Está en la página 1de 47

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.


Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.
En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.
Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.
Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

Ella nació con una jaula en su cabeza.

Hay jaulas que se pueden abrir, y otras que no. También hay jaulas, que por más que se abran, no
se puede salir de ellas. Es que al nacer encerrado en una jaula, se aprende a vivir ahí dentro y es
tan difícil escapar, que uno cree que así está bien.

Ella aún no sabe si su jaula se abrirá. Tampoco sabe si al abrirse, podrá salir. Ni si quiera sabe bien
que es lo que la mantendría ahí adentro. Lo que si sabe, es que quiere ser libre. Pero también sabe
que ahí afuera hay otros miles de millones de prisiones, que podría llevarle toda la vida quebrar las
rejas una y otra vez para acercarse a la libertad.

En plena reflexión, le surge una pregunta: ¿Existe un afuera? ¿No estaremos todos dentro de una
gran prisión, en la cual todos tenemos nuestra propia jaula?

Quizás en eso se transformó esta vida. En estar constantemente intentando abrir o romper esos
barrotes que nos limitan, que nos hacen presos de nuestros pensamientos, que a su vez están
presos de una mente de la cual nadie sabe a quién pertenece. Porque no sabemos quién ideo este
sistema de prisiones en el cual vivimos, pensamos, y del cual todos queremos escapar pero no
sabemos como. Porque el estar constantemente pensando en una salida, nos lleva a apresarnos
dentro de otros pensamientos. Y quizás, la respuesta, la “salida”, no esté en una sola cabeza, sino
en la suma de todas las cabezas que habitan esta gran prisión.

También podría gustarte