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Los siguientes apuntes, cuyo exclusivo objeto es facilitar el estudio de los contratos de
garantía por parte de los alumnos, han sido elaborados en base a extractos de diversos
manuales de estudio, a los cuales se han adicionado comentarios.
1. DIEZ DUARTE, Raúl, La Hipoteca en el Código Civil Chileno, Pacsed Editores, 1991.
4. MEZA BARROS, Ramón, Manual de Derecho Civil. De las Fuentes de las Obligaciones, Tomo II,
Editorial Jurídica de Chile, Octava Edición, 2000.
7. VARIOS AUTORES, Estudios sobre Garantías Reales y Personales, Tomos I y II, Editorial Jurídica
de Chile, Primera Edición, 2009.
8. VODANOVIC H., Antonio, La Fianza, Editorial Jurídica ConoSur Ltda., Primera Edición,
1999.
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Cristián Boetsch Gillet
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TEMARIO
I.
ASPECTOS GENERALES DE LAS GARANTÍAS
II.
LA FIANZA
1. CONCEPTO.
2. CARACTERÍSTICAS DEL CONTRATO DE FIANZA.
2.1. Por regla general es un contrato consensual.
2.2. Es un contrato unilateral.
2.3. Es un contrato gratuito.
2.4. Es un contrato accesorio.
(i) Consecuencias del carácter accesorio de la fianza.
(ii) El fiador no puede obligarse a más que el deudor principal.
(iii) El fiador puede obligarse en términos más eficaces.
2.5. Es un contrato patrimonial.
2.6. No es un contrato condicional.
3. LA SUBFIANZA.
4. CLASES DE FIANZA.
4.1. Fianza convencional, legal y judicial.
4.2. Fianza personal e hipotecaria o prendaria.
4.3. Fianza limitada e ilimitada.
4.4. Fianza simple y solidaria.
5. REQUISITOS DEL CONTRATO DE FIANZA.
5.1. Consentimiento de las partes.
5.2. Objeto de la fianza.
5.3. Causa de la fianza.
5.4. Existencia de una obligación principal.
6. PERSONAS OBLIGADAS A RENDIR FIANZA.
7. CALIDADES QUE DEBE REUNIR EL FIADOR.
7.1. Capacidad del Fiador.
(i) Fianza del sometido a curaduría.
(ii) Fianza del menor no emancipado.
(iii) Fianza otorgada por el marido, habiendo régimen de sociedad conyugal.
(iv) Fianza otorgada por cualquiera de los cónyuges, habiendo régimen de participación en los
gananciales.
7.2. Solvencia del Fiador.
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III.
LA PRENDA
1. DEFINICIÓN.
2. PRENDAS ESPECIALES.
3. CARACTERÍSTICAS DE LA PRENDA.
3.1. Es un contrato.
3.2. Es un contrato unilateral.
3.3. Es un contrato oneroso o gratuito.
3.4. Es un contrato real o solemne.
3.5. Es un contrato accesorio.
3.6. Es un derecho real.
3.7. Es un derecho mueble.
3.8. Da origen a un privilegio.
3.9. Constituye un principio de enajenación.
3.10. Es un título de mera tenencia.
3.11. Es indivisible.
4. ELEMENTOS DE LA PRENDA.
4.1. Obligaciones susceptibles de ser garantizadas con prenda.
(i) Cuestiones generales.
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IV.
LA HIPOTECA
1. CONCEPTO.
2. IMPORTANCIA.
3. CARACTERISTICAS DEL DERECHO DE HIPOTECA.
3.1. Es un derecho real.
3.2. Es un derecho inmueble.
3.3. Es un derecho accesorio.
(i) Noción general.
(ii) Hipoteca de obligaciones naturales.
(iii) Casos en los cuales la hipoteca es autónoma de la obligación principal.
(iv) Hipoteca de obligaciones indeterminadas.
(v) Efectos del carácter accesorio de la hipoteca.
3.4. Constituye una limitación del dominio.
3.5. Constituye un principio de enajenación.
3.6. Da origen a una preferencia.
3.7. Es indivisible.
(i) Con relación al inmueble
(ii) Con relación al crédito.
4. CLASES DE HIPOTECA.
4.1. Generalidades.
4.2. Clases de hipoteca en la legislación actual chilena.
5. CASO DE HIPOTECA LEGAL.
6. EL CONTRATO HIPOTECARIO.
6.1. Concepto.
6.2. Características del contrato hipotecario.
7. ELEMENTOS DE LA HIPOTECA.
7.1. Capacidad
7.2. Formalidades del contrato de hipoteca.
(i) La hipoteca es un contrato solemne.
(ii) Rol que desempeña la inscripción en la hipoteca.
(iii) Contratos de hipoteca celebrados en el extranjero.
(iv) Contenido de la inscripción en el Registro de Hipotecas y Gravámenes.
(v) Formalidades de la Hipoteca de Naves.
(vi) Formalidades de la Hipoteca de Aeronaves.
7.3. Cosas susceptibles de hipotecarse.
(i) Hipoteca sobre inmuebles que se posean en propiedad.
(ii) Hipoteca sobre inmuebles que se posean en usufructo.
(iii) Hipoteca de naves y aeronaves.
(iv) Hipoteca de mina.
(v) Hipoteca sobre bienes futuros.
(vi) Hipoteca de cuota.
(vii) Hipoteca sobre bienes respecto de los cuales se tiene un derecho eventual, limitado
o rescindible.
(viii) Hipoteca de una cosa ajena.
(ix) Principio de la especialidad de la hipoteca en relación con el bien hipotecado.
7.4. Obligaciones susceptibles de caucionarse con hipoteca.
(i) Todas las obligaciones son susceptibles de garantizarse con hipoteca.
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V.
LA ANTICRESIS
1. CONCEPTO.
2. CARACTERÍSTICAS DE LA ANTICRESIS.
2.1 Es un contrato unilateral.
2.2 Es un contrato oneroso o gratuito.
2.3 Es un contrato conmutativo.
2.4 Es un contrato accesorio.
2.5 Es un contrato real.
2.6 Es indivisible.
2.7 No conduce a la adquisición de derechos reales, sino sólo personales.
3. BIENES QUE PUEDEN DARSE EN ANTICRESIS.
4. CASOS EN QUE LA ANTICRESIS ES OPONIBLE A TERCEROS.
5. EFECTOS DE LA ANTICRESIS.
5.1 Respecto del acreedor anticrético.
a) Obligaciones del acreedor anticrético.
b) Derechos del acreedor anticrético.
5.2 Respecto del propietario de la finca.
a) Obligaciones del propietario de la finca.
b) Derechos del propietario de la finca.
6. LESIÓN ENORME EN LA ANTICRESIS.
7. PROHIBICIÓN DE PACTO COMISORIO.
8. LA ANTICRESIS EN EL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL.
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I.
ASPECTOS GENERALES DE LAS GARANTÍAS
La obligación es un vínculo jurídico en virtud del cual una persona determinada se obliga
para con otra también determinada a dar, hacer o no hacer algo. Por tratarse de un vínculo
jurídico, no puede quedar al arbitrio del deudor darle o no cumplimiento, en lo que se
diferencia la obligación de los simples deberes morales. Por eso el legislador da al
acreedor diversos derechos tendientes a obtener el cumplimiento de la obligación de parte
del deudor rebelde.
En el patrimonio del deudor ejercita el acreedor los derechos que le concede la ley. En él
va a solicitar la ejecución forzada de la obligación o la indemnización de perjuicios.
Pero salta a la vista que, como garantía para el acreedor, este derecho es insuficiente,
porque él no evita las disminuciones del patrimonio del deudor, provocadas ya por
negligencia de éste en ejercitar ciertos derechos o por las enajenaciones fraudulentas que
pueda hacer. Cierto que para estos eventos el acreedor podrá entablar la acción oblicua y
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la acción pauliana; pero su ejercicio demanda tiempo y dinero y en ciertos casos será un
remedio tardío. A esto agreguemos que mediante estas acciones no se impide la
insolvencia del deudor producida, no ya por acciones u omisiones maliciosas de su parte,
sino lisa y llanamente por negocios desafortunados.
Habidas las consideraciones anteriores, era imprescindible en el campo del derecho idear
instituciones que suplieran las insuficiencias del derecho de prenda general. Ello se ha
conseguido mediante las garantías o cauciones.
En términos amplios, las garantías constituyen los diversos medios de que puede hacer
uso el acreedor para ponerse a cubierto de la insolvencia del deudor. Por su parte, la
caución se halla definida en el artículo 46 del Código Civil como “cualquiera obligación
que se contrae para la seguridad de otra obligación propia o ajena”. Y agrega: “Son
especies de caución la fianza, la hipoteca y la prenda”.
Para determinar la forma como las cauciones aseguran los derechos del acreedor, es
necesario distinguir entre cauciones personales y cauciones reales. Se agrupan entre las
primeras la cláusula penal, la solidaridad pasiva y la fianza; y, entre las segundas, la
prenda, la hipoteca y la anticresis.
5. CAUCIONES PERSONALES.
En las cauciones personales la mayor seguridad del acreedor consiste en que éste va a
tener el derecho de prenda general, no únicamente sobre el patrimonio del deudor, sino
también sobre el patrimonio de los codeudores solidarios o de los fiadores, los que en
cuanto a su número pueden ser ilimitados. De esta manera las posibilidades de insolvencia
disminuyen notablemente, y serán más remotas cuanto mayor sea el número de
codeudores solidarios o de fiadores, pues bastará con que uno de los que concurren a la
obligación conserve floreciente su patrimonio para que el acreedor pueda hacer efectiva en
él la obligación.
En las cauciones personales no se toman en cuenta bienes determinados que posea el que
garantiza la obligación, sino que su solvencia, y, en cierto aspecto, muy importante, un
factor subjetivo: la confianza que merezca al acreedor la persona del fiador o codeudor.
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Bien puede que éstos, al contraer la obligación, carezcan de bienes; pero, llegado el
momento de responder por el deudor, para hacer fe a su palabra sabrán arbitrar los
medios necesarios.
De estas dos cauciones ofrece mayores ventajas la solidaridad pasiva, porque el codeudor
solidario no goza de los beneficios de excusión y división de que se halla premunido el
fiador y que debilitan la posición del acreedor. Sin embargo las cauciones señaladas no son
antagónicas, sino que pueden combinarse, dando nacimiento así a la fianza solidaria.
6. CAUCIONES REALES.
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más sutiles. En efecto, teniendo ambas su origen en la enajenación con pacto de fiducia y
en el pignus, después se separan, caracterizándose: la hipoteca por referirse a los
inmuebles, que quedan en poder del deudor, y la prenda por aplicarse a los muebles, que
deben entregarse al acreedor. Hoy en día, estas características no son exclusivas, ya que
hay hipotecas sobre muebles, como la que recae en las naves, y prendas en que los bienes
quedan en poder del deudor, como acontece en las prendas sin desplazamiento.
También milita entre las cauciones reales la anticresis. Pero es evidente que, comparada con
la prenda y la hipoteca, su importancia y aplicación son insignificantes.
En el Código francés se contempla una serie de privilegios que el acreedor puede hacer
valer aun cuando los bienes del deudor hayan salido de su patrimonio, como por ejemplo
aquéllos que recaen sobre inmuebles, enumerados en el artículo 2.103 de ese Código. Con
este antecedente, no es raro que los autores y tratadistas franceses estimen uniformemente
que los privilegios son una garantía real y se ocupen de ellos al referirse a la prenda y a la
hipoteca.
En nuestro Derecho la situación es diversa, porque, salvo una excepción, los privilegios
sólo pueden invocarse mientras los bienes estén en el patrimonio del deudor, pero no una
vez que han salido de él.
Esta excepción viene a confirmar la regla de que en nuestra legislación los privilegios no
constituyen cauciones reales. Cierto que en la prenda y en la hipoteca el acreedor puede
alegar su privilegio o preferencia aun cuando los bienes hayan salido de manos del
deudor; pero ello se explica porque ambas tienen el carácter de derechos reales, y, como
tales, se ejercitan sobre una cosa sin respecto a determinada persona y llevan consigo el
derecho de persecución. Puede decirse que los privilegios, en nuestro Derecho, no son una
caución, pero sí son una garantía en el sentido amplio de esta expresión, ya que el
acreedor que goza de ellos tendrá una mayor posibilidad de ver satisfecho su crédito.
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puede hacerse dentro del Derecho Civil, sobro todo en cuanto se relaciona con la hipoteca,
ya que son cuantiosísimos los capitales que se encuentran colocados con garantía
hipotecaria.
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II.
LA FIANZA
1. CONCEPTO.
El artículo 2335 define la fianza en los siguientes términos: “La fianza es una obligación
accesoria, en virtud de cual una o más personas responden de una obligación ajena,
comprometiéndose para con el acreedor a cumplirla en todo o parte, si el deudor principal
no la cumple”.
Agrega el precepto que la fianza puede constituirse, no sólo a favor del deudor principal,
sino de otro fiador.
Lo cierto es que la fianza, antes que una obligación accesoria, es un contrato accesorio, cuyas
partes son el acreedor y el fiador (y no el deudor de la obligación principal, por ende).
A ello se debe agregar que la fianza siempre es un contrato, a pesar de que el artículo 2336
diga que sólo la fianza convencional se constituya por contrato. En verdad, tanto la fianza
legal como la judicial (y por cierto la convencional) se constituyen por contrato, sin
perjuicio que el origen de la obligación de procurarse un fiador sea la convención, la ley o
una resolución judicial.
El concepto legal subraya cual es el efecto propio del contrato: la necesidad en que se pone
el fiador de cumplir con una obligación principal total o parcialmente, en subsidio del
deudor principal.
Por regla general, el contrato de fianza es consensual, y por lo mismo se perfecciona con el
mero acuerdo de voluntades. Lo anterior, sin perjuicio de las limitaciones a la prueba de
testigos contenidas en los artículos 1708 y siguientes del Código Civil.
b) La fianza mercantil debe otorgarse por escrito; y sin esta circunstancia será
de ningún valor ni efecto" (art. 820 del C. de Comercio).
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La fianza es un contrato unilateral porque sólo una parte se obliga para con la otra que no
contrae ninguna obligación.
De la propia definición del art. 2335 se desprende que quien se obliga es el fiador para con
el acreedor a cumplir la obligación, en todo o parte, si no la cumple el principal deudor.
El deudor es extraño al contrato de fianza. Así se explica la regla del art. 2345: “Se puede
afianzar sin orden y aun sin noticia y contra la voluntad del principal deudor”.
El contrato de fianza sólo busca la utilidad de una de las partes, el acreedor, siendo el
fiador el único que sufre un gravamen.
Podría sostenerse que la fianza sería un contrato bilateral y además oneroso, cuando es el
acreedor y no el deudor principal quien remunera al fiador por sus servicios, pero en
verdad, opina Somarriva, en este caso no estaríamos frente a una fianza, sino más bien
ante un contrato innominado muy semejante al contrato de seguro, en el cual la prima
sería la remuneración y el riesgo el no cumplimiento por parte del deudor.
Pero no obstante tratarse de un contrato gratuito, el artículo 2351 establece que el fiador
responde de culpa leve y no sólo de culpa lata, como sería normal considerando que el
contrato no le reporta beneficio alguno.
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Sin duda que la circunstancia de ser un contrato accesorio es la característica más saliente
de la fianza.
La regla sufre excepción cuando la nulidad proviene de la incapacidad relativa del deudor
principal. Desde luego, el fiador no puede invocar la nulidad porque se trata de una
excepción personal del deudor (art. 2354). Tampoco podrá, a menudo, aprovecharse del
pronunciamiento de la nulidad, declarada a instancias del incapaz.
b) El fiador tiene la facultad para oponer al acreedor todas las excepciones que
deriven de la obligación principal (artículo 2354).
En otras palabras, lo que puede oponer el fiador al acreedor son las excepciones reales,
pero no las personales del deudor.
c) La obligación del fiador no puede ser más gravosa que la obligación principal
(artículo 2344).
Lo que sí puede ocurrir es que el fiador se obligue por menos, no sólo respecto a la cuantía
de la obligación, sino también en cuanto al tiempo, lugar, modalidades de pago, cláusula
penal, etc.
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El fiador puede obligarse a menos que el deudor porque el acreedor puede estar seguro de
la solvencia del deudor hasta cierto límite y exigirle un fiador si la obligación excede de
dicho límite.
Pero en cuanto la obligación del fiador excediera de la del principal deudor, ella misma se
convierte en una obligación principal y el fiador dejaría de ser un deudor subsidiario en el
exceso.
La obligación del fiador no puede ser mayor o más gravosa en cuanto a la cantidad o
cuantía, al tiempo, al lugar, a la condición, al modo, a la pena impuesta para el caso de
incumplimiento.
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e) En cuanto a la forma de pago: la obligación del fiador sería más gravosa si está
obligado a pagar en dinero efectivo o con un determinado tipo de moneda, mientras que el
deudor principal no tiene dicha limitación.
f) En cuanto a la pena: en dos casos sería más gravosa la obligación del fiador:
(i) si el fiador se sujeta a una pena para el cumplimiento de su obligación, pero dicha pena
no afecta al deudor principal; y (ii) cuando ambos deudores, principal y fiador, se sujetan a
una pena, pero la del fiador es más grave.
El art. 2344 concluye: “En caso de duda se adoptará la interpretación más favorable a la
conformidad de las dos obligaciones principal y accesoria” (art. 2344, inc. 4º).
Pese a que el fiador no puede obligarse en forma más gravosa, puede quedar obligado más
eficazmente.
El art. 2344, inc. 2º, dispone: “Podrá, sin embargo, obligarse de un modo más eficaz, por
ejemplo, con una hipoteca, aunque la obligación principal no la tenga”.
En cuanto a la calidad del vínculo, el fiador puede estar más estrecha y duramente
obligado. La hipoteca o la prenda que constituya no hacen más amplia o gravosa su
obligación; solamente la hacen más intensa o eficaz.
Podría creerse que la fianza es condicional, y que la condición consiste en que el deudor no
cumpla con lo pactado. Sin embargo, el fiador contrae su obligación directa e
inmediatamente, de manera que se trata de un contrato puro y simple.
Con todo, nada impide estipular una modalidad, como un plazo o una condición que
afecten la exigibilidad, nacimiento o extinción de la fianza, pues todos los actos
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patrimoniales aceptan modalidades (artículo 2340). Además, cada vez que la obligación
principal esté sujeta a modalidades, la fianza también lo estará.
3. LA SUBFIANZA.
El inciso 2º del artículo 2335 permite afianzar al que a su vez constituyó una fianza. Se
trata de un subcontrato, y como tal, el subfiador se somete a las mismas reglas que el
fiador.
4. CLASES DE FIANZA.
Esta clasificación no está referida al origen de la obligación del fiador, ya que ella siempre
es convencional, sino más bien al origen de la obligación del deudor principal de rendir fianza,
esto es, de procurarse un fiador.
(ii) Por su parte, la fianza LEGAL es aquella impuesta por el legislador, como por
ejemplo en los casos siguientes: (a) El caso de los poseedores provisorios, en el marco de la
muerte presunta (artículo 89); (b) El caso de los guardadores, que deben rendir fianza,
previa al discernimiento de la guarda (artículo 374); y (c) El caso de los usufructuarios que
deben rendir caución para tener la cosa fructuaria (art 775).
(iii) Por último, la fianza JUDICIAL es decretada por el juez, pero éste sólo puede ordenar
su constitución cuando una norma legal lo permita; por ejemplo: (a) Tratándose del
fiduciario, a quien el juez ordena prestar caución de conservación y restitución, cuando el
fideicomisario impetró una medida conservativa (artículo 755); (b) Tratándose del dueño
de una obra ruinosa, cuando se le ordena rendir caución de resarcir todo perjuicio que
sobrevenga por el mal estado del edificio, y siempre que el daño que se teme no fuere
grave, pues en caso contrario se ordenará la demolición, no bastando con la caución
(artículo 932); (c) Tratándose de aquellos que deban pagar especies legadas, el albacea
podrá exigirles que rindan caución (artículo 1292); y (d) Tratándose de la fianza que
eventualmente se le puede exigir al albacea fiduciario (artículo 1315).
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Cabe indicar que, en términos generales, la fianza legal y la fianza judicial se rigen por las
mismas reglas que la convencional. El art. 2336 inc. 3º previene: “La fianza legal y la judicial
se sujetan a las mismas reglas que la convencional, salvo en cuanto ley que la exige o el
Código de Enjuiciamiento disponga otra cosa”.
a) Si la fianza es legal o judicial, puede sustituirse a ella una prenda o hipoteca, aun
contra la voluntad del acreedor. El art. 2337 prescribe: “El obligado a rendir una
fianza no puede sustituir a ella una hipoteca o prenda, o recíprocamente, contra la
voluntad del acreedor. Si la fianza es exigida por ley o decreto de juez, puede
substituirse a ella una prenda o hipoteca suficiente”.
b) Cuando la fianza es exigida por el juez, el fiador no goza del beneficio de excusión
(art. 2358, Nº 4º).
(i) Mediante la fianza PERSONAL, el fiador obliga todos sus bienes al cumplimiento de
la obligación principal.
En la fianza personal, llamada también simple, el acreedor goza de dos acciones personales:
(a) la primera acción, en contra del deudor principal; y (b) la segunda acción, en contra del
fiador.
En el caso de las fianzas prendarias e hipotecarias, el acreedor goza de las mismas acciones
personales que en la fianza personal. Y se agrega una tercera acción, de carácter real y
además preferente, cuales son precisamente la acción prendaria o hipotecaria.
a) que no podrá oponer el fiador el beneficio de excusión (arts. 2429, inc. 1º, y 2430,
inc. 2º);
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(i) La fianza será LIMITADA O DEFINIDA, cada vez que en el contrato de fianza se
determine con precisión a qué está obligado el fiador o cada vez que se limite la fianza a
una determinada cantidad de dinero.
(ii) Por el contrario, la fianza será ILIMITADA O INDEFINIDA cuando se extienda a todo
cuanto asciende la obligación principal con sus intereses y costas..
En todo caso, cabe advertir que la fianza es ilimitada tiene en último término un límite: no
se extiende a más que la obligación principal (arts. 2343 y 2344). En este sentido, ha
precisado el legislador la extensión de la fianza que no se encuentra limitada en su cuantía:
“La fianza no se presume, ni debe extenderse a más que el tenor de lo expreso; pero se
supone comprender todos los accesorios de la deuda, como los intereses, las costas
judiciales del primer requerimiento hecho al principal deudor, las de la intimación que en
consecuencia se hiciere al fiador, y todas las posteriores a esta intimación; pero no las
causadas en el tiempo intermedio entre el primer requerimiento y la intimación antedicha”
(art. 2347).
(i) Fianza SIMPLE es aquella que confiere al fiador los beneficios de excusión y de
división, que serán analizados más adelante.
