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Cantares: Nuevas vocea de la poeala chilena [texto

--
impreso]/ Raúl Zurita (Antologador)/. la ed. --Santiago
LOM Ediciones, 2004.
322 p.: 16x21 cm.- (Coleccibn Enhe Mares Poesía)

R.PI. : 142.457
ISBN : 956-282-6744

1. Poesías chilenaa 2. Zurita, Raúi (Antologador) 1. Serie

D e ~ e y: Ch861.- cdd 21
r : C229
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7.
~:ci"+~: Agencia CatdogrBfica Chilena
Cantares
Nuevas voces de la póecía chilena

Selección
LOM PALABRA DE LA LENGUA YAMANA QUE SIGNIFICA SOL

El 12 de junio de 1981, seis avionetas civiles en perfecta formación sobrevolaron las


comunas más populosas de Santiago dejando caer 400.000volantes. El texto decia:
"Cuando usted camina atravesando estos lugares y mira el cielo y bajo él las cumbres
nevadas, reconoce en este sitio el espacio de nuestras vidas: color piel morena,
estatura y lengua, pensamiento... Nosotros somos artistas, pero cada hombre que
trabaja en la ampliación, aunque sea mental, de sus espacios de vida es un artista".

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RAOLZURITA 1
Registro de Propiedad 1nteley:tuh N":142.457
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Dirige esta colección: Naín Nbmez

Motivo de la cubierta: "Ay Sudamerica". Realizacibn: CADA.


Fotografía: Patncia Saavedra, Chile, 1981.

Diseflo, Composición y Diagramación:


Editorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago
Fono: (56-2) 688 52 73 Fax: (56-2)696 63 88

impreso en los talleres de LOM


Maturana 9, Santiago
Fono: (56-2)672 22 36 F a : (56-2)673 09 15
web: www.lom.cl
e-mail: lom@lom.cl

En Buenos Aires Editores Independientesde Chik b . ~(ELIIN)


.
Parad 230, 1" piso, oficina N"12, Cap. Fed. ,
Fono: 541 1-43730980Fax: 5411-43734210
edinbaires@yahoo.com.ar
By.
-
impreso en Santiago de Chile.
Tres años, desentonando con su época,
luchó por resucitar el arte muerto
de la poesía; por mantener "lo sublime"
en su sentido antiguo.

Ezra Pound, de Cantares


Cantares, prólogo

Es la reiteración colectiva de los Cantares de Pound. Los nuevos


poetas chilenos nos conciernen porque la poesía ha sido el arte
mayor de Chile y su irrupción constituye uno de los hechos más
deslumbrantes de la literatura en castellano del siglo XX. Corno
suele suceder con las poesías nacionales poderosas, ella no surgió
corno resultado de un desarrollo calmo y continuo, sino que, al
contrario, a través de verdaderos terremotos, de cataclismos que
ponen en cuestión todo lo anterior. Así, en un lapso no mayor de
25 años en la primera mitad del siglo recién pasado y sin que
nada (ni una literatura, ni un pasado, ni una historia) las hiciesen
presagiar, aparecieron obras tan rotundas corno las de Gabriela
Mistral, Vicente Huidobro, Pablo y Winett de Rokha, Pablo
Neruda y más allá, Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva,
Eduardo Anguita. Cada uno de ellos realiza un gesto extremo:
levantar poéticas totales llevadas hasta el límite de sus
consecuencias, donde el mundo parece ser refundado
permanentemente. En los cincuenta, otra escritura radical: la
antipoesía de Nicanor Parra; junto con plantearse la antítesis de
las formas anteriores, reformula con un proyecto igualmente
extremo -la demolición del poema- el itinerario de lo hasta
entonces leído. Está claro que para toda literatura la patria es el
idioma, pero son también las señas de una globalización que
puede resultar arrasadora lo que hace que la particularidad de la
poesía escrita en Chile adquiera un fulgor a la vez dramático y
esplendente.

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Esa particularidad no es en sí explicable, pero quizás tiene
que ver con una constatación: Chile mucho antes de ser un país
fue un poema. Eso es lo que significa La Araucana de Alonso de
Ercilla. Ella nos señala en última instancia que, no se sabe si como
un atributo o como una tragedia, carecemos de otra historia que
no sea la historia de nuestra poesía. En todo caso, lo cierto es que
todo lo escrito en nuestra lengua con posterioridad al siglo de
oro y a la épica de Ercilla fue literalmente borrado y esto porque
hasta Rubén Darío nada hubo en el castellano de los últimos
trescientos cincuenta años, ningún autor, ningún poema, ninguna
obra que pueda explicar la gran poesía que emergió en
Latinoamérica y muy especialmente en este territorio.
Así alIado de César Vallejo, de Goytisolo y de Paz, obras como
Sonetos de la muerte de Gabriela Mistral, Canto del macho anciano
de Pablo de Rokha, Altazor de Vicente Huidobro, Residencia en
la tierra y Canto General de Pablo Neruda, Obra Gruesa de
Nicanor Parra, Venus en el pudridero de Eduardo Anguita y los
mayores poemas de Gonzalo Rojas (como su desollante
"Rimbaud"), representan algo de una magnitud que no puede
predecirse sencillamente porque nada existe en un idioma ni en
un ser humano que pueda contener siquiera la posibilidad de
que esas obras hayan sido escritas. Y sin embargo fueron escritas.
Esta poesía ha emergido así a través de esas irrupciones bruscas
durante períodos concretos de tiempo, que han afirmado de una
u otra manera lo que se puede entender por una tradición. La
nuestra pasa por las obras nombradas; sus antecedentes están
en otras literaturas y su continuidad no se produjo en la poesía
sino en la novela. Fueron los narradores: Rulfo, Carcía Márquez,
Lezama Lima, Cortázar, Carpentier, Vargas Llosa, Fuentes,
Donoso, Onetti, quienes sostuvieron la vastedad de ese aliento
inaugural, mientras que la mayoría de los poetas que surgieron en

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el mismo período se iban empequeñeciendo, se hacían cada vez
más privados, casi como si se acomplejaran. Es un asunto de escala:
así libros como Pedro Páramo, Cien años de soledad, Paradiso,
Rayuela, La casa verde y Terra Nostra, entre otros, se constituyeron
en los nuevos grandes referentes, en los nuevos cantos generales,
en los nuevos Trilce, evidenciándonos de paso que en la escritura,
que en la creación en general, no son infrecuentes las metamorfosis
y que a un movimiento pletórico en un campo le suceda un período
de empequeñecimiento y vacío.
Es lo que en general sucedió con la poesía latinoamericana
después de Nicanor Parra. Nada hace presagiar el nacimiento de
una obra nueva hasta que se está frente a ella y la constatación en
Chile de ese hecho se ha vuelto hoy impresionante. Hablaré
entonces de la irrupción en los últimos años de una poesía cuyos
autores no estaban contemplados. Mejor dicho, que surgen
cuando, de un modo mucho más visible que medio siglo atrás,
todo en la sociedad, en el mundo que vivimos, en la cultura, nos
está mostrando que la poesía es hoy un acto imposible. La
constatación es tajante: en el último tiempo ha irrumpido en
Chile un impresionante número de poetas cuya fuerza y
originalidad nos remiten, y prácticamente sin mediaciones, a la
fuerza y originalidad de los poetas inaugurales. Al menos por un
tiempo todo gran creador anula el porvenir y en cierto sentido
asesina a quienes debían continuarlos. En la poesía chilena ocurrió
exactamente eso. Se trata entonces de un corte fulminante y
nítido: ese tiempo ha tocado a su fin y los pocos y extraordinarios
poemas que surgieron en el intertanto (como el Chile que emerge
de la descollante poesía de José Ángel Cuevas o La Tirana de
Diego Maquieira) pueden ahora ser revisitados también como
anuncios. Lo que estos nuevos poetas han traído es una potencia
que se había perdido y una nueva certeza. No la certeza en un

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futuro que finalmente debía prevalecer, como en el Canto General
de Neruda, sino la certeza en la poesía precisamente en un mundo
insolidario, mercantiIista, que ha sentenciado la muerte del poema.
Es lo que muestra el poema Un panorama de Germán Carrasco
que abre esta antología que sigue luego el orden cronológico. Este
poema de su libro Calas es en sí una ética, un testimonio y una
denuncia, y Carrasco, junto a Javier Bello y Héctor Hernández
Monteemos, quizás los creadores más emblemáticos de hoy,
demarca el abismo que separa la poesía que ha emergido (y que
continúa emergiendo) de la anterior. Las estéticas y los discursos
son múltiples y la contundencia de sus voces recogen las líneas y
ecos más diversos. Las imitaciones acríticas a Nicanor Parra han
desaparecido y entre los referentes se destacan.los redescubiertos
autores de raíz metafísica o surrealista que habían sido
prematuramente cancelados, como Rosamel del Valle, Humberto
Díaz Casanueva, Ornar Cáceres y Eduardo Anguita, y entre las
posteriores se pueden citar junto a Maquieira y Cuevas, las
experiencias de arte público y político del grupo CADA, la escritura
límite de la novelística de Diamela Eltit (quien de una vez por todas
debe ser también leída desde la poesía y que está presente en poéticas
tan radicales como las de Héctor Hemández Montecinos, Paula
llabaca, Diego Rarnírez Yotros), la despersonalización de Juan Luis
Martínez y Gonzalo Millán (notoria en Gustavo Barrera y Gabriel
Silva), la poesía desafiante e iluminadora de Stella Díaz VarÍn y, en
alguno de ellos, los poemas de corte existencial de Enrique Lihn.
De nuevo vuelven a plantearse proyectos totales que implican un
riesgo sumo, integrando en un solo cuerpo la poesía en su forma
ortodoxa con la performance, el video, la música, la creación en red
y el poder omnipresente de la oralidad, corno si ser expuestas frente
a grandes públicos -al igual que en los conciertos rock- fuese
inseparable de su escritura.

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Por otra parte, la amplitud de experiencias, de situaciones y de
voces que abarcan es igualmente rotunda, como si por segunda vez
en un arco no mayor de quince años hubiese surgido un mundo
no antes escrito y que continúa expandiéndose en una generación
de poetas más jóvenes aún, casi adolescentes, como Macarena
Valenzuela, Alexia Caratazos, Luisa Rivera y Eduardo Cortés. Como
decíamos, los tonos son múltiples y van desde el desborde
alucinatorio y desgarrado de Javier Bello (cuyo Fulgor del vacío que
reúne su obra es uno de los libros de poesía más impresionantes de
nuestra época), del esplendor de los lenguajes de Cristián Gómez y
del experimentalismo convulsionante de Matria de Antonio Silva,
hasta la contención máxima, lacerada, de Tanatorio de Edmundo
Condon, de Thera de Kurt Folch y de los más hirientes poemas de
La enfermedad del dolor de Alejandra González.
Así encontramos desde la multiplicidad de registros: coloquiales,
cultos, jerguísticos, de Germán Carrasco (después de él se sigue el
orden cronológico) y, en sus antípodas, la poesía ortodoxamente
métrica de Rafael Rubio, quien al reocuparla la renueva otorgándole
una tonalidad no oída antes, primero lúdica, luego solemne,
finalmente desesperada corno en sus Elegías. Están los microrrelatos
de Andrés Anwandter y de Alejandro Zambra frente al que es quizás
el epitafio más desolado de una época: No durmió en Menphis de
Elizabeth Oria. Vemos el poder desacralizador de Aniversario y otros
poemas de Matías Rivas y las señales de un neorromanticismo en
Sol de acero de Rodrigo Rojas y en las recientes obras de David Bustos.
Están las alucinadas reformulaciones épicas (como en un Saint John
Perse inesperado) de Las extensiones de Carlos Baier y de Teseo en el
mar hacia Cartagena de Marcelo Guajardo, junto con la potencia de
la nueva crónica de Christian Forrnoso, de Juan Paulo Wirimilla y,
más cerca de Vallejo, el poema Reducciones de Cristián Cruz. Va
desde un lirismo del yo que asumiendo a Alejandra Pizamick

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roza la iluminación como en las notables Damsi Figueroa, Lila
Díaz y Rosario Concha, hasta la total despersonalización de Adornos
en el espacio vado de Gustavo Barrera y la reflexividad lógica de
Números del reo de Gabriel Silva. AlIado de las construcciones, de
raigambre metafísica como Tres bóvedas de Leonardo Sanhueza,
Escrito en Braille de Alejandra del Río y la estructura dramática,
coral, de Las metamorfosis de un animal sin paraíso de Julio Espinoza
Guerra, se encuentra la desfachatez irónica, rockera y finalmente
desolada de De amor y de balas y Pálida de Benjamín Aguayo.
Entre los más jóvenes, y en medio de una verdadera explosión
de nuevos autores, de nuevas formas y nuevos lenguajes que se
produce a partir del 2000, se puede -por ahora- citar la nueva
sentimentalidad (derrotada, urbana, conmovedora) de Gladys
González, los relatos epifánicos de Claudio Gaete, el luminoso
clasicismo de Carola Vesely y la textura onírica, casi fílrnica, de La
Insistencia de Carmen Garda; los experimentos visivos de D de
Walter Hilliger, la ferocidad jerguística, agónica y crítica de Bajezas
de Machu Picchu de Felipe Ruiz y de otro de los más contundentes
y remarcables libros de estos últimos años: El barrio de los niños
malos de Pablo Paredes. Al lado de ellos encontrarnos las
experiencias de un hibridismo textual llevado a sus consecuencias
extremas, orgiásticas y disolutorias en los deslumbrantes Diego
Ramírez Gajardo, Paula llabaca y Héctor Hemández Montecinos
(autor a los 23 años de tres libros que constituyen unas de las
escrituras más arriesgadas y lúcidas de hoy) y, en sus opuestos, la
poesía vanguardista, sorprendente, que retornando los ternas de
la pubertad, da cuenta de una nueva forma de la pureza (y del
poema) de Macarena Valenzuela, Alexia Caratazos y Luisa Rivera.
Como reanunciando el comienzo, el más joven de estos poetas,
Eduardo Fuentes, cierra esta antología devolviéndonos a un
panorama.

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Los 42 poetas incluidos representan una escritura urgente, de
hoy, de este momento, y las típicas coartadas estadísticas que se
argumentan para señalar que son muy pocos los que al final
sobreviven, no le resta un átomo a la absoluta concretud y
permanencia de cada uno de los poemas que aquí se reúnen. Al
mismo tiempo, hay en el conjunto ~n la cantidad de poetas
nuevos, en la contundencia de sus lenguajes, en la irrupción
definitiva de grandes poetas mujeres- algo que los sobrepasa,
un efecto total como si -lo señalábamos al comienzo-
colectivamente se estuviesen escribiendo otra vez los Cantares
de Ezra Pound. Es la razón del título de esta muestra. Ellos obligan
a remirar lo que se ha escrito desde Nicanor Parra hasta hoy
(cosa que para cierto establíshment literario parece resultar
aterrador) y entender que lo que está emergiendo es en definitiva
una era nueva de la que es muy poco lo que se puede vaticinar.
Nada existe, decíamos, en el Chile de hoy que pudiese favorecer
la aparición de estas obras y ellas sin embargo plenamente están
aquí, mostrándonos el centro de una profunda incomodidad,
de una extrañeza que lo social está hoy menos que nunca en
condiciones de responder porque sus sueños (como sus
pesadillas) no encuentran ni en la política, ni en la cultura, ni en
la economía, seres sociales que las encamen. Los poemas que
emergen -desollantes y desesperados, irremediablemente bellos-
están cumpliendo con el vaticinio de ver constituirse un mundo
que no se ha querido. Ellos representan la deserción del suicidio
(la pérdida de su aura), la travesía de un infierno mudo y sin
palabras (el Chile de hoy jamás podría pensarse a sí mismo como
un infierno) y nos muestra el nuevo sujeto que surge desde la
suspensión de lo social, o si se quiere, de la suspensión de lo
social tal como fue entendido en Latinoamérica hasta las
postrimerías del siglo XX.

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Así como Ercilla definió un poema que mucho después sería
un país, la poesía que aquí se está escribiendo nos traza el esbozo
de algo que inevitablemente será el mundo, es decir, nos traza el
itinerario de la nueva forma con que se entenderán los hombres
y por ende nombra una ciudad nueva. En síntesis: nombra algo
que emergerá, que no tiene otra posibilidad que la de emerger.
En uno de los poemas más superlativos de esta nueva saga: Baile
general de los niños, el joven poeta Diego Ramírez Gajardo le
responde al Canto General de Neruda con la imagen de una
resplandeciente noche, de un baile cuya alegría es proponemos
la construcción de un nuevo deseo y de una nueva ternura. Al
final -apelando a un sueño que es en sí un fu turo- le pide a la
historia general de Chile que aprenda a bailar con él. Ese es tal
vez el único sentido.

Raúl Zurita
Santiago, julio de 2002

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Notas sobre esta edición

La gran mayoría de los poetas que se incluyen han sido publicados,


sin embargo se encuentra también un número significativo de
poemas y -entre los más jóvenes- de autores inéditos de cuyos
trabajos me enteré por distintas vías: talleres, recitales, clases,
concursos donde he sido jurado o referencias de los mismos
incluidos. Si bien su punto de vista es distinto, ya existe la Antología
de la nueva poesía chilena de Francisco Véjar (Editorial Universitaria,
Santiago, 2001. 2d• ed. 2003), que tiene el mérito no menor de ser
la primera que reunió a muchos de estos nuevos autores. En lo
que respecta al extraordinario movimiento que comienza a darse
a conocer después del 2000, lo que se muestra aquí es
inevitablemente sesgado. Son muchos más, al respecto remito al
lector al artículo "Brevísimo panorama de la novísima poesía
chilenísima" de Héctor Hemández Montecinos, que se encuentra
en el sitio web de la revista Plagio (www.palgio.cl).
La irrupción masiva y casi simultánea de nuevos y grandes poetas
estableció de un modo tajante el corte que se inicia con los nacidos
a partir de 1970. Ellos representan una renovación y un vuelco
radical, sin embargo este rango deja afuera a algunos autores
nacidos en los sesenta que, a diferencia de la notable poesía de
origen mapuche antologada por Jaime Luis Huenún (LOM,
2003), no han tenido la fuerza colectiva ni probablemente los
canales que los nuevos jóvenes se han creado. Me refiero
concretamente a Guillermo Valenzuela (1961), Víctor Hugo Díaz
(1965) y Malú Urriola (1967). Sus obras son destacables y por
supuesto están completamente abiertas.

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Frente a él o ella me disculpo y no; las injusticias y las omisiones
son un combustible formidable para un artista verdadero. Su
obra sobrevivirá.
Germán Carrasco
Antonio Silva Fuentes
Kurt Folch
Chrisfian Formoso
Matías Rivas
Cristián Gómez
Rodrigo Rojas
Carlos Baier
Javier Bello
David Bustos
Alejandra del Río
Juan Paulo Wrimilla
Cristián Cruz
Leonardo Sanhueza
Gabriel Silva
Andrés Anwandter
Julio Espinoza Guewa
Elizabeth Oria
Gustavo Barrera
Edmundo Condon
Lila Díaz
Rafael Rubio
Alejandro Zambra
Damsi Figueroa
Alejandra González
Benjamín Aguayo
Marcelo Guajardo
Rosario Concha
Claudio Gaete
Paula llabaca
Carmen García
Héctor Hemández Montecinos
Felipe Ruiz
Carola Vesely
Gladys González
Walter Hilliger
Pablo Paredes
Diego Ramírez Gajardo
Macarena Valenzuela
Alexia Caratazos
Luisa Rivera
Eduardo Fuentes
Un panorama

se supone que ya estaban asimilados los dos o tres o cien


paradigmas que habían forjado el lenguaje de la tribu
"y luego de los de la generación del cincuenta no hay
absolutamente nada
o hay en definitiva pura mierda"
-afirmaban algunos.
Bien.

En las dos últimas décadas del siglo


algunos estériles ponys del sesenta
ya empezaban a cabalgar trabajosamente
por las verdes y plácidas praderas del establishment;
los niños en la plaza de provincia
-primer endecasílabo de un poema lárico-
miraban
y maldecían su condición pueblerina pero con un dejo
de nostalgia
las crines y ojos opacos de esas bestias enanas
que parecían simbolizar una suerte de cretinismo,
falta de aliento, estreñimiento,
sin mencionar subvenciones y repartijas:

-Tú no escribes tus palabras para cuatro personas


sino para ponerte en cuatro por prebendas.
Oh, mundo, lo siento por todos.

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Siempre hay algo, sin embargo, en las ferias persas
de la mente, en las bodegas:
primeras ediciones
de tu memoria para conectarte con los años,
el canal seco con todos sus residuos,

Juguetes mutilados,
reyes sin cabeza de un ajedrez de lapislázuli,
o la biblioteca, souvenirs y un monóculo
de una aristócrata en decadencia o muerto
(muerto, dije).

Por lo demás, entre todos escribimos el libro

y quizá la Doralisa hecha pedazos por el tren de Miranda


Casanova
sea una buena metáfora: el poeta intenta
reensamblar a la musa con la memoria
o crear seres extraños en su laboratorio.

Ay, Jullán,
es que lucimos tan ridículos
al trasladar un pony de aserrin embalsamado
en las micros en las plazas donde nadie
se toma siquiera una fotografía.
Yo creo que así debe ver la sociedad
a los
dementes
que escriben
COSAS.

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Algunos reemplazaron a los ponys
zampándose unos ladrillos ilegibles
tratando de enderezar signos de interrogación
forjados en acero.
Otros adoptaban las guarradas americanas
del realismo sucio o la contracultura que llegaban
con años de retraso al correo
de Nueva Quillahue y Nueva Barrancas
y había quien confundía la escritura
con el nuevo testamento, o el antiguo.
No faltaba al que se le desordenaba el engominado
gritando que había que volver a la bodega
donde se desgranan las habas y frijoles de la métrica. No hubo
fusión de lo elegante y lo demótico.
Nunca una mezcla de ideas clases estilos sexos.
En el país de las patotas,
el huacho se muere de hambre.
Así, nos dedicamos a vender nuestro elixir,
nuestro muday o champagne
como malos de la cabeza.

y si hay tantas maneras, quisiera mezclarlas en un cóctel


para ver qué pasa contigo, Rita Consuelo,
amante de cualquier trago nuevo con burbujas y colores extraños
como la fascinante Sodoma en cuyos postigos te quitas la ropa
entre entusiasmada e hipnótica.

De un momento a otro a varios nos dio por escribir


acerca del problema de escribir,
la culpa de escribir, la escritura misma
o el placer de las huellas digitales al barajar un libro.

21
Ruby, de hecho, se aburría como otra en los recitales;
yo, ingenuamente, para compensar, le escribía de amor
y le mostraba daguerrotipos de Santiago.

Las palabras son causa


de prejuicios y escrúpulos:
es lo único que puedo sostener
¿qué se hace con los prejuicios, Julián?
¿Se los vomita? ¿Se los describe en forma fria y científica? ¿Se los
sublima?

Las palabras son síntomas del estado actual de cosas,


para hacer un diagnóstico antropológico o cultural, si te parece,
más no por eso hay que olvidar su calidad
de abrigo, digo yo
(búscate un lenguaje que te abrigue -me decía-
pero a veces el lenguaje que abrigaba
estaba lleno de pérdidas feroces,
muertos por alcoholo balas
desparramados en las escaleras).

El canto debe hacer surf


en el oleaje de la mente.

El poema camina por una cuerda floja


en un circo que no cumple con las mínimas
medidas de seguridad.

G.c.

22
Antonio Silva
(1970)

Matria
la óperafue ensayada día y noche, una pieza sentimental para los
comensales
una pequeña ventanita de cholguán y visillo color muerto permite al
lectorfisgonear -y por qué no reír de la india travestida de selva
lírica.

Yo no elegí el operático decorado de la cordillera


pero
pinté de sal y rosa los Andes
para contemplar en él, el blancor de una patria,
Me vestí con los atavíos de mi madre.
Me saqué los ojos para nombrar
Edipa santificada de coronas
En la ceguera vi a la india que cuelga de mis vértebras,
loca que ejercita en mapuñol
el celular corro de las soledades.
¿Cómo comprender el pajaral canto de tu boca en el níveo
anonimato de las palabras?
¿A quién preguntarle por el sur o el norte?
He inventado una patria para los despatriados,
mi pequeña Ítaca, mi futura lengua
Para el ignoto fulgor que vibra en ventanas tapiadas,
Para el hechizo que una mujer despliega en la finitud de las tiendas
Para la carcajada cesante en la fugacidad de un atardecer alcohólico
en un tempo áfono y áfasico

23
Para el cuenco donde las cosas caen y
donde cada sentido riza la concavidad de un cuerpo
Para la pequeña distancia de tus huesos
que imita un futuro día blanco Blanco
de mi memoria
Para el espeja! gesto de tu mano
en la trenza de la selva
Para la disposición de lo bello;
el oxígeno de tu boca sobre
el pelaje de mis dedos
Para tu cabeza india

Ramera Amancebada de sol Azteca


Ona Maya Zapoteca araucanita
Quechua Aimará Naguatl
De sangre mi vestido jamás americana
Huk Indiapa Minueto
Trompanne Gapachacun Tzay Ichisaj Selvapita Uchkunkaj

24
Toda bandera es un río de sangre

S.tella.díazvarín
Una patria
De la mano de un poeta
junto a las aves de la noche,
hacia el quejumbroso amanecer de una lagartija
hacia el diestro y manco de un corazón:
el luminoso Santiago su cojera su música;
una droga espiritual, indecorosa.

Un lunar paseo en la noche zalamera


De tu viaje y el mío, amor mío; sombra y pluma
Dejas caer una liendre de plata
Instalas tu dedo en una nube de moscas
donde las alas son puertas y ventanas.

Tú y mi guaipe; cosmetóloga de una derrota


en esta pretensión de viaje
Humedece el futuro en la boca de un muchacho
y no toques al que canta.

Eres una ruina de aromas y amores en el incendiado pasillo de una


patria
Una india violentada por una ciudad de balcones y alamedas
Por las uñas de Santiago Por los muslos de España
Por el glande de Santiago Por el ombligo de España
Por las caderas, las arterias, el hígado
y la bronquial de un relato
pista y dorsal.

25
Dónde está tu casa
Dónde están tus pájaros de polen
Dónde está tu foto, tal vez en aquella vitrina pintada en la orfandad
de una calle.

Subir por la dorsal


Bajar por la hipófisis
periferia de tu canto.

26
La insignificancia del gesto
1
Como una noviezuela
en la nocturna soledad de una plaza,
el amor se peina en una silla
calzones raídos y zapatos de polvo de diamantes
dejan oír el musiqueo de una campesina.

Se ve en las bocas y en las camas


en los luminosos en las líneas de una mano en las iglesias
en la guerra y en la paz en las vitrinas de moda en la luz de una
primavera
en la pestaña de una avispa en el párpado de un ciego
en la confección de un vestuario en una mesa junto a un río
en el anillo de muerte de tu madre en una pistola equilibrada en
las agujetas del sol
en la inmaculada corona de un travestí
en el museal laberinto de un supermercado
en una plaza imitando la sonrisa de los solitarios
en un baño público en una mínima teleserie
en la mirada de una pobladora
en el arete del marica que mira en pizca
o en el destello de una gota al final de una rama
o el agujero en el corazón de un niño Afgano
en la cojera del sol sobre la paz de un día de campo
en el trayecto de una lengua
o en una ciudad pintada sobre la piel de la sama.

El amor contempla su gesto, su insignificancia


El amor es un nicho sin tapa ni nombre.

27
II
Una partícula de amor:

Que es un pájaro una amatista un fonema una cajita musical


un prendedor la saliva de tu madre un armonio un adaggio
en la piel de tu enamorado un rojo cardenal en el hilo muerto
de tus una pérgola un disfraz una guirnalda en
el atardecer de un verano

(el clímax desvanece el decorado y como en una ópera China, te


entregas a lo misterioso)

En la mendiga flor que no amamos en kundalini y la antigua


esperanza en la cascada matinal en la androginia en la ceguera
de tu canto

(sÍ, increscendo)

en un film de Godard o Antonioni


en un jacarandá iluminado por un hombre
en Juana Iris la matria la huérfana y los milagros
en el oro seminal de un jovenzuelo
en tu culo herido
en tus partos
en la blanca música de una morgue
en la transubstanciación del arte (manicure, cosmética y
pincelaje)
en la pobreza espiritual
en un corazón donde he cavado la tumba de mi padre
mi madre

28
He aquí mi signo
He aquí mi diamante invertido

Nota: Luego de etílico trance caes desmayada sobre un ramillete de


soldados. La iris no puede explicar que su corazón ha muerto.

& Cuando un hombre penetra a una mujer -dicen los bellacos-


forma una cruz.
& cuando un hombre penetra a otro hombre -dice tu padre-
diseña la inversión de una cruz
& cuando una mujer frota su espejuelo con otro espejuelo -dicen
las Erinnias- se hechiza
a sí misma y piensa en la geometría de una cruz

penetrar y ser penetrado -digo-


es la ley del universo....

29
Lingual
Liada en el límite de un lunar venusto
Lees el lupanar latido de tu nombre
Lacrada y loca haces de tu voz un
Látex lingual en el rosal de las vocales

La carcajada de limo en la verga de la noche


Libélula lustrosa; simulacro en el muecal
Jacinto de tu padre
Levitante lanar de liendres, orquídea nefasta
en el ulular de tus miembros, en el
Linceo parpadeo; silbico orinal de los hombres
Labialligoso de tu cuello, aljofares que hacen de tu boca
una cueva de deseos

Lengua perdida en el luminoso letral de un Chile


que deviene
Lágrima, pene y herida.

3D
digamos que eran estúpidas y feas; albinas y ojerosas -unas
Venus del siglo V- Todas ellas las niñas de la moda. En
Juana Iris despertaba una protagónica y pasarela fantasía,
mas en la temporera el óseo crujido de sus pómulos daba
al programa de variedades una lúdica combinación de
reality show y documental sudaca.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&k&&&&&&&&&&&&&&k&&&&
& (Vestuario) &
&&&&&&&k&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
esta higuera que da ciruelas

Confeccionas un vestuario
Una manta para la niña
Que atraviesa el prostibular
Corazón en busca de un padre.

Hilvanas un idioma, cantatriz de los ríos y la sangre


Cantatriz de todas las palabras que temen los hombres.

Ve a pintar la sombra de tu lengua en la orfandad del mediodía


Ve a oír el himno que gorjea en los aretes del verano
y toma cada risa herbal como signo de un futuro viaje.

Escribe el nombre que te dio la patria;


Aquella vocal bastarda -piel lodo ayes-
y bella
decapita
el nombre de tu Padre.

(de Matria)

31
Kurt Folch
(1970)

Víctor Otto Maass


La tierra, no
el cielo, oscurece.

Mi madre
entierra a su padre: el rostro
huesudo: mejillas de piel
y pulpa de blanco higo
reblandecido. (No

quiero verlo, pero lo veo


tieso en una sala lateral
de la parroquia con
su mejor camisa y
sin placa).

Asistido

por sus cuatro hijos


(dos hombres, dos mujeres
mal avenidos) y nietos
bajará a tierra.

Mi madre
lamenta la pobreza de los oficios,

32
la lejanía del campo santo (no
tener un auto) y la constante
odiosidad de los hermanos
en medio del crudo frío
(onda polar) en que fue

a morir don Víctor Otto Maass

-se acabó la claridad


de ese silencio, el pan
de miel, la sombra
del parrón y la gata.-

Mi madre
es un muñón de pena sola
que mira la tierra (no
el cielo) oscurecida ya
por los cuatro costados.

33
Los amantes

El animal fue sacrificado.

y sonó (por el viento) clara


una campana de aire -al azar
extendió sus notas (de pueblo

fantasma) bajo el parrón

donde se molía el verano


que precede los últimos oficios-:

Cayó

La sangre llenando los tiestos


profundos hasta desbordarlos.

El rostro

separado del resto fue lavado


y llevado después

dócilmente

vadeando charcos de luz


entre ramas de níspero y limonero

como una criatura.

34
El resto fue cuestión de simple oficio:
practicar una incisión, repartir, comer.

Dejar las sobras para los perros.

35
Mampostería
Herencia
de la lluvia: tierra negra y charcos;
nuestro pesado sueño de toda la mañana,
el tibio vaho de las bestias que sube
desde el horizonte: ánforas de silencio
y escudillas para recoger el tierno légamo
de las lágrimas: el corazón puesto a orear
al fondo de la noche.

Uno a uno
y silenciosos, aparecemos de pie
o sentados en el mimbre del corredor,
entre pilares podridos; empuñando
tazas picadas o vasos neblinosos
de baja por algún pariente cuyo lema es: todo
sirve, nada se bota;
o leyendo una página de diario
extendida en el suelo. Anoche,

la sombra de un árbol

a medio florecer alcanzó tu cuerpo


(algo terso entre encalada mampostería ruinosa)

a la luz de un fósforo. Abrevé.

El viento rizó la extensión de las aguas,


sacudió los latones del techo, la madera
de puertas y ventanas. La escarcha se elevó

36
algunos centímetros sobre el suelo. Fue necesario

(a hora prudente) salir a buscar

forraje, flores, sal


de la tierra muerta.
(de Thera)

37
Christian Formoso
(1971)

América a 35.788 km. de altura


Tu nombre arrojado fuera
de la órbita terrestre un puño
en la casa de la ira del niño
rojo de muerto de sed de muerto
de ganas de comer lo resbaloso.

Blanda temperatura y la sangre


blanda rigidez de la espada
que levanta a se morir en blanda agua.

Lo conocemos todo
en la hora del golpe, todo señor
del fuego la tierra allá en su frío
también ardió un pelaje
de agua y un no y una hembra.

Tu nombre visto como América a 35.788 km.


de altura en el frío después de tanta sangre, tanto
te llevo, calor de fricción, de aullar
como vaciada la cabeza de estrellas
como un río arrastra su montaña
aullando, hasta la costa.

38
Leonardo Garda
t 28 - ID - 1953
La raza, la especie, la miseria
el poder que bajó de los árboles
de ramas hice mi aburrimiento
lo feroz a una hora aún ahora.

Todos saben
todos llevan hace tanto
el corazón por los suelos.

Oh, lengua destructora


ni poesía, mi dios
no creo nada.

Moriría, para ensuciar el mundo.

39
Ángel Gómez
t 20 - X - 1986
Del hueso huye la carne
y el agua huye del hueso.

Mi madre servía la sopa de días friolentos


lavaba mi sombra las tardes de escuela
caía yo en fiebre y temblaba.

De mis ropas huía mi alma.

Cómo odiaba las quijadas en el patio.


Así, pensaba, será un día mi madre
y caía la quijada sola
sobre el frío de mis pies terrestres.

Ahora entiendo los pobres huesos


la tibia, alfileres duros
como piedras que rugen.

Porque los huesos duran algo más en tierra


alejados del hombre
que cosa que toca
se pudre, mi dios.

(de Estaciones cercanas al sueño)

40
Juan Manrique, soldado, natural de Medina de Rioseco
Aúllo para huir del horizonte, del tiempo del hijo melancólico
como una piedra marchita, del tiempo herido por su premeditada
derrota, arrojado a esta orilla por una vieja ola, y permanezco ciego
y atento a la marea, a escuchar el lamento de gaviotas y el vuelo
plácido del viento, perdidamente ensimismado y envejeciendo,
perdido entre las hojas mortales de la esperanza, sin ánima ni aura,
sin destino, muriendo entre las fauces de un minuto sin tregua.
De tal modo me levanto, me retracto de mis días y mis noches,
rodeado de animales y fantasmas. Y paso entre unas pocas mujeres
intocables, y entre niños llorosos y municiones herrumbrosas. Y
caen a mis pies las estaciones diariamente, en la tregua del sol
descolorido, y caen señales tan llenas de despojos, entre grandes
rocas y sobre acantilados, como alas empapadas, a morir entre las
piedras. Y así por cada piedra, eternidad partida ahogada en una
gota; resplandeciente hijo de la brecha y la conciencia. Voy con la
sangre hundida en mis escombros, y una hembra ardiendo en
cada dedo de la noche, con resistencia y furia respiro mi esperanza,
y me devora el corazón este desastre.
Así, de cuando en cuando, voy donde llaman mi alma compartida,
y me dibujo una palabra en la mejilla, en mi cadáver donde brota el
manantial de la verdad. Porque quiero ser herido por mi forma
desmembrada, por mi seca victoria sobre el tiempo de los dioses.
Yo quiero recordar la medida de mi estrella tendido sobre el duro
despertar de mi ceniza. De pie, llorando sobre el aire endurecido,
en la ausente, en la cansada presencia de lo eterno, callando la
sentencia que se lleva la raíz al imperio de la noche. Yo desciendo a
los rastros más oscuros, a mi huella ante el pie del adversario, ante
el tiempo soñoliento y enfundado en la rueda de los cielos ateridos.
Yo bebo de mi copa polvareda y maldigo cada tarde de esta tierra, y
me recreo en las olas transitorias y el tranquilo destronar de funerales.
En mi vestido hay un recuerdo transformado: un hijo de la nieve,
callado por venganza, blandiendo un arcabuz como una estrella.

41
Juan Martín, soldado, natural de Estepa
Estos navíos me han devorado la lengua, con su disparo rojo en
la cabeza de los mares, en las banderas que sisaron mis nombres
y les ahogaron sin piedad entre sus barcos, con una vela quebrada
en un oasis marino, con oraciones mortuorias y legiones
mortuorias, con la ciencia de la estrella perdida que yo amaba.
Yo era una rama entre los ríos de mi patria, y me vestía con el
agua de sus rastros, con el follaje de la brisa perfumada, con la
humedad de un cielo de raíces. Y pasaba entre otros con orgullo,
con pabellones de hermosas rendidas en la noche y una mirada
de fuego entre los labios. Porque se hacía más grande en mí la
sangre, más fuerte en cada copa de la aurora, más dura en la
montaña de mis ojos, con tranco de guerrero y residencia. Más
no pedía oír y no escuchaba.
Entonces vine a dar con los navíos, por dar un pie emedado en
la marea, por dar con otras bocas en los mares y en islas donde el
sol se hace mujer.
Yo sería capitán en la derrota, pero un señuelo seco me llamaba,
haciendo a mi medida la fosa de la tierra, haciendo un reguero
de cenizas y de lágrimas.
Yo caminé entre jarcias mucho antes de ver el fondo de los mares,
y levanté el pendón de la batalla y de los besos, y una substancia
de roca corrió en mis venas al entrar en otra sangre: Yo imité los
ríos perdiéndose en la mar.
Tan cierta y natural fue mi cobija, que nada mortal me parecía,
hasta que vine a dar con los navíos. Así me despojaron de mi lengua,
la llevaron peces río arriba, en la geografía blanca de su especie,
hasta dar con la boca de la muerte, por donde ahora hablo.

42
Dos mujeres cercadas por la tarde
1
-Oh dios, levanta mi cabeza sumergida en este ancho caminar de
los abismos. Demonios me han vencido, me han traído su correa
de lamento, de fuego alimentado con sangre, hecho pálido desvelo
en la llama de una promesa impura, escondida como ando y
temblando, entre los árboles, escondiendo mi pecho sediento. Y
le doy agua con su boca de mañana, y le doy de comer con su
mano escondida en lo hondo de las hojas, en la suya madera
húmeda del bosque que recibe mi mancha como una hora de
crepúsculo en su guante emojecido, en mi boca emojecida, con
las paredes echando aire por hablar sin boca ni denuncia. Es todo
lo que doy de mí estas noches, tendida a su lado como un río de
calores y de sombras transformadas. No tengo otra esperanza más
que ver, este día llegando hasta la noche.

