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Un diálogo con Benjamín Arditi

El desacuerdo y la política latinoamericana


Alexander Amézquita O.
Sociólogo, magíster en antropología, Investigador de la Asociación Latinoamericana de Educación
Radiofónica (ALER).

Correo electrónico: alex@aler.com

Fecha de recepción: enero 2010


Fecha de aceptación: mayo 2010

enjamín Arditi es doctor en teoría

B política por la Universidad de Essex


y profesor de la Facultad de Cien-
cias Políticas de la UNAM. Ha sido profe-
sor invitado en las universidades Federal de
Santa Catarina (Brasil), Maryland (Estados
Unidos) y Essex (Reino Unido), así como
investigador en el Centro de Documenta-
ción y Estudios (Paraguay) e investigador
visitante en las universidades de Edimburgo
y St. Andrews (Reino Unido).
Es autor de La política en los bordes del liberalismo: diferencia, populismo, revolución, emanci-
pación (Gedisa, 2010) y editor de ¿Democracia post-liberal? El espacio político de las asociaciones
(Anthropos, 2005). Edita la serie de libros de teoría política “Taking on the Political” publica-
da por Edinburgh University Press. Su investigación actual en torno al poder constituyente en
Sieyès y Spinoza, las tesis de Jacques Rancière sobre política, la política post-liberal y las formas
post-hegemónicas de la política forma parte de un proyecto de libro titulado El devenir-otro de
la política.

Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 38, Quito, septiembre 2010, pp. 131-139
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
ISSN: 1390-1249
diálogo
Alexander Amézquita O.

Me gustaría empezar preguntándote cómo derecho podemos hablar de un giro a la iz-


surge en tu trabajo el concepto de desacuer- quierda?
do, cuál es la importancia que tiene para ti Me pareció que era necesario introducir al-
este concepto que te acerca a la obra de gunos criterios conceptuales para pensar la no-
Rancière. ción de izquierda. Si bien parece evidente que
la apuesta por la igualdad y la solidaridad es
Como bien dices, el desacuerdo no es una idea decisiva para definir a la izquierda, hay una va-
mía sino es algo que tome prestado de Jacques riedad tan grande de interpretaciones de lo que
Rancière, un autor que comencé a leer en cuenta como una y otra que la mera referencia
1996 cuando cayó en mis manos un librito a estos valores no basta para definir a la iz-
suyo titulado En los bordes de lo político. Luego quierda. Para la socialdemocracia la igualdad se
leí El desacuerdo, que fue decisivo para el tono entiende como proceso de igualación gradual a
general de los argumentos desarrollados en través de políticas distributivas. El modelo
Polemicization: The Contingency of the Com- marxista radicaliza esta propuesta ligando la
monplace, un libro que escribí conjuntamente igualdad con la eliminación de la propiedad
con Jeremy Valentine, un teórico cultural de privada puesto que ella es la condición de posi-
Queen Margaret University en Edimburgo. Si bilidad para la división de la sociedad en clases
para Rancière nada queda fuera de la guerra de antagónicas de explotadores y explotados. Pero
interpretaciones del desacuerdo –que para él es la igualdad hoy en día tiene capas adicionales
un objeto de estudio y un método de investi- que no se pueden reducir a la igualdad econó-
gación– para nosotros la noción de polemiza- mica o que no pueden ser derivadas de ella. La
ción recoge esta idea con el fin de proponer izquierda de hoy también reivindica la igual-
que en la política los conceptos, identidades y dad de género, étnica/racial y sexual. A la luz
premisas tienen la consistencia ontológica de de esta diversificación o diferenciación de la
una relación estratégica que cambia continua- reivindicación de la igualdad, ¿es acaso válido
mente de acuerdo con los desplazamientos de pensar que la igualdad de clase agota el campo
fuerzas. En otras palabras, la práctica polémica semántico del concepto de igualdad?
elabora las ideas de Rancière y, al igual que él, Podemos agregar más ejemplos pero creo
niega que haya una ontología capaz de brindar que estos ya bastan para recordarnos que el
un fundamento último a la política. Como lugar que ocupan la igualdad y la solidaridad
señalamos en el subtítulo de nuestro libro, sólo en nuestro vocabulario político no está marca-
tenemos la contingencia del lugar común. do solo por la evidente polisemia de estos tér-
La noción de desacuerdo de Rancière rea- minos. Se trata de un lugar movedizo dado
parece cuando abordo el problema que sirve que ambos tienen un estatuto polémico que
como punto de partida para mi artículo sobre cambia dependiendo de la geografía, los pro-
el giro a la izquierda en la política latinoame- yectos de cambio y la época. Es aquí donde
ricana. El problema es el siguiente: en los de- vemos la utilidad del concepto de desacuerdo
bates contemporáneos hay dos enunciados de Rancière: en vez de hablar de un principio
que son verdaderos: que ha habido un giro a la universal de la igualdad, una propuesta que le
izquierda en nuestro continente y que cada vez da un contenido ‘duro’ y convierte a este con-
es menos claro a qué nos referimos cuando cepto en una suerte de ente autónomo que se
hablamos de la izquierda; pero no pueden ser concreta empíricamente o no, podemos pen-
verdaderos al mismo tiempo dado que ello sar la igualdad como un referente producido
implicaría una contradicción performativa. contextualmente a través de polémicas entre
Dicho de otro modo, si no sabemos bien a qué grupos políticos contrapuestos. El desacuerdo
se refiere el término “izquierda”, ¿con qué es una situación del habla que tiene que pro-

