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RELATO VIAJE A ARGENTINA.

NOVIEMBRE DE 2010

LA IDEA DEL VIAJE


Aunque a mi compañera siempre le ha atraído Argentina por su naturaleza
rica y variada, la idea de este viaje a Argentina surge como una forma de reunión
familiar.
En ningún caso Argentina hubiese sido un destino prioritario para mí.
Hispanoamérica, a pesar de la enorme ventaja del idioma, no me atrae demasiado.
No sé la razón. He llegado a pensar que pudiera ser fruto de una vergüenza atávica
por las fechorías de aquellos ancestros españoles y baskitos.
Tampoco el momento del viaje era mi momento, estaba demasiado reciente
el viaje a Irán y Siria que no había rumiado suficientemente. Aunque sí era el
momento idóneo, el mejor de todo el año, si se trataba de viajar a Argentina.

LOS VIAJEROS
En éste, como supongo en cualquier viaje familiar y con tanta gente, se
sumaba la dificultad de reunir a personas muy diferentes. Diferentes en forma de
ver la vida, en ideología, en forma de entender los viajes, en forma de viajar, en
gustos, en capacidad física, en salud, en capacidad económica, en… Todo ello hacía
el viaje complicado.
Otra seria dificultad la constituía el número. El ideal es viajar solo, si estás
muy enamorado en pareja y si estás dispuesto a sufrir en cuatrena. Viajar en
karrikadantza siete personas y una buena parte del viaje diez, constituye un serio
riesgo de desencadenar un suicidio colectivo.
Absolutamente refractario, sólo de momento, al suicidio, antes de iniciar el
viaje tuve serias dudas. Preveía con absoluta claridad todas y cada una las
dificultades que iban a surgir y que posteriormente la realidad iría corroborando
con exactitud. No obstante pesó más mi voluntad de satisfacer a mi media naranja.
En cualquier otra circunstancia, me hubiese negado a realizar un viaje de
este tipo, hubiese buscado una alternativa para largarme solito o de haberlo
realizado, hubiese vuelto a Iruña decidido a encadenarme al kiosko de Plaza de
Castillo por el resto de mi existencia.
En esta circunstancia siguió pesando más mi voluntad de satisfacer a mi
coleguita del alma. Y con más razón cuando, tras el fatídico accidente el día del
Nafarroa Oinez una semana antes con rotura de codo y muñeca, decidiese,
echándole todo el ánimo, viajar escayolada. Descarté cualquier alternativa de
escapada y me animé a asumir la situación. Como había previsto con claridad
meridiana las dificultades, asumí todas ellas. Tengo que reconocer que han acabado
suponiéndome menos de lo que pensaba.
He vuelto sano y salvo, no estoy encadenado al kiosko y pronto empezaré a
deshojar la margarita: Myanmar, Camerún, Laos, Tanzania… Aunque… también
puede ser que me coja este año sabático, es decir sin el trabajo de viajar, y
permanezca en Iruña hasta una cita que tengo en 2012 en la confluencia del Ganges
con el Yamuna.

TIPO DE VIAJE
En cuanto a la manera de montar el viaje, posiblemente lo más idóneo
hubiese sido ir a una agencia y que nos hubiesen organizado un viaje convencional y
casi todo el mundo le hubiese parecido bien. Pero me lié. Me lié, por un lado, porque
me gusta y por otro, porque no me sentía capacitado para enrolarme en sucesivos
grupos turísticos durante cuarenta y cuatro días. Al final, con todas las
dificultades y condicionantes, ha resultado un viaje decente.
Por todo lo anterior y por tratarse de Argentina, este viaje tiene un
carácter específico. No se trata de un viaje centrado en ver cómo vive un pueblo
con parámetros sociales y culturales muy distintos del nuestro. Es un viaje más
orientado a disfrutar de entornos y elementos naturales. En consecuencia más
sujeto, y no puede ser de otra manera, a encuentros o coincidencias con el turismo
convencional.
Al ser un viaje a un país no tan distinto culturalmente del nuestro, un viaje
orientado a la naturaleza, ir un grupo tan numeroso que agota la relación en sí
mismo y que no todo el mundo participa de ese interés, necesariamente acaba
siendo un viaje menos dedicado a la observación y a la relación con la gente. Lo
evidencian las fotos entre las que apenas hay retratos, y los que hay robados,
mientras que abunda el paisaje, la fauna y la flora.
Igual que el número dificulta la interacción con los autóctonos, dificulta
también la relación con otros viajeros. Aunque, por otra parte, la necesidad de ese
tipo de relaciones en una sociedad culturalmente parecida a la nuestra, es menor
que en sociedades culturalmente más dispares.

PRESUPUESTO
Tratándose de personas con distintas maneras de viajar y diferentes
exigencias y necesidades, se requería necesariamente llegar a consensuar un tipo
de viaje, un tipo de transportes, un tipo de hoteles… Todos teníamos que poner de
nuestra parte. Por otra parte el mismo número de componentes, siete o diez, había
de suponer en ocasiones dificultad a la hora de encontrar pasajes y alojamientos.
Si a todo ello añadimos que los precios en Argentina, sobretodo en los entornos
turísticos donde nosotros nos íbamos a mover, no son tan baratos, como se decía;
el resultado es que el presupuesto inicial que se planteó en un principio quedó
rápidamente desbordado.
Teniendo en cuenta que el billete de avión ya se elevó a más de 1370 €, el
gasto al final superó los cinco mil euros en cuarenta y cuatro días. Sin dejar de
considerar que, al ser tantos, los alquileres de coches y de la furgoneta, además de
comodidad, nos supusieron ahorro.
Realmente los precios en Argentina, al menos en las áreas turísticas que son
las que hemos visitado, no son tan baratos como se comenta. Es posible que lo
hayan sido, pero no es así ahora.
Cambiamos el euro a 5’42 pesos al llegar. Al final andaba en orden a 5’20 ó
5’30. En el caso de Chile sólo cambiamos en una ocasión y nos dieron 650 $CH por
euro.
Los precios no son bajos. Teniendo en cuenta que estamos hablando de
entornos turísticos que nada tienen que ver con otras áreas del país o barrios
periféricos de Buenos Aires, unos precios significativos podrían ser:
• 12 huevos 2’25 a 2’50 €
• litro de leche 0’80 ó 0’90€
• bollo de pan 0’10 ó 0’12€
• Gasolina en Argentina 0’60€, en Chile 1’08€, casi dobla.
• Café 1’5€
• Café y dos medias lunas (crioisantes txikis) 3€
• Caña de 33 cc. 1’80 a 2’20€
• Plato principal en restaurante de turistas entre 8 y 10€
• Menú con plato, ensalada, vino y postre entre 12 y 16€
• En sitios más sencillos se puede comer el plato a 5-6€ y menú 9€
• En lugares turísticos los alojamientos sencillos rondan 15€ por persona y no
se puede bajar mucho más, a los 12€ o así.
No se entiende cómo pueden ellos vivir con tales precios. Es cierto que la
carne no es cara y los derivados del trigo tampoco. Ropa y calzado son baratos
comparando con nuestros precios, pero para ellos tienen que resultar muy caros. La
vivienda, quitando Buenos Aires y las grandes ciudades, no parece ser un grave
problema, porque los políticos levantan barriadas humildes pero a bajo costo. En
Argentina la inflación en 2009 fue del 20% y esperan cerca del 40% para el 2010.
Por si a algún viajero le resulta útil. Mi teléfono Nokia de contrato con
Telefónica no funcionaba, por más que tenía activado el pomposamente denominado
“rooming”, pues este mismo año había estado en Asia. Me lo volvieron a activar
desde España y nada. Llamé al servicio que me derivaron y nada. Concluyeron que
este modelo sería incompatible con Argentina. Les dejamos tener un papo… Lo
correcto, al menos en Argentina, es no utilizar el móvil. Además, te libras de
cargar… y de estar al loro de no olvidar el móvil o el cargador. Hay que saber que
las llamadas a España desde locutorios, que hay montón y en cualquier lugar, salen a
la octava parte que las realizadas por un móvil. Si se trata de llamar al país, igual a
móviles que fijos, es igualmente baratísimo. Eso sí telefonear en Argentina es
complicado. Nunca se sabe qué prefijo es necesario, o no, utilizar ni si hay que
utilizar prefijo. Además, cambia el número si se llama de fijo o de móvil. El
locutorio.

ITINERARIO
En Argentina hay unos cuantos lugares que no se pueden dejar de ver como
son la Capital, Buenos Aires, el entorno de Salta, Cataratas de Iguazú, Península
Valdés, el Perito Moreno y el entorno austral Ushuaia.
Dado que íbamos a final de octubre y principio de noviembre, decidimos
acudir de inmediato a Península Valdés a ver las ballenas, antes de que se largaran.
Luego se trataba de dirigirnos pausadamente hacia el sur y retornar en avión de
Ushuaia a Buenos Aires, pues estábamos condicionados por las tres personas que
se apuntaban aquí a la excursión para ir con ellas a Iguazú y Salta.
El itinerario fue, tras dos noches en Buenos Aires, bajar en autobús a
Puerto Madryn y quedarnos en Puerto Pirámides un par de días para avistar
ballenas y recorrer la península. Pretendimos visitar los pingüinos en Punta Tombo,
pero el tiempo lo impidió. Un autobús nos llevó de Puerto Madryn a Bariloche. De
allí partimos en el Cruce Andino a Puerto Montt. Un vuelo nos lanzó a Punta Arenas,
donde alquilamos una furgo y nos dirigimos a Puerto Natales para visitar las Torres
del Paine. Pasamos a Argentina con la fragoneta y llegamos a El Chalten para patear
el entorno del Fitz Roy. De allí a El Calafate donde alucinamos con los glaciares,
sobretodo con el Perito Moreno. De vuelta a Puerto Natales y Punta Arenas,
cambiamos la furgo por el “Bahía Azul”, un carguero de la Austral Boorm, que nos
condujo durante un par de días por el Estrecho de Magallanes, el Canal Ballenero y
el Canal de Beagle a Puerto Willams. De allí cruzamos a Ushuaia para avistar en el
Canal de Beagle y visitar el Parque de Tierra de Fuego. Un avión nos devolvió a
Buenos Aires a la que dedicamos unos días. En Iguazú alucinamos con las cataratas.
De allí volaron a Salta todos salvo Amparo y yo que volvimos a Buenos Aires para
deshacernos del yeso y volar la misma noche también a Salta desde la capital.
Recorrimos los valles Calchaquíes, altiplano por San Antonio de los Cobres y la zona
de Purmamarca y Humahuaca. Una par de días de despedida en la Capital y de
vuelta a la Vieja Iruña.
Este fue el itinerario mejor que pudimos hacer. No obstante hay infinitas
posibilidades. Aunque los viajes en avión son realmente caros, se puede viajar
perfecta y cómodamente en autobús por todo el país y el entorno. El alquiler es una
buena opción y yo diría que muy conveniente en algunos puntos de turismo como El
Calafate-El Chalten-Torres del Paine, en la Península Valdés y en el entorno de
Salta. De lo contrario te ves obligado a tomar paquetes turísticos que acaban
saliendo más caros, o al par si vas en pareja, no tienen nada que ver e incluso a
lugares concretos no llegas.
Si alguna vez cuento con tiempo y ganas una opción elegante sería la de
alquilar un coche, o comprar uno barato para revender a la vuelta. Dirigirse desde
Buenos Aires a Península Valdés y descender por la costa atlántica hasta Ushuaia
dejando el vehículo en Río Gallegos. Hacer el trayecto del carguero en sentido
Puerto Williams Punta Arenas. Recoger el coche de nuevo, visitar la Torres del
Paine, El Calafate y el Chantel y ascender por la Ruta 40 a Bariloche y continuar
por la misma hasta llegar a Salta. Visitar Ulluny y Atacama antes de dirigirse al
este, si fuese posible por la R81, y llegar a Iguazú. Deshacerse el vehículo en
Buenos Aires y… Agur. Soñar es gratis.

RELATO
No se trata de un Viaje a Argentina, sino, más bien, a los enclaves turísticos
del país. Por otro lado, la relación con la gente argentina es muy limitada.
Este relato cuenta la experiencia del viaje. Habrá también alguna
referencia puntual a evocaciones que surgen, a cómo se siente a los argentinos y a
cómo se les ve. Hay que tener en cuenta que todo es relativo al espacio, al tiempo y
a lo retorcida que sea la mente de quien mira. Trataré de añadir también datos que
pueden resultar interesantes a posibles viajeros dispuestos a patear aquel país.

29 de octubre
Partimos del aeropuerto de Noain a la tarde, casi noche, en el avión cuya
demora de una hora hará que tengamos que aligerar el paso en Barajas. Pasada la
medianoche, tomamos un enorme avión que mediante la cámara instalada en su cola,
nos mostrará impúdicamente su descomunal fuselaje y el despegue en dirección a
Buenos Aires.

30 de octubre
La llegada de mañana nos permitió observar la maniobra del aparato que
sobrevoló la ciudad por el norte para retornar en dirección este hacia el
aeropuerto de Ezeiza que se encuentra al sur de la ciudad. Contemplamos la gran
extensión de ésta, la escasa altitud de la mayoría de los edificios del entorno que
explica la citada enorme extensión y la gran altitud de los árboles.
Tras aterrizar y salvar la zona internacional, cuyo Banco según los foros hay
que evitar, fuimos, como está aconsejado en los mismos foros, al Banco de la
Nación Argentina que se encuentra a mano derecha de la salida y al que hay que
acceder después de salir dando un rodeo en la misma dirección. En este banco, con
el pasaporte y la tarjeta de embarque, se consigue un cambio favorable. De hecho
fue nuestro mejor cambio (1€ = 5’42 ARS). Aunque alguna de las compañeras de
viaje se había molestar a la postre por lo mucho que desdibujaba su bella silueta el
bulto de la faltriquera.
¡No cogimos!, nos habían advertido que utilizar cualquier persona de
cualquier tiempo del verbo coger en el país al que nos dirigíamos desencadenaría un
zorrullo de consideración. ¡Tomamos! un par de taxis, 130 ARS 25€ cada uno, que
nos llevaron a San Telmo, más en concreto, al Hostel Sandanzas en la calle
Balcarce, donde habíamos reservado por Internet un par de noches. 200 ARS, 37€
una doble. Es un albergue que llevan cinco chavales jóvenes que van de artistas y
progres pero que deja mucho que desear. Para un par de noches tampoco era
cuestión de meter tiempo buscando otra cosa. Desventajas de no contar con
informaciones personales.
Salimos a dar una vuelta y aterrizamos en la plaza Dorrego, afinando más,
en la famosa cervecería de la esquina, donde echamos un bocado y probamos la
Quilmes. La cerveza que más tomaremos en Argentina, sin duda, será la Quilmes,
aunque la Sholken que sólo encontramos en Patagonia está muy bien.
Llamamos a Iñaki, tío de un amigo que reside en Buenos Aires hace
muchísimos años y a quién habíamos llevado un encargo, léase txistorra, queso,
chorizo y vino, alimentos altamente perjudiciales para un señor mayor y delicado.
La ilusión por las viandas, y un poco también por saludarnos, lo hicieron presente
entre nosotros en un periquete, por más que reside en la otra punta de la dilatada
urbe.

Con Iñaki como cicerone nos dedicamos al turismo urbano. Nos encaminamos
a la zona de Puerto Madero donde paseamos entre diques mirando edificios
elevadísimos, admirando el Puente de las Mujeres, visitando la fragata… Nos
movimos después hacia la Plaza de Mayo, saludamos el crecidito retoño del
sacrosanto Árbol de Gernika junto a la estatua de Juan de Garay y rodeamos la
Casa Rosada, ya iluminada.
De noche, Iñaki, feliz con su tesoro, se despidió y nosotros cenamos en un
bar de la misma calle Balcarce.

31 de Octubre
Al día siguiente nos dedicamos primero a pasear por el mismo centro que
habíamos contemplado de noche. Después, dado que el alojamiento donde
estábamos no nos parecía en condiciones y, además, caro, nos dedicamos a buscar
hospedaje para nuestra vuelta a Buenos Aires, cuando efectivamente habíamos de
permanecer unos cuantos días. Acabamos, por suerte, dando con el “Hostel Suites
Florida” en la Calle Florida 328, junto al cruce con Corrientes, que había de
resultar bien.
Hechos los deberes y siendo como era domingo, recorrimos el Mercado de
San Telmo que abarca, desde antigüedades y materiales artísticos, hasta todas las
manufacturas que uno puede imaginar.

