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UNIDAD N°1: LOS PRINCIPALES APORTES DEL PSICOANÁLISIS DE NIÑOS Y

ADOLESCENTES
Historia del Psicoanálisis de Niños (Rebeca Hillert: “Niños y analistas en análisis”.)
NIÑO INCONSCIENTE DE SIGMUND FREUD
Niño-regalo.
Según la intimación del deseo, deseo que es deseo de deseo, el niño es uno de los términos de
una ecuación simbólica.
Niño, en la dirección señalada por Freud, es un regalo. Regalo que algunas personas, hijos por
supuesto, fantasean obsequiar a sus madres a cambio de la vida que gracias a ellas tienen.
Tanto en hombres como mujeres se presenta un tipo de elección amorosa que denomina
masculina. Las condiciones que el objeto escogido deberá reunir, brotan de la fijación infantil de la
ternura a la madre y constituyen uno de los desenlaces de esa fijación.
Estas condiciones son: la primera es específica, se elige a la mujer que pertenece a otro hombre,
hay “un tercero perjudicado”. En segundo lugar, se tratará de una mujer fácil, de mala fama, que
despierte celos, no con respecto a su pareja legítima sino por sus probables relaciones con
extraños. En cuanto a lo que atañe al amante, éste otorgará supremo valor a su objeto y se exigirá
a sí mismo fidelidad a cada una de las mujeres que sucesivamente irán formando una serie. Por
último, describe Freud, lo más asombroso, es la tendencia observada en estos sujetos a rescatar a
la amada. Estas cuatro características remiten a la “constelación materna”.
Niño, es el regalo que un hijo haría a la madre, identificándose para ello con su padre, perpetuando
así la vida y con ella la deuda. Aquí aparece otro factor a considerar: la identificación con el padre
por rivalidad.
Se pone allí en juego el deseo de ser su propio padre, con lo que de manía de grandeza esto
implica, y hallan satisfacción varias pulsiones; además, enlazado a este complejo paterno reconoce
Freud el desafío: no necesito nada de mi padre, quiero devolverle todo lo que le he costado.
La ecuación simbólica
Llegamos entonces a niño como concepto trabajado por lo inconsciente. Freud adscribe cuatro
características a los conceptos tratados en lo inconsciente. Estos son:
Equivalentes: la equivalencia pene-niño, prescinde de la diferencia anatómica de los sexos,
ajustándose a las teorías sexuales infantiles. El deseo de la niña de poseer un pene como el varón,
se muda, cambia de lugar, transformándose en deseo de niño. Pero ambos deseos son idénticos,
sólo que en este desplazamiento se da el pasaje del amor narcisista al amor de objeto.
Sustituible: surge como consecuencia de la equivalencia, pero sólo se explica, si se pone en juego
el complejo de castración. Pene es sustituible por caca porque a partir del descubrimiento que hace
el chico de la falta de pene en las mujeres, ambos pueden desprenderse del cuerpo. De este modo
el viejo desafío anal entra en la constitución del complejo de castración. Hay además una analogía
orgánica que ayuda a la sustitución, por un movimiento regresivo de lo genital a la organización
anal: pene penetrando en vagina y caca saliendo del recto.
Permutable: remite nuevamente a regalo, dar y recibir. Estamos en el registro de los dones
simbólicos, pasaje de la madre imaginaria y omnipotente, agente de la privación a la madre
simbólica de la frustración, por intermedio del mandato paterno que prohíbe el goce incestuoso y
abre el acceso al deseo, promoviendo la demanda.
Separables: el pene es atributo de todos los seres humanos. Si el varoncito descubre, en la época
en que su genital es la zona erógena rectora, la diferencia sexual anatómica, reniega de esta
percepción pensando que a su hermanita ya le crecerá. Pero termina aceptando la diferencia y
conceptualizando el pene como separable; el falo representa la diferencia de los sexos; esto
refuerza la equivalencia con caca, que es lo que por su propia experiencia se separa del cuerpo.
¿Narcisismo-Complejo de Castración?

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En este desarrollo freudiano se ubica el eje narcisismo-complejo de castración en la construcción
de estos conceptos en armonía con las teorías sexuales infantiles.
La premisa universal del falo implica el narcisismo en la equivalencia y la permutación, y en lo
separable y sustituible juega principalmente el complejo de castración, la caída de la premisa fálica.
Encontrar su propia falta en el Otro, a eso llama Lacan: castración primaria. En cuanto a la
castración imaginaria, la que atañe al pene, la ilustra con la imagen de un varoncito mirándose en
el espejo.
En principio la articulación narcisismo, complejo de castración se explica porque en la imagen del
espejo el órgano no está, está tachado del mapa. Entonces no es que la castración realice el
narcisismo. La castración acota al narcisismo.
El objeto que causa el deseo en el varón cobra valor si pasa por la marca de la castración propia.
Ese objeto viene de otra parte: viene del deseo del Otro. Entonces aparece la angustia.
La angustia, por lo tanto, viene a constituirse, a tomar su lugar en una relación más allá de ese
vacío de un tiempo primero, si puedo decir, de la castración.
Con respecto a la castración, hay otro problema a considerar: la teoría de las pulsiones.
Adscribimos la pulsión parcial a la pulsión de muerte porque representa en sí misma la parte de la
muerte en el ser vivo sexuado. Menos aún puede considerarse el narcisismo, con su correlativa
agresividad, como expresión de la pulsión de muerte. El narcisismo no es sexual, o la sexualidad
no es pulsional.
La castración impone, a través de la compulsión de repetición, el fallido encuentro con el objeto
radicalmente perdido.
Freud articula simbólicamente los objetos separables y los instala en el escenario edípico. Allí, el
complejo de castración se traduce en el varón como amenaza y en la niña como envidia. Tanto
envidia como amenaza se refieren al campo del narcisismo.
Del concepto niño a la clínica
El niño viene al lugar de lo que falta al Otro, en función del deseo de deseo. Por tanto el niño:
 Es un concepto sobre el que el inconsciente trabaja, por lo tanto no es sólo ni
principalmente una etapa de la vida.
 Este concepto se resignifica en la pubertad, ubicándose en la fantasía como el regalo de un
niño a la madre, identificándose con el padre y perpetuando la deuda de vida.
 Es una suposición de los adultos y se refiere al narcisismo de éstos.
 No hay niño, como tampoco narcisismo si no opera el complejo de castración como
amenaza o como envidia del pene.
 Por un lado se trata de un significante, por otra parte de un objeto que sustituye al objeto de
un fantasma. Niño es esa caquita-regalo que el significante obsequia tan sólo por el hecho e
vivir en la cultura.
 Considerar al niño en correlación con el falo imaginario, remite al complejo de Edipo. Esta
concepción constituye un obstáculo en la clínica. Obstáculo reconocido por Freud: al niño
hay que prestarle demasiadas palabras.
 Llevado la lógica de este planteo hasta el límite, el analista tiene dos posibilidades: uno,
actuar en el teatro del análisis como un padre imaginario, privador de la madre y prohibidor
del goce fálico incestuoso. Con lo cual se cierra el camino de la producción del sujeto y se
abre para el niño la vía del desafío en la transferencia.; la otra posibilidad para el
psicoanalista sería ofrecerse como madre buena y tomar al niño como objeto de amor
rivalizando con la madre de la realidad.
LOS NIÑOS DE ANNA FREUD
Un niño no es un adulto.

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Un niño no es un adulto. Esta fórmula conviene a la concepción de Anna Freud. Un niño es muy
diferente a un adulto en el estricto sentido metapsicológico. Es lógico para esta autora incluir un
enfoque evolutivo de la niñez, tanto con relación al desarrollo del yo, como a las fases de la libido y
a los componentes agresivos.
El niño circula en la realidad compartida de los seres humanos en determinada época, sociedad y
cultura. Es una realidad de hecho, múltiple: de ella forman parte los padres, familia, organizaciones
educativas y, desde la naturaleza biológica en tanto dato, hasta los productos más aberrantes de la
humanidad, como los campos de concentración.
Análisis de una niñita obsesiva
La autora denomina actos a sus conductas tendientes a alcanzar sus fines. En el caso de la niña
obsesiva no hace falta un período preparatorio. Ante una pregunta de la analista sobre el motivo
por el cual es enviada responde la niña: “tengo un demonio dentro de mí. ¿Puedes sacármelo?”.
Según Anna Freíd, el analista debe convertirse en el ideal del Yo de su paciente, dominado
pedagógicamente: “Así el analista reúne en su persona dos misiones difíciles y, en realidad,
diametralmente opuestas; la de analizar y educar a la vez, es decir, permitir y prohibir al mismo
tiempo, liberar y volver a coartar simultáneamente”.
En el análisis de la niñita citada, la autora destaca la diferencia con los análisis de adultos,
diferencia producida por lo inacabado de la constitución subjetiva, que limita los alcances del
análisis y requiere de intervenciones pedagógicas.
Por miedo a la pérdida de amor, en la niñita obsesiva se había producido la escisión de la
personalidad; en su tratamiento analítico, ella se satisfacía relatando sus fantasías “malas”.
Según la autora, lo distintivo en el análisis de niños, a diferencia del de adultos, es la falta de
independencia del Superyó en los pequeños. Así es que, ante la aparición consciente de
contenidos censurables socialmente, no hay en los niños una instancia psíquica que pueda
entablar una batalla seria con el Ello, a fin de encontrar soluciones no sintomáticas. Por ello el
psicoanalista deberá combinar análisis con educación.
Sin análisis, afirma Anna Freíd, la neurosis de la niñita hubiera curado espontáneamente. Pero el
Superyó heredado de la constelación neurótica temprana, hubiera sido excesivamente severo; la
autora cree que el Superyó es la consecuencia de la neurosis infantil, no una de sus causas. De allí
que centre su trabajo en desentrañar las relaciones edípicas.
Líneas de desarrollo normal del niño
El psicoanalista de niños no debe renunciar a su papel de guía de los padres respondiendo a sus
preguntas sobre la crianza de los hijos. Tanto como el diagnóstico es importante un pronóstico y
tareas de prevención fundadas en el conocimiento del desarrollo normal.
El niño no es un adulto, lo cual se especifica en cuatro campos. Su punto de vista es egocéntrico
en relación al objeto que juzga en tanto satisface o frustra los deseos propios. Por otro lado, la
inmadurez del aparato sexual infantil, determina la interpretación de lo genital en términos de lo
pregenital. Prueba de esto son las teorías sexuales infantiles. Hay que tomar en cuenta también la
relativa debilidad de los procesos secundarios del pensamiento y, por último, el funcionamiento de
la mente, por ejemplo en la evaluación del tiempo.
Las líneas de desarrollo son prototipos. Etimológicamente viene de protos: primero, y typos,
modelo; más propiamente carácter grabado, imagen y huella de un golpe. Golpes que marcan: en
cada caso marcan el gradual crecimiento del niño desde las actitudes dependientes, irracionales,
determinadas por el Ello y los objetos, hacia un mayor control del mundo interno y el externo por el
yo.
Se trata de secuencias naturales que van “desde” y “hacia”. De lo menos adaptado a lo más
adaptado, al principio de realidad.
Se tarta de niveles de desarrollo que los niños han alcanzado, según los procesos de maduración,
referidos a los impulsos del ello; los procesos de adaptación, en relación al desarrollo del yo, el