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Si bien no hay duda de que el fiador solidario no goza de los beneficios de excusión y de
división, en cambio es un punto muy discutido el de saber si, fuera de estas excepciones,
debe mirarse al fiador solidario como fiador, o como codeudor solidario. Y no es una
cuestión meramente teórica decidirse por una u otra postura, porque de la solución se
siguen consecuencias de vital importancia. Por ejemplo, si el fiador solidario es codeudor,
su obligación puede ser más gravosa que la del deudor principal, lo que no sería posible si
se le mira como fiador; asimismo si se le da el carácter de codeudor, no goza de la
excepción de subrogación, contemplada en el art. 2355; en cambio, estaría premunido de
ella si se estimare que es fiador.
(ii) Sin embargo, la ley no se contenta con un consentimiento tácito. El art. 2347
establece que “la fianza no se presume, ni debe extenderse a más que el tenor de lo
expreso”.
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En todo caso, solamente la voluntad del fiador debe manifestarse de un modo expreso;
excluyéndose una manifestación tácita de voluntad. No acontece lo mismo respecto del
acreedor, pues respecto a éste, rigen las reglas generales relativas a la manifestación de
voluntad, admitiéndose una manifestación expresa o tácita. La diferencia entre el fiador y
el acreedor, se explica porque la fianza es una carga para el primero y un beneficio para el
segundo. Por ello, la ley adopta mayores precauciones tratándose de la manifestación de
voluntad del fiador.
(iii) En cuanto a la PRUEBA, la fianza está sujeta a las reglas generales. Una fianza
estipulada verbalmente no podrá probarse por testigos si excediere de la cantidad de dos
unidades tributarías, a falta de un principio de prueba por escrito.
(iv) Por último, es importante recordar que la fianza es un contrato que celebran
acreedor y fiador, y por lo mismo NO INTERVIENE LA VOLUNTAD DEL DEUDOR PRINCIPAL, al
perfeccionarse el contrato de fianza.
Aun más, el artículo 2345 dispone que “Se puede afianzar sin orden y aun sin noticia y
contra la voluntad del principal deudor”. Si el deudor principal solicitó al fiador que
asumiera tal condición, hay un mandato entre ellos. Si el deudor no supo que el fiador
asumía tal condición, estamos ante una agencia oficiosa. Cualquiera de estas hipótesis, sirve
de fundamento a la acción de reembolso del fiador contra el deudor principal (con la
diferencia que en el primer caso, además del reembolso de lo pagado, el fiador-
mandatario, eventualmente, podrá exigir e pago de su remuneración, a menos que se
hubiere pactado la gratuidad).
La obligación principal puede ser de dar, hacer o no hacer; pero la obligación del fiador
será siempre de dar y, todavía, de dar una suma de dinero.
E1 art. 2343, inc. 2º, expresa que el fiador “puede obligarse a pagar una suma de dinero en
lugar de otra cosa de valor igual o mayor”; y añade que “la obligación de pagar una cosa
que no sea dinero en lugar de otra cosa o de una suma de dinero, no constituye fianza”
(inc. 4º). Por lo tanto, si la obligación del que garantiza el pago de una deuda consiste en
entregar una especie o cuerpo cierto, u otras cosas fungibles que no sean dinero, estaremos
ante un contrato innominado, más no ante una fianza.
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Cuando se afianza una obligación de DAR, el fiador responderá pagando la suma de dinero
a que asciende la obligación principal, o una menor si la fianza se hubiere limitado (pero
no se obligará a una suma mayor, según se indicó).
Por lo anterior, el art. 2343, inc. 3º, dispone: “Afianzando un hecho ajeno [positivo o
negativo] se afianza sólo la indemnización en que el hecho por su inejecución se resuelva".
Se suele señalar que la causa debe ser buscada en las relaciones existentes entre el fiador y
el deudor principal. En otras palabras, se debe responder a la siguiente interrogante: ¿qué
motiva el otorgamiento de la fianza por el deudor?
Como la fianza es un contrato que se celebra entre acreedor y fiador, la causa ofrecería la
peculiaridad de no formar parte del acuerdo de voluntades de los contratantes -acreedor y
fiador- y constituiría un elemento extraño al contrato.
Por ello se dice que la obligación del fiador para con el acreedor se encontraría separada
de su causa; sería una obligación abstracta.
Ahora bien, podría ocurrir que no sea el deudor principal sino el propio acreedor quien
ofrezca pagar una remuneración a una persona, para que ésta constituya la fianza. Pero en
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tal caso, si bien no se estaría ante un acto abstracto, tampoco se trata de una fianza, sino de
un contrato innominado que se asemeja al seguro.
(i) La obligación afianzada puede ser civil o natural, pero en el segundo caso, el fiador
no gozará del beneficio de excusión ni tampoco del beneficio de reembolso (artículo 2358).
(ii) La obligación principal puede ser pura y simple o sujeta a modalidades, caso en el cual
la modalidad se comunicará a la fianza, aplicándose el principio de accesoriedad.
(iii) La obligación principal puede ser presente o futura (artículo 2339). Si la obligación es
futura, se otorga al fiador la facultad de retractarse hasta que llegue a existir la obligación
principal, pero con una limitación: el fiador queda responsable frente al acreedor y frente a
los terceros, en la medida que estos estén de buena fe (como en el caso del mandato,
artículo 2173). Por lo tanto, si el fiador que se retracta no quiere incurrir en
responsabilidad por el hecho de la retractación, debe notificar su decisión de retractarse
publicando avisos y notificando al acreedor.
a) Está obligado a rendir fianza “el deudor que lo haya estipulado” (art. 2348, Nº 1º).
El deudor que se obligó a proporcionar un fiador debe cumplir lo pactado. La obligación
del deudor es de hacer.
b) Debe rendir fianza “el deudor cuyas facultades disminuyan en términos de poner
en peligro manifiesto el cumplimiento de su obligación” (art. 2348, Nº 2º). Por facultades
del deudor se entiende su poder de pago, su capacidad económica. El juez aprecia
soberanamente las circunstancias que hagan manifiesto el peligro de que el acreedor no
sea satisfecho de su crédito.
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c) Es obligado a prestar fianza “el deudor de quien haya motivo de temer que se
ausente del territorio del Estado con ánimo de establecerse en otra parte, mientras no deje
bienes suficientes para la seguridad de sus obligaciones” (art. 2348, Nº 3º).
d) Está obligado a rendir fianza el deudor cuyo fiador se torna insolvente. El art. 2349
dispone: “Siempre que el fiador dado por el deudor cayere en insolvencia, será obligado el
deudor a prestar nueva fianza”. La fianza de un insolvente no procura al acreedor ninguna
garantía; por este motivo el deudor debe dar un nuevo fiador.
El deudor que está obligado a proporcionar un fiador, no puede dar uno cualquiera.
El art. 2350 dispone, en su inc. 1º, que “el obligado a prestar fianza debe dar un fiador
capaz de obligarse como tal”.
Por su parte, el artículo 2342 dispone: “las personas que se hallen bajo potestad patria o
bajo tutela o curaduría, sólo podrán obligarse como fiadores en conformidad a lo
prevenido en los títulos De la patria potestad y De la administración de los tutores y
curadores. Si el marido o la mujer, casados en régimen de sociedad conyugal quisieren
obligarse como fiadores, se observarán las reglas dada en el título De la sociedad
conyugal."
Conforme al artículo 404, para que el pupilo pueda obligarse como fiador, se requiere: (a)
decreto judicial que lo autorice; (b) que la fianza se constituya a favor de un cónyuge, de
un ascendiente o descendiente (vale decir, que uno de éstos sean el deudor principal); y (c)
que la fianza tenga una causa urgente y grave.
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De acuerdo a lo previsto en el artículo 260, los contratos del hijo no autorizados por el
padre o la madre que lo tenga bajo su patria potestad, le obligarán exclusivamente en su
peculio profesional o industrial. Si el menor carece de tal patrimonio, el contrato adolecerá
de nulidad relativa, conforme a las reglas generales.
Dispone el artículo 1792-3, que ninguno de los cónyuges podrá otorgar cauciones
personales sin el consentimiento del otro cónyuge. Si cualquiera de ellos otorgare por ende
una fianza sin la autorización del otro, previene el artículo 1792-4 que el contrato de fianza
adolecerá de nulidad relativa. El cuadrienio para impetrar la nulidad se contará desde el
día en que el cónyuge que la alega tuvo conocimiento del acto.
Por consiguiente, es posible observar dos diferencias en la regulación legal, según se trate
de sociedad conyugal y participación en los gananciales: (a) en la primera, la sanción es la
inoponibilidad; en la segunda, la nulidad relativa; (b) en la primera, la limitación pesa
sobre el marido; en la segunda, sobre ambos cónyuges.
La razón por la cual la ley es más drástica en el caso de participación en los gananciales, se
encuentra en la búsqueda de impedir que se abulte el pasivo de cualquiera de los
cónyuges mediante deudas indirectas, de manera que al finalizar el régimen, se alegue por
el deudor ser un cónyuge “pobre” y por tanto sustraerse al pago del crédito de
participación en los gananciales.
Por último, debe indicarse que la mujer separada de bienes puede obligarse como fiadora
sin limitaciones. Lo mismo ocurre con la mujer que actúa en ejercicio de su patrimonio
reservado, en conformidad al art. 150 del Código Civil.
La solvencia del fiador consiste, de acuerdo con el art. 2350, en que “tenga bienes más que
suficientes” para hacer efectiva la fianza.
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Pero la ley no ha querido dar al juez un poder enteramente discrecional y ha fijado las
bases según las cuales debe estimar la solvencia.
a) Por regla general, para apreciar la solvencia del fiador, sólo se considerarán sus
bienes raíces. El art. 2350, inc. 2º, dispone que “para calificar la suficiencia de los bienes,
sólo se tomarán en cuenta los inmuebles, excepto en materia comercial o cuando la deuda
afianzada es módica”.
Es ésta una reminiscencia del viejo adagio res mobilis res vilis, carente por completo de
significado actual.
b.1) No se tomarán en cuenta los inmuebles situados fuera del territorio del Estado.
Deben estar situados los bienes en cualquier parte del territorio nacional, por lejana que
sea.
b.5) Tampoco se toman en cuenta los inmuebles litigiosos. Para estos efectos
deben considerarse litigiosos no sólo los bienes que son actualmente materia de un litigio,
sino también aquellos cuyos títulos adolezcan de defectos que hagan prever un litigio.
Puesto que se trata de establecer los bienes con que el fiador puede contar con certeza, es
indiferente que el litigio esté iniciado o que sea inminente.
b.6) El art. 2350 concluye: “Si el fiador estuviere recargado de deudas que pongan
en peligro aun los inmuebles no hipotecados a ellas, tampoco se contará con éstos”. El
fiador, en tal caso, por el gran volumen de su pasivo, no es solvente.
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8. EFECTOS DE LA FIANZA.
Los efectos del contrato de fianza deben ser analizados desde una triple perspectiva: (1)
efectos entre acreedor y fiador; (2) efectos entre fiador y deudor; y (3) efectos entre los co-
fiadores.
Acreedor y fiador son las partes del contrato de fianza. Los efectos del contrato entre las
partes, deben ser analizados en dos momentos: antes y después que se realice
reconvención de pago.
Los efectos posteriores dicen relación con los medios de defensa con que cuenta el fiador,
eso es, (i) el beneficio de excusión; (ii) el beneficio de división; (iii) la excepción de
subrogación; y (iv) excepciones reales y personales.
El art. 2353 dispone: “El fiador podrá hacer el pago de la deuda, aun antes de ser
reconvenido por el acreedor, en todos los casos en que pudiere hacerlo el deudor
principal”.
El fiador puede, por cierto, cumplir la obligación que se ha hecho exigible. Podrá también
cumplir la obligación a plazo, mientras se encuentre pendiente, cada vez que se de un
término establecido en beneficio del deudor que, por lo mismo, puede renunciar. El fiador
debe pagar en igualdad de condiciones que el deudor principal.
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Del pago anticipado que el fiador verifique pueden seguirse consecuencias perjudiciales
para el deudor; por ejemplo, la precipitación del fiador puede privar al deudor de
interponer defensas ante la acción del acreedor.
Por esto el fiador debe dar aviso al deudor antes de efectuar el pago.
La omisión del aviso produce importantes consecuencias: (a) El deudor puede oponer al
fiador todas las excepciones que pudo oponer al acreedor (art. 2377, inc. 1º); (b) Aún más,
podría suceder que el deudor, ignorando que el fiador había pagado anticipadamente la
obligación, volviera a pagar; en tal caso, el fiador carecerá de la acción de reembolso contra
el deudor, sin perjuicio que podrá intentar contra el acreedor la acción del deudor por el
pago de lo no debido (artículo 2377, inciso 2º).
(i.2) DERECHO DEL FIADOR PARA EXIGIR AL ACREEDOR QUE ACCIONE CONTRA EL
DEUDOR.
Por este motivo, si requerido por el fiador, el acreedor omite perseguir al deudor, “no será
responsable el fiador por la insolvencia del deudor principal, sobrevenida durante el
retardo” (art. 2356). En otros términos, la insolvencia sobreviniente del deudor pone fin a
la responsabilidad del fiador.
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manera que parece prudente sostener que dicho requerimiento se realice a través de
receptor judicial, previa orden judicial, en una gestión no contenciosa.
a) Concepto.
La naturaleza misma de la fianza justifica el beneficio de excusión. Sin duda que el fiador
no ignora que se expone a pagar por el deudor; pero el solo hecho de que se obligue
prueba que se forja la ilusión de que el deudor ejecutará cumplidamente la prestación
debida.
Su buena voluntad merece una protección: que no se persiga en sus bienes sino en defecto
del deudor. El art. 2357 dispone: “El fiador reconvenido goza del beneficio excusión, en
virtud del cual podrá exigir que antes de proceder contra él se persiga la deuda en los
bienes del deudor principal, y en las hipotecas o prendas prestadas por éste para la
seguridad de la misma deuda”. La disposición pone de manifiesto que el beneficio de
excusión es facultativo para el fiador: "podrá exigir" que persiga primero al deudor o
abstenerse de hacerlo.
De ahí que se diga que el beneficio de excusión es una facultad según la cual el fiador
puede exigir al acreedor que antes de proceder en su contra, se persiga la deuda en los
bienes del deudor principal.
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b.2) Tampoco goza del beneficio el fiador que se ha obligado solidariamente (de
conformidad al artículo 1514, el acreedor puede perseguir a cualesquiera de los
codeudores solidarios). Para disponer del beneficio de excusión es menester “que el fiador
no se haya obligado como codeudor solidario” (art. 2358, Nº 2º). En sus relaciones con el
acreedor, el fiador y codeudor solidario es un codeudor. En sus relaciones con el deudor o
deudores, es un fiador (art. 1522).
b.3) No goza del beneficio de excusión el fiador en los casos “que la obligación
principal produzca acción” (art. 2358, Nº 3º). Se refiere el legislador a las obligaciones naturales;
mal podría en este caso exigir el fiador al acreedor que persiga primero al deudor, cuando
la ley priva de tal derecho; aún más, puede ocurrir que el acreedor ni siquiera pueda
perseguir el pago demandando al fiador, si éste constituyó la fianza cuando la obligación
principal era civil y después degeneró en natural, pues en tal caso, la fianza también lo
será. En cambio, la fianza será una obligación civil, cuando se constituye cuando la
obligación principal es natural (sea porque nació como tal, sea porque degeneró en
natural).
b.4) No dispone del beneficio de excusión el fiador en la fianza judicial; para que
goce de esta ventaja es preciso “que la fianza no haya sido ordenada por el juez” (art. 2358,
Nº 4º).
Fuera de los casos del artículo 2358, tampoco gozará el fiador del beneficio de excusión, en
los siguientes casos:
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b.6) Cuando el deudor está en quiebra o notoria insolvencia, porque en tales casos
el fiador no podrá cumplir con el requisito de señalar los bienes del deudor sobre los
cuales el acreedor pueda ejercitar su derecho de prenda general.
c.1) En primer lugar, deberá el acreedor practicar la excusión cuando así se haya
estipulado expresamente.
• Que el acreedor haya tenido medios suficientes para hacerse pagar: cabe
señalar que el deudor podría tener bienes insuficientes para obtener el acreedor un
pago total, pero que permiten un pago parcial, caso en el cual quedará subsistente
la responsabilidad del fiador por el remanente;
• Que el acreedor haya sido negligente en servirse de los medios que tenía
para hacerse pagar: la negligencia ha de corresponder a la de aquél que incurre en
culpa leve (artículo 44, considerando que no se agrega ninguna otra calificación a la
culpa o negligencia del acreedor).
De conformidad al artículo 2358, para que el fiador pueda oponer el beneficio de excusión,
deben concurrir los siguientes requisitos: (1) que el fiador no esté privado del beneficio; (2)
que lo oponga en tiempo oportuno; y (3) que señale al acreedor bienes del deudor para
perseguir el cumplimiento de la obligación.
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Establece el artículo 2358 Nº 5, que el beneficio de excusión debe oponerse luego que sea
requerido el fiador. Esta norma fue complementada por el artículo 303 del Código de
Procedimiento Civil, que considera al beneficio como una excepción dilatoria.
d.3) Que el fiador indique al acreedor los bienes del deudor principal.
No puede el fiador limitarse a exigir al acreedor que se dirija contra el deudor principal:
debe señalar los bienes del deudor en que debe perseguir primeramente la deuda. El art.
2358, Nº 6º, exige, como condición del beneficio, “que se señalen al acreedor los bienes del
deudor principal”.Como dice Somarriva, esta exigencia es de toda lógica, porque si
pudiese alegarse la excusión sin señalar los bienes del deudor principal, significaría una
burla al acreedor y un mero expediente dilatorio empleado por el fiador.
Toda clase de bienes pueden señalarse por el fiador, muebles o inmuebles, corporales o
incorporales, pero siempre y cuando se los indique con precisión.
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Con todo, no se tomarán en cuenta para la excusión los bienes que señala el art. 2359, bien
por las dificultades de su realización, bien porque resulta problemático que el acreedor
pueda satisfacerse con ellos.
No se tendrán en cuenta:
- Los bienes existentes fuera del territorio del Estado (art. 2359, Nº 1º);
- Los bienes embargados o litigiosos (artículo 1464 números 3 y 4);
- Los créditos de dudoso o difícil cobro (art. 2359, Nº 2º);
- Los bienes cuyo dominio está sujeto a una condición resolutoria (art. 2359, Nº 3º);
- Los bienes hipotecados a favor de deudas preferentes, en la parte que pareciere
necesaria para el pago completo de éstas (art. 2359, Nº 4º).
No es preciso que los bienes sean bastantes para obtener un pago total. El art. 2364 así lo
pone de manifiesto: “Si los bienes excutidos no produjeren más que un pago parcial de la
deuda, será sin embargo, el acreedor obligado a aceptarlo y no podrá reconvenir al fiador
sino por la parte insoluta”.
Pero los bienes excutidos han de ser suficientemente importantes para que pueda obtenerse
un resultado apreciable y serio; de otro modo el beneficio de excusión constituiría una
burla para el acreedor.
e) Costos de la excusión.
Tiene el acreedor derecho para que el fiador le anticipe los costos de la excusión (art. 2361,
inc. 1º).
La razón del anticipo de los gastos es obvia: a) el juicio en que el acreedor persiga al
deudor puede redundar en provecho del fiador, quien se liberará total o parcialmente de
la obligación; y b) el fiador no recurrirá al beneficio de excusión con fines puramente
dilatorios, si debe anticipar los gastos.
A falta de acuerdo de las partes, el juez regulará el monto del anticipo, “y nombrará la
persona en cuyo poder se consigne, que podrá ser el acreedor mismo” (art. 236l, inc. 2º).
El art. 2361 concluye que "si el fiador prefiere hacer la excusión por sí mismo, dentro de un
plazo razonable, será oído".
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El art. 2363 establece perentoriamente: “El beneficio de excusión no puede oponerse sino
una sola vez”.
El fiador debe señalar todos los bienes del deudor y no podrá pretender, a pretexto de que
la excusión no produjo resultado o los bienes fueron insuficientes, señalar otros bienes del
deudor.
La regla tiene una sola excepción: salvo que los bienes “hayan sido posteriormente
adquiridos por el deudor principal” (art. 2363, inc. 2°).
El fiador debe señalar para la excusión los bienes del deudor a quien afianzó.
La regla sufre excepción en las obligaciones solidarias. El art. 2362 dispone: “Cuando
varios deudores principales se han obligado solidariamente y uno de ellos ha dado fianza,
el fiador reconvenido tendrá derecho para que se excutan no sólo los bienes de este
deudor, sino de sus codeudores”.
El fiador de uno de los deudores solidarios es considerado, en cierto modo, como fiador de
todos.
Existe entre los arts. 2362 y 2372 segunda parte una notoria antonomia. Mientras el
primero considera al fiador de uno de los varios deudores como fiador de todos, el
segundo sólo le da acción de reembolso contra el que expresamente afianzó. Somarriva
critica la norma, señalando que nuestro CC ha sido inconsecuente con respecto al principio
establecido en el artículo 2372, porque en éste artículo, que alude a la acción de reembolso
de que goza el fiador que ha pagado, sólo se concede la acción contra el deudor solidario
afianzado, y no contra los deudores solidarios no afianzados. Habría entonces disparidad
de criterio para resolver dos casos que debieran tener idéntica solución.
El subfiador -fiador del fiador- goza ciertamente del beneficio de excusión respecto del
fiador.
Pero el art. 2366 le otorga el mismo beneficio respecto del deudor principal: “El subfiador
goza del beneficio de excusión, tanto respecto del fiador como del deudor principal”.
Tratándose del subfiador demandado por el acreedor, puede señalar bienes del deudor
principal y del fiador, pues goza del beneficio de excusión respecto de ambos (artículo
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2366). En este caso, el acreedor tendrá que demandar primero al deudor principal,
enseguida al fiador y por último al subfiador;
i.1) Como excepción dilatoria que es, el beneficio de excusión suspende la entrada
a juicio, tanto como el acreedor demore en practicar la excusión. Mientras tanto, el fiador
queda liberado de pagar.
i.2) Puede originar una disminución o incluso una extinción en la responsabilidad del
fiador: en efecto, conforme al artículo 2365, si una vez opuesto el beneficio de excusión, el
acreedor es negligente en la persecución del deudor principal y éste cae luego en
insolvencia, el fiador sólo responderá en lo que exceda al valor de los bienes señalados
cuando opuso la excusión; aún más, si los bienes señalados eran suficientes para que el
acreedor se hubiere pagado su crédito, el fiador ninguna responsabilidad tendrá.
a) Concepto.
