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25 de Abril de 2019

Nelson Carrilo

EL PECADO Y SUS EFECTOS EN EL SER HUMANO

Pecar es muy fácil, tal vez sea por ese motivo que minimizamos las consecuencias que
tiene, y sólo nos damos cuenta de ellas cuando llega el tiempo de enfrentarlas. C. S. Lewis
escribió: ≪Tenemos una extraña ilusión de que el mero tiempo cancela el pecado. Pero el
mero tiempo no hace nada ni al hecho ni a la culpabilidad de un pecado≫. En
la Biblia encontramos que el único que puede perdonar y olvidar nuestros pecados es Dios;
sin embargo, esto no nos hace exentos de sufrir las consecuencias.
En Génesis 3 se relata la historia de cómo Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del
Edén debido a su pecado. A partir de ese entonces, todos sus descendientes (nosotros),
fuimos privados de gozar de muchos privilegios. De esa misma historia podemos aprender
que el pecado tiene los siguientes efectos:
1. Te aleja de Dios
Cuando Adán y Eva pecaron, se escondieron de Dios. Esto demuestra que después de
pecar, quien se aleja es el hombre y no Dios. Romanos 3:23 (TLA) dice: “Todos hemos
pecado, y por eso estamos lejos de Dios.” Dios no puede habitar en donde hay pecado.
Además, cuando uno está en falta y ama lo malo del mundo, se vuelve enemigo de Dios
(Santiago 4:4).
2. Te destruye
El pecado afecta a la persona mucho más de lo que puede creer. El pecado trajo miedo y
vergüenza a Adán y Eva; y eran sentimientos que ellos nunca antes habían experimentado.
Usualmente cuando se comete un pecado procura esconderlo y mantenerlo en reserva; sin
embargo, se ha comprobado que el guardar secretos es dañino para la salud y paz mental.
Los pecados generan sentimientos negativos y destructivos para la persona; los cuales
pueden llegar a ser difíciles de reparar.

3. Arruina tu relación con los demás


Adán culpó a Eva, y ella a la serpiente. El pecado arruina la relación que tenemos con otros,
no solo porque a veces preferimos culpar a otros; sino también porque la misma acción
daña a los demás. Por ejemplo, las familias sufren por la infidelidad de uno de los
cónyuges, un grupo se ve divide por un chisme o una mentira, el crimen de alguien afecta a
la comunidad, etc.
¿Qué podemos hacer?
El pecado tiene una solución: Jesús. 1 Timoteo 2:5 dice que el único mediador entre Dios y
los hombres es Cristo Jesús; por lo tanto, si uno quiere ser perdonado de sus pecados debe
acudir a Él y confesar todas sus faltas. 1 Juan 1:9 (NTV) dice: “pero si confesamos nuestros
pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda
maldad.” Dios es amor y quiere restaurar todas las consecuencias que trae el pecado. Para
Él no hay nada imposible; sin embargo, no obliga a nadie a aceptar su amor. Dios te dice
ahora “Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré
contigo.” (Apocalipsis 3:20, TLA).

LOU TORRE
COMENTARISTA
Definición de pecado
El catecismo tradicional define pecado como toda desobediencia voluntaria a la ley de
Dios.

Desobediencia a ley de Dios: Dios nos ha dado una serie de mandamientos; saltarse esas
normas es contrario a las leyes de Dios y como consecuencia, puede ser objeto de pecado si
cumple con otras condiciones más. Saltarse las leyes de los hombres puede ser pecado o no
dependiendo si conlleva asociado un acto de injusticia, imprudencia… Ejemplo: saltarse un
semáforo en un lugar de mucho tráfico es pecado pues puede poner en peligro la vida
nuestra o de otra persona. Fumar un cigarrillo en un bar es desobediencia contra una ley
civil pero no es pecado moralmente hablando. En cambio cometer un aborto, puede estar
permitido por las leyes civiles, y en cambio es un gravísimo pecado.
Voluntaria: Se dice que un acto de desobediencia a la ley de Dios es voluntario cuando uno
es consciente de que la acción es mala, pero a pesar de ello la quiere y hace libremente.
A la hora de clasificar el pecado lo podemos hacer según tengamos en cuenta diferentes
parámetros.

Clases de pecados
Los podemos clasificar según su gravedad, el tipo y el modo.

a.- Según la gravedad

El pecado de los ángeles: la ofensa cometida por los ángeles y que los transformó en
demonios fue el pecado más grave cometido por criatura alguna. El rechazo de Dios fue tan
grave por el entendimiento y la voluntad tan desarrollados de estas criaturas celestiales.
El pecado contra el Espíritu Santo: de todos los pecados del hombre es el más grave pues
no tiene perdón. “Todo pecado y blasfemia les será perdonado a los hombres, pero la
blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada”(Mt 12:31). De hecho, la misericordia de
Dios podría perdonar cualquier tipo de pecado; pero en este pecado en particular, el
pecador se obstina en su maldad y rechaza directamente la gracia de Dios para conseguir el
perdón. Esa es la razón por la que, mientras que no desaparezcan estas condiciones, el
pecado no se puede perdonar. En realidad es un pecado de pura malicia. Se consideran
pecados de pura malicia los siguientes: la desesperación de salvarse, la presunción de
salvarse sin merecimiento, la impugnación de la verdad conocida, la envidia o pesar de la
gracia ajena, la obstinación en los pecados y la impenitencia final.
El pecado original: su gravedad se debe a los dones tan especiales que tenían nuestros
primeros padres, tanto en el orden natural, preternatural como sobrenatural. Fue un pecado
tan grave que no sólo les afectó a ellos sino a toda la humanidad.
Pecado mortales toda desobediencia voluntaria a la ley de Dios, en materia grave, con plena
advertencia y perfecto consentimiento. Un solo pecado mortal lleva consigo la pérdida de la
gracia santificante, de la filiación divina, de la amistad con Dios, de los méritos adquiridos,
y al mismo tiempo quedamos sujetos al poder de los demonios y nos hace merecedores de
las penas del infierno.
Pecado veniales toda desobediencia voluntaria a la ley de Dios, en materia leve, o en
materia grave, si no hay plena advertencia o perfecto consentimiento. No se pierde la gracia
santificante, pero disminuye el fervor de la caridad, nos dispone al pecado mortal y nos
hace merecedores de las penas del purgatorio.
b.- Según el tipo
De pensamiento: Es cuando uno piensa realizar un acto contrario a la ley de Dios y se goza
en ese pensamiento malo. Con sólo consentir ese pensamiento ya sería pecado aunque
luego no lo ejecutara. Ej.: “Yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya
adulteró con ella en su corazón”(Mt 5:28).
De palabra: Es cuando uno dice una palabra soez, blasfema.
De obra: Es el pecado más frecuente. Es cuando uno realiza un acto que es contrario a la
ley de Dios.
De omisión: Es el pecado que se comete cuando uno debería hacer una obra que Dios nos
manda y, por desidia, pereza u otra razón, no se hace. Por ejemplo: no ayudar a una persona
que nos solicita ayuda razonablemente.
c.- Pecado habitual y pecado actual

