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1.1 ANTECEDENTES
La sociedad espera que la formación matemática que tiene lugar en las escuelas dote a
los ciudadanos de herramientas para enfrentar diversas situaciones y problemas de la vida
actual. Para generar esta formación matemática, el profesor resulta un elemento
fundamental ya que es la pieza clave de toda evolución positiva y durable de los sistemas
educativos; es decir, incidir en su desarrollo profesional es incidir en la formación de
calidad de los futuros ciudadanos. Este razonamiento nos lleva a la pregunta ¿Qué es un
buen profesor de matemáticas?
La pregunta, ¿qué define a un buen maestro?, se remonta a los años 30’s; se cuestionó
a directores, maestros y estudiantes, para identificar las cualidades más importantes del
buen maestro; se reportaron resultados de un estudio en que se pidió a estudiantes de
primaria y secundaria que brevemente escribieran sobre “el buen maestro” y “el peor
maestro”, se realizaron un conjunto de observaciones estructuradas para identificar
factores asociados con la buena enseñanza. Fundamentalmente se identificaron dos estilos
contrastantes que se denominaron como: directa e indirecta; a) La enseñanza directa se
caracteriza por la confianza generada en el aula, su actitud crítica, autoridad y dirección; b)
la indirecta se caracteriza por la confianza generada al hacer preguntas, reconocer las
ideas, enaltecer y estimular, encontrando que los estudiantes de maestros indirectos
aprenden más y tienen mejores actitudes hacia el aprendizaje que los estudiantes de
maestros directos.
1.2 BASES TEÓRICAS
Bob Kibble considera que los docentes calificados como buenos maestros, son aquellos
que utilizan varias estrategias para lograr que los estudiantes en general los describan
como aquellos que: - “me escuchan”, -“me hacen sentir importante”-, -“disponen de su
tiempo para explicarme cosas”-, entre otros.