Está en la página 1de 1

El sutil color verde olivo de la colcha de Amalia es lo único que me une al recuerdo del pasado con

mi ex esposa, que ya no sé desde hace cuántos años no veo. La primera vez que entré a este
cuarto mis piernas temblorosas apenas pudieron arrastrarme por el pasillo y me concedieron la
gracia de desplomarse a orillas de la silla de caoba. Mi agitada respiración cortaba en mi pecho
cada palabra sílaba a sílaba y mi mirada intranquila y nerviosa vagamente pudo enfocar aquel día
los carnosos labios de Amalia.

-¿Quieres un café?- dijo ella deslizando sus dedos en mi nuca.

Aún ahora me es difícil decir de qué color es el pelo de Amalia. Tal vez por la luz, o yo que sé, su
pelo genera tonos ya rubios, ya pelirojos, que inclusive en la sombra se me antojan de un negro
oscurísimo.

También podría gustarte