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Si todo se somete a la razón, nuestra religión no tendrá nada de misterioso ni de


sobrenatural. Si se violentan los principios de la razón, nuestra religión será absurda y
ridícula. Los que están acostumbrados a juzgar por el sentimiento no comprenden nada
de las cosas del razonar. Es imposible elegir bien si uno no está ya formado y no
estropeado.

El corazón tiene su orden; el entendimiento tiene el suyo. No se demuestra que hay


que ser amado exponiendo por orden las causas del amor: ello sería ridículo.
Jesucristo, san Pablo, tienen el orden de la caridad, no de la mente.

Los defectos de Montaigne son grandes. “Sus opiniones sobre el homicidio voluntario,
sobre la muerte. Inspira negligencia respecto a la salvación, sin temor y sin
arrepentimiento.

Que el hombre, reflexionando sobre sí mismo, considere qué es comparado con todo lo
que es, una nada respecto al infinito, un todo respecto a la nada, un término medio
entre la nada y el todo. Los hombres se han lanzado temerariamente a investigar la
naturaleza, como si tuviesen alguna proporción con ella. El hombre es para sí mismo el
objeto más prodigioso de la naturaleza; porque no puede concebir lo que es un cuerpo,
y aún menos lo que es un espíritu.

El hombre no es más que un ser lleno de error, natural e imborrable sin la gracia.
Naturalmente el hombre no puede verlo todo y que naturalmente no puede engañarse
por el lado en que ve una cosa, cuando lo que captan los sentidos es siempre
verdadero. La imaginación, es esta parte dominante en el hombre, esta maestra de
error y de falsedad. La razón nunca vence por completo a la imaginación, mientras que
la imaginación desaloja a menudo por completo a la razón de su sitio.

La naturaleza del amor propio y de este yo humano consiste en no amarse más que a
sí mismo. El hombre no es, pues, más que disfraz, mentira e hipocresía, tanto en sí
mismo como respecto a los demás. No quiere que se le diga la verdad y evita decirla a
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los otros. El orgullo contrapesa y se impone a todas las bajezas. Nos empeñamos en
vivir en la mente de los demás con una vida imaginaria. La vanidad está tan anclada en
el corazón.

Nuestros deseos nos fingen un estado feliz, porque unen al estado presente los
placeres de otros estados que no son los nuestros ahora. Casi no pensamos en el
presente. Por eso nunca vivimos, sino que esperamos vivir. He comprendido que toda
la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber permanecer en
reposo en una habitación. De ahí que el juego y la compañía es el aturdimiento que nos
evita pensar en nosotros y que nos divierte.

La justicia es lo que está establecido; y así todas nuestras leyes establecidas serán
necesariamente justas. La opinión es como la reina del mundo, pero la fuerza es su
tirano. La grandeza del hombre es grande por el hecho de saberse infortunado. Un
árbol no se sabe infortunado. La miseria se deriva de la grandeza y la grandeza de la
miseria.

La inmortalidad del alma es algo que nos importa tanto que hay que haber perdido todo
juicio para vivir en la indiferencia. Esta cuestión, debe ser nuestro último objeto.

Falsedad de las otras religiones: Mahoma siguió el camino del triunfo humano, y
Jesucristo el de perecer humanamente. Todo hombre puede hacer lo que hizo
Mahoma; porque no hizo ningún milagro; nadie predijo su vida. Nadie puede hacer lo
que hizo Jesucristo

Veo la religión cristiana fundada en una religión precedente, y esto es lo que me parece
efectivo. Es un pueblo particular, separado de todos los demás pueblos del mundo, que
se llama el pueblo judío. Nuestra religión es tan divina que su fundamento fue otra
religión divina. Para que una religión sea verdadera es preciso que haya conocido
nuestra naturaleza. Tiene que haber conocido la grandeza y la pequeñez.
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Incomprensible que Dios exista, e incomprensible que no exista. Sabemos que hay un
infinito e ignoramos su naturaleza. Estudiemos estos dos casos: si ganáis, lo ganáis
todo; si perdéis, no perdéis nada. Apostad, pues, sin vacilar que Dios existe. Sumisión y
uso de la razón, en esto consiste el verdadero cristianismo.

