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En torno a una posible interpretación del tratamiento kantiano de

la afección sensible como argumento trascendental

Ileana P. Beade*

Introducción

Si atendemos a las recientes discusiones en torno a la distinción


crítica fenómeno / cosa en sí, podemos constatar que el modo en que sea
interpretada tal distinción resulta decisivo para la interpretación de la
epistemología kantiana en su conjunto 1. En este trabajo no haremos referencia
a diversos problemas específicos que se plantean en torno a los conceptos
mencionados2, sino que proponemos examinar una serie de observaciones
kantianas referidas a la cosa en sí -en tanto aquello que ha de afectar nuestra
sensibilidad a fin de que se produzcan las representaciones empíricas 3-, con el
objeto de considerar si tales observaciones admiten ser justificadas a partir de
su interpretación como proposiciones constitutivas de una argumentación
trascendental (noción considerada por diversos intérpretes como una de las
más importantes contribuciones de la filosofía crítica) 4.

Si bien los llamados argumentos trascendentales tendrían importantes


precedentes en la tradición filosófica pre-kantiana 5, es en el marco de la
epistemología crítica donde los mismos comenzarían a desempeñar una
función fundamental. Ahora bien, los principales argumentos trascendentales
desarrollados en dicho marco han sido objeto de innumerables objeciones y de
interpretaciones sumamente disímiles: en efecto, durante las últimas tres
décadas se ha generado un intenso debate no solo acerca de la estructura
propia y la validez de los llamados argumentos trascendentales kantianos, sino
asimismo acerca de cómo operan, en general, los argumentos trascendentales
en diversos contextos doctrinales y, por otra parte, acerca de cuáles serían sus
objetivos o propósitos fundamentales 6 (la discusión acerca de este tipo de
argumentos remite, así pues, no solo a la función específica que los mismos
desempeñan en la filosofía crítica, sino a aspectos mucho más generales,
referidos -como acabamos de señalar- a su estructura interna, su validez
epistémica y sus objetivos característicos).

A fin de evaluar si las observaciones kantianas referidas a la afección


trascendental (AT) admiten ser interpretadas como proposiciones constitutivas
de una argumentación trascendental, analizaremos una serie de pasajes en los
que Kant caracteriza a la cosa en sí como entidad que afecta nuestra
sensibilidad (dando así origen a las representaciones empíricas). Si bien este
análisis permitirá constatar que existen obstáculos insuperables para esta
interpretación (y justificación) de la controvertida tesis kantiana de la AT,
observaremos que la reflexión acerca de dichos obstáculos permite poner de
relieve importantes aspectos implicados en el llamado problema de la
afección (referido, cómo es sabido, al status ontológico que ha de asignarse a
la entidad afectante, en el marco de la teoría crítica del conocimiento 7),
contribuyendo así a la elucidación de lo que ha sido caracterizado como uno de
los aspectos doctrinales más problemáticos de la gnoseología kantiana 8.

I. Observaciones preliminares acerca de la afección trascendental

Importantes objeciones han sido formuladas a la tesis kantiana de la AT: en


efecto, ha sido objetada la incompatibilidad de esta tesis con principios
elementales de la filosofía crítica, tales como el principio del agnosticismo
crítico (que rechaza toda posibilidad de un conocimiento de las cosas en sí) o
el principio fundamental que restringe el uso válido de las categorías a aquello
que puede ser dado como objeto de una experiencia posible 9. No es nuestro
objetivo considerar aquí tales objeciones (a las que nos hemos referido en
trabajos previos10), sino que bastará con señalar que las observaciones
kantianas referidas a la cosa en sí en tanto aquello que afecta nuestra
sensibilidad parecen hallar sustento, en última instancia, en una concepción de
la sensibilidad como facultad puramente pasiva o receptiva11. Si bien la doctrina
crítica no proporciona una explicación acerca del status ontológico que ha de
asignarse a la entidad que afecta a la sensibilidad a fin de que la intuición
empírica tenga lugar, la reconstrucción de las condiciones trascendentales que
hacen posible la constitución del objeto de experiencia exige ser desarrollada a
partir de un dato originario, a saber: la afección, dato que -según
consideramos- opera, en el desarrollo argumental de la Estética
trascendental, como una suerte de premisa o presupuesto básico 12 que no
requiere de una justificación doctrinal particular, por cuanto se trata de una
instancia que excede, por así decir, el objeto de análisis específico de la
gnoseología crítica13.

En uno de los pasajes más relevantes para el análisis del problema de la AT,
las cosas en sí son caracterizadas como la causa, origen o fundamento de la
afección sensible. Allí sugiere Kant, en efecto, que son estas las que producen
las sensaciones al afectarnos:

Después de haber preguntado "¿quién (qué) le da a la sensibilidad su materia,


a saber, las sensaciones?", [Eberhard] cree haber sentenciado en contra de
la Crítica, al decir: "Podemos elegir lo que prefiramos -llegamos a cosas en sí".
Ahora bien, ésta es precisamente la constante afirmación de la Crítica; sólo que
ella no pone este fundamento de la materia de las representaciones sensibles,
otra vez, en las mismas cosas, como objetos de los sentidos, sino en algo
suprasensible, que yace en el fundamento de aquéllas, y de lo cual no
podemos tener conocimiento alguno. Ella dice: los objetos, como cosas en
sí, dan la materia para intuiciones empíricas [...], pero no son la materia de
ellas (Ak. VIII, 215)14.

