinte. Espero que eso sea una
puerta.

Jace hizo una mueca. Las ventanas y las puertas no le interesaban. Dio
otra curva en el camino y entre en el diminuto campo de Purley. Había una
hilera de imágenes perfectas de casas de campo con oscuros tejados de
paja, un pub llamado El Perro y La Bota, y una pálida iglesia dorada con
un modesto campanario.

—¡Oh, me encanta! —dijo Robyn―. ¿No es encantador?


—Lo es si te gusta este tipo de cosas —murmuró Jace.

Robyn se encrespó. Bueno, a ella le gusta este tipo de cosas y estaba


volviéndose difícil disfrutarlas con Jace como su acompañante. ¿Cuándo,
se preguntó, iba a deshacerse de él?

—¿De todas formas, vamos a irnos? —preguntó él impacientemente.

Fue entonces que Robyn vio un discreto cartel de madera señalando a


la derecha.

—Purley Hall —leyó, y ahí había una hoja A4 escrita a mano clavada
debajo―. ¡Janeites es el camino!

Giraron en una carretera que fácilmente podría haber regresado a


Yorkshire. La carretera estaba flanqueada por árboles maduros, y había
campos a cada lado. Robyn casi estaba al borde de su asiente mientras el
camino se ampliaba y la gran fuente de Purley Hall les daba la bienvenida.

—¡Oh!

—¿Qué pasa? —preguntó Jace.

—¡Nada! Nada de nada —dijo Robyn.

Jace chasqueó la lengua y el coche chilló cuando aparcó, los


neumáticos disparando una lluvia de grava. Se estacionó casi paralelo con
un Jaguar negro.

—Alguien tiene algo de dinero —dijo él.

—Sí, aparentemente algunas personas lo tienen —dijo Robyn,


preguntándose si debería ser así.

Robyn salió del coche y levantó la mirada a la casa. La parte delantera


estaba en la sombra, y un gran árbol de cedro a la izquierda sombreaba
las pistas de tenis y proyectaba su sombra a través de un inmaculado
césped, sus ramas extendiéndose como miembros de dinosaurios. Un
conjunto de aros de croquet habían sido dejados fuera del césped y más
allá de eso, Robyn espió una brillante piscina azul.

Volvió a mirar la casa una vez más, asombrada por el tamaño de las
ventanas, las cuales eran tan largas como la gran puerta, y el frontón
triangular en la parte superior el cual se elevaba sobre el cielo azul.
—Bien —dijo Jace, interrumpiendo sus pensamientos―. Me voy al pub.

Robyn no trató de esconder su alivio.

—¿Qué vas a hacer este fin de semana?

Él se encogió de hombros.

—Ven y lo veras.

—Oh, pero no puedo —dijo Robyn―. Hay actividades todos los días, y
vas a estar aburrido por esas estupideces.

—Está bien, está bien, capto el mensaje. Te llamaré, ¿bien? Tengo tu


móvil, ¿verdad?

Robyn asintió.

Jace se inclinó para besarla, le dio en el trasero un afectuoso apretón.


Robyn se sonrojo. No era adecuado tener un pellizco en el culo ante una
Conferencia de Jane Austen.

Jace sacó su maleta del maletero del coche y se la tendió.

—No entraré —dijo.

—Mejor que no —dio Robyn.

—Te haré una llamada.

—Está bien —dijo Robyn, observando cuando él se metió en el coche,


hacia una maniobra de piloto de carreras en la inmaculada carretera y
desaparecía. Tan pronto como él estuvo fuera de vista, sacó el móvil de su
bolso de mano y lo apagó.

***

Warwick había llegado un poco más pronto de lo que predijo pero había
sido recibido por uno de los organizadores del evento y le mostraron un
agradable dormitorio en el piso de arriba en el que se veía por fuera desde
los jardines hasta el río y más allá de los campos. Nadie había hecho
preguntas para conseguirle un dormitorio en la casa en el último minuto, y
él se maravilló ante la hermosura de ello. Ésta lucía una enorme cama en
una rica madera oscura con unas preciosas colchas amarillas. Cuatro
fabulosas almohadas gruesas captaron su atención y le prometieron un
dulce sueño esa noche.

Miró alrededor del cuarto, y un gran vestidor de caoba que permanecía


vacío con un bol de porcelana azul y blanco captó su atención. Sabía que
tales piezas de mobiliario habrían sido comunes en los dormitorios de los
caballeros de la Regencia, y sin embargo se deleitó con el hecho de que iba
a ser su dueño durante los siguientes pocos días aunque estaba contento
de que tuviese una suite con una ducha de hidromasaje. Las jarras y los
cuencos simplemente ya no lo cortaban en los juegos de la higiene.

Un jarrón de cristal de rosas amarillas y blancas se elevaban en la


profundidad del alfeizar y perfumaba la habitación con su delicada
fragancia, y las paredes estaban pintadas por sombras que Warwick
reconoció como verde gris, un esbelto verde que estaba manteniéndose con
el periodo de la casa y daba al dormitorio un sorprendente ambiente
fresco. Era un dormitorio precioso.

Sin embargo, Warwick no estaba en Purley Hall para quedarse


admirando su dormitorio. Tenía que registrarse y ver si Katherine había
llegado ya, tan rápido como se cambió de camiseta, revisó su reflejo en el
espejo, más por miedo de algo que podría estar fuera de lugar que por
vanidad, y se dirigió hacia las grandes escaleras donde una mesa había
sido puesta para los registros.

—Las temidas tarjetas de identificación —se dijo a si mismo Warwick.


No tenía tiempo para crear otro seudónimo para sí, pensó. Esta semana
tenía que ser Lawton Warwick. Su destino estaba sellado.

Aproximadamente una docena de mil personas rodeaban la mesa de


registros y más estaban llegando a cada minuto. Warwick permaneció en
una distancia respetable y observo a los que pasaba. Como escritor, solía
estar observando, y su altura le daba la ventaja de ser capaz de ver todo.
La joven en la mesa de recepción estaba interrogando a una anciana sobre
su tarjeta de identificación.

—¿Norris? —dijo la chica.


—Sí —dijo la señora con un nublado pelo blanco—. Como en Mansfield
Park.

—¿Doris Norris?

—Sí —dijo la señora con una animada sonrisa—. Sé lo que estás


pensando. No es muy probable, ¿verdad? Pero no siempre fui una Norris,
ya ves. Era Doris Webster. Perfectamente normal. Pero entonces conocí a
Henry Norris y tuve la desgracia de enamorarme de él así que soy... Doris
Norris.

La oven sonrió, y Warwick pudo ver que estaba hacienda su mejor


esfuerzo por no reír. Observó por un momento a Doris Norris poner su
tarjeta de identificación en su cárdigan rosa, pero entonces una joven
mujer en la puerta llamo su atención. Tenía el largo pelo rubio y los
tirabuzones le caían hasta la cintura. Su rostro era pálido con perfectos
rasgos fijos en una expresión un poco ansiosa como si estuviese
preguntándose a sí misma, ¿qué hago ahora? Estaba vistiendo un bonito
vestido blanco salpicado de margaritas, y sus pies estaban envueltos en un
par de sandalias plateadas. Warwick la observo cuando ella miró alrededor
del salón, con sus pequeños dientes mordiendo su labio inferior, y una
parte de él quiso ayudarla, coger su mochila y decir: “Ven por este
camino,” pero el escritor en él permanecía perfectamente tranquilo y
observaba.

Era una de las cosas de ser un escritor, uno siempre permanecía de pie
levemente apartado, escuchando y observando. En ocasiones era difícil
hablar, si uno realmente estaba vivo, porque la vida parecía estar
ocurriendo para alguien más, y sin embargo, mucho en el escritor parecía
estar en una quietud permanente. ¿Jane Austen se había sentido así? Se
preguntó. Sin marido ni hijos, ¿había sentido que su rol había sido
observar a los otros? ¿Y eso la hizo feliz? Sus libros hacían feliz a otras
personas, ese hecho era incuestionable, pero ¿a ella le habían hecho feliz.?

Warwick sacudió la cabeza. Podría estar bien en una Conferencia de


Jane Austen, pero aún no estaba listo para entender toda la filosofía.
Quería divertirse. Quería ver a Katherine. Podía sentir su pulso acelerarse
ante la idea de verla por primera vez. Ella no sabría quién era él así que no
podía llamarla a través de la habitación. Tendría la oportunidad de
observarla. ¿No era ese rol su favorito? Conseguiría conocer un poco sobre
ella antes de saludarla.
Sonrió. Con certeza tenía la ventaja en esta relación, pensó.

—Mis ruedas parecen estar atascadas —de repente una voz retumbo en
el pasillo.

Los ojos de Warwick se fijaron en la mujer que solo podía ser descrita
como alguien dominante. Tenía enormes senos que los mostraba
indignantemente y un rostro que parecía estar esculpido en un granito
enfadado. Warwick observo cuando ella lucho con su maleta y decidió que
tendría que hacer las cosas de un caballero y ofrecer algo de ayuda.
Estaba entrenándose como un héroe, después de todo, ¿verdad?
Capitulo 8
Traducido por Maddy
Corregido por katiliz94

Una vez que Katherine subió las escaleras y entró en Purley, las
traviesas novelas de Lorna Warwick tendrían que ser olvidadas ya que el
fin de semana prometía sumergirse en Jane Austen. Allí No había lugar
para las imitaciones, las parodias o las secuelas, por buenas que pudieran
ser. Esto era Purley Hall, y nada más que la original Jane Austen era
aceptada.

Katherine no pudo evitar sentirse un poco triste de que Lorna no fuese


a ir a allí. Estaba muy segura de que disfrutaría de la experiencia. Habían
hablado mucho sobre las novelas de Austen en sus cartas y Katherine
sabía que la presencia de Lorna habría hecho del fin de semana una
auténtica delicia. ¡Tendrían mucho de qué hablar! Probablemente se
comportarían como un par de estudiantes traviesas, charlando y riendo en
el fondo de las salas de lectura, intercambiando comentarios y anécdotas.

Me pregunto qué aspecto tiene, pensó Katherine al entrar en el gran


vestíbulo de Purley, maravillándose de la escalera doble y oliendo los
intoxicantes lirios que se asentaban en sus floreros como esculturas de
mármol encima de la chimenea. En realidad no importaba como parecía
ella—Katherine sabía eso, y aun así había googleado el nombre, sólo para
llegar a innumerables imágenes de novelas de Lorna Warwick alrededor del
mundo. No había fotografías de la autora —ni siquiera en su página web.
De todos modos, ella no iba a estar aquí así que ¿qué más daba?

Cuando Katherine miró alrededor de la habitación, una cosa era cierta.


Puede que no tuviera la menor idea de cómo lucía Lorna, pero si estuviera
asistiendo a la conferencia, Katherine seguramente la reconocería de
inmediato. Sería como viejas amigas reuniéndose tras años de separación.

Mientras se abría camino hacia el mostrador de recepción lleno de


gente, oyó una voz, y un escalofrió le recorrió la espalda. Oh, no, pensó
mientras se daba la vuelta y veía a la mujer que había temido ver: la
Señora Soames. Habían cruzado sus caminos antes, y Katherine recordaba
muy bien como la mujer podía empañar el día más bonito con sólo entrar
en una habitación. Era el tipo de mujer que encontraba algo de qué
quejarse, incluso de la más simple de las tareas. Nada era irreprochable.
Tanto si se trataba de un día de excursión o una taza de té, la Señora
Soames estaba obligada a encontrar algo sobre lo que valía la pena
quejarse.

Katherine hizo todo lo posible por esconderse mientras ella le gritaba


algunas órdenes a un hombre que parecía estar arrastrándose debajo de
su maleta. Apenas podía distinguir un par de piernas largas terminando
en zapatos de cuero marrón, sobresaliendo de un lado de la enorme maleta
y la parte superior de una cabeza con pelo despeinado en el otro extremo.

—¿Qué crees que estás haciendo? —dijo la Señora Soames—. ¡Eso no


va a hacer ningún bien!

—Creo que puedo soltarlo aquí, —dijo la voz del hombre—. Sí, eso
debería hacer el truco.

Katherine vio como el hombre de pelo oscuro se levantaba en toda su


altura, empujando la maleta en su dirección mientras lo hacía.

—¡Ouch! —Gritó Katherine—. ¡Mi pie!

—¡Oh, Dios mío! Lo siento mucho, —dijo el hombre, dándose la vuelta


para mirarla—. ¿Está bien?

—No, no estoy bien. ¡Acabas de atropellar mi pie con una maleta de dos
toneladas!

—¿Cómo dice?—Dijo la Señora Soames—. Oh, es usted, Dra.


Roberts. —No había rastro de preocupación en su voz por el pobre pie de
Katherine.

Katherine se inclinó para frotar sus dedos del pie magullados.

—¿Puedo ayudarla? —Preguntó el hombre, con sus brillantes ojos


llenos de preocupación.

—¡Se supone que tienes que estar ayudándome! —dijo la Señora


Soames, con la boca apretada en una línea firme.

—Por supuesto—dijo el hombre—. Mire, lo siento mucho. Si hay algo


que pueda hacer…
—Sólo dame algo de espacio, —dijo Katherine, haciendo una mueca
mientras se alejaba cojeando con su propia maleta.

***

Robyn respiró hondo y se acercó a la joven en el mostrador.

—Hola. Estoy aquí para la conferencia.

—¿Cuál es su nombre? —Preguntó la chica.

—Robyn. Robyn Love.

—¡Oh! ¡Qué hermoso nombre!

Robyn le dio una sonrisa tímida.

—Normalmente me dicen lo extraño que es.

—He conocido uno extraño, —dijo la chica con una risita, y Robyn se
preguntó a qué se refería—. ¿Tiene un paquete de bienvenida?

—Sí, gracias.

La chica miró el registro.

—Está en la habitación cedro. Suba las escaleras y gire a la derecha.


Está al final del pasillo.

La habitación cedro, se dijo Robyn a sí misma. Le gustaba como


sonaba.

—Mark le ayudará con sus maletas.

Robyn se volvió y se encontró cara a cara con un joven que


inmediatamente tomó su maleta.

—Oh, sólo un minuto, Mark —dijo la joven—. Aquí está la Dra.


Roberts. Está justo enfrente, en la habitación río.

Robyn se volvió y vio a una hermosa mujer con el pelo oscuro recogido
en un severo moño. Estaba llevando una impecable camisa blanca y una
falda negra hasta la rodilla ajustada sobre sus piernas bien torneadas.
—Hola, —dijo la Dra. Roberts a la chica que le entregó una tarjeta. Se
volvió para sonreír a Robyn—. Por favor, llámame Katherine, —dijo, pero
luego hizo una mueca.

—¿Estás bien? —Preguntó Robyn.

Katherine asintió.

—Solo algún idiota que hizo rodar una maleta sobre mi pie. Me temo
que estaré cojeando el resto del día.

—¡Oh, querida! —Dijo Robyn—. Vamos a tener que encontrar un


apuesto Willoughby para ayudarte a subir las escaleras.

Katherine rió.

—Creo que puedo hacerlo por mí misma.

Mark tomo la maleta de Katherine y llevó a las dos mujeres escaleras


arriba.

—¿Has viajado desde muy lejos? —preguntó Katherine a Robyn.

—El Norte de Yorkshire.

—Un poco más lejos que yo, entonces. Sólo he venido de Oxford.

—Tú eres la profesora, ¿no es cierto? —dijo Robyn con entusiasmo—.


¡He leído tu libro!

—¿Por placer?

—¡Oh, sí! —dijo Robyn entusiasmada.

Katherine se echó a reír.

—Estoy olvidando que todo el mundo aquí disfruta de Austen. Doy


clases en St. Bridget en Oxford, y me temo que los estudiantes no son
todos tan entusiastas con nuestra Jane.

—Debe de ser un trabajo duro, —dijo Robyn, llena de admiración por


su nueva amiga.

—Algunas veces —dijo ella— pero estoy enseñando el tema que me


encanta y, por supuesto, consigo venir a eventos como este.

Robyn asintió.
—Ojalá hubiera tenido la oportunidad de ir a estudiar. Me hubiera
encantado. Es una de las razones por las que me gusta venir a este tipo de
cosas. Aprendo mucho.

Katherine sonrió.

—Aprender es un placer para una larga vida.

Ambas mujeres subieron las escaleras de la izquierda, que se unían a


la derecha en el medio y las conducía hasta el primer piso donde estaban
los dormitorios.

—Esta casa es increíble, —dijo Robyn, mirando escaleras abajo al salón


de debajo, con los pies sin hacer ruido en la mullida alfombra roja.

—Es llamada la Escalera Imperial, —le dijo Katherine—. Una de las


más finas en el país.

Robyn se detuvo de repente.

—¿Qué sucede? —Preguntó Katherine.

—Ese hombre, —dijo Robyn, asintiendo con la cabeza hacia un


caballero de cabello oscuro en la parte inferior de las escaleras—. Ha
estado observándonos. ¿Le conoces?

La mirada de Katherine siguió la de Robyn.

—¡Oh! Es ese terrible hombre que me atacó con una maleta.

Robyn miro mientras el hombre se dio la vuelta.

—Es bastante guapo, —dijo.

—Bueno, si te gusta ese aspecto de alto, moreno y obviamente guapo,


—dijo Katherine.

—¿Tolerable pero no lo suficiente guapo para tentarte? —preguntó


Robyn con una sonrisa.

La mirada de Katherine se encontró con la suya.

—Algo así.

Siguieron caminando, llegando a la cima de las escaleras y giraron a la


derecha por un pasillo lleno de retratos.
—Estamos en el final, —dijo Mark, deteniéndose frente a dos puertas
de dormitorios—. Dra. Roberts aquí —dijo, abriendo la puerta de la
derecha—. Señorita Love aquí, —dijo, abriendo la puerta a la izquierda—.
Disfruten de su estancia en Purley.

Robyn sonrió, segura de que iba a hacer justo eso.

***

Warwick estaba mortificado. De todas las personas a las que podía


atropellar con una maleta, tenía que ir a escoger a Katherine. Qué manera
de finalmente conocerla. La reconoció al instante, por supuesto, pero el
recuerdo de la mirada que le dio era suficiente para hacerle querer
renunciar y regresar a casa en ese instante.

Ayudó a la señora Soames hasta su habitación con su maleta y volvió


rápidamente al vestíbulo, teniendo la esperanza de poder disculparse con
Katherine de nuevo e intentar algún tipo de resarcimiento, pero para
entonces ella estaba subiendo las escaleras con la joven en sandalias
plateadas.

Se puso de pie y miró, consiguiendo su primera mirada apropiada de


Katherine, y lo que vio le sorprendió. ¿Qué había pasado con el largo y
lujoso pelo que había visto en la fotografía de ella en línea? En lugar de la
cascada sobre sus hombros, había sido recogido en un apretado moño,
aplanado y sin vida en la parte posterior de su cabeza. Se fijó en el
sombrío traje en blanco y negro, y el autor en él quería reescribirla, vestirla
en un color vibrante y desatar el pelo oscuro.

Vió cómo hablaba con la chica de los rizos y seguía avanzando por las
escaleras. No había querido mirar. Esta no era en absoluto la heroica
postura que había planeado y se sentía como un tonto cuando fue visto.

Las primeras impresiones eran importantes, se dijo, pensando en el


desastre que había ocurrido entre Elizabeth Bennet y Mr. Darcy, y la
misma Austen se había dado cuenta del papel que jugaban cuando le
había dado a Orgullo y Prejuicio el título original de Primeras Impresiones.
Warwick gimió. Había perdido por completo su oportunidad de hacer una
buena primera impresión —dos veces. Aún así, era un escritor y muy bien
podía usar eso para reescribir las partes que no estaban funcionando. Solo
tenía que esperar otra oportunidad y estaba seguro de que lo haría bien la
próxima vez.
Capitulo 9
Traducido por katiliz94
Corregido por Ale Rose

La sala de cedro era absolutamente perfecta y Robyn inmediatamente se


enamoró de ella, apresurándose hacia la gran ventana guillotinada con
emoción y suspirando como una despechada heroína ante la visión de lo
que la saludaba. El jardín de perfecta esmeralda se extendía ante ella, y el
árbol de cedro permanecía como un centinela a su derecha.

Miro a la cama doble y se sintió culpable de que era para ella, solo para
ella, y que Jace estaría durmiendo solo, pero que con certeza eso no era su
culpa. ¿No le había pedido que la llevase en coche y a la conferencia,
verdad? Era culpa de él si iba a estar atrapado en una cama y comiendo
un aburrido desayuno durante los siguientes pocos días. Robyn estaba
muy determinada a que él no iba a arruinar su fin de semana. Lo había
esperado durante mucho tiempo.

Arrojando la maleta abierta y buscando un peine, entró en el cuarto de


baño e hizo un rápido trabajo para reparar su vestido de viaje. Había
llevado el pelo largo toda su vida y no podía imaginarlo estando de
cualquier otra forma. Era demasiado admirador y a Jace le encantaba,
pero le hacía darle algo de mantenimiento, y Robyn solía preguntarse cómo
sería la vida con una cabellera corta. Vació su bolso de mano de todo lo
que no necesitaba, lo cual incluía dos libros de bolsillo y un guardarrabos
de paquete de menta, después salió de su habitación.

Estaba a medio camino de la gran escalera cuando capto la atención de


Katherine en el pasillo.

—¡Robyn! —Llamó ella—. Ven y siéntate conmigo.

Robyn se unió a ella en el pasillo y Katherine entrelazo su brazo con el


de ella.

—Ahora, somos como un par de heroínas de Austen, ¿verdad? —dijo


ella.
Robyn sonrió y ambas caminaron hacia la parte trasera de la casa y
entraron al cuarto conocido como El Cuarto De Dibujo Amarillo. Estaba
lleno de una apacible luz de tarde y las ventanas daban una avista del
jardín hasta el río.

—Tengo esta vista desde mi ventana —se jactó Katherine.

—Es preciosa —dijo Robyn—. No creo que jamás quiera irme.

—Lo sé —dijo Katherine—. Siempre me siento así también. Es parte de


la magia de la conferencia. Ellos saben que volverás año tras año. Esto se
conecta contigo y nunca lo dejas ir.

Había tres enorme sofás en el cuarto y montones de butacas en


brillantes colores y algunas sillas de madera vacías que habían sido
acomodadas para todos los invitados.

—¿Cuántas personas están aquí? —preguntó Robyn.

—Suele haber veinte o treinta, pero ninguno se queda en el vestíbulo.


Solo había suficientes cuartos para albergar a dieciocho personas. Todos
los demás se quedan en lugares espantosos.

Robyn tragó cuando volvió a pensar en Jace. Deseó poder detener eso.

—Vamos por una taza de té —dijo Katherine, devolviendo a Robyn de


regreso al mundo Austensiano de Purley que estaba repleto de tazas de té
de porcelana, en lugar de el mundo de Jace, el cual estaba lleno de latas
de cerveza.

Cogiendo una taza de té y un trozo de bizcocho azucarado, se sentaron


en gran mullido sofá del color de los limones.

—Hey, ahí vuelve a estar ese hombre en traje —dijo Robyn, asintiendo
hacia la puerta cuando el caballero de pelo oscuro entro.

—Oh —dijo Katherine.

—Es muy guapo ¿no crees?

—Es muy torpe —respondió Katherine, alejándose.

Robyn sonrió. Podía sentir un romance aproximándose; estaba segura


de eso.
—Es tan apuesto —persistió—. Pero no en el horrible sentido de la
palabra “paso todo el tiempo en un gimnasio.” Parece más un atleta o algo
así. Linda camisa, también, ¿no crees?

—Estoy haciendo mi mejor esfuerzo por no pensar en él —dijo


Katherine.

Justo cuando Robyn estaba contemplando una declaración de amor al


estilo Austen por parte del caballero de pelo negro hacia su nueva amiga,
un caballero de chaleco escarlata entró en la habitación, permaneció frente
a la ventana y se aclaró la garganta, instantáneamente silenciando la
habitación.

—Damas y caballeros, es para mí un placer de darles la bienvenida a


Purley Hall y a la Conferencia de Jane Austen. Por favor junten las manos
para dar la bienvenida a la anfitriona, Dame Pamela Harcourt.

Un maravilloso silencio expectante cayó sobre la habitación, seguida


con rapidez por una desenfrenada ronda de aplausos mientras todos los
ojos se giraban hacia la puerta y hacia la actriz que hacia su entrada.
Robyn sintió una extraña sensación revoloteando en su pecho. En realidad
estaba nerviosa. Había sido admiradora de Dame Pamela durante años. En
su juventud, había interpretado a una encantadora Elizabeth Bennet y a
una deslumbrantemente fantástica Marianne en las adaptaciones en
televisión, y ahora ponía terror en el corazón los espectadores con sus
interpretaciones de Fanny Ferrars Dashwood y Lady Catherine de Bourgh.

La cabeza de Robyn se giró hacia la puerta y su boca se abrió cuando


Dame Pamela hizo su entrada en un barrido de lila. Su pelo plateado había
sido arrastrado en un completo estilo merengue que era puro teatro, y su
sonrisa radiaba calor y placer por ser el centro de atención.

—¡Queridos míos! —anunció, levanto las manos y brillo con los anillos
de diamantes—. ¡Mis increíbles invitados! Bienvenidos a mi hogar el cual,
por este breve espacio de tiempo, es también su casa. No puedo decir cómo
he esperado este fin de semana cada año, y cada año es invariablemente
mejor que el último así que ¡bienvenidos a la mejor conferencia de Jane
Austen!

Hubo otra ronda de aplausos y Dante Pamela sonrió y comenzó a


mezclarse.
***

Warwick no se quedó para el mezclamiento,

¡Idiota! ¡Imbécil! ¡Estupido, estupido!

No escatimo en maldiciones mientras salía del Cuarto Pintado de


Amarillo. ¿Qué le había ocurrido? ¿No había estado yendo para recrear el
rol de héroe y caminar a través de la habitación para presentarse ante
Katherine? Si era así, ¿qué había pasado? Bueno, una vez había capturado
de nuevo la visión ella, se había congelado. Durante años había mirado la
hermosa curva de su cuello, el cual, como su pelo que todavía estaba
levantado en un moño, había sido dejado expuesto para el propósito
expreso de atormentar a los hombres. Después ella se había girado y le
atrapó mirándola.

Como un estudiante ridículo, se dijo a sí mismo, dejando la escena del


crimen y volando escaleras arriba tan rápido como podía. ¿Qué debe
pensar de mí? Debe creer que soy un idiota para estar evitándola a toda
costa, y ni siquiera la he hablado aún.

Cuando llegó a su dormitorio, cerró de un golpe la puerta tras él. ¿Qué


iba a hacer? Lo que haría un héroe, pensó. ¿Qué haría Darcy? Escribir
una carta, probablemente, pero él no podía hacer eso. Por una cosa,
Katherine reconocería su escritura. De cualquier manera, no había tiempo.
Podía intentar explicarse, pero ¿que había que explicar? ¿Que era algún
tipo de pervertidos de cuellos? Ella le habría arrestado. No, solo había una
forma de lidiar con eso, la cual era fingir que toda la cosa de mirar no
había ocurrido para nada, más bien fingir como la repentina pérdida de
memoria de la Señora Bennet ante el mal conocimiento sobre Lydia, una
vez que había averiguado que su hija estaba casada.

Sí, pensó, el nuevo Warwick improvisado desvanecería los malos


recuerdos del antiguo.
Capítulo 10
Traducido por Cherry K. Crazy
Corregido por Viqijb

Cenar en Purley Hall era algo que siempre había esperado con
impaciencia y la primera experiencia de Robyn la estaba haciendo girar de
emoción mientras se apresuraba a su maleta-armario en busca del vestido
que iba a llevar. Fue uno liso azul cielo con sólo un toque de cuentas a lo
largo de la línea del cuello y que era más bien corto para Robyn, justo
rozándole las rodillas en lugar de cubrir sus tobillos.
Se sentía expuesta mientras se abría camino por las escaleras, muy
consciente de la desnudez de sus piernas, pero entonces vio la cara
familiar de Katherine, y su gesto de aprobación tranquilizo a Robyn.
Katherine estaba usando un lindo vestido color borgoña. Se había soltado
el cabello y caía sobre sus hombros en oscuras ondas.

—Estás preciosa —dijo Robyn.

—¡Tú también!

—Casi nunca tengo una razón para arreglarme en casa —dijo Robyn.

—Esto es muy especial.

—Es una de las cosas que disfruto de aquí.

Robyn noto que la puerta del comedor estaba abierta, pero las personas
estaban en el pasillo hablando en grupos antes de entrar.

—Estamos esperando por la dama —le dijo Katherine.

Efectivamente, un momento después, un silencio descendió y todos los


ojos se volvieron hacia arriba, hacia la escalera flotante. Realmente era la
escalera de una actriz, pensó Robyn, y una actriz que supo hacer una
entrada, para cuando el reloj del abuelo del pasillo golpeaba la media hora,
una visión en violeta los saludó.
La Dama Pamela era un espectáculo para la vista en el mejor de los
casos, pero esa noche ella era parte súper estrella, parte realeza, en un
vestido de un morado profundo que flotaba soñadoramente detrás de ella,
y un collar de diamante que estaba incrustado por todo su cuello de modo
que parecía estar hecho más de diamantes que de piel.

Se estaba convirtiendo en una práctica que todo mundo estallara en


aplausos siempre que la Dama Pamela hacia una aparición lo que tenía el
efecto de iluminar su rostro como a la más encantadora de reinas. Tomó el
brazo de un caballero vestido con un traje de color azul noche, y los dos
lideraron el camino hacia el comedor.

Robyn entro y sus ojos se iluminaron, tanto física como


metafóricamente porque el salón era iluminado por arañas con velas. Para
ser lo más auténtico posible a Jane Austen, habían evitado la electricidad
y el resultado fue recibido por gritos de apreciativo asombro de los
invitados al entrar. Era una habitación que parecía extenderse hacia el
infinito y Robyn pensó que necesitaría por lo menos tres pares de ojos en
su cabeza para asimilarlo todo. Las paredes eran de color crema adornado
con yeserías de oro en el techo que resplandecía a la luz de las velas de los
candelabros. Había una impresionante chimenea que no se había
encendido. Debido al continuo calor de la temporada, pero que Robyn
podría imaginar que era el corazón de la casa cuando estaba viva y
rugiente, llenando la habitación con un inconfundible olor a hogar.

Diversos retratos grandes cubrían las paredes, las distintas caras


mirando hacia abajo a los invitados con la típica pasividad de las figuras
pintadas. Robyn se preguntó ¿Quiénes eran esas personas y cuánto
tiempo llevaban mirando hacia debajo desde esas paredes? ¿Eran
ancestros de la Dama pamela o ella los habría comparado lo retratos como
parte de la casa cuando se mudó a Purley?

Con docenas de preguntas nadando en su cabeza, Robyn tomo su


asiento y su mirada cayó sobre los hermosos arreglos de mesa, la
exhibición de flores y los cubiertos. Ciertamente derrotaban a los frijoles
en tostadas enfrente del televisor en su pequeña terraza, pensó, mientras
miraba los jarrones con rosas de color rosa y blanco que cubrían la mesa.
Platos y bolws blancos estaban enfrente de los invitados y dos copas de
cristal esperaban ser llenadas. Todo era tan suntuoso que Robyn estaba
casi asustada de tocar algo. Estaba acostumbrada a sus viejos platos
rayados y una taza de cerámica resistente.
—Me pregunto si veremos a nuestro amigo —dijo Robyn mirando a los
otros huéspedes arriba y abajo a lo largo de la gran mesa.

—¿Cuál?

—El caballero que parecía estar mirándote mucho.


—No creo que puedes llamar a ese hombre caballero –dijo Katherine—. Si
buscas la palabra caballero en el diccionario, habrá una foto de él con
equis encima.

Robyn se río.

—Y si realmente quieres saber dónde está, él está justo allí.

Robyn miro hacia el final de la mesa y vio al hombre de cabello oscuro.

—Me pregunto por qué no se ha presentado aún.

—Espero que este muy avergonzado —dijo Katherine—. Puedo hacer


todo sin estas complicaciones, de todos modos.

Los ojos de Robyn se abrieron ante esta declaración, y esperó, con la


esperanza de que Katherine pudiera decir algo más, pero no lo hizo y el
momento paso cuando empezaron a servir las entradas.

***

Ellos estaban a la mitad de la cena cuando las cosas comenzaron a


ponerse interesantes, Robyn estaba terminando su último bocado de
Pavlova cuando un caballero entro en la habitación y tranquilamente hizo
su camino a la cabecera de la mesa. Él era alto y su cabello rubio cobrizo
caía sobre su cara de una manera que sugería que no era parte de la
conferencia. Usaba una camisa suelta, unos pantalones con suciedad
incrustada y un par de bota, Robyn lo reconoció al instante. Era el
atractivo hombre a caballo que había visto en las campos en Steventon y
ella vio que se acercaba a Dama Pamela y le susurró algo al oído. Ella hizo
el ademan de levantarse de su asiento, pero el hombre puso su mano
bronceada en su hombre y movió su cabeza.

¿Qué significaba eso? Se preguntó Robyn, el hombre trabajaba en


Purley para la Dama Pamela o ¿era su último chico juguete? Era un hecho
conocido que la Dama Pamela le gustaban sus hombres mucho más
jóvenes que ella, y ciertamente era guapo. Nadie podría culparla si éste era
el último hombre joven y guapo que había elegido para ayudar a aprender
sus líneas.

Robyn vio como el hombre se volvió a salir de la habitación, con el pelo


cobrizo capturando la luz de los candiles dándole el aspecto de una
aureola.

Ella chasqueó la lengua a sí misma. Honestamente, en que estaba


pensando, y ¿por qué le estaba mirando el trasero ¿Qué es lo que habría
hecho Jane Austen ante tal descaradas acciones? Ella probablemente
reiría hasta llorar y entonces lo escribiría todo así no lo olvidaría, pensó
Robyn, muy segura que la autora habría visto suficientes traseros de
hombres como cualquier otra mujer rebelde de sus tiempos. Especialmente
por la moda de su tiempo. Fue absolutamente malvado pero muy divertido
imaginar a la joven autora soñando con Fitzwiliiam Darcy y al Capitán
Wentwort y como se verían en sus pantalones. ¿Que no fue eso una parte
importante del porque las películas y las adaptaciones para televisión
fueron tan exitosas, debido a la buena muestra de traseros de hombres?
Robyn se ruborizo y maldijo su feminidad. Ella sabía que toda su cara se
encendía en un rojo escarlata en lugar de un tono sutil rosa y que era más
embarazoso. Miro hacia su regazo por un momento, sintiendo que el color
se iba antes de que ella se atreviera a mirar al apuesto joven de nuevo. Ella
amaba la forma en que caminaba a lo largo de la habitación con pasos
fáciles. Tenía una gracia maravillosa que venía de saber montar a caballo.
Robyn pronto se distrajo de su silenciosa admiración, porque cuando abrió
la puerta para salir, casi estrelló contra su cara con un segundo hombre
que tropezó para entrar en la habitación.

—¡Oh, dios mío! —dijo Robyn, su boca callo del horror. Era Jace.

De repente un silencio cayó sobre la habitación cuando el hombre


desaliñado se estrelló contra una silla, enviando a su ocupante
desmadejado sobre la mesa.

El sonrojo de Robyn regreso con ganas mientras ella observaba la


escena que se desarrollaba.

—¿Dónde está mi chica? –anunció Jace, mirando hacia arriba y


tropezando con sus propios pies cuando tratado de seguir adelante.
—¡Disculpe! —tronó una voz de repente. Era el hombre del chaleco
escarlata, quien Robyn pensó que era el maestro de ceremonias.

—¿Qué? —dijo Jace, parado de nuevo en toda su altura y


balanceándose como una caña en el viento.

—¿Quién es usted y que está haciendo aquí?

—Jace, amigo. ¿Quién diablos es usted?

Una exclamación colectiva de horror pasó de alrededor de la mesa por


la grosera interrupción y Robyn quería deslizarse silenciosamente hacia
abajo hasta que todo terminara, pero ya era demasiado tarde para hacer
algo porque Jace la había visto.

—¡Ahí está mi amorcito! ¡Esa es mi Robbie!

—¿Robyn? —pregunto Katherine— ¿es tu amorcito?

—No —dijo Robyn—. Quiero decir, sí. Algo por el estilo.

Katherine se veía confundida y Robyn tragó saliva porque toda la


habitación estaba mirándola.

—¡De verdad! —dijo el maestro de ceremonias—. Debo pedirle que se


vaya. Esto es una función privada.

—Quíteme sus manos de encima, estoy aquí para ver a mi chica. —


Jace tropezó y se tambaleó por la habitación, agarrándose de la mesa
frente a él cuando llegó a Robyn—. ¡Bebe! –dijo—. Estaba preocupado por
ti. Tu teléfono debe de estar roto.

—No está roto, Jace —dijo Robyn en un susurro esperando que él


bajara la voz para que coincidiera con el suyo.

—Tuve que venir a verte, para asegurarme de que estabas bien. —


Robyn se levantó.

—¡No deberías de estar aquí!

—¡Estaba aburrido! —se quejó—. Estoy atrapado en ese maldito B y B


solo.

Hubo más exclamaciones y murmullos de los invitados por el fuerte


lenguaje del intruso.
—Te dije que no vinieras.

—¡Aw, amor! –dijo él, haciendo un intento de abrazarla, pero ella movió
a un lado—. No seas así.

—Debiste quedarte en casa —dijo Robyn alzando la voz enojada—. Este


no es un lugar para ti.

—Ven conmigo —dijo, agarrando su muñeca.

—Me estas lastimando.

—¿Por qué quieres estar con todos estos estirados cuando puede estar
divirtiendo conmigo?

—¡Jace!

—¡Hey! Déjala en paz. —Alguien se interpuso entre ellos y con calma


pero con firmeza empujó a Jace lejos de Robyn. Era el hombre guapo a
caballo—. Crep que lo mejor es que te vayas. ¿Es tu taxi el que está afuera
no?

El rostro de Jace se había vuelto rojo de ira.

—¿Tú eres el ricachón cuyo caballo pateó mi coche?

Robyn negó con la cabeza.

—Ni siquiera toco tu carro Jace.

—¿Eres tú, no es así? ¿Es por eso que estas aquí? —pregunto Jace,
mirando alrededor del hombre para mirar Robyn y casi derribándolo en el
proceso.

—¿De qué estás hablando? —dijo Robyn.

—Te conozco mujer, no importa quién es el hombre, siempre y cuando


él está en un maldito caballo. Pon al maldito Jabba el Hutt en un caballo y
todos ustedes estaría desmayados sobre él.

—Jace, es necesitas acostarte.

—Vamos a llevarte a ese taxi —dijo el hombre guapo a caballo.

—Pero quiero quedarme —lloriqueo Jace, sacudiéndose la mano de


aquel hombre de encima.
—No, no puedes. Vamos a ver una película después —dijo Robyn—. Te
vas aburrir totalmente si te quedas. ¿Qué, una película con una de esas
infernales escenas de baile?

—Exacto —dijo Robyn.

Jace parecía estar considerando esta información por un momento y,


finalmente, le vio sentido.

—¿Cuándo voy a poder verte?

—Voy a llamarte en la mañana ¿okay?

Jace asintió. Se veía como si estuviera a punto de caer dormido o tal


vez sólo caer.

—Vamos a llevarte a ese taxi —dijo el hombre guapo a caballo.

—Espera espera espera –dijo Jace, inclinándose hacia delante y


agarrando Robyn, dándole un beso baboso en la boca antes de salir de la
habitación.

Robyn volvió a sentarse en su silla.

—¿Estás bien? —preguntó Katherine mientras todo el mundo comenzó


a murmurar unos a otros, desesperadamente tratando de averiguar qué
había pasado.

—Eso fue terrible —dijo Robyn—. Todos me están mirando.

—No, no lo están haciendo.

—Creo que me gustaría irme.

Katherine asintió.

—Te acompaño.

Las dos se marcharon el comedor y Robyn dio un suspiro de alivio.

—Gracias por no hacer demasiadas preguntas —dijo.

Katherine sonrió.

—Si quieres hablar de ello, estoy aquí. Si no, no hay problema.

—Aprecio eso.
Caminaron por las escalera juntas.

—Volverás abajo para la noche de película, ¿no? —dijo Katherine


cuando alcanzaron las puertas de sus habitaciones.

Robyn se veía perdida en sus pensamientos durante un momento,


como si no pudiera colocar donde estaba o que estaba hablando con ella.
Finalmente, asintió con la cabeza.

—Bien —dijo Katherine, checando su reloj—. ¿Debo tocar tu puerta?

De nuevo, Robyn asintió.

—Debo decir que tuve la tentación de ver Sentido y Sensibilidad por


enésima vez, pero he decidido regodearme en Persuasión —dijo
Katherine—. ¿Qué hay de ti?

Robyn no había pensado mucho en ello. Aunque ella prefería


Persuasión como historia, realmente no podía hacer frente a ella esa
noche. La escena en la que Anne Elliot se da cuenta de que ella y su
amante de una sola vez, Frederick, son como extraños peor que extraños
porque nunca se familiarizan siempre trajo lágrimas a los ojos de Robyn y
sería suficiente para llevarla sobre el borde delante de todo el mundo.

—Fue extrañamiento perpetuo. —Esa línea siempre conseguía hacer


llorar a Robyn. Ese era el momento de atasco en la garganta, si ella alguna
vez veía ese film en compañía, con un astuto dedo frenaría los conductos
lagrimales y una larga aspiración suave tratarían de ocultar la tristeza en
su corazón.

Extrañamiento perpetuo, pensó Robyn. ¿No era eso exactamente lo que


quería de Jace?
Capitulo 11
Traducido por katiliz94
Corregido SOS por sttefanye

Katherine no vio a Robyn antes de que la película comenzase y ni


siquiera estaba segura de que no se hubiese encerrado en su habitación
durante el resto de la tarde. ¿Quién la culparía? Después de la horrible
escena en el comedor, sería una maravilla si Robyn mostrase la cara
durante todo ese fin de semana. Pobre Robyn. No era su culpa. Cuando
Katherine escogió un asiento en la biblioteca se preguntó sobre la historia
de Robyn. El hombre al que había llamado Jace no parecía del todo
adecuado para ella y eso situaba a Katherine en el porqué de que ella
estuviese con alguien como él. Pero entonces, ¿quién sabía que pasaría en
el corazón de otra persona y lo que podría atacar a uno de otro? Justo
cuando las luces comenzaron a apagarse, estuvo segura de la presencia a
su lado y levantó la mirada hasta un caballero empuñando un maletín,
excepto afortunadamente por ella, él estaba sin arma de elección.

—¿Este asiento está ocupado? —preguntó él, con la voz baja, casi
tímida.

Katherine sacudió la cabeza, sin querer añadir algunas palabras de


ánimo o mantener el contacto visual.

—No podía decidir qué película ver —dijo el hombre.


La atención de Katherine permaneció fija en la pantalla mientras la triste
cara serena de Sally Hawkins miraba fuera hacia la audiencia con claros
ojos viendo todo.

—Amo Persuasión, pero Sentido y Sensibilidad tiene demasiado para


recomendarlo, ¿verdad? —continúo el hombre.

Katherine se removió en la silla.

—Una increíble descripción —dijo él—. Siempre una de las mejores


adaptaciones de un libro.

—¡Silencio! —dijo una mujer detrás de ellos.

—Y la joven Kate Winslet por supuesto —añadió.


—¡Joven! —Protestó la mujer detrás de ellos—. ¿Pararás de hablar?

—Lo siento —dijo el hombre.

Katherine se permitió una gran pequeña sonrisa. ¡En efecto una joven
Kate Winslet!

***

Era extraño, pero sin importar cuantas veces Katherine leyese la novela
o viese las adaptaciones, la historia de Anne y de Wentworth nunca fallaba
para moverla. Era, quizás, la historia más lenta de Austen en términos de
acción, pero había una hermosura sobre la simple estructura y su
sublimemente gentil narración. Anne era una de las más simpáticas
heroínas en la literatura porque cometió un error cuando era joven que
casi le había costado la felicidad de su vida.

Tal vez eso era por lo que los libros de Austen eran demasiado
populares, meditó Katherine, porque sus heroínas había cometido terribles
errores: todas se enamoraban de los chicos malos o les convirtieron en
buenos desde lejos. Eran reales, imperfectos pero perdonables, chicas que
tenían mucho que hacer para madurar y adorables lectoras que les
perdonaban debido a lo que eran.

Quién de nosotras no ha tenido un fracaso en nuestras vidas una vez u


otra, pensó Katherine, atreviéndose a pensar en su propia relación
condenada con David. La única diferencia era que Katherine no era un
personaje ficticio de una novela, y Jane Austen no estaba alrededor para
asegurarle un final feliz.

—Ah, un final feliz —dijo el hombre a su lado.

Katherine salió de su ensoñación privada, pensando irracionalmente


que el hombre de cabello oscuro de alguna manera había leído sus
pensamientos.

—No hay nada agradable como un final feliz, ¿no crees? —dijo él.

—Exactamente —dijo Katherine, levantándose de la silla—. Deja una


sensación tan… —Se detuvo.
—¿Satisfecha? —sugirió el hombre.

—Inadecuada —dijo Katherine.

El hombre pareció perplejo durante un momento pero entonces,


levantándose de la silla cuando las luces estuvieron encendidas, extendió
la mano para sacudir la de ella.

—Soy Warwick —dijo—. Y personalmente puedo garantizar un final


feliz si me haces tu amigo.

Fue el turno de Katherine para mostrarse perpleja y lo hizo con


hermosura, levantando una ceja oscura mientras le dirigía una mirada
dura.

—¿De verdad?

—Absolutamente —dijo él con una sonrisa que era más atractiva.


Katherine le miró durante un momento, la mano de él todavía extendida
hacia ella. Era, tenía que admitir, bastante guapo. Tenía el espeso cabello
oscuro, claros ojos castaños, y una sonrisa que era en parte encantadora y
en parte atrevida. Qué diablos, pensó Katherine.

¿Qué daño podría haber en hacerse amiga de él? Después de todo, era
solo por el espacio del fin de semana. Si él estaba completamente loco, y
ella todavía no lo había descartado, nunca necesitaría verle o escucharle
otra vez. Extendió la mano, situándola en la de él y la sacudió.

—¿Warwick? —dijo.

—¿También eres llamada Warwick? —dijo él con una sonrisa.

Ella sonrió.

—Soy Katherine. Katherine Roberts.

—¿Y vas a hablar el Domingo?

—Sí.

—Estoy esperándolo —dijo él.

Caminaron juntos con lentitud hacia la puerta de la biblioteca y


después, alcanzándola, se detuvieron.
—Bueno, fue un placer conocerte, Warwick —dijo Katherine, dándole
una breve sonrisa antes de dirigirse hacia las escaleras antes de que él
tuviese la oportunidad de decir otra palabra.

***

Warwick estaba atónito. Ella acababa de alejarse, casual y fríamente se


alejó de él, como si no hubiese sido de utilidad para ella.

Mira el lado bueno, se dijo. Había hecho contacto. Ahora oficialmente


conocía su nombre y sabía que ella sabía el suyo. Incluso había cambiado
unas pocas palabras.

—Pero era eso —se dijo a sí mismo. ¿Qué había ido mal esta vez?
¿Estaba solo totalmente poco impresionada por él y no quería entablar una
conversación posterior? ¿Le había encontrado aburrido y no divertido?

Warwick suspiró. Como de extraño había sido sentarse en la oscuridad


con ella durante toda la longitud de la película. Había sido del tipo de
extraña agonía porque conocía a la mujer y ya sabía que no podría
hablarle. ¡Y quería hablarle! Lo consiguieron. Si solo ella lo hubiese sabido
y le hubiese dado una oportunidad, pero no lo hizo. Le despidió como a
alguien desinteresado.

¿Qué iba a hacer ahora? No podía apartarla con demasiada facilidad,


¿o sí? Tenía que dar esta oportunidad para que otra viniera.

Por un momento se quedó de pie en el vestíbulo preguntándose cuál


iba a ser su siguiente movimiento, y después recordó algo —algo que
podría usar para su beneficio.

—Las cartas.

Las cartas de Katherine eran la clave para desbloquearla. Había escrito


cosas en ellas que revelaban el gran centro de su personalidad, y él podía
usar esos conocimientos para conseguir conocerla mejor.
Era una infame, disimulada y deshonorable cosa que hacer, pero
probablemente funcionaria como un premio.
Capitulo 12
Traducido por Nanami27
Corregido SOS por sttefanye

Katherine descorrió las pesadas cortinas del dormitorio y miró hacia la


vista que rápidamente había llegado a pensar como la suya. El sol brillaba
y el lago estaba luciendo particularmente azul, con luces de gotas de
diamantes bailando en su superficie.

Un chorro de agua rompió por el césped a una velocidad tremenda, el


cuello alargado a proporciones caricaturescas mientras avanzaba por los
densos macizos de caña en el lago. Si no le hubieran pedido que viniera
como invitada pagada, sabría que el precio del fin de semana largo lo valía
solo por esta vista.

Volviendo de nuevo a la habitación con la conciencia de que no podía


pasar todo el descanso mirando por la ventana, se dio cuenta de lo
afortunada que era y cuán preciosos eran momentos como estos. Estar
absolutamente quieta y tener tiempo para mirar el mundo era algo que
Katherine no hacía muy a menudo. Necesitaba esto en este momento.

La noche anterior había cedido a las emociones que había reprimido


durante muchas semanas y tuvo un buen grito alegre. El anuncio de
David, sobre que estaba casado había llegado en un momento
particularmente intenso de tiempo y Katherine había decidido enterrarse a
sí misma en su trabajo y pasar por alto el hecho de que su corazón estaba
roto. El único reconocimiento que había logrado había sido una ligera
sobredosis en su colección de DVD de dramas de época —en particular,
sus títulos de Austen.

Los poderes curativos de Jane Austen nunca fallaban. Era la única


cosa en la vida en la que una chica podía confiar, como una buena botella
de vino o una caja de bombones caros. David había dejado caer su bomba
un viernes y Katherine se había pasado todo el fin de semana en el sofá
viendo la versión de la BBC de Orgullo y Prejuicio, los seis episodios de
una hora de duración de espaldas, riendo y llorando a su manera a través
de las aflicciones de las hermanas Bennet. A juzgar por la noche anterior,
sin embargo, era evidente que ella no había, ese fin de semana, llorado por
su relación rota.
—Pero lo he hecho ahora —dijo, examinando su cara pálida en el
espejo del baño. Siempre era lo mismo cuando estaba molesta, todo el
color desaparecía de ella, dejándola pareciendo un pequeño fantasma.
Tendría que hacer un buen trabajo de reparación con el maquillaje de esta
mañana, a menos que quisiera aterrorizar a todos en el desayuno. Se
preguntó qué pensaría el señor cabello negro si pudiera verla ahora.
¿Estaría tan dispuesto a hablar con ella si viera a Katherine Roberts, la
versión dañada?

Por un momento pensó en el hombre que parecía tan decidido a llegar a


conocerla.

—Warwick —le dijo a su reflejo. Era un nombre poco común. Nunca


había oído hablar de él como un nombre antes, sólo como un apellido.

—Como Lorna Warwick —dijo de pronto y luego se echó a reír. No es


que él hubiera oído hablar de Lorna Warwick. Fue probablemente una de
esos snob Jane Austen que ridiculizaban cualquier otra novela que no
fuera escrita por la misma gran dama. Así que ese era el final de su
amistad, entonces. Ellos no tendrían absolutamente nada de qué hablar si
era un snob literario y no podía soportar la idea de disfrutar de un poco de
Regency divertido de vez en cuando. No es que estuviera planeando hablar
con él, porque no lo había hecho. Lo último que ella buscaba era otra
relación. Necesitaba un descanso de los hombres. Bueno, los de verdad de
todos modos. Los hombres de ficción estaban bien: conocían su lugar.
Podías solo tomar un libro, pasar a la página de la derecha, tomar el
terraplén de tu héroe favorito y luego devolverlo a la plataforma. Trabajo
hecho.

Los hombres de verdad, sin embargo, eran algo que debe evitarse en el
futuro previsible. Mira, pero no toques, pensó. No, siquiera mirar podría
ser muy peligroso. Todos los interludios románticos comenzaban con un
par de ojos ingenuos y no había forma de saber dónde las cosas podían
llevarnos. Basta con mirar a Marianne Dashwood y Willoughby, y
Elizabeth Bennet y Wickham. ¿No habían Willoughby y Wickham sido los
más gallardos, héroes románticos? ¿No habían sido encantadores y
totalmente fuera de toda sospecha? Sin embargo, demostraron ser los más
peligrosos de los hombres.

—Al igual que David —dijo Katherine. Excepto que él no había sido tan
apuesto. Era un profesor universitario de mediana edad cuyo cabello se
aleja un poco y que podrían haberse beneficiado de un par de sesiones a la
semana en el gimnasio. A Katherine no le había importado nada de eso,
sin embargo. Era su ingenio y encanto que la había hecho rodar, su exceso
de adulación descarada y la manera pasada de moda en que la había
cortejado. Publicó cartas de amor bajo la puerta de su oficina, le entregó
sus libros de poesía con sus favoritos marcados por una rosa. La llevó a
los mejores restaurantes y compró sus pequeños regalos bellamente
envueltos.

—Pero no te dijo acerca de su esposa —dijo ella en voz alta. Así era con
los hombres, ¿no? Siempre había algún horror oculto, un terrible secreto
que llegaba a deslizarse de sus mentes, mientras te besaban a un
centímetro de tus sentidos.

—Bueno, nunca más —dijo Katherine. Nunca cometería el error de ser


engañada por un hombre.

Sonrió con satisfacción por esta promesa. Una vez que estuviera en
casa, sin duda tendría mucho que decirle a su querida amiga Lorna. Los
dedos de Katherine estaban casi con ganas de empezar la carta en ese
momento. Lorna se reiría a carcajadas cuando Katherine le hablara de
Warwick y lo genial que había estado en su respuesta.

—¡Y te dejaste justo como lo que eras! —Lorna seguramente le diría—.


Estos hombres deben ser puestos en su lugar.

Katherine suspiró. Si sólo Lorna estuviera allí, pensó. ¡Cuánto se


hubieran divertido juntas!

***

Al otro lado del pasillo de la habitación de Katherine, Robyn estaba


despertando, estirándose en la larga longitud bajo el edredón caliente, y
mirando el hermoso yeso por encima de la luz en el techo. Estaba muy
lejos de su propio dormitorio a muchos kilómetros de distancia, en
Yorkshire con la mancha de humedad extraña que brillaba hacia ella cada
mañana. Qué hermoso debe ser vivir en tal elegancia, pensó.

Levantarse de la cama en el lado equivocado sería imposible cuando


uno tenía ventanas de guillotina en un lado y exquisitas piezas de
mobiliario, por el otro. Ahora que pensaba en ello, sería difícil salir de la
cama en absoluto cuando eres dueña de una tan hermosa como la que
Robyn estaba ocupando. ¿De verdad quiere dejar su cálida comodidad
cuando podría pasar el día en la cama con el señor Darcy? ¿O incluso un
fin de semana con el Sr. Darcy? Ahora había un pensamiento y si una
chica no podía salirse con la suya en un fin de semana de Jane Austen,
¿entonces dónde podía?

Robyn se incorporó y se apartó el cabello de la cara. Siempre estaba un


poco enredado y elástico por la mañana como primera cosa, y tenía que
domarlo antes del desayuno.

Levantarse de la cama y tomar una ducha, mientras trataba de no


pensar en la noche anterior. Después de la aparición de Jace, se había
ocultado a sí misma en su habitación durante más de una hora y entonces
se enojó porque estuviera dejándole arruinar su fin de semana. Luego se
aventuró abajo y en silencio se unió al grupo de cine justo a tiempo para
ver al coronel Brandon llevar una rota Marianne en sus brazos. Fue una
de sus escenas favoritas, y siempre adoró el momento en que, después de
que sus descansos fieles, Marianne avisó al coronel Brandon en la puerta
de su dormitorio, viéndolo como si fuera la primera vez y le dio las gracias.

Como siempre, los tiempos de problemas de Jane Austen eran, en


palabras que su hermana Cassandra, solía describirlo, "el chupete de
todas las penas", y Robyn fue capaz de sacar a todos los no-héroes de su
mente.

Habiéndose lavado y vestido, cambió la belleza de su habitación por el


esplendor de la sala, entrando tímidamente y dándose cuenta de que era
una de las últimas.

—¡Oh, querida! —Una voz de repente la abordó—. Estábamos todos


muy preocupados por ti.

Robyn casi muere de vergüenza allí mismo, en el acto.

—Soy Doris —dijo la dama de cabello blanco, tomando el brazo de


Robyn como si fuera una especie de inválida y la llevó a la mesa—. Doris
Norris. Guardé un asiento para ti.

—Gracias —dijo, capturando los ojos de Katherine al otro lado de la


mesa. Ella le guiñó un ojo, pero no había nada más que pudiera hacer
para rescatar a su amiga.
—Todos nos sentimos absolutamente terribles por ti anoche, después
de que el joven tuyo arruinara la noche para ti —dijo Doris.

—Bueno, él en realidad no…

—Debería estar avergonzado de sí mismo —continuó Doris sin


obstáculos—. No se merece una buena chica como tú, ¿verdad? ¿Cuánto
hace que están juntos?

—Desde la escuela —dijo Robyn, en realidad no queriendo poner en


marcha la historia de Jace en la mesa del desayuno.

—Era tu primer amor, ¿no? —preguntó Doris—. Sé de qué va. Mi Henry


fue mi primer amor. Bueno, después del Sr. Darcy, claro está. Nos
conocimos cuando teníamos dieciocho años y estuvimos casados durante
cincuenta y cuatro años. —Hizo una pausa, probablemente esperando a la
entrada de aire que normalmente saludaba este pedazo de información.

—Es increíble —dijo Robyn.

Doris asintió.

—Estuvimos en ello gran parte de mi vida. No como los matrimonios en


estos días, con divorcios como si fueran pan comido.

—Pero usted no querría estar atrapada en una relación terrible —dijo


Robyn mientras se servía un zumo de naranja de una jarra de vidrio.

—Claro que no —dijo Doris—. Así que hay que elegir sabiamente, en
primer lugar, ¿no?

Robyn suspiró. Tan amable como pretendía ser, Doris no estaba


ayudando. Doris tomó un sorbo de café y dio una pequeña sonrisa.

—Tu joven —dijo ella—, no es exactamente del tipo que se comporta


como esperamos en una Conferencia Jane Austen.

—No —dijo una mujer de aspecto severo desde el otro lado de la mesa.
Ella tenía una gran pechera en acantilado y le recordó a Robyn a la
aterradora directora que una vez tuvo—. No es el tipo de cosas que
esperamos en Purley. —Dio a Robyn una mirada que sugería que ella
había sido la responsable de todo el asunto. Robyn pensó que era mejor
evitar el contacto visual y comer su desayuno lo más rápido posible.
—No dejes que la Señora Soames te desanime —le dijo Katherine
cuando dejaron el comedor diez minutos más tarde—. A ella no le gusta
nada más que un buen gemido.

—¡Ella me asustó mucho! —admitió Robyn, pensando en la mirada que


la había abordado sobre los copos de maíz.

Katherine negó con la cabeza.

—No le dejes sacar lo mejor de ti. Estoy seguro de que ella viene a estos
fines de semana para encontrar fallas, no por placer.

—¿Tú la has conocido antes?

—Por desgracia, sí. Por lo general se sienta en la primera fila de mis


charlas, tambaleando esa gran pechera suya con desdén. Se llama Frances
Soames y una de las piezas más desagradable de trabajo que tengo aún
que cumplir.

—Voy a hacer todo lo posible para evitarla —dijo Robyn.

—Vamos —dijo Katherine—, tenemos una cita con el Señor Darcy.


Capitulo 13
Traducido por Nanami27
Corregido por Pily

La sesión de la mañana titulada Desnudando al Sr. Darcy era, tal vez,


uno de los eventos más populares en la conferencia de Purley Hall. Dada
por History Wardrobe, era una presentación en la que un guapo actor
realiza una especie de striptease de Regencia revelando casi todo lo que un
buen par de pantalones podría ocultar. Siempre era algo para
emocionarse, y había un poco de una lucha por los asientos de primera fila
cuando se abrieron las puertas de la Sala Gainsborough, con Robyn,
Katherine, y Doris consiguiendo posiciones principales.

—He visto esto tres veces —dijo Doris con una sonrisa traviesa.
Robyn se rió—. Bueno, es nuevo para mí, aunque he tratado de imaginarlo
unas razonables pocas veces, por lo general después de ver la producción
de Colin Firth.

—¿Es tu perfecto Darcy? —preguntó Katherine.

Robyn asintió.

—Creo que es la forma en que su cabello se ondula un poco, y yo amo


esas intensas miradas que le da a Elizabeth.

—No puedo recordar la última vez que experimenté una mirada intensa
—dijo Doris—. Pero tengo una terrible sospecha de que fue de mi oculista
cuando me estaba examinando para mis nuevos lentes bifocales.

Todas se rieron.

—¿Estás saliendo con alguien, Katherine? —Robyn se atrevió a


preguntar—. ¿Algún Sr. Darcy en tu vida?

Katherine se aclaró la garganta.

—No —dijo ella—. No por el momento.


—¿Qué? —Dijo Doris—. ¿Una jovencita hermosa como tú? Debes tener
por lo menos cuatro o cinco pretendientes detrás de ti en cualquier
momento.

—Tiene al menos uno aquí —dijo Robyn, instantáneamente recibiendo


una mirada de Katherine.

Doris se dio la vuelta en su silla.

—¿Quién es él? ¿Está aquí ahora?

—No lo veo, todavía —dijo Robyn—. Pero es muy guapo.

—¿Es ese hombre agradable con el pelo oscuro? —preguntó Doris.

Robyn asintió.

—Pasó por encima del pie de Katherine con una maleta.

—Lo dices como si fuera romántico —se quejó Katherine.

—¿No fue un poco como Marianne torciendo su tobillo y siendo


recogida por Willoughby? —dijo Robyn.

—No, no lo fue —dijo Katherine—. Fue muy doloroso y no menos que


romántico, y estoy tratando de alejarme de él ahora.

Un caballero se sentó pesadamente en la primera fila junto a Doris,


pero no era el hombre de pelo oscuro con la maleta letal del que habían
estado hablando. Era un hombre mayor con una mata de pelo blanco que
le hacía parecer como un conejillo de indias. Fue uno de los pocos
hombres que asistieron a la conferencia y fue una lástima que no estuviera
en el molde de un héroe.

