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DEMOCRACIA REPRESENTATIVA VERSUS

AUTOCRACIA REPRESENTATIVA

Valentín Paniagua Corazao


Profesor de Derecho Constitucional
Pontificia Universidad Católica del Perú

INTRODUCCIÓN.

Autocracia y democracia han sido los polos entre los


que ha oscilado, pendular y dramáticamente, nues-
tra vida constitucional. Durante ciento veintitrés de
los ciento setenta y cinco años de vida independien-
te, el Perú ha soportado autocracias de distinta
índole frente a esporádicas y efímeras "vacaciones
democráticas" que, en conjunto, suman escasos 49
años. Sólo en este siglo, el Perú logró la proeza
histórica de mantener el régimen democrático du-
rante 11 años continuados (1980-1992): casi tanto
Es por todos conocido que en nuestro país nunca se como el "oncenio" de Leguía (1919-1930) y apenas
ha gestado, real y efectivamente, una democracia un año menos que el regimen castrense que usurpó
en la que exista un verdadero control del poder, a el poder en 1968. La persistencia de las autocracias
través de un Congreso independiente y conciente de en el Perú se explica perfectamente.
su labor fiscalizadora; de instituciones democráti-
cas sólidas y, sobre todo, de un pueblo que crea en la Autocracia y democracia encarnan, en realidad, el
democracia verdadera, y no acepte falsas imitacio- perenne choque entre la idea del "gobierno fuerte",
nes. sobreponiéndose, casi siempre, a la "idea de la liber-
tad". En parte, porgue nos ha faltado -según lo ha
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En este artículo, el autor reconoce concretamente recordado Basadre - la "sensualidad de los dere-
que en nuestro país no ha existido una democracia chos" y, en parte, porque el reclamo de orden es,
representativa genuina, sino la llamada" autocracia tradicionalmente, mucho más perentorio y exigente
representativa", aunque, en realidad, esto no sea que la demanda de libertad. En ese contexto, autori-
más que un contrasentido. Consecuentemente, pro- dad ha sido siempre sinónimo de "mano dura" o
cede a analizar de manera exhaustiva las diferen- "capacidad de mando", entendidas como aptitud y
cias entre la democracia verdadera, y aquellos de- disposición para usar la fuerza y la coacción, razona-
nominados "cesarismos", contrarios a la libertad y blemente o no, a fin de imponer el "orden". Tal
2
el desarrollo democrático de un país, para luego mentalidad, típica de los militarismos y de vastos
concentrarse en el caso peruano. sectores populares, se expresó muy gráficamente en

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ia L>,lgenua que ld tsL«tdtl2tvn de Luitd il)llW.\'"' él d_ :""~Ult.~ y •i.LiV~f"•étf_!_f.)~ Qt: ~¿ Ll'e!HiJLi-.:t(.1a, 1,l) -..Jt'blc4Ji.(t·

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i ta de on.~e11 y dl:o-Lipl:na. ~·~.._::- Id.Lt.)~·t ...:e ~u ejert:ll<.l•.

La autocracia itelle, pue.,, v1eja y sohJu rau~ en u -;\ .. 11 _t-·r,;.- i)t: exJ:-,tir ld aut.:, . . rrtc~d 1t 1_J t·s:. c~.cd.i '"' ~!. 1 v