Una chica muy joven dibujaba escenas de tango en blanco y negro con
sombras sucesivas de diferente intensidad que imprimían en sus dibujos una
agradable sensación de movimiento. Al margen de la belleza de lo que dibuja, llamó
mi atención la sencillez con la que nos comunicaba cómo elabora su trabajo y por
qué lo hacía así, sin pretensión manifiesta alguna de que compráramos.
Que no nos animáramos a comprar, porque tenemos excesivos titos
acumulados, no impidió que valorásemos el alto nivel artístico e imaginativo de toda
aquella gente. Tengo la sensación de que los argentinos cuentan con cultura,
capacidad artística y una gran originalidad a la hora de manufacturar artículos de
todo tipo que, en mi opinión, resultan distintos, variados y atractivos en mayor
medida que en otros mercados.
En el mercado dominical de San Telmo no faltan tampoco quienes tocan,
cantan, lloran sus tangos o los bailan que gracia indecible.
Por la tarde anduvimos por el Obelisco y la Calle Corrientes. No tuvo éxito
nuestro intento de dar con Euskal Etxea y ya tarde, a la altura del Congreso, nos
detuvimos a cenar. Volvimos en autobús a San Telmo.

Los autobuses funcionan con monedas y curiosamente es prácticamente


imposible encontrar monedas, puesto que no las hay y, en consecuencia, la gente las
guarda para sí. Alguien me aseguró que había toda una mafia montada entre la
compañía de autobuses y los supermercados. Necesitábamos 1’25 ARS por siete.
Nadie nos cambiaba. Al final el camarero del restaurante donde habíamos cenado
se portó como un campeón; aunque, todo hay que decirlo, porque había recibido una
propina de mi cuñado, que no es un rata como el que escribe.
Varias cosas han llamado poderosamente la atención en este primera visita a
la capital Argentina: El desatado fervor por su recientemente fallecido
expresidente Krsisner y los ánimos a la actual presidenta, su viuda; Las fabulosas,
y tentadoras, librerías de la Calle Corrientes; En esta misma calle los anuncios de
sexo por treinta pesos, seis euros, con papelitos, repuestos constantemente, que
envuelven farolas, papeleras, kioskos, bordillos y fachadas; El peligrosísimo
deterioro de las aceras de la ciudad que te obliga a caminar con pies de plomo y
procura a la ciudad el guiness en esguinces; La gran cantidad de apellidos vascos,
tanto en nombres de calles como de establecimientos, que te hacen sentirte menos
extraño; La denominación de las camisetas que se dividen en remeras y musculosas.
Las camisetas de Messi en rayas azules y blancas.
Me gusta su forma de hablar. Viene de lejos, de cuando publiqué un cuento
en el que introducía unas parrafadas en lenguaje argentino y me lo tuve que currar.
Me encandilan palabras suyas que sustituyen a nuestras, como demorarse por
tardar, boletería por ventanilla de billetes, matafuegos por extintor, sanitario por
water, pare por stop… Me encandilan las reiteradas “vos” “¿vis(z)te?”, “bárbaro”...
Me encantan los tenés, sentís, querés, sabés… e infinidad de frases que te topas,
como la de un aparcamiento: “Estanciar de culata”.

1 de Noviembre
Acudimos a la Estación de Autobuses de Retiro a tomar el de ANDESMAR
que nos conduciría a Península Valdés. Había cogido por Internet tanto el hotel
como este viaje. El taxi que a Retiro puede rondar los 16 ó 18 ARS, con nuestros
bultos, desmesuradísimamente abultados, sube a 23€. Nos sorprende la densa
circulación, puesto que solo habíamos estado sábado y domingo y en los festivos el
centro está muerto.
Nos quedamos encantados al
comprobar el tipo de autobuses tan
generalizados y cómodos que existen
en el país. Se trata de autobuses que
denominan cama o ejecutivo y cuentan
con pocos asientos enormes y que
tumbados no llegan a la horizontal,
pero casi. Dan las comidas, del tipo de
la de los aviones, aunque de más
calidad. Puedes recorrer todos los
trayectos que desees a precios
asequibles, teniendo en cuenta las distancias tan largas que cubren y que se ahorra
la noche y las comidas. Nuestro trayecto, que rondará los 1500 km, costó 355 ARS,
66 €.
El autobús partió con puntualidad alemana en dirección noroeste para
enfilar luego hacia el sur. Observamos gran número de casitas bajas que rodean la
capital. La autopista es muy amplia, el peaje cuenta con 20 entradas para cada
dirección.
Luego nos deslizamos por una llanura inacabada y el ganado empezó a
salpicar campos interminables. La ausencia de elevación alguna regala un cielo
amplísimo donde las nubes formaron figuras que fueron vistiéndose de naranja en
la medida que avanzaba la tarde.
A la altura de Bahía Blanca nos dieron la cena y nos pusieron la peli de rigor.
Abatimos los asientos y a dormir.

2 de noviembre.
A eso de las siete de la mañana llegamos a
Puerto Madryn. Cuando abrieron la cafetería,
desayunamos y cuando abrieron las boleterías
intentamos conseguir billetes para Bariloche. Sólo
pudimos coger cinco billetes en “Mar y Valle” para
Bariloche por Esquel, 242 ARS, 54 € en cama. Pero
éramos siete y dos tuvieron que coger el billete vía
Nequen con mayor gasto y más horas de viaje.
Mientras cuidaban los bultos, fuimos a
alquilar vehículos. Estaban cerrados los
establecimientos de alquiler y entramos al más
madrugador, AVIS. Alquilamos dos Wolksvagen
Gol, no Golf. Montamos a los viajeros, cargamos
bultos y pusimos rumbo a Península Valdés.
Nos detuvimos, tras pagar la entrada al
parque, 70 ARS, 13€/pax + 5ARS, 1€/coche, en el Centro de Interpretación donde
nos indicaron, con eficiencia, lo más conveniente para nosotros, teniendo en cuenta
los días que pretendíamos permanecer. A la salida desde el mirador observamos la
Isla de los Pájaros, en cuya silueta aseguran se inspiró Saint Exupery para el
dibujo que el Principito pretende le sea interpretado.

Puerto Pirámides es un conjunto de casas sueltas que casi no llegan a


conformar un pueblo. En la cuesta que hay a la entrada se alinean los pocos
establecimientos que organizan avistajes de ballenas o buceo y alguna cafetería. El
entorno está salpicado por pequeños establecimientos, cabañas y hostales también
pequeños.
Preguntamos el precio de los avistajes de ballenas en Bottazzi. 180 ARS
34€ por hora y media a diversas horas 9, 11, 13 ,15 y de 300 ARS 57€ de 16:00 a
las 20 con puesta de sol… Nos enrollamos con eso de que éramos siete, estábamos
en Casa Tía Alicia… y nos prometieron un descuento.

Buscamos Casa de Tía Alicia, reservada desde Iruña. No es un lugar allá va,
pero nos pareció limpio y el precio, 65 ARS 12€/pax, estaba bien. Al pagar el
desayuno por cuenta nuestra 25 ARS 5€, nos percataríamos de que el alojamiento,
sin desayuno incluido, por 65 ARS acababa siendo caro.
En Bottazzi de nuevo, reclamando el descuento, solicitamos billetes para el
avistaje de cuatro a ocho. Al final pagamos 258 ARS, 50€ cada uno.
Picamos algo en una pizzeria y, como teníamos tiempo, fuimos a un mirador
que habíamos visto anunciado a la derecha antes de llegar a Puerto Pirámides. Una
pista nos condujo al mirador. Desde allí, descubrimos muy lejos las primeras
ballenas y pudimos observar, más cerca, una colonia de lobos marinos tomando el
sol al pie del acantilado.
Acudimos puntuales. Nos forraron con capas impermeables y chalecos
salvavidas para acceder a un bote que, al carecer de puerto, instalan en la playa
mediante un tractor y deslizan al agua. A los viajeros nos sientan a babor y
estribor de manera que los situados del lado de la ballena permanezcan sentados y
los otros se levanten. Así nadie estorba y todos ven. Un muchacho joven dirige la
expedición y un experimentado timonel guía la embarcación. Encantados con su
trabajo, lo ejecutan con eficiencia y con mucha ilusión. Tanta, que se acabarían
pasando media hora de horario.

Inicialmente fuimos por la costa cercana, pues las ballenas no están lejos.
Se acercan suavemente a la ballena que en esta época está generalmente con su
ballenato. En el área han quedado los ejemplares de ballena franca austral que
están con las crías. Apagan el motor y permanecen a su lado suavemente. La ballena
salta, saca la cabeza o su enorme o boca y, el colmo, eleva su cola creando unas
imágenes maravillosas. Como encima el sol va bajando las imágenes adquieren tonos
y fondos espectaculares. Ver semejantes animalotes rozando la pequeña
embarcación, saltando a nuestro lado o cruzando por debajo llega a emocionar.
Cuando la estética adquiere, además, tripas, es el colmo.
A la vuelta del viaje del atardecer está incluido un pequeño aperitivo, vino y
algo de picar, en el restaurante Restingas en la playa. Nos quedamos a cenar en el
mismo. Metimos la pata, una cena cutre y cara.
Dormimos bien, por más que los baños compartidos entre tanta gente como
estábamos en Casa de Tía Alicia acaban siendo un problema.

3 de Noviembre
Desayunamos en “La Estancia del Sol” 25 ARS 5€. Nada del otro mundo, por
más que contáramos con referencias y que, curiosamente, la regentara un vasco.
Salimos dispuestos a rodear la península. Siguiendo el consejo de los foros y
del guarda a la entrada al parque, pasamos de Punta Delgada y tomamos la
dirección de Punta Norte de la que nos separaban unos 80 Km. de ripio.

El tiempo no era apacible. Nubes bajas y tristes invadían la playa. Pero el


gris ambiental no impidió que quedáramos estupefactos contemplando el prolongado
y reiterado estertor humeante de un enorme macho de elefante marino que con sus
hembras y crías retozaba en la playa. Me hubiese encantado acercarme y pillar
algún careto del animal, pero los guardas vigilaban y me tuve que conformar con
mirar desde el lejano sendero.
A lo largo del trayecto hacia Caleta Valdés, como más tarde a Punta Cantor
y a la vuelta por Punta Delgada, encontramos una variada fauna terrestre:
guanacos, corderos, perdices, liebres, armadillos, arañas enormes y un búho.
En Caleta Valdés, tumbados en los prolongados arenales, pudimos
contemplar nuevamente elefantes marinos y los lobos, así como una pequeña
pingüinera.

En Punta Cantor hicimos los dos paseos posibles uno hacia el mar y a la
derecha que posibilita ver una gran cantidad de lobos marinos con sus crías
retozando en el agua y otro en dirección norte hacia la entrada de Caleta Valdés
donde pueden verse, aunque de más lejos, elegantes estampas de lobos e
igualmente elefantes marinos. En algunas épocas pueden verse orcas lanzándose a
la arena para cazar lobos marinos en la orilla. Nos ahorramos el espectáculo
sangriento, por más que en la pizarra constaba que aquel día había sido avistada
una orca.
La vuelta fue por el sur. Resultó un alivio recuperar el asfalto al llegar a
Puerto Madryn. Mayor alivio supuso cenar en La Estación los primeros bifes de
chorizo precedidos de unas vieiras pequeñitas y deliciosas. Recomendable por
calidad y por precio. 483 ARS 90€ los siete.

4 de noviembre
Abandonamos Puerto Pirámides tarde, pues somos extremadamente lentos,
y nos dirigimos a Puerto Madryn con la pretensión de asegurar los vuelos de
retorno de Ushuaia a Buenos Aires y seguir hasta Punta Tombo.
En la oficina de Aerolíneas Argentinas nos dijeron que según los datos que
ellos tenían en pantalla no teníamos posibilidad de encontrar siete pasajes para el
22, ni para el 23, ni para el 24. Había algún pasaje pero no para todos. El muchacho
de la agencia, encantador, nos dijo que eso era a lo que él tenía acceso en su
pantalla, pero que existía un teléfono creado exclusivamente para extranjeros que
podíamos utilizar. Él sabía que en ocasiones habían dado opciones a los que ellos no
tenían acceso. Aunque añadió que insistiéramos, pues era, si no imposible, muy
complicado que contestaran. Es un número de atención las 24 horas: 0-810-222-
VOLAR (86527) que facilitan en cualquier oficina de aerolíneas.
No nos quedaba alternativa y fuimos a un locutorio próximo. Llamamos al
número de Aerolíneas Argentinas. No funcionaba. La chica de locutorio nos aclaró
cómo hacerlo. Nuestra sorpresa fue supina cuando nos cogieron a la primera. Nos
pidieron inmediatamente los datos de los viajeros. Yo llevaba en la mochila una hoja
impresa desde casa con los datos de todos. Dimos con ella. Estábamos de suerte.
Hecha la reserva nos facilitó un código con el que nos teníamos que presentar en
una oficina de Aerolíneas Argentinas para hacer efectivos los pasajes, imprimirlos
y pagar. Nos preguntó entonces en qué parte de Argentina estábamos. Nada más
decirle que estábamos en Puerto Madryn, nos facilitó la dirección de la oficina que
acabábamos de visitar, y estaba a cincuenta metros, y nos advirtió que cerraban a
las doce treinta. Mi reloj marcaba las 12:28. Di un bote y salí corriendo dejando a
Pili pagando. Cedió la puerta. Seguíamos de suerte. El tipo se enrolló, pues tardó
tres cuartos de hora en elaborar los billetes y efectuar el cobro. Efectivamente el
código le abría la pantalla a las plazas reales del avión. Hasta los asientos pudimos
elegir.
Picamos algo y nos pusimos en ruta hacia Trelew para luego ir a Punta
Tombo. Un tiempo infernal y el tráfico denso, alocado y completamente anárquico
nos acojonó y ralentizo bastante. Al llegar a Trelew calculamos las horas con que
contábamos para llegar a Punta Tombo, saludar a los pingüinos, retornar y entregar
los coches de alquiler antes de tomar el autobús a Bariloche. Era claro, no podíamos
pasear entre pingüinos. Tampoco hubiésemos podido hacerlo pues no cesó de
jarrear sin compasión. Visitamos el famoso Museo de Dinosaurios de Trelew y
retornamos.

El alquiler de los coches salió muy bien de precio. Inicialmente nos había
pedido 2000 ARS 376€ que pasarían a 1800 ARS 338€ por pago efectivo, como
resultado de multiplicar 333 ARS 63€ por dos coches, por tres días con un tope de
300Km/día con franquicia. Como no habíamos llegado a Punta Tombo y habíamos
hecho menos kilómetros, le pedimos descuento. Entre el solicitado descuento, el
pago en efectivo y que se enrolló el muchacho; acabamos pagando 566 ARS 107€
por coche, es decir, 1132 ARS 213€ en total por tres días en los que habíamos
recorrido 578 km y habíamos gastado 160 litros de gasolina.
A las 21:30 accedimos al autobús que por 242 ARS 45€, supuestamente, nos
depositaría en Bariloche a las 11:00.

