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b-'i MISERIA DE LA TEORIA

vas hipótesis y reconstruir categorías, .no es cosa de invención teo­


rética. Cualquiera puede proceder así. ¿Quizás el ham bre fue alguna
V3) travesura del dem onio? ¿ O el tizón en Inglaterra la consecuencia
de brujerías hechas en Francia ? ¿ O acaso es el cum p lim iento de al­
'-31 guna antigua maldición ligada al adulterio de la reina? La aparien­
-Si cia confirmará tanto una co m o otra de estas hipótesis: ya se sabe
que el demonio anda suelto, que los franceses practican la brujería y
Al que la mayoría de las reinas son adúlteras. Y si suponem os que Ja
-:a | Unión Soviética es un E stad o O b r e r o guiado por una esclarecida VI L LA L Ó G IC A DE LA HISTORIA
teoría marxista; o que las fuerzas del mercado en una sociedad ca­
•1»
pitalista siempre maxim izarán el. bienestar com ún; entonces, en uno u
-Mi| otro caso., podemos quedarnos el día entero inmóviles en un lugar, Ahora tendrá lugar un breve intermedio. P u e d en ustedes s u p o ­
contemplando el. radiante sol socialista desplazarse por el cielo azul, ner que las luces se lian encendido y que los acom odadores avanzan
:p
o la pelota del P roducto N acional B ru to ro d ar por la pendiente de la por los pasillos con bandejas Llenas de helados. .Durante este e n tre a c ­
P| colina de la abundancia, juntando más y más bendiciones a su paso. to mi propósito es discutir de lógica histórica. L o s filósofos o s o c i o - -
N o necesitamos recitar una vez más este abecedario. logos a quienes no guste este tema o que sean p ro fu nd am ente es­
E ste abecedario, sin embargo, no es algún código especial, e n te n ­ cépticos a su respecto quedan advertidos para que se retiren al salón
-m dido sólo por especialistas en lógica. Es un abecedario com ún, cuyo de descanso o al bar. Pued en v olver a reunirse con nosotros en el
;,s§ conocimiento debe dominarse al acceder a cualquier disciplina. T am ­ capítulo V I H .
poco es una severa lección que deba sea: adm inistrada periódicam ente No es fácil discutir e ste tema. N o hace m ucho, estando en C a m ­
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a los «em p lastas» (y sólo a ellos). No hay duda de que existen empi- bridge como invitado en un sem inario de distinguidos antropólogos,
’Ti! listas que necesitan esta corrección. P e r o la lección tiene dos idos cuando se me pidió que justificara una cierta afirmación, respondí que
en su navaja. Las hipótesis autogeneradas, no sujetas a control era- estaba validada por la «lógica histórica». Mis atento s huéspedes esta­
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pírico, nos abandonarán dentro de los lím ites de la contingencia con llaron en una franca hilaridad. Y o participé en la risa, por supuesto;
'-I. la misma rapidez — si no más— con que nos rendirán a lo «obvi.o» pero también me vi empujado a reflexionar sobre e l significado «a n ­
y manifiesto. Realmente, cada e rror engendra y reproduce el otro ; y tropológico» del intercam bio. Pues es h ab itu a l,-e n tre los rituales aca­
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a menudo se los puede encontrar a ambos dentro de una misma démicos para los especialistas de disciplinas diversas, profesar res­
I mente. Lo que al parecer hay que repetir una y otra vez es el carác­ peto no tanto por los hallazgos de la disciplina de los dem ás, cuanto
ter arduo de la confrontación entre el pensamiento y sus materiales por las auténticas credenciales de la disciplina m ism a. Y si un sem i­
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objetivos, esto es, el «diálogo» — ya sea corno praxis, o com o discipli­ nario de historiadores se echara a reír p o r las c re d en c ia les mismas
-.'-1 nas intelectuales más autoconscientes— a partir del cual se conquis­ de un filósofo o un antropólogo (esto es, de la lógica o disciplina
ta todo conocimiento. central, de su trabajo intele ctual), se tomaría c o m o una ofensa. E l
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significado del interc ambio aludido consiste en que se da po r sentado
■a' en muy amplios sectores que la « h isto ria» es una excepción a esta
p' regla; que Ja disciplina central de su práctica es una ocasión de rego­
cijo; y que, lejos de tomarlo com o una ofensa, yo mismo, com o espe­
p
cialista en esta materia, iba a participar en el regocijo.
P No es difícil ver cóm o ocurre tal cosa. Las maneras de escribir
la historia son tan diversas, las técnicas empleadas po r los historia-
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5 . — íí. 1\ THOMPSON
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dores son tan variadas, los temas de investigación histórica son tan cía en que cambia eí o b je to de la investigación, así cambian también
desiguales, y, por encim a de todo, las conclusiones son tan polémi­ las preguntas adecuadas. Co m o ha com entad o Sa rtre: «La historia no
cas y tan duram ente controvertidas dentro de la propia profesión que es orden, lis desord en: un desorden racional. E n el m om ento mismo
resulta difícil aducir una coherencia disciplinaria. Y me doy per­ de mantener un. ord en, es decir una estructura, la historia está ya en
fecta cuenta de que hay cosas en la Cam bridge Scliool o l' H istory sus­ camino de d es h a c e rlo » ,1
ceptibles de provocar carcajadas antropológicas u otras. N o obstante, A hora bien, un desorden de esta clase rom pe todo procedimiento
cí estudio de la historia es un empeño muy antiguo, y sería sorpren­ de lógica analítica, la cual, com o primera condició n, debe manejar
dente que fuera el único entre las ciencias y las hum anidades que términos no ambiguos y m antenerlos fu e rte m e n te en un solo lugar.
haya sido incapaz de desarrollar su propia disciplina durante vanos Ya liemos señalado la propensión de los filósofos, cuando exam inan
miles de años, es decir, su propio discurso' de la dem ostración. Y no las credenciales epistemológicas de «la histo ria» , a colocar sobre su
veo qué pueda ser dicho discurso a menos que adopte la forma de mesa «h ech os» aislados, en lugar de los materiales acostumbrados de
una lógica histórica. los historiadores: los datos empíricos del c o m p o rtam ie n to ( incluyen­
Yo argüiría que se trata de una lógica d ife r e n c ia d a , apropiada a do el c o m p o rta m ie n to mental, cultural) en su acaecer a lo largo del
los materiales del historiador. No puede ser útilm ente valorada según tiempo. Cuando Althusser y muchos otros acusan a los historiadores
los m ismos criterios que la física, por las razones aducidas por Popper de «no tener teoría», deberían m editar sob re sí lo que ellos tornan
y por otros much os; «la historia» no depara laboratorios para la ve­ por .inocencia o letargo no es un rech azo exp lícito y con scien te: el
rificación experim ental, proporciona la evidencia de causas necesarias rechazo de conceptos analíticos estáticos, propios de una lógica ina­
pero nunca — a rni juicio— de causas suficientes, las «leyes» — o, en decuada para la historia.