Pecado actuales la ofensa cometida por cada uno de nosotros.


Pecado habituales la mancha e indisposición dejadas en el alma por el pecado actual.
d.- Pecado material y pecado formal

Se dice que una persona comete un pecado materialcuando hace algo malo pero no sabe
que lo es. Por ejemplo: cuando una persona falta a Misa un día de precepto pero no sabía
que era tal.
Se dice que una persona comete un pecado formalcuando hace una acción creyendo que es
mala, aunque luego de suyo no lo sea. Por ejemplo: cuando una persona cree que hoy es día
de precepto (y no lo es) pero no va a Misa porque prefiere irse con los amigos a un partido
de futbol.
Condiciones para que haya pecado mortal
Decíamos que pecado mortal es toda desobediencia voluntaria a la ley de Dios en materia
grave, con plena advertencia y perfecto consentimiento.

Materia grave: En caso de duda, es la misma Iglesia quien señala si una ofensa a Dios es
materia grave. La materia grave es siempre necesaria para que un pecado sea mortal; al
menos subjetivamente apreciada como tal.

Advertencia plena: Es la advertencia plena por parte de la inteligencia de que algo es


pecado grave. Ejemplo: el que dispara un fusil y mata a una persona, creyendo que el fusil
estaba descargado, no comete pecado. O el que come carne un viernes de cuaresma sin
acordarse de que era viernes. A ella se opone la ignorancia culpable. La ignorancia culpable
no es eximente. Por ejemplo el que no va a Misa en domingo porque dice que no sabía que
había que hacerlo. Se supone que toda persona que ha hecho la primera comunión ha
recibido la catequesis suficiente y ya tiene ese conocimiento.

Perfecto consentimiento: Es el perfecto consentimiento de la voluntad en hacer ese acto


malo. Ese consentimiento puede ser por fría malicia o por flaqueza de la voluntad. Por
ejemplo: los pecados contra la castidad suelen ser más por flaqueza de la voluntad que por
pura malicia; lo cual no le quita gravedad al acto de suyo malo.

Efectos del pecado mortal


Los efectos del pecado mortal son los siguientes: apartamiento de Dios, pérdida de los
méritos adquiridos, esclavitud del demonio, disminución de la inclinación al bien, efectos
sobre el cuerpo, desorden interior y exterior, ausencia de la Santísima Trinidad en el alma
del pecador.
a.- Apartamiento de Dios: Cuando el hombre peca gravemente le ocurre como al sarmiento
cuando se separa de la vid, muere y no da fruto (Jn 15: 1-7). Se pierden la gracia
santificante, las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

b.- Se pierden los méritos adquiridos: Se pierden todos los méritos adquiridos por las
buenas obras anteriores y al mismo tiempo uno queda incapacitado para adquirir nuevos
méritos por las buenas obras que haga.

c.- Esclavitud del demonio: El hombre se hace esclavo del demonio, lo que le produce
como consecuencia un aumento de las malas inclinaciones. Además se hace reo de la pena
eterna del infierno.

d.- Disminución de la inclinación al bien: Conforme una persona se va separando más de


Dios les es más difícil ser bueno. Es más, tiene una mayor inclinación a pensar y actuar con
un corazón malo y torcido.

e.- Efectos sobre el cuerpo: El daño que el pecado causa no sólo afecta al alma sino a la
persona completa, y como consecuencia, también al cuerpo. Esto se ve de un modo especial
en el pecado original. En los pecados mortales también se produce aunque en mucha menor
afectación. Del mismo modo que se ve la cara inocente de un niño que no ha cometido
todavía un pecado mortal, también se ve la cara desencajada del que está en manos del
pecado y del demonio.

f.- Desorden interior y exterior: El hombre que está en pecado grave y permanece en él, su
carácter y conducta van paulatinamente cambiando para peor. Todo ello se debe a que cada
vez está más atrapado por el demonio, y como consecuencia cada vez piensa más como el
demonio. Por otro lado, ese cambio que afecta a su ser, también le afecta en su conducta y
en sus relaciones con los demás.

g.- Deja de ser templo de la Santísima Trinidad: Como nos dice San Pablo, el cristiano es
templo de Dios (1 Cor 6:19): “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo?” Y el mismo Señor: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14:23). Pero perdemos la inhabitación de Dios
en nosotros como consecuencia del pecado mortal.

