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Procesos Cognitivos
Antología de lecturas
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PROGRAMA
DESARROLLO DE LOS ADOLESCENTES IV
PROCESOS COGNITIVOS
4º SEMESTRE
Bloques temáticos
Bloque I.
El desarrollo cognitivo. Nociones básicas.
Temas:
1. Conocer, pensar y aprender. Las nociones comunes y su influencia en las prácticas
pedagógicas.
2. La inteligencia humana: significado y evolución del concepto.
3. Procesos cognitivos básicos y habilidades del pensamiento:
a. La solución de problemas.
b. La creatividad.
c. La metacognición.
4. La importancia del estudio del desarrollo cognitivo. Implicaciones para la enseñan-
za y el aprendizaje.
Bloque II
El desarrollo cognitivo de los adolescentes.
Temas:
1. El estudio del desarrollo cognitivo: del consenso al planteamiento de múltiples
hipótesis:
a. Los planteamientos de Jean Piaget. El desarrollo sucesivo de las estructuras
del pensamiento. La asimilación y la acomodación.
b. Los planteamientos de Vygotsky: el papel de las interacciones sociales en la
construcción del conocimiento.
c. La influencia de las teorías del procesamiento de la información.
2. Algunos hallazgos de la investigación reciente: el carácter diferenciado del desa-
rrollo cognitivo y la adquisición de habilidades. Las potencialidades cognitivas de
los adolescentes.
3. La interrelación del desarrollo cognitivo con otros aspectos del desarrollo personal
y social.
4. Los factores que contribuyen al desarrollo del pensamiento de los adolescentes.
a. La importancia de la escuela en el desarrollo de las capacidades cognitivas.
b. Otros factores que favorecen o afectan el desarrollo cognitivo: la familia, los
pares y los ambientes culturales.
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DESARROLLO DE LOS ADOLESCENTES IV
PROCESOS COGNITIVOS
4º SEMESTRE
Bloques temáticos
Bloque I.
El desarrollo cognitivo. Nociones básicas.
Bibliografía básica
Nickerson, Raymond S., David N. Perkins y Edgard E. Smith (1998), “Aspectos de la
competencia intelectual”, en Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud intelec-
tual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEC (Temas
de educación).
Nickerson, Raymond S., David N. Perkins y Edgard E. Smith (1998), “Algunas perspecti-
vas sobre el pensamiento”, en Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud inte-
lectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEC (Temas
de educación).
Nickerson, Raymond S., David N. Perkins y Edgard E. Smith (1998), “La solución de pro-
blemas, la creatividad y la metacognición”, en Enseñar a pensar, Aspectos de
la aptitud intelectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Pai-
dós/MEC (Temas de educación).
Torres, Rosa María (1998), “¿Las competencias cognitivas básicas?”, en Qué y cómo
aprender. Necesidades básicas de aprendizaje y contenidos curriculares, Méxi-
co, SEP (Biblioteca del normalista).
Sternberg, Robert J. y Todd I. Lubart (1997), “¿Qué es la creatividad y quién la necesi-
ta?, en La creatividad en una cultura conformista. Un desafío a las masas, Fe-
rrán Meler (trad.), Barcelona, Paidós (Transiciones).
Gardner, Howard (1996), “Introducción: los enigmas centrales del aprendizaje”, en La
mente no escolarizada, México, Cooperación Española/SEP (Biblioteca del nor-
malista).
Bibliografía complementaria
Gardner, Howard (1995), “La idea de las inteligencias múltiples”, en Estructuras de la
mente. La teoría de las inteligencias múltiples. Sergio Fernández Éverest
(trad.), 2ª ed., México, FCE (Biblioteca de psicología y psicoanálisis).
Gardner, Howard (1995), “¿Qué es la inteligencia?”, en Estructuras de la mente. La teo-
ría de las inteligencias múltiples. Sergio Fernández Éverest (trad.), 2ª ed.,
México, FCE (Biblioteca de psicología y psicoanálisis).
Bibliografía básica
Meece, Judith (2000), “Desarrollo cognoscitivo: las teorías de Piaget y de Vygotsky”, en
Desarrollo del niño y del adolescente. Compendio para educadores, México,
McGraw-Hill interamericana/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro).
Meece, Judith (2000), “Desarrollo cognoscitivo: las teorías del procesamiento de la in-
formación y las teorías de la inteligencia”, en Desarrollo del niño y del adoles-
cente. Compendio para educadores, México, McGraw-Hill interamericana/SEP
(Biblioteca para la actualización del maestro).
Keating, Daniel (1997) [“El pensamiento adolescente”] “Adolescent thinking”, en S.
Shirley Feldman y Glen R. Elliot (eds.), At the Threshold. The Developing Ado-
lescent, Cambridge, EUA, Harvard University Press.
Bibliografía complementaria
García-Milà, Mercè y Eduardo Martí (1997), “El pensamiento adolescente”, en Psicología
del desarrollo: el mundo del adolescente, Eduardo Martí y Javier Onrubia
(coords.), vol. VIII, Barcelona, ICE/Horsori (Cuadernos de formación del profe-
sorado).
Lutte, Gérard (1991), “El desarrollo cognoscitivo”, en Liberar la adolescencia. La psicolo-
gía de los jóvenes de hoy, Barcelona, Herder (Biblioteca de psicología, 168).
Bloque III.
El papel de la educación secundaria en el desarrollo
cognitivo de los adolescentes.
Bibliografía básica
Hargreaves, Andy, Lorna Earl y Jim Ryan (2000), “Enseñanza y aprendizaje”, en Una
educación para el cambio. Reinventar la educación de los adolescentes, Méxi-
co, Octaedro/SEP (Biblioteca del normalista).
Resnick, Lauren B. y Leopoldo E. Klopfer (1996), “Hacia un currículum para desarrollar el
pensamiento: una visión general”, en Currículo y cognición, Miguel Wald
(trad.), Buenos Aires, Aique (Psicología cognitiva y educación).
Perkins, David (2000), “El currículum: la creación del metacurriculum”, en La escuela in-
teligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente, Méxi-
co, Gedisa/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro).
Perkins, David (2000), “Las aulas. El papel de la inteligencia repartida”, en La escuela in-
teligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente, Méxi-
co, Gedisa/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro).
Brophy, Jere (2000), La enseñanza, México, SEP (Biblioteca para la actualización del
maestro, serie cuadernos).
Bibliografía complementaria
Obiols, Guillermo y Silvia Di Segni de Obiols (1997), “Primer preludio: retrato del adoles-
cente en la escuela”, en Adolescencia. Postmodernidad y escuela secundaria,
Colombia, Kapelusz (Construcción y cambio).
Obiols, Guillermo y Silvia Di Segni de Obiols (1997), “Hablemos de los docentes”, en
Adolescencia. Postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz
(Construcción y cambio).
Obiols, Guillermo y Silvia Di Segni de Obiols (1997), “Dificultades en la comunicación”,
en Adolescencia. Postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz
(Construcción y cambio).
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Bloque I
19
Aspectos de la competencia
intelectual∗
Raymon S. Nickerson,
David N. Perkins y
Edgard E. Smith
1. ¿Qué es la inteligencia?
∗
En Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud intelectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEX
(Temas de educación), pp. 25-40, 61-62.
Mtro. Mario Pérez Olvera 21
gente.
Pero ¿qué significa conducirse de un modo inteligente? ¿Qué aceptaríamos como
prueba de inteligencia de parte de una máquina? Ofrecemos la siguiente lista de capaci-
dades, no como una respuesta completa a esa pregunta, sino como un abanico represen-
tativo de los tipos de capacidades sin las que probablemente no podríamos considerar
que una máquina es inteligente.
La capacidad de entender
¿Qué quiere decir que una máquina o, puesto el caso, una persona entiende? Es
una pregunta mucho más fácil de formular que de contestar; más aún, tal vez no exista
una respuesta de aceptación general. Todos sabemos cuándo entendemos —o creemos
que entendemos— una cosa, pero algo muy distinto es definir ese término sin recurrir a
sinónimos.
Podríamos aceptar como una buena prueba de que alguien entiende una afirma-
ción, su capacidad de parafrasearla, o sea, de decir lo mismo con otras palabras. Sin
embargo, hay ocasiones en que descartamos esa prueba; por ejemplo cuando una parte
litigante insiste en que entiende el punto de vista de otra y ésta en cambio, insiste en
que no es así. A veces la capacidad de llevar a cabo un proceso se considera como prue-
ba de que se han entendido las instrucciones respectivas. Pero ese entendimiento puede
producirse a diferentes niveles; una cosa es entender cómo llevar a cabo las diferentes
fases de un proceso, y otra muy distinta entender por qué el funciona.
A veces tenemos la experiencia de que de pronto «vemos» una relación, o que en-
tendemos un concepto que antes éramos incapaces de entender. A esa experiencia de
«Ajá» o «Por supuesto que lo veo ahora», solemos llamarla intuición (Insight). Con fre-
cuencia nos da la impresión de que incluye una reformulación de nuestra concepción es-
pacial, una contemplación de las cosas desde una perspectiva nueva. La intuición es algo
Tabla 2.1
Factores mencionados por el conjunto de tests cognitivos de 1976 referidos a factores del ETS
Flexibilidad de conclusión Capacidad de retener en la mente una percepción o configuración
visual dada, separándola de cualquier otro material perceptivo bien
definido.
Velocidad de conclusión Capacidad de unir un campo perceptivo aparentemente desorgani-
zado para dar lugar a un concepto único.
Conclusión verbal Capacidad de resolver problemas que exijan la identificación de pa-
labras presentadas visualmente cuando algunas de las letras faltan,
están desordenadas o mezcladas entre otras letras.
Fluidez asociativa Capacidad de encontrar rápidamente palabras que comparen de-
terminada área de significado o alguna otra propiedad semántica
común.
RESUMEN
Hemos analizado diversos aspectos de la aptitud intelectual: qué es o qué se cree
que es la inteligencia, cómo se la mide, como se relaciona con el desarrollo cognitivo, y si
se la puede aumentar mediante el entrenamiento. Al considerar lo que es, o lo que se
cree que es la inteligencia, hicimos la observación de que no han tenido mucho éxito los
intentos por definirla. Se han presentado muchas definiciones, pero ninguna ha tenido
una amplia aceptación. Se ha alegado que este concepto, como otros muchos que em-
pleamos, no se puede definir satisfactoriamente en realidad como no sea señalando o
describiendo una conducta prototípica de lo que se debe esperar de aquellos individuos
considerados inteligentes. Un punto en el que parece haber cada vez mayor acuerdo es
que la inteligencia, sea lo que sea, es multifacético. Tiene muchos aspectos y, siendo así
el caso, las personas pueden ser inteligentes, o no serlo, de diferentes maneras.
La historia de las pruebas mentales nos revela a la vez la dificultad que han tenido
los investigadores para converger en una conceptualización de la inteligencia que pudiese
aceptar todo el mundo y la persistencia de la idea de que la inteligencia es una cosa mul-
tifacética. Los intentos hechos para valorar la inteligencia han incluido mediciones de in-
dicadores de gran número de variables, desde la agudeza sensorial al volumen del voca-
bulario.
A pesar de esas complejidades, los psicólogos han dedicado muchísimo tiempo a
desarrollar y a perfeccionar instrumentos destinados a medir la inteligencia o aspectos
específicos de ella. Es evidente que se podrían emplear esos instrumentos para medir
aumentos obtenidos en la capacidad de pensar o incluso como guías orientadoras de la
educación hacia un aumento de esa capacidad. Es probable que la actitud de cada perso-
na sobre este asunto dependa mucho de la propia opinión sobre la relación existente en-
tre la inteligencia y la capacidad de pensar. Si uno cree que la capacidad de pensar es
una simple consecuencia de la inteligencia —cuanto más inteligente sea una persona,
mayor será su capacidad de pensar—, la implicación salta a la vista. El único modo de
esperar un aumento de la capacidad de pensar residirá en un aumento de la inteligencia,
lo que convierte en un asunto clave la cuestión de si la inteligencia es modificable me-
diante entrenamiento.
Por otra parte, hay por lo menos otras dos posibilidades que merecen una seria
consideración: 1) esa inteligencia medida que conocemos es más una consecuencia de la
capacidad de pensar que la causa de ella, 2) la capacidad de pensar y la inteligencia sólo
Mtro. Mario Pérez Olvera 37
están relacionadas parcialmente; cualquiera de ellas podría ser modificada con cierta in-
dependencia de la otra.
A nuestro modo de ver, la segunda postura es la más discreta de las dos, teniendo
en cuenta todos los aspectos. Esa postura nos lleva a dos tipos de planes para mejorar el
pensamiento. Primero, como parece razonable considerar la capacidad de pensar al me-
nos como cierto reflejo de la inteligencia, podríamos tratar de mejorar la inteligencia, pa-
ra cosechar los beneficios en forma de un pensamiento mejor. Más aún, ese camino pa-
rece viable desde el momento en que han tenido cierto éxito algunos intentos de mejorar
la inteligencia, reflejados en el desempeño conseguido en tests de inteligencia. Esto no
quiere decir que un entrenamiento intensivo para lograr un mejor desempeño con un de-
terminado tipo de instrumento mejore el pensamiento en general ni tampoco la inteligen-
cia en general; semejante táctica corre todos los peligros inherentes de «enseñar para el
test». Sin embargo, al menos algunos de los casos reseñados parecen no merecer esa
reserva.
En todo caso, y de acuerdo con la segunda postura, existe otro camino. La correla-
ción imperfecta entre la capacidad de pensar y la inteligencia implica algo más. Una ma-
nera corriente de describir ese «algo más» es decir cómo emplean las personas su inteli-
gencia. Del mismo modo que un atleta dotado de una estructura muscular y ósea deter-
minada puede aprender a emplearla con más o menos habilidad, es posible tal vez que
una persona que tiene determinadas capacidades mentales pueda aprender métodos pa-
ra emplearlas con eficacia. Por lo general, la mayoría de los programas diseñados para
aumentar las habilidades del pensamiento adoptan la segunda perspectiva en vez de tra-
tar de mejorar la inteligencia como tal. De acuerdo con ese enfoque, aunque la inteligen-
cia no se pueda aumentar en absoluto con educación, la capacidad de pensar podría me-
jorar con ese método.
Raymon S. Nickerson,
David N. Perkins y
Edgard E. Smith
∗
En Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud intelectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEX
(Temas de educación), pp. 63-83.
Mtro. Mario Pérez Olvera 39
1. La capacidad de pensar como habilidad o conjunto de habilidades
2. La opinión de Bartlett
La opinión de BARTLETT (1958) sobre el tema del pensamiento merece un comen-
tario, aunque sólo sea por su significado histórico. Escribió con elocuencia sobre el pen-
samiento y la memoria en una época en la que la mayoría de los psicólogos evitaban con
verdadero celo la mención de unos términos tan mentalistas. Su contribución merece es-
4. Algunas dicotomías
Numerosos autores que han escrito sobre el pensamiento han distinguido dos tipos
de procesos intelectuales. No todas las distinciones presentadas son idénticas, pero tie-
nen más en común que el simple hecho de dividir el pensamiento en dos tipos. La distin-
ción entre un razonamiento lógico riguroso y un tanteo experimental exploratorio en bus-
ca de intuiciones (insights), por ejemplo, es bastante común. La distinción de POLYA
(1954 a, b) entre la psicología de las matemáticas y la lógica de ellas es un ejemplo que
hace al caso. Señala que el libro de texto típico le muestra al lector el rigor deductivo de
las demostraciones matemáticas, pero se queda sin revelarle la dinámica de la conducta
exploratoria que originalmente, y a menudo siguiendo rutas muy complejas, llevó al de-
sarrollo de esas demostraciones.
Una demostración íntimamente emparentada con ésta es la que existe entre la
¿Qué tienen, o hacen, los pensadores diestros que los distingue de los pensadores
inhábiles? Esta pregunta nos resume en pocas palabras el problema que encaran la ma-
yoría de los investigadores que estudian a fondo la naturaleza y formación de las habili-
dades del pensamiento. Una revisión de los intentos por contestar esa pregunta nos re-
vela enseguida que no existe un consenso entre ellos. Los diferentes investigadores in-
terpretan de diferente manera los recursos del pensador eficaz.
Y no es que el investigador imagine que la mente emplea mecanismos que otro in-
vestigador rechaza totalmente. Los contrastes existentes se entienden mejor como facto-
Como hemos apuntado antes, tiene un sentido útil considerar el pensamiento co-
mo algo que implica la codificación del material pensado y una operación con la repre-
sentación codificada para lograr algún objetivo. Es de notar, sin embargo, que los dife-
rentes investigadores resaltan uno u otro elemento de este trío como factor limitador del
pensamiento eficaz. Algunos de ellos identifican la codificación como el problema SIE-
GLER (1981) ha sacado en conclusión del estudio de tareas piagetianas, que los niños
son incapaces a menudo de darse cuenta de las insuficiencias de su estrategia de enfo-
que porque no codifican los rasgos relevantes de la situación; en un problema de equili-
brar pesos, por ejemplo, pueden darse cuenta de la magnitud de los pesos, pero se les
escapa tener en cuenta la distancia que están situados del eje de la balanza. Según como
sea el problema, pueden codificar también un exceso de información con la consecuencia
de que los datos importantes se pierden en medio de una serie de minucias.
En cambio, la bibliografía sobre la solución de problemas heurísticos recalca la im-
portancia de un repertorio de operaciones (POLYA, 1954 a, b, 1957; SCHOENFELD, 1978,
1979, 1980; WICKELGREN, 1974). El pensador eficaz tiene que estar práctico en dividir
los problemas en subproblemas, en relacionar un problema con problemas análogos,
Dónde aparecen los límites —en la codificación, en las operaciones o en los objeti-
vos— es una cuestión, pero otra muy diferente es qué son esos límites. El estilo, el saber
cómo, la carga y las capacidades representan cuatro tipos diferentes de limitaciones que
pueden surgir. El estilo se refiere al estilo cognitivo. BARON (1981), entre otros, ha pro-
puesto que la habilidad de pensar puede ser en gran parte cuestión de tener un estilo
cognitivo eficaz. Nos indica que la eficacia del pensamiento de una persona casi en cual-
quier tema depende de rasgos del estilo cognitivo tales como la precisión, la eficacia y la
originalidad. Es cierto que muchos pensadores ineficaces dan la impresión de pensar con
insuficiente minuciosidad y precisión y no tanto de ser fundamentalmente incapaces de
seguir el necesario proceso de pensamiento. Algunos programas educacionales podrían
ser calificados grosso modo como intentos de fomentar un modo de pensar en general
Supongamos que una persona emplea determinados métodos, se guía por deter-
minados objetivos, codifica determinados factores, manifiesta determinadas estrategias
para controlar la carga cognitiva, y así sucesivamente. Sigue en pie la cuestión de qué
mecanismo hace que la gente se conduzca sistemáticamente de acuerdo con los princi-
pios, de cualquier tipo que sean, que emplea. Normalmente, pensamos que la gente si-
gue reglas: reglas gramaticales, estrategias heurísticas o las que sean. Por lo tanto, la
educación se convierte, al menos en parte, en una cuestión de enseñar las reglas ade-
cuadas.
JOHNSON-LAIRD (1981), al escribir sobre la naturaleza del razonamiento humano,
nos ofrece un punto de vista alternativo, indicando que la gente razona más ateniéndose
a modelos que mediante reglas de inferencia. Hablando en términos corrientes, cuando
alguien construye un modelo interno del mundo, lo hace «funcionar» para ver qué ocurre
en determinadas circunstancias. Un pensador perspicaz, en cambio, tratará de construir
modelos alternativos o de hacer funcionar un mismo modelo de manera alternativa para
explorar qué condiciones se siguen forzosamente de las condiciones iniciales. La aparente
observancia de los principios de inferencia no refleja la aplicación de los principios en sí,
sino el modo de manipular los modelos. Por lo tanto, concluye Johnson-Laird, la ense-
ñanza de las reglas de inferencia contribuirá probablemente muy poco a mejorar el razo-
namiento cotidiano, cuya potencia depende del empleo ingenioso que quien razona hace
de los modelos de que dispone o de lo que pueden hallar con relativa facilidad.
Un reciente experimento de PERKINS, ALLEN y HAFNER (en preparación), quienes
llevaron a cabo una investigación del razonamiento informal que reunió muestras de ra-
zonamiento sobre temas sociales de más de 300 personas de diferente grado de educa-
ción, apoya un tanto el punto de vista de Johnson-Laird. Se analizaron sus argumentos
para determinar la naturaleza del proceso de razonamiento y definir los tipos de fallos de
razonamiento que se produjeron. Los autores sacaron en conclusión que, por lo general,
el proceso de razonamiento no podía ser considerado como un proceso de manipulación
de estructuras lógicas, ni los fallos observados podían ser considerados como fallos de
razonamiento formal. Se consideró en cambio a los sujetos del experimento en función
de los modelos que aplicaban a las situaciones sometidas a análisis. Los fallos más fre-
cuentes consistieron en dejar de probar o de elaborar el modelo de diversas maneras.
Por ejemplo, los sujetos pasaron por alto contraejemplos o cadenas causales alternativas
que podrían haber conducido a consecuencias diferentes.
La misma interpretación podría aplicarse a muchos otros aspectos del pensamiento
eficaz aparte de los principios de inferencia. Por ejemplo, el manejo de la carga cognitiva
depende considerablemente no de una aumento en la capacidad, sino del mayor tamaño
de las secciones —o modelos— que permiten hacer más con la misma capacidad cogniti-
Hay autores que sostienen que las reglas, modelos y demás factores posibles que
contribuyen al pensamiento limitan el desempeño cuando están controlados de un modo
demasiado explícito y consciente. Sólo cuando se procede a la automatización de esos
elementos puede progresar el pensador de un modo eficaz. Además, puede no llegar si-
quiera a desarrollarse un desempeño eficaz por haberse automatizado elementos explíci-
tos. En un principio, la adquisición puede producirse de un modo implícito. El ejemplo
más familiar de esto lo tenemos en el aprendizaje inicial del lenguaje, en el que un niño
adquiere un «conocimiento operante» de la sintaxis sin conocer sus leyes de un modo
explícito. Algunos propugnadores del método audiolingüístico de enseñanza de idiomas
sostienen que éste es también mejor para el aprendizaje de una segunda lengua. El que
la aprende debe practicar sencillamente esa lengua, asimilando de paso las reglas de un
modo implícito.
Otros autores, en cambio, sostienen la tesis opuesta. Algunas investigaciones con-
temporáneas del aprendizaje de segundas lenguas nos indican que el aprendizaje explíci-
to de sus reglas confiere un dominio más rápido (SMITH y BARANYI, 1968; VON ELEK y
OSKARSSON, 1973). Con respecto a las habilidades del pensamiento, quedan a medio
camino al dejar a los estudiantes la tarea de abstraer, de un modo implícito o explícito,
los principios generales de los ejercicios que tienen que hacer. Esos autores creen que,
con frecuencia, cuando la enseñanza no presenta los principios de un modo explícito, los
estudiantes son incapaces de abstraerlos de ninguna forma, ni implícita ni explícita.
Según algunos de ellos, podría no ser suficiente el saber cómo explícito en forma
Tal vez la cuestión más controvertida en relación con el pensamiento hábil es ésta:
¿hasta qué punto se puede hablar de un pensamiento hábil en general versus un pensa-
miento que es hábil en diversos contextos específicos? Muy probablemente, la fuerza de
los principios del pensamiento varía en proporción inversa a su generalidad. Cuanto más
general es una regla, menos apoyo proporciona en cualquier aplicación específica. Diver-
sos estudios hechos sobre el desempeño en esferas problemáticas particulares parecen
demostrar que la pericia depende de un conjunto de esquemas específicos de la esfera
en cuestión (LARKIN, 1981; SIMON y CHACE, 1973). SIEGLER (1981), en sus estudios
sobre la codificación, concluye que sus dificultades varían mucho de situación a situación.
Hemos visto antes que muchos autores consideran que la postura de Piaget —de que
existe una estructura general de operaciones fundamentales— no se sostiene, y propug-
nan en cambio el desarrollo de habilidades propias de cada esfera de actuación. Dichos
autores alegan que el pensamiento hábil tropieza siempre con el límite del contexto: hay
muy pocas —o ninguna— habilidades generales del pensamiento que se puedan apren-
der; sólo existe la pericia dentro de esferas particulares.
Pero hay otras opiniones que se equilibran con éstas. BARON (1981) y otros auto-
res indican que los rasgos del estilo cognitivo parecen candidatos razonables para un im-
portante componente del pensamiento hábil que acorta camino. Desde luego, las perso-
nas de actuación académica inferior a la normal parecen adolecer de hábitos de mala
atención que limitan su desempeño de un modo general.
Es cierto también que, al margen del grado de dependencia que los expertos ten-
gan de un repertorio de esquemas para tratar los problemas de rutina, tienen que pasar-
se mucho tiempo trabajando en el límite de su competencia para resolver nuevos tipos
de problemas que no están demasiado bien cubiertos por su repertorio. Es posible que,
en este caso, unos principios generales que, por descontado, no son tan potentes como
su conocimiento y habilidad particulares que se aplican a problemas familiares específi-
cos, constituyan la diferencia existente entre una actuación hábil y otra inhábil. Y consti-
tuyen de hecho el único recurso del experto.
Asimismo, aunque los principios más potentes pueden tener un contexto algo limi-
tado, puede haber unos pocos contextos que cubran, cada uno por su parte, suficiente
terreno para que no quede vacío el concepto de habilidades generales del pensamiento.
Si existen unos principios potentes específicos, digamos, del razonamiento probabilista,
de la solución de problemas matemáticos, de la escritura y de otras esferas similares de
desempeño, se podría fomentar entonces, acaso, el pensamiento hábil inculcando los
principios adecuados en una docena más o menos de esferas clave (PERKINS, 1981).
En resumen, no podemos ignorar la agobiante evidencia de que el pensamiento
CRUTCHFIELD (1969) indica que el descuido en enseñar las habilidades del pen-
samiento se debe a dos supuestos mal fundamentados: 1) que esas habilidades no son
susceptibles de enseñanza, y 2) que no es necesario enseñarlas. Son innumerables las
pruebas, asegura Crutchfield, de que ambos supuestos están equivocados: las habilida-
des del pensamiento de alto nivel se pueden mejorar mediante entrenamiento y no hay
ninguna prueba concluyente para suponer que esas habilidades surjan automáticamente
como resultado del desarrollo o la maduración.
La alternativa al supuesto de que las habilidades del pensamiento se pueden ense-
ñar está en el supuesto de que la habilidad del pensamiento es innata y no está sujeta a
modificación mediante entrenamiento. De acuerdo con este último planteo, el propósito
de la educación deberá consistir en proporcionar a los estudiantes gran cantidad de in-
formación, Los que tengan la inteligencia precisa para asimilarla y emplearla eficazmen-
te, lo harán; los que carezcan de ella, se quedarán sin lograrlo. O en un enfoque acaso
más adaptativo, el objetivo deberá consistir en exponer a los estudiantes al tipo y canti-
dad de información que sean capaces de asimilar y emplear, dadas sus dotes intelectua-
les individuales.
Nuestra propia posición en esta cuestión, de si las habilidades del pensamiento se
pueden enseñar o no, se inclina marcadamente por la primera postura, por dos motivos:
el primero se basa en una forma de la apuesta de Pascal, y el segundo se relaciona con
la noción del potencial no actualizado.
Respecto de la primera consideración, supongamos por un momento que es impo-
sible elucidar si la afirmación de que las habilidades del pensamiento se pueden enseñar
es verdadera o falsa. En ese caso, podríamos equivocarnos en una de dos maneras: cre-
yendo que es verdadero lo que en realidad es falso o bien creyendo falso lo que realmen-
te es verdadero. En nuestra opinión, una de esas dos equivocaciones es sumamente pre-
ferible a la otra. El supuesto de que las habilidades del pensamiento se pueden enseñar,
de no ser cierto, conduciría en el peor de los casos a unos intentos frustrados de ense-
ñarlas. Con el tiempo, se evidenciaría la inutilidad de la empresa, y la única pérdida sería
la del esfuerzo dedicado a la misma. Pero supongamos que hemos rechazado el supuesto
de que se pueden enseñar cuando en realidad es cierto: las consecuencias de no haber
intentado enseñar una cosa que obviamente se lo merecía serían muy graves.
Con respecto al asunto del potencial no actualizado, empezamos con el supuesto
7. Resumen
Es razonable, en nuestra opinión, considerar el pensamiento como una forma de
conducta hábil, siguiendo la tradición de BARTLETT (1958). Ello nos lleva a trazar un pa-
ralelo con otras habilidades complejas y a conjeturar sobre cuánto de lo que sabemos de
la adquisición de habilidades motrices se puede trasladar a la esfera cognitiva. Uno de
Raymon S. Nickerson,
David N. Perkins y
Edgard E. Smith
1. La solución de problemas
∗
En Enseñar a pensar, Aspectos de la aptitud intelectual, Luis Romano y Catalina Ginard (trads.), Barcelona, Paidós/MEX
(Temas de educación), pp. 85-135.
Mtro. Mario Pérez Olvera 61
terminada tarea intelectualmente exigente, tipificada en los ejemplos siguientes:
1. Sustituir las diez letras diferentes de las tres palabras siguientes por los diez dí-
gitos decimales, de modo que la suma resulte correcta.
Siendo D = 5
DONALD
+ GERALD
-------------
ROBERT
2. Imaginar un tablero de damas corriente de sesenta y cuatro cuadros del que
han cortado dos cuadros, uno de cada una de las esquinas diagonalmente opuestas. Su-
ponga que tiene treinta y una fichas de dominó, cada una de las cuales cubre exactamen-
te dos cuadros del tablero. Averigüe si es posible colocar las fichas de tal manera que
queden tapados los sesenta y dos cuadros existentes
3. Considere dos recipientes, A y P. Suponga que el A contiene 10 litros de agua
del océano Atlántico, mientras el P contiene una cantidad igual de agua del Pacífico. Su-
ponga que quitamos 2 litros de agua del Atlántico del recipiente A y las echamos en el P.
Una vez mezclado concienzudamente el líquido de P, extraemos 2 litros de agua y los
añadimos a la que contiene el recipiente A. ¿Qué recipiente tiene ahora más cantidad de
agua forastera, siendo la del Atlántico forastera en el P y la del Pacífico en A?
4. La figura 4.1 representa un sencillo y conocido rompecabezas infantil: se trata
de quince cuadrados, numerados del 1 al 15, dispuestos en 4 filas de 4 con un puesto va-
cío. El problema consiste en ordenar los cuadros de tal manera que los números queden
en un orden especificado, por ejemplo, del 1 al 14 en la fila horizontal de arriba, del 5 al 8
en la siguiente, etc. Los cuadros están armados del tal manera que el único cambio admi-
sible que se puede hacer con cada movimiento consiste en intercambiar el hueco con uno
de los cuadrados que le son adyacentes.
Cabe preguntarse si estos problemas son representativos de los que tenemos que
afrontar en nuestra vida cotidiana y si las técnicas que dan resultado en el primero lo da-
rán también en los siguientes. ¿Tiene sentido suponer que los métodos que sirven para
resolver problemas como los que aparecen arriba van a ser aplicables a problemas tales
como diagnosticar por qué un automóvil no arranca, hallar el camino a seguir hacia un
nuevo destino, distribuir el tiempo y los recursos económicos, organizar las propias ideas
para escribir un artículo o pronunciar una conferencia, hallar un empleo, escribir un pro-
grama de ordenador o conservarse sano? Hay aquí espacio disponible para toda una ga-
ma de opiniones. Lo que nos interesa, en el contexto de este capítulo, es que estos pro-
blemas son representativos de los que se emplean para estudiar la solución de proble-
11 9 4 13 1 2 3 4
1 3 12 5 6 7 8
7 5 8 6 9 10 11 12
13 2 10 14 13 14 15
Estos problemas se diferencian tanto por su dificultad como por el carácter de las
habilidades requeridas para resolverlos. Tanto los rompecabezas como los crucigramas
pueden hacerse a voluntad sencillos o complicados; sin embargo, se diferencian conside-
rablemente en cuanto a las demandas intelectuales que le plantean al que tiene que re-
solverlos. El rompecabezas consiste primariamente en una tarea visual que exige capaci-
dad para recordar y comparar patrones visuales. La buena memoria visual y la capacidad
para comparar patrones no le sirven de mucho, en cambio, al que resuelve crucigramas;
lo que necesita es un buen almacén de conceptos verbales vinculados asociativamente y
una buena ortografía.
Los problemas que presentamos se diferencian también en lo que respecta a lo
evidente que puede sernos el enfoque adecuado de su solución. Pensemos, por ejemplo,
en los dos primeros problemas. Ambos son lo suficientemente difíciles para que el lector
pueda tardar unos minutos en resolverlos. Sin embargo, la mayoría de los lectores sa-
brán inmediatamente cómo acometer el primero, mientras que muchos no tendrán tal
vez una idea muy clara de cómo enfocar el segundo. En el primer caso, uno empieza
haciendo una serie de inferencias de este tipo: si D es igual a 5, T tiene que ser igual a
0; y como se lleva uno de las unidades a la columna de las decenas, R tiene que ser un
número impar; además, salta a la vista en la columna de la extrema izquierda que R tie-
ne que ser superior a 5 (puesto que D es 5), por lo que tiene que ser 7 o 9… Suponemos
La palabra «heurística» procede del griego heuriskin, que significa «servir para
descubrir». Aparece esporádicamente en la bibliografía de filosofía y lógica refiriéndose a
la rama de estudio que trata los métodos del razonamiento inductivo POLYA (1957), en
su clásico tratado de la solución de problemas, empleó esa palabra para connotar el ra-
zonamiento inductivo y analógico que conduce a conclusiones verosímiles, en contraposi-
ción a los desarrollos deductivos de pruebas rigurosas.
• Cerciórese de que conoce la incógnita, los datos (es decir, los supuestos) y las
condiciones que relacionan a esos datos.
• Cerciórese de que comprende la índole del estado final, del estado inicial y de las
operaciones permisibles.
• Piense en un problema conocido que tenga el mismo tipo de incógnita y que sea
más sencillo.
Un enfoque común y muy eficaz de los problemas de geometría del espacio estriba
en resolver un problema análogo de geometría plana tratar a continuación de generalizar
el método empleado pasándolo al caso tridimensional. En términos más generales, una
heurística útil en los problemas que implican hiperespacios es considerar un problema
análogo situado en un espacio de dos o tres dimensiones con el objeto de poder visuali-
zar la solución, o al menos el problema. Con frecuencia, la solución hallada en el proble-
Claro está que el que ésta estrategia merezca ser puesta en práctica depende del
emparentamiento existente entre el problema cuya solución conoce y el problema que
tiene que resolver. (Una forma de esta estrategia es bien conocida de los estudiantes,
que la emplean al por mayor en el problema de examinarse: cuando no conocen la res-
puesta de una pregunta del examen, piensan en una pregunta cuya respuesta conocen,
fingen que ésa es la pregunta que han hecho, y la contestan. ¡A veces esa estrategia da
resultado!).
El riesgo potencial que se esconde en el empleo de esa estrategia es evidente. Al-
gunos autores han recalcado el peligro de que quien resuelva un problema lo «tuerza»
para utilizar en él el instrumental de que dispone (por ejemplo, STEWART, 1976). Ese
enfoque puede hacer que quien resuelve un problema se ciña a pensar en él a partir de
las capacidades y limitaciones de los instrumentos de que dispone, en lugar de hacerlo a
partir del problema mismo. Es más, al «torcer» un problema se lo puede cambiar cualita-
tivamente de tal modo que se termina resolviendo aquel problema que se es capaz de
resolver, pero no el problema planteado originalmente. A pesar de esos reparos, no cabe
duda de que el heurístico «transforme el problema» puede ser eficaz en muchos casos.
Otra manera de aplicar este heurístico consiste en sustituir las incógnitas por los
valores extremos (por ejemplo, cero o infinito) y ver así asoma alguna solución.
Podemos utilizar nuestro conocido problema del A y P para ilustrar este heurístico.
Recordemos que la solución implicaba un toque de intuición sobre el hecho de que el lí-
quido que faltaba de un recipiente tenía que haber sido sustituido por una cantidad igual
Según nos indica POLYA (1957), este heurístico puede tener una doble utilidad:
tras haber resuelto un problema componente, uno puede emplear a veces tanto el méto-
do como el resultado del problema más sencillo para resolver el más difícil. Este heurísti-
co parecer ser un precursor del Subgoal Analysis, de Newell y Simon, que se describe
más adelante.
Tras haber hallado lo que a todas luces parece ser la solución de un problema,
existe una tendencia natural a darse por satisfecho. Pero un solucionador de problemas
concienzudo nunca hará eso, sino que buscará algún método para confirmar esa solución
o averiguar si es errónea, cosa que pude ocurrir. Entre los heurísticos de verificación de
resultados están los siguientes:
La idea consiste en proyectar lo más posible del conocimiento previo que se posee
en la tarea de representar el problema. En ocasiones, lo que uno puede inferir sobre los
estados inicial y final de un problema puede alterar fundamentalmente el carácter de és-
te de tal modo que su solución resulte fácil. Esto parece ocurrir a menudo con los pro-
blemas llamados de intuición: la intuición insight equivale con frecuencia a una reorgani-
zación radical de la representación que simplifica el resto del proceso de solución del
problema. Un buen ejemplo es el problema del tablero de dominó mencionado antes; en
este caso la intuición crítica depende de darse cuenta de que los dos cuadros que faltan
tienen que ser del mismo color.
Para analizar los heurísticos inmediatamente siguientes, volveremos a necesitar la
terminología de la informática introducida anteriormente. Recordemos que en esa termi-
nología la solución de un problema consiste en aplicar al estado inicial una secuencia de
• Organice las vías en clases que sean equivalentes con respecto a la solución final;
a continuación, intente hallar sistemáticamente una secuencia de cada clase.
• Defina una función de evaluación para todos los estados, incluyendo el estado fi-
nal; a continuación, elija, en cualquiera de los estados, una operación que permita
llegar a un estado ulterior con una evaluación que se acerque a la del estado final.
Algunas personas tienen dificultades con el problema del monje y el monte porque
le cuesta trabajo imaginar dónde estaría el monje en diferentes momentos de diferentes
días. Supongamos ahora que, en lugar de pedirnos que consideremos el paradero de un
monje en dos días diferentes, el problema preguntara si dos monjes, uno que arrancara
desde el pie del monte y subiese hasta la cima y otro que arrancara desde la cima al
mismo tiempo y descendiera hasta el pie, se hallarían en un mismo lugar en algún mo-
mento del día. Nos imaginamos, aunque no podemos apoyarlo con prueba alguna, que a
la mayoría de la gente esta versión del problema les parecerá más fácil que la primera.
Pero los dos problemas, en todos sus aspectos importantes, son análogos. En este caso,
el resolver el segundo problema puede constituir un modo eficaz, aunque indirecto, de
resolver el primero.
Otro heurístico que este problema ayuda a ilustrar es el de hacer un diagrama.
Cuando buscamos una manera de representar una situación en forma de diagrama, una
idea espontánea es la de un gráfico que nos represente la posición (digamos, la distancia
a partir del pie de la montaña) como función del tiempo. De esa manera, las jornadas
cuesta arriba y cuesta abajo del monte podrían representarse como se ve en la figura
4.2. Esta representación deja muy claro que si ambas caminatas comienzan a la misma
hora del día, entonces es evidente que hay algún lugar que el monje va a ocupar a la
misma hora del día. Este punto puede estar situado en cualquiera de muchos sitios, se-
gún las velocidades relativas de los caminos de subida y de bajada, pero tiene que haber
uno: no hay modo de trazar una línea que vaya del extremo inferior al extremo superior
del grafico y otra que siga la dirección opuesta sin que se produzca un cruce de ellas.
Fig. 4.2 Gráficos de las jornadas del monje montañero: A) representa la jornada cuesta arriba y
B) la jornada cuesta abajo
2. La creatividad
Los problemas se pueden resolver de maneras más o menos creativas pero hay
problemas de solución totalmente improbable sin un excelente grado de iniciativa. La ca-
pacidad de ver las cosas en una forma nueva y nada convencional constituye sin duda
Componentes de la creatividad
La evidencia más notoria nos indica que la creatividad es un rasgo complejo en ex-
tremo que implica la existencia de una serie de cualidades en la persona creativa. Aun-
que algunas de ellas pueden ser primarias y las demás resultantes, nos parece indicado
mencionar cada una de ellas. Sin duda alguna, la creatividad debe ser una propiedad so-
FLUIDEZ IDEACIONAL
ASOCIADOS REMOTOS
LA INTUICIÓN
Una llamada a la intuición suele constituir el último recurso de quien tiene dificul-
tades para explicar algo, cosa lamentable, dado que la observación de que «Es del todo
intuitivo», aunque cierta, es igualmente inútil. Con todo, WESTCOTT (1968) ha propuesto
una elucidación y un test de la intuición que le da a este concepto cierto valor explicati-
vo. Westcott ha sugerido que se puede entender como intuición la capacidad de conse-
guir conclusiones sólidas a partir de una evidencia mínima. Desde luego que esto con-
cuerda con muchas anécdotas corrientes sobre la intuición creativa. Así, por ejemplo, en
numerosas ocasiones de la historia de la ciencia se han hecho descubrimientos al parecer
debido a que algún investigador observó alguna nimiedad y reflexionó sobre ella, mien-
tras que la mayoría de la gente o no se percataba de ella o la dejaban a un lado por no
considerarla importante.
Westcott ideó un test para valorar la intuición en ese sentido. Adoptó el tipo de se-
ries y problemas analógicos propios de la psicometría, sólo que con una peculiaridad: en
lugar de recibir toda la información disponible al final quienes ejecutan el test pueden
controlar la cantidad de información que ven antes de ofrecer una solución. Se les indica
que traten de conseguir una solución con la mínima información posible. Lo siguientes
problemas simples de una serie verbal y de una analogía verbal ilustran la técnica de
Westcott. Los materiales están diseñados de tal modo que se pueden averiguar indivi-
dualmente los miembros de la serie o de la analogía y presentar la respuesta en cuanto
LA ANALOGÍA
BRONOWSKI (1965) ha puesto de relieve la importancia del razonamiento analógi-
co tanto en las ciencias como en las artes. Nos dice que la capacidad de ver semejanzas
que se nos escapan a la mayoría de nosotros constituye el sello de la persona verdade-
ramente creativa. «Toda ciencia es la búsqueda de una unidad existente entre semejan-
zas ocultas» (pág. 13). «La poesía, la pintura, las artes, constituyen en palabras de Cole-
ridge, esa misma búsqueda de una unidad existente dentro de la variedad» (pág. 16), y
agrega «He hallado que el acto de creación reside en el descubrimiento de una semejan-
za oculta. El científico, o el artista, toma dos hechos o experiencias diferentes, halla entre
ellos una semejanza que nadie había visto antes y crea una unidad que muestra esa se-
mejanza» (página 27).
GORDON (1961) y otros han recomendado el empleo de analogías aparentemente
remotas en la solución creativa de problemas. Parece ser que la historia avala ese conse-
jo. Muchos descubrimientos científicos han incluido analogías, que en ocasiones vincula-
ban asuntos muy distanciados entre sí, como el caso del conocido descubrimiento del
El torbellino de ideas es una técnica ideada por OSBORN (1963) para solucionar
problemas en grupo. Fue diseñada para evitar la inhibidora actitud crítica que con tanta
frecuencia aparece en las reuniones formales. La estrategia básica consiste en generar
una larga lista de opciones y elegir después entre ellas. Mientras confeccionan la lista, se
estimula a los participantes a que dejen rienda suelta a sus ideas y «edifiquen» sobre las
ideas de los demás. La crítica está prohibida. STEIN (1975, capítulo 13) revisa la investi-
gación hecha sobre el torbellino de ideas, e indica que se trata de la estrategia más in-
vestigada entre todas las referentes al pensamiento inventivo. La conclusión de Stein
constituye un elocuente comentario sobre las dificultades y escollos con que tropieza la
investigación de esas estrategias: saca en conclusión que los beneficios producidos por el
3. La metacognición
Tal vez la manera más obvia en que los expertos se diferencian de los novatos es
Entre otros ejemplos de habilidades que han sido identificadas por distintos auto-
res están: la planificación, la predicción, la verificación, la comprobación de la realidad y
la supervisión y control de los intentos propios deliberados de llevar a cabo tares intelec-
tualmente exigentes.
Brown observa que esas habilidades brillan característicamente por su ausencia en
el desempeño de los niños retardados en tareas de aprendizaje en laboratorio, y que a
menudo esa ausencia sale a relucir cuando no logra transferir los efectos de un entrena-
miento (BROWN, 1974, 1978; CAMPIONE y BROWN, 1974, 1977, 1978). Para que el en-
trenamiento en esas habilidades sea eficaz, tiene que producir una ganancia considera-
ble. En particular, teniendo en cuenta que tales habilidades son muy generales, todo in-
tento exitoso por mejorarlas deberá afectar favorablemente el desempeño en toda una
serie de tareas.
La planificación y el uso de estrategias eficaces. El desempeño de los expertos en
la resolución de problemas se diferencia no sólo en el hecho de que es más probable que
tenga éxito sino también en su enfoque, BROWN, BRANSFORD y CHI (1979) resaltan,
por ejemplo, que los físicos experimentados suelen diferenciarse de los físicos novatos en
la media en que planifican y evalúan cualitativamente sus soluciones potenciales de pro-
blemas antes de hacer ningún cálculo. Diferentes investigadores han señalado que los
expertos muestran una mayor tendencia que los novatos a analizar cualitativamente un
problema antes de intentar representárselo en forma cuantitativa. (CHI, FELTOVICH y
GLASER, 1981; LARKIN, McDERMOTT, SIMON y SIMON, 1980; SIMON y SIMON, 1978),
los expertos que tratan problemas físicos construyen por lo general una secuencia de re-
presentaciones cada vez más abstracta, empezando por una representaciones que pre-
sentan las relaciones criticas en términos cualitativos, para proceder después a presentar
las expresiones cuantitativas correspondientes a esas relaciones. Los novatos, en su opi-
nión, tienden más fácilmente a representar un problema desde el principio en términos
cuantitativos.
WRIGHT (1979) hace la observación siguiente, basada en discusiones con estu-
diantes de «métodos» que no había tenido éxito en resolver problemas:
• Una incoherencia explícita, es decir, dos oraciones que figuran en el texto y son in-
coherentes entre sí.
