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ALBERT FISH

Cuyo nombre de pila era Hamilton Howard Fish, nació el 19 de mayo de 1870 en Washington D.C. Tuvo tres hermanos y él era el
menor de todos. Su padre, Randall Fish, fue capitán de un barco de río, pero para 1870 se dedicó a la fabricación de fertilizantes.

Pasó a la historia por ser uno de los criminales más crueles. Se dedicó por años a abusar de niños y adolescentes, a algunos de los
cuales secuestró, torturó, desmembró y cocinó para comerlos.

Fish padre murió de un infarto de miocardio cuando Albert apenas tenía 5 años. Su madre era 43 años más joven que su esposo, y
al morir este dejándole a su cargo tantos hijos, lo envió a un orfanato porque ella no podía cuidarlo. Desde su llegada al orfanato
comenzó a ser maltratado, donde era azotado, golpeado y humillado constantemente por sus compañeros. Sin embargo, en aquel
ambiente no solo descubrió que le gustaba el dolor, sino que incluso se excitaba con los golpes. Para 1879, cuando Albert tenía 9
años, la situación económica de su madre cambió gracias a que pudo conseguir un empleo. La mujer recuperó a su hijo y fue
después de eso que se cambió el nombre de Hamilton Fish a Albert Fish

Su primera experiencia sexual la tuvo a los 12 años. Siendo tan joven comenzó a tener relaciones homosexuales y empezó a visitar
baños públicos para ver a chicos desnudos. Para aquel entonces ya se sentía atraído por el sadomasoquismo y se divertía no solo
infligiendo dolor a otras personas sino también a él mismo. También comenzó a desarrollar un gusto por la coprofagia, que es la
afición por comer heces de humanos, así como por la urofilia, que es el acto de sentir placer o masturbarse con la orina. Empezó a
interesarse por los criminales que aparecían en la prensa, por lo que comenzó a coleccionar material relacionado con asesinos
seriales y en especial con caníbales, con los que se sentía especialmente identificado.

En 1890 decidió dejar Washington para mudarse a Nueva York. Allí, con apenas 20 años, comenzó a prostituirse. Pero, a diferencia
de la mayoría de los que trabajan en ese oficio, Albert no buscaba dinero sino más bien la posibilidad de experimentar nuevas
sensaciones en el ámbito sexual. Fue allí donde, según confesó años después, que comenzó a violar a chicos jóvenes.

Con el objetivo de ayudar a estabilizar su vida, la madre de Fish le buscó una novia y le arregló un matrimonio. Así, en 1898, Albert
se casó con una mujer, quien era nueve años menor que él. De aquel matrimonio nacieron seis hijos. Aunque suene extraño, al
parecer al comienzo no fue un mal padre. Si bien sus hijos fueron testigos de muchos actos extraños por parte de su progenitor,
este nunca abusó de ellos ni los golpeó.

Se dice que pocos años después comenzó a sufrir alucinaciones. Se obsesionó con la religión, con la idea del pecado y creía que
la forma de expiar las culpas era a través del dolor. Por ello solía auto-infringirse castigos, se cortaba y frotaba su cuerpo desnudo
contra rosas con espinas. Además acostumbraba a pincharse agujas en el cuerpo, en especial en la pelvis y en sus genitales.

Para aquella época trabajaba como pintor de casas y, según confesó, durante ese tiempo llegó a abusar sexualmente de al menos
100 niños, la mayoría menores de seis años.

En 1903, Albert fue arrestado por malversación de fondos. Fue sentenciado a prisión y fue enviado a la cárcel estatal de Sing Sing.
Ese tiempo encarcelado le sirvió para reafirmar su orientación sexual, ya que durante esos años tuvo relaciones sexuales con varios
de los reos. Después de aquella experiencia en la cárcel, llegó a ser detenido varias veces. Algunos de los motivos fueron robo,
pago con cheques sin fondos e incluso por envío de cartas obscenas a los anuncios de agencias matrimoniales que salían en los
periódicos.