—¿Cómo es llamada esta charla? —preguntó, volviéndose para


entrecerrar los ojos a Doris.

—Desnudando al Señor Darcy —dijo Doris.

—¿Qué?

—¡Desnudando al Señor Darcy!

—¿Desnudando? ¿Quién se está desnudando? —preguntó, pareciendo


muy sorprendido.
—Es un actor con el traje —explicó Doris.

—¿Una actriz? —dijo él, sus ojos iluminándose.

Doris agitó la mano y se rindió. Lo averiguaría más pronto que


después.

Efectivamente, mientras todo el mundo tomaba sus asientos, una


dama en traje de Regencia entró en la sala y el silencio descendió.

Robyn sonrió mientras miraba la larga túnica blanca que la mujer


llevaba puesta y el par de zapatos más delicados que había visto jamás. La
mujer tenía delicadas flores de tela en el pelo y todo el conjunto hizo a
Robyn querer renunciar a sus vaqueros y zapatillas del siglo XXI por
siempre.

La historiadora en traje de época comenzó la charla preguntando a los


miembros del público cómo pensaban que realmente lucía el Señor Darcy
porque había muy poca descripción de él y sus ropas en Orgullo y
Prejuicio.

—¿Qué está diciendo? —preguntó el anciano junto a Doris—. ¿Ella es


la que se desnuda?

Doris no tuvo tiempo de explicar porque el Sr. Darcy entró en la


habitación.

—¡Oh, Dios, se amable conmigo! —dijo Doris—. ¡Él es magnífico!


Robyn se rió. Era como si Doris lo viera por primera vez. Toda su cara
estaba llena de asombro, y Robyn no podía culparla. De pie de dos metros
de altura desde las suelas de sus botas negras elegantes hasta la parte
superior de su sombrero Directorio, era el perfecto Fitzwilliam Darcy y con
sus buenas miradas altivas y su actitud confidente, Robyn sintió como si
hubiera sido transportada en el tiempo a Meryton Ball y que estaba viendo
al mismo Sr. Darcy que Elizabeth había visto.

La diversión comenzó cuando la historiadora en traje comenzó a


desnudarlo.

—Ese debe ser el mejor trabajo del mundo —Doris le susurró a Robyn y
Katherine.

—No sé por qué no se me ocurrió —dijo Katherine—. Eso de seguro


supera los ensayos de calificación.
La mujer de Regencia comenzó quitando el sombrero y el abrigo,
mostrando una camisa blanca y un hermoso chaleco con rayas doradas.
Hubo exclamaciones de la audiencia y la boca de Robyn se quedó
boquiabierta. Por qué los hombres no visten más así, se preguntó. Las
camisetas y jumpers de lana simplemente no tenían la misma reacción,
¿verdad?

El sombrero se había colocado en un pequeño tocador detrás de ellos


que estaba acomodado con un espejo ovalado y daba la sensación de que
estabas realmente dentro de las habitaciones privadas del Señor Darcy,
viéndolo ser desnudado.

El desnudo continuó con capa tras capa retirándose cuidadosamente.

—¡Esa mujer está desnudándolo! —dijo el anciano junto a Doris.

—Ciertamente lo está —dijo una mujer con una sonrisa en la fila detrás
de él—. ¡Es por lo que la mayoría de nosotras hemos venido el fin de
semana!

Unas risas provenían de la audiencia, sobre todo cuando el Sr. Darcy


comenzó a desabrocharse y dejar caer el pantalón. El anciano junto a
Doris parecía un poco nervioso para el momento. Su rostro se había vuelto
muy rojo y se veía como si estuviera a punto de explotar.

Por desgracia, el señor Darcy iba a dejar algo a la imaginación de la


audiencia y la historiadora de traje le permitió mantener sus calzoncillos
de Regencia puestos, pidiéndole que se pusiera el banyan, una bata de
hombre muy elegante, resplandeciente en verde y oro. Una gran ronda de
aplausos estalló y el Sr. Darcy posó para el público por última vez, la
presentación llegó a su fin.

***

Robyn se aventuró a salir de la sala. Después del ruido y las risas de la


presentación de Desnudando al Sr, Darcy, necesitaba estar en silencio
durante unos momentos, y había estado esperando para explorar los
jardines.
Era uno de los inconvenientes de este fin de semana, había muchas
charlas y actividades maravillosas, pero dejaba muy poco tiempo para uno
mismo, y Robyn estaba ansiosa por ver más de Purley.

Una vez que caminó a través de la gran puerta de entrada, tres


escalones abajo llevaron a Robyn hasta el camino de grava, donde giró a la
derecha para seguir los jardines bajo el gran árbol de cedro tras el cual su
dormitorio había sido nombrado. Miró a su profundidad de color verde
oscuro y se preguntó sobre la gente que debe haber caminado por él a
través de los siglos. Siempre pensó en los árboles como testigos mudos de
la historia, lo que sonaba como una cosa hippie, era para no decirle a
nadie, así que tendía a no hacerlo.

Rodeando el lado de la casa, entró en un jardín protegido donde


diminutas rosas caían sobre una pared que había madurado a un rojo-
naranja hermoso y se desmenuzaban alegremente alrededor del borde del
jardín. Una gran frontera herbácea desbordaba con flores otoñales en
naranjas profundos y rosas calientes, y Robyn siguió un camino de grava
que la llevó a tres asientos blancos en un rincón apartado, invitando a los
huéspedes a sentarse y absorber la belleza que los rodeaba.

Más allá del jardín formal, los jardines se extendían hasta el lago y los
campos abiertos. Era el tipo de vista que muy pocas personas podían
esperar poseer, y Robyn se sintió privilegiada por estar allí y tener un poco
de ello por espacio de un largo fin de semana.
Siguió una cobertura formal, por la parte trasera de la casa, y fue entonces
cuando vio los establos. Caminando hacia ellos, vio que era un cuadrado
perfecto de edificios de ladrillo rojo con un gran arco de entrada a partir
del cual se encontraba la torre del reloj inclinada. El tiempo en el reloj
estaba mal, pero todo lo demás estaba bien, Robyn pensó mientras
entraba en el patio y miraba las caras amables de la media docena de
caballos que veían hacia ella desde la sombra de sus establos. Había un
gris moteado con ojos claros y un hermoso castaño con una mancha
blanca, y luego había un caballo que era exactamente igual que Belleza
Negra, con una estrella blanca deslumbrante por encima de sus ojos.

Robyn siempre había amado a los caballos, y de nuevo, siempre había


amado a cualquier animal. Se detuvo un momento, preguntándose a
quién debería saludar primero, finalmente eligió al gris con los ojos claros.

—Hola, precioso —dijo, acariciando el hocico gris, que era tan suave y
cálido como el terciopelo vivo—. ¿No eres una belleza? —Él asintió con la
cabeza, lo que la hizo sonreír—. Me entiendes, ¿verdad? —Levantó la mano
para rascarle la oreja derecha.

—Tendrá tu brazo si no tienes cuidado —una voz dijo de pronto.


Robyn saltó hacia atrás desde la puerta del establo y se dio vuelta para ver
a un hombre alto con pantalones vaqueros y una camiseta blanca rasgada.
Era el hombre guapo a caballo que había escoltado a Jace borracho del
comedor la noche anterior.

—Realmente no me morderá, ¿verdad? —preguntó Robyn.


—El hombre se echó a reír—. Sólo bromeaba —dijo—. No haría daño a una
mosca, ¿no, Pops?

Robyn vio que el hombre se inclinó hacia delante y le dio un beso en el


pálido hocico.

—Poppin es tan gentil como parece —dijo—. Soy Dan, por cierto —
añadió, dirigiéndose a Robyn—. No tuve la oportunidad de presentarme
anoche.

Tendió una mano grande, y Robyn la sacudió, su pequeña mano


bastante perdida en la suya.

—Soy Robyn —dijo—. Robyn Love.

Las cejas de Dan se levantaron una fracción.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Amor1 por nombre, el amor por la naturaleza? —preguntó.

Robyn sintió el comienzo de un rubor deslizarse por sus mejillas y se


volvió hacia el caballo de nuevo.

—No me has dicho tu apellido —dijo, cambiando de tema lo más rápido


que pudo.

—Harcourt —dijo.

Robyn se volvió hacia él.

1
Hace referencia al apellido de Robyn
—Como Dame Pamela —dijo, recordando que podría ser el niño juguete
de la actriz, pero era claramente más que eso. ¡Ella se había casado con él!
Así que este era el marido secreto de Dama Pamela, ¿verdad? El cerebro de
Robyn se aceleró. No, eso no podría ser cierto, ¿verdad? Había sido Pamela
Harcourt por más de lo que este hombre había estado vivo.

—¿Qué te pasa? —preguntó, viendo claramente su confusión—. ¿No


crees que sea el marido de Pamela, ¿verdad?

—¡No! —Exclamó Robyn—. Quiero decir, no creo nada. —De repente, se


sintió como Catherine Morland en Northanger Abbey, cuando Henry Tilney
se da cuenta de que ella sospechaba que su padre había asesinado a su
madre. ¿Cómo era esa línea desgarradora? “Si le entiendo correctamente,
usted ha formado una conjetura de tanto horror como yo apenas puedo
poner palabras—Querida Señorita Morland, considere la naturaleza atroz
de las sospechas con las que se ha entretenido.”

¡Qué horror! ¿Estaba Dan tan horrorizado con ella como Henry había
estado con Catherine?

—Deja que te ponga al tanto —dijo Dan, interrumpiendo sus


pensamientos—. Soy el hermano pequeño de Pammy.

—Oh —dijo Robyn, un poco de alivio en su voz.

—Compartimos el mismo padre, al igual que la mitad de la población


de Inglaterra. Me temo que nuestro padre no se detendrá hasta que su
último aliento lo haya dejado.

Robyn dio una pequeña sonrisa.

—Lo siento... no quise...

—No te preocupes por eso —dijo Dan—. Es un error que se ha cometido


antes, y mi querida Pammy ha salido con chicos mucho más jóvenes que
yo. —Se encogió de hombros y, a continuación, su expresión soleada
desapareció—. Pasa el rato por ahí. Me parece que he perdido a dos de mis
amigos —dijo—. ¿Moby? ¿Biscuit? ¡Aquí, muchachos!

Robyn vio como dos perros corrieron al patio. Había un pequeño Jack
Russell Terrier que era una mancha de castaño y blanco, y un Labrador
dorado mucho más antiguo, cuyo modo de andar era decididamente más
lento que el de su compañero.
—Allí están —dijo Dan, inclinándose para acariciar al perro viejo,
mientras que el Terrier más joven saltó violentamente alrededor de sus
piernas.

—¿Cuál es cuál? —preguntó Robyn.

—Bueno, esta bola loca de pelo es Biscuit —dijo Dan, agarrando el


Terrier y poniéndolo sobre su hombro, donde el perro se alzaba con
facilidad, haciendo reír a Robyn—. Y este es Moby.

—¿Moby?

—Perro Moby.

Robyn sonrió.

—Me gusta —dijo ella, agachándose para acariciar al perro viejo—. ¿Y


todos viven aquí?

—Algo así —dijo él, pasando una mano por su cabello rubio cobrizo—.
Tengo una pequeña casa justo aquí.

—¿En la villa?

—En los establos —dijo, asintiendo con la cabeza a la torre del reloj—.
Sólo un par de habitaciones pequeñas, pero es bueno alejarse de Londres.

—¿Y ahí es donde vives normalmente?

—Es difícil de decir —dijo Dan, levantando a Biscuit fuera de su


hombro y colocándolo en el suelo, donde el pequeño perro se deslizó fuera
para perseguir a una paloma que se había atrevido a aterrizar cerca—.
Tengo esta llamada casa lujosa, toda de vidrio y cromo. Tiene una cocina
de lujo, todas las comodidades que podrías soñar, y con vistas al Támesis,
pero este es el lugar donde quiero estar. —Se quedó pensativo por un
momento—. Hueles eso —dijo de pronto.

Robyn inhaló.

—¿Qué es?

—¿Te gusta?

Robyn tomó otra buena gran aspiración.

—Sí —dijo—. Me gusta.


—Son los caballos. Ese es el mejor olor del mundo, ¿no es así?
Caballos, heno, y cuero.

—Y Londres no huele así, ¿verdad?

—No —dijo, estirándose para acariciar la cabeza de Poppin—. Pammy


ha sido genial, siempre quiso estos establos llenos de caballos, y yo me
pongo a cuidar de ellos.

—¿Y la casa en Londres?

—Supongo que debería alquilarla. Realmente no la uso mucho.


Abandoné mi trabajo en la ciudad hace meses.

Robyn sonrió.

—¿Qué?

—Creo que eso es algo que me gustaría hacer también —dijo ella.

—¿Trabajas en la ciudad?

—No. Una ciudad en Yorkshire, pero el trabajo me aburre tontamente.

—¿Y qué te gustaría hacer? —preguntó él.

Robyn comenzó. Nunca le habían hecho esa pregunta antes.

—¿Qué me gustaría hacer? Bueno —hizo una pausa. ¿Qué podía decir?
¿Que le gustaría sentarse en su jardín durante todo el día con sus novelas
de Jane Austen, vigilando sus polluelos? No se podía vivir de eso, ¿verdad?
—Supongo que algo maravilloso. Algo inspirador. Algo que signifique no
siempre estar mirando al reloj, preguntándote cuánto tiempo falta antes de
que puedas volver a casa.

Dan asintió.

—Sé exactamente lo que quieres decir. Cuando vine a Purley, el tiempo


de repente adquirió una nueva dimensión. Es increíble. Me levanto por la
mañana y no siento ese nudo de temor en el estómago. Puede sonar cursi,
pero cada día es realmente un regalo cuando se puede pasar aquí con los
caballos. Me encanta. Nunca podría volver a Londres.

Robyn asintió.

—Tienes mucha suerte —dijo—. Es un lugar mágico.


—Lo es —dijo, y se miraron el uno al otro por un momento.

—Bueno, será mejor que… —Robyn comenzó.

—¿Cómo está tu… —dijo él al mismo tiempo.

—¿Cómo? —dijo Robyn.

—Estaba a punto de preguntar si tu amigo está bien. Después de


anoche, quiero decir.

Robyn se mordió el labio. Jace. Él siempre tenía que ir y echar a perder


las cosas, incluso cuando no estaba realmente allí. Aquí estaba ella,
rodeada de animales en la más perfecta armonía, hablando con un hombre
apuesto, que podría fácilmente haber salido de las páginas de una novela,
y Jace tenía que ir a alzar su fea cabeza.

—Estoy segura de que está bien —dijo.

—¿No has hablado con él?

Robyn negó con la cabeza.

—Supongo que está durmiendo hasta tarde.

—¿Y es tu...?

Los ojos de Robyn se abrieron una fracción. No me hagas decirlo,


pensó.

—Es complicado —dijo al fin—. No debería estar aquí. Las cosas son...

Dan levantó una mano en el aire.

—No quiero entrometerme. No tienes que explicármelo.

—Está bien —dijo—. Es simplemente difícil de explicar. —Miró hacia el


suelo, golpeando su sandalia izquierda contra la derecha—. Jace siempre
ha estado alrededor —dijo—. No puedo recordar el momento cuando no lo
conocía.

Dan asintió.

—¿Qué hace?

—Lo menos posible.


Él se echó a reír.

—Realmente debería volver —dijo, en realidad no queriendo irse para


nada. Por primera vez, en ese fin de semana, no estaba pensando en Jane
Austen, sino más bien sobre el héroe guapo ante ella.

—Tal vez te veré más tarde —dijo—. Estoy generalmente pasando el


rato por aquí, a menos que esté montando uno de los caballos.

Robyn sonrió. Quería decir que estaría de vuelta tan pronto como fuera
posible, pero eso no habría sido muy similar a una heroína, ¿verdad? Pero
no todos los días un hombre como Dan entraba en su vida.

Y no sólo es que es guapo, sino que ama a los animales también, pensó,
recordando cómo había besado el hocico pálido de Poppin, y su alegría
cuando aparecieron los perros. No iba a hacer chistes acerca de comer a
sus queridos polluelos para el té, ¿verdad?

—Muy bien —le dijo con tanta naturalidad cómo fue posible—. Te veré
más tarde.

Protegiéndose los ojos del sol, salió del establo. Y casi mantuvo su
indiferencia hasta el último momento en que se dio la vuelta para mirarlo
una vez más.

Estaba mirando directo hacia ella.


Capitulo 14
Traducido por Julieta
Corregido por Clau :)

Warwick estaba esperando un momento oportuno. Él no había hecho


nada más que asentir y sonreír a Katherine desde el otro lado de la mesa
del desayuno. Se sentó un par de filas detrás de ella en las sesiones del
desnudamiento del Sr Darcy, y ni siquiera intentó arrinconarla a durante
la primera pausa para el café de la mañana. Oh, no. Eso no sería bueno.
No quería venir a ella como una especie de acosador. Esperaría el
momento justo antes de hacer su jugada. Estaba seguro de que llegaría lo
suficientemente pronto.

Después de la primera sesión de la mañana del viernes, nadie creería


que las cosas pudieran mejorar y estaban en lo cierto. Quienquiera que
hubiera tenido la idea de invitar al reverendo Ernest Hepplewhite para
hablar de la representación del clero en las novelas de Jane Austen, esa
persona seguramente se escondía en vergüenza.

Desnudar el señor Darcy era una sesión difícil de seguir, incluso para
el más carismático de los altavoces, por lo que el reverendo era doblemente
aburrido y monótono y muchos tuvieron que sofocar un bostezo.

Warwick estaba completamente apagado después de tres minutos. En


su lugar, se encontró revisando mentalmente las cartas de Katherine.

A ella le gusta la literatura que no se tomaba demasiado en serio,


pensó, motivo por el que ella tenía adicción a Austen. Le gustan mis
novelas, pensó con una sonrisa, sobre todo las que tienen heroínas fuertes
que dicen lo que piensan y no se ponen en peligro. Le gusta la buena
comida, pero no come fuera muy a menudo porque no le gusta comer sola.
Su novela favorita es Persuasión, porque demuestra que todo el mundo
tiene derecho a una segunda oportunidad y que el amor, la bondad y la
paciencia son recompensados. Pero Anne Elliot no es su heroína favorita.
Nunca puede decidir en su mente si se trata de Elizabeth Bennet o de
Emma Woodhouse. Como la mayoría de los fans de Austen, adora el
espíritu y el ingenio de Elizabeth, pero la auto-confianza y el encanto de
Emma siempre la conquistan. ¿Y su héroe favorito? El señor Darcy, por
supuesto, y no por su belleza o su fortuna, sino porque trabaja tan duro
para proteger los seres queridos de Elizabeth.

Como el reverendo Ernest Hepplewhite siguió hablando, Warwick


continúo su gira a través de las cartas de Katherine, revelando los
pensamientos y sentimientos más íntimos que había compartido con él.
Recordándolos a ellos, se sentía muy privilegiado por tenerla a ella como
su amiga. Ahora tenía que esforzarse por merecer su amistad de nuevo.

Cuando el reverendo llegó al final de su discurso, el sonido de un


aplauso cortés ondulo a través de la habitación antes de que todo el
mundo hiciera una salida precipitada. Warwick fue uno de los primeros en
salir y de situarse en un punto estratégico desde donde podía ver a todo el
mundo. Katherine fue una de las últimas personas en salir. Estaba
hablando con una mujer que llevaba un jersey color cereza que la hacía
parecer una exagerada remolacha, Warwick de pronto la identificó como la
mujer temperamental con la maleta espantosa, y pudo ver que Katherine
buscaba desesperada una forma para alejarse de ella. Este era el
momento, pensó Warwick.

—¡Ah, ahí estás, Katherine! —dijo animado, tomándola del brazo, y


colocándolo en el suyo.

—Disculpe —dijo con una sonrisa alegre a la mujer cereza.

Warwick se abrió paso por el pasillo lleno de gente hasta que


estuvieron de pie ante la escalera de la izquierda.

—¡Perdone! —dijo Katherine indignada.

—Lo siento —dijo Warwick—, pero parecía como si necesitara que la


rescatara de allí.

—¿Y qué si lo hacía? —dijo ella, colocando las manos en las caderas.

Warwick notó cómo sus caderas bien formadas estaban en el pequeño


vestido negro que llevaba. Lo que era su figura abrazada con un escote, y
llevaba una pulsera de oro y un par de pequeños aretes también de oro en
las orejas. Llevaba el pelo suelto y brillante, los labios pintados de un rojo
oscuro. Ella se veía increíble.

—Yo-eee-no puedo dejar de rescatar a mujeres hermosas en peligro.


—Oh, de verdad. ¿Hemos retrocedido un par de siglos o algo así? —
dijo.

—Naturalmente. Estamos en una Conferencia de Jane Austen —dijo,


dándole su mejor sonrisa—. Si una heroína no puede ser rescatada aquí,
entonces es una muy mala.

Ella le devolvió la sonrisa.

Miró a los ojos marrones grandes y se sintió muy perdido por un


momento. No metas la pata ahora, se dijo. Casi la tienes.

—Entonces, ¿qué te parece nuestro reverendo? —preguntó.

Katherine se quedó pensativa por un momento.

—Interesante —dijo al fin.

—No, ¿en serio? —dijo Warwick—. Yo estaba casi en estado de coma.

—¿Realmente no encontraste nada de interés en su conversación? —


dijo, con la frente arrugada en un ceño fruncido.

—¿Lo hiciste tu? —dijo Warwick—. ¡Vamos! El hombre era el


aburrimiento personificado. Él fue el Sr. Collins, pero sin el valor del
entretenimiento.

Katherine se echó a reír.

—¡Ya sabes que tengo razón! —insistió Warwick.

—De acuerdo, de acuerdo. Fue la peor charla en la que he tenido la


desgracia de sentarme.

Warwick se echó a reír.

—Bueno, me alegro de que estés de acuerdo conmigo. Personalmente,


creo que nuestro reverendo sería precisamente el tipo de personaje que
Jane Austen habría colocado en una de sus novelas y la pasamos tan bien
con él.

—¿Eres un fan de sus novelas, entonces?

—Por supuesto. ¿Por qué si no iba a estar aquí?


—Oh, no lo sé —dijo Katherine—. Puedes ser un periodista buscando
algún objetivo fácil o un altavoz con un nuevo punto de vista.

Warwick negó con la cabeza.

—Soy simplemente un fan —dijo.

—Eso es bastante raro —dijo Katherine.

— ¿Qué?

—Un hombre admitiendo abiertamente que es un fan de Austen.

Los ojos de Warwick se estrecharon.

—¿No es un comentario un poco sexista?

—En absoluto —dijo—. Es honesto. Por lo general, son las mujeres las
que son fervientes seguidoras que declaran abiertamente su amor por los
libros. Los hombres por lo general tienen algún otro tipo de agenda.

—¿En serio?

—Sí. En mi experiencia.

—Entonces, tal vez te voy a hacer cambiar de opinión —dijo Warwick—,


porque soy un gran fanático que no se avergüenza de gritarlo a los cuatro
vientos. Jane Austen es mi escritora favorita.

—Y la mía —dijo Katherine.

Warwick asintió. Pensaba en las cartas de nuevo y tuvo la más traviesa


de las ideas de llevar la conversación hacia sus propios libros.

—De hecho —Warwick dijo—: Yo iba a comprar una copia de Sentido y


Sensibilidad del kiosco donde venden sus libros. Ya que la mía se está
cayendo a pedazos.

—¿Tienen un kiosco? —Los ojos de Katherine se iluminaron—. Ellos


nunca han tenido uno antes.

—Es por la demanda especial, me han dicho.

—Entonces creo que voy a tener que echarle un vistazo —dijo.

Warwick encabezó la marcha. Había sido colocado en la esquina de la


pequeña planta baja. Lo que fue, obviamente, una sala de la biblioteca.
—¡Oh! —Katherine declaró tan pronto como entraron—. Maravillosa.

De piso a techo, todas las estanterías estaban llenas de libros, un


espectáculo hipnótico para cualquier lector. Warwick y Katherine fueron
cautivados al instante.

—Lo que daría por un espacio como este para mis libros —dijo
Katherine.

—Creo que mi biblioteca es así de grande —dijo Warwick.

—¿En serio? —dijo Katherine.

Warwick frunció el ceño. Él había dicho demasiado.

—¿Qué haces? Si no te importa decírmelo.

—No —dijo—. Yo recolecto. Libros antiguos

—¿Eres un anticuario?

Él asintió con la cabeza.

—¿Tienes alguna de las primeras ediciones de Jane Austen?

—Oh, no —dijo—. Son pocas y distantes entre sí. —tragó saliva.


¿Sonaría convincente?

—¿No sería increíble tener una primera edición? Imagínate ser dueño
de una primera edición de Orgullo y Prejuicio. ¿Cuáles son las
posibilidades de conseguir una? ¿Alguna vez has visto una? ¿Son
terriblemente caros?

Warwick se dio la vuelta. Él estaba fuera de lugar aquí. ¿Qué diablos le


había hecho decir que coleccionaba libros?

—¡Aquí estamos! —de repente, dijo, haciendo todo lo posible para


desviar la atención de Katherine hacia la venta de libros.

Funcionó.

—Pensé que esta sala no podía ser mejor —dijo Katherine, haciendo su
camino a toda prisa hacia la mesa en la que se extendía un gran número
de libros. Además de varias diferentes ediciones de los seis títulos Austen
originales, había biografías, spin-offs, secuelas, libros de cocina, libros
sobre moda, libros sobre Hampshire, Lyme Regis y Bath y Warwick estaba
grandemente aliviado al ver filas y filas de libros de Lorna Warwick.

Warwick observó el rostro de Katherine para ver si ella ya se había


dado cuenta y los había notado. Sería imposible no, por supuesto, con sus
magníficas portadas a color, ¿pero había admitido ser un fan en la
Conferencia de Jane Austen?

Fue entonces cuando se dio cuenta de que la niña detrás de la mesa


estaba hojeando uno de los títulos de Lorna Warwick, El Amante de
Carston Abbey. Era uno de sus títulos recientes.

Levantó la vista y miró a sus ojos y ella se sonrojó, devolviendo el libro


a la mesa.

—No se lo digo a mi tía Pamela, pero no puedo soportar a Jane Austen


—dijo. —¡Pero me encantan estos!

Warwick sonrió. A causa de su identidad secreta, no llegaba a conocer


los fans de sus libros y era una maravillosa y extraña sensación conocer
un lector en la vida real justo en frente de él.

— ¿Y están vendiéndose bien? —Se atrevió a preguntar.

— ¡Oh, sí! Están haciéndolo bien —dijo la niña, y señalando el montón


de los libros de Malvados Señores y Señoras—. Pero éste se está vendiendo
más que todos, incluso que Orgullo y prejuicio.

Warwick sonrió. Era por el escándalo de la boda. Fue su título más


vendido hasta la fecha en Ventas en Estados Unidos y el Reino Unido y
esperaba que siguiera siéndolo. Era especialmente gratificante escuchar
que incluso se vendía más que el título más popular de Austen.

Miró alrededor de la habitación al pequeño grupo de personas que


estaban rondando allí, preguntándose que habían comprado. Tiene que
haber una docena de personas caminando por ahí con sus bolsos de
mano, pensó. Fans. Tenía fans allí y que no tenían ni idea de que su autor
favorito se paseaba entre ellos. El pensamiento le hizo sonreír.

—¡Desagradable!

Warwick fue repentinamente sacado de sus petulantes cavilaciones por


esta palabra que había sido escupida en alguna parte detrás de su hombro
izquierdo. Se dio la vuelta para ver a la mujer del vestido cereza y enorme
pecho. Ella lo fulminó con la mirada, obviamente, no lo había olvidado ni
perdonado a él por haber aprehendido a Katherine antes.

—¿De quién fue la idea de vender esto aquí en Purley? ¡Es una
vergüenza! —Se quejó la mujer, su pecho agitado, consternado.

—Ignórala —Katherine le susurró con complicidad—. Ella gime ante


cualquier cosa.

—Pero algunas personas realmente piensan que estos títulos no tienen


nada que hacer aquí —dijo—. ¿Qué…Qué te parece?

—Bueno, yo...

Katherine sonaba vacilante. ¿Admitirá leerlos? Se preguntó. Ella no


estaba en su calidad de profesora de Oxford, después de todo. ¿Obtendría
una confesión de ella?

—He leído algunos —susurró, añadiendo un poco de risa.

Warwick asintió.

—Ya me lo imaginaba.

—¿Los has leído? —preguntó ella.

—Bueno... —hizo una pausa Warwick. No había esperado que ella le


preguntara eso.

—Supongo que se podría decir eso. — ¡No!, pensó. No estaba


mintiendo, ¿verdad?

—Tú, ¿no? ¡Eres un fan secreto! ¡Lo sabía!

—¿Cómo?

—Sólo por la forma en que estaba ojeando las portadas. Deberías haber
visto tu cara. Apuesto a que tienes estantes de ellos en casa.

Warwick se echó a reír.

—¿Sí o no? Apuesto que los amas tanto como yo.

—¿Entonces eres un fan? —Katherine de repente se ruborizó.


Obviamente, ella no quería decir mucho—. Realmente no estoy destinada a
gustarme este tipo de libro, entiendes. Seria echada de mi universidad si
alguien se enterara.

—No puedo entender el esnobismo hacia un libro. Es algo que Jane


Austen no podía entender bien, ¿no es así? Habló en contra de ella en
Northanger Abbey.

—Sí —dijo Katherine con sentimiento.

—Quiero decir, una novela muestra "las efusiones más animadas de


ingenio y humor" —citó.

Katherine asintió con gran entusiasmo.

—“Transporta al mundo elegido en su mejor lenguaje " —terminó.

Warwick sonrió.

—Estoy de acuerdo.

—Y yo también —dijo Katherine.

Se miraron y sonrieron. Warwick lo había hecho. Eran amigos.


Capitulo 15
Traducido por Julieta
Corregido por Garazi

Katherine apenas oyó una sola palabra de la próxima charla. Una


viejita con voz aguda estaba hablando acerca de las citas y el cortejo en la
época de Jane Austen y haciéndolo parecer el tema más aburrido en la faz
de la tierra, pero tal vez Katherine estaba siendo injusta y no le estaba
dando una oportunidad. Tal vez, incluso si esta hubiera sido la sesión de
desvestir al señor Darcy, no hubiera sido capaz de prestar atención porque
su mente estaba en otra parte.

Estaba sentada al lado de Warwick, y como si eso no fuera suficiente


distracción, seguía pensando en la conversación. Lo fácil que ha sido
hablar con él, pensó. Era un terrible cliché, pero no podía dejar de sentir
que lo había conocido durante mucho más tiempo que el par de días que
habían pasado juntos en Purley, y sin embargo sus primeros encuentros
no habían sido favorables.

Al igual que Elizabeth y Darcy, pensó. ¿Cómo de rápido juzgamos a


alguien, y cuán equivocados podemos estar?, pensó, echando una rápida
mirada de reojo a Warwick. Él se dio cuenta y le sonrió y ella le devolvió la
sonrisa. Tenía una muy bonita cara y su sonrisa era del tipo que podría
conseguir meter fácilmente a una chica en problemas. Su voz era muy
agradable también.

Era profunda y aterciopelada y ella sólo podía imaginarlo leyéndole y lo


fácil que sería tumbarse y dejar que las palabras pasasen sobre ella. Su
pelo era muy bonito también, era muy oscuro y ligeramente ondulado, lo
que le daba un look despeinado produciéndole el deseo de pasar sus dedos
a través de él.

A medida que la viejecita chillaba sobre la importancia de la danza para


encontrar un compañero adecuado, Katherine reflexionó sobre la situación
inesperada en la cual se encontraba.

Honestamente, no tuvo intención de coquetear con el sexo opuesto este


fin de semana, sobre todo no con alguien llamado Warwick. Todas las
advertencias de Jane Austen estaban allí: era alto, moreno, guapo y
encantador. Casualmente había mencionado que su Jaguar estaba
aparcado fuera, eso significaba que era muy rico y también existía una
advertencia muy clara de todos ellos, su nombre empieza por W y, como
cualquier fan de Austen le dirá, eso siempre significaba problemas.

Wickham, Willoughby, y Warwick, pensó Katherine. Wicked Warwick,


agregó, pero luego sonrió. La única cosa mala de él parecía ser su sonrisa.
¿Y dónde estaba el daño en coquetear, de todos modos? Jane Austen había
sido una gran fan del coqueteo, y no era como si ella estuviera planeando
que algo resultara de ello, de todas maneras. Un poco de coqueteo podía
ser justo lo que necesitaba. Coquetear era divertido, y ella no había tenido
nada divertido por lo que le parecía un siglo.

Sin embargo, no voy a enamorarme, se dijo. No este fin de semana. No


tan fácilmente. No importa lo sexy de su voz o lo fuerte que se ven sus
brazos, ¡no me voy a enamorar!

Katherine se mantuvo inflexible. Aunque este fin de semana fue en


parte por su trabajo, era también de placer y mientras ella tuviera cuidado
de no llevar las cosas más allá de un poco de coqueteo, ¿qué posible daño
podría haber?

***

En el fondo de la sala, Robyn también tenía dificultades para


concentrarse. La estridente voz de la mujer llevaba un camino en contra
del Sentido y Sensibilidad de Marianne Dashwood por su comportamiento
indecente, por el cual Robyn se ofendió. Ella siempre se había sentido mal
porque Marianne tuviera tantas críticas. Ese comportamiento se veía hoy
como positivamente tímido y retraído. Sólo había sido una joven romántica
que se había enamorado. ¿Había algo de malo en eso?

Por alguna extraña razón, el hombre guapo y a caballo cruzó por su


mente en ese momento.

Dan Harcourt. Él era un buen nombre, ¿no es así?, pensó.

Con su cabello cobrizo y sus ojos sonrientes, él se había llevado


completamente su aliento. Además habían estado los caballos y los perros.
Cualquier hombre que amara los animales tenía una gran marca a favor
de su nombre, por lo que se refería a Robyn. Esa fue quizás una de las
razones por las que Jace había perdido su favor en el trascurso de los
últimos años. Él nunca se acercó a sus polluelos y siempre se estaba
burlando de ellos.

¿Cómo era que él llamaba a sus aves, escuálidos pájaros de cuello de


domingo para llevar? No era la manera de conquistarla en absoluto.

Mirando a través de las filas de cabezas en frente de ella, Robyn vio


sentado junto a Katherine a un hombre de pelo oscuro. Chico, era
persistente, ¿no?

¿Habría obligado su presencia a Katherine otra vez o algo había


cambiado y ahora eran amigos? Ella los miró por un momento y los vio
mirarse y sonreírse el uno al otro. Bueno, las cosas habían cambiado
definitivamente.

Quizás Purley estaba tejiendo su magia sobre ellos. ¿O era el efecto de


Jane Austen?

El mundo siempre parecía mucho más optimista cuando se sentía la


presencia de Jane.

***

—Bueno —dijo Warwick, levantándose y dando una palmada—, esa es


otra charla fascinante. Tal vez sea pariente de nuestro amigo el reverendo.

—¡Shhh! Te va a oír —dijo Katherine, un poco con el tono de profesora


a través de su comentario con reproche.

Los dos abandonaron la sala de juntos.

—Tenía una voz como un silbato —dijo Warwick.

Katherine chasqueó la lengua, pero no pudo evitar reír también.

—¿De dónde sacan estos expositores?

—Al menos es un buen augurio para ti. Quiero decir, a menos que seas
tan mala como eso.
La boca de Katherine cayó en un simulacro de consternación, sus
manos apoyadas en las caderas.

—¡Sólo bromeaba! —dijo él, y ella le golpeó juguetonamente en el brazo.

***

El almuerzo en el comedor era un asunto elegante pero sobrio, con una


mesa de buffet abarrotada de platos de pasta y ensalada, grandes platos
de jamón, patatas asadas, quiche2, y una buena selección de pan y queso.
Había jarras de agua helada en las mesas y tartas de mora para el postre.

La Dama Pamela, quien estaba comprando siempre preciosas vajillas,


había elegido una de un cálido color terracota, y todo tenía el resplandor
del otoño sobre ello.

Katherine y Warwick hacían cola juntos, cortando rodajas de jamón y


quiche, más anillos de baguette el uno para el otro, intercambiando
pequeñas sonrisas mientras caminaban a lo largo de el buffet.

Sentados a la mesa, se centraron en comer durante unos minutos con


la mente vagando en diferentes direcciones. Katherine miró hacia arriba y
abajo de la mesa. Era poco menos que increíble que un autor que había
muerto hacía casi doscientos años fuera la única razón de que todas estas
personas estuvieran reunidas allí. ¿No era increíble que estas personas y
muchos millones más alrededor del mundo, siguieran leyendo historias de
Austen y fueran los suficientemente inspiradores para ella como para
inscribirse en un fin de semana como este?

Que esa mujer sencilla y provincial hubiera alcanzado y tocado a


muchos era un verdadero milagro. Pero ahora se trataba de algo más que
los libros. Habían tomado otra dimensión, ¿no? Era mucho más que
palabras en una página, eran mundos enteros que fanáticos ardientes
poblaban en sus vidas cotidianas. Sus amigos eran los personajes. Los
lectores podían imaginarse intercambiando púas ingeniosas con Elizabeth
Bennet, el intercambio de libros y recomendaciones con Catherine
Morland, y coqueteando con cualquiera de los guapos héroes.

2
Quiche: es un tipo de tarta salada derivada de la cocina francesa.
Eso era lo que pasaba con los libros de Jane Austen, se sentían
íntimos, como una agradable charla con tu mejor amigo. Los lectores
siempre se sentían excepcionalmente cerca de los personajes, como si
fueran extensiones del lector, de sí mismos o de los miembros de la
familia.

Echando un vistazo a algunas de las personas que se sentaban a la


mesa, Katherine se preguntó de qué vivían, hacia dónde los conducía y qué
papel jugaba Jane Austen en ellos. Tal vez tendría la oportunidad de
descubrirlo en una de las sesiones de la tarde, en una conversación
informal, donde la gente podría hablar de su libro favorito.

Katherine pensó en la primera vez que descubrió a Austen. Tuvo


suerte. No había sido forzada a leer en la escuela alguna obra maestra
trillada como les sucede a algunos alumnos leyendo pasajes en clase,
escuchándolos, ya que tropezaban con la prosa, lo que no tenía sentido y
no producía ninguna alegría. No, Katherine había visto la versión
cinematográfica a blanco y negro con Laurence Olivier y Greer Garson. Se
quedó completamente enamorada, a pesar de que los trajes habían sido
más de Lo que el viento se llevó3, que de Orgullo y prejuicio. La próxima
vez que ella estuvo en la biblioteca local, buscó la obra, devorándola con
avidez antes de comprar la primera de las muchas copias que la
acompañarían a ella a través de la rutina diaria de la vida.

Las otras novelas habían seguido rápidamente pero nada podía


compararse a ese primer libro. Era la más dulce de las lecturas, y no
importaba cuántos libros todavía estuvieran allí para ser descubiertos,
Katherine sintió que nada volvería a agitarla lo más cerca a su imaginación
de nuevo. Aparte de los libros de Warwick Lorna, por supuesto.

—He estado pensando —dijo Warwick, interrumpiendo los


pensamientos de Katherine—. Tu nombre es Austensian, ¿no es así? ¿Fue
tu madre una admiradora también?

Katherine asintió.

—Cierto. Ella siempre adoró a Catalina Morland de Northanger Abbey,


pero me temo que tuvieron mala tipografía. Sé que el mío es con K en lugar
de C. ¿Puedes creerlo? De todos los maravillosos personajes de Austen, mi
madre me llamó así, porque pensaba que los nombres de Jane, Emma, y

3
Lo que el viento se llevó: es una de las películas más famosas de la historia del cine.
Está basada en la novela del mismo título de Margaret Mitchell
Anne eran demasiado sencillos. Y Fanny era un imposible, y no estoy
segura de qué podría significar Elizabeth.

—Es un nombre muy bonito —le dijo.

Ella sonrió.

—Con tal de que no me llames Kitty Cat.

—¡Ooooo! —dijo Warwick, apretando los dientes—. No voy a decir que


te he llamado eso en el pasado.

—Bien —dijo ella.

—Los nombres pueden ser complicados, ¿no?

—Ciertamente pueden —dijo ella, tomando un sorbo de agua—. El tuyo


es muy inusual. ¿Cómo fue que te llamaron Warwick? —Katherine lo
observó mientras él también tomaba un sorbo de vino como si retrasara su
respuesta.

—No tengo ni idea —dijo al fin—. Creo que a mi madre sólo le gustaba
cómo suena.

—Suena bien —dijo Katherine—. Suena como el nombre de un héroe.

—¿Como un héroe de Austen?

—Tal vez —dijo Katherine—. Elizabeth y Warwick —dijo—. Tiene


potencial, sin duda.

Sonrió.

—Me alegro de que pienses así.

Katherine terminó el último pedazo de su quiche.

—¿Has oído hablar de la República de Pemberley? —dijo.

—Es un sitio web, ¿no es así?

Ella asintió con la cabeza.

—Es la casa en la Web, de un montón de Janeites. Es un increíble


lugar, y puedes encontrar todo tipo de información. Podríamos poner
fácilmente tu nombre como objeto de debate. ¿Qué novela sería Warwick…
Er...

—Lawton.

—¿Qué novela sería más fácil de encajar con Warwick Lawton? ¿Y sería
un coronel, un capitán, o al menos señor? Esto podría hacer las horas
felices en una discusión.

—¿Y este es un lugar que frecuentes?

—Bueno, a veces —dijo Katherine—. Por lo general, cuando estoy en mi


oficina en la universidad me dedico a revisar ensayos, he sido conocida por
charlar lejos de los foros de debate.

—Pero no hay nada como la cosa real, ¿verdad? No hay nada como una
conversación.

—No —dijo Katherine—. Es por eso que estos fines de semana son tan
sorprendentes. Puedo tratar de hablar con mis estudiantes acerca de Jane
Austen, pero la mitad de ellos estarán ocupados anotando todo lo que digo
y no tienen nada interesante que decirme y la otra mitad está dormida.

—Un buen oyente es difícil de encontrar.

—Sí —dijo Katherine, y sus ojos se encontraron con los de Warwick.

—Y yo soy un buen oyente —dijo—. Puedes decirme lo que quieras.

Katherine lo miró mientras una sonrisa muy bonita iluminaba todo su


rostro. Estaba empezando a creer que podría, de hecho, decirle lo que
fuera, y fue una sensación muy agradable. ¿Con qué frecuencia en este
mundo puedes encontrar a alguien en quien podía confiar?
Capitulo 16
Traducido por Julieta
Corregido por Garazi

Robyn había estado dando vueltas en su cama la noche anterior y se


había pasado toda la mañana esperando y vitoreando la próxima sesión de
la conferencia.

Únase a nosotros para una discusión informal sobre los trabajos de su


autor favorito. ¡No se olvide de llevar un libro!

Esa invitación sonaba demasiado parecida a la escuela a Robyn. La


lectura, para ella, era una experiencia muy privada y aunque estaba
disfrutando hablando con la gente en la conferencia sobre sus libros
favoritos, la idea de hacer frente a un grupo grande parecía aterradora.
Todo el mundo estaría mirándola, y estaba segura de que se sonrojaría y
conseguiría que se le trabase la lengua. No, definitivamente tendría que
darle pena que fuera una señorita a la que le gustaba escuchar a otras
personas hablar de sus escenas y personajes favoritos, pero tal vez podría
ponerse al día con los chismes más tarde con Katherine, si ella no estaba
en una esquina acaparada por el caballero de cabello oscuro.

Tal vez podría tomar su libro e ir a los jardines y encontrar un asiento


en algún lugar tranquilo y disfrutar de algunas escenas escogidas de
Orgullo y Prejuicio por su cuenta.

Les habían dicho que los jardines de Purley estaban a su alcance, y


sería una pena no poder sacar el máximo provecho de ellos, pensó Robyn.
Sonrió para sus adentros. No podría haber alguna cosa más encantadora
como leer a Jane Austen en un hermoso jardín Ingles.
Sus sandalias de plata crujían por el camino de grava, mientras caminaba
por el lado de la casa, bajo el gran árbol de cedro. Cuán dichosa era por
tener los jardines para explorar. Por mucho que adorara su propia parcela
de jardín lleno de pollos en la parte trasera de su casa de Yorkshire, no se
podía comparar con esto.

Por un momento pensó en la carta que Jane Austen había escrito en la


casa de campo de su hermano Edward. Ella había escrito sobre el placer
de tener tanto espacio “todo para mí”. Así era como Robyn se sentía ahora,
excepto que parecía que no iba a tenerlo todo para sí misma, ya que vio
una brillante luz azul de una piscina, lo que la hizo consciente de que
había alguien en ella, chapoteando alegremente bajo el sol. Estaba en un
rincón apartado del jardín y Robyn no podían resistirse a echar un vistazo
rápido, caminando por un sendero que cortaba a través de un grueso seto
verde.

Su corazón casi se detuvo. No había sabido qué esperaba. Un par de


niños, tal vez, las sobrinas de la Dama Pamela en sus vacaciones, o uno de
los asistentes a la conferencia que le gustaba más la idea de un baño que
la de un grupo de debate. Pero no eran niños y no había nadie de la
conferencia tampoco. Era Dan Harcourt, el hombre guapo a caballo,
excepto que no estaba a caballo, y ya no estaba usando una camisa o los
pantalones vaqueros.

Por un momento, Robyn no se movió, pero observaba, fascinada, como


Dan nadaba la corta longitud de la piscina, se movía con la gracia de un
delfín, girando perfectamente cuando llegaba al final de cada tramo. Arriba
y abajo iba, ajeno al mundo que le rodeaba y Robyn de pie mirándolo todo.

Finalmente salió a la superficie, su cabeza despeinada rompiendo el


agua y sus brillantes ojos chispeando por el ejercicio.

—¿Robyn?

—Hola —dijo ella, sonriendo con timidez.

—¿Me pasas esa toalla? —dijo.

—¿Qué? —preguntó Robyn.

Él sonrió.

—Mi toalla. Está detrás de ti.

—Oh —dijo Robyn, al ver la gran toalla blanca y crema en el banco


detrás de ella. Bajó su ejemplar de Orgullo y Prejuicio. Era obvio que no
iba a conseguir concentrarse nada en la lectura, y no quería que se
mojara. Agarró la toalla, se volvió de nuevo a la piscina, donde Dan
emergía, lanzándose hacia afuera a una velocidad asombrosa.
Robyn tragó saliva. No sabía adónde mirar, o más bien lo sabía, excepto
que no creía que fuera lo que debiera hacer. Esto fue más gráfico que
Darcy después de su inmersión en el lago en Pemberley o Edward Ferrars
cortando la madera en la lluvia, pero Dan Harcourt estaba completamente
sin camisa y no llevaba pantalones tampoco.

Su cuerpo estaba bronceado y tonificado, brillaba con gotas de agua.


Era el más hermoso cuerpo que Robyn hubiera visto y nada como el
blanco pálido de Jace que era un poco flojo alrededor de los bordes. Este
cuerpo era el de alguien que se mantenía en forma aunque no por pasar
horas en un gimnasio, para que sus músculos se retorcieran de una forma
poco natural. Este cuerpo le recordó a Robyn al glorioso semental castaño
que había estado montando el día que lo vio en la iglesia Steventon. Tenía
una elegancia natural y la fuerza que hacían parecía forzada, pero que era
totalmente convincente.

Estoy mirando, pensó. ¡Pero no debo hacerlo! Pero, ¿dónde más puedo
mirar?

—Este es mi lujo —dijo Dan mientras se secaba con la toalla—. Pammy


apenas utiliza la piscina, lo que es un desperdicio. Casi que la tengo para
mí mismo, y es genial en días calurosos como este.

—Sí, apuesto a que es agradable después de todo el trabajo caliente en


los establos. Debe ser muy… eh… caliente —dijo ella, mordiéndose la
lengua y tratando de no pensar en Dan caliente y sudoroso del trabajo en
los establos.

—¿Has venido a nadar? —le preguntó.

—Oh, no. Salí a leer —dijo, volviéndose y señalando la silla blanca


sobre la que había dejado su amada copia de Orgullo y Prejuicio.

Dan la registró.

—Es una obra universalmente reconocida, ¿eh?

—¿La has leído?

—No más que unas frases, me temo, pero he visto la adaptación de mi


hermana.

—Es la mejor Lady Catherine que he visto —dijo Robyn.

—¿Lo es?

Robyn asintió con la cabeza y miró cómo Dan se colgaba la toalla sobre
su hombro izquierdo. Ruborizada, miró hacia otro lado.
—Debo… realmente debería irme.

—Oh —dijo Dan, que parecía sentir su vergüenza—. No te voy a


molestar. Ya me voy.

—No me vas a molestar. Soy yo quien te molesta, creo. Puedo encontrar


otro lugar. —Caminó hacia el asiento y cogió el libro. Los jardines de
Purley eran lo bastantes amplios para no tener que tropezar con Dan todo
el tiempo.

—¿Robyn?

Se dio la vuelta y casi se estrelló contra él.

—Oh —dijo ella. Había pensado que él seguía de pie en la piscina.

—Quédate y habla conmigo. Muchas veces no consigo hablar con


nadie. Moby y Cookies no son grandes conversadores, y los caballos no
tienen mucho que decir.

Robyn sonrió.

—Yo-eh...

—¿Te haría sentir más cómoda si me cambio? —dijo—. Tengo mis


cosas allá. —Él asintió con la cabeza hacia un pequeño edificio con techo
de tejas detrás de la piscina que tenía dos columnas blancas cubiertas de
rosas—. Hay una ducha allí. No tardaré mucho.
Ella observó mientras se alejaba y luego se sentó en el asiento blanco.

¿Qué estás haciendo? Debes estar dentro observando el debate, los


puntos más finos de la ficción, no paseando en el jardín mirando un mozo de
cuadra.

Robyn abrió su libro y hojeó las páginas de su escena favorita: la


primera fallida propuesta de Darcy. Concéntrate, se dijo a sí misma, y
dejar de pensar en Dan.

Amaba esta escena. Le encantaba cómo Darcy conseguía decir


absolutamente todo lo que pensaba y no debía decir, solo por la convicción
de que debía ser honesto con Elizabeth. ¡Mucho daño el que se habían
hecho entre ellos! Sus palabras eran utilizadas como armas, y tan
divertido como era para el lector, era desgarrador también, pero había algo
más que eso. Podría verdaderamente disfrutar de una segunda lectura
porque sabía que estos dos individuos se enfrentarían a las adversidades y
verían sus errores, consiguiendo ser felices para siempre juntos.

Una primera lectura siempre ha tenido el factor dolor y hacía pensar al


lector ¡No digas eso!, cuando Darcy expresa sus sentimientos acerca de la
inferioridad de Elizabeth y cómo lo degradaría casarse con ella, y la
declaración de Elizabeth de que era el último hombre en el mundo con el
que pudiera casarse.

El momento que siempre emocionó a Robyn era cuando Darcy dice: “Ya
ha dicho suficiente, señora. Comprendo perfectamente sus sentimientos, y
ahora sólo estoy avergonzado de lo he dicho. Perdóneme por haber asumido
gran parte de su tiempo, y acepte mis mejores deseos para su salud y
felicidad."

Tal vez eso es lo que hizo que Orgullo y Prejuicio fuera tan popular, porque
su héroe y la heroína pasaban por muchas cosas. Ellos sufren y aprenden
unos de otros y de sí mismos.

No son perfectos, pero son identificables como humanos, y pueden


encontrar la perfección a través del ser uno con el otro.

Robyn reflexionó sobre estos pensamientos, sus ojos ya no estaban en


la página, sino mirando hacia fuera a través del césped que se extendía
hacia el lago.

—¿Estás bien? —dijo una voz.

Robyn saltó. Era Dan, ahora vestido con unos vaqueros desteñidos y
una camiseta gris oscuro, su toalla arrugada en una bola a su lado.

—Hola —dijo ella.

—¿Puedo? —le preguntó él, señalando el banco. Ella asintió con la


cabeza, y se sentó, tomando el libro—. ¿Te importa si hecho un vistazo?

—No. Adelante.

Dan hojeó el primer capítulo y leyó las tres páginas cortas. Robyn lo
miró, preguntándose qué estaría pensando de ellas. Era cierto que en
general Jane Austen era cosa de chicas, pero había un número de
hombres en la conferencia que obviamente se habían convertido en sus
fans. Simplemente no Jace, pensó. Él nunca sería un admirador. Robyn
recordaba el número de veces que trató de hacer que leyera un libro de
Austen. Hubo una vez que dijo:

—De acuerdo, de acuerdo, déjalo en la mesa. —El problema era que


había dejado el café en la mesa también. Era lo mismo con las películas.
Ella casualmente dejaba una puesta ya que la estaba viendo cuando Jace
llegaba. Entraba, observaba la TV con disgusto, murmuraba algo acerca de
"Las escenas de baile infernal”, y cambiaba al canal deportivo cercano.

¿Qué pensaría Dan del fenómeno que fue Jane Austen? Robyn jugueteó
con un mechón de pelo rizado, mientras esperaba su veredicto.

Finalmente, levantó la vista del libro y se echó a reír.

—Me gusta este personaje, el señor Bennet —le dijo—. Creo que tiene
las cosas muy difíciles por un tiempo. Me gusta un poco. Tengo un gran
respeto por sus nervios. Son mis viejos amigos. He oído que los menciona
con estos veinte años por lo menos.

—Sí —dijo Robyn—. El estimado Sr. Bennet. Él tiene mucho que


aguantar.

—Me gusta —dijo Dan—. Me gustaría leer más.

—¿En serio?

—Suenas sorprendida.

—Estoy sorprendida —dijo Robyn.

—¿Por qué, porque soy un hombre?

—Sí, ¡por supuesto!

Dan se rió.

—¿Crees que todos odiamos los libros?

—No, no, sólo a Jane Austen.

—Pero este es muy divertido. Me gustan las cosas divertidas. La vida


puede ser demasiado seria a veces, ¿verdad?

Robyn asintió.
—Jane Austen es la cura para la mayoría de las cosas en la vida, me
parece.

—¿Puedo pedírtelo prestado?

Ensanchando los ojos, Robyn pensó. ¿Su libro? Su copia especial de


Orgullo y Prejuicio. Bueno, una de ellos.

—Lo siento —dijo, entregándoselo de nuevo—. Voy a conseguir mi


propia copia.

—¡Oh, no! —dijo Robyn, de repente al darse cuenta de lo que debía


haberle parecido—. Por favor, tómalo prestado.

—¿Estás segura? —le preguntó.

Ella sonrió y empujó el libro con firmeza hacia él. De repente


comprendió que si le había prestado el libro, tendría una muy buena
excusa para hablar con él de nuevo.

—Gracias —dijo—. Será un verdadero placer. No leo mucha ficción,


pero prometí que lo haría, cuando salí de mi antiguo trabajo. En Londres,
siempre en el comercio se conseguían viejas y aburridas revistas y
periódicos que ocupaban mi tiempo y nunca tuve la oportunidad de leer
una novela, pero soy un lector rápido. Te lo devolveré tan pronto como
pueda.

—Oh, no hay prisa —dijo.

—Pero te vas el lunes —señaló.

Robyn suspiró.

—Oh, sí —dijo.

—¿Purley está tejiendo su hechizo sobre ti?

—Creo que sí —dijo ella, y su mirada se cruzó con la suya. Sus ojos
eran de un maravilloso oro marrón y bailaron con la luz y la vida.

—Me sentía de la misma manera cuando venía de visita. Se hizo cada


vez más difícil irme, así que no seguí molestándome en hacerlo.

—Tienes suerte —dijo Robyn—. Me gustaría poder quedarme.

Él le sonrió.
—Yo también —dijo—. Me refiero a que te quedaras. —Se rió.

A Robyn le gustaba su risa. Era un sonido fuerte y feliz, totalmente


natural.

—¿Es esto lo que todas las mujeres quieren, entonces? —preguntó él.

—¿Qué?

Dan alzó el libro.

—¿Romance? —preguntó Robyn.

—No —dijo, dirigiéndose a la página dos de nuevo—. Un hombre con


una gran fortuna.

—Ah, nos has descubierto. —Ella se rió—. Es lo que la señora Bennet


quería para sus hijas. Vas a tener que leer más para saber por qué.

— ¿Y hoy? ¿Qué es lo que quieren las mujeres hoy?

Robyn lo miró.

—No creo que encuentres la respuesta a esa pregunta en un libro.

—Pero ¿qué es lo que quieres tú, Robyn?

Robyn tragó y se preguntó por qué estaba tan interesado en ella. No es


que le importara.

A ella le gustaba. Jace nunca le preguntaba nada por el estilo. El único


tipo de preguntas que le hacía era, “¿De qué es el té?” o “¿Tienes alguna
salsa de tomate?”

—¿Qué quiero? —dijo—. Bueno, me gustaría un trabajo que me


encantara en un lugar que me encantara.

—¿Y eso es algo que no tiene en este momento?

Robyn negó con la cabeza.

—Mi trabajo es algo a lo que no llegaré jamás.

—¿Y qué hay de tu… eh… amigo?

—¿Jace? —Robyn respiró hondo—. No sé lo que quiere, pero no creo


que queramos las mismas cosas. Ya no es así.
—¿No entiende a Austen? —dijo Dan, con un poco de brillo en los ojos.

—No —dijo Robyn—. Pero lo peor es que no me entiende a mí.

Se quedaron en silencio por un momento. Robyn miró hacia el lago y


vio cómo un par de cisnes blancos descendían del cielo, con sus grandes
alas en pleno auge. Hicieron un maravilloso patinaje juntos y luego
doblaron sus alas hasta formar la más perfecta de las formas.
Robyn de pronto se dio cuenta de que Dan la estaba mirando.

—¿Qué? —pregunto ella con voz suave, en un susurro.

—¿Cómo puede no entenderte?

Robyn lo miró por un momento y luego se dio la vuelta, sin saber qué
decirle.

—Será mejor que vuelva —dijo al fin, poniéndose de pie.

Dan se puso de pie a su lado.

—Gracias por el libro —dijo—. Voy a cuidar bien de él.

—Más te vale —dijo, y le dio una pequeña sonrisa antes de alejarse.

A medida que bordeaba el lado de la sala, sentía que su corazón latía a


una rapidez alarmante.

—¡Oh, Dios mío! —se dijo a sí misma, tratando desesperadamente de no


dejar que su mente flotara de nuevo a la imagen de Dan saliendo de la
piscina. No iba a pensar en todo por mucho tiempo, en el cuerpo
tonificado, y desde luego no iba a pensar en la forma en que el agua había
brillado en sus brazos y su pecho. Eso no sería justo para nada, ¿verdad?

Mientras su mente viajaba al sur ilícitamente, su teléfono sonó. Se


había atrevido a apagarlo durante media hora y, efectivamente, había
media docena de mensajes de voz y de mensajes de texto de Jace. Leyó el
más reciente.

Quiero verte esta noche. Estaré allí a las 8 p.m.

Robyn se quejó. Era como si supiera lo que había estado haciendo.


Capitulo 17
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por Kalubame

Katherine notó la ausencia de Robyn en el grupo de discusión informal


cuando todo el mundo tomó su lugar en un gran círculo alrededor de una
mesa en la biblioteca. Por un momento se preguntó dónde estaba su
amigo, pero luego Warwick entró y se sentó a su lado y Robyn fue olvidado.

Ella realmente había estado buscando con interés el debate sobre


Austen con personas maduras. A menudo se quedaba frustrada por la
apatía de sus estudiantes en la universidad cuando se les presenta la
mejor de las literaturas, y había muy poca gente con la que podía hablar
de su pasión, aparte de los amigos virtuales en línea de la República de
Pemberley. Es por eso que estos fines de semana eran especiales. El único
problema era que había que compartir con los gustos de la señora Soames,
pensó Katherine, al ver a su enemiga entrar en la sala y sentarse en una
silla frente a ella. Katherine suspiró. Había estado esperando que tal vez la
señora Soames estuviera en una prolongada siesta.

La señora Soames era una de esas personas que te caen mal tan
pronto como se ven. Tenía un gran rostro de piedra con los ojos
atornillados hacia arriba que se fijan en ti y no te sueltan. Fue más
desconcertante que tenerla en una de sus conferencias, y ella siempre
estaba sentada en la primera fila también, moría porque cometieras un
error, que ella siempre detectaba y corregía. Y gemía por todo. “¿No
podemos cambiar las sillas alrededor?, No puedo estar frente a la ventana.
Hace mucho frío aquí dentro. Hace demasiado calor aquí dentro. No hemos
ido, dijeron dónde están los baños”. Una y otra vez era, una diatriba sin fin
contra el mundo y todos en ella.

Katherine hizo todo lo posible para evitar el contacto visual con la vieja
bruja cuando Dame Pamela entró en la habitación para dirigir la
discusión. Como de costumbre, hubo una ronda de aplausos corteses
cuando la actriz se sentó. Llevaba un hermoso vestido vaporoso y el
mantón del color del sorbete de frambuesa, y su cabello plateado brillante
estaba arrastrado y rematado con un profundo rojo rosa. Era en cada
pulgada una estrella glamorosa, y Katherine estaba más satisfecha con su
apariencia, el ceñido vestido, se sintió positivamente poco elegante en
comparación.

—¡Gracias! —Comenzó Dame Pamela—. Esta es siempre una de mis


partes favoritas del fin de semana. Es nuestra oportunidad para
intercambiar ideas y opiniones acerca de nuestros libros favoritos. Jane
Austen nos dejó con seis novelas perfectas y aunque se trata por desgracia
de una pequeña colección, aún nos ofrece un amplio material para
emocionarse. ¿A quién le gustaría iniciar la sesión? Tal vez a alguien le
gustaría decirnos sobre su novela favorita "Propio hijo querido", para citar a
Jane.

Al principio todo el mundo estaba tranquilo. Es un fenómeno que cada


profesor y profesora conoce. Nadie quiere ser el primero en hablar.

Finalmente la querida vieja Doris Norris tomó el paso, con la


celebración de un nuevo ejemplar de “Northanger Abbey”.

—Este —dijo—, es mi favorito. Admito que no fue el primero que leí,


pero me ha calentado a lo largo de los años por su humor y su maravillosa
heroína, Catherine.

—Y su héroe —dijo una mujer a su lado.

—¡Ah, sí! El maravilloso Sr. Tilney —dijo Doris con un suspiro—


¿Quién puede resistirse a un hombre que sabe mucho sobre muselina?

Un murmullo de risas corrió alrededor de la habitación.

—Pero ese es un nuevo ejemplar del libro —alguien dijo, asintiendo con
la copia de Doris de “Northanger Abbey” —. Supongo que has llevado su
última copia.

