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Bernard Cohén
V ersión española de
M anuel Selles G arcía
0 " r: .. V
Alianza
Editorial
Alianza Universidad
Título original:
The Birtb of a New Pbysics. Revised and Updated. Esta obra ha sido publicada en inglés
por W. W. Norton & Company, New York.
P r e fa c io ........................................................................................................ 11
E L N A C IM IE N T O D E L A N U E V A F IS IC A
A ntes bien, hem os llegado a ver a G alileo como un m aestro del arte
experim ental. E n segundo lugar, gracias, en la mayor m edida, a los
esfuerzos especializados de Stillm an D rake, hem os descubierto la im
portancia crucial de los experim entos en la form ulación y prueba
(y aun su descubrim iento) por G alileo de las ideas básicas sobre el
movimiento.
M e siento muy feliz de que esta nueva edición sea publicada por
W . W . N orton & Com pany. E sto y agradecido a Edw in Barber, un
vicepresidente, por su interés en mi trabajo. E s bueno saber que el
mundo de la edición y venta del libro aún conserva un lugar para
un editor «veteran o» al que le gustan los libros y los autores.
I . B ernard C o h én
U niversidad de H arvard
C am bridge, M ass.
Por extraño que pueda parecer, los puntos de vista que tienen
muchas personas sobre el m ovim iento forman parte de un sistema
de física que fue propuesto hace más de dos mil años y que se mos
tró experimentalmente inadecuado hace por lo menos mil cuatrocien
tos años. E s una cuestión de hecho que hom bres y mujeres presum i
blemente cultos se inclinan todavía hoy a pensar sobre el mundo físi
co como si la Tierra estuviese en reposo, en lugar de en movimiento.
Con esto no quiero decir que estas personas «realm ente» piensen que
la Tierra está en reposo; si se les pregunta responderán que de hecho
«sab e n » que la Tierra describe una revolución diaria en torno a su
eje y que, al mismo tiem po, se m ueve en una gran órbita anual al
rededor del Sol. Aun cuando llegan a explicar ciertos sucesos físicos
comunes, estas mismas personas no son capaces de explicar cómo es
que pueden suceder estos fenóm enos cotidianos, tal y como ocurren,
sobre una Tierra móvil. E n particular, estos errores de física tien
den a centrarse sobre el problem a de la caída de los cuerpos, sobre
el concepto general de m ovim iento. Podem os ver así ejemplificado el
viejo precepto: «S er ignorante acerca del movimiento es ser igno
rante acerca de la naturaleza.»
¿D ónde caerá?
Respu esta s a l t e r n a t iv a s
Sí d ejas caer desde la m ism a altu ra d o s p eso s de los cuales uno es muchas
veces m ás p esado que el o tro , verás qu e la proporción de los tiem pos reque
ridos para el m ovim iento no d epen d e de la proporción de los pesos, sino que
la diferencia en tiem po es una m uy p eq u eñ a. Y así, si la diferencia en los pesos
no es considerable, esto es, si uno es, digam os, doble que el otro, no habrá
diferencia de tiem po, o ésta será im percep tible, a p esar de que la diferencia en
peso no es de ningún m odo despreciable, con un cuerpo que pesa tanto como
el doble qu e el otro.
al viento silbar a m edida que la T ierra deja el aire tras ella? O , para
tom ar otra de las objeciones clásicas a la idea de una Tierra en m ovi
miento, considere un pájaro posado sobre la ram a de un árbol. E l
pájaro ve un gusano en el suelo y se arroja del árbol. M ientras tanto
la Tierra va girando a esta enorm e marcha, y el pájaro, a pesar de
aletear todo !c que puede, nunca cobrará suficiente velocidad para
apropiarse del gusano — a m enos que el gusano esté situado al oeste.
Pero es un hecho de observación que los pájaros vuelan desde los
árboles al suelo y comen gusanos que están tanto al este como al oeste.
A menos que usted pueda orientarse con claridad a través de estos
problem as sin un m om ento de vacilación, no vive realmente con
plenitud la física m oderna, y para usted la aserción de que la Tierra
gira en torno a su eje una vez cada 24 horas no tiene verdaderamente
pleno significado íísico.
S i la rotación diaria presenta un serio problem a, piense en el
m ovimiento anual de la T ierra en su órbita. E s relativamente simple
calcular la velocidad con la que la T ierra se m ueve en su órbita alre
dedor del Sol. H ay 60 segundos en un m inuto y 60 minutos en una
hora, o 3.600 segundos en una hora. M ultiplique este número por
24 para obtener 8 6 .4 0 0 segundos en un día. M ultiplique esto por
365 días, y el resultado será algo m ás de 30 millones de segundos
en un año. Para encontrar la velocidad a la que se mueve la Tierra
alrededor del Sol, tenem os que calcular la longitud de la órbita terres
tre y dividirla por el tiem po que tarda la T ierra en completarla. E sta
trayectoria es aproxim adam ente un círculo con un radio de unos 150
m illones de kilóm etros, y una circunferencia de unos 9 0 0 .000.000
de kilóm etros (la circunferencia es igual al radio multiplicado por
2 %). E sto equivale a decir que la T ierra se mueve a través de unos
9 0 0 .0 0 0 .0 0 0 .0 0 0 de m etros cada año. L a velocidad de la Tierra es
entonces
9 0 0 .0 0 0 .0 0 0 .0 0 0 m etros
------------------------------------ --- 3 0 .000 m etros/seg.
3 0 .0 0 0 .0 0 0 segundos
tam bién quien llevó a una alta cota el m étodo de observación con
trolada en las ciencias biológicas. Uno de los tem as que estudió fue
la em briología del polluelo; su am bición era descubrir la secuencia
del desarrollo de los órganos. A brió m etódicam ente en días sucesivos
huevos de polluelo fertilizados, y realizó cuidadosas comparaciones
para descubrir las etapas a través de las cuales se desarrolla el pollue
lo desde un embrión inform e a un jovsn pollo perfectam ente for
m ado. Tam bién fue el prim ero en form alizar el proceso de razona
m iento deductivo, en la form a del silogism o:
E l arco iris se ve de día, y antiguam ente --e ;„*n saba qu e nunca aparecía de
noche com o un arco iris de la L u n a. E sta opinión se d eb ía a la rareza del acon
tecim iento; no fue observado porqu e, aunque sv.c-jJe, !o hace muy raram ente.
L a razón es que los colores no son fáciles de ver ,*n h oscu rid ad y que deben
coincidir m uchas otras condiciones, y ted o esto en un solo d ía del m es. P ara
que haya un arco iris de Luna d eb e =>.*r Lur.a llena, y adem ás sólo cuar.do ia
L u n a está saliendo o poniéndose. D e m o co qu.- hem os conocido sólo d o s ¿asos
de un arco iris lunar en más de cincuenta años.
E sto s ejem plos bastan para m ostrar que A ristóteles 110 puede des
cribirse simplemente como un «filosofo de sillón ». E s cierto, sin
em bargo, que no som etió cada afirmación a la prueba del experi
2. La vieja física 27
El m o v im ie n to « n a tu r a l» de lo s o b je to s
Los C IE L O S «IN C O R R U P T IB L E S »
O bsérvese que en este sistem a todos los objetos celestes que cir
cundan a la Tierra son m ás o menos semejantes y son todos distinto;
de la Tierra — en características físicas, composición, y «propiedade;
esenciales». Se puede entender así por qué la Tierra permanece er
reposo sin m overse, m ientras que todos los objetos celestes se mué
ven. A dem ás, no sólo se decía que la Tierra no tenía «movimiento
local», o m ovim iento de un lugar a otro, sino que tampoco se supo
nía que girase sobre su eje. L a principal razón física para esto, segur
el viejo sistem a, era que no es «n atural» para la Tierra tener un
m ovimiento circular; esto sería contrario a su naturaleza, ya se tratase
de un m ovimiento orbital alrededor del Sol o de una rotación diurna
sobre su propio eje.
F > R [1 ]
las suelte sim ultáneamente, verá que, sin lugar a dudas, la velocidad
de la que se mueve a través del aire es m uchísim o m ayor que la de
la que está cayendo a través del agua. P ara p robar que el resultado
del experim ento no deriva del hecho de que las bolas están hechas
de acero o tengan un peso en particular, el experim ento puede repe
tirse usando bolas de acero m enores, o un par de bolas de vidrio o
de latón, etc. En menor escala, cualquiera puede repetir este expe
rimento utilizando dos «can icas» de vidrio y un va ¿o de whisky lleno
de agua hasta el borde. Su resultado puede escribirse en una ecua
ción, mediante la cual expresam os el hecho de que, bajo circunstan
cias iguales, la velocidad en el agua (que ofrece gran resistencia o
dificultad al movimiento) es menor que la velocidad en el aire (que
no im pide el movimiento tanto como el agua):
V oc— [2 ]
R
dos esferas idénticas de acero, la que pasa por el agua llega al fondo
mucho antes que la que cae a través del aceite. Debido a que la resis
tencia Rae del aceite es m ayor que la resistencia Rag del agua, pode
mos predecir ahora que, si cualquier par de objetos idénticos se deja
caer a través de estos líquidos, el que cae por el agua recorrerá una
altura dada m ás rápidam ente que el que atraviesa el aceite. E sta pre
dicción es fácil de verificar. Por consiguiente, como hemos hallado
que la resistencia Rag es m ayor que la resistencia R üi del aire
R.ÚC R<2£
R^ag > Rai [3 ]
la resistencia del aceite tiene necesariam ente que ser mayor que la
del aire.
R *c>R ai [4 ]
Tam bién puede verificar esto repitiendo el experimento inicial con
un cilindro lleno con aceite en vez de agua.
V am os a considerar ahora los efectos de distintas fuerzas m otri
ces. E n este experim ento usarem os de nuevo el cilindro largo lleno
de agua. En él dejam os caer sim ultáneamente una bola de acero
grande y otra pequeña. Encontram os que la bola grande, la más pesa
da de am bas, llega al fondo antes que la más ligera. Aquí, se puede
argumentar, el tamaño podría tener algún efecto, pero si tiene alguno,
la bola grande debería encontrar una resistencia mayor que la peque
32 E l nacimiento de la nueva física
V ocF [5 ]
F
V oc— [6 ]
R
T D
V <x— [7 ]
T
V o c-L [8 ]
T
o bien,
Yí = b [9]
y 2 Ti
C O P É R N I C O Y E L N A C IM IE N T O D E L A C IE N C IA M O D E R N A
El S IS T E M A DE LA S E S F E R A S C O N C É N T R IC A S
perigeo
F igura 4
42 E l nacimiento de la nueva física
F ig. 7 .— E l ecuante era un artificio ptolem aico para explicar los cam bios apa
rentes en la velocidad de un planeta. M ientras que el m ovim iento de P desde A
a A ', desd e B a B ', y desd e C a C f no sería uniform e con respecto al centro del
círculo, C, sí lo sería con respecto a otro punto, T, el ecuante, porqu e los ángu
los a , (S, y son iguales. E l planeta se mueve por cada uno de los arcos A A , B B ’ ,
y C C en el m ism o tiem po pero, obviam ente, con diferen tes velocidades.
3. La Tierra y el Universo 45
universo y le dice que seguram ente las actividades del hom bre harían
reír a D ios:
o 9 ©dcf
Sol M ercurio V en u s T ierra Luna M arte
2 b 9 y e
Jú p ite r Saturno U rano N ep tu n o P lutón
curva lobulada tal com o la lem niscata, el trabajo habría sido mucho
más fácil. H ay que tener en cuenta, sin em bargo, que en los tiempos
de Ptolom eo no existía la geom etría analítica, que utiliza ecuaciones,
v que había crecido una tradición, consagrada tanto por A ristóteles
como por Platón, según la cual el m ovim iento de los cuerpos celestes
debe explicarse en térm inos de un sistem a natural de m ovimiento
___quizá com o consecuencia del argum ento de que un m ovimiento
circular no tiene ni comienzo ni fin y que, por lo tanto, es el m ás
apropiado para unos planetas inm utables, incorruptibles, y en eterno
movimiento. Sea como fuere, com o verem os, la idea de explicar el
movimiento planetario sólo m ediante com binaciones de círculos per
duró en la astronom ía durante un tiem po m uy largo.
E l sistem a ptolem aico no sólo funcionaba o se podía hacer fun
cionar, sino que encajaba perfectam ente en el sistem a de física aris
totélica. Se asignaron a las estrellas, los planetas, el Sol y la Luna
m ovim ientos en círculos o en com binaciones de círculos, su «m ov i
m iento n atural», m ientras que la T ierra no participaba de los m ism os,
al hallarse en su «lu gar n atural» en el centro del universo, y en
reposo. E n el sistem a ptolem aico, pues, no había necesidad de b u s
car un nuevo sistem a de física distinto del que concordaba igual
mente bien con el sistem a de las esferas hom océntricas. A veces,
estos dos sistem as se describen com o «g eo stático s», porque en am bos
la T ierra está en reposo; la expresión m ás habitual es «geocén trico»,
porque en los dos la T ierra se encuentra en el centro del universo.
I n n o v a c io n e s c o p e r n ic a n a s
cituido por una revolución orbital alrededor del Sol, como las órbitas
de los otros planetas. Cada planeta tiene un período diferente de
revolución, siendo estos períodos tanto mayores cuanto m ás alejado
se encuentra el planeta del Sol. Así resulta fácil explicar el m ovi
miento retrógrado. Considere a M arte (fig. 9), cuyo movimiento
alrededor del Sol es m ás lento que el de la T ierra. Se m uestran siete
posiciones de la Tierra y de M arte en un momento en que la Tierra
sobrepasa a M arte y éste está en oposición (es decir, cuando una línea
3. La Tierra y el Universo
i-iG. 9 .— el sistema copernuano, el movimiento retrógrado aparente de los planetas tiene una explicación sencilla; es una
cuestión de velocidades relativas. Aquí las líneas visuales muestran por qué un planeta su p erio r, más alejado del Sol que la
fierra, parece volver atrás. Se debe a que viaja alrededor del Sol tnás lentamente que la T ierra.
49
50 El nacimiento de la nueva física
F i g u r a 11
VS
-----= sen a [1 ]
TS
3. La Tierra y el Universo 53
V S = (sen a ) X 1AU [2 ]
\
\
O rbita de la T ierra
\
\
v
Fig. 12.— E l cálculo de la distan cia entre V enus y el S o l se hizo posible con el
sistem a de Copérnico. C uan do la separación an gu lar (es decir, el ángulo a de
Venus desde el So l) es m áxim o, la línea visual desd e la Tierra a V enus (T V )
es tangente a la órbita de V en u s y por ello perpendicular al radio V S. C alcular
la longitud de V S es un fácil p rob lem a de trigonom etría elemental. E n el caso
de cualquier otra orientación, p o r ejem plo V ', la separación angular no es máxima.