5 de Noviembre
El tiempo siguió revuelto y, salvo algún momento puntual, la mayor parte del
viaje lo hicimos entre nubarrones y chaparradas. Una lluvia gris nos impidió ver
Bariloche y el lago al llegar. En la Información de la Estación de autobuses un tipo
eficiente nos facilitó todo lo que hubiésemos podido necesitar.
El hostel, reservado con anterioridad, era Arco. Nos alojaron en la “Casita
de Milena”, una especie de cabaña aislada en cuyo interior nos alojamos. No sé si
por ser la casita para los siete o por qué, pero pagamos 40 ARS 7’5 €
persona/noche con desayuno incluido. Gestiona el Hostel un grupo de gente joven,
amable y eficiente, que gestiona a la vez una Agencia de todo tipo de servicios
turísticos.
De Bariloche como ciudad poco podemos decir. La verdad es que la
climatología nos fue muy adversa. Estuvo jarreando prácticamente todo el tiempo
que estuvimos en la ciudad.
Esta circunstancia hizo que nos supusiera menos nuestra necesaria y
obligada dedicación a conseguir un vuelo de Puerto Montt a Puerto Natales.
Intentamos durante esa misma tarde conseguir los pasajes a Puerto Natales
mediante una compañía SKYAIRLINE que acababa de inaugurar sus vuelos
(https://www.skyairline.cl/es/index.aspx). Toda la tarde lo intentamos desde la
oficina del Hostel y acabó siendo imposible, bien porque no funcionaban los
ordenadores, bien porque no tenían tantos vuelos…
Por diversificar, mientras unos lo intentábamos allí, otros fueron a la oficina
de ANDES (http://www.andesonline.com/) en Bariloche. Consiguieron dejar
reservados los pasajes, no para Puerto Natales sino para Punta Arenas, a falta de
entrar utilizar el código y pagar con la tarjeta.

6 de Noviembre
El tiempo seguía espantoso. Seguíamos con la necesidad de solucionar el
vuelo. De no conseguirlo, deberíamos volver a Bariloche por Osorno y bajar en
autobús por Puerto Deseado, abandonando la posibilidad de hacer el viaje austral
por los canales del extremo sur chileno. Cambiaba la película completamente
Prácticamente toda la mañana Sebastián y Martín, dos tipos encantadores
de la empresa, estuvieron con nosotros intentando conseguir los dichosos pasajes.
Al final, la reserva del día anterior no funcionó y la oficina, siendo sábado, estaba
cerrada. Hicimos una nueva reserva. Finalmente tampoco funcionó porque teníamos
que pagar con una tarjeta emitida en Chile (un tipo de Ondarroa con quien
coincidimos me dijo que había tenido el mismo problema y lo había solucionado
puenteando el pago a través de una empresa turística chilena “Gotolatin”). Como
último recurso por quemar todos los cartuchos parte del grupo se desplazó al
aeropuerto. Consiguieron allí, a alto precio, pero consiguieron, los pasajes para
Punta Arenas.
La tarde y la mañana anterior con la gente del hostal intentando conseguir
los pasajes me dieron pie para observar detenidamente la forma de ser de la gente
que allí funcionaba. Era gente joven con empuje y ganas de mover una empresa.
Llamó poderosamente mi atención la, muy sorprendente para nosotros, amabilidad
con la que funcionan entre ellos en general y cuando interactúan o hablan por
teléfono. Es patente, lo hemos visto en las películas, el discurso rico en
subordinadas y en matices que denota agudeza mental. Al telefonear lo primero
que preguntan es con quién hablan. Una vez que les han dado el nombre, con suma
amabilidad y antes de entrar en el motivo de la llamada, preguntan a su
interlocutor, llamándole por su nombre, cómo está o cómo le va el día. Después,
personalizando igualmente con el nombre propio entran en el tema: pues mira,
Virginia, tengo aquí un numeroso grupo de españoles, desesperados porque… De
esta manera, con toda la riqueza y ampulosidad de su discurso establecen la
cuestión. Para acabar concretan lo que pretenden, personalizando nuevamente a su
interlocutor: Virginia, yo te ruego… Posible y seguramente consiguen lo mismo que
nosotros, pero sin duda eso genera una reducción de estrés y una manera más
cálida y afectuosa de funcionar que en definida proporciona sin duda una mayor
calidad de vida y un bienestar para todos los que interactúan.
Aunque finalmente en el aeropuerto se solucionó el tema de los pasajes, no
nos iba a quedar una buen sabor de esta ciudad, pues al tiempo nefasto se sumo
algo mucho más grave, la infortunada caída de
Pili que le supuso un desmayo primero y tener
que acudir a un hospital. Una vez en éste
exigiendo la pasta por delante, le hicieron una
radiografía y dijeron que no tenía rotura. Pero
nadie le privaría de la incomodidad de tener
que funcionar con una férula y soportar dolor
e incomodidad a lo largo del viaje.
Eran ya dos las sufridoras y para no
amilanarnos decidimos cenar en Don Molino que junto con el Boliche de Alberto nos
habían recomendado. Sólo el primero pudimos visitar. No era barato, pero puedo
asegurar que degusté el cordero patagónico más en su punto y sabroso de toda
Argentina.
Así acabó nuestra estancia en Bariloche, sin apenas conocer la ciudad y
absolutamente nada de su entorno. En mi memoria quedará una ingente y deliciosa
chocolatería que me brindó un también ingente cucurucho de chocolate negro y
maracuyá, una tiendita de gorros que nos harían un papel fundamental en Patagonia
y una librería. Ésta llamó mi atención, no sólo por la enorme cantidad de libros
nuevos y viejos que se extendían ampliamente, sino por la sabiduría, la afición y el
amor por los libros del dependiente que resultó un tipo… como para regentar el
Cementerio de los Libros Olvidados de “La sombra del viento”.
Dicen que el entorno de Bariloche es una maravilla. Lo será, aunque es
posible que la propaganda argentina lo sobrevaloren al ser el centro más relevante
de turismo de invierno del que presumen los argentinos comparándolo con la Suiza
europea. Hablan muy bien del entorno de San Martín y Junín de los Andes. La ruta
en autobús que une Puerto Mont, Puerto Varas, Osorno y Bariloche necesariamente
tiene que ser preciosa.
7 de Noviembre
A las ocho de la mañana nos presentamos en el autobús para iniciar el Cruce
Andino. La verdad es que hubiésemos podido acudir al Gran Casino, pegado a Don
Molino, y haber tomado el autobús una hora más tarde, la hora que nos pegamos
recogiendo viajeros de hotel en hotel.
El Cruce Andino es el paso de Bariloche a Puerto Montt a través de
sucesivas navegaciones y tramos en autobús a lo largo de un día, de ocho de la
mañana a nueve de la noche. Es un sistema bien montado por un monopolio, la
Compañía Fernández-Campbell que opera en Argentina y Chile. El precio es muy
elevado 230 $ ó 166€ ó 905 ARS/pax. Los parajes son muy hermosos. No tuvimos
un día luminoso, pero precisamente por eso claroscuros y contrastes alucinantes
nos deleitaron a lo largo del trayecto que acabó en tonos pastel sobre el lago
Llanquihue cerca de Puerto Varas. Me habían hablado muy bien de este trayecto y
no puedo decir que no sea muy hermoso, pero esperaba más.

Es necesario conocer que la comida va por tu cuenta y es algo a preveer. Con


la particularidad de que es preciso cruzar la frontera a Chile y que a Chile no se
puede pasar ningún producto que no esté manufacturado, Es decir no se puede
pasar fruta, cacahuetes, queso, jamón, bocadillos… Llegados Puerto Montt,
Eduardo, el guía de la empresa, no quiso llevarnos al hotel y nos dejó tirados, y
mosqueados, a 200 mts, cuando habían repartido al resto de viajeros por sus
hoteles y no le costaba nada. Es posible que la acción radique en una pequeña mafia
montada entre guías y hoteleros o entre éstos últimos y la misma compañía
Fernández Campbell.
El hotel de Puerto Montt estaba montado con gusto. Las habitaciones
dobles, 137.320 $CH, 211 €, contaban con una bañera enorme de chorritos y
agujeritos. Estábamos tan rendidos que en vez de montarnos una fiestorra
acuática, caímos como sapos con la obligación añadida de madrugar para coger el
avión.
Al margen de la ruta que seguimos nosotros Cruce Andino más avión a Punta
Arenas, existen alternativas diversas para dirigirse al sur patagónico, a la zona de
Torres del Paine, El Calafate y El Chalten.
Fuera del avión, que si intensificaran y, sobretodo, abarataran, las rutas de
Puerto Montt a Puerto Natales o a Punta Arenas, podría estar bien; por el lado
Argentino el medio más idóneo es el autobús. Es una buena posibilidad dirigirse a
Comodoro Rivadavia y de allí dirigirse a Puerto Deseado, donde pueden hacerse
avistajes de pájaros, pingüinos e igualmente acercarse a bosques petrificados.
Existe una línea, es posible que más de una, de autobús (Tangol), que une
Bariloche y Chalten, o Calafate si se prefiere, por la ruta 40. Dura dos días y una
noche deteniéndose en la localidad de Perito Moreno. Hay que tener en cuenta que
no inicia su actividad hasta el 15 de noviembre. La ruta debe ser espectacular y
sería la más adecuada para combinar con la navegación posterior por los canales
australes.
Si alguien funcionara en vehiculo particular o alquilado lo más idóneo sería
utilizar la ruta 40. A ésta se le pueden buscar variables. Ya que tanto argentinos
como chilenos ponen mal al país vecino, puede que sea cierta la afirmación de un
argentino que aseguraba que la ruta más hermosa consistía en pasar de Esquel a
Chile por Corcovado y Palena y descender por la ruta 7 chilena atravesando
Coihaique para finalmente rodear el Lago General Carrera, pasar a Argentina y,
bordeando el lago Buenos Aires, llegar a la localidad de Perito Moreno y seguir por
la R40 hasta El Chaltén.
Por Chile existe un barco que una vez por semana va entre fiordos de Puerto
Montt a Puerto Natales. Tarda cuatro días y tres noches y, en litera, no es
excesivamente caro. Puede que no tenga demasiado sentido realizarlo si se va a
realizar la travesía por los canales australes de Punta Arenas a Puerto Williams que
es más espectacular y más corto en tiempo. De lo contrario, aunque pueda resultar
un tanto pesado, no deja de ser una experiencia.
(http://www.visitchile.com/esp/cruceros-patagonia/detalle-crucero.asp?id-
crucero=NAV002)

8 de Noviembre
Inicialmente nos habíamos planteado
tomar el barco de Puerto Montt a Puerto
Natales, pero, al no coincidir el día del zarpe,
abandonamos la idea. Miramos el autobús
Bariloche a El Chalten por la R40, Ruta 40,
pero iniciaba la ruta ocho días más tarde, a
partir del 15. Cuando descubrimos que una
compañía había empezado a volar a Puerto
Natales se nos abrió el cielo, pero resultó imposible conseguir pasajes. Cuando ya
pensábamos tener que volver al Atlántico y perder el Viaje Austral, surgió la
alternativa de volar a Punta Arenas.
En los viajes es preciso estar atento y abierto a todas las alternativas
posibles, valorarlas y tomar la decisión que parece más adecuada, por más que
nunca cuentes con la seguridad de acertar.
A toro pasado, haber volado a Punta Arenas, nos había de permitir asegurar
el Viaje Austral; pagar con antelación en Punta Arenas y no tener que ir un día
antes sin otro quehacer; alquilar una furgoneta para los siete, algo que en
Argentina no hubiese sido posible; recorrer Las Torres del Paine; pasar la misma
furgoneta a Argentina y recorrer El Chalten y El Calafate y volver a Punta Arenas
al mismo muelle del barco.
En el mismo aeropuerto la
eficiente, y simpática, chica de
información nos animó a hablar con
el muchacho que estaba al lado en
una especie de cajoncito alquilando
coches de AVIS. Nos acercamos sin
demasiado convencimiento. Nos
sorprendió gratamente saber que
alquilaban furgonetas de hasta
nueve plazas y que podíamos
conducirla sin más. Pero que
respondiese afirmativamente a
nuestra cuestión de si podíamos con ella pasar a Argentina, fue la bomba. El asunto
fue calcular días. Podíamos ir al parque de Torres del Paine en Chile y pasar a
Argentina para ir a El Calafate y a El Chalten. Podíamos alquilarla para nueve días,
devolverla en el mismo puerto y subir al carguero. Además, no tenía límite de
kilómetros. Redondo. Faltaba el precio. Nos dio un preció razonable que, dividido
entre siete, salía muy bien.
Respecto al alquiler de vehículos conviene tener en cuenta: Que se cobra
por día. Que, no en todos los sitios, pero suelen establecer el precio en orden a un
kilometraje máximo por día. En Punta Arenas, no nos pusieron ningún tope de
kilómetros. Que habitualmente se establece una franquicia, a veces de accidente
por un lado y otra mayor por vuelco, y se deja un depósito, suele hacerse con la
tarjeta, que no cobran si no es el caso, para pagar las franquicias. Atención, que se
destruya al final. Que es necesario comprobar bien cómo está el vehículo, sobre
todo de chapa que es lo que más vigilan. Si es preciso hacer fotos. En nuestro caso
en los tres lugares que alquilamos la gente muy maja. Que es necesario si se piensa
pasar a otro país dejar muy claros los papeles. Que en Argentina dicen que
legalmente no pueden alquilar coches para turistas de más de cinco plazas. Por el
contrario en Chile, sí. Que la gasolina va por cuenta de quien alquila y es mejor
estar al loro y aclarar cómo está el vehículo de gasolina al dártelo. Que el precio de
la gasolina en Chile casi dobla al precio argentino. Que no suelen exigir ni en Chile
ni en Argentina carné internacional. Aunque tampoco sé si legalmente puede la
policía exigirlo. En ningún momento nos exigieron el carné internacional. Mejor
poner dos conductores. Con dos personas se puede dudar, pero con más en general
sale bastante rentable, aun cuando exista transporte público y se puedan contratar
furgonetas grupales. En la zona de Chalten y Calafate con seguridad.
A media mañana salimos en dirección al centro de la ciudad a cambiar dinero
(650 $CH 0 1€). Me quedé con ganas de patear un poco aquella ciudad. Es una
ciudad que coincide poco con nuestra imagen mental de ciudad. Se trata de
avenidas sucesivas paralelas a la orilla del Estrecho de Magallanes donde está
apostada. Las casitas pequeñas, de colores varios y vivos, levantadas con materiales
muy simples, enfrentadas a un cielo azul saturado que se funde en el azul marino
más potente de las agitadas aguas del Estrecho y todas envueltas en un frío gélido,
configuran un entorno que, no sé si me resultó hermoso, pero sí muy exótico.
Conseguido dinero fresco,
salimos en busca de las oficinas de
Austral Boorm, la compañía que hace
la travesía del carguero a Puerto
Williams para confirmar la reserva
que había hecho desde Iruña y pagar.
De esta manera, bastaría con llegar
dentro de nueve días al puerto a la
hora de zarpar y devolver allí mismo la
furgoneta, como habíamos quedado
con Héctor, el de AVIS.
Hechos los deberes, la fragoneta arrancó en dirección a Puerto Natales.
Habíamos pensado parar en cualquier
pueblo a comer algo, pero como alguien nos
había advertido, allí no hay pueblos. Donde
en el mapa aparece un punto redondo en el
que supuestamente deberías encontrar, no
una gran ciudad, pero si un pueblo con
casas… no encuentras más que un par de
cobertizos pintados de colores con tejado
de zinc. El siguiente par de cobertizos
puede estar a ochenta kilómetros.
Acabamos deteniéndonos en un conjunto de cobertizos en uno de los cuales parecía
que servían comidas. Subimos unas escaleras que daban paso a una cocina comedor
con mesas de manteles de hule. Hacía mucho calor en contraste con el viento gélido
del exterior. Una señora con marcadas facciones indias nos dijo que nos podíamos
sentar, pero que sólo tenía sopa. Tomamos una sopa muy potente con verduras y
grasa, la sopa más deliciosa que en muchos años había tomado.

Llegamos a Puerto Natales una ciudad igualmente curiosa y pequeña de


casitas bajas también y de materiales simples y coloreados a la orilla de un gélido
lago. El frío era considerable, posiblemente no tanto por los grados como por el
viento helado.
Nos dirigimos al “Lili Patagonico’s”, que regenta un chaval joven lleno de
ilusión. Dimos una pequeña vuelta por el pueblo que es pequeño y sencillo.
Pretendimos inútilmente disfrutar de una bella puesta de sol y a cenar la misma
carne, el mismo vino… que en el país vecino.
Por la mañana salimos dispuestos a disfrutar del parque de las Torres del
Paine. En Iruña cuando preparando el viaje leía relatos de foreros sobre la W y se
me afilaban los dientes. Pero ya tenía asumido que me iba a limitar a ver y, en todo
caso, algún paseíto.
Abandonamos
pronto el asfalto en
dirección a la Cueva
del Milodón para
acceder al parque por
los lagos del sur. Es la
manera más idónea de
acceder al parque,
cuando se va de
Puerto Natales y
siempre que se vuelva
por el otro lado, que
cuenta con más
recorrido asfaltado.
En mi opinión, no tiene
sentido detenerse en
la cueva del Milodón,
supuesto habitante con careto de saurio. Se pierde un tiempo que es necesario en
el parque. El acceso al parque cuesta 15.000 $CH (22€). Nos dirigimos al oeste
contemplando el pico Grey por cuya base se desliza un glaciar que da origen a un
lago hermoso. Allí hicimos el primer paseo. Se accede a una playa amplia en cuya
orilla flotan los hielos desprendidos del glaciar. Al final un pequeño recorrido por
una isleta conduce a un mirador sobre el lago Grey y el glaciar del mismo nombre.