El pecado venial y sus efectos


Pecado venial es toda desobediencia voluntaria a la ley de Dios en materia leve, o en
materia grave si falta plena advertencia o perfecto consentimiento.

El pecado venial priva de gracias actuales, dispone al pecado mortal y nos merece muchas
penas en esta vida y en la otra.

El pecado venial puede ser: deliberado (una mentira); semi-deliberado (aquel en el que
caemos por precipitación, sorpresa o fragilidad); habitual (es el estado en el que permanece
el alma después de haber cometido un pecado venial si no ha hecho un acto de
arrepentimiento sincero).

La culpa y la pena que conllevan el pecado


Es importante distinguir entre culpa y pena: La culpa es la mancha que queda en el alma
después de haber cometido un pecado. La pena es el castigo que se merece por el pecado
cometido. La culpa, sea grave o leve, se perdona con el arrepentimiento del hombre y el
sacramento de la Penitencia; al igual que la pena eterna que se produjo por el pecado
mortal, y que nos priva de la comunión con Dios.

Si un pecado es mortal, la culpa del pecado es grave y la pena es eterna. Si un pecado es


venial, la culpa es leve y la pena es temporal, de duración limitada. La pena eterna debida
por los pecados mortales, se perdona junto con la culpa en el sacramento de la Penitencia,
que hace desaparecer el estado de enemistad que había entre el pecador y su Creador; más
no así la pena temporal.

Pongamos un caso práctico y sencillo para entender mejor estos conceptos:

Un niño está jugando a la pelota rompe un cristal de la ventana de un vecino. Cuando se da


cuenta de eso, entiende las consecuencias (vendrá el vecino gritando, conmoción en la
familia, castigos…).

Ese sentimiento le hace decir a su mamá lo que sucedió. Le dice que fue sin querer, y que
está arrepentido por no haber tenido el suficiente cuidado; le pide perdón a su mamá, y
promete que de ahora en adelante no volverá a suceder más.

La mamá, lo perdona, pero le impone un “castigo acorde” para que el niño sea más
cuidadoso en el futuro. ¿Terminó todo ahí? ¿Falta algo? Hubo un hecho malo, hubo
arrepentimiento sincero, hubo perdón, y hubo una sanción acorde ¿ya está todo arreglado?
NO, falta reparar el vidrio. Es un deber de justicia reparar lo que se ha roto. Esa “pena
temporal” la reparamos con la penitencia que el sacerdote nos impone, con las buenas
obras, los sacrificios, las indulgencias. Si en esta vida no hubiéramos “reparado los vidrios
rotos”, tendríamos luego que hacerlo en el purgatorio.

La pérdida del sentido del pecado


El sentido del pecado tiene su raíz en la conciencia moral del hombre y es como su
termómetro.

Del mismo modo que la persona que no se lava llega un momento en el que pierde el
sentido de la higiene y si le preguntas, dice que no está tan sucio, la persona que vive
habitualmente en situación de pecado grave pierde el sentido de su pecado, no es consciente
del estado de su alma y como consecuencia no ve necesario arrepentirse.

La pérdida del sentido del pecado es una manifestación clara del estado de separación del
alma con respecto a Dios. Es fruto del endurecimiento del corazón causado por el mismo
pecado y del demonio actuando en su alma.

La pérdida del sentido del pecado tiene un múltiple origen:

es consecuencia de la pérdida del sentido de Dios y de la fe;


es consecuencia de la pérdida del sentido religioso de la existencia;
es resultado de culpar a la sociedad del pecado personal;
es fruto del relativismo ético;
es resultado de una enseñanza errónea por parte de los moralistas;
es fruto también de una praxis penitencial errónea.
La pérdida del sentido del pecado es, por lo tanto, una forma o fruto de la negación de Dios:
no sólo de la atea, sino además de la secularista. Si el pecado es la interrupción de la
relación filial con Dios para vivir la propia existencia fuera de la obediencia a Él, entonces
pecar no es solamente negar a Dios; pecar es también vivir como si Él no existiera, es
borrarlo de la propia existencia diaria. En tal situación el ofuscamiento o debilitamiento del
sentido del pecado deriva: ya sea del rechazo de toda referencia a lo trascendente en
nombre de la aspiración a la autonomía personal; ya sea del someterse a modelos éticos
impuestos por la costumbre general, aunque estén condenados por la conciencia individual;
ya sea, finalmente y sobre todo, por el oscurecimiento de la idea de la paternidad de Dios y
de su relación con el hombre.

La pérdida del sentido del pecado es siempre culpable pues es el resultado de una
separación voluntaria de Dios. Como decía Pío XII: “El pecado del siglo es la pérdida del
sentido del pecado”. Hoy día, es uno de los problemas más graves a los que se enfrentan los
fieles en la Iglesia; pues al no sentirse la persona pecadora no busca a Dios, no siente la
necesidad de arrepentirse y como consecuencia, cada vez se separa más de Él; y no sólo su
voluntad sino también su entendimiento.

Por la pérdida del sentido del pecado, la sociedad cada vez se separa más de las costumbres
cristianas y adquiere costumbres paganas y pecaminosas. La depravación es tal, que llega
un momento en el que actos o conductas que son gravemente pecaminosos se ven normales
e incluso justificables y buenos. Ejemplo: divorcio, aborto, homosexualidad,
anticoncepción. El permisivismo actual de nuestra sociedad es el resultado de haber perdido
el sentido del pecado.