11
Hijo, mío amado hijo de piedra, esta cárcel de tierra me aleja de
tu mano echada en la marea, de tu voz que viene a cerrar mi
sangramiento, estoy lavando tu nombre y disputándolo a los
muertos. Y ahí va -dicen los otros- mostrando mi mortaja, mi
resto coagulado de alegría. Pero dolor, promesa de mi gozo, aire
de mi lecho abandonado y taciturno, ¿qué cortó tu respiro,
hundido en la espesura de la muerte y de este bosque, ahogado
en la rompiente de mi llanto? Yo habría andado por ti hasta las
horas más frías, y habría hecho por ti una nave feliz yendo a
otras estaturas. Mas ya no puedo estarme quieta, tranquila entre
el desvelo y la luz muerta, sabiendo que te llamo y por respuesta
hay un coro de palabras no dichas y enterradas, que no tengo
otra esperanza más que ver, este día llegando hasta la noche.

43
El sol baja sangrando a la cabeza de mi madre
veo que el sol
baja sangrando a la cabeza de mi madre
y su cabeza es un patio
y la cabeza ensangrentada del sur

la mañana saluda con su mano recién desenterrada


mi madre, con el sombrero mojado del alba

en la cocina la ventana despedaza el horizonte


yo hija amada mordisqueo un mendrugo
yo hija abandono la cabeza de mi madre
me desconcierta el vuelo veloz de una mosca

la mañana saluda con la mano de mi madre


recién enterrada
renaciendo

(de Puerto de Hambre, inédito)

44
Matías Rivas
(1971)

Absolución
Ególatra de posesiones considerables y buena familia
se ofrece hoy, en cuerpo y alma, sin más compasión
hacia sí, que esa que puedan otorgarle sus ilustres
colegas, a ser fustigado severamente con palabras y
actos por ramplonería y mala leche inexpugnable.
Desearía, incluso, que se llevase a cabo en su contra
un juicio por vanidad, mal olor y robo de planes ajenos.
y de esta manera limpiar los obscuros rastros
que deja su cabeza en la almohada
durante las noches donde esparce
su dormir. Está dispuesto también,
si sus amigos se lo piden, a hacerse ver
por los famosos sicólogos, el doctor Strachey
y el eminente Mister Joshua Baretti.
Encontrando posiblemente en el tratamiento de análisis
algún salvoconducto para sus pérdidas
y desvarío con las damas,
cuya posesión le obsesiona
hasta las más aberrantes elucubraciones.
Las que incluyen: el asesinato de pobres,
la traición a la familia
y, sobre todo, un gusto meloso en la lengua
después de perseguir niñas arias por las calles.
Ruega paciencia con su vida
y decisión a la hora de actuar.

45
Señora Gabriela Mistral
Su piedad piadosa de virgen violada,
de reina de los afligidos y madre de leche roja,
escasa como densa, señora de pocos aspavientos,
nadie le va a negar el lugar suyo en la corte de
los presumidos señores de la lengua.
Aunque se derramaran hordas de ira contra
su gusto a clavo muerto y se encendieran piras
con sus libros, sería sólo por vemos reflejados
en el espejo infeliz de un niño mordiendo
su propia mano.
Nadie se espanta, sin embargo, con las cascadas
de letras que aterran el decir.
Nadie sumerge su cara en el agua quebrada
de su lirismo de veguina del Siglo de Oro.
Señora, usted, que masca la lengua de llanto
y reza en acaloradas iglesias plegarias de viva,
disculpe la torpeza de los alcaldes y del mundo
cultural; usted ya no es una estatua, su gusto
a nada parecido es el sostén de los peñones
más duros de nuestro idioma. Una vieja para Chile,
qué honor.

46
Para una nínfula irreductible
Ardilla pulcra y manipuladora
se hace llamar niña. Enciende y apaga
su vida a caprichos y argucias vergonzantes;
finge taquicardia y pena negra en el espíritu
y los hace patentes con lágrimas
y gritos sexualizados.
Es difícil escapar intacto al verla dormir
porque desnuda
desnuda su cama y su mente frente
a los ojos de sus preceptores. Inocencia
febril, regaña su madre. Dolores
de cabeza y testículos argumentan sus
admiradores en el parque.
Al parecer, todo y nada la hace feliz:
un burro podría llevársela a un internado
de degeneraditas y enseñarle normas
un tanto menos singulares
que las que practica para torturar a sus abuelos
con calculados e histéricos gemidos.

Una niña preciosa,


jugosa en su jumper apretado.

(de Aniversario y otros poemas)

47
Cristián Gómez
(1971)

Ultramar
(El relato final de Marlow o tres sonetos negros y blancos)
La flor del cerezo
a punto de caer y desprenderse
es un guerrero
apunto de caerse y perecer
Que bien visto, do la marea se estremece
i las olas maldicen nuestra gracia
i trazan mapas los alarifes
como si el mar se domase trazando algún futuro
que por supuesto ya no nos espera
no, por lo menos, aquí en medio
de todo i de nada i de nadie,
carentes entonces buscamos un guerrero
de los de lanza en astillero, adarga antigua
rocín flaco i galgo corredor
como pocos valeroso i llegue
a la tierra do la marea se estremece
(la tierra a la que víne no tiene primavera)
donde los poetas ya no pueden
o no saben, o no quieren
ver lo que ellos vieron
profanos, sagrados í corrompidos
alli en el territorio de los pocos
alli debajo de las aguas

48
do la marea se estremece
i un guerrero ha cometido
(acometido: mi seria miseria)
la peor de sus locuras
dejándose morir por otras manos
que no las de la melancolía.
No quiso oír el canto de los tripulantes.
No quiso enviar una carta que no leería nadie
(nadie lee cartas que no se envían), no quiso
estar enfermo i aislado en su pena, aguardando
cada día por la muerte.
No dejó de vagabundear
Sin dar un paso más allá de la cerca de su casa
Do la marea se estremece y una muchacha
Joven, por escasísimos denarios
Acortaría sus distancias con el cielo:
En la genealogía de los dioses

No era materia de poco interés


Esto de haber descubierto un nuevo
Fundamento: el barro, de barro
Se hizo el hombre, nada sabemos de la mujer.
a de maíz, o de piedra, o de sol:
Lo importante es que ella
Tiene el bonito defecto
De comprender un poco mis versos.
Un joven, hermoso, llama su atención:
Decide seguirlo, sabe que está condenado
Lo abuchean en su estreno, pero el mar
Sí que lo espera. El mar, el mar:
La linea de sombra.
Ymás allá.
(Inédito)

49
El cielo protector
(albada)
Mancharemos un poco más las sábanas de ese motel de sábanas
manchadas y camareras que fisgonean más por oficio que
indiscreción y se divierten con lo que ellas creen es una máscara
de cerdo al ver mi rostro contraído al iniciar mis oraciones de
espalda y de rodillas con tal de que no se vengan abajo las
catedrales i tú no salgas corriendo violentamente y sin aviso antes
de que se avecine el alba: aún no ha despuntado el día en que
tengamos que hacer los papeles tú el de una perdida en el
desierto, yo el de un poeta con rumbo o sin rumbo pero alejado:
sin saber muy bien de qué pero alejado, distante de no haber otro
destino o un camarote con las sábanas manchadas al cual llegar.
Haremos nuestro el tópico del viajero inmóvil: y no me dejaré
vencer por una sospechosa inclinación hacia la nostalgia y no
pasaré por la puerta del edificio donde vives y no se me agolparán
los recuerdos que no me atreveré a calificar de felices e
imborrables: desde la azotea distinguimos con precisión de
anatomistas el rostro de las constelaciones: pero ninguna tuvo las
respuestas: que en otras circunstancias hubiéramos esgrimido
ante el rigor de los censores: hoy, sin embargo, están de nuestra
parte y escogeremos el peor de los poemas de un romanticismo
decimonónico y provinciano como el nuestro para interpretarlo
como si fuera una canción de amor más bien piadosa y apegada
con orteguiana tristeza a las circunstancias: los mismos
transeúntes habitualmente parcos y temerosos dejarán de mirar
para el lado cuando nos acerquemos a entregarles como si
estuviéramos en la mitad de mil novecientos sesenta y ocho este
riguroso montón de flores plásticas: paraísos naturales y
artificiales que en ese momento del crepúsculo del amanecer o de
la noche (cuando amanezca ya te habrás ido) estarán como este
cielo de pacotilla al alcance de tus manos.
(de Pie quebrado)

50
Versus
(tándem)

A orillas del hombre, el mar. Viene a ovillarse


a mis pies como un gato de pelaje blanco y hogareño
insinuando cierta familiaridad a menudo engañosa y artera
("En esta época llena de desfallecimientos y omisiones...").
A mis pies la basura desperdigada sobre la arena, los restos
de una noche vasta y sin consecuencias como la vida. Del
inventario lo más rescatable son un par de condones sin usar y
las quejas que aún se escuchan del amante y sus frustraciones:
yo también he ideado escenas similares tanto en su confección
como en su fracaso: lo más cerca que estuvimos fue al leer el
Tercer movimiento: affectuoso (Agua que no has de beber,
Cisneros, 1971: año de mi nacimiento). Pero de eso ya nada
queda -ni un poeta para dar testimonio ni la crónica de los
pobres amantes dispuestos a lanzar una moneda y dejarle la
toma de las decisiones a la cara o al sello que disponga la
fortuna: (" .. .la toma de situación y de conciencia es ineludible
(...) Creemos impostergable el deber de expresar las
circunstancias presentes sin contemplaciones..."). Pero
el mar sigue aquí: va y viene haciendo gala de la lealtad de
un arrepentido: en esta orilla se han declamado los para
siempre y te lo juro que hayan sido o no hayan sido
innecesarios: el orden de los factores nunca altera el
producto: posteriores arrepentimientos i deslealtades
pasarán a beneficio del inventario; bueno sería y
beneficioso para nosotros el que la próxima partida
de solitario la jugáramos como una cuestión de vida o
muerte, limpieza para el alma, halterofobia para el espíritu
("A nosotros nos fue dada una catástrofe para poetizar (... ) La
poesía mal denominada social fue practicada hasta la fatiga por

51
una ruma de histéricos insustanciales, perdidos en gritos
inconsecuentes", "...su tenaz hermetismo y su vuelta a las
formas clásicas no tiene ninguna justificación. Sin embargo no
hay tampoco ninguna justificación histórica para su retomo a
las fuentes españolas"). Allá al fondo viene un par de
adolescentes como si fueran una declaración de
independencia. Y qué puede hacer el mar con ellos. Y qué
puedo hacer yo con ellos. Y la arena, y el viento (" ...perdidos
en el círculo de la problemática burguesa, oscilando dentro de
un intelectualismo helado y estéril"). Cuando pasan por mi
lado me preguntan la hora ("Frente a esto nosotros
proponemos una poesía viviente. Y una orgía de trabajo para la
labor poética") y ni siquiera se detienen a oír mi respuesta.

