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Imaginen una especie de trueno. Vamos a ver que todo esto es mucho más complicado.
Imaginen un tipo que llega y dice: «No, no», pero en un sentido es exactamente lo contrario. El
espíritu de contradicción jamás funciona. Es decir, hay que tener razones, incluso secretas, hay que
tener las razones más importantes para derribar una teoría. Si derriban una teoría por el placer... No,
siquiera pueden. Una teoría jamás sería derribada para el placer y por el placer. Una teoría es
también un cuerpo, tiene su poder de resistencia. Supongamos que un día llega alguien y va a hacer
un escándalo en el dominio del pensamiento. Y es aquí que vuelvo a mi advertencia de hace un rato:
lo que tratamos hoy como lugares comunes obsoletos del derecho natural conservaban y tenían una
especie de enorme fuerza revolucionaria posible. Ese alguien que llega era un inglés que se llamaba
Hobbes. Tenía muy mala reputación. Precede a Spinoza, Spinoza lo leyó mucho.
Hago casi una tabla proposición por proposición. He aquí lo que nos dice Hobbes sobre el
problema del derecho natural, da un golpe muy sorprendente.
Primera proposición. Resumo todo, pero casi es mi oficio, tengo el triste rol de contárselos, les
cuento la historia. Hobbes llega y dice: «Bien, no, la primera proposición no es así». Ni siquiera
dice que no es así, no tiene necesidad de decirlo. Es cuestión de coquetería. Él desarrolla su teoría y
uno se da cuenta de que no es como decían los otros.
¿Qué nos dice entonces? Nos dice que las cosas no se definen por una esencia, que se definen
por una potencia. Entonces el derecho natural no es lo conforme a la esencia de la cosa, es todo lo
que la cosa puede. Es una proposición muy extraña. En el derecho de algo, animal u hombre, está
todo lo que puede. En ese momento comienzan las grandes proposiciones del tipo «el pez grande se
come a los pequeños, es su derecho de naturaleza». Seguramente si se cruzan con una proposición
de este tipo, ven que está firmada «Hobbes»: «Está en el derecho natural que los peces grandes se
coman a los pequeños». Digo que corren el riesgo de pasar de largo, corren el riesgo de decirse:
«Ah, bueno, es verdad lo que él dice, pero de hecho no hay por qué hacer tanta historia. Sí, los
peces grandes se comen a los pequeños. ¡Entonces es eso lo que usted llama el derecho natural! De
acuerdo». Pero en ese momento, de hecho, no podrán comprender nada. Es un poco así con todo. Si
ustedes quieren, es así en la pintura: si ven un cuadro y es el primer cuadro que ven no ocurre el
mismo tipo de emoción. Finalmente corren el riesgo de pasar de largo.
Les digo por qué. Porque diciendo que está en el derecho natural del pez grande comerse a los
pequeños Hobbes lanza una especie de provocación que es enorme. ¡Enorme! Puesto que hasta ahí
lo que se llamaba «derecho natural» era lo conforme a la esencia, y desde entonces, el conjunto de
las acciones que estaban permitidas en nombre de la esencia. Entonces ustedes me dirán: «Sí,
permitidas».
Pero permitidas allí toma todo otro sentido. Hobbes nos anuncia: «está permitido todo lo que se
puede», todo lo que ustedes pueden está permitido. Entonces, si ustedes fueran peces aún más
grandes y comieran hombres, estaría permitido, es vuestro derecho natural. Al menos es simple. Es
una idea simple pero que es ciertamente convulsionante. Hay que esperar...
Nos decimos: ¿pero a dónde quiere llegar diciendo una cosa como esa? ¿¡Llama a eso derecho
natural!? Todo el mundo sabía desde siempre que los peces grandes se comían a los pequeños, pero
¡jamás nadie había llamado a eso «derecho natural»! ¿Por qué? Por una razón simple, se reservaba
el término «derecho natural» para otra cosa completamente distinta: la acción moral conforme a la
esencia. Hobbes llega y dice: «Vuestro derecho natural es toda vuestra potencia, derecho natural =
potencia». Entonces lo que pueden es vuestro derecho natural. Si pueden asesinar a su vecino, es
vuestro derecho natural. ¡Curiosidad de derecho!
Esperemos, vamos a ver las otras proposiciones. Entonces, está en mi derecho natural todo lo
que puedo. De ello se deriva la segunda proposición: desde entonces, el estado de naturaleza se
distingue del estado social y, teóricamente, lo precede.¿Por qué? Porque Hobbes se apresura a decir
que seguramente en el estado social hay interdicciones, hay prohibiciones, hay cosas que puedo
hacer pero están prohibidas. Por ejemplo, asesinar a mi vecino si no se lo espera. De acuerdo, está
prohibido. Eso quiere decir que no se trata de derecho natural sino de derecho social. Está en
vuestro derecho natural pero no en vuestro derecho social.
