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Introducción

Hamartiología se deriva de la palabra griega: hamartía, que significa


“errar al blanco, pecado.” De modo que, hamartiología es la doctrina
del pecado. La hamartiología es el estudio del pecado. La
hamartiología se refiere a cómo se originó el pecado, cómo afecta a la
humanidad, y en qué resultará después de la muerte. El pecado
significa esencialmente a "no dar en el blanco". Todos nosotros no
hemos dado en el blanco de la justicia de Dios (Romanos 3:23).
Entonces, la hamartiología explica por qué hemos fallado, cómo lo
hemos hecho, y las consecuencias de no dar en el blanco. Estas son
algunas de las preguntas más importantes en la hamartiología:
El pecado se describe en la biblia como la transgresión de la ley de
Dios (1 Juan 3:4) y la rebelión en contra de Dios (Deuteronomio
9:7; Josué 1:18).
Ahí es donde entra la hamartiología. Ella explica que todos somos
pecadores por herencia, por imputación, y por nuestra propia elección
personal. Nos muestra por qué Dios debe condenarnos por nuestros
pecados. La hamartiología apunta a la solución para el pecado, el cual
es el sacrificio expiatorio de Cristo Jesús. Cuando realmente
comprendamos nuestra naturaleza pecaminosa, comenzamos a
entender la profundidad y la amplitud de la naturaleza de nuestro gran
Dios quien, por una parte, condena a los pecadores al infierno en el
justo juicio, luego, por otra parte, satisface sus propias exigencias para
la perfección. Sólo cuando comprendemos la profundidad del pecado,
podemos entender la altura del amor de Dios por los pecadores.
Rom 6:1 ¿Qué concluiremos? ¿Que vamos a persistir en el
pecado, para que la gracia abunde? Podría entonces pensarse que
como en donde persiste el pecado sobreabunda la gracia, que
podríamos hacer lo que queramos sin importar el pecado y sus
consecuencias pero no es así.
Rom 6:2 ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al
pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? Como es posible que
nosotros habiendo sido crucificados con Cristo y muerto al pecado
podamos entonces seguir bajo su dominio, si esto ocurre es porque no
existe una plena identificación o ignorancia en cuanto a la obra de la
cruz en el ser del hombre, pues todo aquel que experimenta
verdaderamente en identidad con Cristo una verdadera muerte a sí
mismo, el pecado no puede ejercer ningún poder sobre la carne, el
pensamiento o los sentimientos de un ser renovado que ha
experimentado en sí mismo la muerte, pero si aún el pecado continua
ejerciendo alguna influencia es porque hace falta morir en mayor
profundidad y experiencia para percibir una victoria contundente sobre
nuestra naturaleza y pecado.
Rom 6:3 ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados
para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para
participar en su muerte? Y Pablo nos recuerda que el bautismo nos
identifica y hace participes con Cristo en su muerte, para que su vida
sea manifestada en nosotros. El bautismo sobrenaturalmente permite
que el nuestra naturaleza de pecado inherente a todo ser humano se una
a Cristo nos hace participes de su muerte, pero sabemos cuál fue su
muerte? los que se unen a Cristo se unen a su muerte y mueren para el
pecado, mueren a sí mismos, a lo que los identifica, para pasar a ser
uno con El en la medida en que experimentamos su muerte en cada
área sujeta a su dominio y señorío. Hemos recibido la señal del
bautismo como si hubiera sido formalmente pactada y contratada en
nuestras vidas, como sellados para todos los beneficios y todas las
obligaciones del discipulado cristiano en general, en la cual se incluye
nuestra muerte en particular. Y puesto que Cristo “fue hecho pecado” y
“una maldición” en bien nuestro (2Co_5:21; Gal_5:13), “llevando
nuestros pecados en su cuerpo sobre el árbol,” y “resucitado de nuevo a
causa de nuestra justificación” (cap. 4:25; 1Pe_2:24), toda nuestra
condición pecaminosa, habiendo sido sumida en su persona, se ha dado
por terminada en su muerte. Aquel, pues, que ha sido bautizado en la
muerte de Cristo ha abandonado toda su vida del alma y condición de
pecado, considerando todas las cosas títulos, ganancias, bienes,
relaciones como muertas en Cristo. Hemos sido sellados para ser no
sólo “la justicia de Dios en él,” si no también “una nueva criatura;” y
como no puede ser en Cristo una cosa y no la otra, pues ambas cosas
son una, ha abandonado por su bautismo en la muerte de Cristo, toda
su conexión con el pecado. “¿Cómo, pues, puede vivir aún en el
pecado?”.