• Una incoherencia implícita, es decir, hay inferencias de una oración del texto que
son incoherentes, bien con otra oración, bien con inferencias deducibles de otra
oración.
• La incapacidad de hallar ningún tipo de relación entre un par de oraciones.
• Cuando hay una palabra desconocida, esperar a ver si aparece explicada en la ora-
ción siguiente; de no ser así, preguntar su significado o buscarlo en un diccionario.
• Cuando una oración simple es susceptible de más de una interpretación, pedirle al
que habla que resuelva la ambigüedad (si se está leyendo, retener ambas inter-
pretaciones e intentar utilizar las oraciones siguientes para resolverla).
• Cuando se detecta una incoherencia implícita, verificar la solidez de las distintas
inferencias que han conducido a dicha incoherencia.
COLLINS y ADAMS (1979) y COLLINS y SMITH (1982) nos proporcionan una lista
más completa de estos heurísticos concernientes a la lectura.
Entre las habilidades de metacomprensión de un experto se incluye una taxonomía
de diagnóstico de los posibles fallos de la comprensión así como una gama de remedios
para cada tipo de fracaso. El punto crítico es que mucha gente carece de algunas de esas
habilidades; por lo tanto, su comprensión se resiente. Asimismo, los lectores novatos
tienden a pasar por alto con mayor frecuencia los indicios de fallos de comprensión deri-
vados del procesamiento de oraciones interrelacionadas que los que se derivan del pro-
cesamiento de una oración simple.
Esto ha sido confirmado por dos descubrimientos de MARKMAN (1979). En primer
lugar, cuando se pidió a unos niños de tercero y sexto curso que evaluasen un texto, fue-
ron incapaces, por regla general, de detectar una incoherencia implícita, aun cuando las
inferencias respectivas fuesen elocuentes. E incluso tampoco cuando se les informaba
que un texto escondía algún error, «un número considerable de los niños (especialmente
los de tercer curso) eran incapaces de darse cuenta de las incoherencias por más que se
dedicaban a buscar el problema. En cambio, esos niños cuestionaron con mayor frecuen-
Estos autores nos indican que el acceso limitado al conocimiento —por ejemplo, la
incapacidad de recuperar el conocimiento obtenido en un contexto para aplicarlo a otro—
constituye una característica típica del desempeño de las personas mentalmente retarda-
das.
Se ha hecho también una diferenciación entre el acceso múltiple y el acceso re-
flexivo (BROWN y CAMPIONE, 1980; PYLYSHYN, 1978; ROZIN, 1976). El conocimiento de
acceso múltiple es aquel que se puede emplear en una serie de contextos además del
contexto en que fue adquirido. El acceso reflexivo al conocimiento implica su percepción
a nivel consciente; ello implica, en palabras de Pylyshyn, el ser capaz de hablar de ese
conocimiento así como de emplearlo. El hecho de que estos dos tipos de acceso son
realmente diferentes se ve con toda claridad en el caso de las habilidades motrices com-
plejas. Así, la producción del lenguaje exige un acceso múltiple a habilidades que impli-
can la manipulación de diversos componentes del aparato articulatorio. Aunque la gente
de habla normal ejercita esas habilidades con eficacia, sólo se da cuenta de un modo
4. Resumen
Hace ya más de una década, en 1979, un informe del Club de Roma urgía a adop-
tar un nuevo enfoque para la educación, ante el reconocimiento de la gran brecha exis-
tente entre el potencial de aprendizaje de los seres humanos y lo que el sistema educati-
vo está consiguiendo. Para ello se reclamaba un cambio específico, vinculado con la ne-
cesidad de poseer un mejor conocimiento sobre la habilidad de pensar y cómo mejorarla.
Al respecto, se hacía la distinción entre un aprendizaje de mantenimiento —basado en la
adquisición de perspectivas, métodos y reglas fijos, destinados a hacer frente a situacio-
nes conocidas y constantes, resolver problemas ya existentes, mantener un sistema o un
modo de vida establecido— un aprendizaje innovador que somete a examen las suposi-
∗
En Qué y cómo aprender. Necesidades básicas de aprendizaje y contenidos curriculares, Torres, Rosa María, México,
SEP (Biblioteca del Normalista), pp. 71-90.
Mtro. Mario Pérez Olvera 113
ciones para buscar perspectivas nuevas, permite prever los cambios y saber manejarlos,
de modo que las personas puedan construir el futuro y no solamente acomodarse a él. El
primer tipo de aprendizaje, el convencional, ya no es suficiente hoy ni lo será en el futu-
ro; el segundo, por su parte, requiere un desarrollo del aprender a pensar (Botkin,
1982).
Desde entonces se ha avanzado en el análisis del tema y se ha desarrollado y apli-
cado propuestas específicas, algunas de las cuales han adoptado incluso la forma de pro-
gramas y paquetes didácticos, diseñados en la línea del “enseñar a pensar” (De Bono,
1986; Nickerson, 1987; WCEFA, 1990b). En general, sin embargo, los sistemas escolares
de la región parecen continuar en su mayoría ajenos a tales desarrollos y a tales necesi-
dades.
Desarrollar las habilidades del pensamiento es hoy —se afirma— más necesario
que nunca, en la medida que se requiere no sólo saber muchas cosas, sino habilidad para
aplicar esos conocimientos con eficacia, mucha capacidad de adaptación, aprender rápi-
damente nuevas técnicas, aplicar conocimientos antiguos de formas nuevas, elegir acer-
tadamente y valorar las alternativas existentes de manera concienzuda a fin de tomar
decisiones correctas, desarrollar el espíritu de indagación y razonamiento, discriminar los
mensajes y las afirmaciones, sopesar las pruebas, valorar la solidez lógica de las deduc-
ciones, discurrir argumentos en contra de hipótesis alternativas, etcétera. En resumen:
se requiere más que nunca pensar de un modo crítico (Nickerson, 1987).
El pensamiento es esencial para la adquisición de conocimiento y éste es funda-
mental para el pensamiento. Mejorar el primero incide en mayores posibilidades para el
segundo. Desarrollar y potenciar las habilidades del pensamiento debería ser pues meta
fundamental de la educación. Es en esta línea que, cada vez más, se plantea la necesi-
dad de conferir a la enseñanza de las habilidades del pensamiento el mismo estatuto del
que gozan otras enseñanzas primordiales, tradicionalmente reconocidas como tales por el
sistema escolar (Nickerson, 1987).
Tres áreas de la psicología del pensamiento, consideradas “habilidades del pensa-
miento” (el pensamiento entendido como un conjunto de habilidades complejas, que
pueden por tanto ser aprendidas y mejoradas) parecen susceptibles de enseñanza y fun-
damentales para mejorar la habilidad de pensar: la solución de problemas, la creatividad
y la metacognición (Nickerson, 1987). Los dos primeros son usualmente mencionados en
planes y programas educativos.
La “Solución de problemas”
La creatividad
La metacognición
El saber y su apropiación no es un tema ni de análisis ni de reflexión dentro del
sistema escolar actual.1 No sólo los alumnos, sino también los profesores están alienados
1
La filosofía cumplió, durante muchos años, este papel.
116 Mtro. Mario Pérez Olvera
respecto de su propio proceso de enseñanza-aprendizaje. Qué es conocer y cómo se co-
noce, qué es aprender y cómo se aprende, qué es enseñar y cómo se enseña, son cues-
tiones negadas como tema y como problema, como posibilidad de autoconciencia y auto-
rreflexión. Algunos estudios muestran el bajo nivel de reflexión que tienen los profesores
sobre su propia práctica pedagógica: uso que dan al tiempo en el manejo de la clase
(Arancibia, 1988), métodos y procedimientos de enseñanza empleados, sus limitaciones
de conocimiento sobre la materia que imparten, su propio papel e influencia, los estilos
de aprendizaje de sus alumnos, etcétera. Otros estudios muestran, asimismo, el bajo ni-
vel de reflexión que, sobre sus estilos cognoscitivos y estrategias de aprendizaje, tienen
los estudiantes, aun a nivel secundario y universitario (Entwistle, 1988).
Una mayor conciencia sobre los procesos tanto de enseñanza como de aprendizaje
permite mejorar sustancialmente una y otro. El manejo y el control del propio conoci-
miento y de la propia manera de conocer pueden contribuir a mejorar habilidades tales
como: anticipar, reflexionar, enseñar, aplicar lo conocido, hacerse y hacer preguntas,
comprender, expresarse, comunicar, discriminar, resolver problemas, discutir, argumen-
tar, confrontar los propios puntos de vista con los de otros, desarrollar el poder de dis-
cernimiento, etcétera.
El conocimiento metacognitivo se refiere al “conocimiento sobre el conocimiento y
el saber, e incluye el conocimiento de las capacidades y limitaciones de los procesos del
pensamiento humano” (Nickerson, 1987). Es útil para la adquisición, el empleo y el con-
trol del conocimiento y de las demás habilidades cognoscitivas, permite hacer consciente
la “sensación de saber”, la “sensación de aprender”, así como la identificación de las pro-
pias posibilidades y límites. Entre las habilidades metacognitivas más importantes estu-
diadas están: la comprobación de la realidad, el control y la evaluación del propio cono-
cimiento y desempeño al realizar tareas intelectualmente exigentes, el reconocimiento de
la utilidad de una habilidad y la recuperabilidad del conocimiento.
Los tipos de conocimientos y habilidades que actualmente se incluyen dentro de la
metacognición no han sido incorporados a la lógica del sistema educativo. La ausencia de
reflexión, conocimiento y manejo de estos conocimientos impide avanzar en los mismos
objetivos que se planea el sistema, tales como el aprender a aprender (que implica, en-
tre otros, explicitar y tomar conciencia de los modos particulares de aprender que tiene
cada persona) o la capacidad para aplicar fuera de las aulas lo que se aprende en ellas
(lo que implica no sólo aprender un determinado conocimiento, sino aprender a aplicarlo
eficazmente en distintas situaciones). Una mejor comprensión de los procesos de ense-
ñanza y aprendizaje permitiría revisar los métodos memorísticos que predominan. Ya
hemos señalado que un problema central en la enseñanza de las matemáticas es la pre-
dominancia de un aprendizaje maquinal. Asimismo, estudios sobre comprensión lectora
(Nickerson, 1987) muestran que los alumnos en primaria tienen baja capacidad para
Aprender a aprender
Una parte importante del control y el poder que ejerce el sistema educativo sobre
estudiantes, padres de familia y la sociedad en general radica en el monopolio de la
cuestión educativa por parte de directivos, administradores y docentes. La participación
de los padres es posible y tolerada en tanto no involucre el ámbito técnico-pedagógico-
académico. Los alumnos “reciben” educación, sin saber ni preguntarse por qué se les en-
seña lo que se les enseña y de la manera que se hace. Contenidos. Objetivos, métodos,
sistemas de evaluación y promoción, constituyen una caja negra para el estudiante, que
vive no sólo con resignación, sino con comodidad su alienación pedagógica. Paradójica-
mente, la educación no enseña sobre educación. Se cree que ésta es buena y útil sólo
para quienes van a hacerse maestros (sin embargo, se enseñan literatura o psicología a
quienes no necesariamente van a ser literatos o psicólogos) (Torres, 1992).
Enseñar es una de las mejores maneras de aprender pues obliga a organizar y sis-
tematizar las propias ideas. La aptitud para enseñar está al alcance de todos y puede ser
desarrollada expresamente y desde temprana edad, como parte de las actividades esco-
lares en el aula. Por lo demás, saber enseñar aparece como una necesidad de toda per-
sona no única ni necesariamente para ejercerla en una situación formal de enseñanza,
sino en todo tipo de relación interpersonal (familia, trabajo, etcétera). Por ello, se platea
que nociones fundamentales de educación y pedagogía deberían incorporarse en el currí-
culo de toda educación básica (Osborne, 1990; Torres, 1992).
El conocimiento científico.
Más allá del peso que se asigne a éste en el currículo y en la educación en general
y del reconocimiento de la necesidad de incorporar el saber común, se asume la necesi-
dad de poner el conocimiento científico al alcance y al servicio de todos los miembros de
la sociedad. Hoy en día parece claro que el desigual desarrollo y apropiación de la ciencia
y la tecnología están contribuyendo a acentuar la (y a crear nuevas formas de) exclusión
entre los países y en el interior de cada país (Gelpi, 1990).
La idea de “ciencia” que ha primado en los sistemas educativos es la de asignatu-
ras bautizadas como tales, desarrolladas en determinado horario y bajo la conducción de
profesores específicos (“clases de ciencia”, “profesores de ciencia”, etcétera). Por otra
parte, la ciencia se considerado privativa de ciertos sectores sociales, edades, niveles
educativos, profesiones y ocupaciones, útil únicamente para aquellos que continuarán es-
tudios y optarán por carreras científicas o técnicas. Todo esto exige una profunda revi-
sión. No se trata de encajonar el conocimiento científico en una o más asignaturas, sino
de entenderlo como componente fundamental de todo proceso de enseñaza y aprendiza-
je, como método de pensamiento y acción en todos los campos del saber. Son todos los
Entender este nuevo enfoque curricular como una opción entre disciplinas científi-
cas y necesidades básicas de aprendizaje puede significar dejar fuera del proceso educa-
tivo la enseñanza de las ciencias y abrir las compuertas del caos, la improvisación y la
empiria en la formulación de un nuevo currículo para la educación básica.
El enfoque científico viene organizado en disciplinas. Cada disciplina encara el es-
tudio de cierto campo de aspectos de la realidad, más que de hechos empíricamente
concretos. Los “hechos” mismos (económicos, sociales, biológicos, etcétera) son defini-
dos disciplinariamente. Si bien esto genera el problema usualmente reconocido como la
necesidad de articulación/interacción interdisciplinaria o de la agregación de disciplinas
(enfoques multidisciplinarios) o bien la alternativa transdisciplinaria a partir de alguna
disciplina que se abre a otros enfoques y los va integrando y a la vez transformándose,
ese problema —nos guste o no— nunca ha terminado de resolverse. Es un problema con-
tinuo que necesariamente se resuelve de manera dialéctica: cada encuentro con la reali-
dad práctica desde enfoques disciplinarios muestra las limitaciones de los mismos; cada
vez que se reflexiona sobre las prácticas empíricas basadas en intuiciones o experiencias
decantadas se advierten las posibilidades adicionales que abre el enfoque científico.
La relación práctica/teoría (sistematización de conocimientos empíricos haciendo
abstracción de muchas condiciones existentes para captar aspectos esenciales de la rea-
lidad), dentro del proceso educativo, puede entenderse como la aplicación de los varios
conocimientos disciplinarios a situaciones y problemas concretos (salud, producción, el
mismo proceso de aprendizaje, etcétera). Esto se hace desde las disciplinas, no desde la
realidad misma. Caso contrario se cae en un caos de aspectos y datos sin límite sobre
cada situación, y se da pie al empirismo (supuesto de que con sólo observar y manipular
la realidad se adquiere conocimiento sobre ésta, sin necesidad de formalizar, modelizar,
desarrollar un método riguroso, etcétera). Vincular teoría y práctica es la clave para re-
solver un conocimiento disciplinario que desgaja la realidad sin reconstruirla, pues ello
fuerza a la multidisciplinariedad o transdisciplinariedad, permitiendo advertir las limita-
ciones y ventajas de las disciplinas. Renunciar a la disciplinariedad es renunciar a la for-
mación científico, o bien dejarla como monopolio del maestro que “sabe” qué factores o
relaciones destacar de los hechos “concretos” analizados.
2
Nótese que estos son precisamente los “fantasmas racionales” en los cuales se propone profundizar para develar su papel
en la cultura escolar tradicional (Magendzo, 1991b).
Mtro. Mario Pérez Olvera 125
tad, la solidaridad), alimentado por las propias reglas del juego escolar que fuerzan a
profesores y alumnos a la violación de estas normas (el engaño, la trampa, la mentira,
están de hecho institucionalizados bajo diversas formas). Todo este mundo de contradic-
ciones e incoherencias entre los valores formalmente inculcados y las actitudes realmen-
te estimuladas, permanece oculto, sin tematizarse ni problematizarse.
¿Cómo se aprenden y desarrollan valores y actitudes? ¿Cómo se aprende a ser
responsable, crítico, creativo, solidario, respetuoso de los demás, perseverante? Poco se
dice en general al respecto, limitándose a enunciar el objetivo mas no el procedimiento
por el que se pretende llegar a él. Literatura reciente permite profundizar en algunas po-
sibilidades concretas como son la educación en la comprensión o la educación en la dis-
cusión. La discusión, en particular, parece tener grandes potencialidades para el desarro-
llo de varias de estas cualidades, si se hace como un genuino ejercicio de expresión y
debate, en el contexto de un respeto colectivo hacia las ideas de los demás, de un papel
docente no autoritario ni correctivo, de un ambiente que favorezca el pluralismo y la de-
mocracia. Todo esto, obviamente, exige un contexto escolar muy diferente del que cono-
cemos y, por ende, una transformación sustantiva del mismo.
Posiciones que se ubican en la perspectiva de la construcción de una nueva racio-
nalidad, superadora de la racionalidad instrumental (Magendzo, 1999b), plantean la ne-
cesidad de recuperar la dimensión valórica de la vida humana, de la acción social y de la
acción educativa en particular. Se cuestiona el fuerte énfasis sobre los aspectos cognosci-
tivos y la exclusión de los componentes éticos, la sensitividad (valores, sentimientos,
emociones, intuiciones, fantasías) y se propugna la necesidad de perspectivas alternati-
vas que incluyan la deliberación moral y la presencia de valores en la acción colectiva
(Bastía, 1991). En esa línea, se afirma “la necesidad de alcanzar una situación social en
la cual cada individuo interesado en crear un nuevo orden social pueda, utilizando la ra-
zón en forma activa, involucrarse en procesos de argumentación racional que permitan el
cuestionamiento, interpretación, creación y desarrollo de nuevos valores” (Bastía, 1991).
El tema planteado nos remite a la posibilidad/necesidad de pensar que no única-
mente en el plano de los contenidos, sino también en el plano de los valores y las actitu-
des es preciso reconocer la diversidad cultural, social e individual. ¿De dónde provienen
los valores? ¿Quién define lo moralmente válido? ¿Quién y con qué criterio define que ta-
les valores y actitudes son los deseables para el conjunto social? ¿Es posible defender la
existencia de valores universales? etcétera.
Por lo demás, parece indispensable empezar a formular valores y actitudes con un
nivel mayor de concreción, superando el nivel de generalidad con que usualmente son
formulados (justicia, respeto, democracia, etcétera), con el fin de contribuir a su contras-
tación con la práctica y los hechos concretos de la cotidianeidad (por ejemplo, respetar la
opinión de los demás aunque sea distinta a la de uno, no tirar basura fuera de los basu-
Robert J. Sternber y
Todd I. Lubart
¿QUÉ ES LA CREATIVIDAD?
∗
En La creatividad en una cultura conformista. Un desafío a las masas, Ferrán Meler (trad.), Barcelona, Paidós (Transicio-
nes), pp. 27-56.
Mtro. Mario Pérez Olvera 131
dos. Algunos productos implican a una desviación menor respecto del trabajo anterior,
mientras que otros implican un mayor salto. Los niveles más altos de creatividad impli-
can amplio paso adelante en relación con el trabajo precedente. La originalidad percibida
de un producto depende también de la experiencia anterior del público.
Un producto debe desempeñar también cierta función, debe ser una respuesta
apropiada a cierta pregunta, tiene que ser útil. Existe una gama de conveniencia que va
desde lo que es mínimamente satisfactorio a lo que es una solución radicalmente buena
de las limitaciones impuestas por el problema. Algo que sea original pero que no satisfa-
ga las limitaciones del problema que se tiene entre manos no es creativo, es lo que di-
ríamos curioso (y por consiguiente, irrelevante).
A la originalidad y la adecuación, que consideramos los rasgos necesarios de un
producto creativo, hay que añadir la cualidad y la importancia. Se trata de rasgos adicio-
nales de la creatividad, puesto que cuanto mayor sea la calidad y la importancia de un
producto, más creativo tiende a ser éste. Sin embargo, estos aspectos de un producto no
son componentes exigibles de una obra o trabajo creativo.
Un producto de alta calidad es aquel que se considera que muestra un alto nivel de
habilidad técnica y que está bien realizado en uno o dos sentidos. Si una idea original y
conveniente no se convierte con habilidad en un producto bien acabado, el trabajo puede
considerarse como menos creativo porque el público no apreciará o no percibirá plena-
mente la originalidad y su conveniencia.
La importancia de un producto puede servir también para resaltar o disminuir el
enjuiciamiento de la creatividad. A veces una idea puede ser original y útil aunque sea
algo limitada. Un ejemplo sería el de encontrar un modo innovador de instalar un retrovi-
sor en un coche en una planta de fabricación de automóviles. En cambio, a veces una
idea puede tener un amplio alcance y llevar a las personas a generar incluso más ideas.
La concepción de un modo completamente nuevo de transporte constituye un ejemplo
que lleva nuestro punto de vista al extremo. Así, cuanto mayor es el concepto y más es-
timula el producto otras ideas y obras, más creativo es el producto en cuestión.
Describimos a una persona como creativa cuando de manera regular produce pro-
ductos creativos. Divergimos respecto algunos psicólogos que pedirían como prueba de la
creatividad no necesariamente productos creativos sino la indicación del potencial para
producirlos. A nuestro entender una cosa es tener el potencial para ser creativo, y otra
muy distinta serlo. Sugerimos que cualquiera tiene al menos cierto potencial para ser
creativo, y las personas difieren ampliamente en cuanto al grado en el que realizan ese
potencia, por razones que se discutirán en este libro.
A pesar del hecho de que muchas personas afirman valorar las ideas originales,
existen pruebas contundentes de que no les gusta mucho aquello que supuestamente va-
loran. Uno de los hallazgos más contundentes en psicología es el «efecto de mera expo-
sición» (Zajonc, 1968); a las personas en su mayoría les gusta lo que les es familiar.
Cuanta más música rap oyen o más estudian el arte cubista más cómodos se sienten con
ello, y más les gusta. Así la investigación indica que aunque se puede valorar la creativi-
dad porque trae consigo el progreso, a menudo incomoda a la gente y, en consecuencia,
puede que inicialmente reaccionen negativamente ante la obra creativa.
Hace algunos años realizamos un estudio en el que investigábamos las concesio-
nes de la creatividad, el saber y la inteligencia en diferentes grupos, incluyendo a exper-
tos en filosofía, física, arte y en el mundo de los negocios, así como personas corrientes.
No se halló ninguna prueba particularmente contundente en relación a los expertos en
economía y en el mundo de los negocios. En la mayoría de los grupos, la correlación en-
tre los comportamientos que se consideraba que caracterizaban a las personas creativas
en un campo determinado y los comportamientos que creían caracterizar a las personas
prudentes en un campo determinado era nula. Con otras palabras, no había ninguna re-
Subestimar la creatividad
Tal vez los ejemplos más flagrantes de una subestimación de la creatividad se en-
cuentran en las escuelas. Ciertamente, no sería improbable encontrar un educador en
una escuela típica que dijera que no valora la creatividad. Sin embargo, nuevamente,
existe una notable separación entre lo que se dice y lo que se hace. Examinemos algunos
ejemplos:
Un profesor de física pidió a sus alumnos que describieran cómo podían medir la
altura de un edificio alto con un barómetro. Un estudiante propuso llevar el barómetro a
la cúspide del edificio, usar una cuerda para bajarlo a la calle y medir entonces la longi-
tud de la cuerda. No es preciso decir que no se dio crédito a esta respuesta (LeBoeuf,
1989).
A veces los educadores se centran tanto en una meta que la creatividad es recha-
zada. En el ejemplo anterior, el profesor quería ver si los alumnos habían aprendido la
materia que había dado como lección. Otras veces los educadores sólo quieren mantener
la atención de la clase. Por ejemplo, Matt Groening, célebre por haber creado Los Simp-
son, había sido castigado por dibujar y garabatear en la escuela. Los educadores rompían
y tiraban los dibujos que realizaba. Groening nos dice: «Buena parte del material era ab-
surdo e inmaduro, pero otra parte era realmente creativa, y estaba atónito de que no
hubiera diferencia entre el buen material y el malo, o muy poca» (Morgenstern, 1990,
pág. 12). Idealmente cabe decir que los maestros de Groening habrían pensado el modo
en que podían alentarle a canalizar sus talentos artísticos en su currículum escolar.
A menudo se supone que la escuela primaria es el período de tiempo durante el
cual más se alienta la creatividad en los niños. Pero, si tienen hijos, examinen algún día
sus cartillas escolares, tal como uno de los autores de este libro hizo durante un período
de tiempo que acabó abarcando diferentes años. Aunque los dos hijos del autor iban a
escuelas diferentes mientras duró su educación primaria, aunque esas escuelas gozaban
de la reputación de ser de las mejores escuelas públicas del Estado, en ningún año hubo,
ni tan sólo una que mencionara la creatividad. Había muchos recuadros que representa-
Una cosa es criticar a los demás por no tomar la creatividad en consideración, otra
muy distinta es tomarla en consideración y, además, encontrar el modo de medirla.
No estamos encandilados con las pruebas típicas de creatividad que piden que las
personas realicen labores muy breves, de contenido limitado, que hagan hincapié en un
pensamiento divergente. Por ejemplo, se puede pedir a las personas que piensen en usos
insólitos para un sujetapapeles (por ejemplo, Guilford, 1950). La creatividad de la vida
real se produce en los ámbitos de la vida real. Los ámbitos pueden ser académicos o
pueden ser cotidianos, pero la clase de creatividad de la que nos ocupamos no es trivial
y, para nosotros, pensar en los usos insólitos de un sujetapapeles es más bien algo limi-
tado.
Hacemos uso de un enfoque centrado en un producto, tal como hicieron Amabile
(1983) y muchos otros investigadores —inclusive aquellos que estudian a los grandes
creativos—. Productos tangibles se encuentran en el centro de la evaluación en muchos
campos. Por ejemplo, ¿ha oído hablar de «Los Louis» apelativo que proviene de Louis
Prag, el padre de las tarjetas de felicitación? Se trata de un galardón que se concede a
las tarjetas de felicitación más imaginativas, artísticas y envidiables del año, en el marco
de la muestra internacional de las tarjetas de felicitación. Los galardones basados en el
producto que premian la creatividad son comunes y se pueden hallar en muchos y diver-
sos campos, inclusive en la enseñanza. A lo largo de nuestra investigación hemos puesto
a prueba la creatividad en campos como la escritura, el dibujo, la publicidad y la ciencia.
No afirmamos que estos ámbitos sean los representativos de todos los posibles, y cier-
FIGURA 2.1
MAS CREATIVO
MENOS CREATIVO
Los científicos que manipulan las máquinas que reciben las ondas de sonido pro-
cedentes del espacio exterior están perplejos. Reciben cierto tipo de comunicación que
son incapaces de comprender. Se comunican con otros científicos del mundo que expe-
rimentan las mimas dificultades.
Tras pasar por un proceso de eliminación y de descarte de algunas teorías no
prácticas, llegan a la conclusión de que están siendo abordados por cierta clase de seres
desconocidos. Una nave espacial es equipada, tripulada y enviada a buscar la fuente de
aquella comunicación. Viajan 2,983 millones de kilómetros, la nave llega a su destino —
—una galaxia desconocida—. Los habitantes de aquella galaxia, sin embargo, se mues-
tran recelosos con sus visitantes. Los viajeros del espacio son hechos prisioneros y su
nave espacial destruida.
Arte. Dibujar una imagen que ilustre «la Tierra desde el punto de vista de un insecto»
MAS CREATIVO
Este dibujo utiliza la idea de que los insectos tienen ojos multifacéticos. A través
de la representación de objetos peligrosos para los insectos —un insecticida, un zapato
italiano, un pájaro, un matamoscas, un fluorescente incandescente para los insectos y
un camión que viene de frente—, el dibujo sugiere que los insectos puede que tengan
una visión más bien angustiosa de su mundo.
MAS CREATIVO
MENOS CREATIVO
MÁS CREATIVO
MENOS CREATIVO
En los Estados Unidos exigiríamos que se nos proporcionara una muestra de san-
gre a fin de darle un número de la Seguridad Social o el carnet de conducir. El análisis
ciertamente mostraría una estructura de sangre diferente para las criaturas que provie-
nen de otro planeta aunque se parecieran externamente a nosotros. Pienso que cual-
quier alienígena que viva en la Tierra tendería a mezclarse con nuestra sociedad allí
donde viviera, y sería difícil, sin una de esas formas de identificación, sobrevivir en los
Estados Unidos.
Howard Gardner
∗
En La mente no escolarizada. Cómo piensan los niños y cómo deberían enseñar las escuelas, Howard Gardner, México,
Cooperación Española/SEP (Biblioteca del Normalista), pp. 17-22.
Mtro. Mario Pérez Olvera 161
ne adecuadamente, pueden propulsar y coger pelotas lanzadas en condiciones diversas;
son capaces de engañar a alguien en un juego, del mismo modo que pueden reconocer si
alguien intenta hacerles una mala pasada jugando. Desarrollan un sentido penetrante
acerca de lo que es verdad y falsedad, bueno y malo, bello y feo –sentidos que no siem-
pre concuerdan con los criterios comunes, pero que demuestran ser notablemente prácti-
cos y vigorosos.
Nos enfrentamos con otro enigma. Los niños pequeños que muy pronto dominan
los sistemas de símbolos, como el lenguaje y las formas artísticas, como la música, los
niños que desarrollan teorías complejas del universo o intrincadas teorías acerca de la
mente, suelen experimentar las mayores dificultades cuando empiezan a ir a la escuela.
No parece que hablar y entender el lenguaje sea problemático, pero leer y escribir pue-
den plantear serios desafíos; el cálculo y los juegos numéricos son divertidos, pero
aprender las operaciones matemáticas puede resultar engorroso, y las metas superiores
de las matemáticas pueden resultar temibles. De todos modos el aprendizaje natural,
universal o intuitivo, que tiene lugar en casa o en los entornos inmediatos durante los
primeros años de la vida, parece ser de un orden completamente diferente en relación
con el aprendizaje escolar que ahora es necesario en todo el mundo alfabetizado.
Hasta ahora, este enigma no es extraño y se ha comentado repetidas veces. De
hecho se podría llegar a afirmar que las escuelas se instituyeron precisamente para in-
culcar esas habilidades y concepciones que, aunque deseables, no se aprenden de un
modo fácil y natural como lo son las capacidades antes mencionadas. Así pues, la mayo-
ría de los numerosos libros y artículos recientes acerca de la «crisis educativa» insisten
en las dificultades con que se encuentran los estudiantes para dominar el programa
abierto de la escuela.
Una descripción como ésta acerca de los puntos débiles de la escuela puede resul-
tar exacta hasta donde llega, pero en mi opinión no va los suficientemente lejos. En este
libro sostengo que incluso si la escuela parece ser un éxito, incluso si obtiene los resulta-
dos para los que ha sido diseñada, normalmente no consigue lograr sus objetivos más
importantes.
Las pruebas de esta alarmante afirmación provienen de un nutrido número de in-
vestigaciones educativas por ahora abrumadoras que se han recogido durante las últimas
décadas. Estas investigaciones prueban que incluso los estudiantes que han sido bien en-
trenados y muestran todos signos de éxito —la constante asistencia a buenas escuelas,
altos niveles y calificaciones en los exámenes, corroborados por sus maestros— de un
modo característico no manifiestan una comprensión adecuada de las materias y de los
conceptos con los que han estado trabajando.
Howard Gardner
UNA PEQUEÑA pasa una hora con el examinador, quien le hace preguntas para in-
dagar cuánto sabe (¿Quién descubrió América? ¿Qué hace el estómago?), su vocabulario
(¿Qué quiere decir disparate? ¿Qué quiere decir campanario?), sus conocimientos aritmé-
ticos (si cuestan ochenta centavos cada uno, ¿cuánto tienes que pagar por tres chocola-
tes?), su capacidad para recordar números (5, 1, 7, 4, 2, 3, 8), su capacidad para com-
prender la similitud entre dos elementos (codo y rodilla, montaña y lago). También pue-
de pedirle que realice otras tareas determinadas —por ejemplo, salir de un laberinto u
ordenar un conjunto de fotografías o cuadros de manera que relaten una historia comple-
ta—. Tiempo después, el examinador califica las respuestas y obtiene un solo número —
—el cociente intelectual de la niña, o C.I.— Es probable que este número (que incluso se
le puede mencionar a la niña) ejercerá un efecto apreciable en su futuro, influyendo en la
manera en que piensen de ella sus profesores y determinando la posibilidad de que ob-
tenga ciertos privilegios. La importancia dada al número no es del todo inapropiada: des-
pués de todo, la calificación en una prueba de inteligencia sí predice la capacidad perso-
nal para manejar las cuestiones escolares, aunque poco predice acerca del éxito en la vi-
da futura.
La semblanza anterior se repite millares de veces a diario en todo el mundo, y, en
general, se atribuye bastante significado a la calificación singular. Desde luego, se em-
plean diferentes versiones de la prueba para diversas edades y en distintos ambientes
culturales. En ocasiones la prueba se realiza con papel y lápiz en vez de la entrevista con
el examinador. Pero los lineamientos generales —el equivalente a una hora de preguntas
que produce un número redondo— constituyen la forma bastante común de probar la in-
teligencia en todo el mundo.
Muchos observadores no se sienten felices con este estado de cosas. Consideran
que la inteligencia debe probarse con algo más que breves respuestas a preguntas bre-
ves, respuestas que predicen el éxito académico; y, sin embargo, a falta de mejor mane-
ra de pensar acerca de la inteligencia y de mejores maneras de evaluar la capacidad in-
dividual, esta semblanza está destinada a repetirse universalmente durante el futuro
∗
En Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples, Howard Gardner, Sergio Fernández Éverest (trad.) 2º
ed., México, FCE (Biblioteca de psicología y psicoanálisis, pp. 35-43.
Mtro. Mario Pérez Olvera 167
previsible.
¿Pero qué sucedería si uno permitiera que su imaginación vagara libremente, si
uno considerara la diversidad más amplia de actuaciones que de hecho son valoradas en
todo el mundo? Por ejemplo, considera el puluwat de doce años de edad en las islas Ca-
rolinas, que ha sido escogido por sus mayores para que aprenda a ser maestro navegan-
te. Bajo la tutela de maestros marinos, aprenderá a combinar el conocimiento de la na-
vegación, estrellas y geografía para que pueda encontrar su camino entre millares de is-
las. Considere al joven iraní de 15 años de edad que ha aprendido todo el Corán de me-
moria y ha dominado la lengua árabe. Ahora se le envía a una ciudad santa para que du-
rante los próximos años trabaje estrechamente con un ayatola, quien lo preparará para
ser profesor y dirigente religioso. O, por último, considere a la adolescente de 14 años en
París, que aprende a programar una computadora y comienza a componer obras de mú-
sica con ayuda de un sintetizador.
Después de reflexionar un momento, se comprende que cada uno de estos indivi-
duos está logrando un elevado grado de competencia en un medio hostil y según cual-
quier definición razonable del término, debe considerarse que muestra comportamiento
inteligente. Sin embargo, también debe ser claro que los actuales métodos de evaluar la
inteligencia no se han afinado lo suficiente como para poder valor los potenciales o logros
de un individuo en la navegación por medio de las estrellas, dominar un idioma extranje-
ro o componer con una computadora. El problema consiste no tanto en la tecnología de
las pruebas sino en la forma como acostumbramos pensar acerca del intelecto y en nues-
tras ideas inculcadas sobre la inteligencia. Sólo si ampliamos y reformulamos nuestra
idea de lo que cuenta como intelecto humano podremos diseñar formas más apropiadas
de evaluar y educarla.
En todo el mundo muchos individuos dedicados a la educación están llegando a
conclusiones parecidas. Existe interés en los nuevos programas (algunos de ellos gran-
diosos) que pretenden desarrollar la inteligencia humana para toda una cultura, adiestrar
individuos en habilidades generales como el “aprendizaje anticipatorio”, ayudar a indivi-
duos a aplicar su potencial humano. Experimentos fascinadores, que van desde el méto-
do de Suzuki1 para enseñar a tocar el violín, hasta el método LOGO2 para enseñar los
fundamentos de programación de computadoras, tratan de que los niños pequeños al-
cancen sus metas. Algunos de estos experimentos han tenido buen resultado, en tanto
1
Sobre el método de adiestramiento Suzuki para el violín, véanse S. Suzuki, Nurtured by Love (Nueva York: Exposition
Press, 1969); B. Holland, “Among Pros, More Go Suzuki”, The New Cork Times, 11 de julio de 1982, E9; L. Taniuchi,
“The Creation of Prodigies through Special Early Education: Three Case Studies”, ponencia inédita, Harvard project on
Human Potential, Cambridge, Mass., 1980.
2
Sobre el método LOGO aplicable al razonamiento matemático, véanse S. Pappert, Mindstorms (Nueva York: Basic Books,
1980).
168 Mtro. Mario Pérez Olvera
que otras todavía están en la fase experimental.3 Sin embargo, probablemente sea justo
decir que los éxitos y fracasos han ocurrido sin la estructura adecuada de razonamiento
acerca de la inteligencia. En verdad, en ningún caso existe una idea de la inteligencia que
incorpore la diversidad de habilidades que acabo de considerar. Esta obra se propone lle-
gar a esta formulación.
En los siguientes capítulos describiré una nueva teoría de las competencias intelec-
tuales, que cuestiona el punto de vista clásico de la inteligencia que hemos absorbido ca-
si todos explícitamente (de textos de psicología o de educación) o en forma implícita (vi-
viendo en una cultura con un punto de vista firme pero quizá circunscrito a la inteligen-
cia). Para poder identificar con mayor facilidad las nuevas características de esta teoría,
en estas páginas introductorias consideraré algunos hechos desde el punto de vista tradi-
cional: de dónde procede, por qué se ha afianzado, cuáles son algunas de las principales
cuestiones que quedan por resolverse. Sólo entonces volveré la atención a las caracterís-
ticas de la teoría revisionista que propongo.
Durante más de dos milenios, al menos desde el surgimiento de la ciudad-Estado
griega, determinado conjunto de ideas han predominado en los análisis de la condición
humana en nuestra civilización. Este conjunto de ideas hace hincapié en la existencia e
importancia de los poderes mentales: las capacidades que se han llamado en forma in-
distinta la racionalidad, inteligencia, o el despliegue de la mente. La busca sin fin de una
esencia de la humanidad ha llevado, inevitablemente, a poner atención en la busca que
hace nuestra especie del conocimiento, y se han valorado de manera especial las capaci-
dades que figuran en el conocimiento. Se ha escogido al individuo que fue capaz de em-
plear sus poderes mentales, trátese del rey-filósofo de Platón, el profeta hebreo, el escri-
bano letrado en “Conócete a ti mismo”, de Sócrates; “Todos los hombres por naturaleza
desean saber”, de Aristóteles, y “Pienso, luego existo”, de Descartes, constituyen epígra-
fes que enmarcan toda una civilización.4
La ascendencia de los factores intelectuales rara vez fue puesta en duda incluso en
ese milenio oscuro entre los tiempos clásicos y el Renacimiento. A principios del medioe-
vo, San Agustín, el propio padre de la fe, declaró:
El principal autor y motor del universo es la inteligencia. Por tanto, la causa final
del universo debe ser lo bueno de la inteligencia y eso es verdadero… De todas
3
Sobre los programas para lograr el potencial humano, véanse World Bank, World Development Report (Nueva York: Ox-
ford University Press, 1980); H. Singer, “Put the People First: Review of World Development Report, 1980”, The Econo-
mist, 23 de agosto de 1980; J. W. Botkin, M. Elmandjra y M. Malitza, No Limits to Learning: Bridging the Human Gap: A
Report to the Club of Rome (Oxford y Nueva York: Pergamon Press, 1979), y W. J. Skrzyniarz, “A Review of Projects to
Develop Intelligence in Venezuela: Developmental, Philosophical, Policy, and Cultural Perspectives on Intellectual Poten-
tial”. Ponencia inédita, Harvard Project on Human Potential, Cambridge, Mass., noviembre de 1981.
4
Las autoridades acerca del papel de la inteligencia en toda la historia occidental están citadas en J. H. Randall, The Making
of the Modern Mind: A Survey of the Intellectual Background of the Present Age (Nueva York: Columbia University Press,
1926, 1940).
Mtro. Mario Pérez Olvera 169
las buscas humanas, la de la sabiduría es la más perfecta, la más sublime, la más
útil y la más agradable. La más perfecta, porque en la medida que el hombre se
da a buscar la sabiduría, en esa medida disfruta ya de cierta porción de la verda-
dera felicidad.5
En la alta Edad Media, Dante6 hizo conocer su opinión de que “la función adecuada
de la raza humana, como un todo, es actualizar continuamente toda la capacidad posible
de intelecto, de manera primordial en la especulación, aunque su extensión y para sus
fines, secundariamente en la acción”. Y entonces, en el amanecer del Renacimiento, un
siglo antes de Descartes, Francis Bacon describió el barco inglés en la Nueva Atlántida
que llega a una isla utópica cuya principal institución es un gran establecimiento dedica-
do a la investigación científica. El gobernante de este reino declara a los viajeros:
Daré la mayor joya que tengo. Pues les daré, por amor a Dios y a los hombres,
una relación del verdadero estado de la casa de Salomón… El fin de nuestra fun-
dación es el conocimiento de las causas y los secretos movimientos de las cosas;
y ampliar los límites del imperio humano, para lograr todas las cosas posibles7.
5
San Agustín está citado en la p. 94 de Making of the Modern Mind, de Randalll, a su vez citado en la nota anterior.
6
Francis Bacon está citado en ibid., p. 204.
7
Dante está citado en ibid., p. 105.
8
La distinción de Arquíloco entre “erizo” y “zorras” analizada en I. Berlin. The Hedgehot and the Fox: An Essay on Tol-
stoy’s View of History (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 1953; Nueva York: Simon & Schuster, 1966).
170 Mtro. Mario Pérez Olvera
fragmentación en varios componentes (las “zorras”). Los erizos no únicamente creen en
una sola capacidad, inviolable, que es la propiedad especial de los seres humanos: a me-
nudo, como corolario, imponen las condiciones de que cada individuo nace con determi-
nado grado de inteligencia, y que de hecho a nosotros los individuos se nos puede orde-
nar en términos de nuestro intelecto, regalo de Dios, o C.I. Tan atrincherada está esta
manera de pensar —y hablar— que la mayoría caemos con facilidad en la trampa de cla-
sificar a los individuos como más o menos “listo”, “brillante”, “astuto”, o “inteligente”.9
Una tradición occidental igualmente venerable glorifica las numerosas funciones o
distintas artes de la mente. En la época clásica era común diferenciar entre razón, volun-
tad y sentimiento. Los pensadores medievales tenían su trivio de gramática, lógica y re-
tórica, y su cuadrivio de matemáticas, geometría, astronomía y música. Cuando comenzó
a estudiarse la ciencia de la psicología, se propuso un arreglo todavía mayor de habilida-
des mentales humanas. (Franz Joseph Gall, a quien presentaré formalmente después,
propuso 37 facultades humanas o poderes de la mente;10 J. P. Guilford, una figura con-
temporánea, favorece 120 vectores de la mente.)11 Algunas de estas zorras también
tienden al papel innato y ordenador del pensamiento, aunque uno puede encontrar mu-
chos entre ellos que creen en los efectos alteradores (y amortiguadores) del ambiente y
la educación.
Desde hace muchos siglos ha tenido lugar el debate entre los erizos y las zorras,
mismo que se mantiene hasta nuestros días. En el área del estudio cerebral, han existido
localizadores, que creen que las diferentes porciones del sistema nervioso median entre
las diversas capacidades intelectuales, y estos localizadores se han opuesto a los holis-
tas, que consideran que las principales funciones intelectuales son propias de todo el ce-
rebro. En el área de la prueba de la inteligencia se ha mantenido interminable debate12
entre quienes (siguiendo a Charles Spearman) creen en un factor general del intelecto,13
y quienes (siguiendo a L. L. Thurstone)14 postulan un conjunto de habilidades mentales
primarias, sin ninguna preeminencia entre ellas. En el área del desarrollo infantil ha habi-
9
Para un estudio general sobre la psicología del profesorado, véase J. A. Foodor. The Modularity of Mind (Cambridge,
Mass,: MIT Press, 1983).
10
Sobre Franz Joseph Gall, véase E. G. Boeing, A History of Experimental Psychology (Nueva York: Appleton-Century-
Crofts, 1950
11
Para una explicación sobre los puntos de vista de Guilford, véase J. P. Guilford, “Creativity”, American Psychologist 5
(1950): 444-454; y J. P. Guilford y R. Hoepfner, The Analysis of Intelligence (Nueva York: McGraw Hilll, 1971).
12
Para un estudio sobre el debate en el desarrollo infantil entre quienes favorecen las estructuras generales de la mente y
quienes favorecen un conjunto de habilidades mentales específicas, véase H. Gardner, Developmental Psychology, 2ª edi-
ción (Boston: Little, Brown, 1982).
13
Sobre un factor general de la inteligencia, véase C. Spearman, The Abilities of Man: Their Nature and Measurement
(Nueva York: Mcmillan, 1927), y C. Spearman, “General Intelligence Objectively Determine and Measured”, American
Journal of Psychology 15 (1904): 201-293.
14
Sobre la visión de que existe una familia de habilidades mentales primarias, véase L. L. Thurstone, “Primary Mental
Abilities”, Psychometric Monographs, 1983, núm. 1, y L. L. Thurstone, Multiple-Factor Analysis: A Development and Ex-
pansion of “The Vectors of the Mind” (Chicago: University of Chicago Press, 1947).
Mtro. Mario Pérez Olvera 171
habido vigoroso debate entre quienes postulan estructuras generales de la mente (como
Jean Piaget) y quienes creen en un conjunto grande y relativamente inconexo de habili-
dades mentales (la escuela del ambiente-aprendizaje). Los ecos en otras disciplinas son
bastante audibles.
Así, contra una creencia compartida, a través de los siglos, en la primacía de pode-
res intelectuales, existe un debate continuo acerca de si es propio dividir el intelecto en
partes. Entonces, algunas cuestiones que existen desde hace mucho tiempo en nuestra
tradición cultural no dan señales de resolución. Dudo que temas como el libre albedrío o
el conflicto entre la fe y la razón lleguen a resolverse de manera satisfactoria para todos.