54 El nacimiento de la nueva física
C C o p é r n ic o y l o s
o m p a r a c ió n e n t r e l o s v a l o r e s d e m oderno s
PARA LOS ELEM ENTO S DEL SlSTEM A SO L A R
C M C M C M
A dem ás, Copérnico era capaz de determ inar con análoga preci
sión el tiem po que necesita cada planeta para com pletar una revolu
ción de 360 grados alrededor del Sol, o su período sidéreo. Com o
conocía los tam años relativos de las órbitas planetarias y los períodos
sidéreos de los planetas, pudo predecir con un aceptable grado de
exactitud las futuras posiciones de los planetas (es decir, sus respec
tivas distancias de la T ierra). En el sistem a ptolem aico, las distancias
de los planetas no desem peñaron ninguna función, ya que no había
form a de determ inarlas a partir de la observación. En tanto que los
tam años y períodos relativos del m ovim iento sobre deferente y epi
ciclo fueran iguales, las observaciones o apariencias serían idénticas,
com o puede verse en la figura 13. E n el caso de la Luna puede apre
ciarse con claridad que el sistem a ptolemaico trabajaba sobre todo
con ángulos en lugar de con distancias. U na de las características
m ás significativas del sistem a ptolem aico era que la posición aparente
de la Luna podía describirse con un grado de exactitud relativamente
alto. Pero esto requería un artificio especial, y si la Luna hubiera
seguido realm ente el camino ideado, hubiera experim entado una enor
me variación en su tamaño aparente, mucho mayor de la que se
observa. H asta hace pocos años, se creía que la teoría de la Luna de
Copérnico era una de sus innovaciones más originales. Pero ahora
sabem os que existía una teoría idéntica en la astronom ía islámica.
H e dicho anteriormente que el sistem a de un único círculo para
cada planeta, con un único círculo para la Luna y dos movimientos
diferentes para la T ierra, constituye una versión sim plificada del
3. L a Tierra y el Universo 55
C o p é r n ic o versus P tolom eo
1 Una últim a com plejidad del sistem a de C opérnico su rgió de las dificultades
que experim entó a la hora de explicar por qu é el eje de rotación de la Tierra
perm anece fijo en su orientación con respecto a las estrellas, a pesar de que la
T ierra se m ueve en su órbita. E l «m ovim ien to» introducido por C opérnico re
su ltó ser innecesario. G alileo m ostró m ás tarde que, debido a que no hay fuerza
alguna actuando para girar el eje de la T ierra, éste no debe m overse, sino per
m anecer siem pre paralelo a sí mismo.
3. L a T ierra y el U niverso 57
F ig . 14. — El sistema ptolem atco (A) y el sistema copernicano (B) eran d e una
com plejidad más o m enos parecida, com o se puede ver en esta comparación.
Los puntos del extrem o interior d e los radios d e los deferentes d e los planetas
(círculos grandes) denotan los centros de las órbitas en relación con el centro
de la órbita del Sol en el sistem a ptolem aico y en relación al Sol en el sistema
T,
T.
F ig . 15. — La paralaje anual d e una estrella es el ángulo p, con el cual es posible
calcular la distancia d esd e e l Sol y la Tierra. La posición d e la Tierra a inter
valos de 6 m eses se designa p o r Ti y Ti. L a distancia Ti T i suministra una línea
base de 300.000.000 kilóm etros d e longitud, desde la cual se pu ede observar
a la estrella P y obten er el ángulo Ti PTi, o 2p.
Problemas con un u n iv e r so c o pe r n ic a n o
La e v o l u c i ó n d e l a n u e v a f í s i c a
G a lile o G a l ile i
participaba del m ovim iento de los planetas, sino que m antenía una
orientación constante en relación con las dem ás estrellas fijas. Tycho
concluyó correctam ente que era posible el cam bio en la región de
las estrellas fijas, al m argen de lo que hubiera dicho A ristóteles o
cualquiera de sus p artidarios. Las observaciones de Tycho contribu
yeron a acum ular pruebas contra A ristó teles, pero el golpe decisivo
tuvo que esperar hasta la noche en que G alileo enfocó por vez pri
mera su telescopio hacia las estrellas.
E l T E LE SC O PIO : UN PA SO GIG A N T E
...¡lo g ó a mis oídos la n oticia cié que cierro flam enco hab ía fabricado un
anteojo m ediante el que los objetos visibles m uy alejados del ojo d el observador
se discernían claram ente como si se h allasen próxim os. Sobre dicho efecto, en
verdad adm irable, contábanse algunas experiencias a las que algunos daban fe,
m ientras que otros ias negaban. Este extrem o me fue confirm ado pocos días
después en una carta de un noble galo, Jacq ues B adovere, de París [u n antiguo
discípulo de G a lile o ]. lo que constituyó el m otivo que me indujo a aplicarm e
por entero a la búsqueda de las razones, no menos que a !a elaboración de los
m edios por los que p udiera alcanzar !a invención de un instrum ento sem ejante,
lo que conseguí poco después basándom e en la doctrina de las refracciones. Y ,
ante todo, me procuré un tubo de plomo a cuyos extrem os adapté dos lentes
de vidrio , ambas planas por una cara, m ientras qu e por la otra eran convexa la
4. La exploración de las profun didades del U niverso 69
una y cóncava la otra. A cercando luego el ojo a la cóncava, vi los objetos bas
tante grandes y próxim os, ya qu e aparecían tres veces más cercanos y nueve
veces m ayores que cuando se contem plaban con la sola visión n atu ral. M ás tarde
me hice otro más exacto q u e representaba los objetos más de sesenta veces
mayores. Por últim o, no ahorrando en gastos n i fatigas, conseguí fabricar un
instrum ento tan excelente que las cosas con él vistas parecen casi m il veces
m ayores y más de treinta veces m ás próxim as q u e si se observasen con la sola
facultad natu ral.
El p a isa je d e l a Luna
« P e r o d e c i d m e : ¿ q u é s o n esas o s cu r a s s e ñ a le s s o b r e e s t e cu erp o , q u e
allá aba jo en la T ierra dan o c a s ió n a la g e n t e d e c o n ta r la patra
ña d e C aín?»
Se s o n r i ó un p o c o y m e d i j o : « Y si la o p i n i ó n d e l o s m o r ta les s e ex
travía, allá d o n d e la ¡la v e d e l o s s e n t i d o s n o p u e d e abrir,
en v e r d a d n o d e b er ía n h e r ir te ya las f l e c h a s d e la a d m ira ció n ; p u e s
v e s q u e si la razón c e d e a l o s s e n tid o s , d e b e t e n e r m u y co rta s las
a la s...»
D ante había escrito que los sentidos del hombre le engañan, que
la Luna es en realidad etern a, perfecta y absolutam ente esférica, e
incluso homogénea. Creía que no se debía sobrestim ar el poder de
la razón, ya que la m ente hum ana no es lo suficientem ente poderosa
como para desentrañar los m isterios cósmicos. G alileo, por otro lado,
confiaba en la revelación de los sentidos am pliada por el telescopio,
y así concluyó:
De este modo, si alguien q u isiese resu citar la an tigu a opinión de los p itagó
ricos según la cual la Luna sería algo así como o tra T ierra, la parte más lu m i
nosa de ella representaría más bien la sup erficie sólida, m ientras que la más
oscura sería el agua. Por mi parte, nunca he dudado de qu e, en el globo terres
tre visto desde lejos cuando se h alla ilum inado por los rayos solares, la super
ficie de la tierra se ofrece a la vista más lum inosa y la líq u id a más oscura.
Ai X
LUZ CENICIENTA
A b u n d a n c ia de estrellas
los planetas hasta que parezcan discos, pero no puede hacer lo mismo
con las estrellas fijas.
G alileo relató cómo se sintió «abrum ado por la ingente abundan
cia de estre lla s», tantas que encontró que, «disem inadas en torno a
las antiguas y dentro de los lím ites de uno o dos grados se reúnen
más de q u in ien tas». A las tres estrellas ya conocidas en el Cinturón
de O rion y a las seis de la Espada (véase fig. 1 7 ) añadió «ochenta
recientem ente contem pladas». Presentó los resultados de sus obser
vaciones en varios dibujos con un gran núm ero de estrellas descu
biertas por vez prim era entre las estrellas antiguas. A unque G alileo
no lo dijera explícitam ente, esto significaba que apenas era necesario
confiar en los antiguos, ya que éstos no habían visto jam ás la mayo
ría de las estrellas, y habían hablado basándose en elem entos de ju i
cio lam entablem ente incom pletos. G alileo expuso una desventaja de
la observación a sim ple vista en térm inos de « la naturaleza o carác
ter de la V ía L áctea». Con la ayuda del telescopio, escribió, se ha
exam inado la V ía Láctea, «d irim ien d o así con la certeza que dan
los ojos todos los altercados que han atorm entado durante tantos si
glos a los filósofos y liberándonos de las disputas verb ales». V ista a
través del telescopio, la V ía Láctea «n o es otra cosa que un conglome
rado de innum erables estrellas reunidas en montón. H acia cualquier
región que se d irija el anteojo, inm ediatam ente se presenta a la vista
una ingente cantidad de estre lla s». Y esto era cierto no sólo para la
Vía Láctea, sino tam bién para «la s estrellas que hasta este día han
denominado todos los astrónom os ‘nebulosas’» , y que «son cúmulos
de estrellitas adm irablem ente esparcid as». Y ahora la gran noticia:
Hemos expuesto brevem ente lo que hasta ahora hem os observado respecto
a la L una, las estrellas inerrantes y la G alaxia. R esta lo que parece más notable
de l a presente em presa, cu al es m ostrar y dar a conocer cuatro p l a n e t a s nunca
vistos desde el comienzo del m undo hasta nuestros d ías y las circunstancias de
su descubrim iento y observación, así como sus posiciones y las observaciones
realizadas los dos últim os m eses acerca de sus desplazam ientos y cam bios. A si
m ismo invitam os a todos los astrónom os a que se d ediqu en a la investigación
y definición de sus períodos, cosa que nosotros no hemos podido hacer en abso
luto hasta hoy por falta de tiem po. Sin em bargo, advertim os nuevam ente, a
fin de que no se entreguen in útilm en te a tal inspección, qu e se precisa un ante
ojo m uy exacto, como e l que describim os al com ienzo de este discurso.
Es interesante observar que G alileo llam aba los objetos que aca
baba de descubrir «estrellas M ed iceas», aunque nosotros las llam a
ríamos lunas o satélites de Jú p ite r 3. Hemos de recordar que en los
2 N uestro térm ino «sa té lite » se co nvirtió en p arte d el lenguaje estándar de
la ciencia sólo después de que fuera u tilizad o en este sentido por N ewton en
sus Principia (1687).
4. La exploración de las p rofun didades d el U niverso 77
* *
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I-Amina 1. — «¿Volverá a caer cu el mismo sitio?» liste antiguo grabado en madera, tonudo de la correspondencia de Rene
Descartes, ilustra un experimento propuesto por el Padre Mcrsenne, contemporáneo y amigo de Cnilileo, para verificar el
El nacim iento de la nueva física
comportamiento de cuerpos en cuida. «Retombera-t-il?» pregunta la leyenda. ¿Volverá a caer aquí la bala del cañón?
4. La exploración de las p rofun didades d el U niverso 79
El te stim o n io d e Jú p ite r
L a prim era id ea, la de que éstas podrían ser sim plem ente algunas
nuevas estrellas cerca de las cuales se veía a Jú p ite r, fue desechada
cuando G alileo observó que estos objetos recién descubiertos seguían
su cam ino junto a Jú p ite r (véase apéndice 2). T am bién le fue posi
b le m ostrar que los tamaños de sus respectivas órbitas alrededor de
Jú p iter eran diferentes, al ig u al que sus tiem pos periódicos. P erm itá
m osle exponer con sus propias palabras las conclusiones que extrajo:
O rbita de Venus
■O
-psQgSoi
o
O rb ita d e l Sol
Un n u ev o m undo
O cupándom e ahora d e los acontecim ientos actu ales, por la p resen te le envío
a Su M ajestad la n oticia m ás ex trañ a (como con ju sticia puedo llam arla) que
jam ás h aya recibido d e p arte algu na d el m undo; se trata d el lib ro q u e adjunto
(recib id o este m ism o d ía) d e l Profesor M atem ático en P ad u a, q u ien con la ayuda
de un in strum ento óptico (qu e am p lía y a la vez aproxim a el objeto) inventado
por p rim era vez en F landes, y m ejorado por él, ha descub ierto cuatro nuevos
p lan etas que giran alrededo r de la esfera d e Jú p ite r, ap arte d e m uchas otras
estrellas fijas desconocidas; asim ism o, la verdadera causa d e la Vía Láctea, tan
largam en te b uscada; y , por últim o , qu e la L un a no es esférica, sino dotada de
m uchas prom inencias, y, lo q u e es lo más extrañ o d e todo, ilu m in ad a con la
luz solar por reflexión desde e l cuerpo d e la T ie rra , como parece q u e dice. Así
qu e er. cuanto a l tem a, prim ero ha desb aratado toda la astronom ía anterior
— p orq ue necesitam os de un a nueva esfera para salv ar las aparien cias— y luego
todá la astro legía. En v irtu d d e estos nuevos p lan etas tien e qu e v ariar por nece
sid ad la p arte ju d ic iaria, y ¿p o r qu é no puede h ab er a llí aún m ás? Sobre estas
cosas he sido tan atrevido de h ab lar a Su Señ oría, d e las cuales a q u í todos los
rincones están üenos. Y e l autor corre la suerte de o b ien ser enorm em ente
fam oso o trem endam ente ridícu lo . Con el próxim o b arco, Su S eñ o ría recib irá de
mi p a n e uno de los m encionados in strum entos, tal como ha sido m ejorado por
este hom br¿.
Esto transm ite el espantoso pensam iento de la inm ensidad del es
pacio, y el hecho de que la T ierra en m ovim iento debe ser una m i
núscula punta de alfiler sin lu g ar fijo en él.
88 E l nacim iento de la nueva física
los otros p lanetas, se m ueven en órbitas alrededor del Sol. No hay observación
p lan etaria m ediante la cual nosotros, situados sobre la T ierra, podamos probar
que ésta se m ueve en una ó rb ita alrededor del Sol. De este modo, todos los
descubrimientos que G alileo eíec tu ó con el telescopio pueden acom odarse al
sistem a inventado por Tycho B rahe poco antes de que G alileo iniciara sus
observaciones de los cielos. En este sistem a tychónico, los planetas M ercurio,
V enus, M arte, Jú p ite r y Saturn o se m ueven en órbitas alrededor del Sol, m ien
tras que el Sol se m ueve en una órbita alrededor de la T ierra en un año. A de
m ás, la rotación d ia ria de los cielos se transm ite al Sol y a los planetas, de forma
que la T ierra m isma no gira ni da vueltas en una órbita. El sistem a tychónico
atraía a aquellos que buscaban salvar la inm ovilidad de la T ierra al mismo
tiem po que aceptaban algunas de las innovaciones copernicanas.
90 E l nacim iento de la nueva física
M o v im ie n t o l in e a l u n if o r m e
m ovim iento efectuado en línea recta de tal modo que, escogiendo dos
intervalos iguales de tiem po cualesquiera, la distancia cubierta durante
ellos siem pre será idéntica. Esta es la definición que G alileo facilitó
en su últim o y quizá más im portante libro, Consideraciones y demos
traciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, publicado en 1638,
después de su proceso y condena por la Inquisición rom ana En esta
obra, G alileo expuso sus conclusiones más m aduras en relación con
la nueva ciencia del m ovim iento que había fundado. Subrayó particu
larm ente el hecho de que, al d efin ir el m ovim iento uniform e, es im
portante asegurarse de que la palabra «cu alesq u iera» esté incluida,
pues de lo contrario, decía, la definición carecería de sentido. A quí
estaba ciertam ente criticando a algunos de sus contem poráneos y pre
decesores.