Se afirma aquí que las cosas en sí "dan a la sensibilidad su materia", es decir,


producen las sensaciones al afectarnos 15. No es, en efecto,
el fenómeno aquello que afecta nuestra sensibilidad, ya que este es,
precisamente, un resultado de la afección (a partir de la cual se produce
la materia intuitiva que el sujeto configura formalmente a partir de formas a
priori, constituyendo así el objeto de experiencia en sentido propio). Es,
precisamente, esta concepción crítica del fenómeno como objeto cuya forma es
aportada a priori por el sujeto -siendo, por el contrario, su materia producida a
posteriori (i.e. producida a partir de algo que nos afecta)- aquello que conduce
a la consideración de la entidad afectante como algo en sí16.

Ahora bien, ha de aclararse que Kant no afirma, en rigor, que "las cosas en sí
nos afectan", sino que sugiere -a través del uso de la expresión "los objetos
como cosas en sí"- que la entidad afectante ha de ser considerada o
concebida, en el marco de la reflexión crítico-trascendental, bajo su descripción
no fenoménica, esto es: ha de ser pensada como algo en sí 17. Por nuestra
parte, consideramos que Kant puede afirmar legítimamente que aquello que
afecta a la sensibilidad dando origen a nuestras representaciones empíricas no
ha de ser concebido, en sí, como una entidad espacio-temporal, pues en la
Estética trascendental pretende haber demostrado que las determinaciones
espacio-temporales de los objetos físicos corresponden a dichos objetos solo
en tanto son representados (lo que equivale a afirmar que dichas
determinaciones son inherentes a lo real solo en tanto objeto de experiencia).
Si bien la tesis de la AT resulta problemática por diversos e importantes
motivos, consideramos que buena parte de las dificultades implicadas en el
problema de la afección pueden ser subsanadas -al menos parcialmente- si se
tiene en cuenta que los pasajes referidos a la AT indican simplemente que la
entidad externa que ha de afectarnos a fin de que se produzcan nuestras
intuiciones empíricas exige ser caracterizada, en el marco de la investigación
trascendental, como algo en sí. Por lo demás, como ha sido indicado, no es
nuestro objetivo analizar aquí la conexión de la tesis de la AT con los aspectos
doctrinales que han sido tradicionalmente invocados a fin de mostrar su
consistencia, sino que proponemos, por el contrario, considerar una vía de
justificación de la AT que -hasta donde sabemos- no ha sido ensayada hasta el
momento, consistente en examinar hasta qué punto las referencias kantianas a
la AT pueden ser interpretadas como premisas implicadas en una
argumentación trascendental. Como hemos adelantado, si bien esta vía no
resulta exitosa, la elucidación de las razones que exigen desestimarla permite
traer a la luz importantes aspectos del problema de la cosa en sí.

II. Argumentos trascendentales y condiciones trascendentales de la


posibilidad de la experiencia

Hasta aquí, hemos intentado aclarar en qué sentido puede afirmar Kant que
las cosas en sí "dan la materia para las intuiciones empíricas", es decir, en qué
sentido es lícito declarar que las cosas en sí afectan nuestra sensibilidad,
dando así origen a las representaciones empíricas. Debemos considerar ahora
hasta qué punto las observaciones kantianas referidas a la AT admiten ser
reconstruidas bajo la forma de una argumentación trascendental. Para ello ha
de considerarse, en primer lugar, qué suele entenderse, en términos generales,
bajo la noción de argumento trascendental. Ha sido indicado18 que los llamados
argumentos trascendentales suelen desarrollarse a partir de una premisa no
controversial, que remite, por lo general, a la facticidad de la experiencia (o del
conocimiento, o del lenguaje), y se remontan, a partir de allí, a la elucidación de
las condiciones que hacen posible el hecho o dato que se asume como dado.
Puesto que la tesis de la AT alude a una condición necesaria de la experiencia
-esto es, el hecho mismo de la afección (pues si esta no tuviese lugar no podría
producirse la materia intuitiva que ha de ser sintetizada a fin de que sea
constituido el objeto de experiencia)-, parece en principio posible interpretar
dicha tesis como un argumento trascendental, que tendría la siguiente forma:

- Hay experiencia objetiva (la existencia de un conocimiento universal y


necesario-i.e. científico- acerca de los objetos dados en la experiencia así lo
atestigua).

- La AT es una condición necesaria de toda experiencia objetiva en general.

- Por consiguiente, hay AT (quedando así establecida la legitimidad de las


observaciones kantianas referidas a la cosa en sí como entidad afectante, en
tanto observaciones que remiten a un elemento indispensable en el marco de
la investigación crítico-trascendental).