Empero, en otros casos puede haber esperanzas de progreso. A veces éste ocurre como
consecuencia de la aclaración lógica, como, por ejemplo, cuando se expone una falacia.
(Nadie mantiene en la actualidad la creencia equivocada de que las caras distorsionadas
en los retratos de El Greco se debieron a un estado astigmático, luego que se explicó que
este defecto visual no sería causa para pintar caras alargadas. Un pintor astigmático per-
cibiría alargadas las caras en un lienzo [y en el mundo cotidiano]; pero de hecho, estas
caras serían completamente normales para los ojos no astigmáticos.) Cierto progreso se
debe a sorprendentes hallazgos científicos (los descubrimientos de Copérnico y Kepler
cambiaron en forma radical nuestro punto de vista acerca de la arquitectura del univer-
so). Y a veces el progreso es el resultado de que se entrelace un enorme cuerpo de in-
formación para formar una trama convincente de argumento (como sucedió cuando, en
la etapa de presentación de su teoría de la evolución, Charles Darwin revisó enormes
conjuntos de pruebas acerca del desarrollo y diferenciación de las especies).
Quizá sea oportuno hacer algunas aclaraciones acerca de la estructura de la com-
petencia intelectual humana. En este caso, no existe ni un adelanto científico aislado, ni
el descubrimiento de un insigne disparate lógico, sino la confluencia de un enorme cuer-
po de pruebas de una diversidad de fuentes. Esta confluencia, que se ha estado reunien-
do todavía con mayor fuerza durante las últimas décadas, parece ser reconocida (al me-
nos en visión periférica) por quienes se interesan en la cognición humana. Pero rara vez,
si es que ha sucedido en alguna ocasión, estas líneas de convergencia se han enfocado
en forma directa para examinar algo sistemáticamente en un solo lugar; y en efecto, no
se han compartido con el público en general. La confrontación y la comparación son el
doble objeto de esta obra.
En lo que sigue, afirmo que hay evidencias persuasivas sobre la existencia de va-
rias competencias intelectuales humanas relativamente autónomas, que en lo sucesivo
abrevio como “inteligencias humanas”. Ésas son las “estructuras de la mente” de mi títu-
lo. Hasta ahora no se ha establecido a satisfacción la naturaleza y alcance exactos de ca-
da “estructura” intelectual, ni tampoco se ha fijado el número preciso de inteligencias.
Pero me parece que cada vez es más difícil negar la convicción de que existen al menos
Howard Gardner
∗
En Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples, Howard Gardner, Sergio Fernández Éverest (trad.) 2º
ed., México, FCE (Biblioteca de psicología y psicoanálisis), pp. 95-105.
Mtro. Mario Pérez Olvera 177
vestigación.
Entonces, ¿por qué seguir este camino precario? Porque se necesita mejor clasifi-
cación de las competencias intelectuales humanas que la que tenemos; porque existe
mucha evidencia reciente producto de la investigación científica, de observaciones trans-
culturales, y estudio educacional que necesita revisarse y organizarse; y quizá, sobre to-
do, porque parece que podemos presentar una lista de facultades intelectuales que será
útil para una amplia diversidad de investigadores y profesionales que les permitirá (y a
nosotros) comunicarse con mayor efectividad acerca de esta entidad curiosamente se-
ductora llamada intelecto. En otras palabras, la síntesis que buscamos jamás puede ser
la respuesta general para todos, pero promete proporcionar algunas cosas para muchos
interesados.
Antes de pasar a las competencias intelectuales propiamente dichas, debemos
considerar dos temas. Ante todo, cuáles son los prerrequisitos para una inteligencia, es
decir: ¿qué son las cosas generales que se desean y a las que deben conformarse antes
de que ese conjunto de habilidades intelectuales pueda considerarse en la lista maestra
de competencias intelectuales? Luego, ¿cuáles son los criterios reales con los cuales po-
demos juzgar si una competencia candidata, que ha pasado el “primer corte”, debiera ser
invitada a unirse a nuestro círculo encantado de inteligencias? Como uña y carne de la
lista de criterios, también es importante indicar los factores que indican que vamos por
mal camino: que una habilidad que parecía ser una competencia intelectual no se tomó
en cuenta o que nuestro enfoque está pasando por alto una habilidad que parece ser
muy importante.
1
Sobre el desarrollo de la habilidad para reconocer rostros, véase S. Carey, R. Diamond y B. Woods, “Development of Face
Recognition-A Maturational Componente?” Developmental Psychology 16 (1980): 257-269.
2
Los cinco modelos de comunicación de Larry Gross se estudian en sus “Modes of Communication and the Acquisition of
Symbolic Capacities”, en D. Olson, comp., Media and Symbols (Chicago: University of Chicago Press, 1974).
3
Acerca de las siete formas de conocimiento de Paul Hirst, véase su Knowledge and the Curriculum (Londres: Routledge &
Kegan Paul, 1974).
Mtro. Mario Pérez Olvera 179
No insisto en que la lista de inteligencias presentada aquí sea exhaustiva. Me sor-
prendería mucho si lo fuera. Sin embargo, al propio tiempo, hay algo torcido en una lista
que deja notorias brechas, o en una que no logra generar la vasta mayoría de papeles y
habilidades que aprecian las culturas humanas. Así, un prerrequisito para una teoría de
las inteligencias múltiples, como un todo, es que abarque una gama razonablemente
completa de las clases de habilidades que valoran las culturas humanas. Debemos dar
cuenta de las habilidades de un chamán y un psicoanalista al igual que de un yogui y un
santo.
4
Sobre el “modelo del demonio” de Selfridge de la inteligencia, véase O. G. Selfridge. “Pandemonium: A Paradigm for
Learning”, En Symposium on the Mechanization of Thought Process, vol. I (Londres: H. M. Stationery Office, 1959).
180 Mtro. Mario Pérez Olvera
Posible aislamiento por daño cerebral
5
Para un estudio de los idiots savants, véanse los capítulos 5 y 6 en H. Gardner, The Shattered Mind: The Person after
Brain Damage (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1975).
Mtro. Mario Pérez Olvera 181
no como médula de inteligencia musical, o la habilidad para imitar el movimiento de
otros como una médula de inteligencia corporal.
Dada esta definición, es importante poder identificar estas operaciones medulares,
localizar su sustrato neural y demostrar que en efecto estas “médulas” están separadas.
La simulación en una computadora es una manera prometedora de establecer que existe
una operación medular, que de hecho puede dar lugar a diversos desempeños intelectua-
les; la identificación de las operaciones medulares todavía en este momento es más
cuestión de adivinanza, lo que no le resta importancia. En forma correlativa, la resisten-
cia a la detección de las operaciones medulares es un indicio de que algo está mal o que
algo falta: uno puede estar encontrando una amalgama que requiere la descomposición
en términos de sus propias inteligencias constituyentes.
Toda las especies muestran áreas de inteligencia (e ignorancia), y los seres huma-
nos no son la excepción. Las raíces de nuestras inteligencias actuales datan de millones
de años en la historia de la especie. Una inteligencia específica se vuelve más verosímil
en la medida que uno puede localizar sus antecedentes de la evolución, incluyendo las
capacidades (como el canto de las aves o la organización social de los primates) que
comparten con otros organismos; también debemos estar atentos a las habilidades de
cómputo específicas que parezcan operar aisladas en otras especies, pero que se hayan
unido entre sí en los seres humanos. (Por ejemplo, los aspectos discretos de la inteligen-
cia musical bien pueden aparecer en varias especies, pero sólo se unen en los seres
CONCLUSIÓN
6
Un estudio sobre los aspectos de la decisión de desplegar una inteligencia puede encontrarse en el libro próximo a publi-
carse, de mi colega Israel Scheffler, intitulado provisionalmente “Of Human potencial”.
7
La distinción del “saber cómo” frente al “saber qué” se trata en G Ryle, The Concept of Mind (Londres: Hutchinson,
1949).
186 Mtro. Mario Pérez Olvera
uno de los cuales utiliza varias inteligencias, pero de los que se pude decir apropiada-
mente que destacan la inteligencia particular que se está estudiando. Al recurrir a las re-
ferencias para cada capítulo se puede lograr cierta noción de la base de datos más am-
plia que estoy utilizando, así como de las fuentes pertinentes para una investigación más
completa en cada inteligencia. Pero con dolor me doy cuenta de que será tarea de otros
días y volúmenes presentar un caso convincente en favor de cada posible inteligencia.
Una cuestión final e importante antes de que me concentre en las propias inteli-
gencias. Existe una tentación humana universal de dar crédito a una palabra en la que
nos hemos fijado, quizá porque nos ha ayudado a comprender mejor una situación. Co-
mo señalé al principio de esta obra, inteligencia es esa palabra; la empleamos tan a me-
nudo que hemos llegado a creer que existe, como entidad tangible, genuina y mensura-
ble más que como una forma conveniente de nombrar algunos fenómenos que pueden
existir (pero que bien pueden no existir).
Este riego de materializar es grave en una obra de exposición, en especial en la
que trata de introducir conceptos científicos novedosos. Es muy probable que los lectores
simpatizantes y yo pensemos —y caigamos en el hábito de decir— que aquí considera-
mos la “inteligencia lingüística, la “inteligencia interpersonal” o la “inteligencia espacial”
en funciones, así nada más. Pero no es así. Estas inteligencias son ficciones —a lo más,
ficciones útiles —para hablar de procesos y habilidades que (como todo lo de la vida) son
continuos entre sí; la naturaleza no tolera bruscas discontinuidades del tipo que se pro-
ponen aquí. Nuestras inteligencias se definen y describen por separado tan sólo para
iluminar cuestiones científicas y para atacar problemas prácticos urgentes. Es permisible
caer en el pecado de materializar en tanto estemos conscientes de que estamos hacién-
dolo. De esa manera, al volver nuestra atención a las inteligencias específicas, debo re-
petir que no existen como entidades físicamente verificables, sino sólo como construccio-
nes científicas de utilidad potencial. Sin embargo, puesto que el lenguaje es el que nos
conduce a (y nos seguirá sumergiendo en) este cenagal, quizá sea justo comenzar el
análisis de las inteligencias particulares considerando los poderes singulares de la pala-
bra.
189
Desarrollo cognoscitivo: las teorías
de Piaget y de Vygotsky∗
Judith Meece
Profesor: ¿Puede alguien decirme si hoy el agua hirvió más o menos rápidamente
que antes?
Estudiante: Más rápidamente.
Profesor: ¿por qué?, ¿alguien puede decírmelo?
Estudiante: Las partículas están más separadas.
Profesor: Muy bien, Reflexionemos sobre la densidad. ¿El agua de la llave es más
o menos densa que el agua hervida? ¿Qué sucede con el agua cuando
hierve?
Estudiante: Hay burbujas.
Estudiante: Se evapora.
Profesor: ¿Está el agua convirtiéndose en gas?
Estudiante: Sí.
Profesor: ¿La hará eso más o menos densa?
Estudiante: Menos densa.
Profesor: Muy Bien. Pensemos ahora en dos ollas de frijoles. Si tenemos una con
un poco de frijoles y otra con muchos, ¿cuál de las dos tardará más
tiempo en hervir?
Estudiante: La olla con muchos frijoles.
Profesor: Muy bien. Hablemos ahora de la temperatura. ¿A qué temperatura hirvió
el agua de la llave? ¿Y la que ya estaba hervida? ¿Qué vieron? Quizá an-
tes debemos llegar a un consenso sobre la ebullición. ¿Quién puede
darme una definición?
Estudiante: Cuando el agua empieza a hacer burbujas.
Estudiante: Cuando se produce vapor.
Profesor: Bien. Si hay vapor, ¿Qué está sucediendo con el agua en ebullición?,
¿Está cambiando de estado?
Estudiante: Está convirtiéndose en gas.
Profesor: Muy bien. Díganme ahora: ¿ocurrió la ebullición a una temperatura más
∗
En Desarrollo del niño y del adolescente. Compendio para educadores, México, McGraw-Hill interamericana/SEP (Bi-
blioteca para la actualización del maestro), pp. 99-143.
Mtro. Mario Pérez Olvera 191
alta o más baja cuando el agua ya estaba hervida?
Estudiante: A una temperatura más alta.
Profesor: ¿Puede alguien decirme por qué?
Estudiante: Es menos densa.
Profesor: ¿Por qué?
Estudiante: Tiene menos materia.
Profesor: Muy bien. ¿Puede alguien darnos una regla general sobre la relación en-
tre densidad y ebullición?
Estudiante: Cuanto menos densa sea una solución, más tiempo tardará en hervir.
Profesor: Muy bien. Reflexionemos ahora sobre otras soluciones. ¿Qué sucede con
el agua salada?
Estudiante: Es más densa.
Profesor: ¿Y el alcohol?
Estudiante: Es menos denso.
Profesor: ¿Qué tardará más en hervir, el alcohol o el agua salada?
Estudiante: El alcohol porque es menos denso.
Profesor: Bien. Mañana hablaremos un poco más sobre el experimento. Es hora de
cambiar de grupo.
1
Según el enfoque constructivista del aprendizaje, el niño crea su conocimiento del mundo a partir de sus interacciones con
el ambiente; los profesores facilitan el proceso centrando su atención, haciéndoles preguntas y estimulando su pensamiento.
192 Mtro. Mario Pérez Olvera
zaje. Se basa en una idea muy simple: el niño debe construir sus conocimientos del
mundo donde vive. El conocimiento no es algo que el profesor pueda transmitir directa-
mente a los estudiantes. Es necesario operar sobre la información, manipularla y trans-
formarla si queremos que tenga significado para ellos. Sin embargo, como se aprecia en
el ejemplo, guía el proceso de construcción del conocimiento centrando la atención,
haciendo preguntas y obligándoles a pensar. La función del profesor consiste en ayudar a
los alumnos a repensar sus ideas formulándoles preguntas que no se les habrían ocurri-
do. Según la perspectiva constructivista, el aprendizaje supone cambios estructurales en
la forma en que el niño concibe el mundo.
El constructivismo es el fundamento de muchas reformas educativas actuales.
Tanto el National Council for Teachers o Mathematics como la National Science Teachers
Association exigen dar prioridad en el aula a la solución de problemas, a la experimenta-
ción práctica, a la adquisición de conceptos, al razonamiento lógico y a un auténtico
aprendizaje. Por su parte, los partidarios de los métodos lingüísticos globales de la lectu-
ra y de las artes del lenguaje subrayan la importancia del aprendizaje auténtico, en el
cual los estudiantes se sumerjan en un ambiente rico en lenguaje y lo hagan en formas
significativas y fecundas.
En este capítulo explicaremos las teorías que sientan las bases psicológicas del
método constructivista en el aprendizaje. Desde el punto de vista teórico, se basa en la
investigación que Piaget y Vygotsky realizaron acerca del desarrollo. La teoría de Piaget
ayuda a los educadores a entender cómo el niño interpreta el mundo a edades diversas.
La de Vygotsky les servirá para comprender los procesos sociales que influyen en la ad-
quisición de sus habilidades intelectuales. Ambas tienen importantes aplicaciones en la
enseñanza.
2
Piaget no enseñó que los niños buscan activamente el conocimiento a través de sus interacciones con el ambiente, que po-
seen su propia lógica y medios de conocer que evoluciona con el tiempo.
Mtro. Mario Pérez Olvera 193
pichón albino del parque local. Y a los 15 años consiguió su primer empleo como curador
de una colección de moluscos en el Museo de Ginebra. Y seis años después obtuvo el
doctorado en ciencias naturales. Piaget continuó especializándose en muchas áreas, en-
tre ellas sociología, religión, filosofía. Mientras estudiaba filosofía, se sintió fascinado por
la epistemología, o sea la manera en que se logra el conocimiento. Su interés lo llevó a
estudiar filosofía y psicología en la Sorbona, donde conoció a Teodoro Simon, quien por
entonces estaba preparando el primer test de inteligencia para niños. Simon lo convenció
de que le ayudara a elaborar las normas de edad para los reactivos. Fue en este trabajo
en que Piaget comenzó a explorar los procesos de razonamiento de los niños. Le intrigó
el hecho de que sus respuestas se basaban en razones muy diferentes. Por ejemplo, dos
podían decir que un árbol tiene vida, pero explicar su respuesta de manera distinta. Uno
decía que estaba vivo porque se movía, otro que estaba vivo porque produce semillas.
Mediante una serie de procedimientos, que llegaron a ser conocidos como método de en-
trevista clínica (capítulo I, pp. 37-38), Piaget analizó los procesos de razonamiento en
que se fundan las respuestas correctas e incorrectas de los niños. La fascinación por los
procesos de adquisición del conocimiento en el niño inspiraron una carrera de 60 años
consagrada a investigar el desarrollo infantil. Al final de ella, Piaget había publicado más
de 40 libros y 100 artículos sobre la psicología del niño.
Piaget fue uno de los primeros teóricos del constructivismo en Psicología. Pensaba
que los niños construyen activamente el conocimiento del ambiente usando lo que ya sa-
ben e interpretando nuevos hechos y objetos. La investigación de Piaget se centró fun-
damentalmente en la forma en que adquieren el conocimiento al ir desarrollándose. En
otras palabras, no le interesaba tanto lo que conoce el niño, sino cómo piensa en los pro-
blemas, y en las soluciones. Estaba convencido de que el desarrollo cognoscitivo supone
cambios en la capacidad del niño para razonar sobre su mundo.
Etapas cognoscitivas
3
Piaget dividió el desarrollo cognoscitivo en cuatro etapas, cada una de las cuales representa la transición a una forma más
compleja y abstracta de conocer.
194 Mtro. Mario Pérez Olvera
decir, todos los niños pasan por las cuatro etapas en el mismo orden. No es posible omi-
tir ninguna de ellas. Las etapas se relacionan generalmente con ciertos niveles de edad,
pero el tiempo que dura una etapa muestra gran variación individual y cultural. En una
sección posterior examinaremos las características cognoscitivas de cada una.
Piaget pensaba que todos, incluso los niños, comienzan a organizar el conocimien-
to del mundo en lo que llamó esquemas. Los esquemas son conjuntos de acciones físicas,
de operaciones mentales, de conceptos o teorías con los cuales organizamos y adquiri-
mos información sobre el mundo. El niño de corta edad conoce su mundo a través de las
acciones físicas que realiza, mientras que los de mayor edad pueden realizar operaciones
mentales y usar sistemas de símbolos (el lenguaje, por ejemplo). A medida que el niño
va pasando por las etapas, mejora su capacidad de emplear esquemas complejos y abs-
tractos que le permiten organizar su conocimiento. El desarrollo cognoscitivo no consiste
tan sólo en construir nuevos esquemas, sino en reorganizar y diferenciar los ya existen-
tes.
Organización y adaptación
Dos principios básicos, que Piaget llama funciones invariables, rigen el desarrollo
intelectual del niño. El primero es la organización que, de acuerdo con Piaget, es una
predisposición innata en todas las especies. Conforme el niño va madurando, integra los
patrones físicos simples o esquemas mentales a sistemas más complejos. El segundo
principio es la adaptación. Para Piaget, todos los organismos nacen con la capacidad de
Asimilación y acomodación
Piaget utilizó los términos asimilación y acomodación para describir cómo se adap-
ta el niño al entorno. Mediante el proceso de la asimilación moldea la información nue-
va para que encaje en sus esquemas actuales. Por ejemplo, un niño de corta edad que
nunca ha visto un burro lo llamará caballito con grandes orejas. La asimilación no es un
proceso pasivo; a menudo requiere modificar o transformar la información nueva para
incorporarla a la ya existente. Cuando es compatible con lo que ya se conoce, se alcanza
un estado de equilibrio. Todas las partes de la información encajan perfectamente entre
sí. Cuando no es así habrá que cambiar la forma de pensar o hacer algo para adaptarla.
EL proceso de modificar los esquemas actuales se llama acomodación4. En nuestro
ejemplo, el niño formará otros esquemas cuando sepa que el animal no era un caballito,
sino un burro. La acomodación tiende a darse cuando la información discrepa un poco
con los esquemas. Si discrepa demasiado, tal vez no sea posible porque el niño no cuen-
ta con una estructura mental que le permita interpretar esta información. De acuerdo con
Piaget, los procesos de asimilación y de acomodación están estrechamente correlaciona-
dos y explican los cambios del conocimiento a lo largo de la vida.
¿Se le ocurre un caso de asimilación y acomodación tomado de sus experiencias de
aprendizaje? Al leer este libro, estará utilizando lo que ya sabe del desarrollo del niño pa-
ra entender la información nueva. Pero quizá habrá de modificar algunas de sus ideas a
medida que vaya adquiriendo más información. Por ejemplo, quizá haya aprendido en al-
guna otra parte que los lactantes no pueden realizar el pensamiento simbólico. Como ve-
rá más delante, la teoría de Piaget nos dice que durante el segundo año de vida empieza
a emerger una forma de pensamiento simbólico. Por tanto, para lograr una comprensión
más profunda de la infancia, habrá que modificar su conocimiento actual del desarrollo
del lactante para incorporar (acomodar) la información nueva.
4
La asimilación es el proceso que consiste en moldear activamente la nueva información para encajarla en los esquemas
existentes; la acomodación es el proceso que consiste en modificar los esquemas existentes para encajar la nueva informa-
ción discrepante.
196 Mtro. Mario Pérez Olvera
¾ Transmisión social de información y de conocimientos
¾ Equilibrio
El equilibrio5 es un concepto original en la teoría de Piaget y designa la tendencia
innata del ser humano a mantener en equilibrio sus estructuras cognoscitivas. Piaget
sostuvo que los estados de desequilibrio son tan intrínsicamente insatisfactorios que nos
sentimos impulsados a modificar nuestras estructuras cognoscitivas con tal de restaurar
el equilibrio. Así pues, en su teoría ésta es una forma de conservar la organización y la
estabilidad del entorno. Además, a través del proceso de equilibrio alcanzamos un nivel
superior de funcionamiento mental.
5
El equilibrio es la tendencia innata de conservar estables las estructuras cognoscitivas aplicando para ello los procesos de
asimilación y acomodación.
6
Según Piaget, durante el periodo sensoriomotor los niños adquieren las habilidades de la conducta relacionadas con metas
y la permanencia de los objetos.
Mtro. Mario Pérez Olvera 197
menzó a partir de un objetivo determinado.
Al final de la etapa sensoriomotora, el niño comienza a probar otras formas de ob-
tener sus metas cuando no logra resolver un problema con los esquemas actuales (ob-
servar, alcanza y asir). Por ejemplo, si el juguete está fuera de su alcance debajo del so-
fá, posiblemente intente acercarlo con un objeto largo o gatee hasta la parte posterior
del mueble. En vez de continuar aplicando los esquemas actuales, el niño ya puede cons-
truir mentalmente nuevas soluciones de los problemas actuales. Según Piaget, la inven-
ción de nuevos métodos para resolverlos caracteriza el inicio de la conducta verdadera-
mente inteligente. Aunque los niños continúan resolviendo problemas por ensayo y error
durante muchos más años, parte de la experimentación se realiza internamente median-
te la representación mental de la secuencia de acciones y de las metas.
7
La permanencia de los objetos consiste en saber que los objetos siguen existiendo aunque estén fuera de la vista.
198 Mtro. Mario Pérez Olvera
representación mental de los objetos puede aparecer desde los 4 meses de vida. Otros
señalan que quizá el niño comprenda el principio de la permanencia, pero le faltan las
habilidades de memoria para recordar la ubicación de los objetos o las habilidades moto-
ras para efectuar las acciones que le permitan encontrar el objeto. Sin embargo, la ma-
yoría de los teóricos coinciden en que la capacidad de construir imágenes mentales de los
objetos en el primer año del desarrollo constituye un logro trascendental. A partir de este
momento, las representaciones mentales influyen más en el desarrollo intelectual que las
actividades sensoriomotoras.
Pensamiento representacional
Durante la etapa preoperacional, el niño puede emplear símbolos como medio para
reflexionar sobre el ambiente. La capacidad de usar una palabra (galletas, leche, por
ejemplo) para referirse a un objeto real que no está presente se denomina funciona-
miento semiótico o pensamiento representacional.8 Piaget propuso que una de las
primeras formas de él era la imitación diferida, la cual aparece por primera vez hacia el
final del periodo sensoriomotor. La imitación diferida9 es la capacidad de repetir una
secuencia simple de acciones o de sonidos, horas o días después que se produjeron ini-
cialmente. Piaget (1962) observó el siguiente ejemplo de imitación diferida en su hija.
Jacqueline (1 año, 4 meses de edad) recibe la visita de un niño de 1.5 años a
8
El pensamiento semiótico o representacional es la capacidad de utilizar las palabras para simbolizar un objeto que no está
presente o fenómenos no experimentados directamente.
9
Se da el nombre de imitación diferida a la capacidad de repetir una secuencia de acciones o de sonidos horas o días des-
pués de ser emitidos.
Mtro. Mario Pérez Olvera 199
quien veía de cuando en cuando y quien, durante la tarde, estalló en un terrible berrin-
che. Él gritó mientras intentaba salir del corral de juego, lo empujó hacia atrás y se puso
a patalear. Jacqueline se quedó mirándolo, desconcertada, pues nunca antes había con-
templado una escena así. Al día siguiente ella se puso a gritar en el corral de juego, trató
de moverlo y empezó a patear un poco (p. 62).
Durante la etapa preoperacional se observan otros ejemplos del pensamiento re-
presentacional. A menudo se considera que los años preescolares son la “edad de oro”
del juego simbólico (Singer y Singer, 1976). El juego comienza con secuencias simples
de conducta usando objetos reales; por ejemplo, fingir beber de una copa o comer con
un objeto parecido a la cuchara. A los cuatro años de edad, el niño puede inventar su
propia utilería, crear un guión y representar varios papeles sociales. Veamos cómo los
personajes de 4 años de edad están aprendiendo a negociar relaciones sociales en el si-
guiente ejemplo de juego simbólico tomado de Bad Guys Don’t Have Birthday (1988) de
Vivian Gussin Paley:
Barneny: Sigan haciendo oro. Ustedes son los guardias de la huelga. No lo olviden, yo
soy el guardia que controla las armas.
Frederick: Pero nosotros controlamos las armas cuando duermes.
Barney: No, ustedes hacen el oro y yo controlo las armas. De todos modos, no voy a
dormir porque se acercan los tipos malvados. ¡Atención, todos los guardias!
Stuart, ven acá. ¿Quieres ser guardia? ¡Tipos malvados! Ven el barco porque
ya se encuentra en el sol.
Mollie: Nada de tipos malos, Barney, el niño está durmiendo.
Barney: Allí hay tipos malos, Mollie. Nosotros tenemos cañones.
Mollie: No puedes disparar cuando el niño está durmiendo
Barney: ¿Quién es el niño? Nosotros no dijimos de un niño.
Mollie: Es Cristóbal. Ven, nene Estrellita. Acuéstate aquí.
Cristóbal: Voy a dispararles un rato a los tipos malos, ¿verdad Mollie? (p. 19)
10
En la teoría de Piaget, el desarrollo del pensamiento representacional permite a los niños adquirir el lenguaje.
200 Mtro. Mario Pérez Olvera
el capítulo 5 estudiaremos a fondo el desarrollo lingüístico; por el momento, conviene en-
tender su conexión con el pensamiento representacional. Cuando el niño comienza a
hablar, utiliza palabras referentes a actividades y a eventos, lo mismo que a sus deseos
actuales. Durante el periodo preoperacional empieza a emplearlas en forma verdadera-
mente representacional. En vez de centrarse exclusivamente en las actividades del mo-
mento o en sus deseos inmediatos, comienza a usarlas para representar objetos ausen-
tes y acontecimientos pasados (Ginsburg y Opper, 1988).Dicho de otra manera, las usa
para referirse a eventos que no experimenta de modo directo. Piaget creía que el pen-
samiento representacional facilita el desarrollo lingüístico rápido en el periodo preopera-
cional. Es decir, el pensamiento antecedería al desarrollo lingüístico.
Durante la etapa preoperacional, el niño comienza a representarse el mundo a tra-
vés de pinturas e imágenes mentales, lo cual ha hecho que algunos expertos califiquen
de “lenguaje silencioso” el arte infantil. Los cuadros nos revelan mucho sobre su pensa-
miento y sus sentimientos. Por ejemplo, cuando a los niños de 2 y 3 años de edad se les
pregunta qué están dibujando o pintando, lo más probable es que respondan: “Nada más
estoy dibujando”. Sin embargo, entre los 3 y 4 años comienzan a combinar trazos para
dibujar cuadros, cruces, círculos y otras figuras geométricas. Inician la etapa representa-
cional del dibujo hacia los 4 o 5 años. Dibujan casas, animales, personan, personajes de
caricaturas y otros objetos. Las figuras pueden representar objetos reales del entorno o
personas de la fantasía que han visto o de los cuales han oído hablar. En la figura 3.1 se
muestra este avance evolutivo en los dibujos infantiles. A medida que va creciendo, el
niño enriquece sus dibujos con detalles, incorporando incluso palabras que desarrollan el
guión. Cuando los inscriben en el jardín de niños, algunos ya saben escribir su nombre.
Ahora las palabras impresas, lo mismo que las pinturas, pueden representar un objeto
real del ambiente.
Conceptos numéricos
Junto con la mayor habilidad de usar como símbolos las palabras e imágenes, los
niños empiezan a utilizar los números como herramienta del pensamiento durante los
años preescolares. Piaget sostuvo que los niños no adquieren un concepto verdadero del
número antes de la etapa de las operaciones concretas, cuando comienzan a entender
las relaciones seriales y jerárquicas. Sin embargo, la investigación reciente ha demostra-
do que algunos principios numéricos básicos aparecen durante la etapa preoperacional.
Los trabajos de Rochel Gelman y sus colegas (Gelman y Gallistel, 1978; Gelman y Merck,
1983) señalan que algunos niños de 4 años logran entender los siguientes principios bá-
sicos del conteo: a) puede contarse cualquier arreglo de elementos: b) cada elemento
deberá contarse una sola vez; c) los números se asignan en el mismo orden; d) es irre-
levante el orden en que se cuenten los objetos; e) el último número pronunciado es el de
Teorías intuitivas
11
En la etapa preoperacional el niño tiene un concepto animista del mundo; no distingue entre objetos animados e inanima-
dos.
202 Mtro. Mario Pérez Olvera
los ríos, los automóviles y bicicletas poseen características vivas porque se mueven. El
siguiente ejemplo ilustra este pensamiento animista:
Del mismo modo que los niños empiezan a formular teorías sobre el mundo exter-
no en el periodo preoperacional, también comienzan a hacerlo respecto al mundo interno
Hasta ahora hemos explicado algunos importantes progresos del pensamiento del
niño durante el periodo preoperacional. Veamos ahora algunas de las limitaciones. Las
tres más importantes son egocentrismo, centralización y rigidez del pensamiento.
El egocentrismo es la tendencia a “percibir, entender e interpretar el mundo a
partir del yo” (Millar, 1993, p. 53). Esta tendencia se manifiesta sobre todo en las con-
versaciones de los preescolares. Como son incapaces de adoptar la perspectiva de otros,
hacen poco esfuerzo por modificar su habla a favor del oyente. Los niños de tres años
parecen realizar los llamados monólogos colectivos, en los cuales los comentarios de
los interlocutores no guardan relación alguna entre sí. Entre los 4 y 5 años de edad, el
niño comienza a mostrar capacidad para ajustar su comunicación a la perspectiva de los
oyentes.
Piaget e Inhelder (1956) utilizaron el famoso experimento de la montaña para es-
tudiar el egocentrismo en niños de corta edad. Colocaron sobre una mesa el modelo de
un panorama que contenía tres montañas, con cuatro sillas dispuestas alrededor. En el
experimento, un niño se sentaba en una mesa; se le pedía escoger entre un grupo de di-
FIGURA 3.3
Tarea de la adopción
¿Cuál de las dos niñas puede ver el gato? de perspectivas
Durante los años de primaria, el niño empieza a utilizar las operaciones mentales y
la lógica para reflexionar sobre los hechos y los objetos de su ambiente. Por ejemplo, si
le pedimos ordenar cinco palos por su tamaño, los comparará mentalmente y luego ex-
traerá conclusiones lógicas sobre el orden correcto sin efectuar físicamente las acciones
correspondientes. Esta capacidad de aplicar la lógica y las operaciones mentales le per-
mite abordar los problemas en forma más sistemática que un niño que se encuentre en
la etapa preoperacional.
De acuerdo con Piaget, el niño ha logrado varios avances en la etapa de las ope-
raciones concretas.12 Primero, su pensamiento muestra menor rigidez y mayor flexibi-
lidad. El niño entiende que las operaciones pueden invertirse o negarse mentalmente. Es
decir, puede devolver a su estado original un estímulo como el agua vaciada en una jarra
de pico, con sólo invertir la acción. Así pues, el pensamiento parece menos centralizado y
egocéntrico. El niño de primaria puede fijarse simultáneamente en varias características
del estímulo. En vez de concentrarse exclusivamente en los estados estáticos, ahora está
en condiciones de hacer inferencias respecto a la naturaleza de las transformaciones. Fi-
nalmente, en esta etapa ya no basa sus juicios en la apariencia de las cosas.
A continuación examinaremos más a fondo los tres tipos de operaciones mentales
o esquemas con que el niño organiza e interpreta el mundo durante esta etapa: seria-
ción, clasificación y conservación.
12
Gracias a la capacidad de pensar en forma lógica y de realizar las operaciones mentales, en la etapa de las operaciones
formales el niño aborda los problemas más sistemáticamente que en la fase anterior.
206 Mtro. Mario Pérez Olvera
Seriación
Clasificación
Además de la seriación, Piaget pensaba que las habilidades de clasificación son in-
dispensables para la aparición de las operaciones concretas. La clasificación13 es otra
manera en que el niño introduce orden en el ambiente al agrupar las cosas y las ideas a
partir de elementos comunes. La clasificación es una habilidad que empieza a surgir en la
niñez temprana. Los niños que comienzan a caminar y los preescolares agrupan gene-
13
Piaget pensaba que las habilidades de clasificación son indispensables para aprender las operaciones concretas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 207
ralmente los objetos atendiendo a una sola dimensión, como el tamaño o el color. Pero
no es sino hasta el periodo de las operaciones concretas cuando clasifican los objetos se-
gún varias dimensiones o cuando comprenden las relaciones entre clases de objetos. Pia-
get describió dos tipos de sistemas taxonómicos que surgen durante los años intermedios
de la niñez: la clasificación matricial y la clasificación jerárquica.
¿Puedes poner en orden estos palos del más En la etapa de las operaciones concretas, el ni-
corto al más largo? ño puede ordenar una serie de palos por su ta-
maño.
FIGURA 3.4 Tarea de seriación.
La clasificación matricial14 consiste en clasificar los objetos a partir de dos o
más atributos, como se aprecia en la figura 3.5. Ya sabemos que los preescolares pueden
agrupar objetos atendiendo a dimensiones individuales. Pero, ¿qué ocurriría si le diéra-
mos a un grupo de ellos objetos de distintas formas y colores para que los ordenaran?
Piaget descubrió que en esta edad ordenan correctamente los objetos según una dimen-
sión, ya sea la forma o el tamaño. Un preescolar un poco más avanzado podría subdividir
después cada grupo de color conforme a la segunda dimensión. Su comportamiento indi-
ca que se encuentra en una fase de transición. Percibe más de una dimensión pero no
puede coordinar esa información. A los 8 o 9 años de edad, demostrará la capacidad de
clasificar objetos utilizando simultáneamente dos dimensiones.
FIGURA 3.5
¿Qué color y qué forma tiene el objeto faltante? Tarea de clasificación matricial
Piaget creía que la centralización impone mayores restricciones a las habilidades
taxonómicas de los niños pequeños que a las de los de mayor edad. Los primeros tienden
a agrupar las cosas basándose en sus semejantes; normalmente prescinden de las dife-
14
La clasificación matricial consiste en ordenar objetos atendiendo a dos o más atributos; la clasificación jerárquica consiste
en comprender cómo las partes se relacionan con el todo.
208 Mtro. Mario Pérez Olvera
rencias. Los segundos pueden considerar al mismo tiempo en qué se parecen y se dife-
rencian los objetos. La capacidad de clasificarlos atendiendo a dos dimensiones requiere
además la reversibilidad del pensamiento. Esta capacidad de invertir mentalmente una
operación le permite al niño clasificar primero un objeto con una dimensión (el color) y
luego reclasificarlo con otra (forma o tamaño). Los niños mayores de primaria logran re-
solver este problema, porque su pensamiento está adquiriendo mayor flexibilidad.
En los años subsecuentes de la primaria, el niño comienza a utilizar los sistemas
de clasificación jerárquica para poner orden en su ambiente. Los usa para organizar la
información referente a materias como geología, biología, astronomía, historia, física y
música. Por ejemplo, en el sexto grado deben saber que la materia se compone de molé-
culas y que cada molécula está constituida por átomos, los cuales contienen varias uni-
dades de protones, electrones y neutrones. También deben saber razonar sobre las rela-
ciones jerárquicas, pues sólo así podrán entender los conceptos numéricos. Así, el núme-
ro 5 es parte de un conjunto que contiene además los números que lo preceden (1, 2, 3
y 4). El número 1 puede dividirse en partes diferentes (mitades, cuartos, décimas, etc.) y
el número 100 está integrado por 10 decenas. El niño comienza a entender las relaciones
jerárquicas en la etapa de las operaciones concretas.
La prueba indicada para evaluar la comprensión de las jerarquías en el niño es la
tarea de inclusión en una clase. Al niño se le muestran dos flores distintas, digamos tres
rosas y siete tulipanes, y luego se le pregunta: “¿Hay más tulipanes o flores?” La mayo-
ría de los niños de 5 y 6 años dirán que hay más tulipanes. Comparan las subclases (ro-
sas y tulipanes) y no comprenden que forman una clase más grande (flores). Para res-
ponder correctamente deberían pensar en los subconjuntos en relación con el todo. Hacia
los 8 o 9 años de edad, comienzan a basar sus respuestas en la regla lógica de la in-
clusión en una clase. Ahora ya entienden que una colección de objetos debe ser mayor
que cualquiera de sus subpartes y aplican esta operación lógica para organizar la infor-
mación en los problemas relacionados con la inclusión en una clase. Les será difícil com-
prender las relaciones entre parte y todo antes que dominen la habilidad anterior.
Conservación
15
La conservación consiste en entender que un objeto permanece idéntico a pesar de los cambios superficiales de forma o
de aspecto físico.
210 Mtro. Mario Pérez Olvera
FIGURA 3.6
Principio de conservación de Piaget
FUENTE: Vander Zanden (1993)
Una vez lograda la capacidad de resolver problemas como los de seriación, clasifi-
cación y conservación, el niño de 11 a 12 años comienza a formarse un sistema coheren-
te de lógica formal. Al finalizar el periodo de las operaciones concretas, ya cuenta con las
herramientas cognoscitivas que le permiten solucionar muchos tipos de problemas de ló-
gica, comprender las relaciones conceptuales entre operaciones matemáticas (por ejem-
plo, 15 + 8 = 10 + 13), ordenar y clasificar los conjuntos de conocimientos. Durante la
adolescencia las operaciones mentales que surgieron en las etapas previas se organizan
en un sistema más complejo de lógica y de ideas abstractas.16
El cambio más importante en la etapa de las operaciones formales es que el pen-
samiento hace la transición de lo real a lo posible (Flavell, 1985). Los niños de primaria
razonan lógicamente, pero sólo en lo tocante a personas, lugares y cosas tangibles y
concretas. En cambio, los adolescentes piensan en cosas con que nunca han tenido con-
tacto (por ejemplo, cuando la usted una historia, trate de imaginar qué significa ser es-
clavo en la década de 1850); pueden generar ideas acerca de eventos que nunca ocurrie-
ron (por ejemplo, ¿cómo sería Europa si Alemania hubiera ganado la Segunda Guerra
Mundial); y puede hacer predicciones sobre hechos hipotéticos o futuros (por ejemplo, si
el gobierno de un país aprobara una ley que deroga la pena de muerte, ¿qué sucedería
con los índices de criminalidad?). Los adolescentes de mayor edad pueden discutir com-
plejos problemas sociopolíticos que incluyan ideas abstractas como derechos humanos,
igualdad y justicia. También pueden razonar sobre las relaciones y analogías proporcio-
nales, resolver las ecuaciones algebraicas, realizar pruebas geométricas y analizar la va-
lidez intrínseca de un argumento.
La capacidad de pensar en forma abstracta y reflexiva se logra durante la etapa
de las operaciones formales.17 En las siguientes secciones estudiaremos cuatro carac-
terísticas fundamentales de este tipo de pensamiento: la lógica proposicional, el razona-
miento científico, el razonamiento combinatorio y el razonamiento sobre probabilidades y
proporciones.
Lógica proposicional
Las operaciones mentales del adulto corresponden a cierto tipo de operación lógica
denomina lógica proposicional, la cual según Piaget era indispensable para el pensa-
miento de esta etapa. La lógica proposicional es la capacidad de extraer una inferencia
lógica a partir de la relación entre dos afirmaciones premisas. En el lenguaje cotidiano
16
Cuando los niños inician la etapa de las operaciones formales, su pensamiento comienza a distinguir entre lo real (concre-
to) y lo posible (abstracto).
17
Se da el nombre de operaciones formales a la capacidad de pensar en forma abstracta y de razonar.
212 Mtro. Mario Pérez Olvera
puede expresarse en una serie de proposiciones hipotéticas. Considere el siguiente ejem-
plo:
Si los lactantes son mayores que los adultos;
Y si los lactantes son mayores que los niños;
Entonces los adultos son mayores que los niños.
La conclusión es correcta de hecho pero inválida, porque no se deduce de la infor-
mación que la precede. David Moshman y Bridge Franks (1986) comprobaron que los ni-
ños de primaria tienden a evaluar la conclusión anterior basándose en la verdad objetiva
más que en la validez del argumento. Sin embargo, cuando realizan las operaciones for-
males comienzan a considerar la validez intrínseca del argumento.
En esta etapa, la validez del argumento se relaciona más con la forma en que se
relacionan las proposiciones que con la veracidad del contenido.18 De acuerdo con Piaget,
el razonamiento consiste en reflexionar sobre las relaciones lógicas entre ellas. Los ado-
lescentes parecen comprender que los argumentos lógicos tienen “una vida propia de-
sencarnada e impasible, por lo menos en teoría” (Flavell, 1985, p. 101).
Muchos tipos de situaciones en los que se resuelven problemas requieren utilizar la
lógica proposicional. Así, para resolver problemas algebraicos se necesita la habilidad de
reflexionar sobre proposiciones (por ejemplo, x + 2y = 11; si y = 1, entonces x =
_______?). La lógica proposicional también es indispensable para razonar acerca de pro-
blemas científicos, como determinar la manera de clasificar un animal o planta (por
ejemplo, si todos los mamíferos amamantaran a su cría y si este animal amamantara a
su cría, entonces será mamífero).
Los buenos escritores, abogados, políticos y profesores se valen de la lógica pro-
posicional cuando quieren defender un punto. Hay que tener mucho cuidado con los ado-
lescentes que dominan esta habilidad. No sólo discuten más, sino que saben defender
mejor sus ideas. Pueden descubrir las falacias de nuestro razonamiento y atacarnos con
un contraargumento apropiado.
Razonamiento científico
18
A la lógica proposicional le interesa más la relación entre dos proposiciones o premisas que su exactitud o veracidad.
19
El pensamiento hipotético-deductivo es la capacidad de generar y probar hipótesis de un modo lógico y sistemático.
Mtro. Mario Pérez Olvera 213
vara en la cual penden cuerdas de distinta longitud. En cada una pueden colgarse pesos
de diferente tamaño. Al niño se le indica cómo funciona el péndulo y luego se le pregunta
cuál de los cuatro factores —longitud de la cuerda, peso del objeto, fuerza de impulso o
altura de la caída— causa la rapidez con que el péndulo oscila. Antes de contestar, se le
permite manipular el aparato para encontrar la solución.
¿Cuál cree que sea la respuesta correcta? ¿Cómo acometería este problema? El
primer paso consiste en formular una hipótesis o en hacer una predicción. En la etapa de
las operaciones concretas, el niño puede aplicar esta estrategia de solución de proble-
mas. El siguiente paso consiste en probar las hipótesis y, generalmente, es el que distin-
gue la etapa de las operaciones concretas y la de las operaciones formales. La clave está
en cambiar uno de los factores o variables del problema, manteniendo constantes los
demás. El niño que se halla en la etapa de las operaciones concretas comienza bien pero
no logra probar todas las combinaciones posibles. A veces cambia más de una variable a
la vez (por ejemplo, la cuerda y el peso). Pero como no aborda el problema en forma sis-
temática, a menudo extrae conclusiones erróneas cuando necesita tener en cuenta mu-
chas variables. Por su parte, el niño que se encuentra en la etapa de las operaciones
formales suele considerar todas las combinaciones posibles. En este ejemplo hay 16
combinaciones que es preciso atender para sacar la conclusión correcta. La respuesta co-
rrecta es la longitud de la cuerda. Una cuerda corta hace que el péndulo se mueva más
rápidamente, prescindiendo del resto de los factores.
¿Qué hace que el péndulo oscile con mayor rapidez? Los cuatro factores en cuestión son la FIGURA 3.7
longitud de la cuerda, el peso del péndulo, la altura desde al cual se sostiene y al fuerza Tarea del Péndulo
con que se impulsa.
Razonamiento combinatorio
Figura 3.8
Dos de los líquidos claros en los cuatro vasos se combinan con el líquido g para producir una solución e Tarea de
color amarillo. ¿Cómo resolverías este problema? química
FIGURA 3.9
Si introduces una moneda, ¿de qué color será
Tarea de razones
probablemente la bola de chicle que salga?
Algunos teóricos afirman que la investigación de Piaget tal vez sobrestimó la capa-
cidad del adolescente para razonar sobre las proporciones. Hay evidencia de que posi-
blemente ni siquiera los adultos aplican la estrategia del razonamiento proporcional
cuando resuelven problemas prácticos. Por ejemplo, en un supermercado N. Capon y D.