Bordeamos después los Cuernos del Paine, deteniéndonos en algunos


miradores. Otro paseo corto parte del Salto Grande y entre “notros”, “chagües”,
árboles rojizos, “matabarrosas”, plantas espinosas y redondeadas, y los esbeltos
guanacos, conduce justamente debajo de los Cuernos. Impresionante.
Acabamos dirigiéndonos la Hospedería de las Torres, unos hoteles de lujo
que están al este bajo las impresionantes paredes de las Torres.
Cuando descendimos de la furgo, para que esta pasara en vació un puente
de madera, escuché un “etorri”, más de ikastola adulta que de caserío. Me pareció
conocer la moza que lo acababa de soltar. Le pedi que se quitara las gafas. Me miró
extrañada. Se las quitó. Efectivamente era Sagrario, una compañera del instituto
Ibaialde. Qué careto y pintas serían las mías que tardó un buen rato en
reconocerme. Qué pequeño es el mundo. Que sorprendentes las casualidades, pues
era el único punto en que había que bajar del vehículo y, de no ser por eso nos
hubiésemos cruzado sin vernos.

Despedimos la belleza de aquellos lagos, aquellos glaciares y aquellas


descomunales paredes rodeadas de una fauna y una flora impresionante. Habíamos
contemplado lobos andando con toda parsimonia a dos metros de nosotros,
guanacos tirados a nuestro lado, ñandús, choiques les llaman, observándonos con
disimulo, liebres tranquilísimas a nuestra vera y un sinfín de plantas de exquisita
belleza.
Un maravilla el día. Un alivio abandonar el ripio. Otro mayor, sentarnos a una
mesa ante un lomo a lo pobre regado con tinto chileno.

10 de noviembre
Un día de viaje. Se trataba de movernos hasta el Chaltén.
Pasamos la frontera por Cerro Castillo y accedimos a la Patagonia Argentina,
similar a la del país vecino. Pronto tomamos la R40 con unos 80 km de ripio. De
nuevo en el asfalto, sin entrar a El Clafate, tomamos dirección de El Chalten. Nos
detuvimos a contemplar los espectaculares cambios de colores del Lago Argentino
y también en la mítica posada La Leona. Parece ser que a algún prohombre
mitificado se lo ventilo una leona y de ahí el nombre. Probamos empanadillas ya
panes fritos. Las empanadillas me gustaron, aunque haya comido mucho mejores.
Los panes fritos no sabían a nada.
Una recta impresionantemente larga, en torno a los 80 km, nos colocó a las
puertas del El Chaltén que se presentó ante nosotros con una panorámica
impresionante desde las agujas de las Torre al Fitz Roy.
Entramos a la Casa del Parque y nos dieron buena información, aunque no un
mapa mínimo de la zona. Quiero suponer que no por incapacidad sino en beneficio
de los comerciantes del lugar. Pretenden constituirse en la capital del Treeking.
Tienen posibilidades.

Admiramos un poquito más los picos


que el sol ya pintaba de amarillo y fuimos a
buscar alojamiento. Por teléfono habíamos
sabido que Nothofagus, el más
recomendado, estaba petado. Lo mismo
estaba cuando nos presentamos el Rancho
Grande. O lo dijeron y no era así, nunca lo
sabremos, para derivarnos a otro hotel,
más nuevo y bastante más caro, del mismo
dueño, el Poincenaut, 114ARS por persona.
Resulta muy curiosa, o a mí me lo
parece, la diferencia entre la imagen
previa que nos hacemos de un lugar o
entorno y lo que luego nos muestra la
realidad. Nunca hubiese pensado que El
Chalten hubiese sido como era. Siempre
había imaginado algo más pueblo, del estilo de Puerto Natales, pero más turístico.
Sin embargo es un conjunto muy desparramado de casitas varias en diferente
posición y a diferente distancia de una carretera que denominan calle.
Cenamos en el Pangea. No es barato, pero salimos muy satisfechos. Al día
siguiente, por fin, íbamos a poner en funcionamiento, aunque fuese sólo un poquito,
las piernas. Iría solo hacia el Fitz Roy de par de mañana. El resto subiría hacia la
Laguna de Torre. Junto al Refugio de Poincenaut parte una senda por las lagunas de
Madre e Hija que empalma con la subida a la Laguna de Torre que iban a hacer los
demás. Ese sería mi recorrido, por más que en la Casa del Parque decían que era
excesivo.

11 de noviembre

De mañana inicié la ruta en dirección a la Laguna de Tres al pie del Fitz Roy.
Una subida con cierto desnivel al principio y luego, sin ser llano una senda suave me
regalaba la cara este del paredón impresionante. Dejando a la izquierda la laguna
de Capri atravesé un bosque hasta llegar a la senda (2 horas) muy bien indicada a
mi izquierda que bordeando las lagunas de Madre e Hija me llevaría al camino de
ascenso a la Laguna Torre donde esperaba encontrar a mis compas. Me dio pena
abandonar la ruta, pues prometía unas vistas elegantes, pero me lo agradecieron
mis brazos encasquillados de tanto subir y bajar la mochilla para tomar la cámara y
dirigirla a la imponente masa rocosa del Fitz Roy. El camino al par de las lagunas
era más bien llano hasta el final que desciende por un bosque de lenga con cierta
brusquedad, por lo que supongo más aconsejable hacer la ruta en el sentido que la
hice que en el contrario (2hs). La lenga es el árbol, y arbusto, más generalizado en
la zona.

El camino a la Laguna Torre, salvo un ascenso al inicio que yo no tenía que


pasar, es prácticamente llano, así que en cuarenta y cinco minutos estaba
contemplando la laguna con su glaciar al fondo. Había numerosos grupos con sus
guías. Mis compas no habían llegado. Las nubes aunque ocultaban la punta de las
agujas, generaban formidables claroscuros sobre los picos, el glaciar y la laguna. A
ratos el aire helado azotaba con fuerza. Un “carancho andino o caracara andino”
planeaba sobre mí en busca de algún resto que hubiesen abandonado los
excursionistas. Me entretuve fotografiándole. Cuando llevaba hora y media de
espera y estaba a punto de iniciar el retorno, suponiendo que mis compas habían
desistido de subir, algo que sobretodo en Amparo a pesar de su brazo enyesado me
extrañaba; aparecieron. Permanecimos un rato y luego emprendimos un muy
pausado descenso hasta El Chalten. Cenamos en el Como Vaca y a descansar.

12 de Noviembre
Contábamos con tiempo y decidimos ir un poco en dirección norte hacia los
Hemules a ver si andábamos un poquito. Accedimos a un Parque privado denominado
los Hemules que linda con el Parque natural y oferta con cierto pago unas caminatas
que parecían agradables, pero que no contábamos con tiempo para realizar.
Resulta para nosotros poco comprensible que estas extensiones tan grandes
de tierra en toda la Patagonia sean Estancias privadas. En casos como éste no se
entiende muy bien por qué no son expropiadas para formar parte del Parque.
Patagonia, bien porque la administración procuraba su poblamiento, bien porque la
misma administración pagaba favores regalando estas extensiones, bien porque
hubo gentes que por su cuenta se dedicaron a ventilarse indios, cercar y montarse
las escrituras o por lo que fuere, lo cierto es que existen inmensas extensiones,
bien valladas, que son propiedades personales por más que tengan muchísimos
kilómetros cuadrados. Una empresa de picas de madera y alambre para vallar, sería
negocio redondo.

Volviendo a la ruta, aunque no anduvimos, pudimos disfrutar de la cara norte


del Fitz Roy. Dejamos así de patear la zona del Lago del Desierto que pinta muy
bien, pero no es posible todo, no contábamos con tiempo y tampoco es que hubiese
había demasiadas ganas de andar.
El biólogo del parque de los Hemules (los hemules son una especie de
sarrios) nos animó a buscar en nuestra partida un punto en el que desde la
carretera se accede a una foz por la que cruzan los cóndores. Es exactamente,
saliendo de Chalten el primer aparcamiento que hay a la izquierda a cinco
kilómetros. En el vallado del aparcamiento hay un portillo y una senda que lleva a la
foz. El viento es tan endiablado, que uno teme ser arrojado al vacío si se acerca la
borde. Es impresionante ver cómo los cóndores se enfrentan a este viento
enloquecido e intentan vencerlo, algo que no siempre consiguen. Algo importante
debo desconocer acerca de los cóndores, pues no entiendo que busquen
precisamente ese corredor con un brutal vendaval en contra, en vez de volar por
otro lado.
Sin detenernos en La Leona, pero sí ante el Lago Argentino que nos volvió a
regalar su indecible variedad de azules, llegamos a Calafate.
Se trata de una localidad mucho más desarrollada y bien montada hacia el
turismo. Nuestro hotel en el extremo oeste era el Hostel Dos Pinos, 140 ARS la
doble con desayuno sencillo. Valorando lo caro que es El Calafate, no es para tirar
cohetes, pero está muy bien.
Como habíamos llegado a buena hora, una vez que aseguramos para el
siguiente día, los pasajes para la Travesía de los Glaciares, decidimos dirigirnos
hacia el famoso Perito Moreno y saludarlo con la luz del atardecer. Pero nuestro
conductor, hasta los cataplines de valorar en su vida diaria, estando de vacatas no
valoró cuánto combustible restaba y al llegar a la misma Entrada del Parque,
pensamos más prudente volver. Acertada fue la decisión, pues un par de kilómetros
antes del pueblo la furgo dijo que no podía más. Tuvimos suerte. En menos de media
hora una pareja de ingleses nos llevó al surtidor y un taxi nos devolvió al punto
donde las chicas esperaban tiradas en la carretera. Es un dato importante. Fuera
de Calafate no hay una gasolinera y son muchos kilómetros, unos ochenta, hasta el
Perito. Como norma general tampoco las gasolineras abundan como aquí y es
conveniente moverse con el tanque lleno. Otro dato importante, ya que estamos en
ello, el combustible es muchísimo más caro, casi el doble, en Chile que en Argentina.
Cenamos en “La Lechuza”. Bordan la pasta y sus empanadillas vegetales de
espinaca, constituyeron uno de los más gratos bocados de Argentina.

13 de Noviembre
De par de mañana fuimos a Punta Bandera, a unos 50 km de El Calafate,
donde tomamos el Elegante Catamarán de Fernández Campbell que realiza el paseo
por los glaciares. Nuevamente se trata de un monopolio en toda regla que impone
precios y condiciones.

Merece la pena tomar (nunca coger) el billete al menos el día anterior.


Nosotros lo cogimos en el mismo Hostal. Pagamos 295 ARS 55€. Subía a 345 65€
incluyendo el transporte al puerto de Punta Bandera. A ello hay que añadir que,
¡ojo! , en el momento de llegar al puerto es preciso sacar la entrada del parque,
75ARS 14€, si no quieres tener que salir de la cola y entrar el último al catamarán.
No está incluida la comida y, aunque se vuelve para las tres o las cuatro de la tarde,
es necesario llevarse algo.
La excursión está bien y se contemplan las muy elegantes paredes de los
glaciares. No se acercan a menos de 200 metros, por precaución ante las olas que
podría provocar un posible desprendimiento de ciertas proporciones. El barco es
muy cómo y agradable. Si el tiempo lo permite se puede permanecer buena parte
del trayecto en el exterior, pero también el interior posibilita una buena visibilidad
sumada al calorcito.

Son espectaculares y en especial el Perito Moreno que el barco recorre de


uno a otro lado en paralelo a sus paredes.
De vuelta a El Calafate, visitamos el Festival de Doma y Folklore con motivo
del Día de la Tradición que se celebra en toda Argentina y es dedicado al Gaucho.
La feria atrae muchísimos lugareños y del entorno. No había foráneos y fue
posiblemente la única ocasión que pudimos observar un buen conjunto de personas
autóctonas en su medio. Llamó nuestra atención que se calan una boina similar a la
nuestra y le llaman boina vasca. La Feria, de doma principalmente, se celebraban a
lo largo de tres días sucesivos con pruebas relacionadas con la doma y habilidad
con los caballos: montar caballos salvajes, mantenerse cabalgando, cazarlos a lazo y
ensillarlos… A mí, más que la habilidad de los gauchos, me gustó la fuerza y energía
de los caballos. La feria comprendía también bailes folklóricos, chiringuitos de
comida autóctona, artesanía…

Saboreamos en el Rick’s
cordero patagónico. El camarero sirve
hasta que dices basta. No fue el mejor
cordero patagónico, pero se dejó
comer. La gente que no es muy
carnívora o no come carne, tiene
complicado el asunto de la comida en
Argentina. Apenas existen ensaladas,
verdura, legumbre… Cuando raramente
la encuentras, es algo tan extraño a su
costumbre que no saben prepararlas. Sí, en cambio, puedes dar con elaboraciones
de pasta bastante sabrosas, pero no más. Resulta sorprendente para nosotros que
en un restaurante cuatro hojas de lechuga mal aliñadas con dos tiras de cebolla,
cuesten igual o más que la mitad de un bife de chorizo.
14 de noviembre
Día consagrado al más elegante e imponente de los glaciares patagónicos
accesibles, el Perito Moreno. Se encuentra a unos 80 km de El Calafate. Se abona
la entrada al Parque y, tras un trayecto hermoso salpicado de notros se descubre
el costado sur del Perito.

En este lado sur hay una empresa que monta un barco que recorre esta cara
del Perito e incluye una especie de paseo por el extremo del glaciar con una,
especie también, de crampones y un chupito con hielo del glaciar. A la vuelta por la
tarde nos acercamos pero ya había zarpado el último barco y no cupo poner en
cuestión la turistada. El lado norte sigue bajo el monopolio del Fernández Campbell
que también monta su barquito para ese lado. Son propuestas no excesivamente
caras, 50 ARS, pero carecen de sentido habiendo hecho los glaciares con el lado
norte del Perito.
Se accede a un aparcamiento a cierta altura y de allí, perfectamente
articuladas, descienden una serie de plataformas que se enfrentan, por los dos
costados y a diferentes niveles al vértice del glaciar que se aproxima a tierra. Éste
es precisamente el vértice que se mueve hacia tierra, va creciendo y dejándose
horadar por debajo hasta que llega un momento al cabo de años que se hunde
estrepitosamente. Supongo que si te coincide y te toca presenciar el estruendo, el
espectacular desplome y el orgásmico alucine colectivo, un infarto agudo y dirás
agur satisfecho de haber presenciado el Espectáculo.
Como el impresionante glaciar se lo merece todo, recorrimos las plataformas
de arriba abajo, de derecha a izquierda y en sucesivos momentos del día.
Embobados lo miramos y remiramos hasta que él, agradecido con nuestra
persistente admiración, nos regaló el desplome espectacular de un mastodonte de
hielo del tamaño de un par de pisos. No hay palabras para describirlo. Impresiona.
Sacude las tripas.
De vuelta a El Calafate nos dimos de bruces en la calle principal con José
Luís y Miguel. Había pensado que no coincidiríamos, pero nuestros cambios de
ritmo, al hacer el recorrido en furgo y en dirección sur norte, posibilitó el
encuentro. Hace ilu encontrarte a alguien tan lejos. Ese día cenamos en la pizzería
“Casablanca”. Evitar, no pisar.