Incluso en el terreno del pensamiento y de la vida eclesial algunas tendencias favorecen


inevitablemente la decadencia del sentido del pecado. Algunos, por ejemplo, tienden a
sustituir actitudes exageradas del pasado con otras exageraciones; pasan de ver pecado en
todo, a no verlo en ninguna parte; de acentuar demasiado el temor de las penas eternas, a
predicar un amor de Dios que excluiría toda pena merecida por el pecado; de la severidad
en el esfuerzo por corregir las conciencias erróneas, a un supuesto respeto de la conciencia,
que suprime el deber de decir la verdad. Por la confusión creada en la conciencia de
numerosos fieles por la divergencia de opiniones y enseñanzas en la teología, en la
predicación, en la catequesis, en la dirección espiritual, sobre cuestiones graves y delicadas
de la moral cristiana, e incluso en la praxis de la penitencia sacramental.

La tentación y las ocasiones de pecado


La tentación se define como un llamado o invitación del demonio, otra persona o nosotros
mismos, a hacer algo contrario a la voluntad de Dios.

La tentación no es de suyo pecado. Lo que es pecado es consentir o caer en la tentación.


Dios permite que seamos tentados, pues a resultas de una tentación superada crecemos en
virtud. Sabemos, además, pues tenemos la promesa de Dios, que nunca seremos tentados
por encima de nuestras fuerzas:
“No os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que
seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito, dándoos el
poder de resistirla” (1 Cor 10:13).

Lo que no podemos hacer es ponernos en ocasión de pecado si no hay una razón que lo
justifique. Por ejemplo: un censor de películas tendrá que ver en ocasiones películas
inmorales. Si el censor es buen cristiano, Dios le ayudará para no caer en la tentación.
Ahora bien, nosotros, que no somos censores de películas, no podemos ponernos en
ocasión de pecado viendo películas inmorales. Aunque luego no cometiéramos ningún
pecado de pensamiento o en acto, por el mero hecho de habernos puesto voluntariamente en
ocasión de pecado -sin haber justificación para ello- ya estaríamos cometiendo un pecado
grave de imprudencia y por exceso de confianza en nuestras propias fuerzas.

Las raíces del pecado


A la hora de luchar contra el pecado es muy conveniente conocer cuáles son las raíces del
mismo. De igual modo que si queremos quitar una planta mala del jardín tenemos que
quitar también sus raíces, si queremos crecer en virtud, no sólo tenemos que quitar los
pecados sino también controlar y eliminar las raíces del mismo. Estas raíces son conocidas
con el nombre de los pecados capitales. Los pecados capitales son siete:

Orgullo: buscar desordenadamente el propio honor.


Avaricia: deseo no controlado de los bienes materiales.
Lujuria: deseo desordenado de los placeres sexuales.
Ira: estado emocional en el que se pierde el control de uno mismo y se busca vengarse de
aquél que nos ha hecho daño.
Gula: deseo desordenado por la comida o bebida.
Envidia: tristeza porque otra persona sea mejor o tenga cosas que nosotros no tenemos.
Pereza: dejarse llevar por la desgana por trabajar.

NANCY Y DANAHA
COMENTARISTAS

Introducción al tema

Hay una realidad esencial, que justifica el estudio de este tema acerca del pecado: el pecado
nos separa de Dios.

Hay unas experiencias reales, que creo que todos hemos vivido, y que están relacionadas
con esta realidad que hemos enunciado: cerca y unidos a Dios, nuestra vida es feliz y
bendecida; lejos y separados de Dios, nuestra vida es infeliz y maldecida.

Esto hay que interpretarlo, en cuanto a lo que es “bendición” y “maldición” en la vida de


una persona. Muchos pueden confundir el “ser bendecido” con el tener bienes materiales,
trabajo, salud, dinero, amor, etc. Y esto no es así, porque también hay muchas personas
que, como se dice por ahí, “venden su alma al diablo” a cambio de poder y riquezas y toda
suerte de bienes materiales, y sin embargo, a pesar de todo esto, su vida no deja de ser una
vida ben decida por Satanás, es decir, una vida maldita, porque el príncipe de la maldad es
Satanás. Ser bendecido por Dios, es poder sentir dentro de ti su Espíritu y la plenitud de su
gozo, que se traduce en una seguridad, tranquilidad, felicidad, etc., a pesar del estado o
situación material y humana en que te encuentras en un momento concreto. Es decir, que
puedes tener pocos bienes materiales, te pueden alcanzar desgracias sociales, humanas,
enfermedad, etc., y como podemos ver en el personaje de Job, cuando leemos su libro en la
Palabra de Dios, su alma bendecía, se confiaba y esperaba en Jehová. Es esa la bendición
auténtica que se recibe de Dios; un estado de confianza y seguridad en él que nos hace
experimentar su plenitud, independientemente de que su bendición vaya o no acompañada
de todo cuando humanamente podamos necesitar y desear o estemos sujetos, como seres
humanos, a vivir y experimentar las circunstancias de la vida humana. Y lo que es más
importante; nuestra vida será una bendecida porque nuestra dimensión espiritual
nuevamente será restaurada nuestra relación con Dios.

Estar alejado y separado de Dios, nos impide experimentar y disfrutar de su bendición, nos
sentiremos inseguros, cualquier vicisitud negativa de la vida, por insignificante que sea, se
nos convertirá en una “tragedia” de difícil o imposible solución. Nuestra confianza estará
en nosotros mismos, y nuestra propia incapacidad, más tarde más temprano, nos hará
experimentar que estamos solos y viviremos situaciones de zozobra y desesperación. Y lo
que es más importante; nuestra vida será maldecida porque nuestra dimensión espiritual
estará muerta y nuestra relación con Dios no estará restaurada.

Estudio bíblico

La cuestión ahora es ¿Qué entiendo por pecado?