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Superyó y las reacciones a las influencias del medio; y los procesos de estructuración, los cuales
señalan el grado de interacción de todos los elementos organizados en secuencias.
Una línea de desarrollo fundamental, es la que se refiere a las relaciones de objeto. Va desde la
dependencia hasta la autosuficiencia emocional. Enumera ocho etapas: la unidad biológica de la
pareja madre-hijo, la relación analítica con el objeto parcial, la etapa de constancia objetal, la fase
fálico-edípica, el período de latencia, el preludio preadolescente, la adolescencia.
Del conocimiento de estas fases, se desprenden lecciones prácticas en cuanto a las expectativas
de los padres hacia los hijos.
Otras líneas de desarrollo que menciona Anna Freíd son las que conducen hacia la independencia
corporal en relación con la alimentación, el control de esfínteres y el cuidado corporal.
Estas detalladas descripciones apuntan, para esta autora, a poder evaluar los logros de los niños,
en correspondencia o no a lo esperable según su edad cronológica, y la fase de desarrollo en que
se encuentren por circunstancias singulares. La perspectiva Annafreudiana es evolucionista.
Se alcanza una explicación abarcativa del desarrollo si se considera la regresión. Ésta trabaja en
dirección contraria, al movimiento progresivo. Se trata de fijaciones y regresiones.
Teniendo en cuenta ambos movimientos y sus interacciones pueden estudiarse:
 Los tres tipos de regresiones: topográficas, temporal y formal.
 La estructura de la personalidad: ello, yo y superyó, donde ocurre la regresión.
 El contenido psíquico y los métodos de funcionamiento de cada una de esas instancias.
 La regresión temporal en relación a: los impulsos y sus fines, las representaciones objetales
y el contenido de las fantasías.
 La regresión topográfica y formal que implica las funciones del yo, el proceso secundario de
pensamiento y el principio de realidad.
Anna Freíd estudia también la regresión con respecto al desarrollo de los impulsos y de la libido y
al desarrollo del yo. La primera afecta la elección de objetos y las relaciones con ellos. Una parte
de la energía de los impulsos sigue un sentido progresivo, otra va a constituir puntos de fijación
permaneciendo ligada a fines y objetos de época anteriores. Las causas de las fijaciones son las
experiencias traumáticas tanto por frustración como por satisfacción excesiva.
Las regresiones pueden ser transitorias o permanentes. Pueden afectar las funciones del yo:
motricidad, integración, habla, control esfinteriano, adaptación social, conductas frente a las
exigencias del superyó.
Es signo de salud el retorno ocasional a modos de conducta más infantiles, la aceptación del
ensayo y el error, el avance y el retroceso, la progresión y la regresión temporaria.
Se observan otras regresiones normales en:
 La situación analítica, durante las horas de juego, que implican el predominio de los
procesos primarios.
 Son observables en los momentos previos a la hora de acostarse.
 También por efecto de cansancio o situaciones estresantes.
Evaluación diagnóstica
Resulta imprescindible la evaluación diagnóstica para el psicoanálisis que decidirá la indicación
más adecuada, ya que no toda consulta por un niño debe desembocar en un tratamiento
psicoanalítico.
Anna Freíd sustenta su técnica en nociones como la de salud, enfermedad y equilibrio mental. El
diagnóstico puede limitarse a lo descriptivo o realizarse en términos metapsicológicos.
Los síntomas en los niños no tienen la misma significación que en los adultos. Pueden desaparecer
durante la consulta porque la investigación clínica constituya en sí una amenaza. Son frecuentes
las mejorías durante la terapia.
En el diagnóstico debe considerarse: el juego, la libertad de producir fantasías, el rendimiento
escolar, la estabilidad de las relaciones objetales, la adaptación social. Debe evaluarse la

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capacidad del niño de avanzar progresivamente hasta completar la maduración, el desarrollo de la
personalidad y la adaptación a la sociedad. Por lo tanto el diagnóstico se realiza valorando la
significación de los cuadros clínicos dentro de los procesos de desarrollo.
Asevera Anna Freíd que para completar el examen de un niño es imprescindible realizar
consideraciones pronósticas en relación con las características generales de la personalidad.
Estos factores estabilizadores son: alta tolerancia a las frustraciones, capacidad para sublimar,
eficacia para enfrentar la ansiedad y una fuerte pulsión a avanzar en el desarrollo hasta
completarlo. Con todos los aspectos se elabora un perfil metapsicológico del niño.
La autora elabora un esquema de perfil diagnóstico. Allí figura el motivo de consulta, la descripción
del niño, antecedentes familiares e historia personal, posibles influencias ambientales significativas,
evaluación del desarrollo (los impulsos, el desarrollo del yo y del superyó), evaluaciones genéticas
(regresiones y fijaciones), evaluaciones dinámicas y estructurales (conflictos), evaluación de
algunas características generales (sublimación, tolerancia a la frustración, actitud hacia la
ansiedad), diagnóstico.
Indicaciones y contraindicaciones
En el manejo de sus impulsos los niños no se comportan como los adultos. En cuanto a la técnica,
los niños no requieren ni pueden practicar la asociación libre.
Tampoco puede pensarse en la indicación de diván púes se los condenaría al silencio ya que en
ellos va unida la acción a la palabra.
En relación a la familia del paciente, Anna Freud afirma que no es posible excluirla totalmente ya
que la comprensión de la gravedad de la neurosis, la decisión de comenzar y continuar el
tratamiento, la persistencia cuando el paciente resiste o la enfermedad se agrava en forma
pasajera, son todos aspectos que trascienden al niño y deben ser considerados por sus
progenitores. En los niños no hay, como en los adultos, el interés por la curación.
La evaluación de las perturbaciones debe hacerse con relación al grado en que impiden al niño
seguir el curso de su desarrollo.
Es indudable la indicación de terapia analítica cuando la energía de un niño se ve consumida por
conflictos entre sus instancias psíquicas, cuando las defensas contra las pulsiones son
inadecuadas, las ansiedades dominan la atmósfera interna, la regresión impide el desarrollo y la
represión de la agresividad limita la productividad.
En cuanto a las contraindicaciones para el análisis, Anna Freud considera que en estados de crisis
aguda resulta inaplicable. Como la mayoría de los problemas de desarrollo propios de la infancia se
asemejan a las crisis agudas de los adultos, concluye que esta contraindicación debe tomarse en
cuenta pero no de manera automática.
Hay que examinar en todo sentido las posibilidades negativas y positivas de una indicación de
tratamiento para cada caso. En tanto las interferencias al desarrollo sean ambientales, no es
claramente el tratamiento el tipo de ayuda conveniente, ni se ve el papel que ha de cumplir el
terapeuta en el proceso.
Las posibilidades terapéuticas se reducen notablemente cuando son los padres lo que actúan
como agentes patógenos.
Introducción en el tratamiento
Anna Freud nunca abandona la idea de que hace falta un período introductorio al análisis. Ninguna
introducción le habría resultado eficaz hasta que no hubiera desarrollado con la analista una
relación que le permitiera a ésta reducir las defensas de la niña.
Terminación del análisis
El objetivo terapéutico se alcanza al lograr el equilibrio entre las fuerzas libidinales y las funciones
del yo. La fortaleza yoica implica la posibilidad de satisfacer impulsos instintivos permitiendo el
hallazgo en el mundo externo de objetos satisfactorios.

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Idealmente el tratamiento se da por finalizado por acuerdo del analista, el niño y los padres.
Generalmente estos últimos interrumpen el análisis de sus hijos apenas sobreviene una mejoría.
Muchos prefieren una apariencia de adaptación social del niño antes que un mayor desarrollo. En
general las terapias no se extienden el tiempo necesario.
Algunas consideraciones sobre la técnica
Según Anna Freud resultó una cuestión de prestigio subrayar similitudes, sobre todo en los
siguientes puntos:
 No apoyarse en la autoridad ni en la sugestión en la cura.
 Excluir la abreacción.
 Sostener la abstinencia y la neutralidad en cuanto a intervenir en la vida del paciente.
 Analizar los contenidos inconscientes, valerse como principios instrumentales de la
resistencia y la transferencia.
Dado que a diferencia de los adultos, en los niños hay una tendencia a la gratificación inmediata,
no se despierta en ellos “tendencias curativas innatas”.
Falta en ellos la capacidad de “insghts”; no tienen deseo de curarse ni se puede apelar a la alianza
terapéutica. Su yo se alinea con las resistencias; en su relación con el analista no se descartan los
padres.
El mayor obstáculo en el análisis de niños es la incapacidad de éstos de producir asociaciones
libres lo cual hace que en el relato de sueños y fantasías no aparezcan nexos entre lo manifiesto y
lo latente.
El niño actúa en vez de verbalizar. Al no poder impedir la motricidad se producen acciones dentro y
fuera de la transferencia.
El analista de niños no puede dejar de interferir las acciones del paciente, cuando éste pone en
peligro su propia seguridad o la del analista. No se le puede decir al niño que haga lo que quiera.
Es también diferente el material interpretado. La verbalización de muchos impulsos de los cuales
no tiene conciencia el niño siempre va unida a la interpretación, y ésta es una característica
específica de la terapia.
Resistencias.
Son mayores las resistencias en los análisis de niños que en los adultos. Hay resistencia legítimas
y otras que derivan de que los niños no llegan al análisis por propia voluntad ni acuerdan el
contrato con el analista. La resistencia del yo aumenta por lo primitivo de sus defensas que por lo
tanto se unen al yo. Los niños prefieren rechazar el pasado y formular sus conflictos como
enfrentamientos con el ambiente esperando satisfacciones brindadas por el medio, lo que no debe
entenderse como transferencia negativa sino como negativa a analizarse.
La autora distingue la interpretación de la defensa de la del contenido inconsciente, y la plantea
como previa a otras interpretaciones.
Transferencia.
Anna Freud cree que al inicio del tratamiento la relación con el analista es real. Gradualmente, por
regresión y transferencia de elementos libidinales y agresivos se establece la prevalencia de la
relación irreal sobre lo real. Al finalizar el tratamiento se reestablece la situación del comienzo.
Los niños ven en el analista un objeto nuevo y lo tratan como tal, ya que existe una parte sana de
la personalidad. Utilizan al analista para la repetición en cuanto la neurosis entra a tallar en la
relación.
Todo analista de niños debe aprender a distinguir los papeles que se le asignan.
LOS NIÑOS DE MELANIE KLEIN
Eros y Tánatos.
La convicción kleiniana sobre la legitimidad del psicoanálisis de niños se basa en una certeza: el
inconsciente sabe y los niños tienen una relación con el inconsciente más directo que los adultos.

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Pero en el inconsciente los niños no son de ninguna manera fundamentalmente distintos de los
adultos. Lo único que sucede es que en los niños el yo no ha desarrollado aún plenamente, y por lo
tanto, los niños están mucho más gobernados por el inconsciente.
El psicoanálisis de niños permitió descubrir a Melanie Klein el sufrimiento psíquico de que son
presas todos los seres humanos desde bebés. El trabajo analítico no sólo no perjudica a los
pequeños, sino que por el contrario a todos los niños les sería muy útil para enfrentar en mejores
condiciones las vicisitudes de la vida.
El sufrimiento psíquico universal del bebé se da en el principio de la vida, la libido está combinada
con agresividad y el desarrollo de la libido en cualquier estadio está afectado vitalmente por la
ansiedad proveniente de esta agresividad. La ansiedad, la culpabilidad y los sentimientos
depresivos empujan a veces a la libido reforzando su fijación en un objetivo y finalidades
anteriores.
Melanie Klein usa la palabra agresividad refiriéndose al innato instinto de muerte. El yo inmaduro
del bebé responde con ansiedad a la actividad del instinto de muerte; lo reflexiona: una parte la
proyectará al exterior y otra será utilizada por el yo como agresión.
Otra evidencia de sufrimiento psíquico es el sentimiento de culpabilidad. Se tarta del sentimiento
doloroso que surge a partir del reconocimiento como totales de los objetos amados; es
consecuencia de la fantasía de haberlos dañado bajo los efectos de la ambivalencia propia de la
posición depresiva.
Es en la primera infancia donde se originan los sentimientos de culpabilidad. No se presenta
cuando se está terminando el Complejo de Edipo, sino que más bien es uno de los factores que
desde un comienzo moldean su curso y afectan su desenvolvimiento final.
La tercera fuente de padecimiento mental es la envidia temprana. Las experiencias reales del
bebé con el pecho le deparan tanto felicidad como sentimiento penoso. En su fantasía
inconsciente amará al pecho bueno gratificador y odiará al pecho malo privador. El primero
representa en las fantasías de todo sujeto las cualidades ligadas a lo generoso, lo bueno y
enriquecedor de sus intercambios emocionales; el pecho primario bueno internalizado permanece
como fundamento de la esperanza, la confianza y la creencia en la bondad. Como tal, posibilita en
el bebé el desarrollo de su capacidad para la gratitud. La envidia temprana contribuye a las
dificultades del bebé en la estructuración de un objeto bueno, porque él siente que la gratificación
de la que fue privado ha quedado retenida en el pecho que lo frustró.
Del latín invidia, ésta denota el aspecto destructivo de la mirada maligna, “el mal de ojo”; se basa
en el mecanismo de la proyección, refiriéndose a la relación exclusiva con la madre, es decir, a una
sola persona, a diferencia de los celos en que aparece el rival. Se imagina a la persona envidiada
gozando de lo más deseable, de allí el deseo de quitárselo aun dañándola. Melanie Klein, a
propósito de la envidia, evoca el dicho popular, morder la mano que lo alimenta.
La vida psíquica implica la oposición de dos grandes tendencias: a la fragmentación y a la síntesis.
En la vida mental operan conjuntamente, creando constelaciones básicas: posiciones paranoide y
depresiva. Melanie Klein llama posición a una configuración específica de relaciones de objeto,
ansiedades y defensas. Reúne así dos forma de organización sincrónica cuyos elementos tienen
entre sí relaciones fluidas y dinámicas.
La dinámica psíquica tiene al crecimiento; éste se funda en las diferentes formas en que se
enfrentan las situaciones de ansiedad durante toda la vida; las modificaciones se van alcanzando
en grados crecientes de síntesis.
El pequeño Dick.
En la importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo, artículo de 1930, Klein
presenta el análisis del pequeño Dick.
Desde las épocas más arcaicas el impulso epistemofílico del niño se dirige hacia el interior del
vientre materno fantaseando encontrar allí el pene del padre, excrementos, niños, elementos que
puede homologar.

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Estas ideas se basan en las de dos autores: Ferenczi sostuvo que la identificación es la precursora
del simbolismo y Jones que las ecuaciones simbólicas se realizan en función del principio de
placer. Lo audaz de Melanie Klein es agregar en el proceso de formación de símbolos la función
del sadismo en su fase oral-canibalistica, fase que se corresponde con los comienzos del complejo
edípico.
Los ataques sádicos del niño se dirigirán a destruir los contenidos del cuerpo de la madre y en
función de la fantasía del coito sádico, a la pareja de los padres combinados.
El yo más arcaico se encuentra ante una tarea abrumadora; tramitar montos excesivos de angustia;
lo irá logrando instrumentando defensas más primitivas que la represión. Las dos fuentes del
sadismo son: el propio sujeto y el objeto atacado. De la primera el niño se defiende mediante la
expulsión y de la segunda por medio de la destrucción.
Entonces el simbolismo no sólo constituye el fundamento de toda fantasía y sublimación, sino que
sobre él se construye también la relación del sujeto con el mundo exterior y con la realidad en
general.
En la tramitación de los montos de angustia inicial, el éxito o fracaso del niño, con respecto a la
simbolización, dependerá del interjuego de varios factores: la cantidad y cualidad de la angustia y
la capacidad del yo para tolerarla. Factores que interactúan y se equilibran entre sí.
La separación del sujeto del campo del Otro en la cura kleiniana se opera por medio del instinto de
muerte y a través del fortalecimiento yoico. El instinto de muerte, como agresión, ataca la
imaginaria completad del Otro. El fortalecimiento yoico se consigue a través del análisis de las
defensas y la reparación.
Terminación del análisis.
Sobre las bases de sus conceptualizaciones teóricas, Melanie Klein aborda el tema de la
terminación del análisis en su artículo: sobre los criterios para la terminación de un psicoanálisis.
Considerando los dos tipos de ansiedades, paranoide y depresiva, la primera relacionada con los
peligros que amenazan al Yo, y la segunda con los que amenazan el objeto de amor, podría
interpretarse su exposición centrada sólo en estas últimas, ya que compara la terminación del
análisis con el proceso de duelo o destete. Las dos formas de ansiedad comprenden todas las
situaciones de ansiedad por las cuales pasa el niño y agrega: “sin embargo las ansiedades
persecutoria y depresiva, aunque conceptualmente diferentes desde el punto de vista clínico, a
menudo se mezclan”.
El sufrimiento propio de la posición depresiva está vinculado a un incremento del insight de la
realidad psíquica, que a su vez contribuye a una mejor comprensión del mundo externo.
Gracias a su creciente adaptación a la realidad y a la mayor amplitud de las relaciones objetales, el
niño es capaz de combatir y disminuir sus ansiedades depresivas y, en cierta medida, establecer
firmemente sus buenos objetos internalizados, es decir el aspecto favorable y protector del
Superyó.
El establecimiento de la prueba de realidad permite realizar el trabajo de duelo; y el éxito de esta
tarea depende no sólo de establecer dentro del Yo la persona perdida, sino también, subraya
Melanie Klein, el poder restablecer los primeros objetos amados, que en la temprana infancia
fueron destruidos o puestos en peligro por los impulsos destructivos. Y es aquí entonces donde el
sufrimiento está implicado.
Los sentimientos persecutorios y depresivos reaparecen en el curso de la infancia; estas
ansiedades se elaboran y superan durante la neurosis infantil, y si el desarrollo es normal, en la
latencia se instalan defensas adecuadas, alcanzando un cierto grado de estabilización.
La condición previa para un desarrollo normal es la reducción y modificación de las ansiedades
persecutorias y depresivas. Esto lleva a Melanie Klein a tomar como criterio de terminación de
análisis en niños y adultos el que la ansiedad persecutoria y depresiva haya sido suficientemente
reubicada, lo que presupone el análisis de las primeras experiencias de duelo.

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Para concluir, observa Melanie Klein, que durante el período previo y posterior a la terminación del
análisis, aquel en que el paciente prosigue por cuenta propia, surgen sentimientos penosos al ser
revividas las ansiedades tempranas que culminan en un estado de duelo. Esto implica una nueva
puesta a prueba del principio de realidad en relación con los primeros objetos amados.
Aconseja por lo tanto hacer saber al paciente con varios meses de anticipación la terminación del
análisis para disminuir el inevitable sufrimiento.
La fantasía inconsciente es uno de los conceptos centrales en el cuerpo teórico kleiniano; supone
un yo temprano apto para crearlas, objetos con los cuales éste establece relaciones, un mundo
interno capaz de contenerlos y un mundo externo en buena parte construido por la proyección de
las mismas y desde el que se introyecta y reintroyecta en una compleja dialéctica de proyección,
introyección e identificación.
El superyó precoz tiene reservado su papel, como si fuera un actor cuyo contrato de trabajo es
para el self difícilmente prescindible. Hace falta la intervención de un analista para disminuir su
severidad. Este es uno de los descubrimientos originales de Melanie Klein.
El Superyó arcaico es un concepto muy diferente al freudiano, ya que no es el heredero del
complejo de Edipo clásico. Su núcleo está constituido por los primeros objetos introyectados,
mediante la incorporación de objetos parciales, durante la fase oral-canibalística del desarrollo; lo
que motiva su formación son los impulsos destructivos proyectados sobre los objetos parciales y la
ansiedad concomitante que le imprimen su sello como marca de origen.
Es como consecuencia de lo mecanismos de proyección e identificación temprana que la figura del
Superyó resulta distorsionada e irreal en comparación con la de los verdaderos padres.
A diferencia de Freud, para quien el Superyó es heredero del complejo de Edipo, para Melanie
Klein, el Superyó lo condiciona de acuerdo a sus características.
Sobre la técnica de juego.
Sostiene que con los niños se puede y debe establecer una auténtica situación analítica con
medios analíticos. Desdeña las medidas pedagógicas, la fase preparatoria inicial y el refuerzo de la
transferencia positiva que proponía Anna Freud.
Sistematiza en torno a cuatro puntos principales los planteos de Anna Freud:
 El análisis de niños no puede llevarse demasiado lejos, es decir que no puede analizarse el
complejo de Edipo.
 Debe combinarse con medidas educativas.
 En él se descubre menos sobre los estadios más tempranos de la vida que en el de los
adultos.
 La técnica y los principios que la rigen son diferentes.
A diferencia de Anna Freud, afirma Melanie Klein, que en el inconsciente, los niños no son
esencialmente diferentes a los adultos.
En tanto Anna Freud negaba las posibilidades de transferencia de los niños, Melanie Klein constata
el establecimiento de la transferencia y la necesidad de interpretarla desde un inicio. La aprontada
angustia del niño disminuía al interpretarse la resistencia y transferencia negativa.
Podía así penetrarse en las capas edípicas y pre-edípicas de la vida psíquica del niño, abordar sus
ansiedades profundas y las culpas y fantasías inconscientes, disminuyendo la severidad del
superyó infantil sádico.
La técnica de juego propuesta por Melanie Klein sustituye las asociaciones verbales. Interpreta sólo
cuando un material se expresa repetidamente por diferentes medios: juegos, dibujos,
manifestaciones verbales. Cuida de establecer la relación entre el mundo interno y la situación
transferencial.
Se justifica el uso de juguetes en tanto técnica, porque la angustia se presenta como inhibición a
expresarse verbalmente. Klein replica que al igual que en los adultos, en los niños el superyó no es
idéntico a los padres reales. Además postula el superyó temprano cuya acción precede y es
activado por el complejo de Edipo.

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Melanie Klein recomienda el análisis no sólo en caso de neurosis en la infancia sino en niños
normales para prevenir dificultades.
A partir de estos principios, Melanie Klein propone la técnica de juego para el análisis de niños. El
material que ofrece a sus pacientes como soporte del juego está compuesto por pequeños
juguetes, simples y variados, que permitan la expresión de diversos pensamientos de juego y su
afectos.
Los juegos con agua permiten la expresión de los impulsos uretrales, sádicos y genitales, las
fantasías concomitantes y las formaciones reactivas así como las teorías sexuales infantiles.
Asimismo los juegos con fuego, para los que hacen falta superficies no combustibles en el
consultorio.
Los analistas de niños que se reconocen kleinianos atribuyen mucha importancia a la canasta o
cajón individual de juegos, que homologan con el continente materno.
Los juguetes expuestos en la primera sesión se ofrecen como medio de comunicación. Dado que el
impulso a jugar tiene su origen en las experiencias orales tempranas, el juego sirve de descarga de
fantasías masturbatorias. La expresión lúdica es una capacidad de casi todos los niños con
excepción de esquizofrénicos con total inhibición de la fantasía.
El juego se presta a la interpretación. El analista debe comenzar a interpretar cuando el paciente,
por medio de juegos, dibujos, fantasías o por su comportamiento haya expresado parte de su
mundo interno.
Aun los niños inhibidos para jugar pueden emplear los juguetes de alguna manera. Cuando la
angustia y la culpa llevan al niño a querer abandonar la sesión o el análisis, sólo la interpretación
puede resolver los impasses.
Los niños además de usar juguetes suelen hacer dramatizaciones; allí es conveniente que sean
ellos los que asignen los roles y el desenvolvimiento de las secuencias escenificadas. En “la
personificación en el juego de los niños” (1929), Melanie Klein demuestra que en las
personificaciones los niños se identifican con la instancia psíquica dominante (el yo, el superyó y el
ello); también controlan sus ansiedades y plantean sus conflictos. Ella analiza cómo el niño se
compromete en su fantasía, cómo vive la realidad y las formas de gratificación.
Encuentra expresión en las dramatizaciones identificaciones parciales, introyectadas en distintos
estadios del desarrollo libidinal, que el niño tratará de integrar en el yo o el superyó.
En el juego se proyectan conflictos intrapsíquicos; así se posibilita disminuir la regresión en
fantasías y la severidad del superyó, disociar sus componentes en diversos personajes y mitigar la
ansiedad y la culpa.
Resultan requisitos para la transferencia, la capacidad para la personificación y las posibilidades
imaginativas. Si el terapeuta acepta los papeles hostiles transferidos por el niño, podrán
interpretarse los impulsos sádicos, disminuir la severidad del superyó y mejorar el contacto con la
realidad. La comprensión de las tempranas transferencias negativas apunta en la dirección de
disminuir la ansiedad y lograr la primacía genital.
Hacia el final del análisis podrá ser usado el lenguaje verbal, aún en niños muy pequeños. Esto es
índice de progreso del análisis.
En los latentes predominan los juegos de representación. Esto se traduce en la necesidad de
utilizar representaciones intermedias para acceder a su inconsciente. Las actividades monótonas,
como los juegos reglados, no ofrecen vías para la interpretación.
Con los púberes el trabajo se acerca al de los niños pequeños. La transferencia negativa aparece
bajo el signo del desafío o la rebeldía. Las ansiedades inhiben las asociaciones verbales. Según el
caso se trabaja siguiendo la técnica del análisis de niños o del adulto, de acuerdo a las dificultades
para expresar verbalmente las fantasías.
LOS NIÑOS DE WINNICOTT
Presentación de Winnicott.

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Más que presentar a sus pacientes, en sus escritos él mismo se presenta como objeto. Es cierto
que en su tiempo, no era una práctica poco común pensar desde la llamada contratransferencia;
sin embargo, Winnicott realmente inventó un espacio nuevo para el analista, el paciente y el
análisis. Un espacio no erotizado, ese espacio lo instituye una práctica específica: ese espacio da
lugar al acto del sujeto.
Winnicott reconocía que sólo se trabaja con una identificación, pero con una identificación
precisaba que permita conservar la cabeza sobre los hombros.
La teoría de Winnicott es muy compleja, en el sentido de que no es unificable; está conformada por
múltiples ramificaciones, surgidas de interrogantes y observaciones que el autor gustaba llamar “de
detalle”; más bien diría que su conceptualización está constituida por diversos aportes a la
construcción, desde su clínica, de la teoría psicoanalítica en los puntos donde falla como doctrina.
Objetos y fenómenos transicionales.
El objeto, parcial, genital, de amor, en fin, el de la relación de objeto, imperaba en la lógica de las
teorías de los psicoanalistas de los años 50, cuando Winnicott propone su teoría de los fenómenos
transicionales.
El fenómeno transicional se refiere al uso del objeto cuyo valor es la paradoja, y su sustancia, la
ilusión.
En relación al objeto, la paradoja que da fundamento al hacer del bebé será que él pueda creer que
lo que es puesto por la madre, justo para ser encontrado, es su posesión, su creación. Crear lo
dado.
Analizando la paradoja o el uso del objeto transicional, puede situarse al analista como objeto
ofrecido a ser usado por el paciente en la transferencia.
Una de las paradojas de Winnicott afirma que el bebé no existe, ya que el recién nacido depende
totalmente del medio ambiente facilitador, es el tiempo de la dependencia absoluta, donde aún no
hay diferencia entre yo-no yo. La primera posesión no-yo, se ubicará en ese espacio de
experiencia, que la madre ofrecerá para que junto con el timpo, le sea posibilitada la experiencia de
SER.
Winnicott denomina elemento masculino al que establece relaciones de objeto, en forma activa o
pasiva, respaldadas ambas por el instinto. En cambio, el elemento femenino puro se relaciona con
el pecho dado que el objeto es el sujeto. Y en esto no puedo ver impulso instintivo alguno.
Obsérvese la ambigüedad mantenida por el autor entre el pecho o la madre. Se trata de la entrega
materna. La entrega es de una cualidad, cualidad que hará al bebé ser, no confundido con el Otro.
Advierte finalmente Winnicott, que la característica del elemento femenino la encuentro en el
contexto de la relación de objeto que es identidad, que proporciona al niño la base para ser y luego,
más adelante, para el sentimiento de persona. El sujeto es el objeto.
Este ser no es una instancia del aparato psíquico (yo, ello, superyó), tampoco tiene relación con lo
instintivo. Pero como se trata de identidad, me permito proponer un paralelo con lo que Lacan llama
“el soporte del sujeto” y escribe con un nudo: simbólico, imaginario y real.
Lo que significa de este autor, la tarea del analista: dar al paciente, o posibilitarle la experiencia de
ser.
El ser de qué habla Winnicott, se corresponde con la “a” de Lacan; lo que al Otro le falta.
La primera hipótesis del autor, con respecto a lo transicional y la ampliación de su teoría es la
siguiente:
 Es observable en los recién nacidos actividades autoeróticas de chupeteo, tanto para
satisfacerse, como para lograr una tranquila unión. Luego la madre les ofrecerá un juguete
esperando que se apeguen a éste. Entre estos dos fenómenos hay un intervalo de tiempo que
hay que estudiar.
 Retrocediendo hacia la primera formulación de Winnicott, con los conceptos de objeto
transicional y fenómeno transicional, designa “la zona intermedia de experiencia, entre el pulgar

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y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora
primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la
deuda y el reconocimiento de ésta: decir gracias”.
 Existe entre la realidad exterior y la interior una zona de descanso, es la zona donde se da la
experiencia ilusoria, que puede ser compartido en grupo, pero que si en el adulto abarca por
ejemplo la religión y el arte, se convertiría en el sello de la locura si él obligara a los demás a
aceptar una ilusión que no le es propia.
 La importancia de los fenómenos transicionales para el bebé, reside en que resultan, una
defensa contra la angustia, especialmente la depresiva. Si el niño encuentra un objeto
transicional, los padres le respetan su apego a él, ya que de alguna manera saben que pueden
provocar la ruptura de la continuidad existencial del bebé. Si el fenómeno transicional no
aparece y su lugar es ocupado por la madre misma, el bebé se ve imposibilitado de gozar del
estado de transición.
 Winnicott resume las cualidades de la relación con el objeto transicional:
o El bebé asume derechos sobre el objeto y nosotros convenimos esa asunción.
o El objeto es acunado con afecto y al mismo tiempo amado y mutilado.
o Nunca debe cambiar.
o Tiene que sobrevivir al amor, al odio y a la agresión.
o Al bebé debe parecerle que irradia calor o que hace algo que parezca que posea una
vitalidad propia.
o Para nosotros parece que proviene de afuera, no así para el bebé. No es tampoco una
alucinación.
o Su destino es la descatectización gradual.
Con respecto al simbolismo, no simboliza: ni a la madre, ni al pecho, los puede representar; el bebé
ante de emplear simbolismos, va adquiriendo la capacidad de aceptar semejanzas y diferencias.
Sobre el jugar.
Se manifiesta, en la elección de palabras, en las inflexiones de la voz, y por cierto que en el sentido
del humor.
Winnicott plantea: “la psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente
y la del terapeuta. Está relacionada con dos personas que juegan juntas. La labor del terapeuta se
orienta a llevar al paciente, de un estado en que no puede jugar a uno en el que es posible
hacerlo”. El jugar resulta por si mismo una terapia.
El jugar como experiencia creadora, implica espacio y tiempo, se distingue por la precariedad, ya
que se desarrolla en el límite entre lo subjetivo y lo que se percibe como objetivo.
Winnicott se ofrece como madre suficientemente buena, que entrega el elemento femenino puro,
para que el objeto no diferenciado del sujeto se deje jugar en la transferencia.
El analista ofertará un espacio, un campo potencial, una zona neutral, sin desafío; su única
competencia será garantizar el marco analítico. Esto posibilitará, que de la no forma, pueda surgir
la fantasía.
EL USO DE UN OBJETO: EL ANALISTA.
Hay algunos análisis que parecen desarrollarse bien, salvo el inconveniente de que jamás
terminan. Tanto paciente como analista saben que han colaborado durante años en fracasar con
éxito, en el sentido de que no se han producido cambios significativos.
Se hace necesaria una nueva formulación en términos de eliminación de desechos; “la tarea
siguiente, para quien trabaja en el campo de los fenómenos transicionales, consiste en reformular
el problema en términos de eliminación”

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En principio establece una distinción entre la relación de objeto y el uso del objeto. La relación de
objeto es anterior, implica la catectizacion del mismo, los mecanismos de proyección e
identificación; el sujeto participa del objeto, encontrándose parte de él en el otro.
En el pasaje de la relación al uso, el sujeto destruye al objeto. Para lo cual es necesario considerar
la naturaleza y la ubicación del objeto. Un objeto subjetivo, no es pasible de ser atacado, ya que
forma parte de una proyección. Para usar un objeto este será real, formara parte de la realidad
compartida.
El pasaje del relacionarse al uso, no se produce por el sólo proceso de maduración, sino que se
verá o no facilitado por el medio ambiente.
Es necesario aclarar que la destrucción del objeto es posible porque no se halla dentro de la zona
de control omnipotente del sujeto (proyección).
La destrucción del objeto crea la exterioridad. En la tesis de Winnicott “la destrucción desempeña
un papel en la formación de la realidad, pues ubica al objeto fuera de la persona”.
Lo fundamental es que el analista superviva a los ataques del paciente y que la técnica
psicoanalítica se mantenga intacta.
En los movimientos de la transferencia, se presentan oportunidades de cambios muy profundos,
que se expresan en ataques por parte del paciente, ya sea en forma de “engaños o por medio de
manipulaciones que en los hechos lo obligan a hacer cosas técnicamente malas”. La interpretación
es peligrosa, ya que el paciente la puede reinterpretar como defensa del analista a sus ataques. Lo
importante es la supervivencia del objeto, ante el impulso real de destruir por parte del sujeto. La
destrucción real resulta del fracaso del objeto a sobrevivir.
Resumiendo: la secuencia de la relación de objeto en términos de experiencia del sujeto es la
siguiente:
1. El sujeto se relaciona con el objeto.
2. El objeto está a punto de ser hallado por el sujeto, en lugar de ser ubicado por éste en el
mundo.
3. El sujeto destruye al objeto.
4. El objeto sobrevive a la destrucción.
5. El sujeto puede usar el objeto.
LA CONSULTA TERAPEUTICA Y EL JUEGO DE GARABATOS
Winnicott escribe sobre su práctica clínica como se refiere a su teoría y describe uno de los
procedimientos que empela con niños: la consulta terapéutica y en ella la técnica de juego de
garabatos.
Se refiere a la consulta terapéutica como procedimiento y a la técnica del juego de los garabatos
que exige flexibilidad frente a la variedad de consultas. Ese juego es simplemente un medio de
hacer contacto con el niño. Lo que ocurre en el juego y en el curso de la entrevista depende de
cómo utilizamos la experiencia del niño y el material que se presenta.
La consulta terapéutica como aplicación del psicoanálisis puede llegar a ser preliminar a la
iniciación de un tratamiento, pero esto podrá ocurrir solo después de que el niño haya
experimentado que forma parte de la consulta como protagonista. Winnicott descubre cuando en
las primeras entrevistas el niño está al tanto de que será atendido por alguien que se presta a la
comunicación con él, presentan una cualidad sagrada. Esta cualidad se manifiesta en el relato de
un sueño anterior a la consulta, y en cierta expectativa de obtener algún beneficio futuro del
encuentro, y el analista queda ubicado ya como un objeto subjetivo del niño.
Winnicott considera que la interpretación de lo inconsciente no es lo principal. Si la interpretación
es equivocada el niño la corregirá y el terapeuta reconocerá su error siempre que no se trate de
una resistencia. Esas entrevistas serán dominadas por el niño y no por el analista.
EL VACÌO