A principios de 1917, su esposa lo abandonó por otro hombre. Este rechazo lo afectó aún más y fue a partir de ese momento cuando
sus alucinaciones se hicieron más frecuentes.

El primer asesinato que cometió fue en 1910. Ocurrió en la ciudad de Wilmington, en el estado de Delaware y la víctima fue un niño
llamado Thomas Bedden. Nueve años después de ese asesinato, Albert acuchilló a un joven con discapacidad mental en
Georgetown, Washington D.C.

La siguiente víctima llegaría en 1924. Tras su arresto, confesó el asesinato de Francis X. McDonnell, un niño de 8 años que murió
en Staten Island, una isla del estado de Nueva York. Al parecer el asesino había estado acechando al niño durante días. El cuerpo
del menor se encontró en un bosque cercano. Había sido estrangulado. La siguiente víctima fue Billy Gaffney. En 1927 se reportó
su desaparición en Brooklyn. El niño había estado jugando con otro niño, que apenas tenía tres años. Ambos desaparecieron pero
poco después el pequeño fue encontrado en un tejado. Al preguntarle sobre el paradero de Gaffney, el chico respondió que el coco
se lo había llevado.

El cuerpo de Billy nunca fue encontrado. Y según confesó, tras matarlo se lo comió por partes

EL CASO DE GRACE BUDD

Fish compraba periódicos para elegir a personas que se anunciaban buscando empleo. Así fue que el psicópata llegó hasta la familia
Budd. En mayo de 1928 Edward Budd, de 18 años, había puesto un anuncio ofreciendo sus servicios y, tras leerlo, decidió hacerse
pasar por un granjero para acercarse a la familia. Tocó la puerta de la casa y se presentó como Frank Howard. Dijo ser un granjero
de Farmingdale, Nueva York y aseguró que le daría empleo al chico. Aunque supuestamente su plan era llevarse a Edward, todo
cambió cuando conoció a Grace, la hermana de 10 años del joven.

En una segunda visita a la casa, el hombre ya de avanzada edad, llevó fresas, queso fresco y la familia lo invitó a desayunar. Pero
justo antes de irse, Fish convenció a los padres de la niña para que dejaran que esta lo acompañara a una supuesta fiesta de
cumpleaños de su sobrina. La madre dudó pero pronto se convenció. Fish prometió llevarla a casa antes de las nueve de la noche,
pero eso nunca sucedió. Fish se fue con Grace y esta jamás regresó. Cuando fueron a la dirección donde supuestamente vivía el
hombre, no encontraron nada. La policía investigó, se repartieron más de mil volantes, pero la niña no apareció ni viva ni muerta.

El encargado del caso fue el detective William F. King, quien nunca pareció darse por vencido en el caso. Seis años después de la
desaparición de Grace y a pocas semanas de que el caso fuera cerrado oficialmente, ocurrió algo que cambió todo. La madre de la
niña recibió una carta del asesino en la que contó una historia sobre canibalismo y luego relató cómo asesinó y se comió a la niña:

“Estimada señora Budd:


En 1894 un amigo mío, el capitán John Davis, zarpó en el barco de vapor Tacoma. Navegó de San Francisco a Hong Kong. Al arribar a su destino,
mi amigo, junto con otros dos marineros, se fueron de juerga. Al regresar, el barco ya no estaba.
Eran épocas de hambre en China. La carne de cualquier tipo costaba de uno a tres dólares por libra. Era tanto el sufrimiento, que los niños pobres
menores de 12 años eran vendidos como comida para evitar que otros murieran de inanición. Un niño o una niña menor de 14 años no estaban
seguros en las calles. Piezas del cuerpo desnudo de un niño o niña podían adquirirse con sólo indicar el corte que se apetecía. El trasero de un niño
o una niña es la parte más dulce del cuerpo, por lo que se vendía al precio más alto.
Mi amigo permaneció muchos años en China, los suficientes para adquirir el gusto por la carne humana. Al regresar a Nueva York secuestró a dos
niños, uno de siete y otro de 11 años. Se los llevó a su casa, los desnudó y amordazó en el armario. Quemó todas las pertenencias de los niños. Día
y noche los azotaba –torturándolos–para hacer más tierna su carne.
Primero asesinó al niño de 11 años, debido a que éste tenía el culo más gordo y por lo tanto el más carnoso. Cada parte de su cuerpo fue cocinada
y devorada, excepto la cabeza, los huesos y las entrañas. Fue cocinado en el horno. El niño más pequeño fue el siguiente, mediante el mismo
proceso. En ese tiempo yo estaba viviendo en el número 409 de la calle E-100. Él me había platicado acerca de lo sabrosa que es la carne humana
y en mi mente tenía la idea de probarla.
El domingo 3 de junio de 1928 llegué con ustedes en el 406 de la calle W-15. Les compré un poco de fresas con crema. Almorzamos. Grace se
sentó en mis piernas y me besó… Yo quería comérmela.
Solicité a usted su permiso para que ella fuera conmigo a una fiesta. Usted dijo que sí podía ir. La llevé a una casa vacía de Westchester que yo
había visto con anterioridad. Cuando llegamos le dije que permaneciera afuera… Ella cortó algunas flores… Subí las escaleras y me despojé de
todas mis ropas… Sabía que si no lo hacía me mancharía con la sangre de ella.
Cuando todo estuvo listo me asomé por la ventana y la llamé. Me escondí en el armario hasta que apareció en la habitación. Cuando me vio desnudo
empezó a llorar e intentó correr hacia las escaleras… La agarré y dijo que quería ver a su mamá.
Primero la desnudé… Cómo pateó, mordió y arañó. Apreté hasta asfixiarla. Después la corté en trozos pequeños que distribuí en las habitaciones.
La cociné y me la comí. Qué dulce y tierno traserito fue cocinado en el horno. Me tomó nueve días devorar el cuerpo completo. No me la cogí,
aunque hubiera podido hacerlo de haberlo querido. Ella murió virgen”.

Aunque muchos no creían que aquella carta pudiera ser cierta, el detective King siguió todos los detalles y pistas. Al identificar un
símbolo en el sobre de la carta, dieron con la casera de un lugar donde había vivido Fish.

Fish esperaba una carta de su hijo y la casera debía guardársela. En diciembre de 1934, la mujer llamó al detective para avisarle
que Fish estaba en el lugar. Cuando llegó la policía el anciano tomaba una taza de té; cuando preguntaron su nombre, se identificó
como Albert Fish, se puso de pie y sacó un pequeño cuchillo. El detective controló rápidamente la situación y fue arrestado.

Tras su detención, Fish no negó el asesinato de Grace Budd, pero confesó que en un principio sus intenciones eran asesinar a
Edward Budd. Después de eso, confesó ser el autor de otros crímenes. También narró todas las aberraciones que había cometido
durante toda su vida. Asimismo fue él quien confesó que la cifra de sus víctimas por violación ascendía a unas 100. Albert Fish fue
llevado a juicio por el asesinato premeditado de la niña Grace Budd. El juicio, que comenzó el 11 de marzo de 1935 en Nueva York,
duró diez días. Para defenderse, además de alegar locura, el asesino aseguró que escuchaba voces de Dios que le ordenaban
matar niños.

Durante el juicio se le atribuyeron diversos fetichismos sexuales entre los que se incluía coprofagia, urofilia, pedofilia y masoquismo…
Fue sentenciado a la pena de muerte.

El criminal fue condenado a morir en la silla eléctrica. Llegó a la prisión en marzo de 1935 y fue ejecutado el 16 de enero de 1936.
Su ingreso a la cámara de ejecución se registró a las 11:06 p.m. y tres minutos después fue declarado muerto. Antes de morir, el
asesino definió su castigo como la experiencia suprema de su vida.