Pnu y, naturalmente, resueltos aunque no siempre seria toÜlO una LicuúH Jd Iég1u.~It IéFif•se,,lct~IVu,
abiertos defensores. La democracia, en cambio, ha precisamente por desnatu1ah.zauÚ1• ¡, iahlilcau0n
sido víctima del odio estratégico de los extremistas de la representactún popular, por detonaturauLaoun
de derecha (aliada y beneficiaria regularmente de de las instituciones de control y equilü;rio coustJtu-
los militansmos) y de izquierda (que usó de sus cional, o por adulteración de esas mismas ÜblJl-J-
instituciones para "acumular tuerzas" y para ciones en la estructura o en ei disl'Úo cottstii uc¡omü,
socctbarla, tdeológtG1 y políticamente). Además, ha Lulno acnnh~f3::' en la \.~lln~-t:tu~. J~.!:t dt~ i...,~J,~,
padeudo tguaimente el embate de sus aparente::.
partidarios, que siembran ei desaliento y el escepti- 1.- DElviOCRAClA Y AUTOCRACiA:
cismo juzgando, sumariamtnte, las breves expe· TÉKI\-H~OS ANTiTÉTICOS.
ricnuas cun::.tituGuuales, no a ld lu¿ Je li1 teaildad,
sitll.' de la~;; u tapia:, tit:Iüocrátlc ..lb y, nc.~l.t.ta:-"~ . ,~;.t,~, La Ltis'r:.bu,·rcr, 0 con\Prürdc JÓll,- v c'l c"n'rol "e:
J¡• 10 qut i::lolmio cmt:-.tdera S lb lab ....", piiJDk'::><IS JPPGdJO det ccr,tro[ cü:l pc·-~Pr, ,.¡·;í ~·· •T11\) ~~11s rF'-<flh'·
t.; -,,rlS tf:.:nic;¡~, (~'0n:lpt>h'n' i;,, co \l ... ,;rn,_,:ta,
E~ ur, Lecho que ei I'eni nv ;la iug>aJ.u msulu- persu.J.ct{x"., ~~ concertctCÍÓll v.:-_1rSttS ( o;.tr e iún " i ~r. ?C
CliHtahzar su dtmucracia. Y es gue "t ha empei<ado síción) distinguen -s€gún loUPW''"''"''Ti- pJ
en destruirla., ,;m -o a pesar de- ios partH :._•s. Uden- constitucionalismo de l?! anto<:roci~· Fsta e<. -comn

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Francisco Garda Cal¡ferpn.~ bp.
Cit :. So~ider¡i ?p-~~~l'O P:~~ '· !·;~})~o~~~ar al
gobierno democrático, por la oligarqLÚa, Todo lo demáS ,no es luta11 e itt<"alizables''i~'Un ·
sociólogo italiano, Mosca,ha demostrado que el gobierno de toda _ u 1<~ e• ~a obra deul'a mlni.~r:;;¡ ~<i:n.ht<;~t..: y({'''' ('-la
es una ley inflexible, producida poda desigualdad deloshombrellypor la lenta difere:,ctadón social'- (_349); ' Hay 'P'' for.-nar un
dice Sartori- "el contrario exacto", la contradicción El" cesarismo empírico", por oposición a las" dicta-
misma de la democracia, la que repugna el poder duras ideológicas", es, según G. Burdeau, una for-
personalizado y no admite que nadie pueda ma de autoritarismo, huérfana de otra inspiración
autoproclamarse gobernante o detentar el poder o propósito que no sean los apetitos o aspiraciones
irrevocablemente. Es, a su juicio, un axioma demo- de su animador o beneficiario. Es un típico
crático que el poder del hombre sobre el hombre autoritarismo que rechaza el valor de la libertad y
sólo pueda ser concedido por otros hombres y úni- menosprecia la dignidad de las personas y, natural-
camente sobre la base de su revocabilidad. Demo- mente, repudia la ilustración y la inteligencia. Su
cracia, así, es el sistema en el que nadie puede más conspicua expresión podría ser el cesarismo
in vestirse a sí mismo con el poder de gobernar. La que Laureano Vallenilla Lanz, con indudable abuso
autocracia, en cambio, es precisamente arrogarse el del idioma, apodó "democrático" para cohonestar
poder por propio y exclusivo arbitrio. De allí, el las dictaduras primitivas so pretexto de su vocación
indisputable prestigio de la democracia. y eficacia organizadora frente a la indisciplina de los
pueblos latinoamericanos.
La voluntad popular que venció, en su día, a la
legitimación de origen divino, se ha convertido, "Cesarismo burocratico" llamó VíctorAndrés
después de la caída del muro de Berlín -esto es, de la Belaúnde al régimen peruano, es decir, al absolutis-