Kuhn (1979) pidieron a 50 mujeres juzgar cuál de los dos tamaños de un producto con-
venía comprar. Un frasco de ajo en polvo contenía 1.25 onzas y cuesta 41 centavos de
dólar, mientras que el segundo contenía 2.37 y costaba 77 centavos. A las mujeres se les
dieron lápiz y papel y se les indicó que fundamentaran sus respuestas. La forma más di-
recta de resolver el problema consiste en calcular el precio del ajo en polvo por onza de
los frascos y en comparar después los resultados. Esta estrategia requiere razonar sobre
las proporciones lo cual, según la teoría de Piaget, es una característica de las operacio-
nes formales. El estudio de Capon y Kuhn reveló que menos de 30 por ciento de las mu-
jeres aplicaron la estrategia del razonamiento proporcional al comprar los productos. La
mayoría usó una resta y justificó su respuesta diciendo “con el frasco más grande se ob-
tienen 32 onzas más por 36 centavos adicionales”. Otras se basaban en la experiencia
pasada y justificaban su respuesta diciendo “con el frasco más grande siempre es mejor
o más barato”. En el estudio se llegó a la conclusión de que muchos adultos quizá no se-
pan utilizar las operaciones formales cuando resuelven problemas reales.
LA TEORÍA DE PIAGET
EN EL MOMENTO ACTUAL
La teoría del desarrollo cognoscitivo de Piaget es una de las más citadas y contro-
vertidas. Piaget contribuyó a modificar el rumbo de la investigación dedicada al desarrollo
del niño. Una vez que los investigadores comenzaron a estudiar el desarrollo a través de
esta perspectiva, ya no pudieron volver a ver al niño como un organismo pasivo condi-
cionado y moldeado por el ambiente (Miller, 1993). Aunque esos trabajos siguieron influ-
yendo en la forma de pensar del niño, en años recientes su teoría ha provocado fuertes
controversias y críticas. Entre otras cosas se critica lo siguiente: a) los métodos de inves-
tigación; b) la naturaleza gradual del pensamiento del niño; c) la idoneidad de los mode-
los de equilibrio para explicar los cambios evolutivos; d) la universalidad de las etapas
piagetianas (Flavell, 1985; Miller, 1993).
Muchos teóricos contemporáneos piensan que Piaget subestimo las capacidades de
los niños de corta edad.20 Según señalamos en páginas anteriores, las tareas que utilizó
eran muy complicadas y exigían gran habilidad cognoscitiva; incluso muchas de ellas re-
querían habilidades verbales complejas. Los críticos señalan que quizá el niño posea la
habilidad de resolver problemas en niveles cognoscitivos superiores, sólo que le faltan las
habilidades verbales para demostrar su competencia. Así, cuando se emplean medidas
no verbales para probar la presencia o la ausencia de los conceptos básicos, los resulta-
dos difieren de los de Piaget. Por ejemplo, en la sección dedicada a la infancia comenta-
mos las investigaciones recientes según las cuales la permanencia de los objetos tal vez
aparezca antes de lo propuesto por Piaget. También incluimos estudios en que los niños
20
Las teorías de Piaget no escaparon a la crítica: algunos rechazan su teoría de las etapas invariables, otros señalan que no
haya tenido en cuenta el contexto cultural donde se desarrollan las habilidades del pensamiento y otros piensan que su idea
de equilibrio en el cambio evolutivo es inadecuada.,
Mtro. Mario Pérez Olvera 217
de 3 y 4 años de edad pueden realizar tareas simples de perspectiva visual (véase la
sección del egocentrismo). En otro experimento, Gelman (1972) descubrió que los niños
de 3 años podían entender las tareas de conservación de los números cuando usaban un
lenguaje más familiar y un pequeño número de objetos. Una descripción de este experi-
mento se incluye en el recuadro de investigación 3.1. Este estudio viene a corroborar los
postulados de los teóricos contemporáneos de que Piaget subestimó las habilidades cog-
noscitivas del niño en la infancia y en la niñez (Gelman y Baillargeon, 1993).
Rachel Gelman (1972) diseñó un experimento simple con el cual estudiar la habilidad
de los niños para conservar los números. En él se mostraron dos planchas a niños de
3 años. Una contenía tres ratones de juguete y la otra dos ratones. Les indicó a los
niños escoger la plancha “ganadora” y la “perdedora”. Una y otra vez identificaron
como ganadora la de tres ratones. Después que demostraron que podían identificar
correctamente las planchas ganadoras y perdedoras, el experimentador cambia “má-
gicamente" La ganadora eliminando el ratón de en medio o empujándolo para acer-
carlos más entre sí. Cuando los niños volvían a ver las planchas, se mostraban sor-
prendidos. Algunos preguntaban dónde estaba el ratón faltante. Más importante aún:
definían la plancha ganadora por el número de ratones que contenía y no lo largo de
la hilera. Cuando se empujaba a los tres ratones para apretarlos, seguían clasificán-
dola como ganadora. El estudio de Gelman comprobó que los niños conservan el nú-
mero antes de lo que afirmaba Piaget.
Intervalo de edad
Etapa Características
(aprox.)
21
Piaget nos enseñó que el niño no ve el mundo ni lo interpreta como los adultos.
220 Mtro. Mario Pérez Olvera
pueden efectuarlas cuando se les presentan fuera de contexto. Por ejemplo, una entrevista tí-
pica con un vendedor callejero de 12 años realizada en el mercado podría desarrollarse en los
siguientes términos (Carraher, Carraher y Schleinman, 1985):
Cliente: ¿Cuánto cuesta un coco?
Niño: 35 cruzeiros.
Cliente: Quiero 10 ¿Cuánto es?
Niño: (pausa) Tres serán 103, mas cuatro me da 210.
(pausa) Necesita cuatro más. Es decir… (pausa) 315. Creo que 350.
Después que los entrevistadores plantearon varias cuestiones de este tipo, les dieron a los ni-
ños papel y lápiz pidiéndoles resolver problemas idénticos. Por ejemplo, les preguntaron: 35 X
10 = _______? La operación matemática que realizaban en la calle les fue presentada en un
problema verbal: un plátano cuesta 12 cruzeiros. María compró 10 plátanos. ¿Cuánto pagó en
total?
Los resultados de este experimento revelaron lo siguiente: cuando los problemas matemáticos
se daban dentro de contextos de la vida real (comprar y vender, por ejemplo), eran resueltos
en un porcentaje mucho más alto que cuando se presentaban fuera de contexto. El 98 por
ciento de las veces los niños contestaban correctamente la pregunta específica de la situación.
Cuando la misma operación aparecía en un problema verbal, la resolvían correctamente 73 por
ciento de las veces. Por el contrario, lo hacían 37 por ciento de las veces cuando la operación
matemática aparecía fuera de contexto.
Los resultados demuestran que el contexto puede influir mucho en el hecho de que los niños
utilicen o no sus conocimientos matemáticos. Los de este estudio no podían aplicar las estrate-
gias aritméticas que usaban cuando vendían en la calle para resolver problemas en situaciones
de tipo académico. Esto plantea preguntas sobre la enseñanza de las matemáticas como una
serie de convenciones que están desvinculadas de las actividades diarias del niño en que re-
suelve problemas.
CONTRIBUCIONES DE LA TEORÍA
DE PIAGET A LA EDUCACIÓN
Desarrollo y educación
Una de las contribuciones más importantes de la obra de Píate se refiere a los pro-
Piaget estaba convencido de que los niños no pueden entender los conceptos y
principios con sólo leerlos u oír hablar de ellos. Necesitan la oportunidad de explorar, de
experimentar, de buscar las respuestas a sus preguntas. Más aún, esta actividad física
debe acompañarse de la actividad mental. “Hacer” no debe interpretarse como aprender
ni como entender. El conocimiento obtenido de la experiencia física debe ser utilizado,
transformado y comparado con las estructuras existentes del conocimiento.
22
Piaget pensaba que “aprender a aprender” debe ser el eje central de la instrucción y que los niños construyen su conoci-
miento a partir de la interacción con el ambiente.
23
Según Piaget, se estimula el aprendizaje cuando las actividades están relacionadas con lo que ya se conoce, pero un poco
por encima del nivel actual del conocimiento.
222 Mtro. Mario Pérez Olvera
proceso del conflicto cognoscitivo, de la reflexión y de la reorganización conceptual.
Las ideas de Piaget sobre el desarrollo han influido en la teoría pedagógica, pero
hay un aspecto que sigue suscitando controversias. Piaget (1964) sostuvo que “el apren-
dizaje está subordinado al desarrollo y no a la inversa” (p. 17).24 Su teoría rompe radi-
calmente con la creencia de que el aprendizaje puede estimular el desarrollo. Por ejem-
plo, los conductistas como Thorndike y Skinner afirman que la adquisición de información
y de habilidades puede producir niveles más altos de funcionamiento cognoscitivo. Como
veremos luego, Vygotsky (1978) propuso que “el aprendizaje debidamente organizado
favorece el desarrollo mental y pone en marcha varios procesos evolutivos que serían
imposibles sin él” (p. 90). Para Piaget, la etapa del desarrollo limita lo que los niños pue-
den aprender y la manera en que lo harán. No es posible acelerar el desarrollo por medio
de experiencias de aprendizaje. La siguiente cita (Duckworth, 1964) aclara este punto de
modo tajante.
24
A diferencia de sus contemporáneos, Piaget pensaba que el desarrollo controla el aprendizaje más que a la inversa.
Mtro. Mario Pérez Olvera 223
rrollo. Lo que en realidad quería decir es que la estimulación eterna del pensamiento sólo
dará resultado si hace que el niño inicie los procesos de asimilación y acomodación. Son
sus esfuerzos personales por resolver el conflicto lo que lo impulsan a un nuevo nivel de
actividad cognoscitiva. Puede memorizar que 2 + 8= 10, ¿pero en verdad comprende
que 2 y 8 se combinan para producir un todo mayor donde los todos anteriores se con-
vierten en partes?
Según Piaget, un método más eficaz sería asegurarse de que los estudiantes ten-
gan numerosas oportunidades de agrupar y contar objetos antes de plantearles proble-
mas en forma simbólica o abstracta. El profesor debe investigar el nivel actual de com-
prensión de sus alumnos y establecer las experiencias que necesitan para avanzar al si-
guiente nivel. Esta interpretación de las ideas piagetianas significa que los profesores no
deben limitarse simplemente a esperar que el niño esté “mentalmente listo” para apren-
der.
TABLA 3.3 NORMAS DE LA NATIONAL ASSOCIATION FOR THE EDUCATION OF YOUNG CHIL-
DREN PARA NIÑOS DE 4 Y 5 AÑOS DE EDAD.
El profesor prepara el ambiente para que los El profesor utiliza lecciones muy estructuras
niños aprendan explorando activamente y dirigidas por él.
e interactuando con adultos, con otros El profesor dirige todas las actividades, di-
niños y con materiales. ciendo además qué harán los niños y
Los niños escogen sus propias actividades cuándo. Las realiza por él (por ejemplo,
entre varias áreas de aprendizaje: juego recorta figuras, manipula materiales,
teatral, bloques, ciencia, juegos y pro- etc.).
blemas matemáticos, arte y música. Una parte considerable del tiempo de apren-
Los niños deben estar física y mentalmente dizaje la pasa el niño escuchando pasi-
activos. El profesor reconoce que apren- vamente, sentado y esperando.
den resolviendo problemas y experimen- La mayor parte del tiempo se emplea la ins-
tando mediante la técnica de autodirec- trucción en grandes grupos dirigida por el
ción. maestro.
La mayor parte del tiempo, los niños traba- En el currículo predominan los cuadernos de
jan individualmente o en grupos peque- trabajo, las hojas mimeografiadas, las
ños informales. tarjetas didácticas y otros materiales abs-
A los niños se les dan actividades de apren- tractos y estructurados.
dizaje concreto con materiales y conteni- El profesor domina el proceso didáctico
do relacionados con la vida. hablando, ordenando y mostrando cómo
El profesor recorre los grupos y los individuos hacer las cosas.
para facilitar la participación activa de los Los niños deben responder dando la respues-
niños con los materiales y con las activi- ta correcta. Se concede mucha importan-
dades. cia a la memorización mecánica.
El profesor acepta que a menudo hay otras
respuestas correctas. Se centra en cómo
los niños fundamentan y explican sus
respuestas.
FUENTE: Bredekamp (1987)
25
Vygotsky no creía que el conocimiento se construye de modo individual como propusiera Piaget, sino que se coconstruye
entre las personas mientas interactúan.
Mtro. Mario Pérez Olvera 227
mentales superiores.26 Más concretamente, Vygotsky pensaba que el desarrollo cognosci-
tivo consiste en internalizar funciones que ocurren antes en lo que él llamó plano social.
La internalización designa el proceso de construir representaciones internas de accio-
nes físicas externas o de operaciones mentales. James Wertsch (1985) describe en los
siguientes términos las ideas de Vygotsky sobre los orígenes sociales de la cognición:
Respecto a las ideas de los orígenes sociales de la cognición propuestas por Vy-
gotsky, hay que señalar en este momento que emplea el concepto de internaliza-
ción. No afirma simplemente que la interacción social origine la adquisición de las
habilidades de solución de problemas, de memoria y otras; más bien, afirma que
el niño toma esos mismos medios (especialmente el habla) y los internaliza. Así
pues, Vygotsky se pronuncia con toda claridad por la internalización y los oríge-
nes sociales de la cognición (p. 146; el cursivo es nuestro).
26
La internalización indica el proceso de formar una representación mental de las acciones físicas externas o de las opera-
ciones mentales.
27
Las herramientas técnicas sirven para cambiar los objetos o dominar el ambiente; las herramientas psicológicas sirven pa-
ra organizar o controlar el pensamiento o la conducta.
228 Mtro. Mario Pérez Olvera
y los dibujos. Algunos ejemplos de herramientas técnicas son papel y lápiz, transportado-
res geométricos, máquinas, reglas y martillos. Según Vygotsky, toda cultura posee sus
propias herramientas técnicas y psicológicas que transmite a los niños por medio de las
interacciones sociales. Y a su vez las herramientas culturales moldean la mente.
¿Cuáles son algunas de las formas en que la sociedad moldea el pensamiento del
niño? A principios de la década de 1900, por ejemplo, las madres enseñaban a sus hijas
a hacer mantequilla y a hilar cuando llegaban a la pubertad. Pocas jóvenes aprenden hoy
esas destrezas. Antes del advenimiento de las calculadoras baratas, los estudiantes debí-
an memorizar hechos aritméticos, como las raíces cuadradas. En la mayoría de las es-
cuelas modernas se les permite usar calculadoras en las clases de matemáticas y de
ciencias. Otra herramienta tecnológica, la computadora, cada vez tienen más aceptación
en el aula y en el hogar. Educadores y maestros empiezan a preguntarse cómo afectará
la computadora al desarrollo cognoscitivo y social de los niños durante la era tecnológica.
Por desgracia, es un tema que se ha investigado poco (Lepper y Gurtner, 1989).
Lenguaje y desarrollo
Los niños internalizan el habla egocéntrica en la última etapa del desarrollo del
28
Vygotsky identificó tres etapas en el uso del lenguaje por parte del niño: etapa social, egocéntrica y del habla interna.
Mtro. Mario Pérez Olvera 229
habla, la del habla interna. La emplean para dirigir su pensamiento y su conducta. En
esta fase, pueden reflexionar sobre la solución de problemas y la secuencia de las accio-
nes manipulando el lenguaje “en su cabeza”.
29
La zona de desarrollo proximal de Vygotsky es la brecha entre las actividades cognoscitivas que el niño puede realizar
por su cuenta y lo que puede hacer con la ayuda de otros.
230 Mtro. Mario Pérez Olvera
FIGURA 3.10
Zona del desarrollo
proximal (ZDP)
FUENTE: Hamilton y Chatala
(1994)
30
Vygotsky pensaba que el aprendizaje precede al desarrollo y que es producto de las interacciones sociales moldeadas por
las herramientas culturales del individuo.
Mtro. Mario Pérez Olvera 231
res es la base del desarrollo cognoscitivo. Para él, el aprendizaje antecede al desarrollo.
Además, la zona de desarrollo proximal de Vygotsky ofrece una perspectiva muy
distinta de la madurez a la de la teoría de Piaget. En esta última, la madurez para el
aprendizaje se define por el nivel de competencia y de conocimiento del niño. Si un pro-
fesor intenta enseñarle un concepto u operación antes que esté mentalmente listo, se
producirá lo que Piaget llama “aprendizaje vacío”. Por el contrario, Vygotsky (1978) afir-
mo que la instrucción debe centrarse en el nivel potencial de desarrollo, o sea en la com-
petencia que el niño demuestra con la ayuda y la supervisión de otros. Al respecto dice
“El único ‘buen aprendizaje’ es aquel que se anticipa al desarrollo del alumno”.
Finalmente, Vygotsky y Piaget tenían opiniones totalmente distintas sobre el papel
que el lenguaje desempeña en el desarrollo. En la teoría de Piaget, el habla egocéntrica
de los niños pequeños manifiesta su incapacidad de adoptar la perspectiva de otros. No
cumple una función útil en su desarrollo. Los procesos del pensamiento surgen de las ac-
ciones con que manipula los objetos, no de su habla. Por su parte, Vygotsky pensaba que
el habla egocéntrica representa un fenómeno evolutivo de gran trascendencia. El habla
egocéntrica ayuda a los niños a organizar y regular su pensamiento. Cuando los niños
hablan consigo mismos, están tratando de resolver problemas y de pensar por su cuenta.
El habla egocéntrica, o habla privada, sería el medio con que realizan la importante tran-
sición de ser controlados por otros (regulación por otros) a ser controlados por sus pro-
pios procesos del pensamiento (autorregulado). El habla egocéntrica cumple una función
a la vez intelectual y autorreguladora en el niño de corta edad.
CONTRIBUCIONES EDUCATIVAS
DE LA TEORÍA DE VYGOTSKY
Vygotsky consideraba que la educación es indispensable para el desarrollo del niño
(Moll, 1990). En la introducción al libro Pensamiento y lenguaje (1962), de Vygotsky, Je-
rome Bruner escribió: “La concepción de desarrollo de Vygotsky es al mismo tiempo una
teoría de la educación” (p. v). Aunque siete de las primeras ocho obras de Vygotsky so-
bre temas psicológicos (escritos entre 1922 y 1926) abordan temas pedagógicos, su tra-
bajo empieza apenas a influir significativamente en la educación en los Estados Unidos
(Moll, 1990; Newman, Friffin y Cole, 1999; Tharp y Gallimore, 1989). En esta sección
vamos a examinar las consecuencias y las aplicaciones de su teoría.
Muy bien. ¿Qué es lo que tengo que hacer? Quiero que copies el dibujo con varias
31
En la teoría de Vygotsky, el habla egocéntrica es el medio con que los niños realizan la transición de ser regulados por
otros a regularse ellos mismos mediante su pensamiento.
Mtro. Mario Pérez Olvera 233
líneas. Debes hacerlo con cuidado y lentitud. Bien Traza la línea hacia abajo,
hacia abajo, bien; después a la derecha, eso es; ahora un poco más hacia abajo
y hacia la izquierda. Bien. Hasta ahora lo he hecho bien. Recuerda, baja lenta-
mente. Ahora otra vez arriba. No, debí bajar. Eso es. Sólo borra la línea con cui-
dado… Bien, aunque cometa un error, debo proceder lenta y cuidadosamente.
Ahora debe bajar. Terminado. ¡Lo logré! (p. 117).
La importancia de la orientación
y de la asistencia del adulto
La teoría de Vygotsky recalcó que los adultos guían y apoyan el desarrollo intelec-
tual del niño. A través de la supervisión social que le ofrecen, puede funcionar en un ni-
vel superior del desarrollo, es decir, en la zona del desarrollo proximal. Algunos investi-
gadores han estudiado los procesos con que el adulto guía la intervención en la zona.
Analizaremos dos conceptos distintos pero estrechamente conexos de este proceso so-
cial: la participación guiada y el andamiaje (asistencia).
Barbara Rogoff (1990) utilizó la expresión participación guiada para describir la
interacción del niño y de sus compañeros sociales en las actividades colectivas. La parti-
cipación guiada consta de tres fases: selección y organización de las actividades para
adecuarlas a las habilidades e intereses del niño; soporte dado a medida que el niño co-
mience a realizar la actividad en forma independiente. La meta de la participación guiada
es transferir la responsabilidad de la tarea de un socio experto al niño.
Rogoff y sus colegas (1984) observaron muchos ejemplos de participación guiada
en una investigación de madres que ayudaban a niños de 6 a 9 años a efectuar dos ta-
reas de clasificación en el laboratorio. Las tareas se semejaban a una actividad doméstica
(por ejemplo, ordenar unas fotografías de objetos en categorías abstractas). Las madres
aplicaron varias técnicas para dirigir la participación de su hijo en ellas. Por ejemplo, al-
gunas relacionaron la tarea de ordenar los comestibles con la de guardarlos en la casa.
Otras utilizaron gestos sutiles (señalar, observar, etc.) y señales verbales para ello.
32
Tanto la participación guiada como la asistencia (soporte) suponen que los adultos ayudan al niño a efectuar alguna tarea
que no podrían hacer sin asistencia y que luego le retiran gradualmente la ayuda a medida que vaya dominándola.
Mtro. Mario Pérez Olvera 235
apropiada que la que el niño realizó al inicio.
3. Simplificación de la tarea. El adulto divide la tarea en una serie de subruti-
nas que el niño puede efectuar exitosamente por su cuenta.
4. Mantenimiento de la participación. El adulto estimula al estudiante y lo man-
tiene orientado a la meta de la actividad.
5. Suministro de retroalimentación. El adulto ofrece retroalimentación que
identifica las discrepancias entre lo que el estudiante está haciendo y lo que
se necesita para terminar bien la tarea.
6. Control de la frustración. El adulto ayuda a controlar la frustración y el ries-
go en la obtención de la solución de problemas.
En resumen, los conceptos de participación guiada y de andamiaje (soporte) se
inspiraron en la teoría del desarrollo de Vygotsky. Ambos procesos son eficaces herra-
mientas de enseñanza en el hogar y en la escuela. En la escuela, pueden consistir en
demostrar las habilidades; dirigir a los alumnos por los pasos de un problema complica-
do; dividir una tarea intrincada en subtareas; efectuar parte del problema en grupo;
formular preguntas para ayudarles a los estudiantes a diagnosticar los errores; suminis-
trar retroalimentación exhaustiva (Rosenshine y Meister, 1992). Pero no olvide que los
profesores deben transferirle paulatinamente el control de la actividad al niño. De ese
modo le permiten realizar un aprendizaje independiente y autorregulado.
Enseñanza recíproca
Tanto Piaget como Vygotsky destacaron la importancia que tienen los compañeros
en el desarrollo cognoscitivo. Conforme a la teoría de Piaget, los niños pueden influir mu-
tuamente en su desarrollo cognoscitivo cuando dicen o hacen algo que choca con lo que
piensan los otros. Este conflicto los lleva a reestructurar su pensamiento (acomodación)
a fin de restaurar la estabilidad (equilibrio). Por el contrario, los investigadores que estu-
dian las interacciones de los compañeros desde la perspectiva vygotskiana sostienen que
los niños influyen mutuamente en su desarrollo a través del proceso de colaboración
(Tudge y Rogoff, 1989). El siguiente ejemplo ilustra cómo un estudiante puede dirigir el
pensamiento de otro, mientras trabajan en un problema de palanca mecánica durante
una clase de ciencia de quinto grado.
Hank: Listo ¿Quieres detener la palanca?
Lester: Claro.
Hank: Bueno. Esperemos un segundo. Vamos a cerciorarnos de que todo está bien.
Ahora esa regla de resorte va en el 4 y el bloque va en el 5. [Lester comienza
a ajustar la regla.]
Hank: Te diré cuando esté nivelado. Tú sólo jala. Debes hacerlo con mucha fuerza.
Bien. Un poco más, jala un poco más. Bien, basta. Lo hiciste. Excelente (Jones
y Carter, 1994, pp. 613-614).
Desde el punto de vista de Vygotsky, la solución colaborativa de problemas entre
compañeros ofrece algunas de las mismas experiencias del niño que la interacción con el
adulto. Cuando los niños trabajan en forma conjunta los problemas, llegan siempre a una
RESUMEN
1. Las teorías del desarrollo cognoscitivo de Piaget y de Vygotsky sentaron las bases psi-
Mtro. Mario Pérez Olvera 239
cológicas de los enfoques constructivistas en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Según los constructivistas, el niño debe formarse su propio conocimiento del mundo
donde vive. Los adultos orientan este proceso al ofrecerlo estructura y apoyo.
2. Las teorías de Piaget y de Vygotsky se centran en los cambios cualitativos del pensa-
miento del niño. Piaget sostuvo que el desarrollo cognoscitivo consistía en grandes
transformaciones de la forma en que se organiza el conocimiento. Vygotsky creía que
representaba los cambios de las herramientas culturales con las que el niño interpreta
el mundo.
3. Piaget propuso dos principios fundamentales que rigen el desarrollo intelectual: la or-
ganización y la adaptación. Conforme va madurando el niño, sus esquemas del cono-
cimiento se integran y se reorganizan creando sistemas más complejos y adaptables
al ambiente. La adaptación de los esquemas se da a través de la asimilación y de la
acomodación. En el primer proceso, el niño moldea la información para que encaje en
sus estructuras actuales del conocimiento. En el segundo proceso, modifica sus es-
quemas para restaurar un estado de equilibrio. La asimilación y la acomodación expli-
can los cambios en la cognición en todas las edades.
4. Piaget sostuvo que el desarrollo sigue una secuencia invariable. Los primeros años de
la niñez se caracterizan por dos etapas. En la etapa sensoriomotor (de los 2 a los 7
años), empieza a emplear palabras, números, gestos e imágenes para representar los
objetos de su entorno. También comienzan a formular teorías intuitivas para explicar
los fenómenos del ambiente que pueden ejercer una larga influencia en el aprendiza-
je. Las principales limitaciones del pensamiento preoperacional son el egocentrismo,
la centralización y la rigidez del pensamiento.
5. Los años de primaria y de secundaria se caracterizan por dos etapas más. Durante la
de las operaciones concretas (7 a 11 años), el niño comienza a utilizar las operaciones
mentales para reflexionar sobre los fenómenos y objetos de su entorno. En este pe-
riodo aparecen las siguientes operaciones mentales: clasificación, seriación y conser-
vación. Sólo se aplican a los estímulos concretos que están presenten en el ambiente.
En la última etapa del desarrollo cognitivo, la de las operaciones formales (de los 10
años a la adultez), los adolescentes y los adultos pueden pensar en objetos abstrac-
tos, en eventos y en conceptos. Adquieren la capacidad de usar la lógica proposicio-
nal, la inducción, la deducción y el razonamiento combinatorio. En este período po-
demos reflexionar sobre nuestros propios procesos de pensamiento.
6. La teoría de Piaget ha suscitado muchas controversias y críticas. Se han puesto en te-
la de juicio sus métodos de investigación, la forma en que el modelo de equilibrio ex-
plica los cambios evolutivos y la universalidad de las etapas. Pese a ello, la obra de
Piaget ofrece una excelente descripción del pensamiento del niño en varias edades.
7. Las teorías neopiagetianas tratan de hacer más específica la de Piaget, a la vez que
ACTIVIDADES
1. Piaget se sirvió de muchas tareas para estudiar la lógica de los niños, mientras reali-
zan operaciones como la seriación, la clasificación y la conservación. Esta actividad se
propone analizar cómo las realizan los niños de primaria de varias edades. En seguida
se describen tres tareas simples. Por medio de ellas administre una prueba a dos pre-
escolares y a dos alumnos de tercer grado; compare después los resultados. No olvide
pedirles que expliquen su respuesta para averiguar su lógica y su razonamiento. Una
vez recabados los datos, conteste las siguientes preguntas: a) ¿cuáles tareas pudie-
ron resolver correctamente los preescolares y los alumnos de tercer grado?, b) ¿cómo
reflejan las respuestas de los preescolares las limitaciones del pensamiento preopera-
cional?, c) ¿qué tipos de operaciones cognoscitivas emplearon los alumnos de tercer
grado pare resolver los problemas?, d) ¿de qué manera sus observaciones le ayuda-
ron a entender la teoría del desarrollo cognoscitivo de Piaget?
Tarea 1: seriación.
Use de 5 a 10 palos o tiras de papel de 1 a 10 pulgadas de largo. Comience pidiendo a
los alumnos colocar 3 palos, luego 5 y agregue 2 más hasta que logren realizar la ta-
rea. Asegúrese de mezclar los palos cada vez y de registrar las respuestas.
2. Observe dos o tres grupos pequeños de niños trabajando en una tarea común. Anote
la forma en que se ayudan entre sí a realizarla. Una vez terminadas sus observacio-
nes, formule las siguientes preguntas.
a. ¿Descubrió evidencia de que se dirigían, vigilaban o ayudaban unos a otros?
b. ¿Cómo negociaron los roles? ¿Asumió uno de ellos la responsabilidad de encabezar
la actividad?
c. ¿Descubrió evidencia de asistencia por parte de los niños o del profesor?
d. ¿Le ayudó esa actividad a entender el concepto de la zona del desarrollo próximo
propuesto por Vygotsky?
3. Consiga permiso para observar una aula de primaria o de secundaria (no importa la
materia) en una escuela de su localidad. Observe tres o cuatro clases en el aula e
identifique las preguntas o problemas que plantean dificultades a los alumnos. Descri-
ba los problemas en sus apuntes. Una vez obtenidas las observaciones aplique la teo-
ría del desarrollo cognoscitivo de Piaget para analizar los problemas que los alumnos
tuvieron en sus lecciones. Use las siguientes preguntas para analizar sus apuntes.
a. ¿Cómo se relacionan los problemas con las limitaciones del pensamiento concreto
o formal de los alumnos?
b. ¿De qué tipo de apoyo didáctico o asistencia (soporte) se disponía para ayudar a
los estudiantes cuando tenían dificultades?
c. ¿Cómo contribuyó esta observación a comprender las operaciones concretas o
formales?
BIBLIOGRAFÍA
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lachian children”, en Developmental Psychology, núm. 20, pp. 271-286.
Bredekamp, S. (1987), Developmentally appropriate practice in early childhood pro-
Judith Meece
El señor Johnson es profesor en una escuela particular de enseñanza media para muje-
res. Lleva seis años ejerciendo la docencia y prefiere enseñar a estudiantes de poca ca-
pacidad. En la siguiente entrevista explica su método de impartir las matemáticas.
SJ: Me considero un profesor de enseñanza media que enseña matemáticas y no un
profesor de matemáticas que enseña en ese nivel. Como mis alumnas no son
muy hábiles en esta materia, pongo todo mi empeño para lograr que dividan los
problemas en pasos más pequeños y descubran relaciones entre varias clases de
ellos. Quiero que comprendan la estructura de las lecciones y los problemas.
También quiero que apliquen sus habilidades para obtener ayuda, por medio de
diversas actividades, como son: usar el libro de texto, compañeras para conse-
guir ayuda y aprender a formular buenas preguntas. En otras palabras, intento
que mis alumnas se concentren en su aprendizaje personal y en sus procesos del
pensamiento.
P: ¿Cuánta variabilidad observa en las habilidades matemáticas de sus alumnas?
SJ: En la clase, mis alumnas muestran desde una gran habilidad hasta una habilidad
promedio, pero es posible enseñarles a todas. Siempre encuentro la manera de
estimular a unas y a otras para que participen en la clase.
P: ¿Es difícil enseñar en esa forma?
SJ: Tuve que experimentar mucho antes de lograrlo. Al inicio dedicaba casi toda la
lección a hablar a las alumnas. Con el tiempo aprendí a conseguir que participa-
ran activamente en la clase; así el aprendizaje era más fácil y agradable para to-
das.
P: ¿A qué atribuye la variación de las habilidades de sus alumnas?
SJ: Una de mis alumnas tiene poca habilidad para las matemáticas, problema que se
complica por una deficiencia de aprendizaje. A esta conclusión llegué después de
hablar con sus padres y examinar su expediente. Las estructuras físicas, como los
dos lados del signo de igualdad, le resultan muy difíciles porque no puede con-
∗
En Desarrollo del niño y del adolescente. Compendio para educadores, México, McGraw-Hill interamericana/SEP (Bi-
blioteca para la actualización del maestro), pp. 145-198.
Mtro. Mario Pérez Olvera 249
centrarse en esa separación. Esta alumna cuenta con el apoyo de sus padres y de
la escuela, pues realiza trabajo adicional fuera del aula; pero las matemáticas le
parecen muy frustrantes y difíciles desde los últimos años de la primaria. Las me-
jores estudiantes de mis grupos suelen tener una seguridad global en sí mismas,
que las distingue del resto de las estudiantes. Están más dispuestas a probar sus
ideas. Me parece que, a lo largo de su vida, han recibido más estímulo para ello;
en consecuencia, desean seguir haciéndolo. En ellas percibo una combinación de
capacidad natural y de estímulo ambiental.
1
Los teóricos cognoscitivos describen el procesamiento humano de la información a partir de los modelos de computadora:
entrada, procesamiento y salida de símbolos.
Mtro. Mario Pérez Olvera 251
efectuar algunas operaciones cognoscitivas en la información nueva si quiere retenerla
durante un periodo mayor. Por ejemplo, generalmente recordaremos un número telefóni-
co durante más de 30 segundos si lo repetimos varias veces, y durante más tiempo aún,
si nos formamos una imagen mental de él o si lo relacionamos con otra información con
el año de un acontecimiento importante o de un cumpleaños.
La información que de alguna manera ha sido transformada u organizada pasa a la
memoria a largo plazo.2 Ese componente del sistema cognoscitivo posee una gran ca-
pacidad y, supuestamente, guarda la información en forma indefinida. Durante la recupe-
ración, la información almacenada en la memoria a largo plazo y en los registros senso-
riales pude combinarse en la memoria de trabajo para realizar varias actividades cognos-
citivas y de solución de problemas. Por ejemplo, un adolescente quizá recuerde varios
problemas automotrices mientras trata de diagnosticar un ruido extraño en el motor.
Otro modelo es la teoría del nivel de procesamiento. En vez de centrarse en va-
rios tipos de almacenamiento de memoria (registros sensoriales, memoria a corto plazo y
memoria a largo plazo), propone que las diferencias en el nivel de procesamiento deter-
minan el tiempo y la eficacia del recuerdo (Crack y Lockart, 1972). Cuando el procesa-
miento es superficial, se invierte poca energía y, por tanto, el recuerdo será muy breve.
Echarle un vistazo a la información o repetirla es un ejemplo de procesamiento superfi-
cial. En cambio, cuando se dedica mucho esfuerzo mental a organizar o modificar la in-
formación en una forma que la haga más significativa, se le procesa hasta un nivel más
profundo y generalmente se retiene más tiempo.3 Un ejemplo de ello es organizarla en
categorías o dividiéndola en segmentos manejables, como hacemos con los números te-
lefónicos. Según el modelo de nivel de procesamiento, lo que se almacena en la memoria
depende de la actividad mental que se le dedique y las clases de operaciones que se le
apliquen.
Procesos evolutivos
2
Los componentes básicos del sistema de procesamiento de la información incluyen una serie de registros sensoriales, una
memoria a corto plazo o de trabajo y una memoria a largo plazo.
3
La teoría de la cognición basada en los niveles de procesamiento propone que lo que se guarda en la memoria depende del
esfuerzo mental invertido y del tipo de operaciones que se apliquen.
252 Mtro. Mario Pérez Olvera
que el de 12 años puede repetir de 6 a 7.
¿A qué se debe el mejoramiento? ¿Acaso el tamaño físico de sus estructuras de
almacenamiento crecen tanto que logran incluir más información Usando la analogía de
la computadora, la hipótesis significa que el desarrollo cognoscitivo constituye un perfec-
cionamiento del “hardware” (equipo) del niño, es decir, adquiere una unidad central más
grande y rápida. Una segunda hipótesis establece que los niños de mayor edad han
aprendido procesos más eficaces para procesar la información y almacenarla. En la ter-
minología de la computación, han adquirido un “software” (programa) más complejo para
activar el sistema de procesamiento. Aunque los teóricos no pueden aducir una explica-
ción biológica, la mayoría de los investigadores de los últimos 20 años se ha centrado en
los cambios evolutivos en las estrategias y el conocimiento que los niños aplican a la in-
formación. En las siguientes secciones vamos a explicar los cambios evolutivos de la
atención, de la memoria, del conocimiento de los contenidos, de la metacognición y de
las estrategias de aprendizaje.
FIGURA 4.1
Mejoramiento del tramo
de memoria para
números y letras que se
logra con la edad
FUENTE: Dempster (1981)
Desarrollo de la atención
Con frecuencia, la capacidad del niño para prestar atención a una actividad de
aprendizaje se utiliza como indicador de la madurez cognoscitiva. Así, algunas pruebas
de madurez escolar contienen reactivos que evalúan ese aspecto. Los educadores pien-
san a veces que muchos de los problemas de aprendizaje y de conducta se deben a la
falta de atención, como se refleja en los siguientes comentarios: “Ella se distrae fácil-
mente”, “Él no pone atención”, “Ella tiene un corto tramo de atención”. En ocasiones
sospechan que un alumno sufre un serio problema que requiere medidas enmendadoras
o tratamiento. Se estima que entre 3 y 4 por ciento de los niños estadounidenses en
edad escolar tienen algún trastorno serio de la atención (capítulo 7). Muestran escasa
concentración, muy poca atención sostenida y más problemas en la inhibición de impul-
sos que otros niños de la misma edad y sexo. En conclusión, es necesario saber cómo se
FIGURA 4.2
Atención a Plaza Sésamo
FUENTE: Anderson y Levin (1976).
4
La investigación actual ya no define la atención como una capacidad mental general, sino como un conjunto de conductas
y procesos con los cuales extraemos información a partir de eventos en proceso.
254 Mtro. Mario Pérez Olvera
ya están consolidados en la niñez temprana. A partir de este momento, los cambios evo-
lutivos consisten principalmente en la manera de perfeccionar y aprovechar mejor los
procesos perceptuales y atencionales. He aquí algunos de los cambios más importantes:
la capacidad de efectuar discriminaciones finas entre los objetos de la estimulación, la
adquisición de la automaticidad y de la atención selectiva, la capacidad de controlar los
procesos atencionales. De acuerdo con esta definición, la mayoría de los alumnos pueden
dirigir su atención en forma planeada, estratégica y eficiente durante la adolescencia.
FIGURA 4.3
Cambios evolutivos en
las estrategias de
exploración.
FUENTE: Vurpillot (1968).
5
Se da el nombre de atención selectiva al proceso de concentrarse en la información relevante para la tarea y de ignorar la
información irrelevante.
256 Mtro. Mario Pérez Olvera
material relevante, mientras que los niños más pequeños no eliminan la información irre-
levante o distractora. En comparación con los primeros, éstos invierten más esfuerzo
mental en la información irrelevante en vez de concentrarse en las características centra-
les de la lección.
FIGURA 4.4
Recuerdo de información
Central e incidental,
tarea de atención
selectiva.
FUENTE: Millar y Weiss (1981)
Con la aparición de la atención selectiva, los niños mayores obtienen más control
voluntario sobre los procesos atencionales. A semejanza del adulto, se obligan conscien-
temente a fijarse en ciertos estímulos y a prescindir de los distractores. Están mejor ca-
pacitados que los de corta edad para ampliar y limitar su atención según las exigencias
de la tarea (Flavell, 1985). Esta flexibilidad facilita el aprendizaje, ya que las actividades
de aprendizaje requerirán diversas estrategias de atención.
Procesos de la memoria
Guiones de memoria
6
Los guiones de memoria son patrones conocidos de conducta o secuencias conocidas de sucesos que los niños guardan en
una sola red.
7
Las estrategias de codificación en la memoria son repaso, organización y elaboración.
258 Mtro. Mario Pérez Olvera
cama gato col
Algunos se limitan a repetir los objetos una y otra vez. A esta estrategia de memo-
ria se llama repaso. Otros tratarán de agruparlos en categorías significativas como ali-
mentos, animales y muebles. Otros más intentarán construir una imagen mental de los
objetos. Esa estrategia es un ejemplo de elaboración. Según los niveles propuestos por el
modelo de procesamiento de la información, el repaso es un ejemplo de procesamiento
superficial, mientras que la organización y la elaboración son un ejemplo de procesa-
miento profundo.
Las estrategias de repaso, primer tipo de estrategia de memoria que aparece,
se emplean generalmente cuando se requiere una retención literal de la información (Sie-
gler, 1991). La investigación indica que los niños menores de 6 o 7 años las aplican con
menor frecuencia que los de mayor edad. En un estudio clásico, John Flavell y sus
colegas (Flavell, Beach y Chinsky, 1966) demostraron que 10 por ciento de los preescola-
res, 60 por ciento de los alumnos de segundo de primaria y 85 por ciento de los de quin-
to utilizaban el repaso verbal al realizar una tarea de retención. Un estudio posterior re-
veló que los niños que repasan8 espontáneamente la información recordaban más ele-
mentos tras un retraso planeado que los que no la repasaban (Kenney, Cannizzo y Fla-
vell, 1967). Reveló, asimismo, que a estos últimos se les podía enseñar a hacerlo con un
mínimo de instrucción y que con esta estrategia su nivel de retención igualaba al de los
primeros.
Los cambios evolutivos en el uso de las estrategias organizacionales9 nos re-
cuerdan a los que la investigación descubrió en el caso de las estrategias de repaso. Re-
quieren agrupar los elementos o la información en una forma más fácil de recordar (Sie-
gler, 1991). En la escuela, adoptan varias formas: estructurar las ideas en un esquema,
buscar relaciones entre ellas, identificar las ideas principales en un segmento del texto y
agrupar los elementos en categorías. En términos generales, estas estrategias mejoran la
memoria y la comprensión, porque el niño transforma activamente el material de apren-
dizaje en alguna forma significativa para él. Los niños menores de 6 años las aplican me-
nos frecuentemente que los de 9 y 10 años. Estas estrategias suelen aparecer más tarde
en el desarrollo, ya que son más complejas que las de repaso (Siegler, 1991).
Las estrategias de elaboración10 consisten en agregar algo a la información pa-
ra hacerla más significativa y fácil de guardar. Por ejemplo, un profesor de cuarto grado
puede utilizar la imagen de una hamburguesa para ayudar a sus alumnos a recordar los
8
El repaso consiste en repetir la información una y otra vez, es la primera estrategia de memoria que aparece en los niños
pequeños.
9
Las estrategias organizacionales consisten en agrupar elementos o información en formas más fáciles de recordar, como
las categorías o los esquemas.
10
Las estrategias de elaboración consisten en agregar o profundizar la información a recordar, con el propósito de hacerla
más significativa.
Mtro. Mario Pérez Olvera 259
componentes de un buen párrafo. La figura 4.5 muestra esta imagen mental. Veamos
otros ejemplos: relacionar la información con conocimientos previos, traducir la informa-
ción a nuestras propias palabras, ofrecer ejemplos concretos de conceptos abstractos y
resumir las ideas principales de una historia o capítulo. El uso espontáneo de las estrate-
gias de elaboración aparece mucho después que las de repaso y las organizacionales. La
investigación indica que las estrategias de elaboración las utilizan principalmente los ni-
ños de los últimos grados de primaria y los adolescentes.
FIGURA 4.5
Hamburguesa que ayuda
a recordar la estructura
del párrafo.
Estrategias de recuperación
Las investigaciones que hemos señalado hasta ahora se centran en las estrategias
que aplican niños y adolescentes para introducir información en la memoria a corto y a
largo plazo. ¿Cómo se recupera esa información? Los investigadores distinguen entre es-
trategias de reconocimiento y de recuerdo. Las estrategias de reconocimiento consis-
ten en identificar un estimulo como algo que ya antes hemos visto, oído o experimentado
en alguna otra forma. El estímulo es el que produce el recuerdo de esta “memoria”. En
cierto modo, las pruebas de opción múltiple evalúan este tipo de memoria. Quizá no po-
damos recordar espontáneamente la respuesta a una pregunta, pero es probable que la
reconozcamos cuando la veamos. El hecho de ver la respuesta produce la recuperación
de la información correspondiente. Las estrategias de recuerdo consisten en recupe-
rar la información sin pistas ni sugerencias que faciliten el proceso. Es una modalidad
que suele valorarse en una prueba de ensayo. Por lo regular, las tareas de memoria que
se centran en el recuerdo espontáneo de la información exigen mayor esfuerzo mental y
más recursos cognoscitivos que las de reconocimiento.
A diferencia de las estrategias de codificación que transfieren datos de los registros
sensoriales a varios depósitos de memoria, las estrategias de recuperación11 designan
las operaciones cognoscitivas que el sujeto emplea para obtenerlos de la memoria (Fla-
vell, 1985). Igual que las estrategias que el niño utiliza para codificar la información (re-
11
Las estrategias de recuperación designan las operaciones mentales con las cuales se reobra la información almacenada en
la memoria.
260 Mtro. Mario Pérez Olvera
paso, organización y elaboración), las estrategias de recuperación presentan diferente
complejidad. Una de las formas más simples consiste en no renunciar a los intentos de
recordar la información simplemente porque no llega de inmediato a la mente (Flavell,
1985). La investigación indica que los niños de mayor edad tienden a efectuar búsquedas
más exhaustivas en su memoria, mientras que los más jóvenes desisten a veces después
de recuperar unos cuantos elementos (Flavell, 1985). Además, los niños mayores suelen
ser más sistemáticos y ordenados en la búsqueda. Por ejemplo, A. Keniston y J. Flavell
(1979) pidieron a un grupo de niños de primero y tercero de primaria y de primero de
secundaria y a un grupo de universitarios apuntar en una tarjeta pequeña las letras del
alfabeto que nombrara el experimentador. Una vez escritas aleatoriamente 20 letras, se
les retiraron las tarjetas y se les ordenó anotarlas en una hoja grande de papel. La estra-
tegia mnemotécnica más eficaz es recorrer mentalmente el alfabeto y anotar las letras
que reconozcamos. Esta estrategia tan elemental convierte una difícil tarea de recuerdo
espontáneo en una tarea fácil de reconocimiento. Los investigadores descubrieron que
los niños mayores tendían más a utilizar espontáneamente esta estrategia de recupera-
ción. Los más pequeños podían aplicarla cuando se les indicaba hacerlo, pero no lo pen-
saban por sí mismo.
Los niños mayores tienen un conocimiento más completo de su mundo que los pe-
queños. ¿Qué función cumplen los conocimientos anteriores en el desarrollo del sistema
de procesamiento de la información? En términos generales12, cuanto más sepa un niño
de un tema, más fácil le será interpretar y almacenar en forma significativa y memorable
la información conexa (Flavell, y Wellman, 1977).
