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Para poder desarrollar el tema sobre lo sucedido en la década de los 50 hasta el 2005, desde la

presidencia de Víctor Paz Estenssoro como un “gobierno nacionalista” (1952), hasta el surgimiento
de Evo Morales como un “gobierno socialista” (2005). Debemos adentrarnos a los orígenes de
cada movimiento político:

 Neoliberalismo
 Socialismo
 Nacionalismo

¿Qué es el neoliberalismo?
El neoliberalismo es el resurgimiento de las ideas asociadas al liberalismo clásico (laissez faire) o
primer liberalismo desde las décadas de 1970 y 1980 aunque existe información que data la
aparición del término desde la década de 1930, con el significado de un liberalismo clásico
reformado, y amigable con algún nivel limitado de intervencionismo. Actualmente, el término
neoliberalismo suele asociarse con políticas que implican apoyar una amplia liberalización de la
economía, el libre comercio en general, grandes reducciones del gasto público y de impuestos, así
como disminución de la intervención del Estado en la sociedad y economía en favor del sector
privado, conformado principalmente por consumidores y empresarios; estos últimos, quienes
podrían pasar a desempeñar roles que en determinados países asume y financia el Estado con
impuestos del contribuyente.
Además el neoliberalismo es un modelo mental enseñado de manera individual o colectiva, con
fundamento en las ideologías o experiencias adquiridas, dentro del entorno desarrollo del ser
humano en varias partes del mundo. Con el objetivo principal de la búsqueda del empoderamiento
económico, político y social. El uso y definición del término ha ido cambiando con el paso del
tiempo y en la actualidad no hay un criterio unificado para determinar qué es «neoliberalismo», por
lo que generalmente se lo utiliza como un término asociado a la derecha o ultraderecha y es
empleado de manera coloquial para englobar una gran diversidad de ideas muy dispares presentes
dentro de los espectros del liberalismo, conservadurismo, feudalismo o fascismo.
En teoría, el neoliberalismo suele defender algunos conceptos filosóficos del viejo liberalismo
clásico del siglo XIX, aunque sus alineamientos políticos y su implicación con ideas posteriores,
hace de él una doctrina diferente de dicho liberalismo clásico. Originalmente el neoliberalismo era
una filosofía económica surgida entre los eruditos liberales europeos en la década de 1930 que
trataban de encontrar un «tercer camino» o un «camino entre medias» de la disputa que en ese
momento se libraba entre el liberalismo clásico y la planificación económica propuesta por el
socialismo. El impulso de desarrollar esta nueva doctrina surgió del deseo de evitar nuevos
fracasos económicos tras la Gran Depresión y el hundimiento económico vivido en los primeros
años de la década de 1930, fracasos atribuidos en su mayoría al liberalismo clásico.
El término «neoliberalismo» fue acuñado por el académico alemán Alexander Rüstow en 1938, en
un coloquio. Entonces se definió el concepto de neoliberalismo como «la prioridad del sistema de
precios, el libre emprendimiento, la libre empresa y un Estado fuerte e imparcial». Para ser
neoliberal es necesario requerir una política económica moderna con la intervención del Estado. El
intervencionismo estatal neoliberal trajo consigo un enfrentamiento con los liberales clásicos
laissez faire, como Ludwig von Mises o Friedrich Hayek.
En las décadas siguientes la teoría neoliberal tendió a estar en contra de la doctrina laissez-faire
del liberalismo, promoviendo una economía de mercado tutelada por un Estado fuerte, modelo que
llegó a ser conocido como la economía social de mercado. En los años 1960 el término dejó de
usarse regularmente, para referirse a políticas defendidas por economistas como Milton Friedman
o Robert Lucas.
Entre las cuestiones ampliamente promovidas por el neoliberalismo están la extensión de la
iniciativa privada a todas las áreas de la actividad económica o la limitación del papel del Estado.
Entre las ideas y los principios introducidos por el neoliberalismo y ausentes en el liberalismo
clásico, están el principio de subsidiariedad del Estado (desarrollado por los ordoliberales
alemanes, que habían puesto en marcha algunas de sus propuestas en el denominado Milagro
alemán de posguerra), y en especial, el monetarismo de la Escuela de Chicago encabezada por
Milton Friedman que, desde mediados de los años 50, se convirtió en crítico opositor de las
políticas de intervención económica que se adoptaban en todo el mundo, junto con aportaciones
del enfoque macroeconómico keynesiano.
El Neoliberalismo en términos simples es el término medio de ideas radicales como el “liberalismo
clásico” y el “socialismo”. Entonces para poder desarrollar bien el concepto es necesario saber:

¿Qué es el liberalismo clásico?