Supongamos que existe tal m ovim iento en la naturaleza; podemos
preguntar con G alileo: ¿Q ué experim entos podríam os im aginar para
dem ostrar su naturaleza? Si nos encontrásem os en un barco o carrua
je que se mueve uniform em ente en línea recta, ¿q u é le ocurriría real
mente a un grave al dejarlo caer lib rem en te? La respuesta, como de
m ostrará el experim ento, es que en tales circunstancias la caída será
en línea recta hacia abajo respecto del marco de referencia (digam os
la cabina del barco o el in terio r del carruaje), y será así independien
tem ente de que el marco de referencia esté parado respecto a los al
rededores o se esté moviendo en línea recta a una velocidad constante.
Expresándolo de otra m anera, podemos establecer la conclusión gene
ral de que ningún experim ento puede ejecutarse en una habitación
sellada que se mueve en lín ea recta a velocidad constante que nos
diga si estamos parados o nos estam os m oviendo. En la experiencia
real podemos distinguir frecuentem ente si estam os quietos o en mo
vim iento, porque podemos ver desde una ventana si hay algún movi
m iento relativo entre nosotros y la T ierra. Si la habitación no está
perfectam ente sellada podremos notar al aire desplazándose y o rigi
nando una corriente. O podremos sentir la vibración del movim iento
u oír el rechinar de las ruedas de un carruaje, un autom óvil o un tren.
Se halla im plicada aquí una form a de relativid ad , y esto fue consta
tado m uy claram ente por Copérnico, porque era esencial para su ar
gum entación establecer que cuando dos objetos, como el Sol y la T ie
rra, se mueven el uno respecto al otro, es im posible d istinguir cuál
está parado y cuál está m oviéndose. Copérnico podía señalar el ejem
plo de dos barcos en el puerto, uno alejándose del otro. Un hombre
situado en uno de ellos pregunta cuál de los dos, si es que hay alguno,
U na c h im e n e a de l o c o m o t o r a y un b a r c o en m o v im ie n t o
La c ie n c ia d e l m o v im ie n to d e G a l i l e o
No hay, ta! vez. en la n atu raleza nada más viejo que el m ovim iento y no
faltan libros volum inosos sobre tal asunto, escritos por los filosofos. A pesar de
todo esto, m uchas de sus p ropiedades, m uy dignas de conocerse, no han sido
observadas ni dem ostradas hasra el m omento.
■j H acia un a física in ercial 97
V ocT [1 ]
V ocD [2 ]
¿cuál es la más sencilla? ¿No son am bas ejem plos de «u n aum en
t o ... que se repite a sí mismo siem pre de la m isma m an era», bien
el m ismo incremento de velocidad en iguales intervalos de tiempo
o bien el mismo increm ento en iguales espacios? Son igualm ente sen-
5. H acía una física in ercia! 99
cillas porque am bas son ecuaciones de p rim er grado, ambas ejem plos
de una proporcionalidad sim ple. Por lo tanto , am bas son mucho más
sencillas que cualquiera de las seis p osibilidades que siguen:
[3 1
[4 ]
V ocT2 [5 ]
v “ ir 161
v - i m
V * tf [8 ]
¿En qué nos podemos basar para rechazar la relación que sugiere
Sim plicio, éxpresada por la ecuación [ 2 ] ? Como cada una de las
ecuaciones [ 1 ] y [ 2 ] es form alm ente tan sencilla como la otra,
G alileo se ve obligado a introducir otro criterio para su elección.
Sostiene que la posibilidad núm ero 2 — la velocidad aum enta en
proporción a la distancia de caída recorrida— conducirá a una incon
sistencia lógica, a diferencia de la relación dada en la ecuación [ 1 ] .
Por lo tanto, podría parecer que, debido a que una de las suposi
ciones «sen c illas» conduce a una inconsistencia y la otra no, la única
posibilidad es que los cuerpos en caída tengan velocidades que se
increm entan en proporción al tiem po que llevan cayendo.
Esta conclusión, tal como se presenta en la ú ltim a y más m adura
obra de G alileo, tiene un interés especial para el historiador, ya que
el argum ento con el que G alileo «d em u estra» que la consecuencia
de la ecuación [ 2 ] es una inconsistencia lógica contiene un error.
No hay inconsistencia «ló g ic a » aq u í; el problem a es sim plem ente
que esta relación es incom patible con la suposición de que el cuerpo
parte del reposo. El historiador tam bién se in teresa por descubrir
que, en una época más tem prana de su vid a, G alileo escribió sobre
este mismo tema a su am igo fray Paolo Sarpi de m anera totalm ente
El nacim iento de la nueva física
100
D ocT2 [9 ]
' ^ 2 Las etapas que sigue G alileo (en las Dos nuevas ciencias) desde la d efin i
ción del m ovim iento uniform em ente acelerado
V <x T
hasta la le y del m ovim iento acelerado o la lev de caída lib re (la lev del cuadrado
del tiem po)
D °c T
son fáciles de reescribir en un sencillo lenguaje algebraico . En un tiempo
comenzando desde un estado de reposo, un objeto adquiere una velocidad V¿
El prom edio o la velocidad m edia es V2 V0. La d istancia atravesada bajo acele
ración duran te el tiem po T.¡ es la m isma que reco rrería el objeto si se hubiera
m ovido durante el m ismo in tervalo de tiempo con una velocidad constante igual
a la velocidad m edia. La d istan cia Do recorrida a la velocidad constante l es
Do - líVaT,
Pero como
Vo OC To
resu lta que
D, = 1/2V,To oc TI
P ara ver cómo las secuencias num éricas de G alileo son el resultado de la ley
del cuadrado del _tiempo para ia distancia, considerem os ios intervalos de tiempo
L ^ - ) 1 ......... E ntonces las distancias serán como T:,4T:, 9 P , 16T : ,
25T-, . . ., o como 1, 4, 9. 16. 25, .... Las distancias recorridas en el prim er,
segundo, tercer, cuarto, qu in to , ... intervalo de tiem po serán entonces como las
diferencias enere los térm inos sucesivos de esta serie, o como 1, 3, 5, 7, 9,
Si la constante de aceleración en el m ovim iento uniform em ente acelerado es A.
de m anera que V= AT , entonces la últim a ecuación se co n vien e (para D0, V0,
T.j) en
Di ~ ■2‘ ■ uT ,3 = 12 i AT.))Ti — 1/2AT;
y en general en
D \2 AT-.
la fam iliar ecuación para la le y del cuadrado d el tiem po de G alileo que se en
cuentra en los libros de texto. En el caso especial de la caída lib re, la constante
102 El nacim iento J e la nueva física
G alileo adm ite que Sim plicio habla «com o un verdadero hombre
de cien cia» y que ha hecho una «dem anda m uy razonable». Sigue
una descripción de un experim ento famoso. Perm itam os que G alileo
nos lo cuente con sus propias palabras:
A esto Sim plicio responde: «H ub iera sido para mí una gran satis
facción haber estado presente en tales experim entos, pero teniendo
en par la p uerta h asta ahora cerrada a m entes bien capaces. Por lo q u e se refiere
a los exp erim ento s, no han sido pasados tampoco por alto por p arte d el autor;
con el fin de d ejar bien probado que la aceleración de los graves qu e caen de
modo n atu ral se da en la proporción antes d esarro llad a, m e he visto m uchas
veces en su com pañía.
a la T ierra; para el cóm puto del tiem po de caída del propio G alileo
«ten ía poca im portancia si los cinco segundos para 100 braccia eran
ciertos o n o ». P ara nosotros es más sign ificativa la incorrecta supo
sición de G alileo de que una bala de cañón cayendo desde la Luna a
la T ierra m antendría una aceleración co n sta n te 3.
Las frases de G alileo en los D iá logo s parecen decir que «en repe
tidas experiencias» se había obervado que la bala de hierro de 100
lib ras descendía desde una altu ra de 100 codos en 5 segundos. ¿Sería
posible, sin em bargo, que G alileo sólo estuviera suponiendo que
«en repetidas experiencias» se podría obtener este resultado? ¿Era
esto lo que quiso decir, que sólo im aginaba que deseábamos hacer
un cálculo? Si solam ente estab a escribiendo ex s u p p o s it io n e , enton
ces hab ría dicho, en efecto, « s u p o n g a m o s que la experiencia m uestra
que una caída de 100 b r a ccia requiere 5 segundos», y no que «rep e
tidas pruebas han dem ostrado esto ». Su frase es sintácticam ente
am bigua.
Pero al menos uno de los contem poráneos de G alileo, el Padre
M arin M ersenne, leyó sencillam ente el texto y concluyó que G alileo
alegaba que había encontrado el resultado que sum inistraba a través
de «rep etid as exp erien cias». G alileo «su p o n e», escribió M ersenne
L os P R E D E C E S O R E S DE G a L I L E O
Movimiento uniforme
Movimiento
Movimiento uniformemente
acelerado
Movimiento no uniforme o
(acelerado)
Movimiento
no uniformemente
acelerado
Cuando exam inaban cómo puede cam biar uniform em ente la velo
cidad, los escolásticos d el siglo x iv probaron lo que se conoce a
veces como la « re g la de la velocidad m ed ia». E sta afirm a que el
efecto (distan cia) de un m ovim iento uniform em ente acelerado du
rante cualq uier intervalo de tiem po es exactam ente el m ismo que
se produciría si durante este in tervalo el cuerpo en m ovim iento hu
biera experim entado un m ovim iento uniform e que fuera el promedio
del m ovim iento acelerado. Veam os esta regla expresada en sím bolos.
Supongamos que durante el tiem po T un cuerpo es acelerado unifor
m emente desde una velocidad in icia l V i h asta una velocidad fin al V 2 .
¿Cuán lejos (D) irá ? P ara encontrar la respuesta, determ inem os la
velocidad m edia V d uran te e l in tervalo de tiem po; entonces la d is
tancia D es la m ism a que h ab ría recorrido e l cuerpo en el caso de que
se hubiera m ovido a la velocidad constante V durante el tiem po T,
o D = VT . A dem ás, como el m ovim iento es un ejem plo de acele
ración uniform e, la velocidad m edia V- duran te el intervalo de tiempo
es la m edia entre la velocidad in icial y fin al, es decir
9 = -------------
2
Esto está m uy cerca del teorem a utilÍ 2 ado por G alileo para demos
trar su propia ley, que relaciona la distancia con el tiempo en el
m ovim iento acelerado. ¿Cóm o lo probaron los hombres del siglo x iv ?
Las prim eras pruebas se produjeron en el M erton College, en O xford,
m ediante un tipo de «álg e b ra de p alab ras», pero en París Nicolás
O resme dem ostró el teorem a geom étricam ente, utilizando un d ia
gram a (fig . 19) m uy parecido a aquel que se encuentra en las Dos
nuevas ciencias 4.
U na diferencia im portante entre las exposiciones de G alileo y
O resme es que la de este últim o estaba redactada en térm inos de
cualquier «cu a lid ad » cam biante que se pudiera cuantificar — inclu
yendo «cu alid ad es» físicas como velocidad, desplazam iento, tem pera
tura, blancura, peso, etc., pero tam bién «cu alid ad e s» no físicas como
am or, caridad, y gracia. En ningún m om ento, sin em bargo, efectua
ron estos hombres del siglo x iv una prueba de sus resultados, como
lo hizo G alileo, para ver si eran aplicables al m undo real de la expe
rien cia. P ara estos hombres, el ejercicio lógico de probar la «regla
de la velocidad m edia» constituía en sí m ismo una experiencia satis
factoria. Por ejem plo, los científicos del siglo x iv , por lo que sabe
mos, nunca exploraron ni siq u iera la posibilidad de que dos objetos
de peso desigual pudieran caer prácticam ente juntos. No obstante,
si la escolástica del siglo x iv que había descubierto la «reg la de la
velocidad m ed ia» no aplicó el concepto de una aceleración uniform e
en el tiem po a la caída de graves, sí lo hizo uno de sus sucesores del
siglo x v i. En la época de G alileo, la afirm ación de que la velocidad
en la caída de graves se increm enta continuam ente como una función
del tiem po había sido publicada en el libro del español Domingo de
Soto, en el que la «regla de la velocidad m ed ia» estaba al alcance
de la m ano. Pero esta afirm ación de de Soto apareció como un «ap ar
te » y no se presentó como un teorem a im portante de la naturaleza.
E staba prácticam ente enterrada debajo de una m asa de teología y
filosofía aristotélica (véase el apéndice 7).
V elocidad
... No está en la naturaleza de las cosas que el hom bre por sí sólo haga de
repente un descubrim iento v ita l; la ciencia avanza paso a paso, y cada uno
depende del trabajo de sus predecesores. A l ten er noticias de un repentino
descubrim iento inesperado — que cae como una bom ba, por decirlo así— siem
pre se puede estar seguro de qu e m aduró por la in fluen cia de un hom bre sobre
otro, y es esa in fluencia m utua la que produce esta enorm e p osib ilidad de avan
La f o r m u la c ió n de la le y de in e r c ia
Todas las dificultades y objeciones suscitadas están tan bien fundadas que
pienso que no es posible solucionarlas. Por lo que a mí me atañe, las acepto
todas, como pienso que las adm itiría también nuestro autor. Concedo igual
mente que las conclusiones probadas en abstracto se alteran y son tan engaño
sas en concreto que ni el movimiento transversal es uniforme ni la aceleración
natural tiene lugar según la proporción que hemos supuesto, ni la línea descrita
por el proyectil es una parábola, etc.
en el caso de los proyectiles que usamos nosotros, que están hechos de materia
les pesados y de figura redonda, o incluso con m ateriales menos pesados con
forma cilindrica, como son las flechas lanzadas con hondas o arcos, la desvia
ción que tenga su movimiento del curso exacto de la parábola será insignifi
cante. Más aún (y me gustaría tomarme un poco más de libertad) os puedo
mostrar, por medio de un par de experiencias, que las dimensiones de nuestros
instrumentos son tan pequeñas que las resistencias externas y accidentales, entre
las cuales la del medio es la más considerable, son apenas observables.
la resisten cia del aire con respecto a un m óvil que va a gran velocidad no es
m ucho m ayor que si se m ueve lentam en te.
A sum ió que la resistencia del aire a los m ovim ientos bajo estudio
« lle g a a perturbarlos a todos y los perturba en una variedad infinita
de m odos, como infinitos son los modos en que varían las figuras,
los pesos y las velocidades de los m ó viles». Entonces explica:
Por lo que atañe a la velo cidad, a m edida que ésta sea m ayor, m ayor tam
b ién será la resistencia ofrecida por el aire; esta oposición crecerá a m edida que
los m óviles sean menos pesados, de form a qu e si bien e l cuerpo que desciende
d eb ería recorrer, con m ovim iento acelerado, un espacio proporcional al cuadrado
de la duración de su m ovim iento, no o bstan te, por m uy pesado que sea tal
m óvil, si cae desde una altura m uy co n siderab le, será tal la resistencia que sobre
é l ejerza e l aire que le im p edirá qu e v aya increm entando su velocidad h asta
red ucirlo a un m ovim iento uniform e e ig u al. Esta un iform idad se alcanzará
tanto m ás rápidam ente y en m enor a ltu ra cuanto menos pesado sea e l m óvil.