15 de Noviembre.
Asueto grupal. Tantos, tan distintitos y tanto tiempo juntos, teníamos la
necesidad de olvidarnos los unos de los otros por un día. Fue perfecto. Por más que
tuvimos algún encuentro fortuito en los ordenadores, donde al cabo de mucho
tiempo pudimos ponernos al día, en alguna tienda de deportes, en la cafetería
Librobar o en la Lechuza. Resultó agradable.
Estar solos nos dio la posibilidad de rajar con una chica de un puesto de
venta de objetos en plata. Aunque le avisamos que no íbamos a comprar, se enrolló.
Era una tía maja. Cuando se quedó sin futuro en Buenos Aires se largó a Bariloche
para salir adelante y lo había ido consiguiendo.
Se intuye en muchos casos en Argentina una capacidad de buscarse la vida,
de tirar para adelante y de pelear. Es una actitud de lucha que se palpa en
bastante gente joven. Posiblemente a ello les ha conducido su misma historia de
adversidades económicas. Posiblemente en nuestra sociedad la gente joven está
menos dispuesta a pelear con ilusión por salir adelante y posiblemente sea porque
tiene la equivocada percepción de contar con la vida bastante solucionada. La
situación extrema en este último sentido sería la los cubanos que, sin pretenderlo,
han acabado sido educados en contar con un mínimo necesario para tirar adelante
sin necesidad de pelear.
Encuentras gente que está al tanto de lo pasa en su país, de lo que pasa en el
mundo, gente que piensa y se pregunta y que luego comunica. Nos preguntaba si era
cierto que los argentinos en España podían tener problemas. No entendía cómo no
se les trataba exquisitamente al llegar, cuando cantidad de españoles, como sus
abuelos, habían sido acogidos maravillosamente en Argentina. También es verdad
que no tienen conciencia de lo hipócritas que podemos llegar a ser los europeos con
tantos años de escuela.

16 de Noviembre.

Abandonamos El Calafate para volver a Puerto Natales. En vez de acortar


por la R40 como a la ida, decidimos seguir hasta la localidad de la Esperanza que
esta en dirección a Río Gallegos para allí tomar dirección oeste y volver a Puerto
Natales sin tocar ripio.
En el mapa aparece como un cruce importante con un punto de cierto
diámetro que hace suponer una localidad de cierta dimensión. Al llegar encuentras
ocho casuchas desvencijadas de techo de uralita y paredes de madera en torno a
una gasolinera. Por cierto, la única en mogollón de kilómetros.
Un café y proseguimos la marcha. En vez de cruzar a Chile por donde
habíamos pasado, Cerro Castillo, nos despistamos y acabamos en el siguiente paso
fronterizo, en Río Turbio, una desangelada y triste población minera. De nuevo en
Chile el mismo paisaje patagónico nos acompañó hasta Puerto Natales, terreno ya
conocido. Vuelta por el pueblo, visita al muelle y a la exposición de artesanos.
Cenamos en “Los Viajeros” “Sopaypilla” con “pebre”, una salsa vinagreta con algo de
picante.
17 de noviembre
Ruta hacia el sur. Era necesario llegar a Punta Arenas con tiempo para
comer algo y acercarnos al muelle donde habíamos de devolver la furgoneta antes
de embarcar.

Nos detuvimos en la pingüinera Otway. Si hubiésemos visto Punta Tombo o


visitado Puerto Deseado, hubiera carecido de sentido esta visita. Igualmente si
hubiese estado abierto el tráfico a la Isla Magdalena, pero éste no se iniciaba
hasta diciembre. El camino es muy incómodo y apenas vimos pingüinos. Pero no
podíamos renunciar al intento. Al menos tuve ocasión de seguir a los corderos
patagónicos que parecían leones y huían despavoridos, fotografiar una “loica” y
varios “colegiales” y observar cómo un ave depredadora tomaba el pelo a una libre
que corría tras ella sin resuello.
Acabé quedándome de nuevo con las ganas de pasear con un poco de
tranquilidad por Punta Arenas, pero sólo tuvimos tiempo de picar algo y correr al
puerto.
No dábamos crédito a que aquel barco pequeño y con aspecto de carguero un
tanto deteriorado fuese el que había de trasladarnos a Puerto Williams. Pero no
había otro, así que descargamos allí nuestro desarrollado equipaje y salimos del
puerto para esperar al muchacho de AVIS. Tardaron un poco, pero al fin
devolvimos la furgoneta y embarcamos casi puntuales.
En los nueve días la furgo había recorrido 2.450 km. Habíamos gastado
entre los dos países 205 € en combustible. El precio del alquiler de la furgoneta
salió muy bien, teniendo en cuenta que íbamos siete. Por nueve días, sin límite de
kilómetros, una franquicia de 670 $CH por daños y 1950 &CH por vuelco, fue de
555.582 $CH. Vino a salir, sin contar gasolina, 13’50 € por persona y unos 17€
contando la gasolina. Si alguien va, puede preguntar por Héctor en el aeropuerto y,
aviso a navegantes, si aparece con una bota de las tres zetas, tiene asegurado el
mejor precio del mercado.
El “Bahía Azul” de la Austral
Broom sale una vez a la semana, los
miércoles, de Punta Arenas en
dirección a Puerto Williams localidad
que depende exclusivamente de este
transporte para su abastecimiento.
Cuenta con dos camarotes dobles y
dieciséis butacas abatibles para
pasajeros. Una vez al mes
transporta materiales peligrosos y navega sin pasajeros.
Para conseguir un pasaje es preciso ponerse en contacto con
(http://www.tabsa.cl/Html/Puerto_Williams.php) la compañía y hacer la reserva.
Confirmada ésta, no será realmente efectiva si no se deposita el precio del pasaje
84.525 $CH en metálico chileno que equivale a 130 €. en las oficinas de la compañía
y con anterioridad de 24 horas a la de zarpar.
El trayecto comprende la navegación hacia el sur por el Estrecho de
Magallanes para virar al este, enfilar el Canal Ballenero que empalma con el de
Beagle y, acariciando los glaciares que desploman desde el norte, dejar en ese
mismo lado Ushuaia y atracar al sur en Puerto Williams. Zarpa a las 17:30 de Punta
Arenas y, aunque llegue con anterioridad desembarca a las 8:00 de la mañana a los
dos días, es decir, aunque la travesía lleve unas 34 ó 36 horas, se permanece
embarcado en torno a las cuarenta horas. Cuentas con un asiento abatible, como los
de los autobuses cama, una estancia bien caliente en medio del frío exterior y
alimentación sin lujos. Los camarotes
para dos personas, sólo dos,
posiblemente sean un poco más caros
y pierden el ambiente del conjunto
que en una travesía de este tipo
suele ser agradable. Un componente
de la tripulación, Patricio en nuestro
caso, se ocupa de atender a los
viajeros. El trayecto puede hacerse
tanto en un sentido como en otro y
parece ser que la parte más bella, los
glaciares que se desploman sobre el
Canal de Beagle, se ven mejor a lo largo del primer día saliendo a las ocho de la
mañana de Puerto Williams en dirección a Punta Arenas.
A las seis de la tarde tomamos nuestros asientos en el Bahía Azul y
zarpamos. Desde el principio y, salvo momentos de frío extremo por fuertes rachas
de viento o violentas chaparradas, permanecimos en el exterior dedicados a
observar cómo el barco navegaba por el Estrecho flanqueado de vacías costas. El
cielo estaba muy oscuro y constantemente, aunque por breve espacio de tiempo,
corríamos a nuestro cálido refugio.
Por la noche teníamos película. La verdad es que el cargo de pasajeros no se
lució con sus elecciones dentro del séptimo arte y nos clavó unas pelis de cine gore
insufribles.

18 de noviembre
El siguiente día amaneció por el estilo. Cada poco se oscurecía, se desataba
un viento alocado, llovía con violencia o asomaba un sol hiriente. Uno de los chistes
que cuentan de estas tierras dice que un autóctono pregunta al foráneo si le gusta
el tiempo que hace. Ante la presunta respuesta negativa de su interlocutor, el
autóctono añade que no se apure, pues en diez minutos, con toda seguridad, habrá
cambiado.
Fuimos observando las costas, los islotes que aparecían a cada lado, la
vegetación y los juegos con la luz que las tormentas, los nublados y los inesperados
rayos sol elaboraban incansablemente.
Empezaron a aparecer los primeros montes elevados a nuestra izquierda y al
atardecer fuimos admirando imponentes glaciares que se deslizaban hacia el Canal..
Fue un regalo todo aquel viaje tranquilo deslizándonos entre fríos islotes
inhóspitos, cumbres aterradoras, luces de colores y juegos de luz. No vimos seres
vivos salvo un pescador solitario y algún petrel que rasgaba el aire al par de
nuestra embarcación y trajo a mi imaginación a Sergio Villar en su velero.
19 de Noviembre
Aunque habíamos llegado a eso de las 4:00 a la altura de nuestro destino,
permanecimos anclados en medio del canal hasta la apertura del puerto. A la
mañana rumbo al puerto observamos las escasas casitas que componen Puerto
Williams enmarcadas entre el luminoso azul del canal y los Dientes de Navarino.

Pedro, un militar retirado que tiene un sencillo hostal, estaba esperándonos


y nos llevó a su casa. El frío era helador. El empeoramiento de tiempo nos
desaconsejó el ascenso al Cerro Bandera. La misma casa de Pedro y las
habitaciones estaban heladas, por más que echaban leña a la estufa. Su percepción
del frío es diferente. Barrían o charlaban con algún vecino el gran rato con la
puerta de par en par, mientras permanecíamos helados en el interior de la
habitación.
Nos limitamos a visitar el pueblo. Es un pueblo pequeño de casitas de colores
pero extremadamente sencillas. La sensación es la de un pueblo muy pobre y en
condiciones muy precarias. Ha surgido entorno a un destacamento de la marina y
cuatro funcionarios.
Visitamos Villa Ukika, un mísero
emplazamiento a quince minutos del
pueblo en el que concentraron los
habitantes que quedaban en la zona
pertenecientes a la etnia de los
yámanas. En la actualidad sólo queda una
anciana de los que trasladaron. Le
saludamos pues estaba en una especie
de balconcito. La señora ha sido
declarada Monumento Personal Vivo de
la Humanidad, o algo así. Más les valía procurarles unas condiciones mínimas.
El tema de los indígenas en estas latitudes, tanto de Argentina como de
Chile, es un tema terrible. La mayoría de los argentinos son de origen europeo y no
muy lejano en el tiempo. Parece ser que la gran parte de Argentina era una zona
muy poco poblada dada su climatología. El extremo sur del Imperio Inca había
llegado al noroeste y no había pasado de Río Negro. De éste hacia el sur, lo que es
la Patagonia, contaba con pocas tribus y no excesiva población. Cuando los
argentinos tomaron conciencia de lo escasamente poblado de su territorio,
promovieron la “Estancia” o concesión de enormes extensiones de tierra a cambio
de que Patagonia se poblase, se criara ganado… Así surgieron amplísimas
propiedades, pero que requerían de la eliminación de los indígenas Tehuelches,
Mapuches y Yamanas que eran los dueños de aquellas tierras. A eso se dedicaron
los blanquitos que se aventuraron en ese lejano sur a eliminar indios. Los más
crueles llegaron a montar a los indios en los icebergs y jugaban a disparar sobre
ellos. Se trató de una brutal salvajada llevada a cabo por los blancos y adquirió
mayor relevancia a partir de la independencia de Argentina. En ella participó el
ejército argentino y, directa o indirectamente, figuras emblemáticas de la historia
de Argentina que cuentan con calles a su nombre en las ciudades y estatuas o
bustos por todo el país.

No sólo en la historia, en la actualidad las escasas comunidades indígenas en


medio de blancos que se consideran más por su origen europeo, lo tienen
complicado. Argentina no es Bolivia o Perú donde una gran parte de la población es
indígena. A ello hay que sumar el problema de la gran cantidad de emigrantes
peruanos y bolivianos que han acudido a las grandes ciudades, a Buenos Aires en
especial, donde son ciudadanos de segunda que ocupan las extremas periferias.
Volviendo a Puerto Williams, nos tuvimos que limitar a pasear por aquel
pueblo de casitas muy humildes, barrido por un viento helador.
Comimos en la misma plaza del pueblo un menú sencillo por 3.500 CH& 5€ en
un lugar de la plaza. Por la cena pagamos 5000 $CH 8€ y nos la preparó Anita, la
señora de Pedro. Procuró esmerarse, con la preparación de la mesa y nos sirvió
centollas y congrio, pero no consiguió que los comensales se chuparan los dedos.
Sólo el que suscribe dio cuenta de su plato.
Por la tarde apalabramos para el día siguiente el paso a Ushuaia. Los puertos
habían estado cerrados por el temporal y no había salido el transporte regular.
Pagamos 95 euros, una pasta gansa, para el transporte a la mañana siguiente.
Hubiese sido más idóneo esperar el transporte normal, pero pretendíamos asegurar
el traslado. Posiblemente nos sentimos atrapados en aquel lado inhóspito del que
parecía podían surgir dificultades para salir y pasar al lado cómodo y turístico, a
Ushuaia.
20 de Noviembre
El trayecto de Puerto Williams a Puerto Navarino es espléndido, pero no
pudimos detenernos. El cruce a Ushuaia, que está enfrente al otro lado del canal,
se realiza en una pequeña zodiak cubierta en la que no caben más de cinco personas
y tarda unos 45 minutos.
Ushuaia es una ciudad con vida. La ciudad tiene su origen en una importante
cárcel para presos peligrosos en torno a la cual fue creciendo. Hubo
posteriormente un intento de convertirla en centro industrial para la zona, pero la
industria acabó huyendo hacia el norte. Hoy cuenta con un fuerte empuje turístico
que, aunque estacional, puede hacer que prospere.
Esta situada mirando al sur en un carasol bajo las montañas sobre el Canal
de Beagle.
Acabo de escribir la palabra
“carasol”. Me doy cuenta que para
nosotros tiene un significado
preciso. Existen aspectos que en
aquellas latitudes varían respecto
a nuestro mundo. Carasol para
nosotros tiene el significado de
orientado al sur por lo que los
rayos de sol le dan de frente,
pero, además, en nuestro caso, de
protegido de los vientos fríos que habitualmente provienen del norte. Un carasol
allí, en cambio, está orientado al sur y al sol, pero está expuesto abiertamente a
los vientos helados que provienen del sur sin barreras montañosas que los suavicen.
Otro descubriendo fue para mí la diferente dirección del agua en un
sumidero. En nuestra tierra el agua gira en el sentido de las agujas del reloj y aquí
al contrario. Otra curiosa hace referencia a la luna. Cuando vemos la luna en forma
de C decimos que está en mengua y que cuando la vemos en forma de D que está
creciendo. En Patagonia es justamente lo contrario. No nos lo creíamos pero así es.
Volviendo a Ushuaia, nada más pasar, fuimos a pedir precios de la
Navegación y avistamientos en el Canal de Beagle, pues el día era espléndido.
Descartados lo barcos más grandes y cómodos, porque, además de ser más caros,
se observa mucho peor, casi todos los demás cobran por el estilo, unos 180 ARS.
Los viajeros aseguran que sin duda quien mejor monta la excursión, por tiempo,
dedicación y buen hacer, es “Tres Marías” y allí nos encaminamos. No tenían
pasajes para esa tarde. Al lado “Patagonia Aventura Explorer”, nos los ofreció para
la misma tarde y con un descuento por ser siete. Los tomamos.
Pasamos primero por Información, que
nos pareció muy eficiente, y fuimos al Hostel
Cruz del Sur.
El Cruz del Sur es un hostel
gestionado como tal, no como otros que
funcionan como hotelillos baratos. La mayor
parte de la gente está en dormitorio corrido
por 60ARS, friega sus cosas y se prepara sus
comidas. Pedir habitaciones cerradas no era lo habitual y lógicamente cobraron 180
ARS la doble. Esto supuso algún mosqueo en gente del grupo.