El liberalismo clásico es un concepto amplio usado para englobar las ideas políticas que suceden
durante los siglos XVII y XVIII, contrarias al poder absoluto o intervención del monarca o el Estado
en asuntos civiles, y opuestas a los privilegios legales que detentaban los aristócratas, el clero
oficial y los gremios, con el objetivo de que el individuo pueda desarrollar sus capacidades
individuales y su libertad en el ámbito político, religioso y económico. Es una corriente originaria del
liberalismo que aboga por las libertades civiles bajo el imperio de la ley y por una economía de
mercado. Las ideas, clasificadas como liberalismo clásico, de John Locke y de Montesquieu
influyeron significativamente tanto en la Revolución Gloriosa como en la Independencia de los
Estados Unidos y en el inicio de la Revolución francesa
En el siglo XIX el liberalismo clásico pone el énfasis principal en garantizar la libertad del individuo
al limitar el poder del Estado y maximizar el poder de las fuerzas del mercado capitalista, como una
respuesta a la Revolución industrial y la urbanización en el siglo XIX en Europa y los Estados
Unidos. Aboga por las libertades civiles con un gobierno limitado bajo el imperio de la ley y la
creencia en la política económica del laissez-faire. El liberalismo clásico del siglo XIX se basa en
ideas que ya surgieron a en el siglo XVIII, como ideas seleccionadas de Adam Smith, John Locke,
Jean-Baptiste Say, Thomas Malthus y David Ricardo, subrayando su creencia en el libre mercado y
el derecho natural, el utilitarismo y el progreso. Los liberales clásicos eran más desconfiados que
los conservadores del rol del gobierno a menos que fuese mínimo y al algunos adoptar la teoría de
gobierno de Thomas Hobbes, creían que el Estado había sido creado por los individuos para
protegerse unos de otros. Un referente de esta generación del liberalismo clásico es el sociólogo y
pensador inglés Herbert Spencer, quien se aproximó a un anarquismo filosófico.
Sus bases racionales son el realismo y fundamentalmente el empirismo sustentado bajo el derecho
natural, con mucha mayor atención, por lo tanto, a los cambios observados en los hechos, por lo
que se distingue del idealismo y del deductivismo propios del racionalismo continental europeo,
más tendiente a formular verdades absolutas. Se trata de un racionalismo analítico, más que
justificativo.
Su visión de la condición humana es realista, suponiéndole una motivación fundamentalmente
egoísta en aras de la satisfacción del propio interés, esto lo vincula a dar preferencia especial al
liberalismo económico o liberismo.
Dicho laicismo, empirismo y utilitarismo, propios del liberalismo clásico, favorecen la convención
más que la convicción, mediante un programa político basado en el consenso, por lo que considera
la ley y la institución creaciones artificiales, evaluándolas por sus resultados y omitiendo su
concordancia con cualquier principio trascendente. Debido a esto último es que aceptan la
monarquía constitucional siempre y cuando esta garantice la libertad y el bien común.
El “liberalismo clásico” entonces podría referirse a liberarse o ser libres, el derecho humano a serlo
en todo sentido en rechazo a una monarquía regida por un rey. El liberalismo defiende la idea de
que cualquier persona tiene derecho a hacer lo que quiera, “el respeto estricto al derecho de
planificación de vida del individuo”, de manera que políticamente, económicamente e
ideológicamente es libre de hacer lo que le plazca y en eso se asemeja mucho al “anarquismo”.
Pero para poder entender todo el panorama de cómo se desarrollan todas estas ideologías,
también debemos desarrollar el “socialismo”.
¿Qué es el socialismo?
El socialismo es un sistema social y económico caracterizado por el control por parte de la
sociedad, organizada con todos sus integrantes, tanto de los medios de producción como de las
diferentes fuerzas de trabajo aplicadas en los mismos. El socialismo moderno es, en primer
término, por su contenido, fruto del reflejo en la inteligencia, por un lado, de los antagonismos de
clase que imperan en la moderna sociedad entre poseedores y desposeídos, capitalistas y obreros
asalariados, y, por otro lado, de la anarquía que reina en la producción. La RAE define así el
término socialismo: «Sistema de organización social y económica basado en la propiedad y
administración colectiva o estatal de los medios de producción y distribución de los bienes».3El
socialismo implica, por tanto, una planificación y una organización colectiva consciente de la vida
social y económica.
Subsisten sin embargo criterios encontrados respecto a la necesidad de la centralización de la
administración económica mediante el Estado como única instancia colectiva en el marco de una
sociedad compleja, frente a la posibilidad de formas diferentes de gestión descentralizada de la
colectividad socialista, tanto por vías autogestionarias como de mercado, así como mediante el
empleo de pequeñas unidades económicas socialistas aisladas y autosuficientes. El primer acto en
que el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad: la toma de
posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad, es a la par su último acto
independiente como Estado.
Existen también discrepancias sobre la forma de organización política bajo el socialismo para
lograr o asegurar el acceso democrático a la sociedad socialista a clases sociales o poblaciones,
frente a la posibilidad de una situación autocrática por parte de las burocracias administrativas. Las
formas históricas de la organización social de tipo socialista pueden dividirse entre determinadas
evoluciones espontáneas de ciertas civilizaciones de carácter religioso y las construcciones
políticas establecidas por proyectos ideológicos deliberados. De estas se destacan, resOrigen de la
palabra socialismo
La palabra socialismo fue empleada por primera vez por el monje Ferdinando Facchinei en 1766
para referirse a la doctrina de los que defendían el contrato social como el fundamento de la
organización de las sociedades humanas. Veinte años más tarde, otro autor italiano, Appiano
Buonafede, volvió a utilizarla. Sin embargo, la palabra socialismo, en el sentido moderno del
término, no aparece hasta 1830 en Gran Bretaña y en Francia, casi simultáneamente, para
designar las ideas de los seguidores de Robert Owen y de Henri de Saint-Simon. El primer uso
preciso del neologismo se suele atribuir al sansimoniano francés Pierre Leroux quien en el número
de octubre-diciembre de 1833 de la Revue encyclopédique publicó un artículo titulado Del
individualismo y del socialismo, aunque en él criticaba ambas doctrinas por considerarlas el
resultado de la exageración de la idea de libertad, la primera, y de la idea de asociación, la
segunda. Sin embargo, en una nota añadida a la reimpresión del artículo años más tarde escribió:

“Desde hace algunos años, nos hemos acostumbrado a llamar socialistas a todos los pensadores
que se ocupan de reformas sociales, a todos los que critican y reprueban el individualismo… y en
este aspecto yo mismo, que siempre he combatido el socialismo absoluto, soy designado hoy
como socialista. […] Soy socialista sin duda, si se quiere entender por socialista la doctrina que no
sacrifica ninguno de los términos de la fórmula Libertad, Fraternidad, Igualdad, Unidad, sino que
todos los aúna.”

