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DERECHOPRIVADOI Lectura3 PDF
DERECHOPRIVADOI Lectura3 PDF
El objeto de la
relación jurídica
privada y los
hechos jurídicos
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7. El objeto de la relación
jurídica privada
7.1 El objeto
7.1.1 El objeto de la relación jurídica
Puesto que las relaciones jurídicas y los derechos subjetivos que ellas contienen
son de diferente naturaleza, el objeto variará según la clase de relación y de
derecho subjetivo de que se trate.
Así, en las relaciones que tienen por contenido los derechos personalísimos o
los derechos humanos, el objeto está dado por las diversas manifestaciones o
proyecciones que integran la personalidad de la persona física, como su honor,
libertad, integridad física o espiritual; en las que tienen por contenido los
derechos subjetivos potestativos, el objeto está dado por el conjunto de
deberes y prerrogativas de los padres para la educación y pleno desarrollo de la
personalidad de sus hijos. En las que tienen por contenido los derechos reales,
el objeto es la cosa, objeto material susceptible de valor, sobre las que se
ejercen las facultades o prerrogativas del titular.
Por otro lado, en las relaciones jurídicas que recaen sobre derechos personales
o de crédito, el objeto se proyecta sobre la conducta del deudor, denominada
prestación y por último, en los derechos intelectuales el objeto es la obra
científica, literaria o artística, la expresión de ideas, procedimientos, es decir, el
producto del intelecto humano.
En una palabra, objeto de las relaciones jurídicas puede ser: cosas, hechos u
objetos inmateriales. (Tagle, 2002).
Se explica allí que, para este fin, no es determinante si son materiales (cosas) o
inmateriales, porque lo que interesa es que tengan valor, y este elemento es
económico y no afectivo. Así, la noción de bien está estrechamente vinculada al
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enfoque económico y, por lo tanto, no podría aplicarse a los bienes
ambientales, o al cuerpo, o partes del cadáver.
En relación a las cosas, se las define como los objetos materiales susceptibles
de tener un valor. Desde el punto de vista físico, cosa es todo lo que existe; no
sólo los objetos que pueden ser propiedad del hombre, sino también todo lo
que en la naturaleza escapa a esta apropiación exclusiva: el mar, el aire, el sol,
etc. Desde el punto de vista jurídico, esta noción se ha circunscripto para no
abarcar toda la materialidad ni la utilidad, y por ello “debemos limitar la
extensión de esta palabra a todo lo que tiene un valor entre los bienes de los
particulares”1.
El artículo 16 del código único prevé que los derechos individuales pueden
recaer sobre bienes susceptibles de valor económico. Los bienes materiales se
llaman cosas y las disposiciones referentes a las cosas son aplicables a la energía
y a las fuerzas naturales susceptibles de ser puestas al servicio del hombre.
1 Nota al artículo 2311 del Código Civil Argentino derogado por ley 26994.
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establece la ley. Así, las cosas inmuebles se adquieren por la posesión continua
de diez años cuando ésta es con justo título y buena fe (art. 1898 CCCN) o bien,
veinte años sin necesidad de título y buena fe por parte del poseedor (art. 1899
CCCN). Ahora bien, el dominio sobre cosa mueble se adquiere por la simple
posesión de buena fe, salvo que se trate de cosas muebles hurtadas o perdidas,
en cuyo caso el dominio se adquiere por la posesión continua y de buena fe de
dos años (art. 1898). Si no hay justo título y buena fe y se trata de una cosa
mueble registrable, se adquiere si se posee durante diez años (art. 1899).
c) Asimismo, esta clasificación influye en los derechos reales. Así por ejemplo, el
derecho real de propiedad horizontal sólo puede recaer sobre inmuebles (art.
2037), tal como el derecho de superficie (art. 2114) y el de hipoteca (art. 2205).
En tanto, el derecho real de prensa sólo puede recaer sobre cosas muebles no
registrables o créditos instrumentados (art. 2219).
Mientras que el contrato de mutuo, por ejemplo, sólo puede recaer sobre cosas
fungibles, pues el mutuario, al término del contrato, no estará obligado a
devolver lo mismo que recibió sino igual cantidad de cosas de la misma calidad
y especie (art. 1525).
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La clasificación entre cosas divisibles y no divisibles tiene importancia
pues, al dividirse un condominio o la partición de una herencia, sólo las
cosas divisibles pueden ser objeto de partición en especie.