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ducir el objeto del desacuerdo y el escenario en la igualdad en todos los países sino más bien
el cual el habla (o la demanda) pueda ser reco- que la naturaleza de la igualdad va a ser predo-
nocida como tal. A través del desacuerdo hay minantemente contextual, lo cual hace que el
un proceso de subjetivación mediante el cual, significado (o más bien los significados) de la
la parte cuya igualdad ha sido dañada busca izquierda también lo sea. En vez de izquierda
hacer valer su igualdad. en singular estamos obligados a usar el vocablo
Ahora bien, decir que la igualdad ha sido en plural, siempre. El libreto marxista todavía
dañada es algo que puede ser interpretado de ejerce influencia en las izquierdas de la región,
por lo menos dos maneras distintas. Una de y es bueno que así sea dado que es uno de los
ellas es que hay un principio universal de la antecedentes importantes en la temática de la
igualdad que ha sido subvertido o pervertido. igualdad y la justicia social, pero dejó de brin-
No es esto lo que propone Rancière, pues la darnos la hoja de ruta del grueso de los proyec-
igualdad no se deriva de lo que enuncia el uni- tos progresistas. Como podemos apreciar, me
versal de la igualdad sino más bien de lo que parece que con su noción de desacuerdo Ran-
ocurre cuando se pone a prueba a ese universal cière nos brinda una herramienta metodológi-
en un caso singular. Por ejemplo, lo que cuenta ca útil para discutir en qué radica los referen-
es qué ocurre cuando una mujer exige un trato tes que defienden las izquierdas.
igualitario respecto de sus colegas varones en
materia de remuneraciones, o cuando un afro- Hay una serie de interrogantes que surgen en
descendiente exige ser tratado como igual y no torno a esto, pero me gustaría que profundi-
como subalterno de los blancos. Dicho de otro zaras en el hecho de que el marxismo ya no es
modo, poner a prueba el universal de la igual- la única hoja de ruta de las izquierdas.
dad consiste en ver en qué medida efectivamen-
te hay igualdad y en qué medida mero acto de Antes de responder a tu pregunta es importan-
poder detrás de la fraseología igualitarista. te aclarar que nunca fue la única hoja de ruta
Me pareció que esto me brindaba el crite- de la izquierda. También debemos contemplar
rio faltante para pensar cómo operan ciertos al anarquismo, a las diversas utopías igualita-
valores en la definición de la izquierda hoy en ristas del siglo XIX, a la socialdemocracia o a
día. Me permitía mantener, por ejemplo, el la gran diversidad de propuestas genéricamen-
referente de la igualdad sin tener que atarlo a te progresistas por su inclinación a la libertad,
tal o cual proyecto histórico. No es que se des- igualdad, solidaridad y justicia que le deben
conozca el peso cultural y político de tales pro- poco o nada al referente marxista.
yectos en el imaginario de las izquierdas sino, En cuanto a la especificidad de la pregun-
más bien, de someter lo que entendemos por ta, la dificultad de la hoja de ruta marxista es
igualdad, solidaridad (o justicia, libertad, etc.) más bien atávica. Tanto el Manifiesto como el
a un proceso de verificación continuo. Se trata Capital son textos que aluden a la explotación,
entonces de concebir estos referentes en el dominación y subordinación de clase, pero no
marco de una polémica o desacuerdo que bus- proponen una teoría o una práctica política
ca verificar el significado de estas ideas en ca- que interpele a otras partes de los sin parte
sos singulares. Esto permite contextualizar el como lo son, por ejemplo, quienes han sido
peso y valor de los referentes pues lo que se convertidos en parias por su condición de in-
entiende por igualdad, justicia, etc. en Ecua- dígenas, mujeres, homosexuales, inmigrantes
dor, Bolivia, Argentina o Paraguay puede ser o afrodescendientes. Es cierto que uno podría
diferente de cómo se concibe esos referentes hacer todo tipo de malabarismos intelectuales
en Cuba o Venezuela. Esto no significa que ca- para explicar la subordinación de las mujeres,
rezcamos de un referente universal para juzgar el racismo o la homofobia a partir de la domi-