La navegación por el Canal de Beagle me sorprendió y


me pareció de gran interés. Éste viene dado por cómo te
acercan a las diversas islitas pobladas de cormoranes y de
lobos de mar tirados al sol. La aproximación es tanta, al menos
en nuestro caso, que, no sólo permite ver y sacar fotos a los
animales, sino casi tocar su piel y por supuesto sentir su olor
hediondo que se queda amarrado en la memoria olfativa. En
una islita se realiza también un trayecto corto con
explicaciones de fauna, flora y aspectos de la vida de los
yámanas. Si tienes la suerte de coincidir con un guía
enamorado de todo eso, Lucas en nuestro caso, es un disfrute.
Acabamos el día cenando en el “Martinica”, lugar que nos habían
recomendado y encontramos en el extremo de la Calle San Martín por el lado este,
el de la cárcel. El vacío, no sé de qué corte ni parte se trata, estaba delicioso y a
buen precio, 34 ARS 6’50€.

21 de noviembre
Amaneció nublado e incluso se escaparon algunos copos de nieve. Tomamos
un transporte al Parque de Tierra de Fuego. El transporte al Parque de Tierra de
Fuego sale por 70 ARS y 65 la entrada al Parque.

Se encuentra a pocos kilómetros al oeste de la ciudad. Cuenta con muy


pocos pateos ordenados y parece ser que el resto no es practicable por tu cuenta.

El más recomendado y elegante es sin duda el que va bordeando el Lago


Lapataia. Parte de un puesto de control donde un anciano te planta en el pasaporte
un sello muy elegante. El recorrido es muy bonito y posibilita observar tanto
paisaje como fauna y flora mediante un esfuerzo mínimo. Puedes observar un tipo
de bosque cerrado con troncos llenos de nudos y “pan de indio”, especie de hongos
blandos y anaranjados aferrados a los árboles. Igualmente a lo largo del camino
encuentras variedad de flores sorprendentes así como apacibles parejas de
“Caiquén” que ni se inmutan, rapaces, libres...
Acabado este recorrido, tras un trecho de pista en el que se sufre por la
polvareda que te lanzan los vehículos, se empalma con el que asciende a un mirador
para luego bajar al Puerto de Lapataia. Existe también un sendero que bordea el
Lago Roca que dicen está bien, pero parece ser de menor interés y otro recorrido
que da acceso a un pico próximo a los mil metros de altitud estaba cerrado.
Finalmente es opinión generalizada que no merece la pena el tren al que han
adjudicado el sugestivo titulo de “Tren del fin del mundo”
22 de noviembre
Dedicamos este día a la ciudad de Ushuaia. Como también amaneció
desapacible, nos refugiamos el Museo de La Cárcel, 60 ARS 11€. La cárcel, algunos
de cuyos corredores que se conservan como los dejaron, impresionan; concentró a
los presos más peligrosos de Argentina y constituyo el origen de la localidad. En
torno a la cárcel y sus servicios fue creándose Ushuaia.

En sus instalaciones hay también un museo marítimo y otro referido al Faro


del Fin del Mundo en la Isla de Los Estados, que dio origen a la novela de Julio
Verne. Este faro no tiene nada que ver con el Faro de les Eclaireus que está
próximo a Ushuaia y se publicita como el Faro del fin del mundo, o con el faro del
Cabo de Hornos en el más extremo sur.
El resto del día visitamos el Museo Yámana 20 ARS sencillo, pero
entrañable, paseamos por el puerto y por la ciudad, más bien la Calle San Martín, su
eje principal. Visitamos alguna librería y sobretodo tiendas de deporte.

23 de noviembre
Una vuelta mañanera y al aeropuerto para volar a Buenos Aires.
El pasaje nos había costado 821 ARS, 150 €. Un precio que, comparado con
los que piden por vuelos entre destinos turísticos, es barato pues estamos
hablando de unos 3000 kilómetros. Hay que sumar 23 del taxi y 28 ARS de tasas
de aeropuerto.
El avión sobrevoló la Tierra de Fuego con amplios canales entre montañas y
prosiguió por el borde del océano. Acudió a mi mente un librito de Saint Exupery,
“Vuelo de noche”, o algo así, que relata las extremas dificultades de los vuelos por
aquellas latitudes. Velozmente fuimos deshaciendo el camino hacia el sur que
habíamos hecho paulatinamente mirando paisajes hermosos. Haciendo un repaso de
éstos me di cuenta de que en casi todos los entornos nos ha acompañado el sol y la
luz, algo que no coincide con los relatos de amigos y foreros. Pensé que habíamos
tenido mucha suerte con el sol sin que su presencia nos hubiese librado de soportar
temperaturas bajas y, sobretodo, vendavales heladores. Posiblemente por eso
pensé en ese momento que me resultaba agradable volar hacia el calorcito.
Observé a un muchacho argentino, le había escuchado hablar con la azafata,
situado en un asiento próximo que observaba oblicua y perfectamente. Era alto y
rubio y rondaba la cuarentena. Primero sacó una libreta llena de anotaciones
sucesivas, unas tenían una orla en lápiz y otras fosforescían en amarillo. La estudió
concienzudamente durante un buen rato y sacó de la cartera una pequeña goma
para borrar alguna orla. Luego guardó la libreta. Extrajo entonces de su cartera un
libro de lectura bastante manido. Posiblemente, pensé, comprado en una librería de
viejo, De su título sólo conseguí un palabra, “sueños”. Llamó mi atención su pausada
forma de leer, que releía y la parsimonia con que de vez en cuando con un lápiz
pequeño subrayaba alguna frase. Me pregunto cuántas veces he visto a un tipo que
ronda la cuarentena leyendo de semejante manera en un transporte. Cultura, me
dije.
En Buenos Aires un remís nos llevó de Ezeiza a la Calle Florida, esquina
Corrientes de donde accedimos a nuestro flamante Hostel Suites Florida. Es un
Albergue y con carné de alberguista, que se puede conseguir sobre la marcha, el
coste es bastante asequible (180 la doble con una habitación agradable y un buen
desayuno). Así que nos hicimos alberguistas pues con dos noches amortizábamos el
carné. Lo llevan un montón de chicos jóvenes y funciona perfectamente. A ello hay
que añadir que está perfectamente situado,
muy importante en una ciudad como Buenos
Aires.
Una vuelta a última hora por las
concurridas calles y cenamos en Corrientes
en uno de los pocos lugares que ofertan una
zona de fumadores.

24 de noviembre
Por la mañana llegaron Maite, Eberto
y Mª Elena. Tuvimos que esperar hasta que
les diesen habitación.
Tras los rolletes de rigor, que si lavanderías, sacar dinero y demás,
decidimos tomar el autobús turístico. Éste parte junto a la Plaza de Mayo y da una
amplia vuelta por el Centro. Luego se dirige a Puerto Madero y al Barrio de Boca
para volver a cruzar la ciudad en dirección norte y volver por Recoletas
nuevamente al Centro. Te sitúa y da una idea para luego dedicarte a patear por tu
cuenta lo que más te haya podido atraer. En nuestro caso tardó mucho más de lo
previsto al estar ralentizado el tráfico en la zona de Retiro por una manifestación
de una empresa de comunicaciones.
Algo que llama la atención es la, al menos aparente, tolerancia ante las
manifestaciones, pancartas y pintadas de todo tipo y condición que funcionan en la
capital bonaerense. Desde la Plaza de Mayo al Obelisco pasando por el Congreso y
todas las calles, avenidas o autopistas están llenas de pintadas, pancartas o
manifestaciones. Además de en la afamada Plaza de Mayo, llegamos a ver en
diferentes espacios de la plaza del Congreso tres manifestaciones diferentes al
mismo tiempo. Son frecuentísimos los, si no cortes, estrechamientos de avenidas o
autopistas que ralentizan completamente el trafico generando caravanas
interminables. Uno de estos cortes había de estar a punto de hacernos perder el
avión de vuelta a Iruña. Nunca aparecen expeditivos nacionales, beltzas o guardia
civiles decididos a machacar sin preguntar. No sé qué efectividad tendrán esas
manifestaciones, pero sin duda procuran un espíritu de pelea que aquí se ha
perdido.

A la noche nos dirigimos a la calle Belgramo, al 1144, en busca de “Laurak


bat” que supuestamente era o había sido una Euskal Etxea. Aunque había cambiado
de dueños, mantenía el nombre, no sabemos si la clientela, y seguía existiendo un
frontón donde estaban jugando a pala. La cena era algo más cara pero estaba bien.
Parecía que existía también un tipo de anexo que funcionaba como centro cultural,
pero que a aquella hora estaba cerrado. Nos quedamos sin saber muy bien si
funcionaba y cómo.
25 de noviembre
Utilizando el billete del bus turístico con validez de 24 horas, nos dirigimos
al Barrio de la Boca. Es un barrio pobre al que nadie accede, salvo a un exiguo
entorno pintado para los turistas y lleno cantantes o bailadores de tango, como
reclamo de restaurantes. Me pareció un montaje turístico por más que las casitas
con sus paredes pintadas de vivos colores puedan resultar curiosas.

Ya que estábamos allí nos desplazamos un par de calles para visitar “La
Bombonera”, el Estadio del Boca Juniors que desata desmesuradamente las
pasiones de los argentinos. Todo en amarillo y azul resulta también muy colorista.

A las tres y media acudimos a la Plaza de Mayo pues allí los jueves se reúnen
la Madres. La unión de nuestra memoria a la presencia de estas ancianas hizo
surgir la emoción. Al menos a mí me resultó algo muy emotivo, aunque posiblemente
muchos argentinos, tras tantos años y después de tantos avatares, tendrá más
conocimiento y una visión de la realidad más ajustada.

Llamó nuestra atención una pancarta que rezaba Línea Fundadora. Me


sonaba haber leído a cerca de disensiones entre las madres hace mucho tiempo,
pero no sabía que hubiese dos líneas. Más tarde una pancarta mucho más grande y
más nutrida llevó detrás de sí un buen número de madres y diferentes seguidores.
Tras unas vueltas se dirigieron hacia la Casa Rosada y tras detenerse un par de
madres tomaron el micrófono. No salimos de nuestro estupor cuando ponían bien a
la presidenta de la Nación. Preguntamos a gente a cerca de las diferentes líneas,
pero cada uno nos contaba su película y no nos aclaramos demasiado.

Más tarde supe que la Línea Fundadora era la más auténtica y la que
mantenía una autenticidad mayor y era más consecuente. Su pega era que el
colectivo estaba excesivamente dirigido por la fuerte personalidad de Bofani, una
abuela consecuente pero excesivamente personalista. El otro grupo estaba abierto
a más objetivos y, en torno al de las abuelas, se arrimaban otros objetivos. Este
segundo grupo estaba subvencionado por la Administración, de ahí los apoyos a la
Presidenta que recientemente había quedado viuda de Krisner. No obstante existía
un funcionamiento conjunto en cantidad de actuaciones.

26 de Noviembre
Nos entretuvimos bastante tiempo preparando el viaje a Iguazú y a Salta,
algo que, siendo tantos, nos pareció mejor dejar apañado en la agencia que había en
el mismo hostel. Luego a patear la ciudad. El mayor tiempo se lo llevaron sus
fabulosas librerías. En ellas encuentras, no sólo las novedades en un atril pagado
por la editorial exponiendo los lanzamientos y en las estanterías los libros
aparecidos en los últimos, como mucho, tres meses; sino que aparecen expuestos
todos los libros, sean actuales o de hace diez o veinte años que aquí llevan mucho
tiempo descatalogados. Todos están expuestos a la vista y si alguno no encuentras
el librero te dirá donde está o en qué otra librería lo puedes encontrar.
La afición y valoración generalizada de la lectura es algo que contrasta
seriamente con nuestra realidad y denota, nos guste o no, un mayor desarrollo
cultural que el nuestro. Las librerías son un polo de atracción de gentes de todo
tipo, nivel y condición que recurren al librero en busca de libros que les puedan
gustar o comentan los que han leído con la gente que está en el local o con el mismo
dependiente que le aconsejó. Perdón, no se les puede llamar dependientes, pues no
son como aquí algunos que venden libros como podrían vender calcetines, son
libreros. No se parecen a algunos de nuestros establecimientos donde cualquiera te
puede facilitar el último éxito. Son gente enamorada de los libros a quienes
escuchas y te das cuenta que saben un montón de libros, de las diferentes
ediciones, de quién, si él no puede, te pude facilitar el texto que buscas… El colmo
que observé fue un librero en el mostrador con un cliente, emocionados los dos,
mientras leían pausadamente en voz alta un texto. Los clientes que esperaban, para
preguntar, solicitar o pagar, escuchaban plácidamente. Acude a mi imaginación una
librería que se podía parecer a éstas, la de Fernando Areta, en la calle Calderería
con tertulia incluida.

A la noche decidimos acudir a un espectáculo de tango. Al tango le ha


pasado como al flamenco. Hay gente que lo sigue cantando, viviendo con fuerza en
su intimidad, en su medio, su casa o su trabajo. Pero el acceso que tiene un extraño
a él, al tango en este caso, se limita a espectáculos turísticos carentes de vida. La
mayoría de los espectáculos se concentran en la calle Balcarce en San Telmo.
Nos habían recomendado “El Viejo Almacén” o “La Cumparsita”. Metimos la
pata siguiendo a un tipo que nos entró y nos asomó a un antro repleto de turistas
apretujados en torno a unas mesas que parecían comederos y donde habían de
permanecer en el espectáculo de tango. La Comparsita daba la impresión de ser un
lugar menos espectacular. Acabamos quedándonos en El viejo Almacén. Realmente
era espectáculo más que algo vivido. Era una especie de perfecto montaje a base
tango con bailarines perfectos ante un, apretujado también, público.

Donde más me gustó el tango fue en la calle, donde se encuentra gente que
lo toca o canta con sentimiento.

27 de noviembre
Además de cerrar las reservas para Iguazú con algunos cambios, volvimos a
recorrer Buenos Aires.
Por la tarde habíamos quedado en cenar con Iñaki a su casa. Casi no
llegamos. Un tráfico brutal y un concierto en las cercanías hicieron que los
veinticinco minutos que se tarda en el trayecto se convirtiesen hora y cuarto,
marcada por el taxímetro para nuestra desesperación y regodeo del taxista. Al
final sólo fueron 87 ARS.
La Casa de Iñaki se encuentra cerca de la autopista que rodea la ciudad
marcando la frontera entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires. En el
ralentizado trayecto pudimos descubrir barrios periféricos poblados por bolivianos
que enseñaban su miseria tan contrastada con el Centro.
Iñaki vive en una finca larga y estrecha. Cuenta con ocho metros a lo ancho,
los que dan a la calle, y sesenta de fondo
hacia el interior con jardín, piscina... A la
entrada está la vivienda no muy grande y
con dos alturas. Rebasada ésta, se accede
a un prolongado jardín. En éste se levanta
un txoko cerrado completamente por
ventanas de cristales pequeños con su
fogón. Una cucada. Al fondo continúa el
jardín y una pequeña piscina.
Nos esperaba con su hermana, su
cuñado y otra pareja de amigos. Cenamos, iba a escribir como reyes, diré como
argentinos. Le dimos al gorrín de entrada para seguir con las carnes de rigor,
chorizo, morcilla, bife, vacío, mollejas, que estaban de enamorar, y un sinfín de
postres uno tras otro. Todo sabroso, pero lo más agradable la compañía.
Me pareció gente muy maja. Da gusto encontrarte con gente de nuestra
edad o algo mayores que llevan la vida peleando con situaciones económicas
adversas y que no han perdido ni el humor ni la certeza de por dónde deben ir las
cosas en una sociedad. Es algo que aquí echo de menos, pues parece que nos
avergüenza defender planteamientos morales y mínimamente racionales, como si la
madurez conllevase estar de vuelta de todo y no creer en la justicia y en la ética.
Es muy grato coincidir con gente del país y acceder a sus historias, su
visión, sus esperanzas… algo que, como mero turista, nunca llegas a conocer.
Hubiese estado rajando hasta el amanecer.

28 de noviembre
Dimos una vuelta mañanera por el cementerio de de Recoletas. Todo el
mundo corre a ver la tumba de Evita y se desilusiona. No merece la pena la visita,
en mi opinión. Me entretuve retratando unos rostros femeninos en bronce
envueltos en telarañas. Mirando encontré también una curiosa superposición del
rostro pétreo de El Salvador surgiendo de un mausoleo y la sonrisa de Messi desde
un macroanuncio del exterior.

