La presunta dueña de la casa ha destapado sus más procaces
inmundicias arrojándome imágenes de uno de los “errores colaterales” de la Alianza, el de ayer en Surdulika. He sentido asco de pertenecer a esta parte del mundo, hecho que pretende colocarme en el mismo lado de la barricada que los asesinos. Engañaron a los pueblos de esta península para que se apuntaran como aliados del Imperio Asesino. Aunque mi pueblo dijo que no, no sirvió de nada y nos apuntaron en la lista. Pero no. ¡No, no! ¡Qué lo sepa todo el mundo! Seré lo que sea, pero... ¡no estoy en el mismo lado de la barricada que los asesinos! Asesinos de pueblos, de personas que van a trabajar, riñen y ríen con sus hijos, ven televisión, se acarician y pretenden ser queridos, como tú y como yo. Asesinos que, encima, emborrachados del cinismo del poder, se autoproclaman demócratas y humanitarios. Les tocó a los iraquíes, ahora a los serbios. Su reyezuelo, asesino y manipulador, como buen aprendiz de emperador, está masacrando a un pueblo, el albanokosovar. ¿Cuándo los pueblos van a poder llevar a cabo sus deseos sin que el reyezuelo o los militares del contorno los pretendan arrasar? En mi mundo todo el mundo sabe que era necesario probar nuevas armas y renovar el arsenal, porque el negocio de armamento, no siempre lejos de nosotros, lo venía necesitando. Pero todos callamos. En mi mundo todo el mundo sabe que Yugoslavia era el único baluarte del Mediterráneo Norte no controlado por el Imperio y que a éste y a sus aliados interesaba que saltase hecho pedazos. Pero todos callamos. En mi mundo todo el mundo sabe que actuaciones de este tipo pueden comportar muy graves consecuencias. Pero todos callamos. En mi mundo todo el mundo sabe que Europa no pinta nada y que esta vez le han hecho un corte de mangas a la O.N.U.. Pero todos callamos. En mi mundo todo el mundo sabe que rasgar el cielo con los B- 15 o los Apaches escupiendo desolación y muerte no es solución. Pero todos callamos. En mi mundo todo el mundo sabe que la solución sólo pasa por impedir que se lleve a cabo la limpieza étnica y por garantizar que el pueblo kosovar alcance el futuro que él decida. Pero todos callamos. En mi mundo todo el mundo sabe que masacrar al pueblo serbio haciendo saltar carreteras, puentes, fábricas o barrios y reventando niños, como ayer, no sirve más que para que, en vez de una, sumen dos las masacres. Pero todos callamos. ¡Y tú! ¿qué haces? Vomito. Vomito ante el Discurso Único. Vomito ante el silencio de los que no estamos mudos. Vomito ante el espectáculo del corro de los monaguillos impúdicos como Solana soltando engañosos baboseos; como Camdessus, el del Banco Mundial, que, empapado de sangre tercermundista, corre a chantajear rusos; como la sonriente señora Boninos aplaudiendo a Solana antes de anunciar el despliegue de sus O.N.G.s caritativas sobre los pueblos arrasados y calcinados por paramilitares y sofisticados aparejos de guerra aérea. Y los demás, ¿qué hacen? No sé si vomitan. Eso sí, callan, ¡callamos! ¿Y los intelectuales? Ya no hay y los que corren peligro de llegar a serlo son estabulados al pie de jugosos pesebres. Por cierto, ¿los seguidores de aquel Niño del pesebre? Es sorprendente, pero coincide, les llaman cristianos y son precisamente quienes constituyen la totalidad de la población de los principales países del Imperio y de la Alianza. Aunque... también hay algún raro que no está en el mismo lado de la barricada que los asesinos. Y... ¿qué piensas hacer? El martes acudí a una concentración en contra de la guerra. Contuve las lágrimas y hubiera besado a los diecisiete y un niño que allí estaban. Volveré el martes próximo, y el otro y el siguiente, hasta hartarme de repartir besos. Y luego..., según el iluminado, y poeta, queda la palabra. Si alguien llega a leer esto, puede felicitarse, no tanto por las palabras, como porque aún existe, y lo ha conocido, un mensajero que ha hecho llegar a él una palabra distinta, ajena al Discurso Único. ¡Qué lo sepa todo el mundo! ¡No estoy, no estamos, en el mismo lado de la barricada que los asesinos!