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Lectura Fundamental
Democracia y participación
Contenido
1 ¿Qué es la democracia?
Palabras clave:
Democracia, modernización, gobierno, pueblo, igualdad, libertad de expresión, libertad de
pensamiento, pluralismo.
1. ¿Qué es la democracia?
La democracia es una palabra familiar para la mayoría de nosotros, pero es aún un concepto
mal entendido y bajo el cual se justifican violaciones a los derechos de todo tipo. A lo largo
de la historia hemos visto cómo diversos dictadores, tanto de izquierda como de derecha,
argumentan sus actos señalando que están defendiendo la democracia, así como muchas
veces los derechos de las minorías se violentan en aras de la defensa de supuestos derechos
democráticos de la mayoría.
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sociales y políticos modernos. Sostendremos en este aparte que la idea actual de democracia
es fruto de la modernización de las sociedades, pero sobre todo que la democracia implica
mucho más que la imposición de las mayorías en la toma de decisiones públicas.
Así, en la antigua Grecia se le dio cabida a la participación de los ciudadanos sobre todo en
dos instancias: la Asamblea y el denominado Consejo de los Quinientos. La primera de estas,
la Asamblea, era una instancia de mucho mayor poder que el Consejo de los Quinientos,
se caracterizaba porque establecía los lineamientos de la política, el debate acerca de las
leyes, así como deliberar acerca de los problemas más relevantes, mientras que el Consejo
de los Quinientos tenía un rol mucho más ejecutivo, cotidiano, en el sentido que abordaba
los problemas diarios que requerían una decisión inmediata. Tanto en la Asamblea como del
Consejo de los Quinientos podían participar los hombres adultos siempre y cuando fueran
libres y hubieran nacido en la Polis. Igualmente, no solo se garantizaba la participación, sino
a la vez la elección de cualquiera de los ciudadanos a cargos propios de la administración
de justicia, como lo es el caso de jueces y magistrados. Luego, la democracia, en un sentido
clásico, involucraba a través de diversas instancias a los ciudadanos en torno a lo público, a
lo común, a lo político; sin embargo, a pesar de que en esta versión griega de la democracia
aparece lo que se ha denominado como isegoría (igualdad de palabra), en el sentido de que los
hombres públicamente participan de los debates comunes, deliberando acerca de lo que les
incumbe, no existe la igualdad en un sentido moderno de la palabra. Digámoslo así, la igualdad
que defienden nuestras actuales democracias se denomina isonomía (igualdad ante la ley), una
igualdad universal que se le reconoce a todos los individuos sin importar las condiciones de
raza, sexo, credo o religión y eso es precisamente lo que está ausente en la democracia griega.
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En el mundo griego su democracia convive con la esclavitud, con la discriminación a las mujeres
que no son consideradas como iguales, así como no existe un discurso formal acerca de los
derechos, con lo que se ratifica lo que dijimos antes, la democracia clásica no es como nuestras
democracias modernas. Así mismo, la idea de una deliberación de todos los ciudadanos como
se realizaba en la Asamblea griega, resulta impensable hoy en día dada la magnitud de nuestras
actuales ciudades, lo que nos impide encontrarnos todos a deliberar.
La democracia ateniense, si bien floreció durante largos años en la Grecia clásica, fue eclipsada
por el mundo medieval donde valores políticos, propiamente democráticos como los de
participación y deliberación, estuvieron plenamente ausentes. El mundo occidental vivió casi
hasta el siglo XV d.C. bajo regímenes feudales en los que el poder estuvo bajo el dominio de
pocos, sobre todo de aquellos que ostentaban la fuerza de la violencia o de la riqueza. Si bien
no se puede caracterizar a todos los monarcas que ha conocido occidente como tiranos o
déspotas, en las monarquías que gobernaron durante siglos, estuvo por completo ausente el
valor de la participación de los ciudadanos; de hecho, los sujetos dejaron de ser ciudadanos y a
lo sumo fueron catalogados como súbditos.
Sin miedo alguno, se puede afirmar que el mundo ha vivido más sin democracia que con la
democracia misma. Si en gran parte del mundo antiguo no hubo democracia y en todo el
mundo medieval que va hasta el siglo XV no existió democracia alguna, podemos afirmar
que la democracia es un invento social de la historia reciente. Efectivamente, nuestra actual
democracia es fruto de la modernización de las sociedades, un proceso que paulatinamente
y a través de distintas dinámicas se desarrolló en occidente a partir del siglo XV y XVI,
específicamente a través de lo que denominamos revoluciones burguesas o liberales, que
tuvieron lugar en el siglo XVIII.