A la salida admiramos, además de los inmensos magnolios, entre cuyas


externas raíces habían encontrado acomodo algunos mendigos, las enormes
jacarandas presumiendo de flores y alfombrando el suelo en morado y las
elevadísimas acacias que regalan una afable sensación de quietud ajena al ajetreo
de la ciudad que le rodea. Ajetreo que los días festivos desaparece por completo.
Por la tarde ese mismo día tomábamos el autobús a Iguazú 404 ARS 76€. El
hecho de viajar tanta gente, tan diversa y con necesidades tan distintas nos había
aconsejado pillar un paquete completo en una especie de agencia que había en el
mismo Albergue. Tuvimos la posibilidad de elegir autobús o avión en los
desplazamientos, contar con un hostel en Iguazú, los transfers y las visitas al lado
brasilero y argentino de las cataratas. En nuestro caso no funcionó del todo bien.
La primera fue que cuando llegamos al bus e incluso habíamos metido el equipaje,
tuvimos que sacarlo, pues los billetes se habían reservado, pero anulado más tarde.
Nos solucionaron en la misma estación el problema y pudimos coger otro autobús
más tarde.
Como las pelis de los autobuses en vez de ser argentinas, algo que me
encantaría, son las memeces que invaden y, aunque volveremos a Buenos Aires para
tomar el vuelo de regreso, me dedico en mi butaca a pensar qué me han parecido
los bonaerenses.
Tras la primera visita a Buenos Aires escribí algo sobre lo que había llamado
mi atención, las librerías, las aceras estropeadas… Después de unos días aquí puedo
comentar más aspectos.
Si Estambul es la ciudad a la que me mudaría si me reencarnara en gato, si
me reencarno en perro lo haré en Argentina. Es admirable cómo van por las calles
en cuadrillas, seis u ocho, atados a su dueño sin
discutir entre ellos y de lo más amistosos. Fuera
de la capital llegué a ver en Puerto Madryn una
cuadrilla de doce o catorce perros, de todos
tamaños y diferentes razas, paseando juntos por
la playa.
En general los porteños, no sé si la
mayoría de los argentinos también, son personas de carácter suave. Son
silenciosos. Controlan perfectamente su enfado sin perder los papeles, por más que
sus ancestros en buena parte sean mediterráneos. Gritan menos que nosotros y se
cabrean muchísimo menos. Son amables, delicados. Son muy expresivos y
parlanchines. Me encanta cómo elaboran las frases subordinadas con mucho
sentido, algo que sin duda comporta un nivel educativo bueno o un nivel cultural
alto, porque las aclaraciones entrecomas, los dobles sentidos y demás, implican
desarrollo mental.
Al contar con escasos indios, ser descendientes de italianos, españoles o del
resto de Europa en pocas generaciones y no diferenciarse apenas físicamente, no
te sientes distinto y te sientes más cómodo. Si encima encuentras continuamente
apellidos euskaldunes en calles establecimientos… Casi todos los taxistas, con
quienes más hablamos, tenían un abuelo, cuando no padre o madre, de la península.
Uno dijo ser nieto de navarro de un pueblo que no recordaba, se apellidaba
Telletxea. Acordándome de Lorea, le dije si no le sonaba Lesaka. Se puso
contentísimo.
Un aspecto que unifica a los argentinos es la conciencia de estar
irremediablemente administrados por corruptos. Uno decía que tiraba los papeles a
la calle, no porque no valorara la ciudad limpia, sino porque de esa manera sabía que
habían de contratar a un señor que los recogiera y limpiara. En caso de no
necesitar ese señor para recogerlos, estaba convencido de que la plata ahorrada
por la administración había de ir con absoluta seguridad a la cuenta personal de
alguien. De alguna manera veneran Europa porque suponen que la administración en
principio es honesta y que si te cobra unos impuestos revierten en bienestar,
mientras que en su país irremediablemente acaban engrosando las cuentas en el
extranjero del vivo de turno. No se dan cuenta con qué cojones empujan los
dirigentes europeos que admiran, para arrumbar el Estado de Bienestar.
Parece que cuentan con un alto
grado de tolerancia. Tolerancia hacia los
basureros autónomos que vacían las
basuras y reservan en plena calle lo útil
para llevar en una especie de carros
grandes de tela. Tolerancia hacia los
mendigos que se sitúan o tumban por
doquier apoderándose de los más
apacibles espacios públicos. Tolerancia
hacia las numerosísimas y repartidas
manifas. Tolerancia con las pintadas sobre fachadas o establecimientos que hacen
referencia a las mismas multinacionales que nosotros sufrimos y a ellos han
expoliado: YPF, Santander, Telefónica, BBVA…
Tienen una desconfianza radical en los bancos. Posiblemente debiéramos
aprender un poquito de ellos. Están convencidos que es la peor manera de guardar
el dinero.

Son conscientes de estar económicamente peor que Europa, lugar al que


miran, no miran hacia su norte. Pero no por eso se sienten menos. Tienen cierta
seguridad en sí mismos en su capacidad y no se sienten menos que otros. Se saben
capaces y cultos y eso les confiere, en mi opinión, un valor añadido. Les ha tocado
mucho. No sólo “el corralito” que todos hemos conocido muy bien porque afectaba a
la clase media que contaba con altavoces. Les tocó la desaparición de la paridad
cuando, de golpe, a la cantidad que uno tenía le quitaron seis ceros. Sí, seis ceros.
No cambió en la misma proporción el poder adquisitivo, pero fue un desastre. Iñaki
contaba al respecto que en aquel momento él zanjó una hipoteca con el mismo
dinero que le costó una plancha eléctrica.
No sé si por ser más maduros o por estar bregados en muchas vicisitudes
económicas y haber descubierto qué es lo que importa o por andar menos boyantes
económicamente, pero se les puede ver vestidos con ropa usada pero digna, no
pendientes de la última como en nuestra tierra pija, donde vamos de permanente
estreno y dejamos ropa en perfecta condiciones por otra más nueva o más de
moda. Observando, y siempre en general, parecen estar de vuelta de la pijotería o
menos atontolinados por el voraz e irracional consumismo que impera entre
nosotros.
Las mujeres me parecieron resueltas, desenfadadas, naturales, poco pijas,
además de espabiladas, cultas y muy comunicativas. Da la impresión, desde fuera,
de estar alejadas, tanto de los papeles ñoñería, como del pijoterío supuestamente
progre de mucha gente joven. Tiene que ser fácil enrollarse con una argentina.
Todo esto son meras impresiones de una mirada tan fugaz que muy bien puede no
pasar de ser una paja mental de quien escribe, pues cada uno elige las gafas de
mirar y además sólo mira un muy exiguo trocito de la realidad

29 de noviembre
La pérdida del viaje a primera hora de la tarde y partir oscureciendo supuso
que perdiéramos el atardecer en lo que denominan su Mesopotamia. En cambio,
pudimos contemplar por la mañana un paisaje progresivamente más exuberante y
selvático que alterna con plantaciones de árboles de todo tipo, eucalipto, pino,
ombú y mil variedades que desconozco. Las casitas evocan a Cuba y las pistas de
tierra rojiza a África. Recuerdo cómo tumbado en el asiento pensé que, aunque
estaba encantado con la naturaleza, echaba en falta gentes más diversas, formas
de vida diferentes y costumbres distintas. Mi imaginación se fugó a Asia y África
para sobrevolar ChandiChook en Delhi, la plaza de Isphahan, Durbar Square en
Katmandú, el Bazar de Alleppo, el puente de Howra en Calcuta, el Mercado de
Djené y el de pescado de Mopti, las callejas en barro de Yazd, la Jemaha de
Marrakeh y una piragua rumbo a Tombuctú...
No problem, esperan concluí.
En esta zona, con tiempo y ganas, no
estaría mal venir en el “Gran Capitán”, un
tren que llega hasta Posadas y traquetea con
parsimonia absoluta. En todo caso este
autobús, tumbado, comida sin lujo, un baño
que, en general, limpian y funciona… está bien
y el precio está bien.
A media mañana nos presentamos en
Iguazú donde nos esperaba el resto de los
compas que habían llegado en avión.
El hotel cogido en el paquete famoso en la agencia costó más de lo habitual
180 ARS. El paquete de la Agencia que incluía el bus al Parque lado Brasilero, el bus
al Parque lado Argentino y los dos transfer.
Esa misma tarde teníamos la visita al lado brasilero de Iguazú. El autobús
nos condujo a Brasil y tras pasar la frontera nos presentamos en el parque. Éste
está cerrado a vehículos particulares externos, salvo que se dirijan a un hotel que
está dentro del parque. Tanto brasileros como argentinos tienen su vergonzoso
hotel en el interior. Tras pagar de entrada 37 reales, un autobús del parque lo
recorre y va dejando en las paradas posibles.

El día no era luminoso, más bien, gris oscuro. El cielo completamente


encapotado nos privó de la mayor espectacularidad del lado brasilero, los arco iris
que surgen con el polvo de agua que asciende. Tampoco parece ser que el caudal de
agua era muy alto, pues esperaban lluvias y supuestamente habían cerrado algo las
presas que controlan el caudal.
El paseo viene cerrado. Te llevan en un autobús a un punto te sueltan con un
letrero del guía que va contigo. Es preciso seguir el itinerario establecido y al
ritmo y en el tiempo establecido que está calculado para salir antes de que cierren
el txiringuito. Mis tripas no lo llevan bien, pero sabía que iba a ser así.
En cuanto al espectáculo, es bonito ver cómo surgen las caídas de agua del
lado argentino que está enfrente. La parte más espectacular está al final donde
una pasarela se acerca a la base de la cascada de la Garganta del Diablo. Realmente
impresionante.
Eché en falta tiempo y poder dirigirme a donde quisiera. Es posiblemente
uno de los lugares que volveré a visitar y, sin duda lo haré por mi cuenta. Acudiendo
al punto de la mañana, da tiempo para hacer este trayecto a la hora de comer que
está vació y el resto pasear por el parque pues hay algunos pateos abiertos y
tienen una pinta maravillosa.

De vuelta en Iguazú, no hay mucho que hacer pues es un lugar pequeño


montado exclusivamente en base al turismo. Fuimos al encuentro de las tres
fronteras, Uruguay, Brasil y Argentina. Un lugar curioso.

30 de Noviembre
El último día del mes íbamos a disfrutar el
lado Argentino de las Cataratas de Iguazú. En mi
opinión, sin la mínima duda, merece la pena dejar
el lado argentino para el final.
De par de mañana en autobús nos llevaron,
cual corderos, “Beeee, beeee, beeee,” recogiendo gente de los hoteles a la puerta
de acceso al parque. Se paga la entrada, 85ARS 16€ y ya te tienen organizado el
recorrido. A todo el mundo lo llevan agrupado con su guía y posiblemente organicen
los trayectos en uno u otro sentido de manera que no se acumule personal.
Primero nos llevaron a un tren que conduce a una pasarela prolongada que
acaba en la parte superior de la Garganta del Diablo. Es posiblemente lo más
espectacular del recorrido. Realmente impresionante. Luego hay varios circuitos en
los que vas acompañado del guía al ritmo que él va marcando que para la mayoría de
personal es adecuado.
La más impresionante cascada de estos circuitos es la de San Martín. Otro
lugar en el que se alucina.
Finalmente, hay dos navegaciones opcionales entre las cascadas. Se puede
tomar un barco que parte de la zona inferior te acerca a las cascadas y devuelve al
mismo lugar. El precio es de 190 ARS 36 €. Por 290 ARS 55€ ofrecen, con el
pomposo nombre de “Gran Aventura”, la navegación en una zodiak semirrígida.
Introduces tus objetos, incluida la ropa, la cámara, las gafas…, en un bolsa que te
facilitan, te quedas en traje de baño y una camiseta, te colocan los chalecos
salvavidas y se lanzan contra la base de las cascadas de manera que cae un
autentico río sobre tu cabeza cortándote la respiración. Supone tal chute de
adrenalina que todo el mundo disfruta hasta la saciedad. Para justificar el nombre,
y la pasta, de la Gran Aventura, bajan por unos rápidos y atracan en un lugar aguas
abajo. Desde allí se vuelve en un cuatro por cuatro de esos gigantescos. En el corto
trayecto un forestal pretende presuntamente mostrar el parque, su flora y fauna.
El estruendo que produce semejante troncomovil motorizado, hace imposible oír al
guarda y consigue también que los animalitos huyan alocados antes de que aparezca.
La visita duró de ocho de la mañana a dos de la tarde y salimos muy
satisfechos. Lo que no anula, sino confirma, mi pretensión. Si un día vuelvo tiraré
de transporte público o taxi y dedicaré un día completo, de ocho de la mañana a
siete de la tarde, por mi cuenta tanto a un lado como al otro. Merece la pena
disfrutarlo pausadamente una vez que estás allí.
Esa misma tarde, mientras el resto permanecía en Iguazú para tomar el
avión al siguiente día, Amparo y yo tomamos el autobús a Buenos Aires, donde al
siguiente día habían de quietarle el yeso. En esta ocasión los hados tampoco serían
propicios con el “paquete turístico”. Estuvimos esperando al transfer hora y media
y acabamos cogiendo un taxi por nuestra cuenta. Instalados cómodamente en el
autobús, 389 ARS 73€, a los doscientos kilómetros, se estropeó el vehículo. Nos
detuvimos y tuvimos que esperar otro autobús que lo sustituyese y que acabó
siendo menos cómodo.

1 de diciembre
Si habíamos perdido ya más de una hora a la noche, a la mañana también
tuvimos problemas. Un accidente de un camión que había arrollado dos policías
había provocado el cierre de la autopista de acceso a la ciudad. Además de
prolongadas esperas e interminables atascos, cada vehículo intentaba huir de la
encerrona como podía y no fuimos los más afortunados. En vez de llegar a las once
de la mañana serían más de las tres de la tarde cuando llegamos a Retiro.
Un bocadito en la estación y un remís al Hospital San Juan de Dios. Nada
más llegar nos recibió el fraile con el que habíamos conectado a través de Mari
Cruz. Era el que mandaba allí y andaba muy ocupado, por lo que otro fraile nos
acompañó a la zona hospitalaria.
El Traumatólogo que tenía que quitarle el yeso, no nos hizo demasiado caso.
Le dijimos cuales eran las indicaciones del Traumatólogo de Pamplona, pero no se
dignó leer el informe y nos mandó de entrada a hacer una radiografía, haciendo
hincapié en que allí mantenían los yesos con las agujas más tiempo.
Vimos feo el panorama. Ya nos había advertido nuestro amigo traumatólogo
de Iruña que era complicado, que a un médico no le gusta que otro le diga qué
hacer, que los médicos son muy suyos… Dijo “suyos”, no dijo estúpidos creídos. De
vuelta a la consulta con la radiografía, siguió manteniendo la conveniencia de
prolongar una semana más el yeso. En aquel momento mandó a la enfermera que
abriese una ventanita en yeso para ver el estado de las agujas, pues ellos dejaban
siempre una ventanita al aire. Afortunadamente en aquel momento leyó el informe.
Se lo pensó mejor. Dijo que iba a seguir las indicaciones que había puesto el
trauma, bajo nuestra responsabilidad y con la condición de que nada más volver a
casa corriese al traumatólogo.
De pie con el brazo sobre un mostrador de mármol la rotunda enfermera,
auxiliar o lo que fuese, agarró la rotaflex e inició la tarea. Amparo a punto de
marearse. Le coloqué una silla para que estuviese, al menos, sentada. El yeso cedió
y fue apartado del brazo de Amparo que observó atenta su brazo. Las agujas eran
otra historia y la fortachona salió en busca, supongo que de los de mantenimiento,
pues volvió con unos alicates idénticos a los de mi caja de herramientas. Salieron
las agujas. Finalmente, sin demasiados cuidados higiénicos de las heridas y del
brazo, dieron por buena la actuación. Nos largamos muy satisfechos de que al final
habíamos conseguido lo que, según el traumatólogo, era fundamental, quitar el yeso
en esa fecha, ni antes pues sería escaso el tiempo, ni después pues sería
problemática la rehabilitación.
El hospital no estaba mal, aunque en las condiciones había diferencia con
nuestra realidad. Eso que funcionaba mediante seguros privados que no eran tan
baratos. Cumplido el objetivo, despedimos a los frailes y ellos mismos nos pusieron
un remís al aeropuerto de Ezeiza desde donde esa misma noche despegamos hacia
Salta.
El despegue sobre un Buenos Aires iluminado fue sorprendente. Un par de
horas nos costó llegar. Una vez en Salta, el taxista nos hizo una redonda exposición
sobre la ciudad y su entorno camino del hostal.
El hostel que habíamos reservado con antelación, era infame. Nuestros
compañeros ya habían hecho la reserva en La Linda, para la vuelta a Salta, puesto
que al día siguiente íbamos que recoger dos vehículos de
alquiler, ya reservados, y encaminarnos a los Valles
Calchaquíes.

