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Elementos para comprender la evolución histórica en materia de Juicios por Crímenes de

Lesa Humanidad

Documento Final:

El 28 de abril de 1983, la dictadura emitió el documento conocido como “Documento Final”,


que en su encabezado hablaba de “mitigar las heridas que todas las guerras producen,
afrontar con espíritu cristiano la etapa que se inicia y mirar el mañana con sincera humildad”,
invocando a “Dios” y “la Historia” como únicos y supremos tribunales para los actos cometidos.
En el mismo texto, los dictadores establecían que “se consideran muertas aquellas personas
que figuran en nóminas de desaparecidos y no se encuentran exiliados o en la clandestinidad”.

Ley de auto-amnistía:

Bignone promulgó el 23 de septiembre de 1983 la “ley” 22.924 de “autoamnistía”


completando el círculo de garantía de impunidad creado con el Documento Final. El Decreto-
Ley expresaba en su texto que “nadie podrá ser interrogado, investigado, citado a comparecer
ni o ser requerido de manera alguna por imputaciones o sospechas de haber cometido delitos o
participado de acciones tendientes a conjurar, prevenir o poner fin a las actividades subversivas
o terroristas”.

Decreto 157:

El 13 de diciembre de 1983 el gobierno de Alfonsín dictó el Decreto 157/83, que disponía el


juzgamiento de las direcciones sobrevivientes de las organizaciones político militares
“Montoneros” y “Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)” estableciendo como anterior en el
tiempo la necesidad del juicio a los civiles vinculados a los hechos de violencia política que a
los comandantes de las Juntas Militares acusados de crímenes de Estado.

Decreto 158:

En la misma fecha, se dictó el Decreto 158/83 que disponía la persecución penal de los
crímenes de la dictadura. Según el decreto, “La restauración de la vida democrática debe
atender, como una de sus primeras medidas, a la reafirmación un valor ético fundamental:
afianzar la justicia. Con este fin, corresponde procurar que sea promovida la acción penal
contra los responsables de aprobar y supervisar operaciones cuya ejecución necesariamente
había de resultar violatoria de bienes fundamentales de la persona humana tutelados por el
derecho criminal”. La norma establecía que serían juzgadas las actuaciones de represión
ilegal en el período comprendido entre los años 1976 y 1979, excluyendo tanto los
hechos anteriores como posteriores.

CONADEP:

La Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), fue designada para


investigar y documentar los casos de los detenidos desaparecidos durante la última dictadura
militar el 29 de diciembre de 1983. Además de una serie de “notables” –Ernesto Sábato;
Ricardo Columbres; René Favaloro (renunció); Hilario Fernández Long; Carlos Gattinoni;
Gregorio Klimovsky; Marshall Meyer; Jaime De Nevares; Eduardo Rabossi; Magdalena Ruiz
Guiñazú; Santiago López; Hugo Piucill y Horacio Huarte- que integraban la Comisión,
miembros y representantes de los organismos de derechos humanos fueron incorporados a la
misma a fin de ordenar y sistematizar las denuncias de familiares y sobrevivientes. Las críticas
más fuertes a la comisión fue que la misma si bien tenía funciones de recibir denuncias y
pruebas; averiguar el destino o paradero de las personas desaparecidas; Determinar la
ubicación de niños sustraídos a la tutela de sus padres y d enunciar a la justicia cualquier
intento de ocultamiento, sustracción o destrucción de elementos probatorios (Decreto
187/83), organismos de DDHH y otras organizaciones criticaron que no se designara a esos
fines una comisión bicameral del Parlamento con plenos poderes que pudiera llevar a fondo
las investigaciones con total ejercicio de la fuerza estatal.

NUNCA MÁS:

Fue el título del Informe elaborado por la CONADEP, tomado a propuesta del Rabino Marshall
Meyer, integrante de la misma, a partir de la expresión que utilizaban los sublevados del Gueto
de Varsovia en la Segunda Guerra Mundial. Su prólogo escrito por Ernesto Sábato mereció
muchísimas críticas por ser considerado el germen o principal fundamento escrito de la “teoría
de los dos demonios”. Del mismo surge entre otras cosas la composición de las víctimas de la
dictadura resultando de la misma que eran Obreros: 30,2%; Estudiantes: 21,0%; Empleados:
17,9%; Profesionales: 17,8%; Docentes: 5,7%; Autónomos y varios: 5,0%; Amas de casa:
3,8%;Personal de Fuerzas Seg.: 2,5%; Periodistas: 1,6%;Actores y artistas: 1,3%;Religiosos:
0,3%. Asimismo, en cuanto al rango etario de los desaparecidos, la estadística lanzó los
siguientes números: De 0 a 15 años: 1,65%; de 16 a 25 años: 43,23%; de 26 a 35 años: 38,16%;
de 36 a 45 años: 10,13%; de 46 a 55 años: 4,25%; de 56 a 65 años: 1,92% y más de 66 años:
0,66%

Considerando Nº 30:

El 9 de diciembre de 1985, tras casi nueve meses de juicio oral, la Cámara Federal Penal dictó
las condenas de los Jefes de las Juntas militares de la dictadura. El fallo dispuso el
sobreseimiento en relación a los cargos de homicidio, tormentos y privación ilegítima de la
libertad, a cuatro ex comandantes de los nueve llevados a juicio. Sólo dos de ellos, Jorge Rafael
Videla y Emilio Eduardo Massera, fueron condenados a reclusión perpetua. Roberto Eduardo
Viola fue condenado a diecisiete años de prisión, Armando Lambruschini a ocho años de
prisión Orlando Ramón Agosti a cuatro años de prisión. Fueron absueltos Omar Domingo
Rubens Graffigna, Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Isaac Anaya. La
sentencia muy criticada por su permanente alusión a la teoría de los dos demonios, tuvo como
uno de sus puntos salientes su considerando número 30 donde mandaba a los tribunales
inferiores (de primera instancia) a ampliar todas las investigaciones penales que surgieran de
los datos propios de la Causa 13 (Juicio a las Juntas) a los agentes y oficiales de rango inferior
vinculados.

Ley de Punto Final:

En diciembre de 1986, el Congreso argentino sancionó la ley 23.492 de “Punto Final” fijando
un plazo de sesenta días para definir procesamientos a quienes estaban involucrados en los
crímenes de la dictadura. En su artículo 1º, establecía: “Se extinguirá la acción penal respecto
de toda persona, por su presunta participación en cualquier grado en los delitos del art. 10 de
la ley 23.049, que no estuviere prófugo o declarado en rebeldía, o que no haya sido ordenada
su citación a prestar declaración indagatoria por tribunal competente, antes de los sesenta días
corridos a partir de la fecha de promulgación de la presente ley”.

Ley de Obediencia Debida:

El 8 de junio de 1987, el parlamento sancionó la ley 23.521 de “Obediencia Debida” que


establecía en su artículo 1º: “Se presume sin admitir prueba en contrario que quienes a la fecha
de comisión del hecho revistaban como oficiales jefes, oficiales subalternos, suboficiales y
personal de tropa de las FF.AA., de seguridad, policiales y penitenciarias, no son punibles por
los delitos a que se refiere el art. 10 punto 1 de la ley Nº 23.049 por haber obrado en virtud de
obediencia debida. La misma presunción será aplicada a los oficiales que no hubiesen revistado
como comandante en jefe, jefe de zona, jefe de subzona o jefe de fuerza de seguridad, policial o
penitenciaria si no se resuelve dentro de los 30 días de la promulgación de esta ley que tuvieron
capacidad decisoria o participación en la elaboración de las órdenes. En tales casos, se
considerará de pleno derecho que las personas mencionadas obraron en estado de coerción
bajo subordinación a la autoridad superior y en cumplimiento de órdenes sin facultad o
posibilidad de inspección, oposición o resistencia a ellas en cuanto a su oportunidad o
legitimidad”. La mencionada ley, exceptuaba a quienes hubieren incurrido en delitos de
violaciones, sustracción u ocultación de menores o sustitución de su estado civil y apropiación
extorsiva de inmuebles. Con la sanción y aplicación de las “leyes del perdón”, se garantizó la
impunidad de mil ciento cincuenta y dos represores que participaron del terrorismo de Estado.
Tan solo quedaron luego de la entrada en vigencia de la ley 23.521 siete condenados.

Indultos:

El 7 de octubre de 1989, a solo tres meses de establecido en la presidencia, Menem dictó los
decretos 1.002, 1.003, 1.004 y 1.005 de indulto. Mediante el primero de los decretos referidos,
Indulta a todos los jefes militares procesados que no habían sido beneficiados por las leyes de
Punto Final y Obediencia Debida, excepto el ex-general Carlos Guillermo Suárez Mason, que
había sido extraditado de los Estados Unidos; a través del segundo, indultaba a militares
uruguayos y también a algunos jefes y dirigentes de organizaciones político-militares
sometidos a proceso penal y condena en tiempos de Alfonsín y a través del último, a los
miembros de la tercera Junta dictatorial (Galtieri, Anaya y Lami Dozo) que habían sido
condeenados por los crímenes cometidos en Malvinas. El 30 de diciembre de 1990, Menem
sancionó los decretos 2.741 y 2.745 el indulto a los máximos jefes del plan genocida: Jorge
Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti, Armando Lambruschini,
Roberto Eduardo Viola, Ramón Camps y Ovidio Pablo Ricchieri salen en libertad, pese al
repudio popular a la medida, que en encuestas de la época llegaba a un 75% de los
consultados.

