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Guillermo Urquiza

La Credulidad de los Incrédulos

Alguna vez alguien dijo. “Dios ha muerto”; de esta afirmación no hay que ser un
metafísico para concluir que la fe, virtud para los cristianos, es un sin sentido.

El mundo en que vivimos parece haber hecho esta conclusión lógica y no quiere dejar a
nadie ignorante de ella. Así pregunta una y otra vez al creyente: ¿Por qué creer en algo
que no existe?; ¿Por qué auto limitarse con normas absurdas? Las cuales cuartan la
libertad en vistas a una construcción ficticia, que algún pesimista, al verse enfrascado en
su condición de tal, y no sabiendo disfrutar de los deleites de este mundo, creyó
encontrar el remedio a su condición, en inventar algo mas allá de la nefasta realidad que
a todo hombre alcanza tarde o temprano.

Así este grupo, enarbola la bandera de aquellos que viven sin fe, que viven de lo
palpable, de la realidad tal como se les presente, siendo, como les gusta ser llamados
“realistas”.

Ellos en su incredulidad se sienten llamados a una misión, el de limpiar todos aquellos


ojos empañados de quienes por su fanatismo, mala educación o tendencia a la
credulidad cayeron en la fe de un Dios que no existe. Así no dudan en usar cualquier
medio para ello, pues están en la noble campaña de retornar a la razón al hombre
extraviado.

Justo aquí se comienza a vislumbrar algo llamativo, y es que dichas personas parecen
tener “fe” en su misión de destruir la fe. Y así aunque esta frase parezca para el lector
algo contradictoria, nos da una pista para comenzar a vislumbrar el error.

Chesterton decía que el hombre naturalmente cree, ya sea en lo que tiene que creer o en
cualquier cosa, y cuando decimos en cualquier cosa nos referimos hasta las más
absurdas.

De este modo encontramos los férreos defensores de la ciencia como ley suprema, que
todo lo mide, todo lo cuantifica, la cual puede dar explicación a todo, y así en su
omnisciencia cae en cosas tan absurdas como que el hombre desciende de mono. O
todos aquellos que se tragan la idea de que el hombre esta en esta vida para disfrutar de
los placeres y comodidades de este mundo, y enceguecidos por este pensamiento se
dejan llevar de las narices a las más antinaturales calamidades. O también aquellos que
ponen toda su esperanza en el dios Mammon, quien todo lo puede resolver, así sus vidas
se convierte en un continuo buscar la riqueza, para que nunca les falte nada y sin
embargo les falta todo. Así se podría hacer una interminable lista del “Credo” de los que
no creen, pero no es necesario para ilustrar el punto.

Este grupo, por no decir, esta mayoría en su posición no logra ver, que su incredulidad
les lleva a una tonta credulidad, que no satisface y que en vez de dar paz, da
desesperación.

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Guillermo Urquiza

Finalmente para aquellos que tenemos fe, nos compete, buscar acrecentarla y cuidarla,
no vaya a ser que por no tener fe en Dios y no cumplir sus mandatos, terminemos
creyendo en la democracia, y tengamos que seguir los mandamientos de su
representante más cercana.

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