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Universidad de Los Lagos
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Por otra parte, la evaluación es el proceso de observar y atender a los cambios en los
discentes en relación con lo que se enseña o se diagnostica (previamente a enseñar). La
evaluación es entendida como una observación que da luces de lo que ha producido en el
discente la enseñanza que ha recibido: no da, en ningún caso, una certeza acerca de lo que
sucede en y con el sujeto discente, pero sí vislumbra el logro de ciertos objetivos que son
previamente fijados, reflejando así el aprendizaje en áreas o dominios específicos respecto a
algún aprendizaje esperado. Así pues, “ la evaluación es una actividad o proceso sistemático de
identificación, recogida o tratamiento de datos sobre elementos o hechos educativos, con el
objetivo de valorarlos primero y, sobre dicha valoración, tomar decisiones” (García Ramos.
1989:54).
Esta evaluación también se permea de consideraciones ideológicas, pero por sobre todo,
la evaluación es un instrumento de poder dentro de la acción educativa: a partir de las
consecuencias1 establecidas por el Estado a la hora de calificar los aprendizajes por métodos
1
Las consecuencias de la evaluación en el contexto chileno pueden ser perjudiciales para el desarrollo del individuo
según los paradigmas de éxito de la sociedad contemporánea. Así, la repitencia, la PSU y su posibilidad de estudios
cuantitativos (nota) –o cualitativos llevados a lo cuantitativo-, la evaluación obliga al estudiante a
actuar y aprender dentro del marco que la planificación estipula: “ el profesor ejerce su poder
cuando determina el número de reactivos de un examen, mantiene la disciplina y califica la
conducta, esperando que los alumnos obtengan las más altas calificaciones conforme a las
escalas establecidas” (Chacón y Morales. 2010).
Ahora bien, la evaluación estando sujeta a la planificación también esta sujeta por
consiguiente a la naturaleza de la ideología que se aplique en su concepción. La evaluación
corresponde necesariamente con la naturaleza de la planificación misma y en ese sentido, su
relación con el poder es relativa a cada planificación, a cada contexto, y en suma, a cada
intención docente.
“la dirección del proceso educativo se va por encima de las características individuales y
colectivas de los estudiantes y del proceso de asimilación de los contenidos, donde el estudiante
apela a otros recursos, como lo es el fraude, y logra aprobar la asignatura, pero el carácter
consciente de la asimilación de los conocimientos es deficiente. En este sentido se dice que el
sistema no adquiere entropía, es decir, se puede culminar el proceso de forma exitosa desde el
punto de vista docente, pero el aspecto educativo no se cumple, existiendo por tanto, dificultades
en la formación de los estudiantes” (Pérez. 2010:3).
El aula, como espacio objeto de planificación, encierra una realidad micropolítica en la que
debe desenvolver el docente su propia programación de los hechos y las acciones pedagógicas.
Este espacio micropolítico es el que a fin de cuentas dirimirá sobre la acción del docente
planificada puesto que son los estudiantes, dentro de su propio contexto político-social, los que
de alguna manera evalúan la acción docente y actúan en ciertos niveles de aprobación y/o
desaprobación a los mandatos políticos que éste ya había diseñado en la planificación. De esta
manera, se tiene por consiguiente, que la significación del uso del poder y la significación del
control docente están dados en la aceptación del alumnado a la planificación. La acción docente
no puede considerarse sólo en lo que el docente pretenda, haga o no haga dentro del aula,
puesto que esta acción no es personal de modo alguno, sino que es profesional y servicial, es
decir, en la medida en que la acción sea docente inmediatamente están imbricados los
estudiantes como extensión de la pretensión de acción: si no hay estudiantes, entonces no hay
docente, si el estudiante no atiende a la planificación, entonces la planificación no está siendo
ejecutada en el aula.
No considerar a todo el conjunto de actores dentro del aula para evaluar la concreción
curricular, y la planificación, es dejar de considerar el sentido de la acción docente, el sentido de
la educación misma: pensar en que el docente aplica la planificación en tanto hace lo que ella
dice mas no necesariamente permea las acciones y actitudes de sus estudiantes frente a su
propio proceso educativo es evaluar la concreción a ciegas. De aquí que es importante
considerar para la esta evaluación, las percepciones y consideraciones que hacen los
estudiantes acerca de la acción docente, y también el nivel general de aprobación o
desaprobación de esta acción.
En Segundo lugar, cabe señalar que la realidad áulica contempla variables conductuales
que están influidas a su vez por una multitud de variables que son inmanejables: los estados de
ánimos, las realidades y hechos en el hogar del estudiante, las propia ocasionalidad psiquica del
docente, el clima, la fecha, por nombrar algunas. En este sentido, la realidad a la que una
planificación lineal3 es objeto, está de alguna manera sometida a la probabilidad, cambiando de
vez en vez , siendo por ende, siempre distinta a la que la planificación pretende hacer educación.
Así se vuelve nuevamente al cuestionamiento de que si la acción docente planificada es tal
cuando esta programación está inconexa con la realidad del aula. Si no existe acción docente en
cuanto a lo que se refiere docencia, entonces no podría ser la organización del proceso
educativo un objeto de control real por cuanto su objeto de control no existe efectivamente en el
aula.
En este sentido, la docencia implica, más allá del mero acto de lograr que los alumnos
aprendan algo, ser un mediador entre el estudiante y el mundo, lo que implica a su vez, estar y
sentirse en la perspectiva del estudiante, y esto último necesariamente existe cuando logra que
el estudiante esté en contacto con el docente en el contexto de la educación, y no en el contexto
de las circunstancias sociales en las que tanto el estudiante como el profesor se encuentran en
la misma sala: uno intentando hacer algo y otro soportando las horas en el establecimiento. Esta
gran diferencia es la que Calvo distingue entre Educación y Escolarización (Calvo. 2005). Desde
este punto de vista, podría llamarse a la planificación un objeto de control de la escolarización,
mas dicha escolarización no tiene un componente llamado docencia.
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Es necesario también entender que estos diagnósticos, y esta requerida investigación necesita también ampliar
sus puntos de vista en relación a la naturaleza del objeto estudiado. De esta manera es necesario considerar que “ el
niño vive en un mundo propio que es necesario comprender; para educar, el educador debe hacerse educando de
su educando; el niño nace bueno, el adulto, con su falsa concepción de la vida, es quien lo pervierte." (GADOTTI;
2000: 82)
3
Lineal en el sentido que la planificación prevé y supone. Idea ya expuesta anteriormente.
En este contexto, el profesor es no tanto un educador sino más bien en un reproductor (no
necesariamente del conocimiento). O podría decirse mejor: el profesor es un funcionario del
sistema escolar que tiene la responsabilidad –por añadidura- de escolarizar a los nuevos futuros
ciudadanos con la mayor efectividad posible dentro de los márgenes establecidos por la ley y
bajo una ideología política resultante de la confrontación de la suya propia con la que el sistema
escolar impone más la que los estudiantes acostumbran a tener dentro del establecimiento.
Consideraciones Finales
Bibliografía
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