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Fortificaciones de la Guerra Civil y el primer


Franquismo en Cantabria

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Rafael Bolado del Castillo Alberto Gómez-Castanedo


Universidad de Cantabria Universidad de Cantabria
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FORTIFICACIONES DE LA GUERRA CIVIL Y EL PRIMER FRANQUISMO EN CANTABRIA

Rafael Bolado del Castillo Enrique Gutiérrez Cuenca


Alberto Gómez Castanedo José Ángel Hierro Gárate

1. INTRODUCCIÓN

Este trabajo trata acerca de las fortificaciones del siglo XX que se localizan en el territorio de la
Comunidad Autónoma de Cantabria. Se trata, básicamente, de construcciones y trabajos de
fortificación relacionados con dos períodos históricos concretos muy cercanos en el tiempo: la
Guerra Civil Española (1936-1939) y el primer Franquismo (década de 1940).

Figura 1. Mapa provisional con la localización de las estructuras defensivas de la Guerra Civil y el primer Franquismo en
Cantabria. Ha sido realizado a partir de los datos recogidos en varias publicaciones y de trabajos de campo llevados a cabo
por algunos de nosotros.

La Guerra Civil en Cantabria se desarrolla entre el inicio de la sublevación militar contra el


gobierno del Frente Popular, el 18 de julio de 1936, y la toma de Tresviso por las tropas
nacionalistas en el marco de la campaña de Asturias, el 17 de septiembre de 1937. Durante
ese período de tiempo, las fuerzas republicanas llevaron a cabo diferentes planes de
fortificación del territorio bajo su control, con la intención de contener cualquier ataque
enemigo. El principal esfuerzo fortificador se realizó en la zona Sur de los dominios del Consejo
de Santander, Palencia y Burgos, ya que era donde se localizaba el principal frente de guerra
desde el propio verano de 1936. El transcurso de las operaciones militares y la sucesión de
conquistas y avances de los sublevados, especialmente la toma de Vizcaya en la primavera de
1937, motivaron la fortificación de otras zonas, como la cercana a Castro-Urdiales, la
desembocadura del Pas o la “Línea del Asón”. Muchas de esas obras de fortificación se
utilizaron para intentar frenar la ofensiva nacionalista del 14 de agosto de ese mismo año y la
“Batalla de Santander”, que la sucedió a continuación. Otras, por motivos que veremos más
adelante, nunca llegaron a participar en los combates.

Inmediatamente después del fin de la Guerra Civil y mientras en Europa tenía lugar la II Guerra
Mundial, la España franquista, con estatus de “no beligerancia”, pero con indisimuladas
simpatías hacia el Eje, llevó a cabo un importante esfuerzo de fortificación de las fronteras con
Francia y Gibraltar, y de toda la costa, estas últimas en previsión de un eventual desembarco
aliado. Estas construcciones, que se vieron complementadas con el acantonamiento de tropas
con funciones de vigilancia, tampoco fueron utilizadas en combate, ya que la agresión externa
nunca se produjo y el desarrollo de los acontecimientos políticos y militares, en el marco de la
Guerra Fría, las convirtió en completamente innecesarias pocos años después.

2. HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES

La mayor parte de las fortificaciones fueron abandonadas al final de la Guerra Civil y ninguna
siguió en uso a partir de la década de 1950. Su destino hasta nuestros días fue el abandono, la
destrucción, la reutilización o el olvido. En ese tiempo algunas han desaparecido
completamente y otras se encuentran en un estado de ruina muy avanzada que las hace
prácticamente irrecuperables. Sin embargo, debido a su localización en zonas rurales y con
una orografía bastante complicada, muchas aún se conservan en condiciones aceptables,
aunque recientemente han comenzado a enfrentarse a un nuevo enemigo: la presión
urbanística.

