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Historias en tranvía.

El transporte público en los años ‘20

Laura Luciani (UNR-CONICET)

En el primer cuarto del siglo XX, el transporte urbano por excelencia de la ciudad lo
constituyó el tranvía. La incorporación de este servicio no fue casual. Debe considerarse no
sólo el crecimiento de la urbe y la necesidad del transporte público sino también las
intenciones de la clase dirigente de hacer visible, como ocurría en otras ciudades del
mundo, el progreso y la modernización en la vida cotidiana de los y las rosarinas.

Así el servicio de tranvías ocupó un lugar central entre las problemáticas de la


ciudad durante más de dos décadas. Ello implicó la constante queja por parte de los
vecinos, reclamos en la atención del servicio o ante la necesidad de ampliación de los
recorridos así como por los costos de los pasajes. En La Gaceta Rosarina de abril de 1926
se señalaba:“Demasiado sabido es que en las horas cuando el tráfico en la ciudad se
intensifica mayormente –cuando los obreros o empleados entran o salen de las fábricas o
las oficinas- el público que necesita de este medio de locomoción, tropieza con los
inconvenientes de que solo corren dos o tres coches por cada línea aún de las líneas que
sirven a los más importantes radios urbanos, dando lugar así a que los pocos tranvías
disponibles sean asaltados por el público en tal forma que luego se forma un
apeñuzcamiento de gente”

No es azaroso que las críticas se realizasen con más frecuencia hacia los años 20.
Esa década estuvo signada por el crecimiento poblacional en la ciudad y la proliferación de
nuevos barrios que necesitaban y reclamaban servicios de tendido eléctrico, cloacales, de
pavimentación, transporte urbano, entre otros. Así hacia mediados de ese decenio ya se
había incorporado como alternativa de transporte el colectivo, aunque pasarían varios años
antes de que se masificara su uso. Según señala Sandra Fernández en uno de los capítulos
de Rosario en la Historia, para 1924 había 17 unidades de colectivos en circulación,
ascendiendo a 343 en 1932, señalando así el crecimiento que tendría este como medio de
transporte público. Ello sin embargo no fue en desmedro del tranvía que seguiría siendo el
servicio más frecuentado hasta al menos la década del 40.
Es interesante consignar que aún cuando en La Gaceta Rosarina se mencione que el
tranvía era el medio utilizado por obreros y empleados (su costo era de 10 ctvs.), puede
afirmarse que era el transporte urbano de la mayoría de la población, más allá de cuál fuera
su ingreso económico. Inclusive los concejales de la ciudad lo utilizaban habitualmente
según señala una anécdota contada por Luis Gómez en una de las sesiones ordinarias del
Honorable Concejo Deliberante en marzo de 1925. Cabe señalar que los ediles en tanto
funcionarios públicos no abonaban el pasaje, debiendo utilizar un carnet que lo acreditaba
en tal sentido. En dicha sesión, sin embargo, se mencionó un incidente ocurrido en un
tranvía y protagonizado por el concejal Gómez. Reproduciremos a continuación el hecho
narrado: “esa poderosa empresa [por la empresa de Tranvías Eléctricos] había dado
órdenes expresas a los guardas para que molestaran en lo posible a los señores concejales.
Así cuando un concejal decía que era tal a un guarda, este lo que menos le decía era que
no le importaba, que debía mostrar el pase. Muchas veces se soportaba esa incidencia
hasta que un buen día me tocó a mí producirla. A las exigencias de que mostrara el pase,
ya que la medalla, según la empresa, no sirve y estando presente un sargento de policía y
un inspector, rompí el pase y se lo arrojé en la cara, diciéndoles que en mi carácter de
concejal iba a viajar y que si se animaban, que me bajaran. La incidencia no fue mas
porque nadie se atrevió a hacerlo”

A raíz de este suceso se deliberó y aprobó una ordenanza por la cual los ediles
utilizarían a partir de entonces una medalla que señalase su condición de funcionario
público, permitiéndole “el acceso a dependencias municipales, establecimientos públicos o
particulares subvencionados por la municipalidad y a todos aquellos sitios donde se ejerza
el comercio, la industria, etc.(…) Dicha medalla servirá además como pase general de
tranvías, y ómnibus y de acceso a todas las salas de espectáculos públicos”. La ordenanza
fue aprobada en forma unánime por los concejales rosarinos aunque semanas después fue
vetada por la Intendencia y ratificada nuevamente por el Concejo.

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