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Vinci, la ciudad del maestro en la

Toscana, a 500 años de su


muerte
Una ciudad se alza con una torre de iglesia entre Florencia y Pisa, y le
dio nombre a uno de los genios más importantes de todos los tiempos.
Es el sitio que inspiró la más tierna infancia de Leonardo y luego quedó
en el olvido durante siglos.

Vista de la torre del castillo de Guidi en Vinci, una pequeña localidad de la Toscana que ha permanecido
intacta, con escaso turismo. [ Ver fotogalería ]
Ficha
Región: Europa, Italia
Ideal para: Cultural, Museos

Los viñedos y los campos de olivos, que destellan plateados, se extienden por las
colinas en el camino hacia Vinci, una pequeña ciudad desconocida que lleva un
nombre que resuena mundialmente. La población se alza con una torre de iglesia
entre Florencia y Pisa, y le dio nombre a uno de los genios más importantes de
todos los tiempos. Es el sitio que inspiró la más tierna infancia de Leonardo y luego
quedó en el olvido durante siglos.
Pintor, ingeniero, filósofo, experto en ciencias naturales y arquitecto. En eso se
convertiría el pequeño Leonardo, que murió el 2 de mayo de 1519 en Amboise,
Francia, y dejó un legado de no sólo 6.000 páginas de manuscritos en las más
diversas disciplinas de la ciencia, sino que además creó obras como la “Mona Lisa”
y “La última cena”. Este año se celebra en toda Europa al gran maestro con
exposiciones especiales en Italia, Francia, Reino Unido, Polonia y Alemania. La
pequeña ciudad no puede competir con los grandes centros. Es más, comparado
con los “hotspots” de la Toscana como Luca, Siena y la diminuta San Gimignano,
por cuyas callejuelas medievales se pasean millones de turistas todos los años, en
Vinci los días transcurren en una agradable paz, incluso al cumplirse 500 años de la
muerte de uno de los hijos más famosos de la localidad.

La Via de Caterina lleva el nombre de la madre de Da Vinci.

Entre el Castello dei Conti Guidi del siglo XII y la modesta iglesia Santa Croce en la
que fue bautizado Leonardo sólo hay dos tiendas de souvenirs en el centro histórico
de la ciudad. Hay camisetas que dicen “I love Vinci”, en algunas aparece el famoso
personaje de Homero Simpson haciendo las veces de Leonardo. Un par de calles
más abajo está el obligado “Ristorante Leonardo”, que sirve costillas en una salsa
de frutas tal como se supone que se comía hace 500 años. Pero en líneas generales la
pequeña ciudad de Vinci preserva su encanto original. Las tiendas que se encuentran
alrededor de la plaza central no ofrecen chucherías para visitantes, sino artículos de
lo más cotidianos como verduras, manteles y herramientas de trabajo e incluso
cierran a la hora de la siesta.
La pizzería a mediodía sirve el almuerzo a una clase de alumnos de una escuela de
la zona, no hay decenas de turistas. Si bien de vez en cuando se ve subiendo la
silenciosa colina algún autobús de visitantes que quieren llegar a la ciudad natal del
artista, ni siquiera hay cola para subir a la famosa torre del castillo, que ofrece una
hermosa vista sobre los tejados del poblado. Tampoco hay nadie que se queje de
que sigan en obra los sitios que componen el Museo Da Vinci, básicamente su casa
natal, la Villa del Ferrale y sus reproducciones en HD de obras del maestro y el
museo como tal, en el castillo.

“Adoración de los Magos”, de Leonardo da Vinci, es exhibida en la Galería


de los Uffizi en Florencia.