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permanente a todas estas construcciones, como las estufas de una casa, las
ventanas de un edificio, las barandas, etc. son también inmuebles por accesión,
mientras permanezcan en esa condición (Rivera y Medina, 2014).
Ahora bien, no se consideran inmuebles por accesión las cosas que se adhieren
transitoriamente al suelo (una carpa), ni las afectadas a la explotación del
inmueble o a la actividad del propietario, como ser las semillas puestas
intencionalmente por el dueño del inmueble, o los utensilios o máquinas de
labranza, los animales puestos para el cultivo, entre otros.
Art. 227: “Cosas muebles. Son cosas muebles las que pueden
desplazarse por sí mismas o por una fuerza externa”. 5
Cosas divisibles. Son cosas divisibles las que pueden ser divididas
en porciones reales sin ser destruidas, cada de las cuales forma
un todo homogéneo y análogo tanto a las otras partes como a la
cosa misma.
Las cosas no pueden ser divididas si su fraccionamiento convierte
en antieconómico su uso y aprovechamiento. En materia de
inmuebles, la reglamentación del fraccionamiento parcelario
corresponde a las autoridades locales.6
Así las cosas, para que una cosa sea divisible deben darse los siguientes
presupuestos:
Que la cosa pueda dividirse de hecho.
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Que sean análogas a las demás partes y a toda la cosa.
Ahora bien, las cosas no podrán ser divididas, aunque se den todos los
requisitos desarrollados anteriormente, si su división convierte en
antieconómico su uso. Esto puede ocurrir con una colección de monedas, por
ejemplo, o con la división de la tierra en parcelas que impidan su adecuado
aprovechamiento (en tal caso, ello dependerá de las características del suelo,
pues puede influir, para determinar si es divisible o no, cuán fértil sea la tierra o
la extensión del terreno o el clima).
Es por ello que, en materia de inmuebles, la reglamentación del
fraccionamiento parcelario les corresponde a las autoridades locales, pues es
un problema de política económica agraria.
El artículo 229 dispone: “Cosas principales. Son cosas principales las que
pueden existir por sí mismas”7. Por su parte el art. 230 prevé:
Así, son cosas principales las que tienen una existencia propia e independiente
de cualquier otra (por ejemplo un auto); y accesorias las que jurídicamente
carecen de existencia propia por depender de otras, por ello siguen la suerte de
la principal.
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La calidad de accesorias de las cosas puede manifestarse:
a) Por la accesión física: es el caso de las cosas que natural o artificialmente están
adheridas al suelo del que son accesorias, por ejemplo un edificio.
b) Por la dependencia: es el caso de las cosas muebles adheridas a otras cosas
muebles con el fin de uso, adorno, complemento o conservación. Así, en los
anteojos, las lentes son lo principal y el marco lo accesorio. La calidad de
accesorio se determina por la función o el fin para el que se ha unido, y sólo
cuando no pueda distinguirse la cosa principal de la accesoria se tendrá por
principal la de mayor valor, y si son iguales, no habrá cosa principal o accesoria.
Art. 232: “Cosas fungibles. Son cosas fungibles aquellas en que todo individuo
de la especie equivale a otro individuo de la misma especie, y pueden
sustituirse por otras de la misma calidad y en igual cantidad”. 10
De la definición legal resulta que la expresión “fungibles” significa
“equivalentes”, “sustituibles”, con lo que las cosas fungibles presentan dos
características esenciales: cada cosa es perfectamente equivalente a otra y
pueden ser sustituidas las unas por las otras, siendo de la misma especie y
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calidad. Así, una tonelada de arroz o diez kilos de azúcar de determinada marca
son fungibles.
Ahora bien, este carácter no sólo está dado por la naturaleza de la cosa, sino
también depende de la voluntad del sujeto, pues un libro nuevo es equivalente
a otro de iguales características, pero no lo es si se trata de un ejemplar con una
especial dedicatoria.
Por el contrario, no son fungibles aquellas cosas que tienen características que
las hacen únicas y, por ende, no pueden ser sustituidas por otras de
características exactamente idénticas, como ser un caballo de carrera, puesto
que éste tiene particularidades.
Los frutos y los productos son cosas que produce la cosa, pero
entre ambas categorías existen diferencias sustanciales: a) los
frutos se producen y reproducen en forma periódica y regular;
los productos no se reproducen; b) la extracción de los frutos no
altera ni disminuye la sustancia de la cosa, que continúa siendo la
misma; la extracción de los productos, por el contrario, trae
como consecuencia la extinción paulatina de la cosa (Tagle, 2002,
p. 67).
