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FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS

UNIDAD 1 – LA RELIGIÓN
PROFESOR:

PADRE JUAN PABLO ROSADO GÓMEZ DE LA TORRE

AREQUIPA
La Religión
Unidad I

CONTENIDO

La Religión, derivación, análisis y definición….….……………….3

El origen de la religión…………………………………………….…10

Aplicación Moderna del Principio de Causalidad ……………….10

Aplicación Primitiva del Principio de Causalidad ………………11


Teoría de la Intuición………………………………………………12

Teoría de la Percepción de Max Muller………………………13

Teoría del Miedo…………………………………………………….13

Teoría Animista……………………………………………………...14

Teoría del Fantasma……………………………………………….15

Teoría del Fetiche…….…………………………………………….16

Teoría del Tótem…………………………………………………….17

Universalidad de la religión………………………………………..18

Estudio Histórico ………………………………………………..18

Perspectivas ………………………………………………………20

Influencia civilizadora de la religión……………………………22

Estudio científico moderno de la religión……………………..24

Historia de la religión…………………………………………25
Religiones comparadas……………………………………….25
Psicología de la religión……………………………………..26
Filosofía de la religión………………………………………..27

Bibliografía………………………………………………………………28
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La Religión
Unidad I

La Religión

Religión

Derivación, análisis y definición

La derivación de la palabra “religión” ha sido motivo de controversia


desde la antigüedad; incluso hoy día no es un asunto cerrado.
Cicerón en su “De natura deorum”, II, XXVIII, deriva religión de
relegere (tratar cuidadosamente): “Los que se encargaron
cuidadosamente todo lo relacionado con los dioses fueron llamados
religiosi, de relegere, opinión que también fue apoyada por Max
Müller. Pero como la religión es una noción elemental muy anterior a
la época del complicado ritual que presupone esta explicación,
debemos buscar su etimología en otro lugar. Una derivación mucho
más probable, una que se adapte a la idea de la religión en sus
humildes comienzos, es la dada por Lactancio, en su "Divine
Institutes”, IV, XXVIII. Deriva el término “religión” de religare (atar):
“Estamos ligados a Dios y unidos a Él [religati] por el vínculo de
piedad, y es a partir de esto que la religión ha recibido su nombre, y
no, como sostiene Cicerón, de la consideración cuidadosa
(relegendo)”. La objeción de que religio no se puede derivar de
religare, un verbo de la primera conjugación, no es de gran peso,
cuando recordamos que opinio viene de opinari y rebellio de
rebellare. San Agustín, en su "Ciudad de Dios", X, III, deriva religio
de religere en el sentido de recuperación: "Al haber perdido a Dios
debido a la negligencia [negligentes], lo recuperamos (religentes) y

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somos atraídos hacia Él." Esta explicación, que implica la noción de la


redención, no se adapta a la idea principal de religión. El mismo San
Agustín no estaba satisfecho con ella, pues en su "Retractions”, I,
XIII, la abandonó en favor de la derivación dada por Lactancio. Él
emplea este último término en su tratado "Sobre la verdadera
religión", donde dice: "La religión nos une (religat) al único Dios
Todopoderoso." Santo Tomás, en su "Summa", II-II, Q. LXXXI, a. 1,
da las tres derivaciones sin pronunciarse a favor de ninguna. La
correcta parece ser la ofrecida por Lactancio. Religión en su forma
más simple implica la noción de estar atados a Dios; esta misma
noción es predominante en la palabra religión en su sentido más
específico, tal como se aplica a la vida de pobreza, castidad y
[[obediencia, a la que los individuos se comprometen
voluntariamente por votos más o menos solemnes. Por lo tanto, los
que están obligados de ese modo se conocen como religiosos.

Religión, en términos generales, significa la sujeción voluntaria de


uno mismo a Dios. Existe en su más alta perfección en el cielo, donde
los ángeles y santos aman, alaban y adoran a Dios, y viven en
absoluta conformidad a su santa voluntad. No existe en absoluto en
el infierno, donde la subordinación de las criaturas racionales a su
Creador es una no de libre albedrío, sino de necesidad física. En la
tierra prácticamente tiene el mismo alcance que la raza humana, sin
embargo, donde no ha sido elevada al plano sobrenatural a través de
la revelación divina, trabaja bajo serios defectos. Este artículo trata
sobre la religión en la medida que afecta la vida del hombre sobre la
tierra. El análisis de la idea de religión muestra que es muy compleja,
y se basa en varios conceptos fundamentales. Implica, ante todo, el
reconocimiento de una personalidad divina en y detrás de las fuerzas
de la naturaleza: el Señor y Soberano del mundo, Dios. En las
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religiones superiores, este ser sobrenatural se concibe como un


espíritu, uno e indivisible, presente por todas partes en la naturaleza,
pero distinto a ella. En las religiones inferiores, se asocia a los
diversos fenómenos de la naturaleza con una serie de personalidades
distintas, aunque es raro que entre éstas numerosas deidades de la
naturaleza no se honre a una como suprema. Los diversos pueblos le
atribuyen a sus respectivas deidades cualidades éticas que
corresponden a las normas éticas vigentes.

En todas las formas de religión está implícita la convicción de que el


misterioso, el Ser (o seres) sobrenatural tiene el control sobre las
vidas y destinos de los hombres. Especialmente en las categorías
inferiores de cultura, donde el hombre entiende sólo débilmente a la
naturaleza y la utilización de las leyes físicas, él siente de muchos
modos su impotencia en presencia de las fuerzas de la naturaleza: es
el Ser Supremo quien las controla, quien puede dirigirlas para el bien
o para el mal del hombre. Surge así en el orden natural un sentido de
dependencia de la Deidad, una necesidad profundamente sentida de
la ayuda divina. Esta es la base de la religión. Sin embargo, no es el
reconocimiento de la dependencia de Dios lo que constituye la
esencia misma de la religión, tan indispensable como es. Los
condenados reconocer su dependencia de Dios, pero, al estar sin
esperanza de ayuda divina, se alejan de Él, en lugar de acercársele.

