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Desocupar el falo1
¿Por qué el falo? Para los seres humanos, el falo se sitúa como una respuesta a
dos enigmas, uno del tener y uno del ser. ¿Tengo o no tengo el falo? ¿Soy yo el
falo? Por supuesto que nadie lo tiene; nadie lo es. Es una cuestión que despliega
el Imaginario, el espacio donde las fórmulas subjetivas incluyen tales registros
impares como "tener" o "ser". Los humanos no "son" algo, tampoco ellos
"tienen" o "carecen" de algo, sin embargo, estas son categorías de experiencia
dentro de las que los seres humanos se representan a sí mismos para sí mismos.
Por supuesto que éste es el registro a través del cual es experimentada la
diferencia sexual. Tener y no tener trae junta la cuestión del falo y la castración.
La castración y la amenaza de castración son la forma imaginaria de la
experiencia de la diferencia. Otra vez, por supuesto que nadie tiene el falo y
nadie es el falo, pero la experiencia de "tener" eso o "ser" eso es una defensa
contra la castración.
1
Waving the phallus, publicado en The Emptiness of the Image. Psychoanalysis and Sexual Differences ("El
vacío de la imagen. Psicoanálisis y diferencias sexuales"). Routledge: London and New York, 1996, pp. 49-56.
defensa. Sólo cuando se abandona el supuesto de tener o ser el falo es cuando la
sujeto efectúa la separación del objeto con que se ha hecho la identificación.
Para Lacan, únicamente puede ser en este punto donde brote el deseo desde la
identificación que la sujeto hizo para defenderse a sí misma de la castración. "A
sí misma", pues, aunque las identificaciones pueden ser diferentes entre los dos
sexos, la castración influye sobre los dos sexos dentro de los registros de lo
Simbólico, lo Imaginario y lo Real.
2
Ya podemos sospechar que las equivalencias serán extensas en el recuento que hace Deutsch desde el
comienzo mismo donde es puesta una equivalencia en la fase oral entre el pecho de la madre y el pene del
padre, una equivalencia establecida sobre la base de chupar o succionar. Tanto el pecho como el pene serán
involucrados simultáneamente en un coito por medio de la acción de chupar, con la vagina de la madre
chupando el pene del padre. Tanto el pecho como el pene son activos, mientras que la membrana mucosa de
la boca es pasiva. En la fase sádico-anal el pene es el equivalente de las heces y así la ecuación pecho-pene-
heces puede ser establecida. Todos estos son fuentes de estimulación y el pene es en donde recae la tarea de
estimular a la vagina. Nada sorprendentemente, a la vagina se le asigna la función de la boca que chupa, un rol
que se concibe como pasivo. Pero al mismo tiempo la vagina también es activa, desde que se le identifica con
el pene de la pareja – porque toma el control del clítoris en el sentido de que éste secreta y se contrae. Así el
pene es parte es parte del cuerpo femenino.
Nótese que todo está muy lejos de ser sólo cosa del coito, que para la mujer es meramente la primera parte de
un acto sexual que alcanza la gratificación únicamente a través del embarazo y el parto. El rol pasivo de la
vagina en esta primera parte del acto sexual implica la repetición y la maestría del destete y la repetición y la
maestría de la castración. En el coito hay la fantasía de chupar el pene paterno y "ultimadamente el coito
representa para la mujer la incorporación del padre (por la boca)" (Deutsch 1925: 410).
Deutsch procede entonces con una "serie de identificaciones" que ella reconoce pueden parecer "algo traídas
por los pelos"; y de veras que resulta difícil seguir sus pasos durante una argumentación que conduce a la
conclusión de que en el coito la mujer interpreta los papeles tanto de la madre como de la criatura y que el
compañero también interpreta el papel de la criatura.
Parecería que la mujer, habiendo superado el destete y la castración, está llena con el pene, con el padre y con
el hijo en el acto final de esta obra que comenzó con el coito.
La fusión que hace Deutsch de la mujer y la madre es ilustrada mejor por una cita del mismo artículo:
En su papel de chupar e incorporar, la vagina se convierte en el receptáculo no del pene sino de la criatura... La
vagina misma ahora representa a la criatura, y así recibe las catexias de libido narcisista que fluyen hacia la
criatura en la "extensión" del acto sexual. Se convierte en el "segundo ego", el ego en miniatura, como hace el
pene para el varón. Una mujer que tiene éxito al establecer esta función maternal de la vagina... ha alcanzado
la meta del desarrollo femenino, se ha convertido en una mujer.
(1925: 411)
Si algunos de los procesos que conducen a las equivalencias no son muy claros; no obstante, lo que tenemos
con claridad asombrosa es una imagen de La Madre.
al reducir la respuesta a un sencillo "ser la Madre". Porque es a la cuestión de la
mujer, más que la de la dinámica de la maternidad, lo que Freud quiere aludir.
La consecuencia del argumento de Deutsch es que la madre lo "tiene"; la madre
es el nombre para la mujer en tanto quien, cuando, donde, ella lo tiene. Así, la
mujer, o es la madre embrionaria o está afuera de la condición de mujer. Pero el
telos de la condición de mujer, de la maternidad, es invertido en la idea de la
completez, de la totalidad implicada en el acto sexual completamente extendido
que para las personas del sexo femenino termina con el parto. Mi objeción a
esto no se refiere a nada fálico, sino a la insistencia en equivalencias
imaginarias, originarias y repetitivas.
Deutsch produce un recuento de la Madre fálica sin carencia. Ella reina sobre el
mundo de la concepción, el embarazo y el parto de la mujer; un mundo dado la
vuelta hacia un territorio de auto-encierro en la satisfacción sin diferencia.
Especialmente la diferencia sexual. Este mundo lo posee La Madre que de
verdad existe, en donde La Mujer no lo hace. Ella es de hecho el falo, ella es el
objeto que cubre la falta. Ella es el objeto que producirá a la hija como falo, a
través del relevo de la identificación significante. Al presentarse ella misma
como La Madre, la madre evita el reconocimiento de la castración en la hija. El
deseo en ambas generaciones puede ser corto-circuitado por la identificación
fálica. Tal vez es aquí donde se puede aprender algo sobre la dificultad de
separación de la madre y la hija, una cuestión ampliamente debatida en
contextos analíticos y feministas. Es una cuestión de la complicidad de la madre
con La Madre como falo, una complicidad reforzada por las normas sociales
dominantes. Esta cuestión es reconocida de hecho pero en forma oscurecida por
Deutsch. Ella parece sentir el lazo entre La Madre y la imposición sobre las
mujeres de las normas patriarcales dominantes: