Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¿Cirugía Mayor?
Año a año nos preocupamos por el fracaso escolar, por el desgranamiento que sufre la
escolaridad secundaria. Más allá de toda tentativa es innegable que continuamos
perdiendo alumnos en la trayectoria de lo escolar. Estamos inmersos en la gran
contradicción de sostener la educación como derecho y prácticas institucionales y/o
pedagógicas que, a pesar de las voluntades, el esfuerzo y el compromiso suelen seguir
haciendo agua a la hora de sostener las diferencias en la escuela como valor agregado.
Es que las formas escolares que aún hoy prevalecen hacen de la homogeneidad un valor
aunque los discursos sean otros, y en tanto la simultaneidad y gradualidad se sigan
sosteniendo, queda poco espacio, creo yo, para el trabajo en y desde las diferencias,
aunque se sostenga lo contrario. Esta situación en vez de desalentarnos nos debe
desafiar a la búsqueda de lugares no visitados aún. Es imprescindible parar para pensar,
es imprescindible cerrar los ojos para ver mejor.
A veces pareciera que se hace imposible repensar las formas de lo escolar. Me permito
relatar una experiencia. En el año 2005, durante una pequeña Estadía que hice en el
CINVESTAV en México DF, la Prof. Elsie Rockwell me permitió acompañarla a una
escuela piloto en la Población de Santa Ana Tlacotenco, Milpa Alta, al sur del Distrito
Federal. Con el fin de evitar la deserción y fracasos escolares que se registraban en esa
población- mayoritariamente aborigen- la Gobernación del Distrito Federal había creado
una escuela (pública) que funcionaba de la siguiente manera:
- Docentes full time con formación de posgrado. Cada docente además era tutor de
un grupo pequeño de alumnos a los que tenía que acompañar
personalizadamente. Sumado a esto, cada docente contaba con un espacio-
cubículo- que era su oficina donde tenía sus materiales y conversaba
individualmente con sus tutoreados. Pegada a la oficina, cada uno contaba con un
espacio pequeño con una mesa grande y pizarrón donde podía dar clases a unos
diez alumnos. En la escuela había además salones de clases grandes.
- No existían años tal cual los conocemos nosotros, sino recorridos. Cada alumno
debía avanzar en sus propios aprendizajes, en cada área. Por lo que podía estar
más avanzado en lengua, por ejemplo, que en matemáticas. La configuración de
los grupos variaba según procesos de aprendizaje. Había grupos pequeños
trabajando en los salones lindantes a las oficinas de los docentes y otros en
salones grandes. Nadie se quedaba de año, y lo más interesante desde mi punto
de vista, quien desarrollaba capacidades en un área seguía avanzando en la
misma aunque en otras estuviera más retrasado.
Supe que luego de esa experiencia se crearon otras escuelas y no sólo ya para
sectores populares.
Del tema al trabajo a partir de problemas donde los alumnos puedan dar cuenta de
sus desempeños más que de sus saberes declarativos.
Del contenido conceptual como un fin en sí mismo a concebirlo como medio para el
desarrollo de capacidades
De la clase magistral y la guía de estudios a estrategias didácticas que nos desafíen a
pensar y a construir conocimientos y desarrollar capacidades con el otro.
De la medición de la repetición- tiene que saber todos los temas- al análisis,
acompañamiento y evaluación cualitativa de procesos.
De la calificación y boletín de calificaciones como castigo y condena, a registro de los
procesos realizados a modo de “evaluación alternativa” como lo explica Anijovich, R
(2009:48), trabajando con portafolios, diarios de aprendizaje, proyectos de trabajo, etc.
Cambiar el eje de las clases es cambiar nuestra forma de lo escolar. Y esto no es fácil
porque esta forma es nuestra biografía, nuestra vivencia. Tendríamos, los docentes, que
rehacernos, despojarnos de nuestras biografías escolares, de la forma escolar que hoy
es nuestra forma, para dar paso a formas más acordes a la época. Romper nosotros
internamente con la homogeneidad y la simultaneidad, características propias de la
conformación de la “profesión docente”. Entender la clase como un espacio de
aprendizajes diferenciados y singulares, y en este sentido habilitar los canales que le
permitirían a los alumnos sus propios recorridos. Es increíble que en pleno siglo XXI las
escuelas todavía guarden las formas escolares con que se las vio nacer. Plantea Urresti,
Marcelo1 que el patrón de las mismas era común: un camino, progresivo, de ida y sin
retorno… Nuestro mundo hoy, no puede pensarse de esa manera. Siguiendo a Urresti,
las transformaciones culturales que se han producido en los últimos años- en relación a
los massmedia y su no simultaneidad ni gradualidad, rupturas en la conformación
tradicional de las familias o en la concepción de género- han modificado la forma de vida,
la forma de pensar y actuar de casi todos. Estas transformaciones se encuentran hoy, casi
naturalizadas en la vida cotidiana, aunque no han impactado en la forma de lo escolar. La
escuela sigue siendo gradual en un mundo no graduado y simultanea en un mundo que,
como plantea Urresti, en general cada uno elige su propia aventura. Y es más increíble
aún porque los docentes solemos erigirnos en guardianes de estas formas cuando, en
nuestras casas, en nuestras vidas, con nuestros hijos, estas transformaciones se han
instalado.
Por eso sostengo el planteo de un cambio casi actitudinal, entendiendo las actitudes no
sólo como manifestación de la subjetividad de cada quien, sino también como parte de
una construcción social y colectiva.
Bibliografía
Alliaud, A (1993). Los maestros y su historia: Orígenes del magisterio argentino. Buenos
Aires. CEAL
Legarralde, Martín: Los debates actuales sobre la formación docente en América Latina”.
Clase 10. Especialización en Curriculum y Prácticas Escolares en Contexto. FLACSO. Bs.
As., 2012.
2
Anijovich, Rebeca (2009). Nuevas miradas sobre la Evaluación de los Aprendizajes. Memoria Académica.
Archivos Cs. De la Educación. 4ta época. FaHCE.
Sitios web