Junto con el sentido de necesidad está la convicción por parte del


hombre de que se puede acercar a una comunión amigable y benéfica
con la divinidad o divinidades de quienes siente que depende. Es una
criatura de esperanza. Sintiendo su desamparo y necesidad de ayuda
divina, presionado, tal vez, por la enfermedad, la pérdida y la
derrota, reconociendo que en la comunión amistosa con la Deidad

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puede encontrar la ayuda, la paz y la felicidad, se dirige


voluntariamente a realizar determinados actos de homenaje
destinados a realizar el resultado deseado. Lo que el hombre busca
con la religión es la comunión con la divinidad, en la que espera
alcanzar su felicidad y la perfección. Esta perfección se concibe sólo
crudamente en las religiones inferiores. No se descuida totalmente la
sumisión a los estándares morales reconocidos, la cual es
generalmente baja, pero es menos un objeto de afán que el bienestar
material. La suma de la felicidad buscada es la prosperidad en la vida
presente y la continuación de las mismas comodidades corporales en
la vida venidera.

En las religiones superiores, la anhelada perfección en la religión se


asocia más íntimamente con la bondad moral. En el cristianismo, la
más alta de las religiones, la comunión con Dios implica la mayor
perfección espiritual posible, la participación en la vida sobrenatural
de la gracia como hijos de Dios. Esta perfección espiritual, que trae
consigo la perfecta felicidad, se realiza en parte al menos en la
presente vida de dolor y decepción, pero se logra plenamente en la
vida venidera. El deseo de felicidad y perfección no es el único motivo
que impulsa al hombre a rendir homenaje a Dios. En las religiones
superiores, también existe el sentido del deber que surge del
reconocimiento de la soberanía de Dios, y por consiguiente, de su
estricto derecho a la sujeción y la adoración del hombre. A esto
también hay que añadir el amor a Dios por sí mismo, ya que Él es el
Ser infinitamente perfecto, en quien se realizan plenamente en su
más alto grado posible la verdad, la belleza y la bondad.. Si bien el
motivo que prevalece en todas las religiones inferiores es una de
propio interés, el deseo de la felicidad, por lo general implica en

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cierta medida, una actitud afectuosa, así como reverente, hacia las
deidades que son objeto de culto.

De lo que se ha dicho es evidente que la religión requiere que el


concepto de deidad sea el de una personalidad libre. El error de
confundir muchas deidades de la naturaleza con el único y verdadero
Dios, vicia, pero no destruye la religión. Pero la religión deja de
existir, como en el panteísmo, cuando se declara que la deidad carece
de toda conciencia. Una deidad sin personalidad no es más capaz de
despertar el sentido de la religión en el corazón del hombre que lo
que lo es el éter que todo lo penetra o la fuerza de la gravitación
universal. La religión es esencialmente una relación personal, la
relación del sujeto y criatura, el hombre con su Señor y Creador,
Dios. Por lo tanto, se puede definir el término religión como la
sujeción voluntaria de uno mismo a Dios, es decir, al Ser (o seres)
libre, sobrenatural del cual el hombre está consciente que depende,
de cuya poderosa ayuda siente la necesidad, y en quien reconoce la
fuente de su perfección y felicidad. Es un giro voluntario hacia Dios.
En último análisis, es un acto de la voluntad. En otras palabras, es
una virtud, ya que es un acto de la voluntad que inclina al hombre a
observar el orden justo, que surge de su dependencia de Dios. Por lo
tanto Santo Tomás (II-II, Q. LXXXI, a. 1) define la religión como
"virtus per quam homines Deo debitum cultum et reverentiam
exhibent" (la virtud que inclina al hombre a rendirle a Dios el culto y
reverencia que le pertenece a Él por derecho). El fin de la religión es
la comunión filial con Dios, en la que le honramos y veneramos como
nuestro supremo Señor, lo amamos como a nuestro Padre, y
encontramos en ese servicio reverente de amor filial nuestra
verdadera perfección y felicidad. Como ya se ha dicho, el fin de todas
las religiones es la comunión con Dios que da la felicidad. El budismo
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primitivo, con su objetivo de asegurar el reposo inconsciente


(Nirvana) a través del esfuerzo personal independientemente de la
ayuda divina, parece ser una excepción. Pero incluso en el budismo
primitivo la comunión con los dioses de la India se mantuvo como un
elemento de creencia y aspiración de los laicos, y fue sólo al sustituir
el ideal de la comunión divina por el de Nirvana que el budismo se
convirtió en una religión popular.

Así, en su sentido más estricto, la religión en su vertiente subjetiva


es la disposición a reconocer nuestra dependencia de Dios, y en el
lado objetivo, es el reconocimiento voluntario de esa dependencia a
través de actos de homenaje. Se pone en juego no sólo la voluntad,
sino el intelecto, la imaginación y las emociones. La religión no
existiría sin la concepción de deidad personal. El reconocimiento del
mundo invisible aviva la imaginación, y también se ejercitan las
emociones. La necesidad de ayuda divina da lugar al anhelo de
comunión con Dios. La posibilidad reconocida de la consecución de
este fin engendra la esperanza. La conciencia de la amistad adquirida
con un protector tan bueno y poderoso excita la alegría. La obtención
de los beneficios en respuesta a la oración impulsa al agradecimiento.
La inmensidad del poder y sabiduría de Dios llama a los sentimientos
de temor. La conciencia de haberlo ofendido y haberse distanciado de
él, y de ser así meritorios de castigo, conduce al miedo, a la tristeza y
al deseo de reconciliación. La coronación de todo esto es la emoción
del amor que brota de la contemplación de la bondad y excelencia
maravillosa de Dios. Por ello, vemos cuán fuera de propósito están
los intentos de limitar la religión al ejercicio de una facultad en
particular, o identificarla con el ritual o con la conducta ética. La
religión no es adecuadamente descrita como "el conocimiento
adquirido por el espíritu finito de su esencia como espíritu absoluto"
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(Hegel), ni como "la percepción del infinito" (Max Müller), ni como


"una determinación del sentimiento del hombre de la dependencia
absoluta" (Schleiermacher), ni como "el reconocimiento de todos
nuestros deberes como mandatos divinos" (Kant), ni como "la moral
tocada por la emoción" (Mathew Arnold), ni como "la dirección seria
de las emociones y deseos hacia un objeto ideal reconocido como de
la más alta excelencia y como rectamente superior sobre los objetos
del deseo egoísta" (J.S. Mill). Estas definiciones, en la medida en que
son ciertas, son sólo caracterizaciones parciales de la religión.