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nación de clase y la propiedad privada, pero de a crear elites que se reproducen a sí mismas
sabemos que serían solo eso, malabarismos in- y establecen una brecha entre los que dirigen y
telectuales, fuegos fatuos que realmente no ex- son dirigidos, entre quienes gobiernan y quie-
plican toda desigualdad. En las décadas de nes deben obedecer. La conclusión es que sen-
1970 y 1980 hubo suficientes discusiones para cillamente resulta incorrecto ver a los movi-
demostrar que la estructura del patriarcado no mientos sociales como políticamente puros,
se refleja necesariamente en la estructura del buenos y castos y a los partidos políticos como
capital y el racismo no se deriva necesariamen- lo malo, lo negativo –o que la política centra-
te de la propiedad privada. En términos más da en el Estado sea la “vieja política”–.
prácticos, los innumerables procesos de subje- ¿Qué significa decir que el Estado ha perdi-
tivación en torno al sexo, el género, el origen do centralidad? De buenas a primeras no
racial o étnico, etc. hacían muy difícil seguir mucho, o mejor dicho, toda referencia a una
dentro del paradigma marxista y su esfuerzo pérdida de centralidad solo tiene sentido si a
por centrar el problema de la igualdad en la su vez planteamos en relación con qué la ha
explotación de clases. perdido. En los años ochenta un sociólogo po-
lítico italiano, Carlo Donolo, propuso una
Me interesa conocer las ideas que desarrollas distinción sumamente útil, política alopática y
alrededor de la parcial pérdida de centralidad política homeopática. La primera se refiere a
del Estado como contenido de estas luchas, es una forma de hacer política mediante la cual la
decir, sigue teniendo un lugar muy importan- sociedad se cura a través de la intervención del
te, pero empieza a descentrase la discusión sistema político, una instancia formalmente
hacia otros espacios. externa a ella. Como en la teoría de sistemas
estadounidense de los años sesenta (pienso en
Depende en relación con qué. En la década de Easton), el sistema político procesa demandas
1970 el debate en torno a los nuevos movi- que vienen de la sociedad (inputs) y responde
mientos sociales se estructuró, a ratos, en tér- a ellas con políticas públicas y legislación (out-
minos de una dicotomía entre la política bue- puts). La política homeopática, en cambio,
na, que hacían los movimientos sociales desde plantea la posibilidad de que lo social se cura
la sociedad civil, y la política mala de los par- con lo social, es decir, movimientos sociales
tidos, que están solamente concentrados en la que buscan respuestas a demandas de la socie-
administración del Estado. Creo que los movi- dad sin pasar por instancias formalmente ex-
mientos y los partidos han evolucionado bas- ternas a la misma, sea el sistema político o más
tante en relación con este enfrentamiento di- genéricamente el Estado. Son, si se quiere, dos
cotómico, expresado en términos de un es- tipos ideales para caracterizar la política de los
quema binario de lo uno o lo otro, partidos partidos y la política de los movimientos, res-
políticos o movimientos. Los partidos dejaron pectivamente, aunque a mi modo de ver siem-
de ver en los movimientos sociales simplemen- pre hay un cruce entre una y otra forma de
te a rivales que competían en un mismo mer- política y se generan formas híbridas que com-
cado político y los movimientos sociales se binan mecanismos, instituciones y actores alo-
dieron cuenta que la corrupción y los manejos páticos y homeopáticos.
copulares que se solían asociar con los partidos Podemos ilustrar esto haciendo referencia a
se reproducían de manera similar en los movi- una organización de mujeres que quiere intro-
mientos sociales. Al parecer ninguna organiza- ducir una ley de salud reproductiva que con-
ción grande logra escapar de lo que Roberto temple la despenalización del aborto. El solo
Michels llamó la “ley de hierro de la oligar- hecho de que estén hablando de legislación
quía”, la tendencia de toda organización gran- sobre salud reproductiva implica que una ins-