térm inos más de mi gusto, la lógica o las p resio n es— riel proceso Por « iónica hi&WkÍB» entiend o un m étod o lógico de investigación
social y eco n ó m ico son siempre interferidas por contingencias de adecuado a ios materiales históricos, c oncebido, en el mayor grado
m aneras tales que invalidarían toda regla en las ciencias experim en­ posible, para contrastar hipótesis relativas a estru ctu ras, causaciones,
tales, y así sucesivamente, Pero estas razones no son objeciones a la etcétera, y para elim inar procedim ientos au tocon firm atorios ( « e je m ­
lógica h istórica, ni justifican (com o supone P o p p er) la acusación de plos», «ilu straciones»). E l discurso de la dem ostración de la discipli­
«h isto ricism o » con tra toda noción de la h istoria com o registro de un na histórica consiste en un diálogo en tre con cep to y d ato empírico,
proceso unificado con su «racionalidad» propia. Sim plem ente ilustran diálogo conducido por hipótesis sucesivas, p o r un. lado, -e investiga­
— y o casionalm ente deúiicfi, lo cual resulta mas provechoso..... la ción em pírica por el otro. E l interrogador es la lógica histórica; el
conclusión de que la lógica histórica no es io mismo que ios procedi­ instrum ento interroga!ivo una hipótesis (por ejem plo, la manera en
mientos disciplinarios ríe la física. que diversos fenómenos hayan podido actu ar unos sobre o tro s ); el
La lógica histórica tampoco puede sujetarse a los mismos criterios que con testa es el dato em pírico, c o a sus propiedades concretas. L la­
que laj lóg tica) que es el discurso de la demostración propio mar a esto lógica no equivale, n aturalm en te, a pretender que siem­
del filósóf azones de esto residen no en la falta de lógica de pre aparece evidencia en la práctica de todos los historiadores o
los hisi.ois sino en su necesidad de una lógica de tip o dis­ que aparece en todos Jos pasos de la actividad de un historiador. (N o
tinto, apropiada a fenómenos que están, siempre en. movimiento, que es exclusivo de la historia, según creo, el ser incapaz de m antener sus
revelan --in c lu s o en un mismo m om ento— m anifestaciones contradic­ propias profesiones de fe .) P ero supone decir que esta lógica no se
torias, cuyas particulares evidencias sólo pueden hallar su defini­ despliega involuntariamente; que la disciplina requiere una prepara­
ción en contextos panlcul; ' mbargo cuyos términos gene- ción ardua; y que tres mil años de e je r c id o nos han ensenado alguna
rafes de análisis (es decir, 1 adecuadas para interrogar los
datos em píricos) raram ente son constantes, sino que más bien cam­ 1. «Sartre uu jG im n n n », /./.-4r c : n .“ 30, trací, a! mgiés ce i e/m-, S (19/ 1),
bian según los movimientos del acontecim iento históric o: en la medi- páginas 110-116.
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cosa, Y supone decir que es esta lógica Ja que constituye el tribunal 3) Los ciatos empíricos .históricos tienen d eterm inadas propie­
I ;:3i4 de últim a instancia ele ¡a disciplina: adviértase bien, n o «los datos dades. Afinque se les puede plantear un nú m ero cualquiera de p re ­
em píricos» por. sí mismos, sino los daros empíricos interrogados de guntas, sólo algunas serán las apropiadas. M ien tras que puede peo- |
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este modo. ■ ponerse cualquier teoría del proceso histórico, todas las teorías que !
Definir plenam ente esta lógica -—y replicar cié paso a algunas (Je no están' conform es con las determ inaciones de los d atos em p íne o s
las objeciones de Popper-— requeriría escnbi. 1: un ensayo diferente, son falsas, L n esto reside el tribunal de apelación de la disciplina. ..
y más académico, con muchos eje mplos e ilustraciones. P uesto que hn este sentido es verdad (aquí podemos coincidir con P o p p e r ) que,
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me rt nacularm ente a las posiciones de A khiisser, puede mientras que el con ocim iento histórico debe siempre andar escaso
■-% bastas r, en deíensa del materialismo histórico, algunas de pruebas positivas (d el tipo apropiado para las ciencias exp erim en ­
' • i- propc tales), ei conocim iento histórico íalso está generalm ente s ojeto a re fu ­
1.. inm ediato del con ocim ien to histórico (esto es, los tación, 1
f' -51 materiales a p un ir de los cuales este conocim iento es aducido) se 4) De estas proposiciones se sigue que la relación entre el /
c om pone de « hecho s» o flatos e m p ín e o s que c ierta m ente tienen una bis ten-ico y su o b je t o tío puede entenderse en ningún j
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existencia real, pero que si oscibies por víre; que son .... y inos que supongan que uno es función ( inferencia, reve- í
-e# deben ser— Incumbencia ele procedimientos históricos vigilantes. lacion, abstracción, atribución o «ilu stració n») del otro. E l instru- ¡
■ -3» E sta proposición ha sido ya discutida. mentó interrogativo y la respuesta son m utuam ente determ inantes, y 1
2) .El conocimiento histórico es, por su naturaleza, a) provisio­su relación sólo puede entenderse c o m o d iá lo g o . ¡
Ó:KI nal e incom pleto, aunque no por ello falso, b ) selectivo, aunque no A continuación pueden presentarse otras cuatro proposiciones
po r ello falso, c ) limitado y definido por las preguntas formuladas algo más exte n sam e n te . ...,
a los tlatos empíricos (y los conceptos que inform an estas preguntas) 5) E l o b je t o del con ocim ien to histórico es la histo ria «re al» , }
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y, por lo tanto, sólo «verdad ero» dentro del cam po así definido. .En cuyos datos em píricos deben necesariamente ser incom pleto s e im- ó
estos respectos, el conocim iento histórico puede distanciarse de otros perfectos. Suponer que un «p resen te», p o r el h e ch o de moverse hacia
paradigmas del conocimiento cuando se le som ete a investigación un «pasado», cambia po r esto de estatuto o ntológico, equivale a no
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epistemológica. E n este sentido, estoy dispuesto a admitir que la com prender ni el pasado ni. el presente.4 L a .realidad palpable de
E3 tentativa de designar la historia com o «cie ncia» ha sido siempre poco nuestro propio presente (ya pasando) no puede en m odo alguno
provechosa y fuente de confusiones/ Si M a rx y, más aún, Engels cambiar po r el mero h e cho de estar, ya a h o r a , convirtiéndose en el
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cayeron a veces en este error, entonces podernos disculparnos, pero pasado de 1.a posteridad. N o hay duda de que la posteridad no puede
m no deberíamos confundir esta pretensión con su manera real de es­ interrogarlo en teram en te de las mismas maneras; no hay- duda de
cribir historia. M arx sabía ciertam ente, tam bién, que la .Historia era que usted y yo, com o instantes y com o actores que vivimos una
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una musa, y que las «humanidades» construyen conocimientos. experiencia dentro de nu estro presente, sobrevivirem os tínicamente
m corno determinados datos empíricos de nuestros actos o pensamientos.
-m M ientras que los historiadores pueden tornar una decisión para
2. E sta tentativa ha nacido en parte debid o a ios auténticos esfuerzos he­
chos para establecer procedim ientos «científicos» de investigación (cuantitativos,
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demográficos, etc.); pero en parte ha surgido de la im postura académ ica de los 3. La «regla de realidad» de J . H . H ex ter — «la versión más probable que
jÜ «científicos sociales», en sus inten tos por m antener una cierta paridad de nivel pueda sostenerse con Sos datos em píricos relevantes de que se dispone»— es en
con sus colegas de las cicladas naturales en el seno de las estructuras educativas sí misma útil. Por desgracia, sil autor la ha puesto en obra de maneras caria
(y frente a los organismos que deciden ¡as subven cion es), dom inados por crite­ vez más p erju diciales, en apoyo del sup uesto previo cié q u e to d a versión «raw-
rios utilitarios. La noción más antigua de la historia com o una de las «humani­ xista» d e b e ser im probable,
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dades», sometida a disciplina, fue siem pre más exacta, aunque lucra propia de 4. Para un ejem plo p rístin o de esta falta de com prensión, véase Hindess y
■m aficionados. Hivst, P r e c a p it a lh t m o d a s o f p r o d u c tio n , p. 312.

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seleccionar a partir ele esos Jacos y escribir una historia de aspectos A esta proposición hay que añadir un ad itam ento. Cuando habla­
discretos tlel conjunto (una biografía, la historia cíe una institución, mos de la «inteligibilidad» de la hi.stor.ta, podernos querer aludir a la
una historia de. caza de zorros, etc.), el ob jeto real se m antiene uni­ intelección de la racionalidad (d e la causación, etc.) del proceso his­
tario. El pasado hum ano no es una agregación de historias discretas, tórico: éste es u n con ocim iento o b je tiv o , revelado en un diálogo
sino un c o n ju n to unitario de com p ottam ieinos hum anos, en los que con datos empíricos determinados. P e r o podernos tam bién querer
cada aspecto se relaciona de determinadas maneras con los otros, aludir a la «significación» de e ste pasado, su sentido para nosotros-,
análogam ente a com o los actores individuales entran entre sí en de­ se trata de un ju icio evaluativo y subje tivo, y a tales in terrogantes
terminadas relaciones (mediante el mercado, m ediante relaciones de los datos empíricos no pueden proporcionar respuestas. l is t o no im ­
poder y subordinación, etc.), fin la medida en que escás acciones y plica la conclusión de que tai eje rcicio sea im prop io. P od e m o s estar r"
relaciones dan origen a cambios, que se con v ierten en el o bje to de de acuerdo (con P op p er) en que cada generación, cada h istoriador r
la investigación racional, podemos dehnir esta suma com o un proceso tiene derecho a expresar un «punto de v ista», o (co n K o lak o w sk i)
histórico, es decir, una suma de prácticas ordenadas y estructuradas en que tenemos derecho a atribuir tal. «inteligibilidad inm an e n te » y
de maneras racionales. Si bien esta definición se form ula corno res­ a la historia com o un «acto de fe», con tal que tengamos claridad j
puesta a la pregunta plantearía,3 no «se inv enta» el proceso. Aquí en que esto se basa no en procedim ientos científicos sino en una i - ,
debemos tomar posición, contra G o k lm a n n y con. B lo c h (véase pá­ «elección de v a lo res » .“
gina 39 ). Los procesos acabados de cambio histó rico, con sus intrin­ P odem os estar de acuerdo no sólo en. que tales ju icio s en cuanto
cadas relaciones causales, ocurrieron de verdad, y la historiografía al «sen tid o» de la historia son una actividad c orre cta e importante,
puede falsearlos o entenderlos mal, pero no puede en lo más mínimo una man era en que los actores de hoy identifican sus valores -y sus
modificar el estatuto ontológico del pasado. E l o b je tiv o de la disci­ fines, sino tam bién en que es una actividad in e v ita b le . E s t o es, las
plina histórica es alcanzar esta verdad de la historia. pre-ocupaciones de cada generación, sexo o clase deben inev itable­
Cada ép oca, o cada investigador, pueden proponer nuevas pre­ mente tener un contenido n orm ativo, que hallará expresión en Jas
guntas a los datos históricos, o puede llevar a la luz nuevos niveles preguntas form uladas a los datos em píricos. P ero esto en modo al­
de íacticidad . E n este sentido, «la historia », considerada como k guno pone en tela de juicio la objetividad de los d atos. E s s im p le ­
suma de los productos de la investigación histórica, cambiará, y de­ mente un enunciado referente a la com plejidad no solo de la histo­
berá hacerlo, con las preocupaciones de cada generación o, por ria, sino de nosotros mismos (a la vez seres racionales y valoradores),
decirlo así, de cada sexo, de cada nación, de cada clase social. Pero complejidad que invr 1 - — f-s las form as de auto co no cim iento social
esro no supone, ni mucho m enos, que los acon tecim ien tos pasados y que requiere en [< disciplinas salvaguardas metodológicas.
en si mismos cam bian con cada mterrogaciot, ni que ios datos em pí­ Es precisamente en e > de la lógica histórica dórale las atribu­
ricos son indeterm inados. Los desacuerdos enere historiadores pue­ ciones de sentido son expuestas a la luz, en caso de ser encubiertas
den ser de diversas índoles, pero se reducirían a meras confronta­ c impropias; es ahí. donde ios historiadores se sorprenden unos a
ciones de actitudes o a ejercicios ideológicos si no se conviniera que otros. Una historiadora feminista dirá, o d ebería d ecir, que tal libro
tienen lugar d entro de una disciplina co m an cuya finalidad es el de historia es erróneo no porque haya sido escrito por un hombre,
con ocim iento objetivo. sino porque su autor ha omitido datos contig uos o ha planteado
preguntas conceptualm ente inadecuadas: de ahí que se haya impues­
to a las respuestas un « sen tid o » o una iendencíostdad masculina. L o
5 Esto no signilica que í¡t «historia» deba verse sólo como proceso. En
nuestro tiempo, los historiadores —-y sin duda íes historiadores marxistas— han
seleccionado el proceso (y ¡as cuestiones concomitantes de relación y causación) 6. Leszek K olakow ski, «H istórica! im derstandiug and. íb e intetifgtbdiry
como el objeto supremo de la investigación. Hay otras ¡cionas .legítimas cíe in­
o í h istory», ‘i'ri Q uarterly, 22 (otoño 1 9 7 1 ), pp. J.0..5- í. I /. H e ofrecido una res­
terrogar los datos.
tricción a este razonam iento en mi «U pen ie ite r io K o laiio w s'o ».
mismo ocurre con las argumentaciones algo intem perantes que yo y y la dotamos de nuestras propias significaciones: dam os la mano a
mis colchas marxistas a. menudo provocamos en el seno ele la p r o f e ­ Swift. Apoyamos en nuestro presente los valores de W in stan ley, y
sión académica. Nunca — o raras veces..... se apela a una elección de nos pio.nuncia.mos para que se abomine del tipo de opo rtu nism o bajo
valores, sino a la lógica de la disciplina. Y si negamos las concretas y cruel que distinguió la política de 'Walpole.