La religión responde a una necesidad profundamente sentida en el


corazón del hombre. Por encima de las necesidades de la persona
están las necesidades de la familia, y más altas aún están las
necesidades del clan y del pueblo, pues el bienestar del individuo
depende del bienestar de la población. Por lo tanto nos encontramos
con que la religión en su culto exterior es en gran medida una función
social. Los ritos principales son ritos públicos, realizados en nombre y
en beneficio de toda la comunidad. Es por la acción social que el culto
religioso se mantiene y se conserva. Sólo en la sociedad con nuestro
prójimo es que desarrollamos nuestras facultades mentales y morales
y adquirimos la religión.

La religión se distingue en natural y sobrenatural. Por religión natural


se entiende el sometimiento de uno mismo a Dios, sobre la base de
ese conocimiento de Dios y de los deberes morales y religiosos que la
mente humana puede adquirir por sus propios poderes sin ayuda. Sin
embargo, no excluye las teofanías y las revelaciones divinas hechas
con el fin de confirmar la religión en el orden natural. La religión
sobrenatural implica un fin sobrenatural, concedido gratuitamente al
hombre, es decir, una unión viva con Dios mediante la gracia

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santificante, que se comienza y se alcanza imperfectamente aquí,


pero que se completa en el cielo, donde la visión beatífica de Dios
será su recompensa eterna. También implica una revelación divina
especial a través de la cual el hombre llega a conocer ese fin así
como los medios divinamente designados para su consecución.
Religión sobrenatural es la sujeción de uno mismo a Dios, basado en
este conocimiento de fe y que se mantiene fructífera por la gracia.

El origen de la religión

El origen de la religión se remonta a tiempos prehistóricos. A falta de


información histórica positiva, la pregunta sobre el origen de la
religión sólo admite una respuesta especulativa. Es la doctrina
católica que la religión primitiva fue una religión monoteísta
divinamente revelada. Esta fue una anticipación y perfección de la
idea de religión, que el hombre desde el principio fue naturalmente
capaz de adquirir. La religión, como la moral, tiene aparte de la
revelación una base u origen natural. Es el resultado del uso de la
razón, sin embargo, sin la influencia correctora de la revelación, es
muy apta para ser errónea y distorsionada.

Aplicación Moderna del Principio de Causalidad: La religión, en


su último análisis, descansa sobre una interpretación teísta de la
naturaleza. El filósofo cristiano llega a ésta por un proceso de
razonamiento discursivo, haciendo uso de argumentos extraídos de la
naturaleza exterior y de su conciencia interna. Sin embargo, este es
un proceso de razonamiento altamente filosófico, el resultado de los
aportes acumulados de muchas generaciones de pensadores.
Presupone una mente entrenada para el razonamiento abstracto, y
por lo tanto no es fácil para el individuo promedio. Difícilmente puede

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haber sido el método seguido por el hombre salvaje, cuya mente no


estaba capacitada para la filosofía y la ciencia. El proceso por el cual
llegó naturalmente a una interpretación teísta del mundo parece
haber sido una aplicación sencilla y espontánea del principio de
causalidad.

Aplicación Primitiva del Principio de Causalidad: Con toda razón


se puede pensar que la opinión del hombre sobre la naturaleza era,
en gran medida, similar a la adoptada por pueblos que generalmente
no habían ascendido a un conocimiento científico de las leyes de la
naturaleza. Reconocen en todos los fenómenos sorprendentes de la
tierra, el aire y el cielo el agente inmediato de la voluntad inteligente.
El hombre inculto no entiende las causas mecánicas y secundarias de
los fenómenos naturales. La causa más conocida son las causas
personales y vivientes, él mismo y sus semejantes. La familiaridad
con objetos inanimados, como troncos y piedras, armas y utensilios,
muestra que incluso estas cosas presentan sólo los movimientos y
fuerza que él y sus compañeros deciden impartirles. La acción
viviente está detrás de sus movimientos. El resultado natural es que,
cada vez que ve un fenómeno que muestra movimiento y energía
fuera de su limitada experiencia de causalidad mecánica, es llevado
espontáneamente a atribuirla a alguna misteriosa forma de fuerza
viva. El trueno sugiere el tronador. Se considera al sol y la luna como
seres vivos o los instrumentos de una fuerza viva invisible. La
personalidad también se asocia con ellos, especialmente cuando los
fenómenos son indicativos de un propósito inteligente.

Así que para el hombre primitivo fue fácil reconocer en y detrás de


los fenómenos de la naturaleza la agencia de una mente y voluntad.
Pero no fue una cuestión igualmente fácil discernir en la gran

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diversidad de estos fenómenos la acción de sólo una personalidad


suprema. No se puede negar la posibilidad de tal deducción; pero la
probabilidad no es muy grande cuando conociéramos cuan difícil
habría sido para el hombre primitivo en su falta de experiencia
coordinar los diversos efectos de la naturaleza y derivarlos de una y
la misma fuente de poder. La tendencia más probable habría sido la
de reconocer en los diversos fenómenos la agencia de distintas
personalidades, como lo hacen incluso hoy día pueblos incultos de
todas partes. Pueblos cuya ignorancia de las leyes físicas de la
naturaleza no ha sido compensada por la enseñanza revelada, han
personalizado invariablemente las fuerzas de la naturaleza, y,
sintiendo que su bienestar dependía del ejercicio benefactor de estos
poderes, han llegado a divinizarlos.