O 15 m 30 m 45 m 60 m
1 A B C D
0 —
í
i i i
1
4 ,9 m ------- • ------------- - a 1 seg 1 ( |
1
15 m —
50 m —
\¡
4 4 ,1 m ---------------------- c --------------------------------------------------------------- \ 3 se g
45 m —
60 m —
\
75 m —
Í x2
v2
A ^
x2 2y A
y — = — o y — ------- xr , que es de L: torma y = kx2, donde k es una
v2 A 2ir
constante, y que es la clásica ecuación de la parábola.
5. H acia una física inercial 119
Para su postulado de que la com ponente hacia abajo del movim iento
es la misma que la de un cuerpo en caída lib re, G alileo no sum inistró
ninguna prueba experim en tal, si bien indicó la posibilidad de efec
tuar una. Concibió una pequeña m áquina en la que una bola se
proyecta horizontalm ente scb re un plano inclinado (fig. 21 ), para
que describa una trayecto ria parabólica (véase el apéndice 9).
H oy día es fácil d em o sirar esta conclusión tomando un par de
bolas y lanzando una horizontalm ente, m ientras que a la vez se deja
caer a la otra librem ente desde la m ism a altu ra. El resultado de este
experim ento se ilu stra en la lám in a 7, donde una serie de fotografías
estroboscópicas tomadas en instantes sucesivos m uestra que, aunque
una de las bolas se m ueva hacia adelante m ientras la otra cae verti
calm ente, las distancias de descenso en los sucesivos segundos son
las mismas para am bas. La m ism a situación se tendría en el caso de
una bola que cae dentro de un tren que se m ueve a velocidad cons
tante sobre una vía recta. C ae verticalm ente segundo a segundo tal
como lo haría si el tren estuviese parado. Como tam bién se m ueve
horizontalm ente a la m ism a velocidad uniform e del tren, su verda
dera trayectoria con respecto a la tierra es una parábola. Otro m oder
no ejem plo es el de un avión que vuela horizontalm ente a velocidad
constante y que suelta una bom ba o un torpedo. La caída hacia abajo
es la misma que se d aría si la bomba o el torpedo se hubiese dejado
caer desde un objeto en rep eso a la m ism a altu ra, digam os un globo
cautivo en un día de calm a. A l tiem po que la bomba o el torpedo
cae del avión, seguirá m oviéndose hacia adelante con la velocidad
uniform e horizontal de éste y , salvo por los efectos del aire, perm a
necerá directam ente por debajo del aparato. Pero para un observador
fijo en tierra, su trayectoria será una parábola.
Consideremos finalm ente una piedra que se deja caer desde una
torre. Con respecto a la tierra (y para una caída tan corta el movi
m iento de la T ierra p uece considerarse lin eal y uniform e) cae en
NEVVTON
KEPLER" • • — UALI1.EO
L a m in a V III
124 El n acim iento de la nueva física
línea recta hacia abajo. Pero con respecto al espacio determ inado
por las estrellas fijas, retiene el m ovim iento com partido con la T ierra
en el momento de ser soltada y, por consiguiente, su trayectoria es
una parábola.
Estos análisis de trayectorias parabólicas se basan todos en el
principio de G alileo de separar un m ovim iento com plejo en dos mo
vim ientos (o com ponentes) que forman entre sí un ángulo recto.
C iertam ente es una m edida de su genio el que viera que un cuerpo
podía tener sim ultáneam ente una componente de velocidad horizon
tal uniform e y no acelerada y otra vertical y acelerada — sin afectar
una a la otra en m anera alguna. En cada uno de estos casos, la com
ponente horizontal ilu stra la tendencia de un cuerpo que su mueve
a velocidad constante en línea recta a continuar este m ovim iento,
aunque pierda su contacto físico con la fuente origin al de dicho mo
vim iento uniform e. Esto se puede tam bién d escribir como una ten
dencia de todo cuerpo a resistirse a cualq uier cam bio en su estado
do m ovim iento, una propiedad conocida generalm ente desde los tiem
pos de N ewton como la inercia de un cuerpo. Y a que la inercia es
de una im portancia tan evidente a la hora de com prender el m ovi
m iento, profundizarem os algo más en los conceptos de G alileo — no
tanto para m ostrar sus lim itaciones como para ilu strar cuán difícil
era form ular la ley com pleta de inercia y desbaratar los últim os ves
tigios de la vieja física.
Pero prim ero podemos observar que en su an álisis de la trayec
toria parabólica, G alileo parte de una cinem ática estricta e introduce
algunas consideraciones de dinám ica. La razón por la que existe una
aceleración en la componente vertical del m ovim iento, pero no en
la com ponente horizontal, es que la gravedad actúa vertical y no
horizontalm ente. G alileo no concibió las fuerzas como abstracciones,
y no generalizó los principios que utilizab a para analizar los movi
m ientos de proyectiles de modo que descubriera una versión cuali
tativa de la segunda ley de N ew ton. Pero, más tarde, los científicos
vieron en esta parte de su obra las sem illas de la dinám ica. (P ara un
resum en de los logros de G alileo en la ciencia del m ovim iento véase
el apéndice 10.)
hem os expuesto detenidam ente en otro lu gar, dicho m ovim iento se desenvol
verá sobre tal plano con un m ovim iento uniform e y perpetuo, en el supuesto
de q u e este p lano se prolongue h asta e l infinito.
en la p ráctica, nuestros in strum ento s y las distancias con las que operamos son
tan pequeños en com paración con la d istan cia que nos separa d el centro del
globo terrestre, qu e podemos tom ar tran q uilam en te un m inuto de un grado del
círculo m áxim o como si fuese un a lín ea recta, y dos p erpendiculares que cuel
gan de sus extrem os como si fuesen paralelas.
H e de añ ad ir, llegados a este punto, que podemos decir que tanto A rquí-
m edes como los otros dieron por supuesto, en sus consideraciones, que estaban
separados por una d istancia in fin ita del centro de la T ierra, en cuyo caso sus
suposiciones no eran falsas y sus dem ostraciones eran absolutam ente concluyen-
tes. Por tanto, cuando querem os ap licar las conclusiones que hemos probado y
que se refieren a distancias in m en sas, hemos de hacer las correcciones necesa
rias, ya que n uestra d istancia al centro de la T ierra, aun que no sea realm ente
in fin ita, es tal que se puede co n siderar inm ensa si la com param os con la insig
nificancia de nuestros in strum ento s.
Pues me parece h aber observado que los cuerpos físicos poseen una inclina
ción física a algú n m ovim iento (como la de los graves hacia abajo), el cual es
ejercido por ellos a través de una propiedad in trín seca y sin necesidad de un
m otor externo p articu lar, siem pre q u e no se h allen im pedidos por algún obstácu
lo. Y tienen repugnan cia a algún otro m ovim iento (como la de los mismos gra
ves a m overse hacia arrib a), y por tanto nunca se m ueven de esa m anera a
menos qu e sean violentam ente arrojados por un m otor externo.
F inalm ente, son in diferentes a algunos m ovim ientos, como lo son estos m is
mos graves al m ovim iento h orizontal, con respecto al cual no tienen ni in clina
ción (ya que no es h acia el centro de la T ierra), ni repugnancia (ya que no los
aleja de este centro). Y por esta razón, elim inados todos los obstáculos exter
nos, un grave situado sobre una superficie esférica concéntrica con la T ierra
será in d iferen te ai reposo y a los m ovim ientos hacia cu alq uier parte del hori
zonte. Y se m antendrá él mismo en ese estado en el que ha sido situado; es
decir, si se h alla m oviéndose h acia el oeste (por ejem plo), se m antendrá en este
m ovim iento. A sí un barco, por ejem plo, habiendo recibido en una ocasión algún
ím petu a través del m ar en calm a, se m overá continuam ente en torno a nuestro
globo sin detenerse nunca; y situado en reposo perm anecerá perpetuam ente en
reposo, si en el p rim er caso se p ud ieran elim in ar todos los obstáculos externos,
v en el segundo no se adicionara un a causa extern a de m ovim iento.
130 E l n acim iento d e la nueva física
6 Los puntos de vista de G alileo sobre el m ovim iento in ercial son exam inados
en The New Science of Motion cíe \vinifred L. W isan (1974), pp. 261-263;
tam bién se puede encontrar a llí un a valiosa presentación d el princip io «proto-
in erc ia l» de predecesores de G alileo tales como C ardano y B enedetti (pp. 149-
150, 205, 236-237).
5. H acia un a física in ercial 131
La e l i p s e y e l u n iv e r s o k e p l e r i a n o
Eje menor
F ig. 2 3 .— La elipse siempre es simétrica con respecto a sus ejes mayor y menor.
lado a otro de la elipse y que pasa por los focos, y el otro (el eje
m enor) es una línea trazada de un lado a otro de la elipse a lo largo
de la perpendicular al eje m ayor y que lo bisecta. Si los dos focos se
aproxim an hasta coincidir, la elipse se transform a en un círculo;
otra m anera de expresar esto es decir que el círculo es una forma
«degen erad a» de la elipse.
Las propiedades de la elipse fueron descritas en la antigüedad
por Apolonio de Perga, el geóm etra griego que inauguró el esquema
de epiciclos usado en la astronom ía ptolem aica. A polonio mostró que
la elipse, la parábola (la trayectoria de un proyectil de acuerdo con
la mecánica galilean a), el círculo y otra curva denom inada la hipér
bola se pueden form ar pasando planos con diferentes inclinaciones a
través de un cono recto o cono de revolución. Pero hasta la época
de Kepler y G alileo nadie había m ostrado que las secciones cónicas
se dan en los fenómenos naturales del m ovim iento.
No discutirem os en este libro las etapas por las que Johannes
Kepler llegó a hacer sus descubrim ientos. No porque el tem a esté
desprovisto de interés. ¡Lejos de ello! Pero ahora estam os interesa
dos en el nacim iento de una nueva física, y la form a en que se rela
ciona con los escritos de la antigüedad, la Edad M edia, el Renaci
miento y el siglo x v n . Los libros de A ristóteles fueron am pliam ente
leídos, del mismo modo que lo fueron los escritos de G alileo y de
N ewton. Se estudiaba cuidadosam ente el Almagesto de Ptolomeo y
el De revolutionibus de Copérnico. Pero los escritos de Kepler no
fueron leídos con tanta generalidad. N ewton, por ejem plo, conocía
los trabajos de G alileo, pero aparentem ente no leyó los trabajos as
tronómicos de Kepler. Su conocimiento de las leyes de Kepler lo
6. L a m úsica celeste de K epler 137
Tetraedro Cubo
Fig. 25.— Los poliedros «regulares». El tetraedro tiene cuatro caras, siendo cada
una un triángulo equilátero. E l cubo tiene seis caras, cada una de ellas un cua
drado. E l octaedro tiene ocho caras, cada una un triángulo equilátero. Cada una
de las doce caras del dodecaedro es un pentágono equilátero. Las veinte caras
del icosaedro son todas triángulos equiláteros.
E sfera de Saturno
Cubo
E sfera de Jú p iter
Tetraedro
E sfera de M arte
Dodecaedro
E sfera de la T ierra
Icosaedro
E sfera de Venus
Octaedro
E sfera de M ercurio
140 El nacim iento de la nueva física
2 Como in dica el título , se trata de una Astronomía nova, una «nu eva astro
n om ía», en el sentido de relacion ar los m ovim ientos p lan etario s con sus causas
para lle g a r a una «física celeste». K ep ler no tuvo éxito en alcanzar este p articu
la r objeto — la prim era obra m oderna q u e revela la reJación en tre m ovim ientos
celestes y causas físicas fue los Principia de N ew ton (1687).
6 L a m úsica celeste d e K epler 141
L as t r e s le y e s
F ig . 27.— Ley de Kepler de las áreas iguales. Como un planeta atraviesa los
arcos AB, CD y EF en tiempos iguales (ya que las áreas SAB, SCD y SEF son
iguales), viaja más rápido en el perihelio, cuando está más cerca del Sol, y más
lento en el afelio, cuando se halla más alejado. La forma de esta elipse es la de
una órbita cometaria. Las elipses planetarias se aproximan mucho más a un
circulo.
i En su libro sobre M arte, Kepler deriva primero una ley general de áreas
que es independiente de cualquier órbita en particular. Sólo más tarde, y a
fuerza de un enorme trabajo de cálculo, inventó el concepto de una órbita d íp
tica, para luego hallar que la órbita encajaba con las observaciones de Marte.
Alrededor de ochenta años más tarde, Newton, en sus Principia, comenzaría
con la ley sobre áreas (prop. 1-3) y sólo después (prop. 11) se ocuparía de la
ley sobre órbitas elípticas.
144 E l n acim iento de la nueva física
más alejado. Esta segunda ley nos indica así inm ediatam ente que la
irregularidad aparente en la velocidad con la que los planetas se mue
ven en sus órbitas es una variación que es función de una sencilla
condición geom étrica.
La prim era y segunda leyes m uestran claram ente cuánto alteró
y sim plificó Kepler el sistem a copernicano. Pero la tercera ley, co
nocida tam bién como la ley arm ónica, es aún más interesante. Se
denomina ley arm ónica debido a que su descubridor pensó que de
m ostraba las verdaderas arm onías celestes. K epler hasta tituló el
libro en el cual la anunciaba La armonía del mundo (1 6 1 9 ). La ter
cera ley establece una relación entre los tiem pos periódicos en los
cuales los planetas com pletan sus órbitas alrededor del Sol y sus dis
tancias m edias al Sol. H agam os una tabla de los tiempos periódi
cos (T) y de las distancias m edias (D ). En esta tabla y en el texto
que sigue las distancias se dan en unidades astronómicas. Una unidad
astronóm ica es, por definición, la distancia m edia de la T ierra al
Sol. Esta tabla nos m uestra que no hay una relación sencilla entre
D y T. Por esta razón Kepler trató de ver qué sucedería si tomaba
A quí se hallan entonces las arm onías celestes, la tercera ley, que
establece que los cuadrados de los tiempos de revolución de cada dos
planetas alrededor del S ol (la T ierra in clu id a) son proporcionales a
los cubos de sus distancias medias al Sol.
En lenguaje m atem ático, podemos decir que «T 2 es siem pre pro
porcional a D3» , o bien que
Di3 _ IV _ D 33 _ D,3 _ K
~t F ~ ~ T F ~~ " r T " ” ~t T .................... ~
D3 (M U )3
T ( I a)2
146 £1 n acim iento de la n ueva física
Como D = 4 A U,
(4 A U ? (XUAf
V- ” ( I a )2
64 1
T2~ J v f
T = 6 4 X ( I a?
r = 8a
Tam bién se puede resolver el problem a inverso. ¿C u ál es la dis
tancia del Sol a un planeta que tiene un período de 1 2 5 años?