Como ha destacado Jean-Paul Thomas, toda «palabra nueva, responde a realidades nuevas. Las
doctrinas sociales no surgen casualmente a principios del siglo XIX. Tienen como origen inmediato
la revolución industrial y la miseria que le acompaña… Contraponen a la búsqueda egoísta del
provecho la visión de una comunidad de productores ligados unos a otros por una solidaridad
fraternal». Según este autor las raíces del socialismo hay que buscarlas en las propuestas
igualitarias de los grupos «radicales» de la Revolución Francesa, como la del enragé Jacques
Roux que escribió en 1793, denunciando los acaparamientos de los bienes de subsistencia: «los
productos de la tierra, como los elementos, pertenecen a todos los hombres. El comercio y el
derecho de propiedad no pueden consistir en hacer morir de miseria y de inacción a nuestros
semejantes». Respectivamente, el Imperio inca y la Unión Soviética.
Las dos corrientes políticas como “el liberalismo clásico” y “el socialismo” han tenido resultados
buenos como malos países como los países nórdicos (noruega y Suecia) que son los países más
ricos del mundo optando la política liberal y en Asia (corea del norte, china) también ricos pero
teniendo un enfoque socialista. El problema está cuando se intentan mezclar ambas ideologías
para tratar de crear un nuevo sistema de vida. Como el “neoliberalismo”.
Pero existe una corriente que sobrepone a ambas que deja a un lado las ideas individuales o
colectivas, que es el “nacionalismo”. Que por normativa va en contra del “socialismo” debido que
para el nacionalismo lo primero es la nación, no el estado. Pero:

¿Qué es el nacionalismo?
El nacionalismo es una ideología y movimiento sociopolítico que surgió junto con el concepto
moderno de nación, propio de la Edad Contemporánea, en las circunstancias históricas de la
llamada era de las Revoluciones (Revolución industrial, Revolución burguesa, Revolución liberal) y
los movimientos de independencia de las colonias europeas en América, desde finales del siglo
XVIII. También puede designar al sentimiento nacionalista y a la época del nacionalismo.
Según Ernest Gellner, «el nacionalismo es un principio político que sostiene que debe haber
congruencia entre la unidad nacional y la política» o dicho con otras palabras «el nacionalismo es
una teoría de legitimidad política que prescribe que los límites étnicos no deben contraponerse a
los políticos». Por su parte Liah Greenfeld define el término «nacionalismo» en un sentido general
como el «conjunto de ideas y de sentimientos que conforman el marco conceptual de la identidad
nacional», esta última considerada como la «identidad fundamental» en el mundo moderno frente a
otras identidades en cuanto que «se considera definidora de la esencia misma del individuo».
En el análisis del nacionalismo se han configurado dos paradigmas contrapuestos y excluyentes,
cada uno de los cuales implica una determinada concepción de la naturaleza y el origen de la
nación y una definición de la misma: el modernista o constructivista, que define la nación como una
comunidad humana que detenta la soberanía sobre un determinado territorio por lo que antes de la
aparición de los nacionalismos en la Edad Contemporánea no habrían existido las naciones —la
nación sería una «invención» de los nacionalismos—; y el perennialista o primordialista que define
la nación sin tener en cuenta la cuestión de la soberanía y que defiende, por tanto, que las
naciones existieron antes que los nacionalismos, hundiendo sus raíces en tiempos remotos —así
sería la nación la que crea el nacionalismo y no a la inversa—.
El nacionalismo está más orientado hacia el desarrollo y el mantenimiento de una identidad
nacional basada en características compartidas como la cultura, el idioma, la etnia, la religión, los
objetivos políticos o la creencia en un ancestro común. Por lo tanto, el nacionalismo busca
preservar la cultura nacional. A menudo también implica un sentimiento de orgullo por los logros de
la nación, y está estrechamente relacionado con el concepto de patriotismo. En algunos casos, el
nacionalismo se refirió a la creencia de que una nación debería poder controlar el gobierno y todos
los medios de producción.
Como ideología, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único referente
identitario, dentro de una comunidad política; y parte de dos principios básicos con respecto a la
relación entre la nación y el Estado:
El principio de la soberanía nacional: que mantendría que la nación es la única base legítima
para el Estado.
El principio de nacionalidad: que mantendría que cada nación debe formar su propio Estado, y
que las fronteras del Estado deberían coincidir con las de la nación.
El término nacionalismo se aplica tanto a las doctrinas políticas como a los movimientos
nacionalistas: las acciones colectivas de movimientos sociales y políticos tendientes a lograr las
reclamaciones nacionalistas.
En ocasiones también se llama nacionalismo al sentimiento de pertenencia a la nación propia, algo
en principio identificable con el patriotismo, pero distinto si va más allá del sentimiento e incorpora
contenido doctrinal o acción política en un sentido concreto.
La historiografía también usa el término nacionalismo para referirse la época del nacionalismo: el
periodo histórico de formación de las naciones y el surgimiento de la ideología y movimientos
nacionalistas, lo que ocurrió en torno al siglo XIX, coincidiendo con las revoluciones liberales o
revoluciones burguesas. En el siglo XX se produce una renovación del nacionalismo, en el periodo
de entreguerras vinculado al fascismo, y tras la Segunda Guerra Mundial vinculado al proceso de
descolonización y al tercermundismo, cuando surgen numerosos grupos denominados Movimiento
de Liberación Nacional.

Una vez definidos todos los conceptos sobre las corrientes políticas del “neoliberalismo”,
“socialismo” y “nacionalismo”. Hay que dejar en claro los siguientes puntos:

 El neoliberalismo es de tendencia socialista, acuñada por un ideólogo socialista


que veía que las corrientes políticas de izquierda y derecha eran radicales, intentó
buscar un “tercer camino”, así de esta manera crear un nuevo sistema que
mejorara al mundo.

 La historia ha demostrado que los sistemas económicos socialistas como el


“keynesianismo” con la idea del “progresismo” ha derrumbado países
completamente como por ejemplo Argentina. Sistemas propiamente “Neoliberales”.

 El significado “neoliberalismo” no está completamente definido, no tiene un solo


significado. Son un conjunto de ideas que mezclan ambas ideologías radicales del
“liberalismo clásico” y el “socialismo”.

 El socialismo en un enfoque teórico es viable, pero en la práctica es nefasto. El


marco económico propuesto por Carl Max sobre el trabajo=valor por tanto
+trabajo= +valor entonces explotación= +valor, es erróneo. Entonces el
socialismo es insostenible. La proposición de un estado fuerte y grande solo trae
pobreza y estatismo. Ya que la economía se produce mediante la inversión y si el
estado prohíbe la inversión, no hay economía. Ejemplos la URSS, Venezuela,
Cuba, Bolivia.