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tancia social (la organización de mujeres) va a El éxodo es sugerente pero poco convin-
pasar por alguna instancia legislativa (propia cente. Hay áreas de nuestra vida en las cuales
del Estado) para conseguir la legislación que la presencia del Estado es indispensable, desde
anda buscando. Esta misma organización pue- la distribución del ingreso, la regulación de los
de también generar otras iniciativas que no re- mercados financieros o el castigo de racistas,
quieran del Estado y den pie a una práctica xenófobos o sexistas. Si no tuviéramos una ins-
homeopática, por ejemplo, creando concien- tancia que sea externa al mercado y a la socie-
cia de las diferencias de género en materia de dad, sería difícil contar con los recursos coac-
salario, estatus, lugar en la estructura domésti- tivos como para poder forzar a los organismos
ca, etc. Para esto último no requiere pasar por financieros a habituarse a una cierta normati-
la instancia alopática del sistema político o del va que puede salvaguardar los ahorros y las
Estado. Por lo general nos encontramos con inversiones de la gente, o los derechos huma-
estrategias de acción colectiva que combinan nos de las personas.
la alopatía con la homeopatía. También podemos ver la importancia del
Me parece que es claro que no me parece Estado en términos de la demanda de seguridad
acertado dar la espalda al Estado: puede que que se plantea desde la sociedad. Norbert Lech-
haya perdido centralidad y hay otras maneras ner escribió un artículo en la década de 1980
de cambiar lo dado, pero sigue siendo un te- titulado “Hay gente que se muere de miedo”. Bus-
rreno y un instrumento crucial para cosas caba poner en el debate el tema de los miedos
tales como la distribución del ingreso, el com- como problema político: no solo el miedo a se-
bate a la discriminación racial o sexual, y así cuestros, robos y asesinatos sino el miedo que
por el estilo. Por eso tengo reservas acerca de permite que sectores acomodados puedan crear
la teoría de la multitud que plantea alguien comunidades amuralladas y contratar servicios
como Paolo Virno y algunos otros militantes de seguridad en el mercado y por lo mismo al
provenientes del movimiento autonomista margen de los servicios policiales brindados por
italiano de mediados de los años setentas. el Estado. Los otros, esto es, los refugiados del
Virno propone abiertamente que la política mercado y de las políticas de ajuste, no tienen
de la multitud requiere un éxodo del Estado y recursos para protegerse de este modo y depen-
la representación a través de la desobediencia den de la cuestionada y cuestionable capacidad
civil radical. Se trata de una desobediencia del Estado para garantizar un orden mínimo.
diferente a la habitual en la década de 1960, Quieren saber que cuando cobren su sueldo se-
consistente en romper una ley que considera- manal, quincenal o mensual y vayan a su casa
mos injusta a sabiendas de que esto tiene un con algo de dinero en efectivo en sus bolsillos no
costo. Los jóvenes estadounidenses que que- correrán el riesgo de ser asaltados cuando regre-
maban sus cartillas de reclutamiento por con- sen a sus casas los días de pago.
siderar que la guerra de Vietnam era injusta Me parece que en el futuro previsible de-
sabían que podían ser arrestados y que pasarí- penderemos del Estado para este tipo de cosas a
an un tiempo en la cárcel por hacerlo, pero menos que hayan cuerpos de autodefensa mon-
actuaban como objetores de conciencia. La tados a nivel barrial (que por lo demás no es
desobediencia civil radical que propone Virno una opción libre de problemas) y regiones auto-
en la Gramática de la multitud no se refiere a gestionadas capaces de regular al mercado y
desconocer tal o cual ley pues consiste en des- mejorar la distribución de la riqueza. En pocas
conocer la propia capacidad de mando del Es- palabras, no es cosa de plantear en abstracto si
tado y nuestra obligación de obedecer sus co- optamos por la sociedad o por el Estado sino
mandos. más bien debemos formular la pregunta en rela-
ción con temas y problemas específicos.