D3 (11L4)3
( I a )2
D3 (1LM )3
( 1 2 5 a)2 ~ ( I a?
jy (iim p
(125 X 125) “ 1
Z)3 = 2 5 X 2 5 X 25 X ( W A f
D = 25U A
Kepler v e rsu s lo s c o p e r n ic a n o s
m antienen las irregu laridades según una le y fija y con renovaciones constantes:
lo que no p odría suceder si no fueran circulares. Pues e l círculo es el único que
puede volver a recorrer el cam ino recorrido. Como, por ejem plo, el Sol, con su
m ovim iento com puesto de círculos, nos trae de nuevo, una vez y otra, la irre
g u larid ad de los días y las noches y las cuatro estaciones d el año.
De este m odo, Kepler estaba com portándose de una forma altam ente
no-copernicana por no aceptar que las órbitas planetarias son «círcu
lo s» o «com puestas de círculo s»; adem ás, había llegado en parte a
esta conclusión por la reintroducción, en una etapa de su pensamien
to, del aspecto de la astronom ía ptolem aica que más había objetado
Copérnico, el ecuante. En su astronom ía, K epler introdujo una sen
cilla aproxim ación para ocupar el lugar de la ley de las áreas. Kepler
dijo que una línea trazada desde cualquier planeta al foco vacío de
su elipse (fig. 28) gira uniform em ente, o lo hace m uy aproxim ada
m ente. El foco vacío, o el punto sobre el cual tal línea giraría des
cribiendo ángulos iguales en tiem pos iguales, es el ecuante. (Inciden-
talm ente, podemos observar que este últim o «d escubrim iento» de
K epler no es cierto.)
Desde casi todo punto de vista, las elipses deben haber parecido
objetables. ¿Q ué tipo de fuerza podría conducir a un planeta a lo
largo de una trayectoria elíp tica con justam ente la variación precisa
intensidad c<------------------
(d istan cia)2
Pero K epler sostuvo que la fuerza solar no se disem ina en todas las
direcciones de acuerdo con la ley de la inversa del cuadrado, como
lo hace la luz solar, sino sólo en el plano de la eclípica y de acuerdo
con una ley bastante diferente. Es a p artir de esta doblem ente errónea
suposición que derivó su le y de las áreas — ¡y lo hizo antes de haber
encontrado que las órbitas planetarias son elipses! La diferencia entre
su procedim iento y el que consideraríam os «ló gico » es que no des
cubrió prim ero la trayectoria verdadera de M arte alrededor del Sol,
y calculó entonces su velocidad en térm inos del área barrida por una
línea trazada desde el Sol a M arte. Este no es sino un ejem plo de la
dificultad en seguir a K epler a través de su libro sobre M arte.
El lo g r o k e p le r ia n o
Pero en tre todos los grandes hom bres qu e han filosofado sobre este notable
efecto, estoy más sorprendido con K epler qu e con cu a lq u ier otro. A pesar de
su m ente ab ierta y aguda, y a pesar de qu e tien e en las p un tas de sus dedos
los m ovim ientos atrib uido s a la T ierra p resta su o ído, sin em bargo, y su apro
bación al dom inio de la L una sobre las agu as, y a p ropiedades ocultas, y a pue
rilid ad es de este tipo.
Saturn o Jú p ite r
a
-o -
M arte T ierra
(aproxim ado)
i u o o
V enus
~
-©- O
TT -O-
^ n
M ercurio
i o ^ r o
Luna
F ig . 29.— Ld música de los planetas de Kepler, de su libro La arm onía del
m undo. No es sorprendente que un hombre como Galileo nunca se molestara
en leerlo.
L as in t u ic io n e s n e w t o n ia n a s
pero no fue capaz de d ed ucir de esta hipótesis los movim ientos obser
vados en los cuerpos celestes. Cuando W ren y H ooke se reunieron
más avanzado el m es, concordaron con la suposición de H alley de
una fuerza solar. H ooke se jactó de «q u e sobre este principio todas
las leyes de los m ovim ientos celestes iban a ser [i. e., deberían ser]
156 E l nacim iento de la nueva física
dem ostradas, y que él m ismo lo había hecho». Pero pese a las repe
tidas incitaciones y a la oferta de W ren de un considerable premio
m onetario, H ooke no llegó a — y presum iblem ente no pudo— pre
sentar una solución. Seis m eses después, en agosto de 1684, H alley
decidió ir a Cam bridge a consultar a Isaac N ew ton. A su llegada se
enteró de las «buenas n o ticias» de que N ew ton «h ab ía hecho esta
dem ostración a la perfección». H e aquí el relato casi contemporáneo
de D eM oivre de esta visita:
D espués de estar juntos algún tiem po, el D r. H a lle y le preguntó cuál pen
saba q u e d eb ía ser Ja curva descrita por los p lanetas suponiendo q u e la fuerza
de atracción h acia el Sol fuese recíproca al cuadrado de su d istan cia a él. S ir
Isaac respondió in m ediatam en te q u e d eb ía ser una elip se. El D octor, sorpren
dido por la alegría y el asom bro, le preguntó cómo lo sab ía. P o rque, respondió,
lo he calculado. T ras lo cual el D r. H alley le preguntó in m ediatam en te por sus
cálculos. S ir Isaac m iró en tre sus papeles y no pudo h allarlo s, pero prom etió
rehacerlos y enviárselos. S ir Isaac, tratan do de cu m p lir su prom esa, puso de
nuevo m anos a la obra, pero no logró llegar a la conclusión que creía haber
obtenido antes m edian te un exam en cuidadoso. No o bstan te, en sayó una nueva
vía que, aun que más larga que la anterio r, le condujo de nuevo a su p rim itiva
conclusión. Entonces exam inó con cuidado las causas por las que su prim er
cálculo resultó ser erróneo, y h alló que, al d ib ujar una elip se dep risa y a mano,
h ab ía dib ujado los dos ejes de la cu rva en lugar de d ib u jar dos diám etros un
tanto inclinados uno hacia el otro, de modo que p osiblem ente fijó su im agina
ción en dos diám etros conjugados, lo cual era un req u isito im prescindible. A l
darse cu en ta, hizo que ambos cálculos coincidieran.
Los « p r in c ip ia »
Ley Primera
Ley Segunda
que aplica sim ultáneam ente tanto a objetos terrestres como celestes,
afirm ó que en ausencia de una fuerza los cuerpos no permanecen
quietos o llegan al reposo como suponía A ristó teles, sino que pueden
moverse rectilíneam ente con velocidad constante. Esta «in d iferen
cia» de todo tipo de cuerpos al reposo o al m ovim iento uniform e
en línea recta en ausencia de una fuerza constituye claram ente una
forma superior de la afirm ación de G alileo en su libro sobre las
manchas solares (p. 98), radicando la diferencia en que en ese tra
bajo G alileo estaba escribiendo acerca del m ovim iento uniform e
sobre una gran superficie esférica concéntrica con la T ierra.
N ewton dijo de las leyes del m ovim iento que eran «principios
aceptados por los m atem áticos y confirm ados por m uy am plia expe
riencia. Por las dos leyes prim eras y los dos Corolarios prim eros,
G alileo descubrió que la caída de los graves ocurre según la razón
cuadrada d el tiempo y que e l m ovim iento de los proyectiles ocurre
en parábola, de acuerdo con la experiencia, a no ser en la m edida en
que tales m ovim ientos se retardan un poco por la resistencia del aire».
Los «do s C orolarios» versan sobre los m étodos utilizados por G ali
leo y muchos de sus predecesores para com binar dos fuerzas distintas
o dos m oviim entos independientes. Cincuenta años después de la
publicación de Dos nuevas ciencias de G alileo le resultaba d ifícil de
concebir a N ewton, quien ya había establecido una física inercial,
que aquél hubiera llegado tan cerca como lo hizo del concepto de
inercia sin haber abandonado totalm ente la circularidad y sin haber
conocido el verdadero principio de inercia lin eal.
N ewton estaba siendo m uy generoso con G alileo porque, a pesar
de que se pueda argum entar que G alileo «realm en te llegó » a dispo
ner de la ley de inercia o Prim era Ley de N ew ton, se requiere un
gran esfuerzo de im aginación para asignarle alguna contribución a la
Segunda Ley. Esta ley tiene dos partes. En la segunda m itad de la
form ulación de N ewton de la Segunda L ey, el «cam bio de m ovim ien
to » producido por una fuerza «im p resa» o «m o triz » — ya se trate
de un cambio en la velocidad con la que se m ueve un cuerpo o de
un cambio en la dirección en que está m oviéndose— se dice que se
produce «según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se
im p rim e». M ucho de esto está ciertam ente im plícito en el análisis
de G alileo del movim iento de proyectiles, ya que G alileo asumió
que en la dirección de avance no hay aceleración porque no existe
fuerza horizontal, excepto la acción despreciable de la fricción del
aire; pero en la dirección vertical hay una aceleración o increm ento
continuo de la velocidad de caída, a causa de la fuerza del peso, que
actúa hacia abajo. Pero la prim era parte de la Segunda Ley — que el
cambio en la m agnitud del m ovim iento está relacionado con la fuerza
160 El n acim iento de la nueva física
El - E l
Ai A2
V — AT
se pueda aplicar.
En este punto vamos a ensayar un experim ento m ental, en el
que suponemos que tenemos dos cubos de alum inio, siendo el volu
men de uno justam ente el doble del volum en del otro. (Incidental-
m ente, «d u p lic ar» un cubo — o hacer un cubo que tenga justam ente
el doble del volumen de algún cubo determ inado— es tan im posible
dentro del marco de la geom etría euclídea como trisecar un ángulo
o cuadrar un círculo). Sometamos ahora al cubo menor, a una serie
de fuerzas F 1, Fz, F$, y determ inem os las correspondientes acele
raciones A i, A i, Az, ... De acuerdo con la Segunda L ey, hallaremos
que existe un cierto valor constante para el cociente entre la fuerza
y la aceleración
El _ El ~ ~
Ai A2 Ai
7 El gran proyecto. U na nueva física 161
al cual, para este objeto, llam arem os mp. A hora repitam os estas ope
raciones con el cubo m ayor y hallarem os que el mismo conjunto de
fuerzas Fi, F 2, F¡, produce respectivam ente otro conjunto de ace
leraciones a 1, ¿22, ¿ 3, ___ De acuerdo con la Segunda Ley de N ewton,
el cociente fuerza-aceleración es de nuevo una constante, que para
este objeto podemos llam ar mg
Fi F2 F3
— = — = — = . . . = mg
a¡ ai ai
F o r m u l a c ió n f in a l de la ley de in e r c ia
F oc D
Creo que es ju sto d ecir que fue la libertad de considerar los pro
blemas de un modo puram ente m atem ático o de un modo «filosó
fico» (o físico) lo que perm itió a N ew ton expresar la primera ley y
desarrollar una com pleta física inercial. Después de todo, la física
com o ciencia se puede desarrollar de una form a m atem ática, pero
debe apoyarse siempre en la experiencia — y la experiencia nunca
nos muestra un m ovim iento inercial puro— . Aun en los limitados
ejem plos de inercia lineal discutidos por G alileo , había siempre algu
na fricción del aire y el m ovim iento cesaba casi enseguida, como
cuando un proyectil golpea el suelo. E n todo el ám bito de la física
explorada por G alileo no hay un solo ejem plo de un objeto físico
que tuviera siquiera una com ponente de m ovim iento inercial puro
durante más de un breve lapso de tiem po. Quizás por esta razón
164 E l nacimiento de la nueva física
G alileo nunca form uló una ley general de inercia. Tenía demasiado
de físico.
P ero com o m atem ático, N ewton podía concebir fácilm ente a un
cuerpo moviéndose para siempre con velocidad constante a lo largo
de una línea recta. E l concepto «para siem pre», que implica un uni
verso infinito, no le espantaba. O bserve que esta afirm ación de la
ley de inercia, según la cual la condición natural de los cuerpos es
m overse en línea recta a velocidad constante, se da en el L ibro P ri
mero de los Principia, la parte que según dijo él era m atem ática antes
que física. Ahora bien, si la condición natural del m ovimiento de
los cuerpos es moverse uniform em ente en línea recta, entonces este
tipo de m ovim iento inercial debe caracterizar a los planetas. E stos,
sin em bargo, no se mueven en línea recta, sino en elipses. Usando
un tipo de aproximación galileana a este problem a singular, N ew ton
diría que los planetas, por consiguiente, deben estar sometidos a dos
m ovim ientos: uno inercial (a velocidad constante a lo largo de una
línea recta) y otro siempre en ángulo recto a esta línea arrastrando
a cada planeta hacia su órbita. (V éanse, además, los apéndices 11
y 12).
A pesar de no moverse en línea recta, cada planeta, no obstante,
representa el m ejor ejem plo de m ovim iento inercial observable en
el universo. Si no fuera por esa com ponente de m ovim iento inercial,
la fuerza que continuam ente aparta al planeta de la línea recta podría
arrastrarlo hacia el Sol hasta que los dos cuerpos colisionaran. N ew
ton usó este argumento en una ocasión para probar la existencia de
D ios. Si los planetas no han recibido un impulso para proporcionar
les una com ponente inercial (o tangencial) del m ovim iento, dijo, la
fuerza atractiva solar no los arrastraría en una órbita, sino que tras
ladaría a cada planeta en línea recta hacia el mismo Sol. D e aquí que
no pueda explicarse el universo sólo en térm inos de materia.
Para G alileo, el m ovim iento circular puro aún podía ser inercial,
com o en el ejem plo de un ob jeto sobre o cerca de la superficie de
la T ierra. Pero para N ew ton el m ovim iento circular puro no era
inercial; era acelerado y requería una fuerza para su m antenim iento.
Fue así N ew ton quien finalm ente rom pió las cadenas de la «circu-
laridad», que todavía habían esclavizado a G alileo. D e este modo,
podemos entender que fuera N ewton quien m ostró cóm o construir
una mecánica celeste basada en las leyes del m ovim iento, ya que el
m ovim iento orbital elíptico (o casi circular) de los planetas no es
puramente inercial, sino que requiere adicionalm ente la acción cons
tante de una fuerza, que resulta ser la fuerza de la gravitación uni
versal.
7 . E l gran proyecto. Una nueva física 165
F ig u r a 3 0
iguales AB, BC, CD, ... porque, como m ostró Galileo, en un movi
miento uniform e un cuerpo se mueve atravesando distancias iguales
en tiempos iguales. P ero observe que una línea trazada desde el punto
O barre áreas iguales en estos tiempos iguales, o bien, que las áreas
de los triángulos OAB, OBC, OCD, .. . son iguales. La razón es que
el área de un triángulo es la m itad del producto de su altura por su
base; y todos estos triángulos tienen la misma altura OH y bases
iguales. Como
AB = BC = CD = ...
se cumple que
— A B X OH = — BC X OH = — CD x OH =
2 2 2
166 E l nacim iento de la nueva física
es decir,
área de A OAB = área de A OBC = área de A OCD = .. .
Proposición 1. Teorema I.
Las áreas, descritas p or cu erpos qu e giran sujetos a un centro d e fuerzas
inmóvil p or radios unidos a dicho centro, están en el m ismo plano inm óvil y
son proporcionales a los tiem pos.