Sin embargo, ha de notarse que aquello que es caracterizado en los


argumentos trascendentales como una condición de posibilidad de la
experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje) suele constituir una
condición a priori de la experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje, según
el caso). Esta última exigencia resulta decisiva en relación con la validez
epistémica de tales argumentos: efectivamente, se trata aquí de argumentos a
priori, que, en cuanto tales, no permiten establecer nada acerca de lo real en sí,
sino que solo logran indicar, en el mejor de los casos, cómo el sujeto debe
pensar (o conocer, o concebir) lo real. Esto significa que las condiciones a
posteriori de la experiencia (o del conocimiento, o del lenguaje) no pueden ser
establecidas a partir de una argumentación trascendental, pues -como resulta
evidente- tales condiciones rebasan el ámbito de los conocimientos
trascendentales (esto es: el ámbito de aquello que puede ser establecido a
priori como una condición necesaria de la posibilidad de la experiencia). Puede
afirmarse, pues, que solo las condiciones a priori de la experiencia constituyen,
en el marco de la epistemología crítica, condiciones trascendentales19. Si bien
la experiencia humana requiere tanto de condiciones a priori como de
condiciones a posteriori, el ámbito de lo trascendental permanece, para Kant,
estrictamente circunscripto al conjunto de las condiciones a priori-i.e.
subjetivas- que hacen posible toda representación en general 20.

Si la tesis crítica de la AT no admite ser reconstruida bajo la forma de


una argumentación trascendental esto se debe, precisamente, a que la
afección (no en sentido empírico, sino en sentido trascendental 21) no constituye
una condición trascendental de la experiencia, sino antes bien una condición a
posteriori -si bien necesaria- de toda experiencia objetiva, o -cabría afirmar-
una condición material, por oposición a las condiciones formales de la
experiencia. Otra de las razones que harían inviable dicha reconstrucción
remite a la cuestión de los objetivos específicos que los intérpretes suelen
asignar a los llamados argumentos trascendentales, a saber, el de ofrecer una
respuesta a las argumentaciones escépticas 22, o bien el de justificar las
pretensiones de validez de determinados conocimientos o principios. Con
respecto al primero de estos objetivos, obviamente la tesis de la AT no tiene
relevancia directa para el tratamiento del problema de cómo responder a las
argumentaciones escépticas (referidas, en general, a la imposibilidad de
establecer criterios rigurosos que permitan justificar la validez del conocimiento
humano23). En cuanto al segundo de los objetivos señalados, nuestro análisis
previo permite constatar que la AT no admite ser justificada a partir de su
interpretación como un argumento trascendental, pues -como hemos indicado-
la afección no constituye, en sentido estricto, una condición trascendental de la
experiencia, sino que se trata allí de una condición necesaria a posteriori de la
experiencia, experiencia que exige el contacto del sujeto con
algo absolutamente externo al sujeto24, pues -tal como afirma Kant en el
parágrafo inicial de la Estética Trascendental- la materia del fenómeno debe ser
dada a posteriori25.

A partir de lo expuesto, podemos concluir que la tesis de la AT no admite ser


reconstruida bajo la forma de una argumentación trascendental: efectivamente,
la tesis en cuestión no alude a condiciones trascendentales de la experiencia,
sino a condiciones a posteriori de la experiencia humana. Si los
argumentos trascendentales suelen basarse en un punto de partida no
controversial (que estaría dado, en el caso que aquí examinamos, por la
facticidad de la experiencia) y establecen, en un segundo paso, las condiciones
trascendentales que hacen posible el hecho invocado en la premisa inicial, la
tesis de la AT no puede satisfacer este último requisito, pues -contrariamente a
lo sugerido por algunos intérpretes26- no constituye una condición
trascendental de la experiencia, sino una condición a posteriori, referida -como
ha sido señalado- a la afección de aquella entidad trascendente que ha de
afectar a la sensibilidad a fin de que la intuición empírica se produzca. Es, en
síntesis, el carácter a posteriori de esta condición aquello que impide
reconstruir la tesis de la AT bajo la forma de un argumento trascendental.

No obstante ello, los resultados de las reflexiones previas no son meramente


negativos: la consideración del problema de la afección en conexión con la
cuestión de los argumentos trascendentales ha permitido señalar aspectos
relevantes para la elucidación de dicho problema (el cual constituye, por cierto,
uno de los principales problemas específicos implicados en el
llamado problema de la cosa en sí). En primer lugar, ha sido indicado que la
afección es una condición necesaria para la posibilidad del conocimiento
objetivo (y de toda experiencia humana en general); a partir de lo cual pueden
ser desestimadas las interpretaciones idealistas de la cosa en sí (entendiendo
por tales aquellas que reducen la cosa en sí a un mero concepto heurístico,
esto es, a una noción filosófica de carácter puramente ficcional, que no designa
entidad real alguna, siendo su función de carácter estrictamente
metodológico27). En segundo lugar, el señalamiento de que no todas las
condiciones de la experiencia son condiciones trascendentales (esto es,
condiciones a priori) permite cuestionar -si bien en términos muy generales- las
interpretaciones idealistas de la doctrina crítica, incluyendo bajo esta
denominación genérica a aquellas lecturas que consideran el Idealismo
trascendental como una doctrina en la que el sujeto de la representación
constituye el fundamento único y exclusivo de todo saber y, en última instancia,
de toda realidad objetiva. Quienes reprochan a Kant el no haber desplegado en
su totalidad las consecuencias más radicales a las que supuestamente debería
haber conducido su idealismo crítico, parecen olvidar -a nuestro juicio- que el
filósofo jamás pretendió cuestionar la existencia de una realidad ajena al orden
de la representación (de hecho, los pasajes referidos a la cuestión de la AT dan
cuenta de este realismo básico sobre el que se asienta el Idealismo
trascendental kantiano)28.