Por ejemplo, una vaca produce leche como fruto y carne como producto.
La norma clasifica los frutos en:
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Frutos naturales: son los que la cosa produce espontáneamente, como las crías
de ganado, la leche de los animales.
Frutos industriales: son los que se producen por la industria del hombre o de la
cultura de la tierra, como ser la soja o el trigo que se obtienen de una cosecha.
Frutos civiles: las rentas de una cosa, como el alquiler de un inmueble.
Por último, debe señalarse que los frutos naturales e industriales y los
productos no son accesorios de la cosa, sino que forman un todo con ella
mientras estén unidos, pero, una vez separados, adquieren existencia propia e
independiente y deben ser considerados cosas principales.
El art. 234 prevé “Bienes fuera del comercio. Están fuera del comercio los
bienes cuya transmisión está expresamente prohibida:
a) Por la ley;
b) Por actos jurídicos, en cuanto este Código permite tales prohibiciones”.12
Los bienes están dentro o fuera del comercio. Esta cualidad no depende de las
características intrínsecas de la cosa sino de disposiciones legales. En general,
los bienes están dentro del comercio, salvo los casos en que la ley o un acto
jurídico así lo disponen.
En general, están fuera del comercio los bienes de dominio público del Estado; y
por acto jurídico se puede impedir temporalmente también la enajenación de
una cosa (Rivera y Medina, 2014).
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reivindicación, ejercer acciones posesorias, disponer de los frutos, etc (Tagle,
2002).
Los bienes de dominio público del Estado, de conformidad a lo prescripto por el
art. 237 del CCCN, son:
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lecho por donde corre, delimitado por la línea de ribera que fija
el promedio de las máximas crecidas ordinarias. Por lago o
laguna se entiende el agua, sus playas y su lecho,
respectivamente, delimitado de la misma manera que los ríos;
d. las islas formadas o que se formen en el mar territorial, la zona
económica exclusiva, la plataforma continental o en toda clase de
ríos, estuarios, arroyos, o en los lagos o lagunas navegables,
excepto las que pertenecen a particulares;
e. el espacio aéreo suprayacente al territorio y a las aguas
jurisdiccionales de la Nación Argentina, de conformidad con los
tratados internacionales y la legislación especial;
f. las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualquier otra
obra pública construida para utilidad o comodidad común;
g. los documentos oficiales del Estado;
h. las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos.13
Por otro lado, están los bienes de dominio privado del Estado, que son
aquellos sobre los cuales éste ejerce un derecho de dominio regido por las
normas de derecho privado, aun cuando corresponda distinguir aquellos bienes
que, por estar directamente afectados a un servicio público, no son susceptibles
de ser embargados, de aquellos no afectados a un servicio público y, por ende,
embargables y prescriptibles.
El Estado ejerce sobre los bienes que integran su dominio privado un derecho
de propiedad regido por las normas del derecho privado. Estos bienes no están
afectados al uso general; sin embargo, los que están afectados a un servicio
público, están sujetos a un régimen especial (Tagle, 2002).
Estos bienes están enumerados en el art. 236 del Código Civil y Comercial, que
dispone:
Bienes del dominio privado del Estado. Pertenecen al Estado
nacional, provincial o municipal, sin perjuicio de lo dispuesto en
leyes especiales:
a. los inmuebles que carecen de dueño;
b. las minas de oro, plata, cobre, piedras preciosas, sustancias
fósiles y toda otra de interés similar, según lo normado por el
Código de Minería;
c. los lagos no navegables que carecen de dueño;
d. las cosas muebles de dueño desconocido que no sean
abandonadas, excepto los tesoros;
e. los bienes adquiridos por el Estado nacional, provincial o
municipal por cualquier título.14
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Finalmente, están los bienes de los particulares. Así, el art. 238, reza:
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7.2.11 Bienes con relación a los derechos de incidencia
de colectiva. Noción. Modo de compatibilizarlos con los
derechos individuales sobre los bienes.
7.3 El patrimonio
7.3.1 Definición. Caracteres
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Es idéntico a sí mismo: las variaciones en los elementos singulares que lo
componen no alteran al patrimonio como unidad o universalidad jurídica.
