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Mariotti Autopoisis
Mariotti Autopoisis
Humberto Mariotti*
Hace algunos años, los científicos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela
propusieron la cuestión siguiente: ¿en qué medida la fenomenología social humana
puede ser vista como fenomenología biológica? El propósito de este artículo es buscar
una respuesta para esta pregunta. Sin embargo, antes de abocarnos a esto, creo que
es necesario rever algunos principios fundamentales de los introducidos por estos dos
autores.
Autopoiesis
Poiesis es un término griego que significa producción. Autopoiesis significa
autoproducción. Esta palabra apareció por primera vez en la literatura internacional en
1974, en un artículo publicado por Varela, Maturana y Uribe, en el cual los seres vivos
son vistos como sistemas vivientes que se producen a sí mismos de modo indefinido.
Así, puede decirse que un sistema autopoiético es, a la vez, el productor y el producto.
Así, esta condición es claramente una paradoja. Esta condición contradictoria no puede
ser adecuadamente comprendida por el pensamiento lineal, según el cual todo debe
reducirse al modelo binario si/no, si tal cosa/ tal otra. Cuando se trata con seres
vivientes, cosas o eventos el pensamiento lineal comienza por dividirlos. El proceso
siguiente es el análisis de las partes por separado. No se intenta observar las
relaciones dinámicas que existen entre ellas.
Maturana y Varela propusieron una metáfora instructiva que vale la pena rescatar
aquí. Desde su punto de vista, los seres vivos son máquinas autoproductoras. Ninguna
otra máquina es capaz de hacer esto: su producción consiste siempre en algo que es
diferente de ellos mismos. Siendo que los sistemas autopoiéticos son simultáneamente
productores y productos, podría decirse que son sistemas circulares, es decir,
funcionan en términos de productividad circular.
Del mismo modo, la estructura de un sistema viviente cambia todo el tiempo, lo que
demuestra que está adaptándose continuamente a los igualmente constantes cambios
de ambiente. Aún así, la pérdida de la organización resultaría en la muerte del sistema.
Nuestro condicionamiento nos conduce a ver al mundo como un objeto, por lo que nos
pensamos separados de él. Y llegamos más lejos: a través del ego, nos vemos como
observadores separados del resto de nuestra psique. Para operar tan objetiva
proposición, es necesario establecer una frontera entre el ego y el mundo, del mismo
modo en que lo hicimos entre el ego y el resto de nuestra totalidad. Así como estamos
divididos, lo mismo ocurrirá con nuestro conocimiento, que también resultará separado
y limitado.
Este es el resultado final de nuestra alegada objetividad: una mirada del mundo
fragmentada y restringida. Es desde esta posición que pensamos sobre nosotros
mismos como autorizados a juzgar a todos aquellos que no acuerdan con nosotros y
los condenamos como personas no objetivas o intuitivas. Es decir, partiendo de un
punto de vista fragmentado y restringido, pensamos que es posible llegar a la verdad y
mostrarla a nuestros pares. Una verdad que imaginamos que es la misma para todos.
Paridad estructural
Según Maturana y Varela, los sistemas vivientes y el entorno cambian de forma
congruente. En su comparación, el pie siempre está adaptándose al zapato y
viceversa. Esta es una buena manera de decir que el ambiente dispara cambios en un
sistema y que el sistema responde disparando cambios en el entorno y así
sucesivamente, de manera circular.
Cuando un sistema influye a otro, éste influye en respuesta sobre el primero, es decir,
desarrolla un comportamiento compensatorio. Entonces, el primer organismo procede
a actuar nuevamente sobre el segundo, que responde una vez más, y así
sucesivamente, siempre que ambos sistemas se mantengan en esta condición de
paridad.
Ya sabemos que los sistemas vivientes están determinados por sus estructuras. Sin
embargo, es importante tener en mente que, cuando un sistema se encuentra en
modo de paridad estructural con otro, en cierto momento de esta relación la conducta
de uno de ellos es una fuente constante de estímulos de respuestas compensatorias
para el otro.