Por último, hemos sugerido que la AT opera como una suerte de dato
originario presupuesto en el inicio de la investigación crítica 29, investigación
abocada a la determinación de las condiciones a priori de la posibilidad de la
experiencia. Si bien no nos hemos referido en detalle a esta cuestión, podemos
señalar -a modo de conclusión- que el carácter inexplicable de este hecho
originario (i.e. algo nos afecta) torna innecesario, en última instancia, todo
intento de justificación doctrinal de la tesis kantiana de la AT. En tal sentido,
cabría afirmar que la estrategia basada en la reconstrucción de la tesis de la AT
bajo la forma de una argumentación trascendental no solo es inviable (por las
razones antes señaladas), sino además innecesaria 30. Esto no significa, desde
luego, que nada pueda afirmarse acerca de las cosas en sí o, mejor aún,
acerca del modo en que Kant parece concebirlas al caracterizarlas como
aquello que afecta nuestra sensibilidad, dando origen a las representaciones
empíricas. Al indicar que toda estrategia orientada a una justificación de la AT
resulta, en última instancia, innecesaria, solo intentamos señalar que
el hecho de la afección no constituye, en sí, un aspecto doctrinal integrado en
el desarrollo del sistema crítico-trascendental, sino que ese hecho remite, antes
bien, a un punto de partida inexplicado (e inexplicable), que resulta, no
obstante, fundamental para tal desarrollo (pues -como ha sido indicado- es
preciso que algo afecte a la sensibilidad para que se produzcan sensaciones,
las cuales constituyen la materia del fenómeno). En sus principales obras
críticas, Kant suele caracterizar a esta entidad que ha de afectarnos apelando a
la noción de cosa en sí31. Dado que en torno a dicha noción se han planteado,
tradicionalmente, las principales objeciones formuladas a la doctrina del
Idealismo trascendental, puede constatarse la importancia del problema aquí
abordado, y la pertinencia de todo intento referido a su posible elucidación,
independientemente del valor positivo o negativo de los resultados parciales
que fuesen obtenidos según el caso.

III. Algunas consideraciones finales

En el marco de las consideraciones previas, ha sido indicado que los


llamados argumentos trascendentales no permiten, en rigor, establecer
conclusiones válidas acerca de lo que los objetos son, sino que permitirían, en
todo caso, establecer conclusiones legítimas acerca de cómo los sujetos se
representan (necesariamente) los objetos dados 32, o -para decirlo en los
términos utilizados por Stroud, quien se refiere a la limitación epistémica
fundamental de tales argumentos- estos no permiten establecer proposiciones
válidas acerca del mundo, sino solo acerca de nuestros
33
conceptos o creencias respecto del mundo . En el mejor de los casos -señala
Stroud- los argumentos trascendentales lograrán mostrar que ciertas creencias
o convicciones resultan absolutamente indispensables para la experiencia
humana, pero no podrán garantizar, sin embargo, que dichas creencias o
convicciones se correspondan con lo que el mundo efectivamente es.
Consideramos que las observaciones de Stroud son, en términos generales,
correctas. Sin embargo, ha de señalarse que esta limitación elemental de los
argumentos trascendentales se presenta, naturalmente, en marcos
doctrinales no idealistas: en efecto, si adoptamos un paradigma realista
(asumiendo la realidad absoluta de los objetos dados en la experiencia),
habremos de reconocer que no es posible, en última instancia, garantizar la
correspondencia entre nuestras representaciones y lo real. Si se rechaza, de
este modo, la concepción crítica del mundo como un orden
puramente fenoménico (mundo cuyas características perceptibles son
reconocidas como rasgos fundados en nuestras propias facultades
cognoscitivas), ya no es posible garantizar, en efecto, la concordancia entre
nuestros conocimientos y lo real. Ahora bien, en el marco del Idealismo
trascendental, esta concordancia (o correspondencia) no constituye un
auténtico problema, pues resulta inmediatamente garantizada a partir de la
concepción de los objetos físicos como puros fenómenos (esto es, como
entidades representacionales, que precisamente se adecuan, en cuanto tales,
a las condiciones subjetivas de la representación). Si bien la correspondencia
entre conocimiento y objeto se circunscribe, en dicho marco, a la relación entre
nuestras representaciones y los objetos como puros
fenómenos (renunciándose así a toda posibilidad de garantizar la
correspondencia epistémica entre nuestras representaciones y lo real en sí), el
punto relevante para nuestro análisis es que las objeciones formuladas por
Stroud -entre otros- respecto de las limitaciones inherentes a los argumentos
trascendentales afectan, en última instancia -desde una perspectiva crítico-
trascendental- a la totalidad del conocimiento humano (esto es, no únicamente
a los llamados conocimientos trascendentales, sino a todo conocimiento en
general). Efectivamente, la totalidad de nuestros conocimientos acerca del
mundo se refiere, desde dicha perspectiva teórica, al mundo como
fenómeno (lo cual equivale a afirmar que todo conocimiento humano se halla
esencialmente condicionado por el modo en que nosotros nos representamos
al mundo, quedando así circunscripto al ámbito fenoménico, cfr. B 162 y ss.).
Esto no compromete, desde luego, la validez objetiva del conocimiento
científico (en tanto conocimiento exclusivamente referido a las cosas en tanto
que fenómenos); tampoco afecta -cabría añadir- a la validez de los argumentos
transcendentales en marcos doctrinales idealistas (o, cuanto menos, en el
marco del Idealismo trascendental kantiano), pues en dicho marco no se
pretende, ciertamente, que tales argumentos establezcan datos válidos acerca
del mundo tal como es en sí, sino que solo se exige que los mismos
proporcionen información válida acerca del mundo tal como nosotros nos lo
representamos (i.e. bajo condiciones necesarias de la representación sensible
e intelectual). En conclusión, las observaciones que han sido tradicionalmente
formuladas a propósito del alcance limitado de los llamados argumentos
trascendentales parecen perder relevancia cuando se trata del modo en que
operan tales argumentos en el marco del Idealismo trascendental, pues en
dicho marco todo argumento (y todo conocimiento, en general) refleja
únicamente las condiciones subjetivas bajo las cuales nosotros nos
representamos el mundo, sin poder reflejar lo que el mundo sea en sí (aunque
esto no afecte en modo alguno el carácter objetivo del conocimiento humano).
En lo que respecta puntualmente al alcance y validez de los argumentos
trascendentales desarrollados en el marco de la doctrina crítica, podría decirse
que, en términos generales, estos logran efectivamente establecer
conocimientos relevantes acerca de lo real, siempre y cuando lo real sea
considerado bajo su dimensión estrictamente fenoménica.