Muchas veces, cuando hablamos de revoluciones sociales y políticas solemos imaginar las
revoluciones socialistas o comunistas. Tenemos dentro de nuestro imaginario la idea de que
la revolución es por definición un proceso político que impulsan las fuerzas de izquierda y que
apuntan a crear estados socialistas o en el peor de los casos, comunistas. Sin embargo, no hay
que olvidar que el concepto de “revolución” implica una transformación radical, un cambio de
180 grados que trastoca todo el establecimiento social, creando una nueva sociedad. Así las
cosas, han existido a lo largo de la historia de la humanidad múltiples “revoluciones” y todas
ellas se han caracterizado porque han cambiado el mundo de diferentes formas. Luego, desde
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esa lógica podemos hablar de una revolución democrática en el mundo, podemos hablar de la
democracia como un proceso que podemos denominar como una verdadera revolución en tanto
transformó por completo a la sociedad.
Karl Marx, importante teórico comunista, señaló en una de sus más reconocidas obras
“El manifiesto del partido comunista”, que en el mundo no ha existido una revolución más
importante que la revolución desarrollada por los burgueses: “La burguesía ha desempeñado
en la historia un papel altamente revolucionario” (Marx y Engels, 1872). Efectivamente, los
burgueses desde finales del siglo XVIII en Europa iniciaron una serie de procesos políticos
y sociales que apuntaron a derrocar los antiguos regímenes monárquicos que ostentaban
el poder feudalmente. Un ejemplo de estos procesos revolucionarios fue el de la Revolución
Francesa de 1789. La importancia de estas revoluciones burguesas, que tienden también
a denominarse revoluciones liberales, fue que a través de ellas se abrió el camino a la
reivindicación de los derechos individuales y se abrió el camino a la democracia una vez se
derrocan los poderes políticos tiránicos.
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pública, el debate acerca de los temas comunes. Todo esto conllevará a que aparezca lo que
Kant denominará como la “ilustración”, o la capacidad de determinarse a sí mismo a partir de la
autonomía.
Estamos haciendo énfasis en dos ideas que considero muy relevantes; la primera, que la
democracia moderna aparece una vez se dan las condiciones sociales, económicas y políticas,
para que cada individuo reclame autónomamente la participación en las decisiones que le
conciernen. Ya no les bastará a los sujetos dejarse en manos de los poderes políticos que
históricamente los han gobernado, sino que exigen hacerse partícipes de su destino, de su
sociedad, de su vida en general. Y la segunda idea, en conexión íntima con la primera, es que
la democracia implica necesariamente un aumento radical de la autonomía en los individuos.
Resulta impensable que como seres humanos reclamemos una mayor participación en las
decisiones sociales y políticas, una mayor democracia, si no nos atrevemos a pensar por
nosotros mismos, a ser autónomos. No en vano, muchos de estos procesos de derrocamiento
de las antiguas tiranías, y finalmente la crisis de los antiguos regímenes monárquicos, coincidió
con la expansión de la “Ilustración” como fenómeno social que defendía la idea de que el
hombre es libre y desde la libertad de su razón puede construir su destino. La difusión de
las ideas, la expansión de las letras, el aumento de la educación, en síntesis “la ilustración”,
favoreció el ascenso de la “República” o gobierno del pueblo, en detrimento de las distintas
monarquías.
Hemos desarrollado algunas ideas en aras de esbozar los orígenes históricos de la democracia,
esto con el objetivo de poder afirmar con certeza que la democracia no es simplemente una
ideología, sino que en realidad para que se instaure una auténtica democracia se requiere
un conjunto de transformaciones sociales, económicas y políticas. Así las cosas, podemos
aventurar la hipótesis de que resulta complicado que la democracia, entendida como la
posibilidad de que los ciudadanos se involucren en los procesos de toma de decisión sobre los
asuntos que les conciernen, resulta impensable en contextos en los cuales no se han dado las
condiciones sociales y económicas que posibiliten la autonomía de los sujetos. En contextos
de absoluta desigualdad económica o donde no se posibilita la educación y formación de los
sujetos, pues resulta complicado que estos reclamen democráticamente su participación en
los asuntos públicos. Ya lo decía Rousseau, si las desigualdades económicas son tan grandes,
siempre habrá alguien con suficiente dinero para comprar el voto de otro y alguien dispuesto a
venderlo.