El concepto que se tiene de pecado puede definirse de diferentes formas según las épocas y
los grupos sociales, pero en definitiva y en la actualidad, como pecado, en el concepto
religioso y moral, puede definirse como ‘delito moral’ que alude a la trasgresión voluntaria
de normas o preceptos religiosos. La tradición judeocristiana, cuya fuente fundamental es la
Biblia, se ha entendido el pecado, en términos generales, como el alejamiento del hombre
de la voluntad de Dios. De acuerdo al Tanaj o Antiguo Testamento, esta voluntad está
representada por la Ley, preceptos y estatutos dados por Dios al pueblo de Israel, y
registrados en los libros sagrados. (Diccionario Wilkipedia).

En definitiva, pecado, se puede definir como la transgresión de la ley divina. Es decir, la


desobediencia a Dios.

Un poco, para estar documentados, diremos que el primer pecado en el universo, de que
tenemos conocimiento, es el de seres angelicales que se rebelaron contra su creador y cuya
naturaleza, en consecuencia, quedó fijada en el mal (2ª Pedro cap. 2 vs 4 y Judas cap. 6.). El
primero de la raza humana, con legado de herencia, tuvo su origen en Adán y Eva (Génesis
cap. 3. Estos fueron creados en naturaleza santa y divina y tras su pecado su naturaleza se
corrompió convirtiéndose en hostiles a Dios y culpables ante Él; y arrastraron a la raza
humana en su corrupción y culpa (Romanos cap. 5 v. 12)

Hay un pecado que aparece en la Palabra de Dios referido como “imperdonable”; Es aquél
que se comete contra el Espíritu Santo.

“Por eso, os digo, todo pecado y toda blasfemia será perdonada a los hombres, pero la
blasfemia contra el Espíritu Santo, no será perdonada. Y si alguno habla contra el Hijo del
Hombre, esto le será perdonado; pero al que hablare contra el Espíritu Santo, no le será
perdonado ni en este siglo ni en el venidero”. (Mateo cap. 12 vvss 31 y 32)

“En verdad, os digo, todos los pecados serán perdonados a los hombres, y cuantas
blasfemias dijeren; pero quien blasfemare contra el Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón
y es reo de eterno pecado”. (Marcos cap. 3 vvss 28 y 29)

“A cualquiera que hable mal contra el Hijo del Hombre, le será perdonado, pero a quien
blasfemare contra el Santo Espíritu, no le será perdonado”. (Lucas cap. 12 v. 10)

-La desobediencia a Dios-

El primer pecado que tuvo lugar en el universo fue realizado por la criatura de Dios, cuando
deliberadamente y consciente de lo que hacía y haciendo uso de su libre albedrío
transgredió la voluntad de Dios desobedeciéndole. En génesis cap. 2 vvss 16 y 17 y cap.3
vers. 6…podemos leer….vamos a leerlo….

Hay una realidad que tenemos que aprender de una vez por todas; Dios es el supremo y el
principio en todo. Él nos ha creado por su voluntad y beneplácito. La esencia misma de
Dios es el “amor”, ¿cómo podemos pensar que Dios se reserva “algo bueno” que no nos
quiere conceder o dar?

Dios, como ser supremo, establece los las cosas y los límites para nosotros que estima
conveniente y de acuerdo su criterio, sin obligación de tener que dar explicaciones porqué
las establece de una u otra manera.

Si prestamos atención a este principio de supremacía de Dios y a la naturaleza de su


esencia, lo que sí podemos llegar a inferir es que, si Dios nos impone unos límites y unas
normas, no será por un capricho suyo sin sentido, sino que como todo en nuestra vida,
tendrá un sentido beneficioso y de bendición para nosotros, sus criaturas y sus hijos.

Cuando Dios, impuso una ley a Adán, tenía una buena razón; el día que hagas un mal uso
de tu libertad con la que te he creado y me desobedecieres, morirás. Romperás esa relación
tan estrecha que he establecido entre tú y Yo y de la que emana tu vida espiritual.

Dios estableció de forma completa y concreta su ley, advirtiéndole de las consecuencias de


cumplirla (la vida) y de transgredirla (la muerte)

La desobediencia a Dios mediante la transgresión de su ley es pecado y produce separación


de Dios. Vamos a leer en Génesis cap. 3 vvss del 9 al 12……..vamos a leerlos….

La libertad que nos dio Dios (libre albedrío), conlleva una condición de responsabilidad
para el ser humano; en definitiva somos nosotros quienes elegimos para nuestro bien o para
nuestro mal, siendo nosotros y sólo nosotros los responsables de la decisión que tomemos.
Adán se dejó influenciar por la tentación de “ser como Dios” y por los criterios que
negaban la veracidad de la ley de Dios. Y como consecuencia “pecó contra Dios”
transgrediendo su mandato y desobedeciéndole.
Sí, enseguida actuó de forma infantiloide echándole las culpas a otro de lo que él había
hecho. Pero fíjense que dos aspectos forman parte de la naturaleza del pecado; En primer
lugar Satanás utiliza uno de los factores humanos más poderosos para seducir a la persona
“la codicia”….”Llegarás a ser como Dios”. Una de las debilidades más potenciadas en las
personas es “querer ser y tener más que el otro” sobre todo si ese otro es mayor o tiene más
que tú. Al ser humano le cuesta reconocer que es y tiene limitaciones, y suele mostrarse
muy vulnerable cuando se presentan posibilidades de superar estas debilidades.
Normalmente perdemos la conciencia y la capacidad de darnos cuenta si el superar nuestras
limitaciones conlleva perjuicio para nosotros y un costo de pecado. En segundo lugar, la
seducción del pecado suele llevar asociada “verdades a medias”. Siempre se ha dicho que
“una verdad a medias” es peor que una mentira. Una mentira o cuestión totalmente opuesta
contra quien se quiere hacer pecar y con qué, podría suponer una alerta para el incauto
pecador y éste podría descubrir la artimaña de Satanás con facilidad, pero el disfraz de lo
que se desea o se quiere pensar, la verdad a medias es más poderosa porque disimula y
oculta esa posibilidad de “alerta” para el pecador. Satanás no mintió a Eva cuando la tentó a
pecar, diciéndole: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Era cierto que
desobedeciendo a Dios, no iban a morir físicamente, pero no les dijo que sí iban a morir
espiritualmente, que el pecado los iba a separar de Dios. Por otra parte era cierto que los
ojos les iban a ser abiertos, de hecho así fue y conocieron lo que era el bien y el mal, pero
fue a costa de perder la “inocencia” y de conocer el “mal”, que maldita falta les hacía,
porque el “bien” ya lo conocían estando unidos a Dios. En cuanto pecaron y les fueron
abiertos los ojos se dieron cuenta de que estaban desnudos y lo primero que sintieron fue
“vergüenza”, un sentimiento nuevo para ellos. Aquello que les prometió Satanás, sobre que
“serían como Dios”, sólo les trajo consigo culpa, vergüenza y la separación de su Creador.

