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David Le Breton: El sentido del

cuerpo
El dualismo persona-cuerpo domina la tecnociencia, que ha
convertido al cuerpo en un accesorio de la presencia. Pero la
felicidad no se teje con la técnica, sino con el sentido que
damos al cuerpo y a la existencia, declara el sociólogo y
antropólogo David Le Breton en la siguiente entrevista. Por
Elisabeth Gilles.

Una empresa californiana ha conseguido dos patentes que le


reconocen derechos comerciales sobre embriones humanos obtenidos
por clonación. Aparentemente, se trata de una buena causa. Resistirse
a la cirugía estética se va a convertir pronto es heroísmo o un acto de
inconsciencia. Tolerar el menor indicio de grasa, una actitud obscena.
Y hacer el amor en la cama, una actividad desfasada porque en
Internet el cibersexo florece. Es limpio, sin riesgos y no compromete a
nada.
Son ejemplos inéditos de los posibles usos del cuerpo y no hay más
que observar el mundo para conocerlos. En su obra "El adiós al
cuerpo" (Editions Métailié), David Le Breton, profesor de sociología y
antropología en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Estrasburgo, describe los excesos y derivas de lo que denomina "el
extremo contemporáneo", que evoluciona entre la voluntad de control
absoluto y el narcicismo.

¿Qué le lleva a decir que el cuerpo se ha convertido en un accesorio,


una especie de kit?

La formidable convergencia de prácticas relativamente recientes, o


cuyo éxito es reciente, hacen que el cuerpo sea vivido hoy a menudo
como un accesorio de la presencia. Un material a bricolar para ponerlo
a la altura de la voluntad del individuo. El cuerpo es un objeto
imperfecto, un borrador por corregir. ¿Qué hace la cirugía estética? Se
intenta cambiar el cuerpo para luego cambiar la vida. El culturismo va
en la misma línea: no es cuestión de contentarse con el cuerpo que
uno tiene, sino que hay que perfeccionarlo, controlarlo. Una tercera
lógica está en juego: a falta de poder controlar la existencia en un
mundo que se presenta cada vez más inaccesible, se controla el
cuerpo. Una manera simbólica de no perder su espacio en el tejido del
mundo y de procurarse un sentido, un valor, proyectos, etc.

¿No es paradójico hablar del adiós al cuerpo al mismo tiempo que se le


exalta?

No. El cuerpo exaltado no es el cuerpo en el que vivimos, sino un


cuerpo rectificado, redefinido. Una anécdota: durante una amplia
investigación sobre el tatuaje y el piercing, llevada entre cincuenta
alumnos de la universidad de Estrasburgo (la mayoría tatuados o con
piercings), una de las estudiantes nos dijo, llorando, que después de
haberse tatuado se sentía metamorfoseada, completa. Ella había
colmado así un defecto que sentía desde la infancia. Este ejemplo nos
indica que el cuerpo como tal no era suficiente para asegurarle una
existencia plena. Hacía falta cambiarlo para que alcanzara una
dignidad que no tenía. La misma lógica se encuentra en el culturismo,
el transsexualismo, la moda de la cirugía estética, la importancia de
los regímenes alimenticios, etc. El cuerpo es un objeto a someter, no a
vivir como tal con alegría. Si el cuerpo fuera realmente libre, no se
hablaría de él.

¿El problema no es el viejo dualismo occidental cuerpo-espíritu?

En parte. Pienso que el dualismo contemporáneo no opone el cuerpo al


espíritu o al alma, sino al hombre con su cuerpo. Por eso hablo de un
"alter ego". Se hace del cuerpo un socio que se mima o un adversario
al que se le combate para darle la forma deseada. Las facciones
radicales de la cibercultura americana van aún más lejos en este
dualismo. Consideran que el cuerpo es despreciable en estos
momentos en que podemos comunicarnos en cuestión de segundos de
un extremo al otro del mundo. Nos hace perder el tiempo, enferma,
está abocado al envejecimiento, a la muerte, etc. A sus ojos es un
fósil, un anacronismo. Por eso sueñan con la posibilidad de que el
espíritu humano pueda ser archivado en un disco de ordenador,
volcado en Internet, es decir, piensan en la erradicación de la carne a
favor de innumerables prótesis informáticas.