Opera el beneficio de división, cuando existe pluralidad de fiadores. Si son varios los
fiadores, “se entenderá dividida la deuda entre ellos por partes iguales, y no podrá el
acreedor exigir a ninguno sino la cuota que le quepa” (art. 2367).
Por consiguiente, se entiende por tal el derecho que tiene cada uno de varios fiadores, para
exigir al acreedor que la deuda se divida en partes iguales y por ende que le reciba sólo la
cuota que al primero corresponda en la obligación.
La división de la deuda entre los cofiadores, en nuestro Código, se opera de pleno derecho.
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Son tales:
b.1) Que el fiador que lo invoca no haya renunciado al beneficio. Nada impide
renunciar al beneficio, considerando que está establecido en interés del fiador (artículo 12).
Si el fiador renuncia al beneficio y paga el total de la obligación, es subrogado por la ley en
los derechos del acreedor contra los restantes fiadores, en el exceso de lo pagado (artículo
2378).
b.2) Que no se trate de fiadores solidarios. El artículo 2367 deja en claro que el fiador
solidario carece del beneficio de división; como codeudor solidario, está obligado al pago
de toda la obligación (artículo 1511, inciso 2º).
b.3) Que se trate de fiadores de una misma deuda y de un mismo deudor (artículo
2368). No es obstáculo para que se invoque el beneficio de división, la circunstancia de que
los fiadores se hubieren obligado separadamente; lo que importa es que sean fiadores de
una misma obligación.
c.1) Principio general: la deuda se divide entre los fiadores por partes iguales o
cuotas viriles (artículo 2367, inciso 1º);
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a) Concepto.
El fiador que se obliga tiene ciertamente en cuenta que, si es constreñido a pagar, podrá
repetir contra el deudor. Más aún, con arreglo al art. 1610, Nº 3º, se subroga en los
derechos del acreedor.
Para que el fiador pueda subrogarse eficazmente es menester que el acreedor conserve sus
acciones. Perdidas estas acciones, puesto el fiador en la imposibilidad de subrogarse,
queda indefenso para obtener el reembolso de lo que pagó.
Pues bien, el art. 2381, Nº 2º, dispone que se extingue, la fianza “en cuanto el acreedor por
hecho o culpa suya ha perdido las acciones en que el fiador tenía el derecho de
subrogarse”.
Por consiguiente, la excepción de subrogación consiste en la facultad del fiador, para exigir
que se rebaje de la demanda del acreedor todo lo que el fiador podría haber obtenido del
deudor principal o de los otros fiadores por medio de la subrogación legal o que se declare
extinguida la fianza en todo o en parte, cuando el acreedor ha puesto al fiador en el caso
de no poder subrogarse en sus acciones contra el deudor principal o los otros fiadores, o
cuando el acreedor por hecho o culpa suya, ha perdido las acciones en que el fiador tenía
derecho de subrogarse (artículos 2355 y 2381 número 2).
b) Fundamento de la excepción.
No hay un solo criterio en la doctrina, para determinar de donde emana la obligación del
acreedor de conservar las acciones que tenga contra el deudor, y de las que espera
subrogarse el fiador.
Para algunos, el acto en virtud del cual el acreedor imposibilita al fiador subrogarse de las
acciones del primero, constituye un delito o al menos un cuasidelito civil. Sin embargo, no
parece razonable tal postura, pues se olvida que hay un vínculo jurídico, el contrato entre
acreedor y fiador, de manera que mal podría aludirse a la responsabilidad
extracontractual.
Con todo, es cierto que la obligación del acreedor de conservar las acciones tampoco
podría tener por fuente el propio contrato de fianza, porque de dicho contrato sólo nacen
obligaciones para el fiador.
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Se puede señalar también que se trata de una aplicación del principio general consagrado
en el artículo 1546 del Código Civil, que exige a las partes ejecutar el contrato de buena fe.
Adicionalmente, podría fundarse en la teoría del abuso del derecho, en el que incurriría el
acreedor que no conservó sus acciones contra el deudor principal.
Pueden invocarla todos los fiadores, tanto si la fianza es gratuita o remunerada, civil o
mercantil, legal, convencional o judicial. Se estima incluso que podría invocarla el fiador
solidario, porque a pesar de tal calidad, no pierde el carácter de fiador y se rige por las
reglas de la fianza.
Por el contrario, la doctrina mayoritaria niega esta excepción al que sólo es codeudor
solidario, porque ellos son deudores directos.
A los anteriores, Somarriva agrega también al tercero garante hipotecario, porque si bien
no es fiador, su situación presenta muchas similitudes con la del fiador, ya que ninguno es
deudor directo. Aún más, tal opinión podría sustentarse en el tenor del art. 2429, inciso 2º,
al disponer que el tercero que paga, se subroga al acreedor en los mismos términos que el
fiador.
Son tales:
d.1) La pérdida de las acciones debe producirse por hecho o culpa del acreedor. Así se
establece en el art. 2381 Nº 2. Tal ocurriría, por ejemplo, si el acreedor cancela una hipoteca
o alza una prenda, o si no inscribe una hipoteca o deja prescribir sus acciones.
d.2) Las acciones deben haber existido en manos del acreedor al momento de constituirse
la fianza. Así piensa la mayor parte de la doctrina, basándose en la circunstancia de que el
fiador sólo ha podido tener en vista para subrogarse las acciones existentes al momento de
obligarse, y no las que aún no ingresaban al patrimonio del acreedor.
Cabe señalar que dado los términos amplios del Código Civil, cualquier derecho en que el
fiador no pueda subrogarse motivaría el nacimiento de la excepción de subrogación.
d.3) Debe tratarse de acciones útiles para el fiador. Si el acreedor pierde una acción
que de haberse conservado y subrogado el fiador ningún beneficio le hubiere reportado a
éste, no hay perjuicio alguno y por ende no puede invocarse la excepción de subrogación.
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Por ejemplo, si el acreedor cancela una hipoteca de tercer grado, existiendo dos acreedores
hipotecarios de grado preferente cuyos créditos eran de gran cuantía y que excedieron las
resultas del remate.
Dos pueden ser los efectos, que se desprenden de los artículos 2355 y 2381:
f.1) Extinción de la fianza: cuando las acciones perdidas por culpa del acreedor,
de haber subsistido, habrían permitido al fiador obtener el reembolso íntegro de lo pagado
al acreedor;
f.2) Disminución de la responsabilidad del fiador: cuando las acciones en que pudo
subrogarse sólo le habrían reembolsado parte de lo pagado.
g) Peso de la prueba.
El fiador puede oponer al acreedor tanto las excepciones reales que emanan de la
obligación, como las excepciones personales suyas (art. 2354).
Son excepciones reales o comunes las inherentes a la obligación, es decir las que resultan
de su naturaleza; ellas dicen relación exclusivamente con el vínculo jurídico mismo, con
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prescindencia absoluta de las personas que lo han contraído. Se dicen reales, porque
guardan relación con la cosa, en este caso, la obligación; y se llaman comunes, porque
pueden ser opuestas por cualquier persona, por cualquier deudor solidario y por el fiador.
Son excepciones personales las que competen a uno o más deudores en atención a ciertas y
determinadas circunstancias o la situación especial en que estos se hallan. Como no dicen
relación con la obligación misma sino con ciertas circunstancias personales, sólo puede
oponerlas la persona a quien favorecen.
Como se puede observar, la situación del fiador es semejante, en esta materia, a la del
codeudor solidario (art. 1520).
La compensación de la deuda es una excepción personal, que también puede ser invocada
por los otros codeudores, fiador incluido, cuando el acreedor -no obstante la
compensación parcial o total parcial- demande a otro de los deudores subsidiarios o
solidarios el total de la obligación. Una vez producida la compensación respecto de uno,
extingue la obligación respecto de todos y se convierte en una excepción real o común que
a todos los deudores aprovecha. Pero hay una diferencia entre la solidaridad y la fianza:
en la primera, la compensación puede alegarse cuando uno de los codeudores hizo valer la
compensación y el acreedor, no obstante lo anterior, demanda a otro de los codeudores
como si la compensación no hubiere operado. En la fianza, también puede operar cuando
el deudor principal opuso al acreedor la compensación y el acreedor demanda después al
fiador como si tal compensación no hubiere operado, y además, y aquí está la diferencia,
cuando el acreedor demanda al fiador antes que al deudor principal. Es decir, el fiador
puede oponer al acreedor, por vía de compensación, lo que éste deba al deudor principal
(lo anterior se deduce de interpretar, a contrario sensu, el art. 1657, inciso 2º).
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2º Interrupción que opera en el fiador: en este caso, se aplica la regla general del
efecto relativo de la interrupción de la prescripción, y por ende, el deudor principal podrá
alegar la prescripción de las acciones, pues la notificación hecha al fiador no tuvo la virtud
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El fiador que paga no cumple una obligación propia, en que tenga un personal interés; por
consiguiente, debe ser reembolsado.
Con este objeto dispone, por derecho propio, de una acción personal contra el deudor;
además, la ley le subroga en los derechos del acreedor.
Por este motivo, los efectos de la fianza entre deudor y fiador deben considerarse en dos
momentos: antes y después de verificado el pago.
De conformidad a lo dispuesto en el art. 2369, tres derechos tiene el fiador, sea la fianza
civil o mercantil, legal, judicial o convencional, gratuita o remunerada:
b) Que el deudor principal le caucione las resultas de la fianza: vale decir, que se
constituya una garantía por el deudor principal a favor del fiador, para el caso que el
último pague al acreedor y exija el reembolso al deudor principal; las cauciones pueden
ser reales o personales; si la garantía dada por el deudor principal fuere una fianza, la
doctrina habla de “contrafianza”; y
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El fiador podrá pedir a su arbitrio cualquiera de las tres cosas, si se dan los supuestos que
se analizarán en el siguiente apartado.
e) Cuando exista temor fundado de que el deudor se fugue y no deje bienes raíces
suficientes para el pago de la deuda: cabe destacar que la ley alude a los bienes raíces; por lo
tanto, si el deudor principal hubiere dejado bienes muebles suficientes, el fiador igual
podrá hacer uso de los derechos conferidos por el art. 2369.
Tanto el fiador como el deudor principal, deben dar aviso al otro del pago que pretenden
efectuar. De no darse este aviso recíproco, se aplicará lo dispuesto en los artículos 2376 y
2377.
Se debe analizar la situación según si paga el deudor principal o el fiador, sin noticiar al
otro:
En este caso, si el fiador, ignorando que el deudor principal había pagado, paga a su vez
nuevamente al acreedor, tendrá derecho para exigir al deudor principal que le reembolse
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El deudor principal, por su parte, podrá repetir en contra del acreedor, pues el último
incurrió en un caso de pago de lo no debido, al recibir dos veces lo que se le adeudaba
(una vez del deudor principal y otra del fiador); en estricto rigor, quien pagó lo no debido
fue el fiador y no el deudor principal, pero como se observa, la ley permite al fiador
dirigirse contra el propio deudor principal.
En todo caso, no parece haber inconveniente para que el fiador se dirija contra el acreedor,
por el pago de lo no debido (lo que se justificará, si el deudor principal fuere insolvente).
El deudor principal podrá oponerle todas las excepciones de que podría haberse servido
ante el acreedor. A su vez, si el deudor principal pagare de nuevo (ignorando que el fiador
ya había pagado), el fiador no tendrá acción alguna contra aquél, sin perjuicio de dirigirse
contra el acreedor por el pago de lo no debido.
En este caso el legislador priva al fiador tanto de la acción subrogatoria como de la acción
personal de reembolso que nace de la fianza. Igual que en el caso anterior, la ley obliga a
accionar por el pago de lo no debido a quién pagó primero (el fiador), pero sin avisar al
que pagó después (el deudor principal).
a) Concepto.
La acción que pertenece al fiador, por derecho propio, emanada del contrato de fianza, se
denomina acción personal o acción de reembolso.
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Si la fianza se otorga sin oposición del deudor, puede estimarse que existe una agencia
oficiosa. El fiador habrá realizado una gestión útil al deudor y para reembolsarse
dispondrá de la acción resultante de la gestión de negocios (actio negotiorum gestorum
contraría).
La ley no hace distinciones al respecto. El art. 2370 dispone: “El fiador tendrá acción contra
el deudor principal para el reembolso de lo que haya pagado por él con intereses y gastos,
aunque la fianza haya sido ignorada del deudor”.
En suma, es posible definir la acción de reembolso como aquella acción que la ley confiere
al fiador, para obtener del deudor principal el reembolso de todo lo pagado por el primero
al acreedor, gastos incluidos, a consecuencia de su calidad de fiador de una obligación
contraída por el segundo.
b.2) Los intereses de este capital. Los intereses que el fiador puede cobrar son los
intereses corrientes, y ellos corren de pleno derecho desde el momento del pago.
Pero dos limitaciones establece el art. 2370 acerca del reembolso de los gastos:
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Claro está que si el fiador paga más de lo debido, no podría cobrar al deudor principal lo
pagado en exceso, porque ninguna responsabilidad le asiste al último por la torpeza o
error del fiador; éste podrá sin embargo repetir contra el acreedor, para que le restituya la
parte indebidamente percibida.
Pero no obstante referirse al pago el art. 2370, debe entenderse que también goza de la
acción de reembolso el fiador que ha extinguido la obligación por un medio equivalente al
pago, como por ejemplo la dación en pago, compensación o novación. Lo anterior resulta
justo, porque los medios descritos significaron un sacrificio económico para el fiador. Por
ende, no habrá derecho a reembolso alguno si la obligación se ha extinguido por algún
medio que no implique un empobrecimiento para el fiador, como por ejemplo la
prescripción, remisión, pérdida de la cosa debida, etc.
Se entiende por tal aquél que ha extinguido total o parcialmente la obligación. Por ello, el
art. 2375 N° 3 niega la acción de reembolso cuando el pago fue nulo, lo que se justifica
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porque en tal caso, el acreedor conserva su crédito y la acción pertinente para exigir al
deudor principal el pago.
La regla general es que todo fiador goce de acción de reembolso. Sin embargo,
excepcionalmente hay casos en los cuales el fiador carece de esta acción:
Se entiende por tiempo oportuno desde que el fiador ha pagado y se hace exigible la
obligación principal y hasta que dicha obligación, o mejor dicho las acciones para obtener
el pago de la misma, hayan prescrito (lo que ocurrirá, de acuerdo a la regla general del art.
2515, en el plazo máximo de 5 años). Considerando lo anterior, si el fiador paga antes que
la obligación principal se hubiere hecho exigible, tendrá que esperar el vencimiento del
plazo, para dirigirse contra el deudor principal.
d.1) Hay un solo fiador y un solo deudor principal: el fiador sólo podrá demandar al
segundo;
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d.2) Hay un fiador y varios deudores principales a los cuales afianzó, y se trataba de una
obligación simplemente conjunta: el fiador podrá demandar a cada uno de los deudores
principales, pero sólo por la cuota que les corresponda en la deuda;
d.3) Hay un fiador y varios deudores principales, pero sólo uno de ellos fue afianzado: el
fiador sólo podrá demandar a aquél de los deudores que afianzó (artículo 2372);
d.4) Hay un fiador y varios deudores principales a los cuales afianzó, y se trata de una
obligación solidaria: el fiador podrá demandar por el total, a cualquiera de los deudores
principales; y
d.5) Hay un fiador y varios deudores, pero sólo afianzó a uno de ellos y se trata de una
obligación solidaria: el fiador sólo podrá repetir por el todo, contra el codeudor afianzado.
a) Concepto.
Está contemplada en el art. 1610 N° 3, que como se recordará, trata de los casos de pago
con subrogación legal. Se entiende por tal aquella acción que confiere la ley al fiador que
paga, de manera que pase a ocupar la posición jurídica del acreedor y pueda por ende
impetrar ante el deudor principal, los mismos derechos que podría haber invocado el
acreedor.
Para que el fiador pueda subrogarse en los derechos del acreedor, es necesario que se
cumpla con los siguientes requisitos:
b.1) Que el fiador haya pagado al acreedor. Igual como se indicó respecto de la
acción de reembolso, también se entiende cumplido el requisito cuando el fiador hubiere
extinguido la obligación por otro medio que le signifique un sacrificio pecuniario.
b.2) Que el pago haya sido útil. Se entenderá por tal, aquél que extinguió total o
parcialmente la obligación principal.
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Los efectos de la acción subrogatoria son los indicados en el art. 1612: el crédito pasa a
manos del fiador con los mismos privilegios y garantías con que existía en el patrimonio
del acreedor. En todo caso, la acción subrogatoria comprende solamente el monto de lo
que el fiador pagó al acreedor. Mediante ella no podrá demandar el fiador el pago de los
gastos, ni los intereses ni los perjuicios eventuales, conceptos que deberán reclamarse al
interponer la acción de reembolso. Por ende, puede afirmarse que la acción subrogatoria es
una acción más restringida que la acción de reembolso.
Si el pago efectuado por el fiador fuere parcial, la subrogación también lo será, gozando el
acreedor de preferencia para obtener el pago del saldo insoluto, conforme al art. 1612. Por
ende, podría ocurrir que el fiador no alcance a pagarse, si el deudor principal fuere
insolvente y sólo pagare al acreedor el saldo de la deuda.
Algunas sentencias han concluido que el plazo comienza a correr desde que el fiador haya
hecho el pago, fundamentándose los fallos en la circunstancia que con anterioridad a
dicho pago, el fiador no tenía el carácter de acreedor.
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Somarriva critica estas sentencias. Puntualiza que el crédito no sufre variación de ninguna
especie por la subrogación que opera. Por ende, respecto a la prescripción del crédito, la
subrogación no tiene influencia y continúa corriendo a pesar de ella. Así las cosas, para
Somarriva la prescripción de la acción subrogatoria se empieza a contar no desde que el
fiador hace el pago, sino desde que el crédito se hizo exigible, aún cuando esto haya
acontecido mientras pertenecía al acreedor. Por lo demás, sería injusto que al fiador que
pagó y se subrogó le corra plazo de prescripción antes del vencimiento del plazo para el
pago de la deuda, en circunstancias que no puede aún demandar al deudor principal.
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El fiador que afianza por orden de un tercero, goza también de acción contra éste. Así lo
establece el art. 2371, norma que no hace sino consagrar la acción que emana del contrato
de mandato, pues el tercero, en este caso, es un verdadero mandante del fiador.
En todo caso, el legislador deja al arbitrio del fiador el dirigirse contra el deudor principal
o contra su mandante. Por cierto, si demanda a cualquiera de ellos y es indemnizado
adecuadamente, carecerá de acción contra el otro, pues de intentarla y ser acogida, habría
un enriquecimiento sin causa.
Habiendo dos o más fiadores, ya se indicó que, según el beneficio de división que puede
impetrar cualquiera de ellos, sólo estará obligado al pago de su cuota en la deuda. En
armonía con lo anterior, el art. 2378 establece que el fiador que pague más de lo que
proporcionalmente le corresponde, quedará subrogado en los derechos del acreedor, para
exigir de los otros cofiadores que se le reembolse el exceso de lo pagado.
(ii) Requisitos para que el cofiador se subrogue en los derechos del acreedor.
b) Que el fiador haya pagado más de lo que le correspondía en la deuda (lo mismo
vale tratándose de otros medios de extinguir obligaciones, que suponen un sacrificio
pecuniario para el cofiador, como la compensación, novación, etc.);
c) Que el pago haya sido útil, es decir, que haya extinguido total o parcialmente la
obligación. Sobre el particular, Somarriva dice que la obligación principal ha de haberse
extinguido, sin distinguir si la extinción fue total o parcial, agregando que de subsistir, el
acreedor podría perseguir a los otros fiadores. Pareciera entonces que a juicio de
Somarriva, la extinción de la obligación ha de ser total, conclusión que es debatida, pues el
pago hecho por el cofiador podría ser excesivo, aún cuando la obligación principal no se
hubiere extinguido en su totalidad; nada justifica estimar que el cofiador sólo podrá
accionar contra los restantes cofiadores una vez extinguida en su integridad la obligación
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principal. Con todo, si el pago fuere parcial, no se debe olvidar que el acreedor tiene
preferencia para pagarse del saldo, conforme lo dispuesto en el art. 1612.
El cofiador que paga más de la cuota que le correspondía, sólo puede demandar de los
restantes cofiadores la parte o cuota que a éstos corresponda en el exceso pagado, y no en
su totalidad. Cabe advertir si, que el cofiador no podría entablar la acción subrogatoria
contra aquellos cofiadores a quienes el acreedor hubiere liberado de su obligación, porque
si el acreedor no podía demandarlos, mal podría hacerlo el cofiador, pues está
subrogándose en las acciones que tenía el acreedor. Pero en el caso anterior, el cofiador
podría invocar ante el acreedor el derecho que le concede el art. 2355, es decir, la excepción
de subrogación.
Nada dice la ley acerca de la posibilidad de interponer por el cofiador que paga en exceso,
otras acciones contra los restantes cofiadores. Somarriva señala que nada impediría
deducir la acción in rem verso, que evita que los otros fiadores se beneficien indebidamente
al extinguirse la deuda a la cual ellos también estaban obligados.
No podrá interponer las excepciones personales del deudor, ni las personales del cofiador
que pagó en exceso.
9. EXTINCIÓN DE LA FIANZA.
La fianza puede extinguirse por vía consecuencial y por vía directa o principal. La
extinción de la fianza, por una u otra vía, puede ser total o parcial.
Se extingue la fianza por vía consecuencial cada vez que se extinga, por un medio legal, la
obligación principal. Lo accesorio no puede subsistir sin lo principal. Por ende, la extinción
de la obligación principal acarrea la extinción de la fianza.
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El art. 2381, Nº 3º, previene que la fianza se extingue, en todo o parte, “por la extinción de
la obligación principal en todo o parte”.
(i) El pago.
Si quien paga es el fiador, se extinguirá obviamente la fianza, pero dicho fiador podrá
accionar contra el deudor principal.
Establece el art. 2382 que al operar entre deudor principal y acreedor una dación en pago,
en virtud de la cual el primero entrega al segundo un objeto distinto al primitivamente
adeudado, la fianza se extinguirá irrevocablemente.
Algunos sostienen que este precepto demostraría que la dación en pago supone una
novación por cambio de objeto, en la cual la segunda obligación tiene una existencia
efímera. Y puesto que al haber novación se extinguió la obligación primitiva, igual suerte
corrieron las obligaciones accesorias, entre ellas la fianza.
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(iii) La novación.
Cabe recordar también que la simple ampliación del plazo, si bien no constituye novación,
pone fin a la responsabilidad de los fiadores (art. 1649).
(iv) La compensación.
(v) La remisión.
(vi) La confusión.
En cuanto a los restantes modos de extinguir las obligaciones, operan los principios
generales relativos a la extinción de las obligaciones.