El olvido generalizado de este tipo de fortificaciones en España ha sido una constante hasta las
últimas décadas, cuando desde diversos ámbitos han comenzado a ser tenidas en cuenta
como la parte del Patrimonio Histórico que son. Por el contrario, en el resto de Europa
occidental, el tratamiento de los restos de fortificaciones de las dos Guerras Mundiales ha sido
muy diferente ya desde hace muchos años, destacando los trabajos llevados a cabo en las
últimas décadas. Allí, algunas fortificaciones han sido objeto de excavaciones arqueológicas y
de puestas en valor. Las trincheras del frente occidental de la Gran Guerra, las fortificaciones
de la “Muralla Atlántica” alemana o el propio campo de prisioneros en el que tuvo lugar la fuga
que inspiró el largometraje La Gran Evasión, son algunos ejemplos significativos, aunque hay
muchos más. En los últimos años han tenido lugar numerosas iniciativas y actuaciones en
diferentes puntos de la geografía peninsular, relacionadas con la documentación, protección
y/o puesta en valor de restos materiales de la Guerra Civil Española. Desde excavaciones
arqueológicas a trabajos de documentación en campo, pasando por la reconstrucción y
musealización, todas ellas se enmarcan dentro de un proceso general de cambio de
mentalidad respecto a aquellos. Ese cambio, aunque tardío, está sirviendo para valorar este
tipo de estructuras y escenarios en su justa medida, exactamente igual a lo que viene siendo
norma habitual en todos los países desarrollados de nuestro entorno geográfico y cultural.
Publicaciones científicas como la de la actuación arqueológica desarrollada en el Cerro de La
Gavia y en el yacimiento de Casas de Murcia (Madrid) (Morín et alii, 2005) constituyen los hitos
principales de un proceso que podríamos decir que ha llegado a su punto culminante -y de no
retorno- con la publicación de un número monográfico de la revista Complutum dedicado a la
arqueología de la Guerra Civil Española (V.V.A.A., 2008).

En Cantabria, por su parte, la historia de la investigación de las estructuras militares de la


Guerra Civil no es ni muy antigua, ni muy extensa. Sólo algunos autores han tocado el tema
con más o menos detenimiento, aunque aún queda mucho trabajo por hacer para ponernos al
nivel de otras regiones.

El primer autor en incluir un fortín de la Guerra Civil como resto arqueológico fue Javier Marcos
Martínez, quien, en su libro sobre Montehano (Marcos, 1992), da a conocer la existencia de un
“búnker” y una trinchera excavada en la roca muy cerca de la fortificación medieval que se
levanta en la cima de esa eminencia, muy dominante sobre la desembocadura del Asón.
Además, tras analizar algunos grafitos, consiguió localizar y entrevistar a uno de los miembros
del batallón que levantó la fortificación.

Años después Manuel García Alonso (2001) publicó, como un apéndice introductorio a las
memorias de un soldado republicano en el Frente Norte, un estudio sobre algunos restos de
fortificaciones en varias zonas del Sur de Cantabria: Cervatos, El Escudo, Los Tornos, etc. Este
autor ha seguido tratando el tema de las fortificaciones de la Guerra Civil en otros trabajos,
como, por ejemplo, en la publicación de sus sondeos arqueológicos en el campamento romano
de campaña de El Cincho (García Alonso, 2003).
En 2004, las asociaciones C.A.E.A.P. y “Mortera Verde” elaboraron un catálogo de las
fortificaciones de la Sierra de Tolío o de La Picota (Piélagos) para la Consejería de Cultura. Ese
trabajo inédito, muy detallado, sirvió de base para un artículo (Montes et alii, 2004) en el que
las estructuras se dieron a conocer por primera vez de forma científica.

Figura 2. Localización de las estructuras que forman el conjunto de La Picota sobre ortofotografía (Fuente: DigitalGlobe 2010,
GeoEye 2010 y Cnes/Spot 2010).

Por su parte, el investigador Miguel Ángel Fraile López (2004) ha publicado la que, hasta la
fecha, es la obra más completa sobre este tema de las conocidas hasta la fecha. Su libro, La
Guerra Civil. Geografía y Arqueología del Frente Norte, es una pequeña monografía centrada
en los restos de las fortificaciones del frente Sur del territorio controlado por el Consejo
Interprovincial y las de las tropas sublevadas que se les enfrentaban. Se trata, básicamente, de
un catálogo muy detallado de las estructuras y de un pequeño análisis de su papel en las
operaciones militares desarrolladas en esa zona.

Otro autor que ha tratado el tema de las fortificaciones, desde un punto de vista completamente
diferente a los demás, es Fernando Obregón Goyarrola. En su serie de monografías (Obregón,
2004; 2005; 2007a y 2007b) acerca de la Guerra Civil en diferentes zonas de Cantabria, en las
que se sirve, principalmente, de la documentación oral, ha recogido numerosos testimonios de
personas que participaron en la construcción de ese tipo de estructuras. Esos relatos son del
máximo interés porque aportan información hasta ahora desconocida acerca de algunos
elementos ya conocidos y, además, nos indican la localización de otros cuya existencia no
había trascendido. Además, en alguno de sus libros también publica un plano con la
localización de algunas estructuras defensivas (Obregón, 2007b).