Rom 6:4 Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su
muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder* del
Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. El bautismo más
allá de ser un acto simbólico tiene como función sepultarnos en su
muerte, para que su vida manifestada en la resurrección que fue
efectuada por el poder del Padre, se revele en nosotros a través de
nuestro espíritu y no de alma. “Por el mismo bautismo que
públicamente nos introduce en su muerte, fuimos hechos partícipes
también de su sepultura”. El sr participes de su sepultura permite que el
ser humano sufra la humillación hasta lo más hondo de su ser que
conviene vivir para experimentar su vida, disolviendo así hasta el
último vinculo de nuestra conexión con la vida que proviene del alma.
Rom 6:5 En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin
duda también estaremos unidos con él en su resurrección. La unión con
su muerte establece el vínculo con su sepultura así como con su
resurrección, se muestran 3 aspectos fundamentales para entender
y experimentar una verdadera vida espiritual en Cristo que son la
muerte, la sepultura y la resurrección que representan cada uno de
ellos? La muerte se experimenta en la naturaleza de pecado y la carne
que antes de Cristo eran la esencia del hombre y que ahora se revela en
la medida en que se conoce y discierne la escritura en nuestras vidas; la
sepultura es la obra que tiene que ser llevada a termino con destrucción
completa del yugo que tenía el alma (el yo o ego) sobre el hombre por
la disciplina del Espíritu en la vida del creyente; y la resurrección es la
verdadera expresión de la vida de Dios que no es compatible con la
carnalidad, ni con la vida del alma que expresa el hombre, la cual se
hace manifiesta con poder cuando el hombre en esencia se ha unido a
Cristo.
Rom 6:6 Sabemos que lo que antes éramos* fue crucificado con él para
que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no
siguiéramos siendo esclavos del pecado;solo ahora podemos realmente
entender lo que ocurre y debe ocurrir en nosotros para que la cruz lleve
a cabo su obra en nosotros, “nuestro yo anterior;” todo lo que éramos
en nuestra antigua condición no regenerada, antes de nuestra unión con
Cristo ha sido crucificado y debe experimentar la muerte, sepultura y
resurrección, haciendo perder su poder al pecado sobre nuestro cuerpo
(la carne), pues antes el pecado dominaba nuestras acciones, palabras y
pensamientos como a esclavos sin permitirnos libertad.
Rom 6:7 porque el que muere queda liberado del pecado. Porque solo la
muerte trae libertad, si alguien no ha muerto aun el pecado podrá
ejercer influencia y dominio sobre su vida, pero sí en cambio muere en
unión con Cristo puede entonces experimentar una verdadera libertad,
justificación y absolución del pecado.
Rom 6:8 Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que
también viviremos con él.Entendiendo claramente que hemos muerto 0
experimentamos su muerte continuamente en nuestro ser con El,
nuestra confianza o fe también se fortalecen y se establece en el hecho
de que vivimos y viviremos con El, siempre.
Rom 6:9 Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los
muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio
sobre él. Su entrega voluntaria y la manifestación de la gloria del padre
despojaron de su poder a la muerte sobre Cristo, la cual ya no tiene
poder sobre todo aquel que ha comprendido y experimentado en su ser
la unidad con Cristo. Pues aquel que muerte una vez no puede volver a
morir, si experimentamos su muerte en nosotros la muerte no tiene
poder alguno o injerencia sobre nuestras vidas.