Notas
1
La discusión acerca del Idealismo trascendental ha cobrado especial relevancia durante las
últimas décadas (cfr. Ameriks, 2011; Allais, 2004: 655 y ss.; Watkins, 1998: 446-464),
fundamentalmente a raíz de la influencia creciente de la interpretación epistemológica,
impulsada por Gerold Prauss y, más recientemente, por Henry Allison (Prauss, 1989: 13-43;
Allison, 2004: 16-19) y de las diversas objeciones formuladas a dicha interpretación por parte
de reconocidos comentaristas, quienes abogan, en cambio, por una interpretación ontológica
de la doctrina crítica (cfr. Aquila, 1989: 88 y ss.; Robinson, 1994; Ameriks, 1992: 334 y ss.; Van
Cleve, 2003). Si bien el debate entre las principales líneas de interpretación del IT ha sido
tradicionalmente caracterizado a través de la oposición entre las llamadas "interpretación de los
dos aspectos" y la "interpretación de los dos mundos", una breve reconstrucción de las
principales discusiones que configuran el estado actual de los estudios kantianos permite
constatar que dicha oposición no alcanza ya a reflejar la complejidad que ha cobrado el debate
durante las últimas décadas, ya que muchas de las actualmente denominadas
interpretaciones ontológicas suelen incorporar determinados aspectos o resultados parciales
aportados por la interpretación epistémica, rechazando así la interpretación dualista radical del
Idealismo kantiano (cfr. Schulting, 2011: 1-35; Heidemann, 2011: 201; Beade, 2013).
2
Al tratamiento de esos diversos problemas específicos nos hemos referido en trabajos previos
(cfr. Beade, 2006: 81-94; Beade, 2009a: 85-120; Beade, 2009b: 31-38; Beade 2009c: 131-137;
Beade 2010a: 9-37; Beade, 2010b: 43-57; Beade, 2011: 254260).
3
Los intérpretes suelen distinguir entre la afección en sentido empírico y la afección en sentido
trascendental, aludiendo, bajo esta última expresión, a las afirmaciones kantianas referidas a
la cosa en sí como entidad que afecta nuestra sensibilidad, produciendo las representaciones
empíricas. Si bien algunos intérpretes consideran que solo cabe considerar la afección en el
primer sentido indicado (cfr. Prauss, 1989: 192-207), otros observan que en los textos
kantianos se alude a la afección en ambos sentidos. Para un análisis detallado de los
problemas específicos implicados en el problema de la afección, cfr. Buchdahl, 1991: 73-90;
Caimi, 1983: 109-119; Dörflinger, 1990: 101-117; Prauss, 2001: 86-93; Beade, 2006: 81-94;
Beade, 2010a: 9-37.
4
En términos generales, los autores dedicados al estudio de tales argumentos suelen coincidir
en que éstos presentan la siguiente estructura: 1) hay experiencia (o conocimiento, o
pensamiento inteligible, o lenguaje, etc.); 2) P es una condición de posibilidad de la experiencia
(o del conocimiento, etc.); 3) por tanto, P. Los argumentos trascendentales suelen
desarrollarse, así pues, a partir de una premisa no controversial -que remite, por lo general, a la
facticidad de la experiencia, del conocimiento o del lenguaje- y se remonta, a partir de dicha
premisa, a las condiciones bajo las cuales es posible el hecho o dato en ella establecido (cfr.
Walker, 2007: 239).
5
Cfr. Walker, 2007: 240.
6
Cfr. Genova, 1984: 469-495; Brueckner, 1996: 265-280; Stroud, 1999: 155-172; Stern, 1999:
47-66; y Stern, 2000.
7
Como señala Vaihinger en su comentario clásico a la Crítica de la razón pura, el problema de
la afección concierne al status metafísico que debamos asignar al objeto afectante: o bien se
trata del fenómeno, o bien de la cosa en sí, o bien de ambos (cfr. Vaihinger, 1892: 53). Esta
última posibilidad ha sido sugerida por Adickes, sin encontrar, sin embargo, eco entre los
intérpretes (cfr. Adickes, 1929). Por nuestra parte, coincidimos con Allison en que el modo en
que Vaihinger formula el problema en cuestión conlleva algunos presupuestos implícitos
respecto de la misma: "since this formulation is based on the assumption that the distinction
between appearances and things in themselves is itself metaphysical in nature, once this
assumption is repudiated, this way of stating the problem loses all meaning. But it does not
follow that the problem itself disappears. It is still meaningful to ask whether Kant's statements
about objects affecting the mind and producing sensations involve a reference to objects
considered in their empirical character as appearances, or to these same objects considered as
they are in themselves. If the former is the case, affection is to be construed in an empirical
sense, and if the latter, in a transcendental sense" (Allison, 2004: 66).
8
Cfr. Allison, 2004: 50.
9
Cfr. Torretti, 1967: 491; Prauss, 1989: 202 y ss.; Baumgartner, 1974: 265; y Falkenstein, 1995:
315.
10
Cfr. supra, nota 3.
11
Diversos intérpretes coinciden en que el carácter puramente pasivo o receptivo que Kant
