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La decisiva batalla de Stalingrado, entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de

1943, fue uno de los hitos más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Más, a partir
de ese momento, al que se sumó más tarde la batalla de miles de tanques y tropas rusas
en Kursk, signó la derrota definitiva de Alemania, que empezó a retroceder hasta quedar
apretada en su propio territorio.
La suerte de Hitler quedó sellada. No pudo hacer más maniobras disolventes ni
atrapantes. Su Ejército avizoró la derrota definitiva cuando los Aliados occidentales
desembarcaron un año después en Normandía. Los mandos quedaron mentalmente
paralizados. El último momento donde Alemania ganó algunos méritos fue cuando
detuvo por un tiempo a las tropas norteamericanas e inglesas en los bosques de las
Ardenas, un duro castigo para la avanzada.
En Stalingrado se utilizaron soldados, brillantes francotiradores, carros de combate, más
de 2.000 aviones, artillería pesada, y todo tipo de escaramuzas y artimañas jamás
utilizadas. La tropa vivió esos meses en medio del infierno, en condiciones
infrahumanas.
Todo comenzó el 22 de junio de 1941, con la "operación Barbaroja", cuando Hitler
rompió el Pacto de entendimiento y paz dos años antes, firmado por los cancilleres
Molotov-Von Ribbentrop, en presencia risueña de Stalin que creía, con ello, ganar
tiempo. Stalin desconfiaba de Inglaterra y Francia y buscó ganar tiempo para preparar a
su Ejército absolutamente desmantelado de altos oficiales a partir de la purga de 1936 y
1937. En esas purgas, asustado por la admiración que se le tenía al Comandante en Jefe
M. Tujachevski, lo hizo torturar y fusilar, junto con 10.000 altos mandos. Los que se
salvaron fueron enviados a Siberia, castigados.
Con la invasión Hitler utilizó 3 millones de hombres y los lanzó a toda marcha Rusia
adentro. Todo fue tan rápido y repentino (Stalin no hizo caso a los avisos de advertencia
de sus espías y del propio Churchill que la irrupción sucedería) que los alemanes
capturaron con facilidad a 2 millones y medio de soldados soviéticos mal armados, sin
medios de comunicación, carentes de jefaturas, y los mandaron a retaguardia donde la
mayoría murió de hambre y frío en los campos de prisioneros. Hitler confiaba que en
pocos meses capturaría en un puño a Rusia, su viejo sueño expansionista que había
comenzado apresando a Polonia en 1939. Incluso creyó cumplir con su deseo cuando
llegó a 40 kilómetros de Moscú, arrolladoramente, asesinando a su paso lo que
encontraban, quemando aldeas junto con sus habitantes y terminando con la vida de la
población judía.
Pero fue detenido con grandes pérdidas humanas en febrero de 1942, ayudados en
Moscú por el riguroso invierno. En la defensa de la capital, a cargo de Georgui Zhukov
fallecieron 1 millón de hombres. A cambio de ello los nazis cercaron a Leningrado
(antes y ahora San Petersburgo), cortándole todas las vías de aprovisionamiento y se
apropiaron de ciudades muy importantes en el mapa eslavo.
Como no pudo meterse en el bolsillo a Moscú, Hitler ordenó a su Ejército a apoderarse
con rapidez de los campos petrolíferos de la URSS en el Cáucaso, a cualquier precio. Y
designó en el más alto cargo de responsabilidad al comandante del VI Ejército, el
general Friederich Wilhelm Paulus, hijo de ricos hacendados quien había ingresado al
ejército en 1909. Fue Paulus quien, bendecido por Hitler, había diseñado en detalle el
operativo de invasión a Rusia a partir de 1939, como Jefe de Planificación.
Existía una ciudad desde la cual se podía detener a los alemanes y esa fue Stalingrado,
sitio de grandes fábricas de tractores y cañones, con importante nudo ferroviario y
posibilidades de navegación por el río Volga. A Von Paulus lo acompañaban aliados de