Doris asintió.

—Cayó en un canal desde una barcaza en vacaciones. No puedo


pensar en el número de copias para conseguir, pero siempre me aseguro
de que quede un poco de mi pensión para comprar libros nuevos. Estoy
segura de que todos estarán de acuerdo en que son una de las necesidades
de la vida.

Todos asintieron.
—Una vez dejé una copia de “La Persuasión de la Cobb” en Lyme Regis
—dijo una mujer llamada Rose. Era de unos cincuenta años y Katherine le
había hablado brevemente la noche anterior y se había enterado de que
estaba en la conferencia con su hermana, Roberta.

—¡Qué terrible pérdida! —Continuó—. Estuve mirándolo, como si se


fuera a lavar en la playa pero fue la última vez lo vi.

—Pues espera a ver el estado de la mía —alguien dijo, sosteniendo su


propia copia de “Persuasión” que tenía una cubierta arrugada, encrespada
y agrietada por el lomo, y el título se había perdido por completo—. Esta va
a todas partes conmigo. Vive en mi bolso, y no me atrevo a salir de casa
sin él. Prefiero estar sin mi móvil o mi lápiz labial. Es mi mayor temor
tener que esperar en algún lugar, en la habitación de espera del médico o
un terrible atasco, y no tener mi Austen favorita conmigo.

—Yo sólo soy igual —dijo Roberta, la hermana de Rose—. Sólo “Sentido
y Sensibilidad” viene conmigo a todas partes. He llevado conmigo tres
ejemplares, pero ahora los guardo. Son como si fuéramos viejos amigos.

—Sé lo que quieres decir —dijo Dame Pamela—. Cada vez que estoy en
un set y todo cuelga terriblemente en él, suelo echar mano de un poco de
“Orgullo y Prejuicio”, y el tiempo pasa volando. De hecho, ya casi estoy
triste cuando me digo que me quieren en el set.

Todo el mundo se echó a reír.

—“Orgullo y prejuicio” es mi favorita también —dijo una mujer con una


voz ronca, inclinándose a recuperar un montón de libros de una bolsa de
compras que decía “¡Amo a Mr. Darcy” —. Y tengo algunas copias —dijo,
presentando al grupo sus diferentes copias. Había una bonita colección de
colores pastel, la BBC TV transmitió una edición con Colin Firth y Jennifer
Ehle, la película de Joe Wright con Keira Knightley y Matthew Macfadyen,
e innumerables versiones, incluyendo algunas ediciones extranjeras
magníficas.

—¿Lees todas las ediciones extranjeras, Carla? —preguntó Rose.

—Oh, no —dijo Carla—, pero también los tengo que tener para la
colección. Y aún hay más.

Todos miraron a la espera mientras se adentró en las profundidades de


su bolso y sacó libro tras libro. Katherine supuso que Carla estaba en sus
cuarenta y tantos años, y era muy elegante, con corte de pelo de vainilla
rubia en un corte clásico. Llevaba una costosa chaqueta que lucía de
diseñador y falda, y el diamante en su dedo anular era del tamaño de un
huevo pequeño. Pero eso no era lo que estaba cautivando la reunión, eran
sus libros mantenían la atención de todos. Componían la colección de un
verdadero aficionado a Austen. Los títulos eran variados y maravillosos.
Había girado a las secuelas y casi todo lo que te puedas imaginar con una
vaga conexión con el amado original, “Orgullo y Prejuicio”.

Katherine leía los títulos que iban surgiendo: Diario del Sr. Darcy, Mr
Darcy, Vampyre; Los otros señor Darcy; Pemberley, Darcy y Elizabeth:
Noches y días en Pemberley, El señor Darcy y yo, el señor Darcy se casa,
el Sr. Darcy presenta su novia; Los Darcy y la Bingley; Tentación de Darcy,
una copia de York Notes en Orgullo y Prejuicio, así como una copia de
CliffsNotes, SparkNotes, y una guía de estudio de nivel. Carla incluso
tenía una copia de Orgullo y Prejuicio y zombis que habían sido la causa
de muchos de una acalorada discusión ya entre los fans acérrimos.

—Tengo muchos más —dijo ella—, pero no podía traerlos todos.

Katherine, como todos los demás, miró con asombro la colección.

—Mi casa está absolutamente llena —dijo Carla—. Los estantes están
doblemente apilados. Compré un estante para libros el año pasado y los
apilé en lo alto, y todo se derrumbó.

—Tengo libros en todas las habitaciones, incluso en el cuarto de


baño —confesó Roberta.

—No debes guardar los libros en un cuarto de baño. No es bueno para


ellos —dijo Doris.

—Pero es bueno para mí. Me encanta leer en el baño —dijo Roberta—.


Es la única vez que puedo desnudarme con el Sr. Darcy.

Todos se rieron, excepto su hermana, Rose, que parecía bastante


sorprendida por este reconocimiento.

—¿Así que tenemos algunas escenas favoritas de “Orgullo y Prejuicio”?


— preguntó Dame Pamela.

—La primera propuesta —dijo alguien.

—Esa es también la mía.


—¡Oh, sí! —dijo Roberta—. Me encanta cómo se conmociona Elizabeth
porque Darcy se ha enamorado de ella durante tanto tiempo y todavía no
se había dado cuenta.

Todo el mundo asintió con la cabeza y suspiró de felicidad al recordar


la escena.

—Me gusta cuando Elizabeth le produce malestar a Lady Catherine y


ella dice, “¡Obstinada, terca chica! ¡Me avergüenzo de ti! —dijo Rose.

—Me gustaba esa escena también —dijo Dame Pamela con un brillo
travieso en los ojos.

—¡A nosotras también! —dijo Doris.

Katherine asintió, recordando la muy buena actuación de Dame


Pamela en el papel. ¿No había ganado un BAFTA por ello?

—Me gusta la parte en que Mr. Darcy pasó a través del campo en la
madrugada y le propone a Elizabeth otra vez —dijo una señora mayor en el
extremo más alejado de la habitación.

La Señora Soames hizo una mueca de desagrado.

—¡Esa es la película! Esa escena no está en el libro.

—¿Está segura?

—Muy segura.

—Pero yo lo recuerdo tan vívidamente.

—No, es a Matthew Macfadyen a quien está recordando vivamente —


dijo la señora Soames.

—Y así lo hacemos todos —dijo Katherine con una risita.

Ella se estaba divirtiendo inmensamente. Aunque había pensado que la


conversación sería mucho más grave en el tono, no podía dejar de ser
divertida por el giro que había tomado.

Roberta se levantó de su silla y cogió uno de los spin-offs de Austen


con los que Carla se presentó al grupo.

—Nunca puedo decidirme por ellos, pero se ve muy tentador —dijo ella,
hojeando un ejemplar del “Mr. Darcy, Vampyre”.
—Pero no son de Austen —dijo la señora Soames.

—Sé que no son de Austen —dijo Roberta.

—Pero es la segunda mejor opción —dijo Carla.

—Nada es lo más parecido, me temo —dijo Dame Pamela—. Sólo


tenemos que aceptar que seis novelas perfectas son todo lo que siempre
vamos a conseguir.

—¿Qué hay de Georgette Heyer? —dijo Rose—. Me gustan los libros de


Georgette Heyer.

—Un sustituto muy pobre —dijo la señora Soames.

—¿O Barbara Cartland? —Sugirió alguien.

—¿Alguien dijo Barbara Cartland? —dijo la Señora Soames, su pecho


se alzaba como un tsunami—. Me gusta Barbara Cartland.

—Cómo podemos estar hablando de Jane Austen en un momento y


Barbara Cartland al siguiente? La siguiente de quien vamos a estar
hablando es esa terrible Lorna Warwick. ¿Has visto que están vendiendo
sus libros aquí en Purley? —Ella asintió con la cabeza hacia el puesto de
libros en el otro lado de la habitación—. ¡Es una farsa completa! —dijo la
Señora Soames.

—Pero ¿cómo es posible que algo tan agradable pueda ser malo? —dijo
Rose— ¿No dijo Jane Austen lo mismo?

—Sí lo hizo —dijo Doris—. En mi libro favorito, “Northanger Abbey”.

Katherine asintió.

—Dijo que una nueva muestra "los grandes poderes de la mente” y "las
efusiones más animadas de ingenio y humor transmitieron al mundo en el
lenguaje mejor elegido”.

El grupo parecía muy impresionado por la habilidad de citar de


Katherine.

—¿Qué piensa usted? —dijo Dame Pamela, mirando directamente a


Warwick.
Warwick miró hacia arriba, y Katherine se dio cuenta de que había
estado particularmente tranquilo durante la discusión y había ido
alzándose en los últimos minutos. Tal vez no era más que tímido, a pesar
de que no le había parecido ser el tipo tímido.

—¿Estás bien? —dijo, inclinándose hacia él.

Él la miró y asintió con la cabeza.

—No es frecuente que tengamos una perspectiva masculina en


Austen —dijo Dame Pamela—. ¿Qué piensa usted de todos estos spin-offs
y secuelas? ¿Todos estos Georgette Heyers y Lorna Warwicks?

Todo el grupo se dirigió a Warwick, en espera de su respuesta.


Katherine, también estaba dispuesta a escucharlo.

—Bueno, yo... eh... Creo que hay espacio en las estanterías para todo
tipo de libros —dijo—. Como dijo Katherine, Austen piensa que la novela
es un gran invento, y ¿quiénes somos nosotros para discutirlo?

Algunas personas asintieron pero la señora Soames no parecía muy


convencida.

—¿Qué piensa usted, entonces? —preguntó Dame Pamela, pues la


señora Soames estaba sacudiendo la cabeza con vehemencia.

Katherine suspiró. A algunas personas nunca se les debe pedir su


opinión, porque ellos se aseguraban en extenderse.

—No creo que tuviera en mente todas las novelas de Austen cuando
dijo eso —dijo la señora Soames. —Su cara rígida, con irritación—. Hay
novelas y hay novelas.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Carla.

—Quiero decir que algunos no valen el papel en que están impresos.


Son baratos, de mala calidad, basura —dijo—, sus palabras apuñalando el
aire como un cuchillo.

Warwick se aclaró la garganta.

—¿Usted no está de acuerdo? —dijo Dame Pamela, obviamente, viendo


lo incómodo que estaba.

—No, no lo creo, dijo.


Todo el mundo esperó, esperando que dijera algo más, pero no lo hizo.

—¿Así que usted no lee algo distinto de Jane Austen? —Carla dijo a la
señora Soames.

La Señora Soames le lanzó una mirada asesina.

—¿Y qué hay de malo en eso?

Hubo unas cuantas risitas en el grupo.

—¡Pero eso es tan aburrido! —dijo Carla, agitando su pelo rubio


vainilla.

—No es aburrido —dijo la señora Soames—. Sólo soy un lector


especializado. No me gusta nada otra cosa.

—Muy bien —dijo Dame Pamela, aplaudiendo junto con una


sorprendentemente voz fuerte—. ¿Los otros libros o escenas favoritas?

Algunas otras personas divulgaron sus momentos favoritos que


incluyen las travesuras de Emma con su bota al intentar hacer coincidir al
señor Elton y Harriet, Catherine con el descubrimiento de la larga lista de
“Northanger Abbey”, y la carta de Wentworth en “Persuasión”.

—Pero él no es el más romántico de los héroes, ¿verdad? —dijo


Roberta—. Quiero decir, él es maravilloso pero no es un trocito de Mr.
Darcy.

—¿Colin Firth, quieres decir? —dijo Carla. Ella parecía tener el don de
llevar a todos a la conversación de Orgullo y prejuicio—. Creo que tiene
que ser el Mr. Darcy definitivo, no sé, ¿verdad?

—Especialmente cuando se sumerge en el lago —dijo Roberta con una


sonrisa que divide la cara en dos.

La Señora Soames se removió inquieta en su silla.

—¿Cómo es que todas las conversaciones sobre Jane Austen se vuelven


inevitablemente a Colin Firth en una camisa mojada?

La sala se llenó de risas y susurros acerca de la famosa escena.

La Señora Soames, al parecer, era la única que se quejaba.


Capitulo 18
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por sttefanye

Robyn estaba en su habitación para vestirse para la cena y temiendo la


llegada inminente de Jace. Simplemente no era conveniente. Había cena y
luego estaba el tan esperado momento para hacer preguntas en la noche.
¿Cómo es que Jace estaba destinado a encajar en una línea tan arriba?

Pensó en llamarle para pedirle que no viniera, pero ella sabía que
estaría desperdiciando su tiempo. No, pensó, que era mejor seguir adelante
con la noche lo mejor que podía y deshacerse de Jace tan pronto como le
fuera posible, durante el tiempo que hiciera su aparición.

Ella eligió uno de sus vestidos favoritos de un naranja quemado por el


sol. Le recordaba a una puesta del sol, y le gustaba la forma en que
pasaba rozando su cuerpo sin aferrarse demasiado.

Estaba enhebrado de plata y capturaba la luz. Lanzando una larga


bufanda alrededor de sus hombros en caso de que la noche se enfriara,
ella miró su reflejo. Su cara tenía un poco más de color de lo habitual.
¿Había cogido sol o seguía sonrojada de su anterior encuentro en la
piscina?

—Deja de pensar en él —dijo a su reflejo.

—¿Por qué? —dijo una vocecita en su interior—. Te gusta pensar en él.


Te hace feliz.

—¡Me confunde!

—¿Que es confuso al respecto? Él es un hombre guapo y estás sola,


¿verdad? O pronto lo estarás. Eso es lo que estás pensando, ¿no es así?
Vas a terminar con Jace, ¿por qué sentirte culpable mirando el próximo
hombre?

—No lo estoy mirando.

—¡Oh, basura! Vi cómo lo mirabas, con los ojos y muy atenta.

—¡No estaba!
—Estábamos también.

Robyn negó con la cabeza.

—¡Esto es ridículo! ¿No puedo tener una conversación educada con un


hombre, sin levantar sospechas? Esto no quiere decir que me apetece.

—Pero lo hace, ¿no?

Robyn se quedó mirando fijamente reflexionando, los ojos muy abiertos


y preguntándose.

—No sé cómo me hace sentir —susurró, pero cuando esas palabras


salieron de su boca, las imágenes de Dan se desvanecieron a través de su
mente. Su sonrisa. Sus ojos. Su cuerpo. No podía excluirlos.

—¿Sabes cómo te siente? Lo haces —dijo la pequeña voz y Robyn


suspiró. Tal vez eso es lo que le molestaba, la idea de que ella creía un
poco en el amor.

—No voy a saltar de una relación a otra —dijo a su reflejo.

—¿Por qué no? ¡Es perfecto!

—¿Cómo sabes eso?

—No tienes más que mirarle para saber eso.

—Eso es tan superficial —dijo Robyn.

—Pero has hablado con él y tienes que estar de acuerdo que es


bastante increíble, ¿verdad? Él adora a los animales, lo has visto con los
caballos y los perros. Incluso mostró interés en Orgullo y prejuicio. ¿Qué
más se puede pedir?

Robyn suspiró. Esto era horrible. Siempre rehuyó meterse en horribles


situaciones, y allí estaba, justo en el medio de una, y todo era por su
propia culpa.

***
Katherine había estado ansiosa por Warwick desde la discusión en
grupo. Se apresuró a salir de la sala antes de que tuviera la oportunidad
de hablar con él, parecía un extraño comportamiento porque se habían
estado llevando tan bien, y ella imaginó que se quedarían juntos un tiempo
más largo en la biblioteca, después de que el grupo se dispersara.

Bueno, no había nada tan extraño como los hombres, pensó mientras
se cepillaba el pelo y se cambiaba a un vestido del color de rosa rubor. Lo
había comprado para su primera cita con David. Lo levantó, le prendió una
rosa roja, y se alejó del restaurante, a una hermosa salida lejos de los
Cotswolds con vistas a la campiña. Katherine pensó que lo había
estropeado, pero mirando hacia atrás, se dio cuenta de que era probable
que sólo estuviera escondido. Él no hubiera querido arriesgarse a ser visto
en un restaurante de Oxford.

—Bastardo —dijo mientras se alisó el vestido. Ella no lo había usado


desde entonces, pero no había sido capaz de desprenderse de él. Ella bien
podría odiar a David, pero no podía odiar el vestido.

Era demasiado bonito para ser rechazado debido a su mala fortuna de


haber sido usado en compañía de un idiota.

Salió de su habitación y bajó las escaleras para la cena y vio a Warwick


a los pies de las escaleras. ¿Estaba esperando por ella? Se preguntó.
Levantó la vista mientras caminaba hacia él.

—Hola —dijo.

—Has desaparecido —dijo con el ceño fruncido.

—Lo siento. Tuve que hacer una llamada telefónica.

—Oh —dijo Katherine. Tenía la sensación de que no estaba diciendo la


verdad—. Me temo que las damas pueden sentir un poco atemorizantes
cuando empezamos a hablar de los héroes —dijo—. ¿Fue horrible?

—No —dijo Warwick—. Un poco atemorizante, pero sobre todo


agradable.

—Te fuiste tan de repente al final —dijo—. No supe que pasó.

Él le sonrió.

—¿Vamos a ir a cenar?
Ella asintió, pero no quería dejar caer el tema.

—Debe de ser raro ser uno de los pocos hombres aquí —dijo—. ¿Te
pone incómodo?

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Bueno, no te inmiscuiste precisamente mucho en la discusión.

—Tú tampoco.

—Dije más que tú —dije.

Katherine, se dio cuenta de que estaban empezando a sonar como un


viejo matrimonio.

—Pero me di cuenta de que no te quedaste para Lorna Warwick.

—Ah —dijo Katherine—. Sé que no lo hice, y me siento como una


traidora, pero tengo que poner mi gran reputación como médico de la
literatura primero. Sólo tú sabes los verdaderos sentimientos que albergo
por el trabajo de Lorna Warwick.

Ella le guiñó un ojo.

Él le devolvió la sonrisa, y todo parecía estar bien de nuevo.

A medida que fueron entrando en el comedor, Katherine vio a Robyn.

—Oye, Robyn —llamó Katherine.

Robyn se detuvo y se dio la vuelta.

—¿Estás bien? —preguntó Katherine mientras se acercaba—. Pareces


un poco roja.

—Oh, estoy bien —dijo Robyn, conscientemente tocó su cara con el


dorso de la mano.

—Es sólo que... eh... caliente.

—Te echamos de menos en el grupo de discusión.

—Me decidí a dar un paseo.

Katherine asintió y de repente recordó sus modales.


—Este es Warwick —dijo—. Warwick, mi amiga, Robyn.

Los dos se dieron la mano.

—¿El grupo va bien? —preguntó Robyn.

—¡Fue genial! —dijo Katherine, diciéndole a Robyn sobre la gran fila


que había sobrevenido—. Pobre Warwick aquí está muy avergonzado por
todo. Me temo que es lo mismo cuando un grupo de mujeres se reúnen y
se menciona al señor Darcy.

Robyn sonrió.

—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó Katherine de nuevo,


notando que su amiga se estaba sintiendo claramente incómoda.

—Sí —dijo ella, pero luego suspiró—. Bueno, no.

—¿Qué tienes de malo? ¿Es tu amigo?

Robyn asintió.

—Me temo que amenaza con pasar otra vez.

—Oh, querida —dijo Katherine—. ¿Puedes ignorar el teléfono y esperar


lo mejor?

—¿Viste lo que pasó la última vez que traté de hacer eso?

—Ah, sí. Bueno, tal vez nos entretenga a todos nosotros esta noche —
dijo, haciendo un intento de humor.

—Eso es exactamente lo que me da miedo —dijo Robyn.

Warwick se dio cuenta de que no había respondido bien en la discusión


de grupo. De hecho, su comportamiento podría haberle dado por
finalizado, pero quien se hubiera sospechado que la discusión sobre los
libros de Jane Austen se convertiría en un ataque personal contra él.

Nunca lo había experimentado antes. Como escritor con una identidad


oculta, nunca se puso en el mundo como Lorna Warwick y es por lo que
nunca se había enfrentado a ese tipo de crítica antes. Había tenido malas
críticas, por supuesto, cada escritor tenía que aprender a tomar el mal con
el bien. Pero la señora Soames había sido todo un nuevo nivel de crítica.
Sus palabras habían sido crueles y cristalinas. Había sido una experiencia
aterradora, y Warwick no se había atrevido a defenderse por miedo a ser
descubierto, había escapado. Era la única opción que pensaba segura.

Pero Katherine había sospechado definitivamente algo. Él estaba


seguro de que no sospechaba algo cercano a la verdad, pero ella todavía
parecía un poco de mal humor con él.

Tendría que seducirla de nuevo.

—Sabes, hubo algunos puntos interesantes realizados en ese grupo hoy


—empezó a decir.

—¿Ah, sí?

—Sí —dijo—. Cada uno tiene su propia idea de lo que hace a la novela
perfecta y al héroe perfecto.

Katherine asintió.

—Me pregunto de qué se trata una cierta novela que cumple los
requisitos para un lector. Quiero decir, para mí, una historia puede tener
la trama más fascinante del mundo, pero si la voz del narrador es
aburrida, entonces el argumento no cuenta para nada. Para mí, el encanto
del autor es todo.

—¡Oh, Dios mío! —dijo Katherine—. Eso es exactamente lo que siempre


he pensado.

—¿En serio? —dijo Warwick, recordando la frase que Katherine había


utilizado en una de sus cartas. Se estaba arriesgando al citarla, pero era
poco probable que lo recordase exactamente y parecía estar trabajando
porque ella asentía, sonriendo como si hubiera dicho la cosa más profunda
e inteligente en todo el mundo.

—Si el idioma elegido para contar las historias no me engancha,


entonces realmente no me importa lo que sucede en términos de trama o
los personajes —dijo.

—No son más que historias, ¿no? —dijo Warwick—. Historias que nadie
podía decir con ninguna habilidad o el encanto de ellos, ¿y quién querría
molestarse con estas historias?

—Eso es exactamente lo que siento —dijo Katherine, ruidosamente dejó


los cubiertos en su plato y dio a Warwick toda su atención, le gustaba
mucho el idioma inglés, especialmente, es una herramienta tan poderosa y
demasiados escritores abusan de él mediante el uso de palabras suaves y
clichés terribles.

—Y eso es parte del encanto de Austen, ¿no es así? Su calidez y su


ingenio podían llevar a través de cualquier historia —dijo Warwick,
realmente conectaba ahora. Estaba disfrutando inmensamente,
presionando todos los botones de Katherine y verla volar con alegría.

—Bueno, es ciertamente una casualidad que ella todavía está siendo


leída doscientos años después de publicar su primer libro —dijo Katherine,
con el rostro radiante cuando habló de su tema favorito—. Pocos autores
pueden esperar tanto éxito.

—En efecto —dijo Warwick, aclarándose la garganta—. Supongo que


debe ser el sueño de todo autor.

—A menudo me pregunto cuál era el sueño de Jane cuando escribió


sus libros —dijo Katherine—. ¿Ella sabía que iban a tocar a tanta gente y
serían leídos cientos de años después de que se había puesto su pluma
por última vez?

—Es lo que pienso —dijo Warwick, tratando de recordar la carta que en


la que estaba pensando. ¿Cómo había dicho Katherine?—. Creo que ella
escribió las historias que significaban algo más para ella. Creo que eso es
lo que hace que todo buen escritor y que la pasión que sienten se
comunique a todos los lectores, independientemente de la edad o la raza o
el siglo que hayan nacido. Es atemporal.

Warwick miró con asombro como la hermosa boca de Katherine se


quedó boquiabierta. Sus ojos oscuros brillaban con la animación. ¡Fue
glorioso!

—Es increíble —dijo—. Eso es exactamente lo que siempre he pensado.

Warwick asintió e hizo todo lo posible para mirar indiferente a todo el


asunto. Ella estaba pendiente de cada palabra y estaba disfrutando
inmensamente.

—Ya sabes —dijo él—, es maravilloso hablar contigo acerca de los


libros. Siento que tenemos una conexión.

Katherine sonrió con dulzura, pero no dijo nada. Ya era hora de llevar
las cosas aún más lejos, pensó Warwick.
—Siento realmente que puedo hablar contigo y, debo decir, que es una
experiencia nueva para mí.

Él sacudió la cabeza con aire pensativo.

—He tenido un pasado un poco desastroso con las mujeres, tengo


miedo. Me han decepcionado mucho.

Hizo una pausa, preguntándose si había exagerado.

—Yo también —dijo ella en voz baja.

—¿En serio? —dijo.

Ella asintió.

—Me temo que sí —suspiró.

—Entonces me disculpo en nombre de mi sexo. Sólo espero que no


hayas renunciado a todos nosotros.

Ella lo miró.

—Es gracioso que digas eso. Le estaba diciendo a mi amiga, que no le


iba a dar a los hombres una oportunidad. Creo que es más seguro
atenerse a la ficción. Los hombres a veces. Pero me aconsejaron en contra
de esto.

—Entonces tienes una amiga muy sensata —dijo Warwick con una
sonrisa. Era justo lo que él quería oír.

Fue poco después, cuando Robyn había terminado su plato principal,


su teléfono vibró en su bolso.

—¡Oh! —Doris Norris, que estaba sentada a la derecha de Robyn,


exclamó en voz alta mientras el pequeño bolso bailaba sobre su pie.

—Lo siento —dijo Robyn.

—¿Es que es tu vibrador? —preguntó Doris, y toda la mesa quedó en


silencio por un momento, mirando todos a Robyn—. ¿El teléfono vibrador?
—añadió con una sonrisa inocente.

—Vibra —dijo Robyn, con las mejillas encendidas de nuevo.


Probablemente era mejor dejar el cuarto, pensó, empujando su silla de la
mesa y hacer una rápida retirada. El postre tendría que ser sacrificado.
Ella salió del comedor y se dirigió al pasillo. No tuvo que revisar su
teléfono porque podía ver el coche de Jace desde la ventana, estacionado
en un ángulo peculiar en medio de la calzada, sin pensar en la estética o la
etiqueta. Ella lo observó desde la seguridad de la sala por un momento. Él
estaba golpeando el volante con una mano ansiosa. No parecía feliz.

Robyn respiró hondo y abrió la puerta, caminando por las escaleras y


crujió por la grava antes de llamar a su ventana.

—¡Jesús! —gritó, bajando la ventana—. Me has dado un susto de


muerte.

—¿Me quieres ver o no? —dijo Robyn.

—¡Por supuesto que quiero verte! ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Porque no te ves muy feliz.

—No estoy muy feliz —dijo—. Entra en el coche, Robyn.

—No voy a dejar Purley.

—Solo metete en el coche. Quiero hablar contigo sin el mundo entero


mirando —dijo, asintiendo a su espejo retrovisor.

Robyn se volvió para ver lo que había visto, y gimió cuando vio a la
media docena de caras mirándola desde el comedor.

De mala gana, porque ella no tenía ganas de compartir un pequeño


espacio con Jace, se metió en el coche.

—¿Qué es?

Jace se volvió en su asiento y miró. Su rostro estaba pálido como si


hubiera tenido una discusión con el sol y se negara a verlo nunca más.
Tenía el pelo desordenado y parecía que no había visto un peine en
muchas semanas.

—He estado pensando —dijo—. No hay nada que hacer aquí.


Hertfordshire es aburrido.

—Hampshire —dijo Robyn—. Estamos en Hampshire.

—Bueno, Hampshire es aburrido.

Robyn frunció el ceño.


—¿Qué has estado haciendo?

—No sé —dijo él con uno de sus encogimientos de hombros—. Dando


vueltas, sobre todo. Hablando con el barman.

—¡Oh, Jace!

—¿Qué? No hay mucho que ver por aquí.

—¿Cómo? ¿Por qué no te vas a Chawton? Vamos para allá mañana.

—¿Que hay en Chawton?

—La casa de Jane Austen.

—¿Qué quieres ver en una vieja casa de campo?

—Porque es bonito e interesante y fue el hogar de uno de los más


famosos escritores del mundo —dijo Robyn, pero podía decir que ella no
estaba teniendo una buena impresión.

—Bueno, ¿qué hay de Winchester? Puedes ir de compras.

—¿Por mi cuenta?

—¿Por qué no?

—Porque es aburrido —dijo, sonando muy parecido a un niño


lloriqueando.

—¿Por qué no vienes conmigo?

—¿Qué?

—Ven conmigo a Winchester mañana. Vamos a alojarnos en el B y B,


conmigo.

—Jace, no puedo.

—¿Por qué no?

—¿Por qué no? Porque me estoy divirtiendo aquí. He estado ahorrando


y con ganas de este fin de semana durante todo el año. Sabes que tengo
que hacerlo. No estoy a punto de salir y permanecer en algún hotel B y B
cuando tengo un gran ambiente aquí en Purley.

—Bueno, déjame quedarme aquí contigo.


Robyn suspiró.

—Sabes que no puedo.

—¿No te aburres? —preguntó, rascándose el pelo desordenado.

—No.

Jace chasqueó la lengua.

—Sólo quiero estar con mi chica. —Se inclinó sobre ella y tomó su
mano.

—Pero nunca hablamos cuando estamos juntos —dijo Robyn y tragó


saliva. Ella no había querido decir algo que les enfrentase. No esa noche.
No en el medio de su fin de semana de Jane Austen.

—¿Qué quieres decir?

—Nada —dijo ella rápidamente.

—No, Robyn. Querías decir algo con eso. No estoy borracho. ¿Qué
quieres decir?

—Jace, tengo que volver.

No iba a dejar la mano.

—Sé lo que estás pensando —dijo—. No soy suficientemente bueno


para ti, ¿verdad? No soy inteligente como todos aquellas personas de allí
que leen todos los libros y saben que cuchillos y tenedores usar para
comer sopa.

Robyn no trató de reír, estaba siendo muy serio.

—Siempre he pensado que, no eres tú. Y tienes razón. Sé que no soy lo


suficientemente bueno para ti. Pero estaba seguro. Cuando me
necesitabas. Era lo suficientemente bueno para ti, entonces cuando no
había nadie más, ¿no era yo?

—Jace, no lo hagas —Apartó la mano de él—. No hables de eso. Ahora


no.

—Uno nunca quiere hablar de ello.


Robyn permaneció inmóvil por un momento. Esto era horrible. Estaba
poniendo todo tipo de malos recuerdos en la cabeza y no quería ir allí. Este
era su especial fin de semana, lejos de todo eso.

Era un tiempo de escapar a los mundos seguros y bellos de Elizabeth y


Darcy y Elinor y Edward. No quería que fuera sobre Robyn y Jace.

—Mira —dijo al fin—. Tengo que estar de vuelta para el concurso. Es


uno de los aspectos más destacados del fin de semana.

Él la miró por un momento y ella no sabía si iba a dejar que se fuera


sin una pelea o si se iba a poner en marcha otra vez.

—Está bien, está bien —dijo después de un silencio prolongado—. Sé


cuándo no me quieren.

—Pero, ¿no? —preguntó Robyn—. ¿De verdad?

Ella se bajó del coche y Jace lo hizo también. Fue un momento terrible,
porque en la parte delantera del césped, saliendo de las sombras
alargadas, estaban Dan que traía una yegua gris con Moby y Biscuit
detrás. Robyn miró y parecía que todo estaba sucediendo en cámara lenta
cuando Dan levantó una mano y la agitó hacia ella, con una sonrisa que le
iluminaba el bronceado de la cara.

—¿Quién demonios es? —exigió Jace.

—Dan.

—¿Dan?

—Él trabaja aquí.

—Es ese maldito caballero, ¿no es así? El que casi se estrelló con mi
coche.

Robyn entornó los ojos.

—Buenas noches, Jace —dijo y caminó lo más rápido que podía para
volver a la sala antes de que pudiera pensar en besarla—. Adiós.
Capitulo 19
Traducido y corregido por katiliz94

El concurso de Jane Austen de la noche siempre era entretenido y tan


pronto como la cena terminó y los postres habían sido consumidos y los
cafés bebidos, todos se dirigieron a la biblioteca, donde las sillas habían
sido situadas alrededor de pequeñas mesas.

—¡Grupos de tres! —gritó Dame Pamela sobre el entusiasmo—. Grupos


de tres.

Katherine y Warwick se miraron el uno al otro con desesperación.

—¿Dónde diablos puede estar Robyn? —preguntó Katherine, con las


manos sobre las caderas como si estuviese buscando a una estudiante
traviesa en lugar de a su nueva amiga.

—Creo que ha sido abducida por ese enfermo novio suyo —dijo
Warwick.

—No digas eso —dijo Katherine—. Estoy segura de que él es capaz de


tal cosa.

La imagen de la Señora Soames apareció en la entrada de la biblioteca y


observaron, con no disimulado horror, como ella hacía su camino a través
de la habitación hacia ellos.

—¡Oh, no! —dijo Katherine a Warwick.

—¡Qué el Señor nos ampare! —dijo Warwick.

—Tenemos que encontrar otro compañero. ¡Rápido!

Era demasiado tarde.

—Ah, ahí está, Doctora Roberts —dijo la Señora Soames—. Pensé que se
había aproximado a mí para que ahora formásemos un equipo.

Psíquicamente Katherine palideció ante la audacia de la mujer.


—Mi equipo siempre lo hace bien en el concurso —continuó ella,
maniobrando su busto con toda la amenaza de un vehículo de la armada.

Katherine miró hacia Warwick como si él fuera capaz de encontrar una


forma de salir de su situación, pero con un maravilloso sentido de
intimidación, vio su salvación.

—¡Robyn! —Gritó a través de la habitación, saludando locamente para


captar su atención antes de que fuese atrapada por alguien más—.
Terriblemente lo siento, Señora Soames, pero ya tenemos un equipo.

La Señora Soames giró alrededor para ver la figura de Robyn


aproximándose.

—¿Ese desliz de una cosa? —dijo con disgusto—. Posiblemente no puede


saber tanto como yo.

—Pero es nuestra amiga —dijo Katherine puntualmente.

La boca de la Señora Soames se frunció como el culo de un cerdo. Giró


tan rápido como su enorme pecho le permitió y se alejó en busca de
alguien más a quien hostigar.

—Hombre, estoy contenta de verte —dijo Katherine, apretando el brazo


de Robyn—. ¿Dónde estabas?

—Intentando deshacerme de Jace —dijo ella.

—¿Todo está bien?

Robyn suspiró.

—Por el momento.

—Bueno, nos acabas de salvar de la temida Señora Soames —dijo


Warwick.

Katherine asintió.

—Hay una frase de Mansfield Park que siempre recuerdo en presencia


de la Señora Soames. “Debemos prepararnos por la gran ignorancia,
algunas mediocridades de opiniones, y gran preocupante vulgaridad de
maneras.”

Todos se echaron a reír.


—Chicas —dijo Warwick— mejor tendríamos que encontrar una mesa
antes de que el concurso comience.

Robyn parecía un poco incomoda.

—¿Estáis seguros de que me queréis en vuestro equipo? ¡Probablemente


sabréis mucho más que yo!

—¡Tonterías! —dijo Katherine.

—Eres tan admiradora como lo somos nosotros —dijo Warwick,


conduciéndoles a una mesa junto a la ventana en el extremo de la
biblioteca—. Y es por mi experiencia que los admiradores de lejos saben
más que los profesionales.

—¿Cuál es tu profesión? —Le preguntó Robyn.

—Es anticuario —dijo Katherine.

—Entonces de lejos sabes más que yo —dijo Robyn.

—¡Tomad asiento! —Llamó Dame Pamela a través del mar de cabezas—.


Debería haber bolígrafos y papel en cada mesa.

—Cielos, estoy muy nerviosa —dijo Katherine.

—¿Estas nerviosa? —dijo Robyn.

—Permitidme contaros un secreto —dijo Katherine, y las tres cabezas se


inclinaron para acercarse más—. Puedo ser profesora, pero siempre me
pongo nerviosa antes de cada lectura en solitario… en cada seminario.
Nunca resulta más fácil.

La boca de Robyn se abrió.

—¿En serio?

—En serio —dijo Katherine.

Dame Pamela, quien estaba permaneciendo bajo un enorme retrato de sí


misma en una de las pocas paredes en la biblioteca que no estaba cubierta
con libros, sostuvo las manos en alto por silencio el cual vino
instantáneamente.

—Ah, el poder de una dama —susurró Warwick.


Dame Pamela sonrió con una sonrisa alrededor del cuarto cuando dejo
la extensión de la pregunta revolotear entre sus manos.

—Probablemente esta es mi parte favorita de la conferencia del fin de


semana —dijo— pero estoy segura de que hablaremos sobre el viaje a
Chawton mañana y el baile el día después de ese. Hay algo muy especial
en nuestros concursos, sin embargo, y solo para abrir nuestro apetito, el
premio de esta noche es una colección especial de las novelas de Jane
Austen para cada miembro del equipo. —Sostuvo en alto una de las
hermosas colecciones en cajas de libros blancos y dorados. Había señales
de apreciación y las personas cogieron los bolígrafos con anticipación— Y
una firma y una foto enmarcada de mí en el papel de Lady Catherine de
Bourgh.

Warwick sonrió a Katherine.

—Los da cada año —susurró Katherine. —Creo que tenía demasiados


impresos.

—Bueno comenzaremos con algunas preguntas fáciles para caldearos —


dijo Dame Pamela.

—Tú serás la que escriba, Robyn —dijo Katherine empujando el pedazo


de papel hacia ella, junto con el bolígrafo.

—¿Dónde nació Jane Austen? —preguntó Dame Pamela.

Robyn sonrió.

—¡Se esa!

—Continua, entonces —dijo Katherine—. Escribe.

—Steventon… aquí en Hampshire —susurró, y Katherine y Warwick


asintieron en acuerdo.

—Pregunta número dos —dijo Dame Pamela—. Todavía fácil y


agradable. ¿Cuántos hermanos y hermanas tuvo?

—Una hermana —susurró Robyn.

—Sabía que serias buena en esto —dijo Katherine con una sonrisa.

—Pero no estoy segura de cuantos hermanos. ¿Había muchos, verdad?

Katherine asintió.
—Seis —susurró, y Robyn escribió la respuesta.

—Imagina compartir una casa con seis chicos —dijo Katherine,


sacudiendo la cabeza.

Las preguntas continuaron, progresando con más dificultad. Parecía que


las ediciones de coleccionista de las novelas de Jane Austen y la visión de
los autógrafos de Dame Pamela no iban a ser fáciles de ganar.

—Ahora para la siguiente sección —anunció Dame Pamela—. Es la cita


de nuestro concurso, donde nombrareis el nombre del hablante y la novela
a la que pertenece la cita. Comenzaremos con una agradable, una fácil.
“Es un hombre desagradable y horrible, para nada digno de agradar.
Demasiado alto y vanidoso que no hay que aguantarle.”

—¡El Señor Bennet! —cantó toda la habitación, y hubo un murmullo de


risas cuando los lápices garabatearon la respuesta.

—Dije que sería fácil —dijo Dame Pamela—. Solo para caldearos la
resistencia. Así que aquí está la segunda pregunta —dijo Dame Pamela—
. “La mitad del mundo no puede entender los placeres del otro.”

—¡Emma! —dijo Katherine sin dudar.

—¿De qué novela? —preguntó Warwick con una sonrisa.

Ella le hizo una mueca.

—Siguiente pregunta —dijo Dame Pamela—. “Es un gran alivio encontrar


que no es una pobre criatura indefensa, pero puede moverse por sí misma.”

—Esa es de Catherine en Northanger, ¿verdad? —inquirió Warwick.

—¿Pero quién dijo eso? —preguntó Robyn.

—Es su madre —dijo Katherine—. La Señora Morland.

Robyn escribió la respuesta.

—Y la última cita —anuncio Dame Pamela—. “¡Esta siempre es mi


suerte! Si hay algo desagradable con lo que continuar, los hombres siempre
se aseguran de escapar.”

—Oh —dijo Robyn—. ¿Es esa la Señora Bennet?

Katherine sacudió la cabeza.


—Demasiada astuta para la Señora Bennet. Creo que es la hermana de
Anne en Persuasión, la única que siempre está quejándose.

—¿Mary? Mary Musgrove —dijo Warwick.

—La mismísima —dijo Katherine, y una sonrisa pasó entre ellos que se
habían tranquilizado al efecto de desterrar la gran presencia de Robyn.

—Todos habéis sobrevivido a la ronda de citas, pero las preguntas ahora


van a volverse un poco más difíciles. Tenemos un bolso real mezclado en
esta sección para que seáis advertidos. En la anterior sección, deberíais
haber escrito el número de hermanos y hermanas que tenía Jane Austen.
Ahora debéis nombrarlos a todos.

—¡Oh, mierda! —dijo Robyn.

—No, no —dijo Katherine—. Podemos hacerlo. Ahí estaba Cassandra…


obviamente.

Robyn asintió.

—Y Edward, el único que fue adoptado por la familia Knight. ¿Quién


más había? Necesitamos cinco nombres más.

—¿Charles? —dijo Warwick.

—Sí y Frank -o Francias- y George —dijo Katherine.

—Y Henry y James —dijo Robyn—. Recuerdo eso porque es como el


nombre del escritor Americano.

—¡Los tenemos! —dijo Katherine—. Bien hecho, equipo.

—-Bien, ¿todos? —preguntó Dame Pamela después de un par de


minutos—. ¿Eso fue suficiente tiempo? Bien, siguiente pregunta. ¿Cuál era
el título original de Northanger Abbey?

—Ah —dijo Katherine—, era Susan.

Robyn garabateó la respuesta, esperando que fuera correcta. Quería


ganar esos libros.

—Ahora — continuó Dame Pamela—, esto pondrá a prueba hasta a la


Janeite más dedicada. En Orgullo y Prejuicio... —empezó.
—Pensé que dijo que sería difícil —fue escuchado decir a la Señora
Soames desde su lado de la mesa—. No hay nada difícil en Orgullo y
prejuicio. Una verdadera Janeite como yo lo sabe.

—Eso podríais pensar —dijo Dame Pamela—. En Orgullo y prejuicio, el


Señor Collins lee a las Señoritas Bennet después de la cena. ¿Cuál es el
nombre del libro que lee? Y hay un extra de dos puntos si podéis nombrar
al autor del libro.

El silencio recayó sobre la biblioteca. Incluso la Señora Soames parecía


perpleja.

—Ya os dije que era para los verdaderos Janeites —dijo Dame Pamela
con una plateada risa.

Katherine frunció el ceño hacia Warwick y él se lo frunció de regreso.

—Absolutamente no tengo ni idea —dijo Katherine— y pensé que


conocía el libro de dentro a afuera.

—Eso es lo que todos piensan —dijo Warwick—. ¿Robyn? ¿Alguna idea?

Robyn se mordió el labio y después sonrió antes de escribir algo en su


hoja de respuestas y pasársela a los dos.

Katherine leyó las palabras que había escrito.

—“Sermones de Jóvenes Mujeres por el Doctor Fordyce.” ¿En serio? —


dijo Katherine, impresionada— No tenía ni idea, y he leído esa novela
muchas veces.

—¿Cómo te acuerdas de eso? —preguntó Warwick.

Robyn dio una pequeña sonrisa.

—Lo leí en “Jane Austen para Ficticios” la semana pasada.


—Katherine y Warwick sonrieron.

—El libro de Fordyce fue terrible —continuó en un susurro Robyn,


menor para que otros equipos no escuchasen su respuesta—. Animaba a
las mujeres a ser sumisas y todo.

—¿Cómo que eso nunca es una buena cosa, quieres decir? —dijo
Warwick y recibió malas miradas tanto de Katherine como de Robyn.
Unas pocas preguntas más iban y venían y la mano de Robyn
escribiendo estaba empezando a doler, pero luchó por su equipo y por la
oportunidad de ganar esos libros.

—Y la pregunta final —anunció finalmente Dame Pamela—. Todos


conocemos la frase inicial de Orgullo y prejuicio, pero ¿cuál es la última
frase? Es una larga, lo sé, así que no esperamos que sea la palabra
perfecta, pero la persona que se acerque más obtendrá cinco puntos.

Había mucha contención de aliento por todo el cuarto.

—Para tí, Katherine —dijo Warwick.

—¡No me dejes! Voy a necesitar toda la ayuda que pueda conseguir, —


dijo—. Muy bien, se trata de los Jardines y de Derbyshire. ¡Recuerdo
mucho eso!

—Y como Darcy y Elizabeth se aman —brincó Robyn—. Escribiré eso.

—Y hay una frase encantadora sobre ellos uniéndolos —dijo Warwick.

—¿Cómo era? —preguntó Robyn, con el bolígrafo flotando


acaloradamente sobre el papel.

La boca de Warwick se convirtió en una firme línea de concentración.

—Algo sobre los Jardineros llevando a Elizabeth a Derbyshire y así


“uniéndoles.”

Cada uno se volvió para examinar la extraña frase que habían


improvisado.

—¿Esto se ve bien? —preguntó Warwick.

Katherine miró de nuevo.

—Parece como si pudiera bastar para llegar.

—Y este es el final del concurso —dijo Dame Pamela unos pocos


minutos más tarde—. Aseguraos de que tenéis el nombre de vuestro grupo
en la parte superior del papel antes de entregárselo a Higgins —dijo,
señalando al hombre de su mano derecha, que esa tarde, llevaba un
chaleco color mostaza con unos brillantes botones de oro jamás creados.

—¡No tenemos un nombre! —dijo Robyn.


—Tiene que ser Austensian —dijo Katherine.

—Por supuesto —dijo Warwick. —¿Qué tal la Patrulla de Orgullo y


Prejuicio?

—Eeew, eso es realmente extraño —dijo Robyn con una risita—. ¿Qué
hay de las chicas de Darcy?

Warwick se aclaró la garganta.

—Ah, sí lo siento.

—Queremos algo que sea divertido, pero que encapsule toda la


sensación de Austen —dijo Katherine.

Se sentaron pensativamente por un momento.

—Lo sé. ¿Qué hay de Bennets y Bonnets? —dijo Katherine con una
sonrisa.

Warwick sonrió y Robyn asintió mientras escribía el nombre


orgullosamente en mayúsculas en la parte superior de su hoja de
respuestas y después se lo tendió al mayordomo Higgins cuando él se dio
la vuelta.

—Bueno, eso es todo —dijo Robyn—. Nuestro destino está sellado. —


Podría haber estado hablando de sí misma, porque Katherine y Warwick
estaban mirándose el uno al otro como si nadie más en la sala existiese,
mucho menos Robyn.

Las copas de vino caliente estaban servidas junto a los más bonitos
chocolates cuando el equipo del concurso de Dame Pamela se puso a
trabajar y Robyn se sentó sorbiendo y mordisqueando, con los ojos
tratando de evitar los tortolitos ante ella.

Qué increíble era la biblioteca, pensó, mirando la gran altura de las


librerías alrededor de la habitación, con los ojos tomando todas las espinas
coloreadas. También parecían libros reales —libros que Dame Pamela
había comprado de forma individual y realmente leído— no libros que
había comprado solo por impresionar a los invitados, como algunos
propietarios de casas de campo hacían. ¡Cómo le encantaría a Robyn tener
esa habitación! En el presente, su pequeña terraza podía acomodar sólo
un par de estanterías de tamaño modesto, pero eran su orgullo y alegría,
llenas de libros que consideraba sus amigos. ¡Y cómo le encantaría añadir
las ediciones de coleccionista a su pequeña familia!

Por fin Dame Pamela asumió su posición de nuevo para leer los
resultados.

—En tercer lugar, con veintidós puntos, están las Chicas de Darcy.

Robyn se quedó sin aliento.

—¡Nos robaron ese nombre! —dijo, volviéndose y viendo que era la


pequeña pandilla de la Señora Soames.

—No estaría un poco sorprendida —dijo Katherine, segura de que la


Señora Soames probablemente había estado escuchando también algunas
de sus respuestas a las preguntas.

Hubo una ronda de aplausos cuando Dame Pamela señaló hacia la


Señora Soames y a su equipo para recoger las fotografías firmadas por sí
misma.

—En segundo lugar, con veintisiete puntos, están las Reinas de Purley
—dijo, y el grupo de miembros -Rose, Roberta y la querida Doris Norris- se
dirigieron a recoger sus propias fotografías firmadas—. Gran nombre de
grupo, señoras —dijo Dame Pamela, saludando a cada una de ellas con un
beso en el aire antes de tenderles sus fotografías firmadas.

—Y eso solo deja a los ganadores —dijo Dame Pamela.

Robyn miró a Katherine y respiró hondo.

—¡Con unos sorprendente treinta y cinco puntos, son los Bennets y


Bonnets!

Robyn gritó de alegría y prácticamente saltó de la silla. Katherine y


Warwick se pusieron de pie y todos se abrazaron los unos a los otros antes
de ir a recibir un polvoriento beso de Dame Pamela y recoger sus
fotografías firmadas y las ediciones de coleccionista de los seis libros de
Jane Austen.

—¡Son preciosas! —dijo Robyn con un suspiro de placer cuando le fue


entregado su premio—. Gracias.

—Eres totalmente bienvenida, querida —dijo Dame Pamela—. Eres una


verdadera Janeite.
Capitulo 20
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por katiliz94

Robyn estaba flotando de felicidad por haber sido parte del equipo
ganador del concurso y se llevó sus muy preciados libros nuevos a la
habitación. Al salir de la biblioteca, fue recibida con muchas felicitaciones
y muchos halagos sobre los hermosos libros blancos y dorados, e incluso
la observación de la presumida Señora Soames de que los libros eran
inferiores a un conjunto que había comprado hace poco y que Robyn no
podría tocar.

Llegando a la habitación, pensó en sus dos compañeros de equipo a los


que dejó abajo. Todos habían estado mezclándose y charlando después de
la prueba —aparte de Katherine y Warwick. Robyn no estaba segura de lo
que estaban hablando, pero parecía demasiado íntimo e intenso para que
una tercera persona se uniese.

Se acercó a la ventana y vio una gloriosa luna llena detrás del cedro,
echando enormes sombras sobre el césped delantero. Era como una
escena de un poema del siglo XIX, pensó Robyn, y sabía que tenía que
salir a la calle y ser parte de ella.

Al más puro estilo de Austen, cogió una manta caliente para envolver
alrededor de sus hombros y bajando por las escaleras, salió por la puerta
principal. Cuando rodeó el lado de la casa, sus zapatos blandos crujieron
ligeramente en la grava. Escuchó la charla y la risa de la biblioteca y vio la
escena a través de la ventana mientras pasaba. Eran Doris Norris, con el
rostro maravillosamente rojo del consumo de vino caliente, y el
mayordomo Higgins caminando alrededor de las mesas con una pequeña
bandeja de plata cargada aún de más chocolates. Y allí en su tranquilo
rincón de la sala, estaban Katherine y Warwick. Robyn los vio por un
momento. Era como una película muda, con el héroe y la heroína a punto
de divulgar algo muy importante.

—¿Dónde está el interruptor de volumen cuando lo necesito? —dijo


Robyn con frustración, pero realmente no necesitaba escuchar lo que
estaban diciendo. Lo podía ver en los ojos de Warwick y en la forma que
sostenía la mano de Katherine.
Se dio la vuelta, sintiendo que no debería estar mirando más, que se
había extraviado en algún lugar en el que no debería estar. Tomando una
profunda bocanada de aire de la templada noche y abrazando el chal sobre
sí misma, tomó el camino bajo el gran cedro, pasando por la piscina que se
había tapado ya después de que Dan hubiese nadado. ¿No sería
maravilloso tomar un baño a medianoche? pensó. Pero entonces su mente
se desvió hacia lugares donde no debía, y pensó que era mejor irse tan
lejos de la piscina como fuese posible.

Entró en el jardín, los zapatos se hundieron suavemente en la hierba.


Ahora la casa estaba detrás de sí, y se volvió para mirarla. La mayoría de
las ventanas brillaban con la luz, y parecía estar sonriendo como si fuera
feliz de estar llena de gente.

Caminó por el jardín, encontró un banco para sentarse y levantó la


mirada hacia la gran luna, permitiendo que sus ojos se adaptasen hasta
que pudo ver el cielo despejado, profundo, lleno de estrellas. Viviendo en
Yorkshire estaba acostumbrada a ver los cielos no adulterados por la luz,
la contaminación. Esto era una de las alegrías de la vida rural, pero ante la
visión nunca dejaba de salir de su asombro.

Se preguntaba si estaba mirando las mismas estrellas que Jane Austen


alguna vez había examinado, cuando oyó una voz.

—Hola —dijo una voz baja en alguna parte de la gran cobertura.

Robyn se incorporó bruscamente, como si hubiera sido tomada por


sorpresa.

—¿Dan?

Él salió de las sombras y la luz de la luna le iluminó, emitiendo la altura


de su sombra por el césped mientras caminaba hacia ella.

—Pensé que te encontraría en el jardín esta noche —dijo él.

Ella lo miró, la curiosidad en sus ojos.

—¿Lo hiciste?

Él asintió.

—Tenía la sensación de que te gustarían las noches iluminadas por la


luna.
—¿Quieres decir que pensabas que sería una antigua tonta romántica?

Él hizo un gesto hacia el banco y cuando ella asintió se sentó a su lado.

—La luz de la luna fue muy importante en la época de Jane Austen —


dijo—. Organizaban eventos, como bailes para cuando la luna estaba en su
máximo esplendor, ya que ayudaba a viajar por la noche. No creo que sus
caminos fueran muy buenos.

—No hay autopistas iluminadas por las luces —dijo Dan.

—Exacto —dijo Robyn—, imagina lo que debe haber sido.

—Voy a menudo a caballo bajo la luna —dijo Dan.

—¿En serio?

Él asintió.

—¿Pero no esta noche?

—No. Pensé que te extrañaría si me fuera.

Ella lo miró, sorprendida por su admisión. ¿Qué quería decir? No lo dijo


y ahora parecía estar pensando en otra cosa.

—Pammy ama estos acontecimientos —dijo— ama la casa llena de


invitados. Es para lo que estos lugares fueron construidos de verdad.
Aunque también le encanta estar sola, pero no todo el tiempo. Es una
persona muy sociable y no puede soportar estar sola por mucho tiempo.

—Sin duda es maravilloso ser un invitado —dijo Robyn—siento como si


hubiera retrocedido en el tiempo. Como si pudiera haber llegado aquí
transportada por la luz de la luna.

Se sentaron por unos momentos, ambos mirando al otro lado del césped
plateado hacia la lago.

—¿Cómo te va con Orgullo y prejuicio? —se atrevió a preguntar Robyn.

Dan sonrió.

—No lo has leído, ¿verdad? —dijo ella.

—¡Si lo hice! —dijo—. Solo que no del todo.

—Y tampoco lo harás, ¿verdad?


Él pareció ofendido.

—¿Qué te hace pensar eso? ¿Por qué soy un hombre?

—Sí —dijo Robyn.

—Eso, señorita Love, es escandalosamente sexista. Pero terriblemente


cierto, me temo.

Dan se rio y luego se volvió hacia ella, sus ojos se fijaron en los de ella.
Su rostro tenía una severa expresión que era un poco desconcertante.

—¿Qué? —dijo Robyn.

Los ojos de Dan se estrecharon mientras continuaba mirándola.

—Estaba preguntándome si tenías un par de ojos finos.

Los ojos de Robyn se abrieron con deleite.

—¡Esa es la frase que Darcy utiliza para describir los ojos de Elizabeth!
¡Has estado leyéndolo!

—Bueno, te dije que lo hice. No suenes tan sorprendida.

Se sentaron en silencio por un momento.

—Lo siento —dijo al fin.

—¿Por qué?

—No te creí —dijo—. Supongo que te estaba juzgando por, bueno, lo que
sé de los hombres.

—¿Y eso no es mucho?

Ella lo miró fijamente.

—¿Me estás insultando?

—¡No! —dijo rápidamente—. Estoy haciendo una observación, como la


que me tú me hiciste.

Ella sonrió.

—Supongo que es justo, entonces.

—Lo que quiero decir es… —se detuvo.


—¿Qué quieres decir?

Movió las piernas delante de él.

—Bueno, parece como si hubieras estado con este hombre desde hace
algún tiempo hasta ahora. ¿Estoy en lo cierto?

Robyn se ajustó el chal sobre los hombros.

—¿Cómo sabes eso?

Él se encogió de hombros.

—Sólo tu lenguaje corporal alrededor de los otros. Si no te importa que


lo diga, te ves como si te molestara, fuera de ti y lo has estado haciendo
desde hace algún tiempo.

Robyn se sorprendió por su audacia y lo miró con la boca abierta.

—Si no te importa que lo diga —repitió.

—¿Y qué si lo hago? —preguntó ella.

—Ahora es demasiado tarde —dijo él con una pequeña sonrisa—. Lo he


dicho. Yo y mi boca grande.

Robyn se sentó en el banco y puso mala cara.

—¿Por qué estás con él? —preguntó Dan.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque quiero saberlo —dijo simplemente—. No parece adecuado. No


pareces feliz.

—En realidad no es asunto tuyo —dijo.

—Tal vez no —dijo él—. Pero me preocupo por ti.

Ella lo miró. Estaba mirando en la distancia, y se quedó mirando su


perfil que parecía estar tallado en mármol en el claro de luna, tan
perfectamente formado. Ese hombre, ese apuesto extraño, se preocupaba
por ella.

—¿Por qué? —dijo, la palabra se le escapó antes de que tuviera tiempo


para comprobarlo.
Miró a su alrededor, y su rostro se llenó de sorpresa ante la pregunta.

—¿Por qué? Porque me gustas. Eres una romántica, como yo, y estás
tan enamorada de Purley como yo. No te importaría cubrirte de pelo de
perro, y te gusta el olor de los caballos tanto como a mí. Y me gusta hablar
contigo. Me gusta mucho estar contigo. Se siente... —hizo una pausa—. De
acuerdo. ¿Es una razón suficiente?

***

Tal vez fue la segunda copa de vino caliente que lo hizo, pero Katherine
no lo creía. Ella sabía lo que era. Era Warwick —puro y simple. Su
encanto, sus traviesos ojos, esa malvada sonrisa, y el hecho de que ella
parecía perfectamente adaptada a cada uno. Eran como Marianne y
Willoughby en los embriagadores primeros días.

Sí, pero mira lo que pasó con ellos, le dijo una pequeña voz.

No, no lo hagas, otra pequeña voz, dijo la voz que realmente quería
oír. Sólo tienes que disfrutar.

Los dos habían estado intercambiando risitas secretas durante lo que


pareció una eternidad. Primero miraba hacia arriba y llamaba su atención,
y al parecer casual, pero luego le hacía sostenerle la mirada por una
fracción más de lo necesario. Había mirado hacia otro lado, disfrutando de
la coqueta sensación nerviosa que estaba segura coloreaba su rostro.

No pasaría mucho tiempo antes de que levantase la vista de nuevo, y allí


estaría el futuro, derecho hacia ella. Katherine se sentía como una
adolescente de nuevo. Era la misma sensación embriagadora que provenía
de saber que la atracción que sentía por alguien se volvía el doble. Y no era
saber lo que iba a ocurrir a continuación, como un gran libro que te obliga
a pasar las páginas, lo que la mantenía en suspenso.

Cuando Warwick se inclinó sobre la mesa en la biblioteca y tomó su


mano entre las suyas, la piel de Katherine pareció arder. ¿Cuánto tiempo
había pasado desde que alguien la había tocado de esa forma? Era un
simple gesto, pero el mensaje que envió era irrefutable.

—Quiero llevarte arriba —dijo con una voz apenas audible en la charla
en torno a ellos, pero no tenía que haber dicho una sola palabra, porque
ella lo entendió perfectamente, y se levantaron para irse.
—¿No quieren unirse a nosotros, querida? —Les preguntó Doris Norris
mientras caminaban por su mesa—. Estamos haciendo un equipo para
jugar a las cartas, al igual que en la época de Jane Austen. No querrán
perderse esto, ¿verdad?

—Katherine tiene que acostarse —dijo Warwick a Doris en una voz firme
que iba a arroyar sin oposición.

—Oh, querida —dijo Doris—. ¿No se siente bien? Demasiado de ese vino
caliente, supongo. ¿No estaba delicioso?

Katherine casi se quedó sin aliento ante la mentira de Warwick y no


pudo salir de la habitación lo suficientemente rápido.

Una vez en las escaleras, Warwick tomó su mano entre las suyas y se
rieron en su camino a la cima, y luego las cosas se pusieron serias.

—No deberías haber dicho eso —dijo Katherine, fingiendo indignación.

—¿Por qué no? No querías quedarte y jugar a las cartas, ¿verdad?


Porque si es así podemos volver abajo.

Ella le sostuvo la mirada, y sus ojos eran oscuros e intensos.

—Me estás tomando el pelo —dijo ella.

—Nunca haría eso —dijo él, la más pequeña de las sonrisas jugando
alrededor de su boca—. Bueno, podría —agregó— En las circunstancias
adecuadas.

Sin soltar su mano, dejó que sus dedos hicieran un círculo en la


delicada piel de su palma hasta que se sintió bastante débil con el deseo, y
luego la llevó a su dormitorio, pescando la llave de su bolsillo y abrió la
puerta.

No había luces encendidas, pero no era necesario, porque las cortinas


estaban abiertas y luz de la luna se derramaba en la habitación,
proyectando su luz plateada mágica en la cama.

Warwick cerró la puerta detrás de ellos y dio un paso hacia ella.

—Eres tan hermosa —le susurró, acercándose y sosteniendo su cara


entre las manos.
La sentía caliente contra su piel, y ella cerró los ojos mientras se
inclinaba para besarla. Katherine se estremeció de placer ante el contacto
de sus labios.

—No podía apartar mis ojos de ti toda la noche —dijo, sus dedos
acariciando la piel de su cuello tan suave, antes de acariciar el pelo
oscuro—. Me has embrujado.

—Warwick —dijo ella, su nombre sonaba delicioso en su boca—. No


esperaba esto. Está sucediendo tan rápidamente.

—Ya lo sé —dijo él—. Lo sé.

—Este fin de semana, todo es tan-tan… —se esforzó por encontrar las
palabras adecuadas y fracasó.

Allí estaba ella, un médico de la literatura, y no podía expresarse.


Bueno, no con palabras, de todos modos, así que lo besó otra vez y dejó
que sus manos dieran la vuelta alrededor de sus hombros.

Se sentía fuerte y musculoso. ¿Era esto de la escalada en roca a lo que


había estado refiriéndose? Si era así, ella estaba muy agradecida por lo
que el Distrito de los Picos podía hacer por el cuerpo de un hombre. Sintió
que su pulso se aceleraba cuando lo tocó.

—¿Estás de acuerdo con esto? —susurró él—. Porque podemos retrasar


las cosas, si quieres. No tenemos que apresurar las cosas. Eres digna de
esperar, Katherine.

