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En ese mundo nuevo, posterior a la caída del imperio romano, hemos tratado de ver esta
presencia del saber antiguo clásico representado en la figura de Boecio, que trató de construir
un proyecto de traducción del saber antiguo, pero que quedó frustrado. En la constitución de
este nuevo mundo en el territorio que hoy sería Francia, con Sajonia, en este nuevo proyecto
hay una decisión política que fue eficaz para constituirse como gobierno para tener un poder,
pero en este mundo también hay la decisión de insertar en él, el saber antiguo, no como
alguien como Boecio, sino que es desde el poder. Se trata de traer el saber clásico, de
transferir la filosofía de manera tal que obre en el interior de la vida política ahora en paz. Ya
que se constituyó el poder político, ahora se trata de trasferir el saber. Por un lado se va a
intentar copiar, imitar, no para decir que es menor, sino que es para decir que es ahí donde
tiene que estar este legado del orden, de lo que se sabe. Los procesos de deslocalización
manteniendo una estructura que sigue haciendo presenta la jerarquía. Se la trae a la filosofía
para poder producir la cohesión que se necesita en este mundo que adquirió la paz
recientemente la filosofía podía ser insertada en el ejercicio del poder y la imagen que el
imperio daba sobre sí. El emperador, que era analfabeto, trae maestros de otros lugares.
Entonces nos encontramos frente a un proyecto de constitución del imperio después de la
guerra, que sabe que necesita para organizar y para poder apropiarse de la cultura antigua
educar, trayendo deliberadamente maestros, uno de esos maestro fue escoto Eriúgena, para
que transforme toda la educación y políticas eclesiásticas, en parte de la consolidación del
imperio. Alcuino se transforma en el maestro de la inserción carolingia, era la teología política
el contexto en el que inserta a filosofía. La filosofía formaba parte del cargo imperial, y por
filosofía se entendía a la dialéctica, lógica, la doctrina de las categorías. La racionalidad que el
imperio carolingio es que esta contraponiéndose a las supersticiones y el uso de imágenes en
Bizancio y trata de transformar eso en una deslegitimación del legado romano. Todo el tema
de la dialéctica y la racionalidad de este momento se encuentran presente en el interior de un
proyecto político, como aquello que permite afirmar el poder del imperio. En ese momento de
creación se va a presentar la figura de Escoto Eriúgena, porque es maestro, que es traído a la
corte en el siglo IX y en 1847 se le encomienda la tarea de ser profesor de la escuela de
Palacio. La formación que escoto tiene es el griego, gramática y prosodia latina, astronomía y
se interesa por la especulación filosofía y teológica, tiene un gran conocimiento de la patrística
griega de Dionisio, de Gregorio de Nisa, y un gran conocimiento de la literatura latina como
Agustín, Cicerón, Macrobio. El será uno de los grandes introductores de los textos del Pseudo
Dionisio porque los traduce del griego al latín, y por lo tanto toda esta gran beta de la teología
negativa ingresa en occidente. La obra más importante es el Perypiseon.
En el libro 3 dice: todo lo que se intelige o se experimenta sensiblemente, no es otra cosa que
manifestación de lo que no se manifiesta, revelación de lo oculta, afirmación de lo negado,
decir lo inefable, acceso a lo inaccesible, cuerpo de lo incorpóreo, medida de lo
inconmensurable, etc. Nuestro entendimiento siendo visible o incomprensible, también se
manifiesta o comprende por algunos signos. Esta inefable difusión no solo crea todo los seres,
sino que también se crea en todos y es todos los seres. Todo, el ente en su conjunto es
manifestación, pero es el manifestarse de Dios como el que no se manifiesta, es decir, en el
todo el absoluto se manifiesta pero en él no es tal como es en sí mismo. La clase de categoría o
conceptos que eligió Escoto para poder expresar cómo ve la realidad entera incluido al
absoluto, el concepto es el de manifestación, el todo es manifestación, de manera tal que al
realizarse queda expresado, dicho, significado que no se manifiesta. Lo que nosotros tenemos
en la realidad entera es una y otra vez afirmado que la afirmación no es lo que queda oculto,
es manifiesto que no se está manifestando. Cada vez que se hace presente lo que descubrimos
que se nos es negada la presencia, que la realidad no es pura presencia, es lo que se nos está
escapando, es negación de la presencia. Pensar así es pensar a toda la realidad como una
teofanía, subrayando sobre todo no la parte opresiva de esta sino la parte de infalibilidad. En
esto de ser todo teofanía implica que el mundo no se resuelve todo en una inteligibilidad, nada
podemos decir realmente, sino de modo traslativo, metafórico, no podemos aprehenderlo con
las categorías, y precisamente porque no es enunciable, las formas impropias del enunciado
son más adecuadas para decirlo, las metáforas que indican un acto de transferencia, se dirigen
hacia una esencia de la que el lenguaje no puede disponer, y aunque sea una forma impropia,
acierta mejor con su fin. El uso que intelectualmente hacemos del lenguaje, cuando lo
tomamos sobre dios nos produce un problema, no solo el de si resultaría apropiado tal uso,
sino también si el lenguaje se mismo se manifiesta de otra manera. Mi uso propio del lenguaje
siempre está teniendo un problema y es que todo signo está teniendo un exceso de sobre
significado, es decir, que el lenguaje trabaja siempre en esta dirección que hace de sí mismo
una metáfora; en un mundo que es teofanía, el lenguaje es metafórico, porque no cabe ningún
tipo de realidad que no tenga ese exceso. En sentido de que hay algo supra esencial o supra
categorial, quiere decir que no es el intelecto lo más elevado de las cosas porque siempre me
tengo que ver con lo que supera la intelección.