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Howard Gardner defiende que, así como hay muchos tipos de problemas que resolver, también
hay muchos tipos de inteligencias, que se pueden adaptar reticularmente a su solución. Las
inteligencias múltiples y las funciones diferentes de un individuo están vinculadas a ciertas partes
del cerebro. Hasta el momento, existen ocho inteligencias que el Dr. Howard Gardner ha
reconocido en todos los seres humanos: la lingüística-verbal, la musical, la lógica-matemática, la
espacial, la corporal cinestésica, la intrapersonal, la interpersonal, y la naturalista. Además, es
posible que haya una novena inteligencia, la existencial, que aún está pendiente de demostrar.
Gardner afirma que todas las personas son dueñas de cada una de las ocho clases de inteligencia,
aunque cada cual destaca más en unas que en otras, no siendo ninguna de las ocho más
importantes o valiosas que las demás. Generalmente, se requiere dominar gran parte de ellas para
enfrentarnos a la vida, independientemente de la profesión que se ejerza. A fin de cuentas, la
mayoría de trabajos precisan del uso de la mayoría de tipos de inteligencia.
ROUVEN BARON- INTELIGENCIA EMOCIONAL
Reuven Bar-On es el creador de uno de los tres modelos más importantes de Inteligencia
Emocional, de acuerdo con la Enciclopedia de Psicología Aplicada.
Dr. Bar On nos propone un modelo que parte de una definición muy sencilla pero que esconde un
gran potencial: “La Inteligencia Emocional es la capacidad de entender y encaminar nuestras
emociones para que estas trabajen para nosotros y no en contra, lo que nos ayuda a ser más
eficaces y a tener éxito en distintas áreas de la vida”.
El modelo de Reuven Bar On se sostiene sobre cinco grandes componentes clave, los cuales
engloban a su vez cada uno tres factores, creando un total de 15 escalas o factores medibles con la
herramienta psicométrica que el mismo ha creado, el EQ-i. Estos 5 grandes constructos son:
Según Mayer y Salovey (1997: 10), “la inteligencia emocional incluye la habilidad para percibir con
precisión, valorar y expresar emoción; la habilidad de acceder y/o generar sentimientos cuando
facilitan pensamientos; la habilidad de comprender la emoción y el conocimiento emocional; y la
habilidad para regular las emociones para promover crecimiento emocional e intelectual”. La
inteligencia emocional se refiere a un “pensador con un corazón” (“a thinker with a heart”) que
percibe, comprende y maneja relaciones sociales.
Estos autores han ido reformulando el concepto original en sucesivas aportaciones (Mayer y
Salovey, 1993, 1997, 2007; Mayer, Caruso y Salovey, 1999, 2001; Mayer, Salovey y Caruso, 2000).
Una de las formulaciones que se toman como referencia es la siguiente (Mayer, Salovey y Caruso,
2000; Mayer y Salovey, 1997, 2007). La inteligencia emocional se estructura como un modelo de
cuatro ramas interrelacionadas:
1) Percepción emocional.
Las emociones sentidas entran en el sistema cognitivo como señales que influencian la cognición
(integración emoción y cognición). Las emociones priorizan el pensamiento y dirigen la atención a
la información importante. El estado de humor cambia la perspectiva del individuo, desde el
optimismo al pesimismo, favoreciendo la consideración de múltiples puntos de vista. Los estados
emocionales facilitan el afrontamiento. Por ejemplo, el bienestar facilita la creatividad.
3) Comprensión emocional.
Regulación reflexiva de las emociones para promover el conocimiento emocional e intelectual. Los
pensamientos promueven el crecimiento emocional, intelectual y personal para hacer posible la
gestión de las emociones en las situaciones de la vida. Habilidad para distanciarse de una emoción.
Habilidad para regular las emociones en uno mismo y en otros. Capacidad para mitigar las
emociones negativas y potenciar las positivas, sin reprimir o exagerar la información que
transmiten.
DANIEL GOLEMAN – INTELIGENCIA EMOCIONAL
Daniel Goleman nos habla de la evolución física y estructural que ha ido experimentando nuestro
cerebro. Afirma que en la prehistoria nuestras funciones de supervivencia eran primitivas y se
basaban en respuestas simples para mantenernos con vida, es por esa razón que la zona del tallo
encefálico (la zona cerebral más primitiva) es la encargada de regular funciones como la
respiración, digestión y temperatura corporal.
Con el paso de las generaciones, fuimos aprendiendo nuevas maneras de relacionarnos y nuestro
cerebro fue evolucionando, adaptándose así a nuestro modo de vida más avanzado. Se dice que el
sistema límbico (aquél encargado de regular nuestra conducta emocional) sufrió una enorme
evolución. Hoy en día, el sistema nervioso del ser humano es extremadamente complejo, está
lleno de conexiones y tiene una zona específica destinada a gestionar nuestros pensamientos de
manera consciente.
Si bien es cierto que nuestra capacidad para razonar nos permite solucionar problemas y
situaciones eficazmente, no es el secreto de la felicidad humana ni del éxito personal. Goleman
afirma que el Coeficiente Intelectual tan solo predice del 10 al 20% del éxito en la vida. Parece ser
prácticamente irrelevante en nuestras relaciones, lo que importa al fin y al cabo no son nuestras
capacidades intelectuales sino nuestras aptitudes personales.