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Me gustaría entrar en el tema del postlibera-


lismo, porque parece que en el actual contex-
to latinoamericano de cercanía o de oposi-
ción al neoliberalismo hay una disputa acerca
de la validez de la ruta trazada, y entonces te
pregunto: ¿cómo se va construyendo esa idea
de lo postliberal, que ya no tiene una hoja de
ruta y que desarrolla más una práctica cons-
tructivista al interior del debate mismo sobre
la izquierda?

El prefijo ‘post’ en la palabra ‘postliberal’ evi-


dentemente indica algo que viene después del
liberalismo, pero hay que precisar un poco
más lo que entendemos por ‘después de’. Lo
podemos ver como un corte cronológico, co-
mo algo que pone fin a lo que había antes.
Este era el caso, por ejemplo, en el debate de
Pero, a ratos, pareciera como una disputa en- los años ochenta en torno a la relación entre
tre una versión de la sociedad con Estado y modernidad y postmodernidad. Muchos, a fa-
otra sin él, ¿cómo ves tú esa dicotomía? vor o en contra de la posmodernidad, plante-
aban las cosas en términos de una discontinui-
Mucho de lo que dices se sintetiza en el título dad que pondría fin a la época de la moderni-
de un libro de Pierre Clastres escrito a media- dad y marcaría el comienzo de una nueva. No
dos de los setentas, La sociedad contra el estado. es esto lo que tengo en mente al hablar de
Como antropólogo, Castres realizó investiga- post-liberalismo. Uso la expresión para indicar
ciones acerca de la organización comunitaria el surgimiento de formas de organización polí-
de los Guaraní (que se ubican en Bolivia, Para- tica, formas de acción colectiva y mecanismos
guay y Brasil) y le llamó la atención que su de participación en la esfera pública, cuyo ca-
modo de organización del poder no requiriera rácter democrático no depende única y exclu-
de un Estado como instancia por encima de la sivamente de la presencia o ausencia de la di-
sociedad. Quienes gobernaban estaban subor- mensión electoral y de la representación terri-
dinados a las decisiones de la sociedad y no al torial ante el Estado por parte de los partidos
revés. Esto generó mucho entusiasmo entre políticos. Hablar de postliberalismo es hablar
quienes mostraban una inclinación por la ac- de formas de la política que incluyen pero a su
ción de los movimientos: les dio un referente vez rebasan el marco electoral. Esto se debe a
histórico-político de una sociedad sin Estado. que el empoderamiento electoral está siendo
Me parece que una sociedad sin Estado es suplementado por un empoderamiento social
posible, pero soy más cauto acerca de sus con- de las organizaciones que hacen política al
secuencias. Puede llevarnos al ideal de la socie- margen de lo electoral. Y también está siendo
dad auto regulada, libre, pero también puede rebasado por un empoderamiento global im-
desembocar en la distopia descrita en la trilo- pulsado por los nuevos actores supranaciona-
gía de películas de Mad Max, es decir, en terri- les que se ubican por encima del nivel guber-
torios donde dominan bandas criminales hi- namental –organismos multilaterales del tipo
perviolentas. ONU, OCDE, OMC, FMI o BID– o por
debajo del mismo, como lo son las ONG