 El nacionalismo radical es otra forma de dictadura y las dictaduras la historia ha


demostrado que son obsoletas. Ejemplo el Nazismo.

 El nacionalismo disfraza a la dictadura como democracia, el sentimiento del


patriotismo es utilizado para obtener poder político y poder popular para de esta
manera impulsar ideologías tanto de izquierda como de derecha. El caso de Bolivia
en 1952 que el MNR era de tendencia centro-izquierda y en 1985 cambio
totalmente pasando a centro-derecha.

Teniendo claro y definidos los conceptos anteriores podremos entender cómo es que fue Bolivia
desde 1952 hasta el 2005. El partido político que predominó Bolivia fue el “movimiento
revolucionario nacionalista” (MNR).

Movimiento nacionalista revolucionario


.
Antecedentes
El MNR se gestó después de la Guerra del Chaco (1932-1935) entre Paraguay y Bolivia. Al finalizar
la guerra, con el consiguiente agotamiento militar y críticas a la clase gobernante, la oligarquía de
los barones del estaño y terrateniente, surge una serie de movimientos nacionalistas para acabar
con dicha situación. Además en dicho periodo se vivió una serie de gobiernos de corta duración
(1935-1952) de diversas iniciativas y muy contradictorios. Parte de los fundadores del MNR
provenía también del antiguo Partido Nacionalista. El MNR forjó una alianza entre la clase media y
sectores obreros y elabora un plan nacionalista que desencadenase en la toma del poder, ya sea
por medios democráticos o a través de una revolución burguesa, para acabar con el sistema
político y modo de producción imperante.
Etapa revolucionaria (1952-1985)

La primera, es la del período revolucionario, en los años 1950. Entre 1952 y 1964 realizó una serie
de reformas políticas (sufragio universal), sociales y económicas (reforma agraria
y estatalización de las minas de estaño). En esta etapa lideraron el MNR Víctor Paz
Estenssoro y Hernán Siles Zuazo.
Etapa reformista (1985-2003)
Posteriormente, en los gobiernos de los periodos 1985-1989; 1993-1997; y 2002-2003 promovió la
liberalización económica, principalmente a través de un famoso decreto supremo: el 21060, y un
proceso de privatización, más conocido como capitalización de las principales empresas estatales,
así como reformas económicas de tipo neoliberal.
Pasó a ser un partido reformista de centro derecha en los años '80, en el cuarto y último gobierno
de Víctor Paz Estenssoro, y finalmente en los años '90 y comienzos del siglo XXI en los gobiernos
de Gonzalo Sánchez de Lozada, dando un vuelco a su doctrina inicial estatista y revolucionaria de
los años '50.
Durante estos años el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial estaban impulsando
procesos "capitalizadores" o "privatizadores" en los países en vías de desarrollo a nivel mundial y
Bolivia no fue la excepción. El MNR siguió esta corriente en estos años. El resultado de este
proceso ha sido muy debatido, con muchos defensores y detractores. Según sus defensores, gran
parte de la modernización del estado boliviano durante estos años en telecomunicaciones,
hidrocarburos, transporte y en general la inserción de Bolivia en el mapa mundial se debe a este
proceso.
Reorganización (2003-presente)
Debido a los levantamientos populares en 2003, principalmente en las ciudades de La Paz y El
Alto, Sánchez de Lozada huye del país y renuncia al cargo de presidente. Entonces el MNR entró
en un proceso de renovación interna de toda la dirigencia a nivel nacional. En octubre del 2008 se
llevaron a cabo elecciones internas para Jefes de Comandos Departamentales y en el mes de
noviembre la elección de Jefes Sectoriales y Funcionales, de cara a reorganizar el partido para el
ciclo eleccionario que se inició en enero del 2009 con el Referéndum de Aprobación de la Nueva
Constitución Política del Estado (NCPE), impulsada por el gobierno de Morales y las elecciones
generales de diciembre del 2009.

Pero lo que más cabe resaltar de todo lo sucedido en Bolivia fue el cambio de posición política del
MNR, debido a la crisis económica más grande de Bolivia, la hiperinflación.