La fianza se extingue POR VÍA PRINCIPAL cuando cesa la responsabilidad del fiador, aunque
la obligación principal se conserve vigente. En otras palabras, la fianza se extingue por vía
directa por los modos generales de extinguirse las obligaciones.
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El art. 2381 previene que la fianza se extingue, total o parcialmente, “por los mismos
medios que las otras obligaciones, según las reglas generales”.
Unas veces la causa que extingue la fianza extingue igualmente la obligación principal; así
ocurre cuando el fiador paga la deuda: se extingue la fianza y la obligación del deudor
para con el acreedor. Otras veces, la obligación subsiste, como si el acreedor releva al
fiador de la fianza.
En suma, la fianza se extingue hasta concurrencia de lo que “el fiador hubiera podido
obtener del deudor principal o de los otros fiadores por medio de la subrogación legal”
(art. 2355).
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III.
LA PRENDA
1. DEFINICIÓN.
El art. 2384 define la prenda en los siguientes términos: “Por el contrato de empeño o
prenda se entrega una cosa mueble a un acreedor para la seguridad de su crédito. La cosa
entregada se llama prenda. El acreedor que la tiene se llama acreedor prendario”
Si bien la definición ha sido criticada, señala las características más salientes de la prenda, a
saber: a) la prenda es un contrato; b) requiere la entrega de la cosa; c) recae sobre muebles; y
d) constituye una caución.
La expresión “prenda” tiene una triple acepción: alude al contrato (artículo 2384), a la cosa
misma entregada al acreedor (inciso 2º del art. 2384) y al derecho real que se genera para el
acreedor (art. 577).
2. PRENDAS ESPECIALES.
Sin embargo, con el correr del tiempo el legislador fue creando una serie de prendas
especiales, con características propias. Desde luego, el Código de Comercio, en sus
artículos 813 a 819, regula la denominada prenda comercial.
A ella se agregan otra serie de prendas especiales, que se encontraban regidas por normas
particulares, y que se caracterizaban, fundamentalmente, porque el deudor conservaba la
tenencia de las cosas empeñadas. Cronológicamente, estas prendas eran:
a) Prenda de almacenes de depósito warrants, creada por la Ley Nº 3.896, hoy sustituida
por la Ley Nº 18.690 sobre almacenes generales de depósito, de 2 de febrero de
1988.
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c) Prenda de valores mobiliarios a favor de los bancos, creada por la Ley N° 4.287, de 23 de
febrero de 1928;
f) Prenda sin desplazamiento, creada por la Ley Nº 18.112, de 16 de abril de 1982, que
permite al deudor prendario conservar la tenencia de la cosa dada en prenda,
transfiriendo únicamente el dueño su derecho real de prenda, mediante escritura
publica.
Sin embargo, con fecha 5 de junio de 2007 se publicó en el Diario Oficial la Ley Nº 20.190
(comúnmente denominada “Ley de Mercado de Capitales II”), cuyo artículo 14 que reguló
una nueva —y única— Prenda sin Desplazamiento, que vino reemplazar a todas las prendas
especiales antes mencionadas (salvo a la prenda comercial). En particular, el artículo 42 de
la LPSD dispone: “Deróganse las leyes Nºs 4.097, 4.702, 5.687 y 18.112, el artículo 43 del decreto
con fuerza de ley N° 164, de 1991, el artículo 15 de la ley N° 19.542, el artículo 3° de la ley N°
19.425, el artículo 62 B del decreto ley N° 1.939, el artículo 16 de la ley N° 19.865 y el artículo 60
de la ley N° 19.712, que regulan regímenes de prendas sin desplazamiento. Las referencias que se
hacen en las leyes a las disposiciones aquí derogadas deberán entenderse efectuadas a las normas de
esta ley”.
De acuerdo a la referida ley (en adelante “LPSD”), la prenda sin desplazamiento que ella
regula entraría en vigencia 90 días después de la publicación en el Diario Oficial del
Reglamento del Registro de Prenda sin Desplazamiento, lo que aconteción el día 23 de
octubre de 2010.
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3. CARACTERÍSTICAS DE LA PRENDA.
3.1. Es un CONTRATO.
Como tal, está tratado en el Libro IV del Código Civil. Exige por lo tanto un acuerdo de
voluntades entre el que constituye la prenda y el acreedor. Consecuentemente, el art. 2392
declara que “no se podrá tomar al deudor cosa alguna contra su voluntad para que sirva
de prenda” y añade, asimismo, que “no se podrá retener una cosa del deudor en
seguridad de la deuda, sin su consentimiento”.
Entre la prenda que otorga un tercero y la fianza, existe gran similitud, pero también
difieren en un aspecto esencial: el fiador responde con todos sus bienes, se obliga
personalmente; en cambio, el tercero que constituye la prenda sólo compromete la cosa
que afecta al cumplimiento de la obligación. En el primer caso, se contrae una obligación
personal (en los términos del art. 2465); en el segundo caso, una obligación real.
Sólo resulta obligada una de las partes contratantes. En efecto, en la prenda civil y en las
demás en que se entrega al acreedor el bien dado en garantía (prenda mercantil o prenda
sobre acciones, por ejemplo), únicamente se obliga el acreedor, a restituir el objeto
recibido. De tal forma, en este caso, el acreedor del contrato principal pasa a ser deudor en
el contrato de prenda.
Sin embargo, la parte que no contrae obligaciones por el solo contrato, puede resultar
obligada por hechos posteriores. Así, el deudor podrá resultar obligado a indemnizar al
acreedor prendario los perjuicios o a pagar los gastos que la tenencia de la cosa le hubiere
ocasionado. Por eso, bien puede decirse que la prenda es también es un contrato
sinalagmático imperfecto.
Distinta es la situación en las prendas sin desplazamiento, en las que el deudor contrae la
obligación de gozar de la cosa de manera que no perjudique ni menoscabe el derecho del
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Se acostumbra calificar la prenda entre los contratos onerosos, porque reporta utilidad para
ambas partes. El acreedor obtiene una seguridad para su crédito y el deudor recibe un
préstamo que sin otorgar la garantía no habría conseguido.
Sin embargo, puede ocurrir que el contrato de prenda no tenga el carácter de oneroso: tal
ocurrirá cuando el deudor constituye la prenda con posterioridad al nacimiento de la
obligación principal; o cuando la garantía la otorga un tercero a quien el contrato no le
reporta utilidad.
Sin embargo, la prenda ha tendido a perder este carácter, por cuanto las prendas
especiales son, en general, contratos solemnes.
La prenda, al igual que todas las cauciones, es un contrato accesorio que para subsistir,
requiere de la existencia de un contrato principal. A mayor abundamiento, el art. 2385
dispone: “El contrato de prenda supone siempre una obligación principal a que accede”.
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c) Las acciones del acreedor prendario prescriben en el mismo tiempo que las
acciones que emanan de la obligación garantizada. Sin embargo, son acciones distintas las
que emanan de la prenda y las que derivan del contrato principal.
El artículo 577 lo incluye entre los derechos reales. Tiene este carácter, porque el acreedor
prendario ejerce su derecho sobre el bien dado en garantía sin respecto a determinada
persona y está facultado para perseguirlo en manos de quien se encuentre.
Los derechos reales son muebles o inmuebles según la cosa en que se ejercen. De acuerdo
con el artículo 580, la prenda civil es un derecho mueble, porque siempre recae sobre
bienes de esta naturaleza.
El artículo 2474 Nº 3 incluye el crédito del acreedor prendario dentro de los créditos que
gozan de una preferencia de segunda clase.
Este privilegio es especial y pasa contra terceros. El privilegio, junto con el derecho de
persecución, da a la prenda su plena eficacia como caución.
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manos del acreedor se hace imposible su ejercicio; en las prendas sin desplazamiento, la
limitación del dominio también es ostensible, porque su ejercicio queda sujeto a trabas
tanto en la facultad de usar y gozar como en la de disponer, pues el deudor debe conservar
la cosa en términos tales de continuar sirviendo de garantía.
3.11. Es INDIVISIBLE.
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inverso, es decir, que fallezca el acreedor, prohibiendo la ley a uno de sus herederos que
recibe su parte en el crédito remitir la prenda, aún parcialmente, mientras los demás
herederos del acreedor no hayan sido pagados.
4. ELEMENTOS DE LA PRENDA.
Los elementos constitutivos de la prenda pueden estudiarse desde cuatro puntos de vista:
(i) Obligaciones susceptibles de ser garantizadas con prenda; (ii) Requisitos que deben
concurrir en las partes; (iii) Cosas susceptibles de darse en prenda; y (iv) Formalidades que
deben cumplirse para la validez del contrato.
En la prenda civil, existe gran libertad acerca de las obligaciones que pueden ser
caucionadas con prenda. En cambio, algunas prendas especiales, sobre todo las sin
desplazamiento, sólo sirven para garantizar determinadas obligaciones.
También otra materia que tiene una solución disímil en las distintas prendas, es la
relacionada con la validez de la cláusula de garantía general prendaria: mientras en
algunas prendas es válida, en otras no es lícito estipularla y por ende la prenda ha de ser
específica.
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Asimismo, pueden caucionarse obligaciones de dar, hacer o no hacer. Con respecto a las
últimas, no se garantiza la ejecución de la obligación, sino el pago de la indemnización de
perjuicios por el incumplimiento del deber de abstención. Puede otorgarse esta garantía
para obligaciones principales o accesorias, como en el caso de la fianza prendaria. En fin,
pueden caucionarse con prenda obligaciones líquidas o ilíquidas, puras y simples o sujetas
a modalidades.
La prenda puede ir anexa a una obligación civil o a una obligación natural. Respecto a la
prenda que se constituye para garantizar obligaciones naturales, pueden presentarse
distintos casos:
a) el propio deudor constituye la prenda para caucionar una obligación civil que
después degenera en natural (por ejemplo, porque prescribieron las acciones conferidas
por la ley para pedir su cumplimiento forzado), la prenda pasa también a tener el mismo
carácter;
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ella supone una obligación a la cual accede. En la fianza y la hipoteca, por el contrario, no
se exige este requisito, y expresamente se acepta que ellas puedan garantizar obligaciones
futuras.
De conformidad al art. 4 de la LPSD, podrán caucionarse con esta prenda cualquier clase
de obligaciones, presentes o futuras, estén o no determinadas a la fecha del contrato,
aceptándose así la cláusula de garantía general.
Algo diferente acontecía respecto a las prendas especiales hoy derogadas por la LPSD,
atendido que en algunos casos la cláusula de garantía general estaba autorizada
expresamente y en otros casos está prohibida explícitamente, lo que implicaba que la
prenda debía ser específica. En efecto:
En la prenda industrial se permitía pactarla (artículo 48 de la Ley Nº 5.687);
En la prenda de valores mobiliarios se permitía (artículo 5 de la Ley Nº 4.287). A diferencia de
la prenda industrial, la cláusula de garantía general era de la naturaleza del contrato y por
ende, para excluirla se requería estipulación expresa de los contratantes;
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Como se adelantó, el artículo 4 de la LPSD dispone que “Podrán caucionarse con esta
prenda cualquier clase de obligaciones, presentes o futuras, estén o no determinadas a la
fecha del contrato”.
Por consiguiente, pueden caucionarse con esta convención toda clase de obligaciones, bien
propias o ajenas, bien presentes o futuras, bien determinadas o no determinadas. Todavía
puede especificarse la idea expresada con el giro “cualquier clase de obligaciones”, que él
abraza las obligaciones de dar, hacer o no hacer, civiles o naturales, condicionales, a plazo
o modales, alternativas y facultativas, de género o especie, mancomunadas o solidarias,
divisibles o indivisibles, con o sin cláusula penal (para garantizar la obligación principal o
la del pago de la pena o ambas), de medio o de resultado, etcétera., emanen de la fuente de
que emanen, vale decir, bien de la ley, bien de un contrato o cuasicontrato, bien de un
delito o cuasidelito.
En las prendas especiales hoy derogadas hoy la LPSD, las obligaciones susceptibles de ser
caucionadas dependían de la norma particular que regulaba cada caución:
La prenda agraria servía únicamente para caucionar obligaciones contraídas en el giro de los
negocios relacionados con la agricultura, ganadería y demás industrias anexas.
La prenda industrial sólo podía caucionar obligaciones contraídas en el giro de los negocios
que se relacionan con cualquier clase de trabajos o explotaciones industriales.
La prenda de objetos muebles que se venden a plazo era la más especial de todas en cuanto a las
obligaciones que se podían asegurar: (i) no podía ir anexa a cualquier contrato, sino
únicamente al de compraventa; (ii) dicho contrato debía recaer sobre las especies muebles
taxativamente enumeradas en la ley; y (iii) la prenda no servía para garantizar todas las
obligaciones que emanaban de la referida compraventa, sino sólo la de pagar el precio.
Respecto de la prenda de warrants, nada decía la ley respectiva en cuanto a las obligaciones
que ella podía caucionar, rigiendo en consecuencia los mismos principios que en la prenda
civil.
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La prenda de valores mobiliarios a favor de los Bancos sólo tenía como particularidad, en cuanto
a las obligaciones caucionadas, que el acreedor debía ser un Banco. Podían por tanto
garantizarse mediante esta prenda cualquier clase de obligaciones.
La prenda sin desplazamiento de la Ley 18.112 permitía caucionar todo tipo de obligaciones.
Por su parte, en la prenda mercantil pueden sólo caucionarse obligaciones mercantiles. Por
ello, la Corte Suprema ha resuelto que la prenda constituida para garantizar el pago de
una letra de cambio es mercantil, porque este documento siempre supone la celebración de
un acto de comercio;
4.2. Requisitos que deben reunir los contratantes o CAPACIDAD de las partes.
En las distintas prendas no existen grandes diferencias respecto a las condiciones que
deben tener los contratantes. La prenda civil, puede ser constituida por el propio deudor o
por un tercero, el cual en virtud del contrato de prenda no contrae obligación personal de
ninguna especie, sino que se limita a afectar un bien de su propiedad para garantizar la
obligación del deudor (o sea, sólo contrae una obligación real). Pero cualquiera que sea el
que otorgue la prenda, debe ser plenamente capaz, tener la facultad de enajenar la cosa
gravada, como dice el artículo 2387, porque según lo hemos dicho, la prenda lleva en sí un
principio de enajenación.
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por parte del acreedor, no hay duda que está incluida dentro de los poderes del
mandatario general.
En la prenda civil, se desprende de las normas del Código Civil que un bien, para que
pueda darse en prenda, además de mueble debe ser susceptible de ser entregado y
encontrarse dentro del comercio.
La regla general es que sobre cualquier bien mueble corporal puede radicarse una prenda.
Con todo, en el caso de las naves, deben tener un tonelaje de registro inferior a 50
toneladas. Las de un tonelaje igual o superior, pueden hipotecarse.
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cesión de estos créditos puede hacerse por una escritura pública suscrita por el cedente y
por el cesionario. Ahora bien, si es posible la cesión de créditos no escriturados ¿qué razón
habría para no permitir que ellos se den en prenda? Además, se debe considerar que la
constitución de la prenda es un acto de menor trascendencia jurídica que la cesión, pues
mientras la primera es un principio de enajenación, la segunda es derechamente una
enajenación.
La posibilidad de dar en prenda un derecho real es una cuestión que ofrece más
dificultades. Desde ya, debemos descartar los derechos inmuebles, tales como la
servidumbre, el derecho de habitación y el de censo. Tampoco puede radicarse la prenda
sobre la hipoteca o sobre la prenda misma, sin perjuicio que pueda otorgarse esta garantía
sobre un crédito hipotecario o prendario.
Con respecto al derecho de herencia y al derecho de usufructo, siempre que recaigan sobre
muebles, en teoría no se ve inconveniente para que puedan gravarse con prenda. No
obstante, nuestro legislador no ha contemplado el caso, pues no consigna en el título de la
prenda disposiciones análogas a los artículos 2417 y 2418 ubicados en la hipoteca, que
expresamente se refieren a la hipoteca de cuota y a la hipoteca sobre el derecho de
usufructo.
Por otra parte, no puede darse en prenda un bien a dos acreedores distintos. Se opone a ello
la circunstancia de que el contrato se perfeccione por la entrega real del bien prendado.
Esta exigencia se podría cumplir sólo con respecto al primer acreedor. Refuerza esta
conclusión el hecho de que el legislador, al reglamentar el privilegio del acreedor
prendario, no se ha puesto en el caso de que sobre una misma cosa pesen gravámenes a
favor de diferentes acreedores. De haber sido posible, no hay duda que se habría dado una
solución al conflicto, tal como lo hace el art. 2477 para la hipoteca. La Corte Suprema
también ha resuelto la cuestión en el mismo sentido.
No basta que la cosa prendada sea mueble, sino que además ha de ser susceptible de
entregarse, dada la calidad de contrato real de la prenda. Por esta razón, los bienes futuros
no pueden ser objeto de prenda civil. La Corte de Valparaíso así lo subrayó, al resolver que
no es posible constituir esta garantía sobre una póliza de seguro antes de producirse el
siniestro. Lo que no impide naturalmente que una vez producido, ella recaiga sobre el
crédito que el asegurado tenga contra la compañía aseguradora. Con el mismo criterio, la
Corte de Santiago resolvió que no era válida la prenda que recaía sobre sumas
indeterminadas de dinero, porque esa indeterminación hacía imposible la entrega.
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En la prenda, se requiere que los bienes sobre los cuales la primera recae estén en el
comercio. Por ello, se ha señalado que deben quedar excluidos los bienes inembargables,
así como también los embargados. Se fundamenta lo anterior en lo dispuesto en el artículo
1464, al establecer que hay objeto ilícito en la enajenación de las cosas embargadas, y en la
circunstancia de que la jurisprudencia ha entendido la palabra “enajenación” en su sentido
amplio, quedando incluida en ella la constitución de prendas.
Del art. 2387, al decir que no se puede empeñar una cosa sino por la persona que tenga
facultad de enajenarla, podría desprenderse que la prenda de cosa ajena es nula. Pero no
es así, como se desprende de los artículos 2390 y 2391, que reglamentan los efectos de esta
clase de prenda. Para analizarlos, debemos distinguir entre la situación del dueño del bien
empeñado y las relaciones entre acreedor y deudor.
Con respecto al dueño, el contrato no produce efectos, porque para él la convención es res
inter alios acta, conservando la facultad para demandar la restitución de la cosa mediante el
ejercicio de la acción reivindicatoria.
En las relaciones de los contratantes, son distintos los efectos de la prenda de cosa ajena
según estemos ante las siguientes hipótesis:
Sea que la prenda de cosa ajena se extinga porque su verdadero dueño la reclamó
judicialmente o cuando ante los hechos indicados en el artículo 2390 el acreedor prendario
puso en conocimiento del dueño la constitución de la prenda, el acreedor podrá exigir al
deudor: (i) que se le entregue otra cosa en prenda, de igual o mayor valor; (ii) que se le
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Otro efecto interesante de la prenda de cosa ajena es que el acreedor puede llegar a
adquirir el derecho real de prenda por prescripción. No ha podido adquirirlo por
tradición, porque el que constituyó la prenda no era dueño del bien empeñado y nadie
puede transferir más derechos de los que tiene. Pero si bien la tradición no habilita al
acreedor para adquirir el derecho real de prenda, en cambio le sirve de título para poseer y
llegar a adquirir por prescripción, de acuerdo al art. 683. Este artículo es aplicable en este
caso, porque el legislador, en el art. 670, 2º, después de definir la tradición, agrega que lo
que se dice del dominio, se extiende a todos los otros derechos reales. Además, no hay
duda que el derecho real de prenda puede adquirirse por prescripción, porque el inciso 2º
del art. 2498 señala que se ganan por este modo, de la misma manera que el dominio, los
otros derechos reales que no están especialmente exceptuados, excepción que en ninguna
parte se consigna con respecto a la prenda.
En cuanto al tiempo y requisitos necesarios para adquirir por prescripción, rigen las
mismas reglas generales que en el dominio (art. 2512): será de 2 años si el acreedor puede
invocar la prescripción ordinaria y de 10 años en caso contrario.
Los bienes que se dan en prenda deben ser determinados y estar singularizados. Una
persona no podría constituir prenda, por ejemplo, sobre todos sus bienes, en forma
genérica. Esto es lo que se llama el principio de la especialidad de la prenda. Este
principio, imperativo en las prendas con desplazamiento por la necesidad de entregar al
acreedor los bienes gravados, ha sido respetado en aquellos contratos en que la especie
dada en garantía permanece en poder del que la constituye.
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Por último, conviene tener en cuenta respecto de la prenda sin desplazamiento que el
artículo 1 de la LPSD dispone: “El contrato de prenda sin desplazamiento tiene por objeto
constituir una garantía sobre una o varias cosas corporales o incorporales muebles [...]”; y
el artículo 5 repite y completa: “Podrá constituirse prenda sobre todo tipo de cosas
corporales o incorporales muebles, presentes o futuras [...]”.
Así que, a fin de cuentas, el objeto pignorable consiste en cosas corporales o incorporales
muebles, bien presentes, bien futuras. Los artículos 6 a 12 y 14, desarrollan este principio
general y lo aplican a algunos objetos tipificados: ciertos derechos reales administrativos
de concesión pública, los créditos nominativos, los valores emitidos sin impresión física
del título, bienes o derechos futuros, cosas importadas que aun no han llegado al país,
grupos de bienes de una misma clase o universalidades de hecho, inmuebles por
destinación o adherencia.
Las cosas corporales pignorables pueden ser singulares, aunque sean muchas, y en tal caso
la convención debe mencionar su "individualización o caracterización" (artículo 3 N° 3); o
bien consistir en un grupo de bienes de la misma clase o universalidades de hecho
(artículo 11); o en flujos de dinero (artículo 6 Nos 1, 2, 4, 5 y 6); y ahora, aunque igualmente
deba individualizarse y caracterizarse el conjunto o el flujo, no es necesario hacer lo propio
con sus componentes, que por lo general consisten en fungibles.
La prenda civil es un contrato real, que se perfecciona con la entrega de la cosa empeñada
al acreedor.
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El requisito de la entrega plantea la cuestión de saber si basta con que ella sea simbólica o
si es necesario que se haga real y efectivamente. Algunos fallos establecen como suficiente
la entrega ficta, aplicando el art. 684.
Pero la jurisprudencia mayoritaria y la doctrina, consideran que la entrega debe ser real y
efectiva, argumentándose:
Tratándose de la prenda que recae sobre cosas corporales, se reputa perfecta tanto entre
las partes como respecto a terceros, por el solo hecho de la entrega. No obstante, en cuanto
a su prueba, rigen las reglas generales y en consecuencia las normas limitativas de la
prueba de testigos (arts. 1708 y siguientes).