propiedades del o bje to , entonces no subsiste ninguna disciplina. Al final, también nosotros morirem os, nuestras vidas yacerán
Pero no puedo terminar con este aditam ento dando la im pre­ inci í es den n o del. proceso acabado y nuestras intenciones quedarán
sión de que atribuir «sentado», entendido com o significación de va­ asimiladas dentro de un acontecimiento pasado que nosotros nunca
lor. es motivo de lamentación, consecuencia de la lalíbihdad h u m a ­ nos ptüpusimos. .Lo q u e pode:mos esperar es que ios h o m b re s v m u ­
-j ¡§ na. Creo que es mucho más im p ortante qt............ NL.........* ..................... jeres del futuro retornen hacia n osotros, que afirmen y renueven
embarazado, cuando form ulo los resultad« nuestros significados y que bagan inteligible nuestra historia dentro
■ "3% ! ¡e sil propio tiempo presente. Ellos solos tendrán el poder de selec­
cuín histórica, por ofrecer juicios de vale
-¿II abierta y activamente o bajo forma etc: uuniaa y ;aj,».u .... cionar entre los muchos sentidos ofrecidos por nuestro conflicto
correcto, por una parte, porque el historiador exam in a vidas y o p cio ­ presente, y de tran sm u tar alguna de las partes de nuestro proceso
A«í en ei progreso de ellos.
nes individuales, y no sólo una. sucesión (un proceso) histórica. Y si
" -85§ bien no debem os atribuir valor a un proceso, las mismas objeciones Pues «progreso» es un con cepto o bien carente de sentid o, o,
no surgen con igual fuerza tratándose de las opciones de personas peor aún, cuando se impura como atributo al pasado (y tales atri­
individuales, cuyos actos e intenciones pueden cie rtam e n te ser ju z ­ buciones sí pueden ser denunciadas con propiedad c o m o «btstori-
¿i gados (corno lo fueron por sus con tem porán eos) dentro del con texto cistas»), susceptible sólo de adquirir un sentido desde una particular
histórico debido y relevante. posición en el presente, una posición de valor en busca de su p ro ­
¿3%
Pero éste es sólo un caso especial de una cuestión más general. pia genealogía. Tales genealogías e x is te n . en tre los datos empíricos:
' .ai Sóio nosotros, los que ahora vivirnos, podemos dar un «sen tid o » a! ha habido hombres y mujeres de honor, valentía y «visión ríe f u t u ­
pasado. Ahora bien, este pasado siem pre ha sido, e n tre otras cosas, ro», y movimientos históricos dotados de estas cualidades. P ero
i
el resultado de un razonamiento sobre valores. Ad_ pese a la autoridad de Goldfuann, debemos afirmar no que «la rea­
;:it ceso, ai mostrar cóm j^ acon teció realm ente k secu lidad histórica cambia de una a otra época con modificaciones en la
mosj hasta donde la disciplina lo perm ita, m an tener n ú esu o s pro­ jerarquía de los v alo res», sino que el «sen tid o » que -atribuimos a
3 3»
pios valores en suspenso. P ero una vez ’ recuperada est; la, esa realidad cambia de esta manera.
■c_.3[|i til «aditam ento» a mi proposición nos ha apartado un poco de
quedarnos en libertad para expresar nuestros ju icios sobre ella.
■-.s$ T al enju iciamiento debe estar, a su vez, bajo controle s históricos. nuestro camino. La proposición concernía a la obje tiv idad de la fus­
E l juicio ha de ser adecuarlo a los materiales. E s absurdo lamentar iona «real». .Parece com o si volviéramos, una y otra vez, a Jas vuel­
«| tas cada vez más estrechas de este rem olino epistem ológico. T ra te ­
que la burguesía no haya sido comunitaria, o que los le v ellers no
"3| implantaran una sociedad anarcosindicalista. L o que podernos hacer, mos de avanzar.
más bien, es identificarnos con ciertos valores defendidos por acto­ 6) La investigación de la historia corno proceso, com o acaeci­
res del pasado y rechazar otros. P odemos dar nuestro voto a W in - miento o «desorden racio nal» , Implica nociones de causación, de c o n ­
stanley y a S w ift; y votar contra W alp ole y sir E d w in Chaclwick. tradicción, de mediación y de organización sistemática (a veces
Nuestro voto no cambiará nada. Y no o b stan te, en o tro sentido, estructurante) de la vida social, política, económica e intelectual.
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puede cambiarlo tocto. P orq ue estamos diciendo que estos valores, Estas nociones 7 elaboradas «p e rte n e c e n » a la teoría histórica, su-
■b y no esos otros, son los que hacen que esta, historia tenga sentido
'.3% para n o so tro s , y que estos son los valores que tratarnos de extender 7. V éase la interesan te distinción de Sartre entre «noción» y «concepto»,
y apoyar en nuestro presente. Si lo lograrnos, volvemos a la historia citada más adelante (pp. 1/ 1-172), N o obstan te, seguiré usando ambos conceptos.
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I fren un proceso de reJino mediante los procedimientos de esta teoría datos con trario s, y además organiza o «exp lica» satisfactoriamente
-Cití S y son pensadas en eí pensamiento. Pero no es cierto que pertenezcan datos empíricos hasta ahora inexplicables; en consecuencia, es una
rm '""sólo a la teoría. Cada noción, o concepto, surge de com prom isos representación adecuada (aunque aproxim ada) de la secuencia cau­
empíricos, y por muy abstractos que sean los procedimientos de su sal, o racionalidad, de esos acontecimientos, y concuerd a — dentro
' SIS
interrogación de sí m ism a, debe ser llev a d a de nu evo a co n fro n ta­ de la lógica de la disciplina histórica— con un proceso que de hecho
m ción con las propiedades ciadas de los datos em píricos, y ha ele asu­ aconteció en el pasado. D e ahí que exista sim ultáneam ente tanto
■- T«
mir su defensa ante ju eces a ten tos del «tribunal de ape lación» de como conocimiento «verdadero» cuanto corno adecuada representa­
ti»
, Ja historia. Una vez más, se trata de una cuestión de diálogo, en el ción de una propiedad real de aquellos acontecimientos.
ro |! sentido más crítico. En el sentido de que una tesis (el co n ce p to , o 7) E l m aterialism o histórico difiere de otras ord enaciones in te r­
'/ | hipótesis) es puesta en relación con su antítesis (determ inación obje- pretativas de los datos históricos no — o no n ecesariam ente— por
rp
jl tiva a teórica) y de ello resulta una síntesis (conocí miento h istórico), ninguna premisa epistemológica, sino por sus categorías, sus hipó­
m f . lo cual puede llamarse la dialéctica del conocim iento h istórico. M e­ tesis características y procedimientos co n co m ita n tes 'J y el declarado
.xa jo r dicho, hubie'ramos podido llamarlo así antes de que la ¡«dialéctica» parentesco conceptual en tre éstas y los conceptos elaborados p o r i
fuera rudamente sustraída de nuestro alcance y convertirla en ju guete los cultivadores marxistas de otras disciplinas. Y o no veo la histo~_y
' T% ríograíía m arxista com o si fuera algo subord inado a algún corp us -fe
de la escolástica.
