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“El amor ocurre en el fluir de las conductas relacionales a través de las cuales la otra, el
otro, o lo otro, surge como legítimo en convivencia con uno”
A mi parecer, cuando empleamos una cita para dar apertura a un texto, ensayo,
protocolo, necesitamos estar relativamente convencidos que es la cita pertinente, ya que
constituye el primer esbozo de lo que queremos exponer, aquello que resonó en nosotros y
que ahora consideramos valioso compartir. En esta ocasión particularmente, me resultó
algo complicado optar por una sola cita de las que deseaba retomar, pues en el
reconocimiento de mi sentipensante ser (Fals Borda, 2015) que no divorcia la cabeza del
cuerpo, ni el cuerpo de la razón, me siento en la libertad de señalar que el desarrollo de la
asignatura “Modelos de evaluación, análisis y transformación IV” me ha y continúa
transformado mientras escribo estas líneas que usted está leyendo.
Antes de ingresar a estudiar psicología y aún en los primeros dos o tres semestres,
recuerdo preguntarme constantemente durante los viajes de una hora en el transporte
público capitalino de casa a la universidad y a la inversa, el por qué en múltiples contextos
escuchaba expresiones que indicaban por un lado, que los psicólogos están unívoca y
exclusivamente al servicio de aquellas personas denominadas socioculturalmente como
“locas”, por otro, la no creencia en mencionados profesionales debido a algunas
experiencias desfavorables y más allá, en términos generales, me cuestionaba cómo
construirme como una profesional co-gestora de caminos creadores de nuevas
posibilidades, profundamente respetuosa de los procesos y decisiones de los seres humanos
con los que en alguna ocasión tendría la oportunidad de trabajar, aunque por supuesto, en
ese momento no lo refería de tal manera.
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Léase paradigma en tanto desde la primera clase comprendí vincula principios con los cuales establezco
relaciones, “son las constelaciones de creencias, valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una
comunidad académica” (Estupiñán y Hernández, 2008, p. 46).
sentido, resuena con aquellas cuestiones que alguna vez debatía, sin muchos resultados,
durante los largos trayectos en el transporte público.
En este sentido, creo significativo mencionar que desde el paradigma sistémico lejos
de entender la terapia de expertos cuyos conocimientos se encuentran por encima de los del
consultante y prefiguran como desarrollos normados, propende por procesos de terapia con
estas personas, agentes singulares, históricos, activos, constructores de su propia
experiencia y expertos en ella, con recursos, potencialidades factibles de emerger en
contextos dialógicos (Dora Schnitman, 2016).
“¿cómo crear un clima relacional propicio al proceso?; ¿de qué hablamos los
consultantes y los profesionales cuando hablamos de esta consulta en particular?;
¿cuáles son los desafíos, problemas, conflictos y crisis específicos de los
consultantes?; ¿qué circunstancias les motivan a consultar en este momento?, ¿hubo
intentos previos?; ¿qué posibilidades novedosas ofrecería una exploración de sus
perspectivas y contextos, más amplia que el motivo que presentan?; ¿con qué
recursos cuentan?; ¿reconocen los recursos disponibles o tienen la posibilidad de
vislumbrar otros?” (Schnitman, 2016, p. 3,4).
Estas preguntas convocan un ejercicio al que durante las sesiones de clase se hizo
hincapié y fue el proceso de redefinición estratégica del problema -a través del cual
reflexiono que los procesos interventivos tienen una intención clara, las acciones de alguna
u otra manera se encuentran orientadas por propósitos y en el que resulta indispensable
confrontar, nutrir, contextualizar, reencuadrar, connotar el problema hacia uno con
posibilidad de solución, teniendo en cuenta los recursos y potencialidades de la familia, sus
actores– que pasa por la recepción del motivo de consulta y el estudio de la demanda,
procesos que conllevan una aproximación a la historia del problema, el reconocimiento de
su sentido en el espacio-tiempo emergente, los intentos de solución del mismo, los actores
y sus maneras de vinculación con el problemas e intentos de solución, los sistemas de
creencias construidos, entre otros aspectos.