Es preciso que lo exterior se una a lo interior para obtener algo de Dios. La fe es


diferente de la prueba: una es humana, la otra es un don de Dios. Conocemos la
verdad no sólo por la razón, sino además por el corazón. Hay tres medios de creer: la
razón, la costumbre, la inspiración.

Pruebas de la religión. Moral, doctrina, milagro, profecías, figuras. Jesucristo hacia


quien miran los dos testamentos, el Antiguo como su espera, el Nuevo como su
modelo, ambos como su centro. Los verdaderos judíos y los verdaderos cristianos
adoran a un Mesías que les hace amar a Dios. Las profecías sólo se entienden cuando
se ve que ocurren las cosas. La mayor de las pruebas de Jesucristo son las profecías.
Las profecías tienen un significado escondido, el espiritual, del que este pueblo era
enemigo, bajo el carnal, del que era amigo. Jesucristo es el objeto de todo y el centro
al que todo tiende. Quien le conoce, conoce la razón de todas las cosas. Sin Jesucristo
el mundo no subsistiría. Jesucristo demostró que era el Mesías, nunca certificando su
doctrina por la Escritura o las profecías, y siempre por sus milagros.

Jesucristo vivió desconocido entre los hombres, su verdad subsiste entre las opiniones
comunes sin ninguna diferencia exterior. Como la Eucaristía entre el pan común.Todos
los pueblos vivían en la infidelidad y en la concupiscencia: toda la tierra fue ardiente de
caridad, los príncipes abandonan su pompa, las vírgenes sufren el martirio. El Mesías
ha venido; éste es el efecto, tales son las señales de su venida. Entonces Jesucristo
vino a decir a los hombres que sus únicos enemigos son ellos mismos; que son sus
pasiones las que les apartan de Dios; que Él viene para destruirlas y para darles su
gracia.
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No sólo es imposible, sino inútil conocer a Dios sin Jesucristo. No sólo no conocemos a
Dios más que por Jesucristo, sino que incluso sólo nos conocemos a nosotros mismos
por Jesucristo. Jesucristo es, pues, el verdadero Dios de los hombres.

Pruebas de Jesucristo. Jesucristo decía las cosas grandes con tanta sencillez que
parece que no las había pensado, y sin embargo con tanta claridad que vemos
perfectamente lo que pensaba. Esta claridad unida a esta espontaneidad es admirable.

Los milagros y la gracia son fundamentos sobrenaturales de una religión sobrenatural


Los milagros los hay falsos y verdaderos. Se requiere una señal para reconocerlos.

Piénsese que desde el principio del mundo la espera o la adoración del Mesías
subsiste sin interrupción. Siempre los verdaderos pastores la han conservado
inmutablemente contra los esfuerzos de los que se proponen arruinarla. La Iglesia ha
subsistido gracias a que la verdad no se discutió, o si se discutió estaba el Papa, o si
no estaba la Iglesia. La Iglesia enseña y Dios inspira, ambos infaliblemente. Hay que ir
a Dios por la Iglesia. Quien no está a favor suyo está en contra suya.

Esta religión, tan grande en milagros tan grande en ciencia, después de haber
mostrado todos sus milagros y toda su sabiduría, rechaza todo eso y dice que no tiene
ni sabiduría ni señales, sino la cruz y la locura. Nada más ridículo que escandalizarse
por la bajeza de Jesucristo, como si esta bajeza fuera del mismo orden al que
pertenecía la grandeza con que se manifestaba. Pero hay quienes sólo pueden admirar
las grandezas carnales, como si no las hubiese de entendimiento; y otros que no
admiran más que las del entendimiento, como si no hubiese otras infinitamente más
altas en la sabiduría. Todos los cuerpos juntos y todos los entendimientos juntos, y
todas sus obras no valen lo que el menor impulso de la caridad. Ésta es de un orden
infinitamente más elevado. Esta pertenece a otro orden, de carácter sobrenatural.

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