- '<i La práctica histórica está sobre todo involucrada en este tipo general de m arxism o-com o-teoría, situado en alguna o tra p arte ( ¿ t a l ,
de diálogo; con una c onfrontació n entre conceptos o hipótesis 8 he­ vez en la filosofía?). A i co n trario , si hay un terreno com ún de todas A -
m redados, inadecuados o sesgados p o r una ideología, por una p arte, y las prácticas marxistas, debe estar allí donde el propio M a r x lo situó, - -
datos empíricos recientes o no convenientes, por o tra; con la e la bo ­ en el materialismo histórico. E s t e es eí terreno del cual brota toda ~ *
ración de nuevas hipótesis; con la prueba de estas hipótesis en con- la teoría marxista, y al cual d eb e retornar en definitiva. »
'T ' trastación con los datos empíricos, lo cual puede suponer interrogar Al decir esto no estoy diciendo que los historiadores marxistas
'lil los datos existentes de otras maneras o investigar más allá para con­ no estén en deuda, po r ciertos conceptos, con una teoría marxista -'
firmar o refutar las nuevas nocio nes; desechando las hipó tesis que general cuyo alcance se extiend e a marxistas que trabajan en otros
no satisfacen estas pruebas, y m ejo rando o revisando las que Jas campos y que se enriquece con sus hallazgos. E s t o es evid entem ente
■II '{ satisfacen, a la luz de este compromiso. lo que ocurre; nuestro trabajo se desarrolla en un con stan te in te r­
íi) i En la medida en que una noción halle respaldo de los datos cambio. Lo que discuto es q u e se trate de una T e o r ía que tiene un \
| em píricos, tiene uno pleno derecho a decir que existe, «ahí afuera», .Hogar independien¡em ente de tales prácticas: un H ogar textual que ;
Í:1 I en la historia real. N aturalm en te, no se trata de que exista realmente se v a lid a a sí mismo, o un H o g a r radicado en la sabiduría de algún ;
¡ como una suerte de plasma adherido a los hechos, o com o una invi- partido marxista, o un .Hogar en una práctica teórica purificada. )
| si ble almendra dentro de la cáscara de las apariencias. L o que deei- La patria de la teoría marxista sigue estando donde siempre ha !
j mos es que la noción (co n cep to , hipótesis sobre causación) ha sido estado, el o bje to real humano en todas sus m anifestaciones (pasadas ¡
‘ "i I sometida a un diálogo disciplinado con los datos em píricos, y que y presentes); o b je t o que, sin em bargo, no puede ser conocido por ■:
. .; r ,
| ha probado que « fu n cio n a » ; es decir, no ha quedado refutada por un simple vistazo teorético (c o m o si la T e o ría pudiera engullir la {

' .«4
r ii. P or «conceptos» (o «n o cio n es») e n t ie n d o categ orías generales —d e clase, : i, i- hallarse una provechosa elucidación de estos procedimientos en , ¡
^ £% ideología, estado-nación, feudalism o, etc., o formas y secuencias históricas espe­ Tí. j yin, «Kart Marx’s conusbutíon io hktorlography», en R. Blackburn, I ;
cificas, como crisis de subsistencias, ciclo de desarrollo tannliar, ta c ..... , y por edil c ;7 an d social Science, ¡ 972 ¡.hay erad, can!..: Id eo lo g ía y ciencias | :
- m
sociales, u:ad. de E. Ruiz Capillas, Gríjalbo, Barcelona-Buenos Aircs-Mexaco, J i
1977],
«hipótesis» entiendo la organÍ 2aeióíi conceptúa 1 de los flatos em p íricos destina-
I da a explicar episodios particulares de causación y relación.

- S§
76 M IS E R IA -Oil Í-A T E O R IA .

realidad de un trago), sino sólo a través de disciplinas discretas, no reconstruido de algunas de las categorías y a. q u e los datos e m p í ­
informadas por conceptos unitarios. Estas disciplinas o prácticas se ricos no son concluyentes.
encuentran en las fronteras de cada una con los demás, .intercam­ 8) M i proposición final aconseja aplicar una reserva fu n d am e n ­
bian conceptos, conversan entre sí' y se corrigen m utuam ente los tal sobre la epistemología althusseriana, así com o sobre ciertos es-
errores. La filosofía puede — y debe— supervisar, afinar y auxiliar la tructuralism os o sistemas funcionales (por eje m plo , la sociología de
conversación. Pero si dejamos que la filosofía trate de a bstraer los Parsons) que periódicam ente tratan de invadir la disciplina histórica.
conceptos respecto tie las prácticas y construya a partir de ellos un Ciertas categorías críticas y ciertos conceptos empleados po r el m a t e ­
H og ar para la Teoría independientemente de éstas, y además lejos rialismo histo rie» sólo pueden, ser com prendidos co m o categ orías
de todo diálogo con el o b je to de la teoría, entonces te n d re m o s ..., ¡el h istó rica s : este) es, com o categorías o conceptos apropiad os para la
teatro tie Althusser! investigación de procesos, para el e xam en de «hechos» que, incluso
jé De allí se sigue que si los conceptos marxistas (es decir, concep- en el m o m e n to de ser interrogados, cam bian de fo rm a (o conservan
f§ tos desarrollados por M a r x y dentro de la tradición marxista) difieren la forma pero cambian de « sen tid o ») o se disuelven en o tro s h e c h o s
f de otros conceptos interpretativos en la práctica histórica, y si re- conceptos apropiados para el m anejo de datos empíricos no
‘ ,tlitan ser más «verdaderos» o más adecuados paca la explicación tibies cié representación conceptual estática, sino sólo corno n
une otros, esto será porque resisten mejor la prueba de la lógica tación o contradicción.
histórica, y no por «derivar d e» una verdadera T eo ría extern a a esta La construcción de conceptos históricos no es, por supuesto, un
^ d i s c i p l i n a . E n cualquier caso, no han sido inferidos de esta manera. privilegio especial reservado al materialismo histórico. 'Pales c o n ce p ­
.Fin la medida en que yo mismo tengo una deuda profunda hacia la tos su raen en el seno del discurso com ún de los h istoriadores, o son
práctica del propio M arx en lo referente a ciertos conceptos, me i ii H i ( s en d ix ip li n a s adyacentes. E l concepto clásico de la
niego a rehuir responsabilidades apoyándome en su autoridad o a iii i ó i b' i , ti u< n 1,1 nropone una secuencia racional de aconteci-
esquivar las críticas huyendo de mi salto del tribunal de apelación. aiíeni por vcrnplo, mala cosecha —> ham bre ---> aum ento de la m o r ­
Para el conocimiento h istórico, este tribunal reside en la disciplina talidad --> agoiauui lito de las reservas de grano para el, año sig u ie n ­
de la historia y en ninguna otra parte. te —> segunda mala c o s e c h a —> ham bre e ir ¡ ¡- altísima de
La apelación puede adoptar dos form as: a) la empírica, que ya mortalidad acom pañad a de epidemias —> i un ít . de la tasa
ha sido suficientemente examinada, y b) la teorética, es decir, la de natalidad. E l concepto del("cfclQ'~de““d i d i o farruJi, propone
apelación a la coherencia, adecuación y consistencia de los conceptos, una particular secuencia en tres generaciones dentri i 1 misma
y a su congruencia con el conocim iento de disciplinas vecinas. P ero unidad familiar campesina, modificada por las cond p articu ­
ambas formas de apelación pueden ser efectuadas sólo mediante el lares de tenencia de la tierra y po r el régimen de b e r e n g a s . E sto s
vocabulario de la lógica histórica. E l tribunal ha estado reunido en conceptos, que resultan de la generalización por la lógica a partir de
juicio contra el materialismo histórico durante un centenar de años, muchos ejemplos, so n aplicados a los datos empíricos no como
y su sentencia es contin uam ente aplazada. E l aplazam iento es en «modelos» sino más bien com o «expectativ a s». No im p o ne n una
efecto un tributo a la robustez de la tradición: durante este largo regla, sino que activan y facilitan la interrogación de los datos, aun­
intervalo se han defendido casos contra un centenar de otros siste­ que a menudo sé descubra que cada caso diverge, en tal o cual as­
mas interpretativos, y los acusados han resultado absueltos. El hecho pecto, de la regla. E l d ato — y el acontecimiento real— no es regido
de que el tribunal no haya fallado decisivamente en favor del m a te ­ por una regla, pero no podría ser com prendido sin la regla, a Ja
rialismo histórico no se debe sólo al prejuicio ideológico de algunos que ofrece sus propias irregularidades. E s t o provoca malestar entre
de los jueces (aunque hay mucho- de eso), sino también a la natu ­
raleza provisional de los conceptos explicativos, a los silencios (o 10. P or el cual estarnos en deuda particularm ente con la dem ografía h istó­
ausencia de mediaciones) ex isten tes en ellos, al carácter prim itivo y rica francesa.