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internacionales, las redes de defensa interna- zos por hacer efectivos los derechos sociales (la
cional, organizaciones como Amnesty o educación, salud, vivienda digna, etc.) que
Greenpeace y foros como el Foro Social Mun- enuncian nuestras constituciones. ¿Qué im-
dial y su propuesta de ser un ‘movimiento de pacto tienen estos derechos? ¿Para qué sirven?
movimientos’. Los actores supranacionales de- ¿Puedo, por ejemplo, ir a una oficina pública
safían el confinamiento de la política dentro a reclamar mi casa, mi tratamiento médico
del territorio del Estado, disputando que el inmediato por algún padecimiento o la gratui-
‘afuera’ sea potestad exclusiva del rubro de dad de la educación y becas para poder ir a
relaciones internacionales y política exterior, estudiar? Por supuesto que sí puedo, y al ha-
lo cual equivale a poner en cuestión la distin- cerlo demuestro que la universalidad de los
ción entre el adentro y el afuera. derechos a la salud, la educación y otros no
A mi modo de ver, todo esto esta generan- radica en el contenido de la norma sino en la
do una nueva cartografía política que nos puesta a prueba de la misma cuando reclamo
coloca en un escenario muchísimo más com- mis derechos, cuando trato de verificar en qué
plejo del que heredamos de la tradición liberal. medida esos derechos son efectivamente uni-
La imagen de pensamiento que uso para des- versales o no. Eso requiere cierto activismo,
cribirlo es la de un archipiélago de ámbitos de organización, producción de discursos acerca
acción colectiva que incluye tres registros o de quienes somos y qué queremos, moviliza-
ámbitos de acción diferenciados: el de la ciu- ción de la gente, enfrentamientos, etc. En po-
dadanía electoral del liberalismo, con los par- cas palabras, requiere lo que requiere toda ac-
tidos y la representación territorial que la defi- ción colectiva: recursos, gente, mecanismos de
ne; el de la ciudadanía social de las organiza- participación; requerimientos demasiado one-
ciones y movimientos sociales que buscan una rosos del escenario de la complejidad política
voz en la elaboración de políticas públicas y que describo como postliberal.
legislación antes que en la designación de au-
toridades; y el de la ciudadanía supranacional Para terminar, no se me puede escapar, una
o cosmopolita de quienes saben que la política pregunta que ronda en Ecuador y en muchos
actual no se detiene ante las fronteras territo- otros lugares del continente. ¿Cómo ves tú la
riales de los Estados nacionales. relación entre ‘los giros a la izquierda’ y un
Esto nos da una imagen más completa de supuesto resurgimiento del populismo?
lo que es la política hoy. No elimina la políti-
ca liberal, simplemente dice que la política li- En mi libro La política en los bordes del libera-
beral se inserta en un espacio mucho más am- lismo (2010) hay dos capítulos dedicados al
plio y mucho más complejo: se inserta en un populismo. Al igual que otros autores contem-
escenario postliberal. poráneos, intento demostrar que no hay una
relación de exterioridad pura y simple entre
Pero esa complejidad es a veces problemática democracia y populismo como sugieren los
al nivel de las demandas ciudadanas, pues críticos conservadores, para quienes la demo-
implica toda una red de actores y de instan- cracia es liberal o no es democrática. Sectores
cias nuevas, distintas a los mecanismos de progresistas en América Latina vieron al popu-
participación primigenios de nuestras demo- lismo con buenos ojos en la medida que tenía
cracias, implica una agencia más activa de un discurso anti-imperialista y, en el caso de
parte de los ciudadanos. Argentina y Brasil, fue el vehículo para la
incorporación de los desposeídos en la esfera
Es cierto, esto requiere mayor activismo, pero política. El caso es que el carácter democrático
te podría decir lo mismo acerca de los esfuer- de las experiencias populistas no puede esta-