En el verano de 2007 uno de nosotros, José Ángel Hierro Gárate, presentó algunas
fortificaciones y conjuntos inéditos o muy poco conocidos hasta la fecha, en un ciclo de
conferencias sobre el Patrimonio Fortificado en Cantabria organizado por la Asociación
“Galvanes”.

3. LAS FORTIFICACIONES

Las estructuras militares construidas durante la Guerra Civil en Cantabria responden a varios
tipos y pueden englobarse en las siguientes categorías: fortines, trincheras, nidos de
ametralladoras y otros.

Figura 03. Interior, en forma de galería y con varias bocas de fuego, del fortín de Sámano.

Los fortines, por lo general, suelen ser estructuras de hormigón, semiexcavadas en el suelo o
en la roca, de planta rectangular alargada y varios metros de longitud. Presentan numerosas
bocas de fuego alineadas, la mayoría para fusil, aunque combinadas con algunas para
ametralladora. A diferencia de los nidos de ametralladoras, diseñados para ser ocupados por
una o, como mucho, dos personas, los fortines estaban pensados para albergar a un número
más elevado de soldados. Encontramos los mejores ejemplos de fortines en la Línea del Asón
y en el magnífico ejemplar de Sámano.
Las trincheras son los elementos más numerosos y se reparten por toda la geografía cántabra.
Se trata de largas zanjas excavadas en el suelo, generalmente en tierra, aunque también hay
ejemplos excavados en terrenos pedregosos e incluso en roca viva. Generalmente suelen tener
una planta sinuosa, en zig-zag, para evitar que, tanto los ametrallamientos desde uno de sus
flancos -especialmente los aéreos- como la metralla de las explosiones, hiciesen estragos entre
sus ocupantes. Hay algunos ejemplos rectilíneos, pero son los menos. Las trincheras pueden
aparecer de forma individual o formando parte de complejos mucho más grandes, en los que
también están presentes otro tipo de elementos, como túneles, refugios o pozos de tirador.
También, en ocasiones, los accesos a estructuras como nidos o fortines se realizan a través de
trincheras excavadas en el suelo.

Los nidos de ametralladoras, por su parte, pueden ser de dos tipos: muy similares a los “pozos
de tirador” y formados por un agujero excavado en el suelo con un pequeño parapeto; o
estructuras construidas más complejas.

Figura 04. Imagen de uno de los nidos de ametralladoras del conjunto de la Sierra de Tolío o de La Picota.

Estos últimos, generalmente de mampostería y/o hormigón y con cubierta abovedada, suelen
tener planta más o menos circular y presentar una o varias bocas de fuego abocinadas en sus
paramentos. Además, en algunos ejemplares puede observarse una “banqueta” de hormigón
colocada al pie de la boca de fuego principal y que serviría para apoyar en ella las patas o las
ruedas -dependiendo del modelo- de la ametralladora. Los ejemplos más numerosos de este
tipo de construcciones se encuentran el conjunto de “La Picota”, aunque los de la “Línea del
Asón”, de varios tipos diferentes, presentan una mayor calidad constructiva y un mejor diseño.

Además de estos tres tipos principales, hay que considerar la existencia de otras
construcciones, como los ya citados pozos de tirador, refugios y/o puestos de mando
excavados en la roca o “blocaos”, aunque quizá estos últimos podrían considerarse como un
tipo específico de fortín.
En este trabajo queremos destacar, a modo de ejemplo, algunos conjuntos que nos parecen
significativos, tanto por su ubicación como por la cantidad y calidad de las estructuras que los
conforman.

En primer lugar, es obligado hacer mención, necesariamente breve, pues la mayor parte ya ha
sido publicada con detalle (Montes et alii, 2004), a las estructuras de la Sierra de Tolío o de La
Picota (Piélagos). Se trata de un conjunto o “línea de defensa”, formado por 23 nidos de
ametralladoras y varios centenares de metros de trincheras, que pretendía hacer frente a un
eventual ataque desde el Oeste, bien mediante un desembarco en la playa de Liencres, bien
con un avance por tierra desde esa dirección, como realmente ocurrió en Agosto de 1937, y en
el que la orografía y las características del terreno jugaban un papel fundamental.

Figura 05. Inscripción en el interior del nido de ametralladoras de Espinales IIA.