4ee^fmsssmMmmíam
algunos filósofos, e incluso sociólogos, que consideran que un con­ brazos lian arrebatado este con cep to, no ten ga ninguna teoría ade­
■■■: % cepto con tanta elasticidad no es un concepto verdadero, y que una cuada de las clases! Lo que no han entend ido , ni ellos ni muchos
regia no es una regla a menos que la evidencia se con form e a ella otros, de todos los matices ideológicos, es que no es tarea de la
:íi» %
y se mantenga firme en un lugar dacío. historia - .. y nunca lo ha sido— construir este tipo de teoría ine-
:: ¡ % Los conceptos y las reglas históricos a menudo son de esta clase. lástica. Y si el propio M a rx tuvo alguna prioridad metodológica
Muestran una gran elasticidad y admiten muchas irregularidades; suprema, fue, precisamente, la de destru ir el m ercad eo de teorías
--■.■ti
1 1 historiador parece alejarse del rigor al sumirse en las más amplias ahistoia t d eteste tipo.
-■oiji generalizaciones en un m o m e nto , mientras que en el m om ento si­ J*T i hi-.to.ia] no es una fábrica para la p rod ucció n de una T e o ría
- « guiente se sume en las particularidades que determinan un caso cori­ hiám « d o de un C o n co rd e de lü atm ósfera global; tampoco
to cualquiera. E sto provoca desconfianza, e incluso risa, en otras es una cadena para la producción de teorías enanas en serie. No
•• m ciplinas. Id. materialismo histórico emplea conceptos de igual gene- es tampoco ninguna estación exp e rim en tal gigantesca en la que la
idad y elasticidad .....« e x p lo ta ció n » , «hegem onía», «lucha de da- teoría, fabricada en otra parte pueda ser «aplicad a», «contrastada»
■-: t í
»— , y los emplea más com o expectativas que com o reglas. E in­ y «confirmada». E sta no es en absoluto su tarea. Su tarea consiste
y t) cluso categorías que parecen ofre c er m en o s elasticidad — «feudalis­ en rescatar, «explicar» y .« co m p re n d er » su o b je to , la historia real"
■ -í| mo», «capitalism o», «b urgu esía»— aparecen en la práctica histórica "X 5s''te6ríás'q ü e los historiadores aducen van dirigidas a este ób'jHrvó,
no como tipos ideales que se llenan de contenido a lo largo de la dentro de los lim ites de la lógica histórica, y no hay cirugía algur
evolución histórica, sino com o enteras familias de casos especiales, que pueda trasplantar teorías foráneas, com o órganos no modifica­
í t» familias que incluyen a huérfanos adoptados y a retoños de la mezcla dos, a otras lógicas conceptuales estáticas, o viceversa. N uestro o b je ­
de razas tipológicas. L a historia no sabe de verbos regulares. tivo es el conocimiento histó rico ; avanzamos nuestras hipótesis para
;■ t)
La desdicha de los historiadores marxistas (y sin duda nuestra explicar tal formación social concreta del pasado, tal secuencia c o n ­
. ^
particular desdicha actual) es que algunos de nuestros conceptos son creta ele causas.
moneda corriente en un universo intelectual más amplio y son adop­ Muestro conocimiento — así lo e sp eram o s ..— no está po r esio
v .m,
tados en otras disciplinas, que les imponen su propia lógica y los aprisionado dentro de ese pasado. Nos ayuda a saber quiénes somos,
- 'ü reducen a categorías estáticas, «h istóricas. Ninguna categoría histó­ por qué estamos aquí, qué posibilidades humanas se lian desplegado,
rica ha sido más mal interpretada, atorm entada, vulnerada y deshis- y a conocer lo que podernos conocer de la lógica y de las formas
'e l
cortzada que la de cíase social; 11 una form ación histórica que define del proceso social. P a rte de e ste con ocim ien to puede ser teorizado,

:ú a sus propios sujetos, que los hom bres y mujeres elaboran a partir menos corno regla que com o expectativ a. C con o tros con ocim ientos
.,4 'd e su propia experiencia de lucha, ha sido reducida a una categoría y otras teorías, podrían y deberían tener lugar intercam bios. Pero
estática, o a un efecto de una ulterior estructura de la que los seres el intercambio exige vigilancia, en cuanto la m oneda teórica de una
- ;Í
humanos no son los agentes sino los v ectores. Althusser y Poulantzas disciplina es cambiada por la de otra. L a filosofía no d eb ería estar
no sólo han infligido este perjuicio a la historia rnarxista, sino que en cada frontera como un traficante que ofrece falsos billetes de
además, a continuación, ¡se lamentan de que la historia, de cuyos banco «universales», con circulación en todos los países. L',n lugar
de esto, podría poner en fu n cio nam iento una oficina de cam bio con
" , ,.*v 1.1. H e expuesto de n u evo recien tem ente mi posición en «EÍ!;hiet:nth-centui:v la misión de estar vigilante.