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Como lo anunciamos desde el principio, no solo nos interesa realizar una descripción de los
orígenes históricos de la democracia o sus condiciones sociales y económicas, sino también
caracterizar de qué se trata el concepto de democracia misma. En ese sentido, una de las
definiciones más clásicas de democracia fue la que desarrollo Abraham Lincoln, expresidente
de los Estados Unidos, cuando afirmó que “la democracia es el gobierno del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo”, pero ¿qué entraña esta definición?
La democracia como “gobierno del pueblo” señala un cambio radical en la legitimidad del
poder político. Si antiguamente el poder de los gobernantes provenía de una herencia familiar,
lo cual indica que solo gobernaba quien había heredado esa potestad familiarmente, como
sucedía en las monarquías o solo se accedía al poder si se pertenecía a una casta religiosa
o sacerdotal, como sucedió en diversas culturas; la formulación “gobierno del pueblo” afirma
con contundencia que solo es legítimo el poder político que proviene del pueblo mismo. Así las
cosas, democráticamente se va a legitimar un gobierno solamente si el pueblo le ha otorgado
el poder, como sucede actualmente en las elecciones. Por eso, es evidente que va en contra de
la democracia que se interrumpa el ejercicio de gobierno a través de un golpe de Estado o se
busque derrocar a través de la fuerza a un gobernante. Si el poder solo proviene del pueblo, pues
el pueblo es soberano, solo el pueblo puede, a través de su expresión democrática, dar fin a un
periodo de gobierno.
Por supuesto, la definición “gobierno del pueblo” también debe ser explicada incluyendo el
concepto de “igualdad ante la ley”. En las sociedades no democráticas, es usual que haya
desigualdades heredadas que se mantienen de generación en generación. No me refiero a
desigualdades en cuanto a lo material, sino desigualdades referentes a la dignidad de las
personas y a su buen nombre. Así, hay sociedades no democráticas en donde se presume que
hay seres humanos de primera categoría, de segunda, de tercera, etc. No hay igualdad entre los
individuos. El ascenso de las revoluciones liberales y en síntesis de la democracia, significó la
aparición de un discurso que promulgaba la igualdad en dignidad de todos los seres humanos.
De hecho, inmediatamente después de los acontecimientos que dieron origen a la Revolución
Francesa, no solo se suprimieron los títulos a los nobles y se eliminaron los privilegios sociales,
sino a la vez todos comenzaron a utilizar el título de ciudadano como una forma de igualarse
entre sí, de mostrarse como iguales ante la ley: “ciudadano Luis”, “Ciudadana María”, etc. Así las
cosas, la formulación “gobierno del pueblo” plantea que la única forma en que alguien pueda
acceder a una dignidad entre la sociedad de hombres iguales, es cuando el pueblo mismo se la
otorga.
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La democracia como “gobierno por el pueblo” plantea que el ejercicio mismo del poder no puede
residir en alguien más sino en él mismo; es decir, que sea el pueblo quien gobierne, no que otro,
que alguien externo lo gobierne. Sin embargo, dado el tamaño de nuestras actuales sociedades,
que nos contamos por millones, resulta imposible que el pueblo asuma directamente las riendas
del poder y se autogobierne. Eso sería lo que usualmente se denomina una democracia directa,
tal y como sucedía en la antigua Grecia cuando en el ágora, o plaza pública, los ciudadanos se
reunían a deliberar. Luego, dado que resulta imposible que el pueblo mismo gobierne de manera
directa en la actualidad, pues somos muchos, nos referimos más bien a una “democracia
representativa” o indirecta, en la cual el pueblo elige a quien en representación de él va a tomar
las decisiones acerca de lo que le conviene.
La democracia como “gobierno para el pueblo” señala que el gobierno debe responder a los
intereses del pueblo mismo, es decir, ya no es como en las antiguas tiranías o monarquías en
las cuales el gobernante tomaba decisiones en beneficio propio, antes bien, la democracia exige
que quien gobierna lo haga en pro del interés del pueblo. En este orden de ideas, de eso se trata
la democracia como poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Sin duda alguna, es muy interesante y bella la definición que afirma que la “democracia es el
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, no obstante, como ya se puede prever, esta
definición entraña múltiples problemas; el primero y más grave de todos es ¿quién es el pueblo?
El problema estriba que en “uniformidad” existente detrás de la denominación “pueblo” no existe
en realidad. No tenemos claros cuáles son los intereses del pueblo porque se trata de una
multiplicidad en la que existen diversos intereses, muchas veces contradictorios entre sí. Así
mismo, no es fácil señalar que el pueblo es el que debe gobernar cuando no existe una unidad y
esta multiplicidad entra en disputa a la hora de elegir quién debe gobernar.