Juicios por la Verdad:


Como derivación del Informe de 1992 de la CIDH, -que especificaba que: “las Leyes Nos. 23.492
y 23.521 y el Decreto No. 1.002/89 son incompatibles con la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre y la Convención Americana sobre Derechos Humanos
recomendando al gobierno, “la adopción de medidas necesarias para esclarecer los hechos e
individualizar a los responsables de las violaciones de derechos humanos ocurridas durante la
dictadura militar”- comenzaron en septiembre de 1998 los denominados “Juicios por la
Verdad”. En los mismos se relaizaron medidas de prueba con el único fin de conocer cuáles
fueron las circunstancias de desaparición de las personas y el destino final de las víctimas de la
represión ilegal y el terrorismo de Estado. Éstos se abrieron en algunas de las ciudades más
importantes del país bajo el principal impulso de organismos de DDHH. El efecto de estos
juicios abiertos a requerimiento de la (APDH) de La Plata fue básicamente la recopilación de
pruebas que más tarde serviría la instauración de posteriores denuncias penales. Ante los
Tribunales federales de La Plata, donde se celebraron las audiencias públicas en forma
semanal. A lo largo de los mismos, se confeccionaron dos mil doscientos expedientes y
prestaron declaración testimonial ochocientas personas.

Juicios en el Exterior:

A principios de 1996, en la ciudad de Madrid, se presentó por ante el Juzgado de Instrucción


Nº 5 de la Audiencia Nacional, la demanda por genocidio argentino, imputándose delitos de
lesa humanidad a todos los responsables del autodenominado “Proceso de Reorganización
Nacional”. Fundada en el concepto de “jurisdicción universal” en materia de crímenes contra la
humanidad, la demanda se basó en la defensa del derecho al efectivo juzgamiento de los
crímenes impunes del terrorismo estatal. Son resultados del juicio en España, la detención de
Pinochet en Londres durante quinientos tres días; la condena por parte del Tribunal Supremo
al marino argentino Adolfo Scilingo de mil ochenta y cuatro años de prisión y la detención en
México y extradición primero a España y luego a la Argentina de Ricardo Miguel Cavallo. Entre
otros juicios iniciados en Europa pueden señalarse los llevados a cabo en Italia en el que
fueron condenados a prisión perpetua Jorge Eduardo Acosta, Alfredo Ignacio Astiz, Jorge Raúl
Vildoza, Antonio Vañek y Héctor Antonio Febres.

Arresto de militares por apropiación de niños y robos:

El 8 de junio de 1998, Jorge Rafael Videla volvió a ser arrestado por orden del juez federal de
San Isidro, Roberto Marquevich, como autor mediato en la sustracción de cinco menores.
Apelando a la figura de “autor mediato”, el juez le imputó retención y ocultamiento de
menores, sustracción de menores, supresión de estado civil y falsedad de documento público
disponiendo la prisión preventiva para el ex dictador. Tras pasar unos días en la U-16 de la
cárcel de Caseros en la ciudad de Buenos Aires, Videla fue beneficiado con el régimen de
arresto domiciliario establecido para los mayores de setenta años. Poco después, denuncias
por existencia de un “plan sistemático de apropiación de menores” impulsadas por los
abogados Pedroncini y Baigún dieron lugar a nuevas investigaciones de los jueces Bagnasco y l
Literas, que permitieron volver a llevar a situación de detención –aún cuando en muchos casos
se aplicó el beneficio del arresto domiciliario-, a varios de los máximos jefes de la dictadura, si
bien no por todos sus crímenes, al menos por el secuestro de los niños nacidos en cautiverio.
Derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida:

El 11 de junio de 1996, el diputado Floreal Gorini presentó al Congreso un proyecto de


anulación de las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida”, que recibió el apoyo de
algunos otros legisladores como Alfredo Bravo y Marcela Bordenave pero obtuvo la
negativa sistemática a ser tratado en el recinto por los partidos políticos tradicionales de
la Argentina. El 4 de febrero de 1998 el Congreso argentino logró debatir en cierta
medida, la vigencia de las “leyes de impunidad”. Éste obtuvo negativa a su tratamiento.
Finalmente, el Congreso sancionó entonces una inútil derogación de las “leyes del perdón”
manteniendo en pie la impunidad construida una década atrás y “perfeccionada” con los
indultos presidenciales de Menem.

Anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida:

El 25 de agosto de 2003 la Cámara de Senadores dio sanción a la ley 25.579 de anulación


de las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida” que una semana antes había tenido
media sanción en la Cámara Baja. El impulso del presidente Néstor Kirchner y el bloque
oficialista en ambas cámaras al histórico reclamo de organismos de DDHH, sobrevivientes,
familiares y sectores progresistas, mostraba una realidad radicalmente diferente desde el
gobierno en la materia. En los fundamentos del proyecto de ley finalmente aprobado se
señalaba la necesidad, para la efectiva convivencia pacífica en la Argentina, de proceder al
juzgamiento de los responsables de la violación sistemática de los derechos humanos en la
Argentina durante la última dictadura militar. La norma se complementó con la decisión
presidencial de anular el 25 de julio de 2003 el decreto que impedía las extradiciones que
había sido firmado en tiempos de la presidencia de Fernando De la Rúa.

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