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Winnicott describe los estadios tempranos del desarrollo emocional. Considera hereditario al
proceso de maduración y al medio ambiente, facilitador. “El individuo pasa de la dependencia
absoluta a la independencia relativa y va hacia la independencia”.
“El medio ambiente facilitador puede ser descrito como que asegura el sostenimiento, el manejo, y
la presentación del objeto”.
Distingue tres categorías en el desarrollo del individuo: la integración, la residencia o colusión
psicosomática y la relación de objeto.
Hace una lista de agonías primitivas, diferentes de las angustias: “no dejar de caer”, “pérdida de
sentido de lo real”, “pérdida de capacidad para relacionarse con los objetos”, entre otras. A ellas
corresponden defensas: desintegración, auto sostén, despersonalización, explotación del
narcisismo primitivo, defensa de los estados autistas.
El miedo clínico a un derrumbe es el miedo a un derrumbe que ya ha sido experimentado. Es un
miedo a la agonía original que causó la organización defensiva que el paciente muestra bajo la
forma de un síndrome de enfermedad.
Lo temido ya ha sucedido en el pasado, al comienzo de la vida. Cuando es experimentado en el
aquí y ahora del análisis, es equivalente al recordar en las neurosis y al levantamiento de la
represión. La oportunidad para esto es un error del analista.
“En algunos pacientes el vacío necesita ser experienciado, este vacío pertenece al pasado, a la
época previa al momento en el que el grado de madurez hubiera hecho posible que el vacío se
experimentara”.
“Alcanzar la experiencia del vacío permite vencer inhibiciones, compulsiones (bulimia, anorexia) y
comenzar a hacer cosas con placer”.
La experiencia del vacío es la falta de un símbolo. Pero esta falta no la registra el bebé, si no el
Otro, el analista en este caso, como una falla, o un error. En términos de la teoría lacaniana es la
verdad restada al saber.
El vacío no es el fracaso del saber, es saber en fracaso. Y eso es lo que Winnicott sabía cuando
hablaba del error del analista.
Donde Winnicott ubica vacío, Lacan escribe a. La diferencia conceptual reside en lo siguiente.
En Winnicott, el vacío es una experiencia subjetiva. En Lacan el a es una escritura; designa un
agujero.
En Winnicott, el vacío es condición de posibilidad de disfrutar de la vida. En Lacan el a, como
nombre de goce, permite articular operatoriamente letras y conceptos.
Transferencia y contratransferencia.
En Winnicott hay una preocupación constante por la clínica del analista. En “variedades clínica de
la transferencia” se refiere a los pacientes no neuróticos, es decir, a aquellos en los cuales no
puede suponerse un cuidado suficiente durante la infancia. En el análisis de estos casos no se
establece una neurosis de transferencia.
La identificación primaria coincide con el estado de dependencia absoluta. Si el yo no se halla
diferenciado o verdaderamente instaurado, el marco analítico cobra más importancia que la
interpretación.
El paciente podrá usar los fracasos del analista en lugar del fracaso originario y sentirá ira por ello.
La resistencia aparece cuando el analista comete una equivocación. Entonces si se defiende asi
mismo se pierde la oportunidad de analizar un fracaso originario. Son los errores del analista, si se
usan y analizan, los que permiten romper la dependencia del paciente.
LOS NIÑOS DE JACQUES LACAN Y SUS DISCÍPULOS
DE FREUD A LACAN
Lacan renueva la práctica psicoanalítica. Su enseñanza tiene sus bases fundamentales en la
teorización del inconsciente estructurado como un lenguaje.

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Dicha ratificación se dirige a tres puntos de vista, de los que se aparta críticamente:
-El punto de vista genetista y de interpretación de las defensas: este punto se origina con la
propuesta de Anna Freud, de que hay un desarrollo progresivo de las fases libidinales y de los
mecanismos de defensa del Yo. Lacan sostiene que los seguidores de A. Freud se deslizan así, a
una práctica educativa, cuyo patrón de medida está dado por el ego autónomo y libre de conflictos
del analista.
Aquí reside lo que Lacan llama “la resistencia del analista”.
Según Lacan, el criterio de A. Freud sobre la dirección de la cura, conduce a pretender la
subordinación del pequeño a la demanda del Otro.
-Las teorías centradas en la relación de objeto: el primer referente de esta teoría es Abraham.
Lacan centra su crítica en que éstas consideran la capacidad de amor como dato diagnóstico y
pronóstico; oponen lo pregenital y lo genital para proponer esto último como fin a alcanzar con
relación al objeto. Lacan no concuerda con la idea de que la “genitalidad adulta” cuyo fin sería la
reproducción, subordine y ordene a la diversidad de las pulsiones parciales.
-Las que dan cuenta de la cura como introyección intersubjetiva: las objeciones de Lacan a
esta postura se centran en que ellos conciben la relación analítica como dual, y el analista como
objeto privilegiado sobre el cual recaen en última instancia todas las operaciones fantasmáticas del
niño. Lo cual no invalida que se produzcan efectos analíticos, pero a través de un acento y
proliferación de lo imaginario.
Puntos en que Lacan se diferencia de Freud:
 El aparato psíquico no es una bolsa con contenidos, hay tres registros como soportes del sujeto
anudados: imaginario, simbólico, real.
 El inconsciente produce restos, plus de gozar y está estructurado como un lenguaje.
 El complejo del semejante freudiano y la experiencia de satisfacción cobran otra magnitud, con
el concepto de la Cosa como real, lo más íntimo y exterior al sujeto.
 En la relación entre la madre y el niño juega el falo, como objeto de deseo de la madre.
 El Nombre-del-Padre no está en el mismo plano conceptual que el padre terrible de “Tótem y
Tabú”.
 El complejo de castración ocupa el lugar del complejo de Edipo.
 Más allá del principio del placer se trasmuta en goce.
 Lacan abandona el dualismo pulsional, las pulsiones son de muerte.
 La relación de objeto es falta de objeto; Lacan diferencia frustración, castración y privación.
 No hay unificación de las pulsiones a los fines de lo genital.
El deseo sexual es incestuoso, pero el sujeto busca la castración.
 Hay representantes inconscientes y también vacíos de representación: a.
 Hay un significante que falta al saber, por lo cual el Otro está barrado: S (A)
JUEGO DE PALABRAS
No es un azar que en la lengua (cualquiera que sea) en la que alguien recibió una primera
impronta, una palabra es equívoca. Si esa es la ley del lenguaje, entonces el sujeto se efectúa
porque parlotea contando con el malentendido. Los padres moldean al sujeto en esa función que
Lacan llama “simbolismo”.
METÁFORA Y METONIMIA
Los mecanismos de metáfora y metonimia dan cuenta de cómo el significante puede significar otra
cosa de lo que supone enunciar. La metonimia corresponde al desplazamiento de Freud, en el
trabajo del sueño. Consiste en la conexión de un significante con otro. La metáfora no se

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corresponde exactamente a la condensación en Freud. Lacan expresa que la condensación es el
campo donde surgirá la metáfora. Con la metáfora se sostiene pero también se atraviesa la barra
de la represión.
CURA Y TRANSFERENCIA
En un principio Lacan presenta el esquema L para mostrar los cuatro puntos en que está estirado
el sujeto. La cura se despliega poniendo en juego cuatro vértices que relacionan sujeto, objeto, yo y
Otro, en dos ejes.
S ---------------------------- otro (a)

Yo (a’) ---------------------- Otro (A)


(La línea que va de S a Otro, es el campo inconsciente del sinsentido. Y la que une al otro con el
Yo es el campo del sentido, relación imaginaria.)
Otro, A, como batería del significante, lugar donde el analista se ubica, es interferida por la relación
imaginaria, el campo del sentido. Su yo: a’, sus objetos: a, son las formas que le sugieren la
comprensión. Es decir, el paciente relatará sus preocupaciones y quejas en las relaciones de amor,
odio, simpatía, ideas, rivalidades, satisfacciones y frustraciones, ya que como ser de lenguaje está
capturado por el sentido que le otorgan los otros a su vida.
Pero las determinaciones de esta captura vienen desde las significantes singulares, que lo implican
como sujeto. Durante la expresión de sus fantasías y sufrimientos surgirán las formaciones del
Inconsciente, un lapsus por ejemplo, es un sin sentido que intersectando la diagonal imaginaria,
pondrá en evidencia la distancia entre el dicho y el decir, donde el sujeto del inconsciente se
denuncia y alfo de su verdad se alcanza, será entonces el efecto de la articulación significante.
La transferencia analítica, en contraposición a lo que Lacan denuncia como desviación práctica y
confusión teórica, no es únicamente imaginaria.
Hay tres aspectos de la transferencia: simbólico, imaginario y real. La fórmula del Sujeto Supuesto
Saber es consecuencia de la estructura de la situación analítica.
El movimiento de apertura del análisis, la comunicación de la regla fundamental, según Freud,
implica el establecimiento del Sujeto Supuesto Saber. Esta regla incluye los siguientes elementos:
- plantea la diferencia del relato requerido en psicoanálisis con el hablar ordinario dirigido a otro.
- no interesa el cuidado por el hilo de la narración.
- implica la suspensión de toda crítica o selección de las ocurrencias.
Lo que da razón de este precepto es la suposición de que todo lo que se diga tendrá valor para
alcanzar retroactivamente un cierto saber sobre la verdad del sujeto; alrededor de este eje se
articularán los fenómenos constituidos: la repetición, la resistencia, la sugestión, la neurosis de
transferencia.
Se deduce que el analista no incurrirá en el error de identificarse con el Sujeto Supuesto Saber
(esta posición corresponde por ejemplo al médico).
𝑠𝑢𝑝𝑢𝑒𝑠𝑡𝑜
La fórmula es: 𝑠𝑢𝑗𝑒𝑡𝑜..𝑠𝑎𝑏𝑒𝑟