Katherine sonrió.

—No has tenido que esperar tanto tiempo por mí —dijo.

—He esperado toda mi vida por ti —dijo él.

Ella cerró los ojos ante sus palabras. No eran las más originales del
mundo, lo sabía, pero nadie las había dicho antes, por lo que sonaba como
la más exquisita poesía.

Sus labios se cernieron sobre los de ella, y sintió el calor de su aliento.


¿Quería disminuir las cosas? ¿Era eso lo que realmente quería? Se movió
una fracción de una pulgada hacia él y apretó sus labios contra los suyos.

—Estoy de acuerdo con esto —dijo.


—¿Y esto? —de repente Warwick estaba besando su cuello.

—Sí —jadeó—. Eso está bien también.

Estaba flotando, y fue la mejor sensación del mundo. Se atrevió a


pensar que incluso era mejor que un buen libro.

***

Robyn se levantó del banco y caminó a través de la hierba. La luz de la


luna parecía estar tirando de ella hacia el lago, y no trataba de luchar
contra ella.

—Lo siento si me apresuré—dijo Dan, después detrás de ella—. No estás


enfadada conmigo, ¿verdad?

—No, no estoy enfadad —dijo Robyn—. Se siente extraño.

—¿Qué quieres decir?

—Que me hayas estado observando, haciendo estas observaciones


acerca de mi vida.

—Si no te importa que lo diga, creo que la mayoría de la gente en esta


conferencia había estado haciendo observaciones sobre el desempeño de tu
amigo la otra noche.

Robyn suspiró y miró hacia adentro, el cielo oscuro.

—Probablemente tienes razón —dijo—. Es muy injusto. He venido aquí


para escapar de todo eso, pero no me deja.

—¿Quién no?

Volvió su atención lejos de los cielos y volvió a mirar la tierra igualmente


celestial a Dan.

—Jace —dijo—. Es todo un lío. Tienes razón.

—Lo siento —dijo él.


—Y he estado tratando de solucionar el problema. Realmente lo intento.
Excepto que sigo haciéndome un lío con las cosas. Es como una terrible
farsa. Cuanto más lo intento, peor se vuelve.

—¿Le has dicho cómo te sientes? —preguntó él.

—No con esas palabras, pero le he dado un buen número de consejos.

Dan negó con la cabeza.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Algunas personas no pueden tomar notas, y tu amigo me parece uno


de esos tipos. Vas a tener que ser más directa con él. Dile directamente
que no eres feliz.

Robyn miró al otro lado del lago. La luna se reflejaba perfectamente en


su superficie.

—No es fácil ser sincera.

—No —dijo Dan—, pero no parece muy fácil ser deshonesto o bueno, no
por lo que he visto.

Permanecieron en silencio por un momento y en la distancia, al otro


lado del campo, un búho ululó.

—¿Por qué las cosas se hacen tan complicadas? —preguntó Robyn.

—Porque se lo permitimos —dijo Dan—. Dejamos que las cosas se


salgan de control. Es muy fácil de hacer.

—¿Te ha ocurrido?

—Todo el tiempo. Está sucediendo ahora mismo.

Robyn lo miró fijamente.

—¿Qué quieres decir?

—Puedo sentir que las cosas se van a poner aún más complicadas —
dijo él con una voz apenas audible por encima de un susurro.

Robyn no tuvo la oportunidad de preguntarle qué quería decir otra vez


porque él se inclinó hacia ella y la besó, muy dulce y muy firme, en la
boca.
—Dios mío —dijo ella un momento después.

—¿Me he vuelto y he complicado aún más las cosas para ti?

Robyn asintió lentamente.

—Sí —dijo ella—. Creo que sí.


Capítulo 21
Traducido por Princesa de La Luna
Corregido por Katiliz94

Había dos montones de ropa tirada en el suelo de la habitación del


Templo, y los besos habían comenzado en serio. Katherine sintió que había
dejado a su viejo yo de nuevo en Oxford y que una nueva mujer
desinhibida estaba emergiendo, y se sentía maravillosa. Cuando Warwick
la besaba, se sentía como una pieza perfecta, como si los cielos hubiesen
desembarcado en sus labios y no quería que se detuviera nunca.

Al principio sus besos habían sido como una luz suave y plumas, el
tipo de besos que envían un hormigueo a todas partes a la vez. Pero las
cosas se hicieron más intensas, y Katherine y Warwick se arrancaron la
ropa cada uno, más rápido que si hubieran estado en el fuego.

Katherine había gemido cuando él echó un primer vistazo sobre ella, y


su corazón se aceleró ante la primera visión.

¿Qué haría Jane Austen ante todo esto? Tal vez no era el momento
adecuado para pensar en la querida Jane. Parecía casi un sacrilegio estar
haciendo este tipo de cosas en la Conferencia de Jane Austen. ¿No
deberían los dos adultos jugar abajo con las cartas y discutir si Jane y
Bingley estarían realmente abusando económicamente por cada paso del
comerciante y funcionario?

Katherine no quería pensar en los libros ahora, sin embargo, a menos


que fuera uno de las escenas de un libro de Lorna Warwick. Eso es lo que
esto le estaba recordando, a una escena maravillosamente abandonada a
la lujuria en una noche que podría pasar perfectamente por el verano,
donde los labios besaban con avidez y el corazón latía con fuerza detrás de
los vestidos de muselina fina.

***
Abajo por el lago, Robyn se sentía deslumbrada y aturdida y aunque no
era una sensación totalmente terrible, era una que no la había previsto.

—¿Qué estás pensando? —le preguntó Dan.

Robyn negó con la cabeza lentamente.

—No se me ocurre.

—¿No me he pasado de la raya? No he ido y arruinado las cosas,


¿verdad?

Robyn lo miró. Era alto, y un pensamiento gracioso se le ocurrió, a


pesar de que acababa de protestar, no era capaz de pensar. ¿Y si fueran a
pasar el resto de sus vidas basándose? Sin duda, eso le impondría una
lesión en la espalda o el cuello torcido de agacharse para besarla. Bueno,
ella no podía ser responsable de eso. Sería demasiado horrible.

—Eres demasiado alto, —dijo.

Él se echó a reír. ¡Qué cosa curiosa para decir!

Ella comenzó a caminar porque no confiaba en sí misma si seguía más


en pie. Si seguía de pie allí, delante de él, estaría segura de que lo besaría
otra vez, y no quería eso. Bueno, sí, pero no debería, ¿iba a hacerlo? No
sería correcto. ¡Oh, qué lío! No dejes de moverte. No mires fijamente.

Caminaron por la orilla del lago hasta llegar al puente de madera que
cruzaba la isla. Era demasiado tentador y antes de que pudiera pensar en
las consecuencias y las complicaciones, Robyn estaba caminando a través
de él hacia el templo redondo cuyas blancas columnas eran brillantes a la
luz de la luna. Había rosas que subían hasta el templo, pero era imposible
decir si eran de color rosa o blanco. Se olía el aire en la cálida noche.

—¿No son perfectos?, —dijo.

—Hubo una boda aquí el pasado fin de semana, —dijo Dan—. La novia
quería rosas en todas partes.

—¿Han durado todo este tiempo?

—No, —dijo—, pero Pammy los vio alrededor del templo e insistió en
que teníamos algo para este fin de semana también. Creo que ahora
siempre lo querrá aquí. Las flores son una particular debilidad suya.
—Y de todas las mujeres, —dijo Robyn—. Incluso si decimos que no lo
son. Una de mis amigas siempre se queja de que las flores son una pérdida
de dinero, pero debes ver su cara cuando las recibe. Su novio le envió un
ramo enorme al trabajo el mes pasado, por su cumpleaños. No pudo dejar
de sonreír todo el día.

Robyn se inclinó para aspirar el dulce perfume de una de las enormes


flores pálidas.

—Me encanta el silencio de las flores.

—¿Qué es eso? —Preguntó Dan.

—Ya sabes... lo tranquilo que es. Quiero decir, esto es tan hermoso, y
sin embargo, no hay canto ni baile en ello, ¿no?

Dan se rió.

—Bueno, nunca pensé en eso antes. Eres extraña —dijo.

Robyn le frunció el ceño.

—Pero maravillosa. —dijo.

Robyn dejó escapar una risita nerviosa.

—No, no lo soy. Soy un desastre y una confusión, y no sé lo que estoy


haciendo la mitad del tiempo.

Dan sonrió.

—No me vas a poner a prueba, lo sabes.

—¿Qué, te desanime? —Preguntó Robyn.

—¿Te beso de nuevo?

No había manera de escapar a la ligera ya que la empujó contra una de


las columnas del templo y su boca buscó la de ella. Ella cerró los ojos y
sintió que estaba flotando en un gran cielo lleno de rosas. Sus sentidos se
vieron desbordados, y cuando él se alejó de ella, sentía como si fuera a
salir volando, por los campos y bosques.

—¿Estás bien? —Le preguntó.

—No lo sé —dijo ella—. Me siento en el cielo.


Dan sonrió.

—Yo también.

Se inclinó hacia adelante y le acarició el pelo, sus dedos haciendo girar


sus rizos.

—Tu pelo me recuerda a la madreselva.

Ella lo miró con sorpresa.

—Jace dice que le recuerda a los fideos hirviendo en una olla.

Dan frunció el ceño.

—Esa es la cosa más extraña que he escuchado.

Él suspiró y quitó la mano de su pelo de fideos madreselva.

—Háblame de él.

—¿Debo hacerlo?

—Creo que es necesario hacerlo.

***

Katherine se recostó en las almohadas blancas de la cama de Warwick


y miró al otro lado de la ventana, a través de la cual la luz de la luna
entraba a raudales. Se sentía atrapada en una especie de mundo de
ensueño y no se atrevía a moverse por temor a despertar.

Warwick dormía a su lado, y ella podía escuchar su respiración


profunda, lenta y satisfecha. Sonrió. No se había sentido tan relajada en
semanas, pero si era perfectamente sincera, no creía que alguna vez
hubiese estado tan relajada en toda su vida.

Bueno, pensó, no había esperado una noche de pasión salvaje cuando


se embalaba para un fin de semana en Jane Austen. Pensó que sería un
fin de semana de una conversación educada sobre tazas de té, en lugar de
tener demasiadas copas de vino calientes y terminar desnuda en la
habitación de un extraño.
Pero él no es un extraño, pensó, sentada en la cama y mirándole, su
oscuro pelo caía sobre su rostro y su piel de mármol palidecía bajo la luna.
Se sentía como si le hubiera conocido desde hace eones. Era una
sensación extraña pero maravillosa, y era difícil imaginar un momento en
que no lo conociera. ¿Si hubieran sido sólo dos días cortos?

Nunca había sido así con David, pensó, y ahora sabía por qué, porque
siempre estaba con prisa por salir de ella.

—Cosas que hacer, —siempre decía él, pero era más por la otra mujer
con la que tenía que regresar. Nunca pasaron una noche entera juntos.

Sonriendo para sus adentros mientras se escabullía de la cama,


Katherine acomodada en la habitación se dirigió a la bandeja donde había
un hervidor de agua y una botella de agua sin gas. Tomó la parte de arriba
y se sirvió un poco en un vaso y lo bebió de un tirón. Había olvidado lo que
era hacer una sesión de ejercicios como podría ser el amor. ¿Habría puesto
brillo en sus ojos?, se preguntó. ¿Tenía ese maravilloso florecer que había
estado ausente durante tanto tiempo?

Se acercó a la ventana, con cuidado se ocultó detrás de los pliegues de


las pesadas cortinas, en caso de que alguien estuviera ahí fuera en los
jardines sombríos. Purley era un lugar mágico, pensó, y quedó atrapada en
el hechizo en el que se había convertido. Pero no era eso, ¿iba a hacer que
fuera aún más difícil marcharse cuando el lunes por fin alzase su fea
cabeza?

Katherine no quería pensar en eso ahora mismo, ¿o ya lo hacía?


Cuando regresase a Oxfordshire, estaría investigando su último libro de no
ficción sobre Jane Austen y sin duda tenía mucho para mantenerse
ocupada. Pero no podía dejar de preguntarse si Warwick querría ser parte
de su mundo.

Por un momento se quedó en un ensueño de Warwick en otoño dando


paseos en bicicleta alrededor del dorado Cotswolds y en días de campo en
las colinas y de las largas noches cálidas como esta noche. Pero tal vez se
estaba adelantando a sí misma. Simplemente se tomate las cosas con
calma, pensó.

Sonrió. Esa fue una risa, ¿verdad, después de saltar a la cama con él
después de tan corta vez?
Miró a su alrededor y le llamó la atención un gran cuaderno negro en la
tabla del vestidor. Se volvió para mirar a Warwick. Él estaba durmiendo de
frente ahora, con la cabeza absorbida en la almohada. Como la mayoría de
las mujeres, Katherine no pudo resistirse a meter la nariz en las cosas,
especialmente cosas como un cuaderno que se había quedado con la
intención de echar un vistazo a pesar de que era consciente de que estaba
muy mal para ella.

De puntillas por la alfombra, abrió el libro, pero estaba demasiado


oscuro para distinguir algo dentro de él así que se acercó de nuevo a la
ventana donde la luz de la luna iluminaba la escritura de las páginas. Fue
un poco desastre. Su escritura era terrible y no había cruces, grandes
gotas de tinta como si la mitad de una docena de plumas se hubieram
suicidado en sus páginas.

—Anna Conville, —leyó Katherine—. Laurence. Louis. —Los nombres


fueron escritos por el lado izquierdo de la primera página y Katherine se
preguntó qué eran. Tal vez eran los nombres de amigos o tal vez eran
autores que Warwick estaba buscando como parte de su oficio de
anticuario.

—Ella siempre viste de negro, —leyó. Era curioso, pensó Katherine.


¿Por qué alguien tiene que escribir debajo del hecho?

—Louis es el cuarto marqués, —leyó en la página siguiente. Eso era


aún más curioso. Tal vez se trataba de nombres de clientes importantes
que eran raras después de las primeras ediciones o algo.

Katherine miró la escritura y frunció el ceño. Había algo vagamente


familiar al respecto, pero no podía pensar en todo lo que pasaba. Tal vez le
recordaba a uno de sus estudiantes de mal garabateadas ensayos.

Warwick de repente se movió y el miedo de ser atrapada sosteniendo el


cuaderno, Katherine rápidamente lo devolvió al tocador. Realmente debía
volver a su habitación, tuvo una idea. Sería lo correcto de hacer. Pero no
quería hacer lo correcto, por lo que caminó al otro lado de la habitación y
se metió en la cama al lado de Warwick y cerró los ojos para dormir la
noche más perfecta de su vida.

***
Afuera, en el jardín, Robyn y Dan habían dejado el templo en la isla y
fueron caminando poco a poco para volver a la casa. Una sombra nubló
parcialmente la luna en un punto en el que había sido arrojada a las
tinieblas, pero Dan se acercó y tomó la mano de Robyn y no la había
soltado desde entonces.

—Entonces, ¿cómo os conocisteis? —preguntó.

—¿Jace y yo? —Preguntó Robyn, sabiendo que eso era exactamente lo


que quería decir, pero en realidad no quería llevar la conversación en esa
dirección—. Siempre nos hemos conocido. Desde la escuela.

—¿El instituto?

—Preescolar, —dijo Robyn—. Fuimos a la misma guardería, después a


la misma escuela de primaria y secundaria. No éramos amigos, no lo
fuimos realmente hasta la escuela secundaria, pero él siempre ha estado
ahí en el fondo de mi vida en alguna parte.

—¿Cuándo empezasteis a salir juntos?

—Justo antes de terminar la escuela secundaria.

—Y fue todo.

—Mira, Dan, ¿te importa si no hablamos de ello?, —dijo Robyn—. Ha


sido un perfecto ejemplo de noche. No quiero echarlo a perder.

Él se detuvo por un momento y con la mano todavía firmemente en la


de ella, la miró.

—Pero no eres feliz.

—Ahora lo soy.

—Eso no es lo que quise decir.

Ella suspiró.

—Sé lo que quieres decir. —Y entonces hizo algo que estaba


completamente fuera de lugar, pero que el momento exigía. Se estiró en
puntas de pie y lo besó. ¿Era para que se callara o era porque simplemente
tenía que besarlo? No estaba segura, y Dan no se quejó de cualquier
manera.
Capítulo 22
Traducido por Mónica Paola

Corregido por Viqijb

Cuando Katherine despertó a la mañana siguiente, todavía estaba en la


cama de Warwick, pero su lado estaba vacío.

—¿Warwick? —dijo ella, sentándose y apartándose el cabello de la cara.

Podía escuchar la ducha en el baño y decidió que podría ser una buena
idea vestirse y volver a su habitación. El Lord solo sabía cómo lucía ella.
No se había quitado el maquillaje la noche anterior. Había una buena
probabilidad de que Warwick lo hubiera besado hasta desaparecerlo, pero
tenía el presentimiento de que sus ojos lucían como moretones gigantes, y
esa nunca era una buena apariencia.

Saliendo de la cama y tratando de localizar el número correcto de ropas


y en orden correcto, Katherine captó la vista del reflejo del espejo en el
tocador. Lucía maravillosamente desarreglada. Su rostro estaba
resplandeciente y sus ojos, aunque lucían como los de un panda, como
sospechaba, estaban brillantes con travesura.

Se vistió rápidamente y luego abrió la puerta de la habitación, echando


un vistazo hacia afuera primero para asegurarse de que no había nadie
alrededor para verla escapar de una habitación que no era de ella. Ese no
era el comportamiento de una oradora invitada de Oxford, ¿o sí?

***

Robyn, también, había despertado con una sonrisa en el rostro. Su


boca todavía se sentía hinchada de todo el besuqueo aunque pensaba que
estaba siendo imaginación suya. Aún, mientras ella colocaba sus dedos en
sus labios, no podía evitar ser un poco soñadora e imaginar que los labios
de Dan habían dejado una impresión en ellos. Ella nunca en su vida había
sido besada de esa manera y sabía que nunca más lo sería, a menos que
hiciera algo sobre eso.

Al arrojarse a la ducha, Robyn pensaba en la posición en la que se


encontraba. No era lo que ella estaba esperando de un fin de semana de
Hampshire; eso era seguro. Quién pensaría que se enamoraría en la
Conferencia de Jane Austen, aunque, ahora que lo pensaba, parecía la
cosa más perfecta en el mundo. No era perfecto en ningún sentido, ¿o sí?
Sabía que Dan también lo sabía, y había tratado de averiguar qué había
pasado la noche anterior, ¿no lo había hecho? ¿Significaba eso que a él
realmente no le importaba ella aunque tuvieran un futuro juntos? Robyn
no veía cómo podría funcionar. Para empezar, ella vivía en Yorkshire.
¡Tenía una casa allí con gallinas! No podía sólo ir y mudarse, ¿podría? No
importaba cuánto se hubiera enamorado de Dan y Purley.

Ella sonreía mientras pensaba en Purley. Era un lugar precioso. Tal vez
ella no estaba para nada enamorada de Dan pero se había enamorado de
su casa. ¿Elizabeth no había confesado haberse enamorado de Darcy en el
tiempo en el que lo vio por primera vez en su casa en Pemberley?

Mientras se vestía, se prometió a si misma que no se estresaría sobre


dos hombres en su vida. Sí, había decisiones por tomar, y mejor pronto
que tarde, pero podría olvidarlos por un espacio de tiempo. Después de
todo, era la mañana lo que más había esperado: el viaje al museo de Jane
Austen en Chawton. Ella había visto las fotografías de la casa de ladrillos
rojos y observó todas las películas caseras en YouTube, pero visitar el
verdadero lugar por sí misma iba a estar más allá de la comparación. Su
visita a la pequeña iglesia en Steventon había sido lo suficientemente
emocionante, pero caminar a través de las habitaciones donde Jane había
vivido durante muchos años y haber escrito toda su ficción adulta iba a
ser la experiencia más maravillosa que le podría ocurrir, y Robyn era una
de los primeros en abordar el coche que habían contratado para ir al viaje
hasta villa Hampshire.

Oh, ¿qué está haciendo todo el mundo?, pensaba ella, mirando detrás de
la casa y preguntándose por qué nadie estaba tan ansioso por irse como
ella. ¿Dónde estaban todos? ¿Qué era más importante que ir a
Chawton?Buscó en su bolso la cámara. Ya había revisado tres veces para
ver si estaba allí. Había sido cargada esa misma mañana luego de que
hubiera borrado cada fotografía que ya no necesitaba. Debía haber mucho
espacio para capturar todo, pensaba ella. Aunque, ¿serían 418 imágenes
suficientes? Siempre había un móvil como repuesto, el cual también
tomaba fotos, excepto que no había cargado eso. ¡Oh, querida! ¿Tendría el
suficiente tiempo para devolverse a su habitación y cargarlo? Pero
entonces perdería su lugar en la parte delantera del coche, y podría irse
sin ella. No se podía arriesgar.

—Te estás volviendo paranoica —se susurró a sí misma—. Sólo relájate


y disfruta del día.

Observó las caras de sus compañeros de viaje mientras se subían al


coche. ¿Estaban tan entusiasmados como lo estaba ella? Era difícil de
imaginar que cualquiera podría posiblemente estar mirando hacia adelante
como ella. Algunos habían venido a las conferencias por años, y Chawton
debía seguramente ser un lugar común para ellos ahora.

Ella sonrió mientras Doris abordaba.

—Ah, querida. ¿Cómo estás? —dijo ella, tomando asiento junto a


Robyn.

—Sólo desearía que nos fuéramos —dijo Robyn—. No puedo esperar


para ver Chawton.

—Lo amarás —dijo Doris—. Sabes, he ido cinco veces ahora, y nunca
me canso de ello. Es el lugar más hermoso para mí en el mundo.

Los ojos de Robyn se ampliaron, y se sintió culpable por suponer que el


día sería especial sólo para ella. Por supuesto, los verdaderos fans de Jane
Austen aprenderían algo de cada una de las visitas, no importa cuántas
veces hayan estado ahí antes. Sólo pasar el tiempo en el lugar en el que su
ídolo había habitado alguna vez era suficiente.

—¿Y disfrutaste anoche? —preguntó Doris—. Tú equipo lo hizo bien.

—El suyo también —dijo Robyn.

—Esos libros eran hermosos —continuó Doris.

—Son adorables —dijo Robyn—. Siempre deberé atesorarlos.

—Pero no te vimos después de eso. ¿Fuiste a pasear? —Los ojos de


Doris estaban centelleantes y, por un momento, Robyn se preguntó si ella
la había estado espiando en el jardín con Dan.
—Sí, yo... eh... Fui a pasear.

—Un paseo a la luz de la luna —dijo Doris—. Recuerdo aquellos. —Ella


la observó anhelante por un momento—. Mi Henry y yo solíamos tomar
caminatas a la luz de la luna cuando vivíamos en al norte de la costa de
Norfolk. ¿Has estado allí? Tiene las playas más increíbles que se extienden
por kilómetros. Montones y montones de arena que eran bastante mágicas
a la luz de la luna. Por supuesto estábamos más jóvenes en aquel
entonces, y no importaba si teníamos un poco de arena aquí y allá. —Le
dio una pequeña risita, y los ojos de Robyn ampliaron en encantadora
sorpresa.

Fue entonces cuando Katherine abordó el coche. Robyn atrapó su


mirada y sonrió. Ella la había estado buscando para averiguar qué había
pasado con ella la noche anterior, especialmente mientras Warwick
trepaba los escalones del coche justo tras ella y ambos tomaron asiento
juntos en la parte de atrás.

Cuando finalmente todo el mundo estuvo en el coche, incluyendo a la


elegante Dame Pamela usando fucsia de los pies a la cabeza, dejaron
Purley, yendo por la carretera delineada por árboles con Jace, Robyn
pensaba, y cómo ella temía irse sin él una vez el fin de semana hubiera
terminado. Estar en Purley era como vivir en una pequeña isla; uno
parecía estar removido lejos del resto del mundo y era un problema, y
había algo a lo que uno se podría acostumbrar fácilmente. Una vez que
alcanzaron la carretera principal, la atmósfera en el coche le recordó a una
salida escolar, con todos pareciendo albergar el sentimiento de dejar
perderse de la rutina de todos los días.

Los niveles de parloteo aumentaron y mientras el bus ingresaba en la


villa de Chawton, cada par de ojos se estiraron para ser los primeros en
ver la casa de campo.

La villa estaba bordeada con lindas casas de campo pero Robyn sabía
lo que estaba buscando, y su primer vistazo no decepcionó. Asentada en la
quieta curva de la carretera, la casa de Jane Austen parecía observar
desde arriba toda la villa, y pensó lo perfecta que era la posición para un
escritor. Jane hubiera sido capaz de ver tanto de la villa desde las muchas
ventanas de guillotina. Un muro bajo de ladrillo rodeaba un jardín muy
lindo llenos de flores y árboles, y Robyn no podía esperar a entrar y
caminar en los pasos de su anterior dueña.
—Es tan bella —dijo ella, y Doris asintió.

El latido del corazón de Robyn se aceleró, y fue la primera en bajar del


coche una vez que estacionó. El grupo de Purley había sido dividido en
dos: el primero era un tour por la casa mientras el resto veía el jardín, las
construcciones de los alrededores, y compraba.

Robyn estaba en el segundo grupo. Junto con la mayoría de los otros


en su grupo, hizo una línea recta para comprar y aunque ella estaba
impaciente por entrar a la casa, la tienda era una buena sustituta y era el
cielo para cualquier fan de Austen.

Era un largo, corto edificio con vigas y muros blancos y estanterías


llenas con libros. ¡Libros! La mano de Robyn alcanzó y tomó uno tras otro.
Ella poseía todos los títulos de Austen, incontables veces, pero nunca se
podía resistir a recoger una de las últimas ediciones.

Entonces allí estaban todos los maravillosos libros sobre los libros:
biografías, títulos sobre vivir en la época de Jane Austen, colecciones de
sus cartas, guías de viaje a Bath, libros de recetas, y más. Los ojos de
Robyn estaban verdaderamente aturdidos mientras tomaba una copia de
cada título de las estanterías y pasaba rápidamente por ellos.

Tengo que tener este, pensaba, espiando un título que era nuevo para
ella. Y este también. No me puedo ir sin este.

Luego vio los diarios, una colección de confesiones ficticias del punto
de vista de los héroes de Austen, y su mano alcanzó sin momentos de
duda El Diario del señor Darcy por Amanda Grange. ¿No había estado
Carla hablando de ese título con ella? Bueno, tenía que tenerlo, ¿no?

Y ella no podía no comprar El Diario del Coronel Brandon junto al otro.

El era un héroe especial, después de todo, y el retrato de él en la


portada era particularmente elegante. ¿Pero podría comprar esos dos y
dejar que el Capitán Wentworth se hundiera en la estantería? La respuesta
era no, y Robyn tomó un tercer libro el cual se unió con los dos títulos no-
ficción e hizo su camino a la caja, observando alrededor de la tienda en
caso de que se hubiera perdido algo.

La pensativa imagen de Colin Firth como el señor Darcy mirando hacia


atrás de cada dirección. Robyn nunca había visto muchos productos
acompañadas de esa cara apuesta. Había marca páginas de “Amo al señor
Darcy” y tazas, pósters, notas de papel, e incluso dedales del señor Darcy.
Colin Firth estaba en todas partes. Se preguntaba lo que él pensaba sobre
ser visto como el actor ideal para Darcy, ¿y estaba Matthew Macfadyen
molesto por todo esto?

Justo mientras la asistente estaba colocando sus libros en una bolsa,


Robyn corrió a través de la tienda y tomó un par de marca páginas de
Darcy. Bueno, si tienes libros, tienes que tener marca páginas, ¿no?
Habían uno o dos esnobs de Austen en el grupo de Purley quienes miraban
sus narices en la más condescendiente de las modas en algunas de las
tiendas, pero la mayoría del grupo lo amaba, juntando grandes cantidades
de té y gastando cantidades exorbitantes de tiempo decidiendo cuál marca
páginas del señor Darcy comprar. Robyn observó por un momento
mientras Roberta y Doris se paraban frente a los estantes guardando las
películas de adaptación.

—¡Oh! ¿Has visto esta? —preguntó Roberta.

Doris rió.

—He visto cada una de ellas. Y si hacen cien más, las veré también.

Robyn asintió. Era lo mismo para todos los fans verdaderos. Podría
haber una nueva versión de Orgullo y Prejuicio cada mes, y los fans
todavía querrían más.

Ella se fue con sus cosas y caminó al establo que guardaba a un


pequeño y adorable carruaje de burro en el que Jane Austen hubiera
montado, preguntándose qué habría hecho ella de todo esto: el museo, los
coches llenos de turistas, y los innumerables libros que habían sido
escritos sobre ella. ¿Qué habría pensado de la tienda de accesorios y las
hileras de películas y las tazas del señor Darcy? Era triste que ella nunca
pudiera saber nada sobre la inmensa industria que existía gracias a su
imaginación. ¿De qué habría hecho de todas las películas? ¿Se hubiera
enamorado de los actores igual que los hicieron muchas mujeres?
¿Hubiera tenido sus favoritos? ¿Y qué habría hecho con la famosa escena
de camisetas mojadas en la versión de BBC de Orgullo y Prejuicio? Era un
juego que a Robyn le gustaba jugar a menudo: ¿cómo sería Jane Austen si
hubiera vivido en el siglo veintiuno? ¿Qué tipo de libros leería ahora? ¿Qué
clase de música y programas televisivos le interesarían? ¿Los fans harían
filas alrededor de la cuadra por ella para las firmas de libros como lo
hacían por JK Rowling? ¿Promocionaría las figuras de Darcy y parques
temáticos? Jane World o Austen Land, tal vez con Northanger Abbey y los
viajes fantasmas y un señor Darcy abnegado. Robyn camino hacia el
jardín, mirando la linda casa de campo y admirando las flores
brillantemente coloreadas en los bordes. ¿Qué cambios vería Jane al visitar
esto hoy? Se preguntó. Ciertamente el letrero anunciando la casa de
campo de Jane Austen no hubiera estado allí ó el salón de té de
Cassandra's Cup frente a la carretera. Si sólo Jane pudiera visitar el
presente. ¡Qué cambios vería! ¿Y qué haría con las computadoras?
¿Hubiera apartado su pluma chirriante de acero en favor de una laptop,
sentada junto a la ventana escribiendo ligeramente en el teclado,
intercambiando correos con Cassandra cuando estuvieran lejos una de la
otra y colocando sus observaciones del día a día en Twitter? Robyn tenía
muchas preguntas que nunca serían contestadas, pero tal vez la pregunta
más persistente era: ¿ella le hubiera gustado a Jane?

Como lectora, uno siempre se sentía cercano a los autores, como si


ellos contaran la historia sólo para ti. Ellos nacieron sólo para ti, y sus
personajes se convirtieron en tus amigos. Confiaste en los narradores y
compartiste los momentos más íntimos con ellos, así que tú naturalmente
asumías que los conocías. ¿Pero cómo era Jane realmente? ¿Hubieran sido
ella y Robyn amigas que siempre se encontraban?

—Espero que sí —dijo Robyn silenciosamente para sí misma mientras


se sentaba en un asiento en el jardín y miraba las blancas ventanas de
guillotina por las cuales Jane había mirado alguna vez.
Capítulo 23
Traducido por Mónica Paola
Corregido por Viqijb

Katherine y Warwick estaban en el primer grupo para el tour de la casa y entre


los primeros en entrar a las habitaciones. Tan pronto como fueron perdidos de
vista en la habitación de pinturas, Warwick tomó la mano de Katherine y la jaló
hacia él, besando sus labios firmemente.

—¡Warwick! —protestó ella, pero era preferible mientras las protestas se iban
porque él la besaba de nuevo inmediatamente y ella no se quejaba. Bueno, no al
principio. No hasta que escucharon pasos atrás de ellos—. En serio —dijo ella—.
¡En casa de Jane Austen! Debe haber una ley contra tales cosas.

Él le sonrió.

—¿Y qué hay de malo con eso? Estoy seguro de que nuestra autora lo hubiera
aprobado. ¿No era el amor la clave de todos sus libros?

—Es que me siento tan culpable —dijo Katherine, peinando su cabello


vergonzosamente en caso de que se hubiera alborotado.

—¿Por qué?

Katherine lo meditó por un momento.

—Supongo que pensaba en este lugar un poco más especial. Casi como una
iglesia. —Warwick sonrió—. ¿No piensas que estoy loca?

—No —dijo él—. Sé exactamente a lo que te refieres. —Se sonrieron el uno al


otro y luego se movieron a través del comedor, donde una pequeña mesa y silla
habían sido colocadas junto a la ventana.

—Ésta es la habitación en la que escribió.

—Es adorable —dijo Warwick—. Linda y brillante aunque yo no podría


escribir junto a una ventana que da vista a una villa.

—¿Escribes? —preguntó Katherine con una sonrisa.

Warwick frunció el ceño.


—Digo, si fuera escritor, creo que estaría distraído por la ventana. Estaría
muy interesado en observar lo que mis vecinos están haciendo. Tengo que estar
de espalda a la ventana.

—Me pregunto cómo escribía —dijo Katherine—. Digo, ¿le importaría que la
gente la interrumpiera? ¿Podría ubicarse en el mundo de su libro y dejar todo lo
demás fuera? Hay una hermosa escena en la película de Los Arrepentimientos de
la Señorita Austen cuando Cassandra entra en la habitación mientras Jane está
escribiendo, ella para y su bolígrafo sigue rondando por el papel hasta que su
hermana se va. Amo eso. Creo que sería así si escribiera ficción.

—¿Has querido hacerlo?

—¿Qué? ¿Escribir ficción?

Warwick asintió.

—No. Estoy bastante feliz con la no-ficción. Me gusta investigar los hechos. La
ficción es mi escape al final de un largo día. No creo que quiera escribirlo nunca.
¿Qué hay de ti?

Warwick se encogió de hombros.

—Amo los libros. Amo leerlos, comprarlos y venderlos.

—¿Pero no escribirlos?

—No lo sé —dijo él, aclarando su garganta.

Pero Katherine no estaba escuchando realmente. Estaba mirando el gran


portarretrato de uno de los hermanos de Jane Austen, Edward Knight, el que
había sido adoptado por una familia adinerada.

—Parece muy extraño para nosotros ahora enviar lejos a uno de nuestros
hijos para ser criado por alguien más, además con su apellido.

—Y su fortuna —destacó Warwick—. Si Edward no hubiera dejado a los


Austen y se hubiera convertido en un Knight, su madre y sus hermanas no
hubieran tenido esta casa de campo.

—No —dijo Katherine—. Me pregunto qué les habría pasado.

—Jane y Cassandra se habrían tenido que casar.

—¡Oh! —dijo Katherine—. Y si Jane se hubiera casado, probablemente no


hubiera escrito. Tendría otro papel que interpretar.

—Supongo que sí.


—Gracias a Dios por la familia Knight de ese entonces y por Edward.

—¿Pero y si Jane se hubiera enamorado? —preguntó Warwick—. ¿Qué si ella


hubiera conocido al hombre perfecto y se casara?

—Entonces no creo que tendríamos los libros.

—¿Harías ese sacrificio, por la felicidad de Jane?

Katherine se mordió el labio.

—¿Te refieres a que, si me importaría que se casara con el hombre de sus


sueños y nunca escribir ni una palabra?

—Sí.

—No creo que lo hubiera hecho —dijo Katherine al lo último—. No creo que
fuera para ella. Creo que su escritura lo era todo. Ningún hombre podría ser
amado más que sus queridos libros.

—¿Realmente crees eso?

Katherine asintió.

—Gracias a Dios por eso —dijo, moviéndose hacia la otra habitación.

***

Cuando Robyn finalmente entró en la casita de campo, tuvo que recordarse a


sí misma respirar. Simplemente no podía continuar conteniendo el aliento. Esto
era todo, pensó ella, el momento que había estado anticipando por tanto tiempo,
y todo era casi tan mágico como ella había imaginado que fuera.

Las habitaciones eran pequeñas pero llenas de luz y había mucho que
observar. Era adorable ver todos los pequeños muebles e imaginar las cosas
siendo utilizadas por Jane, especialmente el pequeño escritorio junto a la
ventana.

Había muchos objetos en la habitación que “podrían” haber sido de Jane y


cosas como igual que los frascos que eran “típicos” en su día a día, pero un objeto
muy especial en la colección del museo que había pertenecido a Jane y muy
especial para ella, una hermosa cruz de topacio. Estaba en un cajón en una
habitación llamada vestíbulo, que era una especie de pasillo, y Robyn jadeaba
mientras lo abría. Había escuchado antes sobre la cruz. Tres estaban en el cajón:
una larga que había pertenecido a la esposa de Edward Knight y dos más
pequeñas comprados para Jane y Cassandra por su hermano.

Robyn las observó con un silencioso sobrecogimiento, con deseos de tocar la


cruz de Jane y colocarla alrededor de su cuello, para sentir esas gemas amarillas
contra su piel. Pero sólo podía mirarlas guardadas cuidadosamente en la vitrina
tan cerca que estaba a punto de tocarlas.

Moviéndose hacia arriba, entró en la habitación que alguna vez había sido de
Jane y Cassandra. Era una habitación de tamaño regular, del mismo tamaño que
la habitación de Robyn, y se sentía divertido estar parada allí con una réplica de
cama, armario y sillas. Un collar de encaje enmarcado y colgado en la pared.

—“Hecho por Jane Austen” —leyó con una anhelante sonrisa, imaginando las
manos del autor trabajando cada pieza frente a ella.

En otra habitación estaba una colcha de retazos de tela, que Jane, su


hermana y su madre habían hecho. Estaba paralizada. Era tan brillante y bonita
que alargó su mano para sentir la acogedora tela, pero detrás del vidrio, estaba a
salvo de las manos de los admiradores. Justo igual, realmente; las otras cosas se
hubieran arruinado al poco tiempo. No importa que tan bien intencionada sea la
gente, seguían teniendo la urgencia de alcanzarlas y tocar físicamente el pasado.

***

Mientras Robyn hacía su lento proceso alrededor del resto de la casa,


Katherine y Warwick estaban en la tienda de regalos.

—¡Mira! —dijo Warwick, sosteniendo una edición en tapa dura—. Tienen tu


libro.

Katherine lo miró con los ojos abiertos de par en par.

—Shh —dijo—. Devuélvelo.

—Pero lo voy a comprar. Quiero que lo firmes para mí. Deberías firmar todos
esos. Tienen... —contó él—. Cinco. —Katherine meneó su cabeza—. Deberían
saber quién está parado en su tienda.

—¡Warwick!

—¿No estás orgullosa de tu libro? ¡Estás siendo abastecida en la casa de Jane


Austen!
Ella sonrió.

—Claro que estoy orgullosa; sólo que no necesito que todo el mundo sepa de
ello.

—Eres graciosa —dijo él.

Ella meneó su cabeza.

—Estoy segura de que serías el mismo. Los escritores son unas personas muy
modestas, lo sabes. Si no lo fuéramos, no seríamos escritores; seríamos actores o
algo por el estilo, lanzando nuestros talentos por cada plataforma.

—Pero estás hablando de este fin de semana —dijo él.

—Y es una rara excepción a mi regla —le dijo Katherine—. Amo estos fines de
semana. Puedo ser quien realmente soy.

—¿Y quién es esa?

—Una Janeite —dijo ella y luego suspiró con placer—. Es tan maravilloso ser
capaz de decirlo en voz alta. Sabes, si yo diera una pista en un lugar como el St.
Bridget’s, sería azotada. Me persiguieron a través del patio y nunca he estado
autorizada para oscurecer el nombre de la fina literatura de nuevo.

Warwick sonrió.

—Odio los libros esnob.

—Yo también —dijo ella—. Al menos hay un buen rango de ficción aquí
aunque no puedo ver nada de Lorna Warwick.

—No me sorprende.

—¿No? Pero estoy seguro de que venden bien aquí. Tal vez deberíamos
sugerirlo.

—¡No! —dijo Warwick

—¿Por qué no? Estuviste fastidiando por anunciarme hace un minuto. ¿Por
qué no le hacemos a nuestro amigo Lorna un favor?

—Quiero ver el jardín —dijo él, rascando su nariz y luciendo incómodo.

Katherine compró velozmente un libro de recetas de Jane Austen, un libro


sobre modales, y cuando estuvo bastante segura de que Warwick estaba fuera de
vista, un marca páginas de I Love Darcy.

—¿Algo bonito? —le preguntó cuando ella se unió a él.


Ella asintió.

—Sólo algunos libros más para la colección —dijo, esperando que no mirara
dentro de su mochila.

—Desearía poder mostrarte el mío —dijo.

—¿Tus libros?

Él asintió.

—¿Tienes una tienda? Adoraría ver eso.

—No — dijo—. Todo está hecho desde casa.

—Supongo que es más fácil estos días —dijo ella—. Tantas viejas tiendas
están cerrando, pero supongo que la renta está haciendo las cosas más difíciles.
¿Tenías una tienda?

—Eh, no —dijo, parando de leer una noticia en el jardín sobre unas flores en
la foto.

—¿Cuántos libros tienes?

—Miles —dijo—. No puedo parar de comprar. Como tú.

—Espero que tengas más que yo —dijo—. ¿Cuál es tu favorito?

—Prefiero esas rosas —dijo, señalando la abundancia de un delicado botón


que rodeaban la puerta de la casa de campo.

—¡No! —Katherine rió—. ¡Libro! ¿Cuál es tu libro favorito?

—Bueno, tengo las primeras ediciones de Walter Scotts.

—¡Vaya! Me encantaría verlos. Tal vez podría visitarte alguna vez.

—Bueno —dijo—. No estoy seguro de que sea una buena idea. El lugar es un
asco; realmente lo es.

—Tal vez necesitas el toque femenino —dijo Katherine—. Me gustaría ayudar


a organizar todo, especialmente si involucra libros.

—No necesitas hacer eso —dijo Warwick, tocándose su oreja izquierda y


luciendo muy incómodo.

—Pero sería divertido.

—No lo sería —dijo—. Confía en mí.


Carraspeó, su boca haciendo muecas divertidas.

Katherine pensó que era mejor no tomarlo en cuenta. Él obviamente prefería


avergonzarse sobre su descuidada colección de libros.

—Creo que tomaré un paseo por la Iglesia —dijo Warwick—. Antes de que el
entrenador se tenga que ir.

Katherine asintió.

—Me quedaré aquí un rato —dijo—. ¿Nos vemos después?

Ella lo observaba y suspiraba mientras dejaba el jardín. No había querido


hacerlo sentir incómodo, y se arrepentía de haberlo presionado. Aún así, pensaba
que sería divertido ver su colección de libros, y ella erróneamente había pensado
que él quería mostrársela.

“El misterio de los hombres”, había pensado mientras se iba de los jardines
para tomar una taza de té en Cassandra’s Cup.

***

Las zancadas de Warwick eran largas y rápidas mientras se iba de Chawton


Cottage. El realmente no quería ver la Iglesia de St. Nichola’s o Chawton House y
el ya le había presentado sus respetos a la madre y hermana de Jane Austen, las
dos Cassandra, en el patio de la Iglesia. Sólo necesitaba irse.

¿Por qué Katherine siempre traía el tema de los libros a colación? Está bien,
estaban asistiendo a una conferencia sobre libros y la charla sobre ellos estaba
en la agenda, pero las cosas se habían puesto muy cerradas para su comodidad
allí adentro, y sentía que sus ojos estaban buscando en su ser. Ella había estado
sospechosa, se preguntaba, ¿o sólo estaba siendo paranoico? Ella no tenía forma
de saber quién era realmente.

Pasando por un camino de lindas casas a su derecha, se atrevió a mirar


atrás. Katherine no estaba a la vista, y respiró con alivio. Necesitó unos cuantos
minutos para reordenarse.

—¡Qué idiota he sido! —se maldijo a sí mismo—. ¿A qué crees que estás
jugando? Esto no es un juego, esto es la vida real, y si ella alguna vez se enterará
de lo que has hecho…

¿Pero cómo lo haría? Él no le iba a decir. No aún, de todas formas.


Así que, ¿cuál es el plan? se preguntó a sí mismo, pensando en su noche
juntos y cómo se había perdido completamente con Katherine. Ella era todo y
más de lo que había soñado, y no se podía arriesgar a lastimarla pero si quería
tener un futuro con ella, entonces tendría que saber la verdad. No había
alternativa, ¿o si?

A menos que renunciara a escribir y comenzara un negocio como


coleccionador, pensaba él. Ella valía la pena, ¿o no? Ella valía la pena para dejar
todo, ¿pero podría hacer eso? No, probablemente no. Escribir estaba en su
sangre; había sentido a veces que sus propias venas estaban llenas de tinta. No
podía renunciar a eso no importa lo enamorado que estuviera.

—¡Qué descontrol! —Maldijo. Esto se estaba convirtiendo en un asustado


Lorna Warwick, como una conspiración pero con una diferencia alarmante: él no
estaba seguro de que tuviera un final feliz.

***

Cuando Robyn finalmente alcanzó la superficie de la casa y entró al soleado


jardín, se sentía maravillosamente suave y completa, como si hubiera almorzado
una fina comida y no pudiera manejar nada más, pero recordó la Iglesia St.
Nicholas’s y supo que no se podía ir hasta que no presentara sus respetos a las
dos Cassandra.

Era agradable caminar caminar por la carretera, y sonrió a la linda casa de


campo, sus jardines llenos de flores de otoño. Que tan maravilloso vivir en la villa
de Jane Austen, pensaba ella, o era un dolor con admiradores ardientes como ella
viendo las paredes y tratando de ver a través de las ventanas.

Continuó por la carretera, pasando una escuela y más casas y luego un


campo lleno de caballos. Luego vino el gran camino que guiaba a Chawton House,
la que fue alguna vez casa del hermano de Jane Austen, Edward. Flanqueado por
el pasto esmeralda, el camino llevaba al ojo de la pista de la casa al final de ella.
Tres pisos con grandes ventanas y una caverna como puerta.

Caminando por la carretera, Robyn deseaba poder visitar la casa, pero era a
la Iglesia a quien había venido a ver, y tomó un pequeño camino a la derecha y
entró por la puerta.

Las dos sepulturas que estaba buscando no eran difíciles de encontrar, por el
grupo de personas que estaban paradas frente a ellas con cámaras. Paradas de
lado a lado en la parte de atrás del patio de la Iglesia en un maravilloso puesto
soleado, los marcadores eran de simple madera declarando el fallecimiento de
Cassandra Austen y de Cassandra Elizabeth Austen. La madre de Jane había
vivido hasta los ochenta y siete años y su hermana hasta los setenta y dos.
Cuánto tiempo habría durado Jane, se preguntaba Robyn, y que triste habían
sido separadas las tres por la muerte. Jane y su hermana habían sido cercanas, y
parecía extraño que Jane estaba en Winchester tantos kilómetros lejos de su
amado Chawton.

Después de caminar alrededor al frente de la iglesia, Robyn entró,


instantáneamente reconociendo a unas pocas personas de la conferencia. Fue
entonces cuando reconoció a Warwick sentado en uno de los bancos, su cabeza
inclinada. Él no la había visto venir y lo primero que pensaba era que estaba
rezando. No fue hasta que ella se paró tras él y vio que estaba escribiendo.
Estaba usando una libreta con espiral, y su bolígrafo negro se estaba moviendo
en un furioso ritmo.

Fascinada, lo miró unos minutos, preguntándose qué estaba escribiendo.


Cuando miró hacia arriba, casi salta de su asiento.

—¡Robyn! —dijo él, cerrando la libreta y colocándola rápidamente en el


bolsillo de su chaqueta antes de levantarse y pasar la mano por su pelo negro.

—Hola —dijo ella—. ¿Estás escribiendo? —Era una pregunta tonta, pero no
sabía qué más decir—. Digo, ¿es un diario?

—Algo así —dijo—. ¿Has visto las tumbas? Estaba a punto de ir a verlas.

—Sí, ya las vi —dijo.

—Entonces te veré en el autobús —dijo, haciendo una apresurada salida de la


iglesia.

Robyn lo miraba irse y luego se dio cuenta de que Katherine no estaba con él,
lo cual le hacía recordar a Dan. El maravilloso y apuesto Dan con besos más
calurosos que el sol y manos que hacían que su piel hormigueara. No había
pensado en él en horas, y eso la sorprendía, pero como todo en su vida, él tenía
que entrar en la fila detrás de Jane Austen.

***

Luego de una buena taza de té, Katherine dejó Cassandra’s Cup e hizo su
camino hasta el autobús. Tenía un pequeño bamboleo en el camino,
preguntándose si tenía tiempo de devolverse a la tienda de Jane Austen y
asegurarse de que no hubiera nada que no haya visto., pero lo pensó mejor y
siguió su camino hasta el autobús.

Warwick ya estaba allí, y Katherine de repente se sintió ansiosa.

—¡Hey! —le dijo mientras se acercaba.

Ella vaciló un momento, y él pareció notarlo.

—¿Estás bien? —preguntó.

Ella asintió y se sentó a un lado de él.

—Te fuiste —dijo con preámbulo.

—A la iglesia —dijo—. Te lo dije.

—Sí, lo sé —dijo ella—. Pero fue la manera en la que te fuiste.

—No entiendo.

—No —dijo—. Yo tampoco.

—¿Katherine? ¿Qué sucede?

Ella volteó a verlo, y sus ojos estaban tan grandes y oscuros que fácilmente se
podría haber perdido en ellos y olvidar todas sus preocupaciones, pero no lo hizo.

—¿Qué está mal?—dijo ella—. Eso es exactamente lo que te iba a preguntar a


ti. ¿Te estás arrepintiendo de lo que pasó, ahora que has tenido el tiempo para
pensarlo?

—¿A qué te refieres? ¡Claro que no me estoy arrepintiendo de nada!

—Porque has estado muy extraño —dijo con un notable enfado.

—¿Cuándo?

—En en jardín, antes de que te fueras a la iglesia.

—Lo siento —dijo él, y realmente sonaba como si lo sintiera—. No estaba


consciente de ello.

—Es como si no quisieras hablarme más.

Él meneó la cabeza.

—No, ¡no es eso para nada! Es sólo que no quería hablar del trabajo, ¿sabes?

Los ojos de Katherine se estrecharon mientras trataba de entenderlo.


—Debiste haber dicho algo. ¿Por qué no dijiste nada? He estado taciturna la
última hora, y no soy la clase de mujer que se toma la melancolía de buena
manera.

Le ofreció una pequeña sonrisa y tomó su mano, atrayéndola a sus labios


para besarla.

—No quiero hacerte sentir taciturna de nuevo —dijio.

—Más te vale —le dijo, sentándose en su asiento, permitió que la besara antes
de que el autobús arrancara.
Capítulo 24
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por Pily

Después de un almuerzo tardío de vuelta en Purley, Robyn se aventuró


a salir a la luz del sol. Estaba felizmente cálido, y el cielo era la sombra de
azul que uno sueña en los días oscuros de invierno.

Había sido una mañana maravillosa en Chawton, pero era igual de


bueno estar de vuelta en Purley. Robyn realmente sentía que estaba
cayendo en una nueva forma de vida en Hampshire. Cuán fácil sería vivir
aquí, pensó, mirando el césped inmaculado y los macizos de flores
ordenados.

Fue entonces que una castaña y el flash blanco de la piel se


precipitaron hacia ella. Era Biscuit.

—Hola, hombrecito —intervino Robyn, inclinándose para mimarle. —


Saltó a las rodillas, haciéndola reír y casi enviándola sobre la hierba. Dio
un saltito, le lamió la cara, y luego saltó de su regazo y corrió unos
círculos, de regreso hacia el establo de donde vino, volviendo a mirarla de
vez en cuando.
Era como si estuviera tratando de hacer que le siguieran. Robyn se echó a
reír. Tal vez Dan lo tenía entrenado para hacer precisamente eso. Tal vez
Biscuit era el casamentero peludo de Dan y ella no necesitó mucha
insistencia para obedecer.

Caminando bajo la torre del reloj en el establo, inhaló profundamente


el aroma de caballos. Dan estaba en lo cierto, realmente este era el mejor
olor del mundo, especialmente en un cálido día de otoño, cuando todo olía
a caballo y el cálido aroma del heno estaba prendado en la brisa.

Robyn advirtió que Biscuit había desaparecido, pero vio a Moby, el


labrador, y se acercó a darle un saludo.
—¿Dónde está todo el mundo, perro Moby? —preguntó mientras
empujaba su considerable peso contra su pierna mientras se frotaba el
vientre.

—¿He oído una voz amiga?

Robyn miró hacia arriba. Definitivamente había oído a Dan, pero no lo


podía ver en ningún lugar.

—¿Dan?

—Por aquí.

Robyn se volvió hacia uno de los establos y vio aparecer su brillante


cabeza de pelo cobrizo por encima de una puerta del establo.

Él le sonrió.

—Ven a saludar —dijo.

Robyn atravesó el patio y entró en el establo.

—Este es Minstrel —dijo Dan, acariciando el caballo bayo que estaba


feliz comiendo una bala de heno.

—Uno de nuestros nuevos reclutas, ¿verdad, muchacho?

—Es precioso —dijo Robyn—. ¿Cuántos caballos tienes aquí?

—Seis que pertenecen a Pammy y otros tres cuyos propietarios viven en


la localidad.

Robyn observó como terminaba el aseo, cepillándolo en una capa


reluciente, sus brazos bronceados cubiertos con una ligera capa de polvo y
agitando su pelo luminoso mientras se movía. Era rítmico e hipnótico, y
cuando terminó, se sintió muy mareada.

—Te extrañé —dijo.

—¿Cuándo?

—Cuando nos dimos las buenas noches.

Robyn sonrió y vio como puso el cepillo con el cuerpo hacia abajo y se
limpió las manos, en la parte delantera de sus pantalones vaqueros.
Llevaba
una camiseta negra que estaba muy gastada alrededor del cuello, una
manera
particularmente provocadora, pensó Robyn, mirando a su garganta como
si fuera lo más bonito que había visto nunca.

—Robyn —susurró, y antes de que se le ocurriera decir nada, sus


brazos estaban alrededor de ella y su boca le había dado el beso más
dulce. — Era firme y suave al mismo tiempo, y Robyn nunca se había
sentido más segura en su vida. Cuando por fin abrió los ojos, él estaba
mirando hacia ella como si fuera el centro del universo. Ella le sonrió, con
las manos colocadas sobre su pecho.

—Así que, ¿qué hay esta tarde? —preguntó, sus manos acariciando su
cabello—. ¿Cuándo tengo que abandonarte de nuevo?

Robyn se quedó pensativa mientras trataba de recordar, pero se


distrajo cuando un hombre guapo estaba besando su cuello. Intentó
concentrarse, pero encontró que todo en lo que pudo centrarse era en el
picor de la piel a su tacto. Suavemente lo rechazó.

—Dan —reprendió.

—¿Qué?

—Estoy tratando de pensar.

—Y yo estoy tratando de besarte. Es muy importante.

—Hay un poco de charla sobre el capó Regencia y una conferencia


titulada ¿Qué podemos aprender de Jane Austen?

—Mucho —dijo Dan—. Ahora, como ya sabes la respuesta, puedes


venir a cabalgar conmigo.

—¿Qué?

Él dio un paso hacia atrás en toda su altura, dejando su cuello y sus


labios solo por un momento.

—Ven a cabalgar conmigo. Es una tarde perfecta, y te podría mostrar


un poco de mis lugares favoritos. Hay un pequeño lugar por el río a través
de los campos por aquí. Te encantaría.

Robyn se rió de la facilidad de su invitación.


—Pero estoy en la conferencia.

—Y. falta a clases —dijo—. Va a ser divertido.

—Nunca he cabalgado antes —dijo Robyn.

—Entonces es hora de que lo hagas.

—Pero ¿y si me caigo?

—No lo harás. Te voy a poner en Poppin. Es tan lento y suave como


una brisa de otoño.

—Pero no tengo un sombrero o botas. Ni siquiera tengo los pantalones


conmigo.

—Está bien —dijo Dan—. Tenemos un montón de equipo de equitación


en el cuarto trastero. ¡Vamos!

Robyn descubrió que había puesto una enorme sonrisa, era difícil de
rechazar dicha oferta.

Efectivamente, en la parte trasera del cuarto trastero había una caja de


ropa vieja rellena de pantalones, sudaderas y gorras, e innumerables pares
de botas de montar en posición de firmes al lado de ella. Dan dejó que se
cambiara, y Robyn encontró la ropa más adecuada, eligió un saltador
azul celeste, un par de pantalones de montar de color marrón y botas
negras.
Se torció el pelo hacia atrás, se metió en un sombrero de montar y salió del
vestidor improvisado. Dan estaba preparando el caballo gris que le había
prometido, y Robyn se acercó a ellos, sintiéndose un poco tímida.

—Hey —dijo él, dándose la vuelta—. Te ves muy bien.

—¡Mentiroso!

—No, de verdad.

Robyn negó con la cabeza.

—Todo es un poco demasiado grande.

—¿Está bien el sombrero?

—Oh, el sombrero está bien.


Dan se acercó a ella y jugó con el sombrero, asegurándose de que se
sentía cómodo y que las correas estaban bien.

—El sombrero es lo principal —dijo, y unos minutos más tarde, se


había puesto su sombrero y lo único que quedaba era montar los caballos.

El caballo de Robyn, Poppin, era el gris dócil que había conocido la


primera vez que entró en los establos.

—Es uno de los favoritos de Pammy para paseos de los domingos


alrededor de los campos —dijo Dan mientras bajaba los estribos de Robyn.

—A Pammy, Dama Pamela, no le importará, ¿verdad?

—Por supuesto que no. Es bueno que hagan ejercicio. Ahora ven aquí y
di hola.

Robyn tendió una mano y acarició el hocico gris de Poppin.

—Es precioso. ¿Puedo quedármelo?

Dan se rió.

—Si fuera mío, te lo daría en este momento.

—¿A quién vas a montar?

—A Perseo.

—Ese es un nombre muy grande.

Dan asintió.

—El héroe de la mitología griega que mató a Medusa. Creo que Pammy
estaba jugando a la diosa Atenea cuando lo compró. Todo tenía que ser
griego.

—¿Es el castaño? —preguntó Robyn, recordando la imagen llamativa


de Dan a caballo la primera vez que lo vio.

—Es él. Es un caballo muy especial, pero que necesita una mano firme.
Ahora —dijo —, de pie detrás de Robyn. —Coloca las manos así. —Tomó
las manos de Robyn y las guió.
—Cuando tu pie esté en el estribo, te voy a dar una ventaja, ¿de
acuerdo? Simplemente mueve la silla, asegurándote de que se mueve la
grupa de Poppin. Él tiene una bastante grande.

Robyn sonrió, pero podía sentir el corazón acelerado ante la perspectiva


de dejar el suelo.

—A las tres —dijo—. Uno, dos, tres.

Robyn se lanzó oficialmente y viajando a una velocidad alarmante antes


de llegar a la silla con un golpe en el trasero, que entumece.

—¿Estás bien? —dijo Dan.

—No es el más suave de los aterrizajes —dijo Robyn, haciendo una


mueca—. Lo siento, Poppin.

—Él va a sobrevivir. Ha tenido traseros más grandes que el tuyo


aterrizando en la espalda.

Robyn se sonrojó. Era consciente de que su trasero estaba en gran


medida de exhibición en los pantalones de montar y Dan debe haber
disfrutado de una muy buena vista mientras la montó en la silla.

—De acuerdo —dijo él, agarrando sus dedos—. Las riendas así.
Simplemente daremos un paseo por el jardín mientras llega Perseo. Utiliza
tus rodillas para mantenerte en movimiento.

La frente de Robyn estaba fruncida en concentración profunda. Se


sentía lejos de la tierra, y no quería aterrizar en él desde una gran altura.
Se sentía extraña, y sin embargo había algo maravillosamente
emocionante en esto también.

Esta era una nueva Robyn, Robyn, la jinete que podía galopar por el
campo, despejando todas las puertas a la vista. Bueno, tal vez no hoy.

Como se las arregló para mover a Poppin con un pie, poco a poco
comenzó a construir su confianza.

—No sigas mirando al suelo —llamó Dan desde el establo de Perseo—.


No, a menos que quieras terminar ahí. Mira en la dirección a la que te
diriges.

Robyn hizo lo que le decía. Sí, así estaba mejor. Hizo un poco más de
los circuitos del patio de los establos, acostumbrándose a girar a la
izquierda y
la derecha y mantener el equilibrio a pesar de que hizo una o dos
oscilaciones que casi dan con ella en tierra.

—¿Lista para el aire libre? —preguntó Dan mientras conducía a Perseo


a su establo y se balanceó en la silla con tanta facilidad que tuvo el aliento
de Robyn cerca.

—Vamos, chicos —dijo Dan, dando un silbido para que los perros le
siguieran.

—¿Van a ser capaces de mantener el ritmo? —preguntó Robyn.

—No vamos a hacer nada más allá del trote —dijo—. No cuando esta es
tu primera vez.

Robyn se sintió aliviada al oírlo. Aunque a ella no se le ocurrió nada


más romántico que galopar a través de los campos de Hampshire con el
viento azotando el pelo hacia atrás, no estaba del todo segura de que sería
capaz de jugar con un sueño sin terminar con parte interior en el medio de
una zanja.

Dan lideró la salida del establo y por el camino. Robyn echó un rápido
vistazo para volver a Purley Hall, se preguntaba si alguien se daría cuenta
de
su paseo a caballo cuando debía asistir a la próxima conferencia.

Tomaron a la izquierda fuera de la calzada, caminaron por el sendero,


el maravilloso sonido de cascos en la superficie de la carretera, hasta llegar
a un camino.

—Por aquí —dijo Dan, y volvió a los caballos por un camino bordeado
de árboles en un lado y campos abiertos en el otro.

Moby y Bisquit abrieron el camino, el pequeño terrier como una


mancha de piel y el viejo labrador asomando la cabeza entre la maleza, a
intervalos regulares. Robyn con la cara atravesada por la mayor de las
sonrisas. Esto era lo último que esperaba cuando reservó un fin de
semana en Purley, pero que maravilloso era. ¿No era la vida
extraordinaria? Uno hace planes, pero en realidad el destino se acerca y
dice: “Esto va a suceder hoy”.

Robyn miró hacia adelante a la alta espalda recta de Dan y enderezó su


propia espalda en respuesta. Quería mirarlo, aunque él no la sentía. Se
veía como en casa en la silla y, también, bien guapo. ¿Qué había en un
hombre a caballo? —Se preguntó.

Tal vez era el único vínculo entre el hombre y la bestia que


simplemente no sucede entre un hombre y un coche. O tal vez era la ropa.
Dan ciertamente se veía malditamente bien en un par de pantalones de
montar. Tal vez esa era la razón real.