E.ngíish society: ciass struggle w idiout c iass?», S o c ia l i'U story, í i f , n ,“ 2 (muyo Aquellas tesis del materialismo histórico que se refieren a la rela­
..-1%

1978) |.hay trud. cusí, en el volumen E. 1\ T hom p son , T r a d ic ió n , r ev u e lta y c o n s ­ ción entre ser social y conciencia social, a las relaciones de produc­
r c ie n c ia d e d a t e . C rítica, Barcelona, 1979 i . Véase tam bién E. ). H obsbuw m ,
ción. y a sus determinaciones, a los modos de explotación, a Ja lucha
«(.„iass eonseiousness m history», en í . tVíesenros, cd., /I s p e á is o f h is to ry a n d
cia ss i.o a :c c .a•m er , 1971, y C. C astoriadis, «Can the hisiory oi: the w o ik ers1
de clases, a la ideología o a las form aciones sociales y económicas
rnovem ent», 'Velos, 30 (in v ie rn o 1976-1977). capitalistas, proceden — ateniéndonos a un o de los polos del «diá­
^1%

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logo»-... de la observación de la secuencia de ac ontecimientos histó­
prender a nadie. Nosotros mismos habitamos el mismo elemento
ricos a lo largo d el tiem p o . E sta observación no opera sobre hechos
.....un presente convirtiéndose en pasado-...-, que es un elemento h u ­
discretos seriatim , sino sobre con ju n to s ele hechos con sus propias
mano de costum bres, necesidades, razón, v olu ntad, ilusión y deseo,
regularidades: de la repetición de ciertos tipos de acontecimiento;
y deberíamos saber que está hecho (le una m ateria obstinada. Y sin
de la congruencia de caerlas clases de con du cta en c on texto s dife-
em bargo hay un sentido en el cual el pasado mejora respecto al
remes; en suma, de los datos sobre form aciones sociales sistemáticas
presente, pues «la historia» sigue siendo su propio laboratorio corno
y de una lógica com ún ciei proceso. Las teorías históricas que resultáis proceso y cor '. Un corte estático puede mostrarn os cier-
{no espontáneam ente, sino, p o r atenernos al o tro polo del diálogo, tos elem ento: .',) en m utua interrelación o contradicción;
en virtud de una ardua ¡aúzacuán) no pueden ser sometidas
el acontecer a tiempo nos mostrará cóm o estas relaciones
a prueba, com o a veces k me, d eteniendo el proceso, «c o n g e ­ fueron vivida s se libraron en torno a ellas y cóm o fue-
lando» la historia y tomando de ella un corre geológico estático, que ron resucitas, lanera A i í ü dio origen a i J ; y este aconte-
mostraría el capitalismo o las jerarquías de clases en un momento cer, a su vez.
V z retrospectivam ente sobre las maneras en
dado del tiempo como si lucran estructuras elab orad as.1* Cuando

.... :estuvieron previamente relacionados y solare la
¿} hacemos investigación histórica no ¡.tasamos a saltos d e ' u n a «loto hieran de la contradicción.
tija» a o tra, cada una de Jas cuales nos m o straría un m o m en to del
E n este sentido el acontecer confirma o invalida, refuerza o ma­
tiempo social inmovilizado en una sola posición eterna, pues cada
tiza la hipótesis explicativa. Se trata de un m al laboratorio en un
-j una de estas «lo to s lijas» no es sólo u n m om ento del ser sino tam­
sentido: que el acontecimiento tuviera lugar de ral o cual manera
bién un mom ento del devenir; e incluso en cada uno de los cortes
ó puede ser resultado de algún e lem e nto c on tin ge n te ( X ) omitirlo en
supuestamente estáticos se e ncontrarán con tradicciones y vínculos,
la explicación; así, A B C + X puede haber dado un determinado de­
tí elementos dominantes y subordinados, energías en decadencia o en
senlace (D ) , pero A B C Y podría haber dado o t ro ( £ } ; y olvidar
ascenso, l o d o mom ento histórico es a la vez resultado de los proce­
d esto equivale a caer en la conocida falacia p o sí hoc erg o p ro p ter boc.
sos anteriores e índice que señala la dirección de su decurso futuro.
E ste es un problema reiterado de toda explicación histórica, y los
'TÍ ' Hay dificultades bien conocidas tanto para explicar el proceso
filósofos que han examinado nuestros procedimientos se han recrea­
"ó histórico como para verificar toda explicación. «L a historia» misma
do en él. P ero olvidan que en o tro sentido «la h is to ria» es un buen
es el único laboratorio posible para el exp e rim en to , y nuestra única
laboratorio, dado que el proceso y el acontecer están presentes en
r$ dotación experimental, es la lógica histórica. Si forzarnos analogías
cada m om ento del dato empírico, poniendo a prueba cada hipótesis
r» inadecuadas con las ciencias experim entales, p ron to nos daremos
con uno u otro resultado, proporcionando con clusiones para cada
cuenta de que el asunto es insatisfactorio. La historia nunca puede,
sí experim ento humano q u e haya sido jamás efectuado. N uestra lógica
permitirse el lujo de unas condiciones para efectu ar experimentos
es falible. P ero la multiplicidad misma de experim en to s y su recí­
' j) idénticos; y si mediante procedimientos com parativos podemos ob­
proca congruencia lim itan los peligros de error. L o s datos referentes
servar experimentos algo similares en distintos laboratorios nacio­
"'I a cualquier episodio particular pueden ser im perfecto s: habrá mu­
nales (el surgimiento del estado-nación, la industrialización), nunca chísimas lagunas cuando consideremos el ac o n te ce r en la form a de
. n podemos volver a' tales laboratorio s, im p o ne r nuestras condiciones hechos discretos seriados; pero sobreviven los suficientes datos — por
y realizar de nuevo el experim ento de punta a punta. lo menos en la historia menos distante— 13 p a ra revelar la lógica
n
P ero tales analogías nunca han sido provech osas, iil que las difi-
r|
. cultades de la explicación en historia sean inmensas no debería sor­
13. E l problem a de las «lagunas» en la inform ación sobre las sociedades
n antiguas es exam inado en M . 1. Pinley, T h e u se a n d a b u s e o j b is to ry , 1971, pá­
12. Tales «m odelos» estáticos pueden n atu ralm ente desem peñar un papel ginas 69-71 [h ay tracl. casta U so y a b u s o d e la h is t o r ia , C rítica, Barcelona,
r%
útil en ciertos tipos de investigaciones. 1977],
n .
6. — E. P. TI-IOUl'SON
r|

.‘T||

■• í *
de este proceso, su resultado, las form aciones sociales que le son pro­ cluido, y, por mucho que a A lthusser le desagrade la expresión fami- rfj
' .tí pias y el modo en que ABC dio lugar de hecho a D. liar usada po r Engels, «la pru eba del paste!, está en el com érselo». |-¡
Podernos aclarar mejo r este pu nto tomando un problema no del El resultado, cuando sea som etido a e xam en por futuros historiado- f
pasado sino del presente histórico. La Unión Soviética es el. proble­ res, puede confirm ar una de las hipótesis o puede sugerir una hipó- I
■ ma que tomarnos. Para explicar uno de los aspectos de este problema tesis totalm ente nueva. Cualquiera que sea la «confir m ació n», si. se
-.- ¿ q u i é n detenta el poder y hacía dónde se dirige el proceso polí­ da, nunca puede pasar de ser aproxim ada; la historia no está gober- |
tico?-— , se proponen una serie de hipótesis explicativas. P o r ejem­ nada por leyes y no conoce causas suficientes, y si algunos histo ria ­
plo, la Unión Soviética es un estado obrero (tal vez con ciertas dores futuros suponen lo contrario, estarán cayendo en el e rror de
■"■ -"TI «d eform aciones») capaz de un ascendente desarrollo propio, si.n se­ p ost huc ergo p r o p le r hoc. L as hipótesis o la mezcla de ideología y |
veras luchas internas ni rupturas de contin uidad: todos los «defec­ de aucoconciencía que n osotros, o el pueblo soviético, adoptamos en )|
.... 7f||
tos» pueden ser corregidos desde dentro, bajo la guía de un partido la actualidad, son factores que entrarán ellos mismos com o ciernen-, j
... proletario configurado por !.a P eo ría Marxista y, por ende, provisto tos dentro del acontecer real, Y si alguna «con tin gencia» d ife re n te j
de las «instrucciones para el uso» de la historia. O la Unión Soviética se hubiera abatido sobre dichos elem entos (p o r ejem plo, si. la crisis j
, .:,H
es un estado en el cual el poder ha caído en manos eje una nueva de Cuba hubiera desembocado en una tercera guerra mundial), en- ¡
d a se burocrática, cuyo interés consiste en asegurar sus propios privi­ ronces todo habría acontecido de form a d iferente, las fuerzas mili- lf
legios y la continuidad de su dominio del poder; esta clase sólo será tares y de seguridad se habrían fortalecid o eno rm e m e n te y, en tal jj
derrocada a través de otra revolución, proletaria. O el estado sovié­ caso, podría resultar que una hipótesis distin ta tuviera capacidad ’»
tico es el instrum ento de una form a histórica específica de indus­ explicativa.
