El hielo tiene una fina capa de agua líquida sobre su superficie.
La sal que hemos añadido se disuelve en esa agua y forma una
disolución saturada, es decir, el agua ha admitido toda la sal que es capaz de disolver.
En ese momento se desencadena el curioso efecto. "La
disolución tiende a diluirse (a aumentar la cantidad de agua) y el hielo a enfriarse", explica Díaz-Escalera. Para conseguir agua el sistema funde hielo. Para conseguirlo necesita calor, que extrae de la misma disolución de sal que quiere diluir, que llega a alcanzar los -9ºC.
La disolución de agua y sal se encuentra en estado líquido a
bajo cero porque su punto de congelación es más bajo que el del agua sola, que es de 0ºC. Por eso, el charco de agua que hay debajo de vaso se queda congelado. Si en vez de charco con agua, ponemos una lata de cerveza caliente en un barreño con hielo y sal, tal y como ha hecho el internauta Ángel, el sistema habría extraído calor del ella.
La explicación se basa simple y llanamente en la química. Al
mezclar agua y sal se produce una reacción endotérmica, que es un fenómeno que absorbe energía. Para que la sal se pueda disolver necesita calor, que lo “cogerá” de la lata o la botella, de forma que el frío de los hielos pasará más rápido al recipiente. De esa manera, se produce un efecto que nos puede salvar de algún compromiso.