En otros términos, el derecho natural, que es idéntico a la potencia, necesariamente remite a un
estado que no es el estado social. De allí el ascenso de la idea de un estado de naturaleza distinto al
estado social. En el estado de naturaleza, de lo que puedo, todo está permitido. La ley de naturaleza
es que de lo que puedo nada está prohibido. Entonces el estado de naturaleza precede al estado
social.
Ya al nivel de esta segunda proposición no comprendemos más nada. ¿Pero hay un estado de
naturaleza? ¿Los que decían eso creyeron que había un estado de naturaleza? Para nada, no creían
nada. Al respecto, ellos dicen que lógicamente el concepto de estado de naturaleza es forzosamente
anterior, es el de un estado anterior al estado social. No dicen que ese estado existió. Si el derecho
natural es todo lo que está en la potencia de un ser, se definirá el estado de naturaleza precisamente
como la zona de esa potencia. Es su derecho natural. Es entonces distinto del estado social puesto
que este conlleva y se define por prohibiciones que se aplican sobre algo que yo puedo. Además, si
se me prohíbe, es porque lo puedo. Es en eso donde reconocen una prohibición social.
Por tanto, desde el punto de vista conceptual, el estado de naturaleza es primero por relación al
estado social. Esto es muy importante. ¿Qué quiere decir? Quiere decir que nadie nace social. De
acuerdo, puede ser que se devenga social. Y el problema de la política va a ser cómo hacer para que
las personas devengan sociales. No quieren decir que hay un estado de naturaleza antes del estado
social, como se los hacemos decir. Quieren decir que nadie nace social. Ustedes no pueden pensar la
sociedad más que como el producto de un devenir. Y el derecho es la operación del devenir social.
De la misma manera, nadie nace racional. Es por eso que estos autores se oponen tanto a un
tema cristiano, el tema que es conocido en el cristianismo bajo el nombre de «la tradición adámica».
Es la tradición según la cual Adán era perfecto antes del pecado. El primer hombre era perfecto y el
pecado le hizo perder la perfección. Esta tradición adámica es filosóficamente importante. Ven por
qué. El derecho natural cristiano tal como lo definí precedentemente se concilia muy bien con la
tradición académica. Adán antes del pecado es el hombre conforme a la esencia, es racional. Es el
pecado, es decir las aventuras de la existencia, lo que le hace perder la esencia, lo que le hace perder
su perfección primera. Todo esto es conforme a la teoría del derecho natural clásico. Pero no es
verdad, nadie nace social, nadie nace racional. Racional es como social, es un devenir. Y el
problema de la ética será quizás cómo hacer para que el hombre devenga racional, pero en absoluto
cómo hacer para que una esencia del hombre, que sería racional, se realice. Es muy diferente. Según
planteen la cuestión de una forma o de otra, van en direcciones muy, muy diferentes. Digo entonces
que la segunda proposición de Hobbes será que el estado de naturaleza es pre-social, es decir que el
hombre no nace social, deviene.
La tercera posición se encadena. Si lo primero es el estado de naturaleza o lo primero es el
derecho -es lo mismo, estoy en el estado de naturaleza, todo lo que puedo es mi derecho—, desde
entonces los deberes no serán más que obligaciones segundas tendientes a limitar los derechos para
el devenir social del hombre. De acuerdo, habrá que limitar los derechos para que el hombre
devenga social, muy bien, pero lo primero es el derecho. El deber es relativo al derecho, mientras
que en la teoría del derecho natural clásico, ustedes lo recuerdan, era exactamente lo contrario, el
derecho era relativo al deber, lo primero era el officium.
Cuarta proposición, que práctica y políticamente es sin duda la más importante. Algo se deriva
de que mi derecho sea mi potencia, de que los derechos sean primeros por relación a los deberes, de
que los deberes sean solamente la operación por la cual los derechos son llevados a limitarse para
que los hombres devengan sociales (una vez más, hay muchas preguntas que quedan entre
paréntesis, todo tipo de cuestiones que no se planteaban para nada: ¿por qué los hombres deben
devenir sociales?, ¿es interesante para ellos devenir sociales?).