Berlín: el Ejército Húngaro, el Rumano más tropas italianas, más voluntarios de
distintos países, entre ellos los españoles de la División Azul (en un comienzo llegaron
a 20.000 bien preparados).
El 16 de junio de 1942 llegó el general Vasili Chuikov para iniciar la protección de la
ciudad y presenció que las tropas estaban desmoralizadas. Pidió ayuda inmediata y se la
brindó la Aviación. Si los alemanes pasaban triunfantes, Rusia quedaría dividida en dos.
Temeroso de una derrota Stalin prohibió la rendición, cualquiera fueran las razones y
ordenó a la antecesora de la KGB que, desde retaguardia, matara a todo soldado que no
hiciera frente al fuego enemigo y retrocediera.
En vez de dirigir todas sus fuerzas hacia el sur, hacia el Cáucaso, Hitler se empecinó en
concentrarlas frente a Stalingrado y logró que sus fuerzas barrieran con bombas aéreas
las fábricas y atenazó a la ciudad. Los primeros tanques alemanes entraron en la ciudad
el 1 de septiembre, defendida por 40.000 rusos. Pero el Kremlin lanzó una
contraofensiva y se comenzó a pelear barrio por barrio, casa por casa, cuerpo a cuerpo.
Fue Zhúkov, sin embargo, quien otra vez dirigiría la defensa.
Pero los alemanes dispusieron de todo su arsenal, de todos sus equipos y de la acción
psicológica por altoparlantes para acabar con la voluntad de lucha de los rusos. A
mediados de septiembre de 1941 los alemanes llegaron al centro de la ciudad y a pocas
cuadras del embarcadero. Los rusos contraatacaron con cohetería -las famosas
Katiushas instaladas sobre camiones de transporte- y en otras zonas de la ciudad
quedaron bolsones de resistencia, hambrientos y casi paralizados por la falta de
municiones.
En la desesperación los rusos utilizaron brillantes francotiradores que elegían como
blanco a oficiales germanos, atacaron y sorprendieron en avances nocturnos y se peleó a
bayoneta. Los jefes soviéticos volvieron a utilizar tropas novatas para atacar
frontalmente las posiciones alemanas. Fue una carnicería. La ciudad olía a
descomposición de los centenares de miles de muertos. Una y otra vez los alemanes
contraatacaron pero se fueron quedando sin abastecimientos ni balas.
Cuando llegó el duro invierno sólo se combatió durante el día. A la noche se dormía en
los sótanos. Con refuerzos y con 3500 cañones los rusos machacaron sin descanso y con
el método del atenazamiento llevaron a la huida en masa de las tropas rumanas y
húngaras.
Von Paulus quedó encerrado dentro de Stalingrado con 250.000 hombres y sin
suministros por las condiciones climáticas. El 24 de noviembre de 1942 ya no podían
escapar de lo quedaba del centro urbano. Los soldados alemanes comenzaron a caer por
inanición y por congelamiento, sin agua, atacados por las epidemias. Hitler ordenó no
moverse, no ceder. Paulus, designado Mariscal, admirador de Hitler se dio cuenta que el
Führer lo utilizaba como un símbolo de su tozudez y de su maldad. Hasta le sugirió que
se pegara un tiro en la sien.
El 31 de enero de 1943 Paulus se rindió acompañado por 90.000 soldados. Fue Zhukov
quien pidió se lo reconociera la victoria pero Stalin, que ya comenzaba a envidiarlo, le
otorgó el triunfo al capital general Vasili Chuikov.
En Alemania se resumió la lucha: "Stalingrad, Mazingrad". O "Stalingrado, la tumba de
todos". Desde entonces Goebbels puso en marcha los cohetes V1 y V2 que se lanzaron
hacia Inglaterra. Sus científicos no habían podido llegar a tener la bomba atómica, como
si la consiguieron los norteamericanos en 1945 y los rusos en 1949.

1. ¿por qué Hitler se obsesionó con Stalingrado?


2. ¿Cuál fue el principal enemigo de Alemania y por qué?
3. ¿qué problemas desencadenó esta batalla a Alemania?
4. ¿Cuál es la importancia histórica de esta batalla? Argumentar en 15 renglones

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