Esos pantalones ceñidos eran maravillosamente evocadores de los


hombres en la época de Jane Austen. Ciertamente, uno no podía dejar de
notar cómo encajan perfectamente en su parte inferior, especialmente
cuando Perseo se rompió en un poco de trote y la parte inferior de Dan
hizo un pequeño baile en el aire.

—Muy bien —la llamó.

Robyn, cuyos ojos seguían fijos en la parte posterior de Dan, había


estado tan preocupada por la visión delante de ella que casi cayó de su
montura cuando Poppin pasó al trote. Afortunadamente no duró mucho, y
volvieron a un ritmo tranquilo que le permitió recuperar el aliento.

—¿Estás recordando mantener la vista en la dirección a la que te


diriges? —preguntó.

—Sí —dijo Robyn, y era el principal problema, ¿no?

—Lo estás haciendo muy bien —dijo, dándose la vuelta en su silla de


montar y lanzando una sencilla sonrisa en su dirección—. ¿Seguro que es
tu primera vez?

—Bueno, aparte del paseo en burro obligatorio en la playa, sí.

—Probablemente lo sientas en la mañana, pero espero que haya valido


la pena.

Robyn estaba bastante segura de que valdría la pena, ¿dónde iba a


estar mejor que con el hombre increíble que acababa de conocer?

Como el camino se abría en herradura hacia un campo, Dan señaló


hacia el otro lado.

—El río está allí abajo —dijo, dándose la vuelta para mirarla—. Es el
lugar más perfecto del mundo. Te va a encantar.
Le dio una sonrisa que hizo que su corazón diera un salto mortal con
anticipación, y sabía que él estaba en lo cierto, que le iba a encantar.

***

Robyn no fue la única que había eludido una charla de la tarde.


Warwick decidió que él sabía todo lo que quería saber sobre el capó
Regency y decidió que una tranquila taza de té en la habitación estaba
bien. Necesitaba un poco de tiempo para sí mismo para conseguir poner
sus pensamientos en orden. Las cosas no habían ido bien en la mañana.
En primer lugar, se sintió comprometido por las preguntas de Katherine y
respondió mal a ellas, cerrarse completamente y molestarse con ella era la
última cosa que quería hacer.

—Tienes suerte de que todavía esté hablando contigo —le dijo a su


reflejo en el espejo del tocador.

Entonces Robyn lo había sorprendido escribiendo en la iglesia. Cuando


él había entrado en la calzada que conducía a la Gran Casa en Chawton,
había pensado en una idea para una escena y tuvo que escribirlo. Era un
riesgo laboral como escritor. Las ideas no siempre se hacían esperar hasta
que estuviera sentado en su escritorio con todo a mano para que surgieran
dentro de ti, surgían cuando estás en un cola del supermercado o
conduciendo su coche. Bueno, Warwick estaba preparado para esa
eventualidad y siempre llevaba una pluma y la libreta con él para que no
se pierdan los momentos en que le llegase la inspiración.

Pero ¿y si hubiera leído lo que estabas escribiendo? —se preguntó—.


¿Qué pasa si Robyn hubiera estado en silencio mirando por encima del
hombro? Podría haber descubierto su verdadera identidad allí mismo y
correr a llamar a Katherine y descubrir su cubierta.

Había sido negligente y descuidado; había incluso dejado su portátil en


su dormitorio. ¿Y si Katherine lo había visto? ¿Cómo iba a salir de eso? No,
tenía que ser más cuidadoso. No podía arriesgarse a que ella descubriese
quién era realmente hasta ordenar las cosas primero.

Un golpe en la puerta lo sobresaltó.


—Hey —dijo mientras abría y vio que Katherine estaba allí.

—¿Puedo entrar?

—Adelante.

La vio entrar en la habitación, sus ojos oscuros mirando a su


alrededor.

—Me gusta este sitio —dijo.

—Me gusta tenerte aquí —dijo, caminando hacia ella y besándola.

—Warwick —dijo, avanzando lejos de él, su tono firme—. Creo que


tenemos que hablar. Es decir, hay algo que quiero decir.

—De acuerdo —dijo—. Suena serio.

—Bueno, lo que sea, supongo.

Ella se sentó en el taburete del tocador, y él estaba contento de haber


cambiado de lugar su libreta de notas.

—No puedo dejar de pensar en lo rápido que el tiempo está pasando.

Él asintió con la cabeza.

—Eso es porque nos hemos estado divirtiendo.

—Lo sé —dijo —, y todo ha sido maravillosamente inesperado.

La observó mientras se retorcía las manos sobre el regazo.

—¿Qué es? —preguntó, sentándose en el borde de la cama.

Ella le miró.

—Me gustaría volver a verte —dijo—. Después de este fin de semana.

—Me gustaría volver a verte también.

Vio cómo ella dejó escapar un profundo suspiro. —¿Realmente creíste


que no lo haría?

—No estaba segura de qué pensar —dijo—. Pensé que esta podría ser
uno de esas locas aventuras del tipo vacaciones, ¿sabes?

—No hago eso —dijo.


Ella sonrió.

—Yo tampoco.

—Entonces eso está resuelto —dijo, y, a pesar de que le sonreía, podía


sentir su pánico creciente y que estaba solo manteniéndolo a raya.
Capítulo 25
Traducido por Katiliz94
Corregido por Pily

Ver el campo desde la parte trasera de un caballo era una experiencia


totalmente nueva para Robyn. La querida Poppin era la más gentil de las
montadoras y no la atornilló o trato de arrojarla a una zarzamora como
temía que podría.

¡Y las vistas! Podía ver millas a través de los campos, de los setos de
Hampshie y se sentía cerca de los arboles, como si fuese un pájaro
flotando en algún lugar entre la tierra y el cielo.

Cuando continuaron alrededor del campo, alcanzó a ver a Purley Hall,


a través del gran campo dorado, sus brillantes paredes rosadas contra los
árboles detrás. ¡Qué hermoso era, asentándose en perfecta armonía en el
paisaje, y como le divertía pensar en Katherine y Warwick en algún lugar
dentro de sus paredes, mientras ella estaba fuera con Dan. Tomó una
profunda bocanada de aire otoñal y lentamente exhaló.

Fue entonces cuando vio la curva de un río.

—Estamos cerca —dijo Dan. —¿Afrontándolo bien? ¿No demasiado


dolorida?

—Estoy bien —dijo Robyn. —Todo está bien.

Le siguió mientras él y Perseo se dirigían al camino a través de un


banco de hierba, parando bajo la sombra de una línea de árboles y viendo
como Dan desmontaba. Bueno, pensó, eso era rápido

—Tu turno —dijo él. —No puedes quedarte ahí todo el día.

—Pero no estoy segura de cómo conseguir bajar.

—Es un pedazo de tarta. Solo pon los pies fuera de los estribos,
mantén sostenidas las riendas y agarra una sujeción de la parte delantera
de la silla. Quieres inclinarte hacia adelante y girar la pierna derecha sobre
la espalda de Poppin y tratar de rebotar cuando golpees el suelo, doblando
las rodillas.
—Eso es mucho para recordar —dijo Robyn, mordiéndose el labio
mientras trataba de poner todo en práctica.

—Ahí vas —dijo Dan un momento después cuando regresó —con las
piernas tambaleantes— hasta el suelo. Sus manos estaban alrededor de su
cintura y ella se volvió hacia él, su cuello extendiéndose hacia atrás
mientras él se inclinaba para besarla. Desafortunadamente todavía
estaban llevando los sombreros de equitación y los picos se chocaron entre
sí, provocando que ambos estallasen en carcajadas.

Dan se quitó el sombrero y desenganchó el de Robyn, liberando su pelo


y permitiendo de lejos un abrazo mucho menos peligroso.

—Vamos a intentarlo otra vez? —Preguntó, y ella asintió con la cabeza,


dándole el beso más perfecto en el mundo. Sintió como si todo el calor del
sol estuviese en ese beso y, cuando finalmente abrió los ojos y se
separaron, ella pensó que se desmayaría como una heroína y que tendría
que ser recogida del suelo.

—Voy a preparar los caballos —dijo él.

Robyn asintió y caminó a través de la orilla del rio, encontrando un


camino cálido de hierba en el que yacer. Moby y Galleta estaban lejos
demasiado ocupados para sentarse. Moby había encontrado un poco
superficial el banco y estaba lamiendo el agua, y Galleta levanto la cola en
una mata de hierba que probablemente escondía una multitud de llorosos
roedores.

Dan se unió a ella en la hierba, estirando sus largas piernas y echando


la cabeza atrás hacia el cielo. Robyn miro arriba al cielo a través de las
hojas de un árbol de roble. Nunca se había sentido tan tranquila.

—Esto es increíble —dijo con un suspiro. —Puedo ver porque te fuiste


de Londres.

Dan hizo un sonido apreciativo.

—No podrías escabullirte de un caballo en medio de la mañana en el


trabajo que solías hacer.

Robyn se apoyo sobre un codo y le miro fijamente. Su parte posterior


era plana, con el brazo derecho protegiéndose los ojos del sol y un largo
hierbajo rubio saliendo de su boca.
—Estas como en casa aquí —dijo ella. —Pareces estar hecho de la
tierra.

Dan se levanto y sonrió.

—¡Dices las cosas más graciosas!

—¿De verdad?

Él asintió.

—Es solo… bueno, te ves demasiado bronceado y…

—¿Sucio?

—¡No iba a decir eso!

—Lo sé. Pero lo soy. ¡Mira! —dijo él, extendiendo los brazos para que
ella inspeccionara. —Permanentemente cubierto en suciedad de caballo y
el pelo.

Robyn miro. Eran los brazos más perfectos en el mundo, fuertes,


bronceados, e intensamente abrazables. Sentía como si pudiese perderse
cómodamente en ellos durante al menos tres eternidades. Rápidamente
giro antes de que perdiese completamente el sentido, miro hacia el rio, las
claras agua fluyendo en una dirección que Robyn solo podía imaginar. Con
las prisas de la vida moderna del día a día, era fácil olvidar que tales
lugares existían, pero estaban ahí, solo era cuestión de hacer tiempo para
verlos. Placeres como ese no cambiaban con los siglos. Las personas
todavía anhelaban sentir la tierra bajo sus pies y el sol sobre sus espaldas.
Robyn sabía que Jane Austen y su hermana estaban caminando cada día
por el campo, y quizás eso era por lo que Elizabeth Bennet también era
una caminante aguda.

—Cruzar campo tras campo a un ritmo rápido, saltar sobre peldaños y


saltar sobre charcos con impaciente actividad —recitó ella.

—¿Perdón? —Dan miro hacia Robyn.

—Solo estoy recordando como Elizabeth Bennet amaba caminar por el


campo.

—Ah, la sorprendente Señorita Bennet.

Robyn frunció el ceño.


—No habría sido llamada “Señorita Bennet”… ese era el titulo dado a la
hija mas mayor, Jane, en Orgullo y Prejuicio. Elizabeth era la segunda más
mayor.

—Acepto mi error.

Robyn sonrió.

—Lo siento. No quería hacer todo aburrido y preciso.

—¿Pero no puedes evitarlo?

—No puedo —admitió ella con una risa. —No donde concierne a Jane
Austen. Me refiero a que, no soy una experta pero conozco una o dos cosas
y odio cuando las personas hacen las cosas mal. ¿Es eso extraño?

—Para nada —dijo él.

Robyn se mordió el labio antes de la siguiente pregunta. Había estado


muriéndose por preguntarlo durante años.

—¿Has leído algo más?

—Sí —dijo él.

Ella espero pacientemente. ¿Iba a decir algo más o odiaba todo sobre
los libros y la odiaba por preguntarle por eso?

—La pobre Elizabeth acababa de ser propuesta al Señor Collins y a Mr.


Darcy. Muy mal —dijo él.

Robyn rio tanto con alivio como placer de que él pareciese estar
disfrutándolo.

—¿No eran las peores propuestas en el mundo? ¡Pobre Lizzy!

Estuvieron en silencio durante un momento y Robyn escucho los


sonidos a su alrededor. Galleta estaba buscando junto a la orilla, los
caballos estaban mascando la hierba detrás de ellos, y el suave fluir del rio
se reproducía como una constante banda sonora sobre todo.

—¿Alguna vez te lo han propuesto?

Robyn comenzó a partir de su ensoñación. No había esperado esa


pregunta. Se levanto y giro alrededor. Los brillantes ojos de Dan estaban
fijos en ella.
—¿Y a ti? —Preguntó, con ganas de desviar la pregunta lejos de ella
pero mostraba más interés en conocer su respuesta.

—¿Te refieres a que si me han propuesto o que si yo he hecho una


pequeña propuesta?

—Cualquiera. Ambas.

Los ojos claros de Dan se fijaron en el rio durante un momento antes


de responder.

—Me temo que he tenido una serie de relaciones condenadas —dijo él.

—¿Condenadas?

Asintió.

—Era un poco adicto al trabajo en Londres. Siempre tenía el ojo en el


próximo gran cliente que podría subir a bordo. No me dejaba mucho
tiempo para quedar, me temo. Había olvidado que estaba destinado a
conocer a alguien porque terminaba demasiado cansado por el trabajo.

—Oh, querido —dijo Robyn.

—Sí. No iba bien con las mujeres en mi vida, pero hubo una chica
especial y juro que realmente hice un esfuerzo por ella. Había dejado el
trabajo solo dos horas, tarde y todo. —Dio una sonrisa irónica.

—¿Cuál era su nombre?

—Holly.

Robyn espero a que continuase, pero él no parecía querer.

—¿Te lo propuso? —Le preguntó con media sonrisa.

Dan sacudió la cabeza.

—Pero casi se lo propuse. Compre el anillo, reserve una mesa para dos
en su restaurante favorito mirando al Támesis, deje el trabajo un tiempo
por una vez, y después esperé.

Robyn ladeó la cabeza hacia un lado.

—¿Qué ocurrió?
—Nunca apareció —dijo él con un suspiro. —No fue hasta un mes
después que averigüe que había dejado la ciudad esa misma noche con un
amigo en común.

—¡Oh, Dan! ¡Eso es horrible!

—Bueno, era en ese momento, pero ha funcionado para bien. No


estaría sentándome aquí en medio de un campo contigo si hubiera
aparecido y dicho sí. Probablemente habría trabajado demasiado para mí
mismo y estaría en un sepulcro, con las horas que estaba haciendo. —
Suspiró. —Probablemente no lo habría superado de ninguna manera. Para
empezar, ella es alérgica a los perros y yo no podría estar sin unos
compañeros peludos, ¿verdad? —Cogió a Galleta, quien había renunciado
a cazar roedores y se dejo tirar por su amo. Robyn observó cuando situó al
pequeño perro en su regazo y le hizo cosquillas en las orejas.

—Así que, ¿qué hay de ti? ¿Alguien te hizo la pregunta?

Era el turno de ella para responder y no podía, no ahora que Dan había
revelado todo. Robyn sacudió la cabeza.

—No —dijo.

—¿Entonces no hay planes para casarte con Jace?

Robyn se sentó silenciosamente durante un momento.

—Creo que no —dijo al menos con un tipo extraño de risa. Podía sentir
los ojos de Dan en ella y miró hacia arriba para encontrarlos.

—Si hay algo de lo que quieras hablar, soy buen oyente.

—Gracias —dijo ella —pero no creo que haya mucho que decir,
realmente.

Moby, quien había estado patrullando por la orilla, vino y se dejo caer
al lado de Robyn. Ella extendió la mano y acarició su pelo dorado.

Fue entonces que su teléfono sonó. Había olvidado que lo transfirió del
bolsillo de su falda al de la camiseta que estaba llevando y maldijo la
acción cuando vio el texto.

—Déjalo —dijo Dan, pero era demasiado tarde.

Te tengo un regalo. Te veo esta noche.


—¿Es de Jace? —Preguntó Dan.

Robyn asintió.

—Va a venir esta noche —dijo. —Ojalá no lo hiciera.

—Entonces dile que no.

—Lo haría si pensase que habría alguna diferencia.

—¿Quieres regresar?

Robyn sacudió la cabeza y se tendió en la cubierta de hierba, su


desnudo brazo descansando a lo largo de la cálida longitud de Moby.
Quería permanecer así tanto tiempo como fuera posible. Esta noche
llegaría bastante pronto.
Capítulo 26
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por Pily

-Nunca he hecho nada como esto antes —dijo Katherine desde debajo
de los suaves pliegues del edredón en la cama de Warwick.

En un minuto habían estado charlando sobre si Purley Hall parecía


cualquiera de las casas de campo magníficas de las novelas de Jane
Austen y que por eso Dame Pamela la había comprado y, al minuto
siguiente, habían estado con urgencia enredados en la cama juntos.

Fue un buen trabajo el que ambos hubieran decidido que bien podrían
prescindir de la tarde en el grupo de discusión sobre el carácter de Austen,
más porque nunca habrían bajado las escaleras a tiempo. El cabello de
Katherine fue, una vez más, víctima de la pasión y conectaba en cascada
sobre sus hombros como hermosas zarzas, y la habitación de Warwick era
algo digno de contemplar, también.

—Entonces —dijo Katherine, apartándose el pelo oscuro de la cara en


un vano intento de restaurar algún tipo de orden personal —podría haber
acabado la charla, pero todavía quiero saber.

—¿Saber qué?

—¿Qué personaje de Jane Austen te pareces más. —Ella podía ver una
pequeña sonrisa levantando los labios de Warwick.

—No creo que eso pueda decirlo.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, ¿no es todo muy subjetivo? Quiero decir, ¿cada uno va a


decir que es Darcy y cada mujer dice Elizabeth?

Katherine se sentó en la cama, abrazando la manta.


—No lo creo.

—Está bien, entonces, ¿quién eres?

Katherine tomó un momento para pensar.

—Bueno, yo soy inteligente. Soy ingeniosa. Soy una buena amiga. Soy
apasionada de los libros y me encanta caminar.

—Elizabeth Bennet —dijo Warwick.

—Te dije que cada mujer piensa que ella es Elizabeth Bennett.

Katherine se rió y se echó hacia atrás sobre la almohada.

—Entonces, ¿quién crees que sería? —preguntó Warwick, curvando un


brazo alrededor de su cuerpo.

—Ahora, eso es interesante —dijo. —Obviamente, eres guapo por lo que


podría ser cualquiera de los héroes, de verdad. Pero no puedo entender
mucho acerca de tu vida privada por lo que yo sé, podrías ser un
Willoughby o un Wickham.

La boca de Warwick se abrió.

—¡No! ¿En serio? ¿De verdad crees eso?

—Sólo estoy bromeando! —Katherine se rió. —Tal vez eres más un


Edward Ferrars y hay algo que no me estás diciendo, porque no puedes.

—¿Qué te hace pensar que no lo estoy diciendo todo?

Los ojos de Katherine se agrandaron.

—Porque no lo haces.

—Es sólo que no me gusta hablar de mi trabajo, eso es todo. Movió su


brazo lejos y se sentó, balanceando las piernas fuera de la cama.

Katherine lo miró y tenía miedo de que le hubiera disgustado de nuevo.

—Lo siento —dijo ella sentándose una vez más. —Es sólo que estoy
muy interesada en lo que haces.

Tiró de sus pantalones, se volvió y le sonrió.


—Estás perdonada —dijo. —Y te diré más dentro de un poco de
tiempo. Pero no este fin de semana. Quiero este fin de semana para ser
solo nosotros.

—Se trata de nosotros —dijo.

—Ya sé —dijo. —Es sólo que no quiero estropearlo por nada.

—¿Qué podría estropearlo, tonto?

La miró por un momento y luego se inclinó sobre la cama para


reclamar otro beso.

—Nada —dijo. —Nada en absoluto.


***

La cena de gala el sábado por la noche era siempre un poco especial.


Los huéspedes de la conferencia de fin de semana por lo general se vestían
para la cena, pero todo el mundo hacía un esfuerzo muy especial en
sábado. Había una gran variedad de perlas, lentejuelas y joyas relucientes
y los hombres esmoquin y pajarita. Dame Pamela estaba brillante en plata,
una gargantilla de diamantes junto a su cuello y un broche del tamaño de
un huevo de avestruz que todos miraron cegados.

Después de la ducha, el último vestigio de heno y caballos de su


personaje, Robyn se había transformado en una figura que abrazaba el
vestido del color del vino rosado. Se retorció el pelo recogido y lo colocó
lejos de sus hombros y se lo fijó con un clip grande rosa que hacía juego
con su vestido y llevaba un par de pendientes de estilo art deco que
brillaba tanto como los diamantes de Dame Pamela, pero había costado
una fracción del precio.

Al bajar la escalera y cruzar la extensión del pasillo en el comedor, se


sentía como si hubiera entrado en un set de filmación. Todo era hermoso.
Las velas ardían por todas partes, y los espejos brillaban, reflejando los
colores ricos de todo el conjunto. Todo el mundo estaba charlando y las
cámaras brillaron desde todas las direcciones. Robyn sonrió a la escena,
pero deseaba que Dan estuviera allí para compartirlo con ella. Cuando se
habían separado en los establos, se sentía triste y no había querido volver
a la sala en absoluto, sobre todo cuando la besó de nuevo.
—Debería irme —le había dicho cuando ella permaneció inmóvil.
Inamovible.

—Supongo que deberías —dijo.

—¿Vas a venir a verme otra vez?

—¡Por supuesto!

Y luego esto la había golpeado. ¿Qué estaba haciendo? Ella se enamoró


de otro hombre cuando ni siquiera había acabado con el otro. ¿Y qué
pensaba que iba a pasar allí? Incluso si se las arreglaba para romper con
Jace, ¿cómo pensaba que las cosas iban a salir con Dan? Su casa estaba
aquí en Hampshire, y ella estaba a millas de distancia en el norte de
Yorkshire. ¿Cómo podría eso funcionar? Las relaciones de larga distancia
nunca fueron una buena idea.

En cuanto a todas las personas que entraron en el comedor, Robyn se


sentía un poco sola. Sabía que no era la única persona que asistía a la
conferencia por su cuenta, pero de repente todo el mundo parecía estar en
pareja. Estaban las hermanas Rosa y Roberta, la señora Soames y esa otra
mujer horrible que no parecía aprobar a Robyn en absoluto, y Warwick y
Katherine, por supuesto. Sin embargo, tal vez ella podía ir furtivamente a
los establos después de cenar y ver a Dan de nuevo.

La idea de una nueva visita la excitaba, y se sentó a la mesa con una


gran sonrisa en su cara que creció aún más cuando Katherine se sentó
junto a ella.

—Hola —dijo alegremente. —¿Cómo estás? Hace una eternidad desde


que te vi.

—Estoy bien. ¿Estás bien? —Preguntó Robyn, asintiendo a Warwick


cuando él se sentó a la derecha de Katherine.

Katherine se inclinó más cerca.

—Me temo que me he saltado la clase esta tarde.

—¿En serio?

Katherine asintió con la cabeza, y un rubor coloreó sus dulces mejillas.

—Con Warwick.
Robyn se quedó sin aliento.

—Oh, yo no te he sorprendido, ¿verdad? —dijo Katherine, agarrando la


mano de Robyn y apretándola.

Ella negó con la cabeza.

—¡No! —dijo Robyn. —Es sólo que también me he saltado la clase.

—No puedo decir que te culpo. Quiero decir esta tarde no era la más
fascinante.

—Con Dan.

—¿Qué?

Era el turno de jadear de Katherine.

—El chico que trabaja en los establos —dijo Robyn.

—¡Oh, sí! Lo he visto. Robyn, es precioso

—Ya lo sé.

—¿Así que estabas con él?

Ella asintió con la cabeza.

—Él me llevó a montar. Fue maravilloso. Yo no quiero volver.

Las dos se sentaron sonriendo la una con la otra, por un momento.

—Tiene que haber algo en el aire aquí —dijo Katherine.

—Creo que es el efecto de Jane Austen —dijo Robyn.

—¿En serio? —dijo Katherine, con una expresión burlona en su rostro.

—Estamos gastando toda la lectura de fin de semana sobre el romance


y los héroes guapos y terminaciones felices, estamos obligadas a hacer
algo para nuestro cerebro.

—¿Crees que nos hace susceptibles a amar?

Robyn se rió un poco.

—Eso es ciertamente lo que está pasando aquí, ¿verdad?


Katherine respiró hondo.

—Esto no es exactamente lo que esperaba de un Jane Austen de fin de


semana, ya sabes.

—Yo tampoco.

—Pensé que iba a ser todo los libros y charlas.

—¡Yo también! —dijo Robyn. —Nunca pensé que iba a caer en el amor.

—Yo tampoco.

Katherine lanzó una rápida mirada a Warwick.

—Es algo maravilloso, ¿no es así?

Robyn sonrió y asintió, y fue entonces cuando la cena fue servida.

***

Fue una cena perfecta. El primer plato era ligero y sublime, el principal
por supuesto suntuoso y satisfactorio, y el deslumbrante postre de
chocolate. Robyn estaba doblando la gruesa servilleta de lino en espera de
su taza de café cuando oyó un ruido extraño.

—¿Qué demonios fue eso?

Alguien preguntó desde el otro lado de la mesa.

La conversación se apagó cuando se llamó la atención de todos a lo que


estaba pasando más allá del comedor. Algo estaba sucediendo en el
pasillo, una especie de traqueteo, estrellarse y gritar. Katherine se dirigió a
Robyn, y se miraron unos a otros perplejos, sonrisas, pero la cara de
Robyn cambió de todos los colores, cuando oyó una voz.

—¡Maldita puerta! —gritó. —Vamos, muchacho. Por allí. Arre.

Era Jace, y Robyn sólo podía adivinar lo que estaba haciendo, sin
embargo, no tenía que esperar mucho tiempo para averiguarlo, la puerta
del comedor se abrió de golpe, y en la carga de un caballo.

—¡Perseo! —gritó Robyn.


Efectivamente, Perseo, el alazán, estaba en la casa y más alarmante,
Jace estaba sobre sus espaldas. Hubo un suspiro colectivo en la mesa.
Vasos y cubiertos se dejaron caer en alarma, y varias personas saltaron de
sus asientos.

—En el nombre de Dios ¿Qué es eso?

El caballero anciano con el pelo cobaya gritó, ajustándose las gafas en


un intento de averiguarlo.

—Es un caballo —exclamó Rose, agarrando su servilleta y manejándola


como si fuera una especie de escudo. ¿Es un caballo?

—¡Jace! —exclamó Robyn.

¿Qué demonios estaba haciendo con Perseo, y cómo consiguió meterlo


en la casa? Vio que Perseo llevaba la silla y el freno por lo que quizá Dan
sólo le había hecho volver de un paseo por la noche.

—Robyn —Jace volvió a llamar, casi cayendo hacia adelante sobre el


cuello de Perseo.

—¿Qué estás haciendo, Jace? —Robyn saltó de su silla y corrió hacia


él.

—He venido a verte. Te gusta un hombre en un caballo, ¿no? ¡Sé que te


gusta! Y yo quería hacerlo bien. Tengo que estar en lo cierto —dijo,
arrastrando las palabras juntas.

—Es posible que te hayas roto el cuello. No sabes montar a caballo.

—Estoy haciéndolo todo bien, ¿no? No me he caído.

Robyn estaba fuera de sí. Todo el comedor estaba en desorden, con


invitados dándose empujones entre sí en un intento de alcanzar la
seguridad del otro lado de la habitación. Sólo pocas personas valientes
permanecieron sentadas, mirando en estado de shock en el lugar delante
de ellos. Robyn se volvió, a ver si alguien iba a hacer una sugerencia útil,
pero incluso dame Pamela parecía inmovilizada.

—Jace.

Él levantó una mano antes de que pudiera decir nada más.

—No, escucha —dijo. —Tengo algo que decirte.


Vio como Jace rebuscó en el bolsillo de la chaqueta.

—Jace por favor baja.

—No puede ser. Estoy aquí ahora. Voy a hacerlo correctamente.

Nerviosa, Robyn no se atrevió a mirar alrededor a los comensales. Sólo


Dios sabía lo que estaban pensando.

—Te amo Robyn —dijo. —Sé que no soy lo suficientemente bueno para
ti. Sé que no soy uno de tus héroes de un libro. Sólo soy un tipo normal
que no conoce su Darcy. Pero te amo y quiero casarme contigo. ¿Quieres
ser mi esposa?

Se inclinó sobre la silla y le entregó a Robyn una caja azul pequeña.

—Oh, querido Dios, por favor, debo estar equivocada, pensó Robyn,
temía abrirla, porque sabía lo que estaba allí. Pero ¿qué otra cosa podía
hacer? Un silencio absoluto llenaba la habitación del comedor cuando todo
el mundo miró a Robyn y Jace, la boca y los ojos bien abiertos, no
queriendo perder un solo segundo.

Robyn hizo lo único que podía hacer y abrió la caja con dedos
temblorosos. Poco segura, sentado en un cojín aterciopelado estaba un
anillo de diamantes, tres piedras brillantes que le guiñaron un ojo a la luz
de las velas.

—¿Y bien? —dijo Jace, agarrando la melena de Perseo que se


balanceaba hacia adelante. —Lo harás, ¿quieres casarte conmigo?

Esto no puede estar pasándome, pensó. Por favor, despiértenme.

—Jace, yo —empezó Robyn, sus palabras en la garganta.

—¿Quieres casarte conmigo?

Las palabras apuñalaron a través de ella. Se volvió para mirar a los


invitados alrededor de la mesa y estos estaban acurrucados en los
rincones más lejanos de la habitación. Los rostros de todos se habían
suavizado. Todos estaban esperando que ella dijera algo, que dijera 'sí.'

—Sí —dijo ella, su voz un leve gemido.

Tan pronto como se corrió la voz, había una ronda de aplausos


ensordecedores. Alguien dio un silbido, y todo el mundo en pie, haciendo
una carrera loca hacia ella, dándole palmaditas en la espalda, besando sus
mejillas, y en general asustándola de muerte.

—Cuidado con el caballo —la voz de Warwick de repente cortó por


encima del ruido. Instantáneamente a todos los movió hacia atrás, y
Robyn se dio cuenta de que no era el único que miraba ansioso, Perseo se
veía un poco nervioso también.

—Él viene hacia acá—. Alguien gritó desde detrás de ella.

—¡Saquen ese animal de aquí!

Alguien gritó, y todo el mundo vio con horror como la cola de Perseo
creció un centímetro.

—Oh, Dios mío —dijo alguien con un jadeo, y todos vieron como Perseo
extendió su impresionante equipo y un chorro fuerte de orina salpicó sobre
la alfombra. Aquellos que se habían atrevido a permanecer sentados en la
mesa se movieron tan rápido como era humanamente posible para el otro
lado de la habitación cuando la corriente ámbar continuó.

—¿Qué está pasando ahí abajo? —preguntó Jace desde arriba. —Está
orinando, ¿verdad?

Robyn hizo una mueca, muy segura de que no hay que jurar en una
conferencia Jane Austen. Todo el mundo estaba jadeando y susurrando,
horrorizado y divertido al mismo tiempo. ¿Qué pensaría Dame Pamela?
Todas las miradas se habían apartado de los jóvenes amantes a la gran
dama, que miraba decididamente perpleja, sus ojos dos círculos amplios
en su rostro.

Pero entonces ella se echó a reír, con el cuerpo inclinado hacia adelante
como si no pudiera soportarse. Todo el mundo miró mientras se echaba a
reír, el sonido alegre llenando la habitación.

—Eso —dijo —es la cosa más divertida que he visto en mucho tiempo.

Y allá se fue de nuevo, riendo y riendo hasta que todo el mundo se


metió. Todo el mundo excepto Robyn. Se puso de pie, inmovilizada,
mirando la hilera de diamantes ante ella.

—Póntelo —gritó Jace por encima de la risa.


Robyn miró. Él estaba mirando hacia ella con una expresión tan tierna
que no podía hacer otra cosa que obedecerle. La risa se calmó un poco y
los comensales comenzaron a volver a la mesa, en parte con la esperanza
de que el café estaba a punto de ser servido y en parte porque eran
conscientes de que la alfombra debajo de Perseo ahora era penetrante.

—Supongo que deberíamos tratar de conseguir que este caballo se


fuera —dijo Dame Pamela por fin. —Ella se acercó a Perseo, sus zapatos
enjoyados hermosos, chapoteando en la alfombra, y mantuvo una mano en
él, acariciando su blanco resplandor.

—Dan —dijo de repente.

Robyn se volvió para ver a Dan entrar en la habitación. Obviamente


había estado corriendo, y no se le veía muy feliz.

—Baje de ese caballo —gritó, mirando a Jace.

—¡Oh, hombre! Aquí viene la caballería —dijo Jace.

Dan se estiró hacia Jace.

—Quita tus manos de mí, amigo.

—Entonces, sal de este caballo antes de que te baje.

Jace, que estaba tambaleando como un Weeble, no necesitaba que se lo


dijeran dos veces. Si no bajaba ahora, era muy probable que se cayera en
algún momento pronto. Todo el mundo vio como se cayó en el suelo, casi
chocando contra Dame Pamela.

—Esto es indignante —dijo la señora Soames. —Nunca he visto nada


igual en mi vida. Me quejaré formalmente de esto.

Dan se hizo a un lado, sosteniendo las riendas de Perseo en una mano


y moviendo a Robyn fuera del camino cuando volvió el caballo hacia la
puerta.

—¡Oye! ¡Esa es mi futura esposa! —gritó Jace antes de caer al suelo,


peligrosamente cerca de donde Perseo había dejado su marca.

—Alguien que le lleve a la cama —dijo Dame Pamela. —Higgins, ¿sería


tan amable de hacer los honores? Vamos a hacer una cama para él en la
habitación West Drawing. Creo que es muy poco probable que vaya a ser
capaz de hacerlo en una de arriba, y no va a ser capaz de hacer mucho
daño en la sala de dibujo.

Higgins, el mayordomo, que había estado observando el procedimiento


desde la seguridad relativa de la puerta, llevaba una expresión no del todo
de acuerdo con las palabras de Dame Pamela.

—Dan, puedes hacer al pobre Perseus salir de aquí.

Dan asintió y condujo el caballo lejos.

Robyn observó mientras se daba la vuelta para mirarla, su dolor visible


en sus ojos.
Capítulo 27
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por sttefanye
—Pobre Robyn —dijo Katherine.

—¿Qué le hace pensar eso? —preguntó Warwick.

Estaban de pie junto a la ventana en su dormitorio. Fue la primera vez


que había estado en su habitación.

—¿No has visto lo mal que se veía?

—Me di cuenta de que ella no estaba sonriendo. Tal vez estaba en


estado de shock —sugirió.

—¿Shock? Ella no lo ama, Warwick.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque ella está enamorada de alguien más.

Warwick observó a Katherine.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque me lo dijo.

—¿De quién está enamorada?

—El chico de los establos.

—¿Esos flejes que se produjo en el caballo?

Katherine asintió.

—Pero ella apenas lo conoció.

—Y nosotros acabamos de conocernos —dijo.

Él le sonrió, caminó hacia ella, envolvió sus brazos alrededor de ella, y


tiró de ella cerrando.

—Por lo que tiene.


—Puede ocurrir muy rápidamente, ya sabes —dijo ella.

—No tienes que decirme eso —dijo.

—Es probablemente algo que tiene que ver con este lugar. Tal vez haya
algún tipo de hechizo en él, que hace que todos se enamoran.

—No he notado a nadie desmayarse sobre la señora Soames todavía.

Katherine soltó una risita.

—Tal vez el mayordomo Higgins tendrá un brillo en ella.

Warwick se echó a reír, y entonces algo llamó su atención. Allí, en la


cama de Katherine, había una copia de la famosa Dama Fenton. Sin
pensarlo, se acercó a través de la habitación y lo recogió.

—¿Lo has leído? —preguntó Katherine.

—Sí —dijo. Bueno, eso era una verdad ¿no?

Él pasó las páginas, notando un marcador del señor Darcy colocado en


la parte delantera.

—Oh —dijo Katherine—. No estaba destinado a ver eso.

—No me lo digas, ¿lo compraste por un amigo? —Sonrió al ver la


vergüenza de Katherine—. Si ellos hicieron una Elizabeth Bennet, me lo
habría comprado.

—Me encanta este libro —dijo, tomando de él su apertura hacia la


mitad—. Esta escena —dijo—. En las ruinas del castillo. Es maravilloso.

Ella le dio el libro de Warwick y dejo hojear y leer las palabras que tan
bien conocía. Recordaba el día en que las había escrito. No había estado
tan seguro de la escena en sí mismo. ¿Fue demasiado gótico? Ojala su
editor le acusara de ir para arriba. Pero no. Tansy, el editor más difícil en
la ciudad, le adoraba, y los lectores de Lorna también. Había sabido por
las cartas que le llegaron en sacos. Y ahora, aquí estaba más querida, más
bella Katherine cantando las alabanzas de la escena también. Era
demasiado. Él sabía que no debía llevar las cosas, pero el escritor en él
quería oír más.

—Entonces, ¿qué fue lo que te gustó en particular?

Katherine tomó el libro de él otra vez.


—Todo, la verdad —dijo0151. La atmósfera que Lorna Warwick crea: es
siniestra pero sexy a la vez. Me encantan los pequeños tactos, como los
dedos de Isabella cepillan los muros de piedra, así como la forma en que la
luz de la luna hace que las gárgolas parezcan vivas.

Warwick sonrió.

—¿Te gustó?

—Oh, sí. Lo hice. No es una mala pieza de la escritura, supongo.

—Es agradable escuchar. Quiero decir, sé que eres un fan de Jane


Austen, pero es bueno escuchar un halago al trabajo de una mujer. Es
raro cuando esto sucede. Hay tantos esnobs, cuando se trata de la lectura,
¿no?

Warwick asintió. No era bueno. Se sentía mal de nuevo. Malo y


perverso y estúpido. Pero él era un autor y un autor quiere ser alabado y
aquí de pie ante él, estaba una gran fanática, y no podía dejar de querer
saber más de ella. ¿Era realmente impío?

—¿Qué otras escenas te gustó? —preguntó, tratando de sonar


indiferente.

Katherine alzó la vista hacia el techo de yeso fino.

—Me gustó la escena en la que Isabel se enfrenta a Sir John. Ella


deslumbra en esa escena. Me recuerda a Elizabeth cuando rechaza a
Darcy.

Warwick no pudo evitar sonreír.

—Sé exactamente lo que quieres decir.

—Y la escena del perro lobo es hilarante. Y el final, por supuesto. Me


encanta todo. Es mi libro, Warwick, Lorna es mi favorito, y no es una mala
frase.

Warwick se hinchó de orgullo en silencio al escuchar sus palabras.


¡Qué maravilloso era escuchar sus pensamientos. Por supuesto, ella le
contó todo sobre su libro favorito cuando le describió a él como Lorna…
pero era diferente escuchar las palabras cuando estaba en la misma
habitación.
Algo le ocurrió. ¿Quieres confesar a Katherine una cosa así? Algo le
empujó sólo un poco, ¿habría que contarle lo de escribir a Lorna Warwick?

—Es una pena que Lorna Warwick no sabe lo mucho que amas los
libros —dijo, observando con atención su respuesta.

—Oh, estoy segura de que tiene un montón de cartas de los fans.

—No lo sé —dijo Warwick, acariciando su barbilla—. Los escritores no


son precisamente estrellas del pop, llevan esas vidas secretas ocultas.
Quiero decir, Lorna Warwick ni siquiera va a eventos públicos, ¿verdad?

—No, no creo que lo haga.

—Apuesto que la bolsa de correo esta muy vacía —dijo Warwick—.


Apuesto a que le encantaría saber de alguien como tú.

Observó como Katherine dio una pequeña sonrisa.

—¿Qué?

—Nada —dijo ella, haciendo todo lo posible para ocultar su expresión.

—Dime —dijo.

—No hay nada que contar.

—¿Estás segura? —preguntó, preguntándose si sería renunciar a su


gran secreto.

—Bueno, tal vez podría decirte, pero tienes que prometerme que no va
más allá.

—Por supuesto —dijo—. Te lo prometo.

—Le escribí una carta de un fan de Lorna Warwick.

—¿En serio? —dijo, muy impresionado de lo convincente que sonaba.

Katherine asintió.

—No pude evitarlo. Sólo tenía que ponerme en contacto. ¿Eso es tonto
de mi parte?

—¡No! —dijo Warwick con probablemente un poco de demasiado


entusiasmo.
—Es sólo que... bueno... no puedo escribirle a Jane Austen, ¿verdad? Y
los libros de Lorna siempre hacen que me sienta tan feliz. Me llevan
derecha a la felicidad, al igual que un buen libro debería, y realmente
quería decirle eso.

—Entonces ¿te escribió de regreso?

Katherine sonrió.

—¡Lo hizo!

—¿En serio? ¿Qué dijo, Katherine? —Warwick dio una mirada


inquisitiva.

—Más bien creo que es entre ella y yo, ¿no es así?

—¡Oh, vamos!

—No lo voy a decir.

Warwick se acercó a ella y puso sus manos en las caderas.

—No puedes estar conmigo de esa manera —dijo.

—¿No? —dijo, inclinándose para besarlo.

—¿O esa manera?

Pero la verdad del asunto era que no le importaba. De cualquier


manera, era un ganador.

Fue la noche más larga que Robyn había conocido. Durante la mayor
parte del tiempo se sentó en la ventana, mirando por la ventana hacia el
jardín. La luna estaba en algún lugar detrás del cedro y su sombra se
arrojaba por la hierba, extrañamente hermoso.

Robyn no se había tomado la molestia de poner una luz encendida


cuando abandonó la idea de dormir. La oscuridad con filo de plata era
adecuada a su estado de ánimo, pero había algo que quería hacer ahora,
así que cruzó la habitación para encender la lámpara junto a la cama. Un
pequeño círculo de luz amarilla calentando el ambiente, y Robyn tomó la
cajita azul, se sentó en la cama. Ella había dejado el anillo en su dedo y lo
puso en la caja tan pronto como encontró intimidad en su habitación.
Ahora se abrió de nuevo y miró a los tres diamantes minúsculos, pero
perfecto. Ella se sorprendió de la elección de Jace, era un hermoso anillo
de verdad y no una elección que habría esperado que hiciera. No es que
hubiera pasado algún tiempo pensando en el tipo de anillo de compromiso
que Jace escogería para ella. Esta perspectiva nunca había pasado por la
cabeza. Pero ¿qué iba a hacer con él?, y más importante, ¿qué iba a hacer
con la vida que se produciría si acepta el anillo?

Por un momento se trató de imaginar cómo sería la vida como la señora


Jace Collins, pero la visión era demasiado inquietante. Pensó en las latas
de cerveza que se colocan en sus queridos libros de Austen. El partido del
sábado lo reemplazaría por la sensibilidad en la televisión. Él no querría
leer en la cama, y ella lo sabía a ciencia cierta que él se opondría: el
Gwyneth Paltrow Emma uno en la cocina, y el Greer Garson Orgullo.

En detrimento de uno en la cocina y el Matthew Macfadyen otro en el


dormitorio. Todos estaban allí. Ella los pondría en peligro, lo sabía. Pero
estas pequeñas cosas no importarían tanto si realmente lo amaba. Ella no
se perdería unos libros y podría aprender a racionar su consumo, que la
película estaba seguro de que no podía.

—Si, lo amaba.

Pero tú no lo amas, la pequeña voz dentro de ella le decía, y sabía que


era verdad. No me gusta Jace.

Amas a alguien más, la pequeña voz continuó.

Se dirigió a la ventana, miró al otro lado del camino de entrada hacia


los oscuros establos y recordó la mirada de dolor en el rostro de Dan,
quien dejó el comedor antes de la noche. Qué diferente hubiera sido de la
sonrisa, riendo el hombre de su paseo de la tarde. Había sido feliz, sentada
en el banco de hierba con él, mirando hacia el cielo, y dejando que la
conversación fluya con tanta facilidad como el río, a tan sólo unas horas
más tarde, se sintió como si fuera la mujer más desgraciada del mundo. ¿Y
cómo perversa parecía ser miserable, después de tener una propuesta de
matrimonio y de haber dado un hermoso anillo de diamantes. ¿No era lo
que toda niña soñaba?

—¡Oh, Dios! —exclamó Robyn entornando los ojos y sacudió la cabeza.


Era tal la confusión, y sólo había una cosa que quería hacer, iba a ver a
Dan. Tenía que hablar con él y explicar las cosas. Esto no podía esperar
hasta la mañana.
Llevaba sus pijamas florales favoritos con la mancha de vino tinto en la
parte delantera, que era probablemente un secreto mejor guardado para sí
misma. Agarró sus pantalones vaqueros, se vistió rápidamente, tirando de
una camiseta y metiendo sus pies en un par de sandalias.

Abrió la puerta y se deslizó al pasillo, cerrando y bloqueando la puerta


tan silenciosamente como fue posible. Se sentía extraña caminando por
Purley en el medio de la noche. La casa estaba durmiendo, y habían
dejado pocas luces. Cuando se puso de pie en la parte superior de la gran
escalera, Robyn vaciló. Tal vez debería volver a su habitación y esperar a
mañana. Ella ni siquiera estaba segura si había alarmas configuradas en
la casa o si la puerta de entrada estaba bloqueada. Podía imaginar lo
vergonzoso que sería despertar a todos con cierta alarma gritando en la
cima de todos los problemas que ya había causado. Pero algo le dijo que
estaría bien, y ella simplemente tenía que hablar con Dan. No podía
soportar que él pensara mal de ella por un solo segundo más de lo
necesario.

Echando un vistazo alrededor para asegurarse de que nadie había


salido, se arrastró por las escaleras, desde su piso con las sandalias
silenciosas en la alfombra gruesa. Era fácil imaginarse a la dueña de la
casa a estas horas de la noche, sin nadie más alrededor. ¿Lo increíble de
vivir en un lugar así? Preguntó Robyn. ¿Si Dame Pamela saliera alrededor
de las habitaciones envuelta en gasa, pretendiendo ser una reina? No es
que ella lo necesitara. Ya estaba en la realeza y estrellas de cine, tenía un
título. Ella no tuvo que fingir.

Al entrar en el vestíbulo, que estaba iluminado por una sola lámpara


en una consola de oro, Robyn avanzó su camino hacia la puerta principal.
Bien, pensó, no había establecido ninguna alarma todavía. Se busca
prometedor.

La puerta estaba cerrada, bloqueada, pero la llave estaba en el lugar y


los dos tornillos grandes eran fáciles de quitar. En cuestión de segundos se
encontró en la parte superior de los pasos con vistas al camino de grava y
el césped iluminado por la luna. Cerró la puerta detrás de ella y se fue
hacia el establo, sus sandalias crujiendo suavemente sobre la grava.

De repente, cayó en cuenta que Dan pudiera estar dormido. Ella estaba
asumiendo que él estaba tan molesto y no puede dormir sin ella, pero ¿y si
la había borrado de su mente y soñaba con alguien ya? Puede que no
desee que le molesten. Se mordió el labio, pero siguió caminando. Incluso
si él no quería verla, tenía que hablar con él y dejar las cosas claras. Era la
única manera.

Después de entrar en el bloque del establo bajo la torre del reloj, miró a
su alrededor. Todo estaba tranquilo y todo estaba oscuro. Dan no estaba
sentado junto a una ventana iluminada meditando sobre ella. ¿Él estaba
dormido?

El sonido de los ladridos se rompió en la noche, haciendo que el


corazón de Robyn brincara. Era Galletas, y pronto se unió Moby, creando
un coro canino horrible que amenazó con reactivar el conjunto de
Hampshire.

—¿Quién está ahí?

La voz de Dan salió de su habitación en la torre del reloj y Robyn vio


una luz. Oyó pasos, junto con un suplemento de perros, y se abrió una
puerta y la luz se derramó en el patio de los establos.

—Dan.

—¿Robyn?

Ella dio un paso hacia la luz.

—¿Qué estás haciendo aquí?


Capítulo 28
Traducido por Katiliz94
Corregido por sttefanye

Katherine no estaba segura de que se hubiese despertado pero cuando


vio la figura durmiente de Warwick a su lado, estaba contenta de haberse
levantado. Era increíble despertar en medio de la noche con un apuesto
hombre en su cama y era algo que no ocurría con mucha frecuencia. Con
la carga del trabajo y su suerte con los hombres, había estado
desgraciadamente corta en compañía de los hombres durante los últimos
pocos años, lo cual probablemente explicaría porque se había catapultado
en esta relación con evidente entusiasmo.

Durante dichosos momentos, le observó mientras dormía. Tenía el pelo


oscuro más hermoso que jamás había visto y el tipo de pestañas por el que
una mujer gastaría una fortuna intentando crear. Y estaba a su lado.
¿Cómo había ocurrido eso? ¿Era el premio por haber sufrido las mentiras y
la traición de David? ¿Estaba en línea para algún puro autentico deleite al
final?

Una de las cosas más emocionantes de toda el fin de semana era que
Katherine tenía el placer de vivirlo de nuevo cuando escribiese a Lorna
Warwick. No podía esperar a contarle a Lorna todas las noticias. ¿Qué
diría un gran autor? ¿Aprobaría tales cosas o estaría conmocionada por el
conocimiento de Katherine? ¡No! Posiblemente no podrías conmocionar a
una autora romántica ¿verdad? Volver a pensar en algo de las húmedas
escenas que había escrito ella, la llevaría a una completa conmoción, pensó
Katherine.

Deslizándose silenciosamente fuera de la cama, Katherine abrió su


mochila y sacó un cuaderno de notas, un bolígrafo y fue a sentarse en el
tocador de la ventana, encendiendo la lámpara tan cuidadosamente como
era posible. Estaba sintiéndose inquieta y pensó que ahora podría también
comenzar la carta para Lorna.

Querida Lorna,

Perdona el papel de la carta, pero estoy escribiendo esto desde Purley


Hall en Hampshire. La Conferencia de Jane Austen ha sido algo de una
sorpresa este año, y solo deseo que estuvieses aquí para compartirlo. ¡Creo
que me he enamorado! Lo sé, dije que nunca iba a suceder de nuevo, y
verdaderamente creía que no sucedería. Quería un buen largo tiempo para
descansar de los hombres después de todo el debate de David, ¡pero esto
acaba, bueno, de ocurrir!

Su nombre es Warwick, ¡Como tu apellido! ¿No es gracioso? Nunca he


conocido a un Warwick antes. Es mucho un distinguido nombre corto,
¿verdad? El nombre de un auténtico héroe, creo. Más bien como algo sacado
de Jane Austen. Solo puedo imaginarlo. Capitán Warwick Lawton. Ojala
pudieses conocerle. Bueno, imagino que yo también podría conocerte. Se
siente como si ya nos hemos conocido, pero estaba teniendo la esperanza de
que serias capaz de hacer la conferencia. Había sido divertido finalmente
conocerte y…

—¿Qué estás haciendo?

La voz de Warwick la sorprendió. Se giró y le vio sentándose en la


cama.

—Nada. ¡Vuelve a dormir!

—¿Estas escribiendo?

—Sí —dijo ella.

Warwick le dio una pequeña sonrisa.

—Te ves muy Austeniana sentándote ahí en la luz de la lámpara con el


papel de escribir y el bolígrafo.

—No quería molestarte. Lo siento —dijo ella—. Vuelve a dormir.

—¿Qué estas escribiendo? —preguntó él.

Ella suspiró y cerró el cuaderno de notas, devolviéndolo a la mochila


con el bolígrafo.

—Nada —dijo, deslizándose en la cama junto a él. Se acurrucó contra


él, él le besó la frente, ycerró los ojos. Podría terminar la carta para Lorna
en otro momento.

***
En el patio de los establos, Robyn estaba comenzando a desear que no
hubiese dejado el calor de su habitación.

—Estarías mejor al ir dentro antes de que te congeles hasta morir —


dijo Dan. Obviamente podía verla temblar.

Robyn entró en el pequeño vestidor donde Moby y Galleta estaban


moviéndose furiosamente ante los visitantes de medianoche, sus colas
golpeándose contra las piernas de ella en el confinado espacio. Unas
escalaras de madera conducían arriba desde la puerta, y Dan siguió el
camino. Fue solo entonces que Robyn se dio cuenta de que él estaba
llevando unos pantalones cortos y una camiseta.

—Te desperté —dijo ella, consiguiendo una imagen mientras le seguía


al piso de arriba.

—En realidad no —dijo él.

Su voz sonaba extraña, tensa y poco natural. No era la voz a la que se


había acostumbrado durante el pasado par de días.

—No quería molestarte.

—No estas molestándome —dijo él mientras llegaban a lo alto de las


escaleras. Robyn miró dentro de la habitación que le daba la bienvenida.
Era un pequeño desván —como una habitación con paredes blancas y
exponía rayos por todos lados y un sofá apaleado ante el centro en el cual
Galleta brincaba.

—¡Para! —dijo Dan al pequeño perro viejo, quien vergonzosamente salto


y volvió a su cesto en la esquina del cuarto.

Había un diminuto fregadero ante una ventana pequeña que daba al


patio del establo; una cocina; una nevera; una estantería llena con tazas,
cuencos, y platos; y otra llena de libros de cocina. No le había dicho que le
gustaba cocinar pero entonces de nuevo, se habían conocido el uno al otro
solo en un escalofriante tiempo corto, y se dio cuenta de que había un
montón extraño que no sabía sobre el hombre. De repente miró alrededor,
notando una puerta al extremo de la habitación que imaginaba que
conducía al dormitorio y al cuarto de baño.

—Es pequeño, pero es una casa —dijo Dan, como si estuviese leyendo
los pensamientos de Robyn.
—Es agradable —dijo ella—. Lo haces agradable. —Agarrió el cuadro de
un caballo en la lejana pared y miro a los dos perros acurrucados en sus
cestos, ahora que la emoción se había disipado. ¿Qué más necesitaba
cualquiera? Robyn se preguntaba cómo se comparaba con el lujoso
apartamento de Londres en el que él había vivido. Habría jurado que ese
lugar no habría olido a caballos. Dan le señaló que tomase asiento y ella se
sentó en el pequeño sofá.

—¿Quieres té o un café?

Ella sacudió la cabeza.

—Estoy bastante cansada como para eso.

—En algún lugar tengo algo de té de camomila. Pammy me trajo una


caja cuando vine por primera vez de Londres. Dijo que tenía nervios de la
ciudad y que necesitaba calmarme.

—¿Funcionó?

—No lo sé —dijo él—. Sabía a pis así que lo tiré.

Dan fue y se sentó a su lado en el sofá, sus largas piernas desnudas


extendidas frente a él. Era muy distrayente. La habitación estaba
iluminada por una sola lámpara de baja potencia y la intimidante
atmosfera estaba haciendo a Robyn sentir incomoda pero no había ido ahí
para sentar entorno a un extraño sentimiento. No solo se trataba de ella, y
tenía que pensar en cómo se estaba sintiendo Dan.

Tomó un profundo respiro.

—Quería decir que lo siento —dijo ella, su voz apenas audible sobre los
ronquidos proviniendo de los cestos de Galleta y Moby.

—No tienes que explicarme nada —dijo Dan.

—Sí, tengo. —Robyn se inclinó hacia adelante y le miró—. No planeaba


que nada de esto ocurriera. No estoy diciendo eso como una excusa, pero
todo esto me ha tomado por sorpresa —suspiró ella—. Jace nunca iba a
venir aquí. Estaba intentando romper con él, ya ves, y creo que se enteró
de eso. Comenzó a encender un poco el encanto. Bueno, no demasiado.
Pero insistía en traerme aquí y después se fue y reservó una habitación
cercana, determinó que deberíamos tener de eso un fin de semana
apropiado juntos. Ha sido difícil ignorar, pero he estado haciendo lo mejor;
realmente lo hago.

—¿Por qué no vino el fin de semana contigo?

—¿Estas bromeando? No puede soportar a Jane Austen. Tendría una


pesadilla. Incluso no puede soportar estar en el mismo cuarto cuando
estoy viendo una de las adaptaciones en películas.

—Pero algunas veces hacemos cosas por personas a las que amamos —
dijo Dan—. Una vez me puse un traje y me sentó durante cuatro horas de
opera para complacer a mi novia.

Robyn le dio una pequeña sonrisa.

—Jace no es así. Si no le gusta, entonces debe ser basura.

Estuvieron en silencio durante un momento, el sonido de los perros


roncando llenando el espacio.

—No tengo ni idea de lo que iba a proponerme. En realidad no.


Completamente me tomó por sorpresa. ¡Y el caballo y todo! —Los ojos de
Robyn se ampliaron mientras recordaba—. Eso es la cosa más romántica
que jamás ha hecho en toda su vida.

—Es la cosa más estúpida que jamás ha hecho. Podría haber tenido el
cuello roto. Es afortunado de que Perseo estuviese de buen humor —dijo
Dan.

—Lo sé —dijo Robyn—. Estaba preocupada por él, pero parecía feliz.
Creo que es una de las pocas veces que pensó en cualquiera además de él.

—Entonces, ¿no sabías que iba a proponerte?

—¡Por supuesto que no! —dijo Robyn—. Nunca le di algún incentivo,


especialmente en aquellas pocas semanas. Si algo, había estado
intentando era distanciarme de él.

Dan la miró, con la frente fruncida.

—¿Qué? —dijo Robyn.

—Dijiste sí.

Robyn tragó con fuerza.


—Lo sé.

—Pero no estas llevando su anillo.

—Lo sé —dijo Robyn. Miró a Dan. Sus ojos estaban entrecerrados, y no


estaba segura de sí estaba a punto de callarla o besarla.

—Tengo algo para ti —dijo él de repente, levantándose del sofá y


caminando a través de la habitación. Agarró una chaqueta que había sido
tirada sobre el respaldo de una silla de madera y Robyn observó como
alcanzaba el interior del bolsillo y sacaba una pequeña caja roja. Era la
segunda vez que había visto a un hombre hacer eso, y se sintió nerviosa, lo
cual era ridículo, en realidad. Dan no iba a proponérselo, ¿verdad? ¡No! No
podía. Pensó que era ridículo. Además, se dijo a sí misma, la caja que él
está sosteniendo era demasiado grande para contener un anillo. A menos
que fuese un horriblemente gran y caro anillo.

Dan se aclaró la garganta.

—Fui a Winchester después de nuestro viaje esta tarde. Había un par


de cosas que había agarrado, y me dejé caer en una tienda de un amigo.
Tenía un pequeño lugar divertido en el que vender antigüedades en la
parte trasera de la catedral. Bueno, no tanto como antigüedades. Más
baratijas, en realidad. Pero nunca sabes lo que vas a encontrar ahí.
Pammy ama entrar ahí. Siempre está tomando pequeños trozos de
bisutería. De cualquier manera —dijo él, dando un paso hacia adelante, vi
esto, y me hizo pensar en ti. —Sostuvo la pequeña caja roja y Robyn la
agarró, mirándole a los ojos.

—No sé qué decir —dijo Robyn.

—Mejor primero échale un vistazo —dijo con una pequeña sonrisa, y


Robyn lo abrió para revelas el broche más precioso que jamás había visto.
Era un perfecto caballo plateado corriendo con la cola y las crines volando
detrás de él.

—¡Es encantador! —dijo ella—. Nunca me ha sido comprado algo tan


bonito. —Miró a Dan y sonrió—. Gracias.

—Es solo plata —dijo Dan—. Sé que no puede compararse con un


anillo de diamantes.

—Hasta hoy, ese anillo es el único regalo real que Jace jamás me ha
comprado.
Dan parecía perplejo.

—¿Nunca te ha comprado un regalo?

—Bueno, normalmente me da cosas prácticas. El año pasado, por mi


cumpleaños, me regalo un pan de leche. No es muy romántico, lo sé, pero
necesitaba uno. —Dio una pequeña sonrisa—. Pero es agradable ser
mimada ahora y de nuevo, excepto que no creo que haya hecho algo que
merezca esto, Dan.

—¿Por qué deberías merecer algo? Lo vi y te lo compré. Eso es todo. No


tienes que merecerlo. Quería dártelo. Comprarlo era una cosa puramente
egoísta, realmente. —Se sentó en el sofa al lado de ella y Robyn sacó el
broche de la caja y se lo tendió.

—Pónmelo —dijo.

Él desbloqueó el cierre, y ella señaló el lugar en su jersey, viendo como


sus largos dedos rozaban el material.

—Ahí —dijo él un momento después—. Ahora sabes que tienes un


caballo galopando a través de tus pechos.

Robyn se rió y después vio de repente a Dan avergonzado cuando se dio


cuenta de lo que había dicho.

—Mejor me voy —dijo Robyn, poniéndose de pie. Caminó hacia la parte


superior de las escaleras pero tan pronto como comenzó a descender, la
mano de Dan la agarró.

—No te marches —dijo—. Quédate conmigo.

Ella miró alrededor hacia él. Con ella en el segundo escalón de las
escaleras y el encima, parecía más alto que antes, y sabía que sería difícil
estar con él pero antes de que pudiese decir algo, él la volvió a subir por
las escaleras y estaba besándola, su boca cubriendo la de ella y
previniendo alguna protesta. Era demasiado fácil. Ella no quería estar en
algún otro lugar más que allí con ese hombre, y no quería estar haciendo
nada más.

Entonces, ¿Cuál era el problema?

—¡Dan! —Se alejó de él, las lágrimas escociendo en sus ojos.


—No te marches —dijo él, su voz tranquila y controlada pero Robyn
estaba huyendo por las escaleras y estaba fuera del patio del establo antes
de que él pudiese detenerla.

Dan fue rápido a seguirla, parando solo para poner un abrigo sobre él,
y Moby y Galleta estaba también en persecución, viendo una escena de
gran emoción.

—¡Robyn!

Ella no se detuvo pero no lo necesitaba porque Dan estuvo ante ella en


segundos y había bloqueado su camino.

—Dan… ¡No!

—No vas a irte de esta manera. Viniste a verme esta noche, y nos
habíamos dicho con dificultad una palabra el uno al otro.

Robyn se dio cuenta de que él tenía razón. Había querido darle una
explicación apropiada sobre lo que había ocurrido con Jace, excepto que
no lo hizo.

—Realmente lo siento, Dan. No quería arrastrarte en este lío.

—No —dijo él—. Me arrastré por mí mismo y voluntariamente. Quiero


estar contigo, pero tienes que permitirme saber lo que está ocurriendo.
Puedo ver que no eres feliz con Jace. Cualquiera puede verlo. Y ya le dijiste
que te casarás con él. ¿Qué está ocurriendo?

—No lo entiendes —dijo Robyn.

—No, eso es verdad, no entiendo porque no me estas contando nada.


¿De cualquier manera, cómo esta sosteniéndote?

Robyn permaneció en silencio durante un momento.