(T V ~
No sólo se aplican estas leyes de K epler al sistema jovial, sino tam
bién a los cinco satélites de Saturno conocidos por Newton — un
resultado totalm ente ignorado por Kepler— . La tercera ley de Kepler
no puede aplicarse al satélite terrestre, porque éste es único, pero
7 . E l gran proyecto. Una nueva física 169
de sus distancias a los centros en torno a los que giran; por tanto,
com paré la fuerza necesaria para m antener a la Luna en su órbita
con la fuerza de la gravedad en la superficie de la T ierra , hallando
que ambas encajaban bastante aproxim adam ente».
Con esta declaración com o guía, considerem os en prim er lugar
una esfera de masa m y velocidad v que se mueve sobre un círculo
de radio r. E n ton ces, com o N ew ton averiguó, y com o el gran físico
holandés C hristiaan Huygens (1 6 2 9 -1 6 9 5 ) tam bién descubrió (y, para
el disgusto de N ew ton, lo publicó prim ero; véase el apéndice 1 4 ),
debe existir una aceleración central, de m agnitud i¿¡r. E s decir, que
del hecho de que la esfera no está en reposo ni m oviéndose a velo
cidad constante en línea recta se sigue una aceleración; por la Ley I
y la Ley I I , debe existir una fuerza y, por tan to, una aceleración. N o
dem ostrarem os que esta aceleración tiene una m agnitud v2/r, pero
usted puede ver que está dirigida hacia el cen tro si hace girar una
bola en círculos al extrem o de una cuerda. Se precisa una fuerza que
em puje constantem ente a la bola hacia el cen tro , y por la Ley I I la
aceleración debe tener siem pre la misma dirección que la fuerza ace
leradora. A sí, para un planeta de masa m, que se mueve aproxim ada
m ente en un círculo de radio r con una velocidad v, debe existir
una fuerza central F de magnitud
F = mA — m — .
2
27i r
m A = rnv2 X — — m X
r T
4 ic V 1
= m X ------ X —
T2 r
4 T^r2 1 r
m X —— X — X —
T2 r r
47rm r3
X
7 . E l gran proyecto. Una nueva física 171
Como para cada planeta del Sistem a Solar r ’/T 2 tiene el mismo
valor K (p or la regla o tercera ley de K ep ler),
4r?m , m
F = ---- X K = 4iz2K — .
r r2
m
F = 4tzK —
D2
M%
m
F =
A i, D2
4*it2K
Ms
F = G
D1
mm
F = G
D2
172 E l nacimiento de la nueva física
A B
mMi
F = G ------- ,
Rt2
mMt
P = G ------- .
Rt2
F
m = —
A
o bien
F = mA.
A dvierta que cuando una manzana cae del árbol la fuerza que
tira de ella hacia abajo es su peso P, de modo que
P = mA.
174 £ 1 nacim iento de la nueva física
A= ^
tnA mMl
G -------
Rt2
A = G Mt
R<2
A = G -------
A‘ = C — í — = G ____ í í — = _ ! ___ G ®
(6 0 Rt)2 3 6 0 0 Rt2 3600 Rt2
1 / 3600 X 4 ,9 m . = 1 / 3 6 0 0 X 4 ,9 X 1 0 0 cm . = 0 ,1 3 6 1 cm.
T ,2
4
G =
”mT
4TZ2k Mt
4 Trk
Rr
R\
6 0 , y R t = 6 .4 0 0 .0 0 0 metros
Rt
Ti — 28 d = 28 X 2 4 X 3 6 0 0 seg
g ^ 10 m/seg2.
Luego supone que este m ovim iento hacia la T ierra se debe a la gra
vedad, una fuerza que varía inversam ente al cuadrado de la distan
cia. Entonces en la superficie de la T ierra esta fuerza sería mayor
que en la órbita de la Luna en un factor de 6 0 X 6 0 . Com o, por la
segunda ley de N ew ton, la aceleración es proporcional a la fuerza
aceleradora, un cuerpo traído desde la órbita de la Luna a la super
ficie de la Tierra sufriría un increm ento en su aceleración de 6 0 x 6 0 .
Así, argumenta N ew ton, si la gravedad es una fuerza que varía in
versamente como el cuadrado de la distancia, un cuerpo en la super
ficie de la Tierra caería, partiendo del reposo, a través de una distan
cia de aproximadamente 6 0 X 6 0 X 1 5 ‘A pies de París en un m inuto,
ó 1 5 1/ 2 pies de París en un segundo.
D el experim ento con el péndulo de Huygens, Newton obtuvo el
resultado de que sobre la T ierra (en la latitud de P arís), un cuerpo
recorre al caer precisam ente una distancia com o ésta. Así probó que
es la fuerza de gravedad de la T ierra la que retiene a la Luna en su
órbita. Efectuando el cálculo, predijo a partir de las observaciones
del m ovim iento de la L una y de la teoría de la gravitación que la
distancia de caída recorrida por un cuerpo sobre la Tierra en un
segundo sería de 15 pies de París, 1 pulgada y 1 4/9 líneas (1 lí
nea = 1/ 12 de pulgada). E l resultado de Huygens para la caída libre
en París era de 15 pies de P arís, 1 pulgada y 1 7/9 líneas. La dife
rencia era de 3/9 o 1/3 de una línea, y por lo tanto de 1/ 36 de
una pulgada — una cantidad verdaderam ente muy pequeña— . Por
la época en que N ew ton escribió los Principia, había hallado un acuer
do mucho m ejor entre la teoría y la observación que en esta prueba
aproximativa realizada veinte años antes.
N ew ton dijo en esta prueba que la observación concordaba «bas
tante aproxim adam ente» con la predicción. E n esta frase se hallaban
involucrados dos factores. E l prim ero, que escogió un valor poco
adecuado para el radio de la T ierra y obtuvo así malos resultados
num éricos, los cuales sólo concordaban más o menos, o «bastante
aproxim adam ente». E l segundo, que com o no había sido capaz de
probar rigurosamente que una esfera hom ogénea atrae gravitacional-
mente como si toda su masa estuviera concentrada en su centro, la
prueba era, en el m ejor de los casos, tosca y aproximativa.
Pero este ensayo le dem ostró a N ew ton que era válido su con
cepto de la gravitación universal. Puede apreciar lo notable que fue
si considera la naturaleza de la constante G. Hemos visto antes que
4 tz2K
G = ------- , y bien podemos preguntarnos que tienen que ver tanto
L a s d im e n s io n e s del logro
. Mt Mt ^ Mt ^ Mt
Ap — G — —; Ab — G ------- ; A& — G -------- ; Ae = G
RP2 R¿ RJ RJ
así que
Ap Ab Aa Ae.
7 . E l gran proyecto. Una nueva física 179
20° 9 7 8 ,6 4 1
40° 9 8 0 ,1 7 1
60° 9 8 1 ,9 1 8
90° 9 8 3 ,2 1 7
T = 2iz
F i g u r a 33
7 . E l gran proyecto. Una nueva física 181
Pero cuando el hom bre lleva sus brazos al pecho, hace a r mucho
la ley de conservación, tam bién debe dism inuir t, lo que significa que
el tiem po invertido en una revolución dism inuirá cuando r lo haga.
¿Q ué tiene que ver esto con una piedra que cae desde una torre
E n lo alto de la torre, el radio de rotación es R + r donde K es el
radio de la Tierra y r la altu ra de la torre. Cuando la piedra alcanza
el suelo, el radio de rotación es R. P or lo tanto al igual que las masas
Uevadas hacia dentro por el hom bre que gira, la piedra debe m overs«
en un círculo m enor cuando está en la base de la torre que cuando
está en su cima, y girará así con más ra p id e z . L ejos de quedar atras
la piedra, de acuerdo con nuestra teon a, se adelantara un p o c c a la
corre. ¿Q u é magnitud tiene este efecto? Como el problema depende
de t el tiem po invertido en una rotación de 3 6 0 ° podemos hacernos
una idea mucho m ejor de la magnitud del
la velocidad angular que si consideram os alguna velocidad ta e a H t a l
como hicim os en el capítulo 1). M ire las saetas en m ovimiento de
un relo j, prestando especial atención a la de las horas. ¿Cuanto pa
cerá desplazarse en, digam os, cinco m inutos, lapso de tiempo que
corresponde a la caída de una bola desde una altura mucho mayor
que la del Em pire State Building? Ninguna cantidad apreciable.
Ahora bien, la rotación de la T ierra a través de 3 6 0 ° se efectúa en
precisam ente el doble del tiem po que invierte nuestra agu,a en una
S 5 3 ” “ m pl™ (1 2 t e » ) . Como „ cinco «1 — » »
angular o rotación de nuestra agu)a no es distinguible a simple vista,
184
E l nacim iento de la nueva física
Tal fue la gran revolución new toniana, que alteró toda la estruc
tura de la ciencia y, claro está, cam bió el curso de la civilización occi
dental ¿Cuan lejos se ha llegado en los últim os 3 0 0 años? ¿A ún es
cierta la mecánica new toniana?
Se hace con demasiada frecuencia la afirm ación de que la teoría
de la relatividad ha m ostrado que la dinám ica clásica es falsa. ¡Nada
mas lejos de la verdad! Las correcciones relativistas se aplican a o b je
tos que se mueven a unas velocidades v para las cuales el cociente
^ ^ L u.n£! cantidad significativa, siendo c la velocidad de la luz,
3 0 0 .0 0 0 kilóm etros por segundo. A las velocidades alcanzadas en los
aceleradores lineales, ciclotrones, y otros dispositivos para el estudio
de las partículas atómicas y subatóm icas, ya no es cierto que la masa
m de un ob jeto físico permanezca constante. E n vez de ello, se en
cuentra que la masa en m ovim iento viene dada por la ecuación
mQ
m — —— —
v1/^
ley de N ew to n
G A L IL E O Y E L T E L E S C O P IO 1
189
190 Apéndice 1
LO Q U E G A L IL E O «V IO » E N LOS C IELO S 1
193
194 Apéndice 2
D e las tan tas veces rep etid a in sp ecció n de estas m anchas h e derivad o la op in ión ,
q u e ten g o p o r firm e, de que la su p erficie de la L u n a y d e los dem ás cuerpos
celestes n o es de h echo lisa, u n ifo rm e y de esfericid ad exa ctísim a, tal y com o
ha en señ ado de ésta y de o tro s cu erp o s celestes una n um erosa c o h o rte de filó
so fo s, sino q u e, p o r el co n tra rio , es d esigual, escabrosa y llen a de cavidades y
prom in en cias, no de o tro m odo q u e la prop ia faz de la T ie rra , que presenta
aq u í y allá las crestas de las m ontañas y los abism os de lo s valles.
D esde luego, el nuevo descubrim iento, una vez hecho, tenía una
propiedad, y era que respondía a los reparos de los anticopernicanos,
quienes argumentaban que la Tierra no podría moverse en su órbita
(y recuerde que lo hace a la enorm e velocidad de unos 3 0 .0 0 0 kiló
metros por segundo) sin perder su luna. Todos admitían que Jú piter
se mueve; bien, pues si Jú p iter puede m overse en una órbita sin
perder cuatro lunas, ¡seguram ente no habrá objeciones a que la Tierra
pueda m overse sin perder a su única luna!
P oco tiem po después, G alileo (y otros) hizo otro notable descu
brim iento, a saber, que el Sol tenía manchas. Estas manchas consti
tuían el hecho, el dato de la observación sensorial. Lo significativo
es cóm o los transform ó o interpretó la m ente de G alileo. E s bien
sabido que G alileo las reveló como manchas reales en la superficie
del Sol, e interpretó así su m ovim iento com o una indicación de que
el Sol rota sobre su eje. O tro s, que sostenían un punto de vista cien
tífico y filosófico d istinto, intentaron dar otra interpretación, soste
niendo que se trataba de som bras proyectadas sobre el Sol, posible
mente por «estrellas», bien « fijas» o «errantes» (es decir, «plane
tas»), que «giraban a su alrededor al modo de M ercurio o Venus».
Estas dos interpretaciones muestran cuán distintos puntos de vista
interactúan con los datos de la observación en la mente de un cientí
fico. Un aristotélico tiene que pensar que el Sol es puro e inmacu
lado, mientras que un antiaristotélico com o G alileo no se preocupaba
por si el Sol tenía o no m anchas, por si era inmutable o sufría cam
bios a diario. En el presente contexto, las manchas solares nos inte
resan en un sentido histórico, porque resulta que en la Edad Media
hubo un cierto número de observaciones de estas manchas, pero ten
dían a ser interpretadas com o casos del paso de un planeta (M ercurio
o V enus) a través del disco del Sol, puesto que la filosofía predomi
nante no permitía que estas observaciones fueran transformadas en
la afirmación interpretativa de que el Sol tiene manchas 3.
La doctrina de la transform ación contribuye a concretar el acon
tecim iento efectivo sobre el cual el historial del científico, su orien
tación filosófica, o su punto de vista científico interactúan con los
datos sensoriales para sum inistrar el tipo de base sobre el que avanza
la ciencia. La siguiente fase de la investigación sería identificar, cla
sificar e interpretar, en varios ejem plos, aquellas partes del historial
de los científicos que actúan en los descubrim ientos. Una primera
rías. Las afirm aciones de G alileo son inequívocas. E scrib ió que «si
se hace la observación, el cuerpo más ligero, al com ienzo del m ovi
miento, se moverá por delante del más pesado y será el más veloz».
D e nuevo, si dos esferas del mismo tamaño, teniendo una el doble
del peso de la otra, se «dejan caer desde una to rre», se encontrará
que al comienzo del m ovim iento «la más ligera se moverá por delante
de la más pesada, y a lo largo de alguna distancia se moverá más
rápidam ente». G alileo intentó dar cuenta de este fenóm eno en un
capítulo de su tratado inédito sobre el m ovim iento titulado «D onde
se da la causa del por qué, al principio de su m ovim iento natural, los
cuerpos que son menos pesados se mueven más rápidamente que los
más pesados». No sólo afirm ó que había observado este fenóm eno,
sino que también citó una observación sim ilar efectuada por G iro-
lamo Borro en un libro de 1 5 7 5 ; B orro fue profesor en Pisa, ense
ñando allí todavía durante los días de estudiante de G alileo. Borro
dejó caer trozos de madera y de plomo del mismo peso, pero de
tamaño desigual, y encontró que el «plom o descendía más lentam en
te». E scribió que la prueba se realizó «no sólo una vez, sino muchas
veces», y «con el mismo resultado».
D ebem os agradecer a Thom as B . Settle 1 la solución de este enig
ma. Inform a que, cuando un experim enador sostiene dos pesos des
iguales, con las palmas hacia abajo, en sus brazos extendidos, no es
posible soltarlos sim ultáneam ente. Aun cuando el experim entador
esté totalm ente convencido de que los dos han sido soltados en el
mismo instante, la prueba fotográfica muestra incontrovertiblem ente
que la mano que sostiene el más pesado se abre invariablem ente un
corto tiempo después de la que sostiene el más ligero. Se trata, apa
rentem ente, de un efecto de fatiga muscular diferencial que depende
de la magnitud del peso. E l descubrimiento de que en este caso, como
en otros, los resultados del experim ento concuerdan con los inform es
de G alileo, nos imprime confianza en éste com o un agudo experi
mentador que registró e inform ó exactam ente lo que había observado.