Por otro lado, los patrimonios especiales son conjuntos de bienes que están
afectados a un fin determinado y sujetos a un especial régimen legal. En cuanto
a sus caracteres, podemos decir:
Su existencia depende de la ley: la voluntad del titular de los bienes no es
suficiente por sí sola para crear un patrimonio especial, sino que se trata de
supuestos previstos por la ley.
Está sujeto a un régimen legal especial: el patrimonio especial es
independiente del patrimonio general, los bienes que lo integran sólo
responden por determinadas deudas. (Tagle, 2014).
Podemos citar, como ejemplos de patrimonios especiales, el patrimonio de la
sociedad, el patrimonio del causante mientras se mantiene separado del
patrimonio de los herederos, el patrimonio del emancipado constituido por los
bienes recibidos a título gratuito, el patrimonio del declarado presuntamente
fallecido durante el período de prenotación, entre otros.
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Lo que se le critica a esta tesitura es que ha desvinculado en exceso al
patrimonio de su titular y no tiene en cuenta que los derechos no pueden ser
concebidos sin un sujeto titular.
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7.3.4 Bienes excluidos
Asimismo, son inembargables la vivienda única (art. 244), los sueldos y salarios
en determinada proporción, al igual que las jubilaciones y pensiones; las
indemnizaciones por accidente de trabajo, despido y falta de preaviso, entre
otros.
7.4 Vivienda
7.4.1 Definición
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en el juicio de divorcio o en el que resuelve las cuestiones
relativas a la conclusión de la convivencia, si hay beneficiarios
incapaces o con capacidad restringida; c) se amplía la lista de los
beneficiarios al conviviente; (d) se prevé expresamente la
subrogación real, reclamada por la doctrina y recogida en
diversos pronunciamientos judiciales, que permite adquirir una
nueva vivienda y mantener la afectación, así como extender la
protección a la indemnización que provenga del seguro o de la
expropiación; (e) se resuelven problemas discutidos en la
doctrina, los cuales son: la situación de la quiebra, adoptándose
el criterio según el cual el activo liquidado pertenece sólo a los
acreedores anteriores a la afectación, y si hay remanente se
entrega al propietario; la admisión de la retroprioridad registral,
en tanto se remite a las normas de la ley registral que así lo
autorizan; la inoponibilidad a los créditos por expensas en la
propiedad horizontal y a los créditos alimentarios, etcétera.18
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7.4.3 Inscripción en el registro de la propiedad
La afectación del inmueble al régimen de vivienda debe inscribirse en el registro
de la propiedad inmueble para su adecuada publicidad frente a terceros.
Asimismo, la inscripción produce el efecto de prioridad temporal de la
afectación, la que se rige por las normas contenidas en la ley nacional del
registro inmobiliario (ley 17.801); de esta manera se permite la retroactividad
de la registración a través del sistema de reserva de prioridad regulado en dicha
normativa.
7.4.4 Legitimados
b) Mortis causa.
Se prevé que la constitución puede hacerse por actos de última voluntad y,
aunque el Código no lo diga, el único acto por el que podría hacerse la
afectación es a través de testamento. En este caso, el juez debe ordenar la
inscripción a pedido de cualquiera de los beneficiarios, del Ministerio Público o
de oficio en el caso de que hubiere incapaces o personas con capacidad
restringida.
c) Constitución judicial.
Finalmente, se prevé que la afectación pueda ser decidida por el juez, a petición
de parte, en la resolución que atribuye la vivienda en el juicio de divorcio o que
resuelve las cuestiones relativas a la conclusión de la convivencia, si hay
beneficiarios incapaces o con capacidad restringida.
7.4.5 Beneficiarios
Según el art. 246 del CCCN, son beneficiarios del régimen las siguientes
personas:
a) El constituyente
b) Su cónyuge
c) Su conviviente
d) Los ascendientes o descendientes del constituyente
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e) En caso de que el constituyente no tenga cónyuge, conviviente, ascendientes, ni
descendientes, pueden ser beneficiarios los parientes colaterales del
constituyente siempre que convivan con él.
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8. Los hechos jurídicos
8.1 El hecho jurídico
Cuando nos referimos a los hechos jurídicos como causa eficiente, debe
entenderse que el suceso o acontecimiento está previsto de antemano por la
ley, para que, según las circunstancias y siempre que se reúnan los requisitos
que impone una determinada norma, produzca efectos jurídicos.
Por ejemplo, el nacimiento con vida es causa eficiente porque, luego de que se
produce, el ser humano adquiere automáticamente, con carácter definitivo e
irrevocable, la personalidad jurídica.