La Inteligencia Emocional no es fija, oscila a lo largo de nuestra vida y gracias a ello podemos
desarrollar nuevas capacidades y habilidades sociales, mejora con el paso de los años.
En resumen, la teoría de la inteligencia emocional de Daniel Goleman afirma que se requiere algo
más allá del intelecto para que nos "vaya bien en la vida" y que la Inteligencia Emocional es la
clave del éxito personal.
Daniel Goleman define que dentro de su enfoque sobre la inteligencia emocional hay cuatro
dimensiones básicas que la vertebran. Son las siguientes.
1. Autoconciencia emocional
Hace referencia a nuestra capacidad para entender lo que sentimos y de estar siempre conectados
a nuestros valores, a nuestra esencia. Algo así supone tener una especie de brújula personal bien
calibrada que nos permitirá guiarnos en todo momento por el camino más acertado. Siempre que
tengamos en cuenta esas realidades internas, ese mundo emocional, sabremos y actuar en
consecuencia.
2. Auto-motivación
3. Empatía
En nuestra forma de relacionarnos e interaccionar hay un aspecto que va más allá de las palabras.
Hablamos de la realidad emocional de cada uno. Esa que se expresa con gestos, con un tono de
voz particular, con determinadas posturas, miradas, expresiones… Descifrar todo ese lenguaje,
ponernos en el lugar del otro y descubrir aquello por lo que está pasando es la empatía.
Esa capacidad nos permite no solo obtener información sobre aquellos que tenemos en frente.
Sino que además, nos ayuda a establecer vínculos más fuertes, lazos sociales y afectivos más
profundos.
Además, reconocer las emociones y los sentimientos de los demás es el primer paso para
comprender e identificarnos con las personas que los expresan. Las personas empáticas son las
que, en general, tienen mayores habilidades y competencias relacionadas con la IE.
4. Habilidades sociales
Y tú ¿cómo te relacionas con los demás? ¿Te comunicas con efectividad y de modo asertivo?
¿Sabes manejar los conflictos o las diferencias? Todas esas dinámicas comportamentales
potencian o limitan nuestra capacidad para disfrutar o no de nuestras relaciones. De construir
entornos laborales sanos, cómodos y productivos. De dar forma a relaciones de pareja, familiares
o de amistad más satisfactorias.
Como curiosidad, Daniel Goleman nos recuerda en sus libros la necesidad de ser competentes en
estas cuatro áreas. No vale dominar una o tres. La persona emocionalmente inteligente es eficaz
en todas ellas. En caso de no hacerlo, podríamos tener, por ejemplo, al clásico directivo entrenado
en inteligencia emocional pero que solo ha llegado a a asumir la auto-conciencia, pero no su
capacidad de empatizar con los demás, de entender esos mundos ajenos a las propias necesidades
y valores. Debemos ver por tanto estas cuatro áreas como un todo.
EDGAR MORIN- PENSAMIENTO COMPLEJO
Parte de la teoría del Pensamiento Complejo, se dice que la realidad se comprende y se explica
simultáneamente desde todas las perspectivas posibles; y si lo enfocamos a una estrategia esta se
debe estudiar de forma compleja y global, ya que dividiéndola en pequeñas partes para facilitar su
estudio, se limita el campo de acción del conocimiento. Tanto la realidad como el pensamiento y el
conocimiento son complejos y debido a esto, es preciso usar la complejidad para entender el
mundo. Así pues, el estudio de un fenómeno se puede hacer desde la dependencia de dos
perspectivas: holística (se refiere a un estudio desde el todo o todo múltiple) y reduccionista (a un
estudio desde las partes).
La noción de pensamiento complejo fue acuñada por el filósofo francés Edgar Morin y refiere a la
capacidad de interconectar distintas dimensiones de lo real. Ante la emergencia de hechos u
objetos multidimensionales, interactivos y con componentes aleatorios o azarosos, el sujeto se ve
obligado a desarrollar una estrategia de pensamiento que no sea reductiva ni totalizante, sino
reflexiva. Morin denominó a esta capacidad pensamiento complejo.
Edgar Morin ve el mundo como un todo indisociable, donde el espíritu individual de las personas
posee conocimientos ambiguos, desordenados, que necesita acciones retro alimentadoras y
propone un abordaje de manera multidisciplinaria y multirreferenciada para lograr la construcción
del pensamiento que se desarrolla con un análisis profundo de elementos de certeza. Estos
elementos se basan en la complejidad que se caracteriza por tener muchas partes que forman un
conjunto intrincado y difícil de conocer.
En los últimos tiempos se está extendiendo el uso del término Ciencias de la Complejidad para
referirse a todas las disciplinas que hacen uso del enfoque de sistemas. El ordenador es la
herramienta fundamental de las ciencias de la complejidad debido a su capacidad para modelar y
simular sistemas complejos. Con posterioridad y en un análisis más profundo, la complejidad
también se presenta con trazos inquietantes de confusión, desorientación, desorden, ambigüedad,
incertidumbre, y de ahí la necesidad para poder hacer un mejor manejo del conocimiento.
Se opone al aislamiento de los objetos del conocimiento, los restituye a su contexto, los reinserta
en la globalidad a la que pertenecen.