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Politica Avanzada
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¿Cómo contestar una pregunta de desarrollo (en una cara de un folio aproximadamente)?
En los últimos años venimos observando importantes defectos a la hora de contestar las
preguntas que se proponen en los exámenes. En historia hay una tendencia natural a
preguntar cuestiones breves sobre hitos históricos especialmente relevantes, entre los que
suelen estar las paces, las guerras, los tratados, etc…
Cuando se habla de una paz o un hecho muy concreto, debemos intentar hacernos las
siguientes preguntas para luego comenzar a contestar:
‐¿A que pone fin una paz o una tregua?
‐¿Quiénes luchaban en esta guerra? ¿Por qué? y ¿Desde Cuándo?
‐¿Quiénes firman la paz, donde y cuando?
‐¿Qué acuerdos se logran y cuáles fueron sus cláusulas principales?
‐¿Cómo quedan las cosas después de la paz? ¿Se puede hablar de un claro vencedor?
Si tenemos en cuenta estas instrucciones seguramente nos vaya mucho mejor a la hora de
estudiar y contestar las preguntas en los exámenes.
Como ejemplo práctico les proponemos la contestación de la siguiente pregunta corta:
(Aclaración: La respuesta a esta pregunta incluye un primer párrafo introductorio para que
ustedes puedan comprender mejor la cuestión e interrelacionar con otros hechos pasados,
pero lo verdaderamente esencial son los siguientes párrafos)
La Paz de los Pirineos
La Paz los Pirineos puso fin a la guerra franco‐española comenzada en 1635. Desde la Baja
Edad Media, España y Francia se habían enfrentado por sus intereses políticos y ambiciones
sobre Europa. El control de los territorios limítrofes de Navarra y Cataluña, pero también de
Borgoña y los Países Bajos, que pertenecían a la Corona de España desde que fueron
heredados por el Emperador Carlos I, habían sido motivo frecuente de disputa. Durante el siglo
XVI aumentó la tensión y rivalidad al pasar Nápoles y el Milanesado a la órbita española. En el
transcurso de la Guerra de los Treinta Años, Francia se alió con Holanda y con Suecia. El
abierto apoyó francés a las potencias protestantes le servía para luchar indirectamente contra
España y sus aliados, con la intención de socavar su hegemonía en Europa. Tras los resultados
desfavorables, Francia decidió entrar en guerra con España en 1635 dentro del amplio
conflicto denominado Guerra de los Treinta años, teniendo unos resultados mucho más
ventajosos en los campos de batalla ante el agotamiento de los Habsburgo. El primer ministro
francés, el Cardenal Mazarino, forzó la firma de la Paz de Westfalia (1648) con la que se
finalizaba la Guerra de los Treinta años en el Imperio, cambiando radicalmente el mapa de
Europa, y consiguiendo importantes concesiones territoriales para Francia en Alsacia y la
frontera renana. Consciente de la situación de debilidad hispana, Francia continuó la guerra
hasta el año 1659, año en el que se decidió poner fin al conflicto ante el mutuo agotamiento.
La Paz fue estipulada en 1659 por los ministros Luis de Haro, por parte de España, y el
Cardenal Mazarino, por parte de Francia, tras tres meses de negociaciones. La definitiva firma
se produjo en la isla de los Faisanes, cerca de la desembocadura del rio Bidasoa, el 7 de
noviembre de 1659. El nombre del tratado viene dado porque desde entonces los Pirineos
fueron establecidos como frontera entre ambos reinos, de tal manera que el Rosellón, la
Cerdaña y otras zonas situadas al norte de esa cordillera pasaron a Francia. De hecho puede
considerarse que esa delimitación fronteriza es una de las más estables y antiguas de Europa.
Sus acuerdos más importantes consistieron en la definitiva cesión por parte de España, de
los ya citados de Rosellón, y de buena parte de la Cerdaña catalana. Pero también España
debió renunciar a los territorios y plazas que había perdido en Flandes, como casi la totalidad
del condado de Artois (salvo las plazas de Aire y Saint Omer), y algunas ciudades colindantes
con Francia: Gravelinas, en Flandes, y otras en las provincias de Hainaut y Luxemburgo.
Otra de las clausulas de la paz, y el motivo por el cual ambos monarcas se desplazaron a la
frontera, fue la ceremonia de entrega de la princesa María Teresa, hija de Felipe IV, para
convertirla en la esposa del joven rey francés Luis XIV. La alianza matrimonial era el mejor
medio para sellar lo que se presumía como una nueva era de cooperación y amistad entre los
dos países, aunque con el tiempo eso no se demostró así. España debía entregar 500.000
escudos como dote por María Teresa, renunciando ésta y su nuevo marido a sus derechos
sobre el trono español, algo que provocó problemas una década después.
En la Paz de los Pirineos España no perdía demasiados territorios, y lo cierto es que ambas
potencias hicieron concesiones, pero sin duda la paz marcó el inicio de la decadencia española
en Europa y el ascenso de Francia como la nueva potencia hegemónica. Otro hecho que sin
duda a la larga reafirmó a Francia como la gran vencedora fue las ventajas comerciales que
consiguió, ya que España permitirá de nuevo el paso y comercialización de las manufacturas
francesas, que con fuerza se abrieron paso en el mercado español.