El pecado nos separa de Dios y vivir separados de Dios es vivir en pecado. Por eso aquellos
que no han conocido a Cristo como su salvador personal, es decir, que por medio de Cristo
no han restituido su relación con Dios y viven cerca de él, “viven en pecado”,
independientemente de que sus actitudes y acciones, bajo el criterio social y humano,
puedan ser conceptuadas como “buenas”.

El pecado es una afrenta a la santidad de Dios. Las personas que tienen al Espíritu Santo en
sus vidas y tienen conciencia de su pecado, sienten dolor de su culpa cuando pecan, y se
dan cuenta de que no les es posible tener una auténtica comunión con Dios mientras no se
arrepientan de su pecado. Isaías cap. 59 vvss 1 y 2 dice: He aquí que no se ha cortado la
mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades
han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de
vosotros su rostro para no oír.”

-El rechazo de Dios-

El pecado produce un rechazo de Dios hacia la persona que persistente en pecado. Vamos a
leer en Romanos cap. 1 vvss del 21 al 27…

El pecado constituye una espiral de degradación descendente que lleva a la persona a lo


más bajo y a producir un rechazo de Dios hacia ella. Una característica del pecado en esta
espiral es que siempre exige más y más a aquellos que ceden ante él. El pecado tiene
capacidad de “tolerancia” y control de nuestra vida; lo que en un primer momento nos
puede espantar y ponernos en una situación de culpabilidad, de persistir en el pecado,
pronto deja de proyectarnos este sentimiento, dejándonos vulnerables a otras situaciones de
pecado mayores.

En lo hemos leído de Romanos se describe esta espiral descendente del pecado; Vemos que
los hombres, conociendo a Dios como su creador, fueron alejándose cada vez más de Él y
rechazando su relación personal. En vez de adorarlo a Él, Adoraban a imágenes fabricadas
por ellos mismos.

El primer paso de la espirar se da cuando la persona rechaza a Dios como creador de todo
incluido él y se niega a mantener una relación (una religión con Él) como su creador. Esto
crea un vacío que le lleva a siguiente paso de degradación.

Este vacío que se produce en el hombre cuando no mantiene una relación con su Dios se
justifica en base a lo siguiente: Desde su nacimiento, en el plano físico y espiritual, la
persona es dependiente de una superioridad para su mantenimiento y desarrollo (los padres,
los profesores, los profesionales de la salud, etc.) (Véase los siguientes pasajes bíblicos 2ª
Samuel cap. 22 v. 7 /Salmo cap. 42 v. 5/ Salmo cap. 46 vvss. 1 al 4).

Una de las raíces de la necesidad que tiene el ser humano de la religión (relacionarse con un
ser supremo) es el sentido que el hombre tiene de sus limitaciones: “el razonamiento
humano nos lleva a someternos a algún ser o algo superior, a causa de las deficiencias que
experimenta en sí mismo, ante las cuales se siente la necesidad de ser ayudado y dirigido
por algo superior (Véase los siguientes pasajes bíblicos 2ª Crónicas cap. 7 v. 14 / Salmo
cap.87 v.7 / Salmo cap. 145 vvss. 18 al 20).

Así pues la religión o relación a un dios es de carácter universal, aunque sea de diversas
formas; todos los hombres mantienen una religión o relación un uno u otros dioses, incluso
la “negación de la religión” –el ateísmo-, adquiere un cierto carácter religioso analizándolo
minuciosamente, dándose una especie de mística fe donde el objeto de culto se ha
cambiado de Dios al materialismo.

Y como vemos en el génesis la necesidad de la relación del hombre con su Dios es tan
antigua como el mismo hombre y aparece cuando es creado.

El siguiente paso en la espiral de degradación que produce en pecado en la persona, ante el


vacío de la existencia de Dios para ella, es llenar este vacío como consecuencia de la
necesidad que se experimenta. En este proceso, la persona se crea “su dios” o “sus dioses”
que ocupen este lugar en su vida, cayéndose en la idolatría.

Un ídolo o dios fabricado por el hombre es todo “aquello” que ocupa en el corazón de la
persona el lugar que le corresponde a Dios, y por consiguiente es objeto de su adoración.

No se trata de que la persona no conozca acerca de Dios, se trata de que la persona rechaza
a Dios y la relación con él y para satisfacer esta necesidad de vacío se fabrica los “dioses”
que sustituyen den su vida al Dios de la creación, Único Dios verdadero.

El tercer paso, en esta espiral es convertirse en esclavo del pecado.


El pecado tiene un potencial muy adictivo y rápidamente provoca grandes sensaciones de
apetencia compulsiva hacia él en la práctica de todo tipo de acciones que conllevan a la
destrucción integral de la vida física, espiritual y social de la persona (salud, moralidad,
relaciones sociales, familiares, laborales, etc.)

