Liturgia y sacramentos de la Iglesia. EDICIONES SÍGUEME. SALAMANCA. 2003. Diego José Rentería Lascano
QUE ES UN SACRAMENTO
Cristo es el primer sacramento, pues de él se desprenden todos los sacramentos, es decir,
con Cristo se da la revelación de Dios, con él se inicia y la Iglesia recibe el sentido real de lo que es la sacramentalidad cristiana, tal como lo dice san Agustín que “no hay otro sacramento de Dios sino Cristo”, y por tal razón a Cristo se le llama sacramento original. Cristo es sacramento por su ser o por su verdad ontológica, pues al tener una naturaleza humana y divina, posibilita precisamente esta comunión y relación entre Dios y el hombre; por su obrar o por su verdad ética, pues por sus palabras y obras manifiesta el misterio de Dios; por sus actos privilegiados o por su presencia salvadora. La Iglesia es sacramento de Cristo, porque con ella se continúa comunicando y realizando la salvación, a través de la vivencia y celebración del misterio pascual de Cristo. La Iglesia es sacramento por su ser, pues su misterio y realidad, son semejantes a la de Cristo, comparten una realidad divina y humana, y a su vez, ella es su cuerpo físico y espiritual. En este sentido, la Iglesia participa del Misterio, visibilizando históricamente el proyecto de Dios, por su obrar y por su testimonio la salvación, el don del Espíritu. También es sacramento por sus signos privilegiados, por su sacra mentalidad, que son la Palabra y los sacramentos, la caridad y el ministerio. El cristiano es sacramento existencial, pues todos los hombres son creados a imagen y semejanza de Dios. Siendo sacramento, el cristiano está llamado a ser sacramento de Cristo y a descubrir el sacramento del hermano. El cristiano es sacramento desde su realidad o por su ser, un ser de Dios en su mismo ser humano, por su testimonio o comportamiento ético, que manifiesta la autenticidad de vida y el compromiso con la verdad del misterio, y por sus signos privilegiados, como lo es la celebración sacramental, donde puede manifestar con la comunidad, el misterio, la fe que vive y comunica. El mundo es sacramento cósmico, pues como realidad creada, en él se hace presente Dios. En este sentido tiene un valor sacramental, por su mismo ser y porque Dios creador ha dejado en ella su huella; por su aparecer o mostración del Otro, pues ella es palabra y signo de Dios que nos habla y conduce hacia Él; finalmente, por sus signos privilegiados o materiales que llevan al hombre a la admiración. Los siete sacramentos son una celebración litúrgica, pues se desarrollan en torno a una actividad humana que expresa la iniciativa de Dios. Luego, en esta celebración encontramos tres personajes, como Dios, la Iglesia, y el creyente, para que sea posible una celebración humano-divina y donde Dios es el personaje principal. Y de ahí, que la celebración litúrgico-sacramental también sea la fiesta simbólica del cristianismo, que celebra la presencia salvadora y santificadora de Dios, plenificada en Cristo, tal como lo dice la Constitución litúrgica “en efecto, la liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de la eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza autentica de la verdadera Iglesia” (SC2). Los sacramentos celebran a Dios, pues de él parte de la iniciativa de salvación; el misterio pascual de Cristo, pues es el verdadero revelador del Padre y centro de la historia de la salvación, él es el sujeto de la celebración; a la Iglesia, pues es continuadora de la salvación; la vida cristiana, pues los creyentes son sacramentos de Dios por sus ser y por su vida. Luego, que los sacramentos, se den en varios momentos fundamentales de la vida del hombre, y que correspondan a la iniciativa de Dios y al misterio de la vida de Cristo. La celebración se da en situaciones fundamentales de la vida del creyente, en momentos importantes del año, en momentos o ritos comunes y públicos, en la eucaristía e incluso en el oficio divino. En conclusión, los sacramentos se concretan en siete dimensiones, pues en ellos se manifiesta la gracia de Dios. Se concretan en la dimensión cristológica, pues con Cristo y por su misterio pascual se transforma la vida del hombre y se cumple el proyecto de salvación iniciado por Dios, Cristo es la misma salvación. Por ello, la gracia de los sacramentos se da en la participación del misterio pascual-salvador de Cristo. Se concreta en la dimensión antropológica, pues es el mismo hombre que responde al llamado de Dios por la fe, y desde su misma existencia, desde su ser libre y capaza de llegar a trascender su vida y voluntad. Tienen una dimensión eclesiológica, porque los sacramentos poseen una estructura, donde interviene la Iglesia o comunidad y el ministerio eclesial, que manifiestan el obrar de Dios en Cristo. Los sacramentos son un reflejo de esta vocación eclesial. Son dimensión simbólica, pues los sacramentos como signos sensibles, permiten que el hombre, animal simbólico, pueda participar de las realidades divinas que Dios le ofrece a la humanidad, a través de Cristo. El sacramento es símbolo por que contiene la misma realidad simbolizada y hace presente aquello mismo que simboliza.