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SESIÓN 5
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DERECHO A LA VIDA Y A LA
INTEGRIDAD PERSONAL

Experiencia Curricular
Constitución y Derechos Humanos
DERECHO A LA VIDA Y A LA INTEGRIDAD PERSONAL

1. EL DERECHO A LA VIDA

El derecho a la vida constituye uno de los derechos básicos del hombre, reconocido por los
ordenamientos jurídicos a nivel internacional, no siendo la excepción el ordenamiento civil peruano, que
presenta una posición personalista o humanista, más aún si se reconoce al derecho a la vida como un
derecho esencial de la persona y en tal sentido es objeto de protección jurídica.

Nuestro ordenamiento concibe que el derecho a la vida detente un carácter irrenunciable y además
resulta inherente a la persona humana, en tal sentido resulta primordial entre los demás derechos de la
persona y sobre todo que constituye presupuesto de los demás. Es evidente que si no existiera el derecho
a la vida carecería de sentido pronunciarse con relación a los demás derechos reconocidos por el
ordenamiento jurídico, es por ello que se afirma que constituye un presupuesto de los demás, y bajo esta
perspectiva ha sido así tratado en los diferentes ordenamientos, como en el peruano.

El derecho a la vida es natural, primario u originario del que todo ser humano goza, desde su existencia;
aún más es incuestionable que la vida en sí misma es un suceso, originario e irreversible; claro desde un
punto de vista enteramente natural.

Sin embargo, debemos tener presente que cuando las Constituciones de los Estados o aquellas normas o
dispositivos legales de menor jerarquía consagran el derecho a la vida, no es que estén creando un nuevo
derecho, sino simplemente lo están reconociendo (entiéndase en el sentido demostrarse conforme) y
protegiendo; efectivamente así sucede con todos los derechos de carácter primordial o esenciales del ser
humano, con la salvedad que en el caso del derecho a la vida se le ha concebido no sólo como
primordial sino también como indispensable presupuesto para todos los demás; así al respecto,
Fernández (1992, p. 34) señala: "El derecho a la vida es el primordial entre los derechos atinentes a la persona y el
presupuesto indispensable de todos los demás".

En este orden de ideas podemos colegir que el derecho a la vida es la fuente de donde emergen todos los
derechos inherentes de la persona humana. El reconocimiento del derecho a la vida que efectúan los
ordenamientos no sólo radica en impedir que los demás atenten contra el individuo, pues comprenderlo
así sería una visión parcial de su concepción, es por ello que otros autores se inclinan por señalar además
que este derecho debe ser comprendido además como un derecho a vivir de tal manera que el ser
humano pueda realizar su proyecto de vida vital, es decir, que se den ciertas condiciones de vida ,
situación esta última que diferentes ordenamientos lo están tomando ya en cuenta y que ha originado
encontrados debates en los distintos órganos jurisdiccionales quienes protegen el derecho a la vida en su
más pura acepción como un derecho indisponible y quienes conciben ya al mismo como un derecho
disponible.

1.1. Amparo Civil del Derecho a la Vida

Díez-Picazo (1982, p. 18) señala que la vida: "Es el bien básico y esencial de la persona, fundamento y
asiento de todos los demás. Pero el hombre no tiene un poder sobre su propia vida total y absoluto, que
en su formulación consiguiente legitimaría el suicidio. La vida no posee un valor puramente individual,
sino familiar y social. De ahí que el ordenamiento jurídico debe negar a la persona el poder de quitarse
la vida".

El Código Civil Peruano de 1984 recoge en su artículo 5º el derecho esencial a la vida, y en


concordancia con el artículo 1º del indicado cuerpo normativo; se puede colegir que se recoge una
tutela a:
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El Concebido. Pues protege al nasciturus o aún no nacido que es considerado como ser
independiente y distinto de la madre, teniendo por tanto el derecho y amparo de la ley,
reconociéndolo como sujeto de derecho para todo lo que le favorece. Aunque si bien es cierto no
es aún una persona natural en razón que no se ha producido el hecho del nacimiento, pero con ello
no deja de ser ya una vida humana, es un sujeto de derecho distinto y autónomo; por tanto, es un
centro de referencia de derechos desde el instante de la concepción. Ahora bien se debe tener en
cuenta que nuestro ordenamiento si bien le da al aún no nacido la condición de sujeto de derecho,
será solo centro de imputación o referencia de todo cuanto le favorece, situación muy distinta que
la persona individual o natural pues es centro de referencia normativo sin limitación alguna salvo las
dispuestas expresamente por ley; más aún en el caso del concebido la atribución de derechos
patrimoniales está condicionado a que nazca vivo, con lo que se puede colegir que en cuanto a los
derechos extramatrimoniales o no patrimoniales (dentro de ellos el derecho a la vida) es evidente
que no están sujetos a condición. Así podemos apreciar que existe un tratamiento normativo
especial en cuanto al concebido para su debida protección.