La hiperinflación
Para comprender lo que ocurría en Bolivia antes de las reformas es necesario que nos
remontemos bastante hacia atrás, pues de otro modo no puede percibirse el complejo panorama
de fuerzas que se presentaba al momento de la crisis. Lo haremos, claro está, sintetizando lo más
posible el desarrollo de los acontecimientos, pero tendremos que comenzar nuestro análisis en una
fecha algo lejana aunque muy bien conocida por los bolivianos: el 9 de abril de 1952.
Ese es el día en que se produce en Bolivia una revolución popular, encabezada por el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR) de Víctor Paz Estenssoro, que cambiaría por completo la faz
económica y política del país. La revolución "movimientista" puede ubicarse, sin mayor dificultad,
dentro de los lineamientos generales que definen el populismo latinoamericano, aunque se
caracterizó por una intensidad pocas veces vista en la región. Su contenido era francamente
antioligárquico, opuesto a la concentración del poder económico y político que un sector muy
reducido del país había logrado apoyándose sobre las Fuerzas Armadas, lo que le daba por lo
tanto un tinte también antimilitarista. Contaba con el concurso del sindicalismo organizado y de su
líder, Juan Lechín, quien se convertiría, andando los años, en un personaje casi legendario de la
política boliviana.
Las transformaciones más importantes que realizó la Revolución del 9 de Abril fueron: a) la
nacionalización de la gran minería del estaño –principal producto de exportación–cuyas minas
pasaron a integrar la COMIBOL, Corporación Minera de Bolivia; b) una reforma agraría que
repartío la tierra entre los campesinos, creando un amplio sector de pequeños propietarios que
sería fiel al MNR por varias décadas; c) la concesión del voto a los analfabetos, que hasta allí no
tenían derechos políticos plenos y, d) una profunda purga en las Fuerzas Armadas, que fueron
prácticamente reconstituidas en toda su extensión.
Paz Estenssoro, que gobernó de 1952 a 1956, implantó en el país el tipo de política económica
caracterizado por el proteccionismo, los subsidios, el intervencionismo y los gastos descontrolados
del estado que describimos en capítulos anteriores. El resultado fue un enorme desequilibrio fiscal
que, a su vez, produjo una inflación que llegó a ser la más alta de América Latina para ese
entonces y que obligó al segundo mandatario del MNR, Hernán Siles Zuazo, a aplicar ciertas
medidas severas de control fiscal. Siles gobernó hasta 1960, cuando lo sucedió otra vez Paz
Estenssoro, pero la continuidad del régimen de la revolución se quebró cuatro años más tarde: El
Gral. René Barrientos, quien era entonces vicepresidente, retornó a la práctica de los golpes de
estado tan habitual en la anterior política boliviana y asumió directamente el poder con el apoyo de
las fuerzas armadas.
De allí en adelante, y especialmente después de su muerte en el cargo, se abrió un período de
inestabilidad donde se sucedieron rápidamente conspiraciones, golpes y toda clase de regímenes
políticos, incluyendo el del General Juan José Torres, que tenía una clara orientación socialista y
llegó a gobernar durante diez meses, entre 1970 y 1971, cuando también estaban en el poder
Allende en Chile y Velasco Alvarado en el Perú. A Torres lo derrocó el Cnel. Hugo Bánzer Suárez,
quien implantó un régimen dictatorial, redujo en algo el papel del estado en la economía y logró
resultados bastante positivos en cuanto a crecimiento e inflación. En efecto, Bolivia creció a tasas
superiores al 5% anual durante ese período y logró mantener la escalada de precios dentro de
límites bastante aceptables
Pero a la dictadura de Banzer, a pesar de algunos aciertos en política económica, le faltaba la base
de sustentación que logró mantener a Pinochet en el poder. No había ni una justificación política
sólida ni un audaz programa fundacional de reformas que pudiera hacer aceptable ante la opinión
pública la permanencia de su régimen. "Después de catorce años de gobiernos ‘extra-
constitucionales’ el clamor popular por la democracia se hizo indetenible, y un movimiento de
resistencia civil apoyado por la Iglesia Católica forzó eventualmente a Banzer a convocar a
elecciones. (Debería mencionarse que las presiones internacionales también contribuyeron a la
‘democratización’)." Una oleada de huelgas de hambre que se extendió por todo el país pesó
decisivamente para que se llegara a este resultado.
Lo que siguió fue otro de esos típicos períodos de inestabilidad que tanto han contribuido a crear la
imagen que tuvo Bolivia como el país de los golpes de estado. Las elecciones de julio de 1978
fueron cuestionadas y el propio candidato supuestamente triunfante dio un golpe incruento. A éste
le siguió otro golpe en noviembre, nuevas elecciones al año siguiente, un presidente interino
elegido por el congreso, otro golpe de estado, otro presidente designado por el congreso, nuevas
elecciones y dos golpes de estado más, hasta que finalmente el Gral. Vildoso, a la sazón en el
poder, convocó nuevamente al Congreso de la República para que, según la ley boliviana,
designase al Presidente de la República, ya que ningún candidato había logrado mayoría absoluta
en las elecciones de 1980. El congreso eligió a quien había obtenido la mayor votación en esa
ocasión: se trataba nuevamente de Hernán Siles Zuazo quien, habiendo abandonado el MNR
hacía ya largo tiempo, encabezaba entonces la Unidad Democrática Popular, una coalición de
izquierda. En total se habían sucedido siete presidentes militares y tres civiles en apenas cuatro
años.
Cuando Siles asumió la presidencia en octubre de 1982 la situación política estaba muy lejos de
haberse consolidado y la economía, por su parte, manifestaba ya signos preocupantes de
deterioro. Las presiones de la izquierda y el sindicalismo, fortalecidos tras los últimos años de
lucha, se sumaban a la presencia de una institución militar acostumbrada a intervenir
desembozadamente en la vida política del país, todo lo cual conformaba un cuadro de debilidad
institucional a la que no poco contribuía la carencia casi absoluta de una verdadera tradición
democrática.
La economía, por otra parte, conducida por gobiernos débiles y transitorios que poco hacían para
mejorarla, presentaba ya los signos característicos de la crisis final del modelo de crecimiento
hacia adentro. "Durante el período [de] 1976 a 1981, el déficit del sector fiscal no financiero
promediaba alrededor del 9,5% del PIB", lo cual inducía ya una elevada inflación y un progresivo
endeudamiento. La situación financiera del país era grave: los ingresos fiscales disminuían en
términos reales y del mismo modo descendía la capacidad de pago frente a los acreedores
externos. Hacia mediados de 1981 se había llegado prácticamente a una cesación de pagos con el
extranjero y el gobierno militar había apelado a un control de cambios para evitar el descenso de
las reservas. La economía, en conjunto, se precipitaba hacia una severa crisis.
