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Antes de empezar a explicar las características de la ética de Kant hay que partir de una
distinción previa que él propone: la de éticas materiales y éticas formales.
Son materiales aquellas éticas que afirman que la bondad o maldad de la conducta
humana depende de algo que se considera bien supremo para el hombre: los actos
serán, por tanto, buenos cuando nos acerquen a la consecución de tal bien supremo, y
malos cuando nos alejen de él. Las éticas materiales suponen que hay bienes, cosas
buenas para el hombre, y determinan cuál es el bien supremo o fin último del hombre
(el placer para Epicuro, la felicidad virtuosa para Aristóteles, etc.) Según cuál sea el bien
supremo, la ética establece normas o preceptos con el fin de alcanzarlo.
Lo que se quiere decir en el tercer punto es que una acción hecha por deber tiene su
valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiera alcanzar, sino en la
MÁXIMA, por la cual ha sido resulto.
En el enunciado de esta introduce Kant por primera vez en su ensayo el uso de la
palabra “máxima”, que es el principio subjetivo, el plan de conducta que configura la
estrategia personal del agente al emprender una acción.
Los seres racionales, es decir las personas, entre las cuales nos encontramos, actúan
por representación de leyes, las morales, y la voluntad humana, que ha de saber elegir
entre lo agradable y lo bueno, sólo puede cumplir la ley moral venciendo las inlinaciones
instintivas y pasionales de nuestra naturaleza, En una voluntad de tal índole la ley moral
ha de manifestarse en forma de constricción y mandato o imperativo.
Existe una segunda formulación famosa del imperativo categórico, que es así:
A pesar de que Kant evita en buena medida hablar de lo bueno y lo malo, él entiende
que existe algo absolutamente bueno: lo bueno incondicionado. Esto es la buena
voluntad, el deseo de hacer siempre las cosas adecuadamente. Kant entiende que la
ética (la razón práctica) tiene algunos postulados que no son demostrables, como los
tenía también la razón pura.
POSTULADOS
Esto es así porque la ética tan sólo tiene sentido si existe la libertad; la felicidad, que
sería la perfecta adecuación entre nuestros deseos individuales y el deber moral tan
sólo se podría dar si fuésemos infinitos, porque supondría una voluntad santa en este
mundo y esto es imposible. Por último, la propia idea de felicidad supone la existencia
de una causa suprema de la naturaleza dotada de entendimiento y voluntad, es decir,
Dios.
Como vemos, para Kant, la moralidad coloca al hombre en el umbral de la religión. Sin
embargo, aunque lleva hacia ella, no es su objetivo porque el hombre no debe tender a
la felicidad, sino a la racionalidad. La religión sirve como esperanza para la moralidad.