En esta materia, cabe preguntarse si puede entregarse la prenda a una persona distinta del
acreedor. El Código francés, al igual que nuestro Código de Comercio (art. 817), autorizan
expresamente para que la entrega de la prenda se haga a un tercero elegido de común
acuerdo por las partes. El Código Civil nada dispone al respecto, pero la doctrina y la
jurisprudencia estiman que es posible la misma figura en la prenda civil. Lo que quiere el
legislador es que la cosa empeñada salga de manos del deudor, para darle publicidad al
gravamen, finalidad que se consigue al entregar la cosa a un tercero.
(ii) Papel que desempeña la entrega con relación a la cosa y respecto al derecho real
de prenda.
a) el de simple entrega con relación a la cosa, pasando el acreedor a ser mero tenedor
de la misma; y
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b) el de tradición con respecto al derecho real de prenda. Por eso, el acreedor llega a
ser poseedor y propietario de su derecho.
Según el art. 2389, se puede dar en prenda un crédito entregando el título al acreedor,
notificando al deudor y prohibiéndole que lo pague en otras manos. Dos requisitos deben
cumplirse entonces para que se perfeccione la prenda entre el acreedor y el deudor:
Cabe precisar que la notificación al deudor del crédito, a diferencia de lo que acontece en
la cesión de créditos, es indispensable para que la prenda se perfeccione aún entre las
partes que celebran el contrato. La cesión de un crédito en cambio, perfecta entre las partes
por la entrega del título, requiere de la notificación o aceptación del deudor para que se
perfeccione respecto del deudor cedido y los terceros.
Se perfecciona entre las partes por la entrega de la cosa prendada, entrega que no sólo se
puede hacer al acreedor, sino también a un tercero elegido de común acuerdo por los
contratantes (art. 817 del Código de Comercio). Entre las partes, se siguen entonces las
mismas reglas del Código Civil.
No acontece lo mismo frente a los terceros, ya que para invocar ante otros acreedores el
crédito preferente que confiere la prenda, es necesario:
Cuando la prenda mercantil recae sobre un crédito, se debe distinguir entre los créditos
nominativos, a la orden y al portador:
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notificación al deudor a que se refiere el art. 2389 del CC (art. 816 del Código de
Comercio);
Por lo que atañe a las solemnidades externas, en realidad se trata de dos en alternativa,
cuyos extremos están señalados por el segundo segmento del artículo 2: “[...] El contrato,
su modificación y su alzamiento, deberán otorgarse por escritura pública o por
instrumento privado, en cuyo caso, las firmas de las partes concurrentes deberán ser
autorizadas por un notario y el instrumento deberá ser protocolizado en el registro del
mismo notario que autoriza [...]”.
En caso de bienes sujetos a inscripción obligatoria en algún otro registro, la prenda será
inoponible a terceros, mientras no se anote una referencia del contrato de prenda al
margen de la inscripción correspondiente.
Por su parte, las formalidades de las hoy derogadas prendas especiales eran las siguientes:
Prenda agraria.
Se perfeccionaba, tanto entre las partes como respecto de terceros, por escritura pública o
privada cuyas firmas estén autorizadas por un Notario o un Oficial del Registro Civil
cuando falte el primero.
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Pueden estudiarse tanto con respecto al acreedor como en relación al deudor. En ambos
casos, debemos analizar los derechos y obligaciones que corresponden a cada parte y que
tienen su fuente en el propio contrato o en la ley.
Cinco derechos pueden ser ejercidos por el acreedor prendario: (i) Derecho de retención;
(ii) Derecho de persecución o reivindicación; (iii) Derecho de venta; (iv) Derecho de
preferencia; y (v) Eventualmente, derecho a que le indemnicen los perjuicios y gastos
ocasionados por la tenencia de la cosa prendada.
a) Concepto.
El derecho del acreedor para conservar la tenencia de la prenda hasta el pago íntegro de su
crédito se denomina derecho de retención.
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Se refiere al derecho de retención el art. 2396, inciso 1º. De acuerdo al precepto, el deudor
no puede exigir que se le restituya el bien prendado, total o parcialmente, mientras:
ii) No haya pagado los gastos necesarios en que hubiere incurrido el acreedor
prendario para la conservación de la prenda;
Como se ve, para que cese el derecho de retención, debe hacerse un pago total, lo que está
en armonía con una de las reglas generales del pago, el art. 1591, inciso 2º.
Contempla el Código excepciones al derecho, en dos sentidos: (i) El acreedor puede estar
obligado a restituir, no obstante no haberse cumplido con la obligación caucionada; (ii) El
acreedor puede retener el bien prendado, no obstante haberse pagado íntegramente el
crédito caucionado.
c.1) Primera excepción: Solicitud del deudor para sustituir la cosa prendada.
El artículo 2396, inciso 2º, establece este derecho para el deudor en los siguientes términos:
“Con todo, si el deudor pidiere que se le permita reemplazar la prenda por otra sin
perjuicio del acreedor, será oído”.
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Si bien es cierto que el derecho de retención se ejerce sobre la cosa que se ha dado en
garantía, la disposición citada autoriza al deudor para sustituir la prenda cuando de ello
no se siguiere perjuicio al acreedor. La norma dice que el deudor “será oído” en esta
pretensión. Por lo tanto, no se trata de un derecho absoluto, que opere automáticamente a
solo pedimento del deudor. Pero es evidente que si el cambio de la cosa prendada no
perjudica al acreedor, el juez accederá a la petición.
La retención no autoriza al acreedor, por regla general, para servirse de la cosa prendada.
Lo anterior es tan evidente, que el artículo 2396, inciso 3º, dispone que si el acreedor abusa
de la cosa prendada pierde su derecho, “y el deudor podrá pedir la restitución inmediata
de la cosa empeñada”.
Se ha estimado que el mero uso, cuando el acreedor no esté facultado para ello, constituye
un “abuso”, para estos efectos. Si estuviere autorizado para usar la cosa prendada, habría
“abuso” si le da un uso que no corresponda a su naturaleza o destino.
Esta tercera excepción consiste en que el acreedor puede retener la prenda, pese a que le
fue satisfecha la obligación caucionada con ella.
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cuya seguridad se constituyó la prenda, debe restituir aunque existan otras obligaciones
insolutas entre las mismas partes.
Estos principios tienen una calificada excepción que el art. 2401 formula en estos términos:
“Satisfecho el crédito en todas sus partes, deberá restituirse la prenda. Pero podrá el
acreedor retenerla si tuviere contra el mismo deudor otro créditos, con tal que reúnan los
requisitos siguientes: 1º Que sean ciertos y líquidos; 2° Que se hayan contraído después
que la obligación para la cual se ha constituido la prenda; 3º Que se hayan hecho exigibles
antes del pago de la obligación anterior”.
Por ejemplo: A presta a B con prenda $ 200.000 a dos años plazo; pasados tres meses, le
otorga un nuevo préstamo por $ 100.000 a un año plazo, sin garantía.
Supone el legislador que entre las partes ha existido un acuerdo tácito para que la prenda
constituida para seguridad de la primera deuda garantice igualmente la segunda. Por lo
tanto, el acreedor tiene derecho para retener la prenda hasta el pago de ambas
obligaciones.
Por esta razón, no se aplica la prenda tácita cuando la garantía se ha dado por un tercero;
además, en tal caso no sería justo que éste permaneciera ligado por las nuevas obligaciones
contraídas por el deudor. Asimismo, para que se aplique la prenda tácita es necesario que
el segundo crédito tenga por origen un contrato celebrado entre el acreedor y el deudor.
Por lo tanto, no cabría aplicar el art. 2401 si el nuevo crédito se hubiere adquirido por
cesión, subrogación o tuviere su origen en la responsabilidad extracontractual del deudor.
La regla del art. 2401 es excepcional y debe entenderse, por lo mismo, restrictivamente.
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ii) Es necesario que los créditos a que se extiende la prenda sean ciertos y
líquidos (art. 2401, Nº 1º). En verdad, el legislador ha querido expresar que las
obligaciones no sean condicionales. No es admisible que el acreedor retenga la prenda
para asegurarse de un crédito cuya existencia es problemática.
iii) Las obligaciones que autorizan la retención deben haber sido constituidas
"después" que la obligación garantizada con la prenda (art. 2401, Nº 2º).
Solamente si el acreedor exigió una garantía prendaria para asegurar la primera obligación
puede presumirse que las partes han subentendido que la misma prenda asegure la nueva
obligación.
Por ejemplo: A prestó a B $ 200.000, sin garantía, a dos años plazo; luego le otorgó un
nuevo préstamo por $ 100.000 a un año plazo, con garantía prendaria. No es lícito al
acreedor retener la prenda para seguridad de la primera deuda.
iv) Que las nuevas obligaciones se hayan hecho exigibles antes del pago de la
obligación anterior, es decir, de la obligación que motivó la constitución de la prenda.
¿Qué debe entenderse por el “pago de la obligación anterior”? Según algunos, el legislador
ha querido referirse a la fecha en que de acuerdo con el contrato debió efectuarse el pago.
Pero en la opinión mayoritaria de la doctrina, el artículo se refiere al momento en que éste
efectivamente se realiza, puesto que “pago” es la prestación de lo que se debe, y si el
legislador hubiere querido referirse al momento en que de acuerdo al contrato debía
efectuarse el pago, habría empleado la expresión “exigibilidad”.
En ciertos casos sin embargo, y no obstante cumplirse los requisitos anteriores, el acreedor
no puede ampararse en el art. 2401 para negarse a restituir la cosa prendada. Son tales:
• cuando la tenencia de la cosa sale del poder del acreedor y llega a manos del
deudor, quien puede retenerla pagando la obligación garantizada con la prenda
(art. 2393, inciso 3º);
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El art. 891 establece que “los otros derechos reales pueden reivindicarse como el dominio;
excepto el derecho de herencia”.
Por este motivo, el art. 2393 dice simplemente: “Si el acreedor pierde la tenencia de la
prenda, tendrá acción para recobrarla, contra toda persona en cuyo poder se halle, sin
exceptuar al deudor que la ha constituido”.
b) Excepción.
El art. 2393 previene que la acción del acreedor para recobrar la tenencia de la prenda se
ejercita aun contra el propio deudor que la constituyó.
Sin embargo, en el ejercicio de este derecho, tiene el acreedor la limitación que establece el
art. 2393, inc. 2º: “Pero el deudor podrá retener la prenda pagando la totalidad de la deuda
para cuya seguridad fue constituida”.
a) Concepto.
El derecho de venta del acreedor prendario es el derecho que compete a todo acreedor,
referido a la cosa empeñada.
El art. 2397 establece que “el acreedor prendario tendrá derecho para pedir que la prenda
del deudor moroso se venda en pública subasta para que con el producido se le pague”.
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El art. 2397 se cuida de advertir que la facultad del acreedor de realizar la prenda para
pagarse con el producto de la realización es “sin perjuicio de su derecho para perseguir la
obligación principal por otros medios”.
Para perseguir otros bienes del deudor, el acreedor dispone de la acción personal que
deriva de la obligación principal; para realizar la prenda, dispone de la acción prendaria.
Para pagarse con bienes no empeñados el acreedor no goza de preferencia, mientras que
está dotado de un privilegio para hacerse pago con el producto de la venta de la prenda.
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Si la prenda recae sobre un crédito de dinero, el DL 776 establece que el acreedor deberá
cobrarlo a su vencimiento y para este efecto se le considera como representante legal del
deudor prendario, sin perjuicio de la obligación de rendir cuenta al deudor.
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ii) Cuando se estipula que el acreedor estará facultado para vender la cosa
empeñada en venta privada;
Por el contrario, no se verán afectadas por la prohibición figuras como la dación en pago o
la propia compraventa, compensando el pago del precio con la deuda.
Las reglas legales sobre realización de la prenda son de orden público. Este carácter se
traduce en que las partes no pueden derogarlas convencionalmente.
Por de pronto, el art. 2397, inc. 1º, establece que el acreedor puede pedir la venta de la
prenda o la adjudicación, “sin que valga estipulación alguna en contrario”.
El art. 1º del Decreto Ley Nº 776 es aún más perentorio y pone de relieve la ineficacia de
todo acto, celebrado al tiempo de constituirse la prenda o a posteriori: “Tampoco podrá
estipularse, así a la fecha del contrato principal como en ningún momento posterior, que el
acreedor tenga la facultad de disponer de la prenda, de apropiársela o de realizarla en otra
forma que la prescrita en esta ley”.
a) Carácter de la preferencia.
De este modo, se rompe en favor del acreedor prendario el principio de la igualdad de los
acreedores. Si el valor de la prenda, descontados los gastos de su realización, es igual al
monto de su crédito, tiene la certeza de que será pagado.
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El privilegio del acreedor prendario se hará igualmente efectivo sobre las indemnizaciones
del seguro, si la prenda sufre un siniestro.
El art. 565 —ex art. 555— del Código de Comercio establece que la cosa asegurada es
subrogada por la cantidad asegurada, para los efectos de hacer valer sobre ella los
privilegios constituidos sobre la primera.
c) Pluralidad de prendas.
En la prenda civil no hay posibilidad de constituir varias prendas sobre los mismos bienes;
la cosa entregada a un acreedor no puede entregarse a otro u otros.
Por lo mismo, no puede plantearse el problema de la forma como concurren al pago los
varios acreedores prendarios cuyos créditos cauciona una misma prenda.
En lo que respecta a las hoy derogadas prendas especiales, solamente la Ley Nº 5.687, sobre
Prenda Industrial, preveía expresamente la forma como concurrían los varios acreedores
prendarios y hacía aplicable la regla que, para la hipoteca, señala el art. 2477. Las prendas
preferían según las fechas de sus inscripciones en el Registro Especial de Prenda Industrial.
Nada decía el legislador, en cambio, al ocuparse de la prenda agraria. Forzoso era concluir,
según Meza Barros, que los varios acreedores concurrían a prorrata porque las preferencias
son de derecho estricto y la norma general es la igualdad de acreedores.
El deudor no podía constituir nuevas prendas sin el consentimiento del acreedor (art. 16 de
la Ley Nº 4.097 sobre prenda agraria). La misma regla regía para la prenda de las
compraventas a plazo (art. 10 de la Ley N° 4.702).
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En la prenda sin desplazamiento de la Ley Nº 18.112, el artículo 18 disponía que las cosas
dadas en prenda no podían gravarse ni enajenarse sin previo consentimiento escrito del
acreedor, a menos que se conviniera lo contrario. En caso de infracción, el acreedor podía
pedir la inmediata realización de la prenda, siguiéndose contra el adquirente el
procedimiento de desposeimiento señalado en el artículo 25.
En caso de que se autorizara al deudor para gravar sucesivamente, no existiendo norma
que confiera preferencia, se consideraban todas las prendas como del mismo grado.
En las prendas especiales solía originarse un conflicto entre los derechos del acreedor
prendario con los de los acreedores hipotecarios y de los arrendadores que gozan del
derecho legal de retención.
i) Los conflictos con los acreedores hipotecarios son consecuencia de que las prendas
especiales podían recaer sobre inmuebles por destinación o adherencia a los que se extiende
igualmente la hipoteca del fundo.
Buena parte de los bienes susceptibles de darse en prenda agraria son bienes de aquellos a
que se extiende la hipoteca (art. 2420).
El art. 4º de la Ley Nº 4.097 disponía: “Para constituir prenda agraria sobre las cosas
inmuebles por destinación o naturaleza, señaladas en el art. 2º, no será necesario el acuerdo
del acreedor a cuyo favor exista constituida hipoteca sobre los inmuebles a que se hayan
incorporado los bienes materia de la prenda, y el crédito prendario gozará de preferencia en
estos bienes, sobre el acreedor hipotecario”.
La solución era la misma para la prenda industrial. El art. 2420 permite, no obstante la
hipoteca, enajenar los bienes inmuebles por destinación que, de este modo, dejan de estar
hipotecados. Con mayor razón podrán ser dados en prenda.
El art. 8º de la Ley Nº 4.702 sobre prenda de las compraventas a plazo establecía: “A la cosa
dada en prenda, que adquiere la calidad de inmueble por destinación, no le afectará
ninguna hipoteca o gravamen sobre el inmueble, sin previo consentimiento del acreedor
prendario”.
ii) El conflicto con el arrendador se producía cuando el deudor es arrendatario de la
propiedad en que se guardan las cosas empeñadas.
El art. 23 de la Ley de Prenda Agraria establecía que el acreedor prendario podrá ejercitar,
en todo caso, sus derechos con preferencia al de retención, que pudiera hacer valer el
arrendador. Pero esta preferencia no regía para los bienes depositados en predios urbanos.
El art. 26 de la Ley de Prenda Industrial señalaba: “El arrendador sólo podrá ejercitar sus
derechos con preferencia al acreedor prendario cuando el contrato de arrendamiento consta
por escritura pública inscrita en el Registro del Conservador de Bienes Raíces antes de la
inscripción prendaria”. De otro modo, goza el acreedor prendario de la preferencia.
Por su parte, el art. 9º de la Ley Nº 4.702 decía: “El acreedor prendario podrá ejercitar su
derecho con preferencia al de retención que corresponda al arrendador, siempre que la
prenda se haya constituido con anterioridad al ejercicio de este último derecho”.
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Atendido que de conformidad a la LPSD es posible que un mismo bien sea objeto de dos o
más prendas sin desplazamiento, surge el problema de la concurrencia de varias
preferencias. Al respecto, el ya citado art. 16 ofrece el criterio para resolverlo, pues las
diversas prendas se prefieren unas a las otras según el orden cronológico de sus
respectivas inscripciones en el Registro de Prendas sin Desplazamiento; así que el crédito
garantizado con la prenda más la antigua, en el sentido dicho, debe ser pagado en primer
lugar en todos los rubros que, según vimos, exigen pago (capital, intereses, costas y
gastos); si algo sobra, se paga el que está garantizado con la prenda siguiente en
antigüedad; y así sucesivamente hasta que se agote el precio de venta de la cosa pignorada
conseguido en la licitación; acaecido lo cual, los créditos o partes de créditos insolutos
permanecen como de quinta clase, sin preferencia alguna sobre los bienes del deudor
garantizado.
(v) Derecho del acreedor a ser indemnizado por los gastos de conservación de la cosa
y los perjuicios que su tenencia le haya ocasionado.
a) Gastos de conservación.
El art. 2396 precisa los caracteres de estos gastos para que el acreedor tenga derecho a
reclamar su reembolso y para retener la prenda mientras se le paguen: ha de tratarse de
“gastos necesarios en que haya incurrido el acreedor para la conservación de la prenda”.
b) Pago de perjuicios.
Tiene el acreedor derecho, asimismo, para que se le paguen “los perjuicios que le hubiere
ocasionado la tenencia” (art. 2396).
Aunque no hay norma expresa en nuestro Código Civil, Somarriva estima que el
privilegio de la prenda también se extiende al cobro de los gastos y perjuicios.
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En las prendas con desplazamiento, es el acreedor el que resulta obligado a restituir la cosa
dada en garantía. Por el contrario, en aquellas en que la cosa permanece en poder del
deudor, por el solo contrato el acreedor no contrae obligaciones, sino que éstas
corresponden únicamente al deudor.
A continuación se analizarán las obligaciones del acreedor en la prenda civil. Son tales:
Esta obligación jamás puede faltar en la prenda civil. Se refieren a esta obligación los
artículos 2396, 2401 y 2403.
La obligación de restituir se hace exigible una vez que el deudor pague íntegramente lo
adeudado con intereses e indemnice al acreedor los gastos y perjuicios que eventualmente
hubiere experimentado con ocasión de la tenencia de la cosa prendada. Así lo establece el
artículo 2396, una de las disposiciones que consagran el principio de la indivisibilidad de
la prenda.
La restitución de la prenda debe hacerla el acreedor con los aumentos que haya recibido de
la naturaleza y por el transcurso del tiempo. El artículo 2403, que así lo dispone, no se
refiere a los aumentos que la cosa pudiere tener por la industria del hombre, porque el
acreedor prendario, que es un mero tenedor, no puede usar ni gozar de la cosa empeñada,
siendo entonces inoponible al deudor los aumentos que tuvieren tal origen.
La obligación de restituir cesa si el bien empeñado se destruye por caso fortuito o fuerza
mayor, en virtud del principio según el cual las cosas producen y perecen para su dueño.
Cesa también la obligación cuando la acción prendaria directa se extinga por prescripción.
Dicha acción es la acción personal de que dispone el deudor para recuperar la prenda.
Ya se ha indicado que de acuerdo al artículo 2395 el acreedor prendario carece, por regla
general, de la facultad para usar y gozar de la cosa empeñada. Si llegare a infringir la ley,
el constituyente de la prenda podrá exigir que se le restituya anticipadamente la cosa
pignorada.
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a) si el deudor lo autoriza;
b) si se trata de una prenda que recae en una suma de dinero (artículo 2395 en
relación al artículo 2221).
El art. 2394 dispone: “El acreedor es obligado a guardar y conservar la prenda como buen
padre de familia, y responde de los deterioros que la prenda haya sufrido por su hecho o
culpa”.
En suma, el acreedor prendario responde de la culpa leve. Ello está en armonía con el
artículo 1547, puesto que el contrato de prenda, por regla general, cede en utilidad de
ambos contratantes: es útil para el deudor, porque consigue un crédito; y es útil para el
acreedor, porque obtiene una mayor seguridad para su crédito.
Son más importantes y visibles en las prendas con desplazamiento, porque en ellas resulta
obligado el acreedor, a diferencia de lo que ocurre en las prendas sin desplazamiento,
donde es el deudor quien contrae obligaciones.
Se trata del principal derecho del deudor prendario. Dos acciones le franquea la ley. Ellas
son:
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Para ejercer este derecho, el deudor goza de la acción prendaria directa. Puede ejercitarla
una vez que haya extinguido completamente la obligación principal, con todos sus
accesorios, intereses, costas y perjuicios que adeude al acreedor. Por excepción, de acuerdo
al artículo 2396, el deudor está facultado para solicitar inmediatamente la restitución, aún
cuando el crédito estuviere insoluto, si el acreedor “abusa” de la prenda.
La acción prendaria directa es personal, porque emana del contrato de prenda que vincula
al acreedor y al deudor. Por ello, no puede interponerse contra el tercero que estuviere en
posesión de la cosa, y prescribe en 5 años, contados desde que la obligación de restituir sea
exigible, es decir, desde que el deudor haya pagado íntegramente la deuda. La ventaja de
esta acción, es que el demandante no está obligado a probar su dominio sobre la cosa, sino
sólo la existencia del contrato y que en él actuó como constituyente de la prenda.
b) Acción reivindicatoria.
El deudor también dispone de la acción reivindicatoria, en caso que sea dueño de la cosa
empeñada. Obviamente, tal acción puede interponerse contra el acreedor como también
contra terceros, debiendo el deudor probar su dominio. En cambio, si interpone la acción
personal, le será suficiente acreditar la existencia del contrato de prenda.