En un experimento clásico, Michelena Chi (1978) demostró los efectos que el co-
12
Cuantos más conocimientos previos tengamos sobre algún tema, más fácil será reconocer y guardar en forma significativa
la información conexa.
Mtro. Mario Pérez Olvera 261
nocimiento tiene en los procesos de memoria, analizando el recuerdo de las piezas de
ajedrez en adultos y en niños. Este experimento ofrece un aspecto original. Chi reclutó
seis niños de tercero de primaria a segundo de secundaria que habían participado en tor-
neos de ajedrez, y seis adultos que sabían jugar ajedrez pero que no eran buenos. Des-
pués les mostró a ambos grupos una pintura del tablero con las piezas dispuestas en el
lugar que podrían ocupar en una partida. Al mismo tiempo, administró una prueba es-
tándar de retención de dígitos. Cuando les pidió reconstruir de memoria las piezas de
ajedrez, los niños expertos recordaron más que los adultos principiantes. No obstante,
conforme a lo previsto, los adultos superaron a los niños en la prueba de retención de dí-
gitos. Los hallazgos de Chi ejemplifican la influencia que el conocimiento previo tiene en
la memoria. Si el niño es excelente conocedor en un área determinada, sus capacidades
retentivas serán iguales a las de adultos menos conocedores y hasta la superarán.
El experimento de Chi fue uno de muchos estudios de experto frente a novato. Los
investigadores han comparado los procesos del pensamiento y de solución de problemas
de unos y otros en tenis, fútbol sóccer y física. Cualquiera que sea el área o la edad de
los participantes, los más conocedores son más hábiles que los novatos cuando agrupan
y organizan información en patrones significativos13. Por ejemplo, la investigación dedi-
cada a los niños (Chi, 1978) y a los adultos (Chase y Simon, 1973) ha demostrado que
los ajedrecistas organizan las piezas en patrones conocidos, mientras que los principian-
tes tienden a recordar la posición de las piezas. Además, los expertos tienden más a re-
lacionar los hechos y la información con conceptos de nivel superior (Chi, Feltovich y Gla-
ser, 1981). Estos estudios señalan que los adelantos en los procesos de pensamiento del
niño obedecen a cambios cuantitativos del conocimiento, lo mismo que a cambios cuali-
tativos en la forma de estructurarlo y de organizarlo.
Conforme a la evidencia disponible, incluso los niños pequeños pueden poseer es-
tructuras muy bien integradas de conocimientos para los temas que les interesan mucho.
Chi y Koeske (1983) analizaron la forma en que un niño de 4 años organizaba su cono-
cimiento sobre los dinosaurios. A diferencia de la mayoría de los niños que se sienten
fascinados por ellos, sabía el nombre de más de 40 dinosaurios. Pero parecía conocer
más acerca de algunos. Los investigadores le formularon una serie de preguntas en seis
ocasiones diferentes; de ese modo lograron “mapear” su conocimiento de los dinosau-
rios. La figura 4.6 contiene una representación gráfica de los resultados.
Como se observa en ella, al parecer el niño sabía más de los dinosaurios blindados
que de los devoradores gigantes de plantas. Nótese la diferencia del número de caracte-
rísticas y nexos entre las parejas de dinosaurios a la izquierda y a la derecha de la figura.
Las líneas indican cuáles parejas estaban relacionadas en la memoria del niño. Por ejem-
13
El funcionamiento cognoscitivo se explica por los cambios cuantitativos del conocimiento del niño y por los cambios cua-
litativos en la manera en que el conocimiento está estructurado y organizado.
262 Mtro. Mario Pérez Olvera
plo, en seis tareas de memoria, mencionaba al estegosaurio y al triceratops en orden
consecutivo. Esto sugería la conclusión de que tenía un mejor recuerdo de los dinosaurios
blindados, porque estaban más estrechamente relacionados en su red de conocimientos.
El recordar uno de los dinosaurios facilitaba el de otros conexos con él.
En resumen, el conocimiento previo influye de diversas maneras en los procesos
de retención. A medida que el niño va adquiriendo conocimientos, le resulta más fácil
identificar la información relevante y organizarla en formas significativas. El perfecciona-
miento de los procesos retentivos también refleja cambios en el número y en la solidez
de las conexiones entre las ideas y conceptos guardados en la memoria. Una base de co-
nocimientos más integrados o estructurados agiliza el procesamiento de la información,
un uso más eficiente de las estrategias del procesamiento profundo y de los recursos
cognoscitivos (Bjorklund, Muir-Broaddus y Scheider, 1990).
FIGURA 4.6
Mapa conceptual de dinosaurios en el niño.
FUENTE: Chi y Koeske (1983).
14
La metacognición designa el conocimiento y la comprensión que tiene el niño de sus capacidades mentales y de los pro-
cesos del pensamiento.
Mtro. Mario Pérez Olvera 265
(conocimiento de las personas), que algunas actividades exigen mayor esfuerzo cognos-
citivo (conocimiento de la tarea) y que ciertas estrategias contribuyen a retener la infor-
mación (conocimiento de las estrategias). Por lo regular, este “aprender a aprender” co-
mienza durante la etapa preescolar, pero lo hace lentamente porque requiere la capaci-
dad de considerar los procesos cognoscitivos personales como objeto del pensamiento y
de la reflexión (Flavell y Wellman, 1977). También se piensa que los logros en la meta-
cognición relacionados con la edad se deben tal vez a la enorme cantidad de información
que los niños mayores y los adolescentes deben recordar en la escuela (Siegler, 1991).
El aprendizaje autorregulado
15
El aprendizaje autorregulado incluye habilidades como planeación, establecimiento de metas, organización, automonito-
reo y autoevaluación.
266 Mtro. Mario Pérez Olvera
maria tienden a subestimar su nivel de dominio en las tareas de aprendizaje y el tiempo
que deben estudiar para alcanzar el dominio (Pressley y Ghatala, 1990). Además, hay
menos probabilidades de que vigilen la comprensión mientras leen. Un niño de menor
edad seguirá leyendo, si puede decodificar y entender las palabras individuales (Baker y
Brown, 1984). A los de mayor edad les es más fácil descubrir incongruencias y confusión
cuando leer. Por ejemplo, releen los pasajes confusos, consultan una palabra en el dic-
cionario, buscan el significado dentro del contexto o van más lentos hasta que consiguen
comprender. Estas habilidades de monitoreo de la comprensión siguen desarrollándose
hasta bien avanzada la adolescencia.
DIFERENCIAS INDIVIDUALES
EN EL DESARROLLO COGNOSCITIVO
Hasta ahora la exposición del desarrollo cognoscitivo se ha centrado en las diferen-
cias de varios niveles de edad. Conviene puntualizar que se da una gran variación en las
16
La enseñanza explícita de estrategias —señalar qué, cuándo, por qué y cómo aplicar una estrategia cognoscitiva en parti-
cular— aumenta la probabilidad de que los niños usen una de ellas en diversas situaciones, una vez finalizado el entrena-
miento.
268 Mtro. Mario Pérez Olvera
habilidades cognoscitivas dentro de los niveles. Por ejemplo, en un grupo de tercero de
primaria habrá algunos niños cuya lectura corresponde al cuarto o quinto grado y otros
que apenas empiezan a leer sin ayuda. ¿A qué se deben tales diferencias dentro de un
grupo de edad? ¿Algunos niños simplemente poseen mayor habilidad innata para apren-
der? ¿Se relacionan las diferencias con las experiencias tempranas de aprendizaje? ¿De
qué manera las diferencias en el ambiente escolar del niño inciden en su desarrollo cog-
noscitivo?
En esta sección, veremos cómo los investigadores evalúan y explican las diferen-
cias individuales en el desarrollo cognoscitivo. En esta exposición es importante determi-
nar cuánto contribuyen la herencia y el ambiente a las diferencias individuales de la inte-
ligencia. Se trata de una cuestión que se debate acaloradamente desde hace muchos
años y continuará siendo objeto de gran controversia. En 1994, la publicación de The Bell
Curve, de Richard Herrnstein y Charles Murray, provocó grandes discusiones porque los
autores sostenían que algunos problemas sociales se debían a una inteligencia innata,
problemas como la alta deserción escolar, embarazo de las adolescentes, mortalidad in-
fantil, desempleo, criminalidad, pobreza y hasta los “hogares rotos”. Dada la enorme
cantidad de investigaciones dedicadas a la herencia y a la inteligencia limitaremos a los
siguientes puntos la explicación de las diferencias individuales en el desarrollo de la cog-
nición.
¾ ¿Cómo se miden las diferencias individuales en el desarrollo cognoscitivo?
¾ ¿Cómo se define la inteligencia?
¾ ¿Cómo influye el ambiente en el desarrollo intelectual?
¾ ¿Qué pueden hacer los padres para mejorar el desarrollo intelectual de sus hijos?
¾ ¿Cómo influye la escuela en el desarrollo intelectual del niño?
Los métodos más comunes con que se valoran las diferencias individuales en el
desarrollo cognoscitivo son las pruebas estandarizadas de la inteligencia y del logro aca-
démico. Con ellas se obtienen puntuaciones que ofrecen un índice del desempeño intelec-
tual del sujeto en relación con otras personas de la misma edad cronológica.17 Se da el
nombre de método psicométrico al uso de estos instrumentos para estudiar las dife-
rencias individuales de la calidad del pensamiento infantil. Los teóricos del procesamiento
de información se centran en las diferencias individuales de los procesos atencionales, en
las estrategias de codificación y de recuperación, en el conocimiento metacognoscitivo.
En cambio, los psicometristas se centran en qué y en cuánto conoce el niño. Afirman que
las diferencias individuales en el desarrollo cognoscitivo pueden medirse y cuantificarse
17
El método de mayor uso con que se evalúan las diferencias individuales en el desarrollo cognoscitivo consiste en adminis-
trar las pruebas estandarizadas de inteligencia y de rendimiento académico.
Mtro. Mario Pérez Olvera 269
mediante pruebas estandarizadas.
En 1904, el psicólogo francés Alfred Binet publicó la primera prueba de inteligen-
cia. Sostenía que la capacidad intelectual de un individuo podía deducirse de su desem-
peño en una serie de tareas cognoscitivas Binet y su discípulo Theodore Simon recogie-
ron varias de ellas que medían cosas como las siguientes: recuerdo de números, aten-
ción, comprensión de lectura, razonamiento matemático, habilidades matemáticas e in-
formación general (conocimiento de números, de días de la semana, de monedas, etc.).
Las tareas estaban graduadas por nivel de dificultad y se relacionaban con la edad crono-
lógica.
Binet y Simon diseñaron su instrumento con la finalidad práctica de identificar a
los niños que necesitaban ayuda especial en la escuela (Gould, 1981). Fueron creadores
del concepto de edad mental (Mental Age, MA). Esta puntuación representa el núme-
ro de aciertos que un niño obtiene en los reactivos y que luego se compara con el núme-
ro promedio de aciertos de otros niños de su misma edad. Un niño de 10 años que logra
la misma cantidad de aciertos que otro de 12 años tiene una edad mental de 12. Más
tarde el psicólogo alemán William Stern inventó el cociente intelectual, universalmente
conocido como IQ (Intelligence Quotient), puntuación que se calcula dividiendo la
puntuación de la edad mental del niño entre su edad cronológica (Chronological Age,
CA) y multiplicando por 100 (por ejemplo, IQ = MA/CA X 100). Si un niño recibe una
puntuación de 100, su desempeño es su promedio para esa edad. Las puntuaciones por
arriba de 100 indican que está por arriba del promedio para su edad y las puntuaciones
por debajo indican que está por debajo del promedio.
Concepciones de la inteligencia
A pesar de que las pruebas del IQ aparecieron hace casi cien años, no existe una
definición de inteligencia aceptada por todos. Como la escala de Binet y Simon produce
una sola puntuación, se supone que representa una concepción unitaria de la inteligen-
cia. En otras palabras, la inteligencia sería una habilidad cognoscitiva general. Veremos
luego que muchas pruebas se basan en ella. Sin embargo, esta perspectiva empieza a
perder terreno frente a una concepción multidimensional, en la cual la inteligencia se de-
fine en función de varias habilidades mentales o competencias intelectuales.
Antes de examinar las diversas concepciones conviene distinguir entre las pruebas
de inteligencia y las de logro. Las primeras miden la capacidad del niño para aprender o
aplicar información en formas nuevas. Evalúan además el aprendizaje que se obtiene con
una amplia gama de experiencias. Suele administrarlas individualmente un examinador
calificado. Dos de las más comunes se describirán en la siguiente sección. En cambio, las
pruebas de logro están diseñadas para medir lo que el niño ha aprendido de la enseñan-
za en el hogar o en la escuela. Los reactivos se centran en el dominio de la información
Los enfoques tradicionales de las pruebas de inteligencia la definen como una habi-
lidad o capacidad individual. Lewis Terman de Stanford University, que introdujo en los
Estados Unidos los métodos evaluativos de Binet y Simon, la definió como la capacidad
de pensar en términos abstractos. Tradujo y revisó la prueba de Binet luego la estandari-
zó con una muestra numerosa de niños y de adultos. La revisión, conocida como Escala
de Inteligencia de Stanford-Binet, se publicó en 1916 y se convirtió en el estándar de las
pruebas del IQ (Gould, 1981). Terman y sus seguidores afirmaron que un factor inte-
lectual general, llamado g, es la base de las actividades cognoscitivas. Se prevé que, si
un individuo recibe altas calificaciones en este instrumento, las recibirá también en todas
las tareas intelectuales.
La Escala de Inteligencia de Stanford-Binet (Thorndike, Hagen y Sattler, 1986), ac-
tualmente en su cuarta edición, es la prueba que más se aplica a personas de 2 a 18
años de edad. Esta edición mide el razonamiento visual, el razonamiento cuantitativo, la
memoria a corto plazo y el razonamiento visual abstracto. Ahora no produce una sola
puntuación sino cuatro, así como una puntuación compuesta global. En la figura 4.7 se
describe las subpruebas en la versión revisada.
Otra prueba de gran uso es la Escala de Inteligencia de Wechler para Niños 3ª edi-
ción (Wechler Intelligence Scale for Children. Third Edition, WISC-III) (Wechler,
1991) destinada a personas de 8 y 18 años. En el diseño de la escala influyó la de Stan-
ford-Binet, pero da menos importancia a las habilidades verbales del niño. La WISC-III
contiene 10 subpruebas divididas en dos escalas independientes. Las escalas verbales
evalúan vocabulario, la retención de dígitos, la comprensión general, los hechos básicos,
el conocimiento y el razonamiento aritmético. Por su parte, las escalas del desempeño
miden la orientación espacial, las habilidades perceptuales, las habilidades de solución de
problemas que se consideran menos dependientes de las habilidades verbales, de la ins-
trucción formal y de otros factores culturales. Así pues, la escala de Wechler produce una
18
Se piensa que las pruebas de inteligencia miden el potencial del niño para aprender o aplicar información en formas nue-
vas; en cambio, las pruebas de rendimiento tienen por objeto medir lo que ya obtuvieron con la enseñanza en el hogar o en
la escuela.
Mtro. Mario Pérez Olvera 271
calificación aparte del IQ verbal y del desempeño, lo mismo que un IQ global que se basa
en la combinación de las puntuaciones.
Aunque la WISC-III genera dos puntuaciones individuales del IQ Wechler definió la
inteligencia como un constructor unitario. Es “el agregado o la capacidad global del indi-
viduo para orientarse a una meta, para pensar racionalmente y para enfrentar eficaz-
mente su ambiente” (Wechler, 1958, p. 7). La WISC-III sirve para el diagnóstico, porque
distingue entre las habilidades verbales y de desempeño. Si un niño obtiene buenas pun-
tuaciones en la escala del desempeño y bajas en la escala verbal, posiblemente tiene
habilidades deficientes de lenguaje. En cambio, si obtiene buenas calificaciones en la es-
cala verbal y bajas en la de desempeño, posiblemente tenga problemas perceptuales o
de orientación espacial.
El Test de Inteligencia de Sranford-Binet y la Escala de Inteligencia de Wechler pa-
ra Niños, 3ª edición (WISC-III) son las pruebas de inteligencia más confiables, mejor va-
lidadas y de mayor uso en la actualidad.19 Las administra individualmente un examinador
calificado. Se considera que las puntuaciones son una estimación de la inteligencia gene-
ral o g. Otras pruebas que producen una sola puntuación de tipo IQ son las siguientes:
Prueba de Inteligencia de Lorge-Thorndike, Matrices Progresivas de Raven, Escala de
Habilidades Mentales de Otis Lennon y Prueba Revisado de Vocabulario con Imágenes de
Peabody. Hay también pruebas de inteligencia para lactantes y niños de corta edad. La
más conocida de ellas es la Escala de Desarrollo Infantil de Bayley (Bayley, 1969). En és-
ta se evalúa el desarrollo motor y mental de niños de 2 a 30 meses de edad. Produce
una calificación denominada Índice de Desarrollo Mental de Bayley (Mental Develop-
ment Index, IDM).
Razonamiento verbal
Vocabulario (14 ilustraciones, 32 palabras)
El niño debe identificar las ilustraciones y dar una definición oral de las palabras escritas.
Comprensión (42 preguntas)
El niño debe identificar las partes del cuerpo (por ejemplo, las piernas, la nariz, etc.) y
comprobar las preguntas de comprensión social (por ejemplo, ¿qué hace una enferme-
ra?).
Absurdos (32 reactivos)
El niño debe descubrir la incongruencia en las ilustraciones (por ejemplo, escribir con
una cuchara, una persona que maneja una bicicleta a la que le falta una rueda).
Relaciones verbales (18 reactivos)
El niño debe determinar en qué se parecen tres objetos y en qué se distinguen del cuar-
to.
19
Las teorías unifactoriales de la inteligencia postulan un factor intelectual general, llamado g, del que nacen todas las for-
mas de la actividad intelectual.
272 Mtro. Mario Pérez Olvera
Razonamiento abstracto/visual
Análisis de patrones (42 reactivos)
El niño debe completar una forma y reproducir los diseños estimuladores que se le
muestran en las tarjetas usando dos, tres, cuatro, seis y nueve bloques.
Copiado (28 reactivos)
La tarea consiste en reproducir diseños con bloques o copiar los diseños geométricos
complejos y simples (líneas, cuadrados, círculos) que aparecen en las tarjetas.
Matrices (26 reactivos)
El niño debe seleccionar el objeto, el diseño o la letra que mejor complete la matriz.
Doblamiento y corte de papel (18 reactivos)
El niño debe escoger la ilustración que muestre cómo un papel doblado y cortado puede
parecer desenrollado.
Razonamiento cuantitativo
Problemas cuantitativos (40 preguntas)
El niño debe resolver problemas cuantitativos.
Series de números (26 reactivos)
El niño debe predecir los dos siguientes números de una serie.
Creación de ecuaciones (18 reactivos)
El niño debe incluir números y signos matemáticos en una ecuación.
Memoria a corto plazo
Memoria de cuentas (42 reactivos)
El niño debe reproducir patrones de cuentas encontrándolas en una fotografía o ensar-
tándolas en un palo.
Memoria de oraciones (42 reactivos)
El niño debe repetir oraciones cada vez más largas
Memoria de dígitos (26 reactivos)
El niño debe repetir una serie de 14 dígitos en una secuencia progresiva y una serie de
12 en una secuencia regresiva.
Memoria de objetos (14 reactivos)
El niño debe recordar ilustraciones de objetos en la misma secuencia en que se los mos-
traron.
FIGURA 4.7
Descripciones de una subprueba en la Escala de Inteligencia de Stanford-Binet, 4ª edición. Fuen-
te: Sattler (1988)
20
Las teorías multifactoriales de la inteligencia postulan la existencia de habilidades multidimensionales e independientes
que pueden medirse.
274 Mtro. Mario Pérez Olvera
¾ Identificar y definir la naturaleza del problema
¾ Escoger los procesos necesarios para resolver el problema
¾ Secuenciar los procesos en una estrategia óptima
¾ Decidir cómo representar la información relativa al problema
¾ Asignar recursos mentales y físicos al problema
¾ Vigilar y evaluar el procedimiento de solución
¾ Responder adecuadamente a la retroalimentación externa
¾ Codificar eficazmente los elementos de la estimulación
¾ Deducir relaciones entre los elementos de la estimulación
¾ Establecer relaciones entre relaciones
¾ Aplicar las relaciones pasadas a situaciones nuevas
¾ Comparar los elementos de la estimulación
¾ Responder eficazmente a nuevas clases de tareas y de situaciones
¾ Automatizar eficazmente el procesamiento de la información
¾ Adaptarse bien al ambiente donde se vive
¾ Seleccionar los ambientes que vayan necesitándose para conciliar mejor los inte-
reses personales y el entorno
¾ Moldear los ambientes para aumentar el uso eficiente de las habilidades e intereses
personales
FIGURA 4.8
Principales características de la conducta inteligente. Fuente: Sternberg (1984)
21
Todavía no se resuelve la cuestión de si la inteligencia es una o varias capacidades generales; pero conviene recordar que
los alumnos manifiestan su inteligencia en formas muy diversas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 275
TABLA 4.1 LAS SIETE INTELIGENCIAS DE GARDNER
Como se habrá dado cuenta, no hay una definición de la inteligencia que sea acep-
tada unánimemente. La mayoría de las pruebas actuales arrojan más de una puntuación;
de ahí la posibilidad de comparar el funcionamiento intelectual del nuño en varios domi-
nios. Esos perfiles sirven para evaluar sus fuerzas y sus debilidades intelectuales. En ge-
neral, las pruebas que se emplean en la escuela se centran en las habilidades lingüísti-
cas, matemáticas y analíticas. Reflejan el tipo de habilidades que gozan de mucho apre-
cio en el mundo occidental. Los modelos multifacéticos de la inteligencia ofrecen nuevas
formas de concebir las habilidades intelectuales del niño. Se espera que les ayuden a los
educadores a ver de una u otra manera la conducta inteligente en todos los niños. Lo im-
portante es recordar que cada estudiante la manifiesta de manera distinta.
FIGURA 4.9
La curva normal y
algunas puntuaciones
22
En general, las pruebas actuales de inteligencia usan una puntuación de IQ con desviación estándar: una mitad de los ni-
ños reciben puntuaciones por arriba de 100 y la otra mitad por debajo de 100.
Mtro. Mario Pérez Olvera 277
Factores que amenazan la validez de las puntuaciones del IQ
La validez de una prueba es la exactitud con que mide aquello para lo cual fue di-
señada. Por ejemplo, ¿ofrece la Escala de Inteligencia de Stanford-Binet una medida pre-
cisa de la aptitud del niño para aprender?, ¿es igualmente válida para todos los niños?,
¿qué sucede si un niño proviene de una comunidad cultural o lingüística donde no se
habla inglés o no se aprecie el esfuerzo académico? Algunos comentan que las pruebas
mentales favorecen inevitablemente la cultura predominante, lo cual a su vez lleva a
asignar demasiados niños de las minorías a grupos de educación especial. Tras un caso
judicial muy publicado de 1979, Larry P. contra Pike, el Departamento de Educación de
California emitió una norma que prohibía las pruebas de IQ para evaluar a los niños de
las minorías que eran inscritos en programas de educación especial.
Los críticos más duros señalan que las pruebas de IQ están prejuiciadas contra
quienes no provengan de familias blancas, angloamericanas, de clase media y que
hablen inglés.23 Para conseguir buenos resultados en ellos, afirman, es necesario que el
niño esté familiarizado con la cultura de la clase media y que domine el inglés oficial.
Como veremos luego, los afroamericanos, los latinos y los niños pobres rara vez logran
tan altas puntuaciones en las pruebas estandarizadas como los niños blancos de clase
media. Stephen Ceci (1990) asegura que muchos niños con un rendimiento bajo en las
pruebas tradicionales pueden mostrar habilidades cognoscitivas más complejas en domi-
nios más familiares. Se han elaborado pruebas como la Batería de Evaluación de Kauf-
man (Kaufman y Kaufman, 1983) que reducen al mínimo el prejuicio cultural. En ellas
son mucho menores las diferencias de desempeño entre los niños de raza blanca y los de
grupos minoritarios. Por tanto, los educadores deben ser muy cautos cuando emplean los
instrumentos tradicionales del IQ para valorar a niños provenientes de distintos medios
socioeconómicos, culturales y lingüísticos.
Se piensa que una prueba de IQ predice todo, desde la salud mental hasta el des-
empeño en el trabajo (CECI, 1991). Algunos psicólogos han llegado a afirmar que ayuda
a ganar las guerras (Gould, 1981). Sin embargo, a juicio de varios investigadores, las
puntuaciones no pasan de ser un predictor relativamente confiable del éxito en la escue-
la, por lo menos en la cultura norteamericana (CECI, 1991).
Como recordará el lector, Binet diseño su prueba para identificar a los niños que
necesitaban ayuda especial en la escuela. Aclaró que las puntuaciones obtenidas con él
no deberían verse como una estimación de la capacidad intelectual intrínseca del niño
23
Los críticos de las pruebas de inteligencia afirman que no son aculturales, o sea, que éstas inevitablemente favorecen a los
integrantes de la cultura dominante.
278 Mtro. Mario Pérez Olvera
(Gould, 1981). Por desgracia, sus ideas las ignoraron los primeros psicólogos norteame-
ricanos para quienes la inteligencia se hereda. Terman, por ejemplo, consideraba su
prueba una medida del funcionamiento intelectual innato que no dependía de las expe-
riencias ambientales. Si sus ideas eran correctas, la instrucción no influiría en las puntua-
ciones del IQ. Los hechos no confirman esa suposición.
Una y otra vez los estudios de investigación han revelado que las puntuaciones del
IQ se correlacionan con varias medidas del aprovechamiento escolar (CECI, 1990, 1991).
Los niños con puntuaciones más altas consiguen mejores resultados en las pruebas es-
tandarizadas del logro académico, obtienen calificaciones más altas y terminan más años
de escuela. Las correlaciones entre el IQ y otras medidas del logro académico fluctúan
entre .40 y .60, que no es una correlación perfecta pero que no deja de ser significativa.
Por tratarse de datos correlacionales, no deben interpretarse en el sentido de que la inte-
ligencia hace que un alumno tenga un desempeño bueno o deficiente en la escuela. En
realidad, se sabe que la instrucción contribuye de modo considerable al desarrollo de la
inteligencia, por lo menos tal como se define y evalúa hoy (CECI, 1990). Más adelante
volveremos a referirnos a esta evidencia.
En resumen, las puntuaciones del IQ son un indicador del éxito que el niño tendrá
en la escuela. En condiciones óptimas de prueba, una prueba de inteligencia sirve para
diagnosticar problemas de aprendizaje o áreas donde el alumno requiere ayuda especial
del maestro.24 La prueba no mide la capacidad ni la creatividad innatas y tampoco el ra-
zonamiento complejo (CECI, 1991). Más aún, las puntuaciones no predicen con mucha
confiabilidad el éxito profesional, el éxito social, la salud mental ni la personalidad. Tan
sólo ofrecen información sobre aquello que se proponían medir, es decir, la capacidad del
niño para trabajar en la escuela.
¿Cuánto cambia la puntuación del IQ a lo largo del desarrollo del niño? Si conoce-
mos su puntuación a los 5 años de edad, ¿con qué certeza podemos predecir la que ob-
tendrá a los 15 o 18 años? ¿Ocupará el primer lugar de su clase un brillante preescolar
cuando se gradúe de la escuela de enseñanza media? Estas preguntas se refieren a la
estabilidad del IQ a través del tiempo. Su estabilidad del nacimiento a la adultez inte-
resa a los psicólogos porque arroja luz sobre la controversia en torno a la heredibilidad
de la inteligencia. Si las puntuaciones permanecen relativamente estables por el tiempo,
se supone que el ambiente influye poco en el desarrollo intelectual. Pero si varían muchí-
simo entre la infancia y la adultez, ello significa que el ambiente es más importante que
la herencia.
24
Las puntuaciones de las pruebas de inteligencia han de considerarse más bien como un indicador del desempeño de los
niños en la escuela y no como una medida de su capacidad o creatividad innatas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 279
¿Qué nos indican las puntuaciones del IQ en relación con la inteligencia del adulto?
La tabla 4.2 incluye las correlaciones de las puntuaciones de un mismo individuo a distin-
tas edades. Las más altas indican mayor estabilidad de las puntuaciones del niño medi-
das con pruebas tradiciones.25 A medida que el niño crece, aumenta también la estabili-
dad de las puntuaciones, como se observa en las correlaciones más elevadas. Se piensa
que las puntuaciones comienzan a estabilizarse durante los años intermedios de la niñez.
A partir de los 7 años, predicen con bastante confiabilidad el IQ del adulto. Por ejemplo,
su correlación entre los 10 y 14 años es de .86 aproximadamente. El aumento de la es-
tabilidad suele deberse a una mayor semejanza de los reactivos de las pruebas conforme
pasan los años.
7 .46
10 .37 .77
14 .28 .75 .86
18 .31 71 .73 .76
FUENTE: Jensen (1973)
Conviene recordar que la puntuación del IQ está siempre ligada a la edad cronoló-
gica. Un niño con un IQ de 110 a los 7 años tendrá muy probablemente un cociente de
cerca de 110 a los 10 años. La estabilidad de las puntuaciones indican una constancia re-
lativa de su rango en un grupo de edad. Conforme madura el niño, acierta en más reacti-
vos de una prueba de inteligencia (es decir, se vuelve más inteligente), pero la puntua-
ción permanece relativamente constante, salvo que su desarrollo intelectual se atrase o
acelere de alguna manera en relación con su grupo de edad. La evidencia muestra que
algunas puntuaciones pueden fluctuar hasta entre 20 y 30 puntos de los 2 a los 17 años
de edad (McCall, Applebaum y Hagarty, 1973). Más aún, estos patrones de cambio pre-
sentan diferencias individuales. Algunos niños muestran aumentos constantes y otros só-
lo en ciertas edades; luego los cambios disminuyen con el desarrollo.
¿Están fijos los IQ al momento de nacer? De acuerdo con la evidencia disponible,
la respuesta a esta pregunta no es simple. Por una parte, la investigación indica que las
puntuaciones son bastante estables a partir de los años intermedios de la niñez (Kopp y
McCall, 1982). Por otra parte, parece haber una variación considerable en su fluctuación
25
A partir de los 7 años de edad, las puntuaciones del IQ en la niñez son un predictor relativamente acertado del que se ten-
drá en la adultez.
280 Mtro. Mario Pérez Olvera
entre la niñez y la adultez. En el momento actual, los investigadores creen que las dife-
rencias individuales en estos patrones del cambio se relacionan con los aspectos del am-
biente familiar o escolar del niño. En la siguiente sección examinaremos más a fondo al-
gunas de estas influencias.
FACTORES GENÉTICOS Y
AMBIENTALES DE LA INTELIGENCIA
Factores genéticos
Los estudios de gemelos biológicos son una fuente valiosa de información sobre
cómo influyen en la inteligencia los factores genéticos y ambientales. En el capítulo 2, di-
jimos que los gemelos monocigotos tienen el mismo genotipo y que, en cambio, los ge-
melos dicigotos nacen de dos óvulos independientes fertilizados al mismo tiempo por dis-
tintos espermatozoides. Los investigadores comparan dos pares de gemelos para estimar
la heredibilidad de la inteligencia. La herebilidad es “la proporción de variancia observa-
da de una conducta que podemos atribuir a las diferencias entre individuos de una pobla-
ción (Plomin, 1989). La palabra clave de esta definición es población. El índice de heredi-
bilidad es un estadístico que se aplica a una población y no a un rasgo ni a un individuo
(por ejemplo, Susana heredó las habilidades matemáticas de su madre).
¿Qué nos indican los estudios con gemelos sobre la heredibilidad de la inteligencia?
Conforme a los datos recientes, 50 por ciento de la variación de la inteligencia en una
población puede atribuirse a las diferencias genéticas de los individuos (Plomin, 1990).
La tabla 4.3 incluye los resultados de dos investigaciones. Al recorrerla hacia abajo difie-
re la semejanza genética de las personas. La correlación entre las puntuaciones del IQ en
los gemelos monocigotos es aproximadamente de .86, mientras que la de los dicigotos es
de .60 más o menos. Nótese que la correlación entre las puntuaciones de los gemelos di-
cigotos criados por separado (.72) es mayor que las de los que fueron criados juntos
(.60). Cuando se les cría aparte, suelen ser adoptados poco después del nacimiento. Co-
mo se les cría en ambientes distintos, este hallazgo ofrece un fuerte respaldo a la hipóte-
sis genética. Como los gemelos no compartieron el mismo ambiente, cualquier semejan-
za en su inteligencia se deberá a genotipos similares.
Aunque los resultados anteriores son convincentes, hay que interpretarlos con cau-
tela. Algunos críticos observan que estos estudios no dan estimaciones seguras de las in-
fluencias genéticas. Se supone que los gemelos monocigotos criados por separado viven
en ambientes muy diferentes, cuando en realidad pueden ser muy parecidos. Los crite-
rios de adopción establecen ciertas condiciones de vivienda y normas de cuidado. A la
mayoría de los niños adoptados se les cría en familias de clase media alta y asisten a es-
cuelas durante sus años de formación. En el Proyecto de Adopción de Colorado, los in-
vestigadores descubrieron que las características del ambiente familiar, por ejemplo, la
conducta de crianza, la organización y la disponibilidad de juguetes apropiados, influían
en las puntuaciones del IQ de los niños a los 7 años de edad (Coon, Fulker, DeFries y
Plomin, 1990). Pero la puntuación que los padres obtenían en el IQ afectaba al tipo de
ambiente que le creaban al niño. Los de más inteligencia le creaban un ambiente más
organizado y estimulante, lo cual a su vez repercutía en las diferencias individuales de
las puntuaciones individuales a los 7 años de edad.
Además, recordemos una vez más que las estimaciones de la heredibilidad calcu-
ladas en una población no pueden generalizarse a otras. Hace más de 20 años. Arthur
Jensen (1973) provocó una acalorada controversia cuando, según su interpretación de
los estudios con gemelos, la inteligencia se hereda en 80 por ciento. Señaló asimismo
que las diferencias genéticas explican las diferencias raciales en las puntuaciones del IQ.
Las mismas afirmaciones reaparecieron recientemente en el libro The Bell Curve, de
Herrnstein y Murray (1994). Esta explicación de las diferencias raciales está sujeta a crí-
ticas por varias razones, entre ellas el prejuicio cultural de las pruebas y por las concep-
ciones unitarias de la inteligencia en contraste con las fijas. Por ahora nos interesa más
el mal uso de las estimaciones de la heredibilidad. Las conclusiones relacionadas con el
origen genético de las diferencias raciales en las puntuaciones del IQ se extraen de estu-
dios con gemelos de raza blanca. Un índice de heredibilidad se limita a la población de
donde se extrae y los ambientes encontrados en ella. En otras palabras dependerá de la
variabilidad de los genotipos y de los ambientes donde se encuentren.
Hoy los teóricos piensan que los factores genéticos establecen los límites superior
Factores ambientales
Ya hemos visto cómo las puntuaciones del IQ comienzan a estabilizarse hacia el fi-
nal de la niñez. Por tal razón, numerosos trabajos se han centrado en la influencia de las
experiencias de aprendizaje durante la niñez temprana, cuando los padres influyen pro-
fundamente en el desarrollo intelectual de sus hijos.27 En muchos de ellos se uso la esca-
la Observación en el Hogar para medir el Ambiente (Home Observation for Measure-
ment of the Environment, Home) ideadas por Betty Caldwell y Robert Bradley (1978)
que caracteriza la calidad del ambiente del aprendizaje temprano del niño. Las categorías
26
Según los estudios de heredibilidad, la inteligencia tiene un componente genético que fija los límites superior e inferior
(intervalo de reacción) del desarrollo intelectual.
27
En el desarrollo intelectual del niño influye profundamente el ambiente familiar durante la infancia y la niñez temprana.
Mtro. Mario Pérez Olvera 283
de la escala evalúan aspectos como la sensibilidad de la madre, el estilo de disciplina y
participación con el niño; la organización del ambiente; la disponibilidad de materiales
apropiados de aprendizaje y la oportunidad de estimulación diaria.
Las investigaciones indican que las categorías se relacionan positivamente con las
puntuaciones del IQ en niños entre los 6 meses y 5 años de edad (Bradley y Caldwell,
1984). Dos subescalas en particular muestran relaciones estrechas y congruentes con
ellas. Los niños cuyas madres son más sensibles y ofrecen periódicamente actividades
estimulantes de aprendizaje logran un mejor desempeño en las medidas del IQ. La figura
4.10 contiene las puntuaciones medias de 1 a 3 años de los niños cuyo ambiente familiar
recibió evaluaciones altas y bajas. Nótese que las experiencias tempranas no sólo se re-
lacionan con el nivel IQ sino también con los cambios de éste a través del tiempo. Los
resultados han sido reproducidos en seis estudios longitudinales, en que la escala HOME
se usó para analizar una muestra combinada de 931 niños y de sus familias (Bradley y
otros, 1989). Además, un estudio reciente indicó que las características del ambiente fa-
miliar durante la infancia se correlacionaban con el desempeño académico a los 11 años,
si a lo largo de la niñez se mantienen los patrones de apoyo de los primeros años.
FIGURA 4.10
Puntuaciones promedio
del IQ de niños: dos
niveles de los ambientes
HOME
FUENTE: Bradley (1989)
En muchas investigaciones se han examinado los efectos que el hogar y las in-
fluencias familiares tienen en el desarrollo cognoscitivo.28 Los resultados son bastante
uniformes e indican lo siguiente: los padres tienen una influencia positiva en el desarrollo
intelectual temprano de sus hijos cuando les ofrecen materiales apropiados de juego y de
aprendizaje; cuando estimulan la exploración y la curiosidad; cuando crean un ambiente
cálido, sensible y positivo (Belsky, 1981).
Conviene precisar que los padres pueden estimular el desarrollo cognoscitivo de
sus hijos sólo hasta cierto punto. Durante los últimos 20 años, los investigadores han ob-
28
La investigación indica que los padres tienen una influencia positiva en el desarrollo temprano de sus hijos, si les crean un
ambiente familiar que sea estimulante y positivo.
284 Mtro. Mario Pérez Olvera
servado una tendencia decreciente en las presiones académicas que se imponen a los ni-
ños en edades cada vez más tempranas (Rescorla, Hyson y Hirsch-Pasek, 1991). Hay ju-
guetes, piezas para armar, móviles y hasta computadoras especiales que estimulan el
desarrollo intelectual temprano. Los padres asisten a talleres para que puedan enseñar a
su hijo a leer, a sumar e incluso a hablar francés. Incluso se publicó un exitoso libro con
el título How to Multiply your Baby’s Intelligence (cómo multiplicar la inteligencia de su
hijo) (Dorman, 1984). Sin embargo, hoy todavía no se cuenta con evidencia concluyente
de que los padres pueden crear hijos prodigios en lectura, en matemáticas, en música o
en cualquier otro tema mediante la estimulación temprana. De hecho, el exceso de esti-
mulación puede resultar nocivo. Cuando los lactantes experimentan sensaciones que no
están preparados fisiológicamente para manejar, puede impedirse su desarrollo porque
desisten. Los padres y los educadores deben recordar lo siguiente: el niño pequeño pue-
de volverse “más inteligente” si se le estimula apropiadamente dentro de un ambiente
propicio; pero no alcanzará aquello que su cerebro no puede asimilar en su situación ac-
tual.
¾ En los Estados Unidos el estudiante medio de secundaria y preparatoria dedica 4 horas por
semana a tareas escolares fuera del plantel, mientras que los estudiantes de otros países
industrializados dedican promedio 4 horas al día.
¾ Sólo la mitad de los estudiantes encuestados dijeron que terminaban las tareas que les
asignaban.
¾ Más de la mitad de los estudiantes entrevistados señalaron que podían llegar a casa con
calificaciones C o más bajas, sin que sus padres se enojaran
¾ Casi una tercera parte de los estudiantes dicen que sus padres no saben cómo están rin-
diendo en la escuela.
¾ Menos de 40 por ciento de los padres asisten a los programas escolares de sus hijos ado-
lescentes; sólo la quinta parte de ellos lo hacen periódicamente.
FIGURA 4.11
Importancia que tienen para los estudiantes adolescentes los programas de participación de los
padres. FUENTE: Steinberg (1996)
Segundo, conviene recordar que las medidas del ambiente familiar no están total-
mente libres de influencias genéticas. Como comentamos antes, los padres con alto IQ
ofrecen un ambiente mejor organizado o materiales de aprendizaje más estimulantes.
Por su parte, las características genéticas del niño, como la alerta o el temperamento
pueden producir reacciones distintas en el ambiente. Así, algunos niños son más sensi-
bles a la estimulación ambiental, reforzando así los esfuerzos de los padres por darles la
estimulación. No olvidemos que los niños influyen en el ambiente y a la inversa. La in-
vestigación dedicarla a las relaciones entre progenitor e hijo subrayan algo que ya se dijo
en páginas anteriores: es casi imposible distinguir los factores genéticos y los ambienta-
les.
Más aún, los investigadores comenzaron recientemente a examinar la validez de
los resultados anteriores en varios grupos étnicos y socioeconómicos. En términos gene-
rales, los patrones que acabamos de explicar se observan en los grupos socioeconómi-
cos, pero se dan importantes diferencias raciales. En los estudios con adolescentes, las
medidas de la crianza con autoridad flexible tienen mayor influencia en los angloameri-
canos y en los mexicanoamericanos que en los asiáticos y en los afroamericanos (Stein-
berg, Dornbusch y Brown, 1992). Como explicaron Robert Bradley y sus colegas (1989):
29
Los programas de educación preescolar de alta calidad todavía no producen resultados positivos a largo plazo en las prue-
bas de inteligencia, pero sí lo han conseguido en el rendimiento escolar.
288 Mtro. Mario Pérez Olvera
noscitivo que otros grupos similares de niños que no habían asistido a él. Pero perdieron
la ventaja al ir creciendo. Entre los 10 y 17 años de edad se registraban pocas diferen-
cias importantes en las puntuaciones del IQ de los que no habían participado. Además,
las evaluaciones del proyecto de seguimiento no revelaron cambios duraderos en las
puntuaciones de los participantes. Así pues, los estudios iniciales concluyeron que no
había cambios duraderos de las puntuaciones atribuibles a la asistencia a un programa
educativo de compensación.
A pesar de estos resultados iniciales, ni los investigadores ni los educadores nor-
teamericanos estaban dispuestos a renunciar a los beneficios que la intervención tem-
prana ofrece a los niños con desventajas económicas. Una reseña de 14 estudios longitu-
dinales de niños que habían participado en los programas Head Start durante la década
de los sesenta indicó efectos retrasados pero positivos de la intervención (Lazar y otros,
1982). En comparación con grupos semejantes de niños que no participaron en el pro-
grama, los graduados del proyecto lograron calificaciones más altas en pruebas de lectu-
ra y de matemáticas en la primaria, además de que tendían menos a reprobar o a recibir
los servicios de la educación especial. Los adolescentes que participaron tenían menos
probabilidades de abandonar la enseñanza media y más probabilidad de asistir a la uni-
versidad que los adolescentes que no participaron. A causa de esta evidencia, hoy los in-
vestigadores creen que los programas preescolares de alta calidad sí contribuyen a com-
pensar los efectos que la pobreza tiene en el desarrollo intelectual.
En general, los programas de Head Start se extienden a niños de 3 a 4 años de
edad y algunos se han centrado en lactantes (Garber, 1988; Ramey y Campbell, 1984).
Uno de los más exitosos fue el Carolina Abecedarian Proyect, en el que los participantes
iniciaban antes de los 3 meses y continuaban hasta los 8 años (Ramey y Campbell,
1991). Se juzgaba que los niños corrían serio riesgo de fracaso escolar por los siguientes
motivos: ingreso familiar, IQ y escolaridad de la madre, antecedentes de bajo rendimien-
to académico entre hermanos mayores y otros problemas familiares. Se les asignó a un
grupo de tratamiento o de control. La intervención, que abarcó cuatro grupos de niños
entre 1972 y 1977, ocurrió en dos fases. En los primeros 5 años, los niños del grupo de
tratamiento asistían a un programa de atención diurna de tiempo completo que estimu-
laba el desarrollo de las habilidades motoras, cognoscitivas, lingüísticas y sociales. Cuan-
do los niños ingresaban a la primaria, se integraba el componente de la educción de sus
padres para mejorar la participación de ellos en la formación académica de sus hijos.
Las evaluaciones del Carolina Abecedarian Proyect se efectuaban en forma periódi-
ca. La figura 4.12 muestra que los participantes comenzaron a superar a los niños del
grupo de control en pruebas estandarizadas de habilidades mentales después del primer
año. Todos los niños mostraron una reducción de ellas entre la infancia y los 8 años, pero
la del grupo de control fue mucho más significativa. Los miembros del grupo de control
FIGURA 4.12
Puntuaciones del IQ de
niños en el Carolina
Abecedarian Project
FUENTE: Ramey y Campbell
(1991)
30
Generalmente logran mejores puntuaciones en las pruebas de inteligencia los niños que ingresan a la escuela en edad más
temprana, que permanecen en ella más tiempo y que asisten a planteles de mayor edad.
Mtro. Mario Pérez Olvera 291
nales, no es posible sacar conclusiones firmes sobre las relaciones causales. Hemos afir-
mado que la cantidad y la calidad de la escuela aumentan el IQ. Por supuesto, también
es posible que a las personas genéticamente inteligentes se les aliente a comenzar antes
la instrucción, a permanecer más tiempo en la escuela y a asistir a escuelas de mayor
prestigio. Pese a ello, Ceci (1990) sostiene que la instrucción tiende a influir el desempe-
ño del niño en las pruebas de inteligencia, porque la escuela imparte información y varias
habilidades perceptuales, de memoria y de solución de problemas que les ayuda. En
otras palabras, en la escuela se aprenden algunos aspectos de la inteligencia.
31
El problema de las variaciones étnicas y sexuales en las habilidades intelectuales se deban principalmente a las experien-
cias de socialización y a las condiciones culturales.