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involuntarios, son los ejecutados sin discernimiento o sin intención o sin
libertad y no producen obligaciones salvo que causaran daño en otro y se
enriqueciera con ello el autor del hecho; la obligación se producirá según la
medida de ese enriquecimiento.
El artículo 258 del código único define al simple acto lícito “como la acción
voluntaria no prohibida por la ley, de la que resulta alguna adquisición,
modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”19; mientras que
el art. 259 del mismo cuerpo legal brinda el concepto de acto jurídico y refiere
que “es el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato la adquisición,
modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas.”20
Así las cosas, la principal diferencia entre ambos es que el simple acto lícito no
tiene por fin inmediato crear, modificar o extinguir relaciones o situaciones
jurídicas, sino que, por el contrario, carece de este fin inmediato y sus efectos
jurídicos se darán prescindiendo de la voluntad del agente y por la simple
circunstancia de haberse colocado en la situación prevista por la norma como
supuesto de hecho. Por ejemplo, el que hace reparaciones urgentes en la
propiedad de un amigo ausente no tiene en miras (o sea, no tiene por fin
inmediato) entablar una relación jurídica (el arreglo de una casa), sino
simplemente prevenir un perjuicio patrimonial al amigo ausente. La ley es
entonces la que establece, más allá de la intención de esta persona, que el
beneficiado por esa reparación debe indemnizar al amigo benefactor y dentro
de la medida del beneficio que obtuvo por los gastos hechos por su amigo.
Por su parte, los actos jurídicos tienen por fin inmediato adquirir, modificar,
extinguir relaciones o situaciones jurídicas. Es decir que el acto jurídico es el
acto de autonomía privada mediante el cual simplemente se persigue un fin
práctico autorizado por el ordenamiento.
Ahora bien, ¿para qué determinar la distinción entre actos jurídicos y simples
actos lícitos? Ello así, por el régimen aplicable. En efecto, si estamos frente a
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una categoría como la de los simples actos lícitos, que producirá efectos por
designio legal y con independencia del querer del sujeto, no serían entonces
aplicables las normas del Código en materia de elementos, vicios e ineficacia de
los actos jurídicos, quedando cada acto regido por lo que se disponga en cada
hipótesis. Esto nos lleva a señalar otra distinción entre el acto jurídico y el
simple acto lícito: el primero siempre es voluntario, mientras que el segundo es
indiferente que lo sea, requiriéndose cuanto mucho que el sujeto cuente con
discernimiento. (Rivera y Medina, 2014).
Actos involuntarios
(art. 261)
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En definitiva, lo que quiere poner de manifiesto el mencionado autor es que la
voluntad individual, mirada en sí misma y a través de su ejercicio efectivo, a
través de su declaración y condicionada de antemano por la ley, es el factor
predominante destinado a reglar las relaciones jurídicas de carácter privado.
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Discernimiento
Internos Intención
Elementos de la Libertad
Voluntad jurídica
Manifestación
Externos
de la voluntad
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los menores mayores de diez años que, conforme la ley (art. 261, inc. “b” del
CCCN), poseen discernimiento para ejecutar actos ilícitos y por ende son
responsables de sus consecuencias, y sin embargo son incapaces de obrar, por
lo que no pueden celebrar actos jurídicos válidos por sí mismos (Tagle, 2002).
Respecto a la privación de razón, ésta puede ser de dos clases según la falta de
razón refleje alguna clase de patología más o menos permanente o bien un
oscurecimiento del intelecto temporal o accidental y sólo relacionado con el
acto en cuestión; circunstancias que incidirán en los extremos a acreditar en un
eventual juicio y, todo ello, debiendo tener en cuenta los alcances concretos de
la inhabilidad del sujeto en caso de que hubiera sido objeto de una declaración
(Rivera y Medina, 2014).
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contrario, que las personas obran con discernimiento a partir de determinadas
edades, éstas deben ser capaces de distinguir entre actos lícitos y actos ilícitos.
En el caso de actos ilícitos, la ley ha entendido que el ser humano capta antes la
noción de lo bueno y de lo malo que la apreciación de lo que para él puede ser
conveniente o inconveniente y, por ello, presume, sin admitir prueba en
contrario, que los menores mayores de diez años tienen discernimiento para
ejecutar actos ilícitos y por ende habrán de responder por sus consecuencias, es
decir que responderán civilmente con su propio patrimonio. Esto, sin perjuicio
de la responsabilidad de los padres y del derecho de repetición que, en razón
de este discernimiento, estos tienen contra sus hijos (art. 1754 CCCN).