Además, este episodio suministra un testim onio adicional de que
G alileo estaba haciendo experimentos con objetos en caída libre en
una etapa muy temprana de su carrera, y de que los experim entos
tuvieron una trascendencia real en su exploración de la ciencia del
m ovimiento.
EL FUNDAMENTO EXPERIMENTAL
DE LA CIENCIA DEL MOVIMIENTO DE GALILEO
H asta hace poco, nuestro conocim iento sobre los estudios del
movimiento de G alileo se basaban en sus libros y tratados (los publi
cados por él durante su vida y aquellos editados más tarde y publi
cados tras su m uerte), notas manuscritas, y correspondencia. Todo
ello fue reunido en una magnífica edición de veinte volúmenes, bajo
la dirección general de A ntonio Favaro (1 8 9 0 -1 9 0 9 ; reimpreso en
1 9 2 9 -1 9 3 9 , y de nuevo en 1 9 6 4 -1 9 6 6 ). D e estos materiales emergía
una historia del desarrollo de sus ideas que llevaba, desde su primer
pensamiento en térm inos de un tardío modo medieval de la física del
Ímpetus, a su descubrim iento de las leyes de la caída libre (que existe
una aceleración constante que produce una velocidad que aumenta
en proporción al tiempo y una distancia que aumenta como el cua
drado del tiem po), y a su brillante aplicación de los principios de
resolución y com posición de vectores velocidad para analizar las tra
yectorias de proyectiles.
E n los decenios que siguieron a la Segunda G uerra Mundial,
muchos especialistas — siguiendo el ejem plo de Alexandre Koyré—
habían llegado a la conclusión de que en las etapas de descubrimiento
y desarrollo de los principios del m ovim iento, el papel de los verda
deros experim entos fue mínimo. Se vio a G alileo como un pensador
y analista, no como a quien som etió cuestiones directas a la prueba
de la experiencia. Y aún se llegó a dudar de que G alileo hubiera rea
lizado alguna vez el experim ento del plano inclinado descrito en las
Dos nuevas ciencias com o una confirm ación de las conclusiones a
201
202 Apéndice 4
mas es que éste parece demasiado com prom etido con una imagen de
G alileo como físico moderno (por ejem plo, del siglo x ix o posterior),
un hom bre que rompió con la tradición, m ientras que muchos histo
riadores se inclinan por ver a G alileo com o un innovador que, sin
em bargo, tiene fuertes vínculos con los pensadores medievales y re
nacentistas 3. Además, D rake no ha moderado sus opiniones. P or
ejem plo, afirma abiertam ente que «hallar elem entos de ju icio manus
critos de que G alileo se encontraba en el laboratorio de física com o
en su casa es algo que difícilm ente me puede asom brar». Y ataca
abiertam ente a la opinión aceptada «por nuestros más sofisticados co
legas», quienes, dice, han propuesto «interpretaciones filosóficas»
cuyo único m érito reside en que «cuadran con las opiniones precon
cebidas de un metódico desarrollo científico a largo plazo». D rake
rechaza la idea, que considera peyorativa, de que «G alileo fue un
especulador de sillón». A ntes bien, quiere convencernos de que, en
una «notable m edida», G alileo «hizo uso en la ciencia de métodos
experim entales que ahora damos por sentados, pero que en el siglo x v ii
no constituían una forma usual de proceder». P or lo tanto, sus re
sultados implican que la form a en que G alileo presenta sus princi
pios y leyes del m ovim iento difiere radicalmente de su trayectoria de
descubrim iento.
Aun cuando los especialistas no acepten los detalles de los aná
lisis individuales de D rake y sus conclusiones, cabe poca duda de
que sus investigaciones han mostrado que G alileo estaba efectuando
4 M uchos c ien tífic o s e h isto ria d o res de fin ales del siglo x ix y principios
del x x supusieron acráticam en te q u e, p u esto que G a lile o fue el «pad re» de la
física m oderna (si n o de la c ien cia m oderna), fue igualm ente ^el inven tor e in i
ciador del m étodo exp erim en ta l. D e lo q u e resu ltó que debía h ab er realizado
todos sus descu b rim ien to s m ed ian te el ex p erim en to . T a n predom inante fu e esta
o pin ión que los trad u cto res de las D os nuevas ciencias de G a lile o , H en ry Crew
y A lfo n so de Salv io , añ ad ieron las palabras «p or el exp erim en to » al texto de
G a lile o , de m odo que su in tro d u cció n al tem a del m ovim iento no aludía sim
plem ente a los p rin cipios q u e G a lile o m ism o d ijo q u e h abía «h allad o» ( com pe -
rio, « h a llé » ), sino que se le h acía d ecir que se tra ta b a de nuevos principios
que «h e d escu b ierto por el exp erim en to » .
20 6 Apéndice 4
Vl ocD
lleva a la relación
D ocT 2.
Puede verse fácilm ente que éste es sim plem ente otro aspecto de la
relación fundamental
VazT
211
212 Apéndice 5
es decir,
V2 cxT2,
VocS
Vo c T.
EL METODO HIPOTETICO-DEDUCTIVO
215
216 A pénd ice 7
217
218
A pénd ice 8
V =■ A l
D = l/ i A T 2
«d istancia» = V T .
Pero como
V = AT
se sigue que
«distancia» = (A T ) X T = A T 2,
tam ente, una cosa es hacer una buena conjetura y otra encontrar
una verdad m atem ática y sus consecuencias. E s fácil hacer la primera,
pero d ifícil hacer la últim a. E l mismo había conjeturado que la fuer
za podría ser com o la inversa del cuadrado, pese a que había estado
considerando infructuosam ente una fuerza centrifuga en lugar de
una centrípeta. P ero conocía la ley t r / r mucho antes de que Huygens
la publicara en 1 6 7 3 .
N ew ton era plenam ente consciente de que H ooke no había en
tendido com pletam ente aquello sobre lo que estaba escribiendo. A pe
sar de su perspicaz análisis del m ovimiento curvilíneo, com etió un
im portante error al concluir que la velocidad debería ser inversamen
te proporcional a la distancia. Como N ewton probó fácilm ente, la
velocidad es inversam ente proporcional a la perpendicular a la tan
gente. Supóngase en la figura un planeta en P. L o que H ooke decía
equivale a la afirm ación de que la velocidad en P es inversamente
proporcional a la distancia al Sol SP, es decir,
1
V o c ---------
pero N ew ton decía, en cam bio, que la velocidad es inversam ente pro
porcional a S T , el segm ento trazado desde el Sol S perpendicularmen
te al punto T sobre la tangente a la órbita en P,
1
V o c --------- .
ST
228
A pénd ice U
229
230 A p én d ice 12
el m otivo es que sus partes com ponentes poseen una velocidad tan
gencial tan grande que la fuerza de cohesión ya no es lo bastante
fuerte com o para m antenerlas m oviéndose en una trayectoria circu
lar. La situación sería análoga si la Luna sufriera súbitam ente un gran
increm ento de velocidad. E n este caso, la fuerza requerida para que
la Luna cayera lo suficientem ente rápido com o para m antenerse en
su órbita debería aum entar (d e acuerdo con la ley de v2/ r ) . E sta
fuerza se tornaría mayor que la fuerza gravitatoria que ejerce la T ie
rra en su atracción sobre la Luna, y ésta com enzaría a alejarse en
dirección tangencial.
Apéndice 13
PRUEBA DE QUE DE LA LEY DE LA INVERSA
DEL CUADRADO SE DEDUCE UNA ORBITA
PLANETARIA ELIPTICA
231
232 A p énd ice 13
probar la conversa, que la ley de las áreas implica una fuerza centrí
peta. E n la primera edición de los Principia N ew ton realm ente no
sum inistró su dem ostración de que una fuerza que varía con la in
versa del cuadrado implica una órbita planetaria elíptica, pero esto
no significa necesariam ente que no pensara que se precisaba tal de
m ostración, o que no la tuviese en m ente. Los Principia es un libro
muy idiosincrásico. M ucho de lo que N ew ton om itió com o «obvio»
está lejos de parecer evidente a sus lectores, y, sin embargo, hay otras
ocasiones en que se extiende ampliamente sobre lo que nos parece
obvio o trivial.
L o que N ew ton parece haber probado tras su correspondencia
con H ooke (véase el apéndice 11) es que una órbita elíptica implica
una ley de inversa del cuadrado, y el tratado que escribió tras la
visita de H alley en 168 4 prueba esta proposición. E ste es también
el caso en la primera edición de los Principia. Y , no obstante, de
acuerdo con la narración de Conduitt de la visita de Halley, éste
preguntó a N ew ton cuál podría ser la órbita de un planeta, dada una
fuerza inversam ente proporcional al cuadrado de la distancia (no
qué fuerza podría ser, dada una órbita elíptica), y N ew ton respondió
que la trayectoria sería una elipse y que él lo había «calculado».
D esde luego, se trata del recuerdo de Conduitt de lo que Halley le
contó acerca de una conversación con N ewton sostenida muchos años
antes. No podemos estar seguros de que éste sea un registro exacto
de lo que H alley o N ew ton dijeron en esa famosa ocasión. E n un
intento posterior de explicar la historia de su evolución, Newton
dijo que en 16 7 6 -7 7 (un error por 1 6 7 9 -8 0 ) «halló la proposición
de que por una fuerza centrífuga [léase fuerza centríp eta] recípro
cam ente como el cuadrado de la distancia un planeta debe girar en
una elipse alrededor del centro de la fuerza situado en el ombligo
inferior [o fo co ] de la elipse, describiendo mediante un radio tra
zado a dicho centro áreas proporcionales a los tiem pos».
Son posibles varias conclusiones, entre ellas: (1 ) N ew ton probó
que la elipse implica una fuerza com o la inversa del cuadrado y erró
neam ente pensó que había probado también la conversa; (2 ) Newton
probó que la elipse implica una fuerza como la inversa del cuadrado
y desarrolló (m entalm ente o sobre el papel) la dem ostración de la
conversa; (3 ) Newton no com prendió lo que había probado y pensó
que había demostrado que una fuerza como la inversa del cuadrado
implica una órbita planetaria elíptica; (4 ) N ew ton probó que la
elipse implica una fuerza com o la inversa del cuadrado y simplemen
te dio por supuesto que era posible probar la conversa. No es útil
hacer hipótesis acerca de la historia posible en ausencia de cualquier
elem ento de ju icio. Pero no es muy probable, en mi opinión y en la
P ru eba de que la ley de la inversa d el cuadrado. 23 3
235
236 A p énd ice 14
F = G ^
Ri
o bien,
P = G ^
Ri
F
m — —
A
o bien,
F = mA
P = mA.
237
238 A p én d ice 15
F = m\A
P = m-xA.
_ mMt
F = G ------- .
R]
m gM t
F = G
m*Mt
P = G
r msM,
m¡A = G -----------.
R 2,
m, = m*
cipal. No existen razones para pensar que éstos no son los mismos
pasos que le llevaron al mismo concepto unos pocos meses atrás,
cuando revisó el D e motu.
H e aquí dos fragm entos del prim er borrador del Sistema del
m undo (recientem ente traducido del latín por Anne W hitm an y el
autor) * que ponen de m anifiesto el papel crucial de la tercera ley
del m ovim iento:
21. Y coincidencia.
Y por esto es por lo que la fuerza atractiv a se h alla en cada uno. E l Sol
atrae a Jú p ite r y al resto de los plan etas. Jú p ite r atrae a los satélites, y por la
m ism a razón los satélites actúan m utuam en te en tre sí y so b re Jú p ite r , y todos
los planetas en tre ellos. Y aunque las acciones m utuas de dos planetas podrían
d istinguirse en tre sí y ser consid erad as com o dos acciones m edian te las cuales
cada, uno atrae al orro, sin em bargo, en ran to q u e son interm ed ias, n o son dos,
sino una op eración sim ple e n tre dos térm ino s. P o r la co n tracció n de un solo
cord ón in terp u esto en tre ellos pueden dos cuerpos ser atraídos en tre sí. La
causa de la acción es d oble, claram en te la disposición de uno y o tro cuerpo;
pero en tan to que es en tre dos cu erp o s, es sim ple y ú n ica. N o es una la op e
ración por la que el Sol atrae por ejem p lo a Jú p ite r y o tra op eración aquella
por la que Jú p ite r atrae al S o l, sin o una operación por la q u e el Sol y Jú p ite r
in ten tan acercarse en tre sí, p o r la acción p o r la q u e el Sol atrae a Jú p ite r in ten
tan Jú p ite r y el Sol acercarse e n tre sí (p o r la Ley 3 del M o v im ien to) y por la
acción por la que Jú p ite r atrae al S o l, in ten ta n tam bién Jú p ite r y el Sol acer
carse m u tu am en te; el So l, pues, no es a traíd o h acia Jú p ite r p o r una acción doble
y tam poco lo es Jú p ite r hacia el So l, sin o que hay una sola acción interm edia
p or la que am bos tiend en uno h acia o tro .
Después, Newton concluyó que «de acuerdo a esta ley todos los
cuerpos deben atraerse entre sí». Presentó con orgullo la conclusión y
explicó por qué la magnitud de la fuerza atractiva es tan pequeña
m\mi
F o c ----------
D2
o bien
F = G
D1
N i que decir tiene que este análisis de las etapas del pensamiento
de N ew ton no minimiza en modo alguno la extraordinaria fuerza de
su genio creativo; antes bien, debería hacer plausible este genio. E l
análisis m uestra la fecunda form a de pensar de N ew ton sobre física,
en la cual las m atem áticas se aplican al m undo extern o tal com o es
revelado por el experim ento y la observación crítica. E sta form a de
razonam iento científico creativo, que ha sido denominada «el estilo
new tonian o», está fielm ente recogida en el títu lo castellano del gran
trabajo de N ew ton: Principios matemáticos d e la filosofía natural.
GUIA D E LECTURAS ADICIONALES
L o s asteriscos señ alan lo s tra b a jo s d e los cu ales se han tom ado las citas, con
el perm iso d e los ed ito re s, in clu id a s en este lib ro .
M arshall C lag e tt, G reek Science in Antiquity. N ueva Y o r k , A belard -Schum an,
1955. R eim p . revisada, N u ev a Y o r k , C o llier B o o k s; Londres, C ollier-M ac-
m illan, 1 9 6 6 .
O . N eu gebau er, T h e Exact Sciences in Antiquity. P rin ceto n , P rin ceton U n iv er
sity P ress, 1 9 5 2 ; 2 .a ed ., P ro v íd en ce, R . I . : B ro w n U niversity P ress, 1 9 5 7 ;
N ueva Y o r k , H a rp er T o rc h b o o k s , 1 9 6 2 . T a m b ién Astronomy and H istory:
Selected Essays. N ueva Y o r k y B e rlín , Sp rin g er-V erlag, 1 9 8 3 .
* S ir T hom as L ittle H e a th , Aristarchus o f Samos, the Ancient Copernicus: A
History o f G reek A stronom y to Aristarchus. O x fo rd , Q a ren d o n P ress, 1913.
E d w ard G ra n t, Physical Science in the M iddle Ages. N ueva Y o rk y L o n d res,
Jo h n W iley & So n s, 1 9 7 1 ; C am b rid g e, C am bridge U niversity P ress, 1981.
