La Distancia Entre Dos Cuerpos Se Reduce Al Escribir

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La distancia entre dos cuerpos se reduce al escribir.

Una idea recorre tu mente y es


inevitable decantar dos líneas sobre el papel. La vida sigue siendo cúmulo de sensaciones a
punto de llover. El calor insoportablemente hace que la brisa de marzo, loca toda ella, agite
nubarrones espesos sobre la ciudad. Tóxicas y tóxicos descansando de la pesada era del
atore. Si no estás bien buey, seguro te estás haciendo bien buey a alguien que seguramente
es mula. Animalismo deambulatorio aletargado. Sueña bajo la luna que fue espejo; después
de tantos accidentes y de tanta mala suerte, sigue reflexionando sobre la luz y su oscuro
pasado. No puedes dormir, después de tres noches parece ridículo que el cuerpo se obstine
con torturar mentes. Es lo mismo fumar un cigarrillo, hacer una lista de tareas por hacer,
otra de los mil más sencillos que marcaron tu vida, limpias la bandeja de entrada de siete
cuentas distintas, no encuentras la salida. Enciendes un turrón y entras a ti. Terminas
tosiendo y ya eres otra persona. Estás en los noventas; La maldita vecindad parece
enamorada. Deberías aprender otro idioma. O inventar uno y patentarlo. Luego otro, y
muchos, miles. Podría hacerme multimillonario vendiendo idiomas. Serían accesibles,
gratuitos, y las grandes corporaciones pagarían todo. Una burbuja de cerveza estalla y moja.
Sí, ¿dónde dejé los cigarros? ¿Cuándo cogí este jodido vicio? Tengo que dejarlo. ¿Cuál?
Todos. ¿Y el trabajo? El trabajo no es un vicio, dignifica. No, buey, ¿A qué hora tienes que
irte? ¿A dónde? ¿No tenías que ir a tomar un vuelo de trabajo? Ah, cabrón, si es cierto.
¿Qué hora es? Las cuatro. Ah, todo bien. Me voy a las 9. ¿Qué horas son? Las siete. Chale,
voy a darme un baño. ¿Qué es un calentador? ¿Por qué no enciende? ¿Qué es bañarse con
agua helada? Nada. Despertar y ponerse el uniforme. Llegando al aeropuerto la fila es
infinita. Millones de personas viajarán. Trillones de bacterias. Entras a la oficina y te diriges
al gel antibacterial. Buenos días, su programa de vuelo, te peinas el cabello (siempre he
creído que el gel le da cuerpo al brillo), casco, pistola, mapa. Ámonos. Te presento al
presidente de colonos, quiere que lo llevemos a conocer el viñedo. Ájala, mucho gusto.
Póngase estas orejeras disuasivas, abróchense los cinturones y ahorita nos vamos. La chocas
con los tres y te subes del lado del copiloto.
Le escribes: “El trabajo estuvo chido. ¿Amos a cotorrear?
Te responde: “Oui”.

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