¿Qué vínculos existen entre la biología y la informática?

Estrechos, en la medida en que, sin los procedimientos de cálculo y de


memoria informáticas, el proyecto genoma humano, por ejemplo, sería
impensable. El ordenador multiplica al infinito el poder del hombre en
la investigación científica, para lo mejor o lo peor, según las
circunstancias. Por otra parte, biología e informática intercambian su
vocabulario. El cuerpo humano es percibido cada vez más como una
metáfora informática: se piensa que los genes programan las
características físicas o psicológicas, que contienen información, etc.
Una forma más de confirmar este fantasma que se cierne sobre el
cuerpo humano, que se expresa hoy en algunas corrientes ideológicas
que pretenden encontrar fundamentos genéticos ineluctables a todos
los comportamientos humanos. Y por la misma regla de tres a
construir una humanidad perfecta gracias a la intervención genética en
el útero o a la cirugía genética.

¿En qué medida la tecnociencia transforma los datos antgropológicos,


como el límite entre lo viviente y lo inanimado?

La tecnociencia rompe las fronteras genéticas entre las especies, por


ejemplo en lo transgénico. También rompe las fronteras entre lo
viviente y lo inanimado, por ejemplo con la mitología de la vida
artificial o introduciendo chips en el cuerpo humano. ¿Soy un hombre o
una máquina? Este era el drama central de Blade Runner.
Probablemente se convierta en una cuestión lancinante en el futuro,
cuando la humanidad esté remendada con prótesis y chips en su
búsqueda desesperada para suprimir la muerte.

Las cuestiones que suscita la tecnociencia, ¿no se sitúan más bien en


el ámbito de la economía?

Es uno de los aspectos del problema, pero no es el único. Es verdad


que las investigaciones transgénicas las desarrollan frecuentemente
empresas privadas que sólo persiguen el beneficio al ultranza, y no la
preservación de los recursos naturales para las generaciones futuras.

Usted cita esta frase de Levi-Strauss: "los últimos refugios de la


trascendencia se encarnan en la biología". ¿Qué significa esta
afirmación?

Alrededor del proyecto secuencial del genoma, florece un discurso


científico de maestría absoluta. El desciframiento del genoma
pretende, según algunos de sus promotores, facilitarnos todas las
claves no sólo de las enfermedades, sino también del comportamiento
humano. Asistimos así a un delirio de prepotencia inquietante porque
se trata por lo general de personas que disponen de un gran poder.
Este discurso de perfeccionamiento del cuerpo es un discurso religioso
del que algunos científicos son los profetas o los apóstoles.
¿A qué nos enfrenta la cibersexualidad?

A la abolición del cuerpo en la relación con el otro. El otro es


descartado a favor de los signos de su presencia. El puritanismo se
conjuga con el mito de la salud perfecta. La sexualidad sin cuerpo
elimina cualquier riesgo de contaminación o de encuentro y no aporta
nada al confort de la vida cotidiana. Desaparece la necesidad de salir
de uno mismo y de someterse a la seducción y al encuentro con el
otro. El cuerpo del otro será un día un disquete, un fichero, un
programa, un site. Eros electrónico. Para algunos defensores de la
cibercultura americana, la sexualidad está superada y la perciben
incluso como insípida.

¿Qué limites ha de tener la tecnociencia?

La cuestión del gusto por la vida me parece fundamental. El progreso


de la ciencia, ya se sabe trágicamente hoy, no tiene nada que ver con
el progreso moral. Las técnicas no son sino medios, pero tienden a
convertirse en un fin por sí mismas. Cuando vemos lo mal que se vive
en las sociedades occidentales, el miedo al futuro, el abismo terrible
que separa a ricos de pobres, a las sociedades occidentales de las
otras, sólo puede llegarse a la conclusión de que hay que hacer una
pausa, de tomar tiempo para vivir. En este mundo en el que las
técnicas abundan, el sentido desaparece. La felicidad de los hombres
no se teje con la acumulación de técnicas, sino en el sentido que
damos a la existencia.

Condensado de la entrevista original publicada en la revista Construire,


nº 19, 09-05-2000.
Se reproduce con autorización de sus editores.

Reseña sobre Antropología del dolor de David Le Breton

Miércoles 04 Diciembre 2002


Elisabeth Gilles
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