liquidación histórica del comunismo- en "el único mo presidencial. Era su rasgo definitorio: el uso del
principio" de legitimación del poder. Ha fulmina- poder para eliminar la fiscalización del Congreso y
do, por fin a todos sus enemigos. Subsisten -según el para enfeudar al arbitrio presidencial, las fuerzas
mismo Sartori- sólo las acechanzas de la espada, de económicas y sociales, todo ello merced a un
la fuerza, de la sinrazón, de la arbitrariedad. De allí irracional trastrueque de funciones entre Ejecutivo
que todos intenten vestirse con sus apariencias. La y Legislativo, de exoneraciones y beneficios econó-
autocracia representativa sería una expresión de ese micos y de burocratización de las clases medias. Esa
típico intento de falsificación o simulación de for- caracterización distinguía el caudillismo mesiánico
mas democráticas. del siglo pasado, fundado exclusivamente, en el
respado popular (vg. Castilla Vivanco, Elías, Pardo,
11.- AUTOCRACIA Y REPRESENTACIÓN Piérola) de los regímenes cesaristas que, después de
POPULAR: INCOMPATIBLES. la Guerra de Chile contra el Perú, nacieron y se
sostuvieron por obra de un inocultable entendi-
Autocracia y representación popular son también
miento con la plutocracia costeña, la burocracia
incompatibles. La representación presupone una
militar y el caciquismo parlamentario. Ese
delegación, una elección, una designación o, cuan-
"cesarismo burocrático" "es una típica degenera-
do menos, una cooptación: en suma, una relación
ción del régimen representativo. Más aún. Es su
institucionalizada que riñe con cualquier fórmula
negación.
de autodesignación o de poder personalizado. Por
ello mismo, la autocracia intenta embozarse siem-
García Calderón atribuye al historiador portugués
pre detrás de algunas formas de poder representa-
J.P. Oliveira Martins ("Historia de la Civilización
tivo (caudillismo), o identificarse con imágenes his-
tóricas que han prestigiado el ejercicio autocrático Ibérica", 1901) la autoría del concepto de" cesarismo
del poder (vg. cesarismo o bonapartismo). Toda democrático". Entendíase éste como la igualdad
precaución frente a ese intento de falsificación, es lograda en la sociedad estamental de la colonia,
poca. Por ello mismo, es preciso establecer sus ras- merced al sometimiento de todos bajo la autoridad
gos típicos y característicos. de un monarca teocrático y absolutista. Así se satis-
facía el orgulloso individualismo español y se ga-
El cesarismo o caudillaje popular es -según Sánchez rantizaba el orden bajo una autoridad paternalista
Agesta- uno de los cinco principios de legitimación capaz de poner freno a la arbitrariedad. Ese senti-
o fundamentos del poder. Naturalmente, del poder miento de igualdad bajo un autócrata, favoreció, de
personalizado o in di vid ualizado. Es, en cierto modo, un lado, el inmovilismo económico y social y afir-
el poder carismático de que hablara Max Weber. Sin mó, de otro, el poder de los caudillos que protago-
embargo, no todo caudillismo, y por ende, no todo nizaron la emancipación. Esta, como es sabido, no
caudillo es, necesariamente, autocrático. Lo prue- fue obra colectiva ni de instituciones. Fue proeza de
ban los insospechables afanes democráticos de Do- hombres providenciales, a diferencia de las revolu-
mingo Elías, Manuel Pardo y Nicolás de Piérola, en ciones inglesa y norteamericana en las que institu-
el siglo pasado, o, en el presente, los de Fernando ciones tradicionales de carácter aristocrático (Lores
Belaúnde. Todos ellos se empeñaron en afirmar espirituales y terrenales), o de origen democrático
nuestro sistema democrático y lucharon, infructuo- (ex. colonias inglesas), condujeron los respectivos
samente, por lograrlo. procesos dándoles, desde su inicio, firmeza y estabi-

