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Idem
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Malabou señala que existen 2 formas de leer “sistema de epigénesis de la razón pura”: la
primera es pensando que la epigénesis se refiere a la relación de las categorías con los
objetos de experiencia y la segunda es sosteniendo una epigénesis de las categorías mismas.
Mi impresión es que la apuesta de Malabou en todo momento es por la segunda posibilidad,
de modo que para explicar la necesidad de la concordancia entre categorías y objetos
tendríamos que explicar una suerte de formación de las categorías.
Y es por ello que buena parte del libro se encarga de explorar la posibilidad de
explicar a las categorías evolutiva y epigenéticamente. Es verdad que resulta tentador
pensar que la estructura de pensamiento de los seres humanos es explicable en términos
evolutivos y epigenéticos pues no sólo se elimina así la amenaza del innatismo divino sino
que además esto solucionaría tanto el problema de la arbitrariedad como el de la necesidad
objetiva: Si aceptamos que el proceso evolutivo responde a una suerte de telos (sea éste la
adaptación al medio) entonces, si las categorías son resultado de este proceso, el que las
poseamos no es un hecho arbitrario.
Explicar en qué modo son necesarias resulta más complejo, tal vez porque no son
muy claras las condiciones bajo las cuales la concordancia entre objetos y categorías es
objetivamente necesaria. Siguiendo la explicación evolutiva, queda claro que las categorías
no podrían ser necesarias puesto que este esquema nos permite pensar a muchas otras
estructuras de pensamiento como el resultado de distintos posibles procesos evolutivos. Las
categorías serían necesarias, sin embargo, en tanto que solo podríamos pensar todas esas
subjetividades posibles distintas a la nuestra bajo un esquema regido por nuestras
categorías.
Por otro lado, Kant señala como necesidad subjetiva (es decir, la necesidad del
innatismo pero no de la epigénesis) a aquella en la que “yo estoy constituido de tal suerte
que no puedo pensar esa representación de otra manera que así conectada [por las
categorías]”.3 Esto resulta problemático porque si nos tomamos en serio a las categorías
como las que determinan al objeto de experiencia parece seguirse inmediatamente que,
dadas unas categorías evolutivamente, estamos constituidos para pensar al fenómeno como
conectado bajo nuestras categorías. Es en este punto es en el que entra en juego el papel de
la epigenética contra el determinismo darwiniano de modo que, si bien evolutivamente
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objetos de experiencia (es decir, hay concordancia sólo subjetiva)? ¿Se duplica el proceso
de epigénesis y, una vez más, las categorías formadas se constituyen en un nuevo bauplan
que condiciona pero no determina las representaciones posibles? En el segundo caso, se
muestra evidente que podíamos habernos ahorrado la epigénesis de las categorías y pasar
directamente a una epigénesis de la concordancia entre categorías y experiencias. Me
parece que, en el primer caso, podríamos apelar a la transitividad para eliminar al
intermediario (las categorías que, a final de cuentas, determinan unívocamente) y
encontrarnos de nuevo en la necesidad de pensar una epigénesis de la concordancia.
Porque además ¿qué es ese bauplan de categorías? Desde la conclusión de Malabou
parece seguirse que son otras categorías (categorías anteriores). ¿No estaríamos obligados
(o cuando menos autorizados) a preguntar por la epigénesis de esas categorías, de ese
bauplan de categorías? ¿No representa esto un inminente riesgo de regreso al infinito y más
aún, de regreso al infinito para explicar algo que se presenta como original, es decir las
categorías a priori?
embargo no tendrá las mismas experiencias posibles (ni pensables) que un sujeto que
conoce el mundo exterior y tal vez ningún sujeto tenga nunca tantas experiencias pensables
como existen, en tanto que posibles, para todo sujeto con sus mismas categorías e
intuiciones.