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en la posibilidad de elegir entre distintas opciones sin presiones de ninguna
naturaleza.
Este concepto comprende dos aspectos: la libertad física y la libertad moral o
libre albedrío.
Así, la libertad moral es la espontaneidad en la determinación adoptada por la
persona, sin ningún influjo extraño que pueda torcerla o desvirtuarla.
La libertad física es el poder material de hacer lo que de antemano se ha
resuelto hacer, o bien, abstenerse de hacer lo que de antemano se ha resuelto
no hacer.
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jurídico se produce por consecuencia de la voluntad interna y no por la
declaración que de ella se hace. Es decir que, para este teoría, el
elemento importante es el elemento interno o voluntad real, en tanto
que la declaración o elemento externo no es más que el medio de dar a
conocer la voluntad real, por lo que, en caso de divergencia, debe darse
preeminencia a la intención efectiva del agente.
De tal modo, las teorías intermedias, partiendo de uno u otro punto, elaboran
soluciones que combinan la necesidad de respetar la real intención de las
partes con la seguridad y confianza que deben prevalecer en las relaciones
jurídicas. Así, la teoría de la responsabilidad considera que debe respetarse la
voluntad interna, a menos que la divergencia entre la manifestación y la
voluntad real sea producto de la negligencia del declarante, en cuyo caso, éste
deberá soportar las consecuencias. Por otro lado, la teoría de la confianza
afirma que la declaración debe prevalecer sobre la voluntad interna cuando
haya suscitado legítima expectativa en el destinatario, y siempre que éste no
haya obrado culposamente al no poner la debida atención que le habría
permitido captar los elementos objetivos que indicaban la falta de voluntad.
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principio de la autonomía de la voluntad que importa la facultad de los
particulares de reglar sus relaciones jurídicas.
Así, por ejemplo, en diversas normas, la ley hace prevalecer la buena fe, la
confianza o la responsabilidad a fin de proteger al destinatario de la
declaración. Ello sucede en la adopción del error reconocible (arts. 265 y 266),
en la preeminencia de la buena fe en el ejercicio de los derechos –como en la
ejecución e interpretación de las relaciones jurídicas (arts. 9, 10) –, así como en
el no amparo del dolo recíproco (art. 272) ni de la simulación dirigida a
perjudicar terceros (Arts. 333 y 334). (Rivera y Medina, 2015).
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consagrada por escrito, adquiere fijeza y por ende otorga seguridad, ya que
facilita la prueba de la declaración de voluntad.
c) Manifestación por signos. Esta declaración consiste en la utilización de gestos o
actitudes dirigidos a otro u otros respecto de determinados objetos,
permitiendo lograr un significado único e inconfundible. Es decir, hay una
actitud física del sujeto que no deja lugar a dudas sobre su voluntad interna. Por
ejemplo, quien levanta la mano en un remate para hacer una postura, o quien
levanta la mano en la votación de una asamblea.
d) La última parte del artículo alude a “hechos materiales”; aquí salimos, sin
embargo, del campo de las declaraciones para pasar al de la mera
manifestación, con lo cual se ingresa al terreno de la exteriorización tácita de la
voluntad (Rivera y Medina, 2014, p. 602).
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Silencio como manifestación de la voluntad. El silencio opuesto
a actos o a una interrogación no es considerado como una
manifestación de voluntad conforme al acto o la interrogación,
excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que
puede resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los usos
y prácticas, o de una relación entre el silencio actual y las
declaraciones precedentes. 25
Conocemos el viejo adagio que dice “el que calla, otorga”. Este adagio no tiene
vigencia dentro del orden jurídico, donde la regla es que el silencio es un signo
negativo: el que calla ni afirma ni niega. El silencio sólo excepcionalmente
puede constituir un modo de manifestación o declaración de la voluntad tácita.
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8.5 Vicios de los actos voluntarios
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8.5.3 El error de derecho. Definición. Principio general
El error de hecho, tal como ya referimos, es la falsa noción que recae sobre los
elementos o circunstancias fácticas vinculadas al negocio o a la relación jurídica
de que se trate. Éste puede recaer en el contenido o presupuesto del acto, así
como en la identidad de las personas, en la naturaleza o características de las
cosas o los hechos materiales constitutivos de la conducta.