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lidad. La inexistencia de instituciones de interme- que cita a Alain, el sufragio" perece por aclamación"
diación y de participación en el ejercicio del poder y es contrario a la democracia, porque es una renun-
acentuaron, entre nosotros, el carácter personalista cia anticipada a la soberanía y al derecho de control.
del proceso de emancipación y de la posterior orga- No es casual pues que Leguía recurriera a él so
nización de nuestra democracia. En todo caso, la pretexto de reformar la Constitución de 1860.
igualdad bajo el caudillo, implicaba la renuncia a la
libertad, el triunfo de la autoridad sobre la libertad En conclusión, el examen precedente revela que
y del absolutismo personal sobre la soberanía popu- cualesquiera que sean las formas o procedimientos
lar. El cesarismo así sirvió sólo para perpetuar el que use el" cesarismo", no puede dejar de ser lo que
colonialismo bajo formas republicanas. en esencia es: una forma de poder personalizado
incompatible con la representación democrática. Y
El historiador venezolano, Laureano Vallenilla Lanz es que el cesarismo es -como lo define con todo
("El cesarismo democrático", 1920) creía que el cau- acierto la Real Academia de la Lengua- "un sistema
dillo, "dictador necesario", había sido "la única de gobierno en el cual una sola persona asume y
fuerza de conservación social" que salvó a las demo- ejerce los poderes públicos".
cracias de la anarquía, merced "a su carácter repre-
sentativo" y a su capacidad para imponerse sobre 111.- AUTOCRACIA REPRESENTATIVA:
los egoísmos rivales. La tesis pretendía cohonestar DESNATURALIZACIÓN DE LA
las dictaduras de Vicente Gómez y las que, por DEMOCRACIA REPRESENTATIVA .
entonces, oprimían al continente (Estrada Cabrera,
Leguía, etc). Tal cesarismo, democrático por plebe- La autocracia pretendidamente representativa no
yo encarna, idealmente, en alguien que proviene es ni puede resultar, pues, sino de la desnatura-
"de abajo", del pueblo. No es, pues, César el aristó- lización o degeneración de la representación popu-
crata Bolívar. Lo es, a plenitud el llanero Páez. Sin lar. Si aquello acontece es obvio que se produce una
embargo, el Libertador inspira el sistema político y transformación cualitativa que despoja al régimen
define sus rasgos fundamentales. Su Constitución de todo carácter genuinamente representativo. Así
Vitalicia es el modelo para perpetuar en el poder al parecen probarlo las diferentes formas de
"gendarme necesario" o a la "dictadura organiza- desnaturalización que sufren, por cierto, sólo las
dora" que José Santos Chocano preconizaba en un democracias débiles e insuficientes.
breve opúsculo titulado precisamente "Las dicta-
duras organizadoras" (1922). 1.- Desnaturalización de la representación
popular por falta de verdad y libertad
El Cesarismo plebiscitario o bonapartismo, proto- electorales.
tipo de la autocracia moderna, según Loewenstein,
es "el dominio autoritario pero disfrazado de Esta- Eran sin duda autocracias con apariencia represen-
do constitucional democrático". La legitimación tativa, las nacidas de elecciones sin verdad ni liber-
popular, inesquivable después de la revolución, tad y en las que el arbitrio del Congreso suplantaba
hizo que Napoleón sometiera sus tres Constitucio- la voluntad popular. Así aconteció, casi regular-
nes (1800, 1802 y 1804) a sendos plebiscitos y que mente, tanto cuando la elección correspondía a los
creara una ficción de representación popular a tra- Colegios electorales que, a su turno, debían elegirse
vés de tres Cámaras distintas (Cuerpo Legislativo, por sufragio prácticamente universal (1823-1896)
Tribunado, Senado) que le permitían asegurar su como cuando se restringió el voto a los alfabetos y se
hegemonía sobre el sistema. Ese régimen originó el estableció el sufragio público, directo y en doble
"neopresidencialismo" de Napoleón III y el de las cédula (1896-1931). Ni la creación de la Junta Electo-
autocracias tradicionales de América Latina en los ral Nacional ni la intervención de la Corte Suprema
que" todos los órganos del poder están estrictamen- (1912-916) lograron extirpar el fraude o impedir que
te sometidos al Jefe del Estado". el Congreso siguiera siendo el gran elector hasta
1931.
En el cesarismo napoleónico halló Bolívar las ideas
esenciales de la Constitución Vitalicia (elección res- En ambas etapas, era cierto -como decía Manuel
tringida, tricameralidad, Jefe de Estado y de gobier- Vicente Villarán- que los votos adornaban al candi-
no vitalicios y con derecho a designar sucesor, cen- dato pero no eran indispensables para su elección.
tralización y concentración dentro de la unidad del Desde luego que algunos de aquellos procesos,
Estado) y hasta el procedimiento de su sanción: a coincidieron con grandes corrientes de opinión na-
través de los Colegios Electorales. Y es que el plebis- cional (1872, 1895) o con genuinos liderazgos que el
cito ha sido siempre el arma predilecta del poder Congreso tampoco podía desconocer sin riesgo. En
personal o individualizado. Con él, según Burdeau, todo caso, detrás de aparentes procesos electorales,