2 de diciembre
Nuestra mala organización con el vil billete nos
hizo perder demasiado tiempo y era casi mediodía
cuando abandonábamos la ciudad.
Salta es otro mundo. Es otro paisaje, otra
temperatura, otro ambiente, otros cultivos, otras gentes… otra Argentina.
Tomamos dirección sur para girar al oeste hacia Cachi. Pronto nos vimos en
unos desfiladeros rojizos con rocas verdes, salpicados de cactus, “carapari”. La
Cuesta del Cura nos llevó a un alto a partir del cual se extendía el Valle de los
Cardones que atravesamos sin detenernos.
Lo hicimos en Cachi, aunque un tanto preocupados por las muchas horas de
ripio que teníamos por delante. Comimos en un cubierto bajo un sol que empujaba
hacia los anaqueles remotos de la memoria el helador viento patagónico.
Puestos en ruta nuevamente, emprendimos el camino hacia Cafayate por un
ripio que nos resultaría muy pesado. No tuvimos tiempo de detenernos. Salvo algún
momento para hacer un par de fotos, no paramos, pues no queríamos correr el
riesgo de una avería nocturna en aquellos ripios desangelados por los que nadie
transitaba.
El último atardecer en el entorno de Angastako nos regaló unas imágenes de
ocres y rojas de cuento. Suspiramos aliviados cuando el asfalto se metió bajo
nosotros anunciando la proximidad de Cafayate. Una vez allí buscamos, el Mirador
del Sol.

3 de Diciembre
Desayunamos con tranquilidad y
nos dedicamos a pasear por la población.
Visitamos una bodega que mostraba el
proceso de elaboración de los famosos
vinos de la región. Probamos el
Torrontés un blanco que está muy bien.
Sentados a comer en la plaza,
degusté la mejor “humita”, una mezcla
de choclo (maíz) con verduras cocinadas
y servidas en un paquete atado y
confeccionado con el envoltorio de la mazorca o “chala”. Me quedé con ganas de
probar el “tamale”, paquete envuelto similar pero redondo y de menor tamaño que
contiene una mezcla de “choclo” con “charqui”, carne secada, como la cecina.

Por la tarde, tras alguna corta detención para admirar las formaciones
rojizas de la Quebrada de las Conchas, retornamos a Salta y nos instalamos el “La
Linda” 120 ARS 22€ la doble con desayuno.
Mi cuñado volvía obsesionado con rememorar esa noche su música preferida
en su muy lejana juventud y acabamos cenando en “La vieja Estación”, una de las
peñas donde montan un espectáculo de música que combina grupos de baile con
música del tipo de los Chalchaleros y solistas al estilo de Cafrune. No me pareció
muy auténtico, demasiado turístico, pero es lo
que hay.

4 de Diciembre
Salimos hacia San Antonio de los
Cobres. Nuestra idea era conocer el Altiplano,
descender a Purmamarca, dormir y al siguiente
día visitar la Quebrada de Humahuaca.

Tomamos también dirección sur para girar al noroeste en esta ocasión.


Atravesando unos pequeños pueblos llegamos a perder el asfalto y entrar en el
ámbito del tren de las nubes. Atravesamos parajes de colores cálidos y
sorprendentes para ir ganando altura. Nuevamente en asfalto rebasamos un puerto
que superaba los 4000 metros.
Acabamos llegando a San Antonio de los Cobres en la ruta de Antofagasta,
un pueblo perdido en la altura polvorienta que cuenta con una mina, supuestamente
de cobre, de la que viven.

Uno de los pretendidos atractivos del lugar es el acueducto metálico que


soporta el Tren de la Nubes. Chavalitos acompañan y explican su entorno. Nuestro
acompañante, Iván, que había participado en un programa televisivo, será con
seguridad un buen guía turístico. No obstante, dado el tiempo que comporta
desplazarse y lo mal que está el ripio del trayecto, resulta una estupidez ir para
ver cuatro hierros que no dicen demasiado.
Comimos en un comedor sencillo de San Antonio sopa y unas milanesas,
34ARS 6’50€. A partir de aquí el paisaje sería altiplano puro y duro. Condujimos
horas por un ripio que parecía nos iba a despedazar los bajos del vehículo.
Saludamos a algunas llamas. Una pareja de nativos nos pararon a ver si podían
extraer gasolina de nuestro vehículo para el suyo que había quedado seco. Lo
intentaron, pero no lo consiguieron. Posiblemente su vehículo no anduviese y era su
forma de vida. Es una aproximación a un paisaje que, si no se conoce, merece la
pena, pero se nos hizo eterno.
Por fin pisamos al asfalto. Giramos un par de kilómetros a la izquierda para
visitar Salinas Grandes. Las tonalidades eran espectaculares, pero estábamos
demasiado cansados para disfrutar, habíamos dormido poco y el viaje había sido
buena paliza.

No contábamos con demasiado tiempo y pusimos rumbo a Purmamarca. La luz


en los primeros altos era fabulosa, pero antes de iniciar el pronunciado descenso
de la Cuesta de Lipan, nos envolvió la niebla y nos perdimos el espectacular puerto.
El pueblo de Purmamarca nos
pareció acogedor. Tenía algo diferente.
Es un lugar con mucho encanto que
hubiese estado bien disfrutarlo can
mayor tranquilidad. Nos alojamos en el
“El Viejo Algarrobo”, 170 ARS 32€ la
doble. De noche salimos al tiempo que
una procesión partía de la Iglesia.
Estábamos demasiado cansados para
seguirla y nos quedamos a cenar en la
plaza. La Posta de Purmamarca nos trató bien. Probamos llama.

5 de diciembre
El astro se negó a lucir robándonos el
disfrute del Cerro de los Siete Colores que
preside Purmamarca. Dimos una pequeña vuelta
de veinte minutos en coche que parte por una
pista del suroeste, desde un poco más abajo de la
parte de atrás de la Iglesia, y da la vuelta para
aparecer en la parte noroeste de la localidad. Un
regalo visual. Acompañados de buena luz y a pie
tiene que suponer una hora de alucine.
Con escasa luminosidad y un cielo encapotado nos encaminamos a Huamhuaca
directamente con intención de detenernos a la vuelta, según el tiempo que
tuviésemos, en Tilcara o alguna otra localidad.

Humahuaca es un pueblo sorprendente con calles auténticas. Era domingo y


contaban con un mercado autóctono al aire libre presidido por la “Huipala”, bandera
indígena de muchos cuadros de colores que simboliza la unión indígena por encima
de los países. A las doce montan una historia con un reloj del que sale un personaje
y para esa hora acuden puntualmente los paquetes de turistas en manada e invaden
el pueblo. No lo vimos.
Nos detuvimos en Tilcara limitándonos a pasear por su plaza. Como
curiosidad, unos indígenas nos presentaron sus artículos de artesanía realizados en
cooperativa y nos facilitaron su propaganda en euskera. Supuso para nosotros una
sorpresa positiva que se diluyó al comprobar que los mismos artículos en el
tenderete contiguo valían la mitad. ¡Qué tiernos somos!
El retorno lo hicimos dejando a un lado Jujuy y por autopista y no por
carretera que dicen es espectacular, pues todo seguía oscuro y las chaparradas
eran continuas.
La autopista nos regaló su sorpresa al llegar a Salta. Rebasamos sin querer
un indicador que señalaba el centro de la ciudad. El siguiente indicador anunciaba
fin de la autopista. No esperábamos fin de la autopista supusiese desaparecer el
asfalto e ir a caer al vacío en un desnivel inclinado de más de cincuenta
centímetros para seguir en picado dando tumbos entre socavones que estuvieron a
punto de acabar con los vehículos. Los devolvimos con agrado, pues, además de
hacernos un magnífico papel, nos habían hecho sufrir.
En la zona de Salta hicimos 1237 Km. Pagamos por dos coches, durante
cuatro días con un tope 1.600 Km., 2080 ARS 392€. A ello habría que añadir la
gasolina que fueron 851 ARS 160€. Total 2931 ARS 552€. 13 €/pax/día.
Eberto nos llevó a cenar al Álvarez donde, además de contar con un cordero
sabroso, cuentan con un camarero, de los auténticos, de los que ya no quedan.
Tengo la sensación de que en Argentina existen bastantes profesionales que
mantienen ese orgullo ligado al bien hacer en su profesión. Se sienten orgullosos de
ésta, al margen del dinero que pueda aportar esa misma profesión. En nuestro
escasísimo contacto con los argentinos, encontramos taxistas, libreros,
dependientes, camareros… orgullosos, en el mejor sentido, de su eficiencia
profesional. Es algo que en nuestra sociedad ha ido a la baja, como si la
profesionalidad, o la eficiencia profesional, no contara tanto y lo que se valorara de
una profesión fuese exclusivamente le dinero que posibilita ganar.

6 de Diciembre
La mañana se fue en despedidas a Maite y familia que habían de volar hacia
el Imperio.
Nos mudamos a otro alojamiento. La Residencia Elena, 150 ARS 28€ la
doble, es un antiguo caserón muy céntrico de altas habitaciones y patios internos
que regentan dos hermanas mayores nacidas en Salamanca. El sitio es muy
agradable. El desayuno es más flojo pues te envían a un txiringuito de enfrente no
muy surtido.
Nos dedicamos a visitar la ciudad. Comimos
en Doña Salta un lugar de renombre y agradable.
Pedí “mondongo” y me sirvieron unos callos que,
encarados a unos que hubiese elaborado el que
escribe se hubiesen muerto de vergüenza. Las
empanadas de queso, a recomendar.
Por la tarde tomamos un teleférico, 25 ARS
5€, de cabina hasta un alto para contemplar la
ciudad extensa y cuadriculada.
Con la excusa de comprar patxuli, entramos a una tienda de santería en la
que alucinamos. Era un local amplio lleno de clientes, indios en su mayoría y de
aspecto muy sencillo. Observamos con curiosidad los artículos que solicitaban. Me
impresionó una señora de unos 40 años que solicitó algo para recuperar a su
difunto. No conseguí saber si se refería a la resurrección de la carne o a
establecer contacto con él. La dependienta le puso en el mostrador una vela gruesa
de color azul intenso con un papel fotocopiado dobladito. Le dijo que había de
mantener el velón encendido día y noche hasta su consumición encima del papel en
el que previamente debía escribir el nombre de su difunto y la fecha del óbito. La
señora pagó religiosamente, sin levantar la vista salió de la tienda y se perdió entre
la muchedumbre.

Me encandiló el mercado, tengo cierta debilidad por éstos. Era un mercado


inmenso, lleno de gente, con infinidad de alimentos y artículos de todo tipo.
Además, con muy buenas posibilidades de papear.
En vez de hacerlo allí, cenamos en otro clásico restaurante, “La Leñita”, que,
como todos los lugares afamados, acabó no siendo para tanto. Opté también por la
tripicallería, “Achuras” llaman ellos, y cené “chinchulines” que no había conseguido
encontrar hasta el momento. Se trata de los intestinos delgados, los que se
trenzan o enrollan en las patas cuando se preparan menudos en Navarra. Los sirven
asados, muy sabrosos.
7 de Diciembre
Último día en Salta. Los que teníamos que tomar el autobús a Buenos Aires
no contábamos con demasiado tiempo.
En Salta y su entorno había notado una diferencia con el resto de
Argentina. Sentado en el autobús a punto de arrancar observé la mirada de una
india, una mirada que intuí altiva, indiferente, distante. No sé si indiferente, pero
en todo caso distante, muy distante, como pretendiendo acentuar que somos de
otro mundo y que no tenemos nada que ver. Posiblemente esa era la diferencia con
el resto de Argentina que había sentido. En otros lugares apenas había visto indios
que aquí son la inmensa mayoría de la población.
No supe si la sensación radicaba en mí y provenía de mis prejuicios, de esa
atávica culpa de los desaguisados de mis supuestos ancestros o si realmente los
indios de estas latitudes en base a soportar una de los vergonzosos genocidios de
la historia mantienen efectivamente una mirada de desconfianza o de voluntario
distanciamiento. Es la mirada inicial del “Hatuek” de la película “También la lluvia”
de Itziar Bollain. Es diferente, al menos desde mi percepción, de la mirada de un
hindú o la abierta sonrisa de los africanos, por más que la diferencia económica sea
igual o mayor y la esclavitud sea otro genocidio, con mayúsculas, del que también
cabe la vergüenza atávica de nuestros ancestros españoles y vasquitos. Es posible
que todo esto no pase de ser una más de mis pajas mentales.
El autobús, 494 ARS 93€, se dirigió hacia Tucumán y nos mostró
extensiones amplísimas de terreno más o menso cultivadas.

Día 8
A la mañana estábamos nuevamente en el Florida Inn, un lugar donde nos
movíamos con soltura.
Nos dedicamos nuevamente a librerías y tiendas. Nos reunimos en la calle
Lavalle con unos amigos de Iruña que iban a comer con la tía de otros amigos
comunes. Eligieron “Los Inmortales” y nos tomamos una Quilmes con ellos. Hace ilu
encontrar amigos allí.
Nosotros, reunido el grupo, volvimos con cierto regusto por las calles de la
Ciudad que íbamos a abandonar. Visitamos el “Subte”, el metro de Buenos Aires que
no resulta demasiado útil, para nosotros, al ser radial y no contar con
combinaciones entre líneas.
Cenamos con Iñaki y su amigo en “La Estancia”. Estuvimos muy a gusto con
ellos. A la salida los forofos de “Los Independientes” que acababan de ganar la
Copa América, festejaban el triunfo junto al Obelisco.

Día 9 de Diciembre
Por la mañana, liados con el cheek out, el cierre de maletas, mucho más
abultadas que a la ida, la forma de guardar los bultos hasta la noche…, justamente
alguna última compra, comer en el restaurante de la esquina de Bolivar con Lavalle,
un buen descubrimiento, y poco más.
Como era jueves dimos una última vuelta por la Plaza de Mayo para ver a las
abuelas. Preparaban un festival para el siguiente día.

Dado que eran días que podía haber rollos con los pasajes, pensamos acudir
ir al aeropuerto con tiempo, aunque acabamos saliendo con menos del que nos
hubiese convenido. El incidente se produjo. Manifestantes tenían cortada la
autopista del sur que lleva al aeropuerto. Cuando tras una hora de retraso llegamos
al punto álgido, sólo estaba expeditivo un carril.
Íbamos los siete en tres taxis, con semejantes bultos era imposible en dos.
El nuestro llegó el primero, otro llego al poco tiempo y el tercero en el que viajaban
las tres chicas, no llegaba. Había pasado un buen rato, el mostrador estaba ya vacío
y decidimos solicitar las tarjetas de embarque, avisando que venían tres más. Al
cabo de mucho rato, llegaron las tres desencajadas y una de ellas herida tras
caerse en la carrera. No tenían clara la terminal y el taxi les había conducido a
otra de la que venían atropelladas por la hora.
Al final todo se solucionó, aunque nos dieron los peores asientos. El avión
nos esperaba. Nosotros esperábamos contemplar la ciudad iluminada desde la
altura, pero la espera en el interior del avión se prolongó desmesuradamente.
Según dijo el capitán, Uruguay no daba permisos de vuelo en su espacio aéreo o
algo así. Despegamos con casi dos horas de retraso y, a causa de las turbulencias,
tardaron otra hora en repartir la cena. Entre estos cambios, dormir poco y las
diferencias en el horario, llegamos a Madrid un tanto espesos.
La espesura no nos impidió coger, ¡sí señor, coger!, el vuelo de retorno a
Iruña. En la terminal, recién estrenada, de Iruña esperaban nuestros Afectos.

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