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¿EL PROVEEDOR DE UN SERVICIO DE COMIDA RÁPIDA DEBE RESPONDER CIVILMENTE

POR EL ROBO DE LAS PERTENENCIAS DE UN CLIENTE EFECTUADO EN UN


ESTACIONAMIENTO GRATUITO?
Cierto día Tomás, junto con su familia, decide acudir a una conocida cadena de venta de comida
rápida. Es así que estaciona su vehículo en el parqueo perteneciente al mencionado local
comercial. Cuando estaba almorzando es sorprendido por la voz del gerente quien comunica a los
comensales que un automóvil estacionado en el parqueo había sido violentado. Presuroso sale y se
da con la ingrata sorpresa que se trataba de su vehículo, comprobando que le habían roto las lunas
y sustraído una computadora portatil, una casaca de cuero y el equipo de sonido. Indignado ante
tal situación, Tomás le increpa al gerente por la falta de vigilancia de la playa de estacionamiento y
le anuncia que va a denunciar a la empresa ante el Indecopi. Días más tarde un pariente le advierte
que su denuncia no iba a tener éxito, dado que, meses atrás, a él le sucedió un hecho similar
denunciado ante el ente administrativo, cuyo pronunciamiento le fue desfavorable bajo el
argumento que un consumidor razonable no puede esperar que haya servicio de vigilancia en un
estacionamiento gratuito. Preocupado por las afirmaciones de su pariente, Tomás decide no
denunciar el hecho ante el Indecopi y nos consulta si una eventual demanda suya por
incumplimiento de contrato y resarcimiento ante el Poder Judicial puede llegar a buen puerto.

Respuesta:

En primer lugar hay que decir que no hay duda de que en el presente caso se ha celebrado un
contrato entre Tomás y la empresa proveedora del servicio de comida rápida. En relación con
esto último, se puede sostener que el contenido del contrato (determinado por la autonomía de
las partes) comprende la prestación, por parte del proveedor, del servicio de comida rápida en
las condiciones que fluyen de la franquicia. Esta se recaba de lo estipulado por las partes. No
resulta claro, sin embargo, si el proveedor está obligado, además, a prestar un servicio de
vigilancia en la playa de estacionamiento del local. La duda se presenta porque se trata de un
servicio gratuito. El mismo INDECOPI, ante casos de esta naturaleza ha resuelto, en una primera
etapa, favoreciendo al proveedor del servicio, argumentando que un consumidor razonable no
puede esperar un servicio de vigilancia en una playa gratuita y, en una segunda época,
favoreciendo al consumidor, bajo el argumento según el cual lo que cuenta no es el carácter
gratuito u oneroso del estacionamiento, sino la información que el establecimiento ha brindado
acerca de tal carácter al consumidor, de modo que, si no existen medios a través de los cuales
se ha brindado información, el proveedor no puede considerar limitada la garantía implícita
circunscribiendo el alcance de su prestación al mero servicio de comida (con lo que estaría
obligado, en este caso, a prestar servicio de vigilancia).

Ambos criterios, si son correctamente apreciados, corresponden a la lógica del Derecho del
Consumo. Ella, en efecto, gira en torno de la cantidad y calidad de información y del grado de
diligencia esperable en el consumidor para la toma de una correcta decisión de mercado.
Sucede, empero, que este tipo de itinerario no necesariamente debe seguirse en el ámbito del
Derecho Civil. En efecto, en este campo, la lógica de la información no necesariamente entra en
juego. Lo que puede hacerse en casos como el presente, desde el punto de vista del civilista, es
recurrir a la categoría de los deberes de protección.

Para saber qué son los deberes de protección se debe precisar que la relación obligatoria es un
vínculo jurídico en virtud del cual el deudor debe realizar una conducta denominada prestación
para satisfacer el interés del acreedor (precisamente en recibir la prestación). Ahora bien, los
deberes de prestación, cuando la relación obligatoria nace de la autonomía privada, son
estatuidos por las propias partes, de modo que forman parte del reglamento jurídico en que se
sustancia el contrato: forman parte de su contenido, por así decirlo, "voluntario". Existen,
además, otro tipo de conductas que el deudor, a menudo, debe observar para satisfacer un
interés del acreedor. Este tipo de conductas, sin embargo, no están dirigidas directamente hacia
la satisfacción del interés creditorio (interés de prestación), sino hacia la realización de otro tipo
de intereses que corresponden al acreedor. No son, entonces, deberes de prestación, sino
deberes accesorios. Los deberes accesorios se pueden clasificar en deberes de diligencia, que
son aquellos que sirven para coadyuvar a la realización del interés de prestación, y deberes de
protección, que son los que sirven para cautelar la integridad sicofísica del deudor, así como su
patrimonio. Si esto es así, resulta claro que, en casos como el que es materia de consulta, en los
que se plantee una cuestión
exquisitamente civil como es el resarcimiento por daños, no hay necesidad de acudir al
expediente de la lógica del Derecho del consumo (que el Perú no tiene sino alcance
administrativo) porque basta con el recurso a categorías civilistas como los deberes de
protección que nos pueden ayudar a solucionarlos satisfactoriamente. Se actúa mal, entonces,
cuando para solucionar un caso civil, se recurre al estatuto del consumidor: este será útil, pero
en su propio ámbito.

Por lo tanto, Tomás puede obtener un resarcimiento por responsabilidad civil, acudiendo a la
categoría de los deberes de protección, nacida, precisamente, para socorrer lagunas del
contenido (estrictamente considerado) del contrato y para ampliar el ámbito de protección
resarcitoria hasta ámbitos que, en rigor, no provienen de la estatuición convencional,
provocando, de este modo, un fenómeno de fuerza expansiva de la responsabilidad por
incumplimiento de obligaciones (contractual). El proveedor del servicio no está obligado en
virtud de su autonomía privada a brindar un servicio de vigilancia en el estacionamiento gratuito

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