Rom 6:10 En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para
siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios. Porque murió en
obediencia a la reclamación y paga del pecado, mas ahora vive para
Dios, como fiador absuelto y aceptado, que no puede ser desafiado ni
puesto en duda por los reclamos del pecado sobre su ser y sobre
aquellos que viven para Dios muriendo a sí mismos.
Rom 6:11 De la misma manera, también ustedes considérense
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. Así nosotros
debemos estar atentos pues habiendo recibido esta revelación estamos
considerándonos o estimándonos como quien conoce de donde
proviene el pecado y como actúa en nosotros, para tener por cierto la
disposición para morir al mismo, nuestro pensamiento y acciones
deben estar saturadas de la escritura para comprender esta tremenda
verdad que nos da victoria sobre el pecado y nos permite crecer y
madurar espiritualmente, pues estamos vivos no por nuestras acciones,
no por lo que somos, ni quienes somos, sino únicamente en unidad con
Cristo donde verdaderamente se manifiesta la vida de Dios.
Rom 6:12 Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su
cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. Por lo tanto no
debemos permitir, ya que de nosotros depende que el pecado no reine
en nuestros cuerpos para que le obedezcan sino que pueda todo nuestro
ser, consagrarse al Señor. Pues todo aquel en el que el pecado ejerce
dominio vive por sus deseos egoístas, para la autosatisfacción.
Rom 6:13 No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como
instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios
como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los
miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. Es el hombre
quien voluntariamente se ofrece para usar su cuerpo y sus miembros
como instrumentos o armas ofensivas para cometer actos de
desobediencia, injusticia, iniquidad, o inmundicia, por el contrario para
vencer estos impulsos lleven u ofrézcanse a la acción justa en
obediencia a Dios, presentando sus miembros como instrumentos que
hacen la voluntad del Señor y manifiestan su justicia.
Rom 6:14 Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no
están bajo la ley sino bajo la gracia. Si permanecemos pasivos
esperando lo más seguro es que el dominio del pecado se vuelva cada
vez más poderoso, pero si por el contrario nos esforzamos por poner
por obra la escritura y la guía del Espíritu Santo entonces ya no
estaremos sujetos al castigo de la ley, sino que estaremos sujetos bajo
el poder de la gracia abundante, misericorde, que permite al hombre la
fortaleza para vivir en obediencia a Dios.
Rom 6:15 Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo
la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! Ahora presenta de
nuevo el argumento con respecto a la gracia, vamos a pecar sin desdén
porque ya no estamos bajo la dispensación de la ley, sino de la gracia,
lo más seguro es que no, pues la gracia también lleva consigo la
fortalece ara vencer al pecado.
Rom 6:16 ¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien
para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que
lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que
lleva a la justicia. Deberíamos comprender este principio que se aplica
a muchas cosas, cuando nos entregamos a algo o a alguien para
obedecerle nos convertimos en esclavos de aquel a quien obedecemos,
cuando nos entregamos al pecado sea lujuria, codicia, mentira, rencor,
odio, nos volvemos esclavos de estos, y por más que queramos romper
el yugo de esclavitud que este poder ejerce sobre nuestras vidas, en
nuestras propias fuerzas es imposible de destruir, porque nos volvemos
dependientes de él, de su influencia, de su seducción, por eso la
obediencia es primordial y debe acompañar una genuina conversión a
Cristo, pues sino obedece a Cristo obedece al pecado, no hay otro
señor para su ser, es la obediencia la prueba fehaciente de que se ha
postrado ante el señorío de Cristo y que ha sido transformado por su
gracia para ser siervo de la justicia divina, la cual actúa
permanentemente en la vida del creyente en mayor medida según su
llamado.