asigna a la sensibilidad exige, necesariamente, una referencia a una entidad afectante de
carácter trascendente. Cfr. Paton, 1970: 139 y ss., Kemp Smith, 1962: 81-82; Westphal, 1968:
122-123; Rábade Romeo, 1969: 94; Allison, 1968: 182-183; Höffe, 1986: 70-71). En la "Estética
trascendental" (Crítica de la razón pura [Kritik der reinen Vernunft, 1781 / 1787]), Kant define a
la sensibilidad como la "capacidad (receptividad) de recibir representaciones gracias a la
manera como somos afectados por objetos" (A 19/B 33), definición que hace explícita la
conexión entre el carácter receptivo de la sensibilidad y la afección: puesto que la sensibilidad
-siendo una facultad puramente receptiva- no puede ser ella misma causa de las
representaciones que produce, es preciso que algo absolutamente externo (cfr. A 373) ejerza
un efecto sobre ella, a fin de que la intuición empírica se produzca (la paginación citada
corresponde a la Edición Académica de las obras kantianas: Kant (1903/1911); a esta edición
aludimos, de aquí en adelante, bajo la abreviatura Ak., seguida del número de tomo, indicado
en números romanos, según el uso convencional). En un texto de 1790 en el que el Kant
responde a una serie de objeciones que le fueran formuladas por J. A. Eberhard -uno de los
principales exponentes de la escuela leibniz-wolffiana-, afirma que "o bien la intuición es, según
el objeto, enteramente intelectual, esto es, intuimos las cosas como son en sí [...] o bien no es
intelectual, y entendemos por tal [intuición] solo el modo como somos afectados por un objeto
que, en sí mismo, nos es enteramente desconocido" (Über eine Entdeckung, nach der alle
neue Kritik der reinen Vernunft durch eine ältere entbehrlich gemacht werden soll, Ak. VIII, 220).
Kant caracteriza aquí a la intuición intelectual como un modo de representación que
proporcionaría un conocimiento de las cosas tal como son en sí mismas. En las obras críticas,
este modo de intuición suele ser contrapuesto a la intuición sensible (humana), la cual, al estar
sujeta a las condiciones a priori de la sensibilidad, no es capaz de proporcionar un
conocimiento de la cosas tal como son en sí mismas, y solo permite representarlas, pues, como
fenómenos (cfr. Rábade Romeo, 1969: 9).
12
En este sentido se refiere Adickes la confianza de Kant con respecto a la existencia de una
realidad más allá del orden de la representación como un sobreentendido
[Selbstverständlichkeit], es decir, como un presupuesto o premisa básica de la investigación
trascendental (1924: 9).
13
Como ha sido señalado, puede decirse que tal explicación no forma parte, en rigor, del objeto
de análisis propio de la investigación trascendental, dedicada a una reconstrucción de las
condiciones que hacen posible una constitución del objeto de conocimiento, una vez que la
sensibilidad ha sido afectada por algo externo a ella. Cfr.Caimi, 1996: 29; Vaihinger, 1892: 472-
473; Buchdahl, 1991: 86; Parsons, 1992: 66.
14
El subrayado nos pertenece.
15
Kant define a la sensación [Empfindung] como "el efecto de un objeto sobre la capacidad
representativa, en la medida en que somos afectados por él" (A 19/ B 34). La materia del
fenómeno es aquello que corresponde en él a la sensación (A 20/B 34) y es dada, entonces, a
posteriori, a diferencia de la forma del fenómeno, que es dada a priori (cfr. A 20/B 34). Dado
que la sensación solo puede ser dada a posteriori, requiere del contacto de la sensibilidad con
algo absolutamente externo, algo que es caracterizado, en el marco de la reflexión crítica, bajo
el concepto de cosa en sí (cfr. Kemp Smith, 1962: 82).
16
Como señala Allison, el punto decisivo es que, en el marco de la reflexión trascendental, no
es posible considerar al objeto que nos afecta bajo su descripción empírica, pues esto
equivaldría a atribuirle precisamente aquellas propiedades que el objeto adquiere
como resultado de la afección: "this something that affects the mind cannot be taken under its
empirical description (as a spatiotemporal entity). To do so would involve assigning to an object,
precisely those features that, according to the theory, it only possesses in virtue of this relation
[...]. The indispensable role of material condition of this [discursive] cognition must be assigned
to something considered as it is in itself, apart from this epistemic relation and, therefore, as a
merely transcendental object. There is, however, nothing in this that commits Kant to the
postulations of any super-empirical entities. On the contrary, no entities are assumed (in the
account of affection) other than the spatiotemporal objects of human experience. This point is
only that, insofar as these are to function in a transcendental account as material conditions of