JEFFREY DAHMER

En una ocasión su padre lo describió como un niño muy curioso y con una gran fascinación por los animales. Pero esta fascinación
no era como la que tienen la mayoría de las personas, que les gusta ver y tocar animales.

A Dahmer le gustaba diseccionarlos, torturarlos y ver como morían. Comentó en una oportunidad que cuando iba de pesca con su
padre, le gustaba abrir a los peces y ver como estos morían. Posteriormente comenzó a desarrollar un gusto por los órganos
internos y por los huesos. Con tan solo 10 años, solía buscar animales que habían sido arrollados por la carretera para abrirlos y
ver qué tenían dentro.

Para aquella época también comenzó a torturar a todo tipo de animales que encontraba en un bosque que estaba cerca de su casa.
Solía cazar insectos y conservarlos en formol. Pronto comenzó a coleccionar huesos de animales, los cuales llevaba al sótano de
su casa. Tenía huesos de conejos, pollos, ardillas, mapaches, entre muchos otros. Los huesos los obtenía luego de que dejaba
podrir los animales en el bosque. Los sumergía en lejía para limpiarlos y blanquear sus huesos.

Empezó a experimentar sus primeros deseos sexuales y fue entonces cuando notó que se sentía atraído por los hombres. Dahmer
se sintió confundido y solo. Nadie conocía a nadie gay. Pero ese no era su único problema. También comenzó a inquietarse por sus
fantasías. En sus pensamientos, sus amantes no se movían. Eran personas que estaban inconscientes, como si estuvieran muertos.
Estas ideas lo aterrorizaban y fue por ello que comenzó a beber descontroladamente. Años después el mismo Dahmer confesaría
que fue a partir de los 14 años aproximadamente cuando comenzó a experimentar ideas obsesivas que asociaban la violencia con
el sexo. Y al ver que se hacían cada vez más fuertes, decidió tratar de ocultarlo todo.

Aunque Jeffrey Dahmer confesó que sus compulsiones hacia la necrofilia y el asesinato surgieron cuando tenía 14 años. Sus padres
se divorciaron antes de que cumpliera los 18 años. Unos meses después su padre volvió casarse. En 1978 ingresó a la Universidad
Estatal de Ohio, pero abandonó los estudios al semestre siguiente por sus problemas con el alcohol. Fue después de eso que tuvo
la oportunidad de cometer su primer asesinato.

Dahmer contó que una de sus fantasías había sido encontrar un hombre que hiciera autostop en la carretera para “gozar
sexualmente” de él. Un día iba conduciendo como a las cinco de la mañana después de haber bebido. Vio a un chico de 18 años
pidiendo que lo llevaran. Así que paró y lo invitó a fumar. En casa no había nadie.

Después de tomar un par de cervezas y conversar, Dahmer había notado que el joven no era gay. Aun así se sentía atraído por él
y no quería que se fuera. Así que cuando el chico quiso marcharse, Dahmer no encontró otra manera de retenerlo que golpeándolo
en la cabeza con una barra de hacer pesas. Después de eso lo estranguló y como no sabía qué hacer con el cuerpo lo desmembró.

Para deshacerse del cuerpo quiso hacerlo lanzándolo por un barranco. Metió las partes descuartizadas en bolsas de basura y se
dirigió a la carretera. En el camino fue detenido por policías con conducir erráticamente. Sin embargo, después de unas breves
preguntas lo dejaron ir. Dahmer regresó a la casa con el cuerpo de la víctima y lo escondió en una vieja tubería por más de dos
años.

En 1979 su padre lo obligó a enlistarse en el ejército. Fue enviado a Alemania pero después de un tiempo fue expulsado por su
alcoholismo. Al regresar a Estados Unidos, vivió un año en Miami y después se mudó con su abuela en Ohio. Allí intentó enderezar
su vida. Comenzó a frecuentar la iglesia con su abuela, a leer la biblia y a tratar de apartar de sus pensamientos toda idea que
tuviera que ver con sexo.