El cuarto u último paso de esta espiral es que Dios entrega a las personas que lo rechazan y
persisten en el pecado, en manos de su propia naturaleza pecaminosa, dejándolos seguir sus
propios apetitos carnales. Cuando alguien decide no querer saber nada de Dios, se queda a
merced del control de su propio yo. Y su propio yo es engañoso y a menudo está a merced
de las apetencias de su propia naturaleza pecaminosa. (Romanos cap. 1 vvss del 28–32)

El pecado constituye una espiral degradante para la persona de manera que cuanto más nos
sometemos a él, tanto más poder ejerce sobre nosotros. El rechazo a Dios lleva con
frecuencia a un camino que termina en el desaliento, la angustia y la muerte, tanto física
como espiritual.

Romanos cap. 8 vvss del 5 al 8 nos presenta esto mismo que estamos haciendo referencia.
Nos presenta un contraste entre las personas que están controladas por el pecado y los que
están controlados por el Espíritu de Dios.

Un último aspecto, en la naturaleza del pecado es su procedencia.

Marcos cap. 7 vvss del 20 al 32 nos dice que el pecado procede del interior de la persona.
Comienza primeramente en sus pensamientos, le sigue una intención que con su
correspondiente motivación se culmina en una acción.

Jesús nos dijo con claridad que no son las cosas que hay fuera de nosotros las que nos
contaminan, sino lo que sale de nuestro corazón es lo que contamina a la persona.

El saber la procedencia del pecado es importante para poder prevenir y poner solución antes
de que se produzca la acción pecaminosa. Si nosotros tenemos en nuestro interior la luz del
Espíritu Santo y nos dejamos gobernar por Él, nuestros pensamientos e intenciones estarán
controladas por la voluntad de Dios y lo que salga de nosotros nos contaminarán. Si, por el
contrario, en nuestro interior no se haya el Espíritu Santo, y nuestro gobierno lo rige
nuestro yo pecador, lo que salga de nuestro interior nos contaminará.

Hasta aquí lo referido al pecado, sin embargo, no todo es negativo ni todo está perdido,
porque como dice el evangelio: “Allí, donde abundó el pecado, también, abundó la gracia
de Dios”. Es decir; la gracia de Dios, por medio de Jesucristo, constituye una solución para
el pecador y una oportunidad de cambiar su vida y alcanzar un nuevo nacimiento espiritual
que restituya su relación con Dios.

Sí hay unas recomendaciones a modo de resumen que se sacan de este estudio:

1º. Rechazar toda autoconfianza en la lucha contra el pecado y admitir que nosotros, por
nuestras propias fuerzas no podemos hacer nada para escapar del pecado. Necesitamos la
misericordia de Dios que por medio de Jesucristo los libera de él.
2º Repasemos nuestra vida en busca de aquello que pueda constituir transgresión a la
voluntad de Dios. Eso es pecado. Y arrepiéntase sinceramente y pida perdón a Dios. Dios
está presto y es seguro su perdón y la restitución de su relación con Él.

3º Siga los consejos de Gálatas cap. 2 v. 20; no ceda ante las seducciones del pecado,
pensemos que hemos sido crucificados conjuntamente con Cristo y así mismo vencedores
sobre el pecado, necesitamos andar en obediencia a Cristo todos los días de nuestra vida.

RAFAEL RAJAS
COMENTARISTA

CONSECUENCIAS DE LA CAÍDA EN EL PECADO PARA LA CREACIÓN

La caída del hombre en el pecado también tuvo amplias repercusiones en la creación que no
tuvo culpa alguna de ello.

Originalmente la creación era “buena en gran manera", es decir, era perfecta (Gn. 1:31). El
hombre fue colocado por Dios como soberano sobre la creación visible. Así, es por un lado
responsable de la creación ante Dios, y por el otro, es también responsable de la creación
misma (Gn. 1:28-30). Ante una posición tan significativa del hombre dentro de la creación
visible, su desobediencia a Dios también tiene repercusiones decisivas en la creación
material: después de que el hombre pecó, la tierra como señal de la creación visible y la
serpiente fueron malditas (Gn. 3:17-18). “Espinos y cardos", esto es, los esfuerzos que debe
realizar el hombre para ganarse el sustento en su vida, constituyen una señal del
distanciamiento del hombre de Dios y de cuán retirado permanece Dios a partir de ese
momento para la creación. En ella el hombre ya no encuentra acceso directo a Dios. La vida
del hombre está ahora acompañada de inseguridad y temor.

Como señal de enemistad y discordia se puede observar el comportamiento de los animales


entre sí. Sobre la nostalgia por superar y restablecer también ese estado podemos leer en
Isaías 11:6-8: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará...".

La creación, por lo tanto, necesita ser liberada de la maldición que pesa sobre ella. En la
epístola a los Romanos esto es abordado con toda claridad: “Porque el anhelo ardiente de la
creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue
sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la
libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a
una está con dolores de parto hasta ahora" (Ro. 8:19-22).