La revelación divina salvó al hombre primitivo del peligro de caer en


una interpretación politeísta de la naturaleza. Al parecer, tal era la
filosofía simple que constituía la base natural de la religión en los
tiempos primitivos. Era teóricamente capaz de conducir a un
monoteísmo como el de los antiguos hebreos, que veían las nubes, la
lluvia, los rayos y las tempestades como signos de la actividad
inmediata de Dios. Pero, aparte de la revelación, era muy susceptible
de degenerar en un culto politeísta a la naturaleza. Su defecto fue
principalmente científico, la ignorancia de las causas secundarias de
los eventos naturales; pero se basaba en un principio racional, a
saber, que los fenómenos de la naturaleza son de alguna manera el
resultado de una voluntad inteligente. Este principio se recomienda a
sí mismo ante los filósofos y científicos cristianos.

Teoría de la Intuición: Se han sugerido otras teorías para explicar


el origen de la religión. Haremos una breve revisión de las más

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comunes. Según la teoría de la intuición, el hombre tiene


instintivamente una intuición de Dios y de su dependencia en él. Para
esta teoría hay varias objeciones serias. Debemos ser conscientes de
esta intuición si la tenemos. Una vez más, como resultado de tal
intuición, el hombre debe encontrarse en todas partes con una
religión monoteísta. La existencia generalizada del politeísmo y la
indiferencia religiosa de muchas personas son incompatibles con tal
intuición de Dios.

Teoría de la Percepción de Max Muller: Esta no es más que una


ligera modificación de la teoría de la intuición. Muller pensaba que la
percepción del infinito era la fuente de la religión, siendo adquirida
por "una facultad mental que, independientemente de, o mejor dicho,
a pesar de, el sentido y la razón, le permite al hombre aprehender el
infinito bajo diferentes nombres y en diferentes disfraces" ("Origin
and Growth of Religion”, Londres, 1880, p. 23). Pero la aprehensión
de lo infinito o de lo indefinido se adapta más bien a las mentes
filosóficas que a las simples, y no se encuentra en la generalidad de
las religiones. Es la aprehensión de la personalidad soberana lo que
da lugar a la religión, no la simple aprehensión de lo infinito. Esta
teoría no explica cómo el hombre llega a la noción de tal
personalidad.

Teoría del Miedo: Una teoría común entre los filósofos griegos y
romanos, favorecida por unos pocos escritores modernos, es que la
religión tuvo su origen en el miedo, particularmente el miedo al rayo,
tempestades y otros rasgos peligrosos de la naturaleza. Pero el miedo
es un sentimiento, y ningún mero sentimiento puede explicar la idea
de la personalidad, que puede o no estar asociada con un objeto
peligroso o aterrador. El miedo, como la esperanza, puede ser uno de

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los motivos que llevó al hombre a la adoración de la deidad, pero tal


adoración presupone el reconocimiento de la deidad, y el miedo no
puede explicar este reconocimiento. Ya hemos visto que el miedo no
es el tono predominante, incluso en las religiones más bajas, como lo
demuestra el uso universal de los ritos que expresan alegría,
esperanza y gratitud.

Teoría Animista: Una de las teorías favoritas de los tiempos


modernos es la teoría animista. Fue presentada con gran erudición
por E. B. Tylor. Según esa teoría, en consecuencia de una fuerte
tendencia a personificar, los pueblos primitivos llegaron a ver todas
las cosas como con vida, incluso los troncos y las piedras. También
tenían una noción tosca sobre el alma, derivada de sueños y visiones
experimentadas al dormir y en el desmayo. Al aplicar esta idea del
alma a las cosas inanimadas, que consideraban como vivas, llegaron
a asociar a los espíritus poderosos con grande fenómenos de la
naturaleza y llegaron a rendirles culto. Los defectos de esta teoría son
tales que la desacreditan ante los ojos de muchos eruditos. En primer
lugar, no es cierto que los pueblos incultos confundan lo vivo con lo
no vivo hasta el punto de que consideren vivas hasta las piedras.
Ciertamente, sería extraño si el hombre incivilizado no estuviese a la
par al menos con la bestia en la habilidad para distinguir entre
objetos familiares inanimados y aquellos que muestran vida y
movimiento. Ahora bien, mientras que el hombre de grados de
cultura inferiores tiene una noción tosca de las almas, no necesitan
ese concepto para llegar a la idea de la agencia personal en la
naturaleza. Todo lo que necesitan es la noción de causa personal, la
cual obtienen de la conciencia de ellos mismos como fuentes de poder
y acción intencional. Hay toda razón para pensar que esta idea es
anterior al concepto de alma (vea animismo.)
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Teoría del Fantasma: Esta teoría, cuyo campeón inglés prominente


lo fue Herbert Spencer, identifica la noción primitiva de religión con el
servicio o propiciación de los parientes difuntos, y le atribuye el culto
a las grandes deidades de la naturaleza a las aplicaciones erróneas
del culto a los ancestros. Se dice que las primeras grandes ofrendas
religiosas fueron ofrendas de alimentos, armas y utensilios hechos
para las almas de los muertos, cuyas ocupaciones, necesidades y
gustos en la otra vida se pensaba eran similares a las de la existencia
terrenal. A cambio de estos muy necesarios servicios, los muertos le
daban ayuda y protección a los vivos. Una serie de disparates llevó al
reconocimiento y culto a las grandes deidades de la naturaleza. Los
pueblos migratorios de más allá del mar o de las montañas vinieron a
ser conocidos como los hijos del mar o de la montaña. Las
generaciones posteriores, al confundir el significado del término,
fueron llevados a considerar al mar o a la montaña como sus
ancestros vivientes y a rendirles culto. Una vez más, los héroes
difuntos, llamados Sol, Trueno, Nube-Lluvia, luego de un tiempo
llegaron a ser confundidos con el sol real y otros fenómenos
naturales, dando así lugar a la concepción de las deidades naturales y
el culto a la naturaleza.