Durante dos años trató de mantener controlados sus instintos, pero un día ya no pudo contener más sus impulsos sexuales, así que
comenzó a beber de nuevo y empezó a frecuentar bares gays. Algunas veces intentaba controlar sus deseos con un maniquí pero
no tuvo mucho éxito.

Un día conoció a un chico en uno de esos bares. Fueron a un hotel y comenzaron a beber. La mañana siguiente lo encontró a su
lado muerto. Al parecer habían peleado pero Dhamer no recordaba nada. Se lo llevó en una maleta y a los días lo descuartizó,
aunque conservó la cabeza por un par de días más.

Jeffrey Dahmer cometió sus dos primeros asesinatos sin planearlo. Pero después de esos episodios, cedió con mayor facilidad a
sus impulsos violentos. Perpetró crímenes durante 13 años sin que prácticamente nadie sospechara de él. Sus siguientes dos
crímenes los cometió en 1988, otro en 1989, cuatro más en 1990 y los ocho últimos en 1991.

Sus años activos fueron realmente tres: desde 1988 hasta 1991. Durante esos años se dedicó a buscar hombres en bares gays.
Aunque sus víctimas fueron mayormente afroamericanas, el asesino siempre señaló que no era racista. Solo que al parecer los
hombres de color eran quienes más frecuentaban aquellos lugares.

Se iba con ellos del bar a un hotel con la promesa de tener sexo. Les daba de tomar alcohol mezclado con drogas y después los
estrangulaba. Posteriormente pasaba unas horas junto al cadáver, practicaba actos sexuales con este y después los desmembraba.
Tiraba algunas partes a la basura pero solía quedarse con algunas de ellas como trofeo. Por lo general conservaba sus genitales o
sus cráneos. También solía tomar fotos del proceso de asesinato. De esta manera podía recordar el episodio y revivir la experiencia.

Su final llegó en julio de 1991, cuando una de sus víctimas logró escapar. Tracy Edwards salió corriendo y detuvo a una patrulla. La
policía ingresó al apartamento de Dhamer y encontraron una colección que no hubieran querido ver nunca. No solo encontraron
numerosas fotografías de Jeffrey posando junto a diferentes cadáveres sino que también encontraron en la cocina cabezas, huesos
y diversos miembros en el refrigerador. Esto sin contar tres torsos humanos que se encontraban en estado de descomposición
dentro de un tambor con ácido. En los días siguientes al arresto, el asesino confesó todos sus crímenes. A pesar de su confesión,
Dhamer se declaró en un principio como “no culpable por enajenación mental”. Posteriormente se declaró como “culpable, pero
enajenado”. La intención de esta declaración era que fuera recluido en una institución mental y no en una cárcel.

Su juicio comenzó el 27 de enero de 1992 y la sentencia se produjo el 15 de febrero. Después de unas 10 horas de deliberación, el
asesino fue hallado culpable. Fue condenado a 15 cadenas perpetuas consecutivas. Tras la sentencia, Dahmer se dirigió al juez y
a la audiencia diciendo que todo había terminado y que se arrepentía del daño que había causado.

Fue recluido en el ‘Columbia Correctional Institute’ en el condado de Portage en Wisconsin. Pero por su seguridad no tenía contacto
con los demás presos. Sin embargo, con el tiempo el asesino solicitó a las autoridades tener más interacción con sus compañeros.
Fue por ello que comenzó a comer y a realizar algunas tareas de limpieza junto a los demás presos.

En noviembre de 1994, mientras realizaba tareas de limpieza, fue asesinado por Christopher Scarver. El recluso lo golpeó con un
tubo de metal en la cabeza, ocasionando su muerte de camino al hospital. El asesino del llamado “Dahmer El Carnicero de
Milwaukee” confesó el año pasado en una entrevista al New York Post las razones por las que había asesinado a Dahmer.

El recluso señaló que no solo estaba perturbado por sus crímenes sino también por su costumbre de recrear partes de miembros
humanos con comida y dejarlos por allí para molestar a los demás presos.

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