La propia configuración de la sierra en cuya zona de cumbres se sitúa, con forma de herradura
y dominando tanto la desembocadura del Pas como las principales vías de comunicación -vía
férrea y carretera- entre Santander y Torrelavega permite un magnífico control sobre el entorno
circundante. El elemento más característico de este conjunto lo forman los nidos de
ametralladoras, de un tipo muy simple: de pequeño tamaño, planta tendente a las formas
circulares, con pasillos de acceso fortificados en algunos casos, con paredes de mampostería y
cubierta de madera y hormigón, y con una boca de fuego para ametralladora y dos o tres para
fusil. En alguno de ellos se han conservado varios grafitos, entre los que destaca, por su
extensión y contenido el de Espinales II-A. Su transcripción es la siguiente: “Segunda
Republica 1937 / CNT FAI / UGT/ VIBAN TODOS LOS / CONPAÑEROS / MUERAN TODOS /
LOS FACISTAS / MUERA FRANCO / y / ARANDA y EL / PEINAOVEJAS DE / MOLA / EL
IJOPUTA DE QEIPO / DE LLANO 1937”. Este conjunto ha sido declarado recientemente, y
después de un largo proceso judicial, Bien de Interés Cultural con la Categoría de Zona
Arqueológica por el Gobierno de Cantabria, convirtiendo sus estructuras en las únicas que,
hasta la fecha, gozan de protección legal como parte del Patrimonio Cultural de Cantabria.

Figura 06. Trinchera excavada en la roca en el conjunto de Pozazal-Los Carabeos.


Otro conjunto importante es el que se extiende entre el puerto de Pozazal y San Miguel de Los
Carabeos (Campoo de Enmedio-Valdeprado del Río). En este caso nos encontramos ante un
dispositivo defensivo de unos 2,5 km de longitud y que se desarrolla de forma continua por la
línea de cumbres de Hito Alto, El Cueto y El Lindaguero. Este conjunto, citado por Manuel
García Alonso (2001) y publicado con más detalle por Miguel Ángel Fraile López (2004), se
caracteriza porque todas las estructuras que lo forman están excavadas en el sustrato rocoso:
trincheras, pasos subterráneos y pozos de tirador, configurando una obra defensiva imponente.
Estas fortificaciones, destinadas a controlar el paso por el puerto de Pozazal y con un
impresionante control visual del entorno, formaban parte de la segunda línea de defensa
prevista por los mandos militares republicanos en previsión de una ofensiva desde el Sur.
Apenas llegaron a ser utilizadas, ya que la velocidad de la progresión de las Brigadas Navarras
en la ofensiva de Agosto de 1937 provocó el desmoronamiento casi instantáneo de este sector
del frente y la retirada apresurada de las tropas republicanas que lo guarnecían.

Figura 07. Fortín y nido de ametralladoras de Primosto, en la Línea del Asón.

La que hemos denominado “Línea del Asón” se localiza en la zona de la desembocadura de


ese río, entre las localidades de Carasa y Argoños. En realidad no se trata de una defensa
completa, sino de parte del sector más septentrional de una formidable línea construida sólo
parcialmente en 1937 y que se extendería entre Santoña y el Valle de Mena. Esa línea, a la
que estaba previsto -antes de su defección- que se replegasen, entre otros, los batallones
vascos del Euzko Gudarostea que defendían la zona oriental de Cantabria (Salas y Salas,
1986: 254), tampoco llegó a utilizarse en combate. Concretamente, las estructuras que
tenemos localizadas entre las dos localidades mencionadas más arriba estarían integradas en
el Sector 1º, que se extendía por la orilla izquierda del río, entre Santoña y Angustina (Aguirre,
1977: 226-229). En este caso, la principal característica reside en la existencia de numerosas
estructuras construidas -fortines y nidos de ametralladoras- y en la casi total ausencia de
trincheras, salvo para conectar algunas de las estructuras entre sí. Éstas, que forman varios
“conjuntos” menores dispuestos a lo largo de varios kilómetros de terreno y muy distantes unos
de otros, presentan un estado de conservación bastante bueno en la mayor parte de los casos.
Conocemos la localización de nidos de ametralladoras y/o fortines de hormigón en Carasa
(Pico Carrasco), Adal-Treto (Primosto y Peña Blanca), Cicero (Vivero), Escalante (Monte Hano)
y Argoños (El Gromo). Todos ellos, que responden a varios tipos constructivos diferentes,
comparten una característica común: su estrecha relación con vías de comunicación como la
línea férrea o alguna carretera, junto a las que se sitúan y cuyo trazado baten con facilidad.
Varios kilómetros río arriba, en la zona de Peregita y Santa Cruz (Rasines) se conservan al
menos otro nido de ametralladoras y trincheras, aunque no formarían parte de la misma línea
de defensa de la que estamos tratando en este punto.