—¿Quieres saber que es su agarre hacia mí?

Dan asintió.

—Es amable conmigo.

—¿Amable? ¿Comprarte pan de leche y no dejarte ser la persona que


verdaderamente eres?

Robyn sacudió la cabeza.


—Estoy agradecida con él —dijo ella—. Me ayudó en un momento
cuando lo necesitaba.

—¿Qué momento?

Ella suspiró. No quería ir con todo eso ahora pero al mirar a Dan y
pensar en el tiempo que habían pasado juntos, se dio cuando de que tenía
derecho a saberlo.
Capítulo 29
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por sttefanye

Cuándo él estaba muy seguro de que Katherine estaba dormida otra


vez, Warwick se levantó de la cama. Dio un sorbo de agua y luego se dirigió
a la ventana, mirando a través de la gran extensión del césped que era
plateada por la luna. Luego volvió a mirar el cuerpo dormido de Katherine
y sonrió. Su pelo negro se había derramado sobre su almohada, y parecía
pacífica.

¿Hace cuánto tiempo que parecía desde que había conocido la felicidad
tranquila que estaba sintiendo?

Sus relaciones del pasado siempre habían sido más de diversión que
cualquier otra cosa. Ellos han pasado el tiempo lo suficientemente bien y
nunca tuvo nada de que quejarse, pero, de nuevo, nunca había sentido lo
que sentía cerca de Katherine. Había habido otra mujer que se acercó.
Alison. Warwick la había conocido en un viaje de investigación en Austria.
Ella había estado sentada en el bar en el hotel y había comprado una
bebida y habían pasado toda la noche hablando. Se habían llevado bien en
realidad y, sin embargo no había sentido la chispa que sintió con
Katherine. Su relación había durado casi un año. Ella vivía en Glasgow,
que era una vieja manera justa de Sussex, pero habían hecho el esfuerzo
de cumplir cuando ella estaba de negocios en Londres, pero todo se había
desvanecido.

Suspiró. Eso era lo más cercano que jamás había llegado a una
relación de larga duración. Fue patética en realidad, teniendo en cuenta el
número de años que había estado en el planeta, pero tal vez las cosas
estaban a punto de cambiar.

Ver a Katherine mientras dormía, pensaba en las confidencias que


habían compartido en sus cartas y lo cercana que se había convertido.

Se acordó de una carta en particular cuando se había estado sintiendo


bajo sobre el matrimonio con el que había estado implicada con. David:
¿no es cierto? Warwick había querido subir a Oxford ese momento y darle
un puñetazo en la nariz. ¿Cómo se atreve alguien a molestarla tanto?
Todavía recordaba sectores enteros de la carta.

Él nunca sabe lo mucho que lo amaba, había escrito. O lo mucho que


estaba dispuesto a darle. Por primera vez en la vida, estaba pensando en el
futuro a largo plazo. Estaba pensando en los niños, ¿puedes creerlo? ¡Estoy
tan enojada conmigo misma. ¿Cómo podría no haber visto al hombre que
realmente era?

Warwick tragó saliva al recordar sus palabras, pero se tranquilizó


porque no era otro David. Él sólo tenía un poco que explicar en algún
momento, eso era todo.

¿Cómo se valora que la apertura no había guardó nada de él en sus


cartas, bueno, ella no había guardado nada de Lorna. Realmente era lo
mejor de los amigos, y le estaba matando que no podía decirle eso. Ojalá
hubiera una manera para poder volver a la cama con ella y confesar todo.
Si sólo pudiera estar seguro de su respuesta.

Katherine se agitó en su sueño, y vio los ojos abriéndose.

—¿Warwick?

—Hola, dormilona.

—¿Qué hora es? ¿Estás bien?

Él asintió y volvió a la cama, inclinándose para acariciar su rostro.

—Nunca he estado mejor —dijo, y volvió a meterse en la cama caliente


al lado de la mujer con la que estaba cayendo rápido enamorándose.

***

Fuera, en el huerto, Robyn estaba deseando que no hubiera dejado el


calor de su cama. Si se había quedado allí, no tendría que hacer frente a
los ojos inquisitivos de Dan.

—De acuerdo —dijo Robyn con un suspiro—. Se lo voy a contar Jace si


realmente quiere saber.
—Tengo muchas ganas de conocerlo —dijo Dan—. ¿Nos sentamos allí?
—preguntó, señalando a un banco cerca del árbol de cedro.

Robyn asintió, y caminaron por el césped hasta alcanzarlo, Moby y


Biscuit al trote por delante de ellos, dando un paseo bajo la luna a su
paso.

—No sé por dónde empezar —dijo Robyn.

—El principio generalmente es un buen lugar.

Robyn suspiró mientras se sentaba. Sus ojos se habían acostumbrado


a la noche de luna llena, y se sentía en una calma repentina sentada bajo
el gran árbol con Dan. De alguna manera ella sabía que podía confiar en
él.

—Sucedió en la escuela secundaria —comenzó Robyn—. Nunca te lo


crees, pero yo era más bien tímida entonces.

Miró a Dan.

—Y ahora también lo eres —dijo.

—Bueno, un poco, supongo. Pero imagina más. No era un momento


fácil. Era un poco un blanco fácil con mi pelo.

—Tu cabello es hermoso —dijo Dan.

—Pero es muy fácil de lograr.

—Pensé que esas cosas sólo ocurrían en la escuela primaria.

—Tú no sabes el tipo de escuela secundaria al que fui —dijo Robyn al


recordar las bromas constantes y un sinfín de bromas hechas sobre sus
largos rizos.

—De todos modos, no se trata de mi pelo. Bueno, comenzó con mi pelo,


supongo. Jason-Jace vino a mi rescate cuando el bestia de Ben Harris
estaba haciendo mi vida un infierno en el almuerzo.

—¿Qué pasó?

—Jace le dio un puñetazo.

—¡Oh!
—Se levantó de una semana de los castigos. Tuvo suerte de que no
fuera suspendido, o expulsado.

—¿Y es por eso que te enamoraste de él? ¿Jace el héroe volando a su


rescate? —preguntó Dan.

—No, no era eso, en realidad, pero sin duda cuenta. Lo conocía desde
antes de eso, por supuesto. Estamos acostumbrados a ir en el mismo
autobús a la escuela, y todos se conocían más, pero fue sólo después, que
realmente nos hicimos amigos.

Robyn se detuvo un momento y miró abajo, notando el brillo de su


broche de plata visto en el claro de luna.

—¿Estás bien? —susurró Dan.

Ella asintió.

—Fue ese verano cuando las cosas empezaron a ir mal. Mi hermano,


Scott, había terminado sexto y estaba dando vueltas por la casa volviendo
a mamá loca. Quería que él consiguiera un trabajo, pero él pasó la mayor
parte de su tiempo en cama. Todos nos burlábamos de él, diciendo que era
un bueno para nada. Papá lo llamaba una patata en la cama. Nos reímos
de él, la verdad. Todos pensábamos que estaba siendo un adolescente
temperamental. No nos dimos cuenta que estaba enfermo.

Dan frunció el ceño.

—¿Qué pasó?

Robyn le miró, y había lágrimas en sus ojos.

—Murió —susurró—. Fue todo tan rápido. Él comenzó a quejarse de


dolores de cabeza. Estaban empeorando. Él estaba teniendo problemas
con su visión y no estaba comiendo, y resultó que tenía un tumor. Murió
una semana antes de Navidad.

—Dios, Robyn. Lo siento mucho.

Ella asintió.

—Eso fue hace años y sin embargo todavía me entristece pensar en


ello. Y, Jace era el único amigo que tenía en ese momento. La mayoría de
mis otros amigos parecía simplemente desaparecer. Fue tan terrible. Creo
que algunos tenían miedo de hablar de ello, en caso de que me rompiera
delante de ellos. No sabían qué decir o hacer. Y a continuación, otros eran
dulces para un día o dos haciendo un alboroto por mí con abrazos y besos,
pero luego se olvidaban de todo. Por ellos, había llegado el momento de
seguir adelante, y no pude soportarlo porque no podía seguir adelante, no
por la edad. Scott era mi único hermano y lo echaba de menos todos los
días, y Jace era el único que parecía entenderlo. Me consiguió a través de
él. Me dejó hablar y llorar por horas. Le diría lo mismo sobre cómo perdí a
Scott y la culpabilidad que sentía acerca de que sea él y no yo. Y debo
haber conducido a la locura porque siempre estaba haciendo la misma
pregunta una y otra vez, ¿por qué, por qué? —Robyn hizo una pausa—.
Nunca he olvidado la bondad de Jace. Era tan dulce y atento.

Dan le apretó la mano, y se sentaron en silencio por un momento. Por


fin habló.

—Si no te importa que lo diga, me parece como Jace nunca ha


permitido que se te olvide, sin embargo, , desde lo que me has contado de
él.

—¿Qué quieres decir? —dijo Robyn con desdén.

—No quieres estar con él, ¿verdad, y mucho menos casarte con él? Y
sin embargo, dijiste que sí.

Robyn parecía confundida.

—Está jugando con esa bondad tuya. Él sabe que no eres feliz con él, y
tiene el descaro de proponerte y esperar que digas sí.

Robyn se puso de pie. No le gustaba el tono de voz enojado de Dan.

—Siento lo de tu hermano realmente. Nadie debería tener que pasar


por algo así y estoy seguro de que Jace era un buen amigo para ti.

—Sí, él lo era —dijo Robyn.

—Pero tú tienes más que pagado por esa amabilidad con años en su
cuenta, Robyn. Él no puede esperar más de ti. No se puede establecer una
relación de culpabilidad.

—Pero él estaba allí para mí cuando no había nadie más.

—Así que da las gracias y cómprale una botella de vino.

—No es tan fácil como eso.


—¿Por qué no? —preguntó Dan—. Te diré por qué no, porque no estás
dejando que sea fácil.

Robyn comenzó a caminar hacia el pasillo. No quería saber nada más


de esto.

—Robyn. —Dan fue tras ella, los perros le siguen pisando los talones.

—Tienes que dejarme arreglar las cosas por mí misma, Dan. No puedo
pensar en este momento.

—Escúchame. Dime que no vas a seguir con esto.

Robyn miró. Tenía la cara llena de preocupación.

—No sé lo que voy hacer.

—No es lo suficientemente bueno.

—¿Por qué? —dijo Robyn—. ¿Por qué estás tan preocupado por mí y la
decisión que tome?

Dan le dirigió una mirada tan intensa que casi tropezó.

—Uno tiene que preguntarse eso —le dijo—. ¿No lo sabes? ¡Te amo!

—No me puedes amar. Apenas nos conocemos uno a otro.

—¿Qué tiene que ver con nada? Has sabido de Jace por años, pero que,
obviamente, no lo quieres —dijo.

—No se puede presumir de saber cómo me siento.

—¿Qué estás hablando? —dijo Dan—. Has dicho más o menos lo que
sientes por él, y ¿qué demonios has estado haciendo conmigo si estás
enamorada de Jace? Dime eso.

Robyn permaneció inmóvil y en silencio por un momento.

—No sé —dijo al fin. Ella casi podía sentir su corazón en la debilidad de


su declaración. No era lo que Dan merecía escuchar, y sabía que no era la
verdad tampoco.

—¿Danny? —De repente una voz llama a través del césped. Era Dame
Pamela en bata y zapatillas—. Vas a despertar a todo el mundo. Por el
amor al, vengan al interior, los dos.
Robyn se volvió hacia Dan. Estaba desesperada por decir algo,
cualquier cosa, que daría cierto conocimiento de lo que sentía por él, pero
el momento se había escabullido.

—¡Oh, querida! ¡Estás congelada! —dijo Dame Pamela mientras se


acercaba a ellos, colgándose de un brazo en el hombro de Robyn. En
cuanto hizo la observación Robyn comenzó a temblar.

Ella vio como la gran actriz estaba despeinada, de pie descalza en


medio del césped con una capa enorme que se abre para revelar su
camiseta y pantalones cortos.

—¿Qué les pasa a los dos? —preguntó Dame Pamela.—. ¡Dios mío!

—Está bien —dijo Dan—. Se acabó.

Robyn palideció al oír sus palabras y lo observó mientras él se fue con


los perros hacia los establos.

—Dan —llamó Robyn después, pero él no se detuvo. Ni siquiera se dio


la vuelta. ¿Que acaba de suceder? ¿Qué había hecho? En un momento
habían estado compartiendo confianzas y ella se había sentido cercana a
él, él dijo cosas que nunca había dicho a nadie más. Al minuto siguiente,
estaba alejándose de ella y declaró que había terminado.

Sintió que las lágrimas calientes escocían sus ojos mientras lo vio
alejarse. ¿Fue realmente así? Tragó saliva y su garganta se sentía apretada
y con bultos. Dama Pamela se apoderó de su brazo y la condujo al interior.

—Ven aquí, mi querida —dijo, y Robyn no tenía más opción que seguir.
Fue obvio que Dan no quería hablar más de la noche, y Robyn estaba
preocupada de que no quisiera hablar con ella de nuevo. ¿Qué había salido
mal? No había tenido intención de que las cosas resultaran de esta
manera, realmente no tenían, y el corazón le dolía al pensar en él
partiendo con esa expresión de su cara.

—¿Qué he hecho? —dijo en voz alta.

—Oh, probablemente estás enamorada —dijo Dame Pamela—. Al igual


que todos tenemos en nuestro tiempo.

—He hecho un lío de cosas.


—Los atraparemos ordenados —dijo—. Vamos ahora. Ella abrió el
camino por las escaleras y a lo largo de un pasillo más allá de una puerta
marcada privado. Ordinariamente, Robyn se habría sentido fascinada por
un recorrido secreto del hogar de una actriz, pero ella se sentía desgastada
y no podía reunir ningún entusiasmo. Apenas notó la alfombra roja de
felpa que bordeaba el pasillo como si les llevara a algún brillante estreno o
enmarcada las fotografías de Dame Pamela con los grandes y los buenos.
Allí estaba con otras dos grandes Dames, Judi Dench y Maggie Smith, y
con el hermoso Rupert Penry. Jones en el set de la reciente adaptación de
La importancia de llamarse Ernesto y estaba con la deslumbrante princesa
Diana. Robyn no vio a ninguno de ellos, sus pensamientos estaban hacia
adentro.

Cuando las dos mujeres llegaron a una puerta al final del pasillo, Dame
Pamela abrió.

—No nos molestarán aquí —dijo ella.

Robyn se acercó y vio que era una biblioteca. Ella frunció el ceño.
Había una biblioteca abajo, ¿no estaba allí?

—Esta es mi propia biblioteca personal —explicó Dame Pamela como si


leyera sus pensamientos—. Aquí guardo mis copias de lectura.

Lectura de ejemplares, pensó Robyn. Entonces, ¿qué son los libros de


abajo? Por otro lado, había varias copias de cada una de sus novelas de
Jane Austen, ¿no es así? Algunos eran viejos favoritos para leer una y otra
vez hasta que las esquinas rotas y las páginas se aflojaron.

Tal vez se trataba de libros sueltos paginados de Dame Pamela.

Robyn miró a su alrededor y se dio cuenta que había una mesa en el


extremo completamente cubierto de guiones, papeles y pedazos impares
del revoltijo.

—Perdóneme —dijo Dame Pamela, obviamente notando la dirección


donde miraba Robyn—. El papeleo nunca ha sido mi fuerte. Ahora, creo
que un poco de coñac está en orden.

—Oh, no, Dame Pamela, en realidad.

—Tonterías, niña. Tome asiento —dijo, señalando a una hermosa


chaise lounge rosa oscuro.
Robyn se sentó. Era el extraño tipo de asiento que se ofrece, y se sentó
en el extremo opuesto en lugar de la zona extensa en toda su longitud.

—Siempre me gusta un poco de brandy en la noche —dijo Dame


Pamela y Robyn vio que la mujer se acercó a uno de los numerosos
estantes de libros y sacó una gruesa copia encuadernada en piel de El
sueño de una noche de verano y sacó dos copas de cristal y una botella de
brandy.

—No se lo digas al querido y viejo Higgins acerca de esto —dijo Dame


Pamela—. Piensa que está a cargo de los espíritus del hogar, y yo estaría
muy reprendida si alguna vez se descubre mi escondite secreto.

Robyn vio como Dame Pamela vierte dos medidas generosas en los
vasos.

—Aquí —dijo ella.

—Gracias. —Robyn tomó el vaso y tomó un sorbo, sintiendo el


maravilloso efecto de calentamiento de la bebida en cuanto se ingiere.

Dame Pamela tomó un sorbo de aguardiente fuerte y se sentó en un


sillón amarillo opuesta a Robyn.

—Entonces, ¿estás enamorada de mi hermano pequeño, ¿eh?

Robyn casi se tragó su segundo trago de brandy por el camino


equivocado.

—No la culparía a usted —continuó—. Él es un durazno, ¿verdad? Y


tiene un buen corazón también. No como el terrible Julius o el terrible
Gervais. Tengo algunos hermanos, sabe usted, pero Dan es el único que
recomendaría a cualquier persona.

Robyn tuvo que sonreír ante eso.

—Ah, sí —continuó Dame Pamela—. El amor es algo maravilloso. He


estado enamorada tantas veces. Oh, tantas veces —dijo—. Y todavía
recuerdo todos mis queridos amantes —dijo, sus lágrimas en los ojos y su
voz bajando como si ella estuviera a punto de revelar un secreto—. Pero
siempre hay alguien que sigue siendo especial, ¿no? Por mí, que bueno, no
necesito decir su nombre. Pero él era perfecto. Estábamos tan bien juntos.
Todo era una aventura, estuviéramos haciendo trekking en el Himalaya o
de compras en el supermercado. Hicimos reír unos a otros todo el tiempo.
Era feliz. Realmente lo fue. Pero eso no es decir que no tenían nuestras
pruebas, porque lo hicimos. Luchamos como Richard Burton y Elizabeth
Taylor. Eso es sólo la forma en que es la vida, ¿no es así? Por supuesto que
nos separamos —dijo ella con un suspiro—. Se casó y tiene un hijo
bastante famoso ahora, pero usted no necesita saber todo eso.

Robyn deseó que continuase. Era precioso escuchar su charla.

—Así que, volviendo a usted, querida —dijo Pamela Dame.

—Lo siento mucho por todos los problemas que he causado —dijo
Robyn—. Estoy segura de que Jace es demasiado. Es sólo que en realidad
no piensa las cosas. Es una época difícil para nosotros.

—¿Y todas esas tonterías con él proponiendo? —dijo Dame Pamela—.


¿Qué fue todo eso? Quiero decir, él fue de la manera correcta. Nunca he
visto nada tan impresionante en mi vida. Pero debe saber que no lo amas.

Robyn asintió lamentablemente.

—Creo que eso es exactamente por qué lo hizo.

—Y usted dijo que sí

—Lo sé —dijo Robyn colgando su cabeza de vergüenza. Era como ser


cruzada cuestionada por Dan de nuevo—. Y no tengo ninguna respuesta.

—¿Qué quieres decir con que no tiene ninguna respuesta? Usted debe
saber por qué dijo que sí.

Robyn respiró hondo.

—Todo el mundo espera que lo haga.

—Oh, púdranse.

Robyn se estremeció al oír la respuesta de Dame Pamela.

—No deberías haberte sentido presionada por un grupo de


desconocidos a decir algo que iba en contra de su mejor juicio aunque
puedo ver por qué lo hiciste. No quiero ni pensar lo que podría haber
hecho si hubieras dicho que no, pero hay que pensar en el futuro aquí, y si
no lo amas, vas a tener que decírselo.

—Sé que lo haré —dijo Robyn.


—Mira, querida, si no te importa mi palabra, estás en una confusión
horrible, y usted es la única que puede lograr salir de ella. Me gustaría
poder ayudar más, pero no puedo. Tenemos que clasificar este tipo de
problemas fuera de nosotros mismos, ¿no es así? Ahora, ¡el resto del
aguardiente por usted y tener una buena noche de sueño! Tal vez usted
será capaz de ver las cosas claras en la mañana.

Robyn asintió, con la esperanza de que Dame Pamela tuviera razón.

—¿Jace lo ha conseguido? —dijo.

—No te preocupes por él. Está roncando a pata suelta en la habitación


West Draw.
Capítulo 30
Traducido por Cherry k. Crazy
Corregido por Isane33

—¿Warwick? —susurró Katherine su nombre y le dio un pequeño y


gentil apretón a su hombro.

—¿Qué hora es? —murmuró su voz contra la almohada.

—Hora de irse —dijo ella.

—No puede ser.

—Lo es.

Él suspiró y se giró, su cabello caía sobre su cara. Luce tan adorable,


pensó Katherine, deseando verse la mitad de linda que él a primera hora
de la mañana. Pero adorable o no, tenía que salir de su habitación y
regresar a la suya.

—Ven aquí —dijo, jalándola a un cálido abrazo al que se le hizo


imposible resistirse.

—Tengo que levantarme —dijo Katherine con firmeza, pero no estaba


haciendo ningún verdadero progreso—. Tengo mi conferencia esta
mañana.

Warwick la miró.

—Entonces tiene que levantarse, Dra. Roberts.

—No me llames así.

—¿Por qué no? Es bastante sexy. Estoy en la cama con una doctora.

—¡Warwick!

—¡Cerebro y belleza!

—¡Warwick! —Agarró su almohada y lo golpeó con ella.

—Está bien, está bien, me voy —dijo él, saltando de la cama.


Katherine lo miró mientras rápidamente se cambiaba. ¿Quién es este
glorioso hombre que ha entrado en mi vida? se preguntó, y ¿en el pasado,
las heroínas de la regencia miraban a sus héroes de la regencia vestirse?

—Te veo después, doctora —dijo Waarwick. Le guiñó mientras se


ajustaba el cinturón.

Katherine se dejó caer en su almohada por un momento y suspiró.


¿Cómo podía pensar en dar una conferencia cuando lo único que podía
pensar era en Warwick? Y él iba a estar ahí también, sentado en la
habitación mirándola directamente con esos enormes ojos de color café.
Iba a tener que desconectarse de él si quería pasar por eso con todo el
profesionalismo que podía.

Después de ducharse y vestirse con una conservadora blusa blanca y


una falda negra recta, Katherine se tomó su tiempo para aplicarse el
maquillaje y luego se preguntó qué debería de hacer con su cabello. Por lo
general se lo sujetaba para dar una conferencia. Pero Warwick le había
dicho lo mucho que le gustaba cuando le llevaba suelto. Ella experimentó.
¿Arriba? ¿Abajo? ¿Arriba? ¿Abajo?

—Abajo —dijo finalmente, dejando a sus ondas negras colgar sobre sus
hombros. Se puso una capa extra de brillo de labios y luego se sentó junto
a la ventana con vistas al lago y sacó sus notas para su conferencia. Este
era el verdadero propósito por el que había ido a Purley Hall, pero había
sido muy fácil olvidarlo después de haber conocido a Warwick.
Definitivamente el amor había tenido prioridad sobre la literatura este fin
de semana.

***

A pesar de no haber podido conciliar el sueño hasta altas horas de la


mañana. Robyn se levantó justo antes de las siete de la mañana y se
sentía extrañamente despierta. El vaso de brandy de Dame Pamela había,
en el fondo, ayudado a dormir y se sentía mucho más capaz de hacer
frente al mundo ahora que se trataba de un nuevo día.

Después de salir de la cama y ponerse el jersey que se había puesto la


noche anterior, vio el broche de caballo de nuevo y acarició su cuerpo de
plata con los dedos, recordando la cara de Dan cuando la dejó la noche
anterior. Cerró los ojos porque esa imagen era demasiado dolorosa para
soportarla.
—Dan —susurró.

Pero había algo —alguien— que tenía que poner antes que a Dan esa
mañana, y ese era Jace.

¿Qué es lo que iba a hacer con Jace?

¿Qué es lo que Elizabeth Bennet haría con respecto a Jace?

Tomó un cojín del pequeño sillón junto a la ventana, recogió sus libros
premiados, se sentó en el asiento de la ventana y sacó la edición
bellamente encuadernada de Orgullo y Prejuicio. Corrió sus manos sobre la
cubierta roja y dorada, pensó en que había pocas cosas más hermosas que
una nueva edición de su libro favorito.

Robyn tal vez se había perdido la conferencia titulada “¿Qué podemos


aprender de Jane Austen?” pero no necesitaba que un extraño le contara
lo que ya sabía. Orgullo y Prejuicio era una obra de proposiciones: buenas
proposiciones, malas proposiciones y propuestas imprudentes. Robyn
había leído y recordado todas, y ojeó su prístina copia para encontrar la
escena que sabía tenía que leer de nuevo. Era la de Elizabeth Bennet
negándose a casar con el odioso Sr. Collins.

—Usted no podría hacerme feliz, y estoy convencida de que yo sería la


última mujer en el mundo que le haría feliz.

Robyn amaba la fortaleza de Elizabeth en esa escena. Fue uno de los


actos que atrajo a los lectores. Además de ser inteligente, divertida y la
mejor de las hermanas, Elizabeth era independiente y valiente. En un
tiempo en el que el matrimonio era la única opción de carrera viable
disponible para las mujeres, Lizzy había arriesgado todo por rechazar a un
pretendiente que pudo haberle proveído una buena vida.

Y luego había sido el impacto de Charlotte Lucas aceptando. Hacía a


Robyn estremecerse, sin importar cuantas veces lo leyera. Era la única
oportunidad de Charlotte a una vida que pudiera llamar suya, ¿no era así?
¿Qué era lo que le había dicho a Lizy? “Sólo pido un hogar confortable”.

Robyn miró por la ventana hacia abajo sobre el césped esmeralda y


agradeció a sus estrellas de la suerte que fuera una mujer moderna. Sin
importar cuánto amara leer acerca de mujeres de la regencia y se fascinara
vistiendo vestidos de muselina, la verdad era que esa vida había sido
mucho más dura para una mujer. No, el siglo XXI podría carecer de los
modales y la de la galantería del cortejo, pero al menos una mujer podía
tomar sus propias decisiones sobre su futuro sin el miedo de caer en la
ruina.

El hecho era que Robyn no necesitaba a Jace para que le proveyera un


hogar. Ella tenía su propia casa y a diferencia de Charlotte Lucas en
Orgullo y Prejuicio, tenía muchas opciones esperando por ella. No
necesitaba casarse con Jace, ¿por qué había dicho que sí? ¿Fue realmente
sólo porque todo mundo esperaba que dijera que sí? Imagínense si hubiera
dicho que no. ¿Qué hubiera pasado entonces? Trató de imaginar la escena
con Jace sentado en lo alto de Perseus, su sonrisa cayendo de su cara.
Había estado seguro de su respuesta, ¿lo había estado? Tal vez esa era la
razón por la cual los hombres normalmente se proponen en lugares
públicos —había menos posibilidades de que una mujer los rechazara, por
miedo a humillarlos. Pero una mujer no podía correr el riego de atarse al
hombre incorrecto sólo para salvarlo de unos minutos de humillación, ¿lo
haría ella?

Robyn suspiró. Era más que eso, ¿no era así? Todavía tenía esa vieja
sensación de malestar al ser atada a Jace. Él era todo lo que conocía. Él
era seguro. Bien, no prendía su corazón en llamas y la molestaba como el
infierno la mayor parte del tiempo, pero ellos se conocían el uno al otro y
ese nivel de conocimiento era una extraña clase de confort.

—Como mi trabajo —reconoció Robyn. Todo había sido siempre simple.


Fue a la misma escuela a la que fue su madre. Tomó el primer trabajo que
le ofrecieron y se había quedado en él desde ese entonces, y no conoció a
otro hombre excepto Jace. Siempre había elegido las opciones fáciles por
que los cambios erran aterradores, ¿cierto? Pero los cambios podían ser
grandiosos también, Jane Austen le había enseñado eso. Elizabeth y Darcy
habían tenido que aprender mucho de ellos mismos y cambiar por
completo la manera de pensar del otro antes de intentar ser felices juntos.
Anne Elliot había cambiado de una mujer dependiente e ingenua a una
que sabía quién era y que no tenía miedo de tomar sus propias decisiones,
y la querida Catherine Morland fue capaz de dejar a un lado su visión
infantil del mundo y abrazar a la realidad que incluía a su amado Henry
Tilney.

La mayoría de los libros de Austen eran acerca de crecer y aprender.


Sus finales felices no se producían por casualidad, sino a través del
cambio que era algo Robyn nunca había sido feliz abrazando. Hasta ahora.
Ahora sabía lo que tenía que hacer.

***

Warwick estaba cantando en la ducha. Le gustaba cantar. Pero sólo


cuando sabía que nadie estaba escuchando. Hoy era una canción de
Queen, Somebody to Love, y su voz hacía eco de una manera que él
pensaba que era maravillosa, un hecho que cualquier vecino habría
definitivamente disputado.

Había sido otra maravillosa noche en Purley, y Warwick no pudo evitar


reír cuando pensó en cómo había pasado la totalidad de la misma, con
Katherine. ¡Qué caliente y maravillosa había sido en su compañía! Había
algo —si se permitía decirlo— de tranquilidad estando con ella. Se sentía
a gusto con ella aunque no debería porque todavía tenía que contarle la
verdad acerca de él.

—Y lo voy a hacer. Estoy seguro. Hasta cierto punto. Las cosas se


solucionarían por si solas —le dijo a su reflejo empañado de vapor sin
llegar a convencerse—. Sólo déjame disfrutar este fin de semana.

Pero eso no podía ser. Tan pronto se había vestido, su teléfono sonó.
Era un mensaje de Nadia Sparks, su agente.

¡Voy a asistir al baile después de todo! Te llamo. Besos.

Warwick tragó saliva. Nadia estaba hablando del baile del domingo en
Purley. Siempre era un evento especial, y la gente del mundo editorial se
moría por asistir. Pero Nadia no sería uno de ellos, pensó, rápidamente
marcando su número. Se fue al correo de voz, colgó, maldiciendo en voz
alta. Esto era la última cosa que esperaba. Por mucho que adorara a su
agente, realmente no la quería aquí. Ella representaba a Lorna Warwick, y
él no era Lorna Waewick este fin de semana —todo lo contrario— y
cualquier cosa que amenazara ese hecho debía de ser evitado a toda costa.

***
Eran las ocho de la mañana cuando Robyn bajó las escaleras. Nadie
estaba alrededor excepto por Higgins el mayordomo, que esta mañana
estaba usando un chaleco color índigo con brillantes botones plateados.

—Buenos días, señorita —dijo.

—Buenos días —dijo Robyn—. Voy a ver a Jace… mí… erm...


Prometido.

—Por supuesto señorita. Sígame. —La guió a través de la biblioteca y


abrió una puerta que Robyn no había notado antes.

—El salón principal del este —explicó—. Me tomé la libertad de servir el


desayuno aquí para los dos.

—Oh, gracias —dijo Robyn, notando una bandeja que había sido
colocada en una mesita para ella y para Jace con cereal, pan tostad, té, y
jugo. Era mucho más de lo que merecían, después de todos los problemas
que causaron.

Higgins el mayordomo dio una pequeña reverencia y dejó la habitación,


y Robyn se giró para ver a Jace, su cabeza despeinada medio escondida en
su ropa de cama. Ella se sentó en la silla a un lado de la cama
improvisada, preguntándose si debería despertarlo. Sería mucho más fácil
si no lo hiciera, pensó. Pero esa no era la manera de continuar, y Robyn
estaba determinada a que las cosas debían de ser sorteadas de una vez y
por todas.

—¡Jace! —susurró. Él no se movió—. ¡Jace!

—¿Huh? —Repentinamente se levantó de golpe, su cabello sobresalía


en todas las direcciones al mismo tiempo. Hizo una mueca cuando sintió el
inicio de la resaca—. Oh, eres tú —dijo, no sonando del todo complacido
de ver a la mujer a la que recientemente se había propuesto.

—Bueno, por supuesto que soy yo. ¿A quién esperabas?

—Pensé que podría ser ese extraño hombre que usa un chaleco raro.
Estaba haciendo ruido hace rato, pero pretendí que estaba dormido. Él
seguía aclarándose la garganta.

—Ese era Higgins el mayordomo. Nos hizo el desayuno.


Jace se levantó, haciendo a un lado su sábana y se dio cuenta de
repente que estaba desnudo.

—¿Qué demonios?

—Tus ropas fueron lavadas y planchadas. Mira —dijo Robyn,


señalando una silla donde estaba su ropa acomodada.

—¡Caray! Debería venir más seguido —dijo, levantándose y vistiéndose


rápidamente.

—No deberías de haber venido para nada —dijo Robyn después de una
pausa.

Él se giró.

—¿Qué quieres decir?

—¿En qué estabas pensando, Jace?

Se subió la cremallera de los pantalones y la miró como si estuviera


hablando un idioma extranjero.

—¿Que en qué estaba pensando? —dijo, su frente se arrugó—. En ti.


Estaba pensando en ti.

—Pero nunca lo habías hecho antes.

—¿De qué estás hablando?

Robyn suspiró.

—Tenemos que afrontar los hechos. Las cosas no están funcionando.

Él no dijo nada por un momento porque vio el desayuno y estaba


inmerso en eso.

—Toma un poco de esta tostada, Rob. Es fabulosa.

—¡Jace!

—¿Qué?

—No está funcionando.

—Entonces, ven y siéntate aquí —dijo.


—No estoy hablando del desayuno. Estoy hablando de nosotros.

La boca de Jace estaba abierta, todavía medio llena de pan tostado.

—No me mires así —dijo Robyn—. Sabes cómo me siento. Deberías


saberlo. No ha estado bien por años, y realmente lo siento, pero debí haber
dicho algo antes. Es sólo que no sabía qué decir.

Jace terminó de comer su bocado de pan tostado antes de mirarla de


nuevo.

—Pero dijiste que sí. Dijiste que te casarías conmigo, Robyn.

Ella asintió.

—Lo sé, y lo siento mucho.

—No estás usando el anillo —dijo él mirando su mano.

—No.

—Quiero que me regreses el anillo —dijo.

Robyn frunció la frente.

—Vas a tener el anillo de regreso.

La cara de Jace era un caleidoscopio de emociones. Fue de confusión a


incredulidad, de la ira al miedo.

—No quiero el anillo. Es tuyo. Quiero que lo tengas, y ¡quiero que seas
mi esposa! —Se había olvidado de la comida delante de él y se arrodilló al
lado de Robyn, entrelazando sus manos—. No puedes hacerme esto. ¡Te
amo!

—No, no la haces Jace. No realmente.

—¿Cómo puedes decir eso? No sabes cómo me siento. —Su rostro


estaba pálido y sus ojos tenían una mirada hueca que era casi inquietante.

Robyn se inclinó hacia adelante un poco.

—Sólo nos tenemos el uno al otro —dijo—. Nunca conocimos a nadie


más.

—¿Y qué tiene de malo eso?


—Nada. Si realmente nos amáramos, pero no creo que lo hagamos.
Somos tan diferentes.

—¿Pero eso es algo bueno, no? Yin y yam y todo eso.

—Yang —lo corrigió Robyn.

Jace suspiró.

—Sé que no soy tan inteligente como tú y sé que no leo todos esos
libros y esas cosas, pero te amo, Robyn. Realmente lo hago.

Robyn miró a Jace. Sus ojos estaban llenos de lágrimas que ya eran
visibles. A Robyn se le habían salido también.

—Lo siento —dijo—. Realmente lo siento.

Él miró hacia abajo a sus pies descalzos por un momento, sin decir
nada, pero entonces miró hacia arriba.

—Yo estaba ahí para ti Robyn, cuando nadie más estaba.

Robyn debió haber sabido que esto iba a salir, pero una parte de ella
tenía la esperanza de que Jace no cayera tan bajo en un momento como
este. Cerró sus ojos, preguntándose como manejaría eso, y decidió que la
calma que quedaba era la única manera.

—Sé que lo hiciste, y nunca voy a poder agradecerte lo suficiente por


eso. Eras mi mejor amigo.

—Esa es la manera de tratar a tu mejor amigo —dijo.

—¡No me puedo casar contigo por gratitud! —dijo ella, molestándose—.


¿No puedes ver que eso nunca funcionaría?

—Hay alguien más ¿cierto? —dijo, su rostro súbitamente se llenó de


color.

—No hay nadie más —dijo Robyn, tratando desesperadamente de no


complicar las cosas aún más—. Esto es sobre nosotros.

—¿Es por el maldito tipo del caballo? Porque si lo es, lo arreglaré. —


Jace se puso de pie y se dirigió a la puerta.

—¡No me estas escuchando Jace! Esto no tiene nada que ver con él o
con nadie más.
Jace se detuvo y se dio la vuelta.

—Es sólo que no te amo —dijo ella.

Hubo un momento de silencio terrible y Robyn vio que Jace cerró los
ojos. Por fin parecía estar escuchándola.
Capítulo 31
Traducido por Princesa de la Luna
Corregido por vicsibet

Katherine no podía manejar mucho para el desayuno. Siempre era lo


mismo antes de dar una charla, lo nervios siempre obtenían lo mejor de
ella. Ella sería capaz de comer como un cerdo después, pero no más que
una taza de té, era manejable de antemano.

—Estaba esperando para ver un caballo aquí esta mañana —dijo Doris
Norris sonriendo cuando entró en el comedor.

Roberta y Rosa la siguieron de cerca.

—Pues alguien ha hecho un muy buen trabajo de limpieza después de


él —dijo Rose.

—Gracias a la bondad —dijo Roberta—. Nosotras no queriamos oler eso


mientras tomábamos nuestros huevos revueltos.

—¿Cómo está la novia esta mañana? —preguntó Rose a Katherine


mientras se sentaba junto a ella.

—No la he visto todavía —dijo Katherine, esperando que Robyn


estuviera bien y preguntándose qué había sido de Jace.

—Apuesto a que tiene esa maravillosa flor del amor joven —dijo Rose
con nostalgia.

Katherine no respondió al instante y Rose se cogió en él.

—¿No crees que es así, Dr. Roberts?

Katherine empujó la cuchara alrededor de su taza de café.

—Creo que tiene mucho que resolver —dijo ella.

—¿No crees que sea feliz nuestra querida Robyn? —El dulce rostro de
Rose se arrugó por la preocupación—. Pero dijo que sí.
—Lo mismo hizo la Princesa Diana —dijo Katherine, y se levantó de la
mesa para poner fin al interrogatorio.

Volvió a su habitación para poner en orden rápidamente,


preguntándose si debía llamar a la puerta de Robyn para ver si estaba
bien. Pero tal vez eso no era una buena idea. Si se tratara de Katherine ella
querría un poco de espacio para resolver las cosas en su propio tiempo y
sin la interrupción de bien intencionados extraños. En su lugar, se centró
en lo que siempre hacía antes de una charla. No tener una mirada en el
último minuto en las notas como algunos oradores pueden hacer, oh, no.
Sólo había una cosa para leer en un momento como este, un paso perfecto
de la prosa que nunca dejaba de trabajar su magia en ella y la ayudaba a
recordar que el mundo era un lugar hermoso y por qué su tema
especializado fue la obra de Jane Austen, y que era su paso favorito de la
persuasión: la carta del capitán Wentworth a Anne.

Usted perfora mi alma. Estoy medio agonizando. Medio esperanzado.

¡Ah, Katherine pensó en el señor Darcy, bien podría reclamar nueve de


cada diez corazones, diez lectores, pero no hay que olvidar la profunda
pasión del capitán Wentworth.

No he querido a nadie sino a ti... Sólo tú me has traído a Bath. Porque


sólo en ti creo y planeo.

¡A Katherine le encantó eso! Ese era Austen en su más romántica


novela y Katherine adoraba la respuesta de Anne.

Esta carta no iba a ser recuperada pronto.

Este era el tipo de cosas para agitar hasta el corazón y aunque


Katherine necesitaba para calmarse antes de una charla pública, esta
sentida escena era irresistible y le dio la paz y optimismo.

***

En el Room West Drawing, Robyn estaba con desesperada necesidad de


calmarse en la forma de Jane Austen, pero había una última escena que
soportar antes de que pudiera escapar a la seguridad de los libros en su
habitación.
—Creo que es mejor si vas —dijo ella, deseando que Jace se moviera
lejos de la puerta para que ella pudiera salir corriendo.

Él asintió con la cabeza y el alivio la inundó por lo bien que estaba


tomando todo.

—¿Cómo vas a llegar a casa? —preguntó él.

—Oh, traje mi billete de tren conmigo.

—¿En caso de que rompieras conmigo? —dijo, su pequeña sonrisa


diciéndole que no iba para dar la batalla.

—No planeé esto, Jace.

—Ya lo sé —dijo.

Hubo un momento incómodo cuando ninguno de los dos sabía qué mas
decir. Habían estado juntos durante muchos años y ahora se estaba
terminando. ¿Qué podía uno decir en una situación así?

—Supongo que te veré por ahí —dijo al fin.

—Estoy segura de que lo haré —dijo Robyn y observó a Jace que


asintió. No parecía muy feliz, pero al menos parecía resignado.

—Espera aquí mientras me quito el anillo —dijo Robyn de pronto.

Jace negó con la cabeza.

—Quédatelo.

—No, no sería justo.

—Conserva el anillo, Robyn. Es tuyo.

Ella tomó su mano y la apretó suavemente.

—Gracias —dijo, y luego se inclinó hacia adelante y besó su mejilla.

Mientras se dirigía a la escalera, pensó en lo afortunada que era, había


logrado salir sin una escena mucho peor. Tal vez ellos habían jugado a lo
largo de los dos últimos días y no había más drama con Jace.

—Y gracias a Dios por eso —se dijo a sí misma mientras empezaba a


subir las escaleras, no se atrevía a mirar hacia abajo.
—Espera, Robyn.

Robyn se congeló a mitad de las escaleras.

—No puedo —dijo él, y ella se dio la vuelta para mirarlo—: No puedo
dejar que te vayas así.

Había unas pocas personas caminando por las escaleras listos para la
charla y algunos más salieron del comedor después del desayuno. Robyn
tuvo que deshacerse de Jace. Ella no podía arriesgarse a otra escena, lo
dejó acercarse.

—Tienes que irte, Jace. Se ha acabado. Por favor, tienes que ver eso.

—Dame una oportunidad más —dijo—. Sólo una más.

Robyn negó con la cabeza.

—¡Por favor!

Ella se estaba dirigiendo hacia las escaleras, pero esta vez, Jace la
empezó a seguir y las personas estaban empezando a mirar. Ellos lo
reconocieron, ¿no? Y ellos estaban, sin duda esperando ser entretenidos
una vez más.

—Jace, tienes que aceptar que las cosas han terminado —dijo ella.

—Pero todos los años que he estado contigo no se puede simplemente


tirar todo por la borda.

—Pero tú no estabas conmigo —dijo Robyn—, estabas todavía viviendo


con tu madre.

Sus ojos se estrecharon en su comentario.

—¿De eso se trata, que estaba viviendo en casa? Bueno, eso va a


cambiar, ¿no es así? Tan pronto como estemos casados, vamos a estar
juntos. Vas a ver. Todo será diferente entonces.

—¡No me está escuchando! No me voy a casar contigo —dijo ella—. Y no


puedo faltar más a la conferencia, hablando de ello.

—Robyn, por favor —dijo, y sus ojos se llenaron de lágrimas—, olvídate


de esta conferencia por un segundo y piensa acerca de nosotros. Todo lo
que siempre piensas es en la sangrienta Jane Austen. ¿Cómo es que
siempre tiene que desempeñar un papel secundario para la ficción? Estoy
harto de ella. No está bien.

Un torrente de emociones estaba surgiendo en Robyn y sabía que ya no


podía permanecer en silencio.

—Simplemente no lo entiendes, ¿verdad? Y nunca lo entenderás. Ese


es uno de los problemas aquí No se puede ver que esta conferencia es
parte de lo que soy. ¿También odias mis libros y todas las adaptaciones de
la película? ¿Cómo pudiste pensar que podríamos vivir juntos cuando no
lo entiendes? ¿Nunca has entendido, verdad? Y has hecho todo a tu
alcance para hacerme sentir culpable. Pero no puedo cambiar. Soy la que
soy, y Jane Austen es tanto una parte mía como la sangre que bombea por
todo mi cuerpo. Sus palabras son mi vida y no puedo estar con alguien
que no entiende eso. Simplemente no puedo.

Jace parecía un poco atónito ante sus palabras, como si supiera que él
era el que iba a tener que ceder en este punto.

—Pero puedo cambiar —dijo él, pasándose una mano por el pelo con
desesperación.

—No, no puedes —le dijo—, y no quiero que cambies porque eso no es


justo. Somos tan sólo dos personas muy diferentes que no permanecen
juntos nunca más. Debes ver eso.

Se quedaron en silencio por un momento y Robyn se dio cuenta de que


los ojos de Jace se habían llenado de lágrimas y él vibraba con ellas
también. Ella extendió la mano y le tocó el rostro.

—Por favor —dijo ella, y él la miró, sus ojos tan grandes que casi dolía
mirarlos.

—No puedo soportarlo, Robbie.

Su voz se quebró cuando él la llamó por su apodo. Robyn tomó sus


manos entre las suyas y las apretó.

—Tenemos que seguir adelante —dijo.

—Esto no es bueno para nosotros.

—Pero no voy a volver a verte, ¿lo haré? —dijo con una voz que apenas
era audible.
—Por supuesto que lo harás —dijo Robyn.

Negó con la cabeza.

—Conocerás a alguien más. Sé que lo harás.

—Tú también —dijo—, pero eso no significa que no podemos seguir


siendo amigos. Muy buenos amigos.

—No va a ser lo mismo —dijo.

—No, no lo será.

Estuvieron absolutamente inmóviles durante unos momentos, sus


manos aún entrelazadas y sus frentes casi tocandose. Las personas que
habían estado observando la escena desde la parte inferior de las escaleras
se alejaron como si supieran que estaban molestando en una escena muy
privada.

Robyn soltó las manos de Jace y cerró los ojos por un momento. Al
abrirlos, vio que Jace estaba caminando por las escaleras.

—Jace —gritó, corriendo tras él.

Él se detuvo y se volvió para mirarla.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Respiró profundo y suspiró a cabo.

—Quiero que seas feliz. Realmente —dijo.

—Y si no puedo hacerte feliz, entonces no deberíamos estar juntos.

Parecía más tranquilo, como si toda su lucha se había escurrido de él.

—Pero todavía podemos ser amigos, ¿no? —dijo Robyn.

Jace asintió.

—Me gustaría —dijo y le dio la más pequeña de las sonrisas antes de


cruzar el pasillo.

Cuando Robyn lo vio alejarse, se sintió tremendamente triste, como si


una pequeña parte de ella se había quedado junto con Jace. Había hecho
la mayor parte de su persona con él, habían estado juntos en la escuela,
consiguieron sus primeros trabajos juntos, y él estaba allí cuando ella
salió de su casa, era extraño pensar que su tiempo juntos había llegado a
su fin.

Cuando sintió que una mano en su hombro le daba un suave apretón,


sabía quien sería.

—¿Estás bien, querida?

Robyn se volvió para enfrentarse a Dame Pamela. Tenía un bonito


pañuelo bordado que Robyn uso para limpiarse los ojos con él. Le hubiera
gustado haber hablado en ello también, pero era demasiado fino un
pañuelo para ese tipo de abusos.

—Lo siento mucho, Dame Pamela —dijo—. No estoy haciendo nada,


pero causo escenas este fin de semana.

—Tonterías, querida. No es tu culpa. Ahora, ven conmigo.

Ella llevó a Robyn al piso de arriba y se la llevó a su biblioteca


especializada. Era un poco temprano el día para brandy, pensó Robyn pero
ese no era el plan.

—¿Por qué no tienes un poco de descanso aquí? —dijo ella, señalando


a la chaise lounge a Robyn, que se había sentado la noche anterior—.
Siempre encuentro la habitación tan tranquila y creo que ha habido
muchos momentos en los que ha sido mi refugio. Simplemente toma el
tiempo que quieras. Voy a ir a hablar con el Dr. Roberts, pero estaré de
nuevo más tarde. Voy a hablar a Higgins para lograr una taza de té y el
desayuno. Apuesto a que no tienes el tuyo esta mañana, ¿me equivoco?

Robyn dio una aspiración y asintió.

—Gracias —dijo, y observó como se iba Dame Pamela, permitiendo


finalmente que las lágrimas fluyeran libremente en cuanto la mujer mayor
estuvo fuera de la habitación.

Si sólo Jace no la hubiera seguido escaleras arriba. Nunca olvidaría esa


horrible sensación de su mirada en su rostro y ella no podía dejar de
recordar las acusaciones de Jace, que siempre había jugado un papel
secundario para la ficción.

Robyn cerró los ojos. Era cierto, ¿no es así? Había pocas personas que
la conocieron como así lo hizo Jace. ¿Era normal que se fijara tanto en las
novelas? ¿Era normal que pasara muchas horas de la propia vida
pensando en personajes de ficción? La conferencia que estaba asistiendo le
dijo que no era la única cabeza que pasó en un libro por una parte
hermosa de la vida de uno, pero ese hecho no fue necesariamente una
comodidad. Tal vez se trataba de un síntoma de algo más siniestro.

—Como que no tengo una vida propia —dijo.

Pero lo hizo. Ella tenía su casita. Bueno por lo que estaba alquilada,
pero tendría la suya propia un día, pronto. Ella tenía un trabajo. ¿Y qué si
no era realmente satisfactorio y pasó la mayor parte de su tiempo viendo
las manecillas del reloj pasar? Siempre podía encontrar otro.

Y tenía sus polluelos.

—Oh, querida —susurró Robyn. Ella era una solterona con un patio
lleno de gallinas. Quizás no debería haber sido tan orgullosa como Lizzy
Bennet. Tal vez debería haber sido prudente como Charlotte Lucas y se
resignó a convertirse en la señora Collins.

Mientras cavilaba sobre su soltería, Higgins el mayordomo entró y


colocó su bandeja de desayuno en frente de ella.

—Muchas gracias —dijo—. Siento ser tan molesta.

—¿Hay algo más que pueda hacer por usted, señorita? —preguntó
Higgins.

—Oh, no, gracias —dijo.

Él pareció dudar un momento.

—Un tejido, ¿tal vez?

Robyn parpadeó y se dio cuenta de que debía vestirse, de hecho, mira.

—Oh, sí. Sí, por favor.

Salió de la habitación y regresó con una caja de parachoques de los


tejidos y, tan pronto como él estaba fuera del alcance del oído, Robyn fue
capaz de tener una buena trompeta por fin.
Capítulo 32
Traducido por Nanami27
Corregido pot Anaso29

Katherine estaba dando su charla en la biblioteca y las sillas se habían


puesto en filas ordenadas. Caminó arriba y abajo en la habitación tratando
de despejarse de sus nervios. No importa cuántas veces diera una charla,
siempre se ponía nerviosa porque cada conversación y público eran
diferentes, y nada te indicaba de cómo podrían salir las cosas.

En una hora, todo esto va a terminar, se dijo.

—¿Estás bien? —le prgeuntó Warwick. No lo había visto entrar en la


habitación le dio una sonrisa mientras se acercaba a ella.

—Estoy bien —dijo.

Él le dio un fuerte abrazo antes de que alguien los viera.

—¿Has oído lo de Robyn y su prometido? Ex-prometido, debo decir —


dijo Warwick.

—No. ¿Qué ocurrió?

Warwick le contó a Katherine sobre la escena en la escalera.

—La señora Soames me lo contó. Sonaba como que tuvo un asiento en


primera fila.

Katherine frunció el ceño.

—No estaría ni un poco sorprendida. Hablando de asientos de primera


fila, apuesto a que se va a embolsar uno de éstos.

—¿No te importa si me consigo uno también? —preguntó Warwick.

—No, siempre y cuando no interrumpas.

Efectivamente, cuando la sala comenzó a llenarse, entró la señora


Soames, dejando caer su enorme trasero en el asiento al lado de Warwick.
Él levantó una ceja y Katherine rodó los ojos al cielo por su desgracia.
Era casi la hora de comenzar y mientras todos se acomodaban, aclaraban
sus gargantas y hacían susurrar sus ropas y bolsas, Dame Pamela entró
en la habitación y todos los que acompañaban en el salón rompieron en
aplausos llenando el aire del salón.

—Hola, querida —le dijo a Katherine—. ¿Cómo estás?

Katherine intercambió besos al aire con la dama y luego se hizo a un


lado, permitiéndose a sí misma ser presentada.

—La Dra. Katherine Roberts es profesora en el Colegio de Santa Brígida


en Oxford y es una experta tanto de la vida como de la obra de Jane
Austen. Ella ha estado en nuestras conferencias pasadas y para mi es un
gran placer darle la bienvenida. —Dame Pamela dirigió los aplausos y
Katherine comenzó su charla.

—Es una verdad universalmente reconocida que un hombre soltero en


posesión de una gran fortuna debe estar... —se detuvo, señalando a la
audiencia para que terminara la famosa frase de Orgullo y Prejuicio.

—Queriendo una esposa —intervno el público, con los rostros


sonrientes. Bueno, aparte de la señora Soames, que no lucía nada
impresionada por la apertura de Katherine.

—Sí, en la busca de una esposa —Katherine continuó sin inmutarse—.


Y es la importancia del matrimonio en las novelas de Jane Austen lo que
vamos a explorar esta mañana.

***

Robyn se sorprendió por lo mucho que era capaz de comer y con cada
trago, comenzó a sentirse un poco más humano. Sus lágrimas se habían
secado y esperaba que su rostro hubiese vuelto relativamente a la
normalidad. Esperaba haber llorado todo lo que tenía que llorar por Jace.
No era que ella fuera dura de corazón —ni mucho menos— era sólo que
había sabia que este día llegaría algún día y había estado llevando el peso
de ello con ella. Ahora que todo había terminado, sintió un extraño
sentimiento de ligereza. No tendría que volver a verlo. No tendría que
preocuparse por dejar sus películas reproduciéndose en la televisión y
arriesgarse a que sus pies volaran por el set. Podía dejar a sus preciosos
libros por ahí sin preocuparse de que estuviesen en mal estado. En
resumen, podría ser ella misma.

Tomó un último sorbo de té dulce antes de levantarse de la tumbona.


Realmente debería pensar en regresar a su habitación para ponerse en
orden a sí misma y regresar a tratar de escuchar algo de la charla de
Katherine.

Fue entonces cuando algo le llamó la atención. Uno de los libreros no


estaba nivelado. Había una brecha detrás de él. Robyn vió durante un
momento y luego se dio cuenta de lo que estaba viendo.

—¡Es una puerta secreta!

La curiosidad pudo más que ella, y fue a investigar. Era una de esas
puertas que también era una estantería llena de libros, y lo más
emocionante de todo era a saber a dónde llevaba.

Robyn se atrevió a empujar y abrió una fracción y vio una habitación


llena de luz en el centro donde había una gran mesa de roble llena de
papeles.

Es una oficina, pensó Robyn, la oficina privada de Dame Pamela; y la


vista de ello hizo jadear a Robyn, porque era el lugar más desordenado que
había visto nunca. Había cajones del gabinete dejados medio abierto,
derramando su contenido en el suelo, y una mesa sobre la que se
asentaban una montaña de fotografías de ocho por diez de Pamela Dame.
Robyn miró hacia ellos y se dio cuenta de que estaban cubiertos de una
fina capa de polvo. Había una madera oscura colocada contra una de las
paredes, y estaba colmada con sobres. Robyn dio un paso hacia allá y
examinó un par de ellas. Todas estaban sin abrir, y fue entonces cuando
Robyn recordó a Dame Pamela diciéndole que el papeleo nunca había sido
su fuerte. ¡Ella no estaba bromeando! Todo el lugar parecía más bien un
museo en lugar de una oficina de trabajo y no importa cuánto Robyn
detestaba su trabajo en la universidad, sus dedos ansiaban ponerse a
trabajar para restablecer el orden en el mundo de Dame Pamela y antes de
que supiera lo que estaba haciendo, se sentó en el mostrador y se puso a
trabajar.

***
Katherine estaba examinando la diferencia entre el matrimonio de los
señores Bennet y de los señores Gardiner en Orgullo y prejuicio, cuando
un teléfono móvil comenzó a vibrar desde la primera fila. Como profesora
universitaria, estaba muy acostumbrada a que los estudiantes la
interrumpieran con sus móviles siempre presentes, y las reprimendas eran
siempre graves. Pero no era móvil de un estudiante el que estaba vibrando.
Era el de Warwick.

Katherine se detuvo un momento mientras él contestó.

—¡Lo siento! —articuló él, y ella observó mientras se apresuraba a salir


de la sala.

—Bueno, ¿cuán grosero puede ser? —gritó la señora Soames desde la


primera fila—. Siga, Dra. Roberts —dijo ella.

Katherine se erizó. No necesitaba el permiso de la señora Soames para


continuar.

***

Warwick se sintió muy mal por tener que salir corriendo de la charla de
Katherine, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Ya que su agente había
dejado ese mensaje amenazando con venir a Purley, había estado
esperando que llamara de nuevo para poder hacer su mejor esfuerzo para
convencerla de que no viniera.

—¡Warwick, querido! ¿Cómo estás? ¿Cómo es la vida en Purley?

—¡Nadia! ¡Estaba en una charla!

—Oh, ¡lo siento, cariño! Te llamaré más tarde.

—¡No-no te vayas! ¿Qué es eso de que estás viniendo a Hampshire? —


dijo, decidido a solucionarlo.

—Sí, ¿no es maravilloso? Mi suegra iba a venir para el almuerzo hoy,


pero tuvo que cancelar. Contrajo un granbresfriado, pero todo ha salido a
mi favor porque ahora puedo ir al baile de esta noche —dijo Nadia.

—Es un largo viaje en coche, ¿verdad?


—Acabo de recibir mi nuevo BMW —dijo—. Estaré contigo en un
santiamén.

Warwick se rascó la cabeza. ¿Cómo iba a detenerla?

—¿Estás segura de que es una buena idea? —dijo—. Sabes cómo eres,
Nadia, siempre exageras las cosas cuando hay alcohol alrededor. —Hubo
una pausa, y se preguntó si se había pasado de la raya.

—¡Oh, que chistoso eres! —dijo Nadia—. El hecho es que me gusta un


poco de alcohol de vez en cuando. Casi nunca llego a soltarme el pelo
ahora, ¿verdad?

—Realmente no creo que vaya a ser divertido.

—¿Qué te hace decir eso? ¡Por supuesto que va a ser divertido! Te


olvidas de cómo era antes. ¿Qué te pasa, Warwick? Estás actuando de
manera extraña.

—No me pasa nada. No creo que valga la pena que hagas el viaje hasta
aquí. Es gente muy aburrida.

—No hay personas aburridas cuando se trata de Dame Pamela. De


todos modos, le prometí a un cliente que tendría una charla con ella.
Tengo un guión en el que podría estar interesada.

—¿No puedes publicarlo?

—No, no puedo. Dije que se lo daría a la misma señora. Warwick, ¿cuál


es el problema?

—¡Ya te dije, nada!

—¡No suena como nada! —Hubo una pausa—. Sé lo que es, ¿conociste
a alguien, no? Bueno, ya era hora, tengo que decir. ¡No tienes suficiente
diversión!

—No, no he conocido a nadie —dijo él, tal vez un poco rápido para que
suene convincente.

—Bueno, me voy esta tarde —dijo ella—. Entonces te veré más tarde,
cariño.

—Nadia… —Pero ya era demasiado tarde, su agente había colgado.


***

Robyn estaba a mitad de camino a través de la apertura de un montón


de correos y clasificandolos en ordenadas pilas cuando escucho que la
llamaban por su nombre. Era Dame Pamela.

—¡Oh, ahí estás!

Robyn dejó caer el sobre que tenía en la mano y levantó la vista en


estado de shock. —Dame, Pamela... yo... no quise tocar nada.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Dame Pamela, su voz curiosa y no


iracunda, por lo que Robyn estaba agradecida.

—Vi que la puerta estaba abierta, y no pude resistirme a echar un


vistazo. Lo siento mucho. No debería haber simplemente entrado y
ponerme como en casa.

—¡Pareces en casa, debo decir!

Robyn se levanto fuera del asiento.

—Me temo que tengo esta horrible compulsión a ordenar las cosas.

—Ojalá yo la tuviera —dijo Dame Pamela—. Pero, como puedes ver, se


trata de un estado lamentable para una oficina. Parece que no puedo
mantener a mis asistentes personales, ya ves. No sé lo que es —dijo,
levantando sus manos hacia el techo con gran teatralidad—. Si sabes de
alguien que quiera estar atrapado trabajando para una actriz vieja
cascarrabias en el medio de la nada, me avisarás, ¿verdad?

Robyn asintió.

—¿Estás buscando un AP?

Dame Pamela asintió, y luego sus ojos se estrecharon.

—No estás buscando un trabajo, ¿verdad? Parece como si lo estuvieras


haciendo maravillosamente bien solucionando mi lío aquí.

—Oh, tengo un trabajo —dijo Robyn.


—Bueno, eso es una gran lástima, debo decir —dijo Dame Pamela, y los
dos de salieron de la habitación de juntas.

***

Katherine estaba llegando al final de su charla cuando vio a Warwick


entrar y tomar asiento en la parte trasera. Ella envolvió sus cosas, tomó
algunas preguntas, y luego fue recibida con un aplauso y un precioso
agradecimiento de Dame Pamela, que también había salido a escondidas y
se coló de nuevo adentro ¿Qué estaba pasando con todo el mundo esta
mañana? Se preguntó.

Ella estaba a punto de hacer su camino hacia Warwick cuando sintió


una enorme mano aterrizar sobre su brazo. Era la señora Soames, y no
parecía muy feliz.

—Leí ese libro tuyo —dijo la señora Soames.

—¿Ah, sí? —dijo Katherine, temiendo lo que podría venir después.

—Sí —dijo la señora Soames—. Era muy caro. Por suerte me las arreglé
para encontrar una copia en una tienda de caridad, y que tenía una
mancha de vino en la página diecisiete, así que obtuve unos cincuenta de
rebaja. Debes haber sido pagada generosamente por él.

Katherine respiró hondo.

—A los escritores de libros académicos no se les paga mucho —dijo—.


Y tampoco recibiré nada de su compra.

—¿Qué quieres decir? Pagué tres libras por ese libro.

—Y todo va directo a la tienda, no a mí. Los autores no reciben ni un


centavo de la venta de libros de segunda mano.

La boca de la señora Soames se arrugó desagradablemente.

—Bueno, eso no es mi culpa, ¿verdad? Y no puedes esperar que pague


veinte libras por un libro, no cuando puedo conseguirlo por tres.

—¿Usted tiene alguna pregunta sobre el libro? —preguntó Katherine—.