Iglesia Nueva Apostólica


COMENTARISTA.
Entre las consecuencias del pecado está la falta la paz en nuestra vida, pero la más grande
consecuencia es que nos aleja de Dios y perdemos su cobertura.
Son muchas las consecuencias del pecado en la vida de quienes lo cometen, pero la más
importante de todas es que nos aleja de Dios, derivándose de esta todas las demás.
¿Cuáles son las consecuencias del pecado?
Cómo decíamos al principio las consecuencias del pecado son muchas, pero a continuación
mencionaremos tan solo algunas de ellas:
Nos aleja de Dios, rompiéndose nuestra conexión con Él y perdiendo su cobertura. La
Biblia es muy clara cuando afirma que Dios no soporta el pecado ni al que comete pecado.
Existe por ahí un dicho, que por cierto es muy popular aún entre los pastores, pero que no
es nada bíblico que afirma que Dios odia el pecado pero ama al pecador. Eso no tiene
ningún sentido porque si así fuera, todos podríamos pecar y pecar y tendríamos su perdón
de forma inminente pero eso no es lo que afirma la Biblia. En el Salmo 7:11 dice: “Dios es
juez justo, y Él está airado contra el impío todos los días”.
Dios nos ama pero solo nos perdona cuando nos arrepentimos y decidimos
intencionalmente no volver a pecar, más no de otra manera. Y en el Salmo 5:4-6 dice;
“Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti.
Los insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad.
Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará
Jehová”.
La segunda consecuencia es que al perder la cobertura de Dios por el pecado, le damos
potestad al diablo para que nos haga daño. El diablo es el príncipe de las tinieblas y su
papel es el de robar matar y destruir y nunca descansa en cuánto a hacer el mal. Es a él a
quien debemos tanta maldad en el mundo. El pecado y la desobediencia a Dios siempre nos
ponen a expensas del diablo y cualquier calamidad puede llegar a ocurrir.

ERICK LOPEZ ARTIAGA:


COMENTARISTA.

Definición de pecado
Santo Tomás nos da una precisa y sencilla definición de pecado: “El pecado es un acto
humano malo”. El mal moral es un acto humano voluntario, que no se ajusta a la razón del
hombre ni a la razón de Dios.
No cabe, pues, definición más lúcida y más breve a partir de unos presupuestos que son
irrenunciables para una cultura verdaderamente humana que, por serlo, engloba la
aceptación de Dios. He aquí los elementos esenciales que subraya esta breve definición
tomista:

 El pecado tiene origen en la libertad del El hombre es por ello libre y


responsable de sus actos.
 El pecado es un acto
 El pecado dice relación a la razón Es un acto que se separa de la recta razón. De
aquí que equivale a un autoengaño del hombre. De este modo, expresa Santo
Tomás la dimensión ética del pecado.
 Relación a Finalmente, el pecado se define como tal por orden a Dios, y,
precisamente, no es una pura prohibición, sino la no aceptación del orden en que
se mueve el mundo y la vida del hombre. Se subraya, pues, la dimensión
religiosa.
Santo Tomás dedica menos atención a la definición, tan repetida de San Agustín,
como “alejamiento” (aversio) de Dios y “conversión” (conversio) a las criaturas. Esta
definición está subyacente en la doctrina moral sobre el pecado, dado que su concepción es
teológica: todo pecado se define por referencia a Dios, es una separación de Dios.
Siguiendo también el concepto de pecado de San Agustín, Santo Tomás de Aquino afirma
también reiteradamente que las realidades creadas son para servicio del hombre: disfrutar
de ellas no constituye pecado. De aquí, que el hombre no peque cuando las goza en el uso
para aquello que realmente sirven. Sólo el abuso origina el desorden. El motivo se
encuentra en la misma ley eterna: el hombre no puede violentar el fin de las cosas, sino
usarlas conforme a su razón de ser. El pecado está, precisamente, en el capricho del hombre
al desvirtuar el uso de las cosas.
SANTO TOMÁS DE AQUINO.
COMENTARISTA:

Lutero niega la libertad humana (1483-1545), y llega a esa conclusión después de luchas
morales muy angustiosas. Su negación de la libertad, clave de todo su sistema teológico,
tiene pues una doble raíz: biográfica y doctrinal.
1. La raíz biográfica de la doctrina teológica de Lutero, según muchos indicios, tiene su
origen en una psicología enfermiza, neurótica, que le conduce a una vivencia religiosa
atormentadamente morbosa, que queda expresada en confesiones personales como éstas:
«Yo, aunque mi vida fuese la de un monje irreprochable, me sentía pecador ante Dios, con
una conciencia muy turbada, y con mi penitencia no me podría creer en paz; y no amaba,
incluso detestaba a Dios como justo y castigador de los pecadores; me indignaba
secretamente, si no hasta la blasfemia, al menos con un inmenso resentimiento respecto a
Dios» (Weimarer Ausgabe, Weimar 1883ss =WA 54,185). «Al solo nombre de Jesucristo,
nuestro Salvador, temblaba yo de pies a cabeza» (44,716). «Yo recuerdo muy bien qué
horriblemente me amedrentaba el juicio divino y la vista de Cristo como juez y tirano» (44,
775)…
2. La raíz doctrinal condiciona también a Lutero, que siendo religioso en los agustinos de
Erfurt recibe –o reacciona contra– una mala formación filosófica, nominalista, y una mala
teología de la gracia, voluntarista o semipelagiana. Es evidente que la experiencia neurótica
que Lutero tiene de su vida espiritual cristiana no puede continuar en forma indefinida.
Podría haberle conducido al suicidio, o al menos al suicidio espiritual de la apostasía.
¿Qué salida encuentra para escapar de esta captación falsa de Dios y de sí mismo?… El
remedio de Lutero es casi peor que la enfermedad, porque le lleva a unos inmensos
errores.
Según piensa, el pecado original da lugar a un hombre totalmente corrompido por el
pecado, y lo mejor es reconocerlo con todas sus consecuencias. «El hombre peca siempre,
aun cuando intente obrar el bien. El hombre está tan corrompido que ni siquiera Dios puede
rescatarle de su podredumbre: lo único que es posible a Dios es no tener en cuenta sus
pecados, no imputárselos legalmente» (L. F. Mateo Seco, Martín Lutero: sobre la libertad
esclava, Madrid 1978,18). La justificación cristiana, por tanto, será sólamente declarativa,
pasiva, «imputativa»; pero la gracia no producirá una renovación real de la naturaleza caída
de la persona (WA 56,287).

MARTIN LUTERO
COMENTARISTA

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