El error de hecho que vicia la voluntad debe ser espontáneo y esencial, ello de
acuerdo lo prescribe el art. 265 del código único, que prevé “Error de hecho. El
error de hecho esencial vicia la voluntad y causa la nulidad del acto. Si el acto es
bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el
destinatario para causar la nulidad”. 27
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Así las cosas, para que el error de hecho pueda ser invocado por quien lo ha
sufrido, debe tratarse de un error esencial, espontáneo y además reconocible.
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8.5.5 Clases de error. Efectos.
Ahora bien, dentro del error de hecho caben dos categorías: error esencial y
error accidental.
El error esencial, regulado en el art. 267 del Código Civil y Comercial, es el que
afecta los aspectos primordiales del acto. El precepto contempla distintos
supuestos.
a) Error en la naturaleza del acto: es aquel que recae sobre la especie jurídica del
acto que se celebra, produciéndose una divergencia o falta de concordancia
entre la declaración o comportamiento de una de las partes y la representación
de lo declarado o actuado. Por ejemplo, cuando alguien presta algo a quien
entiende que se lo están regalando.
b) Error sobre el objeto: este error se produce cuando el sujeto cree celebrar un
negocio jurídico respecto de un determinado objeto o de un determinado
hecho y, en realidad, se trata de una cosa o hecho distinto. Puede afectar la
individualidad de la cosa, por ejemplo: creo estar comprando un terreno en un
determinado lugar y lo estoy comprando en otro; en su especie: por ejemplo,
en una venta de granos, el vendedor ha entendido que se trata de cebada y el
comprador de trigo; error sobre la cantidad, extensión o suma, este error de
cantidad no debe consistir en un mero error en el cálculo.
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d) Error en la causa: se trata del error que recae sobre el elemento moral, es decir,
el motivo interno que ha inclinado a ejecutar el acto. Al pertenecer al fuero
interno de cada sujeto, los motivos sólo pueden llevar a una anulación cuando
surjan expresa o implícitamente del acto, ya que, de lo contrario, se estaría
perjudicando a la otra parte, que no tiene forma de conocer lo que pensaba el
otro. Así, quien compra un automóvil creyendo por error que el suyo no tiene
arreglo no podría, una vez advertido de la realidad de las cosas, demandar la
nulidad del acto, ya que se trata de motivos ajenos al vendedor.
e) Error en la persona: el error sobre la persona es aquel que recae sobre alguno
de los sujetos o partes del negocio, ya sea respecto de la identidad de uno de
ellos o de sus cualidades. Este error es causa de nulidad solamente cuando la
consideración de la persona ha sido causa determinante para su celebración,
como la donación hecha a una persona a quien se toma por otra, o en las
obligaciones intuitae personae; pero no es causa de nulidad cuando la persona
del contratante es indiferente, como en el caso de un prestamista, vendedor o
locador.
Por otro lado, el art. 270 del Código prevé el error en la declaración y el error
en la transmisión. El primero consiste en que lo querido queda desvirtuado en
su manifestación externa por distracción, apresuramiento o inadvertencia. Esta
categoría tiene dos variantes: la primera, cuando hay una divergencia entre la
voluntad interna y la declaración, que puede darse al haber escrito algo
incorrecto (lapsus calami) o empleado palabras no queridas (lapsus linguae),
por ejemplo, si escribo “compro” cuando, en realidad, quiero decir “vendo”. La
segunda variante se da cuando ni siquiera tenía la intención de manifestar algo,
por ejemplo: si alguien ingresa a una sala de remate y levanta la mano para
saludar, y se interpreta que está ofertando.
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desde un principio. Así las cosas, desaparecido el error, desaparece la causa que
da origen a la anulación y el consecuente derecho a reclamarla por parte de
quien antes se veía afectado, todo ello de conformidad al art. 269 del código
único.
Por otro lado, está el error accidental, que es el que recae sobre las cualidades
no sustanciales de las cosas o sobre los motivos no determinantes del acto, por
lo que no acarrea la nulidad.
El artículo 268 del Código Civil y Comercial prevé “Error de cálculo. El error de
cálculo no da lugar a la nulidad del acto, sino solamente a su rectificación,
excepto que sea determinante del consentimiento”.28
El régimen legal aplicable al dolo como vicio que afecta la intención en los actos
voluntarios está contenido en los arts. 271 a 275 del Código Civil y Comercial.