human cognition, they cannot, without contradiction, be taken under their empirical description"
(Allison, 2004: 67-68). Coincidimos con Allison cuando observa que en los pasajes referidos a
la AT Kant simplemente indica cómo ha de ser pensado o concebido el objeto afectante en el
marco de la reflexión trascendental (cfr. Allison, 2004: 72). En la expresión "afección
trascendental", el término trascendental alude al carácter trascendente de la entidad que afecta
la sensibilidad (esto es, al objeto considerado más allá de toda relación con las formas a
priori del tiempo y el espacio), y no ha de ser interpretado, así pues, según su significación
específicamente crítica (referida a todo aquello que opera como condición a priori de posibilidad
de la experiencia objetiva). Así, en las expresiones "afección trascendental" y "argumento
trascendental", el calificativo trascendental no posee un sentido análogo: mientras que en el
primer caso ha de interpretarse en tanto sinónimo de trascendente, en el segundo caso el
término asume una significación específicamente crítica. Para un análisis de las diversas
acepciones que el término trascendental asume en la filosofía crítica, cfr. Angelelli (1972: 117-
124) y Navarro Cordón (1970: 7-26).
17
Diversos autores coinciden en señalar que la AT no ha de ser entendida como una relación
causal en sentido estricto (cfr. Allison, 2004: 64; Rescher, 1974: 178).
18
Cfr. supra, nota 5.
19
Así como Kant define el conocimiento trascendental como aquel conocimiento "que se ocupa,
en general, no tanto de objetos, como de nuestros conceptos a priori de objetos" (A 11-12/B
25), así también cabría denominar argumento trascendental a todo argumento que procure
establecer condiciones necesarias de la experiencia (o del pensamiento, o del lenguaje),
siempre que se trate allí de condiciones a priori. Ha de notarse que Kant no utiliza el término
"argumento trascendental" en el sentido actual de dicha expresión (cfr. B 617; 655), de manera
que no podemos apelar al texto de la Crítica de la razón pura en busca de una definición. Con
todo, el modo en que la crítica especializada suele caracterizar los llamados argumentos
trascendentales permite advertir que tales argumentos son calificados de tal modo en tanto
suelen referirse a las condiciones trascendentales de la experiencia (o del conocimiento, o del
lenguaje), entendiendo por tales condiciones aquellas que son dadas a priori (i.e.
independientemente de toda experiencia).
20
El conocimiento puro o a priori solo es posible, en efecto, en tanto conocimiento fundado en
las condiciones trascendentales de la experiencia (condiciones cuyo análisis constituye el
objeto de estudio específico de la investigación crítica).
21
Cfr. supra, nota 4.
22
(Strawson, 1976: II, cap. 3). Para un análisis crítico de la propuesta de Strawson, referida al
valor y alcance de los argumentos trascendentales como instrumentos eficaces para combatir
diversas formas de escepticismo, cfr. Stroud (2000). Si bien a partir de la década del '70 el
debate filosófico acerca de los argumentos trascendentales parecía indicar que tales
argumentos podían ofrecer instrumentos eficaces par combatir diversas formas de
escepticismo, el optimismo inicial respecto de dichos argumentos fue mermando a medida que
comenzó a examinarse más detenidamente su estructura interna, arribándose así, en ciertos
casos, a la conclusión de que los argumentos trascendentales permiten obtener resultados
mucho más modestos de lo que se creyó en un principio (cfr. Vahid, 2002: 273-290).
23
Si bien la necesidad de ofrecer respuesta a los argumentos escépticos resultó,
indudablemente, apremiante para Kant -quien halla, además, un poderoso argumento contra el
escepticismo al establecer el principio crítico de la incognoscibilidad de las cosas en sí
(estableciendo con ello no solo la imposibilidad de un conocimiento objetivo de la existencia de
Dios o la supervivencia del alma, sino asimismo la imposibilidad de rechazar ambas tesis)- su
tratamiento de la AT no está directamente vinculado con el problema del escepticismo, sino que
remite antes bien -como indicamos- a la necesidad de caracterizar aquello que nos afecta bajo
su dimensión no fenoménica (cfr. supra, nota 16).
24
Resulta oportuno considerar aquí la distinción que Kant establece entre
lo empíricamente externo y lo trascendentalmente externo: "La expresión: fuera de
nosotros lleva consigo una ambigüedad inevitable, ya que tan pronto significa algo que
existe como cosa en sí misma diferente de nosotros, tan pronto algo que pertenece meramente
al fenómeno externo; por eso, para poner a salvo de la inseguridad este concepto en la última
significación, que es en la que propiamente se toma la cuestión psicológica acerca de la