Rom 6:17 Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del
pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza* que les fue
transmitida. La prueba de una verdadera conversión es la obediencia
que somete su ego, su autojustificación, su vanagloria, y su egoísmo a
la enseñanza de la escritura, no a la revelación de los hombres sino a la
verdad de la palabra, este sometimiento hace que el pecado no pueda
ejercer ya ningún poder sobre aquellos que han muerto al pecado y a sí
mismos.
Rom 6:18 En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son
ustedes esclavos de la justicia. Luego de haber sido esclavos del
pecado, ahora somos esclavos de justicia para que vosotros, recordando
el entusiasmo con que servías al Pecado y los esfuerzos consagrados a
ello, seáis estimulados para mostrar igual celo e igual exuberancia en el
servicio de un amo mejor, Jesús el justo. No hay término medio de
independencia personal, para la que nunca fuimos hechos, y a la que no
tenemos derecho, pues cuando rechazamos la soberanía de Dios,
recibimos el yugo pesado, fuerte y difícil que el pecado nos dejó.
Rom 6:19 Hablo en términos humanos, por las limitaciones de su
naturaleza humana. Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo
para servir a la impureza, que lleva más y más a la
maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la
santidad. Lo que antes ofrecíamos en nuestra limitación humana para
servicio de la maldad que produce mayores frutos de maldad, ahora
con la gracia inmerecida, poderosa recibida, podamos servir a la
justicia que santifica. Esto nos dice que en la medida en que ponemos
por obra la justicia de Dios declarada en Su palabra alcanzamos un
nivel mayor de santificación en nuestro ser completo, cuerpo, alma y
espíritu.
Rom 6:20 Cuando ustedes eran esclavos del pecado, estaban libres del
dominio de la justicia.Cuando decidimos entregarnos a una supuesta
independencia personal lo que hicimos fue contemplar y participar del
yugo del pecado que genera una aparente libertad y autocontrol que al
final conduce a muerte, mientras que la esclavitud a la justicia produce
vida eterna en Cristo. No es el anhelo de libertad el que mueve el
corazón humano, el problema es que la esclavitud del pecado genera
dominio y control, pero la esclavitud de la justicia, produce revelación
de nuestra naturaleza, y propósito generan vida y libertad en el espíritu.
Rom 6:21 ¿Qué fruto cosechaban entonces? ¡Cosas que ahora los
avergüenzan y que conducen a la muerte! Que cosechábamos
entonces?, desolación, venganza, odio, codicia, vanidad, egoísmo,
dolor y muerte, que entregados a la justicia de Dios y vistos desde su
perspectiva nos avergüenzan y sabemos ahora que conducían a muerte,
que aunque pudiéramos estar al tanto no podíamos ejercer control
alguno sobre su dominio.
Rom 6:22 Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han
puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida
eterna. Los verdaderos creyentes han sido liberados del pecado con
total certeza y sin sombra de duda; ahora se disponen a servir a Dios, y
sirviendo o dando fruto mediante la muerte a nosotros mismos como la
semilla somos santificados (consagrados) y conducidos a la vida eterna
como el fin último de todo creyente verdadero. La experiencia de la
santificación se alcanza a través del conocimiento y la experiencia
vivida de la escritura que se perfecciona en la completa extensión sobre
cada área de nuestro ser. También adquirimos la vida en el espíritu, de
aceptación delante de Dios, de conformidad a su imagen (la cual se
forma en nosotros), de acceso descubierto a él, y de inefable comunión
con él por toda la eternidad.
Rom 6:23 Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. Nos recuerda
que la paga justa por el pecado y sus frutos es la muerte para todo
aquel que desobedeciendo a Dios se aparta, mientras que el regalo,
dadiva, o presente de Dios es vida eterna en unión con Cristo, lejos de
Él, no hay nada, solo vana religiosidad, actos sin sentido y un yugo que
nos domina y controla para hacer el mal.

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