De hecho la localidad de 15.000 habitantes no podría dar abasto, pese a estar


óptimamente ubicada como base para hacer excursiones hacia cualquier rincón de
la Toscana. No hay ni un hotel de grandes capacidades. Las avenidas de cipreses
tan típicas de la región guían en Vinci el camino hacia terrenos de campesinos
rústicos que alquilan algunas habitaciones para turistas y los atienden con aceite de
oliva y vino casero, y ni siquiera esos lugares están con las capacidades agotadas a
pesar de que Vinci, para celebrar este aniversario, tiene mucho para ofrecer: hasta
el 15 de octubre se puede admirar “El Paisaje del valle de Arno”, el dibujo más
temprano que se le conoce a Leonardo da Vinci, del año 1473, además de bocetos y
documentos varios que se exhiben en el Museo. La exposición incluso contó en su
inauguración con la presencia del presidente italiano, Sergio Mattarella.
La pieza original suele estar bajo llave en la Galería Uffizi en Florencia, lejos de la
mirada pública, pero ahora ha vuelto al espacio al que parecería pertenecer. Si bien
algunos científicos parten de la base de que el dibujo surgió en Montevettolini,
localidad cercana a Vinci, hay otros que aseguran que el paisaje despliega la mirada
hacia lo que hoy, con algo de fantasía, podría seguir siendo la vista desde la casa
natal de Da Vinci, hacia el Monsumano, la cadena Montalabano y hacia lo que es el
mayor pantano interior de Italia, Padule di Fucecchio.

Vinci no es la localidad más destacada de la Toscana, pero este año, al


cumplirse 500 años de la muerte de su hijo más famoso, adquiere
relevancia.

“La naturaleza que vio en su momento Leonardo no se diferencia mucho de la


actual”, apunta Claudia Heimes, que trabaja en el Consejo municipal de Vinci,
mientras recorre la casa en la que llegó al mundo el 15 de abril 1452 Da Vinci como
hijo extramatrimonial de una campesina y un notario. No obstante, los
especialistas no tienen certeza absoluta sobre este dato, como sobre muchos
detalles de la juventud del artista. “Quizás había unas pocas casas menos y el
paisaje era más variado, con jardines de frutas y campos sembrados, pero no ha
cambiado mucho”, comenta Heimes. Hoy se ven casi exclusivamente campos de
olivos y viñedos sobre las colinas que la rodean. Dicen que en los días despejados se
llega a ver Pisa y hasta el mar brillando en el horizonte.
Dentro de la casa se puede recorrer la biografía de Da Vinci con una presentación
multimedia que narra, mediante un holograma, las estaciones de su vida desde una
perspectiva personal. Fuera uno puede dejarse inspirar como el joven Loenardo,
que recorría los predios de su familia junto a su tío Francesco y aparentemente ya
en aquel entonces dibujaba paisajes y animales. Un ejemplo es la Via Caterina, un
sendero que lleva a San Pantaleo y lleva el nombre de la madre de Da Vinci. Se
supone que es el camino que recorría la madre cuando iba a visitar a su hijo, que
creció junto a la familia de su padre. Durante el recorrido no sólo se puede apreciar
una vista radiante de la silueta de Vinci, sino también la Toscana que vio Leonardo.

La Via de Caterina lleva el nombre de la madre de Da Vinci.

Las florcitas de las Ornithogalum umbellatum crecen al borde del camino. Es una
planta a la que Da Vinci, como especialista en ciencias naturales, dedicó dibujos
detallados. Los fulgores plateados de los olivos de cientos de años se pierden en la
bruma a la distancia, un efecto natural que el artista plasmó con una técnica
propia, sfumato. Y antes se utilizaban ramillas de la mimbrera blanca para armar
atados en los viñedos. En Vinci se cree que esos nudos, en el fondo hermosos,
inspiraron a Da Vinci al pintar algunos detalles en el vestido de la “Mona Lisa”. En
algún momento Da Vinci pensó cambiar el cauce del Arno para poder utilizar la
tierra por la que pasaba. En este caso cabe decir que fue mejor que el incansable
investigador probara y pensara muchas cosas, pero no concluyera algunos de sus
proyectos.

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