El artículo 2396, inciso 2º, establece esta facultad, a la que ya se ha hecho referencia.
(iii) Derecho a que se le indemnicen los deterioros que la cosa prendada haya sufrido
por hecho o culpa del acreedor.
El artículo 2404 establece estas facultades. Para que operen, tanto el tercero que compre la
cosa como aquél a quien se confiera un título oneroso para el goce o tenencia de la cosa
pignorada, tendrán que pagar la obligación que originó la constitución de la prenda. Es
importante consignar que en éstos casos, el acreedor no podrá negarse a restituir alegando
la existencia de una “prenda tácita” en los términos del artículo 2401. Así las cosas, si el
deudor quiere eludir que opere tal hipótesis, debiera vender la cosa o ceder su uso y goce
a un tercero a título oneroso.
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Tal como se indicó, el artículo 2398 confiere al deudor este derecho, originándose la
posibilidad de que el propio dueño de la cosa prendada se adjudique la misma en la
subasta, lo que constituye una excepción a la prohibición de comprar una cosa propia.
La prenda es un contrato unilateral, porque de él sólo nacen obligaciones para una de las
partes. En las prendas que se perfeccionan con la entrega de la cosa, se obliga el acreedor.
Por el contrario, en las prendas sin desplazamiento, el obligado es el deudor.
En efecto, en la prenda civil, el deudor, por el solo contrato, no contrae obligación alguna.
Sin embargo, por hecho posteriores, puede resultar obligado a indemnizar al acreedor,
según hemos estudiado (artículo 2396). Para hacer efectiva esta obligación, el acreedor
goza de la acción prendaria contraria y del derecho legal de retención.
Consecuencia del carácter accesorio que tiene el derecho de prenda, es que siga al crédito
donde quiera que se radique. Por ello, la transferencia y transmisión del derecho de
prenda no puede efectuarse aisladamente, sino conjuntamente con el crédito que está
garantizando.
Nada dice el Código Civil, al regular la prenda, sobre la manera de transferir o transmitir
el derecho de prenda. En consecuencia, dichos actos quedan sujetos a las reglas generales,
y se efectuarán por la cesión del crédito prendario, por el pago con subrogación y por la
sucesión por causa de muerte.
Por sucesión por causa de muerte, pasan a los herederos los derechos y las obligaciones
transmisibles. Dentro de los primeros, se incluye el derecho de prenda. También por este
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modo puede adquirir el legatario, cuando se le deja en legado el crédito caucionado con la
prenda.
Por acto entre vivos el cambio de titular de un derecho se efectúa cuando un tercero paga el
crédito y se subroga en los derechos del acreedor, caso en el cual pasa al nuevo acreedor el
crédito con sus privilegios, prendas e hipotecas (artículo 1612).
Otra forma de traspasar por acto entre vivos el derecho de prenda, es la cesión del crédito
prendario (artículo 1906).
Ahora bien, y siempre en referencia a la prenda civil, existe controversia a nivel doctrinal
en torno a si el traspaso del derecho de prenda requiere o no que al adquirente se la haga
entrega material de la cosa pignorada. Mientras ciertos autores (entre otros, Abeliuk),
afirman que dicha entrega no es necesaria, otros (v.gr. Guzmán B.) sostienen que
necesariamente debe haber entrega.
7. EXTINCIÓN DE LA PRENDA.
Cabe señalar que el artículo 2406, que indica las causales de extinción del derecho de
prenda, es incompleto, porque no se refiere a los modos de extinguir por vía consecuencial
ni enumera todos los modos de extinguir por vía principal.
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disposición autoriza a las partes para hacer reserva de las prendas, de manera que esta
garantía continúe en pleno vigor asegurando la nueva obligación. En este caso, si bien
conserva la prenda su carácter accesorio, presenta la particularidad de que se independiza
de la obligación que garantizó en un comienzo y accede ahora a otra obligación. La reserva
tiene sin embargo ciertas limitaciones:
3º No es posible hacer la reserva en los bienes del nuevo deudor ni aún con su
consentimiento;
Además, cabe agregar que si bien la mera ampliación del plazo de la obligación no
constituye novación, en conformidad al artículo 1649 se extingue la prenda que haya
constituido un tercero.
(ii) Cuando el acreedor pasa a ser dueño de la cosa empeñada por cualquier título. Como
es obvio, es inconcebible una prenda sobre una cosa propia. Se extingue la prenda por
confusión.
(iii) Por resolución del derecho de dominio del constituyente. En este caso, la prenda se
extingue esté de buena o mala fe el acreedor; se trata de una excepción a los efectos de la
condición resolutoria cumplida ante terceros (artículo 1490). Para que el problema que
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trata el art. 1490 se plantee es necesario que la cosa mueble "se enajene". En este artículo, la
palabra “enajenación” se debe entender sólo en su acepción restringida de transferencia
total o parcial del dominio, y no en su sentido amplio de constitución de cualquier derecho
real sobre la cosa.
En efecto, el art. 1490 es inaplicable a la prenda, por así disponerlo los arts. 2406 y 2396. La
prenda se extingue si se resuelve el derecho del constituyente de la misma, esté o no de
buena fe el acreedor prendario, sin perjuicio de otros derechos que éste puede ejercer,
conforme lo establecen las dos disposiciones citadas y el artículo 2391,
(fundamentalmente, pedir primero que se reemplace la prenda o en su defecto, el pago
anticipado de la obligación).
(iv) Por “abuso” de la prenda por parte del acreedor (art. 2396). Según se ha señalado,
constituye “abuso” cualquier uso que le de a la cosa prendada el acreedor, si no medió
autorización del deudor; o si habiéndose autorizado el uso, se da a la cosa un uso que
excede o no corresponde al autorizado.
(v) Cuando se da en prenda una cosa ajena, y el verdadero dueño la reclama (art. 2390).
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IV.
LA HIPOTECA
1. CONCEPTO.
El art. 2407 del contiene la definición legal de hipoteca. Señala el artículo que “La hipoteca
es un derecho de prenda, constituido sobre inmuebles que no dejan por eso de permanecer
en poder del deudor”. Esta definición ha sido criticada por nuestra doctrina, porque no
proporciona una idea cabal de la garantía.
Somarriva la define como “el derecho real que recae sobre un inmueble que
permaneciendo en poder del constituyente, da derecho al acreedor para perseguirlo de
manos de quien se encuentre y de pagarse preferentemente del producto de la subasta”.
Se define la hipoteca como derecho real y no como contrato, porque si bien por lo general
tiene ambas características, no siempre acontece así, ya que puede existir como derecho sin
que haya contrato, como ocurre en el caso de la hipoteca legal que contempla el Código de
Procedimiento Civil.
2. IMPORTANCIA.
De todas las cauciones, tanto reales como personales, ninguna ofrece mayor seguridad al
acreedor que la hipoteca, siendo la principal fuente de crédito. Ello, porque los bienes
raíces tienen un valor estable, más o menos elevado, resultando posible obtener créditos
más cuantiosos. También la hipoteca presenta ventajas para el deudor, porque no obstante
la constitución del gravamen, no se ve desposeído del inmueble, pudiendo valerse de él
para obtener utilidades.
Para que conserve su eficacia, la hipoteca debe gozar de la publicidad general, lo que se
consigue mediante la inscripción en el Registro de Hipotecas y Gravámenes del
Conservador de Bienes Raíces.
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En los demás derechos reales, es posible visualizar una relación directa entre el titular del
derecho y la cosa sobre la que recae tal derecho; dichos derechos reales se ejercitan
mediante el goce o tenencia de la cosa. En la hipoteca, en cambio, la forma de ejercitar el
derecho se materializa en la facultad que tiene el acreedor de pedir la venta de la cosa
hipotecada en caso que el deudor no cumpla la obligación.
Por ser la hipoteca un derecho real, se ejerce sobre el bien gravado sin respecto a
determinada persona. De este carácter se deduce que el acreedor goza del derecho de
persecución, expresamente reconocido en el art. 2428 del Código Civil, que le permite
perseguir la finca hipotecada de manos de quien se encuentre y a cualquier título que la
haya adquirido.
El carácter inmueble del derecho de hipoteca no ofrece dudas, en vista de lo que dispone el
art. 580.
Siempre la hipoteca se ejerce sobre un bien raíz (sin perjuicio de lo dispuesto en ciertas
leyes especiales, como la Ley N° 18.916, referida al Código Aeronáutico, o las
disposiciones del Código de Comercio que se refieren a la hipoteca naval), careciendo de
importancia a este respecto la naturaleza de la obligación principal garantizada.
Nuestro Código, al igual que el Código francés, se ha mantenido fiel a la tradición romana.
La hipoteca es siempre un derecho accesorio, destinado a asegurar el cumplimiento de una
obligación principal.
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Son susceptibles de garantizarse con hipoteca no sólo las obligaciones civiles, sino también
las naturales. Con respecto a la garantía hipotecaria de estas obligaciones, se debe
distinguir:
1° Cuando la hipoteca garantiza obligaciones futuras (art. 2413, 3°). En este caso,
no existe obligación principal al momento de constituirse la hipoteca.
El art. 2413, inc. 3°, establece que la hipoteca podrá otorgarse “en cualquier tiempo antes o
después de los contratos a que acceda, y correrá desde que se inscriba”.
La hipoteca podrá inscribirse, entre tanto, sin esperar que la obligación futura llegue a
existir.
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La materia ha sido discutida en la doctrina. Somarriva apunta las siguientes razones, para
sostener la validez de estas hipotecas:
a) El tenor del art. 376: la hipoteca sustituye a la fianza que está obligado a
rendir el guardador. Forzosamente en este caso la hipoteca es de un monto indeterminado,
ya que no se sabe si al terminar la guarda afectará responsabilidad al guardador, ni menos
a que suma alcanzará tal responsabilidad.
b) El tenor del art. 2427: se pone en el caso que la deuda garantizada "fuere
ilíquida, condicional o indeterminada".
c) El tenor del art. 2431: a contrario sensu, acepta que pueda estar
indeterminado el monto de las obligaciones garantizadas. Por eso, el art. 81 del
Reglamento del Conservador de Bienes Raíces, al enunciar los requisitos que debe
contener la inscripción hipotecaria, se refiere a la suma de la obligación “en el caso de
haberse limitado a determinada cantidad”, lo que indica también que es perfectamente
posible que dicha suma sea indeterminada. La indeterminación de las obligaciones
caucionadas no se ciñe exclusivamente al monto, sino también a la naturaleza de las
obligaciones.
e) Donde quiera que vaya el crédito lo sigue la hipoteca. Tal acontece con la cesión o
subrogación del crédito hipotecario, con la transmisión que de éste se haga al heredero o
legatario, etc.
A pesar de que el Art. 732 no incluye la hipoteca entre las limitaciones del dominio, es
evidente que tiene este carácter. En efecto, por su constitución el propietario del inmueble
no puede ejercer su derecho de dominio en forma absoluta, no puede destruir las
construcciones, plantaciones, etc., existentes en el inmueble, ni gozar de él en términos que
lesionen los derechos del acreedor hipotecario, porque entonces se aplica el Art. 2427.
Como garantía no será eficaz si el acreedor no gozara de preferencia para el pago. Por eso
el Art. 2470 señala expresamente a la hipoteca entre las causas de preferencia, y el 2477
dice que la tercera clase de créditos comprende los hipotecarios.
3.7. Es INDIVISIBLE.
La célebre fórmula de Dumoulin est toto in tota et toto in qualibet parte, se encuentra
fielmente reproducida en el art. 2408: “La hipoteca es indivisible. En consecuencia, cada
una de las cosas hipotecadas a una deuda y cada parte de ellas son obligadas al pago de
toda la deuda y de cada parte de ella”.
b) De acuerdo con el Art. 1526 número 1, idea que repite el Art. 2408, la acción
hipotecaria se dirige contra el que posea en todo o en parte el inmueble hipotecado. De
manera que si en la sucesión del deudor uno de los herederos se adjudica el inmueble
gravado, contra él se dirige la acción, y si el bien se divide en lotes, distribuyéndose entre
los herederos, el acreedor puede ejercitar su acción por el total en cada uno de los lotes.
Dispone el art. 1526 número 1, que si queda una parte insoluta del crédito, por pequeña
que sea, subsiste la totalidad de la garantía hipotecaria; además, si hay varios acreedores
hipotecarios y el deudor le paga su cuota a cada uno de ellos, no puede solicitarle la
cancelación proporcional del gravamen; y si fallece el acreedor dejando varios herederos,
cada uno de ellos puede perseguir el total de la finca hipotecada, por su parte o cuota en el
crédito.
4. CLASES DE HIPOTECA.
4.1. Generalidades.
(ii) En cuanto a los bienes que afecta la hipoteca, se distingue entre (a) la hipoteca
especial, cuando grava uno o más predios determinados; y (b) la hipoteca general, si se
extiende a todos los inmuebles del deudor.
(iv) En cuanto a los créditos caucionados, la hipoteca puede ser: (a) específica, cuando
cauciona determinadas obligaciones; o (b) general, cuando cauciona todas las obligaciones
del deudor, presentes o futuras, de cualquier índole. Estas, a su vez, pueden ser limitadas
(cuando a pesar de ser generales, se limitan a caucionar obligaciones hasta por cierto
monto) e ilimitadas.
Hoy en día, las hipotecas ocultas y las generales en cuanto a los bienes, se encuentran en
descrédito en la doctrina y legislación comparada. El régimen hipotecario moderno
descansa en los principios de la publicidad y de la especialidad (en cuanto al bien, no en
cuanto a las obligaciones), los que representan una reacción contra las hipotecas ocultas y
generales del Derecho Romano, que sobreviven en muy pocas legislaciones.
En suma:
Con todo, ciertos autores afirman que el art. 129 de la Ley de Quiebras contemplaría un
caso de hipoteca oculta, en cuanto establece lo siguiente: “Los bienes que integran la
unidad económica enajenada se entenderán constituidos en hipoteca o prenda sin
desplazamiento, según sea la naturaleza de ellos, por el solo ministerio de la ley, para caucionar
los saldos insolutos de precio y cualquiera otra obligación que el adquirente haya asumido
como consecuencia de la adquisición, salvo que la junta de acreedores, al pronunciarse
sobre las bases respectivas, hubiese excluido expresamente determinados bienes de tales
gravámenes”. En consecuencia, como por el sólo ministerio de la ley los referidos bienes se
entienden hipotecados, no sería necesaria entonces la correspondiente inscripción, dando
así lugar a una hipoteca oculta.
Está establecida en el Código de Procedimiento Civil, arts. 660 y 662. Opera en la partición
de bienes.
El art. 660 dispone que salvo acuerdo unánime de los interesados, todo comunero que
reciba en adjudicación bienes por un valor que exceda del 80% de lo que le corresponde,
deberá pagar el exceso al contado.
A su vez, el art. 662 establece que en las adjudicaciones de inmuebles que se hagan a los
comuneros a raíz del juicio de partición, se entenderá constituida hipoteca sobre las
propiedades adjudicadas para asegurar el pago de los alcances que resultan en contra de
los adjudicatarios, salvo que se pague de contado el exceso al que se refiere el Art. 660.
Las características de esta hipoteca legal son las que siguen: a) Es especial, recae sobre el
inmueble adjudicado; b) Es determinada, cauciona el alcance que resulta en contra del
adjudicatario; y c) Es pública, requiere inscripción en el Registro respectivo del
Conservador de Bienes Raíces. Señala el Art. 662 que el Conservador, conjuntamente con
inscribir el título de la adjudicación, inscribirá a la vez la hipoteca por el valor de los
alcances.
6. EL CONTRATO HIPOTECARIO.
6.1. Concepto.
La hipoteca necesita para nacer, como todo derecho real, que opere un modo de adquirir el
dominio. Originariamente, en la constitución de la hipoteca existe tradición de la misma.
Con posterioridad, también pueden actuar otros modos: la prescripción en caso que el
gravamen se haya constituido sobre cosa ajena, pues entonces la tradición no sirve al
acreedor para adquirir el derecho, sino como título para llegar a adquirirlo por
prescripción, o la sucesión por causa de muerte, mediante la cual el heredero o legatario
adquiere el derecho de hipoteca conjuntamente con el crédito.
Ahora bien, si en la generación del derecho de hipoteca siempre existe tradición, tendrá
también que existir un título que la anteceda, es decir, un contrato que coloque a una
persona en la obligación de transferir el derecho de hipoteca. Este título, no es otro que el
contrato hipotecario, que podemos definir como aquel en que el deudor o un tercero se
obliga con respecto al acreedor a darle o transferirle el derecho de hipoteca sobre un
inmueble de su propiedad.
a) Puede celebrarlo el acreedor no sólo con el deudor personal sino también con un
tercero (llamado garante hipotecario).
Otra doctrina, sostiene que el contrato hipotecario sólo genera obligaciones para el
acreedor hipotecario, quien debe alzar la hipoteca, cuando la obligación caucionada se ha
extinguido (en este sentido, ocurriría lo mismo que en la prenda civil, donde el único
obligado es el acreedor prendario). Se descarta para esta doctrina que el constituyente de
la hipoteca se obligue a transferir el derecho real de hipoteca a favor del acreedor, porque
ello no sería una obligación derivada del contrato, sino un requisito para que nazca el
contrato. El punto se vincula con la discusión, a la que aludiremos más adelante, acerca de
cuáles son las solemnidades del contrato hipotecario.
c) Es un contrato accesorio, lo que no impide que la hipoteca se otorgue antes del acto
a que acceda (art. 2413).
d) Puede ser tanto gratuito como oneroso. En los casos en que la hipoteca es un acto
bilateral, es evidente que es oneroso. Pero lo más corriente es que la hipoteca sea un
contrato unilateral, en cuyo caso debemos distinguir si la hipoteca se constituye por el
propio deudor o por un tercero garante.
• La hipoteca se constituye sin que medie pago alguno, ni del acreedor ni del
deudor principal: el contrato será gratuito.
Cabe advertir, en todo caso, que para los efectos prácticos, es decir para ver la procedencia
de la acción pauliana, el art. 2468 equipara la hipoteca a los actos onerosos (lo mismo
ocurre con la prenda).
e) Es un contrato solemne, como lo disponen los artículos 2409 y 2410 del Código
Civil. Debe otorgarse por escritura pública y debe además ser inscrita en el Registro
Conservatorio. Más adelante se aludirá al segundo de estos actos, pues se discute si es
solemnidad del contrato.
7. ELEMENTOS DE LA HIPOTECA.
En primer lugar, la hipoteca debe reunir todos los requisitos de un contrato. En el análisis
particular de la hipoteca cabe detenerse en los siguientes elementos: a) Capacidad; b)
Formalidades; c) Cosas susceptibles de hipotecarse; y d) Obligaciones que se pueden
caucionar con hipoteca.
7.1. Capacidad
Cabe destacar, además, que la capacidad para enajenar es diversa de la necesaria para
obligarse; puede ocurrir entonces que sea válida la obligación principal y nula la hipoteca,
porque el constituyente era capaz de obligarse, pero no de enajenar (por ejemplo, porque
el inmueble estaba embargado).
No debe entenderse que a los incapaces de enajenar les está totalmente vedado hipotecar.
Ha de entenderse que no pueden constituir hipoteca por sí mismos, sino con sujeción a las
formalidades que, en cada caso, señala la ley.
Los inmuebles del hijo sujeto a patria potestad no pueden hipotecarse sin autorización
judicial, aunque pertenezcan a su peculio profesional (art. 254).
Análoga regla rige para los pupilos. Sus bienes no podrán hipotecarse sino previo decreto
judicial, expedido “por causa de utilidad o necesidad manifiesta” (art. 393).
Y el art. 2410 añade: “La hipoteca deberá además ser inscrita en el Registro Conservatorio;
sin este requisito no tendrá valor alguno; ni se contará su fecha sino desde la inscripción".
Los autores se han planteado que rol jurídico juega en la hipoteca la inscripción en el
Registro Conservatorio: ¿es una solemnidad del acto hipotecario o la forma de efectuar la
tradición del derecho real de hipoteca?
Para algunos (Fernando Alessandri entre ellos), la inscripción es una solemnidad del acto
al igual que la escritura pública, porque el art. 2410 dispone que la hipoteca requiere
“además” la inscripción, y que sin ella “no tendrá valor alguno”.
En el mismo sentido, un fallo de la Corte Suprema señala, aludiendo a los artículos 2409 y
2410: “De donde se deduce que la escritura por sí sola no crea en este caso ningún derecho
para el acreedor ni restringe en lo más mínimo las facultades del deudor sobre el
inmueble”.
Para la corriente mayoritaria sin embargo (Somarriva, Meza Barros), la solemnidad del
acto de hipoteca es solamente la escritura pública, pero no la inscripción en el Conservador
de Bienes Raíces, a la cual debe reservársele el rol de tradición del derecho real de hipoteca
(igual como acontece con la compraventa de bienes inmuebles).
Los argumentos que se exponen por la segunda doctrina son ls que siguen:
4° Por su parte, el Art. 2419, sobre hipoteca sobre bienes futuros, da derecho al
acreedor de hacerla inscribir sobre los inmuebles que el deudor adquiera en lo sucesivo y a
medida que los adquiera; si el contrato hipotecario no produjere efecto alguno sin la
inscripción, no se explicaría la disposición anterior, carecería de fuente el derecho del
acreedor para solicitar que se practiquen las inscripciones. La misma solución, opera en el
caso del artículo 19 de la Ley número 19.537, sobre Copropiedad Inmobiliaria, que regula
la hipoteca de departamentos de un edificio en actual construcción.
En definitiva, la inscripción diría relación con los efectos del contrato hipotecario
(obligación del constituyente de transferir al acreedor el derecho real de hipoteca), y no a
su perfeccionamiento, para lo cual basta con la escritura pública.
Requieren, conforme al artículo 2411 del Código Civil y 345 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil:
Pero la inscripción debe hacerse, en general, con los que suministra el título. El art. 82 del
Reglamento del Conservador establece que la falta absoluta de alguna de las designaciones
legales sólo podrá subsanarse por escritura pública.
La inscripción debe expresar (art. 2432 del C.C. y art. 81 del Reglamento):
Las personas jurídicas serán designadas por su denominación legal o popular y por el
lugar de su establecimiento; expresará la inscripción, además, el nombre, apellido,
domicilio y profesión de sus representantes legales o apoderados.
Si la finca fuere urbana, se expresará la ciudad, villa o aldea y la calle en que estuviere
situada. Si fuere rural, el departamento, subdelegación y distrito a que pertenezca, y si
perteneciere a varios, todos ellos.
Sobre el particular, las hipotecas se pueden constituir conforme a los siguientes formatos:
(a) Hipoteca específica, que garantiza una o algunas obligaciones determinadas (tal
pagaré, por tal suma, con tal fecha de vencimiento, etc.); (b) Hipoteca con cláusula de
garantía general, pero limitada a un monto máximo; y (c) Hipoteca con cláusula de
garantía general, sin limitación.