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blecerse a priori. Por eso propuse pensar el po- populismo ya no se da tanto al nivel de régi-
pulismo a través de tres modos en que puede men político como conjunto de instituciones
presentarse este fenómeno. sino más bien se monta sobre el imaginario de
El primero establece una relación de inte- la participación democrática, la idea de demo-
rioridad entre populismo y democracia conce- cracia como expresión de la voluntad popular.
bida a nivel de régimen político; especialmen- El populismo aparecería así como una suerte
te allí donde la personalización de las opciones de expresión no adulterada de la voluntad po-
electorales juega un papel importante, donde pular. En mis escritos utilizo la metáfora del
los medios de comunicación establecen una hincha de fútbol que se toma unas cuantas
inmediatez virtual entre candidatos y electores cervezas antes de ir a la cancha a ver a su equi-
y donde la rapidez de los eventos que enfren- po jugar. Si su equipo gana sale a celebrar, a
tan los gobernantes les da una creciente auto- emborracharse y hacer algunos desmanes ca-
nomía en relación con el cumplimiento de sus llejeros. Si su equipo pierde, la ira provocada
promesas electorales. En esto la representación por la derrota lo invita a gritar a los simpati-
populista es prácticamente idéntica a la de zantes hinchas del equipo rival y a agarrarse a
cualquier otro grupo político de las democra- golpes con ellos. Extrapolando esto, se puede
cias liberales. Creo que hoy en día en demo- decir que el populismo es una forma de hacer
cracias representativas mediatizadas, es cada política que sin ser contrario al imaginario de
vez más difícil ver el populismo como un la participación ocurre en los márgenes más
‘afuera’ de la política democrática pues apare- ásperos del imaginario democrático. Dicho
ce más bien como un modo de representación con otra metáfora, el populista funciona como
mediática. el huésped incómodo que hace chistes de mal
Hay una segunda modalidad del populis- gusto o que decide orinar en el jardín en vez
mo que es un poco más problemática, pero no de ir al baño. Para el anfitrión no es fácil des-
necesariamente externa a la democracia, y es el hacerse de él dado que es un huésped, parte
hecho de que el populismo no suele demostrar del sistema de relaciones sociales aceptadas,
gran paciencia por las formalidades del proce- pero se da cuenta que incomoda la presencia
so judicial ni la toma de decisiones a través de de él dentro de la casa.
comités, de especialistas, reuniones, etc. Hay La tercera variante o modalidad del popu-
una tendencia a ver en esto una especie de es- lismo es decididamente antitética a la demo-
torbo, de camisa de fuerza para la expresión de cracia: es su némesis. Es evidente que el popu-
la voluntad popular. Dada su inclinación por lismo no es autoritario ni democrático en sí
la política del pueblo en las calles como meca- mismo, pues puede ser uno u otro, pero cuan-
nismo de presión a las instituciones, su ocasio- do predomina el principio de la infalibilidad
nal desapego de las formalidades legales del del líder, cuando toda disidencia a sus dicta-
proceso político y el carácter áspero de sus dos es vista como traición, cuando el control
‘modales de mesa’, este tipo de populismo es verticalista de las bases anula toda expresión
evidentemente parte de la cara redentora de la autónoma de estas, cuando la oposición es til-
participación democrática, de la promesa de- dada de antipatriótica y cuando todo amarre
mocrática de realizar la voluntad popular. Sin institucional es visto como una limitante para
embargo la aspereza de la movilización popu- la voz del pueblo encarnada en sus portavoces
lista hace que entre en tensión con la visión populistas, ese es el momento en el que el
liberal de la democracia que ve a la democra- camino del populismo se bifurca del de la de-
cia como inseparable de los procedimientos mocracia y cada uno sigue por cuenta propia.
institucionales normados por un apego al Es- En suma, si estamos dispuestos a pensar se-
tado de derecho. Esta segunda variante del riamente el sentido del término ‘populismo’ y

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no usarlo simplemente como insulto aplicable Critical Review of International Social and
a nuestros adversarios políticos, entonces debe- Political Philosophy, No.12, pp. 167-181.
mos tener bien presente que cuando hablamos 2008, “Arguments about the Left turn(s) in Latin
de populismo nos estamos refiriendo a por lo America: a post-liberal politics?”. Latin Ame-
menos tres modos de darse el fenómeno. Esto rican Research Review. No. 43, pp. 59-81.
impide establecer, de una vez por todas, el ca- 2008, “On the political: Schmitt contra Schmitt”.
rácter democrático o anti-democrático del po- Telos, No. 142, pp. 7-28.
pulismo. Esto convierte al populismo en un 2007. Politics on the edges of liberalism: difference,
espectro de la democracia, algo que puede ser populism, revolution, agitation. Edinburgh:
una visita benigna u ominosa. Edinburgh University Press.
2007. “Post-hegemony: politics outside the usual
post-Marxist paradigm”. Contemporary Politics,
Bibliografía seleccionada de Benjamín Arditi No.13, pp. 205-226.
2005, editor. ¿Democracia post-liberal? El espacio po-
2010. “Politics is hegemony is populism?”. lítico de las asociaciones. Barcelona: Anthropos.
Constellations, No. 17, pp. 13-17. 2000, editor. El reverso de la diferencia: Identidad y
2010. La política en los bordes del liberalismo: difer- política. Caracas: Nueva Sociedad.
encia, populismo, revolución, emancipación. Arditi, Benjamin y Jeremy Valentine (1999). Po-
Barcelona: GEDISA lemicization: the contingency of the commonplace.
2009. “Disagreement without reconciliation: Edinburgh and New York: Edinburgh Uni-
Democracy, equality and the public realm”. versity Press and New York University Press.

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