Al ser ya nacido o la persona individual o natural. Protege a los sujetos de derecho con
acciones efectivas, en tal sentido el objeto de protección jurídica se encuentra en el ámbito de la
persona misma, lo que se busca tutelar es aspectos importantes próximos al ser de la persona a fin
de que ella se realice de acuerdo a su proyecto de vida, en tal sentido la persona individual o natural
será pues centro de referencia normativo sin limitación alguna salvo las dispuestas expresamente
por ley.

1.2. Problemáticas frente al derecho a la Vida

Resulta acertado sostener que el derecho a la vida, al igual que otros derechos humanos, no es un
derecho absoluto o ilimitado; puede sufrir restricciones al colisionar o entrar en conflicto con otros
derechos. Esto puede ocurrir en determinadas circunstancias “límite”. En tales circunstancias
corresponde al legislador establecer cuáles serán los derechos que deben prevalecer. Los límites que el
sistema jurídico ha recogido en relación al derecho a la vida de las personas, son la pena de muerte, la
legítima defensa y el estado de necesidad; en el caso del derecho a la vida del concebido, el límite es el
aborto. Efectivamente la concepción, el nacimiento y la muerte han sido justamente denominadas por
ilustres tratadistas como "fronteras extremas de la vida". Dichas fronteras o límites, se encuentran en
constante delimitación, y que en muchas ocasiones ha originado un problema arduo e incluso difícil de
resolver por sus complejas connotaciones e implicancias.

1.2.1. Aborto

Etimológicamente deriva del término latino "abortus", formado por dos raíces ab (privar) y ortus
(nacimiento), es decir, "privar del nacimiento". Actualmente se entiende por aborto a la interrupción
prematura (sea esta natural o inducida, provocada) del embarazo y la consiguiente expulsión del feto. Frente
a esta situación existen dos posiciones:

A. Posición Mortícola. La cual afirma que la madre tiene pleno derecho sobre la vida de sus hijos.
Esta posición nacida del Derecho Romano sustenta la teoría que el concebido es "viscerum matris",
es decir, víscera de la madre.
Del Castillo (1976, p. 85) expresa que "el aborto legal viene a constituir un medio de control de la
natalidad, tornándose en el equilibrador entre crecimiento demográfico y el factor económico"
Esta posición sostiene que como el ser humano tiene derecho de procrear, es decir, es libre de tener
relaciones sexuales, en consecuencia también es libre de determinar si esa relación tiene como fin la

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concepción o solamente la satisfacción del instinto sexual, decir partiendo de la antiquísima
concepción que el feto es víscera de la madre se lleva a sostener bajo una expresión mucho más
refinada, que al ser la persona libre en sus decisiones y sobre todo en tener o no relaciones sexuales
en consecuencia también podrá decidir libremente si esa relación sexual sostenida debe llegar a su
fin es decir a la concepción o al nacimiento del ya concebido.

B. Posición Vitalista. Sostiene que, al considerarse al concebido como sujeto de derecho "para todo
cuanto le favorece" (Cfr. Artículo 1º del Código Civil Peruano), éste es titular, único e
incondicional, del derecho a la vida, es decir es un ser independiente y separado de la madre, y por
tanto la madre no puede decidir ya sobre él.

Sin embargo, a pesar de protegerse al concebido, en diferentes legislaciones contemplan causas


atenuantes y eximentes del delito de aborto, teniendo en algunos casos como requisitos el
consentimiento de la mujer para salvar su vida o cuando se desea eliminar el fruto de una violación,
entre otros, esto no quiere decir que el ordenamiento consienta el aborto sino que por el contrario
lo sanciona, sin embargo se establecen ciertas condiciones o causales que de cumplirse se dan
atenuantes (reducción de pena) o se exime (se releva o se perdona) de sanción.