[T ra d . cast., La ciencia física en la E dad Media. M éxico , F C E , 1 9 7 6 .]
A listair C . C rom b ie, M edieval and Early M odern Science. 2 vols., 2 * ed ., G ar-
den C ity , N ueva Y o rk , D cu b le d a y A n ch o r B o o k s, 1 9 5 9 . P u b licad o tam bién
com o Augustine to G alilea, 1 9 5 2 , 1 9 6 1 , 1 9 7 9 , etc. [T ra d . cast., Historia de
la ciencia: D e San Agustín a G alileo, 2 vo ls., M adrid, A lianza, 1 9 7 4 .]
La r e v o l u c ió n c ie n t íf ic a
247
14 8 E l n acim ien to de la nueva física
m antienen las irregularidades según una ley fija y con renov acion es constantes:
lo que no pod ría suceder si no fu eran circu lares. P u es el círcu lo es el ún ico que
puede volv er a reco rrer el cam ino reco rrid o . C om o, p o r ejem p lo, el So l, con su
m ovim ien to com p uesto de círcu lo s, nos trae de n uevo, una vez y o tra, la irre
gularidad de los días y las noches y las cu a tro estacio n es del año.
F ig . 2 8 . — Ley
d e K epler del ecuante. Si un planeta se m ueve d e m odo qu e en
tiem pos iguales barre ángulos iguales con respecto a un foco vacío en F, reco
rrerá los arcos AB y CD en el m ismo tiem po, puesto qu e los ángulos a y 3 son
iguales. De acuerdo con esta ley, el planeta se m ueve más rápido por el arco
AB (en el perihelio) que por el arco CD (en el afelio), com o predice la ley de
las áreas iguales. No obstante, esta ley es sólo una tosca aproximación. En el
siglo X V II se añadieron a la misma ciertos factores d e corrección para hacerla
dar unos resultados más aproximados.
6. L a m úsica celeste de K ep ler 149
El lo g ro k e p le ria n o
Saturno Jú p iter
O
4
M arte i* t : ___
Tierra
(aproximado)
TT
i "O - 0
Venus Mercurio
i O u O-
Luna
253
254 In d ice analítico
en el m ovim ien to p la n eta rio , 222, física aristo télica refutada por, 67-
2 4 1 , 243 6 8 , 8 9 , 9 6 , 1 09, 1 1 8 , 131
ó rb itas elíp ticas y, 167 com o físico m oderno, 2 0 4 , 2 0 6
fuerza m otriz: inercia, su an ticip ación por, 113, 118,
caída de cuerpos y, 31 -3 2 1 2 4 , 1 2 6 -1 2 8 , 1 3 1 , 159, 2 0 3 , 2 1 9 ,
en física a risto télica , 2 9 , 32 221
en física n ew tonian a, 1 5 9 -1 6 0 inercia circu la r concebida por, 126,
m ovim iento acelerad o y, 1 5 9 -1 6 0 1 29, 1 3 1 , 1 6 4 , 221
m ovim ien to de p ro y ectiles y, 159- influ en cias copernicanas sobre, 193,
160 19 4 -1 9 8
peso com o, 3 1 -3 2 , 15 9 -1 6 0 In q u isic ió n rom ana y, 6 2 , 7 5 , 8 6 , 92,
velocidad afectada por, 3 1 *3 2 , 159- 132, 2 1 8
160 ju ven tu d de, 6 6
fuerzas m agnéticas, en sistem a kep le K e p ler, su adm iración por, 86*87
ley del cuadrado del tiem po, su de
rian o, 1 4 6 -1 4 7 , 154-155
rivación p o r, 101 n 2 , 103, 106,
1 1 1 n 4, 222
la L u n a , su estud io por, 70-75, 79-
G a len o , 37
81 , 19 3 -1 9 4
G a lileo G alilei, 6 3 , 187
luz cen icien ta descrita por, 74-75,
aceleración , co n cep to de, 2 0 6
an illos de Satu rn o , su descu brim ien 120
m anchas solares, su descu brim iento
to por, 8 5 , 196
por, 8 5 , 1 9 1 , 197
caída de graves, su estud io p o r, 20-
m ecánica celeste, su descuido por,
22, 3 4 , 9 5 -1 0 9 , 116, 1 2 6 -1 2 8 , 199-
159
2 0 0 , 2 1 1 -2 1 2 , 2 2 1 , 2 4 0
mensaje sideral, El, 7 0 , 8 6 , 8 8 , 193,
com o cien tífico exp erim en tal, 13-14,
196
19 9 -2 0 9 , 2 1 6 , 219
m étod o h ip otético-d ed uctivo, 2 0 5 y
Consideraciones, véase Consideracio
n 4
nes y dem ostraciones; d o b le dis m ovim ien to acelerado, su estudio
tancia, regla, 2 2 2 -2 2 4 por, 9 5 -1 0 9 , 2 0 6 -2 0 7 , 222
C op érn ico , su im p ortan cia para, 63, m o vim ien to , exp erim en tos sobre,
19 3 , 195 1 9 9 -2 0 0 , 2 0 1 -2 0 9
creencias católicas de, 132 m ovim ien to lineal un iform e, su es
Diálogo sobre los dos m áxim os sis tudio por, 91-92
temas del m undo, 9 4 , 10 2 -1 0 4 , m ovim ien to p lan etario, su exp lica
106, 107 n 1, 126, 1 27, 128 ción por, 130-132
Dos nuevas ciencias, véase Conside m o vim ien to, principales d escu bri
raciones y dem ostraciones m ien to s, 2 2 1 -2 2 4
ensayador, El, 1 8 9 n 1 m ovim ien to de proyectiles, su aná
errores com etidos por, 1 0 5 -1 0 8 lisis por, 9 7 , 1 14, 115, 118-119,
estrellas descu biertas por, 7 5 -7 6 , 82 124, 2 0 3 , 2 1 9 -2 2 0
«estrellas m ediceas», su d escu b ri m ovim ien to un iform em ente acelera
m ien to por, 70*76 do, su análisis por, 9 7 -102, 211-
exp erim en to s m en tales, 2 0 2 212
exp licacion es sen cillas, su búsqueda m ovim ientos co m p lejos analizados
por, 9 8 -9 9 , 103, 133 por, 114, 1 24, 1 26, 22 6
fam a de, 8 6 -8 8 , 136 nebulosas, su estud io por, 76
258 In d ice analítico
ob serv acio n es, y su in terp retació n , « G a lile o an d S a te llite P red ictio n » (D ra
1 9 3 -1 9 8 k e ), 1 9 6 n
origin alid ad de, 1 0 9 ,1 1 3 -1 1 4 G alileo at W ork: this Scientific Bio-
pensad ores m edievales y, 2 0 6 -2 0 7 , graphy (D ra k e ), 1 0 6 , 19 6 n, 2 0 3 n 1
2 1 5 -2 1 6 « G a lile o ’s D isco v ery o f the Law of
pen sam ien to abstracto, su uso por, F ree F a ll» (D ra k e ), 20 3 n 1
9 6 -9 7 , 1 0 3 , 1 1 4 , 162, 1 64, 2 01- « G a lile o ’s D isco v ery o f th e P arabolic
202 T ra je c to ry » (D ra k e y M acLachlan ),
percep cio n es m odernas de, 2 0 1 -2 0 4 203 n i
plano in d in a d o , exp erim en to del, « G a lile o ’s E x p erim en ta l C on firm ation
1 0 2 -1 0 4 , 201 o f H o riz o n ta l In e rtia » (D ra k e ), 203
precisió n de las m ediciones, 71 n 1
pred ecesores, sus co ntrib u cio nes a, « G a lile o ’s T h e o ry o f P ro je c tile Mo*
10 9 -1 1 4 tío n » (N a y lo r), 2 0 3 n 2
prim era ley de N ew ton, su an tici « G a lile o ’s W o rk o n F ree F all in 1 6 04»
pación p o r, 1 1 8 , 159 (D ra k e ), 2 1 1
Saggiatoret II, 1 8 9 n 1 G allu z z i, Ja o lo , 189 n 1
satélites de Jú p ite r , su descu brim ien G a ssen d i, P ie rre , 1 5 8 n 1, 22 7
to por, 7 6 , 8 2 -8 3 , 1 9 0 , 1 9 3 , 195- g eo cén trico , un iverso , 47
197
g e o stá tico , un iverso , 47
segunda ley de N ew ton y, 1 5 9 -1 6 0 tam añ o d el, 89
sistem a co p ern ican o , su defensa por,
G h in i, L u ca , 3 5 n 2
89, 9 1 , 1 31, 195
G ilb e r t, W illia m , 147
sistem a k ep leria n o , su rechazo por,
G o ld ste in , B e rn a rd R ., 197 n
13 7 , 1 4 7 , 15 0 -1 5 2
G o m b ric h , E . H ., 198
sistem a p tolem aico refutado por, 8 9 ,
gravedad, véase gravitación universal
131
gravitació n u n iversal:
su p erficie lu n ar, su estud io por, 70-
aceleració n d eb id a a, 109
7 4 , 7 6 ,7 9 - 8 1 ,1 9 4 - 1 9 5
caíd a de cu erp o s y, 16 0 , 172 -1 7 4
telescop io, su introd ucción por, 6 7 ,
6 8 -7 0 , 131 co n sta n te d e, 1 6 9 -1 7 4 -1 7 8
telescop io, su perfeccionam ien to por, en tre todos los cuerpos, 24 5
190-191 ecu ación para, 170-171
T o rre In clin a d a de P isa, 9 5 -9 6 , 199 fu n cio n es d e, 168
trayectoria parabólica, 203 K e p ler, su tercera ley y, 1 6 8 , 171
velocidad m edia, su olvido por, 112, ley de, 1 6 8 -1 6 9
206 ley de la inv ersa d el cuadrado de,
velocidad term inal, su discusión por, 2 2 6 -2 2 8
116, 221 lógica del d escu b rim ien to, 24 5
V en u s, su estu d io por, 83 -8 5 L u n a , su ó rb ita y, 1 72, 1 7 5 , 177
V ía L á ctea , su estudio por, 7 6 , 190 m areas y, 1 6 9 , 181
« G a lile o and E a rly E x p e rim e n ta ro n » m asa y, 1 6 9 , 2 3 0
(S e ttle ), 2 0 0 n m ovim ien to p lan etario y, 16 9 , 241*
« G a lile o and th e P roblem of F ree 245
Fall» (N ay lo r), 2 0 3 n 2 N ew to n , su descu b rim ien to de, 168-
« G a lile o and th e Process o f Scien ti- 178
fic C rea tio n » ( W isan ), 2 0 3 n 2 N ew to n , sus pasos hacía, 2 4 1 -2 4 6
In d ice an alítico 259
G a íiJe o , sus exp erim entos so b re, 102- sistem a p to lem a ico d el, 4 0 -4 8
104, 10 6 -1 0 8 S o l, su efe c to so b re, 1 4 6 , 149, 154,
G a lile o , sus teorías d el, 9 7 -1 0 1 , 2 2 2 - 1 5 5 , 2 4 1 -2 4 5
224 teoría d e las esferas co n cén tricas del,
H u ygen s, sus estudios del, 1 3 1 , 1 7 0 , 39
227 velocidad es ap aren tem en te variables
leyes del, 2 2 2 del, 4 0 -4 2 , 45
n o u n ifo rm e, 1 1 0 ,1 3 2 m ovim ien to p ro y ectiles:
sob re planos inclinados, 102, 105, co m p o n en tes d el, 1 18*119, 1 2 2 , 124,
10 9 , 2 2 2 , 2 2 4 219, 222
resisten cia del aire y, 1 1 6 -1 1 8 , 125- exp erim en to s so b re , 1 1 9 -1 2 0 , 203,
1 2 6 , 2 2 1 -2 2 2 2 1 9 -2 2 0
u n iform e, 11 0 -1 1 2 fuerza m o triz y, 1 5 9 -1 6 0
m ovim ien to circu lar: G a lile o , su an álisis d el, 9 7 , 1 1 4 , 115,
en física aristo télica, 1 30, 142 1 1 8 -1 1 9 , 1 2 4 , 2 0 3 , 2 1 9 -2 2 0
G a lile o , sus conceptos del, 1 26, 129- naturaleza p arab ó lica d el, 9 7 , 114,
131 11 5 , 1 1 8 -1 2 0 , 2 1 9 , 22 3
inercia y, 1 2 6 , 1 29, 1 3 1 , 164 m ovim ien to de la T ie rra :
inercia lin eal en , 131-132 caída de cu erp o s y, 17*19, 2 2 -2 3 , 36,
K e p ler, su rechazo del, 142 9 4 , 1 2 6 -1 2 7 , 131
N ew ton , su análisis d el, 2 3 0 im p o sib ilid ad aristo télica d el, 33*36,
en el sistem a copernicano, 5 6 , 1 30, 6 0 , 6 5 , 88
1 4 2 , 147 en el sistem a co p ern ican o, 37, 47,
en el sistem a ptolem aico, 47 -4 8 5 6 n, 6 0 - 6 1 ,2 1 7
m ovim ien to cu rv ilín eo , su análisis, 2 1 8 - teo rías antigu as d el, 6 5
219 teoría de las esferas co n cén tricas del,
m ovim ien to planetario: 39
caída de cuerpos en relación con, teorías griegas d el, 3 7 -4 0
17-19, 9 4 velocidad d el, 2 2 -2 3
causas d el, 1 3 1 , 140 n 2 , 154 mundo, E l (L e m on de) (D escartes),
com o circu lar, 131 158 n i , 217
com p onen tes d el, 1 59, 2 2 9 -2 3 0 M u rd o ch , Jo h n E ., 2 0 4 n 3 , 2 0 5 n 1
com o elíp tico , 131, 1 3 4 , 1 42, 2 3 1 -
2 3 3 , 24 1 -2 4 3 N ash , L e o n a rd K ., 198
exp licació n aristotélica d el, 27 -2 9 N ew to n , p rim era ley del m ovim ien to:
fuerza cen tríp eta en, 2 2 2 , 2 4 1 , 2 4 3 caída d e cu erp o s exp licad a p or, 157-
G a lile o , su explicación del, 130-132 159
gravitación universal y, 1 6 8 , 2 4 1 -2 4 5 esta b lecim ien to d e, 157
inercia e n , 1 6 4 , 22 9 -2 3 0 física aristo télica c o n traria a, 158
ley de las áreas iguales y, 14 3 -1 4 4 , G a lile o , su a n ticip ación de, 118, 159
1 6 7 , 241 inercia y, 158
N ew to n . su explicación d el, 163- Nature o f the Natural Sciences, The
164, 167, 1 8 6 ,2 4 1 -2 4 5 (N a sh ), 1 9 8 n 4
N ew ton , su tercera ley y, 2 4 2 -2 4 5 N aylor, R . H ., 2 0 3 n 2
retróg rad o , 3 9 , 4 2 , 4 5 , 4 7 -5 0 , 56 nebulosas, 7 0 , 7 6
sistem a copern icano d el, 47-55 Nueva astronom ía... presentada en for
en el sistem a kepleriano, 1 3 1 , 134- ma d e com entarios sobre los movi
1 4 2 , 241 m ientos d e M arte (K e p le r), 140
In d ice an alítico 263