Finalmente, queremos mencionar brevemente el conjunto de trincheras, pozos de tirador y


refugios excavados en la roca del cordal montañoso de Anguía-Ilso Betayo (Castro-Urdiales).
Por toda esa zona de cumbres -Anguía, Ilso de Anguía, Pajares, Alto de Maya, Ventoso, La
Parada, Las Losas e Ilso Betayo- se localizan cientos de metros de trincheras en zig-zag, a lo
largo de unos 7 km de desarrollo lineal prácticamente continuo. En este caso no hay
estructuras construidas, pero la cantidad de obras excavadas confiere a este conjunto un
carácter digno de consideración.

Todo esto por lo que respecta a las fortificaciones de la Guerra Civil. En cuanto a las de la
década de 1940, hay que precisar que todas se localizan en la costa, en previsión de un
desembarco como ya se comentó en la introducción.

Figura 08. Vista lateral de la casamata de artillería de costa de Los Pinares (Noja).

Su ubicación parece haber sido cuidadosamente estudiada y, a falta de una imagen completa
que vaya más allá de las evidencias dispersas que manejamos, parece responder a un plan de
defensa. Sirva como ejemplo que gran parte de los puertos o rías susceptibles de servir como
puntos de atraque de embarcaciones -Arenillas, Castro-Urdiales, etc.- cuentan con nidos de
ametralladoras desde los que podían ser vigilados y, en caso de necesidad, batidos fácilmente.
Por otra parte, las casamatas de artillería que contenían baterías de costa, están situadas en
puntos desde los que existe un magnífico campo de visión, como Cabo Mayor en Santander o
Los Pinares en Noja. Estos dos, aunque no los únicos -hemos localizado otras estructuras de
diferentes tipos en la zona de Ajo y tenemos noticias de la existencia de otras en el Cabo
Quintres o en Monte (Santander), por citar algunas- son los principales ejemplos de este tipo
de elementos defensivos. En el caso de Cabo Mayor, el conjunto está formado por una
casamata de artillería y dos plataformas, que parecen haber albergado piezas antiaéreas, que
la flanquean. Además, una trinchera que recorre parte de la cima acantilada sobre la que se
sitúan y dos grandes estancias excavadas en la roca, posibles santabárbaras o refugios, lo
completan. Estas dos últimas se encuentran en el más completo abandono y han servido como
lugar de habitación de indigentes y/o basurero desde hace décadas.

En el de Noja únicamente se conservan la casamata -sin duda el mejor ejemplo que existe en
Cantabria de este tipo de construcción- y elpolvorín/refugio subterráneo anexo, que, como en el
caso santanderino, se encuentra completamente abandonado y lleno de basura.

4 CONCLUSIÓN

Aunque consideramos que la declaración de BIC con la categoría de Zona Arqueológica para el
conjunto de fortificaciones de la Guerra Civil de la Sierra de Tolío ha supuesto un enorme paso
adelante, creemos que aún queda mucho trabajo por hacer. La mayor parte de las estructuras
defensivas de la Guerra Civil y el primer Franquismo que se localizan en Cantabria carecen,
hoy por hoy, de cualquier tipo de protección frente a las numerosas agresiones a las que están
expuestas. Por tanto, desde el Grupo Arqueológico ATTICA realizamos esta propuesta,
consistente en dos medidas y que también haremos llegar a las autoridades con competencias
en la materia:

- Por una parte, la realización de un inventario general de todas estas obras de fortificación,
que recoja su ubicación precisa, sus características principales y su estado de conservación; y
que garantice su protección jurídica. Este catálogo, como ocurre con los ya existentes de
Fortificaciones Históricas y de Ingenios Hidráulicos, deberá ser de obligada consulta para la
redacción de los Planes Generales de Ordenación Urbana o las Normas Subsidiarias de los
diferentes municipios de la Comunidad Autónoma.

- En segundo lugar, la adopción de medidas de protección física, conservación y puesta en


valor de los conjuntos y elementos aislados más significativos, continuando por el camino
abierto con el caso de La Picota.

En relación con el primer punto, en una conversación reciente, Roberto Ontañón -arqueólogo
del Servicio de Patrimonio- nos ha confirmado la intención de este órgano de incluir, en un
futuro no muy lejano, este tipo de fortificaciones en el Inventario General del Patrimonio
Cultural de Cantabria.

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