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se embozaban regímenes que habían nacido de (difusión o prédica de ideas, crítica a los gobernan-
"imposiciones". Eran naturalmente típicos tes, organización de partidos, etc) sino que entrega-
"cesarismos burocráticos" en que el gobierno de ban el juzgamiento de tales conductas y de otros
turno aseguraba su sucesión, además de su propia actos ilícitos ya al Poder Ejecutivo, ya a las autorida-
mayoría, merced a la renovación parcial del Con- des políticas y desde luego, a Cortes Marciales con
greso. Tales regímenes difícilmente podrían consi- procedimientos, efectivamente, sumarios. Ese régi-
derarse genuinamente representativos aunque si- men de excepción rigió, casi ininterrumpidamente,
mularan órganos, instituciones y procedimientos entre enero de 1932 y julio de 1945 (leyes 7479 y
aparentemente democráticos. 8505) y entre 1948 y 1956 (Decreto Ley 11049 o Ley
de Seguridad Interior). Aunque sin llegar a tales
2.- Falsificación de la voluntad popular y extremos, no fue distinta la situación de algunos
sometimiento de las instituciones constituciona- partidos (vg. Acción Popular) durante la primera
les al arbitrio presidencial. "fase" del régimen castrense entre 1968 y 1977.

Las viciosas costumbres políticas que legitimaron el Por cierto que los regímenes de excepción permitie-
fraude electoral, se degeneraron, aun más, en el ron falsificar instituciones de apariencia constitucio-
presente siglo. Dos mecanismos sirvieron a ese fin: nal y simular su funcionamiento. Le guía, Benavides
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la adulteración desembozada de las elecciones y la y Odría designaron, sin embozo alguno, a los inte-
posibilidad de interdicción legal de ciertos sectores grantes del Congreso para los períodos de 1919-30.
políticos y, con ellos, la de los adversarios del go- 1939-45 y 1950-56. De allí su docilidad frente al
bierno de turno a través de draconianas e inconsti- Ejecutivo y, naturalmente, la desaparición de toda
tucionales leyes de excepción. fiscalización y control. Es obvio que tales regímenes
no eran ni podrían ser representativos, sino de la
Leguía, que intentara, en su primera administra- voluntad omnímoda del autócrata de turno.
ción, las "ubicaciones" (distribución concertada de
las representaciones parlamentarias entre todos los 3.- Degeneración de las instituciones democráticas
partidos) sustituyó, en 1919, la" designación" por la por desnaturalización de las instituciones de
elección. Con ese objeto, restableció la Ley de Elec- control del poder.
ciones Políticas de 1861 que permitía imponer los
resultados a través del control de las Comisiones de Hay quienes pretenden que son autocracias repre-
Credenciales del Congreso. Y fue a partir de Leguía sentativas también las democracias en que se ate-
que el Perú admitió, sin mayores escrúpulos, la núa o desaparece la fiscalización porque un mismo
interdicción legal no sólo de actividades y conduc- partido asume el control del Ejecutivo y el Congreso
tas, inobjetablemente lícitas, sino la más abierta y o porque se produce una abierta discrepancia entre
desembozada persecusión de partidos o ciudada- el gobierno y las grandes corrientes de opinión
nos por razón de sus ideas imponiéndoles, de he- popular como consecuencia de cambios de posi-
cho, una capítís díminutio que impedía su participa- ción, ya de uno, o de otro, o de ambos a la vez. Las
ción en la vida política del país. Es~ régimen que dos tesis- generalmente esgrimidas por los partida-
sobrevivió a Leguía se agudizó, lamentablemente, a rios encubiertos de las autocracias- pierden de vista
su caída. los papeles que corresponden a la mayoría y la
minoría y al gobernante frente a los gobernados.
La Constitución de 1933 despojaba de todo derecho
político a los militantes de partidos de organización Las democracias que, como ha dicho Revel, mueren
6
internacional (artículo 53). Las leyes de excepción , de debilidad, requieren también de estabilidad. A
dictadas para darle cumplimiento, no sólo tipificaban diferencia de las autocracias, sólo pueden hallarla
como delitos actos políticos perfectamente lícitos en el respaldo mayoritario del Congreso. Esa nece-