En estas delicadas condiciones llegó Hernán Siles Zuazo nuevamente a la presidencia de Bolivia.
Bajo la amenaza latente del retorno de los militares a sus prácticas golpitas, y ante un sindicalismo
poderoso que reclamaba un rápido restablecimiento de su nivel de vida y estaba dispuesto a todo
por conseguirlo, Siles escogió la consolidación de la democracia como su meta principal. Ello
parecía comprensible pues la situación, como se ha observado, se caracterizaba por "un sistema
político con alto grado de inestabilidad, un estado débil y reducidos márgenes de gobernabilidad", y
una población a la expectativa que depositaba muchas esperanzas en el nuevo gobierno civil.
Siles, lamentablemente, defraudó en buena medida tales expectativas: si bien logró que la
democracia se consolidara, su política económica resultó en definitiva desastrosa, ahondando la
crisis del país hasta un punto realmente inconcebible. La gran paradoja de su actuación como
gobernante es que, habiendo sido capaz de controlar la inflación provocada por Paz Estenssoro en
su primer gobierno, allá por los años cincuenta, Siles ahora acudió a una receta totalmente
inconveniente para enfrentar la crisis, llevando así a Bolivia a una hiperinflación que sólo puede
compararse con la que, en tiempos de guerra o de inmediata postguerra, tuvieron Alemania,
Austria, Hungría o Polonia.
En dos aspectos fundamentales pueden resumirse las equivocaciones del nuevo gobierno: en su
manejo de las cuentas fiscales y en la política cambiaria que adoptó como parte del paquete de
medidas económicas establecido en noviembre de 1982. Ambas líneas de acción resultaron a la
postre decisivas para que toda la situación económica del país escapase de sus manos.
El gasto fiscal aumentó bruscamente desde los mismos inicios de la nueva administración,
mientras los ingresos, paralelamente, acusaban un fuerte deterioro. Si descontamos los efectos de
la inflación, ya bastante elevada para el momento, y medimos las magnitudes en términos reales,
en pesos de 1975 por ejemplo, encontramos que el gobierno elevó los gastos de 1.442 a 9.056
millones de pesos bolivianos entre el tercer y el cuarto trimestre de 1982, en tanto que sus
ingresos, durante el mismo periodo, aumentaban apenas de 582 a 743 millones. Semejante
desequilibrio, que se mantuvo en los siguientes años de su gobierno, resultaba totalmente
inmanejable y sometía a la economía en su conjunto a una tensión que ésta era incapaz de
soportar.
Los motivos de este acelerado aumento del gasto público deben buscarse, como es obvio, en la
esfera de lo político. La administración, queriendo respetar los compromisos con los partidos de
izquierda y los sindicatos, impuso aumentos generales de sueldos por decreto, implantó la
indexación salarial, congeló precios, aumentó el número de empleados del estado –que llegaron a
constituir el 26% del total de la fuerza de trabajo–y amplió los gastos de personal de las principales
empresas públicas, especialmente YPFB y la COMIBOL. Esta última llegó a tener, al año siguiente,
un déficit global equivalente al 1,6% del PIB de todo el país, algo bien grave si tomamos en cuenta
que, supuestamente, la COMIBOL era la principal fuente de ingresos de Bolivia. Uno de los puntos
que incluía el paquete de medidas de noviembre agravó considerablemente estos problemas: era
el que disponía la cogestión, con participación obrera, en los directorios de las dos empresas arriba
mencionadas.
El primer plan de "ajuste" del gobierno de Siles, además, estableció un rígido control de cambios
que abarcaba todos los tipos de transacciones en moneda extranjera, una paridad fija para la
moneda, aumentos en los precios de los derivados del petróleo –que vendía YPFB, la industria
estatizada del sector–, nuevos precios máximos para todos los bienes regulados y un aumento
general del 30% en el salario mínimo, con incrementos menores para las restantes categorías de
asalariados. Según el decreto todo el comercio exterior quedaba canalizado a través del Banco
Central. Una de las medidas más negativas fue la que pretendía "desdolarizar" la economía,
convirtiendo a pesos bolivianos todos los contratos previamente existentes en dólares, u otras
monedas, que se hubiesen pactado entre particulares o con el sector público.
Con este conjunto de acciones el gobierno buscaba tanto restablecer el nivel de vida de la
población, ya erosionado por la inflación, como aumentar el caudal de divisas disponible, que había
descendido mucho y resultaba insuficiente para cumplir los compromisos existentes con el exterior.
El resultado, en cambio, fue la aparición de un mercado paralelo de divisas, el aumento del déficit
fiscal –que llegó al 14,2% del PIB en 1982– y, en definitiva, la emergencia de una incontrolable
inflación.
Como la venta de divisas del Banco Central era prácticamente nula, y muy escasos los bienes que
autorizaba importar, se generaron desabastecimientos puntuales que afectaron en importante
medida al aparato productivo nacional. La escasez de divisas, por otra parte, hizo que la cotización
del dólar en el mercado paralelo fuese aumentando sin pausa, pues las personas ya no podían
recurrir a contratos privados en dólares y tampoco se avenían a depositar sus recursos en el
sistema bancario nacional, que pagaba tasas muy por debajo de la inflación. En síntesis, la presión
por adquirir billetes norteamericanos se fue extendiendo a sectores cada vez más amplios de la
población, al punto que gradualmente todos deseaban poseer dólares para protegerse de la
inflación y la demanda de la divisa aumentaba sin control. La progresión del precio del dólar,
durante esta época, es fiel reflejo de lo que venimos exponiendo: éste se cotizaba, en el mercado
libre, a 256 pesos bolivianos en septiembre de 1982, antes de la asunción del nuevo gobierno,
pero a fines de ese año había llegado ya a la cifra de 283 pesos; nueve meses después alcanzaba
un valor de 761 pesos, muy superior al de la cotización oficial, que todavía se mantenía en 200
pesos.
La respuesta del gobierno a esta escalada fue más bien defensiva: se actuó siempre con retraso,
implementando uno tras otro varios "planes económicos" que sólo consistían en elevar los precios
de algunos artículos, devaluar la moneda y, casi siempre, fijar nuevas restricciones que sólo
agravaban la situación. Las devaluaciones sólo servían para ajustar con retardo unos precios que
ya, en el mercado abierto, habían alcanzado valores muchas veces mayores, por lo que no servían
siquiera para paliar la crisis. La brecha que mantenía el dólar oficial, por otra parte, contribuía a
agravar una situación donde el gobierno no poseía ya divisas, por lo que no podía cumplir
entonces ni con sus compromisos internacionales ni con el abastecimiento del mercado local.
Tuvo que declararse, por ello, una moratoria sobre los pagos de la deuda externa ya en 1982, al no
poder cumplirse con la reprogramación que se había acordado el año anterior. A ésta siguieron