Por supuesto, una de las fórmulas a las cuales apela la democracia para resolver las disputas
al interior de esa multiplicidad denominada “pueblo”, es a partir de la consolidación de mayorías
electorales, es decir, quien consiga la mayoría de los votos gana. Hasta el día de hoy no hay otra
formulación mediante la cual se definan las disputas entre intereses contradictorios al interior
de la sociedad. Sin embargo, hay que decir lo siguiente, la regla mayoría no es por sí misma
democrática. Es decir, no es aceptable que la mayoría se imponga en contra de la minoría e
incluso de sus intereses. Ahí es donde un procedimiento democrático como el de la elección
de la preferencia mayoritaria deja de ser democrático. Me explico, si la mayoría desea privar de
sus derechos a una minoría racial, sexual o religiosa eso no es aceptable desde ningún punto de
vista. La democracia, más que el procedimiento o la regla de la mayoría, se constituye a partir de
un conjunto de principios inalienables, inquebrantables.
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1.3 Características o principios de la democracia
La democracia puede concebirse desde una perspectiva instrumental o desde una perspectiva
normativa. Cuando nos referimos a la definición instrumental lo que señalamos es que la
democracia es un mecanismo útil a la hora de decidir disputas o de resolver el problema de
quién debe gobernar. En este caso, nuestra definición de democracia sería puramente operativa.
Sin embargo, la democracia es mucho más que un mecanismo de toma de decisiones o
de resolución de conflictos y por eso nos referimos a una definición normativa a la hora de
hablar de los principios que están en la esencia de la democracia. Por supuesto, al referirnos
a principios democráticos lo que queremos señalar es que la democracia no puede ser
democrática si entra en contradicción o negación de alguno de estos principios.
1.3.1 Igualdad
Ya habíamos señalado que una de las grandes conquistas de las revoluciones sociales y
políticas modernas es la idea de que todos los seres humanos somos igual de dignos, igual
de valiosos y que por naturaleza nadie es mejor o peor que otro. Somos iguales por naturaleza
y debemos ante la ley recibir el mismo trato. Así, la “igualdad” se constituye en un valor
democrático que se realiza no solo en las urnas, cuando planteamos que el voto de todos
vale lo mismo, sino que en la vida cotidiana de una sociedad trabajamos en pro de valores
democráticos cuando luchamos por la no discriminación, la eliminación de los privilegios
de clase o de condición socio económica. Actualmente y desde hace varios años, el Estado
colombiano viene trabajando en lo que ha denominado la carrera administrativa, como una
posibilidad de que cualquier colombiano acceda a un cargo público si tiene los méritos para
hacerlo, independientemente de quién sea o de los contactos que tenga. Así las cosas, lo que
se ha denominado meritocracia, es una forma de trabajar por la igualdad, pero también por la
democracia.
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abre un espacio de libertad individual para que los sujetos en plena autonomía defiendan sus
convicciones, vivan a partir de sus propios ideales y, en síntesis, realicen su vida conforme a lo
que creen. Por supuesto, todo esto en el marco del derecho y de la defensa de los derechos de
los demás y del principio de no generar daño en sí mismo ni en otros.
Por eso, son afines a la democracia los derechos a la libertad de prensa y a la libertad de
expresión, y por lo tanto, nada más contrario a la democracia que la defensa de totalitarismos
ideológicos o de verdades absolutas que reprimen la diversidad de pensamiento y expresión.
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1.3.5 Alternancia en el poder
Desde la antigua democracia griega, la alternancia en el poder ha sido reconocida como un valor
democrático. Tanto el Consejo de los Quinientos, como las magistraturas eran periódicamente
cambiadas en su composición, garantizando así que nadie se apropie del manejo de lo público
y a la vez garantizando la eventual participación de todos. En nuestras democracias modernas,
este valor ha sido establecido a partir de periodos concretos de gobierno; nadie puede
apropiarse del ejercicio del gobierno. Es importante recordar este valor pues en la actualidad
es frecuente que diversos gobiernos y gobernantes, busquen perpetuarse en el poder, así hayan
sido buenos gobernantes, menguando la transición en el ejercicio del poder. Nadie puede
perpetuarse, las reelecciones perpetuas son anti democráticas. Debe garantizarse la alternancia
en el poder, la posibilidad de que nuevas concepciones, nuevas formas de ver la sociedad
tengan la posibilidad de acceder al gobierno.
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Referencias bibliográficas
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INFORMACIÓN TÉCNICA
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