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sidad no riñe con la fiscalización, que es la función perversos que, lejos de impedir, facilitan su concen-
y el privilegio de las minorías de oposición. Su tración y centralización. La Constitución de 1993-
eficacia dependerá de la existencia e idoneidad de dictada en verdad para permitir la reelección de
instituciones y mecanismos que la Constituición Fujimori- ha consagrado, en realidad, un cesarismo
debe arbitrar. Tal es la tradición occidental que se ha autocrático. Un régimen en el que el Presidente,
institucionalizado en las democracias más longevas convertido en árbitro del sistema político, puede
del mundo merced a la disciplina de voto impuesta, ejercer hegemonía inconstestable sobre todas sus
por lo general, en los partidos políticos, situación instituciones como consecuencia de :
que algunos consideran una inevitable limitación
que la realidad impone a la democracia. Y así, del 1) El debilitamiento de la autonomía funcional del
mismo modo que no cabe que las mayorías se Congreso y su subordinación al Poder Ejecuti-
sumen a la oposición, no es admisible que ésta vo. Todo ello por obra de la limitación de sus
intente gobernar. Cuando tal acontece, el régimen atribuciones legislativas, la ficción del voto de
sencillamente quiebra. Así lo han demostrado, con investidura del Consejo de Ministros y, sobre
evidencia incontestable, las desafortunadas expe- todo, por la "penalización" de su más caracterís-
riencias de 1945-48 y 1963-68. Por todo ello es, sin tica función de control político mediante la diso-
duda, exagerado, considerar como autocracias regí- lución.
menes en los que existe, con todas las imperfeccio- 2) La concentración y centralización del poder del
nes imaginables, la posibilidad de oposición y liber- Estado por el debilitamiento general de las insti-
tad para ejecitarla. tuciones constitucionales autónomas y, de ma-
nera especialísima, de los órganos de descentra-
Las democracias deben gobernar, en lo posible, en lización regional y local.
consonancia con las grandes corrientes de opinión 3) El robustecimiento del poder personal del Presi-
popular. Esa permeabilidad, sin embargo, no debe dente mediante la doble vuelta electoral, la re-
convertirlas en simples cajas de resonancia o elección inmediata, la inviolabilidad jurídica y
en juguete de las cambiantes tendencias del política y su conversión en árbitro del sistema lo
sentir popular, lo que sería populismo fácil. Es que le permite despedir libremente al Gabinete y
obvio que sus divergencias con ese sentir pueden crear las condiciones para someter al Congreso
crear problemas de gobernabilidad e incluso de mediante la ficción del voto de investidura, la
legitimidad. Sin embargo, ese hecho no llega a con- amenaza de su disolución y la ficción del arbitra-
figurar, necesariamente, una autocracia. Depende, je popular.
desde luego, de la coyuntura específica e incluso
hasta del sistema electoral y de partidos vigente. El (i) El debilitamiento del Congreso.
sistema mayoritario, a diferencia del proporcional,
favorece la fidelidad del representante con su elec- El Congreso ha sufrido grave menoscabo. En el
torado, en tanto que ese vinculo es más estrecho con plano legislativo lo prueban: el reconocimien-
el partido en el sistema proprocional. En todo caso, to de la legislación de urgencia como una suerte de
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esa discordancia no crea una autocracia . Una legislación delegada , la extensión, verdadera-
autocracia presupone o un inocultable origen mente sorprendente, de la iniciativa en la for-
antidemocrático o una adulteración total de los mación de las leyes, su forzado sometimiento
mecanismos de equilibrio y control de modo tal que al Ministerio de Economía y Finanzas para otorgar
se produzca una inevitable concentración y centra- beneficios o exoneraciones tributarias, la pér-
lización del poder que elimine las posibilidades de dida del monopolio del derecho de gracia y de
cualquier fiscalización. la competencia para aprobar Tratados y Convenios
Internacionales y su exclusión en el otorgamiento
4.- Desnaturalización de las instituciones y de de grados y ascensos militares así como en la
los mecanismos de control y equilibrio en el ratificación de Embajadores o Ministros Plenipo-
diseño constitucional. tenciarios.

La Constitución, que es una norma de reparto, No es menor su debilitamiento en el plano político.


prefigura la forma de ejercicio del poder y, natural- Además de haber perdido la facultad de auto-
mente, impide su control si consagra mecanismos convocarse o de provocar su convocatoria en legis-