Los defectos de esta teoría son evidentes. Errores como estos


pudieron haber sido cometidos por un individuo estúpido de la tribu,
pero no por todos los miembros de la tribu, y menos aún por las
tribus en toda la tierra. Una serie de errores triviales y fortuitos no
pueden explicar un hecho tan universal como el reconocimiento de las
deidades de la naturaleza. Si la teoría del fantasma fuese cierta,
deberíamos encontrar que las religiones de los salvajes consistan
exclusivamente de culto a los antepasados, lo cual no es el caso. En
todas las religiones inferiores, donde se encuentran ofrendas de
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alimentos a los muertos, también encontramos deidades a la


naturaleza reconocidas y distinguidas cuidadosamente de los héroes
muertos. Entre los pigmeos del Congo del Norte, considerados una de
las razas más inferiores, hay un reconocimiento reverente a una
Deidad suprema, pero no hay rastro de culto a los antepasados. Así,
no hay buena base para la afirmación que el culto a los antepasados
ha sido la primera forma de religión, ni tampoco lo necesitamos para
explicar la religión, en sentido estricto, en ninguna de sus formas. Se
trata de un crecimiento paralelo que ha surgido y se ha mezclado con
la religión propiamente dicha. Este último es de origen independiente.

Teoría del Fetiche: Esta teoría deriva la religión del uso y


veneración de fetiches. Un fetiche es un objeto (generalmente lo
suficientemente pequeño como para ser transportado) en el cual se
piensa que reside un espíritu, que actúa como un genio protector
para el dueño que lo lleva, y quien lo venera debido al espíritu que
mora en él. En general, es el curandero o mago quien hace el fetiche,
y lo llena con el espíritu. Se utiliza hasta que su ineficacia se vuelve
evidente, cuando es dejado de lado como algo sin valor, en la
creencia de que el espíritu residente se ido de él. Ahora bien, el uso
de dichos objetos no puede ser la forma principal de religión. En
primer lugar, no hay forma actual de religión conocida en la que el
fetichismo sea el único elemento constituyente. Entre los negros de
África occidental, donde llamó la atención por primera vez, los
espíritus fetiches son a lo mejor sólo seres inferiores, pero, en
general distintos del supremo cielo-dios y de las poderosas deidades
de la naturaleza asociadas con el mar y el trueno. Una vez más, la
idea de persuadir a los espíritus de que se alojen en troncos y piedras
y se conviertan en propiedad de los portadores, es la antítesis misma
de la religión, la que implica el sentido de dependencia en la Deidad.
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Lejos de esta última idea derivarse de la anterior, hay muchas


razones para ver en el fetichismo una noción pervertida de la religión.
(Vea fetichismo).

Teoría del Tótem: Esta teoría coloca el origen de la religión en el


totemismo, una institución semi-religiosa, semi-social que prevalece
principalmente entre las tribus salvajes. En ciertas tribus, cada uno
de los clanes componentes tiene una deidad tutelar íntimamente
asociada con una determinada especie de animal o planta, la cual es
venerada por el clan como sagrada e inviolable, y al cual se le llama
el antepasado del clan. Los individuos de las especies a menudo se
consideran como especialmente sagrados a causa de la divinidad
inmanente. Por lo tanto el animal o planta totémica normalmente no
es utilizado para la alimentación por el clan que lleva su nombre. Se
dice que la unión de clanes en tribus bajo la dirección de un clan
superior ha dado lugar a la absorción de las deidades totémicas más
débiles en la del clan gobernante, con el resultado de que surgen las
deidades totémicas superiores. No era más que un paso más para el
reconocimiento de una deidad suprema. El totemismo trabaja bajo
muchas de las dificultades del fetichismo. En ningún lugar nos
encontramos con la religión del totemismo puro. Entre los indios de
América del Norte, donde el totemismo ha florecido con el mayor
vigor, los tótems son completamente opacados por las grandes
deidades del cielo, aire y agua. La distinción entre ellos y los espíritus
del tótem es absoluta. En ninguna parte las grandes deidades llevan
los nombres de animales o plantas como una marca de origen
totémico. En la mayoría de las religiones del mundo, no hay rastros
del totemismo, vestigios del cual deberían estar diseminados si
hubiese sido la fuente para todas las demás formas de religión. El
tótem, como el fetiche, presupone la misma cosa que necesita ser
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La Religión
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explicada, la creencia en la existencia de agentes personales


invisibles.

Universalidad de la religión

A. Estudio Histórico

De lo que ya se ha dicho, es evidente que la religión, aunque a


menudo imperfectamente concebida, en condiciones normales de la
existencia humana, es el resultado inevitable del uso de la razón. Es
natural, entonces, que la religión, al menos en alguna forma ruda,
debería ser un rasgo característico en la vida de todos los pueblos.
Esta verdad fue ampliamente cuestionada durante los últimos siglos,
cuando la extensión de los viajes a las tierras inexploradas dio lugar a
varios informes que afirmaban la ausencia de religión entre muchas
tribus indígenas de Asia, África, América y las islas del Océano
Pacífico. Uno a uno, estos informes han sido anulados por las
declaraciones opuestas de los viajeros y misioneros mejor calificados
como testigos, de manera que hoy día subsisten muy pocos pueblos
de los que no se pueda decir con certeza que poseen alguna forma,
aunque degradada, de religión.