realidad de nuestra intuición externa, vamos a distinguir los objetos empíricamente
exteriores de aquellos que podrían llamarse así en sentido transcendental, llamándolos
directamente cosas que se encuentran en el espacio" (A 373). El análisis de la tesis crítica que
establece que un objeto externo ha de afectarnos a fin de que la intuición empírica tenga lugar,
exige considerar, ante todo, en qué sentido ha de interpretarse aquí la expresión "objeto
externo", ya que dicha expresión puede remitir a las cosas que se encuentran en el
espacio (i.e., a los objetos empíricamente externos), o bien, a las cosas en sí (objetos externos
en sentido trascendental, es decir, trascendente).Toda referencia a la afección de la
sensibilidad por parte de un objeto externo puede asumir, así, dos sentidos diversos: o bien se
afirma que la sensibilidad es afectada por el objeto empírico, relativamente externo, o bien se
afirma que ella es afectada por la cosa en sí. Como ha sido señalado, el tratamiento de la
afección desde una perspectiva empírica no plantea mayores dificultades: naturalmente,
podemos afirmar que los objetos físicos -efectivamente dados en el espacio- afectan nuestra
sensibilidad, dando origen a las representaciones empíricas. La cuestión es establecer hasta
qué punto la investigación crítica exige asimismo una consideración del objeto afectante
como cosa en sí.
25
"En el fenómeno llamo materia de él a aquello que corresponde a la sensación; pero a
aquello que hace que lo múltiple del fenómeno pueda ser ordenado en ciertas relaciones, lo
llamo la forma del fenómeno" (A 20/B 34). Esta distinción entre forma y materia del fenómeno
permite diferenciar los elementos a priori de los elementos a posteriori que concurren en la
constitución del objeto fenoménico. La materia está ligada a la sensación y exige, por
consiguiente, que algo afecte a la sensibilidad. Dado que aquello que ha de afectarnos exige
ser caracterizado, en el marco de la epistemología crítica, como algo en sí (cfr. supra, nota 16),
podemos afirmar que la AT constituye una condición material para la constitución del objeto de
conocimiento. El hecho de que las cosas en sí sean caracterizadas como suprasensibles no
afecta, así pues, a la caracterización de la afección de la cosa en sí como
condición material del conocimiento objetivo. En otras palabras: si bien las cosas en sí
mismas son, para Kant, suprasensibles (es decir, no materiales, por definición), el influjo que
estas ejercen sobre la sensibilidad al afectarnos (que no ha de ser representado, por cierto,
como un influjo físico) produce o da origen al elemento material del fenómeno (a saber: la
sensación); en tal sentido entendemos que afirma Kant que las cosas en sí "dan la materia del
fenómeno" (cfr. Ak. VIII, 215). En qué consista propiamente ese influjo, no puede ser aclarado
por la investigación crítica, la cual se limita a examinar las condiciones a priori que hacen
posible la constitución del objeto, asumiendo la afección como un punto de partida (o momento
cero de la representación) que se resiste a todo intento de explicación (cfr. Caimi, 1996: 30).
26
Cfr. Onof, 2011: 211-235.
27
Un ejemplo paradigmático de las interpretaciones de la cosa en sí como entidad puramente
ficcional puede hallarse en Schaper, 1966: 233-243.
28
Como ejemplo paradigmático de los presupuestos realistas implicados en el Idealismo
trascendental, remitimos a un pasaje correspondiente al §13 de Prolegómenos [Prolegomena
zu einer jeden künftigen Metaphysik, die als Wissenschaft wird auftreten können, 1783], en el
que Kant destaca el carácter infundado de aquellas interpretaciones que asocian su idealismo
crítico con el «idealismo en sentido tradicional»: "Pues el que yo haya dado a esta teoría mía el
nombre de idealismo trascendental no autoriza a nadie a confundir este nombre con el
idealismo empírico de Descartes [...], ni con el idealismo místico de Berkeley [...]. Pues este
idealismo que yo he llamado así no se refería a la existencia de las cosas (la duda acerca de la
cual constituye propiamente el idealismo en el sentido tradicional). Pues nunca se me ocurrió
ponerla en duda; sino que se refiere solamente a la representación sensible de las cosas, a la
cual pertenecen, por sobre todo, el espacio y el tiempo" (Ak. IV, 293).
29
Cfr. supra, nota 13.
30
Cfr. Beade, 2013b.
31
Según ha sido indicado, esta caracterización resulta legítima, si se tiene en cuenta que no
cabe atribuir a la entidad afectante aquellas características o notas que solo corresponden a las
cosas en tanto representadas (esto es, en tanto son constituidas como objeto de conocimiento).
Cfr. supra, nota 16.
32
Crf. supra, p. 7.
33
Crf Stroud, 1999: 155 y ss..

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