1.2.2. Eutanasia

Otra dificultad vinculada al derecho a la vida es la eutanasia, proviniendo de las voces griegas eu (bueno) y
thanatos (muerte), es decir “muerte buena”. Este concepto se degeneró a tal forma que se pensaba que la
población en exceso debía eliminarse, así como los miembros menos necesarios, lo que recaía lógicamente
en los viejos y los infantes.

El cristianismo se ha enfrentado a esta desviación y actualmente el problema de la eutanasia conduce de


manera directa a una controversia fundamental de la existencia humana, el de propagar o no la suspensión
de la vida de quien se encuentra afectado de un mal irreversible y/o dolor insoportable (situación que en los
últimos años ha causado encendidos debates con rotundas manifestaciones tanto a favor como en
contrario); esta puede ser: a) Eutanasia Pasiva o Indirecta: Cuando se deja que el enfermo muera y b)
Eutanasia Activa o Directa: Cuando se mata al paciente.

Frente a la problemática de la eutanasia, debemos precisar entre la aplicación de un tratamiento médico


donde es inadmisible la eutanasia; y la prolongación artificial de la vida humana, en donde lo único que cabe
es que la naturaleza siga su proceso normal. El ser humano nace, crece y muere. Es contrario al más
elemental sentimiento de lo justo y lo bueno prolongar la agonía de un enfermo, pero para proceder a ello,
es necesaria, previamente, una autorización judicial. Tal posición ha asumido la jurisprudencia comparada.

Para el caso peruano en nuestro Código Penal se regula el “homicidio piadoso” y lo tipifica en su art. 112º
del modo siguiente: “El que, por piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita de manera expresa y
consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será reprimido con pena privativa de libertad no mayor
de tres años".

Este tipo legal resulta una figura delictiva bastante atenuada, si la comparamos con el homicidio simple (art.
106 del mismo cuerpo normativo) el cual condena al sujeto activo con una pena privativa de libertad no
menor de seis, ni mayor de veinte años.

Las legislaciones penales han abordado el problema de la muerte buena desde dos ángulos primordialmente,
ya sea sancionándola o eximiendo de responsabilidad. Actualmente muchas tratadistas han contemplado
que el derecho a la vida no se limita solamente al estado biológico de la existencia, sino al de vivir con

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ciertas condiciones mínimas, y es por ello que en determinadas circunstancias, la persona puede decidir
tener una muerte digna, evitando la prolongación artificial de la agonía.

Sin embargo, esto no resulta tan sencillo pues no siempre se puede hablar de sufrimiento del enfermo, que
es uno de los presupuestos del acto eutanásico; al respecto solo basta imaginarse el caso referido al estado
de coma prolongado donde el enfermo no está consciente, y no es posible admitir si existe o no
sufrimiento, y por lo tanto, poner fin a un coma prolongado e irreversible no debería ser definido como
"eutanasia". Se afirma que: "de hecho, parece legítimo hablar de "derecho a la muerte", expresión que no
designa el derecho de procurarse o de hacerse procurar la muerte como se desea, sino el derecho de morir
con toda serenidad, con dignidad humana y cristiana".

La finalidad del acto eutanásico es aquel de provocar la muerte, mientras el dejar morir significa no poner en
obra aquellos medios terapéuticos que podrían sólo prolongar la agonía del paciente, sin una razonable
esperanza de suceso.

1.2.3. La Pena de Muerte

Solís (1983, p. 22) apunta que: "La pena es la restricción o eliminación de algunos derechos, impuesta
conforme a ley por los órganos jurisdiccionales competentes, al culpable de una infracción penal". Otros
opinan que la pena es un mal jurídico con el que se amenaza a todas las personas, y se aplica a los que
delinquen en calidad de retribución de los actos cometidos, cuyo fin primordial es el impedir la comisión de
otro delito.

Dentro de la variedad de penas existentes encontramos la de muerte, que ha sido objeto de porfiadas
discusiones, creyéndose que la seguridad social se puede lograr por otros medios compatibles con la vida de
los criminales. El mencionado problema no puede ser resuelto en un plano puramente jurídico y técnico,
pues además se trata de una discusión moral cuya solución servirá para la aceptación o no de la pena capital.