J. Pimentel, C. Gómez O., J. Ramírez Ruiz


(1970-2001, Lima/Santiago)

52
La pregunta de los cuervos
Más de alguna vez nos echaron de la fiesta
y no era el momento ni el lugar oportuno
para darle las disculpas del caso
a un dios que brillaba por su ausencia

(de haberlo confundido


con el hombre que vendía lupas por la calle
te habrías puesto a ver pasar el mundo
como pasa el cadáver de tu enemigo
justo por delante de tu puerta)

yen ese caso cuantas son las sombras


necesarias para sacar un saldo a favor
en el regateo innecesario de los amantes:

-la casa queda para ti, pero yo los tengo todo el fin de semana.

-Fotografías que la Modotti hubiera envidiado:


de las graderías vacías de un estadio en Chapultepec,
de los paseos peatonales de los que una revolución

53
se hubiera enorgullecido ~ables de alta tensión,
grúas, sobre todo las grúas y las herramientas
sobre todo los mismos rostros de siempre que
operan y manejan y cargan y utilizan las grúas y las herramientas
y seguirán siendo siempre los mismos rostros de siempre:
gente (como nosotros) ensayando lo que ante el obturador
no se sabe exactamente si es o no es una despedida.

y además: déjame con el sol, es la última metáfora


en que incluyo al mismo tiempo el afán de aparecer
y desaparecer como parte de una misma rutina
donde público y artista conocen de antemano
tanto el principio como el final y se encuentran
sin embargo con la obligación de festejarla:

déjame con el viento


que desordena las cortinas del ventanal
abierto y a la espera de que algún día
el nombre no coincida necesariamente con la cosa:
entonces podré llamarte amor mío, rostro,

pródiga, verbo.

No será necesariamente una mentira.

(de Ex)

54
Un verano que aún se nos pega aquí en la piel
Esto no es un poema en prosa sino tu cuerpo. Tampoco
una explicación ni una disculpa a estas alturas innecesarias
sino más bien las ganas de volver a tenerte entre mis brazos,
cerrar el círculo de ser posible desa larga rueda de las
reencarnaciones:

y que tu rostro siga siendo tu rostro cuando llegue si es que llega


la mañana y aún no te hayas ido, en el medioevo

los amantes obligados a separarse


antes de que llegara el amanecer componían ese género de
las albadas sin darse con facilidad por satisfechos: tampoco

la evidencia incuestionable de haber acumulado


víveres indispensables para la sobrevivencia de la
población en épocas de acaparamiento y escasez: ni

muchísimo menos
la especulación financiera del mercado de capitales
para asfixiar a los accionistas minoritarios que

obnubilados por los voladores de luces del


capitalismo popular pensaban que podrían mandar a
sus hijos a la universidad con lo que hubieran sacado de
las ganancias de los depósitos a plazo con renta fija: pero
heme aquí atosigado

con los calores insoportables de un verano


que aún se nos pega aquí en la piel. Nadie
diría, nadie -en realidad-lo hubiera dicho

55
quien se atrevería en este tiempo sin tragedia
a recoger una lata vacía de cerveza como un trofeo

en gloria y loor de nuestras ganas de no volver


a levantamos cuando anuncien el término de la
temporada veraniega -pero no necesariamente
del calor que aún llevamos como una piel

sobre la piel.

(Inédito)

56
Gloucester
" ... no había más que caminar en vano, el polvo que venía
comiéndonos los pies se puso a tu lado, nos deja atrás en su
infamia carrera, los uniformes cargando a los soldados, la patria
asomándose al balcón para despertar de un largo sueño y
recostarse entre mis faldas para volver a soñar despierta con
lanzarse al precipicio desde la planta baja de nuestro hogar color
olvido, no había otra cosa entre todas las cosas que no debíamos
hacer sino salir a las calles de nuestra tierra, llamarla por su
nombre a pesar de que hace tanto tiempo lo hubiéramos olvidado
(hemos olvidado tantas cosas durante el largo transcurso de la
negra madrugada en que se dilata esta primavera y que insiste
en dejar de lado a una mujer con las compras del supermercado
y a un señor con bicicleta y cortadora de pasto que sin lugar a
dudas son los protagonistas deste tomo infinito y cruel), no
podíamos, no queríamos respirar otro aire sino el aire negro que
siempre nuestros ojos respiraron: me tiembla la mano de sólo
pensar que otros escribieron esto, de sólo pensar que no había
otra cosa sino el más descarado asombro, este insomnio vulgar y
rutilante, que podríamos llamar también de otra manera lisa y
llanamente mi descaro: perder los ojos y soñar que aunque fueran
soles todas las letras, aunque fueran soles todas las letras, no
podría ni siquiera ni quisiera verlas".

(de Inessa Armand)

57
Seis A.M. (Recién se fue)
(Huidobriano para Chester K.)
Uno de los pocos lugares donde los gringos se permiten
fumar y beber al mismo tiempo. Alguien pronunciaría
allí un discurso sobre el imperialismo, el napalm y la

guerra contra el vietcong.

Lo único que la cubría sobre mi cama era una polera alrededor


de su cintura. Y respiraba no sin cierta dificultad.

Apretaría los dientes al recordar


cómo cayeron a su lado esos menores de veintiuno
cuyo apellido me parece que era jim, timothy, lee:

se avergüenza de que ya no puede recordar/ otra cosa


que no sea el estallido desos cuerpos/ a quince metros
de su escondrijo.

De pronto, aunque aún estaba durmiendo, estiró su


mano como si estuviera buscándome, como si no
quisiera estar tan sola.

A mí me daban lo mismo esa o cualquier otra guerra.


Había llegado hasta el medio de la nada olvidando otra:
acaso la más triste, sin duda la más bella.

y entonces me pregunté y le pregunté cómo


habría podido sobrevivir a todo aquello. Pero
entonces se despertó y me dijo que ya era
muy tarde y que iba a perder el vuelo y

58
que todas las atrocidades cometidas en el nombre de
la belleza no habrían sido en vano de no haber

tenido ella tanto apuro como el tiempo.

(Inédito)

59
Rodrigo Rojas
(1971)

Ocho horas al día sin llegar a nada


ni al amor
metiendo a patadas tu inteligencia al infierno
y a patadas metiendo el infierno a tu espíritu.
Deja destrozarme
Para que contemples la verdad.
¿Acaso no recuerdas si éramos felices?

Todo lo ves te ha sido dado


Este río subterráneo que pasa entre nosotros
y las hortalizas frescas de la feria

Sépanlo
He venido a buscar la abundancia.

Allá afuera las estrellas parecen almendradas.


Eso es abundancia.

60
Todos ustedes son bellos.
Se parecen al mar
cuando salpica con su violencia.
Espuma levantada por el viento
son ojos que hacen sagrado al corazón
bocas que lamen
santo, santo.

A nadie miramos a los ojos


colgamos de la vida como liendres
somos santos
una desgraciada generación santa.
Cuando decimos amor, esa palabra tambalea.

61
El sol disparo la verdad contra mi cara
y ha hecho del paraíso un estúpido vacío.
En esta ciudad
dios y hambre tienen el mismo sonido
un lenguaje furioso que los niños nos arrojan en la cara.

Mi trabajo es hacer estrellas


con excremento de perro.
Tengo flores en el semen
fui levantado de la basura
se me reveló el nombre de las cosas.
Con sus lenguas de fuego
se presentó ante mis ojos.
Mi trabajo es hacer estrellas
con excremento de perro.

62
La muerte es luminosa
Una semilla sobre tierra caliente y húmeda.
la muerte es luminosa
es luminosa una semilla
las abejas y el pasto mojado por zumbidos.
Tiene luz el vibrar de la tierra por insectos.
Es luminosa una oruga
sus púas.
El panal de desgrana en pequeños puntos de luz
lleno de alas y calor
y el vibrar del pasto por el ruido.
Vibra la luz de los insectos
con el vuelo de la muerte.
Vuela la boca
pistillo y estambre al morir el insecto.

El ruido de la semilla en brote.


La luz sobre el pasto.
La luz que irradian mis costillas trizadas.
He aquí el fluido luminoso en la sangre.
Cada golpe me ha servido
así aprendamos del amor en esta cloaca.

63
nI.
(el riesgo)
Todavía cuando empiezo a beber
aunque quiera romperse mi cabeza
el amor sigue siendo el camino.
misteriosos nace entonces con los brotes
con azúcar en las piernas.
Así es cuando moja la lengua.
Así con la humedad.
Cuando un panal cosquillea
en mis granos de azúcar
derretido así:
Muy lacio sin estambres
insinuándose borracho a las flores.
Culebrea lento, me dice
Por mí se va al eterno dolor.

64
V.
(la canción)
Que no desate el hombre las estrellas
migajas en la gran mesa de Dios.
Que no destroce los cardos, el áspero
metal de los pétalos, flores como lanzas
que no las esparza el hombre.
No el clavo, no la madera
ni el débil brote de la espina
el botón de sangre que une a mis manos
que ningún hombre separe estas cosas.
Que nadie contenga esos liquidas.
Así nosotros sin dolor, casi ardiendo
desarmado todo por el bulbo
en eso del amor abriremos las flores.