El art. 271 expresa:
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omisión dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa,
cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia u
ocultación.29
Para que el dolo provoque la invalidez del negocio jurídico, será imprescindible
que concurran las siguientes circunstancias:
a) Que el dolo haya sido esencial, es decir grave, determinante de la voluntad.
b) Que haya ocasionado un daño importante.
c) Que no haya habido dolo recíproco, es decir de ambas partes.
El artículo 272 del Código prevé “Dolo esencial. El dolo es esencial y causa la
nulidad del acto si es grave, es determinante de la voluntad, causa un daño
importante y no ha habido dolo por ambas partes”30.
Que sea grave: la gravedad del dolo alude a la entidad del engaño, astucia o
ardid. La conducta o maniobra empleada debe ser apta para inducir a engaño a
una persona que pone la diligencia necesaria en los asuntos, calidad que ha de
ser evaluada en función de las circunstancias y condiciones personales del
sujeto engañado.
Debe ser determinante de la voluntad: ello es así cuando, de no haber
mediado el engaño, el sujeto no hubiere celebrado el negocio jurídico. Ésta es la
principal diferencia con el dolo incidental que seguidamente veremos.
Debe probar un daño importante: el artículo no sólo requiere que la víctima
haya sufrido un daño, sino que éste haya sido de relevancia, con cierta
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significación para la persona que lo sufre, pero no sólo de significación
económica, pues puede tratarse de un daño moral. (Tagle, 2002).
Ausencia de dolo de ambas partes: quien obra con dolo no puede pretender
que se anule el acto alegando el cometido en su perjuicio por la otra parte. Ello
así, pues se trata de una exigencia negativa, cuyo fundamento radica en la regla
de que nadie puede alegar la propia torpeza. Además, se trata de un deber
moral que deben presidir las relaciones entre las personas, por ello “quien juega
sucio no tiene derecho a exigir juego limpio” (Rivera y Medina, 2014, p. 626).
Por su parte, el dolo incidental es aquel en el que le faltan uno o más requisitos
que exige el art. 272 para que el dolo sea apto para actuar como vicio. El dolo
incidental no afecta la celebración del acto, sino sus condiciones. Es decir, la
parte que lo sufre lo habría celebrado aun de no haber mediado el engaño,
aunque en condiciones distintas; por ende, no es causa de invalidez del acto,
aunque quien lo comete debe resarcir los daños causados de conformidad al
art. 275 del Código Civil y Comercial.
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Error Hecho Esencial y
reconocible
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Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que
generan el temor de sufrir un mal grave e inminente que no se
pueden contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la parte
o de un tercero, causan la nulidad del acto. La relevancia de las
amenazas debe ser juzgada teniendo en cuenta la situación del
amenazado y las demás circunstancias del caso. 31
Estas amenazas deben ser graves, es decir, deben tener aptitud para crear el
temor racionalmente fundado, lo que se valorará de acuerdo a la situación del
amenazado y las demás circunstancias del caso (art. 276 del CCCN).
La gravedad se valorará teniendo en cuenta los bienes jurídicos –que pueden
ser de naturaleza patrimonial o no; la vida, la salud, la honra, la reputación, la
intimidad, etc.– del propio amenazado, así como de cualquier otro sujeto en
tanto y en cuanto se demuestren aptos para alterar la conducta del afectado.
Asimismo, el mal amenazado ha de ser inminente, no necesariamente presente
o actual, pero sí de realización en un lapso más o menos próximo, de modo que
no pueda evitarse a tiempo ni reclamarse el auxilio de la autoridad pública para
impedir la amenaza o defenderse de ella.
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La amenaza puede recaer sobre cuestiones que el amenazado no quiere revelar
(deshonra por la revelación de hechos inmorales, intimidades indicativas de
hechos de esa naturaleza) o situaciones en que las características de las
amenazas obstan a que la persona se decida a recurrir a la autoridad pública o
adoptar otro tipo de medidas para contrarrestarlas. En definitiva, lo relevante
no es siempre la temporalidad próxima, sino la convicción de la dificultad o
imposibilidad para contrarrestarlas o evitarlas.
Tanto la fuerza irresistible como las amenazas pueden provenir de una de las
partes del acto o de un tercero (art. 277 del CCCN) y el autor debe reparar los
daños (art. 278 del CCCN).
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Amenazas graves de sufrir
Intimidación un mal inminente
Vicios de la
libertad
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Referencia
Buteler Cáceres, J. (2000). Manual de Derecho Civil. Córdoba: Advocatus.
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