" La legislación deur~;en•t:ia e$


caduca. Entre.no;sot¡ro¡:¡,

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latura extraordinaria, el Congreso ha quedado so- (iii) El cesarismo autocrático o el régimen de
metido al arbitrio del Ejecutivo por virtud de dos absolutismo presidencial.
ficciones: la pretendida investidura del Consejo de
Ministros por el Congreso, y los votos de censura y El absolutismo presidencial se ha robustecido, casi
los votos negativos de confianza. No cabe "investir" insensiblemente, desde la Constitución de 1920. La
a quienes ya juraron y ejercen funciones ministeria- Carta de 1979 que racionalizó, con acierto, el poder
les y pueden ser libremente removidos por el Presi- del Congreso, acentuó los rasgos del regimen perso-
dente. Tampoco cabe aprobar, en rigor, una política nal mediante el "ballotage" y la disolución del Con-
que el Presidente puede modificar con absoluta greso. La Carta de 1993 lo ha llevado a la más
prescindencia del Congreso. Este, de otra parte, absoluta irracionalidad con la reelección presiden-
carece de autonomía para rehusar confianza o cen- cial; la conversión del Presidente en árbitro del
surar, sencillamente, porque son actos políticamen- sistema político; la consagración definitiva de su
te punibles, ya que legitiman al Ejecutivo para disol- inviolabilidad jurídica y política; y la ficción del
ver al Congreso. De ese modo, se han convertido en arbitraje popular, como señuelo para legitimar la
el arma más eficaz para someterlo al arbitrio presi- disolución del Congreso.
dencial. Tal el efecto de la amenaza de disolución,
desatinada innovación introducida, lamentablemen- El "ballotage", típico del semi-presidencialismo legi-
te, en la Carta de 1979. tima políticamente al Presidente de Francia como
árbitro de un sistema político en el que el Jefe de
(ii) El debilitamiento de la autonomía de las Gobierno nace y se sostiene por voluntad de la
instituciones constitucionales y de los órganos Asamblea Nacional. La elección popular del Presi-
de gobierno descentralizado. dente por mayoría superior al tercio, basta para
legitimarlo allí donde hay-como decía Villarán- "un
Todas las instituciones constitucionales autónomas Presidente fuerte y un Gabinete débil", porque el
han sufrido grave merma en su independencia por Presidente es Jefe del Estado y del Gobierno y
diversas razones. Dos botones de muestra: el llama- porque el Congreso que puede derribar Ministros
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do Sistema Electoral (dividido en tres institucio- no puede sostenerlos ni imponerlos. La segunda
nes, dos de las cuales están subordinadas, inexplica- vuelta electoral, de este modo, plebiscita a quien no
blemente, al Consejo Nacional de la Magistratura) y obtiene la mayoría electoral y crea una engañosa
el Tribunal Constitucional (designado íntegramen- sensación de respaldo político que, por lo demás, es
te por el Congreso). Ambos casos son patéticos. En efímero, porque no se refleja siquiera en la compo-
realidad, el debilitamiento de esas y otras institucio- sición del Congreso. Es así una pieza decorativa que
nes constitucionales, favorece la hegemonía del Eje- resulta perniciosa porque acentúa los rasgos del
cutivo y hace ilusorio el control de sus actos. A todo régimen personal.
ello se ha sumado, desde luego, la deserción de
responsabilidades de los personeros de algunos La disolución de la Asamblea, fórmula destinada a
otros entes. El caso más lamentable es, por cierto, el resolver situaciones límite de discrepancia entre el
del Ministerio Público . Gobierno y la Asamblea es, en el Perú, la "sanción"
que la Constitución impone al Congreso que censu-
No menos significativo es el caso de los Gobiernos ra o rehusa confianza a dos Consejos de Ministros.
Regionales y Locales que el llamado CCD pretendió No es, pues, un medio para lograr el arbitraje popu-
sustituir por Intendencias análogas a las consagra- lar. Es el mecanismo que permite al Presidente, Jefe
das en la Constitución chilena de Pinochet. La pre- de Gobierno, inamovible en su cargo, despedir a un
sión de la opinión popular logró la subsistencia de Congreso incómodo o indócil. Más aún, es el pretex-
Regiones y Municipalidades, desde luego con atri- to que legitima la instauración de una dictadura
buciones muy limitadas y enfrentadas a un Gobier- constitucional que puede prolongarse hasta por
no que ha asumido la administración regional so cuatro meses, lapso durante el cual el Presidente
pretexto de la transición y que intenta avasallar a las puede no sólo "legislar" mediante decretos de ur-
Municipalidades recortando, día por día, las com- gencia, sino administrar, sin fiscalización alguna,
petencias, funciones y actividades que le son inhe- desde que la Comisión Permanente (órgano
rentes. La razón de su hostilidad es obvia. Su exis- fantasmal que sobrevive a la disolución del Congre-
tencia y funcionamiento riñe con la lógica del so) sólo tiene competencia para registrar los actos
cesarismo, que es incompatible con la descentraliza- presidenciales. Más grave aún, si, no obstante la
ción del poder. convocatoria, no se llevaran a cabo las elecciones, la