Un sujeto no supone nada, ya que no se trata del sujeto psicológico. Un sujeto es supuesto, porque
es lo que un significante representa para otro significante.
𝑆 𝑆"
𝑠…
El sujeto es el significado de la pura relación significante.
Esta fórmula, desarrollada sobre la línea que indica la barra de la represión se escribe:
𝑆𝑡 → 𝑆𝑞
𝑠 (𝑆 ′ , 𝑆 ′′ , 𝑆 ′′′ )

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St: el significante de la transferencia, es el que determina al sujeto en su implicación con la
apertura de la transferencia, en su entrada al análisis. Está articulado en la demanda al Sq,
significante cualquiera; pero lo que habitualmente se comprueba es que no es cualquier significante
en relación con la cadena inconsciente o el texto que se producirá por las asociaciones; implica
suposiciones acerca de lo que será puesto a circular singularmente con su analista.
Por debajo de la barra, se escribe la significación al sujeto determinable por el deslizamiento
significante. El saber es el del Inconsciente: un saber que no se sabe, “no hay necesidad de saber
que se sabe para gozar de un saber”
En el comienzo del análisis se produce un malentendido que es de estructura: el analizante supone
que va a obtener un saber del analista. El establecimiento del Sujeto-Supuesto-Saber inaugura
también el lado imaginario de la transferencia - el “odioenamoramiento”: Amamos al que le
suponemos saber sobre el objeto que nos falta.
En la transferencia imaginaria, el amor es predominantemente narcisista. La causa del amor podría
resumirse en esta frase: “yo te amo pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que a ti -el
objeto a- yo te mutilo”.
Como fenómeno transferencial, el amor no se diferencia del amor verdadero. Desde el punto de
vista del analizante este amor demanda ser correspondido. El analista no puede dar respuesta
porque obstaculizaría su función, la de analizar. Esta función, Lacan la llama “función de deseo del
analista”, que sostiene el principio de abstinencia y obstaculiza que se consuma la metáfora del
amor.
Amor y deseo reconocen la misma causa. En un caso como ilusión y en el otro como insatisfacción
o imposibilidad.
Amor y deseo se articulan en relación a la falta de objeto, del objeto radicalmente perdido, objeto a.
El amor es deseo de hacer Uno de dos.
Cuando el analizante, niño o adulto, se dirige al analista, articulando su demanda en transferencia,
la pregunta implícita es sobre el deseo del Otro. Si al Otro, es Otro más o menos encarnado, nada
le falta, no habrá lugar para el sujeto.
En el deseo del Otro está el resorte del nacimiento del amor. Sólo puede hablarse de amor en los
seres que habitan el lenguaje. La demanda es demanda de amor, esos significa que el niño no
demanda un objeto particular.
CONCIERTO A VARIAS VOCES
En la práctica del psicoanálisis de niños, nos topamos con el hecho de que al supuesto paciente lo
traen los padres o sustitutos. Lo que escucharemos será un concierto a varias voces. Pero cada
vez, en cada recorte, aparecerá un solo sujeto. Este sujeto será efecto de discurso y no podrá
confundirse con el agente o miembro del grupo familiar que en cada momento se haga escuchar a
su manera y por diferentes medios particulares. El concepto de discurso viene a responder desde
cierta perspectiva a interrogantes o polémicas en relación a quienes citar en las entrevistas
preliminares, a quien prestar atención, etc. A esto se le suma que la operación analítica requiere
intervenciones que implican recurrir a los padres, estando o no el niño en análisis.
Desde el punto de vista de la dirección de la cura, el análisis del discurso tiene un valor clínico para
el posicionamiento del analista en las intervenciones e interpretaciones, para las diferencias
diagnósticas, así como también para pensar los distintos momentos por los que atraviesa un
análisis.
EL SÍNTOMA DEL NIÑO
Según Lacan, el síntoma del niño responde a lo sintomático de la estructura familiar. El síntoma se
define como representante de la verdad. El síntoma es un hecho fundamental, ya que la
experiencia analítica se presenta en dos extremos: por un lado lo reprimido originariamente, más lo
que por encima se construye constituyendo síntomas, ambos en el orden de las funciones
significativas, y por el otro extremo, la interpretación que es de deseo. En el intervalo: la
sexualidad.

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Cuando el síntoma que llega a dominar compete a la subjetividad de la madre, el niño está
directamente como correlativo de un fantasma. Hay una diferencia entre el síntoma del niño y el
hecho de que, desde el fantasma de la madre, quede ubicado como objeto de goce.
La función paterna, introduce una mediación entre el ideal del Yo con el que el Yo ideal del niño se
mide y el deseo de la madre. Si se anula esta distancia, el pequeño queda expuesto a convertirse
en el “objeto de la madre”. Esto puede ocurrir en diversos grados y extensiones: en el extremo, el
fracaso radical de la metáfora paterna conduce a la psicosis.
Es por este fallo o fracaso en las mediaciones necesarias que el niño realiza la presencia de eso
que Lacan designa como el objeto a en el fantasma. Con lo que colma la falta que especificaría el
deseo de la madre, cualquiera que sea la patología de ella y colmándola la sutura, en diferentes
condiciones como fetiche, como objeto de sacrificio o como encarnación para la madre de un
fantasma mortífero.
Lacan concluye que para la constitución subjetiva, las funciones de padre y madre implican
necesariamente que para el hijo el deseo no sea anónimo. La comunidad aquí no podría hacerse
cargo de estas funciones que implican deseo historizado singular.
Con respecto a la función de la madre Lacan dice que sus cuidados están signados por un interés
particularizado, así sea por sus propias carencias. Y en relación a la función del padre ésta se
cumple en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la ley en el deseo.
LOS PADRES EN LA CURA
Existe una concatenación simbólica a través del deseo en tres generaciones, concatenación que da
como resultado ciertos síntomas en los hijos de quienes consultan.
El síntoma no es una respuesta del sujeto niño, sino que es un complemento, un eco o un
develamiento de la subjetividad de los padres. Es común que el chico quede en determinado lugar,
colocado por el deseo de la madre o de la pareja. Entonces el síntoma deja de ser la verdad del
hijo para ser parte de un sistema cerrado.
El analista, en este contexto asimila la ley a la autoridad paterna, habla de la figura del padre y el
respeto de su palabra por la madre.
La función del niño es ser objeto fantasmático que protege a los padres contra el desvelamiento del
nudo mismo de su neurosis. Al quitar este objeto de queja constituido por el niño enfermo, tocamos
las defensas de los padres y se les pone frente a algo tan insostenible que algunos reaccionan
catastróficamente.
Todo analista que emprende la cura de un niño, o simplemente atiende una consulta, sabe que los
padres cuentan tanto en la historia del hijo como en los síntomas que trae. Advertimos que en toda
apertura de un análisis, cómo cuenten los padres depende de cómo escuche el analista.
DISCURSO DEL ANALISTA-DESEO DEL ANALISTA
La cura de transferencia según Lacan no es un proceso, sino una sucesión de actos; se trata de
volver a pasar varias veces, por los lugares en que el sujeto es sujetado. Si fuera proceso, se daría
un progreso dialéctico hacia síntesis cada vez más superadoras e integradoras. El malestar en la
cultura es incurable, no puede adoptarse un ideal de adaptación ni hay bien supremo.
El hombre no puede esbozar su situación en un campo que sería del conocimiento recuperado más
que habiendo antes rellenado el límite donde, como deseo se encuentra encadenado. El amor sólo
puede plantearse más allá donde, en primer lugar, renuncia a su objeto.
En el fin del análisis, para el que emprendió la tarea como analizante, por la operación del acto
psicoanalítico, el Sujeto Supuesto Saber queda reducido a la función del objeto a.
Del sujeto supuesto saber encarnado en el analista, sólo queda un desecho que cae. Se alcanza
este fin de análisis con la condición de que el psicoanalista durante la cura, esté a la altura de esta
función.
Lacan propone el concepto de función del deseo del analista. “Si la transferencia es lo que, de la
pulsión, aparta la demanda, el deseo del analista es la que la restablece. Y por esa vía aísla el a, lo