292 Mtro. Mario Pérez Olvera
de las puntuaciones obtenidas en las pruebas del IQ y del aprovechamiento. En prome-
dio, los niños afroamericanos reciben calificaciones de 15 a 20 puntos por debajo de los
niños de raza blanca (Hall y Kaye, 1980). Las diferencias se observan a los 3 años de
edad y permanecen constantes hasta la adultez (Brody, 1992). En un ambiente pobre,
las diferencias raciales aumentan con la edad, a medida que los niños afroamericanos se
van rezagando respecto a sus compañeros blancos (Jensen, 1973). A este fenómeno se
llama efecto de déficit acumulativo, pero no se observa en todos los estudios (Brody,
1992).
De acuerdo con las investigaciones más recientes, la brecha del desempeño entre
las dos razas ha ido reduciéndose. Según un estudio (Jones, 1984), el desempeño en la
lectura y en las matemáticas medidos por la National Assessment of Educational Progress
mostró una disminución en las diferencias entre 1971 y 1980 en las edades que se eva-
luaron (9, 13 y 17 años). La reducción se debe a los aumentos del nivel promedio del
desempeño de los estudiantes afroamericanos. Las subpruebas verbales y cuantitativas
del Test de Aptitudes Académicas (TAA), que se administra a alumnos del último año de
enseñanza media, muestra también una reducción de la brecha en los últimos 25 años.
En este caso la reducción se debe a que ha disminuido el desempeño de los estudiantes
blancos y ha mejorado el de los afroamericanos.
Aparte de las diferencias raciales, se observan grandes divergencias entre los gru-
pos étnicos en las pruebas de las habilidades cognoscitivas. La tabla 4.5 incluye las ten-
dencias en las puntuaciones de dominio de la lectura, de las matemáticas y de la ciencia
en alumnos blancos, afroamericanos e hispanos de 9, 13 y 17 años durante un periodo
comprendido entre 1970 y 1990. De 1973 a 1980, los dos últimos grupos han logrado
grandes avances en matemáticas y han cambiado poco las puntuaciones de los estudian-
tes de raza blanca. Las diferencias étnicas en la habilidad lectora se redujeron entre 1970
y 1990, pero permanecen en las relacionadas con la ciencia.
Lectura
Blancos 210 260 289
Afroamericanos 184 238 261
Hispanos 192 239 271
Escritura
Blancos 217 274 287
Afroamericanos 175 258 263
Hispanos 189 265 274
Matemáticas
Blancos 235 279 312
Ciencias
Blancos 239 267 304
Afroamericanos 200 224 256
Hispanos 205 238 270
NOTA: Fluctúan entre 0 400 las puntuaciones en las subpruebas de National Assessment of Educational Progress. En ellas,
una puntuación de 250 indica que el estudiante puede efectuar las operaciones básicas en esa materia. Por ejemplo una
calificación de 250 en lectura significa que puede buscar información específica, relacionar ideas y hacer generalizaciones.
En escritura, esa misma puntuación indica que puede escribir respuestas claras y específicas en las tareas. En el caso de
la matemática, puede realizar las operaciones matemáticas básicas, mientras que los que obtienen una calificación de 300
pueden resolver problemas de complejidad moderada. En ciencias, una calificación de 250 significa que el estudiante po-
see un conocimiento general de las ciencias de la vida y de física; en cambio una calificación de 300 indica que puede
evaluar la corrección de un procedimiento científico.
FUENTE: National Center for Education Statistics (1984)
Posibles explicaciones
32
La investigación sobre las diferencias raciales y étnicas en las habilidades cognoscitivas no analiza las diferencias en los
grupos en que a menudo se registran grandes discrepancias.
294 Mtro. Mario Pérez Olvera
el capítulo 1, gran número de niños afroamericanos e hispanos provienen de familias de
bajos ingresos.33 Sufren varias limitaciones que pueden repercutir negativamente en su
desarrollo cognoscitivo: desnutrición, atención médica deficiente, apiñamiento, baja es-
colaridad de sus padres y estrés crónico. Además reciben una educación menos esmera-
da porque asisten a escuelas situadas en comunidades pobres. Cuando se controlan las
diferencias del entrono socioeconómico, se acortan las brechas de desempeño en las
pruebas del IQ y de aprovechamiento, pero no desaparecen por completo.
Como la mayor parte de las escuelas reflejan una cultura blanca de clase media,
los niños de grupos étnicos minoritarios sufren varios problemas cuando ingresan a la es-
cuela. Los que no hablan inglés son los más afectados, porque deben dominar un idioma
nuevo para poder participar plenamente en las actividades de aprendizaje. En el tercer
grado, los que ya lo hablan en casa se hallan aproximadamente medio año detrás de los
que sólo hablan inglés en casa. En 1992, el U. S. Department of Education comunicó que
había 2.3 millones de niños en edad escolar que tenían “escaso dominio del inglés”; se
prevé que esa cifra se duplique en el año 2020 (Nitriello, McDill y Pallas, 1990). Se esti-
ma que apenas una tercera parte de niños en edad escolar pertenecientes a grupos lin-
güísticos minoritarios reciben la ayuda que necesitan en este aspecto para tener éxito en
la escuela (LaFontaine, 1987).
Aun cuando los niños hablen inglés, a veces emplean patrones lingüísticos de un
grupo étnico, social o regional llamados dialectos sociales, que los profesores consideran
inaceptables. Así, los negativos dobles se emplean comúnmente en el dialecto de los ne-
gros. Como algunos dialectos se consideran lingüísticamente inferiores al habla general,
un dialecto puede influir en el juicio de un profesor sobre las habilidades de los alumnos,
sobre su capacidad de aprendizaje y la manera en que deben ser agrupados para la en-
señanza (Harrison, 1985). Los profesores que esperan problemas basándose en el juicio
acerca del dialecto de sus alumnos tienden más a tratarlos en forma diferente en la cla-
se; esto, a su vez, influye en el sentido de competencia, en la autoestima y en la motiva-
ción para aprender.
La forma en que los profesores formulan las preguntas en la escuela causa pro-
blemas a los alumnos que no pertenecen a la cultura dominante. Según Shirley Brice
Heat (1983), en algunas comunidades afroamericanas los padres no hacen preguntas
que tienen una respuesta obvia, a menos que vayan a castigar a su hijo. Además, a los
niños se les enseña a no hacer ni contestar preguntas personales. Sin embargo, en la es-
cuela el maestro formula preguntas de “respuesta conocida” (“¿De qué color es tu cami-
sa?”) o personales (“¿Dónde trabaja tu mama?”). Cuando un alumno afroamericano tar-
da mucho en contestar, el maestro deduce que tiene un problema de oído o de compren-
33
El desarrollo cognoscitivo de los niños pobres se ve afectado por la baja escolaridad de los padres, la desnutrición, el cui-
dado deficiente de la salud y las condiciones de apiñamiento.
Mtro. Mario Pérez Olvera 295
sión.
Casi pienso que algunos de ellos tienen un problema de oído; es como si no oye-
ran mi pregunta. Cuando les pregunto, me encuentro con una mirada perdida en
el vacío (pp. 107-108).
34
Si los profesores de las mayorías interpretan las diferencias culturales como inaceptables o “raras”, pueden ocasionar pro-
blemas de ajuste y de aprovechamiento a los estudiantes de grupos étnicos minoritarios.
296 Mtro. Mario Pérez Olvera
♦ Los sistemas de niveles de aprovechamiento escogen los cursos que los estudian-
tes pueden tomar en la enseñanza media, lo cual a su vez influye en su elegibili-
dad para ingresar a la universidad.
Ante los datos anteriores, no debe sorprendernos que el agrupamiento por habili-
dades y los niveles de aprovechamiento tiendan a acentuar y no a atenuar las diferencias
preexistentes de habilidades entre los grupos raciales o étnicos.35 Lamentablemente, al
parecer los estudiantes dentro o fuera de la cultura dominante, que necesitan mayor
ayuda y estímulo en la escuela, son asignados a grupos donde la enseñanza suele ser
más deficiente y menos motivadora.
En resumen, la mayor parte de los teóricos piensan que el rendimiento deficiente
de los estudiantes de las minorías étnicas en las escuelas norteamericanas se debe a una
combinación de factores sociales y económicos. Un excesivo número de ellos provienen
35
Los niños provenientes de las culturas no predominantes a menudo son colocados en grupos de habilidades más bajas, lo
cual limita sus oportunidades educativas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 297
de familias de bajos ingresos y asisten a escuelas en comunidades pobres. En las escue-
las sufren problemas académicos y de adaptación porque predomina en ellas la cultura
de la raza blanca y de la clase media. Sus problemas se agravan con la implantación de
los sistemas de agrupamiento por habilidades y niveles de aprovechamiento, los cuales
pueden limitar mucho las oportunidades de aprendizaje y las aspiraciones profesionales.
Si se quiere crear un ambiente positivo para los estudiantes de todas las razas y orígenes
étnicos, habrá que introducir cambios en el programa de estudios, en la organización y
en la cultura de las escuelas, en las actitudes y creencias del personal docente, en la
forma en que actualmente se imparte la enseñanza y se realiza la evaluación. Al final del
capítulo expondremos algunas estrategias para alcanzar esos objetivos.
Habilidades verbales
Habilidades espaciales
Se cree que este tipo de destrezas reflejan las habilidades propia se los sexos en el
rendimiento en matemáticas y en ciencias (Linn y Hyde, 1989). He aquí algunos ejem-
plos de tareas relacionadas con la solución de problemas: descubrir los objetos ocultos
en un diseño complejo, la capacidad de rotar objetos bidimensionales o tridimensionales
y la de razonar sobre la información presentada espacialmente. Sin embargo, las investi-
gaciones no ofrecen resultados uniformes en lo tocante a las diferencias sexuales. En una
reseña de 1985, Marcia Linn y Anne Petersen (1985) revisaron 127 efectos del sexo en
las habilidades espaciales. Su análisis reveló que las diferencias de desempeño favora-
bles a los varones eran más cuantificables en tareas concernientes a la rotación mental
de objetos bidimensionales o tridimensionales. (En la figura 4.13 se incluye una de estas
actividades). En algunos estudios se han detectado estas diferencias antes de la adoles-
cencia. Sin embargo, los datos indican asimismo que desde 1974 la discrepancia se ha
reducido de una tercera a una décima parte de la desviación estándar. En opinión de los
investigadores, un efecto sexual de esta magnitud puede eliminarse por medio de la in-
tervención instruccional (Linn y Hyde, 1989). Además hay poca evidencia en favor de la
suposición de que las habilidades de los estudiantes para efectuar las tareas de rotación
mental se relacionen con su rendimiento en matemáticas y en ciencias.
FIGURA 4.13
Ejemplo de una tarea
Reactivo de rotación mental. A los sujetos se les pide identificar las dos res- de rotación mental
FUENTE: Linn y Petersen (1985)
puestas que muestran el patrón en una orientación diferente.
Habilidades matemáticas
Las diferencias medidas entre los géneros respecto a las habilidades matemáticas
dependen de la edad del alumno y del tipo de prueba (Hyde, Fennema y Lamon, 1990).
En la escuela primaria y secundaria, las mujeres generalmente superan a los varones en
Las diferencias sexuales en las habilidades para las ciencias no son uniformes en-
tre los grupos de edad ni entre las asignaturas. En las pruebas generales de rendimiento
en ciencias se observan pocas diferencias relacionadas con el sexo en la primaria. Las di-
ferencias comienzan a manifestarse en la escuela secundaria y aumentan a medida que
Explicaciones biológicas
¿A qué se deben las diferencias sexuales en las habilidades cognoscitivas? Los par-
tidarios de las explicaciones biológicas mencionan los niveles de hormonas y la organiza-
ción del cerebro. Ha ido aumentando la evidencia de que los niveles hormonales influyen
en el desempeño de ambos sexos en las tareas visuales-espaciales. Por ejemplo, las al-
tas concentraciones de andrógenos en la mujer se relaciona con mejores habilidades es-
paciales, y lo contrario ocurre en el hombre. Descubrimientos similares se han hecho en
36
En la generalidad de las asignaturas, han venido disminuyendo las diferencias sexuales; algunos expertos predicen que
desaparecerán por completo en la próxima década.
Mtro. Mario Pérez Olvera 301
relación con los efectos que la testosterona tiene en el razonamiento matemático (Kimu-
ra, 1992). Además, la investigación reciente revela que las fluctuaciones mensuales del
estrógeno pueden afectar la capacidad de la mujer para realizar actividades cognosciti-
vas. (Kimura, 1989).
Otra teoría popular postula que el cerebro de la mujer está menos lateralizado que
el del hombre. Lateralizado significa que los dos hemisferios cerebrales llevan a cabo una
serie especial de funciones (capítulo 2). En la generalidad de los derechos, la fluidez y el
razonamiento verbales están controlados por el hemisferio izquierdo; el derecho controla
la comprensión de las relaciones espaciales y la interpretación de la información emocio-
nal. Las nuevas tecnologías permiten a los investigadores explorar el cerebro mientras
hombres y mujeres realizan distintas tareas cognoscitivas. Monitorean además los cam-
bios del flujo sanguíneo hacia varias áreas del cerebro; de ese modo han descubierto que
las mujeres tienden a utilizar ambos hemisferios mientras realizan tareas de ortografía y
de rotación mental. Por su parte, los hombres emplean de preferencia el hemisferio iz-
quierdo en las actividades ortográficas y el derecho en las tareas espaciales. Se piensa
que esta lateralización del funcionamiento del cerebro permite a los varones efectuar me-
jor las tareas visuales-espaciales especializadas.
Seguramente se prolongará aún más tiempo la búsqueda de las causas biológicas
que expliquen las diferencias sexuales en el funcionamiento cognoscitivo.37 Por ahora to-
davía no se conoce bien la influencia que los niveles hormonales y la lateralización del
cerebro tienen en el funcionamiento cognoscitivo. Aunque haya causas innatas que expli-
quen las diferencias sexuales, la influencia de las experiencias ambientales y de aprendi-
zaje en el momento de nacer pueden alterar la bioquímica y fisiología del cerebro. Acaso
la evidencia más sólida contra la teoría biológica es que, mediante la intervención ins-
truccional, pueden eliminarse las diferencias de desempeño relacionadas con el sexo en
algunas tareas de percepción espacial (Conner, Shackman y Serbin, 1978). Más impor-
tante aún: si los factores biológicos fueran la influencia más importante en la habilidad,
cabría suponer que las diferencias sexuales de las habilidades cognoscitivas aparecieran
en una etapa temprana del desarrollo. Pero no es así. Tras una década de estudiar la po-
sible influencia biológica en las habilidades espaciales, Linn y Petersen (1985) llegaron a
la siguiente conclusión: “no hay evidencia indiscutible a favor de las explicaciones genéti-
cas de las diferencias sexuales en los factores cognoscitivos y psicosociales” (p. 53).
Explicaciones ambientales
Los partidarios de las explicaciones ambientales se centran en las experiencias de
37
La explicación biológica de las diferencias sexuales en el funcionamiento cognoscitivo no explica por qué las diferencias
no son evidentes durante el desarrollo temprano.
302 Mtro. Mario Pérez Olvera
socialización de ambos sexos en contextos diversos.38 En el capítulo 6 expondremos la
investigación dedicada a la socialización en los papeles sexuales, proceso en que el
niño adquiere conocimientos, habilidades y rasgos adecuados a su sexo. En el hogar, la
socialización comienza a edad temprana y adopta formas diferentes. Desde muy peque-
ños, hombres y mujeres tienen la oportunidad de aprender las habilidades y rasgos de su
sexo. Tradicionalmente, los padres les compran camiones, martillos y bloques a sus
hijos, y animales rellenos, muñecas y juguetes de cocina a sus hijas. Los padres nortea-
mericanos reaccionan más positivamente cuando sus hijos juegan con juguetes estereo-
tipados según el sexo o realizan acciones de su sexo. Por ejemplo, adoptan una actitud
más positiva cuando los hijos, no las hijas, juegan con carros y camiones. Y reaccionan
más negativamente ante las hijas que ante los hijos cuando exigen más su atención o
cuando les quitan los juguetes a otros niños (Fagot y Kavanaugh, 1991). En su conjunto,
los estudios de la socialización temprana en los papeles sexuales indican que a los varo-
nes se les alienta a efectuar actividades que les ayuden a desarrollar las habilidades es-
peciales, el razonamiento matemático y la solución de problemas; en cambio, a las muje-
res se les alienta a cultivar sus destrezas verbales e interpersonales (Lyntton y Rommey,
1991). En el capítulo 6 volveremos a ocuparnos de la socialización en los papeles sexua-
les; entre otras cosas, trataremos de las condiciones familiares que impulsan al niño a
adquirir actitudes sexuales menos estereotipadas.
Por lo demás, los padres norteamericanos comunican a sus hijos e hijas diferentes
expectativas de logro. Por ejemplo, los padres angloamericanos esperan que sus hijos
obtengan un postgrado (Adelman, 1991). Las investigaciones con estudiantes de secun-
daria y preparatoria revelan que tienden más a alentar a sus hijos que a sus hijas a ins-
cribirse en cursos avanzados de enseñanza media de matemáticas, química y física (Ec-
cles, Jacobs y Harold, 1991). Ya desde el primer grado se observan las diferencias sexua-
les en las expectativas de los padres respecto al rendimiento de sus hijos en las matemá-
ticas y en la lectura (Lummis y Stevenson, 1990).
Es evidente que la socialización del sexo comienza en el hogar. ¿Qué función cum-
ple la escuela en este proceso? Por desgracia, gran parte de la evidencia indica que se
limita a reforzar o consolidar las diferencias sexuales en las habilidades e intereses del
alumno (Meece, 1987).39 En 1992, la American Association of University Women publicó
un informe, How School Shortchange Girls (cómo engaña la escuela a las mujeres), que
señalaba varias formas en que la escuela contribuye a reproducir las desigualdades
sexuales de la sociedad (WCCRW, 1992).
38
La socialización en los papeles sexuales es el proceso con el cual el niño adquiere conocimientos, habilidades y rasgos
que se consideran apropiados para su sexo.
39
La evaluación indica que la escuela refuerza o consolida las diferencias sexuales en las habilidades y en los intereses de
los alumnos.
Mtro. Mario Pérez Olvera 303
♦ Las mujeres constituyen la mayoría del profesorado, pero están subrepresentadas
en los puestos administrativos. Además, un mayor número de varones imparte las
clases avanzadas de matemáticas y de ciencias en secundarias y preparatorias.
Estos patrones de personal les enseñan a los alumnos quiénes pueden ser líderes y
quiénes son buenos en matemáticas o en ciencias.
♦ Las imágenes y los intereses del varón siguen estando sobrerrepresentados en los
programas de estudio, sobre todo en matemáticas y en ciencias. También se mani-
fiesta un prejuicio masculino en los programas de computadora y en los materiales
de los exámenes.
♦ En el aula, a los varones se les presta más atención que a las mujeres, reforzando
así la percepción del dominio del hombre y su importancia. Las mujeres con gran-
des habilidades son las que reciben menos atención en todos los grupos.
♦ Cuando hacen preguntas complejas, abstractas y abiertas, los profesores las diri-
gen frecuentemente a los alumnos. También esperan más tiempo la respuesta de
ellos que de las alumnas y les dan retroalimentación más completa. Estas diferen-
cias se observan principalmente en las clases de matemáticas y de ciencias.
♦ Aproximadamente 90 por ciento de las críticas que reciben las mujeres por su tra-
bajo escolar se refieren a la calidad intelectual, en comparación con el 50 por cien-
to de las críticas dirigidas a sus compañeros. Cuando se critica a los hombres, a
menudo se les dice que su desempeño insatisfactorio se debe a falta de esfuerzo.
En cambio, este tipo de comentarios se hace menos veces a las mujeres.
♦ Cuando las clases se dividen en grupos de habilidades, los varones con altas califi-
caciones en matemáticas tienen mayores probabilidades que las mujeres de que
los asignen a los grupos de gran habilidad.
♦ Cuando ambos sexos trabajan en proyectos comunes, a las mujeres les toca gene-
ralmente observar y escuchar mientras los hombrees realizan la actividad.
♦ Las mujeres responden más positivamente a un ambiente cooperativo que a un
ambiente competitivo, pero en pocas aulas se da prioridad a la cooperación y las
actividades de colaboración.
♦ Han ido aumentando las denuncias de acoso sexual. En la generalidad de los ca-
sos, los hombres acosan a las mujeres y esto puede afectar la participación de
ellas en la clase, la asistencia a la escuela y los hábitos de estudio.
40
En el año 2020, dos terceras partes de la fuerza laboral de los Estados Unidos estará constituida por mujeres y minorías
étnicas, hecho que obliga a la escuela a ofrecer una educación igualitaria a todos los niños.
Mtro. Mario Pérez Olvera 305
1. El profesorado y los administradores de la escuela tienen buenas expectativas y actitudes
positivas hacia todos los estudiantes. También les dan un trato respetuoso y amistoso.
2. El programa de estudios oficial refleja las experiencias, las culturas y las perspectivas de
varios grupos étnicos y culturales, así como ambos sexos.
3. Los estilos de enseñanza corresponden a los estilos culturales, motivacionales y de apren-
dizaje del alumnado.
4. El profesorado y los administradores de la escuela respetan la lengua materna de los
alumnos y sus dialectos.
5. Los materiales didácticos que se emplean en la escuela muestran sucesos, situaciones y
conceptos desde la perspectiva de diversos grupos culturales, raciales y étnicos.
6. Los métodos de evaluación y de exámenes que se aplican en la escuela reflejan varios va-
lores culturales y hacen que los estudiantes negros estén representados proporcionalmen-
te en los grupos formados por los talentosos y los sobredotados.
7. La cultura escolar refleja la diversidad étnica y cultural.
8. Los orientadores tienen grandes expectativas con los estudiantes provenientes de varios
grupos raciales, étnicos y lingüísticos, además de que les ayudan a fijar metas realistas y
a cumplirlas.
ACTIVIDADES
1. A menudo se emplea una prueba de atención de dígitos para evaluar los procesos
de memoria de los niños. Con la lista anexa de dígitos, administre una prueba a
cuatro individuos de distinta edad (4, 7, 12 y 20 años). Presente cada dígito a in-
tervalos aproximados de 1 segundo. Comience con la línea 1 y luego suba hasta
que el sujeto recuerde menos de la miad de la lista. En las listas registre el núme-
ro de dígitos que la persona puede recordar correctamente. Si entrevista a niños
en la escuela, necesitará el premiso del profesor. Al analizar los datos, incluya las
siguientes preguntas: a) ¿hubo diferencias de edad en el tramo de la memoria?,
¿cómo eran las diferencias observadas?; b) ¿a que se deben?, ¿qué otro factor po-
dría explicarlas?; c) ¿de qué manera este ejercicio le ayuda a entender los cambios
evolutivos de la memoria?
310 Mtro. Mario Pérez Olvera
Prueba de retención
de dígitos Número correcto
1. 3
2. 5 – 9
3. 1 – 6 - 8
4. 2 - 4 – 7 – 0
5. 3 – 9 – 4 – 1 – 8
6. 9 – 4 – 3 – 7 – 8 – 5
7. 1 – 2 – 6 – 3 – 7 – 9 – 0
8. 7 – 5 – 1 – 8 – 6 – 2 – 4 –
2. Las habilidades de estudio aumentan con la edad. En esta actividad, entreviste a
un alumno de los últimos años de primaria, a uno de escuela secundaria y a un es-
tudiante de secundaria o preparatoria respecto a las habilidades de estudio. Hága-
les las siguientes preguntas:
a. Háblame del último examen que realizaste en este grupo.
b. ¿Qué resultado obtuviste?
c. ¿Hiciste algo especial cuando te preparaste para el examen?
d. Si no entendían un problema o pregunta, ¿qué hiciste?
e. ¿Hiciste algo especial antes de entregar el examen?
Una vez recabados los datos de la entrevista, compare las respuestas de sus alumnos.
¿Hubo diferencias de edad en los tipos de estrategias con las cuales se preparan para
el examen, para no quedarse estancados o para revisar sus respuestas? ¿Cómo fue-
ron las diferencias? ¿A qué podría deberse? ¿De qué manera este ejercicio sirve para
entender los cambios evolutivos en las estrategias de aprendizaje?
3. Observe dos lecciones (de cualquier materia) en dos aulas de diversos grados (por
ejemplo, una de quinto de primaria y otra de primero de secundaria). Mientras las
observe, anote lo siguiente:
a. Describa la enseñanza del profesor en relación con una estrategia con que los
alumnos pueden llevar a cabo la tarea. He aquí algunos ejemplos: leer detenida-
mente las instrucciones, reflexionar sobre una tarea anterior, aplicar una habilidad
matemática o de lectura, usar ayudas o recursos en el aula, pedir ayuda a un ami-
go, verificar las respuestas, trazar un plan, organizar las ideas, tomar apuntes, et-
cétera.
b. Describa los motivos por los cuales el profesor se sirve de la estrategia (por ejem-
plo, lo que pretende lograr).
c. Describa lo que dijo o hizo el profesor para recordarles a los alumnos que utilicen
la estrategia. Una vez obtenidos los datos de observación, conteste las siguientes
preguntas: ¿Qué tipo de enseñanza de estrategias ofrece cada profesor? ¿Cómo
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Daniel P. Keating
∗
“Adolescent Thinking”, en S. Shirley Feldman y Glen R. Elliot (eds.), At the threshold. The Developing Adolescent,
Cambridge, EUA, Harvard University Press, pp. 54-89. [Traducción de la SEP con fines académicos, no de lucro, para los
alumnos de las escuelas normales.]
1
Las referencias correspondientes a los números entre paréntesis se encuentran al final del artículo.
Mtro. Mario Pérez Olvera 321
dio académico como en el informal.
Teniendo en cuenta este marco, podemos pasar a las cuestiones que organizan el
análisis del pensamiento adolescente. Obsérvese que este capítulo ha sido dividido en
secciones con fines explicativos; sin embargo, esta estructura no pretende sugerir que
las cuestiones planteadas bajo los diferentes rubros sean independientes entre sí. Por el
contrario, uno de los temas clave de la revisión de la actual investigación es que estos
La socialización cognitiva
Los tres enfoques que acabamos de describir se concentran en las estructuras in-
ternas de la actividad cognitiva y los cambios que en ellas ocurre. Vale la pena observar
otra perspectiva considerablemente distinta, aun cuando hasta hoy sea mínima su con-
tribución directa a la investigación de la cognición adolescente: el enfoque contextualista
o de socialización cognitiva descrito por Vygotsky (117). Según esta idea, la interacción
social, sobre todo el discurso, desempeña el papel principal al forjar las estructuras y
procesos cognitivos básico. Una importante distinción teórica separa este enfoque de los
otros tres: aquí (63), la idea principal es que muchas diferencias de desempeño cognitivo
pueden estar relacionadas con rasgos identificables del ambiente cognitivo.
Hasta la fecha, la perspectiva contextualista se ha centrado principalmente en vas-
tas diferencias ambientales, como la cultura y la clase social (28), y ha sido criticada por
cambiar el determinismo psicológico por lo social (113). Sin embargo, aún hay que hacer
frente a las cuestiones de mayor interés; éstas no enfocan amplias influencias demográ-
ficas, sino, en cambio, las interacciones sociales en que se involucran las personas —pa-
dre e hijo, maestro y alumnos, etcétera— y sus efectos sobre el desarrollo cognitivo (12,
63). Por ejemplo, varios comentadores observan el papel del discurso de un pequeño
grupo en la formación del pensamiento de orden superior de la adolescencia (87, 101). Si
es verdad que la naturaleza de las actividades sociales que experimentan los adolescen-
tes desempeña un papel fundamental en la formación de su pensamiento, entonces re-
sultarán indispensables las prácticas educativas o sociales que apoyen o que inhiban a
éste.
Conocimientos y pensamiento
El avance más notable en la investigación del pensamiento adolescente en años
recientes ha sido un renovado interés en el papel del conocimiento y su relación con los
procesos cognitivos, y ha surgido en dos contextos. Primero, un interés en la adquisición
de pericia en dominios específicos ha revelado consistentemente que la capacidad de ra-
zonar eficazmente depende, en grado crucial, en la familiaridad con el contenido acerca
de lo que se está razonando (26, 42, 101). Segundo, han fallado los intentos por encon-
trar pruebas de contenido formal lógico independientes altamente generalizable entre
adolescentes (y adultos) a través de toda una variedad de medios, incluyendo estudios
de intervención (56, 59, 77, 90).
A pesar de todo, la investigación actual da testimonios alentadores de que puede
alcanzarse un pensamiento de orden superior entre los adolescentes. Cabe advertir que
unos resultados cognitivos deseables no serán fáciles de obtener ni se alcanzarán auto-
máticamente.
Las estructuras del conocimiento. Resulta útil empezar con un programa general
de algunos de los principales cambios efectuados al paso de la edad en el desempeño de
los adolescentes, en toda una secuencia de tareas cognitivas complejas. Pueden obser-
varse datos confiables en las diferencias de edad y el desempeño cognitivo, con valor pa-
ra fines de planeación. En el análisis consideraré varias versiones de la mejor manera de
comprender tales diferencias.
En toda una vasta gama de contenidos, desde temas de lógica y matemáticas
(20), el razonamiento moral (27, 102), la comprensión interpersonal (61, 107, 109,
116), a cuestiones sociales y políticas, hasta la naturaleza del conocimiento mismo (23,
66), hay una consistencia notable en los modos en que los adolescentes, en comparación
con los niños, responden a los problemas que se les plantean.
En general los cambios observados han recibido una serie de etiquetas a veces
desconcertantes. Un riesgo al escoger una etiqueta es que a menudo es interpretada (o
se intenta dar) como una explicación del cambio. Pero en realidad hay varias explicacio-
nes plausibles para los mismos cambios descubiertos. Aunque los datos se deriven de di-
ferencias entre edades existe otra tendencia a asumir que tal pensamiento es caracterís-
tico de la mayoría de los adolescentes en casi todas las situaciones, suposición que no ha
sido bien sustentada por trabajo de investigación (77).
Teniendo en cuenta tales advertencias, podemos decir que a partir de la adoles-
cencia temprana el pensamiento tiende a involucrar representaciones abstractas, y no
simplemente representaciones concretas; a volverse multidimensional y no limitado a un
La autorregulación cognitiva
Bajo este rubro resumimos dos rasgos claves de la actividad cognitiva. Al primero
se le llama, en general, metacognición: la capacidad de supervisar la propia actividad
cognitiva en busca de congruencia, de lagunas en la información a llenar, de la precisión
de cierta aplicación procedimental, etcétera. Los intentos de enseñar la actividad meta-
cognitiva han tropezado con alguna de las mismas dificultades que (y a veces se trasla-
pan conceptualmente con) los programas de instrucción directa de procesos mentales.
Específicamente, las personas a menudo tienen dificultades para transferir tales habilida-
des a cualquier área de contenido fuera de aquella en que las aprendieron por vez prime-
ra (13, 21). Y sin embargo, cuando se desarrollan tales actividades de supervisión en el
contexto de capacidades particulares como leer, escribir o resolver problemas matemáti-
cos, ciertos testimonios iniciales parecen sugerir que la instrucción puede ser efectiva
(93).
Hasta podríamos suponer que un enfoque exclusivo en las actividades metacogni-
tivas podría ser contraproducente al comienzo del proceso de aprendizaje al llamar la
atención consciente hacia unas actividades a las que mejor sería permitir que procedie-
ran hacia la automatización. En este sentido, la metacognición tal vez sea un lujo de los
expertos. Una vez que se ha dominado una habilidad o un ámbito difícil, puede prestarse
atención a ver si el sistema está operando o no sin tropiezos. Los papeles de las habili-
dades de pensamiento generalizado y de autosupervisión cognitiva en el desarrollo del
razonamiento adolescente requieren así de considerable investigación adicional (114).
Una segunda clase de atosupervisión resulta más problemática para las teorías del
desarrollo cognitivo, de cualquier índole. Si concebimos el pensamiento como dirigido
hacia una meta y con un propósito (117), entonces debemos reconocer que las metas del
que se somete a la prueba pueden no ser las de quien aplica la prueba, y las metas del
alumno pueden no ser las mismas que las del maestro. Esta intrusión de las propias me-
tas, motivacionales y compromisos de la persona abre las puertas a numerosos modelos
—típicamente de sistema cerrado— de pensar, aprender y enseñar. Muchas limitaciones
al razonamiento y al pensamiento de orden superior acaso no sean estrechamente cogni-
tivas sino se deriven, en cambio, de motivaciones y disposiciones (106). Si el hábito del
pensamiento racional es tanto una disposición como una habilidad, entonces las circuns-
La escolaridad
La diversidad cognitiva
El logro educativo
La diferencia entre los logros educativos, ya sean indicadas por años de escuela
completados o por calificaciones de las pruebas de aptitud o de ejecución, están clara-
mente relacionadas con la pertenencia a un grupo étnico y racial, y con la clase social de
la familia en que crece la persona. En 1980, en Estados Unidos se puso a prueba una
muestra nacional, aleatoria, de adolescentes tardíos y jóvenes adultos, para la estandari-
zación de la Prueba de Calificación para las Fuerzas Armadas (100). La prueba tenía
muestras de contenido de las áreas académicas y vocacional. En el resultado general, los
blancos tuvieron calificaciones considerablemente mejores que los afroamericanos y los
hispanos. Y dentro de todos los grupos, el nivel educativo de la madre —utilizado como
índice clave de la clase social— permitió predecir con gran acierto el resultado. Cuando
se acumularon por clases sociales, las calificaciones entre los blancos fueron del 29% en
el grupo más bajo al 79% en el grupo más alto. Para los afroamericanos y los hispanos,
juntos, el rango fue del 14 al 52%. Estas cifras se pueden comparar con variaciones geo-
gráficas, que fueron del porcentaje de 60% en Nueva Inglaterra al 42% en los estados
del centro y del sudeste (Kentucky, Tennessee, Alabama y Mississippi). Como podría es-
perarse, el nivel de logro educativo estuvo directamente relacionado con las calificaciones
de las pruebas. Por ejemplo, en la lectura, la estimación del nivel de grados de logros ob-
tenidos reflejó con fidelidad el auténtico logro educativo. Entre quienes tenían una edu-
cación menor al octavo grado escolar, el nivel medio de lectura fue un grado equivalente
a 5.4; para los graduados en bachillerato fue de 9.2; y para los graduados de universi-
La socialización cognitiva
La educación formal no es más que uno de los agentes culturales que socializan el
pensamiento del adolescente, y acaso no sea siquiera el más poderoso. Una de las lagu-
nas más grandes de la investigación se encuentra en una veintena de factores que socia-
lizan la actividad cognitiva de los jóvenes. Tal vez esta laguna refleje una tendencia psi-
cológico-determinista; cualquiera que sea la razón, muchas cuestiones de apremiante
importancia práctica han generado poca investigación. Resultará útil considerar las in-
fluencias generales de socialización separándolas de las asociadas con las diferencias en-
tre los grupos.
¿Qué lecciones aprenden los adolescentes de las prácticas sociales cotidianas? A
veces es más fácil plantear esta pregunta en áreas en que ha ocurrido un rápido cambio
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∗
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Mtro. Mario Pérez Olvera 365
den también reflexionar sobre los puntos de vista de los demás en relación al propio. Fi-
nalmente, la quinta y última característica consiste en la capacidad de los adolescentes
para replantearse aspectos ideológicos de la vida social; en este sentido, son capaces de
detectar y juzgar las incoherencias entre los ideales que propugna la sociedad y las con-
ductas particulares de las personas pudiendo llegar a ser extremadamente críticos en sus
juicios. Les es posible acceder a niveles elevados de razonamiento moral. (Estas caracte-
rísticas, como podemos constatar, se corresponden con las establecidas en la Tabla 1 del
primer capítulo de este volumen.)
Este retrato es corroborado y precisado por un gran número de estudios que com-
paran la forma de pensar del adolescente con la del niño y apuntan a una serie de ten-
dencias evolutivas que marcan la transición entre ambas etapas. A grandes rasgos, las
diferencias que los psicólogos han podido constatar que el pensamiento de los niños y el
de los adolescentes corresponden a las que suele conocer de forma intuitiva la gente: los
adolescentes razonan mejor, saben más, recuerdan más y mejor, y ya pueden pensar
sobre lo que piensan y sobre cómo piensan. En términos psicológicos, éstas son las ten-
dencias evolutivas principales: a) transición hacia un pensamiento formal, b) mayor ca-
pacidad de procesamiento de la información, c) adquisición de conocimientos específicos
y d) adquisición de capacidades metacognitivas. Veamos estas tendencias una a una con
mayor detalle.
a) Razonar formalmente
Los distintos aspectos del pensamiento adolescente vienen determinados por una
causa común: el desarrollo de un nuevo tipo de razonamiento deductivo fundamentado
en la lógica, englobado bajo el término piagetiano de «razonamiento formal». Para ser
«formal», según Piaget, hay que separar el proceso de deducción de la realidad y llevarlo
al mundo de l o posible, al mundo de las hipótesis. Inhelder y Piaget publicaron, en 1955,
el libro clásico: De la lógica del niño a la lógica del adolescente, el primer tratado comple-
to de desarrollo cognitivo que va más allá de la infancia. El libro describe con gran preci-
sión las habilidades de razonamiento de niños de distintas edades mediante sus respues-
tas a una gran variedad de pruebas.
Cuadro 1. Tarea del Péndulo de Piaget (Inhelder y Piaget, 1985)
Se proporciona a los sujetos (niños de 6 hasta 16 años) un péndulo de forma que éstos puedan
variar la longitud del hilo, el peso del objeto suspendido, la altura desde la que se hace oscilar el
peso y la fuerza de empuje. La tarea del niño consiste en determinar el factor o factores que in-
fluyen en la velocidad del péndulo (en realidad, sólo la longitud del hilo produce un cambio en la
velocidad).
Mediante las respuestas a las tareas se puede observar la diferencia entre el preadolescente y el
adolescente en cuanto a la aplicación correcta del método científico, y más concretamente, el
control de variables para el diseño de experimentos válidos.
Los tres puntos fundamentales del pensamiento formal son, pues, los siguientes:
i) trabajar con el concepto de lo real como un subconjunto de lo posible,
ii) utilizar el método hipotético deductivo,
iii) establecer relaciones lógicas entre distintas proposiciones.
(Ver Cuadro 3 para una descripción detallada de dichas características.
INFANCIA ADOLESCENCIA
Lo real y lo posible Los niños están limitados a Los adolescentes pueden pen-
pensar sobre lo que es. sar en hechos que no han ocu-
Abordan un problema fijándo- rrido nunca.
se en la realidad perceptible e Pueden partir de la posibilidad
incluso inferible que está de- y a través de ella, llegar a la
lante suyo, pero sin abandonar realidad como una más de las
los límites de la realidad per- posibilidades.
ceptible. Pueden abordar los problemas
Los niños parten de la reali- analizando sistemáticamente
dad, y sólo en raras excepcio- todas las posibles soluciones.
nes utilizan la posibilidad como Consideran la realidad como
herramienta para solucionar una parte específica del mundo
un problema. de las posibilidades.
La posibilidad se subordina a la La realidad se subordina a la
realidad. posibilidad
El método hipotético-deductivo Ante una tarea experimental Puede aplicar el método cientí-
de verificar hipótesis, los niños fico: formulan hipótesis, dise-
no contemplan otras alternati- ñan experimentos válidos para
vas que las suyas. Muestran, contrastarlas, y refutan lógi-
por tanto, un sesgo hacia la camente sus propias hipótesis
confirmación que les lleva in- a partir de los resultados.
Chi (1978) compara la memoria para recordar dígitos de un grupo de niños de 8-10 años (exper-
tos en ajedrez) con la de un grupo de adultos (novatos en ajedrez) y concluye, sin sorpresas, que
la de estos últimos es mejor. Tomando estos resultados como control, Chi pasa una segunda
prueba a los mismos sujetos. Esta vez se les presenta un tablero de ajedrez con las fichas en una
determinada posición de juego y se les pide que la reproduzcan. Los resultados muestran que en
esta ocasión los niños superan con creces a los adultos en cuanto a la capacidad de recordar. Di-
chos resultados permiten concluir que el conocimiento y la pericia en ajedrez hacen posible que
los niños superen cognitivamente (en memoria) a los adultos en este campo.
Estudios como los anteriores enfatizan el papel del aumento del conocimiento y la
Todas las tendencias evolutivas anteriores tienen una clara repercusión para el
aprendiz escolar. En cierto modo, apuntan hacia una serie de habilidades cuyo desarrollo
debería ser promovido por la enseñanza obligatoria. Limón y Carretero (1995, pág. 40)
destacan cuatro tipos de habilidades que deben marcar el papel de la escuela en el desa-
rrollo cognitivo: (1) las habilidades de razonamiento, dentro de las cuales se encuentran
Contamos con un gran número de trabajos que analizan el desarrollo del razona-
miento científico comparando las competencias de los niños preadolescentes, adolescen-
Hemos visto anteriormente que una de las tendencias evolutivas que marca la
adolescencia es la acumulación de conocimientos específicos, resumida en la frase: «no
es que el adulto piense mejor, sino que sabe más y ello repercute en su capacidad de
aprender» Por tanto, una de las limitaciones del adolescente como alumno podría ser no
tanto que no fuera capaz de razonar científicamente sino que le haría falta conocimiento
específico sobre fenómenos físicos, químicos, matemáticos, históricos, etc.
La adquisición de estos conocimientos constituiría, a su vez, una buena base para
futuros aprendizajes. Recordemos que los dos factores fundamentales en el proceso de
aprendizaje son la cantidad de conocimientos y la forma en que están estructurados.
Numerosos estudios que comparan los conocimientos que tienen expertos y novatos en
un ámbito determinado se han centrado en la adolescencia, pues, se considera que este
periodo viene marcado por un cambio fundamental en la adquisición de nuevos conoci-
mientos científicos. Lo que conoceremos sobre este cambio concierne tres temas: (a)
ideas de los alumnos sobre contenidos específicos; (b) estructuración y organización de
dichas ideas; (c) procesos de resolución de problemas.
El estudio de las ideas de los alumno sobre distintos fenómenos del entorno físico
y social se ha desarrollado de forma espectacular durante las dos últimas décadas y ha
originado una importante reflexión psicopedagógica en torno al tema de las concepciones
alternativas de los alumnos1. Desde esta perspectiva, se han podido describir con todo
1
Los términos que se refieren a esta temática son variados. Se habla a veces de «ideas o concepciones previas» insistiendo
en este caso en el saber que tiene el alumno antes de abordar de forma sistemática un contenido curricular. Otras veces se
habla de «ideas o concepciones espontáneas» para indicar que los conocimientos que posee el alumno no son el resultado de
376 Mtro. Mario Pérez Olvera
detalle el conjunto de ideas previas con las que los alumnos entran en las aulas, ideas
originales de forma espontánea en su interacción cotidiana con el mundo; son ideas in-
coherentes científicamente, pero predictivas de los fenómenos cotidianos, tremendamen-
te resistentes a la instrucción y que en muchos casos coinciden con afirmaciones científi-
cas hechas por científicos que fueron refutadas en su día (ver Pozo, 1987 para una exce-
lente revisión y Pozo, 1996 para tratar los aspectos del aprendizaje). En el cuadro 9 se
presenta un ejemplo típico de concepción alternativa en física.
En el ejemplo siguiente se observa la aplicación de la teoría del ímpetus por los alumnos cuando
han de explicar la trayectoria de una bola metálica que se desplaza hasta alcanzar un desnivel,
tal como muestra el diagrama de la Figura. En la tarea se pide dibujar el camino que seguiría la
bola hasta llegar al suelo.
La respuesta A es la correcta, ya que la trayectoria parabólica resulta de la combinación de la
componente horizontal de la velocidad, la cual es constante (no hay aceleración en la dirección
horizontal) y la componente vertical de la velocidad la cual es uniformemente acelerada (ya que
actúa la fuerza de gravedad). Sin embargo una alta proporción de sujetos dan como respuesta
las trayectorias que implican la aplicación de la teoría del ímpetus: la bola se desplaza horizon-
talmente durante unos segundos, para caer después ya sea verticalmente (Respuesta B) o en di-
agonal (Respuesta C).
El ejemplo anterior es idóneo para ilustrar el paralelismo entre la génesis del conocimiento cientí-
fico en la historia y la sucesión de ideas de los alumnos. El concepto de ímpetus circular que
mantiene el movimiento circular cuando la fuerza ha dejado de ejercerse fue aceptado durante
más de tres siglos, desde que Buridán lo estableció en el siglo XIV, hasta que en el siglo XVII,
con Descartes, Galileo y Newton su teoría fue sustituida por los principios fundamentales de la
mecánica.
una estrategia instruccional sino que son elaboraciones espontáneas que surgen de su interacción con el entorno. Es común
también el término de «ideas o concepciones implícitas»; se requiere, en este caso, señalar el carácter implícito y poco cons-
ciente de este tipo de conocimientos. Algunos autores también hablan de «teorías» en vez de concepciones o ideas, indican-
do de esta forma que las ideas sobre un determinado fenómeno no son ideas aisladas sino que están relacionadas de forma
coherente como si constituyesen una teoría (naturalmente de carácter implícito). En el texto, hemos optado por el término de
«ideas o concepciones alternativas» para marcar el hecho de que todos estos conocimientos que ha elaborado el adolescente
constituyen formas diferentes de entender la realidad, y en este sentido, son ideas alternativas a las que propone la ciencia.
Mtro. Mario Pérez Olvera 377
miento y también como un mismo alumno lo hace en distintos momentos de aprendizaje.
Este último caso es particularmente pertinente para la práctica educativa, pues, se puede
determinar cómo los alumnos van reestructurando el conocimiento a lo largo de las dis-
tintas fases de aprendizaje. Un concepto muy ilustrativo es un estudio longitudinal que
estudia a los mismos alumnos durante 12 años de escolaridad con el objetivo de obser-
var cómo cambia el significado de los conceptos que se van elaborando sobre diversos
contenidos curriculares (Novak y Musonda, 1991). El cuadro 10 muestra la descripción de
estos cambios en términos de “mapas conceptuales”.
Cuadro 10. Mapas Conceptuales de un mismo alumno con un intervalo de 10 años.
Veamos un ejemplo (Novak, 1990, pág. 135) de dos mapas conceptuales realizados por un mismo
alumno del estudio (Phil), a los 8 años y a los 18 años, respectivamente.
Gérard Lutte
∗
En Liberar la adolescencia. La psicología de los jóvenes de hoy, Barcelona, Herder (Biblioteca de psicología, 168), pp.
99-116.