(de Sol de acero)

65
Carlos Baier
(1972)

El reniego
Entonces ya no quise entrar en los Océanos
Ya no quise abrirme paso entre el tumulto
Ya no quise entrar en las arenas dando tumbos
Ya no quise estar con los hombres caminando
Ya no quise estar
Con las mujeres bañándome en los ríos
Sólo quise subir hacia los cerros
Hacia las cordilleras
Abrirme paso entre ellos para salir de las Ciudades
Yo quise dejar estas praderas abiertas
Y extensas, amor
Porque veo aún en ellas la infamia
Y el castigo. Y lo hice.
Desde ahí, de la más alta vastedad gris
De las montañas, pude ver estas Ciudades
Que se están quemando
Estos bares de mala muerte
Donde dejábamos el sueño
Estos bares de mala muerte
Donde se nos corría la baba
Estas bahías locas donde fornicábamos
Los valles con sus gritos
Estas Ciudades de la locura con los ojos vacíos.

66
Los espasmos
Contigo en una roca
De estos ríos que avanzan sin parar llenos de cenizas
Que van abriendo este desierto donde estás tú
Yyo
Rasguñándonos de susto el miedo de entender
Lo que viene para este loco mundo que arderá
De viento y soledad
Se partirá entero con vientos huracanados
Caídos de los cerros
Miedo nuestro de sentir el fósforo
Impregnado en nuestras narices
Esta polvareda que se levanta a la hora de la quema
Este polvo oscuro que todo lo cubre, este mar
Estas cordilleras del norte dando espasmos
Juntos a oír el ruido
Que vendrá tras los fardos
Entonces, contigo en una roca, hablándonos de eso
Que era entrar en Las Espléndidas Ciudades
Cuando ya no queríamos sino irnos los dos
En el vuelo
Abandonando juntos las habitaciones de esta tierra
Subir, entiendes, entrar a esas columnas
Que están ahí frente a nosotros
En los cerros
Un poco más allá de este desierto hecho de aire
Ocultamos de las aguas. Entonces
Me dan ganas de llorar
y lloro.

67
El canto de los locos
y en este viaje que hago voy contigo amor
Por las Ciudades solas con tus senos duros al aire
Corriendo también la pradera desnuda y en llamas
Con tu espalda al aire
Con tu espalda al aire y desnuda y en llamas
Llenándola de sales
Cuando viajas por el mundo hacia el norte
Hacia el norte bestia mía a donde vamos
Hacia el norte bestia mía a donde vamos
y no hay límites
Cruzando los pantanos para llegar hacia la luz
Puros y virtuosos jóvenes
Habitantes de Ciudades en llamas. Cómo no
Cómo no, loca mía
Si hemos oído cantar a locos, amor
Los hemos oído entre rocas y piedras que arden
Avanzando en la oscuridad hacia el hemisferio norte
En la oscuridad amor mío
Llegando a la esquina del mundo
Donde nos vamos a juntar a cantar
Con las costillas quemadas. Oigo los silbidos
Sudor, refriega
Púas en mis pezones, entonces. Oigo silbidos
Como asmas.

68
Ciudades de la locura
Es este el día entonces en que las Ciudades se elevan
En que las Ciudades serán estos desiertos
Que se van quedando solos
Ciudades de la locura que no tendrán más habitantes
Que seres humanos sin rostro
y no tendrán más habitantes que los condenados
A no subir
A no subir estas cordilleras que no tienen nombre
Condenados a no salir de sus huecos
Debajo de estos puentes
Hechos de musgo y lodo
Huecos donde se toma té y también se ama
Huecos de musgo y lodo donde habitan hombres
Parecidos a Dios.

69
El hedor
Yo vi entonces cómo los malvados se quemaban
Yo vi cómo los malvados se torcían
Cómo se arqueaban dando espasmos
Yo vi cómo desaparecían entre ellos sin voz
Yo vi en los malvados a mí mismo de rodillas
Abierto de muslos al sol yo vi en ellos al poeta
Irse transformando en serpiente con alas
Y luego en gárgola loca y en celo echando moco
Y baba afuera. Los malvados
Y un caballo. Los malvados
Y un caballo en llamas al cielo. Entonces
Amnesia de mí.

70
Nuevamente la locura
y abajo los países
y abajo están las locas y las santas
Estas santas locas que caminan solas por el mundo
Están caminando solas
Estas santas mías
Que vienen por la senda de los desaparecidos
Que están en los países de la locura
De la refriega
Del sudor
De los silbidos como asmas
Santas vírgenes del desierto en llamas
Santas abajo de las cordilleras
Las locas
Las hembras y las locas
Mi hermana revolcándose entre las alfalfas oscuras

y a lo lejos, la que amo me busca como madre.

71
Angustia de amor
Yesos somos amor por el desierto
Yesos somos amor por la pradera
Yesos somos amor bajo las cordilleras
Yesos somos amor sobre los mares
Yesos somos amor encerrados en el encanto
Yesos somos amor en la hermosura del tiempo
Yesos somos amor
Cuando nos acercamos a los Océanos
Amor, amor al amanecer del último día
Portadores de lo eterno
De aquello que nos hace invisibles
Amor, amor entonces
Los amantes al amanecer con todo el sol en la cara
De los que se aman y padecen sin cama y sin cielo
De los que se aman y se aman a alcohol y a tabaco
De los que se aman cruzando el Océano Pacífico
Como una estrella
Cruzándolo como amantes oscuros y hermosos
Amor, amor de amantes que se aman
y se aman como desaparecidos.

72
El amor
Así nos vamos perdiendo entre el humo que levanta
El viento
A la hora de la quema
A la hora de la quema donde no te veo y te amo
Donde no te veo y te entro entera
Ahora que se va acabando el mundo sin tu cuerpo
Se va acabando el mundo sin mi cuerpo
Se va acabando el mundo sin nuestros cuerpos de sal.

(de Las extensiones)

73
Javier Bello
(1972)

XI
Noticias del dolor, anuncios enterrados, una heredad sin luz, más
luz que aquellos cuerpos que vuelan encendidos de
esperma y de ceniza.

Así es el corazón, así su llama fría, una espiga muerta que el odio
reconoce, que las aves de hielo desangran de su ira.

Noticias del dolor, las bestias duermen, duermen bajo el latido


de la nieve, duermen bajo los montes congelados.

Ha nacido la guerra y la voz que podía devoramos, el cáliz de la


sangre, paloma condenada, tiene alas y noche, largas vejigas
tiene regidas por el árbol del aceite.

En mi pecho el verano mintió como las barcas, en mi pecho el


deseo bramando se deshizo, la hierba prometida nos dijo
el peso helado de un duro corazón.

No hay voz que dé al amor tanta ceniza, no hay voz que desde
un púlpito señalados nos vea como gárgolas.

Así nos castigó la vejez, un labio que cae en los rosales.

74
Ésa es el ala que nos dijo la muerte, ésa la edad de los pastores
que se apaga en tus manos, que se apaga en tus manos la
noche en la cal de los pilares, si el amor o la muerte se
tiñeran de cantos, se abrieran de palomas para saludar la
mano de la nieve.

No mentirán mis ojos al mirarte, llevo un paisaje helado de


estatuas que me hablan.

No diré la palabra, decir es dar la muerte.

Vengo despierto del amor, vengo dormido del amor, corno los
muchachos que labran tu pecho de libélulas, pero no fueron
colmados pues la sangre fue arena.

En vano besarían racimos sobre un vientre, en vano se oiría el


relámpago gotear el jugo de cada criatura y verlas flechas o
dardos, pequeñas sangres vivas.

Entonces el labio de tu cuerpo fue reconocido igual que fuente,


eras una palabra cruzada por el valle.

Pero el amor, soledal y relámpagos y labios, huyó junto a los


pájaros más altos.

No habrá semilla peor que ésta que ves, la tristeza irguió en mí


sus soledades, y el cuerpo, como el oro, fue sangre en la
codicia.

Esta es la forma en que el aliento de las aves se derrama.

75
Ha de temblar, hoy no quedan más labios.

Sólo bestias de esperma como largos aullidos se levantan y


fríamente crujen, fríamente hierven y crepitan.

(de La rosa del mundo)

76
XI
Quiero palabras grandes corno caballos grandes, palabras
pesadas, candados en los bolsillos de enfrente, palabras
enormes, el cielo después del relámpago, palabras, polvo
para cubrir las huellas.

Quiero palabras grandes corno cenizas grandes. No seré tan alto


para pronunciarlas, no seré tan sabio para decirlas despacio,
no seré tan valiente para ofrecer a la noche esas huesas, las
dejaré beber junto a los animales que viven en mis manos,
animales arteros que vigilan mi frente.

Quiero palabras calladas, susurros, palabras descalzas para tejer


y salir de casa, pero que sean grandes para cubrir el vacío
que queda en las heridas del sueño.

Quiero palabras grandes, enormes caballos que beban de mis


manos.

Yen mis manos haya óxido y muerte.

(de El fulgor del vacío)

77
La jaula del canto
Cuánto amo todavía mi buche hinchado de presagios, mi vientre
preñado de tormenta,
cuánto quiero a mi animal que se echa a dormir los días de lluvia
junto al patio,
mi bestia que se tiende hacia el sur con la lengua teñida de
números impares,
su lengua que llega hasta el mar para lamer la barba de mis
antepasados,
los brazos abiertos en honor a mis deudos indicando la casa de
los polos,
el desastre del pájaro que silba en el jardín quemado por el viento
de las premoniciones,
la cantidad de almendras que ahora he de contar para morder
las sílabas que me otorguen la gracia,
los heliotropos que acarrean el mal, el canto como una gran paloma.

Cuánto amo todavía mis orejas, imanes de una fertilidad que no


cabe en mi boca,
mi espejo sin azogue con el día enterrado al final de la noche,
mi uña melancólica que araña en el fondo el papel de plata junto
al tigre,
mi cabello mojado por el agua sin nombre que cae como un
alambre lento en las destilerías,
un hilo que se despeña en vano del alambique que ata las palabras
con fuego
y se acerca a mi frente y se extiende en el frío y cumple su
mandato cuando aúlla en mis huesos
y es otro el que se llueve y se escurre sin pausa
y restriega a mi hijo y mis llaves con arena,

78
los enigmas, las piedras, las manos que irrumpen de noche con
las largas herencias.