Cabe señalar que este es el único requisito que no puede omitirse bajo respecto alguno. Si
se omiten los restantes requisitos, la inscripción no será nula, pero siempre y cuando de su
contexto o del contrato o contratos citados por ella, se desprendan aquellos antecedentes
omitidos en la inscripción (art. 2433).
De conformidad al art. 2418 del Código Civil y a las leyes especiales, se admiten las
siguientes hipotecas:
Es decir, lo que es susceptible de hipotecarse es el dominio sobre los bienes raíces. Dentro
de la expresión “inmuebles” quedan comprendidos aquellos que lo son por naturaleza. En
cuanto a los inmuebles por adherencia y por destinación, no pueden hipotecarse
independientemente del inmueble al que acceden, pero se ven afectados por la hipoteca
constituida sobre éste, como expresamente lo establece el art. 2420 respecto de los
inmuebles por destinación.
Cabe agregar que el art. 2418 no distingue en cuanto a la especie de propiedad, y por
tanto, admite hipoteca la propiedad absoluta o fiduciaria, la propiedad plena o la nuda
propiedad. Si se hipoteca la nuda propiedad, y vigente la hipoteca se extingue el usufructo
consolidándose el dominio en manos del nudo propietario, el gravamen afectará a la
propiedad plena, pues en virtud de lo dispuesto en el art. 2421 la hipoteca se extiende a
todos los aumentos que reciba la cosa hipotecada (la misma solución cabe aplicar cuando
el aumento que experimente el inmueble sea material, como en el caso de una accesión del
suelo).
Cabe precisar que no son hipotecables el derecho de uso sobre inmuebles y el derecho de
habitación, no obstante su semejanza con el usufructo. Nada dice respecto a los primeros
el art. 2418, y por lo demás, se trata de derechos personalísimos, intransferibles,
intransmisibles e inembargables.
La hipoteca sobre el usufructo ofrece al acreedor una seguridad relativa e incierta, ya que
extinguido el usufructo, igual suerte corre la hipoteca; pero esta regla admite excepciones,
porque si se extingue el usufructo por renuncia del usufructuario, por consolidación del
dominio -ya sea en manos del usufructuario o del nudo propietario- o por sentencia
judicial en el caso del art. 809, subsistirá la hipoteca (art. 803). La solución contraria
equivaldría a entregar la eficacia del derecho del acreedor hipotecario en manos del
usufructuario.
Las naves pueden ser gravadas con hipoteca. Cabe destacar que sólo son susceptibles de
hipotecarse las naves mayores, esto es, las de más de 50 toneladas de registro grueso (art.
4º del D.L. Nº 2.222 Ley de Navegación). Las naves menores sólo pueden constituirse en
prenda.
El art. 866 del Código de Comercio dispone que las naves y artefactos navales mayores
podrán ser gravados con hipoteca, siempre que se encuentren debidamente inscritos en los
respectivos Registros de Matrícula de la República.
En conformidad al art. 868 del mismo Código, la hipoteca naval deberá otorgarse por
escritura pública. Podrá ser una misma la escritura de hipoteca y la del contrato a que
acceda. El orden de inscripción en el Registro de Hipotecas, Gravámenes y Prohibiciones
determinará el grado de preferencia de las hipotecas.
Se rige por las mismas disposiciones del Código Civil y por los artículos 217 a 222 del
Código de Minería. La hipoteca se constituye sobre la concesión minera, siempre que se
encuentre inscrita. Salvo estipulación en contrario, la hipoteca sobre una concesión afecta
también a los inmuebles accesorios de la concesión (art. 3 C. de M.): las construcciones,
instalaciones y demás objetos destinados permanentemente por su dueño a la
investigación, arranque y extracción de sustancias minerales. La hipoteca sobre concesión
minera no da al acreedor los derechos que otorga el art. 2427 del C.C., salvo que el
deterioro o la pérdida se produzca por dolo o culpa grave del deudor. Para proceder al
remate de una concesión hipotecada no será necesaria su tasación.
Pueden hipotecarse no sólo los bienes presentes sino, también, los bienes futuros.
El art. 2419 dispone: “La hipoteca de bienes futuros sólo da al acreedor el derecho de
hacerla inscribir sobre los inmuebles que el deudor adquiera en lo sucesivo y a medida
que los adquiera”.
No sólo puede hipotecar el que sea dueño absoluto del inmueble, sino también el que
tenga una cuota de él, el que sea comunero en su dominio. Si el legislador permite que el
comunero hipoteque su cuota, es porque considera que sobre ella tiene el derecho de
dominio, como se desprende del art. 1812, que lo autoriza para vender la cuota, y del art.
892 que lo faculta para reivindicarla.
Para estudiar los efectos que produce la hipoteca de cuota es necesario hacer un triple
distingo, según que los bienes hipotecados se adjudiquen al comunero hipotecante, a los
otros comuneros o a terceros extraños a la comunidad.
No existe uniformidad de opinión entre los autores con respecto a la extensión que tiene la
hipoteca de cuota una vez que al comunero hipotecante se le adjudican los bienes
hipotecados. Algunos estiman que la hipoteca afectaría al total del inmueble (artículo
2421). Otros en cambio (Somarriva entre ellos) piensan que ella sólo afecta a la cuota que
tenía el comunero al momento de hipotecar, salvo que haya hipotecado la totalidad del
inmueble (de acuerdo al art. 2416 del CC), caso en el cual el gravamen subsistiría por el
total.
Puede acontecer por otro lado que el inmueble cuya cuota se hipoteca no se adjudique a
ninguno de los comuneros sino que pase a poder de un tercero. En este evento, la doctrina
y la jurisprudencia, estiman que la hipoteca subsiste y no caduca porque con respecto al
(vii) Hipoteca sobre bienes respecto de los cuales se tiene un derecho eventual,
limitado o rescindible.
Lo normal es que la persona que hipoteca tenga sobre los bienes un derecho puro y simple;
pero en conformidad con el art. 2416 puede también hipotecarlos aún cuando sobre ellos
tenga un derecho eventual, limitado o rescindible, eso sí que entendiéndose hipotecados
con esa limitación, aunque no se exprese. Ello, porque nadie puede transferir más
derechos de los que se tiene.
Si el que constituye el gravamen ha adquirido el bien hipotecado por donación entre vivos,
seguida de la tradición, y después la donación se resuelve, rescinde o revoca, tales hechos
sólo afectarían al acreedor hipotecario, en los casos que indica el art. 1432, esto es: (a)
cuando la condición constare en la escritura pública; (b) si el donante, antes de constituir la
hipoteca, notificare al acreedor hipotecario que piensa ejercitar algunas de esas acciones; y
(c) si el gravamen hipotecario se constituyere después que el donante ha ejercitado dichas
acciones.
Por otra parte, si el inmueble está sujeto a una condición resolutoria, tendrá lugar lo
dispuesto en el art. 1491, es decir, declarada la resolución, la hipoteca se extingue o no
según que la condición conste o no en el título respectivo inscrito u otorgado por escritura
pública. Si consta, el legislador presume de derecho que el acreedor tenía conocimiento de
la condición, y la resolución afecta a la hipoteca; por el contrario, si no consta, se presume
en la misma forma que el acreedor ignoraba la existencia de la condición y la hipoteca se
conserva en todo su vigor.
Siempre tendrá para el acreedor una trascendental importancia que el constituyente sea
titular del derecho que hipoteca. Aunque se decida que es válida, es forzoso convenir que
no otorga al acreedor el derecho de hipoteca. Como en la venta de cosa ajena, la tradición
no dará al adquirente un derecho de que el tradente carecía: nemo dat quod non habet.
1º No es posible admitir que el art. 2414 sea una norma prohibitiva; a su vez, la
expresión “sus bienes” se explica porque normalmente (aunque no exclusivamente) el
constituyente es el dueño del derecho que hipoteca.
2º Por otra parte, queda fuera de duda, que el derecho de hipoteca puede
adquirirse por prescripción, ya que conforme al inciso 2° del art. 2498, pueden adquirirse
por este medio los derechos reales que no estén especialmente exceptuados. Ahora bien,
en conformidad al art. 2512, el derecho de hipoteca se rige, en cuanto a su prescripción,
por las mismas reglas que el dominio, lo que significa en otros términos que puede
adquirirse por prescripción ordinaria o extraordinaria y si se estima que la hipoteca de
cosa ajena adolece de nulidad, de acuerdo con el art. 704 sería un título injusto, que daría
origen a la posesión irregular y ésta a la prescripción extraordinaria, resultando así que la
hipoteca jamás se podría adquirir por prescripción ordinaria, con lo que no se respetaría lo
dispuesto en el art. 2512 del CC.
El art. 2417 suministra una prueba concluyente de que ésta es la solución correcta. La
hipoteca constituida por el comunero a quien, a la postre, no se adjudican bienes
hipotecables, subsiste si los otros partícipes consienten en ello.
“La ley quiere que el contrato hipotecario esté concebido de modo que permita conocer de
una manera exacta la extensión de la brecha que la constitución de la hipoteca abre en el
crédito hipotecario del deudor”, dice Baudry-Lacantinerie.
Para este fin es preciso que se conozca con exactitud, por una parte, cuáles son los bienes
gravados con la hipoteca y, por la otra, la naturaleza y monto de los créditos que
garantiza.
Nuestra legislación no conoce sino las hipotecas especiales; no existen hipotecas generales,
esto es, que afectan todos los bienes del deudor, aun los bienes futuros.
La hipoteca puede caucionar toda clase de obligaciones, cualquiera que sea su origen.
La obligación a que accede la hipoteca puede ser civil o natural (art. 1472). Pueden,
asimismo, caucionarse con hipoteca obligaciones futuras.
El art. 2413, inc. 3°, previene que la hipoteca podrá otorgarse “en cualquier tiempo antes o
después de los contratos a que accede, y correrá desde que se inscriba”.
La especialidad en cuanto al crédito se justifica sobradamente. Por una parte, permite que
el deudor se percate cabalmente del alcance de su obligación hipotecaria y, por la otra hace
posible que los terceros conozcan con exactitud la medida en que se encuentra
comprometido el crédito del deudor, que se formen un concepto claro de su verdadera
solvencia.
a) Desde luego, el art. 2432 no menciona el monto de la obligación principal entre los
requisitos de la inscripción.
b) Por otra parte, el art. 2427, en caso de que la finca se pierda o deteriore en forma de
no ser suficiente para seguridad de la deuda, permite que el acreedor impetre medidas
conservativas, “si la deuda fuere ilíquida, condicional o indeterminada”.
Para evitar una incertidumbre que puede ser gravemente perjudicial para su crédito, “el
deudor tendrá derecho a que se reduzca la hipoteca a dicho importe”, o sea, el doble del
valor conocido o presunto de la obligación caucionada.
Obtenida la reducción, se hará a costa del deudor una nueva inscripción, “en virtud de la
cual no valdrá la primera sino hasta la cuantía que se fijare en la segunda” (art. 2431, inc.
2º).
Usualmente estipulada entre los Bancos y los deudores, para garantizar el cumplimiento
de cualquiera obligación, presente o futura, directa o indirecta.
Sin embargo, quienes aceptan la hipoteca con cláusula de garantía general, refutan lo
anterior señalando que el art. 2432 debe interpretarse racionalmente, en el sentido que
debe cumplirse con las exigencias indicadas cuando el contrato que se garantiza se haya
celebrado antes o coetáneamente con la hipoteca, pero no cuando aquél sea un contrato
futuro. En otras palabras, y aplicando las reglas de interpretación del art. 22, debe
concluirse que la exigencia del art. 2432 N° 2 se refiere únicamente a los casos en que sea
posible cumplirla, o sea, cuando la hipoteca se otorgue simultáneamente o con
posterioridad al contrato principal.
8. EFECTOS DE LA HIPOTECA.
Los efectos de la hipoteca son múltiples y deben enfocarse desde diversos puntos de vista.
Estos efectos dicen relación: (i) Con la finca hipotecada; (ii) Con los derechos del dueño de
la finca hipotecada; y (iii) Con los derechos del acreedor hipotecario.
Es indiferente que los bienes muebles que se reputan inmuebles por destinación hayan
existido al momento de constituirse la hipoteca o que pasen a tener dicho carácter con
posterioridad. En ambos casos, los afecta el gravamen. Naturalmente que es necesario que
los inmuebles por destinación pertenezcan al dueño del inmueble gravado (por ejemplo,
no se ven afectados con el gravamen los animales de propiedad del arrendatario del fundo
hipotecado).
Los bienes muebles que están destinados permanentemente al uso, cultivo o beneficio del
inmueble pasan a tener el carácter de inmuebles por destinación por la voluntad del dueño
que los destina al fin indicado. Por ello, esa misma voluntad puede quitarles tal carácter,
enajenándolos a terceros, y desde ese momento deja de afectarlos la hipoteca.
Cabe dejar en claro que la hipoteca se extiende a los inmuebles por destinación aunque
ninguna referencia a ellos se haga en el contrato de hipoteca y aunque la inscripción, por la
misma razón, no aluda a ellos.
Pero la hipoteca de estos bienes es inestable. El art. 2420 establece que la hipoteca “deja de
afectarlos desde que pertenecen a terceros”. Enajenados estos bienes, dejan de estar al
servicio del inmueble, recobran su natural condición de bienes muebles y no les alcanza la
hipoteca.
b) En cuanto a los inmuebles por adherencia (art. 568), también quedan comprendidos
en la hipoteca, como una consecuencia de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal, e
indiferentemente de que existan o no al momento de constituirse la hipoteca. Con todo, si
el dueño del suelo enajena separadamente los inmuebles por adherencia, éstos, en
conformidad al art. 571, pasan a ser muebles por anticipación y dejan de estar afectos a la
hipoteca. Pero, para ello, no basta con que se vendan, sino que es necesario que pasen a
pertenecer a terceros, es decir, que se haga tradición de los mismos.
Con arreglo al art. 2421, “la hipoteca se extiende a todos los aumentos y mejoras que reciba
la cosa hipotecada”.
Los aumentos que experimente la finca y las mejoras que en ella se introduzcan forman
parte del inmueble y es lógico que los afecte la hipoteca.
La hipoteca comprende todo aquello que incremente la cosa hipotecada, sea por causas
naturales o a consecuencia de la industria humana. Se extenderá la hipoteca a los
aumentos que experimente la finca por aluvión, a los edificios que se construyen, a las
plantaciones que en ella se realicen.
La disposición no significa, por cierto, que el acreedor hipotecario tenga derecho a percibir
las rentas y sea privado de ellas el dueño de la finca.
El derecho del acreedor hipotecario sobre las rentas sólo se hace presente cuando, exigible
la obligación principal deduce su acción hipotecaria y embarga las rentas. Con tales rentas
podrá hacerse pago y gozará en estos bienes de igual preferencia que respecto de la finca
misma.
Beneficiará a la hipoteca, toda servidumbre activa que pueda constituirse sobre el predio.
En armonía con lo anterior, el actual art. 565 (ex artículo 555) del Código de Comercio
dispone que “La cosa que es materia del seguro es subrogada por la cantidad asegurada
para el efecto de ejercitar sobre ésta los privilegios e hipotecas constituidos sobre aquella”.
El fundamento de estas disposiciones descansa en que el legislador establece en ellas una
subrogación real en la cual el monto del seguro pasa a reemplazar al bien hipotecado.
El art. 924 del Código de Procedimiento Civil dispone que no será obstáculo para la
expropiación la existencia de hipoteca u otros gravámenes que afecten a la cosa
expropiada.
En este caso, el acreedor hipotecario hace valer sus derechos sobre el precio de la
expropiación, a la que no obsta la existencia del gravamen en estudio. También aquí hay
una verdadera subrogación real, en la cual el precio de la expropiación reemplaza al
inmueble hipotecado.
La hipoteca constituye una limitación del dominio. De ahí entonces que el dueño del
inmueble, si bien conserva su dominio, no puede ejercitarlo en forma arbitraria, sino que
debe hacerlo de manera que no lesione los derechos del acreedor hipotecario.
(i) Situación del propietario del inmueble ANTES que el acreedor ejercite la acción
hipotecaria.
El art. 2415 dispone: “El dueño de los bienes gravados con hipoteca podrá siempre
enajenarlos o hipotecarlos, no obstante cualquiera estipulación en contrario”.
El art. 2415 también faculta al dueño para que constituya una nueva hipoteca sobre el
inmueble, sin que valga estipulación en contrario. Tampoco perjudica al acreedor que se
constituya un nuevo gravamen, porque en conformidad al art. 2477 las hipotecas prefieren
por orden de fecha de inscripción, de manera que el primer acreedor hipotecario va a tener
preferencia sobre los demás para pagarse de su crédito.
La ley guarda silencio sobre la posibilidad de constituir otros derechos reales sobre el
inmueble hipotecado, tales como las servidumbres y el usufructo. ¿Es ello posible? En
principio podría contestarse afirmativamente, atendiendo al principio de quien puede lo
más, puede lo menos. Pero semejante conclusión se estima errada, porque si el legislador
Corrobora la conclusión anterior lo dispuesto en los artículos 1368 y 1366 del CC. El
usufructo constituido sobre la finca no es oponible al acreedor hipotecario. A contrario
sensu, la hipoteca sí afecta al usufructuario; éste debe pagar subrogándose así en los
derechos del acreedor contra los herederos, si la deuda era del testador, salvo que el
último haya expresamente querido gravar al usufructuario con la deuda en cuestión.
También se encuentran limitadas las facultades de uso y goce del predio hipotecado. Para
evitar que el propietario ejerza tales facultades arbitraria o abusivamente en perjuicio del
acreedor, el art. 2427 confiere al último ciertas facultades.
Para que reciba aplicación esta disposición, es necesario en primer término que la finca se
pierda o deteriore. Como la ley no distingue con respecto a la causa de la pérdida o
deterioro, concluyen los autores que se comprenden las pérdidas o deterioros que se
originen por actos materiales o por actos jurídicos (por ejemplo, si se tala un bosque y
revende la madera, si se demuele una edificación y se venden los materiales, si se destruye
un edificio por un incendio o terremoto, etc.)
Se trata por ende de un caso excepcional, en que la ley pone de cargo del deudor, el caso
fortuito o la fuerza mayor. Este mismo principio rige en la fianza (art. 2349). Si el fiador cae
en insolvencia, el acreedor puede exigir un nuevo fiador.
También se aplica el art. 2427, sea que la pérdida o deterioro lo haya sufrido el inmueble
encontrándose en manos del deudor o en manos de un tercero.
Como es lógico, no basta cualquier deterioro de la finca hipotecada, sino que debe ser de
tal magnitud que ella no sea suficiente garantía para la seguridad de la deuda.
Determinar esta circunstancia es un hecho que queda entregado al criterio del Tribunal. De
manera entonces que nada podría objetar el acreedor si a pesar de su deterioro, su derecho
está suficientemente garantizado. Carecería de interés para ello y sin interés no hay acción.
3° A falta de cauciones, tiene el acreedor una tercera vía, que a su vez admite
dos posibilidades atendiendo a las características de la obligación principal:
(ii) Situación del propietario DESPUÉS que el acreedor ejercita la acción hipotecaria.
Se ejerce la acción embargando el inmueble. Desde ese momento cesa la facultad del
propietario de disponer del inmueble.
La hipoteca concede al acreedor tres derechos principales: (i) Derecho de venta (art. 2424);
(ii) Derecho de persecución (art. 2428); y (iii) Derecho de pagarse preferentemente (arts.
2422, 2470 y 2477).
a) Concepto.
El art. 2424 dispone: “El acreedor hipotecario tiene para hacerse pagar sobre las cosas
hipotecadas los mismos derechos que el acreedor prendario sobre la prenda”. Por ende,
procede aplicar el art. 2397.
i) Uno que se podría llamar principal, cual es que la cosa hipotecada se saque
a remate para pagarse con el producido del remate.
ii) Otro subsidiario, que supone el ejercicio del derecho anterior, para
adjudicarse el bien hipotecado a falta de posturas admisibles y previa tasación de
peritos.
Respecto de este segundo derecho, ya se dijo a propósito del acreedor prendario que hoy
es inoperante, por innecesario. ¿Sigue vigente esta disposición en relación al acreedor
hipotecario? Atendido lo dispuesto en el art. 499 del Código de Procedimiento Civil, no
cabe sino concluir que la disposición se encuentra derogada en lo concerniente al acreedor
hipotecario: el citado artículo autoriza al acreedor, a falta de postores, para pedir que la
finca se saque nuevamente a remate, con rebaja del mínimo, y se le adjudique por los 2/3
de la tasación.
El art. 2397 no da una regla de procedimiento, sino que se limita a establecer una norma de
carácter sustantivo: otorga al acreedor el derecho a sacar a remate el bien hipotecado o de
adjudicársele a falta de posturas admisibles. Para el ejercicio de este derecho queda sujeto
al Código de Procedimiento Civil, normas del juicio ejecutivo.
Los bienes se venden en pública subasta, ante el juez que conoce del juicio ejecutivo o ante
el tribunal en cuya jurisdicción se encuentren los bienes hipotecados (art. 485 del C.P.C.).
Es preciso que los inmuebles se tasen; se tendrá como tasación el avalúo vigente, a menos
que el ejecutado solicite que se practique una nueva tasación (art. 486 del C.P.C.).
El remate se verificará el día que el juez designe, previa publicación de avisos que
aparecerán a lo menos por cuatro veces, en un diario de la comuna en que tenga su asiento
el tribunal, o de la capital de la provincia o de la capital de la región, si en aquélla no lo
hubiere (arts. 488 y 489 del C.P.C.).
El art. 2397, parte final, prohíbe el llamado “pacto comisorio” o “lex comisoria”, lo cual
tiene por fundamento evitar cláusulas abusivas.
El pacto comisorio puede definirse como el pacto por el cual las partes convienen que si el
deudor, dentro de cierto tiempo, no retira la cosa que da en prenda, pagando la deuda, la
cosa pasa, transcurrido el plazo, de pleno derecho e irrevocablemente, al dominio del
acreedor, en pago de la deuda. Con ello se impide que la hipoteca, al igual que respecto de
la prenda, se transforme en una venta condicional, y que el acreedor pueda quedarse con
la cosa en virtud de estipulaciones preexistentes y por acto de su propia voluntad, es decir,
sin el consentimiento del deudor.
Cabe enfatizar que el legislador considera de orden público los derechos establecidos en el
art. 2397. Son en consecuencia irrenunciables y cualquiera estipulación que viniera a
suprimir o entrabar su ejercicio adolecería de nulidad absoluta. Por la misma razón, el
acreedor hipotecario no puede disponer de la cosa hipotecada o apropiársela por medios
distintos a los señalados por la ley.