Estas raras excepciones no prueban la regla, pues son tribus


insignificantes que, en la lucha por la existencia, han sido impulsadas
por sus enemigos a regiones inhóspitas, donde las condiciones de
vida son tan miserables como para provocar su degeneración a un
estado casi de barbarie. Una degradación de este tipo puede ser fatal
para el sentimiento de la religión. Un ejemplo notable es la tribu
indígena del sur de California entre los cuales el padre Baegert, un
misionero jesuita, trabajó durante muchos años. En el relato que dio
de sus experiencias, una traducción de los cuales se publicó en el
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La Religión
Unidad I

“Informe Smithsoniano” de 1864, testificó sobre la estupidez de ellos


y de su absoluta falta de religión. Sin embargo, es prácticamente
seguro su descendencia de un tronco indígena que tenía ideas
religiosas bien definidas. El Padre Baegert observó unos pocos
vestigios de una creencia ancestral en una vida futura, por ejemplo la
costumbre de ponerle sandalias en los pies de los muertos, cuya
importancia los indios no podían explicar. Una degradación mental
como ésta puede implicar la pérdida de la religión. Pero esta
degradación es extremadamente rara.

Por otra parte, siempre que existan tribus en condiciones normales,


se observa que poseen algún tipo de religión. Los informes erróneos
de los primeros viajeros, que afirman la falta de religión donde la
religión existe en realidad, se han debido ya sea a una observación
superficial o a un malentendido sobre lo que debería llamarse
religión. Algunos han aceptado como religión sólo una idea elevada
de la deidad, junto con ritos bien organizados de culto público, la
ausencia de los cuales ha sido a menudo establecida como una
ausencia de religión. Una vez más, los veredictos desfavorables han
sido con frecuencia sobre la base de una estancia de sólo uno o dos
días con tribus que hablan una lengua desconocida, como por
ejemplo en el caso de Verrazano y Américo Vespucio. Pero, aun
cuando los observadores han permanecido durante meses entre los
pueblos incultos, algunas veces han encontrado muchísimas
dificultades para obtener información con respecto a las creencias y
prácticas religiosas; la sospecha de que el hombre blanco estaba
tratando de obtener alguna ventaja sobre ellos ha llevado más de una
vez a los salvajes a recurrir al engaño para ocultar su religión. Es el
juicio sereno e imparcial de los antropólogos de hoy que no hay
ningún pueblo notable que esté absolutamente carente de religión.
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La Religión
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B. Perspectivas

Pero se puede hacer una pregunta más amplia: Si la religión ha sido


universal en el pasado, ¿tenemos alguna garantía de que persistirá
en el futuro? ¿Acaso el avance de la ciencia moderna no se ha
caracterizado por una progresiva sustitución en la naturaleza de una
agencia mecánica por una de carácter personal, con el resultado
inevitable, como un escritor lo ha expresado, de que Dios un día será
retirado de su universo al no ser ya necesario? A esto podemos
responder: El avance de la cultura científica moderna es fatal para
todas las formas de religión politeísta, en el que las causas
secundarias son confundidas, por ignorancia, con las causas
personales. La bien establecida verdad científica de la unidad de las
fuerzas de la naturaleza está en armonía sólo con la interpretación
monoteísta de la naturaleza. El monoteísmo cristiano, lejos de ser
incompatible con la verdadera ciencia, es necesario para suplementar
y completar la limitada interpretación de la naturaleza que ofrece la
ciencia. Esta última, al estar basada en la observación y el
experimento, tiene como ámbito de estudio legítimo sólo las causas
secundarias de la naturaleza. No puede decir nada de los orígenes,
nada de la gran causa primera, de la cual procede el universo
ordenado. Al sustituir las leyes físicas por lo que se pensaba
anteriormente que era la acción directa de la agencia divina, no ha
explicado la dirección inteligente, con propósito de la naturaleza. Se
ha limitado a rechazar la cuestión un poco más atrás, pero la dejó
con su respuesta religiosa tan inoportuna como siempre.

Es cierto que en las naciones civilizadas modernas se ha afirmado una


notable tendencia al escepticismo y la indiferencia religiosa. Es un
síntoma de malestar, de una reacción excesiva poco saludable, de la

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La Religión
Unidad I

visión simplista de la naturaleza que prevalecía en la ciencia y la


religión en tiempos pasados. En el orden material, la ignorancia sobre
las causas naturales de los rayos, las tempestades, los cometas, los
terremotos, las sequías y las plagas, ha llevado a los pueblos incultos
a ver la agencia sobrenatural directa en su producción. Para ellos la
naturaleza en sus aparentemente caprichosos estados de ánimo ha
tenido el aspecto más bien de ama que de sierva. Su sentido de la
dependencia ha sido así agudo y constante; su necesidad de la ayuda
Divina ha sido sumamente apremiante. Por otro lado, el amplio
reconocimiento entre los pueblos cultos del reino de la ley lleva al
hombre a buscar remedios naturales en situaciones de emergencia, y
sólo cuando éstos fallan recurre a Dios por ayuda. La civilización
moderna, al eliminar muchos flagelos de la antigüedad que fueron
vistos como sobrenaturales, al disminuir grandemente el rango de lo
milagroso, al unir a la naturaleza de mil maneras al servicio benéfico,
ha tendido a crear en el corazón del hombre un sentimiento de
autosuficiencia que tiende a debilitar la virtud de religión. Que esta
tendencia, sin embargo, es un disturbio anormal y pasajero en vez de
una característica permanente, se puede ver por la inquebrantable fe
cristiana de muchos de los más grandes exponentes de la cultura
científica (por ejemplo, Clerk-Maxwell, Sir John Herschell, Lord
Kelvin, en Inglaterra, Faye, Lapparent, Pasteur en Francia). Se
muestra todavía en forma más sorprendente en la conversión del
escepticismo a la fe cristiana de distinguidos académicos como Littré,
Romanes, Brunetière, Bourget, Coppée y Ruville von. Estos y otros
pensadores profundos reconocieron que el deseo profundamente
asentado en el corazón humano por la comunión con Dios dadora de
felicidad, nunca puede ser acallado por la ciencia o por cualquier otro
propuesto sustituto de la religión.