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coloca a la mayor distancia posible de la I que él, el analista, se ve llamado por el sujeto a
encarnar. Es de esa idealización que el analista ha de declinar, para ser el soporte del a separador,
en la medida que su deseo le permite, en una hipnosis al revés encarnar a él, al hipnotizado”.
El deseo del analista le permite: mantener la distancia entre causa de deseo e ideal; poner de
manifiesto lo pulsional que acciona el deseo; presentificar la falta del sujeto, por el lado de la
castración y más allá de ella, su falta real de ser sexuado y por ello mortal.
El analista hace el trabajo de ser la causa de la asociación libre del analizante, o sea, hace
apariencia de a. Ese a se sostiene por el saber del inconsciente, que está en el lugar de la verdad,
en este discurso.
En la cura, del lado el analista queda el amor, porque el analista está a su servicio, al servicio de la
transferencia. El analista soporta la transferencia y no goza. Del lado del analizante se produce
goce. De otro modo, es porque el analista en su función queda como soporte del amor fundado en
el lugar de la verdad, se produce el goce para el sujeto deseante.
¿Qué sucede en el final de un análisis de niños? El psicoanálisis tiene en estos casos efectos
terapéuticos a través de la reorganización del deseo y la tramitación del complejo de castración;
hasta el límite en que esto puede alcanzarse antes de la metamorfosis de la pubertad. Los niños no
pueden vivir sin el amor y el saber de los suyos, es decir no pueden sustraerse totalmente de la
demanda ni del deseo del Otro. En el ámbito familiar, seguirán dando más o menos satisfacciones
a los padres, y esperarán retribuciones.
PSICOANÁLISIS DEL ADOLESCENTE. VISION PSICOANALITICA SOBRE LA
ADOLESCENCIA
Sigmund Freud.
Describió la adolescencia como un periodo de excitación sexual, ansiedad y en ocasiones
perturbación de la personalidad. La pubertad es la culminación de una serie de cambios destinados
a terminar con la vida sexual infantil, dando lugar a la forma normal.
Gradualmente, los placeres de los niños se mas autoeróticos, esto es, los niños comienzan a
obtener placer y satisfacción de actividades que pueden desarrollar por ellos mismos. Cuando
dejan de chupar los pechos de sus madres, encuentran que pueden obtener placer a partir de otras
actividades orales. Aprenden a comer por sí mismos, a los 2 o 3 años, el interés se centra en
placer por las actividades anales y de eliminación. A éste periodo le sigue un creciente interés por
los propios cuerpos y por el examen de los propios órganos sexuales durante la fase fálica.
Durante el siguiente periodo, que Freud denomino como etapa de latencia, los intereses sexuales
de los niños no son tan intensos y continúan relacionándose con otras personas.
En la pubertad (la etapa genital), este proceso de “encontrar un objeto” llega a su termino. Junto a
la maduración de los órganos sexuales externos e internos, surge un fuerte deseo por resolver la
tensión sexual que se produce. Esta resolución demanda un objeto de amor, por consiguiente los
adolescentes se siente arrastrados por alguien del sexo opuesto que puede resolver tales
tensiones.
Freud destacó dos elementos importantes en el objetivo sexual del adolescente. Un elemento es el
físico y sensual. En los hombres, el propósito está constituido por el deseo de producir efectos
sexuales. Acompañados de placer físico. En las mujeres, el deseo de satisfacción física y la
descarga de tensión sexual están presentes también, pero sin la descarga de efectos físicos.
El segundo elemento del propósito sexual del adolescente es psíquico, es el componente afectivo,
que es más pronunciado en las mujeres y que es similar a la expresión de la sexualidad en los
niños. El adolescente necesita satisfacción emocional al igual que la descarga física. Freud
también destaco que una vida sexual normal está asegurado sólo cuando hay una convergencia
entre el afecto y la sensualidad, estando ambos dirigidos hacia al objeto sexual.
Una parte importante del proceso de maduración en la adolescencia, es la pérdida de los lazos
emocionales infantiles con los padres. Freud también habló de una situación Edípica en la
adolescencia, cuando el chico puede enamorarse de su madre y desea sustituir a su padre, una
chica puede enamorarse de su padre y desea ocupar el lugar de su madre. Sin embargo existe una

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barrera natural, reforzada socialmente contra el incesto que reprime esta expresión de la
sexualidad, de forma que los adolescentes buscan liberarse de sus conexiones familiares.
El proceso de individuación implica una diferenciación de la conducta de un individuo, sus
sentimientos, juicios y pensamientos de los de sus padres.
Freud pensó que los impulsos sexuales y los impulsos e instintos agresivos son los determinantes
primordiales de la conducta. El individuo está motivado por el principio de placer, el deseo de
conseguir el máximo placer y evitar el dolor. Sin embargo, los instintos sexuales y agresivos ponen
a las personas en conflicto directo con la moral social.
Anna Freud.
Anna Freud se interesó más por el periodo de adolescencia que su padre. La adolescencia fue
caracterizada como un periodo de conflicto interno, de desequilibrio psíquico, de conducta errática.
Los adolescentes son, por un lado, egoístas, contemplándose a sí mismo como el único objeto de
interés y el centro del universo; pero por otro lado son también capaces del sacrificio y la
devolución. En ocasiones desean una implicación social completa y participación en grupo y otras
veces desean la soledad. Oscilan entre la sumisión ciega hasta la rebelión en contra de la
autoridad.
Las razones para la conducta conflictiva son el desequilibrio psíquico y el conflicto interno que
acompaña a la maduración sexual en la pubertad. En la pubertad, el cambio más obvio es un
aumento en los impulsos instintivos. Esto es debido en parte a la maduración sexual, con el
consiguiente interés por los genitales y el aumento en los impulsos sexuales. Se intensifican los
impulsos agresivos, el hambre se vuelve voracidad, y la desobediencia puede estallar la conducta
criminal. Los intereses orales y anales, ocultos durante largo tiempo, aparecen. Los hábitos de
limpieza dejan paso a la suciedad y el desorden.
Los impulsos para satisfacer los deseos, de acuerdo con el principio del placer, denominados como
el ello, aumenta durante la adolescencia. Estos impulsos instintivos presentan un reto directo al yo
y al superyó individual. Anna Freud entendía al yo como la suma de los procesos mentales que
tienen la función de salvaguardar la función mental. Por superyó entendía el yo ideal y la
conciencia que proviene de la adopción de los valores sociales del progenitor del mismo sexo. El
cuidadoso equilibrio conseguido estos poderes psíquicos durante la latencia es destruido, y una
guerra abierta se produce entre el ello y el superyó. El yo, tiene muchos mas problemas para
mantener la paz ahora. Si el yo se alía completamente con el ello, no quedara rastro alguno del
antiguo carácter del individuo y la entrada en la vida adulta estará marcada por un derroche de
gratificación nada cohibida de los instintos. Si el yo se pone completamente del lado del superyó, el
carácter del individuo en la latencia se hará manifiesto de una vez para siempre.
A menos que se resuelva este conflicto ello-yo-superyó en la adolescencia, las consecuencias
pueden ser devastadoras para el individuo. El yo emplea todos los métodos como defensas para
ganar la batalla. De acuerdo con Anna Freud, el aumento de ascetismo y la intelectualidad en la
adolescencia son síntomas de desconfianza hacia todos los deseos instintivos.
Anna Freud creía que la armonía entre el ello, el yo y el superyó era posible, y ocurre finalmente en
la mayoría de los adolescentes. Este equilibrio se consigue si el superyó se desarrolla
suficientemente durante el período de latencia, pero no inhibe demasiados a los instintos, lo que
causaría un sentimiento de culpa y una ansiedad extrema, y si el yo es suficientemente fuerte y
sabio para mediar el conflicto.
EL PSICOANALISTA DENTRO DEL EQUIPO ASISTENCIAL INTERDISCIPLINARIO EN EL
TRABAJO CON ADOLESCENTES (power)
Tanto el adolescente difícil como el grave demandan en su tratamiento la presencia de un equipo
interdisciplinario. Interdisciplina se refiere a saberes, provenientes de diferentes campos científicos,
que se funden en conceptos generales.
Todo equipo debe tener en cuenta: lo subjetivo e intersubjetivo, reuniones de elaboración conjunta,
espacios para discusión de casos, ateneos, etc. Dentro del equipo debe existir multirreferencialidad
teórica, que es la capacidad de reconocer en un abordaje asistencial, las diferentes vertientes

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teóricas y disciplinarias. También importación de saberes: que pasan de un campo disciplinar a
otro.
El equipo interdisciplinario supone:
a) El conocimiento de cada uno es un recorte del total.
b) No existen conocimientos centrales y auxiliares.
c) Cada miembro tiene competencia sobre algún núcleo del conocimiento.
d) Habilidad para comunicar y negociar.
e) Inclusión de la familia.
El trabajo en equipo garantiza la eficacia de tarea y protege a los terapeutas. El equipo básico está
constituido por el psiquiatra y el psicólogo.
En situaciones que requieren internación se agregan: el acompañante terapéutico, enfermeros
psiquiátricos, terapistas ocupacionales, músico terapeutas, entre otros. Cuando se trata de
adolescentes, la internación es el último recurso. En la emergencia se combinan: tratamiento
individual, familiar, grupal y farmacológico. La institucionalización puede ser una alternativa
transitoria (en adicciones para separar los grupos).
Dificultades del Equipo:
Desde las zonas de clausura de los sistemas de conocimiento.
Desde la patología del paciente y su familia.
Desde los obstáculos que las múltiples transferencias generan dentro del equipo profesional.
Con adolescente se deben aceptar condiciones de movilidad (salida de consultorio)
Puede haber 2 equipos: uno restringido (el tratante) y otro más amplio (constituido por los
profesionales perteneciente a las instituciones en las que se mueve el adolescente)
Este abordaje se caracteriza por facilitar la creación de una amplia red de sostén que aumenta el
cuidado del paciente.
Debe existir de parte del equipo un asesoramiento cuidadoso y constante a la escuela cuando el
adolescente está inserta en esta.
Problema: todos los profesionales están absolutamente obligados a guardar el secreto profesional.
Tanto la escuela como el equipo médico, están obligados a este secreto formando parte de la ética
del trabajo.
Es imposible que un adolescente que presente un compromiso corporal serio, pueda quedar
aislado del equipo tratante de esa patología.
¿Quién coordina el equipo?: no existe una coordinación estable, se debe definir en términos del
problema a resolver y de los contactos a realizar.
Un buen trabajo supone:
 Información compartida y consensuada acerca del diagnóstico y la estrategia a seguir.
 Conocimiento preciso a nivel teórico-clínico del trabajo.
 Establecimiento de canales de comunicación permanentes pre-acordados, que permiten
transmitir los procesos y obstáculos por los que atraviesa el paciente en cada ámbito
terapéutico.
El paciente grave, tiene una familia grave y desorganiza y procura enfrentar a los miembros del
equipo, proyecta y disocia transferencia negativa y positiva e intenta crear alianzas. El
desconocimiento de los procesos inconscientes, que rigen las acciones del paciente y su familia lo
lleva a establecer alianzas.
El trabajo en equipo garantiza un aporte y enriquecimiento permanente para quienes lo constituyen,
supone compartir todas las posibilidades y consecuencias de la tarea y renunciar a todo tipo de
apropiación individual del paciente y de los resultados exitosos.

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