Cuánto amo mi cabeza destinada a la sal que llora la plegaria,


la oscura radiación de los lechos que entierra el vendaval de
hormigas,
la caja cerrada donde escupen, el saco que llenan las víctimas
con nieve,
las guarderías donde viven los graves rayos inmunes,
el lamento de las tortugas en el abecedario,
la mujer decapitada con un ideograma en la rodilla,
la cabeza del poema que arde en mi cabeza de madera cortada,
tabla de oscuridad, pájaro negro contra el cielo arañado por los discos.

Cuánto amo mi nombre y mis falsas predicciones sin dueño,


mis pobres ropas en la fotografía del tiempo entregado corno
limosna a los náufragos,
el túnel tan ajeno con que intentan probarme,
la avispa en las bodegas donde canto
y oigo a un anciano y a su madre hablar de los incendios
y entonces reconozco a mis hermanas,
un rostro con dos cestas donde yace abundancia.

Amo todavía mis cantos, el polvo de mis venas,


mis instrucciones para arder en el vocablo del sábado,
pero no he comido de ellos, su fe me ha abandonado,
el suicidio del pájaro de Dios contra el árbol sin cielo,

el adulterio blanco que eyacula Las letras de la palabra hijo.

79
La jaula de la sentencia
1
Cuídate de los viajes, hijo mío,
cuídate de los viajes y de los trenes
y del tambaleo de los barcos en la batalla del amanecer.

Cuídate de los trenes


y de la tierra donde baila sepultada una llama,
cuídate de los barcos y de los fuegos fatuos
como escondes tus rodillas del tormento de la tempestad.

Nunca entenderás el recorrido de los animales


por las veredas y los parques,
los animales malos que se comen la sed.
Nunca entenderás los ojos de los perros
que desaparecen tras el silbido de los cazadores.
No me digas que no has visto
los animales negros que tienen cara de anciano.
No me digas que no has visto
los caballos cansados que cruzan con sus patas la verdad.

Ten cuidado de los viajes,


ten cuidado de los trenes y de las potencias malignas
y de perderte entre tus propias aguas.

No dejes tu sombrero fuera de la casa,


no dejes tus guantes lejos del amanecer,
porque las hormigas te golpearán con sus antenas hasta causarte
daño,
porque las piedras arderán en tus zapatos negros,
para que aprendas a no jugar con las líneas de tus manos,

80
para que recuerdes, hijo mío,
que el norte de las brújulas se come la cabeza de tu propio animal.

Cuídate de los viajes,


cuídate de los viajes y de los trenes
y del tambaleo de los barcos en los mares sin ley,
porque en los viajes va la muerte hablándote al oído,
porque en los trenes va la muerte sentada
y en los barcos va la muerte de pie.

81
Il
Sólo miras el cielo,
conoces la intemperie,
las pedradas del sol.
Conoces lo que dices,
el olfato del perro
vuelve a ver las piedras que pisó.

Animal de la lluvia,
bestia de hielo y flores,
puro cuando el invierno te llamaba
a abandonar tu cuerpo, a obedecer
a la flechas calientes,
a los cepos quemados en las salas de piedra.

Tan soberbia es el águila en tu voz,


tan altiva la noche donde giran estrellas,
los nombres más hermosos de la yerba
que te incitan a huir, a rebelarte.

Miras el cielo,
es engañoso el mundo,
separas tus palabras de las demás herencias,
te rozas con la muerte
pero no puedes verla.

De nada servirá tu memoria,


animal parado en un rayo de sol,
tigre sin sentido que me preguntas sólo
por las leyes inciertas de la luz,
el día y su insistencia de caballo perdido.

82
De nada servirá tu memoria
contra el canto de un dios,
de nada servirá tu memoria
cuando clamen las aguas
su fervor de asesino.

Bestia de hielo y flores,


animal parado en un rayo de sol,
sólo miras el cielo,
y el cielo, el alto cielo, es siempre la condena de un dios.

83
III
Los que marcan los libros mueren jóvenes,
lo invisible quema nuestros actos con la fuerza del sol.
No hay libertad en la transparencia de las partituras,
no hay libertad a la hora confiscada por el cielo,
tatuamos nuestros días con el dedo de un dios.

Hijo de la paz y las decapitaciones,


hijo de la semilla que derrama el ahorcado,
no hay libertad en los ladrillos rojos,
no hay pureza en la palabra que dicta la noche a los patios.
Escondes tus libros del amanecer,
no pones en ellos tu nombre,
sólo tu luz de animal,
sólo tu caballo en la casa del padre.
No estás a resguardo,
no estás a resguardo.

Mueren jóvenes aquellos que se van,


los viejos mueren viejos en sus camas,
los que marcan los libros y los que no los marcan,
los que cantan plegarias,
también los que maldicen,
los que esperan en la paz del señor,
los que van a la guerra con traje,
todos, todos.

Sólo tú cuando comes el fuego,


sólo tu caballo en la casa del padre,
sólo tu luz de animal,
hijo proscrito contra mi abecedario,
hijo cojo ante el ramo del sol.

84
Los que marcan los libros mueren jóvenes,
también los que les rezan,
también los que les ladran.
Cualquier otra verdad es ominosa,
cualquier otra mentira es un campo de alambres:
la palabra que viene, va descalza.

85
Jaula del padre
De todos los que comen de esta mesa
el único que vive de su fuego es el padre.
Yo no sé de dónde vienen estas piedras
ni tampoco conozco a quien las trajo,
pero aquí las comemos, pero aquí las mascamos.
Salvaje padre sorprendido en tu error,
enemigo caliente de mirada amarilla,
me refiero a tu casa quemada por los bárbaros,
me refiero a tu lecho marcado por un nudo,
me refiero a tu alma que sale a predicar a la calle
el domingo volcánico de los evangelios,
palabra medio rota que envenena el suburbio
coronado por la lengua de un ángel,
coronado por la lengua que has de obedecer,
el decimal que te dará la muerte.
Padre en silencio, eliges el peso de tu voz,
el exacto calibre que arma tu vergüenza,
el bastón de la rabia, el cristal de la sed
cuando el cáncer congela tu garganta
y te deja alucinar en su hueco.
Padre furioso contra un sol de neón
padre furioso contra un grito de fuego,
encerrado con la luz que no entiendes,
encerrado en la jaula del mal,
perseguido por tus bestias de piedra
ofendes la raíz de los árboles.
Las hormigas se comen un perro,
el perro se come la cara de un hombre,
el hombre el excremento de un buey.
Bajo las mantas están tus hermanos

86
agazapados en la lágrima de su propio calor.
Este fuego es su fuego, y es mi fuego también,
este fuego es su hambre con las alas de mosca.
Un hombre se come la cara de un hombre.
Yo, mi padre, el padre de mi padre.

(de Las jaulas)

87
No conozco el río, alguien acaba de llegar.

Una noche de gas, las linternas vivas en el ojo del ebrio, el corazón
entra de puntillas en la cabaña de la mala fe.

Ven a la explanada, en la explanada hay luna, uña de hoguera


triste, boca muerta y guijarro.

o sé dónde te escondes, la casa de mi mente está vacía, la casa


de tu mente es un viejo dormido con la jaula del pájaro.

Hay luz dentro del árbol que derrama en secreto su propio centro
frío, su propia habla que no pide disculpas.

y tú, mi dulce muerta, en tu viñeta absurda, cantas, saltas del


agua, y tu cantar infunde la demencia en mis ojos.

Alguien acaba de llegar, un caballo en un puño, en el otro la sal


que se orina en la niebla.

(de Los pobladores del entresueño)

88
David Bustos
(1972)

Exilio en Tánger
Una lata de bebida pateada por el viento.
El viento que nos patea el culo,
la mantis que se agrieta.
The sheltering sky.
y Tánger es un cuarto olvidado
por las hormigas.
y la lata que insiste en rebotar en el viento
y las homigas
Que se untan la lengua con el dedo.

89
Peces de colores
Mover la mano en la pecera no quiere decir atrapar un pez
si se advierte que los peces jamás cierran sus ojos
y el agua pocas veces sube
aunque hay versos ascendentes en la caída
secos en el golpe
en el instante del papel.

Pero observen cómo huyen los peces


cómo nos jabonan la existencia.
Nos reducen a especies intencionales
a palos de ciego
a oído batiéndose en ondas
estremecedores sectores óseos
musicales aciertos en la partitura mojada
y cada vez más borrosa de la letra.

Los peces de colores ya no existen.


Las orillas se secaron demasiado pronto.
y luego otras orillas menos auspiciosas sedimentaron
o sea que cedimos del pantano a la greda
y de la greda a unos tiestos de vidrio
que orgullosamente portamos
en las peores temporadas de sequía.
Decía que los peces de colores no existen:
¿Has visto un pez de color untando el cristal con su nariz?
¿Has puesto tu mano sobre el vidrio mojado?
¿Has llegado a vislumbrar el reflejo de tus ojos en sus ojos?

90
En la ruta de las hormigas
Uno
Vivíamos en la pensión de los imbéciles
durante las tardes nos prestábamos calor
y abríamos latas de cerveza.

Dos
El picoteo del lenguaje en tu cabeza.
El inglés y el español se disputaban
un trozo de pan.
Mientras bostezo (un alarido del alma):
rastreo el eslabón de tus pechos
el surco inagotable de la letra.

Tres
Las hormigas de las lápidas
rastrearon nuestro nicho de amor
la geometría del cuerpo a cuerpo
acechada por la flecha del ojo
en el blanco del instante.

Cuatro
y ahora comienza el silencio -me dijiste
y grabarnos nuestras huellas
contra la opacidad.

Cinco
Nada termina
cuando todo se agita por dentro.

91
Seis
No te culpo:
en este país nos acostumbramos a esperar.
La frontera está demasiado lejos
cuando uno piensa en la ruta de las hormigas.

92
Interrupción del diálogo
del deseo
Estoy sentado a la diestra
del Dios que incendió el mar en una sola noche
y le pregunto cómo es eso:
lo de las brasas.

Cómo encienden con el viento


Cómo se camina descalzo
Cómo se evitan los puertos.

(Inédito)

93

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