¿O era sólo su precio lo que quería preguntar?
La Sra. Soames se erizó y su pecho se levantó con fastidio antes que se
diera la vuelta y saliera de la sala. Katherine dio un gran suspiro. Esas
personas fueron enviadas para probarnos, pensó. Era la única explicación.

—Fue una charla maravillosa. ¡Maravillosa! —dijo Doris Norris,


viniendo a ver a Katherine, un momento después—. Fueron muchos
momentos divertidos, y siento que he aprendido mucho.

—Gracias —dijo Katherine, con su sonrisa restaurada una vez más


después del encuentro con la señora Soames.

—Ustedes, las mujeres jóvenes de hoy son simplemente maravillosas.


¡Carreras y todo! Es maravilloso. ¡Simplemente maravilloso!

Katherine sonrió y miró mientras Doris se fue a hablar con Rose y


Roberta en el otro lado de la sala.

Y ahí estaba Warwick, se acercaba a ella luciendo apenado.

—¡Lo siento tanto! —dijo él.

Las cejas de Katherine se levantaron. —Si el teléfono de un estudiante


suena durante uno de mis seminarios, hay una pena severa por pagar —
dijo, con las manos en las caderas en su perfecta pose de conferencista.

-—Por favor, no dudes en reprenderme —dijo él con una sonrisa


traviesa, haciendo sonreír a Katherine.

—¿Estás bien? —preguntó ella al salir de la sala de juntos—. Pareces


un poco nervioso.

—Probablemente sólo necesito una taza de café —dijo.

—Entonces vamos a buscar una.

Él asintió con la cabeza, pero había algo en él que parecía diferente.


Parecía un poco fuera de lugar. Probablemente tenía algo que ver con esa
llamada, pensó. Realmente era un hombre misterioso, ¿no?

Tan pronto como entro ese pensamiento en la cabeza de Katherine, se


le ocurrió —no por primera vez— cuán poco sabía de él realmente.
Capítulo 33
Traducido por Nanami27
Corregido por Anaso29

Justo antes que Dame Pamela hubiera dejado a Robyn, al pie de las
escaleras, ella se inclinó hacia adelante y le dio el tipo de abrazo que
normalmente se podría esperar sólo de una madre. Casi había traído las
lágrimas a los ojos de Robyn otra vez.

—Has sido muy amable —dijo ella.

—¡Oh, tonterías!

—No puedo creer la cantidad de problemas que he causado.

—Mi querida niña, has sido una muñequita, y nadie te culpa de nada.
Me alegro de que las cosas finalmente se hayan solucionado por sí
mismas. —Dame Pamela le dio una sonrisa, pero había algo en su mirada
que Robyn no acababa de entender—. Ojalá hubiera algo más que pueda
hacer por ti.

—Pero has hecho mucho ya.

Dame Pamela sonrió. —Y ha sido lo menos que podía hacer. Ahora,


¿por qué no vas a ver Dan?

—¿Dan?

Dame Pamela asintió. —Él va a querer saber, ¿no?

—Sí —dijo Robyn—, ¿pero estás segura de que quiere verme? Nosotros
no terminamos exactamente en buenos términos anoche.

—Sí, pero eso fue ayer por la noche y esto es hoy en día, ¿no es así? —
dijo Dame Pamela.

Robyn no estaba muy segura de cómo eso hacía alguna diferencia.


—Por supuesto que querrá verte. Si conozco a mi hermano pequeño bien,
diría que te adora, así que ve a verlo de inmediato. Entonces, puedes
preguntarle irá al baile de esta noche, ¿verdad? —Había un brillo travieso
en los ojos de Dame Pamela, y que pronto se reflejó en la propia Robyn.
***

Robyn lo vio tan pronto como ella caminó bajo la torre del reloj en el
establo. Estaba inclinado hacia abajo, de espaldas a ella, limpiando uno de
los cascos traseros de Poppin. Lo miró por un momento, y estaba
completamente absorto en su trabajo, con el pelo cobrizo dejándose caer
sobre su rostro y sus músculos tensos mientras trabajaba. ¿Querría verla?
Su hermana parecía pensar que lo haría, pero Robyn no estaba tan
segura. La expresión de su rostro la noche anterior quemaba
profundamente en su cerebro, y era difícil imaginar que él querría verla
alguna vez.

—Muy bien, Pops, todo hecho —dijo él, dejando de lado el casco y se
enderezó.

Robyn llamó su atención y le dio una sonrisa vacilante. —Hola —dijo


ella.

—¡Robyn!

Caminó lentamente hacia él y mientras lo hacía, Biscuit y Moby


aparecieron de la nada y se estrellaron contra ella con entusiasmo. Se
inclinó para acariciarlos. Al menos ellos aún le hablaban—a su manera
particular de perrito, pensó.

Dan se pasó una mano empolvada por el pelo y la miró, obviamente


esperando que ella dijera algo, pero Robyn no sabía cómo empezar. Al
principio, por supuesto, se dijo a sí misma. ¿No es lo que Dan le había
dicho?

—He roto con Jace —dijo.

Los ojos de Dan se abrieron ante sus palabras.

—¿En serio?

Ella asintió con la cabeza, y luego algo se le ocurrió.

—Es un poco como Jane Austen —dijo—. Estuvo comprometida una


vez. No por mucho tiempo, sin embargo. Creen que probablemente duró
unas doce horas.

—¿Al igual que tu compromiso, entonces? —dijo Dan.


—Lo sé. ¿No es raro? —dijo Robyn, al darse cuenta de las similitudes,
por primera vez.

—Entonces, ¿qué le pasó a Jane Austen? —preguntó Dan, y parecía


realmente interesado.

—Bueno, ella había aceptado una propuesta de un hombre rico


llamado Harris Bigg-Wither. Era incluso más rico que el señor Darcy, y
ella, su madre y su hermana habrían sido cuidadas de por vida. Pero
cambió de opinión en la mañana y retiró a su aceptación.

—¿Por qué?

Había una tristeza en los ojos de Robyn cuando ella le respondió. —


Creo que ella dijo que sí con la cabeza, pero no con el corazón.

—¿Cómo tú?

—Dije que sí porque tenía miedo de lo que Jace haría si dijera que no.

—¿Pero no tienes miedo ahora?

—No —dijo ella.

Hubo un momento de pausa.

—No puedo ver que alguna vez hubiera funcionado —dijo Dan—. Entre
Jane Austen y ese tipo, quiero decir. ¿Te imaginas? ¡Orgullo y prejuicio de
Jane Bigg-Wither!

—Lo sé. Es un nombre terrible para una escritora, pero todo el mundo
piensa que ella no hubiera escrito nada si se hubiese casado. —Robyn
suspiró internamente con alivio ante la facilidad con la que hablaba de
nuevo.

—¿Así que todo resultó para mejor? —dijo Dan.

—Desde el punto de vista del lector, supongo que sí.

—Las cosas suelen hacerlo, ya sabes.

—¿Qué? —dijo ella.

—Resultar para mejor.

Robyn asintió.
—De todos modos, Jace se ha ido.

—¿De vuelta a Yorkshire? —preguntó Dan.

—Así lo espero. No creo que pueda soportar otra de sus visitas sorpresa
—dijo.

Hubo otra pausa donde ellos se estaban mirando el uno al otro,


avanzando en torno al tema con cautela.

—¿Estás bien? —preguntó Dan al fin.

—Todo el mundo sigue preguntándome eso —dijo Robyn.

—Eso es porque a todo el mundo le importas.

—No me voy a romper, lo sabes.

—Ya lo sé —dijo él, y le dio una pequeña sonrisa—. Mira, quería decir,
lo siento, por lo de anoche.

—Yo también —dijo Robyn.

—Estaba preocupado por ti. Sabía que no eras feliz, y quería


protegerte.

—Suenas como el Coronel Brandon —dijo Robyn.

Dan frunció el ceño.

—Por Sentido y sensibilidad —explicó Robyn—. Está siempre


rescatando a una de las heroínas, Marianne Dashwood.

—Ah —dijo él.

—Pero yo no necesito ser rescatada —dijo—. Puedo cuidar de mí


misma.

Él asintió con la cabeza.

—Lo sé.

Robyn se acercó y le dio una palmadita a Poppin. Estaba de pie


pacientemente mientras los dos luchaban torpemente con sus emociones.

—Tengo tu libro —dijo Dan repente—. Orgullo y Prejuicio. Lo terminé


anoche.
—¿En serio?

—No pude dormir. Me levanté y me hice una taza de ese té de


manzanilla terrible y aceleré hasta el final.

—¿Qué te pareció?

—Todavía sabe a pipí.

—¡No! —dijo Robyn—. ¡No el té! ¿Qué te pareció el libro?

—¡Brillante! Realmente brillante. Me tuvo enganchado. No podía


esperar a ver si Darcy y Elizabeth iban a reunirse después de su fallida
propuesta.

—¡Lo sé! —Dijo Robyn—. Cada vez que lo leo, siempre me siento segura
de que nunca van a estar juntos después de todas las cosas horribles que
se han dicho el uno al otro.

—Pero lo hacen —dijo él.

—Sí. —Los ojos de Robyn se encontraron con los suyos—. Lo hacen. —


Por un momento, pensó que Dan iba a correr hacia adelante y besarla. Sus
ojos la miraron con intensidad, y ella anhelaba sentir el calor y la emoción
que sintió cuando se abrazaron, pero él permaneció inmóvil y miró hacia el
suelo, tratando de calmarse antes de hablar de nuevo.

—De hecho, he venido a preguntarle algo —dijo ella.

—¿Ah, sí?

—¿Quieres ir al baile conmigo?

—¿El baile de Pammy?

—Es esta noche.

—Lo sé. Usualmente trato de asegurarme de estar fuera del camino.

Robyn parecía decepcionada.

—Es sólo que Pammy siempre trata de tirarme la cuerda para bailar
con todas las señoras. Ya sabes cómo son estas cosas, las mujeres siempre
superan en número a los hombres.
—Lo sé —dijo Robyn—, lo cual es porque estoy aquí para pescar una
pareja. —Ella sonrió y él le devolvió la sonrisa.

—Soy un terrible bailarín —dijo.

—Yo también —dijo ella—. Nos enseñarán algunas de las danzas


después esta tarde, pero me aseguraré de olvidarlas para esta noche.

—¿Entonces vamos a estar pisándonos los pies?

—Más que definitivamente —dijo ella.

—Suena muy bien —dijo él—. Te veré más tarde entonces.

Robyn dio una última palmada a Poppin y luego salió del bloque de
establo con un verdadero brinco en su paso.

***

Después de una sesión de Jane Austen Scrabble en la que Doris Norris


consiguió colocar la palabra cera sobre una puntuación de triple palabra,
todo el mundo se reunió en la biblioteca de clases de baile dirigida por
Gracia Kaplan, una mujer vivaz de sesenta años de edad, que podría volver
incluso al más reacio bailarín en un John Travolta de Regencia en el
espacio de noventa minutos. Dame Pamela se había lanzado a los establos
e insistió en que Dan participara también, así que Robyn y Katherine
estaban entre las pocas afortunadas que tenían parejas masculinas.

Katherine se recogió el pelo hacia atrás y tenía ganas de seguir los


delicados pasos de algunas de sus heroínas favoritas, pero se dio cuenta
de que Warwick todavía no lo estaba exactamente.

—Va a ser divertido —le dijo ella, apretando su mano en la suya


mientras se alineaban para el primer baile.

—Oh, lo sé —dijo él, lanzándole una rápida sonrisa que parecía toda
superficial y no sustancial. Ella siguió su línea de visión a la entrada
exterior.

—¿Esperas a alguien? —preguntó.

—¿Qué?
—Sigues mirando afuera. Me preguntaba si estás esperando a alguien.

—¿Yo? No.

—Oh —dijo ella—. Pareces un poco distraído.

—No, no lo estoy —dijo, volviendo su atención a ella.

—No estás ocultando algo, ¿verdad? Una Lucy Steele no va a venir de


repente arrastrándose de la nada, ¿verdad?

—¿Lucy Steele?

—La novia secreta de Edward Ferrars —dijo Katherine con una


pequeña puñalada en humor.

—Oh, sí. Por supuesto —dijo, y luego pareció darse cuenta a lo que
quería llegar—. ¡Por Dios, no! —Dijo—. ¿Por quién me tomas?

—¡No eres un hombre casado, espero! —dijo con una sonrisa, pero
estaba secretamente recordando el horror de haber descubierto la verdad
acerca de David.

—Yo… ¿casado? ¡Tienes que estar bromeando! —dijo Warwick.

—Bueno, está bien, entonces —dijo Katherine y volvió su atención a


Grace, que procedió a darles un conjunto de instrucciones más
complicadas que el árbol de la familia Dashwood.

***

Al final de la sesión, todo el mundo estaba jadeando por tomar una taza de
té. Puntillas habían sido pisadas y dedos habían sido aplastados en la
búsqueda de la perfección Austensiana, y ahora la mayoría de los
participantes eran capaces de ejecutar las versiones más exactas de varias
danzas del país. Incluso Dan logró sorprenderse a sí mismo, retorciendo
su alta figura en cualquier número de movimientos elegantes, demasiado a
la envidia de todas las mujeres que no tenían la fortuna de ser su pareja.

—¿Es él tu nuevo novio, entonces? —preguntó Doris Norris a Robyn


una vez que Dan había salido de la biblioteca para volver a los establos.

—Sólo somos buenos amigos —dijo Robyn.


Doris Norris sonrió. —Sólo buenos amigos. Al igual que Emma y el
señor Knightley, ¿eh? —dijo con una sonrisa.

Robyn se sonrojó, y fue entonces cuando se dio cuenta de que había


decisiones que tomar. Su relación con Jace estaba bien y verdaderamente
terminada, ¿pero estaba realmente lista para saltar a otra?
Capítulo 34
Traducido Por Cherry K. Crazy
Corregido por IngridShaik

Él suntuoso esplendor dé la cena del domingo por la noche fue


parcialmente eclipsada por la promesa del baile dé Purley más tarde esa
noche. Era dé lo único dé lo qué las personas estaban hablando y Robyn
no podía evitar estar excitada ante la perspectiva dé bailar con Dan toda la
noche. Estaba agradecida qué él siguiera hablando con ella después de
todo lo qué le había hecho pasar. Qué fin de semana había sido, pero ella
no iba a pensar en nada de eso está noche, y no iba a preocuparse en qué
pasaría mañana cuándo tuviera qué dejar Purley y tomar el tren a
Yorkshire.

No podía esperar para subir las escaleras y ponerse él vestido qué


había elegido. Una hora antes de cenar, Dame Pamela convierto la librería
en un especie dé increíble cuarto dé vestir donde había filas y filas dé
maravillosos vestido inspirados en la Regencia y atuendos qué habían
sacado del almacén. Katherine no había estado segura dé qué fueran
históricamente correcto o no, pero ciertamente eran hermosos.

Robyn eligió un vestido en un hermoso color rosa con bonitas mangas


infladas y una cinta dé seda atada debajo del torso, Katherine eligió él
blanco tradicional, su escote cuadrado atrevidamente escotado y con
adornos dé plata. Warwick se resistió a la insistencia dé Katherine dé usar
unos calzones y una corbata-pañuelo pero cedió en usar un fino chaleco
grueso en un satén duquesa, por encima de su propia elección dé la
camisa y los pantalones. Por supuesto qué no era obligatorio utilizar un
traje pará los huéspedes. Podían usar lo qué ellos quisieran pero usar algo
qué te hacía sentir cómo si estuvieras dentro de las hojas dé una novela dé
Austen era una oportunidad muy buena pará perderse, y había habido
una loca carrera pará los vestidos más bonitos.

Iba a ser una enorme aventura romántica dé la Regencia y después dé


qué la cena sé acabara y todo el mundo sé cambiara, bajarían las
escaleras en su esplendor dé pavo real, harían su camino hacia él Gran
Salón. Era un salón qué los nuevos huéspedes dé Purley no habían visto.
Las enormes puertas blancas qué habían permanecido cerradas durante el
fin de semana sé abrieron pará recibir a todos, y él salón era recibido con
exclamaciones dé alegría al entrar. Las paredes eran dé color melocotón,
los adornos dé yeso en blanco eran impresionantes, y él cielo raso estaba
grabado con gruesas volutas con cupidos lanzando sus flechas a los
huéspedes en el salón. En su centro colgaba un enorme candelabro. Robyn
miró en sus profundidades. Lucia cómo una cascada congelada qué
brillaban y bailaban con la luz.

En todos lados, candelabros y espejos reflejaban a los invitados y


daban la impresión dé qué la habitación sé estiraba hasta el infinito. Era
lo más hermoso, la escena más por encima de todo en lo qué jamás había
puesto la mirada. Estaba sin aliento y sin palabras. ¿Era así cómo
Catherine Morland sé sintió la noche en qué asistió a su primer baile en
Bath? Miró alrededor a los otros invitados. Ahí estaba Rose y Roberta, las
dos con tocados dé plumas qué sé balancean cada vez qué movían la
cabeza. Carla estaba resplandeciente en un verde botella con dorado.

Incluso la Sra. Soames se las arregló pará lucir gloriosa en un vestido


dé satén lila, su abanico sé sacudía sobre su escote qué amenazaba en
estallar dé sus confines dé la Regencia.

Robyn amaba la manera en qué su vestido dé tafetán fluía


tranquilamente sobre sus piernas y le encantaba la manera en que sonaba
mientras se movía. Un cuarteto de cuerdas comenzó y lleno él espacio con
música, y ella vio a Grace Kaplan en un impresionante vestido azul cielo,
estaba ahí pará asegurarse de qué su trabajo dé está tarde no sé
desperdiciara y qué todo el mundo estuviera bailando.

—¡Es justo cómo él baile en Netherfild! —escuchó Robyn exclamar a


Rose mientras apretaba su abanico contra su pecho en placer, y ella tuvo
qué estar de acuerdo con Rose. Era cómo la escena dé una muy cara
película, y todo el mundo se veía cómo una estrella esa noche, no sólo
Dame Pamela Harcourt. Exclamaciones dé alegría sonaron cuándo hizo su
entrada. Estaba encantadora. Su cabello estaba acomodado en la cima dé
su cabeza al estilo dé Marie Antoinette4, y estaba usando un vestido
plateado qué brillaba con perlas. Diamantes goteaban dé sus orejas,
garganta, y muñecas.

4 María Antonia Josefa Joana de Habsburgo-Lorena, más conocida bajo el nombre de


María Antonieta de Austria, fue una archiduquesa de Austria y reina consorte de Francia
y Navarr.
—No estoy segura dé qué Austen se vea así —dijo Roberta.

—Si —coincidó su hermana Rose—. Más ostentoso qué Austen, creo.

Robyn vio a Katherine cruzando la habitación y fue a unirse a ella, y


las dos se abrazaron, grandes sonrisas sé plasmaron en sus rostros.

—¡Pero no hay suficientes hombres! —dijo Katherine con un suspiro.

—¿Donde está Warwick? —le prgeuntó Robyn.

—En camino. Toqué su puerta pero no me dejo entrar. No estoy segura


dé qué es lo qué sé trae entre manos.

—Oh, creo qué lo sé —dijo Robyn, apuntando con la cabeza al otro lado
dé la habitación mientras Warwick hacía su entrada.

Katherine jadeó cuándo lo vio y Robyn Sonrió en deleite.

—¡No puedo creerlo! —dijo Katherine—. Dijo qué sólo iba a usar el
chaleco.

Warwick no estaba usando sólo él chaleco, estaba portando él periodo


completo dé las obras lo cual incluía unos muy ajustados calzones y una
corbata-pañuelo qué lo hacía lucir mucho cómo a Darcy.

—No digas ni una palabra —le dijo a Katherine mientras se acercaba a


ella, moviendo su dedo en advertencia dé qué no hagas ya qué ella estaba
a punto dé reírse de él.

—Pero si luces asombroso —le dijo ella.

Robyn observaba mientras ellos dos sé abrazaban y sé fueron a la


pista.

—¿Entonces dónde está tu encantador hombre? —preguntó Doris


Norris, apareciendo en el codo dé Robyn. Estaba usando un lindo vestido
amarillo pálido y un encantador collar dé camafeo.

—Nos separamos —dijo Robyn.

—Sé eso —dijo Doris—. Me refiero al guapo hombre dé los establos.

Los ojos dé Robyn barrieron él suelo en vergüenza.

—No sé —dijo.
—¿Qué estás diciendo? ¡Ahí está él! —anunció Doris, y Robyn levantó
la mirada y lo vio.

—¡Dan! —dijo suavemente. Él también, estaba en un auténtico traje,


excepto qué era más al Capitán Wentworth qué Sr. Darcy. Él estaba
usando una chaqueta azul oscuro con dorado y brillantes botones y una
gruesa trenza dorada a lo largo del cuello y mangas. Su cabello lucia más
brillante dé lo usual, y su introducción causó un revuelo inmediato en las
mujeres.

—No puedes resistirte a un hombre en uniforme —dijo Doris, sus


mejillas sé tornaron un poco rosas mientras ella tomaba la maravillosa
vista dé enfrente—. Si sólo fuera un poco más joven… digamos cuarenta
años más joven. ¡Estaría en problemas!

Robyn sé quedó completamente quieta. Había dejado dé respirar, y no


tenía nada qué ver con lo ajustado dé su vestido.

—Buenas noches, Robyn —dijo Dan mientras se acercaba a ella con


una pequeña reverencia.

Robyn le hizo una reverencia.

—¡Siempre quise hacer eso! —dijo con una sonrisa.

Él le sonrío dé vuelta a ella y luego tomo su mano y la guío a la pista de


baile.

***

Warwick miró alrededor del Gran Salón sin notar la belleza del salón,
sólo notando la usencia dé cierta persona. ¿En dónde estaba ella? Esto era
horrible. Ella podría aparecer en cualquier momento, y él tenía qué estar
listo pará interceptarla.

—¿Warwick?

—¿Sí? —dijo él, mirando a la cara dé Katherine.

—¿Estás bien?
—Estoy bien —dijo—. Perfecto —asintió—. Lo siento, ¿No estoy siendo
una buena compañía, cierto?

—Bueno, pareces estar un poco preocupado.

Él tomo una respiración profunda.

—Luces hermosa —dijo, notando la manera en qué su vestido blanco sé


aferraba a ella en todos los lugares correctos—. Realmente hermosa. —Se
inclinó hacia adelante y besó su mejilla.

—¡Warwick! ¡Todos van a ver!

—Perfecto es nuestra última noche aquí, y no quiero tener qué


pretender qué no eres la mujer más encantadora en toda la habitación y
qué estoy totalmente embriagado dé ti, —miró cómo Katherine sé sonrojo.
Ella era realmente así dé hermosa, cómo una heroína dé una de sus
novelas—.Vamos—dijo—. Bailemos —él extendió su mano, y fue cuando la
vio. Era la mujer delgada con pelo rojo puntiagudo, y estaba usando un
pequeño vestido negro qué ni siquiera sé molestaba en aparentar el
periodo dé la Regencia.

—Nadia —dijo suavemente.

—¿Qué? —dijo Katherine—. ¿Conoces a esa mujer?

—No —dijo—. Quiero decir, sí. Algo por el estilo. —Sacudió su cabeza
en confusión—. Tengo qué hablar con ella. Espera aquí. Vuelvo enseguida.

—¡Warwick! —Katherine giró tras dé él, pero él ya estaba haciendo su


camino por la concurrida pista de baile, su ceño sé grababa
profundamente en la frente.

—¡Ah, Warwick! —gritó Nadia mientras lo veía acercarse—. ¿Cómo


estás? —le lanzo un beso, y él sé quedó jadeando cuándo olio alcohol en su
aliento—. ¿Podrías conseguirme una bebida cariño?

Él agarro su brazo y la hizo a un lado.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó.

—¿Qué quieres decir? Te dije que iba a venir.

—Sí, lo sé… pará ver a Dame Pamela.

—Y por él baile. ¿No me iba a perder todo esto?


Él sacudió su cabeza.

—No creo que debamos dé estar aquí juntos.

—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo qué un agente pase tiempo dé
calidad con su autor?

—Porque no soy un autor aquí —dijo Warwick con los dientes


apretados—. Y tenemos qué decidir quién eres. No puedes ser mi gente…
soy un anticuario.

—Warwick, ¿Dé qué demonios estás hablando? —dijo ella—. Sé lindo y


consígueme una bebida. Uno dé eso lindos cocteles brillantes dé por ahí —
dijo, asintiendo hacía una mesera qué sostenía una gran bandeja dé
bebidas cómo joyas.

—¿No crees qué has tenido suficiente?

Nadia hipo.

—Bueno, tal vez esté un poco alegre, pero apenas he comenzado,—


Warwick negó con la cabeza—. No te preocupes. No voy a conducir a casa
está noche si estás preocupado por mí. Es sólo qué ha sido una semana
larga, y quiero dejarme ir un poco.

—Pero nadie sabe quién soy aquí. ¿Entiendes eso, cierto?

Nadia asintió, pero realmente ella no parecía estar escuchándolo, y fue


entonces cuando ella vio a Dame Pamela.

—¡Ah! Si me escusas, Warwick, querido. Ahí está mi querida Dame


Pamela, y tengo este maldito guion qué tengo qué mostrarle.

—¡Nadia! —la llamó Warwick, pero no tenía sentido; se había ido.

Esto es una pesadilla, pensó Warwick. Una auténtica pesadilla.


Capítulo 35
Traducido por Katiliz94
Corregido por IngridShaik

Robyn estaba demasiado sofocada después de sólo media hora de


bailar. Se había preocupado por sentir el frio en su frágil vestido, pero el
baile y el calor de las velas era suficiente para mantener a cualquier
heroína caliente, y cuando miró su reflejo en uno de los espejos, vio que su
cara estaba radiante.

Nunca se había dado cuenta de cómo de complicado podía ser el bailar


y ahora tenía un nuevo respeto por la mujer en sus novelas favoritas.
Había demasiadas cosas qué recordar: dónde poner las manos, cómo
sostener los brazos, qué manera de esconderse y por supuesto… el motivo
real pará bailar… conversar con tu compañero. Al principio, las únicas
palabras qué Robyn y Dan intercambiaron eran gritos y «lo siento» pero era
todo dé enorme diversión, y la música era casi completamente ahogada por
él sonido dé todos riendo.

Robyn sabía qué si no había estado concentrándose con dificultad en


los movimientos, tendría qué pasar todo el tiempo mirando a Dan. Ya
pensaba en él como el hombre más apuesto que jamás había conocido,
pero en su uniforme naval de la Regencia, parecía más un héroe de una
novela del que ella estaba hechizada.

Soy Anna Elliot y él es mi Capitán Wentworth, continuó pensando


mientras se deslizaban a través del suelo junto, la luz de unas doscientas
velas deslumbrando sus ojos. Estaba teniendo un gran acuerdo dé
diversión con él. Se rieron de camino al cotillón, rio a través de la
cuadrilla, y suspiró de placer durante el vals.

—No quiero que jamás termine esta tarde —dijo ella a medida que
respiraban entre los bailes. Dan agarró la mano dé ella en la suya y la llevo
a sus labios.

—No tiene qué hacerlo —dijo él.


***

Al otro lado de la habitación, Warwick estaba deseando que la tarde se


apresurara y terminase. Había bebido dos cocteles en rápida sucesión y
estaba preguntándose dónde podía conseguir un whisky, cuando
Katherine sé aproximó a él.

—Hola —dijo ella, su sonrisa brillante pero consternada—. Estaba


preguntándome dónde había ido mi compañero. Acabo de soportar un
baile con el vicario, y no creo que mis pies sé recuperaren.

—Lo siento —dijo él, pero no quiso moverse porque tenía una muy
buena vista dé Nadia y podía mantener un ojo en ella. Él único problema
era, con toda la bebida qué había estado consumiendo, que estaba en una
desesperada necesidad del baño.

—¿Estás seguro dé qué estás bien? —preguntó Katherine.

Él asintió.

—Mira, sólo tengo que descansar un minuto, pero estaré de regreso y


después de eso, podemos bailar. ¿Está bien?

Katherine sonrió.

—Está bien —dijo ella.

Él salió del Gran Salón y se precipitó a lo largo del corredor hasta el


piso de abajo del guardarropa. Tenía que ser tan rápido como
humanamente le fuera posible. No quería dejar a Katherine y a Nadia en la
misma habitación juntas durante mucho más tiempo de lo absolutamente
necesario, a pesar dé qué era altamente poco probable que se hubiesen
encontrado la una a la otra.

—¿Por qué deberían? —dijo, intentando desesperadamente


tranquilizarse. Aun, no quería dejar alguna oportunidad y apresurarse de
regreso al Gran Salón más rápido que la fuga de Lydia.

***
Katherine había disfrutado todo menos de un baile hasta el momento,
sus compañeros variaban desde mujeres mayores a vicarios locales,
quienes obviamente habían sido invitados pará maquilar él número de
hombres, y no debido a su poder cómo unos bailarines. Era terriblemente
un sediento trabajo, y visualizó los grandes cócteles tentadores a través de
la habitación y se dirigió hacia ellos. Había una mujer en un vestido negro
permaneciendo en la mesa. Tenía el pelo sorprendentemente en punta e
irradio una sonrisa hacía Katherine.

—¿No es esto el cielo? —le dijo.

—Esta es mi primera vez —explicó Katherine—, pero parecen algo


maravilloso.

—He estado esperando está tarde —dijo la mujer—. Ha sido una larga y
dura semana.

Katherine la miró y noto qué sus ojos estaban rojos. ¿Era dé mirar a
una pantalla de ordenador todo el día o era del efecto dé uno dé
demasiados cocteles? Sé preguntó.

—Soy Nadia —dijo, extendiendo la mano qué no estaba agarrando la


copa.

—Katherine.

—¿Y has estado aquí en la conferencia?

Katherine asintió.

—Tenía una charla está mañana.

—Oh, ¿sobre qué?

—Él matrimonio en las novelas dé Jane Austen.

—¡Ah! —Dijo Nadia—. ¿El sabio y el necio?

—Sí —dijo Katherine.

—¿Y estás casada?

Katherine parpadeó. Era una pregunta de que debería ser hecha más
adelante.

—No, no lo estoy —dijo.


—Yo tampoco. No hay tiempo para todo ese sinsentido. Los hombres
son bueno como compañeros de trabajo pero no querría llevar uno a casa
conmigo. A parte de a un marido, ya entiendes.

Katherine sonrió.

—Habiendo dicho eso —continuó Nadia—, tienen que tener sus usos,
tales como compañeros de baile y hay una terrible escasez de ellos aquí.

—Cada año, me temo —dijo Katherine—. Dame Pamela hace lo mejor


para traerles desde los pueblos de los alrededores. Estuve bailando con el
vicario.

Nadia le dio una risa gutural.

—En realidad estoy buscando a un solo hombre —dijo—. Un hombre


muy particular que parezco haber perdido.

—¿Oh? ¿Cuál es su nombre? —preguntó Katherine.

—Warwick.

—¿Warwick?

Nadia asintió.

—¿Le conoces?

—Sí —dijo Katherine—. Lo conozco.

Entonces recordó qué esa era la mujer con la qué Warwick había
querido hablar antes.

—Me parece haberle perdido en la aglomeración.

Katherine miró alrededor dé la sala, pero Warwick todavía no había


vuelto.

—Bueno, me dijo que regresaría.

—¡Bien, bien!

Katherine tomo un sorbo dé su bebida.

—Así qué, ¿son amigos? —aguijoneó, curiosa por cómo Warwick


conoció a esta mujer dé pelo en punta, bebiendo a tragantadas un coctel.
Nadia sacudió la cabeza.

—Pues de ese tipo. Imagino que podrías llamarnos amigos aunque en


realidad hoy no me quiere aquí. Puedo decir que en ocasiones puede ser
un poco peculiar. Evalúa su tiempo privado, ya ves, y continúo olvidando
eso y vengo a irrumpirle justo en esto —sé detiene pará un sorbo dé su
bebida—. Imagino qué es más una relación de trabajo pará los dos.

—Oh, ¿también eres anticuaria? —dijo Katherine.

Nadia frunció el ceño.

—¿Una anticuaria? ¡Dios gracias, no! Soy su agente literario.

Katherine frunció el ceño.

—¿Agente literario?

Nadia asintió.

—Le he representado durante años.

—No sabía que escribía —dijo Katherine, pareciendo perpleja.

Miró a la puerta y vio que Warwick estaba de regreso en la habitación


pero sé las había arreglado pará conseguir ser acechado por la Señora
Soames y no podría escapar.

—No, no lo sabías —dijo Nadia—. Es un gran secreto, ya ves —sé


carcajeó y Katherine estaba segura de que podía ver las burbujas del coctel
elevándose en sus ojos—. Pero he dicho demasiado. Muchísimo —dijo,
agitando él dedo en frente dé su cara cómo si pudiese callarla.

—¿Es escritor? —dijo Katherine—. ¿Warwick un escritor? —Estaba


posicionando la pregunta ante sí misma tanto como para Nadia,
lentamente reconociendo las señales qué había estado viendo toda la
semana. Recordó el cuaderno qué había visto en su dormitorio. No tenía
nada qué hacer con sus negocios cómo un anticuario después de todo,
¿verdad? Era el cuaderno de un escritor. ¿Pero por qué no le había
contado que era un escritor? ¿Por qué se lo había ocultado?

—Nadia —dijo—, tengo qué saber más. ¿Qué tipo de cosas escribe
Warwick?

Nadia sacudió la cabeza dé una manera exagerada.


—¡No, no! No puedo decirlo. ¡Simplemente no puedo decirlo! ¡No, no,
no!

—¿Es ficción?

Los labios dé Nadia desaparecieron pero su cabeza estaba asintiendo.

—¿Escribe ficción?

—No dije nada —dijo Nadia, hipando dramáticamente—. No dije nada.

—Pero habría visto su nombre, seguramente —dijo Katherine—. Quiero


decir, leo mucha ficción. Virtualmente vivo en las tiendas de libros y paso
horas buscando en línea. Habría notado un nombre cómo Warwick —sus
ojos dé repente se ampliaron—. ¿No escribe bajo su propio nombre,
verdad?

Nadia parecía turbada, sus ojos rojos por demasiado alcohol.

—No dije eso. No puedes asumir nada. Me hizo jurar mantener el


secreto y él es mejor secreto en el mundo de la publicación.

—¿Por qué es un secreto? Muchos escritores usan seudónimos —


Katherine frunció el ceño ante la contemplación.

¿Por qué usaría Warwick un seudónimo? ¿Valoraba su privacidad? ¿O


estaba escribiendo algo qué no quería admitir? Quizás escribía secuelas dé
Jane Austen y eso era él porque estaba en la conferencia. Era un gran fan
dé Austen cómo ella, pero quizás estaba un poco avergonzado por lo qué
hacía. Por un momento pensó en su tiempo junto en la tienda en Chawton.
Sé había visto particularmente incomodo ahí en frente dé los libros y dé
nuevo durante la discusión en grupo cuándo los libros dé Lorna Warwick
habían sido mencionados.

—¡Lorna Warwick! —de repente soltó el nombre Katherine.

—¿Qué?

—¡Oh Dios mío!

Nadia agarró el brazo desnudo de Katherine, sus dedos sujetándola


cómo las garras de un halcón.

—No te dije eso —dijo, con los labios temblorosos—. ¡No puedes decir
que te conté eso!
Los ojos dé Katherine doblaron su tamaño.

—Estoy en lo correcto, ¿verdad?

—Tienes que jurar que no dirás ni una palabra.

Katherine sé quedó perfectamente inerte como si de repente hubiese


sido fijada en el suelo. Eso no podía estar pasando. Debía ser algún
malentendido. Había tomado demasiados ccteles. La música estaba
demasiado alta. Había demasiada conmoción en la habitación.

—Warwick Lawton —dijo Katherine en voz baja.

—Lorna Warwick —dijo Nadia, asintiendo enérgicamente.


Capítulo 36
Traducido por Maddy
Corregido por vicsibet

La Sra. Soames estaba con su perorata sobre cuán chocante era que
hubiera tan pocos hombres en el baile.

—Uno pensaría que Lady Pamela tendría la situación controlada por


ahora, ¿no crees?

—Bueno, no es su culpa —dijo Warwick, sus ojos recorriendo la


habitación en busca de Katherine. Y Nadia—. Quiero decir, ella no puede
obligar a los hombres a venir a estas cosas, ¿verdad?

—Lady Pamela puede ser muy persuasiva cuando quiere —dijo la Sra.
Soames—. ¿Por qué no pudo invitar a algunos de esos fulanos actores con
los que trabaja?

—Supongo que todos están bastante ocupados —dijo Warwick,


preguntándose cómo iba a librarse de la mujer.

—¿Entonces, vas a bailar conmigo? —dijo, sin esperar la respuesta de


Warwick. Palideció mientras ella le tomaba las manos en las suyas
grandes y carnosas y lo empujaba hacia la pista de baile.

No fue hasta que estuvo atrapado en medio de una docena de parejas


girando que vio a Katherine. Estaba a punto de sonreírle, pero parecía que
ella ya lo había visto y no estaba sonriendo. Hizo un giro de 360 grados y
Katherine aun no sonreía. Fue entonces cuando vio por qué. Nadia Sparks
estaba de pie a su lado.

***

La mente de Katherine estaba dando vueltas más rápido de lo que


Warwick giraba en la pista de baile.
—No vas a decir nada, ¿verdad? —dijo Nadia, balanceándose un poco.

Katherine no respondió. No estaba segura de que fuera a ser capaz de


hablar nunca más.

—Apuesto a que incluso has leído uno o dos de sus libros, ¿eh? —dijo
Nadia, su estado de ánimo repentinamente elevándose.

—Sí —dijo Katherine—, uno o dos.

—¡Me lo imaginaba! Y son maravillosos. ¡Completamente maravillosos!


No sé por qué no lo ha dado a conocer. Creo que eso realmente mejoraría
las ventas. No es que no esté vendiendo lo suficiente así. Es solo que
pienso que realmente divertiría al público.

—Sí —dijo Katherine—. Eso sería muy divertido. Como una especie de
experimento.

—¿Qué es eso? —preguntó Nadia.

Katherine no estaba escuchando. Su corazón latía demasiado fuerte,


porque atrapó la mirada de Warwick desde el otro lado de la habitación. Al
instante fue golpeada por las náuseas, y su visión se nubló con calientes
lágrimas. Dejó la copa con una mano temblorosa y salió de la habitación lo
más rápido que pudo, abriéndose paso entre las parejas de baile,
intentando escapar antes de que pudiera hacer aún más el ridículo.

***

Desde el centro de la habitación Warwick vio a Katherine salir. Justo


antes de irse, le lanzó una mirada que casi le perforó el corazón. Sus ojos
se habían convertido en dos armas mortales.

—¡Discúlpeme! —dijo, dejando caer las gordas manos de la Sra.


Soames y abriéndose camino a través de la habitación hacia donde Nadia
estaba parada. En realidad estaba desplomada contra la mesa de cóctel,
con los ojos medio cerrados.

—Nadia —siseó Warwick mientras se le acercaba.

—¡Warrwrrick! —dijo arrastrando las palabras—. ¿Dónde has estado?


—¿Qué has estado diciendo? —preguntó.

—¿Qué quieres decir?

—¿A esa dama, la de hace un momento, ¿qué le has dicho?

—Nada —dijo—. No he estado diciendo nada.

—Se lo dijiste, ¿no?

—¡No le dije nada!

—¡No me mientas, Nadia! Vi la mirada en su rostro. Debes habérselo


dicho.

Nadia no dijo nada. Sólo se tambaleó un poco e hipó.

Warwick tomó eso como una admisión completa.

—¡Idiota! ¿Tienes alguna idea de lo que has hecho?

—¿Lo que he hecho? No soy yo quien ha estado ocultando su identidad


y pretendiendo ser una mujer. ¡No me culpes de esto, Lorna! —Nadia de
repente se tambaleó alarmantemente y se agarró del mayordomo Higgins
mientras este pasaba caminando.

—¿Madame le gustaría una silla? —preguntó Higgins.

—Madame se va —anunció Warwick.

—Pero no he terminado mi bebida —dijo Nadia.

—Te llamaré un taxi al hotel más cercano. No te quedas aquí ni un


momento más —dijo, quitándole la bebida y colocándola en la bandeja de
Higgins.

—¡Pero Warwick! —dijo.

—Por favor, señor —dijo Higgins—, permítame hacer los honores.

—¿Lo harías? —dijo Warwick, pensando que sería mejor ir rápidamente


tras Katherine en lugar de merodear alrededor en busca de un taxi.

—Por supuesto, señor. Veré que madame sea atendida.

—Eres una maravilla, Higgins —dijo Warwick, palmeando la espalda


del mayordomo antes de salir rápidamente del Gran Salón.
Capítulo 37
Traducido por katiliz94
Corregido por Isane33

Katherine no estaba segura de que iba a hacer. Su mente estaba


zumbando salvajemente y todo a su alrededor parecía haber adquirido la
calidad de un sueño, como si esto no pudiese en realidad estar
ocurriéndole. La única cosa de la que estaba segura: tenía que conseguir
alejarse tanto como pudiese de Warwick. La idea de enfrentarle era
demasiado para ella. No podía soportarlo, no después del tiempo que
habían compartido juntos.

Sacudió la cabeza, intentando disipar las imágenes de las noches que


pasaron juntos. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Nunca se
entregaba a un hombre con demasiada facilidad, y aún así cayó justo en
su trampa. Nunca se había sentido tan traicionada en su vida. Incluso su
relación con David no había terminado tan mal como esta. ¡Al menos él
sólo había estado escondiendo una esposa no otra identidad completa!

Katherine entró el vestíbulo principal, la música del Gran Salón


desapareciendo detrás de ella, y disminuyendo su espacio un poco. ¿Cómo
todo había cambiado tan rápidamente? Toda la tarde se sentía como si
estuviese derrumbándose a su alrededor, y la alegría que había sentido
más temprano en el baile se había desvanecido, como si nunca hubiese
existido. Ahora sentía como si el hermoso vestido blanco y plateado que
estaba llevando estuviese burlándose de ella, y se determinó a salir tan
pronto como pudiera.

Llegó hasta el pie de las escaleras cuando Warwick la alcanzó.

—¡Katherine… espera!

Escuchó su voz y se congeló, y después con lentitud, con mucha


lentitud, se giró para enfrentarle.

—No te acerques más a mí —dijo ella, levantando una mano para


detenerle. Su voz no sonaba como si le perteneciese. Era de un frío helado
y una distante extrañeza.
—Mira —dijo Warwick, pasándose una mano por el cabello el cual
estaba viéndose un tanto despeinado—, no sé lo que Nadia te ha estado
diciendo, pero…

—¿En serio? ¿No tienes ni idea de lo que hemos estado hablando? —


dijo Katherine, su voz cargada con sarcasmo.

—No me refería a eso. Quiero decir que sé lo que te ha contado.

Katherine asintió.

—¿De verdad? ¿Entonces no crees que fui lo bastante lista para


averiguarlo por mí misma? ¿Crees que simplemente podrías haber
mantenido esta farsa tanto tiempo como te gustase y nunca lo habría
adivinado? ¿Es eso lo que crees? —Sus ojos se estrecharon mientras
miraba abajo hacia él desde su posición en las escaleras. Le vio tragar con
dureza—. Me mentiste —dijo, y pudo sentir su corazón corriendo
enfermamente—. ¿Por qué me mentiste?

Él abrió la boca para hablar, pero no salieron palabras.

—Todas las cosas que me dijiste.

—¡Quería decir eso! Todo era verdad.

Ella negó con la cabeza.

—¿Por qué no te creo? ¿Cómo sé lo que es verdad de ti? ¿Esto era


algún juego tuyo? ¿Estás usándome para investigar algún argumento para
un nuevo libro?

—¡No!

—¡Porque así es como se siente! Justo ahora estoy pensando en que


sólo has estado usándome para algún retorcido experimento de escritor.
¿Disfrutaste sondeando mis opiniones cuando ya sabías cuales serían mis
respuestas? ¿Conseguiste algún perverso placer de eso?

—¡No! Katherine, yo…

—No puedo creer que abusases de mí así. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo


pudiste romper esa confianza? ¡Todas esas cartas que compartimos! —Sus
ojos destellaron con lágrimas cuando las recordó—. Todas esas cosas que
te dije. ¡Confié en ti! Te conté cosas que nunca había contado a nadie más
en mi vida porque pensé que eras mi amigo.
—Pero soy tu amigo… ¡Escúchame!

Katherine no sería interrumpida.

—Pensé que eras Lorna.

—Pero soy Lorna —dijo Warwick.

Katherine negó con la cabeza.

—Apuesto a que estabas riéndote a mi espalda. “Ahí va Katherine la


Ingenua”. ¡Dios! ¡Qué tonta he sido! No puedo creer que no viese lo que
estaba pasando. ¡Era tan ciegamente obvio! Quiero decir, ¿Seguías
hablando sobre tus propios libros verdad? ¡Intentando hacer que los
elogiase, por amor de Dios! Había demasiadas cosas de las que debería
haberme percatado. Incluso encontré tu cuaderno.

—¿Qué?

—Sí… fuiste lo bastante estúpido como para dejarlo en tu habitación, y


lo hojeé. No debí hacerlo, sé eso, y no sé lo que me hizo hacerlo, pero
pensé que era algo relacionado con tu negocio de anticuario. —Dio una
risa que estaba lejos de ser divertida como si fuese posible conseguirlo y
después se fijó en él con ojos oscuros que estaban rebosantes de dolor—.
¿Sabes cuál es la peor cosa de todo esto, la cosa que duele más? Citaste
mis cartas, ¿verdad? Ahora lo recuerdo. Citaste algo que te escribí. Y aquí
yo estaba pensando que éramos demasiado iguales, que teníamos los
mismos gustos. —Una lágrima rebelde se desprendió de su mejilla antes
de que tuviese tiempo de detenerla—. ¡Y me enamoré de ti!

—¡Katherine! —dijo, su voz llena de angustia. Dio un paso hacia ella


sobre los escalones, pero ella volvió a levantar la mano como si estuviese
intentando de protegerse de algo inherentemente malo.

—¿Por qué no me dijiste que eras Lorna Warwick? Deberías habérmelo


contado. Tenía derecho a saberlo, ¿verdad?

Él la miró y por un momento pensó que también podía ver las lágrimas
en sus ojos.

—No sabía cómo —dijo—. En realidad quería, pero nadie lo sabe.


Cuando comenzaste a escribirme, fue divertido. No tenía ni idea de que las
cartas continuarían y que nos volveríamos tan buenos amigos. Fue una
increíble sorpresa para mí, realmente lo fue. Pero además hizo las cosas
difíciles porque comencé a enamorarme de ti, Katherine, y no sabía qué
hacer.

—¡No me mientas! ¡No quiero más mentiras!

—No estoy mintiendo. Tienes que creerme.

—¿Por qué?

—Porque es la verdad. Me enamoré de ti hace meses, y no sabía qué


hacer sobre este fin de semana. ¿Recuerdas que me preguntaste si iba a
venir? Pero estabas preguntándoselo a Lorna. No me estabas esperando. Y
cuando llegué, intenté hablar contigo, pero seguías menospreciándome.
Tenía que conseguir que me conocieras por mí.

—¿Y ese es el por qué de que comenzaras a usar mis cartas?


¿Impresionándome con lo que teníamos en común?

—Pero todo es verdad. Tenemos todas esas cosas en común; sabes que
sí.

—¡No sé nada más! —dijo Katherine—. Ni siquiera sé lo cómo llamarte.

—Warwick. Soy Warwick.

Se miraron el uno al otro por un momento en silencio, el sonido de las


risas y la música desapareciendo en el fondo desde el Gran Salón. Todos
los demás estaban disfrutando.

—Eres Warwick —dijo Katherine—. ¿Pero dónde está Lorna? ¿Dónde


está la mujer a la que le estaba escribiendo?

—Está aquí —dijo Warwick, con la mano en el corazón—. Estoy aquí.

Katherine negó con la cabeza.

—A ella le conté todos mis secretos.

—Y están seguros conmigo.

—Confié en ti. Confié en la persona a la que le estaba escribiendo.

—Lo sé —dijo Warwick—. Y lo siento si traicioné esa confianza.

—¿Si? ¿Si la traicionaste?

Warwick se cogió la cabeza con vergüenza.


—¡No sabía que hacer así que sólo continué escribiéndote! No tenía ni
idea de que esto ocurriría. Tienes que creerme.

Ella le miró y después con lentitud sacudió la cabeza girándose.

—No quiero escuchar más.

—¡Katherine! Escúchame. Esto es una locura. ¡Katherine! ¡No te alejes


de mí! ¡Somos muy buenos amigos, por amor de Dios! No puedes tirar
todo.

—¡Yo no tiré todo! —dijo, deteniéndose durante un momento para


hacerle frente—. ¡Tú lo hiciste!

—No había más que pudiese haber hecho. Dime lo que debería haber
hecho.

—¡Deberías haber dicho la verdad!

—¿Cuándo? ¿En qué momento lo habrías escuchado? ¿Primero cuando


nos conocimos aquí? ¡Habrías pensado que era un enfermo! ¿Cuándo
estaba en la cama contigo? ¿Te habrías quedado? ¡Dime eso! Porque no
creo que lo habrías hecho.

—¿Y cuándo estabas planeando decírmelo? ¿Por cuánto tiempo esto


podría haber continuado?

—No lo sé —dijo Warwick—. Todo lo que sé es que estamos bien juntos.


Nunca he conocido a nadie como tú. Has cambiado todo para mí,
Katherine. Antes de que te conociese, sólo era un escritor con una cadena
de relaciones desesperadas que nunca iban a ningún lugar. Pero entonces
me escribiste y juro que mi vida cambió de marcha. Suena cursi, y no
estoy poniendo esto muy bien, soy mejor escritor que orador, pero me diste
algo que esperaba. Tus cartas se convirtieron en toda mi vida. No podía
escribir por las mañanas antes de que el cartero hubiese llamado, y
después tenía que responder tus cartas inmediatamente. Nunca he tenido
esa experiencia antes en mi vida, y sé que tú también te sientes de la
misma manera. Lo sé.

Katherine, quien había estado subiendo las escaleras, de repente se


detuvo. Se giró para enfrentarle y casi se estrelló contra él.

—¡No! No puedo escuchar algo más de esto.


—Por favor… —Extendió la mano para tocar su brazo, pero ella se
alejó.

—No —dijo ella, y había lágrimas en sus ojos otra vez—. Déjame. Sólo
déjame.
Capítulo 38
Traducido por Cataspee
Corregido por nanami27

Robyn había bailado hasta marearse, y su piel era del color de las rosas
de color rojo oscuro. Aun así la música continuó, y Dan le hizo dar vueltas
hasta que se sintió ligera y en peligro de alejarse flotando.

―¿Estás bien? ―le preguntó.

―Creo que necesito uno de esos abanicos ―jadeó Robyn―. Tengo


mucho calor.

―¿Qué tal una vuelta por los jardines? ―sugirió Dan.

―Suenas como un personaje de Jane Austen ―dijo Robyn con una


sonrisita, y ambos salieron de la sala juntos.

Se sentía bien estar en el jardín. El aire fresco de la noche de octubre


se sentía maravillosamente refrescante en los brazos desnudos de Robyn, y
respiró profundamente, algo que había olvidado hacer cuando estaba
dando vueltas alrededor de la pista de baile.

―Nunca he bailado tanto en mi vida ―dijo Robyn.

―Yo tampoco ―dijo Dan.

―¿Bailabas mucho en Londres?

―¿Es una broma?

―¿No ibas a discotecas? ―preguntó Robyn.

―¿Me veo como un tipo que va a discotecas?

―Bueno, no aquí cuando estás limpiando los caballos ―dijo ella.

―Y allá tampoco. Era el adicto al trabajo, ¿recuerdas? Me quedaría en


la oficina hasta que los limpiadores me echaran y luego iría por un poco de
comida para llevar en el camino a casa. No era realmente una vida, en
serio.
―¿Y no estás aburrido aquí en medio de Hampshire después de
Londres?

Dan se rió.

―¡Ni hablar! No hay ni un momento para aburrirse con todos los


caballos y perros que cuidar, e incluso si lo hubiera, lo llenaría con
caminatas y montando a caballo. Hay mucho que ver aquí. Es tan
hermoso. ―Sonrió―. La gente no habla mucho sobre Hampshire. No está
en la misma liga que Lake District o la costa de Cornish, ¿verdad? No se
oye a la gente diciendo que van a Hampshire durante sus vacaciones, pero
es un condado hermoso. Me encanta la dulzura de las colinas y los ríos
largos y anchos. No creo que podría vivir en ningún otro lado ahora.

Robyn sonrió. Le gustaba escucharlo hablar de Hampshire. Era el lugar


de nacimiento y fallecimiento de su querida Jane Austen, después de todo.
Pero su sonrisa se desvaneció cuando recordó que tendría que dejarlo todo
al día siguiente.

Caminaron alrededor de la casa hasta que estuvieron en los jardines de


la parte trasera de Purley. Robyn podía oler el aroma de las últimas rosas
en el aire de la noche.

―Mañana es tu último día ―dijo Dan, haciendo que Robyn se


estremeciera. Fue como si hubiera leído su mente.

―¡No lo hagas! ―dijo―. No quiero pensar en eso.

Caminaron por unos momentos, sin hablar. Un búho ululó en la


distancia, un largo sonido suave y un poco de brisa jugó con los rizos de
Robyn.

―Robyn ―dijo Dan por fin―. Necesito saber.

―¿Qué?

―¿De verdad te vas?

Ella se detuvo y se volvió para mirarlo.

―Tengo que hacerlo. Mi casa…

―No te vayas.

―¡Dan!
―Quédate. Quédate conmigo.

―¿Qué? ¿En el establo? ¿Con tus perros y mis gallinas?

―¿Por qué no? ―dijo, tomando sus manos entre las suyas y
exprimiendo la vida misma de ellas.

―¡Estás loco! ―dijo ella.

―Loco por ti ―respondió.

Robyn no sabía qué decir. Todo era demasiado para ella. Había
esperado con interés este fin de semana, y este había superado todas sus
expectativas; realmente lo había hecho, pero entonces había estado el
estrés de tener a Jace allí y la terrible propuesta y la ruptura y la
confusión inesperada de enamorarse de Dan, pensó.

―Vamos a encontrar una manera ―prosiguió Dan―. Pammy tiene más


tierra de lo que puede imaginar. Hay espacio para ti y mil gallinas.

Ella lo miró. Su rostro era dulce y serio.

―Pero mi casa está en Yorkshire, no aquí.

―Como la mía estaba en Londres, pero ahora está aquí, y te quiero aquí
conmigo.

―¡Pero apenas me conoces!

Dan frunció el ceño.

―Pero te conozco. Bueno, no desde hace mucho, pero, ¿realmente


importa? Sólo sé que se siente correcto estar contigo.

Robyn suspiró.

―Es sólo que todo esto es tan inesperado. Quiero decir, yo vine aquí
con Jace.

―E ibas a romper con él, lo que ya hiciste ―señaló Dan.

―Lo sé. ―Empezaron a caminar de nuevo, a través de la hierba hacia el


lago―. No he tenido tiempo para arreglar todo esto todavía ―dijo ella
mientras miraba a la luna. Había unos cuantos jirones de nubes delgadas
deslizándose por el cielo, por lo que su luz no era tan brillante como la
noche anterior.
―¿Qué necesitas arreglar? ―preguntó Dan.

―Todo ―dijo―. Tú. Yo. Jace. Nunca he estado soltera, ya ves. He estado
con Jace desde la escuela, y va a ser extraño estar sola cuando llegue a
casa. Sé que he sido infeliz con él y que realmente no pasábamos mucho
tiempo juntos, pero él siempre estaba allí.

―Y ahora yo quiero estar ahí, siempre ―dijo Dan, cogiendo sus manos y
haciéndola girar a su alrededor―. Siempre. Siempre. ¡Siempre!

Robyn se sintió como Marianne dando vueltas con Willoughby en la


versión cinematográfica de Sensatez y sentimientos5 mientras completaba
los círculos antes de estrellarse con Dan. Los dos estaban riendo.

Finalmente, hasta que ambos se calmaron, Robyn suspiró.

―Tengo que ir a casa ―dijo ella―. Tengo que ser yo por un tiempo.
Tengo que pensar.

Dan tragó saliva y asintió.

―No quiero que te vayas, pero sé que tienes que hacerlo. ―Extendió
una mano y le acarició el cabello―. Te dejaré en la estación.

Robyn negó con la cabeza.

―Está bien. Conseguiré un taxi con los otros.

―¿No quieres que te lleve? Te puedo llevar en Perseus si prefieres.

Robyn sonrió.

―¿Podemos decirnos adiós esta noche? Creo que sería más fácil.

Dan se tomó un momento antes de responder.

―Más fácil para ti, tal vez.

Ella tomó sus manos entre las suyas. Estaban muy cálidas, y sabía que
no quería dejarlas ir.

Pero debo hacerlo, se dijo.

―Lo siento ―dijo ella―, pero necesito un poco de tiempo para mí.
―Ya lo sé ―dijo él―. ¿Puedo por lo menos darte un beso de despedida?

Ella asintió con la cabeza y cerró los ojos mientras sus labios se
encontraron con los suyos.

Fue el beso más dulce que jamás había tenido, y tomó todo su coraje y
determinación dejarlo, caminar de regreso a la casa sin mirar hacia donde
había dejado a Dan allí de pie en el jardín iluminado por la luna.

***

Sola en su habitación, Katherine sostenía la cabeza entre sus manos.


Su respiración era poco profunda y frecuente, pero lograba mantener las
lágrimas a raya. ¿De verdad todo eso había sucedido, o había tomado
demasiados cócteles e imaginado todo? Warwick Lawton era Lorna
Warwick. Lorna Warwick era Warwick Lawton. ¿Cómo no lo vio? Incluso
había hecho un comentario acerca de su nombre poco común y cómo era
parecido al de Lorna Warwick. Por amor de Dios, ¿cómo no lo adivinó?
Incluso se puso a escribir una carta a Lorna cuando ella, o mejor dicho él,
¡había estado durmiendo en su cama!

Se dejó caer en el borde de la cama, se quitó los zapatos y se puso de


pie para tomar su vestido. ¡Qué feliz había sido sólo un par de horas antes,
cuando se estaba preparando para el baile! Qué feliz y qué ingenua, pensó.

¿Cómo pudo Warwick haberle hecho algo así a ella? ¿Acaso no tenía
corazón? ¿Cómo pudo coquetear con ella sin piedad y hacer que se
enamorara de él?

Katherine cerró los ojos. No podía creerlo. Había dejado que sucediera
de nuevo. le dio su corazón a un hombre sólo para ser engañada.

Su mente comenzó a pensar en los últimos días y recordó haber


abierto el cuaderno de Warwick y medio reconocer la escritura a mano.
¡Por supuesto! Era la misma escritura que en las cartas de Lorna Warwick,
excepto un poco más apresurada y garabateada. ¿Por qué no lo había
visto? Todas las pistas habían estado gritándole. ¿Había elegido
deliberadamente ignorarlas?
Lo que la lastimaba más que nada era el hecho de que ella creyó en él
absolutamente. Sólo habían estado juntos por un corto tiempo, pero
sinceramente creía que había habido una conexión entre ellos. Se sentía
segura con él y se sentía amada. ¿Había sido todo eso un acto? ¿Era sólo
una parte del experimento de algún escritor retorcido? ¿Y cuándo
exactamente había empezado todo, con su primera carta o en algún
momento después de eso? ¿Warwick había llegado a Purley con el
propósito expreso de engañarla? El pensamiento era demasiado terrible de
soportar.

De repente hubo un llamando a su puerta.

―¿Katherine? ―La voz de Warwick la llamó desde el pasillo―.


¿Katherine? ¡Déjame entrar! Tenemos que hablar. ―Volvió a llamar y
cuando no hubo respuesta, trató de abrir la puerta, sólo para encontrarla
cerrada con llave―. ¡Por favor! Tienes que darme una oportunidad para
explicarme.

¿Explicar? ¿Qué es lo que quería explicar? ¿Que él la usó? ¡Ella ya


sabía eso!

―Vete, Warwick ―dijo en voz baja, demasiado baja para que oyera, y
luego se sentó perfectamente inmóvil, cerrando sus ojos y su mente a sus
golpes en la puerta y sus palabras hasta que, finalmente, la dejó.

Aun así, ella permaneció sentada en la cama, sin saber muy bien qué
hacer, pero luego se levantó, encontró su móvil e hizo una llamada rápida
a la compañía de taxis local. Se sentía grosero estar dejando a todos sin
decir adiós, especialmente Dame Pamela y Robyn, pero era lo único que
podía hacer.
Capítulo 39
Traducido por katiliz94
Corregido por Pily

Warwick despertó con un dolor de cabeza que nada tenía que ver con el
alcohol. Gruñó y rodó, deseando que pudiese caer dormido otra vez pero
sería imposible. Había intentado volver a hablar con Katherine.

Deslizándose fuera de la cama, tomó una ducha, se afeitó y se vistió, y


después dejó la habitación con la rapidez de un hombre en una misión.
Aún era temprano y estaba agradecido de que no hubiese nadie a su
alrededor para parar su progreso. En realidad no podía manipular un
encuentro con la exuberante Doris Norris o la insufrible Señora Soames.

Le llevó solo segundos llegar a la habitación de Katherine, pero


instantáneamente supo que algo estaba mal porque su puerta había sido
dejada abierta con la llave colgando en la cerradura.

—¿Katherine? —llamó, entrando. Las cortinas estaban abiertas y la


cama estaba hecha, y supo en un instante que no había estado dormida
ahí.

Katherine se había ido.

Caminó hasta la ventana y miró fuera hacia los jardines y abajo hacia
el lago. No había escape de esto —lo había jodido a lo grande. ¿Cómo
diablos iba a solucionar esto? ¿Y era algo que podía ser resuelto? No
estaba del todo seguro de lo que era. Era más complicado que cualquiera
de sus tramas. Al menos si se complicaban demasiado, él podría regresar y
borrar las cosas. No podrías hacer eso con la vida. No había un botón de
Borrar para ayudarte en una situación extraña. No podrías Retroceder hasta
conseguir librarte de todos los pedazos de basura. Tendrías que vivir con las
decisiones que tomaste.

Warwick reclinó la cabeza contra la ventana, sintiendo el frio cristal


contra su piel. Katherine nunca le perdonaría, ¿verdad? Bueno, no podía
culparla. Siendo un escritor, era bueno para ver las cosas desde las
perspectivas de los otros, y con perfección podía entender porque ella
nunca quería verle o escucharle de nuevo —¡jamás! También sabía que no
podía vivir con esa idea. La amaba. Nunca había amado a nadie más que a
ella, y estaba profundamente arrepentido de que ella se hubiese enredado
en lío tan espantoso.