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La Religión
Unidad I

Influencia civilizadora de la religión

La religión en sus formas más elevadas ha ejercido una profunda


influencia en el desarrollo de la cultura humana. En la reconocida
esfera de la moralidad, ha ofrecido motivos poderosos para la recta
conducta; ha sido la principal inspiración de la música, la poesía, la
arquitectura, la escultura y la pintura; ha sido la influencia dominante
en la formación de una literatura permanente. En todas las
civilizaciones antiguas, los principales representantes y transmisores
de la cultura más elevada fueron los encargados de los ritos
religiosos. La religión ha sido una fuerza poderosa en la vida de las
naciones, cultivando en el corazón del hombre una búsqueda de
cosas mejores, un tono saludable de alegría, esperanza, felicidad,
resignación en las calamidades, perseverancia en medio de las
dificultades, una disposición para el servicio generoso, en fin un
espíritu de optimismo magnánimo, sin el cual ninguna nación puede
elevarse a la grandeza.

Mucho más notable ha sido la influencia del cristianismo en la


transformación y la elevación de la sociedad. Sus enseñanzas éticas
elevadas, el ejemplo sin par de su Divino Fundador, el principio
fundamental de que todos somos hijos del mismo Padre celestial y
por lo tanto estamos obligados a tratar a nuestros semejantes, no
sólo con justicia, sino con misericordia y caridad, el espíritu de
generosidad, el servicio a costa del propio sacrificio, que surge de la
devoción personal al Divino Salvador y que impulsa a la práctica de
las virtudes heroicas, teniendo todo esto como meta la perfección
espiritual del individuo y la unión de todos los hombres a través de un
vínculo común de fe y culto en una Iglesia divinamente constituida.
Todo esto ha ejercido una poderosa influencia en el aplacamiento y el

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La Religión
Unidad I

perfeccionamiento de los pueblos bárbaros de la Europa primitiva, al


derribar las barreras de los prejuicios raciales, y al formar una
sociedad común de muchas naciones, en el que se reconoce la idea,
aunque aún no alcanzada plenamente, de un reino universal de paz,
de justicia, castidad, caridad, reverencia por la autoridad, compasión
por los afligidos, una difusión general de conocimientos útiles, y en
definitiva una participación común en todo lo que hace a la verdadera
cultura.

En ninguna parte las obras de caridad florecieron en tal variedad y


vigor como en tierra de cristianos. La religión cristiana ha sido
siempre la gran fuerza conservadora, la que favorece el orden
establecido y la ley, y la que se ha opuesto a las innovaciones
apresuradas destinadas a causar una perturbación profunda en las
instituciones religiosas o políticas existentes. El valor de esa fuerza en
los asuntos humanos es incalculable, aunque en ocasiones puede
retrasar por un tiempo el reconocimiento general de algún principio
de valor permanente en la ciencia, la economía o la política.

Mientras, en la civilización moderna las instituciones estatales están


compartiendo con los hospitales cristianos, asilos y escuelas el
trabajo del ministerio de caridad que en otro tiempo dependían
exclusivamente de la Iglesia, mientras que las ciencias y las artes ya
no necesitan la influencia protectora de la religión, no es menos cierto
que, en el orden social y moral, la necesidad de la religión correcta es
más urgente que nunca. No ha dejado de ser el gran poder social que
trabaja para el mayor bien de la nación. Sólo la religión puede
mantener viva en la gente una devoción a los ideales elevados, el
respeto a la autoridad establecida, la preferencia por medidas
pacíficas para garantizar las reformas políticas e industriales, y un

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La Religión
Unidad I

alegre espíritu de perseverancia a pesar de la oposición poderosa.


Religión significa optimismo generoso; irreligión significa pesimismo
sórdido. La religión es, también, la que presenta los motivos más
altos y eficaces para la edificación del carácter en el individuo, para el
cumplimiento consciente de sus deberes morales.

El cristianismo no desdeña los fundamentos puramente seculares de


la moral, como el amor a la virtud y el odio al vicio, la autoestima, el
respeto a la opinión pública, el temor a sanciones legales; sino que
las refuerza y completa por los poderosos motivos que son el fruto de
la enseñanza de Cristo, el más grande maestro ético que el mundo ha
visto jamás---el amor de Dios, la devoción personal a Jesús, el
sentido de la presencia de Dios, y el pensamiento de la retribución
divina. Estos motivos, hechos sobrenaturales por la gracia, ejercen
una poderosa influencia en el desarrollo de una conformidad interior a
la regla de la conducta recta, que distingue el valor moral genuino de
la demostración simple de la mera exposición exterior de
respetabilidad. La religión indica y hace posible el cumplimiento de
los deberes del hombre para consigo mismo, su familia, su vecino y el
Estado. En la medida que se ajusta a la enseñanza de la religión se
mostrará como un celoso promotor y observador de la virtud cívica.
En pocas palabas, dondequiera que nos encontramos la observancia
práctica de la religión correcta, encontramos el orden social en un
alto grado. La nación que intencional y sistemáticamente rechaza la
religión se priva del factor operativo más poderoso en la construcción
y mantenimiento del bienestar público verdadero; está en la
pendiente de la ruina social y política.

Estudio científico moderno de la religión

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La Religión
Unidad I

erudición moderna ha prestado mucha atención al estudio de la


religión. De este estudio multilátero han surgido las ramas modernas
conocidas como la historia de la religión, la religión comparada y la
psicología de la religión, todas las cuales se complementan y
completan por la disciplina más antigua, la filosofía de la religión.

