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Guión Radiofónico
Guión Radiofónico
Muy cerca del poblado de Mercadillo vivía Octavio, piarero y dueño de seis mulares. Casado y
padre de dos hijos. Un hombre muy generoso con sus compadres y ahijados, con sus amigos y
vecinos, por eso siempre se lo veía feliz.
Un domingo que salió al pueblo, luego de oír la santa misa, una vez en la calle fue encontrado por
un comerciante de tagua:
COMERCIANTE: Buenos días de Dios, don Octavio. Quiero proponerle un trabajo. ¿Será posible?
COMERCIANTE: necesito entregar con urgencia una carga de tagua en Tumbes. Me han dicho que
usted es el hombre indicado. Por el resto no se preocupe que la paga es buena.
NARRADOR: Arrea que arrea llegó a Montehuayco. Para recuperar un poco el tiempo perdido,
tomó otro camino, el que endereza a Huacas, Cerro Verde y Palay. Cuando las sombras de la noche
ponían fin a la claridad del día, llegó al Vado. Descargó la carga de sus acémilas y las arrió a éstas
río arriba para que se alimenten. Pero al siguiente día.
OCTAVIO: Son las cuatro de la madrugada. Debo ir por mis animales para preparar la carga.
Es muy largo el camino que falta por recorrer. (PREOCUPADO) Pero, ¿a dónde irían esos animales?
Esperaré a que aclare un poco para salir a buscarlas.
OCTAVIO quizás desde lo alto de ese cerro pueda observar a mis mulares.
NARRADOR Comenzó a subir sin dificultad, pero conforme iba ascendiendo notó con
curiosidad que el camino se hacía más ancho. Poco a poco iban apareciendo unas fragantes
plantas ornamentales. Más arriba aparecieron animales y aves de corral y en la cumbre del cerro
se encontró frente a un castillo elegante.
OCTAVIO (ASOMBRADO) Pero que hermoso castillo. Mmm… y que rico olor a comida, y con
el hambre que tengo.
OCTAVIO Hola. Buenos días de Dios. Hay alguien aquí. Hola… La mesa está servida. Comeré
todo cuanto pueda. (COMIENDO CON APURO)
OCTAVIO: Gracias Señor por los alimentos de este día… y… gracias a ti amigo, quien quiera
que seas, por la comida…
NARRADOR: poco a poco avanzaba hacia él la figura de un hombre de estatura pequeña, pero
que irradiaba simpatía.
OCTAVIO (ASUSTADO) Este es el Guaco del que hablan las leyendas. Este es el Gentil que
contaron mis abuelos.
GUACO Buen hombre. He visto tu sano corazón y buen vivir. Quiero que te lleves un
recuerdo de nuestra amistad. Toma, cuando quieras o tengas necesidad, ven a este lugar y yo te
ayudaré siempre. Lo único que debes hacer es guardar este secreto. No se lo cuentes a nadie, a
nadie. Ni si siquiera a tu misma mujer. Si lo cuentas, perderás mi apoyo.
GUACO En cuanto a tus animales, los encontrarás ahí mismo, donde los dejaste.
CONTROL MÚSICA TRANSICIÓN
NARRADOR Octavio regresó a casa y compartió el obsequio con parientes y amigos. Cuando
necesitaba, iba por más al Ingachara y recibía su obsequio a manos llenas. Algunos no
preguntaron de donde obtenía esas monedas de oro. Bueno, casi todos:
ESPOSA (ENOJADA) Octavio, tienes que decirme la verdad, ¿de dónde obtienes todas esas
monedas?
OCTAVIO Hijita, no digas eso. Tu sabes que soy honrado. Todo esto no proviene de nada
malo. Mira, disfrutémoslo más bien y deja de hacerme esas preguntas y ponerte así.
ESPOSA (ARREGLANDO COSAS) Yo te lo dije, y hasta hoy te di plazo para que me cuentes.
Así que me voy.
ESPOSA Tú no me hagas esto a mí, prefieres perderme antes que contarme de dónde
obtienes todas esas monedas. Vaya amor que me tienes.
OCTAVIO Espera… Está bien, tú ganas. Recuerdas cuando fui a entregar la tagua a Tumbes,
pues todo empezó ahí… (VOZ QUE SE PIERDE)
NARRADOR Y así Octavio contó a su esposa, su tan guardado secreto. El secreto del Ingachara.
Tiempo después, cuando se le habían terminado sus monedas emprendió el viaje con la esperanza
de que el señor Gentil le daría su ayuda. Pero cuando quiso caminar cuesta arriba…
NARRADOR Y así pasó horas y horas cortando el monte de la enmarañada selva. Hasta que
recordó la promesa incumplida.
NARRADOR: En efecto, no quedaba rastro de nada. Trepó hasta la copa de un árbol para poder
mirar la vivienda del hombrecillo pero sólo vio niebla y nada más.
OCTAVIO: ¡Adiós señor Guaco, adiós! Sólo vine a agradecerte por lo feliz que me hiciste con
tu generosa ayuda. Adiós…
NARRADOR: En ese momento una ráfaga de viento rozó su cara y le hizo comprender que el
señor del Ingachara, el Guaco, había escuchado su mensaje.
FIN