Desde el punto de vista del derecho natural -lo dice Hobbes, lo dice muy bien, admirablemente,
y Spinoza lo retomará— el hombre más racional del mundo y el más completo loco valen
estrictamente lo mismo. Es una idea rara. Es un mundo muy barroco, es extraño. ¿Por qué hay una
identidad, una igualdad absoluta del sabio y del loco? Porque desde el punto de vista del derecho
natural mi derecho es igual a mi potencia, y el loco es aquél que hace lo que está en su potencia,
exactamente como el hombre racional es aquél que hace lo que está en la suya. Seguramente hay
diferencias, no dicen idioteces. No dicen que no hay ninguna diferencia entre racional y loco, dicen
que no hay ninguna diferencia desde el punto de vista del derecho natural. ¿Por qué? Porque cada
uno hace lo que puede. Tanto el loco como el razonable no hacen otra cosa que lo que pueden. La
identidad del derecho y de la potencia asegura la identidad, la igualdad de todos los seres sobre la
escala cuantitativa. Podemos decir que sencillamente no tienen la misma potencia, de acuerdo. Sin
embargo, tanto el uno como el otro hacen todo lo que está en su potencia, el insensato en tanto que
insensato, el sabio en tanto que sabio. Seguramente habrá una diferencia entre el razonable y el
loco, pero en el estado civil, en el estado social; no desde el punto de vista del derecho natural.
De allí, un derrumbe fundamental. Todo lo que están minando, socavando, es el principio de la
competencia del sabio o de la competencia de alguien superior. Y eso es muy importante
políticamente. Nadie es competente sobre mí. He allí la gran idea que va a animar a la ética como el
antisistema del juicio: nadie puede nada sobre mí, nadie puede ser competente sobre mí. De cierta
manera, hay algo sentido. Hay que poner todo en esta frase: «Nadie es competente sobre mí».
Seguramente hay algo de venganza... ¡Tanto se quiso juzgar en mi lugar! Pero hay también un
descubrimiento maravillado... ¡Ah, es formidable! ¿Es esto completamente cierto? No sé. Creo que,
de una cierta manera, quizás no es totalmente cierto. Quizás hay competencias. Pero en fin, sientan
lo que podía haber de extraño en estas proposiciones.
Esta cuestión es muy importante porque ustedes aprenden en los manuales que a partir de cierto
momento hubo -y hubo aún antes- teorías célebres bajo el nombre de «teorías del contrato social».
Se nos dice que son personas que pensaron, no sabemos muy bien por qué o cómo, que la
instauración de la sociedad no podía tener más que un principio, el del consentimiento. Y decimos:
«Es muy anticuado todo eso, porque, en fin, no hemos consentido estar en la sociedad. Eso no es
verdad, no ocurrió así». ¿Es esa la cuestión? Evidentemente no, no es esa. En efecto, toda esta teoría
nueva del derecho natural –derecho natural=potencia, lo primero es el derecho y no el deber—
desemboca en algo: no hay competencia del sabio, nadie es competente sobre mí mismo. Desde
entonces, si la sociedad se forma, no puede ser, de una u otra manera, más que por el
consentimiento de aquellos que participan en ella y no porque el sabio me diga la mejor manera de
realizar la esencia. Evidentemente, la sustitución del principio de competencia por un principio de
consentimiento tiene para toda la política una importancia fundamental.
Ven entonces, lo que intenté hacer es justamente una tabla de oposición, cuatro proposiciones
contra cuatro proposiciones. Y digo simplemente que en las proposiciones de la teoría del derecho
natural clásico -Cicerón, Santo Tomás- tienen el desarrollo jurídico de una visión moral del mundo.
En el otro caso, en la concepción que encuentra su punto de partida con Hobbes, tienen el desarrollo
de todos los gérmenes de una concepción jurídica de la ética.
Si hice este largo paréntesis es para mostrar que la fórmula «los seres se definen por su potencia
y no por su esencia» tenía consecuencias jurídicas, políticas, que justamente estamos presintiendo.
Es todo.
Añado también, justamente para terminar con este tema, que Spinoza retoma toda esta
concepción del derecho natural de Hobbes. Cambiará cosas relativamente importantes, no tendrá la
misma concepción política, pero sobre este punto del derecho natural él mismo declara atenerse, ser
discípulo de Hobbes. ¿Y por qué? En Hobbes encontró la confirmación jurídica de una idea que él
se formó en otra parte; una sorprendente confirmación según la cual la esencia de las cosas no era
nada distinto a su potencia. Y es eso lo que le interesa de toda la idea del derecho natural.
Añado, para ser totalmente honesto históricamente, que evidentemente eso no surge así de
repente. Sería posible buscar ya en la Antigüedad una corriente, muy parcial, muy tímida, en la que
se formaba ya una concepción así, del derecho natural=potencia. Pero será sofocada. La encuentran
en algunos sofistas, en algunos filósofos llamados «cínicos». Pero su explosión moderna será
claramente con Hobbes y con Spinoza.