A. Historia de la religión:

Ésta tiene como su campo de acción la exposición precisa y


sistemática de los datos positivos que van a constituir las diferentes
religiones externas del mundo---los ritos, las costumbres, las
restricciones, los conceptos de la deidad, los libros sagrados, etc. Su
punto de vista es puramente histórico. Estudia cada religión al
margen de la cuestión de su valor espiritual y el posible origen
sobrenatural, simplemente como una expresión externa de la
creencia religiosa. A este estudio se adhiere un interés comprensivo,
ya que hay pocas religiones, por muy toscas que sean, que no
representan el esfuerzo sincero del hombre de acercarse a la
comunión con Dios. El trabajo realizado en este campo ha sido
inmenso. Se han acumulado datos religiosos de cientos de fuentes
diferentes, y se han traducido cuidadosamente los libros sagrados de
las grandes religiones orientales, los eruditos tienen al alcance de su
mano un estudio muy fiable de las principales religiones del mundo.

B. Religiones comparadas:

Muy unido a la historia de las religiones, de las cuales ha crecido, es


la religión comparada. El alcance de esta disciplina es el estudio
comparativo de los muchos elementos comunes a las distintas
religiones con el fin de determinar su pensamiento y propósito
subyacente, y así descubrir si es posible las causas de su génesis y
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La Religión
Unidad I

persistencia. En algunos casos, donde se hallan semejanzas de una


especie extraordinaria en dos o más religiones, se trata de
determinar si estas semejanzas implican dependencia. También
admite una comparación más amplia de una religión con otra con el
fin de estimar su valor relativo. Pero, al igual que la historia de las
religiones, los datos que utiliza, no se ocupa como una ciencia del
asunto de si cualquier religión es verdad. La religión comparada ha
contribuido a un mejor entendimiento de las diversas fases de la
religión externa; ha demostrado que ciertos ritos y costumbres
ampliamente difundidos han sido el producto natural del pensamiento
humano en grados inferiores de cultura. Nos ha capacitado para
reconocer en las religiones superiores elementos que son
sobrevivientes de etapas de pensamiento anteriores. Pero sus
principios de comparación han de ser usados con gran cuidado, pues
fácilmente pueden ser puestos al servicio de teorías contradictorias y
visionarias. Los escritos de autores como Frazer y Reinach ofrecen
muchos ejemplos de conclusiones injustificadas con el apoyo de
comparaciones forzadas.

C. Psicología de la religión:

Esta disciplina estudia los diferentes estados psíquicos implicados en,


y asociados con, la conciencia religiosa. Se ocupa de lo extraordinario
y lo anormal, así como con el ejercicio normal del intelecto, las
actividades volitivas, emocionales e imaginativas puestas en marcha
por la religión. No intenta reivindicar el carácter sobrenatural de estas
experiencias psíquicas o mostrar su conformidad con la verdad
objetiva. Al visualizarlos simplemente como estados mentales, trata
de averiguar en qué medida pueden explicarse por causas naturales.
En el corto período de su existencia le ha dado mucha consideración a

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La Religión
Unidad I

los fenómenos de conversiones repentinas, el frenesí religioso, el


sentido de la presencia de Dios que experimentan los cristianos
piadosos y las extraordinarias experiencias de los místicos, católicos y
no católicos. Ha tenido éxito en la búsqueda de la explicación natural
de algunas de estas experiencias, pero, como ya se ha señalado,
tiene sus limitaciones.

D. Filosofía de la religión:

La filosofía de la religión es la corona y compleción de las diversas


disciplinas ya mencionadas. Lleva a la mente inquisitiva allá de la
esfera de la causalidad natural al reconocimiento de la gran Causa
Primera personal y fuente de todas las cosas, y muestra que una
interpretación satisfactoria del universo es posible sólo en el
reconocimiento de Dios. Es la ciencia que examina el valor de la
religión, e investiga con escrutinio cuidadoso las bases de la creencia
teísta. En su modo de proceder y en la elección de argumentos
muestra una variación considerable, debida en gran medida a las
diferentes teorías del conocimiento que obtiene en el mundo de los
filósofos. Desde la crítica de Kant a los argumentos escolásticos para
la existencia de Dios, ha habido una fuerte tendencia en muchas
escuelas a descuidar los argumentos cosmológicos y teleológicos, y a
ver la evidencia de la sabiduría y la bondad divinas más bien en la
mente humana que en la naturaleza exterior; está comenzando una
reacción. Algunos de los principales exponentes de la ciencia biológica
reconocen ahora que la evolución, como una explicación adecuada de
la variedad de la vida orgánica, es necesariamente teleológica, y no
vacilan en declarar que el universo es la manifestación de una mente
creativo y controladora.

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La Religión
Unidad I

Bibliografía:

Además de las obras en latín de SANTO TOMÁS, SUÁREZ, LUGO,


MAZZELLA, etc., se puede consultar a los siguientes autores: VAN
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Study of Religion (Nueva York, 1902); BOWNE, The Essence of
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1892); LANG, The Making of Religion (Nueva York, 1898); IDEM.
Myth, Ritual and Religion (Londres, 1899); MILL, Three Essays on
Religion (Londres, 1874); KELLOGG, The Genesis and Growth of
Religion (Nueva York, 1892); MARTINEAU, A Study of Religion (2
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religions (París, 1886); VERNES, Hist. des religions, son esprit, sa
méthode, et ses divisions (París, 1887); JORDAN, Comparative
Religion; its Genesis and Growth (Nueva York, 1905); FOUCART, La
méthode comparative dans l'histoire des religions (París, 1909);
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PRATT, The Psychology of Religious Belief (Nueva York, 1907); AMES,
The Psychology of Religious Experience (Boston, 1910); WUNDT,
Völkerpsychologie (Leipzig, 1904-07); CAIRD, Introduction to the
Philosophy of Religion (Glasgow, 1901); CALDECOTT, The Philosophy
of Religion in England and America (Nueva York, 1901); LADD, The
Philosophy of Religion (Nueva York, 1905); PFLEIDERER, The
Philosophy and Development of Religion (2 vols., Edimburgo, 1894);
EUCKEN, Christianity and the New Idealism (Nueva York, 1909). Vea
también las bibliogrfías de los artículos sacerdocio y sacrificio.

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