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Todo esto sucedió en algo menos de un minuto. Mientras veía lo que pasaba,
sin poder cruzar la calle y sin manera de intervenir en el momento, opté por
exclamar frases para que el tipo escuchara y detuviera la agresión, y fue
frustrante que un vecino que desde la ventana me decía, ¿para qué se mete en
eso?, eso fue que le montó cachos, ese es problema de ellos y es normal que
le dé duro”.
Al cabo de unos diez o quince minutos llegó serenazgo y entró a la casa donde
aparentemente vivía esta pareja. Para mi sorpresa, la mujer no quiso salir de la
casa, negó lo sucedido a los agentes, y fue ella misma quien se encargó de
echarlos a los gritos del lugar. “A mí nadie me está pegando, no sean sapos y
déjenlo tranquilo”.
No podía yo creer que luego de haber visto a pocos metros semejante barbarie,
las leyes de mi país no me dejaran hacer nada.
Cuento hoy esta historia, pues considero que es una fiel representación del
funcionamiento de la violencia contra las mujeres. El “macho” les pega, las
maltrata, las insulta, las intimida y las amenaza, al punto de que ellas mismas,
sumidas en el más que entendible miedo, lo encubren, lo defienden y hasta lo
justifican.
¿Son entonces las mujeres culpables del maltrato por no denunciar? ¡No lo
creo! Sin lugar a dudas el 100% de la culpa recae sobre nosotros, los hombres.
Los hombres que las tenemos muertas del miedo viviendo en un país que
ocupa el puesto 14 en el mundo entre los países con más víctimas de ese
flagelo. Los hombres que matamos a una mujer cada dos o tres días. Los
hombres que les pegamos a 116 mujeres cada día. Los hombres responsables
de que 7 de cada 10 mujeres colombianas hayan sido víctimas de maltrato. Los
hombres colombianos que agredimos a una mujer cada 12 minutos. Los
hombres que violamos 42 niñas al día.
Debemos despertar y ser conscientes sobre estos, ampliar las leyes y exigirlo,
cuidemos a las personas del género que nos da la vida, que nos lleva 9 meses
en vientre que merece el mejor trato humano y más.