Tenía que arreglarlo. Cómo lo haría era un misterio para él y sin duda
uno que no podía ser resuelto antes de una taza de café así que salió de la
habitación y fue escaleras abajo en busca de una.

Higgins, el mayordomo era la primera persona que vio cuando llegó a la


entrada del vestíbulo.

—Buenos días —dijo Warwick—. ¿La Señorita Sparks llegó al hotel bien
la noche anterior?

Higgins se aclaró la garganta.

—Me temo que la señora no estaba en condiciones de ir a ningún lugar,


señor.

—¿Qué quiere decir? ¿Todavía está aquí? —dijo Warwick estupefacto.

—De hecho sí, señor. Pensamos que era mejor dejarla dormir así que le
preparamos una cama en el West Drawing Room.

—¿Puedo verla?

—Por supuesto, señor. —Higgins indicó la dirección—. Le traeré algo de


café, señor.

—Gracias —dijo Warwick—. Lo apreciaría mucho.

Al igual que Jace la noche anterior, Nadia estaba dormida en el sofá,


con un edredón escondiendo la mitad de su cabeza. Warwick no quería
molestarla pero, al mismo tiempo, quería sacudirla hasta que su cabeza
cayera.

—¿Nadia? —llamó.

No hubo respuesta.

—¡Nadia!

Un leve gemido se elevó de la manta y un par de ojos rojos sangrientos


le saludaron. Deseó que la visión de eso le conmocionase, pero no lo hizo
porque la había visto muchas veces antes. Su pelo en punta se levantó y
rodeo su cabeza en un halo de miedo, poniéndole un estilo de cardo, y su
pintalabios se había vuelto una mancha a través de su rostro. No era una
buena visión.

—¡Oh, mi cabeza! Mi pobre cabeza —se quejó.

—¡Tu cabeza! ¿Estás gimiendo por tu cabeza? ¿Qué hay de mi corazón,


Nadia?

Le miró confusa.

—¿Qué está mal con tu corazón? ¿Estás enfermo?

—No, no estoy enfermo —dijo él—. Estaba siendo poético.

—No lo seas. Es demasiado pronto por la mañana para ser poeta.


Necesito café.

—Yo también —dijo Warwick—. Higgins nos traerá unos.

—¿Es el guapo mayordomo?

—¿Guapo? ¡Tiene setenta años!

—Oh, querido —dijo Nadia—.Tal vez se veía más guapo después de


unos cócteles.

—¡Nadia!

—Creo que pude haber hecho un pase con él.


La cabeza de Warwick se sumergió en sus manos con desesperación.

—Todavía no puedo creer lo que dijiste.

Nadia apartó el edredón de su cuerpo y balanceó los pies en el suelo.

—Lo siento muchísimo —dijo—. No sé lo que me poseyó.

—¡Alcohol! — Gritó Warwick—. ¡Eso es lo que te poseyó! ¿No sabes lo


que eres cuándo bebes? Por el amor de Dios, Nadia, eres una pesadilla.
Siempre haces o dices algo de lo que te arrepientes.

—¿Lo hago? ¿De verdad? —Parecía realmente avergonzada ante la idea.

—¡Sí!

Extendió la mano y apretó el brazo de Warwick.


—Bueno, tal vez sea lo mejor. Es decir, estaba obligado a salir tarde o
temprano, ¿no?

—Preferiría que fuese tarde —dijo Warwick.

—Parecía una chica muy agradable.

—Es una chica muy agradable —dijo Warwick—, ¡y tú vas y lo


arruinas!

—Seguramente no —dijo Nadia—. Sólo necesitas explicarle las cosas.

—No me va a escuchar.

—Tal vez lo hará mañana, ahora que ha tenido una noche para
dormir.

—Se fue anoche.

—Oh —dijo Nadia.

Se sentaron en silencio por un momento, los ojos de Nadia lanzándose


alrededor de sus zapatos.

—Realmente la amo —susurró Warwick.

—¡Oh, Warwick!

—Y no sé qué hacer.

Higgins entró en la sala con una bandeja sosteniendo dos tazas de


fuerte café negro.

Nadia levantó la mirada, su rostro al instante se enrojeció, y


rápidamente apartó la mirada.

Higgins puso la bandeja sobre la mesa.

—Su café —anunció innecesariamente, y Warwick se dio cuenta de que


el viejo mayordomo también estaba sonrojado.

***

Robyn estaba deliberadamente tomándose una eternidad en


ducharse y vestirse. Era la última vez que despertaba en la Habitación
Cedro y la última vez que disfrutaba de la vista al otro lado del césped.

Después de ponerse un vestido de color amapola y ponerse el broche


del caballo plateado, se sentó en el asiento de la ventana, mirando fuera
hacia el establo. Sólo podía ver la torre del reloj, y la tentación de salir de
la casa e ir a ver a Dan era, una vez más, abrumadora.

—Pero me he despedido —se dijo a sí misma y levantándose del asiento


de la ventana, rodó la maleta en el rellano preparándose para la partida,
dando una última mirada a la habitación antes de ir abajo por el
desayuno.

Tan pronto como entró en el vestíbulo, oyó voces y la figura de Warwick


apareció en una de las habitaciones que conducían fuera de la sala.

—Katherine se ha ido, Nadia, y no volverá.

—Bueno, se habría ido hoy de todos modos. ¿Cuál es el gran problema?

Robyn vio como una mujer de aspecto desaliñado seguía a Warwick.

—¡Robyn! —dijo él, pareciendo sorprendido.

—¿Katherine se ha ido? —dijo Robyn—. ¿Por qué se fue?

—¿Por qué? —Los ojos de Warwick se abrieron con alarma—. ¿Por qué
no le preguntas a esta mujer?

—¡Oh, por el amor de Dios, no empieces todo de nuevo! ¡Mi cabeza está
palpitando!

—Si no hubieras aparecido, Nadia, si no te hubieras ido y


emborrachado como siempre lo haces y abierto tu gran boca…

—Lo habría descubierto tarde o temprano —dijo Nadia.


Robyn miró de una a otro con profunda perplejidad.

—¿Enterarse de qué? ¿Por qué se ha ido Katherine?

La sala estaba empezando a llenarse de gente en su camino hacia el


desayuno.

—¿Katherine se ha ido? —dijo Roberta cuando ella y su hermana Rose


se unieron a Robyn—. ¿Se tomó mi desayuno?
—Se fue anoche —dijo Warwick.

—Pero ¿por qué? —preguntó Rose.

—Porque se enteró de la verdad —dijo Nadia.

—Cierra la boca ahora, Nadia.

—Oh, Warwick, es ahora, ¿verdad? ¿Cuál es el punto de esconderlo


más?

—¿Esconder qué? —preguntó Roberta.

Nadia tomó una respiración profunda.

—Warwick aquí es Lorna Warwick.

—¡Oh, Dios mío! —gritó Warwick, como si hubiera recibido un disparo.

—¿Lorna Warwick? —Dijo Robyn—. No lo entiendo. ¿Cómo puedes ser


Lorna Warwick? —preguntó, volviéndose hacia él.

—¡Es su seudónimo, idiota! —dijo Nadia—. Escribe como una mujer.

La boca de Warwick se abrió.

—¿Por qué no se lo dices al mundo entero, mientras estás en ello?


¡Toma una página en El Times!

—¿Lorna Warwick? —dijo Doris Norris, que acababa de entrar en la


sala, junto con la señora Soames y media docena de otras, empujadas a la
parte delantera—. ¿Es Lorna Warwick?

—¡Claro que lo es! —dijo Nadia, de repente parecía muy satisfecha de sí


misma—. También fue mi idea.

—¿Tu idea? —exclamó Warwick—. ¡No fue tu idea! Te presenté mi


primera novela como Lorna. No tenías ni idea de que era un hombre hasta
que me presenté en el restaurante ese día.

—Por supuesto que lo sabía —dijo Nadia, ruborizándose.

—¿Lorna Warwick? —dijo Doris por encima de sus voces—. ¿Él es


Lorna Warwick?

—Eso es lo que están diciendo —dijo Roberta.


—¡Bueno, nunca! —dijo Doris, sus manos volaron a su cara—.
Simplemente tengo que conseguir mis libros firmados por ella. ¡Digo por él!
De repente la sala se llenó de emoción y el sonido de los pasos arriba y
abajo de las escaleras.

—¡Es Lorna Warwick!

—¿Quién?

—¡Él! ¡Ese sujeto de Warwick!

El secreto de Warwick estaba bien y verdaderamente fuera y antes de


que pudiese escapar, hubo una enloquecida pelea por conseguir libros
firmados por él.

—¡Compré cinco! —anunció Doris, sacando los brillantes libros de tapa


blanda bajo su nariz—. Pon "Para Doris", y déjame hacerme una foto con
él. Aquí, Rose, toma mi cámara, ¿quieres?

Warwick fue rodeado. No había escapatoria. El público del que se había


escondido durante tanto tiempo estaba recuperando el tiempo perdido.

***

Nadia salió rápida y silenciosamente, a escondidas mientras


Warwick era aplastado por las admiradoras. Dame Pamela, que había sido
informada de la situación por un perplejo Higgins, finalmente llegó a su
rescate, conduciéndole a un tranquilo desayuno en la intimidad de su
biblioteca personal.

—¡Dios mío! Nunca he conocido un fin de semana como este antes —


dijo ella—. Esta sala de sin duda lo ha hecho la mayor parte.
Warwick se sentó en el diván, sacudiendo la cabeza con vergüenza.

—Eres un hombre misterioso, ¿verdad? —continuó Dame Pamela con


una gran sonrisa—. Debo decir que estoy sorprendida.

Se acercó al borde de la silla por una taza de café que tanto necesitaba,
que fue colocada en sus manos.

—Lo siento, Dame Pamela.

Dame Pamela chasqueó la lengua y movió un dedo.


—Todos siguen pidiéndome disculpas este fin de semana, y no tengo ni
idea de por qué. Estoy teniendo una absoluta fiesta. ¡Nunca he tenido una
mejor Conferencia de Jane Austen!

—Siento como que he dejado a todo el mundo por el suelo —dijo


Warwick.

—¿Qué quieres decir? Todos adoran tu revelación. Iban a enloquecer


ahí abajo. Se sentían como si hubieran descubierto el secreto mejor
guardado en el mundo.

—Nunca quise que esto sucediese —dijo Warwick—. Soy una persona
muy reservada. Realmente no anhelaba la atención de mi trabajo.
—Sí, no te culpo por rehuir la atención del público —dijo Dame Pamela—.
Puede ser fastidioso con la gente pidiendo a gritos todo el tiempo un
autógrafo.

Warwick suspiró.

—Ese es justo el tipo de cosas que quería evitar.

Dame Pamela asintió con simpatía.

—Ahora, antes de irte, simplemente debes firmar mis libros de Lorna


Warwick. Los tengo todos, ya sabes.
Capítulo 40
Traducido por katiliz94
Corregido por nanami27

Robyn se sentó en su escritorio de la universidad donde había estado


trabajando durante más años de los que se molestaba en recordar. Una
ventana daba vista al patio que mantenía el tamaño de contenedores de
basura industriales usados para los catering de los estudiantes. Detrás de
eso estaba un canal, que estaba viéndose de un turbio gris verdoso. No era
demasiado para una vista, pero Robyn en realidad no estaba mirándolo
porque pensara en él como un lugar tan hermoso que no importaba si su
pequeña ventana daba a una playa de azúcar blanca en las Seychelles.

Estaba pensando en Purley.

Octubre había caído hasta noviembre y habían sido tres semanas


desde que había dejado Hampshire, parecía como toda una eternidad. A
menudo recordaba la última encantadora visión de Purley desde la parte
posterior del taxi, y descargó una fotografía de ella desde Internet y la
estableció como su fondo de escritorio en el ordenador.

No había visto a Dan en la mañana de su partida. Hubo un momento


en que el conductor del taxi había estado cargando su equipaje en el
maletero cuando miró hacia el establo y vio a Biscuit corriendo de atrás
hacia delante tras un par de palomas, pero no había habido ninguna señal
de Dan. ¿Pero no era eso lo que había querido?

Tiempo. Había pedido tiempo, y ahora lo tenía en abundancia. No había


Jace para recogerla después en su casa nunca más, y las noches eran
suyas para hacer con ellas lo que le gustase. Podía sentarse y leer o ver
exactamente lo que quisiese, sin el temor de un airado novio entrando y
poniendo un pie a través de la pantalla de la televisión.

Lo divertido era que Robyn cogía un libro o ponía una amada


adaptación cinematográfica y en realidad no le prestaba algo de atención.
Las páginas giraraban pero las palabras no eran digeridas completamente,
y el Señor Darcy sería sólo una falta de definición en la pantalla de la
televisión.
Era lo mismo con todo lo que intentó hacer. Desde que llegó a casa
desde Yorkshire, Robyn caminaba por una ensoñación, como si estuviera a
la deriva, pasando meramente por las propuestas de su vida día a día,
mientras que con cada aliento en su cuerpo, deseaba estar de vuelta en
Purley. La vida estaba sucediendo a su alrededor, pero ella no estaba
notándola para nada. Tomar esa semana, por ejemplo. No notó el comprar
tres plátanos magullados desde el pesebre en el mercado. No notó archivar
todas las M bajo la N. Bueno, no hasta que Bill Cartwright bramó hacia
ella. Y ni siquiera notó la blusa que llevaba dentro. Tenía sólo una cosa en
su mente, y su nombre era Dan Harcourt.

Había pasado días, semanas, pensando en su tiempo juntos y


agonizando sobre cómo de rápido había sucedido todo. Eso no podía estar
bien, ¿verdad? Nada bueno podía suceder así de rápido, pensó. Debía
haber sido uno de esos romances de vacaciones de los que se escuchaba—
breve y hermoso, pero insostenible.

Cuanto más pensaba en ello, más creía que su tiempo en Purley había
sido tan ficticio como sus libros favoritos. Parecía un mundo de ensueño
para ella, y los sentimientos que experimentó allí no tenían un lugar en el
mundo real.

Ahora, sentándose en su escritorio en la oficina, acariciaba


distraídamente el broche de plata del caballo. Lo prendía a cada tconjunto
que llevaba, si estaba dentro o no. Cuando sintió la suave frescura bajo
sus dedos, recordó el pánico que tuvo la semanas antes, cuando lo perdió,
y había sido una frenética búsqueda para encontrarlo. Todos en la oficina
habían sido involucrados hasta que la estudiante con puesto de trabajo,
Samantha, lo encontró al lado de un archivador.

Tal vez ese es el porqué de que los dedos de Robyn volasen hacia él con
incrementada regularidad. Necesitaba asegurarse de que estaba allí.

Esa noche, después de ser liberada de las restricciones de otro día en


la oficina, alimentó a las gallinas en su patio trasero, maravillándose ante
cómo de brillante se veían sus colores en los últimos rayos del sol.
Wickham estaba luciendo un poco de mal humor cuando los dedos de los
pies de Robyn habían sido apartados hasta el próximo brinco, y Lydia y la
Señorita Bingley estaban peleando por un pobre escarabajo en el césped
que solo se las arreglaba para escapar de sus brutales picos.
En el interior, Robyn se desanimó durante un tiempo, recogiendo el
premio de las copias de las novelas de Jane Austen que ganó en la noche
del concurso en Purley.

Por un momento pensó en Jace y cómo se habría burlado de ella por


tener aún más copias de los famosos libros. Lo había visto la semana
anterior en la calle principal. Se escondió detrás de una tienda de venta de
alfombras de perros y él no la había visto. Había estado con su madre, y
Robyn tenía la sensación de que siempre estaría así.

Después de sacar la copia en blanco y dorado de Orgullo y Prejuicio,


sus dedos pasaron sobre el grabado en relieve de la cubierta y el lomo. Era
perfecto, pero no era tan perfecto como la antigua copia leal de viaje que le
había entregado a Dan y la cual era todo lo más preciado para ella ahora
que él la sostenía en sus manos durante horas, devorando las palabras tan
ágilmente como ella hacía. Lo cogió, giró la famosa primera página, y leyó
las muchas palabras que Dan habría leído. Es una verdad universalmente
desconocida…

—Esa solitaria chica en posesión de un gran amor podría estar falta de


un completo cambio de estilo de vida —dijo Robyn con una pequeña
sonrisa.

No tenía punto. No podía ignorarlo más. Había tenido suficiente tiempo


para ser ella misma en su antigua casa en la vieja ciudad que había
comprado, haciendo el antiguo trabajo que había llegado a odiar. No
pertenecía más ahí, y finalmente era tiempo de continuar.

Antes de que pudiera pensar en una razón, Robyn cogió su paquete


confidencial y cogió el teléfono, para marcar el número frente a la cubierta.

—Purley Hall, —dijo una voz. Era Higgins. Y Robyn tuvo que detenerse
de gritar su nombre con emoción al escucharle de nuevo.

—Higgins, soy Robyn Love. Fui a la Conferencia de Jane Austen.

—Buenas tardes, Señorita Love. ¿Puedo ayudarla?

—Estaba preguntándome si podía hablar con Dame Pamela.

—Veré si está disponible —dijo Higgins y puso a Robyn en espera.

—¡Robyn, querida! ¿Cómo estás? —La voz de Dame Pamela sonó en la


línea un momento después―. ¿A qué debo este placer? ¿Todo bien, verdad?
—Oh, sí, Dame Pamela, pero tengo una pregunta para usted.

—Dispara, querida. Dispara.

—¿Todavía está buscando un AP?

Mientras Robyn esperaba escuchar la respuesta, solo tenía la


esperanza de que no fuese demasiado tarde.

***

En una silenciosa esquina de West Sussex, Warwick estaba


escribiéndose tonterías, con novelas y cartas. En las tres semanas desde la
Conferencia de Jane Austen, había escrito ocho cartas a Katherine, y todas
le habían sido devueltas sin abrir. Las envió a la dirección de su casa,
también a la de St. Bridget. Después de que las seis primeras regresasen,
comenzó a volverse astuto, imprimiendo tipos de direcciones distintas y
usando diferentes sobres. Funcionó, y Katherine obviamente las abrió,
pero aún se las devolvía, sin una sola palabra añadida en ellas.

—¡Diablos! —maldijo Warwick, resaltando y borrando toda la página


sin sentido que acababa de escribir. Era su nueva novela, y no había
estado yendo bien. Nada había ido tan bien desde que se fue de Purley.

Una vez la palabra estuvo fuera sobre su nueva identidad, sus


publicistas se habían ido de la ciudad, tomando la mayor oportunidad de
un excelente PR, y Warwick estaba sumergido al hacer todo tipo de
entrevistas para periódicos, revistas, radio y televisión. Había sido extraño.
La única cosa que había conseguido de ello había sido el usar esas formas
de comunicación para intentar pedir perdón a Katherine, teniendo la
esperanza de que ella lo estaría leyendo, escuchando o viendo.

—Nunca quise herir a nadie —le dijo a Andre Levinson en su programa


de charla―. Es solo que las cosas se salieron de la mano y no pude ver una
forma de salir.

—Tengo algunos lectores muy especiales que significan el mundo para


mí, —le dijo al reportero del periódico ¡Vive!—. Y espero que permanezcan
en contacto. De verdad que sí.
Había recibido cinco sacos de correos de admiradores después de que
la historia saliese, pero ni una sola carta de Katherine.

Finalmente tomo la decisión de visitarla, conduciendo desde West


Sussex hasta Oxfordshire, un día. Si ella no respondía a sus cartas o
llamadas telefónicas, ¿qué otra opción tenía? Pero no hubo respuesta en la
pequeña casa de campo, y pasó más de dos horas rondando por el jardín y
presionando la nariz contra las ventanas. Se hizo amigo de uno de los
gatos, sin embargo, una hermosa bestia peluda que serpenteaba su
camino alrededor hacia sus piernas y maulló al recogerlo.

—¿Quién eres, entonces? ¿Freddie o Fitz? —preguntó. La criatura del


color del caramelo simplemente ronroneó―. Dile a tu dueña que lo siento,
¿quieres? —Dijo, acariciando la cabeza peluda que ella misma debía haber
acariciado miles de veces.

Después de eso, condujo a Oxford, pero cuando intentó entrar en la


universidad de St. Bridget, le dijeron que no estaba abierto a los visitantes.
Pasó una hora andando por la ciudad, pero su belleza lo dejó frío. Sólo
había una cosa de belleza que quería ver, así que condujo de regreso a
Katherine, una vez más. Había un coche en el camino, y golpeó la puerta y
llamó hasta que estuvo ronco y una vecina salió y le miró, con una escoba
de aspecto peligroso en la mano.

El evento era completamente deprimente. Regresó a West Sussex y a su


escritura.
Capítulo 41
Traducido por CrissViz
Corregido por Isane33

—¿Estas renunciando? —le preguntó Bill Cartwright a Robyn.

—Correcto —dijo ella con evidente alegría—. Me voy.

—Pero has estado aquí por… —Se detuvo a mirar su expediente.

—Por siempre —terminó Robyn por él.

—Sí —dijo—. ¿Por qué te vas?

—Me mudo —dijo ella.

—¿Dejas Skipton?

—Sí. Me voy a Hampshire.

—¿Hampshire? —dijo Bill Cartwright como si fuera otro país—. ¿Qué


hay en Hampshire?

—Mi nueva vida —dijo Robyn.

Había sido fácil renunciar al trabajo y fácil de decirle al dueño de su


casa de campo que se iba, pero después las cosas se volvieron más
difíciles. Robyn aprendió a manejar hace mucho tiempo, pero vendió su
carro poco después al ver que era demasiado lujo para una administradora
asalariada y no había manejado desde entonces. De pronto, tenía que
transportarse con todos sus bienes mundanos y sus pollos hacia
Hampshire. Iba a llevar algo de tiempo así que mientras se cumplía el
periodo de aviso en el colegio, tomó un curso de manejo para actualizarse
y se compró una furgoneta de segunda mano en la cual podían caber sus
libros, una televisión y los pollos. Un tráiler en la parte de atrás podría
acomodar su jaula.

—Es una locura —le dijo su vecina Judith—. ¡Una locura total! No me
molestó que finalmente rompieras con ese novio tuyo, pero quieres dejar
Yorkshire, no sé. ¿Qué puedes tener en Hampshire que no tengas aquí?

Robyn sonrió como respuesta y Judith asintió.


—¡Oh, ya veo! Estaré pendiente de mi invitación para la boda.

Finalmente, después de empacar dos docenas de cajas con sus


preciados libros, películas, vajilla y persuadir a sus pollos de que les
encantaría pasar las siguientes horas en una jaula en la parte trasera de
la furgoneta, Robyn estaba lista para irse. ¿Era así como se sentían las
hermanas Dashwood dejando Norland?, ella se preguntaba si podía
apresurarse en la furgoneta y dar una última vista a su pequeña casa de
campo que había sido tan útil. Qué extraño era estarse yendo, pero las
últimas semanas de pensar y planear le habían probado una cosa: estaba
preparada.

Mientras dejaba Yorkshire del Norte y tomaba la autopista hacia el sur


de Bradford, pensó nuevamente en lo genial que sería vivir realmente en el
condado de Jane Austen. Robyn podría ser capaz de visitar Chawton
cuando quisiera y caminar en los mismos campos y bosques que Jane y su
hermana Cassandra. Podría sentarse en la pequeña iglesia de Steventon, y
podría visitar Winchester, donde Jane pasó las últimas semanas de su
vida.

Pero Robyn estaba de momento aún lejos de Hampshire y algunos


ruidos extraños venían de la parte trasera de la furgoneta. Robyn se
estacionó en la próxima gasolinera. Había algunos perros siendo paseados
en una pendiente cubierta de hierba, pero uno podía hacer eso con los
pollos, ¿o sí?

—¿Están bien, queridos? —preguntó Robyn, mirando sus caras


delgadas, sus pequeños y brillantes ojos y se preguntaba que estaba
pasando por sus emplumados cerebros. Su gallo, Wickham, la miraba
particularmente sorprendido y Lady Catherine la miraba nada contenta
pero ella siempre miraba de esa manera. Robyn les lanzó un poco de maíz
dentro de la jaula, pero lo mejor para todos era seguir adelante.

***

Era a media tarde cuando Robyn cruzó la frontera de Hampshire. Lo


último de la luz del sol de otoño era sorprendentemente cálida y bajó la
ventana para respirar profundamente. Los árboles habían comenzado a
cambiar de color pero los jardines de las casas continuaban
resplandecientes con flores, junto con algunas brillantes bayas rojas.
¡Cómo iba amar ver los cambios de estación en ese lugar! Quizás podría
tomar a Moby y Biscuit para largas caminatas por el campo, así ella y Dan
podrían atravesar la campiña montando juntos. Podría volverse una buena
jinete, hornear bollos y hacer mermelada como las mujeres en Hampshire
probablemente hacían desde siempre. Le mostraría a Dan su amado DVD
de Jane Austen y él no querría patear la televisión. Sería perfecto.

Finalmente entró a la aldea de Church Stinton y giró hacia el camino


que la llevaría a Purley Hall. Hace cuánto tiempo hacía que Jace había
manejado con ella ese camino, solamente habían pasado algunas pocas
semanas y ahora estaba en su pequeña furgoneta, esperando hacer de este
lugar su hogar.

Estacionó la camioneta y bajó, estirando sus brazos hacia el cielo.


Caminando hacia la parte trasera de la furgoneta, abrió la puerta para
dejar que los pollos tuvieran un poco de aire fresco y asegurarse de que
tuvieran agua fresca.

—Casi llegamos, mis queridos —dijo, escuchando sus simpáticos


sonidos de pollos.

Sabía que debía decirle a Dame Pamela que había llegado bien pero el
establo la llamaba demasiado y caminó impaciente toda la pradera
sintiendo mariposas en el estómago con sólo pensar en volver a ver a Dan.

Se sentía bien estar fuera de la furgoneta y caminar, respirando el aire


de otoño y se sentía bien estar de vuelta en Purley, especialmente sabiendo
que estaba allí esta vez para quedarse. No tenía que empacar sus cosas e
irse después de terminado el fin de semana.

El reloj en la torre del establo seguía marcando las dos y cuarto y


probablemente siempre lo haría. Robyn entró y respiró el dulce aroma a
alfalfa y caballo, pero no había nadie cerca. Los establos estaban vacíos.
No había ninguna cabeza familiar asomándose por las puertas con la
esperanza de que alguien rascara su nariz y no había perros corriendo
hacia ella para saludarla con sus colas moviéndose.

—¿Hola? —llamó Robyn—. ¿Hay alguien aquí?

Quizás Dan estaba dentro. Era tarde y quizás estaba tomando una
ducha antes de la cena.
Cruzó el jardín hasta llegar a la puerta bajo la torre y tocó.

—¿Dan? —llamó, mordiéndose el labio. Las mariposas se sentían en su


estómago nuevamente al preguntarse si él realmente se alegraría de verla.

¡Por supuesto que lo haría! No seas tonta. Él te pidió que te quedaras,


¿recuerdas? se dijo a sí misma.

Sí, pero eso había sido hace algunas semanas, una pequeña voz le
recordó. Tal vez había cambiado de opinión. No te has mantenido en
contacto, ¿recuerdas?

Pero le había dicho que necesitaba algo de tiempo para mí. Él lo había
entendido, pensó, desesperadamente tratando de tranquilizarse.

Su ansiedad estaba tomando lo mejor de ella y cuando llamó de nuevo


y nadie contestó, trató de abrir la puerta y se abrió.

—¿Dan?

Silencio la recibió y tampoco había perros ladrando fuertemente para


saludarla. Subió las escaleras, pensando que podría prepararse una taza
de té de manzanilla y esperarlo para regresar pero cuando llegó a la sala,
se dio cuenta que él no regresaría. La habitación estaba vacía. El sofá, las
jaulas para los perros, los cuadros de las paredes y los libros de cocina
que habían estado acomodados, alineados en la estantería encima del
fregadero se habían ido.

Ella regresó a la entrada, abriendo la puerta que la conducía a un


pequeño dormitorio pero este estaba vacío también.

Era demasiado tarde.


Capítulo 42
Traducido por Kate Angels
Corregido por Ale Rose
Robyn miró a las habitaciones vacías, una vez más, como si hubiera
pasado por alto algo. ¿Regresó él a Londres? No había pistas, ninguna
carta apoyada contra una repisa de la chimenea, y ninguna dirección de
reenvío dejada en cualquier lugar. ¿Por qué la señora Pamela no le había
dicho algo? Tal vez ella pensó que Robyn no vendría a Purley si supiera
que Dan se había ido y no quería correr el riesgo de perder su nueva
asistente personal.

Con las piernas que parecían de plomo, Robyn regresó a su camioneta.


Nunca se había sentido tan desesperada, como si toda la vida se le hubiera
drenado. ¿Qué iba a hacer? ¡Se había mudado a Hampshire! Dejó su
trabajo y su casa, y allí estaba en medio de un extraño condado con sólo
sus pollos de compañía. Sentada en el suelo de la parte trasera de la
furgoneta, con sus piernas colgando, se preguntó si debía volver regresar y
viajar hasta su casa.

—Pero no tengo una casa —se dijo a sí misma.

Sólo había una cosa que hacer: tenía que hacer este trabajo. Todavía
tenía su nuevo trabajo como asistente personal y la Señora Pamela le
había prometido una casita en la finca donde era un amplio espacio para
sus polluelos. Tenía que sacar lo mejor de las cosas, y tal vez, sólo tal vez,
ella vería a Dan de nuevo cuando él visitara a su hermana y ellos
trabajarían en funcionar.

—¿Señorita Love? —Una voz interrumpió sus pensamientos. Fue


Higgins, y Robyn sonrió cuando lo vio. Llevaba un chaleco de color rojizo,
como en reconocimiento del otoño.

—Hola, Higgins —dijo, saltando de la camioneta y estrechándole la


mano.

—Buenas noches, señorita Love. Espero que hayan tenido un buen


viaje.

—Muy agradable, gracias.


—Bien. ¿Puedo conseguirle un poco de té? La Señora Pamela ha
llamado a la casa y no dijo que no puede estar aquí para darle la
bienvenida, pero quería que me asegurara que tuviera algo que comer
antes de desembalar.

—Oh, eso es muy bueno, pero creo que será mejor la desempaque. Mis
gallinas…

Higgins vio en la parte trasera de la furgoneta.

—Por supuesto —dijo—. Le daré la llave, pero debe venir a la casa más
tarde y tienen que cenar algo.

Desapareció por un momento y volvió con una llave de plata brillante.

—Horseshoe Cottage —dijo—. Gire a la izquierda de la calzada y siga el


camino por el pueblo hasta llegar a la iglesia. Hay un desvío a la izquierda.
Gire ahí y pase por encima de la red de ganado. Horseshoe Cottage es la
casa de la derecha.

—Gracias —dijo Robyn.

—Si hay algo que necesita, llámenos.

Robyn asintió y sonrió, pero la sonrisa se desvaneció tan pronto como


se puso de nuevo en su camioneta. De repente se sintió muy cansada, y la
emoción de llegar a Purley había desvanecido. Respiró hondo y maniobró
su camioneta y el remolque con la habilidad de una persona que lo había
estado haciendo mucho más de lo que ella en realidad hacía, con cuidado
de no golpear en la piedra balaustradas o de entrar en el césped
inmaculado.

Pasando de la calzada, Robyn condujo lentamente por el pueblo,


dejando atrás una fila de cabañas con techo de paja. Vio la antigua iglesia
de piedra, su torre apuntando al cielo oscuro, y luego vio el desvío y
desaceleró a su vez en él. Realmente era un devío en lugar de una
carretera y era probable conseguir ensuciarse durante los meses de
invierno. Robyn se alegró de haber comprado una práctica y funcionable
van, e hizo una nota mental para comprar un nuevo par de botas de
plástico también.

Al doblar una esquina, vio a un techo de tejas colocado sobre una gran
seto de haya. Horseshoe Cottage. Estaba construido del mismo ladrillo rojo
color de rosa como Purley Hall, pero claro que estaba a gran escala. Había
un pequeño porche, y tres ventanas de guillotina grande que prometían luz
a la casa.

Lo primero que Robyn hizo una vez que salió de la furgoneta fue abrir
una pequeña puerta que llevaba al jardín trasero. Era un hermoso espacio
con vistas a los campos entre la casa de campo y el pueblo. Rápidamente
se puso a trabajar en la creación de su gallinero en un lugar adecuado y
una vez que estaba listo, finalmente fue capaz de liberar sus pájaros
queridos. Con gran inquietud, los seis de ellos dejaron su caja, sus cuellos
tensos mientras se aventuraban al exterior. Lydia fue la primera en
enfrentarse a los nuevos entornos, pero los demás la siguieron y pronto
picoteaban el maíz.

Poniendo la llave de la puerta delantera de su bolsillo, ella regresó a la


casa y al entras al porche oyó el sonido de un coche viniendo por el
camino. Era un Land Rover, y el sonido característico de ladridos
provenían de sus ventanas abiertas.

Robyn vio que el vehículo deteniéndose y una alta figura emergió.

—¡Dan! —exclamó, corriendo hacia él y arrojándosele antes de que


pudiera pensar en de una manera más respetable y heroica en cómo
comportarse.

—¡Robyn! —gritó en respuesta, tomando su cara entre sus manos y la


besó profundamente. Cuando finalmente se separaron, Robyn lo miró, la
sorpresa y la adoración brillando en sus ojos. El sol se había bronceado su
cara y brazos, y sus ojos eran aún más brillante que nunca.

—Pensé que te habías ido a Londres —dijo Robin.

—¿Londres? ¿Por qué piensas eso?

—No estabas en tu apartamento de debajo de la torre del reloj. No sabía


qué pensar.

—Yo estaba aquí, preparando la casa.

—¿Estás viviendo aquí? —preguntó, con los ojos abiertos.

—¿No estoy siendo demasiado presuntuoso, verdad? —De repente


parecía muy tímido—. Quiero decir, puedo volver a los establos, si lo
prefieres. Es sólo que... bueno... Pammy no es muy buena en guardar
secretos. Tan pronto como tomaste el trabajo, vino a decirme, y pensé...
bueno... yo quería estar contigo. ¿No te importa, verdad? ¿No he
sobrepasado la línea?

Robyn puso sus manos entre las suyas y le sonrió.

—Pensé que te había perdido —dijo—. Pensé que estaría viviendo aquí
sola, con sólo mis pollos de compañía.

—No podía soportar tu partida de Purley —dijo Dan—. Fueron las


peores semanas de mi vida sin saber si ibas a volver.

—¿De verdad crees las mías no fueron así? —preguntó.

Dan le apretó sus manos y negó con la cabeza.

—Sabía que estábamos destinados a estar juntos. Sabía que desde la


primera vez que te vi. Tenías que volver. —Se inclinó para besarla una vez
más—. ¡Te amo, Robyn Love! —dijo.

—Yo te amo, también —dijo.

—¿Quieres ver tu nueva casa, entonces?

Ella asintió con la cabeza y vio que Dan se acercó al coche y abrió la
puerta trasera. Moby y Biscuit salieron, saltando alrededor de las piernas
de Robyn y ladrando locamente.

—Espero que no molesten a los pollos —dijo Robyn por encima del
ruido.

—Van a estar bien —dijo Dan—. Vamos. —La tomó de la mano y se


rieron mientras ambos sacaban sus llaves.

—Tú primero —dijo.

—No, tú.

Él sonrió y abrió la puerta para ella, pero luego se detuvo, bloqueando


su camino.

—Hay una cosa que quiero preguntarte —dijo Dan.

—¿El qué? —preguntó Robyn, de repente ansiosa.

—¿Estarías aquí ahora mismo si no hubiera leído Orgullo y prejuicio?


Robyn vaciló. Era una cosa extraña de preguntarle, pero a juzgar por
su expresión, quería una respuesta. Tragó saliva. ¿Estaría aquí ahora
mismo, si no había leído Orgullo y Prejuicio?

Ella sonrió.

—Pero lo has leído —dijo.

Dan le devolvió la sonrisa.

—Tienes razón —dijo—. ¡Lo hice! ¿Y sabes qué? Creo que haría una
gran película.

—Hay una película. Hay varias películas y adaptaciónes sobre el libro


en Tv.

—¿En serio? —preguntó. Ella asintió—. ¿Supongo que no las tienes en


DVD?

Robyn se echó a reír.

—Si me ayudas a desempacar, podríamos ser capaces de encontrar


una o dos.
Capitulo 43
Traducido por CrissViz
Corregido por IngridShaik

¡Qué rápido pasan los meses cuando uno está escribiendo un libro!
Después de un muy corto tiempo, Warwick finalmente resolvió sus cosas,
ignorando la publicidad y enfocándose en el nuevo libro. Semana tras
semana lo paso entre un loco flujo de palabras, hasta que un día, Warwick
miró por la ventana de su estudio y noto que el césped estaba blanco con
la nieve.

Era mediados de Diciembre.

Su nueva heroína se llamaba Katherine y era blanca, con piel


luminosa, ojos oscuros y una melena abundante de pelo oscuro que ella
usaba sobre los hombros. Ella era fuerte e inteligente y nunca dejaría que
el héroe se saliera con la suya. Era realmente un personaje muy obvio,
pero no podía evitarlo.

—«A menos que mi héroe consiga su final feliz con ella» —dijo para sí
mismo mirando afuera al jardín hacía un gran seto lleno con rojas bayas.

Trabajaba en terminar su novela, la luz del día cada vez era más corta
hasta el punto que tenía que tener su lámpara de escritorio encendida la
mayor parte de sus horas de trabajo. Un día cuando estaba buscando un
folleto acerca de una mansión, se sintió seguro de haber encontrado la
casa perfecta para uno de sus personajes, se encontró con las cartas dé
Katherine.

Pensó qué estaban guardadas fuera dé su vista y no lo atormentarían


más pero cuándo él abrió el archivero, todos sus sentimientos qué estaba
seguro qué habían desaparecido, regresaron revolviendo todo dé nuevo.

Él seguía amándola y la extrañaba más que nunca. Su novela olvidada,


se sentó en el piso dé su estudio con las cartas regadas a su alrededor y
leyéndolas.

Sería maravilloso tener su última carta. ¡Cómo las ansiaba! Eran lo


más destacado en las múltiples semanas aburridas. La semana pasada
estaba volviendo a leer una en clases. La escondí dentro de un libro dé
Jane Eyre, dé esa manera mis estudiantes no podían verla y cuándo leí la
parte dónde esa ardilla salió corriendo con su sándwich, ¡solté una
carcajada! Les dije a mis estudiantes qué deberían enfocarse en su trabajo
y no preocuparse por lo qué estaba haciendo. Warwick sonrió al terminar
de leer la carta y entonces tomo otra más.

Yo sé qué deberíamos estarnos escribiendo por un corto tiempo pero


realmente me siento como si pudiera hablar contigo… cosas qué nadie
más conoce sobre mí. No pienso haber nunca confiado en alguien, cómo
confío en ti. Warwick tenía un nudo en la garganta. Era muy difícil leer
estas palabras nuevamente, por lo que tomó otra carta.

Winchester es un lugar especial. Lo amo por las compras dé navidad y


siempre estoy allí el 16 de diciembre porque es él cumpleaños dé Jane
Austen. ¿Has estado en la catedral? Su tumba está en el ala norte. Es el
lugar más asombroso y atrae mucha gente al lugar. Amo todas mis visitas
hechas.

Dieciséis de diciembre.

Warwick se estiró pará alcanzar su diario del escritorio. ¡Era ya


mañana! Katherine estaría en la catedral dé Winchester mañana. Ella no
podría esconderse de él, cómo podría hacerlo en el Colegio de Santa
Bridget o en su casa. Estaría en un lugar público y a la vista. Tendría qué
hablar con él. Tenía qué escucharlo.

Sólo había una sola pregunta en la mente dé Warwick al sostener la


carta en su mano. ¿Podría Katherine alguna vez perdonarlo? ¿Cómo
diablos podía ser ya diciembre? Katherine sé preguntaba al mirar por la
ventana del tren los campos con neblina dé Hampshire. Parecía muy poco
tiempo desde qué había comenzado él semestre en Septiembre. Katherine
siempre amo la promesa dé un nuevo año académico y esté había sido
particularmente maravilloso.

Y ya era Diciembre.

¿Cómo había pasado?


Suspiró. Era extraño pero aunque él tiempo había volado en muchos
sentidos, Purley se veía cómo toda la vida y Katherine había hecho lo
mejor para sacarlo dé su mente. Había pasado su tiempo en su pequeña
villa en Oxforshire en calmada soledad, rodeada de libros, además
investigo sobré su próximo libro dé Jane Austen. Esté sé enfocaría en las
cartas entre Jane y Cassandra, extraordinariamente ingeniosas, leyó hasta
casi desaparecer a Warwick dé su mente. Casi pero no completamente.

Habían sido unos días horribles cuándo él llamó a su casa. Ella no lo


había esperado y sé ocultó en él recibidor con todas las puertas cerradas
hasta qué su vecina vino a rescatarla.

—Lo perseguía hasta fuera con mi escoba —le dijo la señora Rushton
le—. ¡Puedo decirte que no se veía feliz dé verme!

Katherine sé animó a sonreír con él recuerdo.

Las cosas se habían tranquilizado después de eso. Las cartas dé


Warwick pararon y no hubo más incidentes golpeando la puerta. Por
supuesto sé torturaba volviendo a leer sus cartas y leyéndolas con una
nueva perspectiva, detectando todas las mentiras blancas dentro de ellas.
Qué fácil era verlas, ahora, pensó.

¡Pero cómo extrañaba esas cartas de Lorna! Al leerlas nuevamente,


Katherine no podía pensar que todas esas cualidades que había amado en
Lorna fueran actualmente cualidades dé Warwick. ¿O había Warwick
falseado todo?

Era difícil decir la verdad desde la ficción, y Katherine finalmente había


renunciado a eso, ¡pero cómo extrañaba a su vieja amiga y todas sus
maravillosas confidencias!

Ella miró por la ventana y vio qué Winchester estaba otoñal. Vivía con
él hecho dé qué no había perdido su amor ese otoño, también perdió a su
mejor amiga. Tenía qué superarlo, pensó, ¿y qué mejor manera de disipar
pensamientos miserables qué con un poco dé compras navideñas?

—Había muchas tiendas buenas aquí… uno podía salir por la puerta y
conseguir algo en cinco minutos —eso era lo que la señora Allen había
dicho acerca de Bath en Northanger Abbey, y Katherine sé sentía dé la
misma forma acerca dé Winchester.
Una vez qué hubiera terminado dé marcar a todos los dé su lista de
regalos, visitaría la catedral. Esa era su costumbre anual y ella no iba a
dejar de hacerla, era él día dé Jane.

Él dieciséis dé diciembre era él cumpleaños dé Jane Austen. Katherine


siempre había pensado qué maravilloso seria nacer tan cercas del día de
Navidad. ¿No era ese el regalo más perfecto en el mundo? Katherine
caminaría por todas partes del gran edificio, dando sus respetos a su
autora favorita y encendería una vela en su memoria.

Saltando fuera del tren, se dirigió hacia el centro del pueblo,


determinada qué a pesar de los contratiempos dé principios de año, ella
iba a dar lo mejor de sí para disfrutar los días dé víspera de la Navidad.
Capítulo 44 Traducido por Maddy
Corregido por Pily

Warwick llegó a la catedral tan pronto como la abrieron y pronto vio


todo lo que había que ver— dos veces, presentando sus respetos a cada
tumba, entre ellas una que pertenecía a un estimado colega llamado
Francis Francis. Los pies de Warwick hacían eco al subir y bajar las losas
de piedra y necesitaba sentarse.

Sería fácil pasar por alto a Katherine en un edificio tan grande. Ella
podría haber entrado y salido en el tiempo que le tomo recorrer la nave,
pero tenía una ventaja. Sabía exactamente donde ella iría y había asientos
para aliviar su espera cerca del lugar.

La tumba de Jane Austen estaba en el pasillo norte y Warwick tomó


asiento en la nave. Quedando parcialmente oculto por un gran pilar, pero
no sería visto fácilmente porque ella no estaría buscándolo, ¿lo haría? Sólo
tenía que ponerse lo más cómodo posible y esperar que ella llegara antes
de caer dormido. Se había colocado cerca de un gran radiador que estaba
haciendo un buen trabajo en calentar su pequeño rincón de la catedral, y
sería terrible que se quedara dormido y perdiera su gran oportunidad.

Pasó el tiempo leyendo, primero el prospecto de la catedral y luego la


guía de los niños la cual le pareció mucho más interesante. Luego sacó su
libreta y empezó escribir una historia corta, todo el tiempo levantando la
mirada para asegurarse de que no se perdía a Katherine.

La silla de madera de respaldo bajo fue bastante cómoda durante unos


minutos, pero no pasó mucho antes de Warwick sintiera como su trasero
se entumecía. Tomó el pequeño libro de himnos verde frente a él y lo hojeó,
leyendo las palabras de Percy Dearmer.

Un amanecer más brillante está saliendo,

y la tierra con alabanza está despertando.

—Esperemos que así sea, Percy. Esperemos que así sea.


¿Y si todo salía mal? ¿Qué pasaría si Katherine le gritaba e hiciera una
gran escena frente a todo Winchester? ¿Y si le arrojaba sillas a través de la
nave? O peor aún, ¿y si no aparecía en absoluto?

Miró su reloj. No era el momento todavía. No debía entrar en pánico.

***

Estaba lo suficientemente frío por la nieve.

El cielo se estaba oscureciendo cuando Katherine se dirigió a la


catedral. Hilos de luces blancas se entretejían sobre los árboles. Había
logrado tachar todo lo de su lista navideña y además consiguió unos
magníficos extras. El mercado navideño, con sus pequeñas cabañas de
madera apiñadas en torno a la catedral, había sido adictivo, y Katherine
había comprado una corona de bayas rojas para la puerta del frente, el
más suave de los mantones para su tía y una indulgente bolsa de cremoso
chocolate que no pudo resistir el saqueo mientras observaba a los
patinadores en la pista de hielo.

Y entonces llegó el momento.

Cuando entró en la catedral a través de la gran puerta roja, dejó


escapar un suspiro de alivio. Había unos pocos turistas alrededor, pero no
estaba tan concurrido como habían estado las tiendas. Katherine siempre
se sorprendía de que otras personas quisieran visitar la tumba de Jane
Austen. Egoístamente quería a Jane para sí misma, pero su tumba era un
lugar popular entre los turistas cuyos pies se desviaban al lugar sagrado y
sus cámaras destellaban en las palabras en la lápida. Katherine esperó
pacientemente su turno, encendiendo una vela por Jane no porque fuera
religiosa sino porque Jane lo había sido. Esperó a que la multitud se
dispersara y luego caminó hacia el pasillo, leyendo las familiares palabras
grabadas en la piedra.

Cada año era lo mismo. Katherine sintió una repentina oleada de


emoción y tuvo que parpadear rápidamente para evitar que las lágrimas
cayeran, y luego suspiró. ¿Cómo podía emocionarse por una persona que
murió hace 200 años, una persona a la que no conoció en absoluto?

—Pero yo la conozco—dijo Katherine para sí misma.


Y como cada año, la misma cosa la molestó. La tumba encima de Jane
pertenecía a Dorothy Frances Littlehales, quien había muerto a la edad de
setenta y un años. Esos eran treinta años más de los que a Jane le habían
sido dados. ¡Qué injusto le parecía a Katherine! Siempre se preguntó qué
habría hecho Jane con muchos más años. ¿Qué maravillas podría haber
escrito?

***

Los ojos y los pensamientos de Warwick vagaban. Miró hacia el


sorprendente techo de la catedral. Imagina el peso si todo eso se viniera
abajo, pensó. ¿Cuántas casas pudieras construir con la mampostería?

Se dio la vuelta para mirar la vista detrás de él. Le gustaba la enorme


ventana occidental. Los colores eran tan escasos que la ventana estaba
casi completamente transparente, pero no había mucha luz que dejar
pasar en ese día, y la poca que había, estaba desapareciendo rápidamente.
Un enorme árbol de Navidad estaba bajo la ventana, brillando con luces
blancas. Junto al grupo de pequeñas velas brillantes, las luces hacían todo
lo posible para iluminar los oscuros espacios, pero era una batalla
pérdida, y para las cuatro, el ala norte estaba casi en total oscuridad.

Estaba solo pensando en lo fácil que sería para él caer bajo el hechizo
de la religión y la superstición en semejante lugar cuando la vio. Llevaba
un sombrero rosa brillante con guantes a juego y una bufanda y el largo y
oscuro cabello suelto. Un poco del helado viento había cortado su nariz
escarlata y sus mejillas estaban de color sonrosado también. Estaba
cargada de bolsas de compras cuando se detuvo frente a la tumba de Jane
Austen.

Al principio no pudo moverse, pero la miró como si fuera una especie


de espejismo. Ella no tenía idea de que estaba ahí y se quedó sentado,
medio escondido detrás del gran pilar de piedra, observándola mientras
ella miraba la tumba en el pasillo. Este era el momento que había estado
esperando, pero de repente se sentía inseguro de qué hacer.

Luego, tragando saliva, se levantó y caminó hacia ella.


Capítulo 45
Traducido por IsabelLhitowd
Corregido por Katiliz94

Katherine no estaba segura de lo que la hizo mirar hacia arriba en ese


momento, pero cuando lo hizo, le vio allí de pie. Su nombre se formó en
sus labios, pero ningún sonido salió de ellos.

—¿Warwick? —dijo ella, viendo como él caminaba hacia ella, parando


justo antes de llegar a la lápida.

—¿Tienes algo para mí? —preguntó.

—¿Qué?

—Regalos de Navidad —dijo, asintiendo con la mirada hacia las


maletas de ella.

—No —dijo ella.

—Oh.

Hubo por un momento un incómodo silencio. Warwick fue el primero


en hablar.

—Hay una gran cantidad de obispos aquí —dijo—. Nunca he visto tan
sorprendentes monumentos. ¿Ha visto todos ellos?

—Sí, ya los he visto todos. Warwick, ¿qué estás haciendo aquí? —dijo
ella en un tono que sugería que la Catedral de Winchester estaba en su
jurisdicción y que no tenía derecho de visita.

Warwick pasó una mano a través de su cabello.

—He venido a hablar contigo.

—No te pedí que lo hicieras.

—Pero no me diste ninguna opción. No respondes a mis cartas. ¿Qué


querías que hiciera?
—Pero lo hacías todas las semanas. Has dejado de escribirme cartas
hace semanas.

—Lo sé. ¿Cuál sería el punto de escribir más si tú no las leías?

—Entonces deberías haber tomado la indirecta —dijo ella—.Me tengo


que ir. —Katherine hizo un movimiento hacia la salida.

—¡Katherine! —Warwick repentinamente saltó hacia adelante para


bloquear su camino—. ¡Escúchame, por favor!

Durante un momento no le miró pero entonces levantó sus oscuros


ojos, mostrando ensu cara una mezcla de tristeza e irritación. —¿Qué
quieres? —le preguntó.

Él la miró y hubo verdadero anhelo en sus ojos.

—Quiero ser lo que fuimos en Purley. Quiero a mi querida amiga de


antes. Quiero sostener a mi amante en mis brazos otra vez. Quiero decir
que lo siento.

Su mirada se encontró con la de ella, pero ella no pudo hablar.


Simplemente movió la cabeza.

—Katherine, estoy más triste de lo que puedo demostrar. ¿Me crees,


no? ¡Dime que crees!

—Warwick...... —se detuvo—. Todas esas cosas que me dijiste: el modo


en que usaste mis cartas, las interminables mentiras que me dijiste,
estabas burlándote de mí.

—¡No! No lo estaba. No siempre estaba burlándome de ti. Es incorrecto


de mí, tan incorrecto. Sólo quise gustarte por a quién realmente soy.

—¿Tiene alguna idea de cómo me hizo sentir cuando averigüé quién


eres realmente? Nunca me he sentido tan usada en mi vida. Realmente me
heriste —dijo.

Warwick miró hacia abajo al suelo.

—Lo sé, y me odio por ello. Nunca ni una sola vez pensé en hacerte
daño. Las cosas sólo se descontrolaron.

—Sí, lo hicieron —dijo—. Las dejaste descontrolarse. Llegaste a Purley


sabiendo exactamente quién era yo pero no me diste la oportunidad de
conocer quién eras en realidad. Ni una sola vez me dijiste “Katherine, hay
algo que debo decirte" o "Katherine, te he mentido todo este tiempo, pero
quiero decirte la verdad ahora". Ni una vez, Warwick. Podrías haber dicho
algo en cualquier momento, pero no.

—Realmente quiero compensarte. Por favor, dame una oportunidad.

Se quedaron en silencio por un momento, pero luego Katherine


suspiró.

—Mira, no puedo discutir aquí. No es justo, no tan cerca de Jane —


dijo, haciendo un movimiento hacia la gran puerta.

—Entonces salgamos.

—No estoy segura de que me quiera ir a algún sitio contigo. —


Katherine se detuvo nuevamente. Warwick dio un suspiro y se pasó la
mano por el pelo—. Darcy dame una segunda oportunidad —dijo de
repente.

—¿Perdón?

—Darcy. Elizabeth le dio una segunda oportunidad. Si no lo hubiera


hecho, nunca podrían haberse casado y vivido felices para siempre.

—Sí, pero se redimió a sí mismo.

—Y si tuvieras alguna hermana que pudiera rescatar, tal vez yo podría


redimirme —dijo Warwick.

—Eso no es gracioso.

Sus hombros se decayeron.

—Lo siento.

Regresaron de nuevo al silencio por un instante

—Lamento que no hayas leído mis cartas —dijo Warwick al fin—.


Estaban llenas de todas las cosas que debería haberte dicho en Purley,
antes de Purley. Y todas las cosas que he pensado decirte desde entonces.
No he dejado de pensar en el modo en que me comporté y en el modo en
que me debería haber comportado. No puedo creer lo tonto que fui al poner
en peligro tu confianza. Fuiste mi mejor amiga. Más que eso. Fuiste mi...
mi… —hizo una pausa y respiró hondo, pareciendo inhalar todo el aire de
la catedral antes de soltarlo en un largo suspiro—. Estaba enamorado de
ti. Estoy enamorado de ti.

Él se quedó completamente inmóvil y algo en la forma en que hablo


hizo que Katherine fijara su mirada en él. Su rostro estaba pálido y parecía
agitado, como si hubiera perdido una semana de descanso.

—¿Me crees, no? —dijo.

Katherine no sabía cómo responder. Este encuentro fue la última cosa


que esperaba ese día, y ella no tenía idea de qué decirle.

—¿Cómo sabías que estaría aquí? —preguntó.

—Me lo dijiste —respondió—. En una de tus cartas.

Ella asintió con la cabeza cuando lo recordó, y no pudo dejar de pensar


que sus cartas la traicionaron una vez más.

—No deberías haber escrito tantas cartas —Katherine se encontró de


repente diciendo—. Deberías de haber estado escribiendo tu próximo libro.

—Lo estaba. Lo hice. Y tengo el último de ellos —dijo, excavando en


una bolsa de transporte y sacando una versión de tapa dura y
entregándoselo a Katherine—. Sale la próxima semana.

Tanto como quería ignorarlo, se encontró con que no podía hacerlo, y la


admiradora de Lorna Warwick que había mantenido ocultada durante
muchos meses consiguió lo mejor de ella, se acercó y tomó el libro.

Tenía una hermosa joven heroína en la portada, como en todos los


libros, y había un castillo gótico en el fondo y la cría de un semental negro.

Christina y el Conde, leyó. Katherine sonrió y se preguntó si se podría


escapar a una esquina tranquila de la catedral y leerlo.

—Ábrelo —dijo Warwick.

Ella lo miró.

—Mira —dijo.

Abrió la tapa y hojeó las páginas, preguntándose lo que él quería que


ella viera. En la quinta página, descubrió la dedicación.

A Katherine, perdóname.
A pesar de todo el sentido común, mejor juicio y la fuerza de su
voluntad, Katherine sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas.

—¿Persuasión es tu novela favorita, verdad? —dijo Warwick—. Así que


sabes lo que es cometer un error. Basta con mirar a Anne Elliot. Pero se le
perdonará, ¿no? Deseas que tenga una segunda oportunidad en el amor y
un final feliz, ¿no?

—Pero el capitán Wentworth todavía quiere a Anne. —Warwick la


contempló.

—¿No me quieres?

La boca de Katherine se redujo en una línea de indecisión.

—No es que no… —se detuvo. ¿Qué intentaba decir? Miró hacia abajo a
las dos simples palabras que había escrito para ella. Perdóname. Quería,
realmente lo hacía, pero algo la contenía.

—Me has lastimado, Warwick, y yo he sido herida muchas veces. No


quiero pasar por eso otra vez.

—¡Pero no me atrevería a hacerte daño otra vez! —Los ojos de Warwick


estaban muy abiertos—. ¡No hay más sorpresas desagradables! ¡Te lo
prometo! Conoces todos mis más oscuros secretos. Están todos ahí. Los
has encontrado todos.

—Te extraño —susurró, sus palabras casi se perdieron en la


inmensidad de la catedral—. Realmente te extraño.

Katherine parpadeó para arrojar lejos sus lágrimas y utilizando la


fuerza de voluntad propia para contenerlas.

—Te extraño. Lorna —dijo ella de repente.

—No tienes que hacerlo. Ella está aquí. —Le dedico una pequeña
sonrisa—. ¿Y, Warwick? Te extrañé, Warwick, sólo un poquito también. Es
así, ¿no?

Ella evitó a su mirada y en su lugar miró a través de la nave a donde


una mujer encendía una vela, un haz de luz perfecto y diminuto en un
mundo oscuro.
—¿Ha sido difícil para ti, que la gente descubriese que Lorna Warwick
era realmente un hombre? —preguntó ella, cuidadosamente alejándose de
responder a la pregunta que había planteado.

—No —dijo Warwick, sacudiendo la cabeza—. Es realmente muy


divertido. Espero que hayas visto algo de la prensa. Sus ventas se han
disparado. Realmente te debo un recorte considerable en regalías. —
Inclinó la cabeza a un lado—. Es bueno verte sonreír.

—No estoy sonriendo —dijo.

—¿No? ¿Estás segura? —Hubo otro momento de silencio.

—He ido a Purley —dijo Warwick.

—¿Oh?

—Sí, el mes pasado. Robyn vive ahora con Dan. Incluso se mudó con
sus polluelos de Yorkshire. Se casaran en verano.

—¿En serio?

Warwick asintió con la cabeza. Katherine sonrió; no había ninguna


disputa esta vez y tenía que admitir que se sentía bien.

—Va a haber una adaptación cinematográfica de la famosa Lady


Fenton, y Dame Pamela va a protagonizarlo.

—¿De verdad? ¡Eso es genial! ¡Ese es mi libro favorito!

Lo sé.

Ella se ruborizó, recordando que realmente no quería hablar con él.

—Van a empezar a filmar en mayo. Todo ha ocurrido muy rápido —dijo.


Comenzaron a caminar lentamente hacia la puerta, ninguno de ellos sabía
lo que pasaría luego.

—Oh —dijo Katherine que se dio cuenta todavía sostenía el libro de


Warwick—. Toma.

Negó con la cabeza.

—Es tuyo. Lo traje para ti.


—Gracias —dijo ella tranquilamente—. Y por la dedicación. —Se atrevió
a mirarlo otra vez.

—Te voy a dedicar todos mis nuevos libros, Katherine, porque completa
e irrevocablemente me dedicaré a ti. —Su expresión era suave pero
intensa, y no había ninguna duda en la mente de Katherine de que él
quiso decir lo que dijo.

—No deberías hacerlo —dijo. —Y no debes decir esas cosas.

—¿Por qué no? —preguntó—. Lo digo en serio.

Sostuvo su mirada fija durante un momento.

—No sé qué decir —le susurró.

—Dime que me darás otra oportunidad. Di que sabes que soy un idiota,
pero que me perdonas de todos modos. Di que me dejarás sostener su
mano y que podremos comenzar de nuevo.

Katherine mordió su labio. Se sintió suspendida por un momento,


como si estuviera flotando en algún lugar alto por encima de la nave
mirándose a sí misma. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a decir?

Tomó un largo respiro.

—Está bien —dijo ella.

Las cejas de Warwick se elevaron.

—¿Qué?

—Está bien —dijo, añadiendo una sonrisa por lo que la palabra tendría
un poco más de sentido.

Warwick sonrió de nuevo.

—¿De veras? —dijo.

Katherine asintió con la cabeza y una luz lleno los ojos de Warwick que
le hizo tan hermoso que ella realmente se rio.

Se dio la vuelta para tomar un último vistazo al lugar de descanso de


Jane Austen y luego los dos dejaron la catedral juntos y, cuando Warwick
le tendió la mano, Katherine colocó la de ella dentro de la de él.
Dreaming Of Mr. Darcy
(Austen Addicts Series #2)

La ilustradora novata y fanática de Darcy, Kay Ashton, se instala en la


ciudad costera de Lyme para terminar su libro, El Ilustrado Darcy, cuando
una compañía de cine llega a hacer una nueva adaptación de Persuasión
de Jane Austen. Kay pronto esta enamorandose del guapo actor-chico
malo que interpreta al capitán Wentworth, pero es el tranquilo guionista
Adam Craig quien tiene más en común con su amado señor Darcy.
Aunque sigue siendo la curación de un corazón roto, Adam se encuentra
inesperadamente enamorado de Kay. Pero hará falta algo más que buenas
intenciones para convencerla de que su verdadero final feliz está con él.
Un Romance Digno de la misma Jane Austen.
Sobre La Autora
Victoria Connelly

Victoria Connelly creció en Norfolk antes


de asistir a la Universidad Worcester,
donde estudió literatura Inglesa. Después
de graduarse, trabajó a través de un
número de puestos de trabajo antes de
convertirse en maestra en el norte de
Yorkshire.
En el año 2000, se casó en un castillo
medieval en los valles de Yorkshire y se
trasladó a Londres. Cinco semanas
después de su boda, su esposo, un
camarógrafo de noticias de la televisión,
fue enviado a Israel. Convencida de que
algo horrible le iba a pasar a él, se le
ocurrió la idea para una novela sobre una
joven viuda que comienza a ver ángeles en
su escritorio en el trabajo, pero tenía miedo de escribirlo en caso de que
tentase a la suerte. No fue hasta años después que su esposo admitió
haber tenido un disparo en la manga de su camisa, mientras filmaba en
Israel.
Traducido, Corregido y
Diseñado :

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