En nuestros días encontramos dos posiciones contradictorias:

1) Los mortícolas, entre ellos Ruiz (1944, p. 45) expresa:


"Al analizar el fin básico de la pena nos daremos cuenta que es su carácter expiatorio, significando que el malhechor
merezca, antes que otra cosa, un castigo proporcionado al mal que cometió, afirmando una equiparidad entre el delito y la
pena por ser justo, no cabiendo duda que ante la gravedad de ciertos delitos la muerte aparece, según ellos, como lo más
lícito logrando de esta manera la defensa social, explicado por el criterio de peligrosidad".

2) Los abolicionistas, en contra de la pena capital. Quintiliano (s.f.) dice: "Si los culpables pueden corregirse...
será más útil a la República salvarlos que castigarlos con la muerte”. Esta teoría ha ido ganando terreno y en la
actualidad la tendencia de los países democráticos es abolirla, por esta razón las Naciones Unidas, con
la resolución No.2857 del 20 de diciembre de 1971, vio la conveniencia de abolir la pena de muerte en
todos los países.

En nuestra Carta Magna la pena de muerte, tal como lo prescribe el art. 140, "sólo puede aplicarse por el delito de
traición a la patria en caso de guerra, y del terrorismo, conforme a las leyes y a los tratados de los que el Perú es parte
obligada". Es conocido que la finalidad de las penas debe dirigirse a la readaptación del criminal. Es del todo
inadmisible sostener que la seguridad social de un Estado reposará sobre los cadáveres de los ejecutados por
esta pena, que no debe pasar de la oscura historia de la sociedad y del Derecho. La pena de muerte no
readapta al criminal.

2. EL DERECHO A LA INTEGRIDAD

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La más caracterizada doctrina constitucional de nuestro país sostiene que el derecho a la integridad se refiere
a la intangibilidad de los diversos elementos que componen la dimensión física de la persona humana.

Dentro de este concepto, la norma constitucional peruana en el inciso primero del artículo 2o. comprende,
además del anterior, el derecho a la integridad síquica y moral. El derecho a la integridad síquica se refiere a
la preservación de todas las capacidades de la psiquis humana, que incluyen las habilidades motrices,
emocionales e intelectuales sin que ninguna de ellas pueda resultar afectada por la aplicación de métodos
técnicos o sicológicos.

El segundo tiene un sentido restringido muy importante que es la dimensión ética de la persona. Como
derecho quiere decir que cada ser humano puede desarrollar su vida de acuerdo al orden de valores que
conforman sus convicciones, desde luego todo ello dentro del respeto a la moral y al orden público.

Por otra parte se ha definido este derecho como "aquella facultad de rechazar cualesquiera agresiones
corporales, estableciendo un deber general de respeto que alcanza validez erga omnes en el sentido de
marcar una abstención común de cuantas actividades pudieran devenir perjudiciales al organismo humano".
(Martinez, 1986)

La efectiva protección del derecho a la vida exige el reconocimiento previo del derecho a la integridad ya
que en múltiples ocasiones la afectación del primero y fundamental se inicia con el ataque al segundo.

Cabe destacar que en la perspectiva de este autor se produce una extensión del derecho a la identidad ya que
toda persona goza de un conjunto de cualidades que las distinguen de otra y que deben ser respetadas. El
nombre, el sexo, su cultura, son, entre otros, rasgos distintivos de una personalidad determinada y nadie
puede usarla sin su autorización ni denigrarla impunemente. La plenitud moral, síquica y física, que
componen la integridad del sujeto, son partes integrantes de esa identidad.

La consideración como bien de la personalidad, que se reconoce al cuerpo y a la integridad corporal, resulta
del valor mismo reconocido a la vida y todo aquello que produzca su menoscabo o deterioro, bien por una
afección, sustracción, disminución o alteración del soma humano, implica un ataque a este derecho.

El reconocimiento de la integridad y la vida entre los derechos fundamentales así como el derecho a la
libertad han sido una constante en la jurisprudencia de nuestro máximo tribunal. En este sentido se ha
resuelto que "a través de distintos fallos o sentencias constitucionales se ha establecido en forma uniforme
la primacía y/o vigencia plena del derecho constitucional a la libertad individual e integridad física, las
mismas que indudablemente son derechos fundamentales inherentes a la persona humana". (Tribunal
Constitucional, 2000)

El derecho a la integridad física, de consiguiente, en cuanto a su verdadero alcance, si bien se proyecta sobre
la realidad somática de la persona, también debe encuadrar a aquellas de sus facultades anímicas que,
biológicamente enraizadas en su mismo ser, son parte indisociable del individuo —compuesto, no se olvide,
de corporeidad y espiritualidad o mundo de la inteligencia—, de tal suerte que ambas, a la vez, deben
constituir su exacto contenido, y, por ende, estar protegidas de cualquier ataque o intromisión de cualquier
agente.