Mtro. Mario Pérez Olvera 381
quen símbolos y no cosas concretas, de comprender la demostración matemática, el ál-
gebra, de acceder a la noción de ley, de adquirir el sentido científico e histórico, de re-
sumir en unas pocas líneas lo esencial de un texto (Brown, 1983).
Su capacidad de subordinar lo real a lo posible les permite elaborar y verificar
hipótesis, resolver problemas, planificar actividades. Puede también aprehender el pen-
samiento, conocer las actividades del conocimiento y los mecanismos que puede hacerlo
más eficaz (Keating, 1979 a). Son también capaces de memorizar, de reflexionar sobre
sus aptitudes mnemónicas y evaluar sus potencialidades y sus límites (Neimark, 1975).
Los adolescentes pueden también interesarse por ideas que no les impliquen per-
sonalmente, identificarse con hechos o personas fuera de su entorno inmediato, darse
cuenta de cómo razonan los otros, comprender mejor a los otros, utilizar la introspec-
ción, analizar sus sentimientos y sus estados anímicos, prestar atención al mundo inte-
rior.
Según Ljung (1965) durante la adolescencia se produciría una aceleración del de-
sarrollo cognoscitivo parecida a la del crecimiento físico. De todos modos, parece indiscu-
tible que los adolescentes, por término medio, conocen mejor la realidad y se adaptan
mejor a ella.
Se han observado muchas variables que pueden facilitar o hacer más difícil la
construcción del pensamiento formal.
1) El sexo: los resultados de las investigaciones son contradictorios. Algunos in-
vestigadores no encuentran ninguna diferencia entre los niños y las niñas; otros, por el
contrario, encuentran que acceden al pensamiento formal un mayor número de niños
(Neimark, 1975; Peskin, 1980; Meehan, 1984) cuando se utilizan los problemas propues-
tos por Piaget, mientras que no hay diferencias cuando se utilizan problemas de geogra-
fía, de historia o de literatura. La actitud hacia una materia, la cantidad de conocimientos
adquiridos, favorecen sin ninguna duda el éxito en las tareas formales. La diferencia en-
tre los roles sexuales, el hecho de que la educación diferencial empuja menos a las niñas
a interesarse por las ciencias, bastan pues para explicar el éxito mayor de los niños en
las pruebas científicas y matemáticas.
2) La clase social y el grado de instrucción: según Neimark (1975) todavía no se
conoce qué influencias podría tener la clase social sobre el acceso al pensamiento formal,
aunque sería sorprendente que no ejerciese ninguna. Sin embargo algunos estudios han
probado que, cuando se consideran las operaciones concretas no se advierten diferencias
entre las clases sociales, excepto en las pruebas de clasificación (Amann-Gainotti, 1977).
Algunas investigaciones señalan una correlación entre el grado de instrucción y el pen-
samiento formal, y otras no (Neimark, 1975).
Autores cada vez más numerosos afirman que el pensamiento formal no constitu-
ye, como afirma Piaget, el estadio último del desarrollo cognoscitivo. Algunos basan sus
afirmaciones sobre consideraciones filosóficas, otros sobre investigaciones empíricas. Los
unos, más que de diversidad en los procesos del conocimiento, hablan de un uso más
maduro del pensamiento formal, los otros al contrario afirman que hay cambios cualitati-
vos que se producen después del estadio del pensamiento hipotético-deductivo, ya sea
en el sector científico, objeto de las investigaciones de Piaget, ya sea en otros sectores.
Klaus Riegel ha sido el primero en afirmar que el estadio formal no era la fase úl-
tima del desarrollo cognoscitivo sino el pensamiento dialéctico. Hace notar que el propio
Piaget ha puesto de manifiesto el carácter dialéctico del pensamiento, descubriendo en
término de asimilación y de acomodación las primeras fases del desarrollo. Sin embargo
el psicólogo suizo cree que el pensamiento formal está dominado por el principio de no
contradicción. Riegel (1975d) critica el concepto de equilibración utilizado por Piaget para
describir la tendencia evolutiva del pensamiento y su estadio Terminal. De este modo,
estudia cómo son resueltos los problemas, no cómo son planteados, desinteresándose al
menos de la mitad de las actividades cognoscitivas. Por ello Arlin (1975) propone añadir
un quinto estadio a los de Piaget, el estadio en el que los problemas son planteados.
6.3 Conclusión
Sobre este tema se han realizado muchos otros estudios (Commons, 1982; Stern-
berg y Downing, 1982) pero todavía no permiten hacerse una idea precisa sobre el desa-
rrollo cognoscitivo durante y después de la adolescencia. Es probable que, en circunstan-
cias normales, los tres primeros estadios de la evolución cognoscitiva descritos por Piaget
sean universales y que otras formas de pensamiento, mucho menos estudiadas que la
lógica, se desarrollen al mismo tiempo según unos esquemas que todavía no conocemos.
Lo que sucede después de la adolescencia está mucho menos claro. Probablemente se
producen una multiplicidad de desarrollos cognoscitivos diferentes, especializados según
el tipo de estudio y de trabajo, los intereses, las ocupaciones de tiempo libre, las perso-
nas a las que se trata. En algunos casos el desarrollo cognoscitivo desemboca en el esta-
395
Enseñanza y aprendizaje∗
Andy Hargreaves
Lorna Earl
Jim Ryan
Si se han de transformar las escuelas para satisfacer las necesidades de los ado-
lescentes, la reforma del currículo y de la evaluación no son más que una pieza del rom-
pecabezas. En último término, el único currículum y evaluación que cuentan son los ex-
perimentados por el estudiante, es decir, los que se utilizan efectivamente. ¿Cómo trans-
forman los profesores y estudiantes los recursos, horarios e ideas en la enseñanza y el
aprendizaje? Tal y como hemos mencionado, y de acuerdo con otros muchos autores, los
modelos de cambio sobre el agrupamiento, la organización escolar o los resultados del
currículum es probable que no tengan ningún impacto positivo relevante sobre las aulas
o los estudiantes, a menos que incluyan también cambios en la forma que tienen de en-
señar los profesores (Leithwood et al., 1988; Slavin, 1987c; Epstein, 1990).
La enseñanza, como cualquier otra empresa humana, no es estática. El proceso de
configurar a la que será la siguiente generación se encuentra en evolución, al igual que el
conjunto de la sociedad. La naturaleza y el papel de la enseñanza se hallan inexorable-
mente unidos a las expectativas que tenemos para nuestros estudiantes, a nuestra forma
de entender el proceso de aprendizaje humano y a nuestras convicciones acerca de cómo
los adultos, y en especial los profesores, pueden orientar a la gente joven en su aprendi-
zaje. Ya hemos analizado muchas de las crecientes demandas impuestas a nuestra so-
ciedad y a sus jóvenes. Según han explicado, con insistencia, una serie de autores, las
escuelas del futuro guardarán muy poca semejanza con las del pasado (Schlechty, 1990;
Fullan, 1993) y los profesores tendrán que enseñar de un modo muy diferente (McLaugh-
lin y Talbert, 1993). Esto quizá sea difícil de aceptar cuando son tan pocos los cambios
que han experimentado nuestras estructuras escolares básicas en el último siglo. A pesar
de todo, las fuerzas del cambio que se ciernen sobre nuestras escuelas parecen estar al-
canzando unas dimensiones críticas y las escuelas, como los países y las grandes empre-
sas, empiezan a contemplar finalmente la posibilidad de una reestructuración fundamen-
tal. Al menos en parte del ímpetu a favor de la reforma escolar procede del reconoci-
miento de que el modelo moderno de especialización y estandarización ha sido rechazado
∗
Hargreaves, Andy, Lorna Earl y Jim Ryan, en Una educación para el cambio. Reinventar la educación de los adolescen-
tes, México, Octaedro/SEP (Biblioteca del normalista), pp. 223-251.
Mtro. Mario Pérez Olvera 397
en otras organizaciones y lugares de trabajo, y también está siendo cuestionado en la
educación. Ya no es suficiente que las escuelas proporcionen habilidades básicas a los es-
tudiantes. Además de las habilidades fundamentales que garanticen la alfabetización y
unos conocimientos básicos de álgebra, los estudiantes, en general, y no sólo unos po-
cos, necesitarán aprender habilidades de más alto nivel, por ejemplo, cómo desarrollar
un pensamiento crítico y complejo, nuevas fórmulas para la resolución de problemas, so-
pesar alternativas, recabar la información necesaria para emitir juicios de valor, desarro-
llar identidades flexibles, aprender a trabajar de modo independiente y en común y dis-
cernir acciones apropiadas en situaciones ambiguas (Earl y Cousins, 1995; Peterson y
Knapp, 1993). El desafío para las escuelas consiste en capitalizar los nuevos métodos de
enseñanza y los ambientes de aprendizaje que se sustentan sobre lo que ahora conoce-
mos sobre el aprendizaje y el desarrollo humano, para preparar a nuestros estudiantes
adolescentes a afrontar las crecientes demandas de la sociedad futura.
Durante estos años de transición los estudiantes necesitan experimentar y tener
acceso a un mayor número posible de las estrategias emergentes en la enseñanza y el
aprendizaje. Hemos visto que los adolescentes son muy activos física, emocional e inte-
lectualmente, a medida que ponen a prueba sus cuerpos y habilidades durante el creci-
miento. Son muy conscientes de la importancia de las relaciones humanas y, en conse-
cuencia, se muestran muy preocupados por la lucha a favor de la igualdad social. Son in-
seguros y vacilantes en cuanto a su poder y capacidad para adaptarse y abrirse camino
en el mundo. Los investigadores, sin embargo, han mostrado de forma repetida que la
enseñanza que reciben habitualmente los adolescentes reclama una absorción pasiva, en
lugar de una implicación activa, han situado el intelecto y los elementos cognitivos por
encima de las emociones y la atención, subordina la vida real y la pertinencia a la trans-
misión de los contenidos académicos y del libro de texto, y sacrifica la independencia de
los estudiantes a favor del control.
A medida que conocemos más acerca de cómo aprende la gente y qué hace que la
enseñanza sea efectiva, también encontramos modos mejores de abordar las necesida-
des de los adolescentes, que se encuentran con un mundo sumido en la confusión y la
crisis. Este capítulo describe algunos de los conceptos emergentes y más influyentes so-
bre los procesos de aprendizaje en los adolescentes, explora sus implicaciones en la en-
señanza y la práctica en el aula, y también considera hasta qué punto pueden contribuir
estas estrategias a prepararlos para una realidad social cambiante en un mundo postmo-
derno de naturaleza compleja e incierta. No pretendemos hacer que los profesores se
sientan culpables por definir un conjunto “perfecto” de estrategias de enseñanza, que
luego resultan ser inviables en sus clases. Las estrategias creativas de enseñanza no
arraigarán bien allí donde las pruebas estandarizadas exigen que los profesores enseñen
de un modo determinado, que trabajen aislados en sus clases, o donde los horarios obli-
…los sujetos humanos no realizan tareas como quien llena pizarras vacías: tienen
expectativas y esquemas bien estructurados, dentro de los cuales abordan diver-
sos materiales…, el organismo, con sus estructuras ya predispuestas al estímulo,
manipula y reordena la información nueva que encuentra (pág. 126).
…en la escuela, esos grabados están recubiertos con un polvo muy fino, la mate-
ria que la escuela trata de enseñar, Si en la escuela se observa la mente, parece,
a primera vista, bastante adecuado, porque sólo se ve el polvo. Pero, por debajo
del polvo, el grabado no se ha visto afectado en lo más mínimo. Y cuando se deja
la escuela y se cierra la puerta de golpe por última vez, el polvo se disipa y el
El conocimiento previo
En el caso de que los estudiantes puedan elaborar su propia comprensión del ma-
terial y de las ideas nuevas, su conocimiento previo será esencial para determinar cómo
lo hacen y las estrategias que utilizan. El impacto de conocimiento previo no es una cues-
tión de preparación o de fases de desarrollo de la comprensión. Es más un tema que tie-
ne que ver con la interconexión, el acceso y la profundización (Leinhardt, 1992). El cono-
cimiento y las creencias sostenidas por un estudiante configuran una compleja red de
ideas, datos, principios y acciones que constituyen algo más que simples bloques de in-
formación. Pueden facilitar, inhibir o transformar el aprendizaje en formas productivas o
disfuncionales. Cuando son precisas, las convicciones preexistentes de los estudiantes
sobre un tema facilitan el aprendizaje y proporcionan un punto de partida natural para la
enseñanza. Las concepciones falsas de los estudiantes, sin embargo, pueden distorsionar
el nuevo aprendizaje de forma espectacular (Brophy, 1992).
Si el modelo constructivista es una representación fidedigna del proceso de apren-
dizaje en los chicos, no resulta sorprendente que tengan a menudo dificultades en la es-
cuela. De hecho, la falta de conexión entre los conocimientos adquiridos por los adoles-
centes a partir de sus experiencias, y aquello que los currícula suponen que saben se en-
cuentra en la raíz misma de gran parte de los logros deficientes de nuestros estudiantes.
Ésta es una de las vertientes del problema que plantea el sentido de pertinencia. Los es-
tudiantes no sólo creen que su escolarización es irrelevante para sus vidas, sino que
también desarrollan conceptos distorsionados y confusos sobre el material del currícu-
Puesto que los profesores, al igual que sus estudiantes, captan el sentido de la
nueva información integrándola en lo que ya saben, hemos preferido no lanzarnos a una
serie de recomendaciones acerca de los valiosos cambios que podrían acometer los pro-
fesores en sus métodos de enseñanza. En lugar de eso, revisaremos cómo se plasman en
la realidad algunos de los elementos necesarios para que los profesores cambien su prác-
tica, antes de identificar algunas prácticas prometedoras que los profesores pueden con-
siderar, a medida que empiecen a transformar o expandir su enfoque con respecto a la
enseñanza.
Los profesores son quienes en definitiva reforman la escuela. Los intentos por
cambiar las escuelas tendrán poco o ningún impacto sobre los estudiantes, a menos que
afecten a la manera de enseñar de los profesores y a la forma de aprender de los jóve-
Al poner los profesores en práctica las reformas sugeridas, éstas se ven profun-
damente influidas por las teorías y creencias que mantienen actualmente…, así
que interpretan las recomendaciones de reforma, a la luz de sus suposiciones y
marcos mentales. Si no están enterados de las suposiciones y comprensiones
subyacentes del autor, los profesores pueden intentar incorporar la “nueva in-
formación” sin analizar su comprensión previa. Aquellos educadores a los que
únicamente se exige que pongan en práctica aspectos superficiales de las refor-
mas constructivitas, sin darles tiempo ni oportunidad para considerar e interpre-
tar por sí mismos las suposiciones e ideas sobre el aprendizaje que subyace en
las mismas, pueden pasar por alto el principal significado de la reforma, y ate-
nerse a la descripción de los procedimientos sugeridos (págs. 137-138).
Si aceptamos que el pensamiento de orden superior es esencial para todos los es-
tudiantes y que se puede enseñar y aprender, las aulas de los adolescentes son los luga-
res más apropiados para reivindicar y generar entusiasmo por aprender formas nuevas y
más complejas de pensamiento. La curiosidad natural y el rápido crecimiento intelectual
de los estudiantes en estas edades proporcionan un trampolín idóneo para intentar al-
canzar (y conseguir) nuevas metas en el pensamiento.
Existe una serie de libros, materiales y recursos para enseñar a pensar mediante la
utilización de una amplia variedad de enfoques. Aunque se ha debatido si enseñar a pen-
sar como elemento complementario de las clases normales es más importante que infun-
dir tal enseñanza en todo un currículum (White, 1992), los diversos enfoques se funda-
mentan en la creencia de que el pensamiento se puede mejorar con entrenamiento y una
enseñanza explícita y práctica. Costa (1991) describe un proceso de enseñanza “para”
Puesto que los estudiantes tienen que convertirse en pensadores críticos, capaces
de solucionar problemas y de utilizar sus talentos y conocimientos en situaciones inespe-
radas, se ven obligados a desarrollar habilidades de autovaloración y reajuste. No pue-
den esperar a que sea el profesor el que decida cuál es la respuesta correcta, sino que
deben adquirir una mayor seguridad en sí mismos y acostumbrarse a emitir sus propios
juicios (Earl y Cousins, 1995). Hemos mostrado cómo desarrollar la independencia es
particularmente importante en la preadolescencia, cuando los estudiantes abandonan la
seguridad de la escuela elemental para ingresar en el ámbito más impersonal de la es-
cuela secundaria. Pero no es éste el momento adecuado para arrojar los corderos a los
lobos, sino para estimular la asunción de riesgos, afinar las habilidades, extender los
horizontes y celebrar el éxito. Según describen Purkey y Novak (1984), es el momento
de emprender una educación que podríamos denominar “de invitación” en la que el pro-
fesor crea las condiciones ideales de aprendizaje adoptando una “actitud invitadora” y
fomentando una sensación de confianza, implicándose con los estudiantes para atraerlos
hacia el proceso de aprendizaje.
El aprendizaje mediante la experiencia es una manera eficaz y estimulante de
hacer participar a los estudiantes en el mundo situado más allá de la escuela. Los pro-
gramas de educación cooperativa, las demostraciones de cómo se realizan algunos traba-
jos, los centros de educación informal, el voluntariado y los programas extracurriculares
proporcionan a los estudiantes la oportunidad de enfrentarse con los desafíos que le pre-
senta la vida real en muchos ámbitos distintos, sin tener que verse en la necesidad de
elegir demasiado pronto una dirección a seguir en el futuro. Pueden aventurarse por el
mundo laborar y los amplios espacios abiertos que se extienden más allá de la jungla de
Utilización de la tecnología
Es imposible imaginar el futuro sin una tecnología todavía más avanzada, fácil de
manejar y transportar. Para muchos niños y niñas de cinco años el funcionamiento de los
ordenadores, hornos microondas y vídeos resulta más familiar y presenta menos proble-
mas que para la mayoría de los adultos. Muchos preadolescentes se pasan horas “nave-
gando por la red” y han establecido contactos y desarrollado intereses mucho más allá de
los límites de su propia comunidad (Cummins y Sayer, 1995). Las comunidades de
aprendizaje ya no tendrán por qué quedar confinadas al aula, también podrán constituir-
se a través del espacio virtual de la tecnología (Hargreaves, en prensa). La tecnología es
un componente aceptado en el mundo de los estudiantes, porque capta su imaginación y
les asusta mucho menos que a sus profesores.
Los profesores hacen uso creciente de la tecnología en el aula. Con la tecnología es
mucho más fácil crear ambientes productivos de aprendizaje en los que se puedan abor-
dar simultáneamente las inteligencias y los estilos de aprendizaje múltiples. La tecnología
de los ordenadores, en particular, puede suponer un acceso rápido a más información.
Sirve para mejorar la composición, edición, ilustración y presentación profesional de los
textos (y no sólo de aquellos que tienen dificultades con las habilidades motoras). Y per-
mite la recopilación de datos, su análisis y transmisión con mayor facilidad.
Es importante tener en cuenta, sin embargo, que no toda la tecnología mejora la
educación. Si sólo se trata de añadir imágenes y sonidos a las palabras y los números. El
uso de la tecnología sigue basado en un modelo de aprendizaje que ve la mente como un
recipiente que debe llenarse. El valor añadido se consigue cuando los estudiantes son
más “preactivos” en el planteamiento de preguntas y en la adquisición de información
Todos queremos que los niños experimenten una interacción humana cálida, la
emoción del descubrimiento y la solidez de unos fundamentos en aquellos aspec-
tos que consideramos esenciales: la lectura, las relaciones con los demás, la for-
mación en los valores cívicos… La inspiración necesaria sólo puede encontrarse
en la figura de un profesor en clase, no en un orador, un televisor o una pantalla
de ordenador (pág. 116).
PELIGROS Y DIFICULTADES
La velocidad mata
Una nota final de advertencia, el nuevo modelo de enseñanza no debería ser pues-
to en práctica con demasiada rapidez. Como ya hemos argumentado, los profesores no
son simples muestrarios de habilidades y técnicas. Su forma de enseñar no se debe tan
sólo a las habilidades que han aprendido, sino también a las estructuras en las que tra-
bajan y a su evolución personal. Cambiar a los profesores supone cambiar a la gente y
ése es un trabajo lento (Goodson, 1992; Fullan y Hargreaves, 1991). Esto significa que
las nuevas estrategias de enseñanza deberían ponerse en práctica a un ritmo determina-
do y con la flexibilidad suficiente como para que los profesores puedan adoptarlas y
adaptarse a ellas con comodidad.
Sería injusto, poco realista e inútil esperar que los profesores cambien espectacu-
larmente su forma de enseñar, y que lo hagan, además, en un corto espacio de tiempo.
Pero lo que sí es justo, realista y, probablemente, demostrará ser más efectivo, es espe-
rar que se comprometan a procurar una continua mejora en su comunidad de compañe-
ros, y que sean capaces de experimentar con las nuevas estrategias de enseñanza como
parte de ese compromiso. Al tratar de mejorar las estrategias de enseñanza, a menudo
nos inclinamos de manera entusiasta hacia la conversión, cuando hacerlo hacia la exten-
sión sería un objetivo mucho más práctico y productivo.
CONCLUSIÓN
En este capítulo hemos resaltado que, una vez liberada de todo lo que la cubre, la
escolarización trata sobre el aprendizaje y la enseñanza. Pero no sirve cualquier tipo de
enseñanza y aprendizaje. Si queremos preparar a los adolescentes para el próximo siglo,
su aprendizaje tiene que ir mucho más allá de un aprendizaje superficial y una memori-
zación de algoritmos, y basarse en un profundo y duradero “aprendizaje para la com-
prensión”. Este tipo de aprendizaje profundo encuentra su premisa en diferentes visiones
del conocimiento, la inteligencia, los resultados del aprendizaje, la participación de los
estudiantes y, más en particular, los modos de enseñar.
Los profesores se enfrentan a grandes cambios en sus prácticas profesionales, que
los convertirán en orientadores, preparadores, mentores y “catalizadores”, mientras que
los estudiantes captaran las nuevas ideas y se esforzarán por encontrarles sentido y
crearse una imagen coherente de todo lo que les rodea. Al mismo tiempo, realizan conti-
Lauren B. Resnick
y Leopold E. Klopfer
A medida que avanzan los años noventa, los educadores reflexivos de todas partes
del mundo están prestando atención a la importancia de desarrollar las habilidades de
pensamiento de los alumnos a través de sus experiencias escolares. Estamos presen-
ciando el crecimiento de un notable consenso acerca de que el logro de la alfabetización
básica, aunque obviamente necesario, no es objetivo y suficiente, y que los alumnos tie-
nen derecho a esperar más de la educación primaria y secundaria. Los graduados no sólo
deben tener la información sino que también deben ser pensadores competentes.
El objetivo de que los alumnos se conviertan en pensadores competentes ha sido
durante mucho tiempo un ideal educativo. Y durante todo ese tiempo este ideal le ha si-
do esquivo a demasiados alumnos en demasiadas escuelas. Pero las investigaciones re-
cientes proporcionan una nueva perspectiva sobre cómo aprende a pensar la gente. La
persecución de estas nuevas ideas puede proporcionar la base para futuras prácticas
educativas que pueden ayudar a los alumnos a volverse expertos en el pensamiento.
Una de las ideas más significativas que surge de las recientes investigaciones so-
bre el pensamiento es que los procesos psíquicos que habitualmente hemos asociado con
el pensamiento no están limitados a alguna etapa avanzada o de “nivel superior” del de-
sarrollo psíquico. Por el contrario, las “habilidades de pensamiento” están íntimamente
vinculadas con el aprendizaje exitoso incluso de los niveles más elementales de lectura,
matemática y otras materias. La investigación cognitiva sobre el aprendizaje de habilida-
des básicas como la lectura y la aritmética revela que el cultivo de los aspectos claves de
estos procesos de pensamiento puede y debe ser parte intrínseca de la buena enseñanza
desde el comienzo de la escuela. El pensamiento debe ocupar todo el currículum escolar,
para todos los alumnos, desde los primeros grados.
Este Volumen Anual se ocupa del Currículum para Desarrollar el Pensamiento. Este
currículum no es un curso que se pueda agregar a un programa cargado de cosas “cuan-
do haya tiempo”. No es un programa que comience después de que se hayan dominado
las cosas “básicas”. Y no es un programa reservado para una minoría de alumnos, como,
∗
En Currículo y cognición, Resnick, Lauren B. y Leopoldo E. Klopfer. Miguel Wald (trad.), Buenos Aires, 1996, Aique
(Psicología cognitiva y educación), pp. 15-30.
Mtro. Mario Pérez Olvera 421
por ejemplo, los más dotados. El currículum para Desarrollar el Pensamiento pretende
que se comprenda que todo aprendizaje verdadero implica pensamiento, que la capaci-
dad de pensar puede nutrirse y cultivarse en todos y cada uno de nosotros y que todo el
programa educativo debe ser reconcebido y revitalizado para que el pensamiento invada
las vidas de los alumnos desde el jardín de infantes en adelante, en las clases de mate-
mática y en las de historia, en la lectura y en la ciencia, en la composición y en el arte,
en la educación vocacional y en la educación especial
Todos los capítulos de este libro están inspirados en las investigaciones más re-
cientes de la psicología cognitiva y los campos con ella relacionados. La psicología cogni-
tiva actual puede no resultar familiar para los educadores con más de uno o dos decenios
de experiencia en psicología educativa.
Durante muchos años, la práctica educativa dominante estuvo inspirada por una
psicología del aprendizaje que sólo convivía de manera incómoda con la psique o el pen-
samiento. Derivada de principios asociacionistas o conductistas, tomaba al aprendizaje
como una acumulación de conocimientos y habilidades. Estos conocimientos podrían di-
vidirse en cientos de componentes (“asociaciones”, en la jerga técnica) que debían colo-
carse en las cabezas de los alumnos a través de la práctica y de recompensas adecuadas.
Las teorías de la organización del aula, el diseño de libros de texto y la organización de la
práctica fluían, todas, a partir de este supuesto básico. Los sucesivos refinamientos de la
psicología educacional asociacionista y conductista, reconociendo niveles de complejidad
y dificultad en el conocimiento y las habilidades que se debían aprender, propusieron je-
rarquías de objetivos o formas de aprendizaje, como las ampliamente conocidas jerar-
quías de Benjamín Bloom y Robert Gagné (Bloom, 1954, 1964; Gagné, 1974). La resolu-
ción de problemas y otras actividades reconocibles como pensamiento tomaron su lugar
al tope de estas jerarquías, que ayudaron a mantener viva la idea de que la educación
consistía en algo más que la adquisición de cuerpos de hechos y asociaciones. Pero estas
teorías aislaban al pensamiento y la resolución de problemas de las actividades principa-
les, lo “básico” o “fundamental”, del aprendizaje.
El pensamiento y el razonamiento no se convertían así en el corazón de la educa-
ción sino en corolarios deseables, que muchos alumnos jamás alcanzaban.
Hubo, por supuesto, quienes se opusieron a la visión dominante. Por ejemplo, Jean
Piaget y sus discípulos han sostenido durante más de 50 años que el conocimiento adqui-
rido mediante la memorización no es verdadero conocimiento que pueda utilizarse (por
ejemplo, Piaget, 1948/1974). Piaget nos ofreció un retrato del niño “natural” como cientí-
fico tratando de darle sentido al mundo y del aprendizaje verdadero como construcción
de ideas, no como memorización de la información en las formas dadas por los docentes
1
Wertheimer, M. (1945/1959). Productive Thinking. Nueva York: Harper y Row. Versión española, El pensamiento pro-
ductivo. Barcelona: Paidós, 1991.
Mtro. Mario Pérez Olvera 423
todas las cuestiones tradicionales de la enseñanza: cómo presentar y secuenciar la in-
formación, cómo organizar la práctica y la realimentación, cómo motivar a los alumnos,
cómo integrar las actividades de laboratorio con otras formas de aprendizaje, cómo eva-
luar el aprendizaje. Pero cada una de estas cuestiones se encara de manera diferente
que en la teoría educativa tradicional, ya que se da por sentado que el objetivo de todas
estas actividades educativas es estimular y nutrir las propias elaboraciones de conoci-
mientos psíquicas de los alumnos y ayudarlos a crecer en su capacidad para controlar y
guiar su propio aprendizaje y pensamiento. El pensamiento y el aprendizaje se funden en
la perspectiva cognitiva actual, así que la teoría educativa cognitiva tiene que ver, desde
su propia esencia, con el Currículum para Desarrollar el Pensamiento.
2
Collins, A., J. S. Brown, S. E. Newman: “Cognitive Apprenticeship: Teaching the Craft of Reading, Writing, and mathe-
matics”. En: B. Resnick, Knowing, Learning and Instruction: Essays in Honor of Robert Glaser, Hillsdale, N. J.: Erlbaum.
Mtro. Mario Pérez Olvera 429
composición para un público interesado y no sólo para el docente que califica, leer un
texto que exija cierto trabajo de comprensión, explorar un fenómeno físico que no esté
adecuadamente explicado por un concepto actual o resolver un problema de matemática
que se resista a los intentos de solución iniciales.
En segundo lugar, el apprenticeship cognitivo implica práctica contextualizada de
tareas, no ejercicios sobre las habilidades componentes que han sido extraídos de los
contextos en los que se los ha de utilizar. En los apprenticeships tradicionales, los apren-
dices producen objetos menos complejos de los que producirán cuando sean más exper-
tos, pero pasan muy poco tiempo practicando habilidades discretas. En la escuela, los
aprendices cognitivos podrían trabajar más en la escritura de composiciones más breves
o en la lectura de textos más breves de lo que harán más adelante, pero no pasarían
mucho tiempo en ejercicios de uso de la lengua o en la búsqueda de sinónimos o antó-
nimos. De manera similar, no harían ejercicios de separación de hechos y opiniones sino
que encararían tareas de análisis de argumentos sobre temas particulares o de participa-
ción en debates; ambas actividades podrían involucrarlos en una versión contextualizada
de la elaboración de información confiable en una comunicación.
En tercer lugar, los aprendices cognitivos necesitan muchas oportunidades de ob-
servar a otros haciendo el tipo de trabajo que se espera que aprendan a hacer. Esta ob-
servación les proporciona normas de desempeño eficiente con las que pueden evaluar
sus propios esfuerzos. Cuando el trabajo que se ha de realizar es más cognitivo que ma-
nual, se debe prestar especial atención a hacer manifiestas las actividades psíquicas. En
este libro, el capítulo de Schoenfeld describe cómo las actividades usualmente ocultas de
la resolución de problemas pueden hacerse visible en una clase de matemática. Hull des-
cribe procesos similares para hacer evidentes las actividades mentales para la escritura.
Los demás autores también ofrecen ejemplos de cómo puede hacerse manifiesto el tra-
bajo real de pensamiento para el aprendiz cognitivo.
David Perkins
¿Qué hace usted cuando no entiende algo y desea comprenderlo mejor? Digamos,
¿qué haría usted si quisiera entender la Declaración de Gettysburg de Abraham
Lincoln, una división larga o una armadura, sólo pensando en ello y sin recurrir a
otras fuentes? ¿Qué clase de preguntas se formularía?
Esta fue la pregunta que confeccionamos mis colaboradores Heidi Goodrich, Jim
Mirman, Shari Thishman y yo para evaluar cómo abordan los alumnos los problemas de
comprensión. Nos preguntábamos cuáles serían sus ideas sobre la comprensión —y el
desafío que representa— y qué estrategias conocían. Una de las cosas que primero des-
cubrimos fue la sutileza de los conceptos de algunos niños de apenas cuarto y quinto
grado. Un alumno de cuarto grado escribió:
Al parecer, no muy difícil para estos niños tan singulares. Estas dos respuestas son
especialmente ricas, pero también las hubo más parcas.
∗
En La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente, México, Gedisa/SEP (Biblioteca
para la actualización del maestro), pp. 102-132.
Mtro. Mario Pérez Olvera 431
No tengo la menor idea de lo que me sucede en la cabeza cuando no entiendo al-
go.
Ricas o parcas, las respuestas prueban que los niños, estimulados por una simple
pregunta, son capaces de reflexionar sobre el propio pensamiento y el propio aprendiza-
je. Además, muchos de ellos tenían ideas muy elaboradas y específicas sobre ambos pro-
cesos. Sus respuestas ilustran la “metacognición”; esto es, la reflexión sobre el pensar (y
sobre el aprendizaje). La vivacidad de sus respuestas y la utilidad práctica de muchas de
sus estrategias hablan de la importancia de lo que podríamos denominar el metacurrícu-
lum.
La idea esencial del metacurrículum es muy simple. Dice que lo que entendemos
comúnmente por contenido de una asignatura, no incluye el conocimiento de orden supe-
rior.
Pero ¿qué significa un conocimiento de orden superior? Para empezar, vamos a
proceder por medio de ejemplos.
¾ Las ideas de los alumnos de cuarto y quinto grado (transcriptas en la sección ante-
rior) sobre las preguntas que deben formularse para comprender algo constituyen
un conocimiento de orden superior: el conocimiento acerca de cómo obtener cono-
cimiento y comprensión.
¾ Las estrategias generales para resolver problemas como, por ejemplo, “dividir un
problema en subproblemas”, constituyen un conocimiento de orden superior: el
conocimiento acerca de cómo pensar correctamente.
¾ La familiaridad con ideas tales como hipótesis y prueba —y con lo que se hace con
esas ideas, como formular una hipótesis y buscar pruebas para determinar su ver-
dad o falsedad— constituye un conocimiento de orden superior sobre el pensa-
miento
¾ El conocimiento acerca de lo que significa la prueba dentro de cada asignatura
—pruebas formales en matemáticas, experimentos en ciencias, argumentos a par-
tir del texto y del contexto histórico en literatura— constituye un conocimiento de
orden superior sobre el modo en que funcionan las asignaturas.
Como lo indican estos ejemplos, lo que hace que el conocimiento sea de orden su-
perior es su “ámbito de referencia”. El conocimiento de orden superior se refiere a cómo
se organizan los conocimientos en la asignatura ordinaria y a cómo pensamos y apren-
demos.
Las personas se quejan a menudo de que el conocimiento de orden superior sólo
consiste en generalidades desvinculadas de las asignaturas. Sin embargo, gran parte de
Sin duda, la idea de una perspectiva superior es muy interesante. Pero ¿hace fal-
ta? ¿Es, en verdad, necesaria para construir la escuela inteligente?
Lo es, si deseamos alcanzar las tres metas postuladas en el capítulo I. Ya hemos
señalado allí que la práctica pedagógica convencional no cumple ninguno de los objetivos
propuestos. No vemos que los alumnos retengan, comprendan o usen activamente el co-
nocimiento como nos gustaría que lo hicieran.
Pero, ¿cómo aborda estas deficiencias el metacurrículum? Ocupándose directamen-
te de las tres metas. En particular, el metacurrículum incluye la habilidad para memori-
zar, de modo que se ocupa directamente de la retención del conocimiento. Atiende a la
organización conceptual de las asignaturas y del pensamiento de modo que se ocupa di-
rectamente de la comprensión. Y al incluir además la transferencia del aprendizaje, se
Niveles de comprensión
La conexión cultural
La idea de los lenguajes del pensamiento tiene otra ventaja sobre el concepto de
“habilidades”: su sesgo cultural. La primera sugiere que la educación es tanto un proceso
de transculturación como de aprendizaje de conocimientos particulares. No se puede ac-
ceder a un aprendizaje reflexivo si al mismo tiempo no se crea una cultura del aprendiza-
je reflexivo en el aula. Ello depende de la manera en que los maestros les hablan a los
alumnos, los alumnos les hablan a los maestros y los alumnos hablan entre sí. Y hablar
significa, en este contexto, no sólo emplear un vocabulario, sino tener en cuenta el estilo
y la finalidad de ese vocabulario.
Lighfoot señala, asimismo, que una enseñanza inteligente siempre cuenta con me-
dios para atraer a los estudiantes, sea a través de los debates públicos, del ritmo vivaz
de la instrucción, etcétera. “El juego” del que habla es ni más ni menos que el aprendiza-
je reflexivo.
En síntesis, el área general de los lenguajes del pensamiento ofrece al metacurrí-
culum un corpus más importante de contenidos, que incluye: 1) la reinstauración en las
aulas de los términos del vocabulario común que aluden al pensar (creencias, prueba,
hipótesis); 2) el cultivo de conceptos y estrategias aplicables a la toma de decisiones, a
la resolución de problemas y a las clases de pensamiento relacionadas con éstas; 3) la
incorporación de nuevas maneras de volcar el pensamiento en el papel (representación
gráfica de los conceptos) y el empleo de las formas tradicionales del texto, a fin de aliviar
la carga cognitiva y proporcionar más oportunidades para aprehender los pensamientos y
reflexionar sobre ellos; 4) fomentar, genéricamente, una cultura del aula reflexiva.
¿Todo esto es complicado para los maestros? ¿Acaso muy difícil para los estudian-
tes en riesgo y para los lentos? Por supuesto, si hubiera que lograrlo en un semestre. Pe-
ro no es el caso. Imaginemos una enseñanza que usara activamente el lenguaje del pen-
samiento a lo largo del tiempo e introdujera, ocasionalmente, una perspectiva más pro-
funda sobre ciertas clases fundamentales de pensamiento tales como el razonamiento
causal o la toma de decisiones; que luego familiarizara a los estudiantes con la represen-
tación gráfica de los conceptos y otras herramientas para volcar el pensamiento en el
papel; y que se ocupara siempre de mantener vivas las ideas esenciales y de llevarlas un
poco más lejos cada vez. El tiempo es uno de los grandes recursos que posee la educa-
ción pública. A pesar de los currículos abarrotados (o a causa de ello, ya que buena parte
de ese material no merece que se le preste atención) hay tiempo suficiente para cons-
truir una rampa cuyo suave declive nos conduzca a un aula verdaderamente reflexiva.
Pasiones intelectuales
Hemos dicho antes que la cultura era una cuestión de lenguaje y de comunicación.
Pero generalmente las escuelas no dan razones para que el corazón escuche. En In
the Name of Excellence, un examen sobre la reforma escolar, Robert Toch se refiere con
inquietud a la negligencia general respecto del lado humano de las escuelas. Utiliza las
palabras de adolescentes para acusar a un sistema que los aparta de la educación e in-
cluso los enemista con ella: “¿La escuela? Sólo es un pretexto para huir de los problemas
hogareños. Los chicos no vienen a aprender: simplemente vienen”, dijo un estudiante de
California, de nivel secundario inferior. Otro, perteneciente al nivel secundario superior,
lo expresó así: “Sólo estoy haciendo tiempo”. En cuanto a los intentos por reformar la
escuela, Toch nos advierte:
Aprender a aprender
Una de las conclusiones más elementales a las que ha arribado la psicología del
aprendizaje es la siguiente: los seres humanos —e incluso algunos animales— no sola-
mente aprenden sino que aprenden a aprender; es decir, a crear conceptos y comporta-
mientos que sirven al aprendizaje en sí mismo. El proceso comienza a edad muy tempra-
na. Los niños que están empezando a hablar bastante bien, ya tienen nociones sobre el
Enseñar a transferir
Una premisa pedagógica elemental dice que no se aprenden fracciones aritméticas
para aprobar un examen ni se diagraman oraciones por el mero gusto de hacerlo. Al me-
nos desde un punto de vista ideal, las asignaturas se vinculan entre sí y también se vin-
culan con la vida fuera de las aulas.
Esto se relaciona con uno de los temas más importantes y polémicos de la psicolo-
gía del aprendizaje: el problema de la transferencia. “Transferir” significa aprender algo
en una situación determinada y luego aplicarlo a otra muy diferente; digamos, aplicar la
matemática que se aprende en la escuela en la clase de física o en el supermercado. Pero
el problema, para los educadores, es que a menudo la transferencia no se produce. Los
profesores de ciencias, por ejemplo, se quejan porque tienen que volver a enseñar ma-
temática a sus alumnos, aunque éstos aparentemente se manejan bien en las clases de
esa asignatura. ¿Por qué entonces sus conocimientos matemáticos no han podido pasar
al área de la física?
Para contar gráficamente la historia de la transferencia tal como ha sucedido a lo
Guiar la transferencia
David Perkins
∗
En La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente, México, Gedisa/SEP (Biblioteca
para la actualización del maestro), pp. 133-155.
Mtro. Mario Pérez Olvera 459
ro de reglamentos, publicaciones periódicas sobre los últimos avances de la ingeniería,
memorandos que intercambian los miembros del equipo, una maqueta del puente, calcu-
ladoras manuales, etcétera.
Comparada con el juego de Mazmorras y Dragones, o con la profesión de ingenie-
ro, el aula tradicional comienza a parecer un lugar extraño. En muchos sentidos, la es-
cuela se dirige decididamente a lo que podríamos denominar “el sistema de la persona
sola”. La persona sola es la que adquiere conocimientos y habilidades, resuelve proble-
mas matemáticos, escribe composiciones y en lugar de recurrir a fuentes de fácil acceso,
guarda todo el conocimiento y la habilidad en la cabeza.
Es dable alegar que al menos se estimula a los niños a que elaboren sus ideas por
medio del lápiz y el papel, de modo que hasta cierto punto las escuelas reconocen la im-
portancia de los apoyos físicos en la cognición. Bueno, a veces no la reconocen. Si se lo
piensa con detenimiento, el lápiz y el papel tolerados en los exámenes cumplen otros
propósitos. En realidad, lo que se está estimulando no es el hecho de volcar el pensa-
miento en el papel sino el de mostrar el pensamiento en el papel. El lápiz y el papel no
son vehículos potentes que dan apoyo a la cognición sino simples adminículos que comu-
nican al maestro lo que el alumno tiene en la cabeza.
También cabe alegar que hay exámenes a libro abierto. Sí. Los exámenes a libro
abierto señalan la dirección correcta, pues reconocen que en el mundo fuera de las aulas
las personas obtienen información de toda clase de fuentes. Pero no por ello dejan de ser
una honrosa excepción a la tendencia mayoritaria.
Lo que se opone a la persona sola es, metafóricamente hablando, “la persona más
el entorno”. La modalidad de operar solo —sin colaboración, sin recursos físicos externos
y sin información proveniente de afuera— no es la habitual. Normalmente, sea en sus
hogares, en los lugares de trabajo o de recreación, la gente funciona según distintas ver-
siones de la “persona más el entorno”, haciendo uso intensivo de la información y de los
recursos físicos, y también de la acción y la dependencia recíprocas con los otros.
Esto no sucede por casualidad. Los seres humanos funcionan como persona más el
entorno porque eso les permite desarrollar mejor sus aptitudes e intereses.
La inteligencia repartida
Los medios tradicionales para repartir la cognición en las aulas —textos, lecturas,
afiches, etcétera— tienen que ver con el suministro de información. El producto —lo que
dicen y escriben los alumnos— es menos variado desde el punto de vista formal: proble-
mas, cuestionarios y redacciones. Estos productos generalmente no son vistos como el
proceso de volcar en el papel lo que se ha pensado sobre un tema, sino como un modo
de poner a prueba y ejercitar el pensamiento que el alumno tiene en la cabeza.
Pero hay muchas maneras de revertir la situación. Una de las más comunes con-
siste en llevar un diario, en el cual el alumno escribe sobre los distintos temas de las
asignaturas, a la vez que registra sus progresos en la comprensión de esos temas. Los
diarios son útiles tanto para la comprensión de la asignatura como para el desarrollo me-
tacognitivo del estudiante.
John Barell, una figura de prestigio dentro de la pedagogía contemporánea que se
ha esforzado por cultivar el pensamiento en las aulas, menciona las reflexiones notables
que aparecen en los diarios de los alumnos acerca de lo que aprenden y de lo que no
aprenden. Barell ha creado un tipo de diarios que no sólo ayuda a resolver problemas si-
no a encontrarlos y a enunciarlos correctamente. En el ejemplo que citamos a continua-
ción, una alumna de la escuela secundaria reflexiona sobre un problema que la inquieta y
que no es muy diferente del que nos ocupa.
Supongo que podría decir que soy una persona inteligente. Por lo general, obten-
go buenas calificaciones. Sin embargo, sé que no estoy preparada para lograr lo
que deseo y eso me preocupa. Me siento como una cinta grabadora que repite y
repite lo que oye. Y eso me asusta… Cumplo con mi tarea pero falta motivación.
Aprobé con buenas notas el examen sobre Iowa y los exámenes estatales, pero
siempre usan el mismo método de selección múltiple. Pienso que cuando deje la
escuela y nadie me alcance el cuestionario con la información y las preguntas me
sentiré perdida.
La esuela no es nada realista en ese aspecto. Los estudiantes que hacen las co-
sas bien con frecuencia sólo repiten lo que dice el profesor…
Hay otras maneras de llevar diarios que habilitan a los alumnos a rastrear sus
pensamientos sobre un tema específico a medida que lo elaboran.
Una innovación que ha despertado considerable interés en el ámbito pedagógico
son las carpetas. Los estudiantes guardan en las carpetas productos que consideran im-
portantes no sólo en lengua sino en ciencias, matemáticas y otras asignaturas; ensayos,
notas, diagramas, etcétera. Se trata de una actividad selectiva, pues sólo se incluyen los
materiales que, según el alumno, reflejan más cabalmente los conocimientos aprehendi-
dos al tiempo que los expresan mejor. Para los maestros, la carpeta constituye un objeto
Todo educador que sea consciente del panorama pedagógico contemporáneo sabe
lo que significa el aprendizaje cooperativo. Como señalamos en el capítulo 3, las investi-
gaciones indican que las técnicas usadas en este tipo de aprendizaje incrementan el ren-
dimiento de los alumnos. En su reseña de las investigaciones sobre el aprendizaje coope-
rativo, las psicólogas de la educación Annn Brown y Annemarie Palincsar afirman que
esos efectos benéficos no deben atribuirse solamente a la mera formación de grupos de
estudio sino a lo que sucede en esos grupos; esto es, a la manera de usar los materiales
didácticos, a la clase de relaciones que se establecen y se fomentan entre los alumnos
etcétera.
La inteligencia socialmente repartida depende, de manera inevitable, de la distri-
bución física de la inteligencia. A menudo se recomienda que los grupos de cooperación
El efecto “oportunista”
Muchos de los ejemplos precedentes nos resultan familiares. Si hay algo nuevo, no
son las ideas específicas sino el modo de verlas. Ellas son parte de la misión de redistri-
buir más ampliamente la cognición en las escuelas y constituyen un enfoque de la educa-
ción centrado en la persona más el entorno, que propone diversas maneras de reorgani-
zar el proceso de aprendizaje.