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sanción es levísima. El Congreso disuelto reasume El Presidente, por fin, es inviolable políticamente.
sus funciones y el Consejo de Ministros es destitui- Los Ministros responden por los actos presidencia-
do -obviamente si se halla en funciones- y sus miem- les que refrendan o acuerdan en Consejo. Por esa
bros inhabilitados. De ese modo, la disolución y el misma razón, es también inviolable jurídicamente,
arbitraje popular son meras ficciones que, a la corta ya que no responde por los delitos cometidos en el
o a la larga, sirven tan sólo para robustecer el abso- ejercicio de sus funciones y por las infracciones de
lutismo presidencial. la Constitución en que incurra. El Presidente, en la
práctica, sólo puede ser acusado, durante y des-
Nadie duda que la reelección presidencial inmedia- pués de su mandato, por los delitos exceptuados
ta fue la razón determinante del movimiento sedi- (traición a la patria; impedir elecciones presiden-
cioso de 1992 y de la reforma constitucional de 1993. ciales, parlamentarias, regionales o municipales,
Los efectos corruptores que esa institución posee, disolver el Congreso e impedir la reunión o funcio-
de manera especial en los estados unitarios, queda- namiento del JNE o de los otros órganos del llama-
ron al desnudo en el proceso electoral de 1995. do Sistema Electoral). Inimputable por delitos de
Además de la intromisión escandalosa e impune de función, goza además del privilegio de la dilación
las Fuerzas Armadas y Policiales y de la utilización procesal para el juzgamiento de los delitos comu-
de todos los medios del Estado en favor de Fujimori. nes en que incurra, salvo que se declare la vacancia
el JNE careció de la solvencia e imparcialidad sufi- de la Presidencia por incapacidad moral, incapaci-
cientes para garantizar la transparencia del proceso. dad que, según la Carta de 1993, debe ser "absolu-
Es difícil, si no imposible, competir con un Presiden- ta". La inimputablidad del Presidente, es decir su
te-candidato. La reelección inmediata es, sin duda, inviolabilidad, alienta la arbitrariedad y riñe con
inconveniente. La Comisión Villarán, en 1931, es- los más elementales principios éticos, fomentando
grimió argumentos incontestables, aun ahora, con- así la autocracia.
tra esta perniciosa institución que, desde luego, al
alentar el continuismo personal, es un factor gene- CONCLUSIÓN
rador de autocracia tanto como de corrupción pú-
blica y privada. Todas las instituciones descritas configuran, sin
duda, un regimen de personalización del poder.
La Constitución de 1993 ha convertido al Presidente Frente a éllas no bastan los controles y balances
en árbitro del sistema político. No sólo puede diseñados tanto para el presidencialismo como para
imponer su voluntad al Congreso y arrancarle votos el parlamentarismo. El problema reside en que la
de confianza para el Gabinete, sino que puede pro- Constitución -cuya función primordial es distribuir
vocar, ad líbitunz, su disolución del mismo modo que y controlar el poder - se ha convertido en nuestro
puede despedir libremente al Consejo de Ministros. caso en un medio para legitimar su concentración. Y
La censura -decía la misma Comisión Villarán- "le así, marchando a contrapelo del constitucionalismo,
quita Ministros, pero no lo priva del derecho de lejos de racionalizar, hace aún más arbitrario su
reemplazarlos como quiera". ejercicio. Tal re gimen, reñido con la libertad, difícil-
mente podría ser representativo, aún cuando sus
Con pretexto del voto de investidura, el Presidente, órganos y agentes hubieran sido designados por el
en realidad, impone su política al Congreso. Rehu- pueblo. La degeneración de sus rasgos no puede
sarle confianza implica el riesgo de disolución. Pero disimular lo que en esencia, es o puede llegar a ser:
ese mismo riesgo desalienta cualquier intento de una genuina autocracia casi sin apariencias demo-
censurar al Consejo de Ministros. De este modo, cráticas. Frente a ella, la democracia, con todos sus
somete a férreo control al Congreso e impide que defectos y debilidades, tiene una ventaja indudable.
éste ejercite con autonomía la fiscalización que le A pesar de sus deficiencias, deja abierto el camino
corresponde. De esta manera, el Presidente que para que la libertad impere sobre un poder sujeto a
determina o influye decisivamente en la conducta la razón. La autocracia es, en cambio, el imperio
del Congreso y maneja a su arbitrio el Consejo de simple y neto del poder, al margen de la razón y a
Ministros, es, sin duda, el árbitro del sistema políti- pesar de la libertad. Por eso mismo, nunca puede ser
co sin controles, balances o equilibrios. representativa.

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