Como quedara expuesto, la tutela alcanza tanto la salud física como la salud síquica, por lo que
consideramos mejor hablar de "derecho a la integridad corporal" que de "derecho a la integridad física",
sobre todo si partimos de que aquella integridad corpórea recoge las dos realidades, la del cuerpo humano y
la del espíritu.

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Admitido lo anterior queda claro que resulta reprobable cualquier acto que produzca perturbación mental o
trauma, porque el daño a la salud síquica ha de ser considerado indemnizable, tanto o más que el inferido a
la salud física.

Nuestro Tribunal Constitucional tiene resuelto que el contenido esencial del derecho a la integridad
personal, en su dimensión física, sólo tolera que se genere una disminución permanente e irreversible de una
función de un órgano del cuerpo humano, si con ello se busca evitar un riesgo inminente y grave para ese
valor superior y primario, que es la vida humana.

De lo expuesto por el supremo intérprete de nuestra Constitución se deduce que concibe —como lo
hiciéramos supra— una doble vertiente para este derecho a la integridad (física y sicológica).
Adicionalmente deja establecido que sólo en caso de que se encuentre en riesgo la vida puede tolerarse una
disminución física permanente e irreversible, como la que representa la esterilización quirúrgica (ligadura de
trompas) en las mujeres.

En la misma sentencia se establece además que aun cuando la Ley 26530, prima facie, permita (al no
encontrarse prohibida) utilizar la esterilización como método de control de la natalidad, debería llevar a este
Colegiado a evaluar si aquella permisión tácita se compadece o no con el derecho a la integridad corporal,
que el inciso 1o. del artículo 2o. de la Constitución reconoce como derecho fundamental de toda persona.

REFERENCIAS
ISO

FERNÁNDEZ, C. Exposición de Motivos y Comentarios al Libro Primero del Código Civil Peruano.
Lima: cultural cuzco s.a. editores, (2007). 538 pp. ISBN: 9789972041334
DIEZ-PICAZO, Luis. Sistema de Derecho Civil, Madrid: Tecnos. 1983. 751 pp.
DEL CASTILLO, Victoria. El Aborto, su Legislación en el Perú, Lima: Raíz. 1976
SOLIS, Alejandro. Ciencia Penitenciaria. Lima: Grafital. 1983.
RUIZ, Mariano. Criminología, Buenos Aires, Losada. 1944. ISBN: mkt0003470848
LEANDRY, Ismael. Derecho vs. Religión: La nueva batalla intelectual. Madrid. 2010. ISBN-13:
9781452844053
FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón, teoría del garantismo penal. Madrid: 1995. ISBN: 8487699944
MILLÁN, Antonio. El valor de la libertad. Madrid: Rialp 2012. 320 pp. ISBN 9788432130830
SAR-SUÁREZ, Omar. Derecho a la Integridad Personal en el Perú. Aspectos Constitutivos y Limitaciones.
El Caso de las Personas Privadas de Libertad. Cuestiones Constitucionales: Revista Mexicana De Derecho
Constitucional. (19). 2008. ISSN 1405-9193
MARTÍNEZ-CALCERRADA, Luis, Derecho médico, Madrid, Tecnos. 1986. 2980 pp. ISBN:
9788430912940
PERÚ. Tribunal Constitucional (Pleno). Sentencia núm. 1169-2000-HC/TC de 15 de diciembre.

ACTIVIDAD GRUPAL
Explica el derecho a la vida y a la integridad a través de texto argumentativo para un debate.
Indicaciones:
 Redactar 5 argumentos fundamentados a favor o en contra según la asignación de la temática al
grupo. Es decir, cada integrante del grupo debe aportar un argumento.
 Mencionar aspectos teóricos de la lectura como apoyo para la redacción y consultar fuentes
online y citarlos en el debate y en los argumentos presentados.
 Adjuntar su rúbrica para que cumpla con los indicadores a evaluar. Y seleccionar a su
representante para debatir.

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