Sin embargo, para que las cosas no parezcan tan utópicas, existe un factor fun-
damental que amenaza toda empresa y que denomino el efecto “oportunista”.
El efecto oportunista es la creencia de muchos reformadores en el impacto que
tienen las nuevas tecnologías y otras innovaciones, tales como el aprendizaje cooperativo
y la tutoría entre pares. Dicha creencia puede enunciarse en una simple oración: Cuando
les damos oportunidades que están al alcance de su mano, los alumnos las aprovechan.
Por ejemplo, el efecto oportunista supone que si ponemos a disposición de los jó-
venes escritores un procesador de palabras, éstos aprovecharán la oportunidad para
hacer una revisión estructural de sus relatos y ensayos, lo cual es muy engorroso si se lo
hace con lápiz y papel. También supone que si los familiarizamos con los lenguajes de
Como lo sugieren estos ejemplos, las preguntas del “socio redactor” no están des-
tinadas a cuestionar los puntos sutiles de la escritura sino los básicos, que son los que
comúnmente descuidan los estudiantes. Este tipo de entornos van más allá del clásico
1. ¿Existe una función ejecutiva adecuada en alguna parte del sistema de la persona
más el entorno en cuestión?
2. ¿Cuándo los alumnos ceden la función ejecutiva, la recuperan?
Jere Brophy
Preámbulo
El presente documento es una síntesis de los principios que subyacen en una en-
señanza eficaz, los cuales se desprenden de investigaciones realizadas en el salón de cla-
ses. Aquí se tratan aspectos generales sobre el currículo, la enseñanza y la evaluación,
así como elementos relacionados con la organización del trabajo en el aula y las prácticas
que incrementan la eficacia de la enseñanza. Si bien el documento se centra en los resul-
tados del aprendizaje, se reconoce también la importancia de que haya un clima estimu-
lante en el aula y de que los estudiantes muestren una actitud positiva respecto a la en-
señanza, los maestros y los compañeros.
Gran parte de las investigaciones que sustentan estos principios proviene de estu-
dios sobre la relación entre los procesos del aula (analizados con base en sistemas de
observación) y los logros de los alumnos (sobre todo a partir de los resultados de prue-
bas estándar de aprovechamiento). No obstante, algunos principios se originan en la ló-
gica de la estructuración de la enseñanza, (por ejemplo, la necesidad de organizar ésta
en torno a las metas del currículo, el contenido, los métodos y la evaluación). Por otro
lado, se prestó atención a las teorías más recientes sobre la enseñanza y el aprendizaje
(por ejemplo, la sociocultural, el constructivismo social) y a los planteamientos generales
que fueron puestos en circulación por distintas organizaciones en relación con los temas
escolares de mayor interés. Se dio prioridad a los principios que han probado ser aplica-
bles en condiciones normales en el salón de clases y que contribuyen a alcanzar los lo-
gros deseados en los alumnos.
Estos principios se basan en algunos supuestos centrales relacionados con el mejo-
ramiento del currículo y la enseñanza. Primero, los planes de estudio asumen diferentes
formas de aprendizaje que requieren diferentes tipos de enseñanza, de manera que no
hay un solo método (por ejemplo, la enseñanza directa, la construcción social del signifi-
cado) aplicable a todas las circunstancias. Un programa educativo sólido incluye una
combinación de métodos y de actividades de aprendizaje.
Segundo, en toda asignatura escolar o área del saber las necesidades de aprendi-
zaje de los alumnos varían a medida que aprenden más. En consecuencia, esa combina-
∗
Brophy, Jere (2000), En La enseñanza, México, SEP (Biblioteca para la actualización del maestro, serie cuadernos).
1
Este concepto fue acuñado por Lev Vygotsky (1986-1934), psicólogo nacido en Bielorrusia, cuyas ideas sobre el aprendi-
zaje han sido retomadas en los últimos años. La zona de desarrollo próximo se refiere a la brecha que hay entre lo que el ni-
ño puede hacer y lo que hace con ayuda de otros. (Cfr. Judith Meece, Desarrollo del niño y del adolescente, Biblioteca para
la Actualización del Maestro, SEP, 2000, p. 131.) (Nota del editor).
482 Mtro. Mario Pérez Olvera
1.UN AMBIENTE PROPICIO PARA
EL APRENDIZAJE EN EL AULA
El alumno aprende mejor en una comunidad de aprendizaje
atenta y bien integrada
Los ambientes de enseñanza eficaz siguen una ética de cuidado y atención que in-
volucra la relación maestro-alumno y alumno-alumno, y trascienden las diferencias de
género, raza, grupo étnico, cultura, status socioeconómico, discapacidad o cualquier otra
diferencia individual que hubiere. En dichos contextos se espera que los alumnos utilicen
los distintos materiales educativos con responsabilidad, participen atentamente en las ac-
tividades de clase, y contribuyan al bienestar personal, social y académico de todos los
miembros del grupo.
En el salón de clases
Con la finalidad de generar un clima que permita construir una verdadera comuni-
dad de aprendizaje en la clase, los maestros deben desplegar los atributos personales
que los convierten en verdaderos modelos y ejes de socialización: mostrar un ánimo ale-
gre, una actitud amistosa, madurez emocional, sinceridad e interés por sus alumnos co-
mo persona y como estudiantes. El maestro debe mostrar preocupación y afecto por los
alumnos, estar atento a sus necesidades y a sus estados de ánimo, y trabajar con ellos
para que, a su vez, muestren estas mismas características en su relación con sus com-
pañeros.
Al crear dinámicas en el aula y al desarrollar los contenidos de las lecciones, el
maestro entra en contacto con los conocimientos y experiencias previas del alumno, in-
cluyendo su cultura familiar. Así, al extender la comunidad de aprendizaje de la escuela
al hogar, el profesor establece y sostiene relaciones cooperativas con los padres de fami-
lia y estimula su participación activa en el aprendizaje de sus hijos.
El maestro promueve una actitud de aprendizaje al proponer actividades y desta-
car lo que el alumno aprenderá de ellas, al tratar los errores como parte natural del pro-
ceso de aprendizaje, y alentar a los estudiantes a trabajar colaborativamente, ayudándo-
se entre sí. También les enseña a hacer preguntas sin inhibiciones, a hacer contribucio-
nes sin temor de ser ridiculizados, así como a colaborar en parejas o en pequeños grupos
en muchas de sus actividades de aprendizaje.
Uno de los factores determinantes para el aprendizaje, en cualquier área del cono-
cimiento, es el grado en el que los alumnos estén expuestos al tema dentro de la escue-
la. La duración del día y del año escolares acotan las oportunidades de aprendizaje. Den-
tro de esos límites, las oportunidades de aprendizaje reales del alumno dependen de la
cantidad de tiempo disponible que se dedique a las lecciones y a las actividades. Los pro-
fesores efectivos dedican la mayor parte del tiempo a actividades diseñadas para alcan-
zar los objetivos educativos.
Las investigaciones indican que los maestros que entienden la organización de la
clase como un proceso para crear un ambiente favorable para el aprendizaje, tienen más
éxito que aquellos que hacen énfasis en mantener la disciplina del grupo: en imponer
disciplina. El profesor efectivo no necesita dedicar demasiado tiempo para atender pro-
blemas de conducta, porque usa técnicas de organización que promueve actitudes de co-
operación en los alumnos y mantiene su atención en las actividades. Al trabajar en un
clima estimulante, implícito en el principio de comunidad de aprendizaje, el profesor arti-
cula expectativas claras en relación con el comportamiento general en el aula con la par-
ticipación en las lecciones y actividades de aprendizaje en particular. Asimismo, enseña
procedimientos que favorecen la participación comprometida de los alumnos durante las
actividades y facilitan el paso de una actividad a otra, las cuales se dan de manera conti-
nua, sin necesidad de hacer permanentes indicaciones.
En el salón de clases
Existen muchas cosas que vale la pena enseñar pero el tiempo para ello es insufi-
ciente, por lo tanto, el tiempo de clase debe aprovecharse lo mejor posible. El maestro
efectivo dedica la mayor parte del tiempo a las lecciones y actividades de aprendizaje, y
no a pasatiempos no académicos porque agregan poco o nada a los propósitos curricula-
res. Sus alumnos ocupan muchas más horas al año en actividades curriculares, en com-
paración con los alumnos de maestros menos centrados en los objetivos educativos.
Los maestros efectivos transmiten la idea de que la escuela vale la pena, así como
de la importancia de aprovechar al máximo el tiempo disponible. Inician y terminan las
lecciones a tiempo, hacen transiciones breves y enseñan a sus alumnos a emprender ac-
484 Mtro. Mario Pérez Olvera
tividades expeditamente y mantenerse concentrados en sus tareas. Una buena planea-
ción y preparación le permite avanzar con fluidez en sus lecciones, sin detenerse a con-
sultar manuales o a localizar determinado aspecto requerido en una exposición o demos-
tración. Proponen actividades y tareas que, por su variedad y grado de desafío, estimu-
lan a los alumnos, evitando el fastidio y la distracción.
Un maestro exitoso expone con claridad y consistencia lo que espera de los alum-
nos. Al comienzo del año da instrucciones sobre los procedimientos que se pondrán en
práctica, y subsecuentemente hace indicaciones o recuerda a sus alumnos cuándo son
necesarios. Lleva un seguimiento continuo de la clase, lo cual le permite responder a
problemas que surgen en el momento, para evitar que se vuelvan críticos. Si es posible,
interviene de tal manera que no se altere el desarrollo de la sesión y sin distraer a sus
alumnos que estén trabajando en forma adecuada. Enseña a sus alumnos estrategias y
procedimientos para llevar a cabo actividades rutinarias, tales como participar en leccio-
nes que involucren a todo el grupo, intervenir en discusiones constructivas con los com-
pañeros, hacer transiciones fluidas entre una y otra actividad, cooperar en pareja o en
pequeños grupos, manejar y guardar el equipo y los enseres personales, controlar su
proceso de aprendizaje y completar sus tareas a tiempo, y saber cuándo y cómo solicitar
ayuda. La prioridad del maestro no está en imponer el control de la situación, sino en
crear en sus alumnos la capacidad de controlar su propio proceso de aprendizaje, de tal
manera que se vayan modificando sus metas, sus expectativas, y que las indicaciones,
recordatorios y demás recursos de control desaparezcan conforme el año escolar avanza.
Estos maestros no sólo sacan el mayor provecho del tiempo dedicado a cada tarea,
sino que además dedican gran parte de éste a enseñar activamente, organizando los
contenidos y ayudando a los alumnos para que los interpreten y respondan a ellos.2 En
su clase se dedica más tiempo al diálogo interactivo que al solitario trabajo de pupitre. 3
La mayor parte de su enseñanza se desarrolla mientras se produce el diálogo interactivo
con el alumno, más que en prolongadas exposiciones.4
2
Referencias: Brophy (1983); DENMA (1980); Doyle (1986).
3
Nota: aprovechar al máximo las oportunidades para aprender no significa ampliar la cobertura del currículo (por ejemplo,
ampliar el número de temas a estudiar en detrimento de la profundidad de tratamiento de las ideas organizadoras). El dilema
amplitud/profundidad debe resolverse en la planeación curricular. Lo importante en el principio de oportunidad para apren-
der consiste en que, sea cual fuere la solución al dilema amplitud/profundidad y cualquiera que sea el currículo, el alumno
tenga un avance óptimo respecto de los resultados deseados si el tiempo máximo de clase disponible se dedica a actividades
relacionadas con el currículo.
4
Nota: En ocasiones se define la oportunidad para aprender como el grado en el que se traslapa lo que se enseña y lo que se
evalúa. La definición resulta útil si tanto los contenidos curriculares como los de evaluación reflejan los principales objeti-
vos de los programa. Si no es el caso, entonces se requiere realizar algunos cambios en los contenidos curriculares o en los
de evaluación, o en ambos (véase el siguiente principio).
Mtro. Mario Pérez Olvera 485
3. DIRECCIONALIDAD DEL CURRÍCULO
Todos los componentes del currículo deben ser consistentes uno con otros,
para integrarse en un problema que sea coherente con los propósitos
y objetivos de la enseñanza
Las investigaciones muestras que las autoridades educativas, los editores de tex-
tos y los maestros se concentran tanto en la cobertura de contenidos, que pierden de
vista los propósitos y objetivos más amplios que subyacen en la planeación curricular.
Los maestros típicamente diseñan su plan con base en los contenidos por cubrir y los pa-
sos a seguir en las actividades que realizarán sus alumnos sin prestar demasiada aten-
ción a los resultados que se desea obtener en la enseñanza. Los editores de textos conti-
núan expandiendo la cobertura de contenidos, en respuesta a la presión que grupos con
intereses particulares ejercen sobre ellos. Como resultado, se tratan demasiados temas
con poca profundidad; con frecuencia la exposición de contenidos cognoscitivos, en lugar
de estar integrados y, en general, ni los textos del alumno ni las preguntas y actividades
sugeridas en los manuales del profesor están estructurados en torno a las ideas organi-
zadoras,5 que se relacionan con los objetivos.
A los alumnos que estudian en este tipo de libros de texto se les pide que memori-
cen una multitud de eventos desvinculados entre sí o que practiquen habilidades meno-
res, las cuales no tienen relación entre sí, en lugar de aprender redes coherentes de con-
tenidos interconectados y estructurados alrededor de las ideas organizadoras. A menudo,
estos problemas se exacerban cuando desde afuera se imponen programas de evalua-
ción, que valoran el conocimiento fragmentado o el desempeño de habilidades menores,
aisladas. Tales deficiencias se pueden minimizar si se desarrolla el currículo con base en
el logro de los objetivos, en donde la planeación curricular se guía por los propósitos y
objetivos educativos más amplios, y no por las exigencias impuestas por una diversidad
de contenidos fragmentados o por las preguntas de los exámenes.
En el salón de clases
5
Se refiere al concepto “ideas poderosas” (Powerful ideas), es decir, aquellas que permiten la construcción de una red con-
ceptual. (Nota del editor).
486 Mtro. Mario Pérez Olvera
sus ciudadanos. Lo más importante del currículo son los objetivos planteados, de manera
que todo lo que se considere necesario para cumplirlos debe orientar cada paso de su
planeación y puesta en práctica. Hay altas probabilidades de lograr los objetivos si todos
los componentes del currículo (redes de contenidos, métodos de enseñanza, actividades
de aprendizaje e instrumentos de evaluación) se seleccionan con la idea de que coadyu-
van al cumplimiento de los objetivos y propósitos más amplios.
Lo anterior impone una planeación curricular que incluya el desarrollo de las capa-
cidades que el alumno pueda usar tanto dentro como fuera de la escuela, ahora y en lo
futuro. Al respecto, es importante enfatizar objetivos relacionados con la comprensión, la
valoración, y la aplicación en la vida. Comprender significa aprender tanto los elementos
individuales de una red de contenidos entrelazados, como la relación entre ellos, de ma-
nera que el alumno los formule en sus propios términos y los relacione con su conoci-
miento previo. Valorar significa que el alumno aprecie lo que aprende porque entiende
que hay buenas razones para hacerlo. Aplicar significa que el alumno no retiene el cono-
cimiento y es capaz de utilizarlo en otros contextos donde hiciere falta.
Si se desarrollan los contenidos con estos propósitos en mente, el alumno los re-
tendrá como aprendizaje significativo que guarda una coherencia interna, está sólida-
mente vinculado a otros aprendizajes significativos y resulta accesible para su aplicación.
Es muy probable que esto ocurra cuando el contenido se estructura en torno a ideas or-
ganizadoras y cuando su desarrollo, durante lecciones y actividades de aprendizaje, se
centra en dicha idea y sus relaciones.6
6
Referencia: Beck y McKeown (1988); Clark y Peteerson (1986); Wang, Haertel y Walberg (1993).
Mtro. Mario Pérez Olvera 487
4. ESTABLECIMIENTO DE ORIENTACIONES
PARA EL APRENDIZAJE
El maestro puede preparar al alumno para el aprendizaje, proporcionándole
una estructura inicial que clarifique los logros a alcanzar y le señale
qué estrategias de aprendizaje son las adecuadas
En el salón de clases
7
Referencia: Ausubel (1968); Brophy (1998); Meichenbaum y Biemiller (1998).
488 Mtro. Mario Pérez Olvera
5. CONTENIDOS COHERENTES
Con la finalidad de facilitar el aprendizaje significativo y la retención,
el contenido debe explicarse claramente, desarrollándolo con énfasis
en su estructura y sus relaciones
En el salón de clases
En los libros de texto o en algunas guías para el maestro, mientras más coherente
sea la información, más fácil resulta aprenderla. Hay coherencia cuando la secuencia de
ideas y eventos tiene sentido y la relación entre ello es clara. Es más fácil lograr cohe-
rencia de contenidos si se seleccionan bajo un criterio determinado y organizado por las
ideas acerca de lo que los alumnos deberían aprender estudiando ese tema en particular.
En sus presentaciones, explicaciones o demostraciones, el maestro efectivo pro-
yecta entusiasmo por el tema y lo organiza con máxima claridad y coherencia. Presenta
nueva información con base en lo que los alumnos ya conocen del tema, y avanza gra-
dualmente para que puedan seguirlo; hace pausas y utiliza recursos orales que faciliten
la comprensión; evita el lenguaje ambivalente o vago y las digresiones; solicita respues-
tas por parte de los alumnos, estimulando su aprendizaje activo, y se cerciora de que ca-
da punto quede claro antes de pasar al siguiente; termina con la revisión de los puntos
principales, resaltando los conceptos sustanciales; a continuación hace preguntas o asig-
na tareas que obligan al alumno a formular el tema en sus propias palabras y a ampliarlo
hacia nuevos contextos. Si es necesario, el maestro también guía al alumno a través de
la estructura y los contenidos, mediante organizadores gráficos que representan relacio-
nes, guías de estudio que resaltan ideas clave, o bien organizadores de tareas, que ayu-
dan al alumno a seguir los pasos necesarios y las estrategias que exige dicha tarea.
De forma conjunta, los principios que subyacen en la integración del currículo y en
Mtro. Mario Pérez Olvera 489
la coherencia de contenidos implican que, con objeto de que el alumno construya cono-
cimiento significativo y lo utilice fuera del contexto escolar, el maestro debe: 1) dejar de
lado la idea de ampliar la cobertura, a favor de una mayor profundidad en el tratamiento
de los contenidos relevantes; 2) presentar los contenidos importantes a manera de redes
de información interconectadas y estructuradas en torno a ideas organizadoras; 3) desa-
rrollar los contenidos centrándose en la explicación de estas idas importantes y las rela-
ciones entre ellas, y 4) hacer seguimiento con auténticas actividades de aprendizaje y
medidas de evaluación que le permitan al alumno desarrollar y desplegar conocimiento
que dé cuenta de sus aprendizajes en relación con los objetivos perseguidos.8
8
Referencia: Beck y McKeown (1988); Good y Brophy (2000); Rosenshine (1968).
490 Mtro. Mario Pérez Olvera
6. DISCURSO REFLEXIVO
Las preguntas se planean para inducir la discusión
estructurada alrededor de las ideas organizadoras
En el salón de clases
9
Referencia: Good y Brophy (2000); Newmann (1990); Rowe (1986).
492 Mtro. Mario Pérez Olvera
7. ACTIVIDADES DE PRÁCTICA Y DE APLICACIÓN
Los alumnos necesitan suficientes oportunidades para practicar y aplicar
lo que están aprendiendo y para obtener retroalimentación
Hay tres maneras importantes en que los maestros ayudan a los alumnos a apren-
der. Primero, presentan información, explican conceptos y promueven habilidades. Se-
gundo, hacen preguntas y generan discusión entre compañeros y otras formas de discur-
so en torno a los contenidos. Tercero, asignan tareas para que los alumnos practiquen o
apliquen lo que acaban de aprender. Las investigaciones indican que las habilidades que
se practican hasta lograr niveles de fluidez y automaticidad tienden a ser retenidas por
tiempo indefinido, mientras que las que se asimilan sólo parcialmente, tienden a olvidar-
se. La mayoría de las habilidades que se adquieren en la escuela se aprenden mejor
cuando se practican a lo largo del tiempo, y la práctica incluye diversas tareas. Así, es
importante que a la enseñanza inicial le sigan actividades en las que el alumno tenga la
oportunidad de aplicar sus conocimientos en una variedad de contextos.
En el salón de clases
10
Referencia: Brophy y allegan (1991); Cooper (1994); Dempster (1991); Knapp (1995).
494 Mtro. Mario Pérez Olvera
8. CONSTRUCCIÓN DE UN SOPORTE PARA LOGRAR
EL TRABAJO COMPROMETIDO DE LOS ALUMNOS11
El maestro proporciona toda la atención que el alumno requiera
para favorecer la participación de los estudiantes en actividades
productivas de aprendizaje
Las investigaciones respecto a las habilidades de aprendizaje sugieren que las ac-
tividades o ejercicios deben ser suficientemente variados e interesantes para motivar al
alumno, suficientemente nuevas y que representen un reto como para que se constitu-
yan en experiencias de aprendizaje significativo más que mera repetición. Al mismo
tiempo, deben ser razonablemente accesibles para que el alumno pueda resolverlos en
forma exitosa, dedicándoles el tiempo y esfuerzo necesarios. La eficacia de los ejercicios
se ve fortalecida cuando, de inicio, el maestro explica las actividades que se desarrolla-
rán y resuelve algunos ejemplos antes de solicitar que los alumnos trabajen en forma in-
dependiente. Después verifica el avance de la clase, proporcionando ayuda a los alumnos
que la requieran. El principio de enseñar en función de la zona de desarrollo próximo im-
plica que los alumnos requerirán explicaciones, demostraciones ejemplares, asesoría y
otras formas de apoyo por parte de su maestro, pero también implica que esta estructu-
ración y elaboración de andamiaje por el profesor disminuirá en la medida en que la des-
treza del alumno aumente. A la larga, los alumnos deberán ser capaces de aplicar autó-
nomamente lo que han aprendido, y controlar su participación en las tareas.
En el salón de clases
Además de bien seleccionadas, las actividades deben estar bien presentadas, ade-
cuadamente monitoreadas y tener seguimiento si se quiere que produzcan el máximo re-
sultado. Ello implica preparar con anticipación al alumno para cualquier actividad, duran-
te la cual se le da orientación y retroalimentación, y guiando al grupo en una reflexión fi-
nal, una vez concluida la actividad. Al proponer una actividad, el maestro debe hacer hin-
capié en los objetivos para que el alumno logre involucrarse en ella con claridad respecto
de los logros a alcanzar. Después de esto, puede estimularlo con el fin de que considere
algunos de sus conocimientos previos, puede mostrar estrategias para abordar la tarea o
construir un andamiaje que provea información acerca de los requerimientos de la tarea.
11
El concepto andamiaje (scaffolding) fue introducido a las teorías sobre el aprendizaje por Jerome Bruner, y se refiere al
proceso por el cual los adultos apoyan al niño que aprende a dominar una tarea o problema. Al darle soporte, realizan o diri-
gen los elementos de la tarea que superan las habilidades del niño. (Cfr. J. Meece, p. 135.) (Nota del editor).
Mtro. Mario Pérez Olvera 495
Si se trata de lectura, por ejemplo, el maestro puede resumir las ideas principales, recor-
darles algunas estrategias para incrementar y verificar su comprensión de lectura (para-
frasear, resumir, tomar notas, hacerse a sí mismos preguntas de comprensión), distribuir
guías de estudio que resalten las ideas centrales y los elementos estructurales, o propor-
cionar organizadores de tareas que ayuden a los estudiantes a mantener la ruta a seguir
y las estrategias que se pueden utilizar.
Una vez que los alumnos comiencen a trabajar, el maestro debe verificar los avan-
ces y brindar apoyo, si es necesario. Suponiendo que los chicos tengan idea de lo que
deben hacer y cómo llevarlo a cabo, las investigaciones han de ser breves y reducirse al
mínimo, como apoyo indirecto. Si la ayuda del profesor fuere demasiado directa o am-
plia, terminaría por realizar el trabajo del alumno, en lugar de enseñarle a que lo realice
él mismo.
El maestro también debe evaluar el desempeño del alumno en cuanto a la com-
prensión y pulcritud del ejercicio. Cuando el desempeño sea pobre, debe proveer nuevas
actividades de enseñanza y aplicar tareas de seguimiento diseñadas para asegurarse de
que el contenido ha sido comprendido y que las habilidades fueron ya adquiridas.
La mayoría de los ejercicios tiene un efecto limitado, a menos que éstos sean se-
guidos de actividades de reflexión y verificación, en las cuales el maestro repasa la tarea
con los alumnos, brinda retroalimentación general sobre el desempeño, y consolida ideas
importantes relacionadas con los objetivos generales. Las actividades de reflexión deben
brindar al alumno la oportunidad de hacer preguntas, compartir experiencias, comparar
opiniones o, incluso, profundizar el conocimiento recién adquirido y relacionarlo con su
vida fuera de la escuela.12
12
Referencias: Brophy y allegan (1991); Rosenshine y Meister (1992); Shuell (1996); Tharp y Gallimore (1988)
496 Mtro. Mario Pérez Olvera
9. ENSEÑAR ESTRATEGIAS
El profesor diseña y enseña a sus estudiantes estrategias
de aprendizaje y autorregulación
El aprendizaje en general y las aptitudes para el estudio así como las habilidades
propias de un determinado campo de conocimiento (tales como construir significado a
partir de textos, resolver problemas matemáticos y razonar científicamente) se desarro-
llan mucho mejor y se vuelven más susceptibles de ser aplicadas si se enseñan como es-
trategias que se utilicen deliberadamente, y se ponen en práctica a partir de una con-
ciencia metacognoscitiva13 y una autorregulación. Ello requiere de una enseñanza com-
prehensiva que incluya conocimiento propositivo (el qué hacer), conocimiento de proce-
dimiento (el cómo hacer) y conocimiento condicional (cuándo y por que hacerlo). Ense-
ñar estrategias resulta particularmente importante para alumnos menos aptos que, de
otro modo, no lograrían comprender el valor de la autorregulación consciente, la autoco-
rrección y la reflexión sobre el propio aprendizaje.
En el salón de clases
13
La metacognición se refiere al conocimiento y comprensión que las personas tienen sobre sus capacidades mentales y de
los procesos de pensamiento. (Cfr. J. Meece, pp. 110 y 135.) (Nota del editor.)
Mtro. Mario Pérez Olvera 497
una variedad de contextos. Proporciona al alumno un lenguaje en primera persona (para
uno mismo) que éste puede adaptar al poner en práctica dichas estrategias. Ello elimina
la necesidad de traducir, que se crea cuando la enseñanza presenta sus explicaciones en
el lenguaje impersonal de la tercera persona, o incluso cuando lo hace en la segunda
persona, a manera de acompañamiento.
Además de las estrategias usadas en determinados dominios o tipos de ejercicios,
los profesores pueden hacer demostraciones e instruir a sus alumnos en el uso de estra-
tegias generales de estudio, tales como el ensayo (repetición de contenido para su reten-
ción) elaboración (verbalización del conocimiento en los propios términos, relacionándolo
con conocimientos previos), organización (esquematización del conocimiento, haciendo
resaltar su estructura para poder recordarla), verificación del aprendizaje (identificación
de las estrategias que se usaron para construir conocimiento y de los logros alcanzados
con ellas, para su correspondiente adaptación), y acompañamiento del aspecto afectivo
(mantener la concentración en el objetivo de la tarea, y reducción al mínimo de la ansie-
dad en el desempeño y de temor al fracaso).
Al proporcionar retroalimentación mientras los alumnos trabajan y más adelante al
realizar actividades de reflexión, el maestro puede hacer preguntas o comentarios que
ayuden a los alumnos a verificar y reflexionar sobre su aprendizaje. La verificación y la
reflexión no sólo deben concentrarse en los contenidos sino también en las estrategias
utilizadas para procesar los contenidos y resolver problemas. Ello ayudará a que los
alumnos afinen sus estrategias y a que regulen su aprendizaje más sistemáticamente.14
14
Referencias: Meichenbaum y Biemiller (1998); Pressley y Beard El-Dinary (1993); Weinstein y Mayer (1986).
498 Mtro. Mario Pérez Olvera
10. APRENDIZAJE COLABORATIVO
Trabajar en parejas o en pequeños grupos a menudo beneficia a los alumnos, pues les
permite comprender mejor y ayudarse mutuamente para desarrollar sus habilidades
Las investigaciones indican que son muchas las ventajas de trabajar en pareja o
en pequeños grupos para llevar a cabo actividades o tareas. El aprendizaje colaborativo
produce beneficios afectivos y sociales, tales como promover un mayor interés en la ma-
teria y su valoración, así como el aumento de actitudes positivas e interacciones sociales
entre los alumnos, no obstante las diferencias de género, raza, etnia, nivel académico y
otras.
El aprendizaje colaborativo también crea condiciones para logros cognitivos y me-
tacognitivos al involucrar al alumno en diálogos que lo obligan a hacer explícita su forma
de procesar la información relacionada con la tarea y sus estrategias para resolver pro-
blemas (lo que, a su vez, facilita su reflexión y discusión). Los alumnos tienden a dar
mayores muestras de progreso cuando participan en el aprendizaje colaborativo como
complemento a sus tareas personales.
En el salón de clases
15
Referencia: Bennett y Dunne (1992); Jonson y Jonson (1994); Slavin (1990).
500 Mtro. Mario Pérez Olvera
11. LA EVALUACIÓN ORIENTADA
AL CUMPLIMIENTO DE METAS
El maestro utiliza una serie de métodos formales y no formales de evaluación para en-
cauzar los avances hacia el cumplimiento de metas de aprendizaje.
En el salón de clases
El maestro efectivo usa la evaluación como un medio para medir el aprendizaje del
alumno y para hacer mejoras al currículum, no sólo para poner calificaciones. Una buena
evaluación incorpora datos de muchas fuentes, no solamente de pruebas escritas, y
abarca el amplio rango de objetivos y metas deseadas (no sólo conocimientos sino tam-
bién habilidades que requieren procesos complejos de pensamiento así como valores y
disposiciones en relación con los contenidos). Las pruebas estandarizadas y con referen-
cia a la norma pueden comprender parte del programa de evaluación (su utilidad radica
en que miden los resultados esperados por el currículo, y constatan el desempeño del
alumno en cada uno de los aspectos; no sólo como calificación global). Empero, las prue-
bas normalizadas (estandarizadas) deben ser complementadas con exámenes departa-
mentales (cuando se consideren de utilidad) y con pruebas elaboradas por el propio
maestro, centradas en las metas de aprendizaje relacionadas con el currículo que se im-
partió, y no en fuentes externas de examinación.
Además, también deberían usarse para fines de evaluación las actividades de
aprendizaje y las fuentes de datos que no son pruebas en sí. Todos los días las lecciones
y las actividades brindan oportunidad para verificar el progreso de la clase como un todo
16
Referencias: Dempster (1991); Stiggins (1997); Wiggins (1993).
502 Mtro. Mario Pérez Olvera
12. EXPECTATIVAS DE LOGROS
El maestro establece y desarrolla las tareas de enseñanza a partir de las expectativas
que tiene sobre los logros de aprendizaje.
Las investigaciones indican que las escuelas efectivas dan relevancia al liderazgo
sólido, capaz de generar consenso en torno a metas prioritarias y compromiso con la ex-
celencia académica, así como de propiciar una actitud positiva hacia los alumnos y tener
expectativas optimistas respecto de sus habilidades para alcanzar el dominio del currícu-
lo. Las investigaciones sobre la influencia que ejerce el maestro indican que los profeso-
res que logran grandes resultados aceptan su responsabilidad en ello. Están convencidos
de que sus alumnos son capaces de aprender y que ellos (los maestros) son capaces y
tienen la responsabilidad de enseñarles adecuadamente. Si los alumnos no aprenden a la
primera, repiten la explicación, y si los materiales curriculares no cumplen su función,
encuentran o crean otros que sí lo hagan.
En el salón de clases
Las expectativas de los maestros en torno a lo que sus alumnos pueden lograr
(con ayuda) tienden a darle forma a dos cosas: lo que ellos intentan producir en sus
alumnos, y lo que los alumnos se creen capaces de dar. Así pues, los maestros deben
cultivar expectativas lo más positivas posible, dentro de límites realistas. Sus expectati-
vas de lo que pude ser aprendido deben ser genuinas y, por tanto, tomadas en cuneta
seriamente en el proceso de enseñanza.
Resulta útil que el maestro establezca metas para la clase y para los alumnos en
término de “piso” (el mínimo criterio aceptable), y no de “techo”. Así, puede dejar que
las tasas de progreso —más que los alcances previamente adoptados con arbitrariedad—
determinen qué tan lejos llegará la clase en el tiempo disponible. A la vez, puede conser-
var sus expectativas respecto a determinados alumnos, acompañando de cerca su pro-
greso y resaltando sus logros actuales, más que su trayectoria pasada.
El maestro debe al menos tener la expectativa de que todos sus alumnos avancen
lo suficiente como para desempeñarse satisfactoriamente en el siguiente nivel. Ello impli-
ca considerar que cualquier alumno es capaz de participar en las lecciones y en las acti-
vidades y puede entregar trabajos completos y bien hechos. También implica que, ade-
más de los otros componentes de una buena enseñanza —vistos en los incisos preceden-
tes—, los alumnos con dificultades recibirán todo el tiempo extra, la instrucción y el es-
tímulo necesarios para que logren cubrir las expectativas.
Mtro. Mario Pérez Olvera 503
Al individualizar la enseñanza y dar retroalimentación, el maestro debe hacer hin-
capié en que el progreso continuo del alumno tiene por referencia su conocimiento pre-
vio, y de ninguna manera el de sus compañeros o el que establezcan las normas. En lu-
gar de evaluar exclusivamente niveles relativos de éxito, el maestro puede diagnosticar
dificultades y brindar la correspondiente retroalimentación. Si los alumnos no han com-
prendido una explicación o demostración, el maestro puede volver a enseñar el punto (si
es necesario, retomándolo de una manera diferente, en lugar de repetirlo simplemente).
En general, la eficiencia de un profesor aumenta cuando piensa que puede ampliar
el alcance de sus alumnos, estimulándolos y alentándolos a lograr lo más posible, que
cuando intenta “protegerlos” de la sensación de fracaso o bochorno.17
17
Referencias: Brophy (1998); Creemers y Scheerens (1989); Good y Brophy (2000); Teddlie y Stringfield (1993).
504 Mtro. Mario Pérez Olvera
CONCLUSIÓN
En la actualidad, la mayor parte de la investigación sobre la enseñanza se ha reali-
zado en los Estados Unidos de América, Canadá y Europa Occidental y Australia, de mo-
do que aún queda por ver hasta qué grado se aprecian dichos resultados en otros países.
Con todo, pensamos que los principios que el texto defiende son de carácter universal,
por dos razones: primero, las investigaciones realizadas en todo el mundo sugieren que
el proceso escolar tiene más similitudes que diferencias en los diversos países y culturas.
El día se divide en periodos durante los que se enseña cada una de las materias del cu-
rrículo, lo que incluye exposiciones en las que el maestro explica los contenidos e interac-
túa con los alumnos, seguido de prácticas y actividades de trabajo individual, parejas o
equipo. Segundo, dichos principios se refieren a aspectos genéricos de la enseñanza, que
van más allá de los niveles y las materias escolares, y no a contenidos curriculares parti-
culares. En suma, los principios mencionados son de aplicación universal porque se cen-
tran en aspectos básicos y universales de la enseñanza formal. Requieren, eso sí, ser
adaptados al contexto local, asumiendo algunas características del sistema educativo na-
cional y la cultura de los alumnos.
Los principios genéricos, subrayados en este libro, necesitan ser complementados
con otros específicos que se apliquen a la enseñanza de materias particulares impartidas
a tipos particulares de alumnos. Los lectores interesados en la planeación educativa para
grados escolares específicos pueden consultar la literatura educativa orientada a dichas
áreas, para enmendar o agregar cosas a los principios aquí expuestos.
Por último, aunque se ha hecho hincapié en 12 principios —que hemos discutido
individualmente— cada uno debe ser aplicado junto con los demás. Es decir, dichos prin-
cipios deben de ser entendidos como partes coherentes de un enfoque educativo que se
apoyan mutuamente, en el que la planeación y las expectativas del maestro, el clima del
salón de clase y el manejo del mismo, los contenidos curriculares y los materiales para la
enseñanza, las actividades de aprendizaje y los métodos de evaluación se conjugan para
coadyuvar a que el alumno alcance los resultados deseados.
Guillermo A. Obiols y
Silvia Di Segni de Obiols
Pasemos por la puerta de la escuela, escuela con o sin uniforme, en la cual de to-
dos modos la vestimenta parece muy homogénea. Chicos y chicas usan vaqueros, buzos
de largas mangas, zapatillas o zapatos leñadores, algunos llevan walk-man en los oídos
y, casi todos, mochilas en la espalda. Predominan los colores oscuros. No importa que
llueva o que haga frío, la moda descarta los paraguas e impermeables y sólo acepta al-
guna campera para protegerse de las bajas temperaturas y del agua. Debajo del buzo se
lleva una remera que sale a la luz en las épocas de calor, marcando casi la única diferen-
cia para las diversas estaciones. El cabello adopta variadas formas en los varones: cole-
tas, el pelo largo suelto, corto o muy corto. Las chicas en su mayoría lo usan muy largo y
sin ninguna atadura, un cabello que cae permanentemente sobre la cara y algún gesto
preciso lo tira hacia atrás en el momento oportuno.
El grupo que miramos es, como todo grupo de jóvenes, ruidoso. Hablan en voz
muy alta, se gritan cosas de un lado al otro de la calle, se llaman entre sí con términos
que las generaciones anteriores creían insultantes y que ellos han convertido en afectuo-
sos. Se palmean, se abrazan. También hay muchos sentados, repantigados contra las
paredes de la escuela, en los alféizares de las ventas bajas, en los escalones de acceso.
La época marca una postura del cuerpo “décontractée”, un cierto despatarro en la forma
de sentarse, un modo de caminar de hombros levemente caídos y arrastre de las pier-
nas, una forma de balancearse y de amontonarse unos con otros con cierta facilidad. No
es raro que masquen chicle o coman caramelos, los cigallillos en cambio no abundan de-
masiado. Si hace calor, en los kioscos cercanos a la escuela beben infinitas gaseosas y
mucha cerveza helada.
Cuando suene el timbre de entrada, puede ocurrir que la puerta esté taponada por
la presencia de algunos alumnos estacionados allí, los cuales no se niegan a entrar pero
parece costarles mucho vencer la inercia de desplazarse. Ya dentro de colegio esta mis-
ma actitud se observará en la entrada al aula. La misma no ocurre en un momento de-
terminado, se desparrama a través de varios minutos en los cuales algunos entran des-
∗
En Liberar la Adolescencia, postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz (Construcción y cambio), pp.
166-171.
Mtro. Mario Pérez Olvera 509
paciosamente, otros siguen conversando afuera con compañeros de otros cursos, alguien
que entró pide permiso para volver a salir porque olvidó decir o hacer algo, etc.
Sentarse lleva su tiempo, por lo que el profesor que se encuentre al frente de la
clase si no tiene actitudes “autoritarias”, esperará que se acomoden conversando con al-
guno o simplemente mirando cómo se va organizando el grupo.
Poner en marcha la clase implica conseguir atención, atención que aparece con ca-
racterísticas particulares, del tipo “televisivo”, ya que se logra por espacios de 10 ó 15
minutos y luego se pierde, para volverse a lograr al cabo de unos minutos de intervalo
(¿la tanda publicitaria?). La atención tiene otra característica, suele ser dispersa, es decir
que no adquiere casi nunca cualidades de concentración en un punto. La dispersión
apunta a terminar un mapa mientras se escucha lo que se habla en clase o lo que co-
menta el compañero y, si se pude, también la música del walk-man.
Los grupos de adolescentes piden y esperan que las clases sean participativas, que
se les dé alguna tarea y no el desarrollo de un tema a cargo exclusivo del profesor. Si di-
cha tarea se realiza en pequeños grupos dentro del aula, la participación de la mayoría
es activa. Si la actividad consiste en un debate que incluya al grupo amplio esto se vuel-
ve muy difícil de lograr. Muchos participan, lo hace al mismo tiempo, no se escuchan en-
tre sí, discuten de una punta a la otra del aula de manera cruzada, y, el resto, o bien
prefieren conversar del tema o de cualquier otra cosa con quien tienen cerca o se limitan
a esperar en silencio que termine la hora.
Si la polémica lleva a la atomización del curso en pequeños grupos de discusión, el
resultado de tal intercambio lo llegan a conocer sólo los participantes porque resulta fácil
lograr que expresen una síntesis de las ideas allí expuestas. En general la mayoría mues-
tra dificultad en la expresión de las ideas en forma oral o escrita. Los adolescentes tienen
conciencia de tal dificultad pero pareciera que la moda “décontractée” se extiende a la
redacción, a la caligrafía y a la ortografía, porque en estas habilidades aparecen con sol-
tura errores que no se consideran importantes, ya que los adolescentes valoran sobre
todo el aspecto creativo de su trabajo y esperan que no se le dé importancia a aquello
que entienden es puramente formal. Una característica muy peculiar es que los alumnos
mantienen hacia sus profesores el uso del “usted”, a menos que éstos sean muy jóvenes
o propongan otro trato, pero tal modo les resulta claramente incómodo y se pierde con
facilidad, por ejemplo cuando relatan algo: “Vio, profesora, cuando uno va a un lugar, y
llegás y te dicen…”
El aprendizaje de conceptos abstractos es mal recibido. Más allá de que sea abso-
lutamente cierto que la escuela ha exagerado la enseñanza alejada del mundo circundan-
te, esta actitud parece tener más que ver con el concepto de “verso” aplicado en general
a todo tipo de teorizaciones. Sólo cuando el docente liga tales conocimientos a la realidad
inmediata es que los reciben no sólo con placer sino que consideran que así pueden utili-
Guillermo A. Obiols y
Silvia Di Segni de Obiols
∗
En Liberar la Adolescencia, postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz (Construcción y cambio), pp.
171-172.
Mtro. Mario Pérez Olvera 513
Dificultades en la comunicación∗
Guillermo A. Obiols y
Silvia Di Segni de Obiols
Entre las dificultades que se presentan al docente en el aula, tal como las vivimos
en la actualidad, hay dos componentes que tienen que ver más con las teorías de la co-
municación que con el aprendizaje en sí mismo. El primero de ellos es el señalado más
arriba como ruido. El murmullo permanente no deja que el mensaje llegue al receptor de
manera adecuada, reconstruye el discurso del docente y tampoco deja la mayor parte de
las veces oír las opiniones de los alumnos. Cuando se les pregunta a los mismos alumnos
el porqué de tal ruido, éstos pueden contestar que es producto de la falta de interés en lo
que se está considerando y que solamente cuando la clase logra llamarles la atención so-
breviene silencio o capacidad de escucha. La responsabilidad del docente es la de ser
más “llamativo” o seductor para cumplir su cometido, que compita eficientemente con los
medios masivos y su tecnología, lo cual parece ser una batalla perdida de antemano.
Desde los docentes que sufren las consecuencias, el ruido debería ser contenido discipli-
nariamente, es decir desde afuera de la relación docente-alumno. De hecho es difícil que
ningún reglamento escolar avale el ruido o murmullo constante dentro de la clase, pero
como el mismo no se constituye en una circunstancia aguda sino crónica, el resultado es
que no puede ser morigerado excepto por quienes adoptan una postura muy rígida en el
rol docente. En la medida en que se busque la participación de los alumnos sobrevendrá
el ruido y tal participación tendrá poco valor. El problema exige mantenerse en el estre-
cho desfiladero que existe entre los límites impuestos a la comunicación humana por la
existencia de interferencias en la misma y las teorías pedagógicas que no admiten límites
a la expresión de los adolescentes, teorías que ellos no han leído pero de las cuales son
expresivos defensores.
Un segundo punto importante relativo a la dificultad de la comunicación lo seña el
concepto de campo de experiencia. Para que haya comunicación debe haber un área
compartida entre el campo de experiencia que rodea a la fuente del mensaje y su decodi-
ficador y el campo de experiencia que rodea al destinatario y su decodificador. Se en-
tiende por campo de experiencia el conjunto de conocimientos de naturaleza cultural
aprehendidos a lo largo de la vida cotidiana que permiten a cada individuo determinar su
∗
En Liberar la Adolescencia, postmodernidad y escuela secundaria, Colombia, Kapelusz (Construcción y cambio), pp.
197-200.
Mtro. Mario Pérez Olvera 515
conducta en cada ocasión según sus propios conocimientos. Es obvio que entre un do-
cente adulto y un alumno adolescente habrá muchas diferencias en los campos de expe-
riencia, pero el modelo solamente exige que exista un área pequeña compartida como la
debe haber entre el mensaje enviado por un medio masivo y su audiencia para que el
mismo sea recibido. Lo que quizá ocurra en las condiciones de postmodernidad es que a
veces por razones de edad, otras por formaciones que han sido muy diferentes a lo largo
de pocos años, otras por dispersión de conocimientos que reciben diferentes individuos,
lo cierto es que el área de superposición parece haber disminuido demasiado dentro de la
escuela con la consecuente dificultad para que se produzca la comunicación. Se podrá in-
tentar adentrarse en el mundo adolescente como modo de ampliar el área común y esto
será esfuerzo del docente pero el resultado es de todas maneras parcial y esquivo en la
medida que tal información es luego elaborada desde vivencias muy diferentes. Quizá la
tarea sería más sencilla si desde los adolescentes hubiera también algún interés en achi-
car distancias, pero cuando la sociedad que los rodea ensalza sus campos de experiencia
difícilmente hagan esfuerzo por comprender otros no valorados. Una experiencia común
que se puede considerar aquí como ejemplo, es que a menudo algún alumno no entiende
un término utilizado, no técnico sino del lenguaje vulgar. Sin embargo no pregunta por
su significado y sólo al conversar con él o interrogarlo se llega a detectar tal falta en la
comunicación que puede llevarlo a errores importantes de aprendizaje. La falta de pre-
gunta no se debe a vergüenza o timidez sino a falta de motivación para incorporar códi-
gos distintos al propio, excepto que los mismos tengan alguna aplicación práctica.
Una segunda consideración narrativa, la historia imaginaria de una profesora de
francés nos servirá para plantear otros aspectos de la crisis de la escuela secundaria.