Por ende, la acción hipotecaria deja a salvo la acción personal, en virtud de la cual el
acreedor puede perseguir los otros bienes del deudor. El acreedor hipotecario es titular de
dos acciones: la personal que emana del vínculo jurídico cuya obligación se está
garantizando y la acción real que deriva de la hipoteca.
Mientras el inmueble hipotecado esté en poder del deudor personal, ambas acciones se
confunden; pero en cambio ellas se diferencian nítidamente cuando el bien dado en
garantía pasa a manos de un tercero, porque entonces contra éste sólo se puede ejercitar la
acción real y contra el deudor, únicamente la acción personal. Esta, que permite al
acreedor perseguir bienes que el deudor no ha dado en garantía, no es entorpecida en lo
más mínimo por el ejercicio de la acción hipotecaria: así lo refrendan los arts. 2397 y 2425.
Pero como es lógico, cuando el acreedor persigue otros bienes del deudor, no goza de la
preferencia que la ley le confiere, si el bien en que pretende hacer efectivo su crédito no es
precisamente la finca hipotecada.
Dispone el acreedor para perseguir otros bienes del deudor de la acción personal derivada
de la obligación caucionada. En el ejercicio de esta acción, el acreedor no goza de
preferencia, es reputado un acreedor común. Así lo establece expresamente el art. 2425:
“aquélla -la acción hipotecaria- no comunica a ésta -la acción personal- el derecho de
preferencia que corresponde a la primera”.
a) Concepto.
Mientras la finca hipotecada permanece en poder del deudor, la acción personal que
deriva de la obligación principal y la acción hipotecaria, en el hecho se confunden. Se
produce, en cambio, una radical separación entre ambas acciones cuando la finca es
enajenada.
El acreedor hipotecario, pues, dispone del derecho de persecución, que no es otra cosa que
la hipoteca misma, en cuanto afecta a terceros poseedores.
Se llama terceros poseedores a toda persona dueña de la finca gravada con hipoteca, sin
que se haya obligado personalmente al pago de la obligación garantizada.
La situación de los terceros poseedores es necesariamente muy distinta que la del deudor
personal. Por lo mismo, el acreedor debe accionar en su contra en forma también diversa.
El único vínculo que les liga al acreedor es la posesión de la cosa afecta al gravamen real.
Están obligados propter rem et occasione rei.
En primer lugar, caso típico de tercer poseedor es el de aquel que adquiere la finca con el
gravamen hipotecario (art. 2429). Cabe indicar que el adquirente, para quedar obligado
sólo “propter rem” (es decir, sólo con el inmueble adquirido) debe ser un adquirente a
título singular: por compra, donación o legado, por ejemplo.
En algunos casos sin embargo, el heredero no será deudor personal, sino sólo tercer
poseedor, obligándose exclusivamente propter rem; así, si el asignatario hereda con
beneficio de inventario (arts. 1247 - 1259); igualmente, cuando el heredero paga su cuota
en las deudas hereditarias y se le adjudica el inmueble, sólo puede ser perseguido como
tercer poseedor. En efecto, de conformidad al art. 1354 las deudas de la herencia se dividen
entre los herederos a prorrata de sus cuotas. Por ello, en el heredero adjudicatario se
reúnen dos calidades: la de deudor personal por la parte de la deuda que corresponde a su
cuota hereditaria y la de tercer poseedor por el resto.
considerársele como tercer poseedor desde el momento que está obligado personalmente a
la deuda; en cambio, en el segundo sí, y procedería por ello iniciarle juicio de
desposeimiento”.
b.2) Constituyente de hipoteca sobre un bien propio en garantía de una deuda ajena.
La persona que constituye hipoteca sobre un bien propio en garantía de una deuda ajena
es, también, por regla general, un tercer poseedor.
El art. 2414, inc. 2°, autoriza para dar en hipoteca bienes propios para caucionar
obligaciones ajenas y añade que “no habrá acción personal contra el dueño, si éste no se ha
sometido expresamente a ella”.
El inc. 1º del art. 2430 repite innecesariamente la misma regla: “El que hipoteca un
inmueble suyo por una deuda ajena, no se entenderá obligado personalmente, si no se
hubiere estipulado”.
A falta de convenio expreso entre las partes, el que hipoteca su finca para seguridad de la
deuda de otro no responde sino propter rem, esto es, sólo con el producto de la realización
de la finca hipotecada.
c) Acción de desposeimiento.
c.1) Concepto.
La acción hipotecaria dirigida contra el tercer poseedor, recibe una denominación especial:
acción de desposeimiento.
Si se trata de perseguir al deudor personal, el legislador no establece una forma especial para
deducir la acción hipotecaria. Por ende, si el acreedor dispone de un título ejecutivo,
cobrará ejecutivamente la obligación principal, embargará la finca hipotecada, procederá a
su realización y se hará pago con el producto. En caso de que no disponga de un título
ejecutivo, se deberá iniciar un juicio ordinario, y declarada en éste expresamente la
existencia de la obligación mediante sentencia judicial (constitutiva de título ejecutivo),
procederá en la forma antes descrita.
El art. 758 del Código de Procedimiento Civil dispone que, para hacer efectiva la hipoteca,
cuando la finca gravada se posea por otro que el deudor principal, “se notificará
previamente al poseedor, señalándole un plazo de diez días para que pague la deuda o
abandone ante el juzgado la propiedad hipotecada”.
En el referido plazo de diez días, el tercer poseedor podrá adoptar una de estas tres
actitudes: 1º pagar la deuda, en cuyo caso termina el juicio; 2º abandonar la finca,
debiendo procederse a su realización para hacer pago al acreedor; o 3º guardar silencio,
esto es, ni pagar ni abandonar. Propiamente, en este último caso tiene lugar el
desposeimiento.
Cada una de estas actitudes del tercer poseedor frente a una notificación de
desposeimiento se analizarán a continuación.
El tercer poseedor que paga la deuda satisface una obligación ajena y debe ser
reembolsado por el deudor personal. Para garantizarle el reembolso queda subrogado, por
el ministerio de la ley, en los derechos del acreedor hipotecario. El art. 2429, inc. 2°,
establece que “haciendo el pago se subroga en los derechos del acreedor en los mismos
términos que el fiador”.
Es un caso de subrogación legal, que para algunos queda comprendido en el art. 1610
número 2 y para otros en el número 3 del mismo precepto. Cabe indicar que si el tercer
poseedor ha adquirido el inmueble hipotecado pagando el precio reconociendo la
hipoteca, como usualmente ocurre, no podrá deducir acción alguna contra el deudor
personal, quien a su vez fue su vendedor.
El art. 1366 del CC se refiere al mismo caso, tratándose del legatario: (i) Si la obligación era
del testador, el legatario tiene derecho a dirigirse en contra de los herederos; (ii) Si la
obligación no era del testador, el legatario no puede dirigirse contra los herederos, sino
contra el deudor personal, respecto del cual el testador era garante.
El tercer poseedor está obligado en razón de la posesión de la finca hipotecada: res non
persona debet.
Por lo mismo, cesará su responsabilidad desde que deja de poseer la cosa, desde que la
abandona. El art. 2426 dispone: “El dueño de la finca perseguida por el acreedor
hipotecario podrá abandonársela, y mientras no se haya consumado la adjudicación,
podrá también recobrarla, pagando la cantidad a que fuere obligada la finca, y además las
costas y gastos que este abandono hubiere causado al acreedor”.
Abandonada la finca por el tercer poseedor, en conformidad con el inciso final del art.
2429, puede repetir contra el deudor para que lo indemnice plenamente, incluso de las
mejoras que hubiere hecho en el inmueble. Adviértase sí que a diferencia del caso en que
el tercer poseedor paga la deuda, en el abandono no se subroga en los derechos del
acreedor; y mal podría subrogarse ya que la subrogación supone que ha habido pago de la
deuda, y en el abandono no hay pago alguno. La acción de indemnización es entonces una
acción personal.
c.2.3) El tercer poseedor no paga la deuda ni abandona la finca: Desposeimiento del tercer
poseedor.
Por último, podrá suceder que el tercer poseedor no pague ni abandone la finca. En este
último caso, “podrá desposeérsele de la propiedad hipotecada para hacer con ella pago al
acreedor” (art. 759, inc. 1°, del C.P.C.).
Nuestro Código, apartándose del Código francés, niega al tercer poseedor el beneficio de
excusión.
El art. 2429, inc. 1°, establece que el tercer poseedor que ha adquirido un inmueble
hipotecado “no tendrá derecho para que se persiga primero a los deudores personalmente
obligados”.
El tercer poseedor que hace abandono de la finca o es desposeído debe ser cumplidamente
indemnizado por el deudor personal.
El art. 2429, inc. 3°, consagra este derecho: “Si fuere desposeído de la finca o la
abandonare, será plenamente indemnizado por el deudor, con inclusión de las mejoras
que haya hecho en ella”.
No todo adquirente de una finca gravada con hipoteca está expuesto al derecho de
persecución.
a) Carácter de la preferencia.
c) Pluralidad de hipotecas.
El art. 2415 establece que el dueño de los bienes hipotecados, no obstante cualquiera
estipulación en contrario, puede constituir nuevas hipotecas
Las hipotecas de la misma fecha preferirán en el orden de las inscripciones. Para este
efecto cobra importancia la anotación en el Repertorio que debe expresar la hora de la
presentación del título (art. 24 del Reglamento del Conservador).
d) Posposición de la hipoteca.
Naturalmente que esta facultad debe entenderse sin perjuicio del derecho que le asistiría a
los acreedores hipotecarios para dejar sin efecto la renuncia, mediante el ejercicio de la
acción pauliana, en caso que ella se hubiere hecho en fraude de sus derechos.
(ii) El deudor podrá oponerse al remate o a la entrega en prenda pretoria, dentro del
plazo de 5 días. Su oposición sólo será admisible cuando se funde en alguna de las
siguientes excepciones: (a) Pago de la deuda; (b) Prescripción; y (c) No empecer el título al
ejecutado.
(iii) Las apelaciones de las resoluciones que se dicten en contra del demandado, se
concederán en el solo efecto devolutivo.
Por vía de consecuencia se extingue la hipoteca cada vez que se extinga, por los modos
generales de extinguirse las obligaciones, la obligación principal.
El art. 2434, inc. 1°, dispone: “La hipoteca se extingue junto con la obligación principal”.
Por vía principal se extingue la hipoteca cuando no obstante extinguirse ésta queda
subsistente la obligación caucionada.
El art. 2434, inc. 2°, previene que la hipoteca se extingue “por resolución del derecho del
que la constituyó”.
La hipoteca se extingue por aplicación del principio resoluto jure dantis resolvitur jus
accipientis. El art. 2416 dice que la hipoteca de una cosa en la que se tiene un derecho
eventual, limitado o rescindible se entiende hecha con las condiciones o limitaciones a que
el derecho está sometido.
Sujeto el derecho a una condición resolutoria, “tendrá lugar lo dispuesto en el art. 1491”
(art. 2416, inc. 2°). En otros términos, se extinguirá la hipoteca siempre que la condición
resolutoria conste en el título respectivo inscrito u otorgado por escritura pública.
La hipoteca misma puede estar sujeta a modalidades. El art. 2413 dispone: “La hipoteca
podrá otorgarse bajo cualquier condición, y desde o hasta cierto día”.
Un ejemplo es la hipoteca constituida por una sociedad anónima, para garantizar deudas
ajenas, caso en el cual, además de obtener la respectiva autorización de la junta
extraordinaria de accionistas (artículo 57 de la Ley de Sociedades Anónimas), debe
limitarse la vigencia de la hipoteca, de manera que caucione obligaciones con un
vencimiento máximo, indicado en el contrato hipotecario.
El art. 1649 establece que esta prórroga no importa novación, pero extingue las hipotecas
“constituidas sobre otros bienes que los del deudor”, salvo que el dueño de los bienes
hipotecados acceda expresamente a la ampliación.
(iv) Confusión.
El art. 2406 establece que la prenda se extingue cuando la propiedad de la cosa empeñada
pasa al acreedor a cualquier título. Es manifiesto, pese al silencio de la ley, que la hipoteca
se extingue igualmente por la confusión de las calidades de dueño de la finca y de
acreedor hipotecario.
En principio, no se concibe una hipoteca sobre un bien propio. Sin embargo, aun en
nuestro sistema, se da el caso curioso de que una persona sea acreedor hipotecario de su
propia finca.
En efecto, el art. 1610, N° 2°, establece que se opera una subrogación legal en favor del que
habiendo comprado un inmueble es obligado a pagar a los acreedores a quienes el
inmueble está hipotecado.
El inc. 5º del art. 20 del D.L. N° 2.186, Ley Orgánica de Procedimiento de Expropiaciones,
dispone que la indemnización subroga al bien expropiado para todos los efectos legales.
De esta manera, los derechos del expropiado quedan radicados únicamente en la
indemnización. Como la indemnización pagada al expropiado se subroga legalmente al
bien raíz, los derechos reales del acreedor hipotecario quedan radicados (por subrogación
real), también en la indemnización.
El art. 2434, inc. 4°, dispone que la hipoteca se extingue “por la cancelación que el acreedor
otorgare por escritura pública, de que se tome razón al margen de la inscripción
respectiva”. Tal acto se denomina alzamiento de la hipoteca.
Dice Somarriva: “Este precepto tenemos que interpretarlo en el sentido de que se está
refiriendo a la renuncia porque la cancelación de la hipoteca en sí no es una manera de
extinguirla sino una consecuencia de haberse extinguido por cualquiera de los otros
medios que hemos analizado”.
a) Concepto.
b) Requisitos.
En otros términos, debe tratarse de una venta forzada, como consecuencia de un litigio. No
quedan purgadas las hipotecas si la venta es voluntaria, aunque se verifique ante el juez,
en subasta pública.
Para la purga de las hipotecas es menester que se cite a los acreedores hipotecarios.
La citación tiene por objeto que los acreedores hagan valer sus derechos para pagarse
según el orden que corresponda y adopten las medidas que juzguen adecuadas para que
la finca se realice en el mejor precio posible.
El art. 2428, inc. 3°, previene que la subasta debe efectuarse “con citación personal” de los
acreedores. En otros términos, los acreedores hipotecarios deben ser notificados
personalmente, conforme a las normas del Código de Procedimiento Civil.
La única consecuencia que se sigue de la omisión es que subsisten las hipotecas de los
acreedores no citados y su derecho, por lo tanto, de perseguir la finca en poder del tercero
adquirente.
Supóngase que son tres los acreedores hipotecarios, que sus créditos ascienden a $500.000
cada uno y que la subasta produjo $1.000.000. Practicada debidamente la citación, se
pagarán los dos primeros acreedores y el tercero, aunque impago, verá extinguido su
derecho de hipoteca. El subastador adquirirá la finca libre de gravamen y podrá pedir que
se cancelen las inscripciones correspondientes.
Si se ha omitido la citación, por ej. al tercer acreedor hipotecario el derecho de éste subsiste
y podrá perseguir la finca contra el subastador. Para este caso rige, precisamente, la regla
del art. 1610, N° 2. El subastador se subroga en los derechos de los acreedores hipotecarios
a quienes pagó; rematada nuevamente la finca por el tercer acreedor hipotecario, se pagará
El art. 2428 establece que la notificación a los acreedores hipotecarios debe hacerse “en el
término de emplazamiento”.
El precio de la subasta debe consignarse a la orden del juez por cuya orden se efectuó.
Con los fondos consignados, los acreedores hipotecarios “serán cubiertos sobre el precio
del remate en el orden que corresponda” (art. 2428, inc. 3°).
El art. 492 del Código de Procedimiento Civil ha modificado ligeramente el art. 2428. Dice
la disposición: “Si por un acreedor hipotecario de grado posterior se persigue una finca
hipotecada contra el deudor personal que la posea, el acreedor o los acreedores de grado
preferente, citados conforme al art. 2428 del Código Civil, podrán, o exigir el pago de sus
créditos sobre el precio del remate según sus grados, o conservar sus hipotecas sobre la
finca subastada, siempre que sus créditos no estén devengados”.
La reforma no consiste en que sólo deben ser citados para la subasta los acreedores de
grado preferente. Debe citarse a todos los acreedores de grado anterior o posterior al que
insta por la realización de la finca.
El art. 492, inc. 2°, del Código de Procedimiento Civil, añade: “No diciendo nada, en el
término de emplazamiento, se entenderá que optan por pagarse sobre el precio de la
subasta”.
Dos condiciones son indispensables para que los acreedores hipotecarios de grado
preferente puedan ejercitar la opción:
ii) Pueden los acreedores hipotecarios de grado preferente optar por conservar
sus hipotecas “siempre que sus créditos no estén devengados”. En otros términos, el
acreedor cuyo crédito es exigible sólo puede exigir el pago con el producto del remate.
V.
LA ANTICRESIS
1. CONCEPTO.
El artículo 2435 del Código Civil define la anticresis en los siguientes términos: “La
anticresis es un contrato por el que se entrega al acreedor una cosa raíz para que se pague con sus
frutos.”
2. CARACTERÍSTICAS DE LA ANTICRESIS.
Sólo resulta obligado el acreedor anticrético: debe conservar la cosa y restituirla una vez
que su crédito se ha extinguido (su situación es similar a la del acreedor prendario).
b.3) La anticresis se constituye sin que medie pago alguno, ni del acreedor ni del
deudor principal: el contrato será gratuito.
Por lo demás, se desprende del artículo 2440 que el acreedor anticrético responde de culpa
leve.
A cambio de recibir un inmueble por un cierto plazo, el acreedor abonará los frutos al
pago de la deuda. Se trata de prestaciones que se miran por las partes como equivalentes.
Nada obsta para celebrar el contrato de anticresis por instrumento privado, pero en tal
caso, según se verá, será inoponible a terceros. Por consiguiente, resulta conveniente para
el acreedor anticrético pactar el contrato por escritura pública, pues si lo inscribe, será
oponible aún al acreedor hipotecario cuya hipoteca se inscriba con posterioridad a la
anticresis. Se trataría de un título que puede inscribirse, conforme a lo dispuesto en el
artículo 53 número 2 del Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces. La
inscripción debe hacerse en el Registro de Hipotecas y Gravámenes.
2.6 Es INDIVISIBLE.
Por cierto, nada impide que salvo estipulación en contrario, el acreedor decida restituir el
inmueble y perseguir el pago por otros medios legales (artículo 2444).
Debe tratarse de un inmueble, que además produzca frutos, naturales o civiles. El artículo
2438, inciso 3º, establece que “no valdrá la anticresis en perjuicio de los derechos reales ni de los
arrendamientos anteriormente constituidos sobre la finca”. Por ello, Meza Barros afirma que
“no es posible que se den en anticresis bienes raíces en que otra persona tiene constituido
un derecho de goce”.
En todo caso, señala el artículo 2439 que “Podrá darse al acreedor en anticresis el inmueble
anteriormente hipotecado al mismo acreedor; y podrá asimismo hipotecarse al acreedor con las
formalidades y efectos legales, el inmueble que se le ha dado en anticresis”.
De acuerdo a lo preceptuado en el inciso 2º del artículo 2438, “Se aplica al acreedor anticrético
lo dispuesto a favor del arrendatario en el caso del artículo 1962.” Esto implica que los terceros
adquirentes de la finca dada en anticresis, deberán respetar los derechos del acreedor
anticrético, en los siguientes casos:
5. EFECTOS DE LA ANTICRESIS.
a.1) Obligación de conservar la finca. Para tales efectos, el acreedor anticrético estará
sujeto a las mismas obligaciones que el arrendatario (artículo 2440). Esto implica que el
acreedor anticrético responde de culpa leve en la conservación de las finca, por aplicación
b.1) Derecho de goce sobre la finca. El objetivo de la anticresis es que el acreedor pueda
apropiarse de los frutos que produzca la finca, para que se pague con ellos.
Los frutos deben imputarse primero a los intereses que produzca el capital, y luego a éste,
según se establece en el artículo 2442. Aunque la norma no está redactada en términos
imperativos, pareciera lógico concluir que salvo pacto en contrario, primero deben pagarse
los intereses y después el capital. Por lo demás, si así no se hiciere, podría aplicársele al
acreedor la presunción de pago del capital, contenida en el artículo 1595, dentro de las
normas del pago.
Con un evidente fin práctico, el inciso 1º del artículo 2443 dispone que “Las partes podrán
estipular que los frutos se compensen con los intereses, en su totalidad, hasta concurrencia de
valores”. Como señala Meza Barros, la norma permitiría evitar minuciosas rendiciones de
cuentas.
b.2) Derecho de retención de la finca. Puede retenerla, hasta que se haga entero pago de
su crédito (artículo 2444).
b.3) Derecho a que se le paguen las mejoras que haya hecho en la finca. Dispone el
artículo 2440 que “El acreedor que tiene anticresis, goza de los mismos derechos que el
arrendatario para el abono de las mejoras...”, lo que implica que se deben aplicar los artículos
1935 y siguientes y en particular el artículo 1940, que pone de cargo del arrendatario, las
reparaciones locativas, siendo de cargo del arrendador todas las demás. Por ende, el
acreedor anticrético sólo estará obligado a las primeras, siendo las restantes de cargo del
dueño de la finca.
b.4) Derecho a que se le indemnicen los perjuicios y se le reembolsen los gastos que le
ocasione la tenencia del inmueble. El mismo artículo 2440 se refiere a la materia, al decir
“El acreedor que tiene anticresis, goza de los mismos derechos que el arrendatario para el abono de
las mejoras, perjuicios y gastos...” Se aplicará, fundamentalmente, lo dispuesto en los
artículos 1933 y 1934, si la cosa contiene vicios que ocasionan los perjuicios u obligan a
incurrir en gastos.
Señala el inciso 2º del artículo 2443 que “Los intereses que estipularen (las partes) estarán
sujetos en el caso de lesión enorme a la misma reducción que en el caso del mutuo”. Corresponde
por ende aplicar las reglas del mutuo, de manera que deberán rebajarse los intereses hasta
el monto máximo convencional, tolerado por la ley, conforme a lo dispuesto en la Ley Nº
18.010, si el mutuo recae en una suma de dinero, y al artículo 2206, si recae en cosas
consumibles que no sean dinero.
Al igual que acontece en la prenda y en la hipoteca, advierte el artículo 2441 que “El
acreedor no se hace dueño del inmueble a falta de pago; [...] Toda estipulación en contrario es nula.”
Dispone el artículo 2445 que “En cuanto a la anticresis judicial o prenda pretoria, se estará a lo
prevenido en el Código de Enjuiciamiento”.
Como particularidad de estas normas, cabe indicar que se admite prenda pretoria tanto en
bienes inmuebles como en bienes muebles (artículo 504). En este último caso, el acreedor
que los reciba en prenda pretoria, tendrá sobre ellos, los derechos y privilegios de un
acreedor prendario.