Ante estas cuestiones, puede resultar valioso tener presente que cada tipo de proceso
en el que se trabaja requiere de condiciones diferenciales definidas por las necesidades
mismas de las personas consultantes. En este caso particular, el contexto de consulta clínica
-ámbito en el que diversos conocimientos, que pueden incluir la psicopatología, se aplica a
un caso particular - supone, por ejemplo, que los múltiples encuentros se desarrollen no
solo con un actor, sino con todos los agentes inmiscuidos en el espacio vincular de Nicolás,
su mamá -Andrea, papá - Carlos, abuela materna y tío. En principio, no serían todos al
mismo tiempo, pero si están de acuerdo, podrían organizarse en diversas sesiones; yendo
muy rápido, unas con Carlos y Andrea, dada la hipótesis organizada en la clase de un
sistema parental en momentos de crisis que requeriría ser puesto en diálogo y
confrontación; otras, Andrea y su hijo, con quienes podríamos construir un espacio de
encuentro amoroso, de cuidado, liberador, en el que pudiesen conversar de múltiples
aspectos que han podido resultar doloroso para ambos; creo que este sistema constituye un
nodo importante si se tiene en cuenta la muerte simbólica de Andrea para Nicolás, sus
significados; por su parte, otro encuentro entre Andrea, su madre y hermano, donde se han
tejido múltiples sistemas de creencias - alrededor del trato de la mujer, los roles de género,
ser hombre en la sociedad y la familia, la homosexualidad- significativos de visibilizar y ser
conscientes de cómo implican unas relaciones que posteriormente Nicolás recrea en otros
contextos como el escolar; y unos últimos entre Carlos, Nicolás y Andrea, como sistema
primordial para el desarrollo vincular del pequeño.
Ello, intentando hacer un esfuerzo por co-construir en los encuentros con la familia,
que aunque el motivo de consulta se concentró en Nicolás, el problema no es el niño como
persona aislada en el mundo, sino que este entramado que para su familia se ha tornado
conflictivo, se amplía a las relaciones que ellos y ellas entablan, tejen en su contexto
particular, que los cambios comportamentales de Nicolás - motivos de consulta-, no
corresponden a un patrón inamovible y cristalizado en él, sino a unos procesos que se
transformaron a partir del tejido de unas experiencias vitales que lo atraviesan como ser
humano, pero que no son únicas del niño, que se dan en las relaciones entre todos ellos, en
últimas, que el self está en las pautas de interacción como cualidad emergente, que “el sí
mismo, por lo tanto, está siempre envuelto en un devenir conversado, en una construcción y
reconstrucción que ocurre a través de la continua interacción” (Anderson, 1999).
Todos estos actores hacen parte del sistema relacional, de ese todo, que es más que
la suma de las partes, en el que la totalidad y las partes configuran procesos
interdependientes, por lo que trasformaciones en las partes suponen cambios en el todo y
modificaciones en el todo invitan a giros en las partes, en el que se hace posible la
emergencia de aquellos sentires y hacer de Nicolás.
En este sentido, lo psíquico como tejido complejo de redes puede ser abordado
desde una perspectiva eco-eto-antropológica que implica la convergencia y conjugación de
regímenes heterogéneos -biológicos, evolutivos, psicológicos, sociales, históricos, políticos,
etc.- como dimensiones irreductibles, cada una con sus propias pautas de operación
(Hernández, 2010). De esta manera, las actitudes, comportamientos, motivaciones,
cogniciones, afectos y emociones de Nicolás se gestan en un entramado sistémico de
relaciones ecológicas organizadas en subsistemas y estas a su vez en sistemas más amplios.
Ahora bien, al principio de este escrito plasmé que el nombre dado al caso fue
“Caso Nicolás”, ya que durante la sesión de clase en la que nos fue compartido, lo
nombramos inconsciente o conscientemente así, pero muy probablemente no intentamos
hacer alusión a que fuera únicamente del niño. De hecho, si algo es claro, es que la
redefinición del problema desde el paradigma sistémico nos invitan a pensar que en
definitiva, no, la “realidad” no puede ser abordada desde una perspectiva reduccionista,
única, simplificadora, necesitamos tener presentes las múltiples voces que hacen parte de
los distintos procesos relacionales complejos, dolorosos, de sufrimiento, en los que muchas
veces los seres humanos nos encontramos entrelazados y en los que la vocación humana de
vivir para contarlo podría constituir valiosos caminos de transformación y posibilidades de
cambio.
Finalmente, considero que este escrito no hace las suficientes conexiones que podría
con lo tratado, vivido y sentido durante este semestre, el cual, sin duda alguna, a través de
su desarrollo me ha acercado a poner en tensión mis formas de pensar, ser y estar en el
mundo como futura psicóloga, persona, como las múltiples “yo” que estoy siendo en las
redes de la inmensa telaraña que me rodean, entrelazan, que construyo, que habiendo sido
atravesada por esta clase, siento pueden empezar con reconocer cada día al otro como
legítimo desde el amor.
Referencias bibliográficas
Covini, Fiocchi, Pasquinino, Selvini (1987). Hacia una nueva psiquiatría. Barcelona:
Herder