Repito que no hay competición, en sentido predatorio, entre los seres vivientes no
humanos. Cuando el hombre se refiere a algunos animales como predadores, están
antropomorfologizándolos, es decir, proyectando en ellos una condición
particularmente humana. Como no compiten entre sí, los seres vivos no humanos no
dictan a otros normas de conducta. Si las condiciones naturales permanecen
inalterables, no existen órdenes autoritarias ni obediencia incondicional entre ellos. Los
seres vivientes son autónomos. Su conducta está determinada según su propia
estructura, esto es, según la forma en que interpretan influencias provenientes del
entorno. No son sistemas subsidiarios, es decir, no son incondicionalmente obedientes
a las determinaciones externas.
Extensión sociocultural
Maturana y Varela señalaron que la Teoría de la Evolución de Darwin trascendió la
simple diversidad de los seres vivos y su origen y se extendió a muchas áreas como,
por ejemplo, la cultura. Como sabemos, esta proposición teórica enfatiza las
dimensiones de las especies, aptitud y selección natural. Estas nociones son hoy la
base del darwinismo social, que es el uso de las ideas de Charles Darwin para justificar
la competencia predatoria entre los hombres. En este sentido, es una interpretación
fundamentalista.
Del mismo modo, la idea de trascendencia fue usada para justificar la exclusión social
y fenómenos relacionados a ella, como la explotación política y económica. Teniendo
esto en cuenta, los individuos tendrían poco valor o sentido en comparación con las
especies. Como consecuencia, se supone que la gente debe dar todo (un todo que
incluye sus vidas) para beneficio de la perpetuación de la especie, pero lo opuesto no
es siempre cierto.
Sin embargo, los mismos autores declaran que estos argumentos no debieran
prevalecer cuando uno necesita justifica la subordinación del individuo a la especie,
debido a que la fenomenología biológica ocurre en el individuo, no en la especie. En
otras palabras, estos argumentos no debieran prevalecer porque la fenomenología
biológica pertenece a las partes, no al todo. Teniendo en cuenta que la forma de ser de
un individuo dado es determinada por su estructura (que es autopoiética) no debieran
existir individuos descartables, sea con relación a la especia, a la sociedad, a la
humanidad, y cualquier otra instancia, de la importancia o trascendencia que sean.
Si los hombres sólo fueran seres naturales, su autopoiesis sólo operaría en un modo
natural. El hecho de que los hombres son también seres culturales los conduce a
operar su autopoiesis de una manera diferente, no sólo diferente sino también
patológica, porque es autoagresiva. La cultura condiciona a los individuos que replican
de la misma forma, condicionando a la cultura, en una circularidad que no puede ser
entendida por el pensamiento lineal.
¿Por qué esto es así? Sabemos que no hay en la naturaleza fenómenos provocados por
una única causa, y este caso no es la excepción. Aún así, uno podría afirmar que la
causa principal de esta disfunción es el modelo mental prevaleciente de nuestra
cultura, el pensamiento lineal. Estamos profundamente condicionados por este modelo,
que estimula el inmediatismo y asigna un alto valor a la guerra y la competición. Esta
es la razón principal por la cual nuestras sociedades sistemas vivos patológicos.
En cualquier caso, la idea del otro como oponente invariable, como enemigo que para
eliminar, es uno de los rasgos constitutivos de la competitividad de nuestra cultura. A
través del mismo, especialmente en el ámbito de los negocios y de las empresas,
vivimos nuestra paranoia diaria. Es una visión del mundo que excluye la posibilidad de
que el otro puede ser momentáneamente derrotado por la competencia propia, pero
preservarse tan bien como para ser capaz de aprender en el futuro cómo ganar, es
decir, de aprender cómo ser competente.
El ideal de la competencia, sin embargo, es ganar de tal forma que el ganador podría
ser el primero y el único siempre, como si pudiéramos existir sin nuestros pares
humanos y, peor aún, como si cualquiera pudiera ser el primero y el único sin ser, a la
vez, el último en serlo.