otras moratorias parciales mientras se proclamaba, en 1984, que el país no pagaría al exterior más
que una cifra equivalente al 25% de sus ingresos por exportaciones. Si bien esta medida nunca
llegó a ejecutarse cabalmente –incluso porque era tanto el desorden causado por las continuas
devaluaciones que resultaba imposible calcular exactamente esas magnitudes– la banca
internacional y los organismos multilaterales suspendieron por completo el otorgamiento de nuevos
préstamos a Bolivia.
La política gradualista, de hacer pequeños ajustes en los precios pero sin atacar el déficit fiscal ni
satisfacer las demandas del exterior, llevó al gobierno a una paulatina pérdida de control sobre la
situación económica y política del país. El dólar seguía subiendo, y con éste la inflación, lo que
provocaba un malestar social que se extendía de un modo generalizado y preocupante. Los
precios aumentaban a una velocidad vertiginosa, como puede apreciarse en las cifras que
transcribimos en el cuadro 7-2.
La Central Obrera Boliviana (COB), controlada por la izquierdista federación minera que dirigía
Juan Lechín, pasó del apoyo al gobierno a oponerse frontalmente a la gestión de Siles, mientras
algo semejante iba ocurriendo con los partidos políticos que constituían su base política de
sustentación. Los paros, huelgas, manifestaciones y tomas se producían cada vez con mayor
frecuencia e intensidad. El país llegó a estar completamente paralizado en abril y en noviembre de
1984, y nuevamente en abril de 1985, por paros generales lanzados por la COB
Pero el descontento, por cierto, no era exclusivo de los trabajadores ni de los campesinos.
Movimientos de base regional adquirían cada vez más agresividad en sus reclamos y protestas,
tratando de lograr una mayor autonomía frente al poder central. Todo el país reclamaba soluciones
mientras la economía se hundía: el PIB, entre 1980 y 1986 –años que de algún modo enmarcan la
crisis– experimentó un descenso del 10%, en tanto que la disminución del PIB per cápita fue,
naturalmente, mucho mayor, alcanzando al 22%. El sector informal crecía velozmente, llegando a
superar el 50% de la ocupación total, y el descenso en los ingresos y la inseguridad en que se vivía
modificó los valores mismos de la población. No tenían ya ningún sentido ni el ahorro ni los
proyectos a mediano plazo. Se vivía con sobresaltos, sin saber si el sueldo podía alcanzar, sin
tener idea de cuánto podían valer las cosas mañana. Una fracción significativa de la población
abandonó entonces por completo la legalidad y se pasó a "la informalidad delictiva", en buena
parte vinculada al tráfico de drogas.
El 7 de junio de 1985 se realizaron los comicios mencionados, arrojando el siguiente resultado: en
primer lugar se situó Hugo Bánzer, el dictador de otros tiempos, que con su partido Acción
Democrática Nacionalista, ADN, obtuvo el 28,57% de los votos; en segundo lugar se colocó, muy
cerca, Paz Estenssoro, con un 26,42% y, en un tercer puesto muy distante, con 8,86%, el líder del
MIR Jaime Paz Zamora, quien apoyara inicialmente la gestión de Siles pero que luego se había
distanciado del gobierno y también de las posiciones de izquierda radical para adoptar una postura
más cercana a la socialdemocracia. Como ninguno de los candidatos había logrado mayoría
absoluta le cupo al Congreso Boliviano escoger al presidente entre los tres candidatos más
votados. El MNR logró los sufragios del MIR y Paz Estenssoro fue proclamado presidente,
asumiendo el 6 de agosto de ese año.
Demás está decir que Paz Estenssoro afrontaba una situación difícil, que bordeaba el caos, y que
todo el país esperaba ansiosamente las medidas que habría de tomar. No sólo la hiperinflación
afectaba de un modo terrible la vida cotidiana de la gente sino que además el país no tenía casi
reservas internacionales, todos los créditos del extranjero estaban congelados, "el sistema
tributario estaba totalmente erosionado, pues las recaudaciones tributarias apenas alcanzaban
alrededor del 1,65% del PIB" y las empresas públicas estaban totalmente fuera de control. El PIB
había descendido de un modo notable, lo mismo que los ingresos reales de los trabajadores, y
"ningún organismo bilateral o multilateral quería hablar seriamente con el gobierno de Bolivia": sus
planes de estabilización eran incluso descartados en reuniones con el FMI y otros organismos
internacionales. "El país se enfrentaba a la difícil tarea de salir adelante con sus propios
esfuerzos".
El veterano líder aceptó el desafío y, apenas tres semanas después, el 29 de agosto de 1985,
promulgó el Decreto Supremo No. 21.060 que contenía radicales disposiciones para modificar
todas las áreas importantes de la economía. La iniciativa, conocida como la Nueva Política
Económica (NPE), cambió por completo el curso que venía siguiendo Bolivia.
El decreto fue preparado en tan breve lapso gracias a la voluntad política que manifestó el
presidente y a la labor que, de inmediato, emprendió el coordinador de su programa económico,
Gonzalo Sánchez de Lozada. Se creó un equipo de trabajo integrado por destacadas figuras –de
dentro y de fuera del MNR– que se abocó a trabajar coordinadamente, estudiando y proponiendo
soluciones para cada área de la politica económica. Las opiniones, por cierto, no eran por completo
coincidentes: diversas posiciones teóricas y prácticas se enfrentaban a veces con pasión, como lo
relata uno de sus protagonistas, [V. Id., pp. 95 a 101.] debatiendo incansablemente muchas de las
delicadas y complejas medidas que debían tomarse. El punto crucial llegó cuando el equipo tuvo
que decidir si se adoptaría una estrategia gradualista, como la que había seguido el anterior
gobierno, o una de shock. "Las discusiones fueron largas (relata Cariaga) hasta que en un
momento determinado primó el criterio político de uno de los integrantes del grupo: el doctor
Bedregal" quien "convenció a los miembros que favorecían las medidas gradualistas, que el
tratamiento shock era la única salida real, creíble y definitiva para eliminar las expectativas de la
hiperinflación. A partir de ese momento las cosas avanzaron casi milagrosamente".
Adoptada esta decisión fundamental fue tomando forma el decreto que, pocos días después, y sin
que se filtraran a la prensa su contenido, impactaría de un modo tan fundamental sobre la crisis.
En todo este proceso, y en los díficiles meses que siguieron, la "voluntad férrea y la capacidad
política que demostró [Paz Estenssoro] para llevarlo adelante hasta sus últimas consecuencias, fue
lo que convirtió este proyecto en un programa exitoso y fundamental para el país. Sin su imagen
histórica, sus dotes de estadista, su profundo conocimiento de la realidad y, sobre todo, sin su gran
astucia política, el conjunto de medidas que formaron parte de su programa económico jamás se
habría podido implantar de una manera creíble".
Las medidas contendidas en el Decreto Supremo 21.060 pueden resumirse como sigue:

 Se estableció un régimen de cambio único y flexible, implementado por el Banco Central


de Bolivia a través de un sistema de subastas, haciendo que la paridad con la divisa
norteamericana quedara fijada por el mercado, aunque "administrada" por el BCB dentro
de lo que se denomina una flotación "sucia".

 Se autorizó a todo el sistema bancario a operar con moneda extranjera, permitiéndose la


apertura de cuentas en cualquier divisa.

 Se liberaron los intereses.

 Se abolieron las restricciones al comercio exterior, eliminándose prohibiciones y cuotas, y


se fijó un arancel único del 20% para todas las importaciones, aunque esta medida luego
fue modificada parcialmente.
 Se eliminó la inamovilidad laboral y se dispuso la liberación de los salarios del sector
privado –que de allí en adelante no estarían sujetos a fijación gubernamental–
decretándose el fín de la indexación que existía y del salario mínimo (aunque éste luego
fue restablecido, pero a un nivel muy bajo).

 En el sector público se congelaron los salarios hasta diciembre de 1985, se unificaron gran
cantidad de bonos compensatorios que existían y se congelaron los cargos.

 Se mantuvo la liberación general de precios ya establecida, meses atrás, por el gobierno


de Siles Zuazo.

 Se elevaron los precios de los derivados del petróleo, llevándolos al nivel internacional, así
como los de otros bienes y servicios provistos por las empresas públicas. El precio de la
gasolina pasó de 4 a 30 centavos de dolar por litro.

 Se adoptaron diversas disposiciones para controlar efectivamente los flujos financieros, los
salarios y las contrataciones de personal de las empresas públicas.

 Se disolvió la Corporación Boliviana de Fomento y la Empresa Nacional de Transporte


Automotor, pasándose sus bienes a departamentos y municipios, y se abolieron todos los
monopolios excepto los que favorecían al estado en el campo de los hidrocarburos,
telecomunicaciones y algunos otros sectores más. Se eliminaron los subsidios que recibía
la COMIBOL.

 A diferencia de lo ocurrido con los "paquetes" anteriores de ajuste, el Decreto 21.060 no


promulgó ningún aumento general de salarios por decreto.

La reacción inicial a las medidas fue a la vez de asombro, alivio y rechazo. Casi todos se
asombraron por la profundidad y rigor de las acciones del gobierno, pero una buena parte de la
población sintió también satisfacción, pues se admitía que sólo de un modo drástico y con políticas
coherentes y simultáneas se podía salir de la angustiosa situación existente. El apoyo, por lo tanto,
no tardó en llegar. Aceptaron el decreto las personas que confiaron en que se mantendrían sus
políticas, los que fueron trayendo poco a poco sus capitales del exterior o, simplemente,
reintegrándolos al sistema bancario, y una fuerza política fundamental: la ADN de Hugo Bánzer
que propició, muy poco tiempo después, la firma de un "Pacto por la Democracia" para hacer
políticamente viables las medidas que se habían tomado.
Pero así como llegaron apoyos no previstos hubo también reacciones virulentamente opuestas.
Las reducción en el empleo público fue drástica y se eliminaron rápidamente más de 40.000 cargos
del sector público, afectándose especialmente la COMIBOL, donde se produjeron más de 20.000
despidos. La COB manifestó su desagrado por las medidas y fue elevando el tono de su crítica
hasta que, en noviembre de 1985, declaró un paro general por tiempo indeterminado. El paro llevó
al gobierno a decretar el estado de sitio y a reprimir las manifestaciones que se produjeron, pero en
ningún caso la protesta contó con el apoyo de la mayoría de la población. Esta, antes que salir a
reivindicar el viejo sistema que de modo tan brutal había naufragado, prefirió en cambio aceptar la
Nueva Política Económica y confiar en el rumbo trazado.
Contribuyó a esto último la eficacia que, desde un primer momento, mostraron las medidas. Al
eliminar la dualidad del tipo de cambio y dejar que éste flotara libremente, en un entorno en que se
tomaban drásticas acciones para reducir el déficit fiscal y se controlaba la emisión monetaria, el
gobierno logró que la inflación, semana a semana, disminuyera de modo perceptible. Lo hizo con
rapidez: de una tasa semanal del 36,8% se bajó inmediatamente al 4,6% y al 0,8% en las dos
sucesivas semanas.
Los resultados de las medidas, en general, fueron no sólo positivos sino hasta cierto punto
espectaculares. Las cifras del cuadro 7-3 muestran en parte esta evolución, aunque no de un modo
tan claro como podría esperarse por la aparición de un factor que vino a complicar grandemente el
éxito del programa: en 1986 se produjeron descensos pronunciados en el precio de los
hidrocarburos en el mercado mundial y el valor del estaño, hasta allí el principal producto de
exportación de Bolivia, continuó muy por debajo del de años anteriores. Si en 1984 las ventas de
estaño habían representado un total de 554 millones de dólares, en 1986, en pleno desarrollo de
las reformas, este valor se situó apenas en 252 millones, descendiendo aún a 220 millones en el
año siguiente. Esta circunstancia, y los efectos graduales de la liberación de la economía, han
hecho que la composición de las exportaciones bolivianas cambie significativamente,
desplazándose –como en Chile– hacia productos no tradicionales, que ya en 1990 representaban
el 32% de las exportaciones totales contra apenas un 5% en 1985.
Integrantes: Jhon Paniagua
Tamara Chao
Ariel Flores
Leonardo Suarez
Yahir Pocubé
Jhoset Sevilla
Yenny Alcon
Cristian Rueda
Joel Mamani
Yobani Abrego

Curso: 6to “B”


Temática: Política
Colegio: Nacional Florida
Fecha: 14/05/2019

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