trialización forzada, que ha entronizado una serie arbitraria y con­ P e r o ésta no es una salvedad tan d evastadora c o m o a primera
■■»'■ -ts
tingente de grupos dominantes, de los cuales cabe ahora esperar vista puede parecer. Pues será la m an era en que las cosas acon tez­
■ñ que sean los agentes de la « m odernizació n» de la sociedad soviética can, en que el «e xp e rim en to » se d esarrolle, lo que proporcionará a
susceptible de llevar a ésta hasta una conformidad tardía e imper­ los historiadores futuros una inmensa capacidad adicional de c o m ­
-pá
fecta con ese auténtico modelo de sociedad que para el hombre prensión respecto a cuáles son las relaciones cruciales que estructu­
r) ran a la sociedad soviética y que en nu estro presente histórico están
moderno son los Estados Unidos. O el estado soviético sólo puede
. r| comprenderse — y éste es el punto de vista más cercano al mío— detrás de las apariencias. E l «resu ltad o » les pro porcionará capacidad
con la ayuda del concepto de « parasitism o», y los interrogantes de adicional para comprender qué elem entos de gran peso (tai vez, por
. i :i ejemplo, Ja ideología estatal del m arxism o-le ninism o) estaban d esti­
si sus grupos dirigentes tienden a cristalizar o no en una clase buro­
■ x ;| crática,. o de si se pueden imponer a estos grupos reform as episó­ nados, en los hechos, a mostrar su fragilidad y su caída, y qué otros
dicas mediante presiones de varios tipos (a partir de las necesidades elementos, inarticulados y laxamente estructurados, prefiguraban una
■ ■ Tí| .
y resistencias de trabajadores y cam pesinos, a partir de intelectuales oposición emergente. Los historiadores del futuro, que sabrán cóm o I
. ' -H| disidentes y a partir de la lógica derivada ele su s contradic­ habrán ocurrido Jas cosas, tendrán con ello una ayuda poderosa para j
ciones internas, de las luchas de facciones y de u m m aridad para com prender no por qué tenían q u e acaecer de esta manera, sino por
........ S«i
llevar a cabo irunciones esenciales, etc.), siguen siu iu o preguntas qué acaecieron de hecho así: esto es, observarán en el laboratorio
«:i| histó ricam ente inconclusas e indeterminadas, que pueden precipi­ de los sucesos los datos empíricos de la d eterm in ación, entendida
■- ■ t% tarse hacia una u otra dirección más con cluyentem ente determinada no com o ley regular sino corno «fijación de lím ites» y «aplicación dtp
en virtud de contingencias múltiples. presio nes».1'1 Y los historiadores de hoy tienen exactam ente la .mis­
r>
H ay un sentido real e im portante en el cual estas — -ti otras—
aj hipótesis sólo hallarán confirmación o refutación en la praxis del il4. V éase Raym ond W illiam s, M arxism a n d Itie r a s u r e , y el im portante ca­
propio acontecer de los hechos. El experim en to aun n o esta co ti­ pítulo sotare «D eterm inación».
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ma posición respecto al pasado histórico, que es, simultáneamente, ni que nuestra práctica con cu erd a muy a menudo con nuestras de­
su objeto de investigación y su laboratorio experim ental. claraciones. Sólo p retend o que esta lógica existe. Y que no somos
E l que la explicación histórica no pueda tratar con absolutos ni todos nosotros unos niños de pecho.
aducir causas suficientes irrita grandem ente a ciertas almas simples
e impacientes. Suponen que si la explicación histórica no puede
ser el T o d o , entonces no es N ada; se reduce a una narración feno-
menoJógica consecutiva, l is t o es un estúpido error. Pues la 'exp lica­
ción histórica revela no de qué manera la historia d e b ió acontecer,
sino por qué aconteció de esta manera y no de otras; que el proceso
n o es arbitrario, sino que tiene su propia regularidad y racionalidad;
que ciertos' tipos- de--acontecim ientos (polítícós7 “ecótíoínicos, cultu­
rales) han de ser relacionados no de la manera que a uno le guste,
sino de maneras concretas y dentro de determinados cam pos de
posibilidad; que ciertas formaciones sociales no están gobernadas
po r una «ley» ni son « e fe cto s» de un teorema estructural estático,
sino que se caracterizan por determinadas relaciones y por u n a - d e ­
terminada lógica del proceso. Y así sucesivamente. Y m u ch ísim o más.
N uestro" conocimiento" puede no satisfacer a ciertos filósofos, pero
basta para tenernos ocupados.
H em os dejado atrás nuestra octava proposición, y ahora pode­
mos formularla de nuevo. Las categorías apropiadas a la inv e stiga ­
ción de la historia son categorías históricas. E l m aterialism o histó ­
rico se distingue de otros sistemas interpretativos po r su consistencia
obstinada (obstinación que a veces, p o r desgracia, ha dado en doc-
trínarisrnü) en elaboras' tales categorías, y por su articulación de
éstas dentro de una totalidad conceptual. E s t a totalidad n o es una
«verdad» teórica acabada (o T e o ría ); pero tampoco es un «m o d elo »
artificioso; es un co n o cim ien to en desarrollo, aunque un c o n o cim ie n ­
to provisional y aproximado con muchos silencios e im purezas, .. .
desarrollo de e ste conocimiento tiene lugar tanto en la teoría conjq
en la práctica; surge de un diálogo; y su discurso de la dem ostrf-
ción se formula en los térm inos de la lógica histórica. Las o p e ra c io ­
nes electivas de esta lógica no aparecen, punto por p u n to, en ca ^ ¡
página del libro de un historiador; si lo hicieran, Jos libros cíe hispo
ria acallarían la paciencia de cualquiera, P ero esta lógica debeMi
estar implícita en cada com prom iso em pírico y explíc ita en o ,mu .
en que ei historiador se sitúa ante los natos em píricos y r.-n -----
preguntas planteadas. N o pretendo que la lógica histórica sea s ie m ­
pre ían rigurosa o tan consciente de sí misma c o m o debería serlo;

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