Digamos algo en otro sentido. Algunos párrafos atrás, escribí que no hay
competitividad en la naturaleza. Lo que existe es competencia. Como nota Maturana,
cuando dos animales se encuentran ante la misma pieza de comida y sólo uno come,
esto ocurre porque en ese momento específico alguno de ellos fue el más competente
para lograrlo. Pero esto no significa que el animal que fue incapaz de comer está
condenado a ser, a partir de ese momento, impedido de comer hasta que muera. Esto
no ocurre en la naturaleza.
Valores y depreciaciones
Agreguemos algunas reflexiones más. Martín Heidegger, entre otros, sostiene que los
individuos tienen la tendencia a alienarse a sí mismos hacia las cosas del mundo. Esto
les hace olvidar el Ser. Esta alienación nos conduce a valorar las cosas de manera
obsesiva y depreciarnos a nosotros mismos y, por extensión, a negar la humanidad de
nuestros pares. En otras palabras, la gente ve a los demás como productos
intercambiables. Este es un rasgo social muy reconocido.
El psicólogo Emilio Romero tiene una frase muy ilustrativa al respecto: no es fácil amar
a simples, limitados, contradictorios, oscilatorios mortales de carne y hueso como
nosotros. Es más fácil admirar ídolos distantes, probablemente protectores en su
majestad inalcanzable.
Como lo muestra la historia, esta actitud produjo resultados lamentables. Todos saben
sobre sociedades en las que la marcada inclinación hacia la espiritualidad produjo y
todavía produce legiones de excluidos sociales. Por otra parte, sabemos que la
tendencia obsesiva hacia lo material produjo y todavía produce las mismas legiones de
indigentes. Parece que el exceso de pensamiento no lineal es nocivo para la
autopoiesis (o sea, para la vida) como el exceso de linealidad (es decir, de
racionalidad).
a) Tal como la proponen los autores, la autopoiesis es realmente que resuelve y define
claramente el problema de la fenomenología biológica.
b) Según este punto de vista, la fenomenología social puede verse como biológica, ya
que la sociedad está compuesta por seres vivos. Como consecuencia, la idea de
autopoiesis aplicada como instrumento de análisis social confirma la conclusión ya
establecida por otros métodos de investigación: que nuestras sociedades son sistemas
patológicos y masoquistas
c) Una parte mensurable de esta patología puede explicarse por el hecho de que la
mente de nuestra cultura está modelada por el pensamiento lineal, que sostiene que
las causas preceden inmediatamente a los efectos o están muy cerca de ellos, y piensa
que estas relaciones ocurren siempre en el mismo contexto de tiempo y espacio
d) Este modelo mental es, obviamente, necesario para el entendimiento y la práctica
de circunstancias mecánicas de la vida (producción material, ingestión, procesamiento,
excresión e intercambio de productos tangibles) pero es insatisfactoria para
comprender y tratar con los eventos de la vida que involucran sentimientos y
emociones
e) Como resultado, el pensamiento lineal sólo es adecuado como base para el mercado
económico convencional, que desestima o simplemente descarta las dimensiones no
mecánicas de la existencia humana. Como consecuencia, esta economía sigue creando
escenarios en que el ser humano integral (el ser humano complejo) es siempre
dividido, usado y finalmente excluido
f) Por lo tanto, estamos hablando sobre las consecuencias de una sobresimplificación
de la condición humana que pretende que es posible resolver problemas sistémicos
mediante un modelo mental lineal y unidimensional
g) Como resultado, sociedades crecientemente mórbidas fueron construidas, que
insisten en no respetar la autopoiesis de sus componentes. Vivimos en comunidades
que se describen a sí mismas como en búsqueda de una buena calidad de vida. Sin
embargo, observadas con una mirada más rigurosa, puede verse que esta calidad es
accesible sólo para una minoría. Más aún, los costos de esta calidad son peligrosa y
crecientemente altos, puesto que siguen generando una temible serie de productos
paralelos, que comienzan con la exclusión social y finalizan con la muerte.
Referencias
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